Cristina Casterás
PENSIERA Una historia llena de emociones
Pisaba firme y muy despacio, estaba allí por
un motivo. Y además, por un peculiar motivo. A pesar de los años, seguía el ritual y no dejaba de esperar. Aguardaba la llegada del día definitivo en el que sería libre. En un lugar recóndito, elevado de la Tierra y casi casi acariciando el Sol, existe un lugar llamado Pensiera. Y cada noche de luna nueva se transforma por completo. Es el Mago, una especie de simio formado por papiros, el que se encarga de cambiar las reglas de este lugar. Mientras tanto, este ser tan especial como vuestra imaginación os permita, busca su nombre, el que olvidó hace ya muchos, muchos años.
Pasan los días y en Pensiera se va alterando la vida a medida que se suceden los meses. Unas veces sin luz, otras con viento aterrador, con niebla inundando todo lo vivo, y así eternamente hasta que la Luna pidiera perdón… Pero ¿acaso esta es una historia de venganza? Con tantas formas que hay para comenzar, esta no es la mejor manera para un cuento… Así que volemos hasta el principio del todo.
UN LUGAR LLAMADO PENSIERA
Hace
mucho, mucho tiempo, florecía Pensiera, un reino escondido más allá de las grandes rocas, y allí arriba, en lo más alto, imperaba la mayor tranquilidad y calma que podría existir, proporcionando paz a todos sus habitantes. El olor era el que emanaba de los lirios de agua, que evocaban pureza, suavidad y frescura. Era una delicia vivir y respirar allí. Crecer entre grandes hojarascas, montañas vigorosas y el rugir del sonido que
proyectaba la alegría de sus habitantes. A estos los acompañaban animales muy dispares creando una inmensa paleta de color, fauna y gentes en ese maravilloso lugar. Vivir en Pensiera era todo alegría. Celebraban la sucesión de las estaciones con grandes fiestas en todos los reinos cercanos. Había diversión con la Estación de las Hojas, baños nocturnos y grandes farolillos en la Estación del Fuego, con la alegría de los pajarillos celebraban cantando la Estación de las Uvas, y así pasaban la vida, disfrutando de ella. En cambio, todo había cambiado, la vida trascurría día tras día con aburridas rutinas banales. No se podía oír ni el susurro del viento, ni el movimiento de las hojas de los árboles, ni el canto de los pájaros. Nada, no existía el ruido, y el sonido ya no importaba. No se prestaba atención a nada porque no había nada que lo mereciera. La desgana formaba parte de la vida de los habitantes de Pensiera. Y seguiría así, como siempre, hasta
que pasados varios soles volviera a cambiar todo de nuevo. Las gentes del lugar estarían muy expectantes. Ahora este mundo tan especial se regía por los Escritos. Unas palabras muy poderosas y ancestrales que modelaban el trascurrir de la vida, y que cada luna nueva volvía a renovarse y reescribirse, dando giros imprevistos a la vida de cualquier común mortal que habitara en ese reino. En lo más alto, junto a las grandes copas de los árboles se encontraba este pequeño mundo regido por la madre Luna (no era fácil llegar, ya que tendrías que aclarar mucho tu mente, imaginando que despliegas unas grandes alas, y abrir por completo tu corazón). Los habitantes de este recóndito lugar estaban divididos, dejaron de celebrar juntos la vida; por un lado, los que actuaban tal como dictaban las normas de Luna, sin poder sentir nada por nadie, solo por ellos mismos, los llamaban los levanos (blancos como la luna). Y por otro
lado, estaban los que eran capaces de escuchar a su corazón y el de los demás, y sobre todo, luchaban por lo que creían, aunque el mundo tal como lo conocían ahora estuviera en su contra. Estos últimos vivían escondidos, apartados de todos. No los querían más allá de las copas de los árboles, vivían en los troncos y eran los llamados repulsos. Desde tiempos inmemorables el reino vecino, el Ancestral Reino Corola nunca había querido saber nada de la parte más dura de los árboles. Para ellos eran deshechos, no brillaban ni poseían colores vivos como las flores. Las cortezas de los árboles fueron con las que en su día, en aquel momento fatídico, crearon y fabricaron los Escritos. Gracias a esta armadura leñosa, se fabricaban los pliegos que crearon en su día a Mago, al que ahora nadie quiere ver, del que casi nadie sabía nada y que además había perdido su nombre. Este Mago era una rara especie de ser hecho de historias que se ocultaban bajo su pelaje
transformándose, se borraban y reescribían cada noche de luna nueva. Afectando a toda Pensiera, a toda substancia, naturaleza y materia que habitara en esos parajes. La vida ahora estaba regida por el silencio, UNA VIDA SIN SONIDO. Y de nuevo volverían a cambiar las reglas porque era noche de luna nueva, era esa cálida tarde en Pensiera que siempre se esperaba con impaciencia. Con gran expectación la luna lo iluminaría todo y crearía un nuevo sendero con su luz, formando una inmensa cascada. Y volvería de nuevo a transformarse, como llevaba ocurriendo durante décadas cada veintiocho soles. A través de esa luna se mostraba un nuevo presente que estaría perfilado para mantener pensamientos insignificantes y triviales que no molestasen a la soberana del lugar. No habría vida ni sentimientos. El Mago saldría esa noche de su escondite, y a través de él llegarían las nuevas normas.
