En
Luis Durán mis sueños
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Q ué bello paisaje estaba viendo, mientras me en contraba acostado en la hamaca que se encuentra atada en dos árboles a orillas de un lago de agua cristalina, que a lo largo se va volviendo de un co lor azul, rodeado de enormes montañas; algunas aves pasaron volando por encima del agua y alzaron su vuelo hasta adentrarse entre los árboles y perderse de vista. El clima era muy agradable, de entre los veinte a veintisiete grados. Y entre toda esa hermosa natu raleza se encontraba nuestra cabaña a mis espaldas, a unos treinta metros del lago, sí, esa cabaña que ba tallamos en encontrar y que tanto nos costó, ya que
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gastamos todos nuestros ahorros para vivir aquí, alejados de la sociedad, tendríamos nues tra vida, nuestra familia, nuestro nido de amor, sería nuestro mundo, pero ya no quiero pensar en eso… ¿Qué pasa?, ¿por qué está todo oscuro? No veo nada a mi alrededor, más que oscuridad, ¿me habré muerto? ¡NOO! Claro que no estoy muerto, recuerdo que me encontraba contemplando el paisaje detrás de mi cabaña acostado en una hamaca y… así, lo más seguro es que me haya quedado dormido, qué idiota, pero qué raro, no estoy soñando nada… Oh… espe ra… veo una pequeña luz, me acercaré para ver de qué se trata. Mientras me iba acercando, una imagen se ampliaba y creí poder ver algo. Se me hizo muy conocido ese lugar, vi una casa de dos pisos color caqui con un árbol frondoso afuera en el patio de enfrente, y estacionado afuera un coche Ford fusión color rojo… qué tonto soy, cómo no pude reconocer la primera la casa de mis papás, en la cual viví el mayor tiempo de mi vida y, además, ese es el coche que usaba, el portón verde, el cual ya está un poco deteriorado con óxido en algunas partes; el suelo del estacionamiento era un mosaico color guinda y unas macetas con plantas y flores en las orillas de las pare
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En mis sueños5des que adornaban la casa, y cómo olvidar que en el pasillo que se encuentra en un lateral de la casa que da hacia el patio trasero siempre estaba mi perro… no puede ser… ahí está Max, mi perro husky con un color clásico negro y blanco que siempre me recibía con mucha alegría cada vez que llegaba del trabajo o de cualquier parte que hubiera ido, y ahorita ahí estás, acostado, esperando a verme… un momento, la puerta se está abriendo… ¿quién será?, ¿es un sueño recordando a mis papás? Cuando creía haber visto la silueta de mi hermano y de su esposa… me quedé con la boca abierta al ver que no era ni mis papás ni mi hermano… ¡vaya sorpresa!, ese era yo y tú ibas detrás mío saliendo de la puerta. Yo llevaba una camisa tipo polo, color azul marino, unos jeans y unos zapatos casuales color negro; tú, Sophie, te veías tan hermosa como siempre con un vestido primaveral de flores y unas sandalias color café que combinaban con tu vestido. Ibas peinada como de costumbre, con tu pelo lacio suelto que te llegaba a la altura del pecho, no ibas tan maquillada más que con un labial color rosa tenue. Eso era lo que amaba tanto de ti, que sin usar tanto maquillaje lograbas verte tan bonita, tus ojos un poco rasgados color miel, tu nariz estrecha y
Luis Durán respingada6 con un tono de piel aperlado, fue lo que hizo que me llamara la atención a primera vista. Me confundí un poco con mi hermano, ya que nos parecíamos mucho; a diferencia de él, el color de mis ojos eran de un verde oscuro y la nariz yo la tenía más grande y ancha. Siempre creía que la gente exageraba al decirnos que éramos gemelos, pues en algunas cosas sí nos parecíamos mucho. Quise seguir caminando para ver de qué se trataba este sueño… pero me topé con una especie de vidrio que me impi dió seguir caminando. Al instante, sentí un escalofrío que invadió todo mi cuerpo, cerré los ojos y por una extraña razón comen cé a temblar y, al mismo tiempo, escuché gritos a lo lejos de una mujer, pero no eras tú, Sophie. Con todo el miedo en mi cuerpo, abrí los ojos y sentí unas ganas de querer impedir que subieran al coche, las manos me sudaban, pero al observarlas, me di cuenta que se me veían de un color rojo; las observé con mayor aten ción y lo que escurría era sangre. Me sobrevino otro escalofrío de la impresión y ahora no era miedo lo que me invadía el cuerpo, sino unas ansias de querer de tener que subieran a ese vehículo; no lo entendí, ¿por qué solo necesitaba evitar que subieran a ese coche?,
