entrevistas a Paramo

Page 1

La política de la clase dominante. Cleptocracia, corrupcion y cultura de la mentira Raúl Paramo Ortega Entrevistado por Raúl Torres Enero 2012

“Si hubiese un arte que merecería privilegiarse, y voy a opinar en dirección de Maquiavelo, es el arte de conducir hombres, el arte de la política, tan degradada y tan pervertida hoy día, convertida en descarada persecución de fines económicos e individuales, sin la menor intención ni la menor idea, excepto la de tratar de seguir engañando a la gente para conseguir adeptos que permitan seguir teniendo beneficios económicos. Creo que el ejercicio de la política, sobre todo en México, ha alcanzado los niveles más profundos de inequidad. La propuesta gubernamental de que participemos en las elecciones me parece una propuesta obscena, infame, degradante. La propuesta misma pretende tratarnos como infantes o como amnésicos, o como esclavos, o como oligofrénicos, es una propuesta obscena”, Raúl Paramo.

El siguiente texto es una compilación de una serie de entrevistas realizadas con él a lo largo de 5 años y publicadas en el diario La Jornada Jalisco. Sus ideas en torno a la política, a menudo inspiradas en las del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional, convocan a reflexionar sobre la caducidad de un sistema pervertido, que ha desplazado a la ética para sustituirla por la acumulación de capital y el poder. “La historia es rica en ejemplos de una política degradada. No es asunto solamente actual y solamente mexicano. Detrás de ello están otras perversiones que se podrían concentrar en lo que se llama publicidad y que nos la tragamos como normal o como éticamente incuestionable. Pero la publicidad, casi toda, que vaya más allá de la expresión de lo que alguien puede ofrecer y se ponga al servicio de la seducción, del intento de conseguir para sí mismo el sustento emotivo o económico, es algo particularmente perverso. Hoy en día, gracias a la tecnología de los medios de comunicación, esa publicidad, esa seducción para convertir a los otros en gente de “mi equipo, mi partido, o mi creencia”, es intrínsecamente inmoral. No hay ningún derecho a intentar convertir a alguien a mis propias convicciones. El espíritu misionero en las iglesias es un ejemplo clásico de eso; equivale a decir: “no tolero que tú tengas otro dios, quiero seducirte, movilizarte y hacer publicidad al servicio de mi dios para que formes parte de mi equipo y acrecentar así el ejercicio de mi poder, o la solidificación de mi identidad, porque no tolero vivir en medio de las diferencias”. Esto es un fenómeno histórico que se repite una y otra vez. El homo sapiens tiene múltiples defectos de fábrica y es víctima de múltiples enfermedades sociales, y tenemos como único órgano rector el cerebro, pero si éste no está afianzado en el corazón, tampoco funciona correctamente.

1


–Ahora que habla de los misioneros, usted tiene un trabajo titulado El trauma que nos une, donde aborda la guerra de Conquista en América ¿Cómo se inserta esto en la política actual? –Una de las tragedias de nuestra nación es querer resolver los problemas sin una mirada histórica, sin un diagnóstico de los que somos. En realidad somos un pueblo que padece la desgracia de haber sido truncado de sus raíces, en este caso prehispánicas. La mexicanidad tiene como elementos que originan conductas inadecuadas, una psicología y una identidad notablemente confundida y notablemente debilitada por haber sido masacrados y atropellados por la cultura europea. No estamos acostumbrados a usar la vara histórica para explicar el presente a través del pasado. El presente es la sedimentación estricta del pasado, de lo que se ha hecho y nos han hecho. Y los mexicanos concretos no somos más que los puntos de contacto, los nudos, donde se extiende una identidad colectiva con características de trauma grave. Un trauma es la imposibilidad de elaborar un diferencial de estímulos externos que en un corto tiempo nos penetran. Eso trasladémoslo a culturas y a una invasión que aún persiste. En realidad aún persiste la lucha contra los indígenas, permea la sociedad y el país entero. Estamos en guerra no sólo por lucha de clases, sino por lucha de etnias. Persiste esa discriminación racial heredada y transmitida a través de identificaciones generación tras generación, lo que fabrica una idiosincrasia no precisamente adecuada para ser civilizados y poder progresar. Los defectos más clásicos que los extranjeros ven en nosotros son cómo huimos rigurosamente de nuestra responsabilidad, cómo buscamos la salida fácil, cómo buscamos el camino del menor esfuerzo. ¿Cómo podemos, entonces, construir una nación cuando tenemos un alma colectiva –no me gusta mucho el término– tan dañada, y cuando tenemos el lenguaje tan dañado por motivos de analfabetismo? La lectura podría ser un alimento espiritual para el ejercicio de la razón, pero en ese aspecto estamos anémicos como pueblo. En medio de todo esto, no me extraña la situación catastrófica en la que estamos y nos pone al borde del estallido simplemente por no poder seguir soportando tanta infamia. Pero ni siquiera podemos decir que es sólo la elite gubernamental la responsable. Por esa elite gubernamental votaron millones de personas cuyo analfabetismo les impidió verles la pantorrilla de inmediato, verles la incapacidad y la perversión del sistema político entero. Entonces perdemos el derecho, a demás de que epistemológicamente es una necedad, de inculpar solamente a una elite cuando esa elite ha estado sustentada por todos nosotros, que no nos hemos rebelado. Aún así, en México hay hermosuras de todo tipo y espíritu de lucha que espero no seamos vencidos nuevamente por los representantes indirectos de los detentadores del poder, que en un

