Conferencia P. José Ma. Tojeira Rector UCA “El Salvador” La experiencia que voy a contar no es una experiencia actual sino básicamente la experiencia acerca de cómo integraron Espiritualidad y Pedagogía Ignaciana los Jesuitas de Ellacuría de Terán que fueron asesinados hace 13 o 14 años. Creo que es mucho mejor que las experiencias actuales no las cuenten los de fuera, y nosotros nos reservemos las antiguas. Antes de hablar de esto, quisiera hacer dos aclaraciones: una sobre el término espiritualidad, para aclarar que la espiritualidad Ignaciana es básicamente una espiritualidad cristiana , es decir no es una espiritualidad ajena a lo que es nuestra fe cristiana, a lo que es nuestra vivencia eclesial, y en ese sentido hay que subrayarlo. La Espiritualidad Ignaciana es una Espiritualidad cristiana, porque supone un proceso de identificación con Cristo y a través de él con Dios y desde Dios con toda la Creación, por lo cual deriva en reconciliación con una naturaleza que puede aparecer hostil o compleja en un primer momento. Para ir entrando en un tema parecido sobre la experiencias de los jesuitas, quisiera poner un pequeño ejemplo. Miren en la espiritualidad cristiana y también en distintas espiritualidades el tema de la pobreza, que suele ser un tema clave; sin embargo se vive de distintos modos y ahí es donde entra lo característico de la espiritualidad Ignaciana. Pongamos el caso de la pobreza en Francisco de Asís, quien posee una espiritualidad cristiana: se identifica con Cristo y a través de él con Dios. Y se reconcilia con la naturaleza. Pero ¿cómo se identifica con Cristo? A través de la pobreza material, a través de una profunda pobreza material y desde esa identificación con la pobreza material, con Cristo, con Dios y con la naturaleza y la naturaleza se reconcilia con él: Hermano Sol, Hermana Luna, Hermano Lobo. En todo el mundo natural hay una reconciliación profunda con la realidad. San Juan de la Cruz vive la pobreza cristiana de otra manera: se trata de una pobreza básicamente espiritual. San Juan de la Cruz va cortando todos los sentimientos humanos, negándolos hasta llegar a una especie de “noche oscura del sentido” como la llama él. Todo lo que no es Dios se va negando en la vida hasta llegar a la oscuridad: el hombre sin sentimientos, sin raíces, sin poder, sin fuerzas, acaba en la oscuridad; pero en esa oscuridad está puesta la confianza en Dios. Dios como revelación , tal como se presenta en la oración del huerto de Jesús, una profunda pobreza espiritual ha negado todas las fuerzas del espíritu, y desde ahí, desde el encuentro con Dios,í en la noche oscura se reconcilia con toda la naturaleza y ya es una orgía de relación con Dios: “eh, vámonos al lecho florido
enlazado con cuevas de leones, el mosto de granada libaremos. Hay una profunda reconciliación con la naturaleza y con Dios. La Pobreza de Ignacio, a mi juicio es una pobreza, como todas ellas, donde se incluye algo de materialidad, algo de espiritualidad, pero lo característico de la pobreza de Ignacio, es una pobreza histórica en el sentido de meterse en la historia y en la transformación de la misma con la convicción de que sólo la cruz, el oprobio de ser tenido y estimado por loco, tienen a largo plazo eficacia. Esa es la pobreza histórica. Pensar que uno se hace pobre en la lucha histórica, no tanto por la imitación material, ni por la tesis espiritual, sino por la incorporación e inserción en una historia de pecado que se pretende redimir y que se redime a través de la cruz. Al fin y al cabo la síntesis de fe y justicia de la que habla la Congregación General 32, es eso, meterse en la historia y meterse en la historia ahí donde el pecado es más profundo, para redimirlo como precio que hay que pagar. La pobreza de Ignacio es la pobreza del que se hace pobre en la luchas históricas de la humanidad por conseguir la reconciliación con Dios. Entonces desde ahí, desde esta especificidad, es desde donde nos acercamos a la interpretación de la experiencia de Ellacuría, a la hora de integrar espiritualidad y pedagogía. Espiritualidad y pedagogía, segunda aclaración rápida, creo que en la actualidad tienen que ir mucho más forzosamente unidas que en el pasado. En el pasado estaba la razun tidiurum, que era una metodología de enseñanza que evidentemente se derivaba de las intuiciones espirituales de Ignacio, pero que constituía más un proyecto, un plan pedagógico, mientras que la espiritualidad iba por otro camino. Yo creo que hoy tiene que estar profundamente integrado. En la experiencia de Ocampo se ve claramente como ellos comprenden la pedagogía Ignaciana como un sistema integrado por la espiritualidad, ya que hoy en día no se puede optar por la pedagogía Ignaciana sin optar de alguna manera por lo profundo de la espiritualidad Ignaciana. ¿Que pretendía la UCA? En primer lugar convertir a una institución universitaria en un instrumento históricamente eficaz que incida en situaciones socio - políticas de pecado, de tensión social, de guerra. La parte espiritual de este grupo estaba clara: gente formada en un espíritu sumamente Ignaciano. Ellacuría en particular mostraba la supremacía del espíritu misionero, el espíritu del Concilio Vaticano II vivido hondamente desde su formación, una formación muy abierta, positiva, pedagógicamente ilustrada , muy consciente de lo que era una Universidad. Sin embargo yo creo que la idea concreta de cómo incidir de un modo histórico eficaz, les vino a estos jesuitas desde el contacto más especifico con América Latina, con la experiencia de Medellín y con la
