Lucía Díaz Ordóñez
Ilustrado por David Leaño
A Carlos le bailaban las letras.
Y los números.
Pero no era un baile alocado ni divertido, era un baile aburrido que le hacía sentirse confuso y mareado. Tan mareado que quería llorar y esconderse debajo de la silla. O huir a una isla desierta con muchas palmeras y animales rarísimos.
A veces, cuando Carlos salía a la pizarra en clase de matemáticas, escribía un 5 en lugar de un 2, y sus compañeros lo miraban, se reían en silencio y le susurraban: «¡Membrillo, membrillo, sabes menos que un grillo!».
Otras veces escribía su nombre y nadie lo entendía porque parecía un garabato. ¡Es que estaba del revés!
«¡Membrillo, membrillo, sabes menos que un grillo!».
¿Y si pudieses reducir el malestar que te produce una situación simplemente cambiando tu manera de ver el problema? ¿Y si todo lo que te rodea pudiese ayudarte a ver el lado positivo de las cosas?