2


tiempo lo hicieron en nombre de la cultura europea o de la religión cristiana. Tengo la esperanza de que a pesar de los pesares nuestra nación pueda sobrevivir a semejante indignidad que nos penetra por todos los costados y nos deforma sin poder localizar nuestra deformación.

–¿Qué relación hay entre el analfabetismo y la política? –Los franceses, en su perversión colonial, dominaron Haití y decían que no había que enseñar a la población negra el alfabeto porque a través de él o la lectura se fortalece el espíritu, la rebelión, la dignidad, la consciencia de la injusticia. Nosotros somos un pueblo en el que un ex presidente, Fox, hacía gala de no leer, de ser un analfabeta funcional. Hay formas de analfabetismo no diagnosticadas, por ejemplo el analfabetismo institucional. ¿Qué entiendo por eso? Que instituciones enteras, en ocasiones leyes o costumbres, son diseñadas y programadas por analfabetas funcionales. Un ejemplo burdo y claro es el que un analfabeta funcional, por motivos políticos, hace un despilfarro para sacarse la espina ante los intelectuales y dice que construirá la biblioteca más grande de Latinoamérica. La institución que iba a lograr, que por fortuna no lo hizo, estaba preñada de analfabetismo, era analfabetismo instituido, encarnado en instituciones, como está encarnado en mil formas culturales.

–Percibo que su postura es no votar. ¿Puede el no voto hacer que nos desinteresemos de todo este sistema? –Ojalá, dejemos de interesarnos por este sistema. La propuesta es no quedarnos a medio camino nulificado el voto. Se trata de no quedarnos en miopía, y la miopía es, en forma indirecta, seguir avalando los sistemas electorales y los sistemas políticos que rigen esta nación. Y la única forma contundente y clara para no quedarnos a medio camino es la no participación. Ese es un voto, y hay diferentes formas de voto. Entiendo un voto como un testimonio, y tenemos la política de lo cotidiano, nosotros permanentemente estamos votando por algo. Votar es estar testimoniando a favor de algo o en contra de algo. Y nos quieren hacer creer que la única forma de testimoniar y participar en la política es a través de un voto con el cual estamos avalando y no poniendo en entre dicho, de raíz, el sistema completo. Esto es muy duro para oídos jóvenes, evidentemente, pero esa es mi convicción. Evidentemente cualquiera leerá en mí una postura a favor del EZLN, estoy definitiva,

3


abierta y claramente a favor del EZLN, lo cual no quiere decir que el EZLN me dé la bienvenida, simplemente yo les doy la bienvenida a ellos.

