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Nada hacía presagiar aquella mañana los sucesos tan extraños que estaban a punto de ocurrir. Después de desayunar, como todos los sábados, saqué a pasear a Tón. El día era magnífico, soleado y sin nubes, algo insólito en Santiago. Hicimos el recorrido de siempre, porque a Tón le gusta así. No soporta los cambios. Lo cierto es que es un buen perro, cariñoso y fiel, pero… lento. Su nombre no es «Tom», sino «Tón»: de «Tontón». Mi madre está encantada. Dice que no soportaría a un listillo más en la familia. Se re fiere a mí, claro.
Yo también soy bastante previsible, la verdad. Me gusta el orden y soy meticuloso. Al fin al cabo dicen que los perros se parecen a sus amos. Bueno, hasta cierto punto: porque las matemáticas y el ajedrez no son el fuerte de Tón, evidentemente. Mi mente sigue casi siempre un razonamiento lógico, por eso todo lo sucedido aquellos días me hubiese parecido inverosímil si no fuera porque no estuve solo. Mis amigos son testigos de lo que a continuación os voy a contar:Todoempezó aquella tarde con un wasap de Nux: «Conectaos en cuanto podáis. Tenemos un correo muy extraño…». Hacía tiempo que habíamos creado un blog para comunicarnos acerca de nuestros asuntos de interés, Cora, Pulsa, Nux y yo. Algunos compis del cole también lo usaban, nadie más. De repente, un desconocido se ponía en contacto con nosotros con una petición muy muy rara: «Hola, me llamo “Emo”. Hay un tema muy importante del que me gustaría hablaros. Pero, de momento, quisiera que me facilitéis información sobre Santiago y la Catedral. Ya os diré más adelante para qué la necesito. Supongo que siendo vuestra ciudad no os resultará difícil obtener los datos a los que me refiero: un poco de historia y un pequeño paseo. Muchas gracias y hasta pronto». Nos reunimos en casa de Pulsa.
—¡Esto es estupendo! —exclamaba—. ¡Qué interesante!
—Bueno, a mí, más que estupendo me parece extraño, Pulsa —contestó Nux pensativo.
—Sí, tienes razón —dije yo inquieto—. Es un tanto miste rioso, ¿no os parece?
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—Pues no —repuso Cora—, a mí no me parece ni estupen do ni extraño ni misterioso. Me parece simplemente divertido. ¿Divertido, dices? ¿Acaso tienes alguna idea de quién es ese «Emo»? —preguntó Nux alterado.
—No tengo ni idea, Nux —contestó Cora muy tranquila—. Pero ¿cuántas veces me has dicho este curso que te abu rres? ¿Acaso tengo que recordártelo?
—No hace falta —dijo Nux muy serio.
—Pues entonces…. ¡qué más da quien sea ese «Emo»! —terminó Cora.
—A ver, no empecéis, por favor —tercié yo—. Vamos a pensar con calma. Podría tratarse de una broma. O tam bién podría ser un chalado. Hay muchos.
—Mira, Luca, no seas aguafiestas, ¿vale? —me dijo Pulsa enfadada—. ¿Qué problema puede haber en dar información sobre Santiago y la Catedral a quien sea?
—Que yo sepa, ninguno, pero estos dos tienen que preguntar a mamá —se burló Cora.
Nux y yo cruzamos una mirada rápida y molesta.
—Y… ¿se puede saber qué sabéis vosotras sobre Santiago y la Catedral? —preguntó irritado Nux.
Pulsa y Cora enmudecieron.
—Seguro que piensan preguntar a mamá —dije yo, también burlón.
—Vale… es cierto que no sabemos mucho, pero podemos ir a la biblioteca y buscar información… —con testó Cora ofendida.
Así que, al día siguiente, Pulsa y yo nos dirigimos a la biblioteca, situada en Fonseca, antigua sede de la Universidad y residencia de estudiantes. Un edificio muy bonito con un precioso claustro del siglo XVI.
La sala estaba casi llena. Comenzamos nuestra consulta en el único ordenador libre que encontramos. Al poco rato, un hombrecillo delgado, con el pelo canoso y un gran bigote blanco se dirigió a nosotros:
—Hola, chicos, ¿puedo ayudaros en algo?
—Pues…. estamos buscando información sobre Santiago de Compostela. Necesitamos datos sobre los orígenes de la ciudad y de la Catedral —contestó Pulsa.
—Ah, muy bien. Es muy interesante que queráis saber cosas sobre vuestra ciudad. Yo he vivido aquí toda la vida, soy compostelano de origen y hace muchos, muchos años que trabajo en esta biblioteca. Como veis, ya soy viejo. Me llamo Biblio. Os echaré una mano con mucho —Muchasgusto.gracias, señor —contesté yo.
—Venid conmigo, os enseñaré la sala de investiga dores. En este lugar he sido testigo de la resolución de grandes misterios de la vida y de la historia —dijo Biblio. Se trata de una sala pequeña, con mesas antiguas de madera con la luz en el centro, las paredes están forradas de estanterías repletas de libros y de los te chos cuelgan lámparas enormes de metal. La estancia me recordó una película antigua.
