En las nubes. Una aventura original de una pareja muy particular

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Alejandro Leiva Vicente Ilustrado por: Miguel Torres


Cuentan que cuentan que me contaron que en un lugar llamado Americia un brillante niño se despertaba todos los días con los fuertes ruidos de su despertador.

“RIIIING- RUUUUNG – CHIIIIC – CHUUUUC – PLAAASH”

Ese niño parecía una marmota porque dormía mucho, pero su nombre era Eiden.

Un día como otro cualquiera, en la acogedora localidad de Americia, un astuto y soñador niño se desperezaba en su cama mientras el atronador sonido de su despertador llenaba su habitación. Era una habitación amplia, con una gran ventana que asomaba al jardín. Todas las mañanas los rayos de sol entraban por esa ventana y conseguían animar al pequeño dormilón. ¿Qué..?¿Qué aún no sabes quién es Eiden? Es nuestra querida marmota y no, no estoy hablando de un animal, si no del niño al que tanto le cuesta levantarse de la cama.


Todos los días, después de levantarse de la cama, Eiden miraba por su ventana el cielo. Le encantaba todo lo que veía. Las estrellas le gustaban mucho, en especial la más cercana, el Sol. Eiden, como todos los días, empezaba la mañana observando el cielo, donde la luz del sol brillaba por encima del resto de las estrellas, estrellas que observaba y estudiaba cada noche. Tras hacerlo se dirigía, aún medio dormido, hacia la cocina. Era asombroso ver cómo sorteaba los juguetes, libros y maquetas de naves espaciales que se encontraban repartidos por toda su habitación. Sí, así de despistado era Eiden, no ordenaba su habitación como el resto de niños. Pensaréis que era un completo desorden, pero no, dentro de ese caos, Eiden sabía muy bien dónde se encontraba cada cosa.


Después de disfrutar del paisaje desde su ventana, bajaba las escaleras hasta la cocina para desayunar con su madre Noa.

Mientras tanto, su madre Noa, le esperaba en la cocina con un delicioso desayuno. Noa era una madre muy implicada y dedicada a su hijo, se preocupaba mucho por Eiden. Le servía el desayuno cada mañana, le preparaba su almuerzo, se aseguraba de llevarlo y recogerlo siempre a tiempo de sus actividades pero sobre todo, Noa trataba que Eiden disfrutara siempre con lo que hacía. Es por eso, que su madre siempre le animaba a dar respuesta a todas sus curiosidades. Le ayudaba a estudiar y a descubrir todo aquello que le motivara para aprender.


Con Eiden y Noa vivía Bimba, una perrita color canela muy fuerte y simpática, a la que le gustaba dar lametones a todo el mundo. Era su forma de demostrarles cariño. Bimba y Eiden eran inseparables, ¡iban juntos a todas partes!

Noa y Eiden compartían su casa con una tercera y robusta compañera, su nombre era Bimba. Se trataba de una perra mediana, con una cabeza de grandes dimensiones, un hocico chato y una bondad y cariño incalculable. La simpática Bimba siempre andaba pisando los talones de Eiden. Cualquiera que fuese la aventura en la que se sumergía el chico, ahí estaba Bimba, derribando los obstáculos que se ponían frente a ella como si de un elefante en una chatarrería se tratase.


Bimba había sido un regalo de Dante, el padre de Eiden. Este era un hombre muy curioso, demasiado curioso quizá, - piensa Noa- pero esta forma de ser le llevaba a ser un gran profesional en su trabajo como investigador del espacio. Noa lo observaba cada día en su trabajo, la pasión y la entrega que le dedicaba y no pudo evitar enamorarse de él. Dante se convirtió en un gran marido y mejor padre, transmitía a Eiden toda su sabiduría y siempre le decía “no hay límites en el espacio para conseguir todo lo que te propongas”. Los tres juntos pasaban largas tardes de risas prolongadas disfrutando de las imitaciones que Dante hacía del pato Donald. Tanto era su parecido que Eiden acostumbraba a llamar a su padre Donald. Lamentablemente un día cualquiera en el trabajo, Dante tuvo un accidente y murió. Fue un momento muy duro para Noa y Eiden que pasaron un largo tiempo tristes, pero fue la pequeña Bimba quien les ayudó a alegrar sus días.

Dante, su padre, fue quién llegó a casa un buen día con una perrita en sus brazos. Era la pequeña Bimba, un regalo para su hijo. Desde aquel día ella ha sido un miembro más de la familia y todos disfrutaban con ella. A Eiden y Dante les unían muchas cosas pero una en especial, el universo. Su padre trabajaba investigando todo sobre el espacio y era algo que les apasionaba.


Cuando Eiden terminó de desayunar se preparó para ir al colegio. En menos de lo que canta un gallo estuvo listo. Salió hacia la escuela y lo hacía subido en su alucinante bicicleta. A Eiden le encantaba ir al colegio, allí aprendía mucho y lo mejor de todo es que podía estudiar el universo con los muchos libros que tenía en clase. Si de una cosa estaba seguro Eiden, era de que quería viajar por el universo.

Con el desayuno en el estómago, recién aseado y con su cama hecha, Eiden guardó el almuerzo y cogió su flamante bici, decorada con pegatinas de cohetes espaciales y estrellas y se dirigió a la escuela. Allí disfrutaba muchísimo. Era un niño muy curioso e inteligente y con muchas ganas de aprender. Le gustaban todas las materias, pero sentía especial atracción por el espacio y todo lo que en él había. ¡No existía para él mayor sueño que el de viajar y explorar el espacio! ¡Como lo hacía su padre!


ISBN 978-84-18017-21-6

9

788418

017216


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