–¿Si se lograra tumbar al sistema electoral con el abstencionismo, qué vendría después? ¿Cuál es la parte propositiva para sustituir al sistema electoral? –No tengo idea y puedo incluso, provocativamente, decir: no me interesa. Por lo pronto hay que atacar el mal más inminente. Ya tendremos tiempo y oportunidad de ir construyendo una nación sobre otras bases. Pero con esta pregunta me parece ir leyendo entre líneas un espíritu que está muy presente en nuestro tiempo y en los jóvenes, y que es propaganda oficial: pensar propositivamente. Como si el cuestionar algo no fuera ya la mitad de la respuesta, como si el señalar el mal implicase la obligación de resolver el problema que se está diagnosticando, cuando ya es propositivo el diagnóstico mismo. Es publicidad barata, producto de un espíritu que ensalza el progreso y el mentado pensamiento positivo, cuando en realidad en ocasiones la invitación a pensar positivamente es invitación a pensar en términos simplistas y pragmáticos. Si yo veo que alguien va a matar a una nieta mía, lo primero que hago es partirle la cabeza, después veré si tengo una propuesta positiva para acabar con la criminalidad. La primera tarea, y que puede durar muchos años, es impedir lo que está ocurriendo. Sin embargo no me extraña leer en esta pregunta espíritu pragmático, porque estamos imbuidos de él: soluciones, resultados, rapidez, inmediación, respuesta. Al caño con él, hay que respetar las contradicciones, hacer conciencia de las limitaciones y no ser víctimas de un pensamiento pragmático. Es mucho más lo que desconozco que lo que conozco, y ese es un motor para mi vida: la conciencia de mi ignorancia.

–¿Pero para generar una alternativa, no necesitaríamos un plan de acción? –¡Al rayo con la alternativa! Es necesario cuestionar de fondo, ya estuvo bueno de caer otra vez en el tipo de pensamiento que pretende condenarnos de ante mano porque no les facilitamos la solución. No, hay que señalar la dificultad en vez de salvar el pellejo y el honor siendo ciudadanos que hacemos propuestas alternativas. ¡Al demonio! Bastante propositivo es impedir el crimen concreto y visible.

–Para muchos, el origen de todos los males de este país es la corrupción. ¿Qué opina al respecto?

4


–Bueno, para empezar considero que la corrupción no cae del cielo ni sube del infierno, sino que es una enfermedad pandémica en nuestro país y, aunque no tenemos el monopolio de ella, está presente en todos los niveles y en grados muy elevados. Presenta incluso configuraciones ‘legales’ o ‘normales’ asentadas en una maquinaria burocrática que parece estar diseñada como facilitadora de la corrupción y entorpecedora del trabajo emprendedor y honesto. Todo esto es la contrarrevolución moral misma. Marx la señalaba como “la furia desatada del interés privado”. La corrupción es propia de la lógica interna del sistema capitalista… Realmente combatirla sería tanto como destruir el sistema mismo… Desmontarla realmente implicaría el cambio más radical y profundo de la sociedad y del hombre mismo. Una población educada mayoritariamente en una ética infantil, subdesarrollada, de baja calidad conceptual como la que es propia de las religiones de allendidad, propicia directamente conductas guiadas por esos principios éticos que buscan, no el valor, no la bondad o maldad intrínseca de un hecho, sino el temor a ser castigados, y a esto se añade una moral que se desarrolla bajo la sombra perfecta de un sistema capitalista cuya máxima medular es adquirir la mayor ganancia en el menor tiempo posible; no se puede esperar de la ciudadanía en general otra conducta que no sea corrupta. En otras palabras, el nivel ético de la población es de bajo sustento teórico, no se nos ha enseñado a calibrar la bondad o maldad propias de nuestras acciones, explorándolas sobre bases autónomas, es decir, intrínsecas, no impuestas desde el exterior y menos aún impuestas bajo regímenes de terrorismo religioso y de amenazas de toda índole. La corrupción como subproducto lógico de una moral construida sobre la base de premios y castigos. La corrupción y el crimen son más efecto que causa de conductas antisociales. Nos equivocamos de medio a medio si pretendemos ‘combatir’ la corrupción ignorando que es lo que la fiebre a una enfermedad infecciosa. La policía, las religiones, las leyes que persiguen o castigan la corrupción, se comportan como un pediatra especialista en combatir la fiebre sin atender el origen etiológico. Nietzsche ha hecho notar con agudeza las graves consecuencias de confundir causas con efectos; de plano lo considera como el mayor de los desastres del ejercicio de la razón. Así, por ejemplo, la corrupción y la criminalidad en general se mencionan por boca de gobernantes y gobernados como la causa de “todos los males de México”. Con esto, lo que es efecto se toma como causa. Para nada se hace el diagnóstico de los múltiples factores que participan en la producción de la conducta antisocial. Sobre la base de este serio equívoco se combaten sólo los síntomas y, como si fuera poco, con medios generalmente inapropiados. Así, las autoridades gubernamentales combaten el crimen con la ley en una mano y con las armas en la otra mano: más policía, más ejército, más leyes. Supina ignorancia es no entender que cada estructura social es el germen adecuado o inadecuado para la inmoralidad y la corrupción.