Caminaría despacio, pero con pie firme. Cada vez que realizaba el mismo recorrido se quedaba pensativo y tenía mucho cuidado en no dañar ninguna flor o arbusto que hallara en el camino, sabía que su cuerpo robusto y rudo podría romper algo. Recordando siempre la primera vez que realizó este paseo nocturno y deseando que fuera el último. Quería recuperar su vida, se veía atrapado y deseaba dejar de tener una misión que no entendía, porque por culpa de ella no tenía amigos y nadie le quería. Le temían pensando que era el culpable de estos cambios temporales que habían desesperado y matado a muchos habitantes de Pensiera.
Pero él no era el causante de esas desdichas, y su historia estaba llena de tristeza y de desamor. Sufría solo, escondido y oculto entre viejas rocas. Pensaba que en alguno de estos papiros podría descubrir quién era, y así tendría la posibilidad de elegir su propio destino. Aparecieron las nuevas premisas, y en aquel lugar regresaría el sonido, los habitantes de Pensiera volverían a poder escuchar. Susurraría el viento, el canto de los pájaros sonaría como si fuera la primera vez, la música ayudaría a alegrar almas o a sufrir melancolía, el llanto de los recién nacidos les enternecería, compartirían el temor al aullar los lobos en mitad de la noche. Pero la niebla, espesa como lodo, entraría en sus vidas, tanto que no podrían casi ni ver una luz a menos de tres codos. Esa era la nueva vida que les daría Luna. Y comenzaría así LA ERA DE LA NIEBLA. Mago estaba cansado, pues llevaba haciendo ese trabajo desde hacía siglos, debido a un extraño maleficio. Mientras no supiera quién era
ni de dónde venía, seguiría vagando y sirviendo a Luna como esbirro para Pensiera. Su aspecto asustaba en la noche y no se entendía con la luz del sol. Así que se ocultaba siempre en una cueva viviendo alejado de todo. Luna se dirigía a él cada cierto tiempo. Y Mago, al principio de los tiempos, contestaba, le hacía preguntas y estaba lleno de vida y de dudas. Pero poco a poco fueron desapareciendo esas ganas de vivir, al igual que su voz, que al no utilizarla empezó a desvanecerse hasta desaparecer. Así que se rodeó de piedras, y de esta forma no tendría con quién hablar, eso es lo que pensó e hizo. Vivía muy triste. Solo con sus pensamientos y los Escritos que acorazaban su piel.
LA VALENTÍA DE KATO
Kato era una niña perspicaz y astuta que vivía con los repulsos. Hija de una madre perseverante, y hermana de otra niñita que no paraba de hacer trastadas a todos los ancianos del lugar. Así pasaban el tiempo, revoloteando por donde podían porque ya no existía la escuela del bosque ni disfrutaban de los grupos de amigos, ahora Pensiera no estaba hecha para los niños. Ella no quería seguir con esa vida que llevaba porque le parecía horrible.