quería de alguna manera correr a avisarles de que no subieran, pero recuerdo que no pude pasar. Observé a la pareja y Max salió y se detuvo en la puerta que cubría el patio trasero, haciendo un gesto como de despedirse. Me tranquilizó un poco al ver que se dis traían con él… Creí que me estaba volviendo loco, no sé qué me pasaba o qué tipo de sueño era este. La pare ja se despidió de Max y fueron en dirección al coche. Volvió mi ansia por detenerlos, sentía cada vez más temor, más miedo, más ira, sin recordar lo que pasó, diciendo dentro de mí: «no suban no suban…», grité de la desesperación «¡que no subaaaaaaan!». Sudaba de la ira, con mis manos llenas de sangre, golpeé el vidrio invisible que estaba delante de mí, y grité con más fuerza y desesperación: «¡Por favooooor, no subaaan al cocheee!». Pero por obvias razones, la pareja no me escuchaba, no veían nada, solo era yo… pero esperad, parece ser que Max se estaba volviendo para verme; sí, Max estaba sentado mirándome fijamente, con una postura de estar quieto. Me vio y soltó un ladrido y pensé: «¿Acaso podré hablarle?». La mujer ya se había subido al coche, pero faltaba él, ya que se quedó viendo a Max, porque le pareció ex traño que tomara esa postura y este le habló, pero Max
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mirándome a mí, así que hice lo primero que me llegó a la mente… «Clarooo, usaré a Max de distracción para que no suban», así que le grité más fuerte.
—¡Maaax! —Y ladró de nuevo. El joven, que puso atención al comportamiento de su perro, se le hizo muy extraño que Max mirara con atención hacia la nada y ladrara, ignorando por com pleto su llamado; se volteó a ver hacia dónde ladraba y le dijo en un tono de broma: «Te estás volviendo loco, Max». Sonrió y se encaminó para subirse al coche. No perdí más el tiempo y le grité: —¡Maax!, no dejes que se vaya, no dejes que se vaya, ládrale a él, háblale —le seguí diciendo a mi perro. Parecía que siempre tuve al perro más listo, ya que empezó a ladrar como un loco y aullar parecido a un lobo, cada vez más fuerte, mientras yo le decía: —Sí, así, más fuerte, más fuerte, golpea la puerta, lloriquea, pero que no se vayan. El perro hacía todo lo que le pedía, aullaba como un cachorrito extrañando a su madre, golpeaba con tal desesperación la puerta, que parecía que en cualquier momento la tumbaría. El muchacho se paró ante la puerta de su auto, y observó el comportamiento de su perro. Se volteó hacia ella y le dijo que mirara al pe
Luis Durán seguía8
En mis sueños9rro. Ella se bajó del auto, al darse cuenta del compor tamiento, los dos se volvieron a verlo con asombro, y se encogieron de hombros. Yo estaba quieto espe rando lograr mi objetivo, aunque no sabía realmente el porqué. Al ver que el joven regresó a ver al perro, di un gran respiro, cerré los ojos por un momento. Volvía mi tranquilidad al ver que el joven comenzó a acariciar a Max; al parecer, ya habíamos logrado el objetivo. Solté una pequeña lágrima de alivio… pero la mujer le habló al joven, él se volvió a verla y ella hizo una señal al reloj avisándole de que era tarde. El joven se despidió de Max y la sangre de todo mi cuerpo cayó de golpe hasta mis pies. Me sentí demasiado pálido y con una gran impotencia, apreté fuerte las manos, res piré profundo y entre lágrimas que escurrían por mis mejillas di un gran —¡Noooooooo,grito:por favoooooooor, no lo ha gaaaaaaaaas! —Golpeé el vidrio invisible con mis dos manos llenas de sangre, mientras que el joven arran caba el coche y emprendía su marcha. Yo, como un niño, lloraba golpeando el vidrio con mis dos manos; con gritos ahogados, golpeé con la frente en el vidrio y cerré los ojos golpeando sin parar con mi cabeza, las lágrimas no paraban y decía en voz baja:
Luis Durán 10 —¿Por qué hice eso?, no te lo merecías… ¿por qué? Me giré y recargué mi espalda, cerré los ojos y me deslicé hacia abajo hasta quedar sentado en una posi ción fetal. Coloqué mi cabeza entre mis rodillas, no paraba de llorar desconsoladamente, sentía un miedo horrible mientras me temblaban las manos… solo vol ví a escuchar unos gritos y lloriqueos a lo lejos que iban disminuyendo, que decían: —¡NOOO!… Nooo… No lo… —Y ahora, sí era tu voz,Abríamor.los ojos nuevamente y me di cuenta que estaba en el suelo, acostado a un lado de la hamaca con un pequeño dolor de cabeza. Miré a todos lados alrede dor mío y, en efecto, me di cuenta de que me había quedado dormido. Ya estaba oscureciendo y traté de levantarme un poco, pero solo logré sentarme. Trataba de recordar qué era lo que estaba soñando, pero mien tras más intentaba hacer memoria de los hechos, más lo olvidaba. Cerré nuevamente los ojos, respiré pro fundo y solté el aire para tratar de relajarme un poco; abrí los ojos para nuevamente intentar detenerme, con algo de esfuerzo apoyándome en la hamaca, logré rein corporarme, me masajeé la frente con mis dos manos, ya que el dolor persistía.