5


–¿De dónde partir entonces para buscar la causa de la corrupción? –El individualismo feroz que nos domina marca el camino hacia la corrupción en la medida en que el soporte del individualismo es la propia supervivencia como norma rectora a la que se supedita cualquier acción u omisión. El individualismo es substancialmente “des-solidarización”, y en cuanto tal, desarticula el sentido comunitario, el respeto a los demás. El principal fundamento ético es claramente solidario y compasivo: “no dañar a nadie”. La corrupción es –entre otras cosas– hija no reconocida del individualismo llevado a la categoría de valor supremo. El individualismo a ultranza es soporte importante del neoliberalismo como enfermedad social y económica no reconocida como tal. Es un grave error abordar el problema de la corrupción como un asunto meramente moral, o solamente a nivel microsocial, como patología individual en lugar de patología social. El grueso de la población ha sido educada en una moral de premios y castigos, es decir sin reflexión del valor o no valor intrínseco de lo que hacemos. Si se hace un estudio en detalle, probablemente encontraríamos que los países menos corruptos, más transparentes, cuentan con una población que no ha sido educada en la ética cristiana, es decir, una ética que tiene mil coartadas para no asumir responsabilidades, pues de lo que se trata primordialmente es de esquivar hábilmente el castigo. Y además no está basada, dirigida al otro, digamos horizontal y concreta, sino como mandato supuestamente de origen divino. Su estructura es triangulada y vertical. Tiene razón Ayn Rand: “Cuando advierta (respecto a la burocracia y la corrupción) que (el empresario común) para producir necesita obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican no bienes, sino favores; cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por el trabajo, y que las leyes no lo protegen contra ellos sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra usted; cuando el ciudadano repare que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un autosacrificio, entonces podrá afirmar sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada”. Condenada a proseguir en el subdesarrollo, añado yo. Tocqueville señala que los peligros de la democracia se evidencian en el cáncer de la burocracia y sus funcionarios grandes y pequeños. Creen practicar orden y democracia cuando lo que practican son formas de poder estúpidas y estupidizantes o de estupidez poderosa. Algunos burócratas incluso llegan a creer que están ejerciendo una virtud civil. De las críticas de Max Weber al respecto ni idea tienen. Tampoco saben siquiera quién era ese señor. Weber advertía que los Estados modernos poseen en forma más o menos estable el monopolio de la violencia. Durante las guerras entre naciones –y en

6


las guerras civiles sui generis, como en México– los individuos y el ejército, por ejemplo, degeneran a la condición de órganos ejecutivos del Estado.

–¿Es decir que la corrupción se institucionaliza? –Claro, al institucionalizarse es más eficaz y adquiere “legitimidad”. La clase gubernamental es concebida dentro del marxismo como una junta que administra corruptamente los negocios de los señores del dinero. La “democracia” que nos quieren imponer requiere desesperadamente de las urnas para legitimar un proceso diseñado para que el poder siga en manos de los grupos plutocráticos. Esta fuerza va más allá de partidos o candidatos. El combate a la corrupción requiere antes que todo un cambio en la forma de pensar. Estamos lejos de captar la radicalidad de la transformación necesaria. La revolución no está a la vuelta de la esquina y de esto son conscientes movimientos como el EZLN, que se niegan a hacer concesiones al fraude global en que estamos asentados. No hemos integrado las enseñanzas del EZ. El capitalismo que siembra la sed de riqueza y la búsqueda del provecho exclusivamente personal, cosecha tempestades de corrupción “legalizada” y “normal”; quien comete actos de corrupción sólo es el ejecutor y el eslabón final con que todo el sistema constituye su sistema vertebral. Nuestro sistema fabrica pillos adaptados al sistema diseñado para el abuso y la rapiña con distintas vestimentas. El marxista Haug define esto como el rompimiento egoísta y de provecho personal de las obligaciones hacia los otros y hacia la comunidad, utilizando la obscuridad y la normalización del sistema que, además, requiere la impunidad como elemento integral, ayudando a la corrupción. Ni siquiera lo central es garantizar el castigo, sino modificar –desde dentro y desde abajo– las estructuras mentales subjetivas y las instituciones sociales, estatales y eclesiales que están siendo el origen inconsciente de esas manifestaciones corruptas que afloran en la superficie y que, desde luego, son –digámoslo explícitamente– propiciadas por el poder. El poder político que no venga del pueblo es corrupción. La corrupción que emana del poder empieza con la corrupción de los métodos para llegar a los puestos públicos. La búsqueda del poder en sí mismo es ya sospechosa. La mascarada de las elecciones ha tomado formas difícilmente superables en su grado de infantilidad, de subdesarrollo mental… resultan grotescas… patéticas ¡Los métodos para “conseguir votos” trastocan, pervierten el proceso en su conjunto y envenenan la vida política de la nación entera!. Parten de la confusión entre votación lograda, con democracia, cuando la tal votación esmarketing, imagen, propaganda en el peor sentido del término.

