'El fútbol y los siete artes'

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Nยบ6 FEBRERO _ revista digital

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BORGES Y LOS LÍMITES

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HAY PARTIDOS QUE DURAN MEDIA HORA

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GALEANO; MENDIGO DEL FÚTBOL

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ENTREVISTA MARCEL BELTRAN

OLIVER Y BENJI 22 Y EL FÚTBOL MODERNO 28 LA PERSPECTIVA ESFÉRICA DE PAOLO SORRENTINO 32 ‘UNITED’ Y LA TRAGEDIA QUE INICIÓ LA ÉPOCA DORADA

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JORGE LUIS BORGES

BORGES Y LOS LÍMITES

TEXTO ALBERT BLAYA TWITTER @BLAYASENSAT


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Hubo alguien, hace un tiempo, que se atrevió a poner el fútbol en el lado de los malos, de los maleantes y los vagos. Ese alguien, más concretamente, fue Jorge Luis Borges, uno de los intelectuales más importantes que Argentina ha visto nacer. El escritor dedicó parte de su vida a escribir relatos repletos de conceptos filosóficos, de cuentos que desgranaban la metafísica hasta convertirla en mera ficción. Sin embargo, tras su apabullante condición de intelectual se escondía un hombre con sus manías, la más destacada fue la que hoy nos une en este artículo: el fútbol. Argentina no es la cuna “biológica” del fútbol, pero sí es el país en donde se respira por todos lados. Incluso en tiempos de muerte. No ha habido mayor fiesta nacional dedicada al fútbol que la que tuvo lugar en 1978, mientras el mundo miraba con curiosidad lo que sucedía sobre el verde la dictadura de Videla seguía asesinando bajo el gran tapete. El fútbol, la excusa perfecta. El juego. Y Argentina ganó. Qué cosas tiene la vida. Poco antes de la celebración de la Copa del Mundo, el escritor concedía una entrevista para el diario “La Razón” en la que aseguraba que “no entiendo cómo a la gente le puede jugar el fútbol. Es un juego sucio, innoble, agresivo y meramente comercial”. Jorge Luis Borges, una de las figuras más laureadas de Argentina, mostraba su repulsión por el fútbol poco antes del inicio del Mundial. Borges, obsesionado en buscar el significado de todo, en darle una narrativa a lo que la gente ni tan siquiera se plantea, no encontró la belleza en el fútbol. Lo odió. Sin paliativos. “El Rey Liar”, una de las obras más relevantes de William Shakespeare ya anunciaba esa rotura entre la alta cultura y la popular, en la que se encuentra el fútbol, cuando un personaje de la obra (Kent) se burla de su sirviente llamándolo “base football player”. Shakespeare, contigo empezó todo que diría Piqué. Luis Menotti se sentó con Borges poco antes de la final que iba a disputar Argentina frente a Holanda. “¿Por qué?”,

imagino que le preguntaría, con tono pastoso, mirada juguetona. “Jamás he visto en mi vida un partido. Primero porque soy casi ciego, segundo porque es parte del tedio, y además porque la gente que asiste a esos partidos no va por el fútbol en sí mismo, como deporte, sino exclusivamente para ver ganar a su equipo”. Una respuesta contundente. Durante la Copa del Mundo desconozco qué hizo Borges, dónde estuvo, a sus 79 años, con su mirada altiva y sus frases sentenciosas. Para el escritor el fútbol es popular porque la estupidez también lo es. Razón no le falta. Deberíamos preguntarnos qué no es popular que no contenga, ni aunque sea, algo estúpido, trivial. Nos quedaríamos sin nada. Fue Jorge Valdano quien, tiempo después, nos iluminó cuando dijo que “el fútbol es la cosa más importante de las menos importantes”. Puede que para Borges todo fuera cuestión de vida o muerte, ahí no entra el fútbol, por supuesto. Pero no así para sus compatriotas, que buscan el significado de la vida en el cuero, el verde y el olor a sudor, no en las páginas como hiciese Borges. No sé qué diría si viese la que se armó en su tierra con la Copa Libertadores. No hay país más consumido por el fútbol que Argentina, más torturado, y que a la vez lo ame más. Antes de disputarse el Mundial de México 1986, Borges afirmó que “no voy a ver ningún partido, me iré a cualquier parte”. Se perdió a Diego Armando Maradona marcando “el mejor gol de la historia” a los ingleses, el país que dio luz al fútbol. Qué cosas. Jorge Luis Borges representa la rotura, el boquete tremendo que existía entre intelectuales y futbolistas. El fútbol sigue siendo igual que antes, son 22 personas corriendo detrás de un balón, gente gritando de forma egoísta. “Mi equipo”. Nacemos siendo de un equipo, puede que sea la única cosa que te acompañe durante toda la vida, pero sigue siendo estúpido. No me atrevo a cuestionar a Borges. Se apagó lentamente poco antes del final de la Copa del Mundo de 1986. “Me iré a cualquier parte”, retruena en mi cabeza su lapidaria frase.


JORGE VALDANO

HAY PARTIDOS QUE DURAN MEDIA HORA

TEXTO JAVIER ROLDÁN TWITTER @JAVIHIPO

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“Hay partidos que duran media hora, partidos que duran noventa minutos y partidos que duran toda la vida”, dice el protagonista de este texto. Habla del Argentina-Inglaterra de México ´86 para referirse realmente a la memoria y al tiempo. Quien lo dice es un ex futbolista, pero no cabe duda de que sus metáforas llevan detrás a Zaratustra, el transcurso de su carrera al superhombre y su mente no solo a Nietzsche, sino al resto de maestros de la filosofía. Como bien dice, Maradona y su mano de Dios no murieron aquella noche, la estela se alarga casi tanto como ese partido que se juega desde hace más de cien años: cultura contra fútbol.

es Jorge Valdano, el deportista y pensador a quien pertenece la sentencia que abre este artículo. Si se nombra a Valdano se acaba pensando en fútbol, pero no sin antes haber pensado en cultura. Jorge es modelo de reflexión, pero mal se entendería creyendo que la parte pasional que parece inherente al fútbol es desconsiderada por él. Para el argentino, tanto jugador como aficionado han de vivir el impulso, el grito o el orgullo, pero a la vez debe imperar la responsabilidad, la sensatez y el respeto. Como sintetiza sobre su libro Fútbol: el juego infinito, “se trata de trazar puentes entre la emoción y la razón”. Háblese a continuación de Valdano, por tanto, háblese de la adecuada mezcla de deporte, filosofía, ética y saber.

Si se habla de cultura, no cabe duda de que la palabra escrita ocupa un lugar central. Bajo la bandera de Borges, los escritores cultos que consideran al fútbol una estupidez son legión. Menos pero bien armados, al otro lado del graderío los defensores de la compatibilidad entre intelecto y deporte cuentan con prestigiosos nombres como Camus, Bolaño, Benedetti, Fontanarrosa, Nabokov, Vargas Llosa, Marías… Buena resistencia, que sin duda se debilita si se baja al pasto. La cantidad de jugadores en los que únicamente la pasión del juego o la rentabilidad de la profesión acapara su vida fue, y seguirá siendo, superior al gremio de futbolistas con intereses que trasciendan el aquí y ahora, el sustancial sueldo o las mieles de la fama. Muy superior, pero la cifra nunca será total.

