Xavier Vàzquez Domínguez
ANTOLOGÍA POÉTICA DE JUVENTUD
REFLEXIONES DE MEDIANOCHE
A modo de guía e introducción, me parece oportuno empezar este capítulo dejándoos constancia de unas breves y significativas reflexiones que espontáneamente brollaban del interior de un joven muchacho que desarrolló, junto a su precocidad por la escritura, una peculiar forma de poner su mirada en cuanto le rodeaba. Aún no había cumplido los veinte años cuando estos pensamientos ya estaban profundamente instalados en su ser. Prueba de ello son las inquietudes que ya en aquel entonces lo atravesaban y que, de algún modo, logró arrancar de sus adentros volcándolas de forma apremiante en un papel en aquellas noches atormentadas en las que conciliar el sueño se volvía un acto poco menos que imposible para él. Inquietudes estas que irremediablemente se iban a filtrar en lo sucesivo en cada vivencia que el joven experimentara e iban a quedar certeramente registradas en los poemas y escritos a los que cada una de ellas iba a dar lugar. Así pues, según avancéis con la lectura, quedará de manifiesto cómo el eco de estas reflexiones —gestadas a tan temprana edad— se irá propagando a lo largo de toda la obra, ¿empezamos con ellas?
LA INCOMPLETUD DEL SER…
Sería una noche como otra cualquiera de no ser porque una vez más me siento inevitablemente convocado a la escritura. Aunque mi ilusión se encuentre tan apurada como la punta de un viejo y diminuto lápiz, siento en mis adentros el grito de auxilio de un náufrago apoderándose de mi voluntad y forzándome a grabar su voz en un papel.
Con la calma que me da la madrugada, pondero todo cuanto en mi vida incide y siento que hoy no hay lucha que me convoque a desplegar lo mejor de mí. Si exceptúo que me aliento, que duermo sobre blando, que no me falta qué llevarme a la boca, que la salud no me descuida y que tengo a dos padres que me quieren como yo a mi hermano… sobre los bastimentos
Xavier Vàzquez Domínguez
de lo que podría ser un cálido hogar, percibo que a mi interior, oscuro y desvencijado, le falta luz y oxígeno como si fuera una casa con las ventanas tapiadas. No es que me desconsuele o me atormente, sino que me desgarra atrozmente sentir cómo la fortuna me esquiva una y otra vez en esta travesía irrepetible que es vivir.
Bien sea por mi torpeza discursiva, tal vez por una insuperable timidez o por un funesto sino, me resulta infranqueable la distancia que yo mismo abro con quienes se cruzan en mi vida. Sinceramente no aspiro a sabiduría, ni a longevidad, ni me seducen las riquezas o la fama. Sólo pretendo recorrer el camino a la par de quien me escuche, de sentarme junto a quien necesite liberar sus angustias y detenerme a captar, hombro a hombro, ese instante de sentirme vivo mientras unas pupilas amigas brillan a la par que las mías. Todo eso me bastaría para sentirme eterno.
Estaría toda la noche hasta que el lápiz y los párpados se desplomasen, debatiéndome entre laberínticas confesiones que quizá luego, con la templanza del tiempo, no acertaría a interpretar. Me contento habiendo mitigado tenuemente el resquemor y la desazón que clamaba ver la luz. Apagaré la lámpara, aunque presumo que los duendes que se agitan por mis entrañas alargarán angustiosamente la velada. Sólo me resta acogerme en el bálsamo del sueño nocturno y que su efecto pacificador haya serenado mi alma cuando mañana despierte.
LA IMPOTENCIA DEL SER…
Como ser humano mi lucha está perdida de antemano. Voy tras algo que no acierto a identificar. Sencillamente me dejo llevar por la senda azarosa que me invita a avanzar. A veces busco entre los cristales de las miradas, otras veces remuevo la tierra y en ocasiones se pierde mi atención en el cielo infinito… Pero en vano es perseverar. Si en cierta ocasión algo me complace y ralentizo mis pasos para mejor poderlo admirar, a la postre, razonando sin el destemple de la emoción inmediata, lo descarto al asumir lo caprichosa que es mi sensibilidad. Que de ella me quedaría con el destello de su negra pupila; de aquella otra, sus morenos hombros de sinuosos arabescos; de este árbol, la melancólica curvatura de sus ramas caídas; del mes de mayo, el perfumado revulsivo de un suyo amanecer. Pero ¿qué son todos ellos sino el deseo fugaz de un arrebato que una vez apresado presto va a desaparecer? Tiene que haber algo más… Algo más inmenso y colosal. Algo sublime que colme cuanto el hombre pueda anhelar… ¿Y si no lo hubiera, qué?