–¿Se puede decir que México vive una democracia?

7


–¿Qué cosa? ¿Democracia? ¿Cuál democracia? No la encuentro por ningún lado. El término ha perdido todo su contenido. Es una palabra ya pervertida... Más bien la cleptocracia como peste social la substituye. Lo que ahora prevalece es el ejercicio político que más bien se puede designar comocleptocracia. Los pertenecientes a esta clase son los que gozan de los beneficios de la rapiña. Lacleptocracia está más bien entreverada con la llamada plutocracia. La Nación entera se convierte en un botín y los partidos políticos son sus operadores. Cleptocracia y plutocracia son hermanos gemelos que se entienden bien entre sí.

– ¿Cómo define eso que ha llamado peste social? –Cleptocracia significa el dominio de los que están empapados de la idea de que aprovecharse de su posición de poder les da derecho de disponer de los bienes de los otros, de los bienes de la administración estatal o del presupuesto. Ahora evitan el término “disposición arbitraria de bienes de la Nación” y lo substituyen por el de “manejo discrecional” o el de “partidas secretas”, es decir, no tienen a quién dar cuenta de esos bienes o dineros que utilizan. El verbo aprovecharse substituye al términorobar. Bogar definió la cleptocracia como “robo políticamente motivado y encubierto de legalidad” –por cierto, el término no aparece en el Diccionario de la Real Academia Española–. En la cleptocracia robar es una tradición largamente cocinada y sobreentendida en silencio. El término correcto para dichas prácticas es cleptocracia, aunque ésta sea instrumentalizada por algunas formas de burocracias que no están registradas como infracciones en el derecho penal vigente.

–Además de esas burocracias corruptas, la cleptocracia en el ejercicio político?

¿de

qué

otras

formas

encubren

–Una variable de la cleptocracia consiste en robar abierta o subrepticiamente los votos de los ciudadanos. Las formas de hacerlo ya no son tan burdas como hace 20 años. Sin embargo, es larga la lista de presidentes mexicanos que llegan al poder por estas vías. Para ello necesitan primero exaltar el voto como si fuera éste la substancia misma de la democracia, cuando en realidad el votar es simplemente una pieza más del marketing de la publicidad aplicado a la política.

–¿México ofrece características particulares que lo diferencian de otros países subdesarrollados respecto a la cleptocracia?

8


–Desde luego no tenemos la exclusiva. Socialmente estamos, como país, inscritos en corrientes más amplias. El hecho es que en México el robo –como una de las expresiones más visibles de la corrupción– adquiere características cualitativas y cuantitativas que han sobrepasado todas las fronteras conocidas hasta ahora. En el continente latinoamericano ocupamos, tal vez, uno de los primeros lugares. Se podría averiguar un poco más en detalle; creo que hay ya suficientes investigaciones serias al respecto. A pesar de que esta enfermedad se ha hecho presente en muchos países, Latinoamérica suele estar ligada a dinastías de poder, por ejemplo los Duvalier en Haití; los Somoza en Nicaragua; Fujimori en Perú o Pinochet en Chile. Si bien es cierto que no son los Duvalier en México, sí son el clan de los Salinas, de los Sahagún-Fox o de los Hank González, por mencionar algunos en donde el nepotismo va de la mano como práctica común. También hay que mencionar el clientelismo político y el peculado. En otras partes del mundo encontramos, por ejemplo, a Mobutu Sese Sekos, en Zaire, o a la familia Marcos en Filipinas. Cuando contemplamos a la sociedad mexicana hablamos de un predominio de la conducta política entendida como una oportunidad de enriquecimiento legitimado por las costumbres, por la tradición y por considerarse ya como “normal”. Precisamente ha penetrado en tal forma a todas las esferas, que ya no es motivo de señalamiento particular, de anomalía, sino que simplemente se catalogan como exabruptos o abusos aislados de apropiación de bienes ajenos, sean privados o del Estado; es decir, en México el robo pasa a convertirse en una verdadera cultura que aquí llamo, simple y sencillamente, en buen castellano, cleptocracia. Se podría decir que los que ejercen el poder están infiltrados por un hábito –el robo– que no es detectado ya como tal y que desde la cúpula del poder impone instituciones, funcionamientos, hábitos y costumbres de robo.

