La cebra
un león
que quería ser
Evelyn Villarruel
Ilustrado por
Jenn Angulo
En una selva mágica, llena de bellezas naturales y extensos paisajes hermosos, al norte de Suramérica, se encontraba una pequeña aldea llamada Esperanza. En la Aldea vivía una hermosa Leoncita con sus padres; su nombre era Yesi.
La leoncilla era muy feliz y regalona, corría por toda la selva maravillosa alumbrando con su pasar, no había lugar en la aldea que Yesi no recorriera. La pequeña leoncita tenía una chispa sin igual, sus padres mamá Leona y papá León la amaban y cuidaban de ella todos los días, y en las noches antes de dormir la arrullaban, y juntos les cantaba una hermosa canción que mamá Leona inventó para ella: «Es una princesa mi leoncita... Una princesita de Mamá…», hasta que Yesi se quedaba dormida en su cuna.
El invierno de ese año la manada creció con la llegada de un pequeñito León. Yesi corrió emocionada por el nacimiento de su hermano a la cueva donde su mamá estaba. Mamá Leona la dejó acercarse y le dijo: —Mi querida leoncita, él es Kike, tu hermanito menor.
Los ojos de Yesi se iluminaron de asombro al ver al cachorrito, desde ahí no se separó de su cuna, todos los días jugaba cerca de él para cuidarlo, y cuando Kike lloraba, Yesi, con un rugido, llamaba a su mamá para avisar de que su hermanito dormilón algo quería. El tiempo pasó, y los hermanitos fueron alegrando la manada con sus travesuras y ocurrencias. Eran inseparables y se cuidaban el uno al otro de cualquier peligro de la naturaleza.
Un día, jugando cerca del río, observaron que los arbustos se movían, asustados y a la vez curiosos de saber, se acercaron con cautela observando los ojitos de una criatura. —Es un lagarto —dijo Yesi, con cierto desprecio. Pero su hermanito detalló sus rayas en el cuerpo y dijo con emoción —¡Es un bebé cebra! La cebrita, que se había perdido jugando en la orilla del río Valle, tenía hambre y estaba asustada, le daba miedo estar sola, por lo que se refugió en los arbustos al ver que venían los cachorros. —No temas, somos tus amigos —dijo Kike, dándole confianza a la cebrita para salir de su escondite. —¿Cómo te llamas? —le preguntó Yesi. La cebrita, muy tímida y aún asustada, contestó: —Me llamo Ely. —Hola, Ely, yo me llamo Yesi, y él es mi hermanito Kike. Ven con nosotros, vamos a decirle a mis papás, y ellos podrán ayudarte. Ely se acercó lentamente mientras salía de los arbustos, ya no estaría sola, y además ahora tenía dos amiguitos, así que muy contenta fue con los hermanitos a su casa a ver a papá León y mamá Leona.
El equilibro de Morfeo i
El querer ser otro, nos enseña a ser
nosotros mismos.
ISBN 978-84-19228-06-2
9
788419
228062