¡Hay que ver cómo llovía! El agua formaba un torrente que se deslizaba calle abajo. Nadie caminaba por la calle.
En el hueco de una alcantarilla asomaba una pequeña cabeza con orejas y bigotes. ¿Os figuráis de quién podrían ser ese largo bigote y esas orejitas que luchaban por salir afuera? ¿A que lo sabéis? ¡Sí, efectivamente eran de un pequeño ratoncillo con una curiosa oreja blanca!
Ningún ratón lo quería, y al sentirse tan triste, esa noche decidió enfrentarse a la lluvia para buscar un sitio donde fuera mejor acogido. ¡Menuda noche le esperaba!
Desafortunado y en tan malas circunstancias, no le quedaba más que ver dónde esconderse sin ser atacado por gatos o algún transeúnte con malas intenciones.
Porque… ¿sabéis que a muy poca gente le gustan los ratones?
¡Pero a vosotros os va a gustar este!
La calle estaba desierta. Un poco más adelante se veía un portal. Uy, si pudiera llegar hasta él, su suerte podría cambiar …
¡Y cambió!
Llegó una joven señora con un bolsón que atrajo enseguida su atención. ¡Uy, qué bien olía! Algo rico debía llevar en la bolsa. ¿Y si se pudiera meter dentro?
Susana, que era la portadora de dicho manjar, dejó la bolsa en el suelo mientras buscaba la llave y cerraba el paraguas, momento que aprovechó el ratoncito para meterse dentro.
Y así fue como este personaje entró en la casa.
Al entrar, Susana soltó la bolsa en el suelo y se alejó llamando a los niños, momento que aprovechó el ratoncito para saltar.
¡Niños, ya estoy en casa!
¡Qué casa más caliente y qué bien olía a comida! El sitio no podría ser mejor. Ruido, voces, niños, una familia al completo que se disponía a cenar.
Dominando su apetito, fue viendo cómo podía refugiarse sin ser visto. Más tarde intentaría calmar su hambre.
Pasado un rato, los niños Víctor y Gustavo fueron a su habitación. Ruidos de juguetes que caían por el suelo. Nuestro ratoncito se tapó las orejas enseguida. ¡Esto era un poco escandaloso!
Un tren corría por las vías, mientras Gustavo lanzaba canicas para hacerlo descarrilar. ¡Este niño era un trueno en persona!
El tren, al fin, saltó de las vías. ¡Menudo susto se llevó! Gustavo no dejaba de reír y dar gritos.
¡Ja, ja, qué divertido!
Por fin, la mamá cortó la fiesta y los mandó a dormir.