MIS ETERNOS COMPAÑEROS DE VIAJE…
Mediterráneo en tarde de marzo, la postrera de un agotado y agónico invierno. ¡Qué espectáculo de centelleantes reflejos sobre el vaivén sereno de las aguas! Son como diademas de luz sobre las crestas de las risueñas olas. Se conoce que se impacienta la primavera, palpitante por irrumpir tras esta última noche de invierno que se avecina. El mar y el cielo hoy forman un todo. En el horizonte se funden sus dos cuerpos celestes como dos almas gemelas que se persiguen hasta la eternidad…; como dos espejos, el uno eterno e inmutable y el otro caprichoso y rebelde. Cielo y mar, ¿y para qué más?
EL HALLAZGO DEL SENTIDO…
Cuando al término de la jornada se cierre la noche y, rendida al fin, tumbes tu cuerpo buscando el descanso reparador, entonces echa la mirada atrás. Sopesa qué es lo que ha merecido tu sonrisa y si hubo algo que, por otro lado, arrancara tu despecho. Si el sueño enseguida te doblega y si ningún hormigueo recorre tu pensamiento, ese día, créeme, no habrá valido la pena de ser vivido. Si, por el contrario, incomodada por una sorda voz, escuchas el hilo de tus inquietudes hablarte, entonces descuida… la tragicomedia de tu vida se reanudará vivaz tras el siguiente amanecer. Por esto, amiga, toma partido en tu destino y no permitas nunca que la trampa de la indiferencia te atrape en sus lazos sigilosos.
COLECCIÓN DE POEMAS
«DE AMORES, MENTIRAS Y OTRAS VERDADES»
Esta colección fue elegida primer premio de poesía en el concurso literario de Sant Jordi en el Institut Bisbe Sivilla del 23 de abril de 1997.
I
Un retrato anclado en mi corazón.
Te encuentran mis ojos en esa sombra que en las eternas noches mi alma alumbra huyendo al alba de mi habitación.
Su laurel se torna espina en mi frente toda vez que sus palabras me envuelven, que en el aire su aroma está presente y que sus ojos mirarme resuelven.
¿Hasta cuándo mi pecho soportar podrá esta angustiosa quemazón?
¿Hasta cuándo mis labios silenciar las llamas donde arde mi ilusión?
¡Oh, qué cerca está la lontananza que arrimándote alejas mi esperanza!
Pineda de Mar, 16 de diciembre de 1996.
II
Te perdí de vista antes que pudieran mis ojos alumbrarte.
Tus pupilas, caprichosas, siguieron otros pasos, otra estela.
Te fuiste. No sé dónde ni con quién, me basta saber que fue sin mí.
Pero la noche no se va sin llevarse consigo la oscuridad y no podías irte sin algo de aquel que te lamentó, de aquel que te lloró, de aquel que te perdió.
Quizá robar a una estrella uno de sus brazos…
O enfrascar los colores y aromas de un amanecer…
O arrebatarle un soplo de brisa al mar.
Pero no, poco o nada tiene que ver eso contigo.
Así que guarda estas letras, donde encontrarás una lágrima, la mía; un hasta siempre, el tuyo; y un destino, el de los dos.
Cortelazor, agosto 1996.
III
Sentado en la orilla de este arroyo, persiguiendo brillos con la mirada, creo ver algo tuyo en la clara hondonada.
Me salpican las gotas del torrente, y me susurra tu nombre al oído el son hipnotizante que fluye del olvido.
Así, como una piedra que hasta el fondo pausada cayera el agua ondeando, en la silente soledad me escondo. Como pupila que ahoga una lágrima; como suspiro que enmudece el alma; como un sueño perdido entre la bruma.
IV
Hay veces que cuando miramos al cielo, creemos ver en las nubes figuras inverosímiles de seres fantásticos que nunca han existido… El rostro en jirones, de intangibles amores que nunca nos han mirado… Y tantos fantasmas como personas eleven su mirada al infinito… Pues son esas nubes vapores emergentes de nuestras mentes, pero tan buen punto al llover se van prestos a deshacer como sueño al amanecer.
