57
palabras al mar
Balcei 191 septiembre 2020
#alcorisasaleunida
Que la escuela sea más bella Hace un año escribí un artículo que publiqué en este mismo lugar. En él hablaba de deseos, ilusiones y proyectos. Todos ellos posibles. Todos ellos conseguibles. Hoy, 365 días después, me pregunto si podría escribir el mismo texto y confieso que no encuentro respuesta. Lo cierto es que no tengo posibilidad de hallar ninguna. ¡Han cambiado tanto nuestras vidas! Si alguien nos hubiera dicho…En fin, ya sabemos lo que va después de esta frase. ¿Para qué seguir? Sin embargo, me gustaría recuperar aquellas sencillas frases y tratar de ponerlas en contexto, en el que ahora nos acompaña. A cuyo amparo respiramos este aire de incertidumbre, de inquietud, de inestabilidad. Escribí entonces: «Hoy empieza un nuevo curso. Un curso joven de mochila amplia, de estuches abiertos. Con la ilusión de siempre, con cien mil motivos para soñar». ¿Joven? ¿Mochila amplia? Sí, desde luego, pero nos hará falta que la sangre corra por nuestras venas con la fuerza del futuro, ese que nos espera aunque no sabemos dónde. Escribí entonces: «Nuestros centros son un espacio y un momento para el encuentro. Por eso soñamos que nuestras escuelas lo sean para todos». ¿Espacio para el encuentro? Ni el más diabólico de los guionistas de las peores películas de serie B habría sido capaz de imaginar una realidad más torcida. ¡Qué humor más negro! ¡Qué maldita ironía! Escribí entonces: «Nos unimos a soñar una escuela bonita, donde la belleza sea la mano que cogemos para sentirnos bien». Sin duda seguimos soñándola, aunque hoy la belleza no la construimos a base de abrazos y sonrisas limpias, sino de voluntad para cuidarnos unos a otros. Escribí entonces: «Una escuela que nos maraville con el saber, con el arte, la música, la poesía, la naturaleza». Sí, sin duda segui-
Dadú en verano.
mos empeñados en ello, pero habrá que buscar otros caminos, hasta ahora desconocidos pero ya lamentablemente familiares. Escribí entonces: «Una escuela manchada de sociedad en la que se caigan las paredes y los muchachos se sientan tan cómodos en nuestras calles como en nuestras aulas». Otra horrenda pesadilla tener que renunciar a ello y hacer de los límites físicos nuestro seguro de vida, nuestra garantía de bienestar. Escribí entonces: «Una escuela de la creación, donde nos expresemos con libertad para sentirnos más cerca de los demás». ¿Libertad? ¿Cerca de los demás? Tendrá que ser a través de la mirada semiclandestina, sujetos a la norma que nos impide ser libres pero nos asegura el bienestar y la salud. Y escribí, en fin: «Una escuela, no de la razón, sino de las razones. Porque estamos
en comunidad para hacernos preguntas que solo la vida podrá respondernos». Y seguimos creyendo en la comunidad, porque solo sintiéndola como algo propio podremos sostener el alma que tanto dolor acumula, el corazón que no debe dejar de latir nunca. Todo eso era ayer. Todo esto es hoy. Y en mi párrafo final le otorgo a mis compañeras, a mis compañeros docentes la confianza en su compromiso, en su generosidad, en su esfuerzo, en su fe sin límites. Y confirmo un año después la semilla que sembró en nuestra piel el profeta Joel, quien en el siglo IV escribió: «Vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones y vuestros mayores soñarán sueños». Profeticemos, pues, las visiones que soñamos. Porque eso nos queda: el futuro por construir.
Hace 35 años que todo empezó
Juan Antonio Pérez Bello cumple 35 años como maestro, dedicación y entusiasmo. Enhorabuena.
En 1985, hace 35 años, España firmó su adhesión a la CEE y se aprobó la Ley del aborto. Los chicos de Plan organizaron una «caravana de mujeres», el coche más vendido fue el Renault 11, la Liga la ganó el FC Barcelona y se estrenó Regreso al futuro. Un maestro, una maestra de EGB con oposiciones recién aprobadas (no había interinos en muchos sitios) cobraba 82.000 ptas. (494 €) y un litro de gasolina costaba 93 pesetas. En 1985 la vida era tan limpia y sincera como hoy. En 1985, digo, escribo, el futuro se presentaba tan ancho e incierto como siempre. Hoy, 1 de septiembre de 2020, hace 35 años que comenzó mi carrera profesional. Fue en Calahorra. Aquel luminoso día llegué al colegio público «Quintiliano», donde me recibió su director. Se llamaba José Mari. Te-
nía, por decir, 35 años y el colegio que dirigía había sido inaugurado tan solo hacía dos años. Era, pues, un centro joven y vigoroso. Como yo, con mis 23 agostos recién cumplidos. Allí aprendí la primera gran lección, pues esa misma tarde el mencionado director y su esposa me invitaron a tomar un café en una terraza y me enseñaron la ciudad. Su cálida acogida me ayudó a comprender que en la vida que iniciaba entonces debería tener cabida un valor que he cultivado desde entonces: la atención, la compañía, la cercanía hacia mis iguales. Y en sus laderas sigo recogiendo el fruto de mi compromiso. Con todas vosotras, con todos vosotros. Juan Antonio Pérez Bello www.juanantonioperezbello.com