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Nuestra Historia. Edad Contemporánea (VI

Edad Contemporánea

CAPÍTULOVI

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Según algunos estudios, entre 1834 y huyó hacia Ruidera, donde padeció una 1840 unas 85 partidas carlistas acdura derrota frente a los liberales en la tuaron dentro de los límites de nuestra Loma de los Muertos, debiendo huir hacia provincia, que, generalmente, estaban conel Valle de Alcudia y más tarde hacia Poformadas por un reducido número de guezoblanco, desde donde pasaría a Portugal rrilleros, que, en muchos casos, acababan y desde allí a Inglaterra, donde moriría exiuniéndose a otras más numerosas, sobre liado. todo tras sufrir importantes bajas en sus enDesde comienzos de 1835 empezaron a frentamientos con los leales a Isabel II. De proliferar partidas carlistas por los Montes este modo, fueron numerosos los núcleos de Toledo, cobrando especial protagonismo de nuestra provincia que, en mayor o menor en el territorio abrupto situado entre Fuente medida, padecieron las consecuencias de el Fresno y Villarrubia de los Ojos al ofrecer los ataques carlistas y entre ellos podemos entornos óptimos para el refugio, por lo mencionar algunos como Villarrubia de los que famosas partidas carlistas como la de Ojos, que en abril de 1834 sufrió un duro “Palillos” y la de Basilio Antonio García ataque por parte de la partida de “El Locho”, frecuentaron este territorio de la provincia, que, tras ser rechazado en esta localidad, aunque por su movilidad tuvieron un ám

Francisco Javier Morales Hervás Doctor en Historia

bito de actuación muy amplio. A partir de comienzos de 1837 la reorganización de algunas de las partidas carlistas más numerosas, como las lideradas por “Orejita” y los “Palillos”, incrementó el peligro de sus acciones, que, por un lado, se orientaban a cortar comunicaciones, asaltar correos y robar municiones y, por otro, a buscar botines atacando y saqueando núcleos como Bolaños de Calatrava en febrero o Puerto Lápice y Herencia que en el verano de 1837 sufrieron múltiples pérdidas materiales y humanas por las escaramuzas protagonizadas por algunas de estas partidas carlistas. La localidad de Fernán Caballero, también en el año 1837, sufrió el incendio de su casa consistorial y de su iglesia parroquial.

A la izquierda ataque y toma de Almadén por parte de fuerzas carlistas. A la derecha uno de los numerosos fusilamientos que tuvieron lugar en toda España en esta guerra fraticida que se desarrolló en tres etapas a lo largo del siglo XIX

El Convenio de Vergara (también conocido como “el abrazo”), en agosto de 1839 puso fin a la Primera Guerra Carlista, pero no evitó que se reanudase otras dos veces más, en 1847 -1849 y en 1869-74. Debajo retrato del infante Carlos María Isidro, autoproclamado rey con el nombre de Carlos V

Uno de los municipios en los que las acciones carlistas alcanzaron mayor gravedad fue Calzada de Calatrava, donde en febrero de 1838 fue incendiada su iglesia parroquial con numerosos feligreses en su interior, muchos de los cuales fallecieron.

Ciudad Real constituyó uno de los enclaves más atacado por el emblemático valor institucional que representaba y por la indudable repercusión que rápidamente tenía cualquier acción subversiva contra la capital. Uno de los primeros ataques fue el que protagonizó la partida de Isidoro Mir, que en 1835 penetró dos veces en Ciudad Real: a principios de año y el 15 de agosto, coincidiendo con la festividad de la Virgen del Prado, pero en ambas ocasiones fue rechazado por la milicia urbana; en el otoño de ese año Isidoro Mir falleció en un enfrentamiento con la tropas liberales cerca de Fuente el Fresno y su cuerpo fue trasladado a Ciudad Real, donde se expuso, recibiendo todo tipo de ultrajes. En septiembre de 1837 otra partida carlista asedió la capital, la cual quedó bloqueada durante varios días hasta que fue liberada por el ejército liberal. En mayo de 1838 y 1839 volvió a ser atacada la capital por la partida de “Palillos”, resultando especialmente cruento y peligroso el último enfrentamiento. La creciente preo

cupación por los ataques carlistas llevó al gobierno liberal a promover la creación en 1838 del Ejército de Reserva del Mediodía, organizado por el general Narváez, quien, tras controlar la situación en nuestro territorio provincial, llevó a cabo una dura represión, llegando a ordenar la ejecución de numerosos carlistas y de algunos de sus familiares, destacando en este sentido el fusilamiento en la capital el 11 de octubre de 1939, junto a la puerta de Granada, de la madre de los “Palillos”.

Al menos de forma oficial, el Convenio de Vergara, firmado en agosto de 1839 entre el general carlista Maroto y el general liberal Espartero, natural de Granátula de Calatrava, ponía fin a la Primera Guerra Carlista, pero las escaramuzas se mantuvieron en diversos puntos de la geografía hispana, algunos de ellos correspondientes a nuestra provincia. De hecho, aunque se alcanzó cierta paz teórica, el conflicto se mantuvo larvado, reactivándose en otras dos ocasiones: entre 1847 y 1849, y entre 1869 y 1874.

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