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A la orilla de un hermoso río, se asentaba una antigua tribu de indios sioux. Vivían en grandes casas construidas de tierra, coronadas por cúpulas.
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Los niños jugaban al atardecer, correteaban entre los caballos y perros de la aldea, y las mujeres hacían larguísimos y coloridos collares de flores. Mientras, en la casa del gran jefe, los guerreros organizaban la siguiente gran cacería del búfalo.
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Lakota, aunque era pequeño, tenía un corazón valiente como el de un guerrero. A pesar de jugar con los niños del poblado, tenía un amigo muy especial: un búfalo joven con el que tenía una conexión especial desde que era un ternero.
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