V
¿A qué preguntármelo?
Que mi vida es tensar de tu corazón las fibras; mezclarme en el aire que a tientas anda en tu pecho; filtrarme entre el amargo otoño de tus retinas; acariciar la música de tus labios; naufragar en los acantilados de tu piel; salvar, en fin, el hondo abismo que nos separa.
Mas ¿cómo puede, oh amada, brillar mi tenue rielar de luna bajo tu océano de sol?
VI
¿Tal vez nunca supiste de mis ojos?
De aquellos que hablan de mi alma, como el mar gris de un cielo sin vida. Mas yo sé lo que me ocultan los tuyos:
que son el verso que nunca pensé, la fría lluvia que siempre me mojó, la sombra que nunca me acompañó y… el pardo rayo que siempre amaré.
Pineda de Mar, 2 de diciembre de 1996.
VII
Sé que mi espíritu nunca rondará en tu mente, que de tu ardor un suspiro nunca quitaré, que en mis manos no hallarán rastro de tu perfume ni en mis mustios labios el eco de un beso.
Sin embargo, oh intrusa de mis sueños, guardo el ser que anega mi corazón en la tosca hilatura de mis versos. Que no son ellos si no mi lumbre en heladas noches de invierno, los pozos donde destino mis penas, la ciénaga que inmerge mis deseos y… destellos que parten de tus ojos, se confunden pronto en una mirada y acaban enredándose en mi pluma.
Pineda de Mar, 12 de diciembre de 1996.
VIII
Creí sentir cuando sólo del leve caparazón de la niñez me libraba: yugo que demasiado fatigó una andanza con rumbo a no perder lo que nunca había hallado.
Necio, torpe, iluso de mí, que vestí al silencio de alboroto al vacío de realidad con versos de los que nunca filtré mi vanidad. Quizá esté siendo demasiado severo,
quizá entonces subestimé a la verdad, mas cierto es que ningún corazón que hoy suspire está a salvo de un día olvidar.
IX
Cuando el pincel renuncie a mancharse con la hiel de la vida. Cuando el invierno no me resulte más frío que tu mirar. Cuando me haya olvidado del mar y sólo baste agua para calmar mi sed. Cuando un perfume no grabe nombres en el alma… Entonces podrá mi corazón doblar el tañido de los difuntos. Entonces podrá el campanario murmurar mi pulso extinguido.
Mientras, lluvias y otoños, como implacable riada de muerte, bajo su lodo entierran el brote que floreció en mis sueños.
SONETO A LA RISA
Solemne sinfonía, fenomenal del odio lamento. Súbita tormenta carmesí entre colinas nevadas es esta que sin mojar provócame mal fatal.
De tu alegría preso musical que oculto en nacarado cofre resta, mas eufórico se libera en fiesta cuando vives un suceso genial. Es para mí este silencio angustioso, pues deja mudo tu rostro en tristeza y en lamento inmerso húndeme copioso.
¡Dichoso Ulises! Fue alta tu proeza de sirenas burlando el son engañoso, mas vivo yo oyendo mayor belleza.
CANCIÓN DESESPERADA
Mi camino sabe de dónde mas no hacia dónde. Comprende el porqué mas no el para qué. Y no tiene a quién encontrar ni a quién evitar.
Mi camino conoce el cuándo mas no hasta cuándo.
¡Qué grandeza fuera el volver a empezar y qué desdicha que no pueda al fin acabar!
HUELLAS
Cuando en la ausente tarde del mañana añore la costumbre nuestra cita de amor.
Cuando quieta a través de la ventana no tengan tus labios a quien entregar su ardor. Cuando de tus pupilas el fulgor lo empañen las lágrimas de soledad tirana. Cuando al fin al atardecer tus manos extrañen sentir mis dedos a su alrededor y no halles más que la carta cercana donde tiembla aún la voz de mi antiguo clamor. Sabe que si te apena tanto daño cuando justo el alma echaba a volar, en el silencio nocturno del sueño a tu lado mis alas voy a desplegar.
Julio 2003.
Pineda de Mar, 13 de septiembre de 2003.