Años setenta: inicio “El fútbol es una excusa para ser feliz. Desde el fútbol uno puede filosofar, desde la filosofía es imposible hacer fútbol” (Valdano en Sueños de fútbol). El primer gran filósofo griego, Sócrates, tras ser juzgado y condenado a elegir entre exilio o muerte, prefirió esta, argumentando, entre otras cosas, que él era ciudadano de Atenas y que fuera de ella ni podía ni quería ser nada. Habiendo debutado con gol en la última fecha de la temporada que finalizó en 1973, Valdano formó parte del primer Newell´s campeón contando solo 18 años. Tras ganar el juvenil con Argentina, en 1975 debutó con la selección absoluta de Menotti haciendo dos goles. Tras el estreno, el técnico nacional se acercó a él, le estrechó la mano y, cercano, le dijo: “Qué hizo, nene, metió dos goles, es usted un irrespetuoso”. Serían los inicios de la admiración de dos sabios. Más tarde, Valdano fue preguntado en varias entrevistas por su sentimiento hacia la Albiceleste: “No hay nada comparable a representar a la selección de tu país”. No había duda de que, como el orador ateniense, Valdano amaba su origen, su pueblo, su actual club y su país, pero, a diferencia de Sócrates, su mente pedía horizontes mayores.

Un somero repaso a la historia reciente del fútbol hasta nuestros días deja varios ejemplos a este respecto. En los años setenta se encuentra Pirri, glorioso capitán del Real Madrid que soñaba ser pintor además de futbolista y tenía su casa atestada de cuadros. Al otro lado del Atlántico aparece un Menotti apasionado de los libros y la música clásica que, ya como técnico, recuperó, estudió y perfeccionó los valores de La Nuestra hasta ganar el Mundial toda vez que pretendía mejorar el mundo a través de ideas y letras. Y Venables, ya en los ochenta, que tomaba notas de contenido extradeportivo durante sus sesiones en el Barça y hasta se lanzó a escribir una novela futbolera. O un estudioso arquetipo de comportamiento dentro y fuera del campo, conocido como Butragueño. Aunque inferiores en número, todos ellos defendieron desde dentro que mienten quienes contraponen cultura y fútbol. Pero si alguien ejemplifica más que cualquiera no solo la posibilidad, sino hasta la necesidad de unir ambas disciplinas para provocar que tanto una como la otra alcancen su cénit, ese

Pese a vivir en un barril, Diógenes de Sínope era considerado el más sabio de Corinto, su ciudad de acogida. En su visita a dicha localidad, el emperador Alejandro Magno fue a hablar con Diógenes, a quien los ciudadanos habían señalado como su principal maestro. En el transcurso de la conversación, el emperador le dijo que le pidiese lo que 7


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quisiera, que le sería concedido. El pensador, que lo había escuchado con el mismo respeto que falta de interés, le respondió que únicamente le pedía que se echase un poco hacia el lado, ya que le estaba impidiendo ver el sol. Diógenes fue la representación del cosmopolitismo, del mundo como hogar.

y, científicamente, se alcanzase la sociedad perfecta. Como muchos intelectuales de su época, Valdano conocía teorías como las del cabezón barbado. “No sigo a Marx como no sigo a Jesús. Pero entiendo lo que es la injusticia social”. Si bien Jorge dijo no ser radical, en lo personal no dudó en aplicarse muchos de los respetables principios de corte socialista para ir haciéndose hombre y profesional. En una época, un país y una categoría donde la calidad con el balón era secundaria, el delantero supo colgar la medalla de campeón argentino y trabajar hombro a hombro con sus compañeros en busca tanto del bien propio como del equipo.

Es sabido que Valdano conoce hoy la figura del cínico, pero cuando a mediados de los setenta decidió hacer las maletas recién cumplida la mayoría de edad y cruzar el océano quizá para siempre, difícilmente su ansia de conocer mundo y crecer expandiéndose fuera fruto de sus lecturas, sino que la misma filosofía salía de sí. “La vida es riesgo, yo no la entendería de otro modo”. Su decisión había sido apoyada por el técnico Griffa, y en plena ascensión llegó la propuesta del Alavés, un equipo de la segunda categoría española. “Me había propuesto aceptar la primera oferta que me viniese de Europa”, explicaría. Siendo fiel a su palabra, aceptó, dejando atrás la cuna con el sueño de alcanzar el Real Madrid o el FC Barcelona.

Pero Valdano estaba más cerca de los ideales sociales del escritor francés Albert Camus que de los de Jean Paul Sartre, antiguos amigos que acabaron enfrentados por su diferente interpretación de cómo debería el socialismo hacerse el lugar que para ellos le correspondía. “Yo creo en la palabra”, dijo Valdano como pensase Camus, alejándose de la beligerancia defendida por el último Sartre, concordante con el marxismo. Tales ideas pacíficas defendidas por Jorge coincidían con las expuestas por el llamado socialismo utópico, antecedente pacífico a esa aspiración de dictadura proletaria. En este sentido, uno de los intelectuales contemporáneos admirados por Valdano fue el poeta y amante del fútbol Eduardo Galeano. El uruguayo escribió que la utopía comunista quizá fuera inalcanzable, pero que precisamente el término utópico era eso, un pensamiento que siempre va por delante, una esperanza que ayuda a caminar. Jorge sufrió en Segunda, se martirizó por la que a todas luces parecía una mala decisión que podía poner punto y final a una carrera absolutamente vocacional, pero nunca reculó. “Soy enemigo de los recuerdos, no tengo ni una sola fotografía o camiseta de mi etapa como jugador. Creo que hay que mirar siempre adelante”, declararía ya retirado. Trabajo en el transcurso y fe en la evolución fueron sus máximas, coincidentes con los libros leídos y la personalidad que iba forjándose.

“En el país había una mala organización y un gran caos. Me sentí impulsado a irme por deseo profesional, mentiría si dijera que me influyó la dictadura”. Así, mientras Videla se hacía con el país y Menotti devolvía la pelota y la gloria a los argentinos, Valdano pasaba cuatro largos años de fútbol español setentero, de balonazo, barro y roturas de peroné en Mendizorroza. “Por obligación del gobierno, tuve que redactar una carta rechazando acudir al Mundial con la selección”, confesaría años después. Con aquella ausencia, sus jóvenes ideales socialistas quedaban a salvo de la dictadura y de los consiguientes dilemas que tanto perseguirían a otro demócrata como Menotti tras conquistar un Mundial en territorio bajo régimen militar, pero su evolución futbolística se vería frenada drásticamente. “Fue una búsqueda personal. Soy una persona muy reflexiva y la reflexión me llevó a la izquierda como me sacó de la religión”, apuntaría sobre su comprensión social en el ya citado Sueños de fútbol. Antes de llegar a Zaragoza, el siguiente escalón, había crecido mucho más personal que profesionalmente.