—Qué sueño tan raro —me dije a mí mismo. Aunque no recordaba mucho, hizo que me cayera de la hamaca. Miré de nuevo a mi alrededor para ase gurarme que no hubiera nadie más, todo seguía igual, el lago y su tranquilidad de sus aguas, ya no se escu chaban los pájaros cantar; me imaginé que ya estarían en sus nidos o buscando donde dormir, ya que cada vez se hacía más de noche y se empezaba a sentir la ligera brisa que bajaba de los cerros para poner cada vez más frío el clima. Comencé a sentir un poco de frío, claro, pues solo llevaba puesta una camisa ligera con unos jeans a mi medida, y con unos tenis cómodos, tipo deportivos. Sentí cómo mi estomago empezó a rugir; al parecer, me había quedado dormido por un buen rato, ya que me entró algo de hambre. Inicié mi camino a la cabaña pensando en lo que me prepararía de cenar; se me antojaba un bol de ce reales, no tenía ganas de mucho, solo deseaba cenar, ver la tele un rato, salir a jugar con Max… espera, ¿y dónde estaba Max? Grité fuerte su nombre:
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—¡¡MAAAAX!! —Pero no obtuve respuesta. Bueno, no me preocupé tanto, ese perro era muy listo, se habría ido a explorar o cazar por ahí, y regre saría justo a tiempo para ir a dormir.
No se me iba de la mente que hubiera tenido un sueño tan raro. Mientras caminaba, a unos cinco me tros de llegar a la puerta, escuché a lo lejos el crujido de una rama como si alguien la hubiera pisado, me detuve y di un giro de noventa grados, miré hacia todos lados, pero no había nada. Me imaginé que tal vez había sido cualquier animal o simplemente se cayó una rama de un árbol, parece ser que ese sueño que tuve me hizo alucinar o asustarme fácil, y continué mi camino hacia la cabaña y, al momento de dar el segundo paso, una fuerte corriente de aire helado me detuvo y con ella se escuchó un susurro que claramente alcancé a escuchar que decía: «veeen». Mi instinto hizo que me volteara hacia donde se había escuchado el ruido antes. Para mi sorpresa, me quedé congelado, se me cortó la respi ración de golpe, sentí un gran escalofrío que recorrió todo mi cuerpo, mis manos temblaron, el corazón se me paró y sentí cómo se me bajaba la sangre… no podía creer lo que veía, estabas tú ahí, Sophie, caminando, dándome la espalda, te pude identificar rápidamente por tu pelo liso color negro, tu estatura un poco más baja que la mía, tu cuerpo delgado y el largo de tus piernas vistiendo una blusa de manga larga y unos jeans ajustados que tanto te gustaba usar. Caminabas subien
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do una pequeña loma, tragué saliva de una manera muy nerviosa sin saber qué hacer, ya que… estabas ahí, pero no deberías, además de que no parecías eh… digamos que humana completamente, me atreví a dar un paso para ir detrás de ti, pero otro viento fuerte hizo que me entrara algo de basura en los ojos, bajé la cara para pro tegerme del viento y con las manos me frotaba los ojos y volví a escuchar ese susurro… «Veeeen». Intenté abrir los ojos como pude, veía un poco borroso debido a las lágrimas que me salieron por culpa de la tierra que me entró en ellos, me los volví a frotar nuevamente con las manos, y ya vi un poco mejor. Rápidamente enfoqué la vista al lugar en donde estabas caminando, pero ya no estabas, no quise perder el tiempo, tenía que averiguar qué hacías ahí, si se supone que tú ya no estabas aquí, corrí hacia aquel lugar, subí la loma, pero no se veía nada… alrededor, solo… lo mismo de siempre, los pinos altos, hojas en el suelo y ramas secas de los árboles; poco a poco caminé hacia debajo de la loma, escuchaba el fuerte latir de mi corazón; ya estando abajo nueva mente, mire hacia todos lados, pero no había rastro de ti. Incliné la cabeza hacia abajo mirando hacia el suelo en forma de derrota. Di un gran suspiro, pensé que en verdad me estaba volviendo loco imaginando cosas,