–¿Cree usted realmente que vivimos en una cleptocracia y no en una democracia? –Lo creo plenamente. Se trata de un fenómeno omnipresente al que nuestra sociedad nos ha acostumbrado. Si nos acostumbramos a él lo catalogamos como normal, como algo que no nos llama la atención a pesar de que estamos permanentemente rodeados por ella. En algunas conversaciones con amigos, y ya en forma bastante privada, escuchamos o comentamos hechos que no pueden recibir otro nombre que el de robo, fraude como forma de hacer política. Basta leer casi cualquier periódico para enterarse cómo esa forma de hacer política conlleva nuclearmente el enriquecerse como meta secreta y a veces no tan secreta. Cuando alcanza el nivel de cinismo, claramente se busca el puesto político como vía de enriquecimiento.

9


– Parece que desde siempre, en México, definir a un político implica saber que roba. – En el sentido estricto no creo que todos y cada uno de los que ocupan puestos públicos roben. De lo que hablo es que el robo se institucionaliza, se hace tradición, se hace normal, se convierte en normativo; es decir, se convierte en Ley. Como en cualquier mafia: si perteneces a determinado grupo, determinado cliqué, determinada mafia, es más difícil salirte de las prescripciones silenciosas.

– ¿En un sistema capitalista, así sea un “capitalismo marginal”, es el propio sistema quien impone esas prescripciones? – Estoy convencido de eso. Si un mandato constitutivo del capitalismo promueve como precepto guía la “maximización de la ganancia”, todo se subordina a él. El otro es convertido sólo en contrincante a vencer en el enfermizo impulso de “ganar”, en el doble sentido del término. Para el espíritu de la cultura capitalista no hay peor término que el de “perdedor”. Se reduce el ser persona –con todos sus otros potenciales de dignidad, lealtad, sabiduría, etcétera– al ser “exitoso en lo económico”: esta es la nueva religión.

– ¿Hay otras formas de hacer política? – Por supuesto que sí. Sin duda hay muchas formas de entender la política. Por ejemplo, un candidato a la presidencia de Austria, Raimund Bahr, recientemente postulaba que “política es convertir lo impensable en pensable, y lo pensable en realidad social”. Casi parafrasea a José Martí cuando el intelectual cubano escribía: “en la política lo real es lo que no se ve”, lo que no se ha pensado y no se ha realizado. Un político en el México de los últimos años podría más bien decir: “política es la ocasión de enriquecerme y de enriquecer a mis familiares y amigos”. Si bien es cierto que hay actos morales que resultan políticas inviables, también es cierto que acciones políticas carentes de toda ética son viables e incluso algunas veces se encuentran “dentro de la ley. En ocasiones se legitima cualquier acción política desde el poder, porque de facto –entre otras cosas– se confunde lo legal con lo éticamente correcto. En un país analfabeta como el nuestro “el arma de la crítica”, como la llamó Marx, pierde casi totalmente su eficacia. No va a ser leída, no va a ser tomada en cuenta o no va a ser entendida.

10


No olvidemos que en nuestro medio existe una marcada tradición de antiintelectualismo, lógica herencia del analfabetismo funcional. El politólogo Schönherr ha señalado este antiintelectualismo como “el punto más débil del pensamiento político”. Uno de los desconciertos en los que se encuentra actualmente la izquierda y en general los “intelectuales”, es que no hemos diagnosticado lo que H. M. SchönherrMann ha llamado –en su formulación más extrema– “la desaparición de la política” – con esto se acerca en ese punto al Subcomandante Marcos y a John Holloway, probablemente sin conocerse o leerse entre sí. Schönherr entiende como “desaparición de la política” el viejo e intolerable hecho de que la “política”, en el sentido descrito anteriormente en esta entrevista, ha quedado sin empleo, se ha convertido en mero simulacro sin saberlo, porque es demasiado doloroso para asumirlo. Schönherr nos confronta con la necesidad de “reinventar la política”. Repensarla, rediseñarla, lo que es una menuda tarea. Su lugar ha sido tomado por los procesos resultantes de los cambios técnicos y económicos que pasan por alto cualquier otra consideración. Recientemente la editorial Grietas ha publicado un libro importante en esa dirección (Hacer política para un porvenir más allá del capital) con varios autores como Holloway, Zibechi y Sandoval, entre otros.