Pero no todo genio se conocía en los libros. Valdano lo había aprendido en las primeras letras del Fútbol. Dinámica de lo impensado de Dante Panzieri y, aún siendo un joven jugador del Alavés, lo experimentaría de la mano de Johan Cruyff, que para finales de los setenta ya era todo lo que hoy se le recuerda como futbolista. En un partido coincidieron sobre el césped, Johan se movía con libertad por el campo, guiaba a los suyos con inteligencia al tiempo que daba consignas claras por el bien del juego en equi-

Un siglo antes de aquello, en el Manifiesto Comunista Karl Marx y Friedrich Engels habían abogado por la unión del pueblo obrero para derrocar a la burguesía explotadora. Trabajo, colaboración e igualdad para que el comunismo saliese adelante 8


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po. Hasta ahí, Jorge lo miraba con la admiración que se mira a un ídolo. En una falta, Cruyff protestaba al árbitro y Valdano se aventuró a tratar de hacer entrar en razón al delantero azulgrana, quien, con una agilidad y una calma impropias de una situación que parecía ser tensa, tras preguntarle la edad al argentino, le espetó: “Con 21 años a Cruyff se le trata de usted”. Además de qué libertad quería que tuviesen los jugadores ofensivos de su equipo si algún día llegase a ser entrenador, aquella noche Johan, sin pretenderlo, enseñó a Valdano qué es ser un líder. Dos décadas después, Valdano entrenaría a un Tenerife con Redondo dirigiendo la orquesta a su antojo, y escribiría dos de sus libros: Liderazgo y Los 11 poderes del líder.

cuestionable veracidad pero que hacían de firme asidero al grueso de personas, que había sido expuesta por el novelista ruso Dostoyevski en Los hermanos Karamazov, dos años antes. Si Fiodor exploró la parte oscura, hubo una corriente que, sin obviar las dificultades de dicho individualismo, lo trató desde la esperanza: el existencialismo. El también decimonónico filósofo danés Soren Kierkegaard y, más tarde, otros como Sartre, son considerados estandartes existencialistas. En concordancia con el hombre superior nietzscheano, una de las ideas centrales de dicha rama señala que, en el punto inicial, la existencia hubo de preceder a la esencia por lo que, arrojado al mundo, el hombre no está predeterminado, no teniendo materia cultural, antecedente o ayuda donde apoyarse, sino que ha de hacerse a sí mismo a través de sus propios actos. La persona vivirá siempre bajo la angustia de saberse amparada solo por ella misma.

Años ochenta: nudo Culminando una modernidad que abriese el racionalista René Descartes dos siglos antes y tratando de borrar definitivamente todo vestigio de la Edad Media y el pensamiento teológico, para 1882 Friedrich Nietszche dejó escrito en ‘La gaya ciencia’ que Dios había muerto y que le tocaba al superhombre ser responsable de sus actos, sin acudir a instancias mayores para justificar designio alguno. Sin Dios, dioses mitológicos o Razón ilustrada que dictase, el hombre sería el encargado de considerar su propia escala de valores. Esta sentencia era la confirmación del “si Dios no existe todo está permitido” que reflejase la agonía del hombre moderno tras la destrucción de unos principios de

Los ochenta empezaron para Jorge con su primera temporada en el Zaragoza. Atrás quedaban los esfuerzos realizados para adaptarse y mejorar en un fútbol contrapuesto al que le era propio. Eso valió para llegar al club maño, pero no le serviría de ahí en adelante. En un nuevo equipo, una categoría superior y unos retos diametralmente opuestos a los de su anterior etapa, Valdano no tenía otra opción que remar en nuevas aguas para recuperar el nivel que le había llevado al profesionalismo años atrás. Al existencialista no le valen los proyectos, solo cuenta la obra conseguida. Afortunadamente,

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En la parcela estrictamente deportiva, su buen hacer en la campaña 81/82 le permitió ser parte del plantel para la Copa del Mundo, donde coincidiría con Menotti, Cappa y Maradona, tres figuras destacadas en su vida. Además de compartir las ideas socialistas, el talante o la concepción moral de los dos primeros, Valdano interiorizó la concepción global de fútbol que luego desarrollaría como entrenador. Para ellos el aspecto psicológico era fundamental, la salud del grupo dependía de que todos se sintiesen importantes y participantes. Siendo el entrenador el que finalmente tomase las decisiones, el jugador tenía siempre algo que aportar, y así se le hacía ver. Más tarde, la figura intervencionista y casi dictatorial de Bilardo, haría a Valdano reforzar su idea inicial. Además del trato personal a los jugadores, los planteamientos tácticos también serían centrales en su futuro. Orden atrás, solidaridad en el esfuerzo y libertad arriba serían, a grandes rasgos, los conceptos base de sus equipos. El tiempo haría el resto, creando por sí mismo el entendimiento y las asociaciones entre los propios

la angustia inicial de Jorge se suavizó a base de titularidades y goles. Para cuando acudió al Mundial de España, un Valdano de 25 años tenía poco de juventud y mucho de madurez, tanto cultural como deportiva. En la lucidez personal ayudó que, entre sus ya innumerables lecturas, hubiese conocido los textos del español Manuel Vázquez Montalbán. Además de sentirse identificado porque “la literatura de Montalbán unía lo culto con lo popular”, según sus propias palabras sus artículos le habían hecho pasar de considerar el fútbol un simple juego a verlo como una energía social, comprometiéndose con ella. Según el argentino, tratando al balón desde la literatura Vázquez Montalbán había acercado el fútbol a disciplina artística, arrebatando con ello la exclusividad cultural a una burguesía que, en aquella época, prácticamente acaparaba el disfrute de las distintas manifestaciones del arte. “El fútbol es una microsociedad -imperfecta, porque no incluye a mujeres-, que sirve de espejo para conocer la realidad y al hombre”, apunta Valdano en Sueños de fútbol. 10


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futbolistas para llegar al gol. En España ´82 la Albiceleste naufragó y Jorge se perdió casi todo el torneo tras una lesión, pero, a diferencia de Menotti, siguió en el seleccionado. Dos años antes de ganar el Mundial de México en 1986, un Valdano que podía considerarse un veterano para aquella plantilla formada alrededor de la Quinta del Buitre, consiguió otro de los objetivos marcados al abandonar Argentina, fichar por el Real Madrid.

mundialista, ahora en el Madrid le tocaba ser el jugador experimentado que centrase a una generación naciente en los momentos difíciles. Y si algo se podía confiar a aquel Valdano de 29 años eran misiones de carácter emocional; por supuesto, cumplió su cometido. Pero si esa labor fue imprescindible para que aquel Real Madrid acabase ganando Ligas y Copas UEFA, su papel para que la Argentina de Diego Armando Maradona levantase el segundo Mundial del país, fue vital. Además de compartir el ataque con El Diego interpretando a la perfección lo necesario para dañar a los rivales, su mediación personal, esa sensatez y cordura en las situaciones límite, hizo que la unión entre el Pelusa y Bilardo pudiese fructificar. En lo particular, como sucediese con Cruyff, en Maradona Valdano encontró otro ser superior alejado de las letras, y en Bilardo un modelo de persona y entrenador que él no querría ser. “En los genios el pensamiento, la decisión y la ejecución forman parte del mismo movimiento. El cien por cien de los futbolistas grandes que he conocido son muy inteligentes. Quizá no sean ilustrados, pero tienen una inteligencia muy singular, que no te sirve luego para vivir de manera ordenada”. Ese equilibrio tan defendido por Jorge entre emoción y razón es lo que siempre le faltó a Maradona, pero únicamente con la pasión y el ingenio se sirvió para ser considerado el mejor futbolista de todos los tiempos.