Luis Durán pero14 mi mente decía que realmente te había visto y, por tercera vez, otra corriente de aire se soltó llevando consigo muchas hojas; rápidamente, tapé mis ojos con el brazo, pero ahora la corriente de aire no se detenía y con ella empezaba a escuchar pasos que se acercaban con velocidad; por culpa del aire no identificaba por dónde venían, pero alcanzaba a escuchar las pisadas cada vez más cerca, sentí miedo, mi corazón latía cada vez más fuerte al sentir los pasos cada vez más cerca, no pude más, cerré los ojos y entre dientes, solo dije: —Por favor, no me hagas nada —con una voz temblorosa.Depronto, sentí un empujón que me hizo caer de espaldas con las manos en el rostro y casi a punto de llorarPercibí—Perdón…dije:algo húmedo pasar por mi cara y un la drido, me quité las manos de la cara, abrí los ojos y enseguida escuché ladridos… sí, eras tú, Max. —Ah, qué perro tan travieso, ¿por qué hiciste eso?, si te estuve hablando —le dije, mientras él me respondía con ladridos y moviendo la cola. Me acerqué a acari ciarlo con una mano. —Vamos a casa a cenar algo rico, Max.
Entramostranquilo.a la cabaña por la puerta trasera, en esa parte de la cabaña está la lavandería; una lavadora au tomática y una secadora, juntas, pegadas en la orilla de la pared, con unos estantes para poner herramien tas arriba de ellas y en una pared lateral había más estantes con herramientas; en la otra pared estaban las canastas, en donde colocaba la ropa limpia que recogía después de lavar, y otra canasta para la ropa sucia, todo debidamente ordenado como te gustaba a ti. Pasando ese cuarto, seguía la cocina, la cual resul taba muy común y completa, con su refrigerador de dos puertas, su fregadero, una estufa muy bonita, que después de miles que vimos, por fin te gustó una que era literalmente lo más novedoso en estufas. Recuerdo haberte dicho que si hacía de comer sola o qué, ya que con lo que costó, no la pudimos usar como un mes, porque solo teníamos para comer cereales, y ob viamente también todo bien ordenado; la vajilla, que compraste especialmente para el color de la cabaña, y la cocineta también de un color beige que combinaba
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Él me respondió ladrando y agitando la cola de emoción. No me di cuenta cuando la corriente de aire se detuvo, pero ya con mi perro a un lado me quedé más
Luis Durán con16 todo lo que allí había; hacia el lado izquierdo de donde se entraba estaba el comedor; realmente era sencillo, pero de igual manera muy bonito, de color marrón y también combinaba con todo a su alrededor que, a pesar de ser para seis personas, solo comíamos tú y yo, pues ya sabes, así lo querías tú. Amaba comer ahí, ya que la pared que daba hacia la parte de atrás de la cabaña, era toda de vidrio y tenía una hermosa vista hacia afuera, donde podías ver el lago, las mon tañas, los árboles y las ardillas que pasaban corriendo o trepando los árboles y que podíamos tapar con una cortina. En medio, entre la cocina y el comedor, esta ba la puerta que te llevaba hacia la sala, la cual era muy amplia. La chimenea que teníamos estaba en la pared de enfrente de la casa, la cual medía aproximadamen te unos dos metros cuadrados, un tapete al centro en forma circular de unos cuatro metros de diámetro y alrededor, una sala de terciopelo muy cómoda color gris, con un diseño entre rústico y moderno de tres piezas, mandadas hacer por nosotros, para que cada sillón fuera para tres personas y uno tuviera la opción de hacerse cama; no hacía falta decir que obviamente, tú la elegiste así para que combinara con todo, amaba tanto tus decoraciones, solo por eso te dejaba escoger
En mis sueños17a ti, pero hay algo que me dejaste elegir, por eso te dejé todo lo demás, claramente era la tele. Compramos la más nueva y la mayor, que apenas cabía a un lado de la chimenea, aunque casi no mirábamos, me agradaba porque era algo que me dejaste escoger.
