Entre Prosa y Poesía

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JOSÉ HERNÁNDEZ MONDEJAR

ENTRE PROSA Y POESÍA

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Desde el umbral de mi nueva etapa, la última ya de mi vida, cabeza vuelta a la añoranza fija en lo andado mi mirada en busca de tantas sinrazones vividas para llegar a este punto sin retorno, que no admite quejas ni exhortos, clamando al cielo volver a caminar el camino qué ayer recorrí.

¡Ay, volver a recorrerlo yo quisiera!

¿Qué mucho sufrí en la carretera desde el punto de partida de aquella noche lluviosa en la que mi madre me trajo con ilusión y dolor a este mundo?

¿Qué la patente frialdad de la habitación improvisada fue la primera bocanada que llenó mis ojos de humedad?

¡Ay, volver a nacer yo quisiera!

Infancia de miedos alimentada

sueños de inocencia atormentada vistieron horas, días y años de quien sin pedir nacer confuso y obligado fue a vivir entre risas, llantos y maltratos de una extraña época educativa donde para nada valía el hacer, ni tampoco servía la quietud.

¡Ay, volver a pasar yo quisiera!

Tiempo de felicidad inocente griteríos alegres en la playa me preguntaste qué hay más allá del primer amor … ¡El abismo! Te contesté yo.

Cuántos amores dejó pasar con la sensación de que otro mejor a su puerta con fuerza llamaría, y es esa vida la que le enseñó que ninguno como el primero sería.

¡Ay, volver al primer amor yo quisiera!

Rebelado contra el horizonte, parados los pies y la mente sin aceptar ese vacío del mañana luchando contra amores de mujeres que ayer jugaron conmigo, sabiendo que la vida no se para entre uno y otro suspiro, me dije muero, pero no me arrodillo. ¿Que ayer lloré por amor? …

¡Ay, volver a llorar yo quisiera!

Encandilado, ciego y alocado por ese pensamiento que empuja, una y otra vez, de manera persistente cual infatigable ola del mar a buscar el siguiente escalón del amor, sin ser capaz de razonar ni percibir que ayer llegué a la cumbre del querer y ciego por la traición seguí buscando lo que había conocido y ella me quitó. …

¡Ay, volver al principio yo quisiera!

Abatido y herido en el camino

tras hallar tan solo el desencanto de la incrédula desilusión, autora de la humedad de los ojos, del dolor del roto corazón y de la amarga insatisfacción del abismo del no retorno, ahogando el hondo lamento a la vida me volví a enfrentar. …

¡Ay, volver a amar yo quisiera!

Y es, en ese momento crucial, tras mil amores y un solo amor, cuando queriendo recuperar aquel sentimiento primero que sin explicación me negaron, ves que la vuelta al ayer es un desierto de fina arena donde el camino andado borrado ha sido por el viento.

¡Ay, volver a empezar yo quisiera!

Sin más huella del tiempo que la senda en la mente grabada, sucumbiendo ante la evidencia

de que aquello que me quitaron, nunca lo volvería a recuperar, de rodillas ante la derrota, resignado y abatido me doblegué al terrible yugo de vida y desamor.

¿Qué hago aquí?, ni vivir, ni morir.

¡Ay, volver a revivirlo yo quisiera!

Sueños y realidad, como agua y aceite, caminaron autómatas día a día con la sonrisa perdida, a veces fingida, ocultando el ansia siempre muda de querer volver a aquel pasado en busca del primer beso en el cine, del roce de las manos camino de su casa, del estremecimiento de sus pechos y el sabor de la boca deseada. …

¡Ay, volver a sentirlos yo quisiera!

Aunque la patente y cruda realidad luche y venza estos deseados sueños mostrándome la cara más amarga de la amargura por ella recibida, aunque la densa y temida soledad,

no deje lágrimas que derramar cuando no son las manos esperadas las que se deslizan por la piel y no es la boca que buscan mis besos.

¡Ay, volver a soñar yo quisiera!

