Ayer & hoy - Ciudad Real – Revista Mayo 2020

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Ciudad Real-Mayo 2020

Ayer y hoy de...

LA SOLANA

Harinas y Piensos

Simón

Un legendario molino para elaborar la mejor harina de almortas

L

a familia Simón pertenece a una larga estirpe de molineros de La Solana, cuyo oficio ha pasado de padres a hijos a través de seis generaciones, desde que se tiene constancia, y un molino con más de dos siglos de historia. En el año 1840 Ángel Simón Román trabajaba en el molino del Blanquillo, en la vega del río Azuer, un molino hidráulico del año 1800 que, posteriormente, en el año 1931, fue trasladado, en su mayoría, a la calle Cárcel Vieja de La Solana, conociéndose desde entonces como el molino “San José”. Ángel Simón Arias, que había trabajado con su padre, Juan Manuel Simón Camacho, y su abuelo, Ángel Simón Román, en el Blanquillo comienza su propia andadura de molinero de almortas en esta nueva ubicación hasta el año 1940, momento en el que se traslada a la calle Pozo Ermita, ubicación actual del molino “San José”. Tras él llego su hijo, Juan Manuel Simón Simón, luego José Simón Ruiz-Santa Quiteria y, finalmente, Pedro José Simón López, tataranieto de Ángel Simón Román. Pedro José Simón cogió el testigo en el año 2013, unos meses después del fallecimiento de su abuelo, Juan Manuel Simón, quien se marchó sin saber el futuro que le depararía a su apreciado molino, pues Pedro José, por aquella época, tenía trabajo fijo en una empresa de transporte y su padre, José Simón, ya estaba prejubilado por enferme-

dentro, el salvado de lo que es la harina final. Una vez separado se almacena en un silo para el posterior envasado de bolsas de 500 gr o el saco de granel de 25 kg de Harina de Almortas. Una harina 100% pura de almortas, sin aditivos ni conservantes, que es el ingrediente principal para nuestras famosas e internacionales gachas manchegas. Harinas Simón destaca por eso, por fabricar un producto artesano y puro para la elaboración de gachas, las cuales han evolucionado y ya no sólo se toman como antaño, con tocino y chorizo, si no que se acompañan con gambas, setas, trufas o jamón, incluso hay croquetas de gachas. En el año 2014, Pedro José tuvo la idea de convertir su molino en un reclamo turístico, organizando visitas para que la gente pudiese contemplar su funcionamiento y el procesado de la guija/almorta hasta que se convierte en harina. Tras algunos trámites con el Ayuntamiento de La Solana, su molino fue incluido dentro de la lista de la Oficina de Turismo, confeccionó trípticos y comenzó a enseñar su molino. La visita, con unos precios muy

dad. Lejos de que esta larga estirpe de molineros llegara a su “fin”, Pedro José decidió abandonar su trabajo de transportista y aventurarse con este nuevo reto ya que, según cuenta, siempre ha estado vinculado con este molino desde muy pequeño y no quería quedarse con el resentimiento de que se perdiera. El molino, que como hemos visto, cuenta con siglos de historia y sigue moliendo guijas/almortas como el primer día de manera artesana y tradicional, mantiene muchos de los elementos que pertenecían al primer molino del Blanquillo, sustituyendo las antiguas ruedas catalinas que tenían los molinos de viento o agua por un sistema eléctrico para el movimiento de sus dos piedras naturales de pedernal, las cuales requieren de un cuidado que no todo el mundo sabe hacer, pues su mantenimiento es laborioso al tener que picar sus aristas a mano cuando estas se desgastan por la fricción de la una con la otra para triturar el grano. Una vez molido, éste sube a un cernido, que data del año 1899, cuya función es separar, mediante unas telas que tiene Sobre estas líneas aspecto del molino en el año 1940 y en la actualidad


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