Entrando por la puerta principal, como a un metro de distancia, hacia el frente, estaban las escaleras que daban hacia el segundo piso y debajo de ellas estaba un medio baño. En el segundo piso, tres habitacio nes, las cuales podrías ver la puerta de la habitación principal que se encontraba al terminar las escaleras a mano izquierda, al fondo del pasillo, que también funcionaba como balcón, y a mano derecha, otra ha bitación normal, la cual tenía solo lo básico, aún no la decorábamos completamente, solo tenía una cama individual y girando a mano derecha había un pasi llo que te llevaba a la segunda habitación, las cuales realmente nunca usábamos, ya que no teníamos hijos, pero en nuestros planes pensábamos tener dos… cavilé en eso y al tratar de recordarlo, realmente ya no sé qué sería mejor, si darle vueltas a ese asunto u olvidarlo por completo, o quizá seguir intentando aclarar las cosas para que me quede claro qué fue lo que pasó y entender la razón por la que ya no estás aquí.
Me serví los cereales, le puse la leche y, por último, agarré una cuchara y regresé al comedor. Max aún tenía la mitad de su comida y seguía al lado comiendo, yo me fui a sentar en una silla, teniendo de frente el bonito paisaje.
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—Guaauu guaau… —Di un pequeño brinco de susto al escuchar a Max ladrar. —Perdón, Max, tienes razón, me quede vagando en mi mente, te sirvo de cenar —le dije, mientras me miraba siempre con sus ojos azules y su boca abierta simulando una sonrisa y moviendo la cola. Fui a por su comida que estaba en la lavandería, en una caja de plástico a un lado de los canastos de la ropa, agarré su plato, le puse las croquetas, mientras él ladraba de felicidad. Me llevé el plato con la comida a un lado de la mesa y lo puse en su tapete para que comiera, no sin antes esperar a que se sentara muy obediente, esperando que le dejara la comida. «Qué buen perro tengo», pensaba, mientras tranquilamente Max se comía las croquetas, y fui a la cocina, abrí el refrigerador y saqué un litro de leche nuevo, agarré la caja de cereales que estaba en la alacena, arriba del refrigerador y un plato hondo que estaba a un lado en la otra alacena; sí, así, todo tenía que estar en orden.
—Ya voy, ya voy —le decía, mientras caminaba hacia la puerta.Élyame esperaba calmadito, muy sentado.
Mientras comía veía las hojas caer, algunas ardillas que pasaban corriendo, trepando en ellos y algunos pájaros que planeaban sobre el agua y subían hacia los grandes
—Anda, Max, ve a hacer tus necesidades —le dije, mientras abría la puerta. Max salió corriendo rápidamente y empezó a oler todo a su paso, cerré la puerta y me fui a la sala, me senté en el sillón, agarré el mando de la tele, y la en cendí. Realmente no buscaba ver algo en especial, solo quería dormirme. Pasaba los canales de dibujos, los de deportes, los de las películas y lo dejé en uno de noticias; parece que eran noticias de los Estados Uni dos, el clásico canal donde el reportero está detrás de
—Guauárboles.guau
—me ladró Max.
—Muy bien, Max, te acabaste todo, solo déjame guardar las cosas en su lugar y te sacaré. Fui a dejar el plato y la cuchara en el lavabo y guar dé la caja de cereales donde estaba y la leche que sobró en el refrigerador. Max ya me esperaba en la puerta trasera. Ladraba sin parar para que le abriera la puerta.