–Eso es plantear utopías… –Claro. Utopías en sentido positivo, como gérmenes iniciales de una revolución a todos los niveles. Una revolución permanente es decir polifacética y consciente de su provisionalidad. En otras palabras no se queda en la resignación, la indignidad, la complicidad y la miopía. Es necesario rescatar el sentido histórico y el pensamiento dialéctico, desde luego defendernos también del pragmatismo; éstas serían unas de las tareas básicas de la educación. Se trata de un vuelco de 180 grados. En formulación extrema y retórica: educación sin escuelas, salud sin hospitales, enseñanza lo menos posible atada a las Instituciones, justicia que haga innecesaria la ley, cero ejército y policía.

–¿Hay tiempo para las utopías? –México parece tener prisa en romper todos los records en cuanto soportar indignidad y mentira política. De Fox hasta Peña Nieto se percibe una línea ascendente. Los nuevos se van apoyando en los “hombros de los gigantes” que les precedieron en la tarea de normalizar lo indigno, en la manera de acostumbrar a la nación entera a lo

11


desastroso. El programa –bautizado como Televisa-Peña Nieto– es sólo la punta del iceberg y obra maestra de “ingeniería de proyectos de Dominación S.A.”. Todo esto nos permite calificar la situación de nuestro país como de mafiocracia. El periodista Jenaro Villamil lo ha documentado todo en su nuevo libro intitulado “Peña Nieto el gran montaje”. Por cierto, la palabra utopía fue desprestigiada para fines conservadores y se usa como si fuera “ingenuidad”. Todo avance, todo cambio, requiere un proyecto sin el cual nada puede transformarse. El homo sapiens es un ser eminentemente an-ti-ci-pa-dor. Nada escapa a nuestra condición humana que necesariamente apunta hacia el futuro. En buena dialéctica no existe el ahora absoluto. Esto es desde luego también un asunto inscrito en nuestro sistema nervioso central y en nuestro aparato psíquico. La construcción de la Historia empieza desde luego por lo que aún no es, lo que aún no tiene lugar (u-topia, en el sentido estricto) Toda acción correctora –léase revolucionaria– requiere empezar por trabajar sobre la base de lo que aún no existe. Sólo gracias a un empobrecimiento semántico común en países subdesarrollados como el nuestro, las palabras utopía, revolución o democracia han sufrido desplazamientos semánticos distorsionadores.

–¿Cuál sería la diferencia entre la mafiocracia de la que habla Buscaglia y la cleptocracia de la que usted ha hablado? –La cleptocracia es sólo una manera de operar de un mecanismo más amplio que Buscaglia ha bautizado como mafiocracia. Creo que de cleptocracia ha avanzado hacia mafiocracia… La Mafia es una formación social muy compleja y llevan sellos históricos particulares. Las mafias sicilianas o la Camorras no son versiones idénticas, sin embargo muestran rasgos comunes: se entrelazan convenios implícitos de diversos protagonistas entre sí y forman un tejido diverso de crimen organizado. Tienen movilidad interna y externa. Se cuidan las espaldas entre sí. Las dos últimas elecciones presidenciales (Calderón y Peña Nieto) son un modelo perfecto de sus formas de operación. Es un contubernio perfecto que actúa como pulpo. Nadie lo ignora pero ya casi la mayoría de los mexicanos la vive como “normal”. Buscaglia y además El Instituto Político de Heidelberg (dedicado a estudiar zonas en conflicto) cuentan con equipos de investigadores que tienen acceso a cierta información –tendremos que llamarla “secreta” (los norteamericanos la llaman “clasificada”)– y calculan que entre el 55 y el 75% de las campañas electorales recientes en México están influidas por instituciones criminales y cárteles de la droga. Más del 70% de las alcaldías están parcial o totalmente copadas por el crimen organizado. La mafia constituye una forma de organización social dentro de un Estado-Nación pero se rige con sus propios códigos, que generalmente no son conocidos sino por sus integrantes o por

