Mi abuela, cada vez que le ayudo a subir la compra, comenta: «¡Pablo, tú sí que eres un buen chico! Antes de irte, toma una moneda del tarro.»
Mi abuelo, cada vez que me ve agarrar una moneda, suelta un:
«¡Ay, granuja!».
Yo no entiendo muy bien qué es eso de ser un granuja, pero mi padre dice que es algo malo.
La señorita Adelina dice que los niños no somos ni buenos, ni malos, que sencillamente s o m o s.
Las personas somos completas y todo habita en nosotros: la valentía y el miedo, la alegría y el aburrimiento, la fortaleza y la debilidad...
Todo lo que viene después del verbo SER son etiquetas.
¡No debemos quedarnos con ellas!
Porque corremos el riesgo de no ser nosotros mismos, de dejar de ser AUTÉNTICOS.