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—Vaya, qué triste noticia, se me hacen inauditos este tipo de cosas, cómo estaría de dañado el joven para ha cer algo así, sin miedo ni remordimiento, qué dolor y coraje para los familiares y amigos de las víctimas. Me imagino que han de querer ver muerto al culpable. La mentablemente, son hechos que han ocurrido con ma yor frecuencia y, al parecer, seguirán pasando, ya que, ni con toda la seguridad que han implementado, se ha hecho un cambio, pues realmente es difícil, pero… ¿quién tendrá la culpa? Unos le echan la culpa a los papás, otros culpan al Gobierno, otros a las escuelas o a los amigos, pero nadie intenta hacer algo diferente
Luis Durán un20 escritorio leyendo lo que le ponen a un lado de la cámara, hablando con mucha seriedad, el canal tenía una leyenda de «noticia urgente de última hora», le subí un poco el volumen para escuchar con claridad: «Así es, se tienen confirmados cinco muertos dentro de las instalaciones de un centro comer cial, y otros dos están gravemente heridos; ya están siendo trasladados al hospital. La policía logró arrestar al culpable del tiroteo que, al pare cer, es un joven de veinticinco años…»
En mis sueños21como para que eso no vuelva a pasar, en fin, no deja de ser algo realmente triste y preocupante para todos. Le bajé un poco el volumen a la tele, respiré profun damente… me recliné hacia atrás con la cabeza apoyada en la nuca mirando hacia arriba, y me puse a pensar, ignorando el sonido que emitía la tele; volví a suspirar profundamente, cerré los ojos y pensé en ti, me ima giné tu linda cara con esos ojos y esa sonrisa que me encantaba, lo lacio de tu pelo largo y negro, suspiré levemente… abrí los ojos, pero todo estaba oscuro y no se podía ver nada. Volteé hacia todos lados, pero no encontré nada ni a nadie; de pronto, escuché un pe queño sollozo; parecía que alguien estaba llorando a lo lejos, y creo que estaba a mis espaldas, di media vuelta y empecé a caminar despacio. A cada paso que daba y me acercaba, se escuchaban más fuertes los quejidos, pero algo me hizo detener en seco, a unos cincuenta metros de distancia de donde estaba, se alcanzaba a ver una silueta que, al parecer, era de una mujer, aunque no alcanzaba a distinguir bien quién era. El ruido ha bía cesado, el corazón se me aceleró un poco, sentí un poco de frío y miedo a la vez, pero mi instinto me decía que tenía que ir para averiguar de qué se trataba todo esto, así que, titubeando, y con un poco de ner
Luis Durán vios,22 comencé a caminar y mientras lo hacía, pensaba en quién podía ser la silueta de esa persona. «¿Acaso serás tú, Sophie? ¿O simplemente estaré soñando y mi mente juega conmigo?». Conforme me iba acercando alcanzaba a ver con mayor claridad, y cuando llegué a unos quince metros de distancia, nuevamente me paré en seco, me dio un vuelco el corazón y solté un pe queño grito de asombro, sentí escalofrío, mis sospechas eran ciertas… Eres tú, Sophie, a esta distancia alcanzaba a distinguir claramente que eras tú, te encontrabas ahí, hincada, con la mirada hacia el suelo, tu pelo alcanza ba a cubrirte parcialmente el rostro, tus brazos caídos ligeramente separados del cuerpo, pero tus manos un poco flexionadas hacia arriba como si sostuvieras algo; a esa distancia escuchaba claramente cómo llorabas sin cesar, me partió el corazón, así que pensé en correr para ir a abrazarte y tenerte en mis brazos y poder lograr que dejaras de llorar, decirte que todo estaba bien, que saldremos adelante juntos, anhelo tanto sentir el calor de tu cuerpo, así que caminé más rápido, sentía cómo mi corazón latía más fuerte, ya no aguantaba las ganas de abrazarte… pero algo me hizo caer hacia atrás de un golpe, caí sentado, agité un poco la cabeza debido al impacto, me reincorporé rápidamente y así como en el
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—¡Sophieeee! —grité tu nombre para ver si me escu chabas—. ¡¡Shopieeeeeeee!!! —grité aún más fuerte.
Pero como lo había imaginado, tú seguías ahí como si nada, en la misma posición, llorando con la vista hacia abajo, estando más cerca podía ver como las lá grimas caían en el piso donde ya se había formado un charco de… ¿sangre?, ¿por qué hay un charco de sangre debajo de ti? Tanto me concentré en querer abrazarte, que no había prestado atención en las gotas de sangre que escurrían por tu cara, que provenían de una lesión en la frente que tenías, y que al escurrir se combinaba con tus lágrimas, pasaban por tu cara y caían al suelo. No podía creer lo que veía, cerré el puño de mi mano derecha con tanta fuerza que casi me hice daño con las uñas, levanté la mano y di un golpe a esa barrera y con tanta desesperación y rabia grité: —¿Qué pasó, Sophie? ¿Por qué estás así? Brotaron lágrimas de tristeza en mis ojos, mi cuer po comenzó a temblar de impotencia y coraje a la vez.
sueño anterior, estaba nuevamente una barrera invisible que me impedía seguir adelante, tú seguías en la misma posición a unos cinco metros de distancia, sentí una impotencia enorme que me hizo golpear con mucho coraje esa barrera que impedía avanzar.
—¡¡Andreeeew!!