Antes de la irrupción de los presocráticos, el nacimiento de la Filosofía y el período clásico griego, Homero había escrito su Ilíada y su Odisea, épicas que narraban las batallas de los héroes griegos y reflejaban los valores propios de la época, tales como el honor o la valentía. En su etapa en el Real Madrid Jorge Valdano tocaría la gloria y, a la vez, comenzaría a dejar sus sensaciones por escrito. En el libro Sueños de fútbol, los hermanos Carmelo Martín describen el estilo del Valdano escritor: vive los partidos con intensidad. Luego escribe crónicas de lo sucedido en cuadernos que no enseña a nadie. Cada encuentro es víctima de un proceso de disección, en el que no escapa nadie, ni él mismo, a la virulencia crítica -autocrítica- de su pluma. La obsesión dura día y medio: medio domingo y el lunes completito. El martes, resucita el campeón del entusiasmo. Ha decidido resguardarse del fracaso; es más, lo acepta como socio: “Soy un fracasado, no he hecho otra cosa que fracasar. Pero como me gusta soñar, miro siempre más lejos”. En las páginas de El País, el cultivo intelectual de Valdano relució en forma de artículos como el titulado El factor tiempo, en el que refleja la agonía final de aquellas eliminatorias en que la Quinta patentó la expresión “miedo escénico” en el rival, y cuyo inicio dice así: “van tres veces consecutivas. Son los instantes finales, la última oportunidad. Las esperanzas de miles de aficionados se encuentran en fase menguante, pero nadie se mueve. ¿Quién sabe? Todos tensos, todos crispados, todos pendientes del milagro. Una jugada más que el cronómetro convierte en única, un tiro, un rebote, una pierna privilegiada y la red que se sacude para que un estadio se ponga de fiesta dándole la bienvenida a ese gol agónico que vale un triunfo.” Si en el Alavés había adecuado su fútbol a las circunstancias y, siendo un fino chaval entre recios españoles norteños, hubo de luchar como el que más, y en el Zaragoza había superado ser una incógnita para acabar liderando el ataque como 11


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Tras ganar el Mundial, una hepatitis que arrastraba desde Zaragoza acabó con la carrera profesional de Jorge Valdano, en marzo de 1987. “Al menos, pude presumir de que mi virus ganó un Mundial, dos Ligas, dos copas de la UEFA…”, declararía años después para el diario as.

Años noventa: desenlace En su ética formal, el filósofo alemán del siglo XVIII Immanuel Kant, estableció unas máximas de comportamiento que, a su entender, deberían ser cumplidas por todos a la hora de actuar. Una de ellas fue el llamado imperativo categórico o principio de universalidad, que dicta que se ha de actuar de manera tal que ese comportamiento pueda ser elevado universalmente sin resultar contradictorio. Como ejemplo negativo, Kant señalaba la acción de mentir. Así, si se miente por el motivo que sea, se habrá conseguido el beneficiado personal en ese momento, pero será inviable pensar que el acto de mentir pueda elevarse a conducta general, dado que, siendo así, nunca se podría confiar en la palabra del otro y sería imposible la vida en comunidad. Por tanto, comoquiera que la mentira no cumple el principio de universalidad, la tajante ética kantiana exige no mentir, sin medias tintas. En 1989, antes de que una oferta para entrenar le sorprendiese siendo comentarista y en pleno viaje para la Cadena SER, Valdano tuvo tiempo de sufrir un poco más a Bilardo. Llevaba casi tres años retirado cuando el todavía técnico de Argentina contactó con él para decirle que le necesitaba como parte del seleccionado para Italia ´90 y que si se ponía a punto, estaría dentro. “Dame seis meses de tu vida y yo te doy un Mundial”, sentenció el seleccionador. Con 34 años, retirado, pero ya superada su enfermedad, Jorge dejó todo lo que hacía y entrenó como nunca antes lo había hecho, pero a la hora de la convocatoria, en mayo, Bilardo incumplió su promesa, dijo que no le veía bien y lo dejó fuera de la cita mundialista. “Fue una tortura para mí, y encima no me dieron ni las gracias”. “Me sentí el personaje de una malísima novela”. Atahualpa Yupanqui escribió que el horizonte siempre está más allá. Cuando le llegó la oferta del Tenerife a los 36 años, ni el propio Valdano se había planteado dedicarse en serio a entrenar. Una vez retirado de los banquillos, repitió en numerosas ocasiones que para entrenar hace falta una plena dedicación de la que él carece, dado que su curiosidad busca explo12

rar distintos ámbitos, pero no obsesionarse con ninguno concreto que le ocupe toda su atención. Pero en 1992 aún no había probado el banquillo, así que, sin pensarlo dos veces, habló con Ángel Cappa y dijo sí. “Estoy ilusionado por estar de nuevo en medio de la fiesta (…)” Aplicando sapiencia, las enseñanzas de Menotti en lo práctico y del resto de escritores citados a lo largo del artículo en lo espiritual, Jorge Valdano cogió un equipo que desconocía el éxito y estaba cerca del descenso. El Tenerife ganó a Barça, Madrid o Valencia en aquel final de temporada, y se mantuvo. “Además de nuestras características futbolísticas hay que mostrar honestidad, responsabilidad y valentía en cada uno de nuestros actos”, arengaba a unos jugadores ávidos de sus enseñanzas. Al año siguiente el Tenerife alcanzó por primera vez competiciones europeas, siendo la sensación futbolística. Los méritos en la isla le llevaron al Madrid, donde triunfó ganando la Liga, y luego al Valencia, donde fracasó en su última experiencia. “Yo puedo perder en el resultado, pero si gané en el juego, el camino es el correcto”, dice Menotti. Resultados aparte, Jorge nunca traicionó su idea de aunar emoción y pasión, tanto en la vida como en la cancha. Hoy, más de dos décadas después, Valdano sigue perteneciendo al ámbito del fútbol en toda su extensión, siendo un referente periodístico, literario, futbolístico y ético para personas de todo el mundo.

Este texto ha de ser cerrado por uno de los cuentos preferidos de uno de los autores más admirados por él, Roberto Fontanarrosa. Se titula Viejo con árbol:


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EDUARDO GALEANO

GALEANO MENDIGO DEL FÚTBOL TEXTO MIGUEL ÁNGEL RUIZ TWITTER @MIGRUIZRUIZ

Eduardo Galeano es, sin duda, uno de los mejores autores para demostrar que fútbol y literatura deben ir de la mano. Quién mejor que un uruguayo para hacer entender aquello del sentir y del razonar para ponernos a charlar sobre la pasión de un deporte tan visceral y universal como el fútbol.

Contar el fútbol es un riesgo asumible. No te aprietan las botas, no te duelen los músculos, no te pesan los brazos, no te tira el gemelo, no te sabe la boca a barro y a sangre. Se mantiene una distancia segura para que el olor del césped llegue hasta tu nariz sin mancharte la camiseta. La suficiente para evitar la responsabilidad de saber o no meterla en la red. Y no es poca cosa, pero no nos engañemos: contar el fútbol te sigue agarrando los músculos, los sentidos y el alma. Contar el fútbol exige, como dijera Galeano, batirnos entre razón y corazón. Contaba Eduardo Galeano que, charlando a un pescador sobre su oficio de escritor, el hombre le mostró la palabra “sentipensar”, una unión según él mismo en desuso, entre sentir y pensar. Galeano, ya desde la primera vez que la oyó, pudo asegurar que se la robaría, enamorado de la unión. Como en un divorcio particular, razón y corazón se han ido separando, como agua y aceite. Algo parecido pasa entre fútbol y literatura y su divorcio en blanco y negro. No obstante, la esperanza surge y parece ir sofocando la trifulca a fuerza de que autores toman ya la vía de sentir y pensar sobre la pasión universal que es el fútbol. 14



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Contar fútbol es un riesgo asumible, porque se puede hacer de muchas formas, como ganar y plantear partidos. Se puede tirar de un hilo invisible hasta hallar, siguiendo el camino, la historia asombrosa que puede contar una crónica, como hiciera Enric González, sacando de la rutina una lectura sencilla, cercana, de trinchera, que te cuenta de la misma forma miseria y riqueza. A la vez, con otro sistema y estilo, puede aparecer Enrique Ballester exportando de la normalidad de sus días el reflejo de los nuestros. También hay autores que nos dejan un legado inimaginable de saber balompédico por si se cae la Wikipedia y nos volvemos, de nuevo, seres humanos u otros, que nos hablan de la pobreza de sus clubes y de la riqueza de sus gradas. Unos lloran, otros ríen, algunos mienten, pero todos, como diría un pescador al escritor, sienten.