Congregación General 32, a partir de la cual empieza una primera formulación sobre convertir a la Universidad en un instrumento de cambio social a favor de los pobres y a favor de sus luchas. Se inicia así todo una metodología para formar a los maestros en el compromiso de cambio a través de un dialogo permanente con todos los sectores dentro y fuera de la Universidad. Un dialogo permanente que trata de orientarse hacia la opción por los pobres y una utilización de la reflexión y la investigación al servicio de los más pobres, como lo que decía ya Ocampo. Una utilización de la reflexión y la investigación no desde el marco desde el que sabe más y cree que con determinadas medidas socioeconómicas saldrán beneficiados los pobres, sino una reflexión hecha desde la escucha de los clamores de los pobres, desde el dialogo con ellos, dejándose evangelizar por los más pobres, y aquí por los más pobres se entiende, de los pobres con espíritu, es decir aquellos pobres, que luchan contra la pobreza y mantienen viva su fe y su esperanza en medio de ellos, considerando a todos los pobres como posibles pobres con espíritu y como campo privilegiados del nacimiento del espíritu también. Esta idea general se fue consolidando y profundizando a lo largo de la guerra civil y profundizándose en la medida en que también se empobrecía en este sentido de pobreza Ignaciana que hablábamos al principio. A lo largo de la guerra civil, la UCA comenzó jugando con el poder, apoyó el golpe de estado del año 79 en El Salvador. El ex rector de la UCA de aquel entonces que ahora esta en Venezuela como responsable del BID, pasa a ser parte de la Junta de Gobierno de El Salvador, otro profesor de la UCA, pasa también a la Junta , y 4 o 5 ministros salen de ese mismo claustro docente. Aunque la opción del momento sea a favor de los pobres todavía hay una especie de juego de poder, creemos que con un poco de poder se arreglan las cosas. Tras la muerte de Monseñor Romero, la UCA apoya claramente la insurrección, basándose en la idea de que una insurrección popular puede ser justa cuando el daño que se está sufriendo es intolerable, cuando el mal que se va hacer es menor que el mal que se seguiría haciendo si continúan los opresores en el poder. Entonces se confía en esa espiritualidad Ignaciana que hemos ido mencionando muy brevemente, pero todavía se mantiene la idea , tal vez con demasiada fuerza, en que desde el poder se solucionan las cosas rápidamente. Sin embargo, a partir de estas experiencias, empieza a producirse una reflexión más honda sobre esto que hemos llamado al principio pobreza histórica. Lo que Ellacuría después llamaba, en otro contexto y con otras formulaciones, “civilización de la pobreza”. A partir de las equivocaciones que se cometieron en el 79 empieza hacerse una reflexión mucha más profunda y se presta atención
más honda y más seria a las víctimas de la guerra civil. Se empieza a ver la guerra como un instrumentos de destrucción y simultáneamente empieza a haber una mayor valoración de los pobres y de la manifestación del Reino a través de ello. Tal vez la figura del Monseñor Romero tiene un peso emblemático en esta reflexión. Se vuelva la UCA y se vuelcan los jesuitas hacia el potencial evangelizador de las víctimas y de los pobres con espíritu. Se produce una profundización en el compromiso con los pobres, pobres con espíritu, que poseen una enorme capacidad evangelizadora y empieza ya un tipo de trabajo más especifico, al que acompañan todos los profesores y toda la estructura universitaria; un trabajo de enfrentamiento por la defensa de los más pobres, de las víctimas, un trabajo de presión en favor del fin de la guerra, de que la guerra termine gracias a un mecanismo racional: mecanismo de diálogo con el contenido de los derechos de los más pobres. Que terminen también las causas de la guerra con una reflexión que se ponga al servicio de los más pobres, y con una investigación que se ponga también, mayoritariamente, al servicio de los más pobres en el seno de la guerra. Me refiero a la investigación de derechos humanos sobre desplazados, refugiados, el seguimiento de la realidad constante, al inicio de estudios basados la opinión pública que se empiezan a realizar en ese momento. Martín Baro, escribe sobre la agresividad, sobre la violencia, sobre el mundo de las víctimas y ahí están muy presentes Ellacuría y Sobrino. También escribe sobre la Cristología en América Latina, la Cristología que parte de los pobres, las reflexiones del Reino, la más importante de Ellacuría. Montes escribe sobre desplazados, refugiados etc. Este trabajo culmina de la alguna manera con el martirio y martirio que se convierte en las síntesis final de espiritualidad y pedagogía Ignaciana en el sentido que expresan plenamente esa pobreza histórica, eficaz, que Ignacio quería. El martirio es una profunda síntesis en el sentido en que acelera el fin de la guerra, síntesis de eficacia histórica, salva vidas e incorpora a mucha gente sin efecto multiplicador, incorpora mucha gente en contra la guerra y de sus causas. Incorpora al compromiso cristiano, crea una idea distinta del tipo de civilización que queremos, dentro de toda esta línea de la pobreza de Ellacuría; actualiza también el sufrimiento en la cruz de Jesús, no sólo en ellos sino en muchas más víctimas y muchas más personas que sufren la guerra y la sufren desde su inocencia. Se convierte en una palabra definitiva unida a la de Jesús, llena de liberación, de paz, de construcción de un mundo distinto. Esta es una síntesis más para alcanzar la motivación en este momento, una síntesis en la medida en que corresponde a una determinada vivencia histórica, una síntesis difícilmente repetible, pero si creo yo que es una síntesis inspiradora.