Mis lágrimas no paraban de brotar, la desespera ción e impotencia crecían en mí, me era frustrante tenerte muy cerca, pero a la vez, tan lejos. —¡¡No, Andreeew!! Por favor, te lo suplico, no me… cruij, cruij… el crujir de las escaleras me hizo despertar de —¡¡Malditagolpe. sea!! —grité, mientras me lloraban los ojos. Me había quedado dormido, pero parece que estaba a punto de recordar algo de lo que te había pasado. Cruij cruij, nuevamente se escuchó el crujir de las escaleras de madera. Estaba tan enojado que había olvidado el sonido que hizo que me despertara, me enderecé un poco y giré la cabeza en dirección a las escaleras para ver de qué se trataba. Me quedé paralizado al ver que nuevamente eras tú la que caminaba por las escaleras a un paso semi lento, estando a punto de llegar al último escalón.
—¿Qué significa todo esto? ¿Por qué no recuerdo nada? —gritaste, y yo me quedé congelado, dijiste mi nombre, ¿acaso sabes que estoy aquí? —¡No, Andreeew! ¡¡Por favor!! —gritaste de nuevo y desesperadamente te volví a preguntar: —¿Qué pasa, Sophie? Dime qué pasa. Estoy aquí contigo, por favor, vuélvete y dime, ¿qué es todo esto?
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—¡AAAGGHH! ¡Maldición! —grité, mientras me sa lían pequeñas lágrimas por el dolor. Me quedé unos cuantos segundos lamentándome y quejándome del golpe hasta que recordé y grité: —¡Sophie, no te vayas! Pero ya era demasiado tarde. Al mirar las escaleras me di cuenta de que ya no estabas, me enderecé y ca miné manqueando hacia las escaleras, y como pude, in tenté subirlas apoyándome sobre el barandal y dando pequeños brincos recargando casi todo mi peso sobre mi pierna derecha, subí escalón por escalón hasta llegar arriba, volteé para todos lados, pero evidentemente ya
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Yo estaba igual de asustado que la vez anterior, pero ahora no me iba a quedar aquí quieto por el miedo, así que decidí ir detrás de ti.
—¡Espera, Sophie! No te vayas —te grité. Me paré lo más rápido que pude y corrí hacia las escaleras, pero de lo rápido que me levanté no me di cuenta de que la mesita que estaba a un lado del sillón se encontraba un poco movida hacia adelante, por lo que impacté mi rodilla izquierda con la orilla de la mesa, eso me provocó tropezar hacia un lado y do blarme del dolor para sobarme con las manos debido al intenso dolor que había provocado en mi rodilla.
Luis Durán no26 estabas. Caminé hacia la izquierda, rumbo a nuestro dormitorio, pensando que tal vez estarías ahí, me acer qué a la puerta y la verdad, tenía un poco de miedo y nervios. Pero ya estaba decidido en querer verte y hablar contigo, agarré la perilla, la giré despacio y abrí la puer ta por completo… lo que vi en ese momento me pareció maravilloso, había olvidado lo especial que era nuestro cuarto. La habitación, obviamente tú la elegiste, como dije antes, tenías esa gran habilidad para combinar las cosas para que todo estuviera perfecto, admiraba mu cho eso de ti. El respaldo hacía juego con los burós que estaban a cada lado de la cama, que a la vez combinaba con la sobrecama de color guinda con cuadros, negros y líneas blancas, incluso combinaba con las persianas de la ventana, la cual era de color blanco transparente que permitía entrar una ligera luz del sol, así como también poder ver las sombras de los árboles, y en la otra mitad de la pared estaba el closet grandísimo, como querías, que aunque nunca entendí cómo lo llenabas cada vez más, lo que para mí parecía imposible lo lograste en casi un mes con toda tu ropa de todo tipo y miles de zapatos, yo tan solo ocupaba un cuarto de espacio de ese closet y hasta sentía que tenía ropa de más. Pero, bueno, enfrente de la cama teníamos nuestra tele, la
cual también me dejaste elegir, un poco más chica que la de la sala, pero claro que la seleccioné yo, y era la más nueva, y en la esquina se encontraba la puerta del baño, el cual también estaba muy bien decorado, con focos en todas partes del espejo para que pudieras ver con clari dad cuando te maquillaras, un sanitario común y en la regadera obviamente no íbamos a dejar pasar la opor tunidad de poner nuestro jacuzzi totalmente equipado con su hidromasaje, chorros a presión, burbujas y unas cuantas cosas más que nos dijo el vendedor; total, nos convenció, pero eso no era lo que convertía en especial nuestro cuarto, sino la vista que teníamos desde ahí, ya que la ventana que cubría el total de la mitad de la pared se encontraba en la parte trasera de la casa.