cada minuto una bella jugada o un lindo gol, aunque fuera del rival, y reconocía el pulso eterno que tenía entre amar el fútbol y amar a Nacional, pues siempre soñó con escribir como jugaba Abbadie, un histórico delantero de Peñarol. Vino al mundo en Uruguay, donde nacen los niños gritando gol, para ser un exponente clave por el que entender de manera racional algo tan irracional como el fútbol. En privado y en público supo amarlo y plasmarlo todo en sus historias, con un libro que tiene más Sol, que sombra, pues ilumina a aquellos que, en sueños, no somos Maradona, sino quien se encarga de recitar su poema ante los ingleses. Su obra “El fútbol a Sol y a sombra” nos hace entender, con mirada infantil, que las letras y el fútbol, aún se tienen que amar con fuerza. Qué curioso eso de sentir que los autores se quedan un rato contigo cuando al final se acaba un libro, como discutiendo en tu cabeza. A mí me pasa que, al leer, quiero empezar a charlar con el autor sobre tal o cual fragmento, queriendo mejorar el entendimiento y el aprendizaje que ya caló dentro. Yo, como tantos, que amamos a partes iguales fútbol y literatura, me siento esclavo de aquel pensamiento de un pesador que creía que el matrimonio entre razón y corazón es posible para que el fútbol y la literatura no tengan excusa y puedan ir de la mano siempre.

Contar fútbol es un riesgo asumible y más cuando te dedicas a contar historias, y de sentir y de “sentipensar”, sobre todo, Eduardo Galeano sabía mucho. No solo es un elemento fundamental en la literatura latinoamericana, sino que su pasión por el fútbol lo convierte en un referente. Era casi obligado visitar a aquel autor que, con su conocimiento y su cariño, supo enlazar palabras sobre balón, red y hierba. Sus páginas nos ayudan a entender que el idilio está más vivo que nunca.

Contar fútbol es un riesgo asumible. Por eso lo asumimos. Y nos permite afirmar, con el aliado del tiempo, que Galeano “sentipensó” y escribió como jugaba Julio César Abbadie, decorando con fintas y gambetas el juego para levantar a los hinchas en la grada, esquivando aquellas piernas que quisieran, por celos o por rabia, quitarle el control del esférico, siempre suyo, siempre amable, a Eduardo Galeano, escritor, hincha de Nacional y mendigo del fútbol.

De oficio escritor y de corazón hincha de Nacional de Montevideo, Eduardo Galeano nunca olvidaba que en esas siempre pasionales gradas uruguayas notaba las miradas acusadoras de quienes no entendían que su garganta vibrara por las jugadas del rival. Como mendigo del fútbol, Galeano nos enseñó en su legado literario su sana forma de disfrutarlo, pidiendo, como él mismo decía, a

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ENTREVISTA | MARCEL BELTRAN

“FUTBOLISTA Y PERIODISTA CADA VEZ ESTÁN MÁS SEPARADOS”

Nos damos la mano y nos sentamos en una terraza cerca de la redacción de Revista Panenka. Delante de mí y con chándal, Marcel Beltran (Barcelona, 1993). Periodista por vocación, escribe en Panenka desde que era un imberbe estudiante. Ve mucho fútbol, pero no solo habla sobre él. En Balón en Profundidad hemos querido charlar con él sobre fútbol, periodismo y cultura.

TEXTO ALBERT BLAYA TWITTER @BLAYASENSAT

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¿Desde Revista Panenka lo reivindicáis?

Fuiste un afortunado entrando tan joven en un referente como Revista Panenka.

Nosotros nunca hemos sido partidarios de hacer bandera de lo que hacemos. Todo nuestro contenido va orientado a ser aquel que nos gustaría leer como consumidores. Es evidente que yo puedo tener unos gustos determinados, pensar que El Chiringuito o ciertos informativos no me aportan nada, pero a nivel de Panenka no nos pronunciamos, cada uno hace lo que puede para ganarse la vida.

Está claro que yo tuve mucha suerte de entrar en Revista Panenka. Estando aún en segundo año de carrera tuve la oportunidad de empezar a colaborar con ellos y esto me ayudó a aprender a hacer el oficio de periodista, no tanto a estudiarlo. Creo que es un matiz importante. Pero soy consciente de que mi caso ha sido más una suerte que una norma, tengo muchos colegas que les está costando mucho entrar en el mundillo.

Al final la gente tiende a tener una visión muy negativa del periodismo deportivo. Pero cada vez hay más proyectos que alzan la voz.

Y una vez dentro tampoco es fácil sentirse realizado.

Como lector y como consumidor, me da la vida que haya proyectos así. Si no existieran, no sé en qué destinaría mi tiempo libre (risas). Yo estoy muy en contra de la línea que proclama que el periodismo tiene que ser banal y simple para llegar a todo el mundo.

Claro, eso es otro tema. Una vez dentro es complicado hacer un periodismo que te guste, con el que te sientas identificado. Pero ahora con las nuevas plataformas es más fácil hacer cosas, hay más altavoces. Pero hay un paso entre abrirte un canal de Youtube y que sea rentable, se tiene que encontrar el equilibrio. Mi consejo es que primero hagas muchas cosas para ver qué no te gusta, y así focalizar tus esfuerzos en lo que te llene. Pero al final ves que gente con experiencia y muy preparada se está quedando sin trabajo y piensas “uf, si ellos se quedan fuera, ¿cómo yo voy a poder seguir adelante?”.

Lo mismo sucede con la literatura, la música… hay mucha gente que cree que lo fácil y banal, engancha más. Exacto. Al final si esto fuera cierto nadie leería un libro de 700 páginas como Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño. Sigue habiendo mucha gente que prioriza estos contenidos a los otros. Yo sí reivindico, como consumidor, el derecho a tener que pensar cuando leo un texto. Me gusta.

¿Cómo sobrevive uno cuando empieza? La suerte del periodismo es que es muy vocacional, quizás la profesión que más. Donde no llega el dinero o el tiempo, sí llega la vocación. Quizás no trabajarías un año en un bar sin ver ni un euro, pero sí estarás en un periódico, en una revista o abriendo tu propio blog sin cobrar. Es la vocación lo que te hace ser muy tozudo con las cosas, seguir intentándolo.

El periodismo como juego intelectual entre el lector y el periodista. Que haya un esfuerzo detrás de cada texto y de su lectura. Sí, totalmente. El periodista Enrique Vila-Matas se quejaba, más como novelista, de esta figura del lector pasivo, como si no tuviera que hacer ese esfuerzo a la hora de consumir los textos. Creo que es mucho más real un periodismo complejo, con muchas caras, que no diga verdades absolutas porque, al final, la vida es así, sobre un único hecho mil puntos de vista, de verdades. Hay que asumirlo.

¿Hace falta reivindicar espacios como Revista Panenka, Ecos del Balón, Revista Líbero u otros muchos proyectos que nacen desde la vocación? Es incluso necesario. A veces pienso que es como una especie de reivindicación egoísta, pues si no existieran no podrías dedicarte a ello. La suerte es que cada vez hay más oferta y eso facilita que haya más espacios con los que puedas sentirte identificado.

El periodismo al fin y al cabo es un reflejo de la sociedad. Cuando más simple sea el primero, más vacía será la segunda. Así nos va (risas).

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¿De qué fuentes bebes tú como periodista?

Se ha futbolizado la política hasta el punto que en Argentina la Copa Libertadores ha sido objeto de debate nacional.

