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Nuestra Historia. E dad Moderna VII
Francisco Javier Morales Hervás Doctor en Historia C omo comentábamos en la anterior entrega, la llegada a España de los borbones en el siglo XVIII y los proyectos reformistas que la nueva dinastía intentó llevar a cabo, contribuyeron a mejorar la situación general del país y esta mejoría también se percibió, con mayor o menor intensidad, en algunas zonas de nuestro actual territorio provincial. Una de las localidades que experimentó un mayor desarrollo en esta centuria, sobre todo en la segunda mitad, fue Almadén, que vio impulsada su actividad minera en torno al mercurio por dos razones principales: para atender la demanda de los territorios americanos como consecuencia de la importante caída en la producción de cinabrio de Huencavélica (Perú) y por el incremento de la demanda mundial de este producto tras el descubrimiento del termómetro de mercurio a comienzos del siglo XVIII.
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Cuando las minas de Almadén habían alcanzado un notable ritmo de producción se produjo una enorme tragedia: el 7 de enero de 1755 se inició un incendio en las minas que duró más de dos años. Pero este desastre fue aprovechado para realizar algunos importantes proyectos, pues la mano de obra de los mineros fue destinada a la construcción de dos infraestructuras de gran interés para la localidad: el Real Hospital de Mineros de San Rafael y la finalización de la Plaza de Toros, que con un singular diseño hexagonal se había iniciado en 1752, precisamente para recaudar fondos para la construcción del hospital. La pujanza de esta localidad minera se consolidó cuando el 14 de julio de 1777 Carlos III ordenaba la creación en Almadén de la primera Escuela de Minas de España, cuyo edificio se empezó a construir en 1781 y en cuyas aulas participaron destacados profesores y alumnos, entre los que se encuentran los descubridores del wolframio y del vanadio.
Nuestro territorio provincial también tuvo cierto protagonismo en la política de repoblación proyectada por Carlos III con la creación de nuevas poblaciones en el entorno de Sierra Morena con el fin de incrementar la producción agraria y, sobre todo, abrir un nuevo camino entre Madrid y Andalucía por Despeñaperros para lo que era necesario disminuir la inseguridad de esta zona. Aunque esta iniciativa tuvo mayor repercusión en la provincia de Jaén, también se fundaron en nuestra provincia nuevas poblaciones como Almuradiel, Villanueva de San Carlos y San Carlos del Valle, que se caracterizarán por tener una clara planificación urbanística, con planos ortogonales, en los que las calles rectas y amplias se cortan en ángulo recto. Sin duda, merece ser destacado especialmente el caso de San Carlos del Valle por la espectacularidad de su plaza mayor y, sobre todo, por su extraordinaria iglesia del Santísimo Cristo del Valle.
Las iniciativas reformistas de los borbones, especialmente las vinculadas al moEdad Moderna CAPÍTULOVII
narca Carlos III, que pretendía acometer una modernización del país, aplicando algunos de los principios de la Ilustración, no encontraron un gran eco en nuestro ámbito provincial, pues al ser una sociedad eminentemente rural y con muy escasa presencia de profesionales liberales era muy complicado que las ideas renovadoras pudiesen contar con un mínimo de masa crítica para su posible desarrollo. No obstante, sí podemos mencionar la existencia de algunas iniciativas que pretendieron poner en marcha algunos proyectos dentro de este ambiente reformista, especialmente ciertos intentos de crear Sociedades Económicas de Amigos del País, que eran una especie de clubes patrióticos en los que se debatían propuestas para fomentar la riqueza de España. En nuestra provincia la creación de este tipo de Sociedades estuvo ligada en gran medida a la figura del Cardenal Lorenzana, personaje ilustrado que tuvo un evidente protagonismo en la creación de las Sociedades Económicas de Alcázar de San Juan, La Solana y Valdepeñas, pero la falta de recursos y de personas realmente implicadas hizo que todas ellas tuvieran una existencia efímera y muy precaria, pasando algunas de ellas a convertirse en Juntas de Caridad. En Ciudad Real también hubo un intento tardío para crear una Sociedad Económica, pero fracasó, por lo que prácticamente la única iniciativa ilustrada que conoció la capital fue la creación de la Real Casa de la Misericordia en 1788 gracias, de nuevo, al mecenazgo del Cardenal Lorenzana, pero la escasez de recursos hizo que la vida de esta institución también fuera muy breve. Plano y perfil de la mina de Almadén en el año 1796. Carretón de madera en la galería de la Mina del Castillo. Esta mina se abrió a principios del siglo XVIII A la izquierda el cardenal Francisco Antonio de Lorenzana y Butrón, protagonismo en la creación de las Sociedades Económicas de Alcázar de San Juan, La Solana y Valdepeñas; Real Casa de la Misericordia, creada en 1788 (en la imagen a principios del siglo XX como cuartel de artillería; en la actualidad es el Rectorado de la UCLM); A la derecha vista aérea de la plaza de toros de Almadén