Siempre se vio como una gran luchadora, con su espada siempre atada a su escudo, y no podía tolerar tanta infelicidad. Con tanta madera a su alrededor se había fabricado sus armas para vencer a todo aquél que se interpusiera en sus sueños. No eran grandes sueños, solo era una niña, pero sí eran muy sinceros y, lo más importante, eran sus propios sueños. Quería vivir con su madre y su hermana haciendo lo que quisieran, sin esas normas que revolvían todo su mundo y cambiaban cada mes. Kato vivía con Mela, su hermana, que tenía unos añitos menos que ella, era una niña muy avispada y seguía a Kato a todas partes. Desobediente e inteligente, pero muy imaginativa también. Su madre, que tiempo atrás fue una gran guerrera, era la que las unía cada vez que se peleaban. Ella fue en esos días remotos, cuando las hojas y las flores guiaban la vida de Pensiera, una buena mujer, un ser especial con un rostro penetrante y de hablar pausado pero firme y profundo. Una versada persona que
sabía siempre lo que decir. Por eso, a pesar de su seriedad, sus hijas la adoraban. Muy tristemente la madre de Kato y Mela se quedó ciega, por una terrible maldición. Sin embargo, incluso ciega, veía mucho más que otros. Porque Kira siempre miraba con el corazón. Sabía cuándo decir una bonita palabra de aliento y cuando sanar tristezas, aunque a veces sus sinceras palabras pudieran dañar a las personas o le dolieran a ella incluso más. Tenía un don que ni siquiera la embaucadora Luna pudo arrebatarle con su maleficio.
Cuando Luna decidió hechizar a Kira, era una fría noche de invierno, Luna, que era muy envidiosa, quiso robarle a Kira uno de sus más preciados tesoros. Sentía celos de Kira porque era una mujer fuerte y en Pensiera todos la querían, buscaban su apoyo y energía. Ella sabía dar amor sin recibir nada a cambio. Para una reina lunática, esto era impensable, y quiso ponerla a prueba. Kira, como jefa del clan, era justa e intentaba que la vida transcurriera sin altercados. Luna empezó a brillar tanto que quien la mirara no podría soportarlo. Así que se encargó de engañar a Kira para que fuera a un lugar recóndito donde no tuviera salida ni opción de escapar. Atrapándola no tuvo elección, y Kira tuvo que mantener su mirada hacia Luna, dejándola ciega. Kira no podía dejar de llorar, y lloró tanto por la pérdida de sus ojos que se empezó a secar y comenzó a brotar como tronco de árbol. Pero Kato, que presenció lo ocurrido, no podía permitir aquello, y le suplicó a Luna por la vida de su madre. Así que Luna,
a pesar de ser muy orgullosa, decidió a ayudarla con una condición. Kira dejaría de ver, ya que sabía que podía hacerlo a través del interior de las personas, pensó que con ese don ya no necesitaría sus ojos, y así no volvería a ver la luz de Luna jamás. De esta manera, ya no la podría mirar, y Luna no se avergonzaría jamás ante ella de lo que había hecho. Pero Kira miraba siempre desde su interior. Ciega, siguió llorando hasta que se dio cuenta de que tenía que salvarse de su propia pena, y a su gente, de esa Luna malvada y caprichosa.
VI D LA- A
TO CUEN S PAR
LARGAR-
AA
En un lugar recóndito y elevado de la Tierra, y casi acariciando las nubes, existe un lugar llamado Pensiera, que cada luna nueva se transforma. El Mago, una especie de simio formado por papiros, es el que se encarga de cambiar las reglas en cada ciclo. Mientras esto ocurre, busca su nombre, pues lo olvidó hace ya muchos años. Pero los habitantes de Pensiera se sienten ya abatidos, y se preguntan si acaso tendrán que continuar así hasta que Luna pida perdón. ¿Es una historia de envidia o de venganza?...
Valores Implícitos: A través de este relato, descubriremos el valor de la idea de superación, a pesar de las vicisitudes de la vida, y el no dejar de luchar nunca por los sueños. Por otro lado, está el valor de la amistad, pues nos hace ver que todos somos una gran familia, aunque no tengamos ningún parentesco. Además, nos enseña a mirar dentro de las personas y ver lo verdaderamente importante que hay en ellas, no dejándonos llevar por las apariencias. ISBN 978-84-19228-01-7
9 788419
228017