Uf, hay muchas. Pero recuerdo con mucho cariño Dios es redondo, de Juan Villoro. Fue el primer libro en el que vi que desde el fútbol se podía ir mucho más allá, que se podían explicar muchas más cosas. Es el libro que despierta mi interés en el periodismo literario. Al principio también leía mucho a Manuel Vázquez Montalbán, que tiene muchos artículos siguiendo al FC Barcelona. Leo mucha prensa, la escuela gallega como Manuel Jabois, Juan Tallón o Rafa Cabeleira. También las columnas de Enrique Ballester o a Vicent Chillet. También a mis compañeros de Panenka. Y me dejo a muchos más.

Hablando con colegas argentinos te das cuenta de lo que comentas. Al final escuchando al Tata Martino te das cuenta que viendo lo que ha sucedido en el fútbol argentino explica también cómo está la sociedad, agitada y convulsa. Lo explicó muy bien. Si la gente pasa por un momento así, ¿cómo queremos que el fútbol sea diferente? No puede estar en una burbuja, están ligados. El fútbol es de la gente. Es imposible pensar que el fútbol cambie si la sociedad no lo hace antes. ¿Por qué crees que desde muchos ámbitos de la cultura se tiende a menospreciar el fútbol?

En tus textos también hay referencias literarias a menudo.

Esto que comentas ha ido cambiando en los últimos años por las figuras como las que te he citado (Montalbán, Villoro, Javier Marías) que han empezado a desestigmatizar el fútbol desde dentro. De hecho, hoy en día muchos de los grandes articulistas de los periódicos son amantes del fútbol y hablan sobre él. Cada vez hay más libros que unen literatura y fútbol.

También me gusta combinar mis referencias a otros periodistas con escritores, al final es lo que más me gusta. Aprendo a hacer mejor periodismo leyendo buena literatura, se retroalimentan. Creo que a veces te puede ayudar más a ser un buen periodista leer una buena novela que depende qué reportaje. El fútbol como excusa para contar otras muchas cosas, otras muchas realidades que puedan rodear un partido o un torneo.

¿Y desde dentro del mundo del fútbol? Se intenta que el fútbol sea más reduccionista, más simple. Porque la gente que tiene poder sabe que el fútbol mueve masas y está en todas las casas. Desde Pedrables hasta Trinitat Vella. Los poderes fácticos ya se ocupan de reducirlo todo a un simple juego, porque no les interesa que vaya más allá. Hay mucho en juego.

Es muy útil porque el fútbol a diferencia de otras ciencias, es algo con lo que es mucho más fácil conectar. Es una puerta de entrada a muchos mundos. Yo siempre digo que desde pequeño me ha gustado mucho el fútbol y a partir de ese interés, ha venido todo lo otro. La pelota es el punto de partida. A partir del fútbol entendemos mejor quiénes somos y dónde vivimos.

El papel del futbolista cada vez es más relevante. Jair Bolsonaro se ha apropiado de figuras como Ronaldinho o Rivaldo para lanzar su mensaje de odio. Y parece que dentro de este colectivo a veces no se ve la responsabilidad que conlleva ser futbolista.

El fútbol se ha politizado, o eso dicen. Sí. Pero ahora se han girado los conceptos y se dice eso de que la política se ha “futbolizado”, porque el fútbol muchas veces es odio, enfrentamiento, historias de vencedores y perdedores. Esto se puede replicar en la vida misma. Uno puede ser cruyffista y el otro nuñista. Uno de derechas y el otro de izquierdas. El fútbol es un espejo muy crudo de la realidad.

Yo creo que los futbolistas se saben instrumentos. Hay quienes entran en el juego, otros que se rebelan y lo denuncian, como podría ser el caso de Gerard Piqué, Eric Cantona o Sócrates y después hay quienes son tan conscientes de que todo lo que dicen puede malinterpretarse que directamente se “bunkerizan”.

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Es ahí donde aparecen los tópicos que acompañan al futbolista, ya nos los sabemos todos.

Los casos de Ter Stegen o André Gomes son un poco la excepción.

Ahí el futbolista decide interpretar su papel, y es, como comentas, cuando no sale del guion. “Lo hemos intentado pero no ha podido ser”, “3 puntos más que el rival”, etc. No se mojan, y los entiendo, porque saben que el riesgo es muy elevado y podría girarse en su contra. El caso de Ronaldinho es un ejemplo de jugador que se deja instrumentalizar. Dudo mucho que se haya leído el programa de Bolsonaro, no habrá hecho falta.

Es que Ter Stegen y André Gomes vienen desde fuera del club. Hemos hablado con ellos porque han querido. Y a veces se da la situación de que son los futbolistas los que quieren charlar contigo, porque les interesa sentarse una hora y relajarse. Pero es una evidencia que es difícil acceder a los vestuarios, al jugador. La señal del hermetismo es el tópico. Que como periodistas estemos tan lejos de lo que es “nuestra materia prima” es muy triste.

¿Entonces Piqué y Ronaldinho serían caras distintas de la misma moneda?

La ovación que se llevó André Gomes después de salir en Panenka fue algo insólito. ¿El poder de una buena entrevista?

Gerard Piqué es un tipo inteligente, él sabe el poder que tiene, sus palabras están pensadas y sabe lo que busca con su discurso. Más allá de compartir o no su discurso, uno sabe que lo que dice tiene un motivo. Se sabe un instrumento y prefiere autocontrolarse antes de que lo controlen.

Se humanizó. Cuando dimos la entrevista ya parecía bastante claro que no había encajado en el FC Barcelona, que no funcionaría, pero más allá de eso, el aficionado agradece conocer mejor a sus futbolistas, entender a quién anima cada fin de semana. Al final todos intentamos empatizar con los jugadores de nuestro equipo. Lástima que no suceda más a menudo.

Es muy difícil romper la barrera entre periodista y jugador, hacer que ese hermetismo se rompa y el jugador se muestre tal y como es. ¿Qué puede hacer el periodista ahí?

Luego está gente como Messi, con quien empatizas aunque no abra la boca.

Ahí entra en juego una cuestión; los clubes controlan ellos mismos su comunicación. Cada vez más los clubes se aprovechan de que el futbolista por miedo a posicionarse se encierre en sí mismo. Se han ido separando más futbolistas y periodistas, como dos actores antagónicos. Y yo siempre que entrevisto a un periodista o a un futbolista pregunto, ¿Quién tiene la culpa? ¿Quién lanzó la primera piedra? No hay una única respuesta, pero cada vez es más complicado acceder a los jugadores.

¿Por qué Maradona es un personaje mucho más literario que Messi? Obviamente por toda su vida, por lo que se exponía. Pero a mí me gusta girar la pregunta. Para mí Leo Messi es una figura muy literaria. Es el mejor del mundo y aún esconde cosas, es una figura con sombras, silencios y secretos. Es eso lo que me cautiva.

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OLIVER Y BENJI Y EL FÚTBOL MODERNO TEXTO ANDRÉS SÁNCHEZ TWITTER @SANCLERACOT

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Un paralelismo entre la ficción y la realidad. Los futbolistas animados y los de carne y hueso a partir de una serie de dibujos nipona que marcó a toda una generación de jóvenes que crecieron creyendo que los sueños en torno a un balón eran posibles.

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TALENTO Y OFICIO. BENJI PRICE Y VÍCTOR VALDÉS Benji Price, el mítico portero de la serie, siempre creía en la victoria. Era ese tipo de futbolista que eleva el nivel de sus compañeros solo con su presencia. A su talento y virtudes como guardameta siempre sumó trabajo, competitividad y carácter. Al igual que Víctor Valdés. El ex portero fue una pieza clave en el FC Barcelona más fascinante y ganador de su historia, tanto a nivel de juego como de liderazgo. Un seguro de vida cuyo nivel fue siempre en ascenso hasta situarse como top-3 mundial en sus últimas temporadas. A Benji, como a Víctor, solo le frenó sus lesiones. Sin ellos, el mundo del fútbol pierde autenticidad e identidad. Y la portería se queda sin ese protector carismático que la respeta y defiende con pasión.

