Mi abuela, yo y viceversa

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Mi abuela,

yo y viceversa

MarĂ­a Fernanda Trujillo LeĂłn Ilustrado por: Andrea Castro Naranjo



¡Manos a la obra! La seño nos ha pedido que hagamos un diario, es decir, que contemos en nuestra libreta las cosas que nos pasan cada día. O, si nos parece más interesante, que contemos alguna aventura en la que hayamos sido protagonistas. O que hablemos sobre las personas de las que merece la pena hablar. Yo, sin pensármelo demasiado, he creído que lo mejor es que hable de mi abuela, porque a ella y a mí nos pasan casi las mismas cosas, y porque además me llamo también Amalia, como ella. 3


María Fernanda Trujillo León

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Mi abuela, yo y viceversa

Mi abuela Amalia no es una viejecita, como suelen ser casi todas las abuelas, sino que se pinta el pelo y usa tacones y vaqueros, me lleva al cine o a la piscina, y canta bonitas canciones. Tiene incluso una tablet que le trajeron los Reyes Magos, y que lleva consigo a casi todas partes. Papá dice que la abuela es muy «marchosa». Todo eso intentaré ponerlo por escrito en este cuaderno que, si alguien llega a leer alguna vez, espero que esté de acuerdo conmigo en que ella merece unas cuantas páginas. Le he enseñado a la seño la primera que he escrito, y me ha dicho: «Adelante».

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Un nombre La abuela

Amalia dice que un nombre es como un código de barras invisible. Con la ventaja de que no hay que pasar por el escáner, como en el hipermercado. Dice también que nuestro nombre nos identifica y nos hace únicos, nos diferencia del resto de los animales que tienen una denominación común, como por ejemplo «perro» (aunque a veces se les pueda clasificar en alguna categoría como «perro labrador o fox-terrier»), pero que no dejan de ser un grupo. A nosotros, en cambio, no se nos puede confundir desde el momento en que tenemos un nombre, que queda registrado en lo que se llama un documento. Con él tenemos todos los derechos: a vivir en una casa con nuestra familia, a ir 7


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al colegio sin que les cueste dinero a nuestros padres, y poder ir a la consulta del médico para que nos cure, también sin que pida nada a cambio, cuando tengamos tos o no tengamos ganas de comer porque estemos un poco enfermos. Mi abuela insiste mucho en la suerte que tenemos los niños del «primer mundo», sobre todo los de la Unión Europea, porque en otros países sufren mucha hambre y no pueden ir a la escuela. Si acaso acuden, está lejísimo y a menudo van descalzos. Por eso nosotros tenemos que ser muy agradecidos. Papá le dice a la abuela que todavía soy muy pequeña para entender ciertas cosas, pero yo estoy convencida de que ella tiene razón, porque he visto algunos de esos niños en la tele. Por cierto, yo me llamo Amalia. Me encanta mi nombre, que es también el de mi abuela como ya dije al principio. Los dos apellidos que acompañan a mi nombre propio son los de mis papás, y también me gustan mucho.

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El primer día de colegio Yo estaba habituada a ir al parvulario, pero el cole-

gio es otra cosa. Sobre todo cuando tus dos hermanos pequeños siguen yendo a la guarde para pasárselo en grande, y todo el mundo comenta que a partir de ahora tendrás que estudiar mucho. Eso de ser la mayor tiene sus desventajas. Mis padres me acompañaron el primer día. La abuela vino también. Papá y mamá pasaron dentro, pero ella prefirió despedirse justo en la puerta con un: «Cada cual en su sitio». Me dio un beso y me guiñó un ojo. 9


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Mi abuela, yo y viceversa

—Ya eres una niña grande —me dijo la noche anterior, cuando no podía conciliar el sueño a causa de los nervios—. Aprenderás muchas cosas interesantes. Te sorprenderá ver para qué sirven los números. Te hablarán las letras. Solo tienes que leer y escuchar las historias que ellas van a revelarte. Y pronto sabrás contarlas tú misma. Aprenderás por encima de todo a pensar sobre el mundo que te rodea, y comprenderás el valor de la Naturaleza de la que formamos parte. Aprenderás a mirar, además de ver. Y luego podrás enseñarme a mí porque me parece que me he quedado algo anticuada. Prometí que le enseñaría todo lo nuevo que aprendiera, y creo que me dormí en seguida. Ah, y me dijo que no debía llorar para no preocupar a mis papás. Y ese primer día no lloré. Bueno, solo un poco, pero nadie se dio cuenta. Debe ser eso lo que los mayores llaman «mantener el tipo».

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TO CUEN S PAR

ALARGAR A-VIDA -L

A

Amalia es una niña despierta e inteligente a la que su profe sugiere escribir un diario. Dispuesta y manos a la obra, narrará en él muchas de las aventuras vividas junto a su abuela durante un curso completo, en las que ambas aprenderán, desde la inocencia de la una y la experiencia de la otra, a soñar e inventar personajes disfrazadas de gato y mariposa un día de Carnaval. Descifrando palabras, descubrirán obras de arte en un museo, y desde el globo terráqueo, la magia y geografía del mundo en el que viven. La abuela, hasta la llegada de fin de curso, le enseñará también a comprender el significado del tiempo en las horas del reloj. Y es que nunca es tarde para escribir un diario…

ISBN 978-84-18297-61-8

babidibulibros.com

9 788418

297618


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