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Balcei 203 septiembre 2022
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#alcorisasaleunida
Balcei 203 septiembre 2022
#alcorisasaleunida
aire azul Real Zaragoza, aire azul
UD las Palmas, 0 – Real Zaragoza, 0 Divinas paradas
Cuando el zaragocismo visita el estadio Gran Canaria es inevitable que un leve estremecimiento recorra la espina dorsal del león. Aquel maldito día de junio de 2015 sigue oscureciendo la memoria de la afición blanquilla y no permite que los horizontes se ensanchen en la mirada colectiva.
Ayer volvió a hacer clic la llave de la luz del futuro. Una nueva senda que abrazar, un nuevo equipaje que nos acompañará durante diez meses de incierta navegación. Y siempre la misma pasión, la que alimenta nuestras almas malheridas, pero siempre sanas por mor de la esperanza que nos alimenta.
El pecho cubierto por la camiseta perfumada con el aroma del cachirulo fue la tarjeta de presentación de este Real Zaragoza que promete ser más de autor que nunca, de la mano, en esta ocasión, de Juan Carlos Carcedo. Un Real Zaragoza automatizado y espontáneo a la vez, con un libreto de párrafos ciertos y diálogos fluidos, la calidad de cuya representación dependerá no solo del escritor sino sobre todo de los intérpretes.
Con los ensayos apuntando una línea argumental atractiva, el primer partido de la temporada fue más un ensayo general que un estreno. Los chicos tomate son (casi) los mismos que el año pasado sudaron sangre para no acabar abucheados por el público, pero algo ha ocurrido durante estos meses de calor infame y fuego iracundo. Amparados por la ausencia de ruido alrededor, con un relato suave y a veces mortecino el entrenador riojano ha compuesto una melodía de compases marcados y ausencia de síncopas. Él mismo lo explicó en la previa: «Seremos un equipo difícil». Y ha cumplido.
La UD Las Palmas se quedó con el guion y lo interpretó con una corrección irreprochable. Le mostró al Zaragoza cómo se acaricia el balón con una posesión insultante y un desarrollo futbolístico acorde con el gusto de la isla. Hasta ahí no hay debate. El diálogo lo abrimos cuando consideramos que la escuadra aragonesa permitió a los canarios que creyeran en su plan, pero en realidad lo que ocurrió fue que los porteros vivieron una primera parte muy plácida, salvo un error mayúsculo de Viera y una buena parada de Cristian a chut del mismo jugador. Y ese dato nos acerca a una verdad irrefutable en el universo Fútbol.
El grupo se veía firme y equilibrado, sostenido por una cobertura fiable y un adalid, Cristian, sólido en lo futbolístico y consistente en lo anímico, ejerciendo de líder incontestable. Y Gámez, que comenzó a asomar por la galería corrida que es su banda a la que había dejado huérfana durante cincuenta minutos. El valenciano decidió activar la opción «Hace un año» y comenzó una serie de acciones en las que todos lo reconocimos. Sus avances por la banda sirvieron para que el equipo cabalgase sobre su memoria y, al tiempo, le llegase a Carcedo el mensaje de que podía agitar el partido incorporando a Mollejo y Eugeni en lugar de Puche, la nota inesperada de la noche, y Bermejo, algo desplazado de su papel de actor principal con que acabó la temporada. Y les vino bien.
Se equilibró la pugna y la noche canaria comenzó a tomar un color rojizo muy apetitoso. Sin embargo, cuando parecía que la proa de la nave aragonesa enfilaba puerto insular Chavarría derribó a Loiodice. El árbitro, Milla Alvendiz, señaló el punto fatal con una seguridad que no admitió duda. Los jugadores del Ebro, sin embargo, protestaron como un solo hombre. Algo había pasado. Y eso se demostró un par de minutos después. Cuando Viera se disponía a lanzar el penalty desde la sala del VAR llegó el aviso para que se revisase la acción. Justa decisión. Había habido un gesto de falso contacto por parte del francés y se anuló la pena.