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—¡Qué bonita! —exclamó Pulsa—, parece que hemos hecho un viaje en el tiempo.
—Sí —dije yo emocionado—. Hay un ambiente mágico aquí —Clarodentro.—sonrió melancólico Biblio—, claro que es mágico. Fijaos en el olor, como si todos los secretos del mundo estuviesen guardados aquí desde hace siglos, esperando a que alguien los descubra.
—¿Y cómo se hace para resolver un misterio entre todos estos libros? —preguntó intrigada Pulsa.
—Pues es muy sencillo, hay que tener dos cosas: curiosidad y una buena pregunta. La respuesta está aquí, solo hay que buscarla —contestó Biblio.
Durante toda la tarde consultamos los libros y documentos que nos proporcionó Biblio. Con sus agra dables explicaciones y la ayuda facilitada, pronto tuvimos toda la información que nos había pedido Emo.
Y, lo más importante: habíamos hecho un amigo.
Nux y Cora se habían encargado, mientras tanto, de hacer un pequeño reportaje fotográfico. Nos dis poníamos a compartir lo aprendido, cuando vimos un nuevo correo de Emo:
«Hola, necesito que os acerquéis al entorno de la catedral y me informéis de si está ocurriendo algo extraño. Es muy urgente. Gracias».
Llovía y caminábamos deprisa. Ya empezaba a ano checer, pero los soportales de la Rúa del Villar estaban
llenos de gente y los cafés en pleno bullicio, como de costumbre. Las torres de la Catedral se recortaban al fondo y nosotros nos dirigíamos allí, sin respirar. Esta vez nadie había discutido. La emoción era superior a cualquier miedo. Llegamos por fin a la plaza de Platerías y nos paramos delante de la fuente de los caballos.
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—A ver, ya estamos aquí —dijo Pulsa sofocada—. ¿Qué hacemosEchamosahora?unvistazo, pensativos.
¿Observáis algo extraño? —inquirió Nux.
—Pues no, no veo nada raro —dije yo mirando a mi alrededor—. Pulsa, ¿te acuerdas de los datos que tomamos en la biblioteca, aquello del «locus sancti»?
¿Y eso qué es? —preguntó Cora.
—Quiere decir « lugar santo de Santiago » y es el origen de lo que es hoy en día la ciudad de Santiago de Compostela. Si queréis damos una vuelta alrededor de la catedral y os explico la zona que lo componía —contestó
—Vale,Pulsa.asívamos viendo si ocurre algo extraño —dijo Cora.
—Me parece bien —repuse yo—, pero antes, a ver si Nux es capaz de subir las escaleras de Platerías de dos en dos. Te apuesto a que no lo haces, Nux.
Nux me miró como si me hubiese vuelto loco.
—Pero ¿a ti qué te pasa?, ¿tú te has creído que yo me paso el día sentado delante de un tablero de ajedrez como tú, o qué? —me contestó enfadado.
—Ya sé que eres un atleta, Nux —sonreí yo—, pero te apuesto unos helados para todos a que no eres capaz de subir estas escaleras de dos en dos.
Los demás estaban un poco sorprendidos debido a mi terquedad, aunque conocían de sobra lo pesado que po día ponerme a veces.
—Anda, Nux, por favor —pidió Cora, un poco harta—, ¡hazlo y que se calle de una vez!
Aunque a regañadientes, Nux obedeció a Cora y subió sin esfuerzo las escaleras de dos en dos, hasta la última, que era una solamente.
—No has podido, Nux —celebré yo a carcajadas.
—¡Son impares! —exclamó Pulsa—, y tú, Luca, lo sabías.
¡Pues claro que lo sabía!, de eso se trata. Hay que pensar antes de apostar, Nux. —le dije—. ¿Cuándo piensas pagar lo que nos debes?
—Yo a esto le llamo jugar sucio, Luca —contestó Nux, muy enfadado.
—Yo diría que se llama perder —zanjé yo.
—Bueno, ¿comenzamos el recorrido o seguimos jugando? —preguntó Pulsa—. Os diré en qué consistía el «locus Sancti», si me escucháis, claro. Era el espacio amurallado que rodeaba la tumba, donde según parece se encontraron los restos del apóstol Santiago; venid por aquí, vamos hasta la Plaza de la Quintana, de estas escaleras se dice que son el «sofá de Santiago», porque siempre hay gente sentada, leyendo o hablando; aquí está el convento de Antealtares que albergaba a los pri meros guardianes de la tumba, que eran doce monjes. Por este mismo lugar iba la muralla. ¿Veis?, esta es la Quintana de muertos, ya que fue cementerio hasta el s. XIX, y al mismo tiempo, plaza y mercado donde se ha cía toda la vida pública de la ciudad, todo junto. Ahora
nos parece extraño, pero antes era así. Emo me explicó que las monjas del convento se quejaban del olor de los cadáveres.