Al fin y al cabo, el empedernido seguidor del deporte rey termina por disfrutar todo lo que engloba al juego en sí. Ver los partidos y seguir las noticias de tu equipo parece algo fundamental. Pero, además, es fácil ir más allá estando al día de toda competición que esté en juego, conociendo cada movimiento del mercado de fichajes y debatiendo por cualquier vía sobre aquellas cuestiones del fútbol que consideramos están por resolver. Y es que, por si fuera poco, apetece vivir cada emoción que desprende. Jugar periódicamente, entrenar un equipo de benjamines. Pero también a nivel virtual. Conducir el balón con Lionel Messi en la videoconsola o convertirte en el manager del club que domina el fútbol mundial. Porque, a decir verdad, sentir lo que viven nuestros ídolos es sin duda de lo más atractivo que nos ofrece el mundo del fútbol. Y más aún cuando eres un niño. Patear un balón en la calle era al menos hace unos años una escena habitual en ciudades y pueblos. Hacer el regate de Ronaldinho o golear como Gabriel Batistuta era el principal objetivo de cada niño del barrio. Se veía por la tele y se trataba de imitar. Quizá la cola de vaca de Romario a Alkorta podría ser un objetivo viable. Pero otros, como la catapulta infernal de los hermanos Terry, siempre fue una utopía.

BRUCE Y JAVIER. PROFESIÓN, FUTBOLISTA

La serie Campeones (Yoichi Takahashi, 1983, Japón) marcó a una generación de niños en los años 90. Las aventuras de sus carismáticos protagonistas eran seguidas con fervor y fidelidad, quizá tanto como el equipo de tu ciudad en el campeonato nacional o los choques europeos de Barcelona, Milan o Manchester United. Todavía ahora en algún coloquio futbolístico salen a la palestra los personajes de esta famosa serie, conocida por pequeños y no tan pequeños. Ha estado tan presente en nuestro aprendizaje y crecimiento en torno a este deporte, que incluso actualmente podemos identificar virtudes, caracteres y pautas de comportamiento de aquellos ídolos de origen nipón en nuestros jugadores del fútbol contemporáneo. Ese líder del vestuario, el competidor nato, el luchador tenaz. Pero sin gráficos de anime.

Habitualmente el seguidor del fútbol busca en sus protagonistas la capacidad de crear jugadas de ensueño, de desbordar rivales, de girar a la defensa contraria. De batir al portero. Y además, hacerlo con naturalidad, elegancia y vistosidad. A partir de ellos entendemos este deporte. Sin embargo, no menos emocionantes resultan las carreras de aquellos menos dotados de forma innata para tocar el balón pero que, a través de sacrificio y compromiso, alcanzan también las cotas más altas. Sumando perseverancia y entrenamiento alcanzan un entendimiento del juego de élite y se convierten en piezas fundamentales para sus equipos en la consecución de los objetivos más ambiciosos. Javier Mascherano expresó en alguna situación que sufría en el campo. Que no llegaba a disfrutar del juego. Que la responsabilidad tan profunda que sentía le producía más angustia que placer. Sin embargo, su desempeño fue absolutamente relevante 24


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LA BATALLA CONTINUA DE CRISTIANO RONALDO Y MARK LENDERS

tanto en el Liverpool y Barça como en la selección argentina. Y siempre rodeado de compañeros más talentosos. Al igual que le ocurrió a Bruce Harper. Como Mascherano, se vio siempre inferior a los demás en cuanto a calidad neta. Lionel Messi, Oliver Atom, Antoine Griezmann, Julian Ross. Otros se llevaban los elogios y méritos. Pero sin su trabajo y ejercicio defensivo los sistemas que englobaban a todos nunca habrían llegado a dar sustento a tanto talento. Y, al final, sin ese equilibrio los títulos siempre quedarán más lejos.

Jugar al fútbol tiene obviamente un componente lúdico fundamental. El tiempo con los amigos, la pasión por el balón, la emulación de tus ídolos. Miles de personas lo siguen y practican simplemente como forma de disfrute del tiempo libre. Otros tienen la fortuna de hacer de este placer su profesión, enfocar sobre ella su vida y preparación. Sin embargo, algunos son capaces de ir más allá. De buscar en la competición la confirmación de su personalidad e identidad. Sintiendo la necesidad imperiosa de mejorar, de subir su nivel, llevarlo al máximo posible, para ser el mejor de todos. Cristiano Ronaldo lleva toda su carrera en este proceso. Su estricto entrenamiento y disciplina tanto a nivel físico como técnico le ha llevado a ocupar las posiciones más altas a nivel de los mejores de siempre, pero no en todo momento se le ha visto disfrutar del proceso. Cada balón al palo, cada error de su defensa, cada gol del rival, le dolían como una afrenta personal. Y, tras cada derrota, más trabajo. Al igual que Mark Lenders. Como Ronaldo, el capitán del Muppet siempre tuvo un rival probablemente más talentoso que él a nivel individual con el que competía desde muy cerca y con continuidad. Un personaje que le arrebataba títulos y premios pero que, lejos de suponerle un problema, le empujaba a mejorar. Porque las carreras de Lionel Messi o el golpeo de Oliver Atom no hacían más que llevar a Mark y Cristiano a enfundarse el peto y continuar trabajando. En el césped, en la playa o en el gimnasio. Pero siempre con la convicción de que ese trabajo les llevaría a terminar ganando. Nunca rindiéndose. Porque ellos, en lo profundo de su ser, saben que son los mejores y que con un poco más de sacrificio al final todo el mundo lo terminará reconociendo.

OLIVER ATOM COMO FUTBOLISTA GLOBAL Oliver Atom se convirtió en uno de los ídolos de la infancia de muchos niños y adolescentes de los años 90. Encarnaba a la vez esa estrella rutilante que se lleva todas las miradas y todos los balones y, a la vez, ese capitán que acoge y acompaña a sus compañeros y nunca elude una responsabilidad o evita ayudar al otro. En el campo, el mejor. Tanto a nivel técnico como emocional, esa pieza a la que siempre agarrarse y que provoca que los partidos sean muy largos para el rival porque siempre puede acabar declinando la balanza. Marcar, al fin y al cabo, la diferencia final. Si todo funciona, es humilde y generoso para repartir alabanzas y méritos. Y si la racha es mala, asume la responsabilidad, toma las riendas de la situación y es capaz de revertirla ya no a nivel individual, sino reflotando al equipo y llevándolo en volandas hasta la remontada del partido, el campeonato o la temporada. No es difícil asignar a este tipo de profesional el calificativo de leyenda por calidad y personalidad. Y tampoco es complicado asociarlo con jugadores de nuestro fútbol que suponen auténticas referencias para sus equipos, en el pasado y en el presente, formando parte de su escudo, identidad e idiosincrasia. Raúl González para el Real Madrid, Steven Gerrard para Anfield o Francesco Totti en el Calcio. Forman parte, directamente, de la historia de este deporte. 25