12


investigadores desde fuera. La mafia establece de facto sus propias normas, mismas que en la organización social que los envuelve –en este caso el Estado– no serían permitidas: venganzas individuales o de clan, manipulaciones por debajo del agua. Un Estado secreto dentro de otro Estado. En ocasiones las características del poder personal llegan a convertir un Estado ordinario en un Estado mafioso. A fin de cuentas las mafias buscan el poder estatal y no reparan en usar ningún método criminal (por poner un solo ejemplo recuérdese el caso Colosio). Los partidos políticos mismos y los sindicatos se configuran a manera de mafias que buscan crecer hasta tener el dominio casi total. En este punto destaca en forma notable Elba Esther Gordillo. Generalmente ante tal estado de cosas, el estallido de las revoluciones violentas se gesta lentamente. Cito a continuación una parte de la entrevista de Die Zeit con Buscaglia, refiriéndose a la llamada “Guerra de Calderon”. Dice (en traducción libre de mi parte): “A primera vista aparece como una postura valiente. En realidad en vez de ser útil o benéfica, daña a la Nación entera. Cuando combate al narco por vía militar promueve también una violenta exacerbación de las actividades criminales de los cárteles, que desde luego tienen a la mano todos los recursos para hacerlo. La tal valiente postura de Calderón sirve a los fines de construirse una imagen favorable del Bien contra el Mal. El pueblo dice que Calderón por lo menos está haciendo algo. Sin embargo las medidas de Calderón llevan el sello de una ofensiva mediática, es decir, un show”. Y con Peña Nieto no hay ningún indicio de que capte siquiera realmente la situación. Peña Nieto es producto del mismo caldo de cultivo político-cultural de analfabetos funcionales. No seamos ingenuos. Se necesitaría ser alquimista –es decir creer que se puede transformar digamos cobre en oro– para creer que este próximo sexenio será mejor

–¿Dónde queda entonces la democracia? –Los cánticos a la democracia parecen no tomar en cuenta que en el fondo sus formas más auténticas –que ciertamente no son las nuestras– son formas de dominación que gozan de un prestigio de humanidad (digamos de humanismo) que no tienen. En mi opinión el socialismo es una forma de democracia y la democracia, una forma de socialismo. La meta marxista de una sociedad a largo plazo es “a cada quien según sus capacidades y cada cual según sus necesidades” La democracia primero tiene que desembarazarse del neoliberalismo. Estamos hablando en escalas históricas de largo alcance, no de la escala de tener seis años para robar abiertamente o a veces refugiándose en legalidad aparente o real. La legalidad no es sinónimo de ético, correcto o justo. Los acontecimientos ligados a los procesos electorales han dado debida cuenta del excelente funcionamiento de las mafias.

13


En la contienda por la presidencia de la República “hay [hubo] escenarios ocultos”, afirma Severo Iglesias. Dentro de la lógica interna de las mafias, todo ha ocurrido cobijado en discursos ad hoc: la Constitución, la Ley, el Estado de Derecho. Y recordemos que las mafias cuentan con su propio sistema ideológico justificatorio, si se me permite el pleonasmo. Además parece que su substancia cerebral no les ajusta para más. Ellos –me refiero en general a la clase política y a nosotros “inocentes ciudadanos de a pie” – están –estamos– seguros de “hacer el bien”, lo justo, lo democrático, lo legal… representan, en concreto, la dinámica interna del complejo mafioso y saben ellos (y también nosotros) que es casi imposible desenmascararlos. Están blindados por la grandilocuencia del “bien”, de las buenas conciencias, de lo legal y de las enormes dificultades para encontrarlos en faltas comprobables. Desentrañar las estructuras económicas y monetarias de las mafias no dejaría títere con cabeza. Vivimos en una nación tristemente mafiosa.

–¿Qué implicaría desembarazarse del neoliberalismo? –En América Latina se acepta como incuestionable que el mercado es la ley económica intocable. Toda la economía se deja a merced de la oferta y la demanda, con los resultados desastrosos que ha habido. Los economistas señalan cómo los países asiáticos que no siguen fielmente las normas capitalistas no logran notables crecimientos espectaculares. Sin embargo, sistemas capitalistas han logrado también enormes avances sin efectos colaterales tan graves. La división entre vida urbana y vida campesina se diluye. Igualmente se diluye el Yo en beneficio del Nosotros. El escepticismo y la independencia de juicio asiática deben responder en parte al hecho de que son ideas lejanas, geográfica y culturalmente, al Imperialismo Occidental.

14


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.