Este hecho le dio todo el oxígeno del mundo al Zaragoza, quien estiró un tanto su columna vertebral y asomó sus puntas de lanza. Giuliano y Petrovic tuvieron un par de breves destellos que anunciaron alguna posibilidad, aunque estériles. El partido moría, pero aún nos quedaba por ver la jugada de la jornada. Curbelo, desde 30 metros, engarzó una joya en forma de disparo en el anillo de la noche. En el vuelo del balón vimos la belleza de un deporte que enciende las llamas de la vida y aunque, como dice Valdano, “en el fútbol es pecado aplaudir al rival”, no nos habría quedado más remedio que ovacionar un grandioso gol. Afortundamente, un dios sin olimpo que se llama Cristian y que se empeña en discutirle al mundo su naturaleza humana destrozó a Newton con un vuelo imposible para regalarnos un paradón de leyenda. Cristian, una vez más, “el Divino”. Nuestro divino.
Empate, entonces. Un punto que en esta categoría puede ser de oro. Un punto que nos quedamos para acercarnos a la orilla que ahora sabemos lejana, casi imposible, pero que en nuestros sueños tiene la arena dispuesta para acoger nuestros bajeles. Singladura eterna que nos permita regresar a casa. A primera.
Real Zaragoza, 0 – UD levante, 0 navío sin espolón
Ver un partido del Real Zaragoza junto a mi amigo Pepe Formento es vivirlo dos veces. La primera, porque el escudo del equipo de nuestra vida nos hace vibrar a ambos a la vez. La segunda, porque la historia del zaragocismo se construye sobre corazones como el suyo. Y si además de todo eso el encuentro lo tenemos en las gradas de nuestra amada y vieja Basílica, no cabe más gozo.
Bueno, en realidad dejamos un hueco para una alegría mayor que ayer no se dio: la victoria del equipo del león. No pudimos cantar sus goles porque a este navío le faltan aún unas cuantas velas y, sobre todo, un espolón capaz de perforar el casco de las embarcaciones enemigas. En román paladino: necesitamos un delantero de solvencia.
Sí, ya sé que en la tribuna de enfrente se sentaba la nueva cúpula del Real Zaragoza, con Jorge Mas ejerciendo de máximo ejecutivo de la nueva propiedad y a su lado se ubicaban Javier Lambán, presidente de Aragón, y Jorge Azcón, alcalde de Zaragoza. También sé que el club homenajeó en un gran detalle institucional a nuestro Estatuto de Autonomía al celebrar su 40 aniversario. Todo muy formal y hasta necesario. Sin duda son signos de futuro que conviene valorar, pero esos detalles muy pronto pasaron a segundo plano.
Concretamente cuando el balón comenzó a rodar, anunciando el comienzo de una nueva temporada que, por lo visto ayer en el estadio zaragozano, despierta ilusión y hasta esperanza.
El Zaragoza jugó una primera parte de construcción sólida y coherente. Un periodo en el que Carcedo vio cumplido su plan gracias a la aplicación de sus muchachos y a que el equipo está muy bien enseñado, con una serie de lecciones de complejo desarrollo, pero de eficacia demostrada. El Levante, uno de los portaviones de la categoría, se vio disminuido por la inteligente propuesta futbolística de los blanquillos y la correcta ejecución del guión. Pero toda obra necesita una firma, un rasgo definitorio del autor o autora y en fútbol, eso se llama “gol”.
Precisamente lo que no tiene el equpo aragonés. Si dispusiera de él, a los cuatro minutos el 1-0 habría subido al marcador, pero Vada no es Borja Bastón, ni Borja Iglesias ni Luis Suárez. Ni siquiera Ángel, el habilidoso tinerfeño que en una temporada de nieblas y medios soles llegó a sellar 19 goles, algo que hoy consideramos un tesoro digno de ser custodiado en la Isla de la Tortuga. Pues bien, sin ese gol en el repositorio zaragocista es muy difícil completar una digna e interesante primera parte, en la que hasta en otras tres ocasiones se rozó el gol. Pero rozar no es convertir.
Los momentos de los que hablo son un chut de Gámez que Cárdenas resolvió con una parada muy vistosa, una vaselina errada de Bermejo tras