La princesa y los pájaros

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Amama Nieves

Ilustrado por Irnielart

Hace muchos años, tantos que no existía ni la televisión, había un pequeño reino rodeado de montañas, pequeño pero muy próspero. Los reyes que lo gobernaban eran muy queridos; así que, cuando tuvieron a su hija, todos sus súbditos se alegraron. Nació en primavera.

Al venir al mundo, los cerezos dieron todos sus frutos, los campos amanecieron cubiertos de margaritas, tulipanes, lirios… Los pájaros se congregaron en las inmediaciones del palacio, llenándolo todo con sus trinos y gorgoteos, por lo que sus padres decidieron llamar a la pequeña Flora. La princesa Flora crecía feliz y sana, siempre prefiriendo estar en los jardines del palacio más que en su habitación de juegos dentro del recinto. Desde bebé, se la veía rodeada de aves cada vez que la paseaban por el exterior y, cuando la princesita estaba dentro del palacio, estos volaban sobre él constantemente.

Flora fue creciendo y con cada año que pasaba, su dulzura y bondad se afianzaban, siendo muy querida entre los habitantes del castillo y de las aldeas vecinas. Al llegar a los 16 años, ya se la solía ver paseando por los caminos para visitar a los súbditos más cercanos, a los que conocía perfectamente: sabía que la lechera tenía uno de sus hijos enfermo e iba a ayudar a cuidarlo mientras ella repartía la leche; a los panaderos en fiestas les ayudaba a repartir sus pedidos. Siempre estaba dispuesta a echar una mano a sus vecinos, todos la querían por su noble corazón, y les hacía gracia verla llegar a la aldea, pues en ese momento los niños y los pájaros salían a su encuentro. Su fama de bondad traspasaba las fronteras de su reino.

Los años fueron pasando y la joven se convirtió en una persona muy especial, comprometida con el bienestar de sus vecinos. Cuando iba a cumplir los 21 años, sus padres, los reyes, decidieron celebrarlo con una gran fiesta. En un principio, estaba previsto que soñaron con crear a los príncipes y princesas herederos de otros reinos, pero la princesa Flora les dijo a sus padres que quería que estuvieran sus vecinos, ya que eran sus amigos. Los reyes decidieron aceptar la petición de su hija y, en vez de un gran baile, programaron una verbena popular con comida tradicional en la que participaron todos sus súbditos y los príncipes y princesas de los reinos más cercanos.

La princesa Flora, traicionada y encerrada, es salvada por pájaros y un joven médico. Juntos desvelan la traición, promoviendo un reinado de amor y justicia. C u entos para alargar-la-

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