Cuando la muerte es preferible a besos de labios forzados, a te quiero sin amor escuchado, a caricias que la piel repele, a entregas frías sin deseo, a soledad teniendo compañía, solo devolviéndote a la vida imaginar otra vida en tu interior … si morir para vivir yo pudiera.

¡Ay, volver al ayer yo quisiera!

No hay noche sin amanecer ni nuevo día sin su luz, que no pueda cambiar el ocaso de quien lucha por resurgir de tan honda derrota de amor.

Ella estaba ahí, mirándome, y yo devolviéndole la mirada.

¿Eres tú? … le pregunté.

¡Sí!, soy yo … me contestó.

¡Ay, volver a renacer yo quisiera!

Muerto y renacido, lejos el desamor, rescatado del naufragio, devuelto el brillo a la mirada, música en el latido del corazón, lleno de abrazos y besos ansiados, boca que grita bendita locura, manantial de cariño y ternura cada mañana al despertar y por la noche sueños deseados.

¡Ay, volver atrás nunca quisiera! Aunque nunca podré olvidarla, ni dejaré de quererla.

Una vez tras otra pregunto, a todos, a mí y a nadie ¿por qué la querré tanto?

Escuchando tantas razones tan solo puedo seguir con más fuerza amándola.

Ojalá ahora le ocurra a ella lo mismo que me pasa a mí, mas no creo, ayer con otro paseando del brazo, la vi.

Aunque pueda resultar muy sencillo escribir todo cuanto va ocurriendo por todo tu alrededor, no es igual al describir ciertos momentos inolvidables de los que quedan grabados en el interior del corazón, como la viva existencia de que en verdad sucedieron, como aquella lluviosa tarde tú y yo bajo el edredón.

Sendero árido de mi deambular, habitáculo de sedosas serpientes de lento y mortífero veneno junto a traicioneros alacranes, siempre tan reseco y polvoriento me gritas que de ti nunca saldré, aunque de mí ella se enamore, que la maldad siempre fue más fuerte que el amor.

Historia que termina dejando paso a otro comienzo esperando no concluya con el mismo final, ¿te das cuenta de que ha sido la última historia en acabar y la última en comenzar?

¡Cuán frágil es el amor que solo une el sexo!

Él la invitó a su casa, ella lo deseaba tanto que no se lo negó.

¿En mi casa a las nueve?

Guardó silencio y sonrió entre dudas, deseos y miedos, nerviosa un mudo sí le dio.

Se sintió agobiada en aquel blanco sofá y queriendo huir no huyó. No supo por qué se quedó, aquella desconocida sensación mezcla de miedo y deseo, todo su cuerpo traicionó.

Sintió la delicada dulzura de las caricias de sus manos sobre sus pequeños pechos y la ternura de una boca que toda su piel recorrió

sembrándola de tantos besos que loca su cordura se volvió.

Tanto miedo le dio ver cómo aquella embriaguez su voluntad anulaba, al tiempo que la envolvía en un profundo mar de desconocidas sensaciones, que agobiada de allí huyó.

Dándole el último abrazo beso a beso todos los devolvió mientras ponía en orden su ropa. “No pienses que quiero irme, porque lo que me apetece es quedarme aquí para siempre”, entre nervios a él le susurró mientras acelerada se marchó.

Aquella noche entre sus sábanas lo llamó para decirle te quiero.

Al día siguiente, nerviosa y deseosa, ella a su casa con él volvió.

Deja que me dé el aire,

Entre prosa y poesía… estás tú, junto a los recuerdos tan vivos de aquellos apasionados besos que se grabaron en tu boca con el ardor de la primera vez. Entre prosa y poesía… andas tú, cada noche al recordar el sueño hecho realidad de sentir en tu pecho sus latidos corazón con corazón.

Entre prosa y poesía… lloras tú, cuando del cielo al abismo caes sin previo aviso, ni por qué, teniendo con tristeza que pagar el amargo precio del desamor.

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