BALCEI 191

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rincón del libro

53 Balcei 191 septiembre 2020

#alcorisasaleunida

Irene Vallejo

EL INFINITO EN UN JUNCO

Irene Vallejo.

Hay libros que desde su inicio nos atrapan con garras de emoción: «Misteriosos grupos de hombres a caballo recorren los caminos de Gracia. Los campesinos los observan con desconfianza desde sus tierras o desde las puertas de sus cabañas. La experiencia les ha enseñado que sólo viaja la gente peligrosa: soldados, mercenarios y traficantes de esclavos. Arrugan la frente y gruñen hasta que los ven hundirse otra vez en el horizonte…Para cumplir su tarea deben aventurarse por los violentos territorios de un mundo en guerra casi constante. Son cazadores en busca de presas de un tipo muy especial. Presas silenciosas, astutas, que no dejan rastro ni huella». Así nos atrapa Irene Vallejo desde el primer párrafo del libro. Los cazadores son cazadores… de libros. Libros que como nos dice Umberto Eco es un invento que pertenece a la categoría de la cuchara, el martillo, la rueda o las tijeras. Una vez inventado no se puede hacer nada mejor. La autora nos introducirá en una historia de aventuras, terror, misterio, historia, magia, tecnología, ciencia ficción, autobiografía… En todo ello y muchísimo más se verán sumergidos con la lectura emocionada del libro. Con los guerreros que hemos abandonado, nos encontraremos pronto con Alejandro Magno y cómo el libro conduce su propia historia y herencia universal. Sus sucesores, tres generales en disputa, quedarán en uno: Ptolomeo que inaugura una saga de emperadores egipcios y fundador de la gran Biblioteca y Museo de Alejandría. Al pasearnos por los pasillos con el bibliotecario mayor y los sabios alejandrinos, Irene Vallejo nos enfrentará a un sinfín de preguntas: ¿Cómo se producen los papiros que contienen la información y son los libros de ese momento? ¿Cómo combinar y con qué los juncos para producir los papiros? ¿Cómo recopilar todos los temas y todos los libros del mundo? ¿Cómo ordenarlos y conservarlos? ¿Cómo traducirlos o copiarlos? ¿Cómo preservarlos de las plagas o de la humedad? ¿Quién puede acceder a los libros? ¿Quién puede leerlos o copiarlos?…Una multitud de preguntas que se van abriendo ante nosotros con claridad y que avanzan con los

siglos o las civilizaciones al mismo tiempo que la cultura, la tecnología, el poder o las guerras de otras civilizaciones nos ofrecen una nueva solución y nuevos interrogantes. Una biblioteca nos lleva a otra o a descubrir que ya en Alejandría existió una, abierta a todo el mundo: la Biblioteca de Serapeo. Pronto habremos de acabar en los alfabetos y cómo el hombre ha conseguido interpretarlos y compararlos o traducirlos. Pero los alfabetos y su aprendizaje conllevarán una especialización y selección que el poder detentará siempre y de la que se excluirá a las mujeres. Mujeres de las que, en pocos casos, pero han permanecido versos y testimonios, ideas y valores alternativos a los predominantes en su sociedad. El alfabeto, ese invento mágico, que transporta sonidos generará escuelas y enseñantes. El método de transmisión será, casi siempre, sádico por su pretendida exclusión y selección. Pronto la creación literaria habrá de alinearse con el poder. En caso contrario el escritor suele perder algo más que la mano escriba. Pero la multiplicidad creativa griega será tal que no hay forma de cercar la creatividad humana y el «veneno» de los libros que se atreven a olfatear y perfumar cualquier tema. Estamos a un paso de las primeras quemas de libros y la propia destrucción de la Biblioteca de Alejandría o de tantas en la historia posterior, como no hace tanto con los nazis o la biblioteca de Sarajevo. Con las escuelas aparecerán libreros y librerías ambulantes y el control tan masculino se empieza a quebrar en la Grecia de los siglos próximos al nacimiento de Cristo. El alfabeto, ese invento mágico, que transporta sonidos, generará escuelas y enseñantes. El método de transmisión será, casi siempre, sádico por su pretendida exclusión y selección. El transcurso de los siglos nos aportará el pergamino como soporte más duradero frente al papiro. Pero nos encontramos aún en un mundo donde los poemas e historias se transmiten oralmente y la lectura era, siempre, en voz alta. El traslado de la cultura griega y el helenismo a Roma supondrán un cambio magno pero dentro del respeto romano por la cultura y lengua griegas que los mismos romanos consideran superiores y no tienen ningún impedimento en copiar. El impulso romano al mundo del libro será parejo a la riqueza del imperio. La propia Roma dispondrá de librerías estables con un fondo que ofrecer. En el siglo I nace el «lector anónimo». Y con ello el librero que se convertirá en un oficio de riesgo a lo largo de la historia. No hemos de recordar sino el tal oficio al final de nuestra última dictadura. Los romanos darán notables pasos en la encuadernación y los libros serán compañeros habituales de viajes. Y es tal el furor lector, que conocemos esa primera historia de un «fan» gaditano que viaja a Roma desafiando los gastos y peligros para ver de cerca a su idolatrado

escritor Tito Livio. Tras verlo, y sin atreverse a saludarlo, vuelve sobre sus pasos para regresar a su Cádiz. Los avances hacia la simplificación de la lectura fueron lentos, indecisos y graduales. Se escribía todo seguido, sin separaciones. A la vez, se iniciará el camino de la ilustración. Las incursiones bárbaras destruyeron un imperio en descomposición cultural. Los libros se refugiarán en los monasterios y, luego, en las primeras universidades como Bolonia y Oxford. La invención de la imprenta será el gran paso junto con otros hitos como la Enciclopedia. «La invención de los libros ha sido, tal vez, el mayor triunfo en nuestra tenaz lucha contra la destrucción. A los libros se debe la supervivencia de las mejores ideas fabricadas por la especie humana. Sin los libros las mejores cosas de nuestro mundo se habrían esfumado en el olvido». Es el mensaje final de Irene Vallejo. Frente al libro que les presento se hace ridícula y escasa una síntesis como la que adjunto. Es un libro mucho más amplio de lo que yo he sido capaz de resumir; sus tentáculos llegan a todos los aspectos de nuestras sociedades, se atreve a juicios morales y políticos y a exponer la propia vida de la autora. Se trata de una cascada de sabiduría, de historias, de anécdotas, de reflexiones, de juicios y de argumentos. Un libro que invita a leerlo sin dejarlo pero que creo que puede ser retomado y releído, que puede ser leído sin necesidad de un orden estricto ni con unos capítulos cerrados. Es un auténtico tesoro de los que merece la pena tener a mano, leer a menudo y compartir. Sin duda, creo que acompañando la explicación que el propio libro hace de lo que es un «clásico», se ha de convertir en ello. Jesús Félez Bono


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