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La Semana Santa hecha Oficio
Son casi invisibles. No salen en ninguna estación de penitencia. No forman parte del cortejo procesional, no portan ni llevan a costal a ninguna imagen, tampoco reciben los aplausos que el público presta a cada una de las hermandades en su recorrido oficial. Pero son imprescindibles. Están en sus talleres, que pocos conocen, trabajando la madera, el metal, el barro, la pintura o el terciopelo para crear arte, un arte que es todo un tesoro histórico y artístico en nuestro país, un patrimonio de incalculable valor, gran parte en manos de cofradías y hermandades.
Oficios como el de bordador, imaginero, orfebre o restaurador serán los protagonistas de este reportaje, aunque existen muchas otras artesanías como la del tallista o el cerero, y vinculados a ellos: fundidores, forjadores, entalladores, etc., que merecen el reconocimiento específico por haber alzado a la
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Semana Santa al lugar que en la actualidad ocupa, una fiesta, en varias ciudades, de Interés Turístico Nacional, como Ciudad Real o la Ruta de la Pasión Calatrava.
En la quietud de su estudio o en el trajín controlado del taller de un orfebre, donde cada proceso es realizado minuciosamente, cada uno de estos profesionales elabora una obra de arte, con identidad propia, diferente a las demás piezas y personalizada a cada hermandad o cliente. El estereotipo que cada uno de ustedes puede tener de estos artesanos no obedece a la realidad: ni son ancianos ni se ubican solamente en Sevilla o Murcia ni tampoco todos viven exclusivamente de la Semana Santa. Aunque una cosa sí que es cierta: prácticamente no hay relevo. La mayoría de ellos son oficios de última generación, que nadie les va a sustituir cuando ya no estén. La pandemia ha acelerado quizá el proceso en algunos casos en los que se han visto obligados a echar el cierre y/o a cambiar de profesión para ganarse el pan.
Más restauración que obra nueva.- En la actualidad, hermandades y cofradías de Semana Santa apuestan por la restauración de su patrimonio en vez de pedidos de obra nueva. El alza del coste de los materiales también ha llegado a las casas del bordador, restaurador u orfebre, máxime teniendo en cuenta el uso de materiales tan nobles. Francisco Perales, bordador afincado en Torralba de Calatrava, nos explica que una pequeña pieza con bordado de realce puede suponer unos 15 euros frente a los 300 euros en el caso de esa misma pieza pero bordada a mano en hilo de oro. En el caso del latón, con el que se trabaja mayormente en orfebrería, un kilo ha subido a los 15 euros frente a los 800 ó 900 euros del kilo de plata de ley, “de ahí que la mayoría de piezas se hagan hoy en día en latón con un baño de plata o de oro”, nos comenta Ramón Orovio, del taller de orfebrería instalado en Torralba.
A la hora de proceder a restaurar una escultura o pintura, comenta Óscar Patón, joven restaurador titulado de Ciudad Real y en activo profesional desde hace siete años, es importante la labor previa de investigación, la búsqueda de fotografías antiguas y la realización de catas, “los criterios ineludibles de una restauración son el respeto a la obra, la mínima intervención y la recuperación de su aspecto original”. En su opinión, existe una mayor concienciación a la hora de conservar el patrimonio religioso y de que las imágenes o bienes culturales sean tratados exclusivamente por restauradores oficiales.
La duración del proceso depende del tamaño, la conservación de la pieza, si tiene repintes o no, “la Virgen del Mayor Dolor de la hermandad del Silencio de Ciudad Real la tuve casi un año porque pilló justo en pandemia; el Flagelado de Consuegra, uno de mis trabajos más recientes, ha estado en el estudio durante seis meses pero una imagen pequeña puede ser restaurada de media en 15 días”. Disolventes, bisturíes, hisopos, pinceles, óleos o pinturas son algunas de las herramientas con las que trabaja a diario en su piso-estudio de la capital ciudadrealeña. Reconoce Óscar que podría haberse marchado a Madrid, donde la restauración de bienes culturales cuenta con una mayor oferta laboral, pero ha preferido vivir en su ciudad a ampliar su abanico de trabajo, “me gusta lo religioso, soy vestidor de la Dolorosa de la catedral de Ciudad Real desde hace 19 años, formo parte del grupo Mazantini y esta es mi vida y no la quiero cambiar, es lo que me mueve, además de hacer obras religiosas que glorifiquen a Dios”.
En su caso, aclara que no vive de la Semana Santa, “vivo de la restauración; a lo largo del año imparto una clase de restauración de muebles en Valdepeñas y en el estudio llevo a cabo otro tipo de obras, fundamentalmente religiosas, pero no cofrades necesariamente, siendo la pintura religiosa mi gran pasión”. Patón recuerda una de sus obras de mayor envergadura que se hizo viral en las redes sociales: “Pinté la bóveda de la sacristía del Santo Cristo de Valdepeñas con 8 lunetos representando a los Padres de la Iglesia, la Transfiguración, la Anunciación a la Virgen y una Gloria; para ello me fijé en varios modelos, uno de ellos fue el sacerdote, no porque me lo pidiera, sino porque yo quise; después ese párroco se hizo viral al pedir dinero a sus fieles para sufragar la obra”.