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Incluso teníamos nuestro balcón con dos sillas de las de playa y una mesa al centro, ya que la ventana
Recorrí la habitación rodeando la cama para acercar me a las persianas, recorrí las persianas completamen te… y ahí estaba ese maravilloso paisaje. Desde ahí se podía ver la luna que se posaba en lo alto de los cerros, se veía tan grande, blanca y brillosa, se miraba como si estuviera tan cerca que podrías tocarla, y en el lago se veía claramente el reflejo deslumbrante de la luna y que, a su vez, todo se veía iluminado a la luz de la luna.
Luis Durán era28 corrediza al igual que la cortina. La hicimos con la intención de poder apreciar la naturaleza con más detalle, y así en cierto tiempo, poder tener nuestros momentos de relajación junto a Max. Amaba tanto todo esto, amaba tanto este lugar, amaba tanto el estar contigo, sentía una gran lástima al recordar que ya no estabas. Me di media vuelta y me acerqué a la cama, me incliné un poco para acomodar la almohada en la que te acostabas, mientras arrastraba mi mano por todo el lugar donde tú dormías. Me ima ginaba tu silueta ahí acurrucada descansando, después de un largo día. Solté una pequeña lágrima al recordar los momentos que estuvimos aquí acostados, recuerdo que, por lo general, siempre dormías de lado para poder ver el hermoso paisaje que nos regalaba cada noche la naturaleza y yo detrás de ti abrazándote por la espal da, literalmente sentíamos que estábamos en el paraíso, pero al no tenerte aquí siento todo lo contrario.
Una fuerte corriente de aire hizo que la puerta del cuarto se abriera y diera un fuerte golpe contra la pa red, sentí un poco de frío, así que me enderecé, me encogí de hombros y me entumecí un poco, miré ha cia afuera del cuarto, ya que la puerta había quedado completamente abierta y pensé en qué habría provoca
En mis sueños29
do esa corriente de aire, ya que, según recuerdo, cerré todas las puertas y ventanas después de entrar. Pum pum pum… Se escucharon algunos pasos en la planta de abajo. Pum pum pum. Sí, claramente son unos pasos que ahora están su biendo las escaleras, sentí un poco de miedo mientras me preguntaba, ¿quién será? ¿Se habrá metido un la drón?, ¿o acaso eres tú de nuevo, Sophie? Me estremecí un poco, ya que los pasos se escucha ban cada vez más cerca y afuera no se veía nada. Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo, los pasos ya se escu chaban por el último escalón, los pasos avanzaron rá pido por el pasillo y cuando estaba a punto de dar un pequeño grito… percibí un alivio al ver el hocico de mi perro Max que al dar la vuelta me empezó a ladrar.
—Guau —Malditoguau…Max, ven aquí, canijo, ya es la segunda vez que me asustas en el día. —Max saltó a la cama y sin dejar de mover la cola, ladraba de felicidad—. Algún día de estos me vas a matar de un susto, perro gracioso —le dije, mientras lo acariciaba. Había olvidado por completo que él tenía una puertita donde podía entrar y salir cuando quisiera a
—A veces pienso que realmente entiendes lo que te digo y quisieras responder como un humano, por eso, y lo muy buen perro que eres, te amo mucho, Max. Me acosté de lado para ver esa bella luna que la noche me
Luis Durán la30 casa, pero por todo lo que había pasado en este día no lo Acariciérecordé.aMax y nos pusimos a jugar un poco en la cama antes de acostarnos.
—Muy bien, Max, ya es hora de dormir, vente. Fui hacia el pie de cama, me agaché para estirar un cajón de longitud del tamaño de la cama extra grande; el cajón se desplegaba como un metro de ancho y dentro de ese cajón estaba un colchón con dos puedes dormir en tu cama. Max saltó dentro del cajón, dio tres vueltas en su cama y se acostó hecho una bolita; yo fui al baño para cepillarme los dientes, ponerme el pijama, echar la ropa sucia en un cesto y me acosté en la cama. Le di las bue nas noches a Max, que me respondió con dos ladridos.
—Realmenteregalaba.teextraño, Sophie, como no haces una idea, pero sé que estás en un lugar mejor. TE AMO y… hasta mañana.
—Listo,almohadones.Max,ya
Andrew un joven de veintiocho años que vive solo con su perro llamado Max en una cabaña alejada de la ciudad, comienza a tener un tipo de sueños o visiones reveladores que le muestran algunos detalles de lo que paso con su esposa Sophie. ¿La habrá asesinado? ¿Habrá muerto por alguna enfermedad? ¿Habrá sido un accidente? ¿O tal vez todo sea producto de su imaginación? Después de pasar por una serie de eventos desafortunados veras si logra descubrir lo que le sucedió a su esposa. xxx-xx-xxxxx-xx-xISBN xxxxxxxxxxxxx
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