Ahora vamos a pasar por la Quintana de vivos que era el lugar de las procesiones, y damos la vuelta por Azaba chería, la puerta norte de la catedral, por donde entraban los peregrinos. Aquí había entonces una gran fuente, donde se lavaban y un arca de piedra donde quemaban los restos de la ropa sucia del camino. Esta calle estaba llena de casas ricas y palacios. Y ahora, llegamos a la pla za del Obradoiro, llamada así porque era donde los canteros tallaban las piedras para realizar las obras de la cate dral y donde hoy en día se reúnen 1000 años de la historia del arte, fijaos: este es el palacio de Gelmirez, casa del arzobispo, es románico del siglo xii , aquí el Hospital Real renacentista del siglo xvi , que ahora es un hotel, pero hasta hace poco aún era hospital, todavía conserva las
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cadenas que lo rodean, si alguien cometía un delito y lograba saltar al otro lado, entraba ya en jurisdic ción real y por lo tanto se encontraba a salvo de sus perseguidores. También de la misma época el Cole gio de San Xerome para estudiantes pobres. Al frente, el Palacio de Raxoi, de estilo neoclásico que es el Ayuntamiento y que fue construido en el siglo XVIII. Y como cierre a este paseo por la historia, la fachada barroca de la catedral. ¿Qué os parece?
—¿Y todo esto dices que era el espacio que había dentro de una muralla? Pero ¿para qué? —preguntó Nux—Pues,intrigado.para rodear una tumba —contesté yo.
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—¿Cómo? —volvió a preguntar Nux.
—Todo esto en el siglo ix no era más que una peque ña ermita con la tumba del apóstol, sus monjes guar-
dianes y la muralla primitiva. Que no era la misma que se construyó más tarde y que dio origen a las 7 puertas de la ciudad —aclaró Pulsa.
—O sea —resumió Cora—, que esta ciudad, ¿no era al principio ni más ni menos que una tumba? ¡Qué curioso!
—Efectivamente: solo una tumba. ¡Ah!, Pulsa, se te olvida el otro gran protagonista de la plaza. —Recordé yo, de pronto—: ¡El cielo! En las noches de verano si te acuestas en el suelo ves la Vía Láctea, el camino de estrellas que conduce a Compostela.
¡Muy interesante! —interrumpió repentinamente una mujer que se había situado a nuestro lado sin que nosotros pudiésemos advertirlo—. Perdonad, pero no he podido evitar escucharos. Espero que no os importe que oiga vuestras explicaciones, ¿verdad?
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—No, no, claro que no —contestó rápida Cora—. ¿Es usted turista o peregrina?
—No. Me gustaría, pero no. Yo vivo aquí, bueno, en realidad… estoy trabajando —dijo bajando la voz, y algo inquieta dirigió su mirada hacia el grupo de hombres de aspecto serio que observaban con atención la ¿Trabajando?Catedral.—inquirió Pulsa—, ¿aquí?
—Bueno… sí. Es que yo…, yo soy … policía —contestó al fin, balanceándose nerviosa.
¿Policía? —preguntamos todos.
—Sí…, bien, yo no debería de haberlo dicho. Estamos haciendo una investigación. En fin… ya he hablado de masiado, como de costumbre. Es uno de mis defectos. Espero que me guardéis el secreto.
No tuvimos tiempo de seguir hablando porque en aquel momento, uno de aquellos hombres a los que ella había dirigido su mirada, gritó enfadado:
—¡Pepa! ¿Puede usted venir aquí, por favor?
—Sí, sí… ahora mismo —contestó nerviosa la mu jer—, perdonadme, me tengo que marchar. Espero volver a veros.
Se alejó con paso rápido hacia ellos mientras nosotros la observábamos con asombro y mucha curiosi dad. ¡Era policía!, no tenía en absoluto aspecto de policía aquella mujer tan nerviosa e insegura. Nos gustó, era simpática y amable.
—Todo esto es muy curioso, hay policías investigando la Catedral —dije yo.
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—¿Qué estarán buscando? —preguntó Cora.
—Puede que lo mismo que nosotros —contestó Nux—,Nossigámosles.mantuvimos a cierta distancia hasta que lle gamos a la Plaza de Platerías de nuevo. Allí, bajo la gran torre del reloj, intentamos escuchar su conver sación. El hombre que anteriormente la había requerido en tono autoritario y con voz un tanto afectada y potente volvió a dirigirse a ella:
Cuatro niños buscan a través de un recorrido por Compostela, la Campana de la Torre del reloj, “la Berenguela”, que ha desaparecido misteriosamente. Un internauta desconocido que resulta ser un agente secreto, se pone en contacto con ellos para encomendarles la misión de encontrarla. Para lograrlo, compiten con la policía. Sus peripecias sirven de excusa para explicar la ciudad y su significado, a través de un cuento de aventuras.
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