ACOMPAÑAR AL LÍDER. LIDERAR AL COMPAÑERO

SEGURO DE MARCAR, SEGURO DE PARAR

Las plantillas más potentes de Europa, las que aspiran a ganar tanto su campeonato nacional como la Orejona al final de la primavera, poseen siempre varias piezas de altísimo nivel que justifican en el plano individual estos ambiciosos objetivos. Y, en muchas ocasiones, una estrella absoluta que da sentido definitivo al proyecto. En estos contextos, técnicos y entrenadores buscan ajustar su sistema para procurar potenciar a ese talento diferencial todo lo posible para que su comodidad sea el éxito de todos. De esta forma, Carlo Ancelotti dio espacio a Kaká en su AC Milan para una Champions League 2006/2007 espectacular, Jupp Heynckes supo facilitar los slaloms de Arjen Robben desde la banda derecha del Allianz y José Mourinho nos mostró a Wesley Sneijder como uno de los centrocampistas dominantes del panorama internacional. Difícilmente un equipo puede ser campeón si su mejor argumento individual no se encuentra en el epicentro del juego. Pero, incluso en estas circunstancias, los héroes necesitan ayuda. Los encuentros más disputados, las cotas más ambiciosas, los muros más altos, no se pueden saltar en soledad. Alguien debe echarles una mano. Y, en muchos casos, aparece esa figura. Ese gran jugador que en otro contexto podría ser el líder pero que, al coincidir con una auténtica leyenda, ha decidido adoptar un perfil inferior para que el funcionamiento global sea lo más armónico posible. ¿Qué habría sido de la carrera de Cristiano Ronaldo en el Real Madrid sin la presencia a su derecha de Karim Benzema? ¿Alguien habría compensado mejor el carácter impulsivo de Mark Lenders que Dani Melow? ¿Habría podido Oliver Atom ganar lo que ganó con el New Team sin la genial ayuda de Tom Baker? El amor por el juego y la humildad de Karim, Dani o Tom fueron fundamentales para la comodidad de su líder, pero también fueron líderes del resto de sus compañeros. Tanto que la confianza del entrenador, la estima de la plantilla y el cariño del aficionado muchas veces no termina siendo inferior que los recibidos por el verdadero Balón de Oro.

En la vida, el deporte y el fútbol, el don y la virtud de cualquier capacidad te lleva a desarrollar un trabajo determinado y a realizarlo con mayor o menor resolución. El estudio, la preparación, el sacrificio, te llevan al desarrollo y crecimiento, a construir unas habilidades para el desempeño profesional. Sin calidad y entrenamiento ningún futbolista llega a la élite, tomándolos como ingredientes fundamentales. Pero hay algo más. Es obvia la excelsa capacidad innata de Zlatan Ibrahimovic para chutar a portería. Sabemos que la capacidad física de Ed Warner para saltar de palo a palo y detener el disparo imposible del delantero rival le hace diferencial y brutalmente competitivo. Pero, lo que de verdad distingue a estos dos genios de los demás, es la confianza en sí mismos. Pueden perder muchos partidos, quedarse sin el ansiado título, pero al siguiente encuentro saltarán con la misma pasión para competir y la misma seguridad de que ellos marcarán la diferencia, de que sus compañeros los necesitan para superar al rival. Mentalmente fortísimos, encuentran en el karate y el taekwondo disciplinas sobre las que labrar una personalidad tan sólida como su convicción en que sin ellos este deporte tendría menos brillo.

RECOMENDACIÓN: ‘HÉROES’; UN LIBRO DE ECOS DEL BALÓN 26


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SSC NAPOLI

LA PERSPECTIVA ESFÉRICA DE

PAOLO SORRENTINO TEXTO PAU DE CASTRO TWITTER @DECASTROJEP

A Paolo Sorrentino le gusta redondear sus personajes y sus relatos a partir de la melancolía, la nostalgia y el paso del tiempo. Y el también el esférico. La relación especial entre el director de cine italiano y el deporte rey, expuesta a lo largo de su cinematografía.

Cuando en 2004 el productor cinematográfico Aurelio De Laurentiis refundó el desaparecido SSC Napoli había un motivo, más allá del propio para resucitarlo, que lo incitaba a hacerlo. Antes de su muerte, el Napoli había entrado en una tremenda irregularidad deportiva que lo había enterrado en la segunda división, de donde consiguió salir una vez, pero poco a poco fue insinuándose al borde de la tercera. De hecho, en su última temporada de existencia, la 2002/03, la evitó en la última jornada. La mala situación en el rectángulo se trasladó a los despachos y la incapacidad de gestión acabó por sucumbirlo al precipicio de la historia. Un relato que había vivido sus mejores días no hacía mucho con un protagonista distinguido por su relación especial con el cuero. La voluntad de De Laurentiis desprendía un aroma melancólico de volver a aquellos días inolvidables en los que un jugador, con el 10 en la espalda, se deslizaba por el césped como patinador en una pista de hielo.


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Diego Armando Maradona y su genial creatividad sobredimensionaron el estatus futbolístico del Napoli y consumaron las esperanzas inimaginables de la parroquia napolitana. A la llegada del astro argentino le acompañarían dos scudettos, una Copa de la UEFA, una Coppa de Italia y una Supercoppa que transcribieron su influencia diferencial en aquella época gloriosa. Aquellos tiempos de bonanza colorearon el recorrido histórico de un club sin apenas noches que recordar. El Pelusa fue un ángel que salvó las mentes conformistas de la burocracia deportiva napolitana, convirtiendo un casón sin peculiaridades en un santuario del fútbol; el rugido caliente de los tifosi en un canto celestial. Pero no fue lo único que salvó. Entre las personas que vivieron la efervescencia pasmosa de Maradona se encontraba un chico de 15 años, más curioso que ambicioso, que vivía con las ansias de no perderse aquella bonita casualidad. Cada día imaginaba el día que iría a ver aquel jugador que había versificado la prosa histórica de su club y a veces lo mencionaba a sus hermanos, Marco y Daniela, y a sus padres, con los que había pasado tantas jornadas en una casa rural de la familia. La enésima vez que sus primogénitos quisieron pasar el fin de semana en este segundo hogar, el chico consiguió convencerlos para que le dejaran viajar hasta la

Toscana, donde el Napoli visitaba el feudo del Empoli. Sin saberlo, su afición por perseguir la sombra de Maradona le estaba salvando de la muerte. Una fuga de gas acabaría con la vida de sus padres y dejaría la familia Sorrentino huérfana, en el que se encontraba su hijo Paolo, que sentiría un vacío tan profundo, con 17 años, que le cambiaría por siempre su percepción temporal de este primer momento y del de la vida. Cuando llegó la universidad se decantó por Economía, pero su mirada curiosa, transformada por una tragedia horrorosa, no podía obviar disciplinas más expresivas que la objetividad de la moneda. El cine sería el medio que escogería para transmitir esa manera singular de interpretar la realidad y tanto su particular relación con el fútbol como el recorrido que fundamentó este enlace inédito (Maradona) tendría un protagonismo ascendente. En su ópera prima, L’uomo in più (2001), retrata la biografía de un exfutbolista retirado prematuramente por culpa de las lesiones y que se enfrenta a su deseo de orquestar el equipo de sus amores sin ningún éxito. Su trayectoria cinematográfica empezaba con un vínculo importante con el deporte rey porque este era la estructura del relato y en él depositaba su devoción por el paso del tiempo y la nostalgia por todo lo relacionado con el pretérito, una constante como contexto de sus trabajos.

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Después de regocijar su apetito cinematográfico con distintos registros, alejados todos del fútbol, retomó su vínculo entre el esférico y la gran pantalla a partir de su distinguido proyecto La grande bellezza (2013), con la que ganó el Oscar a mejor film de habla no inglesa. Introduce el esférico en una escena en la que el protagonista Jep y su amante Ramona describen el momento que perdieron la virginidad. Ella comenta que su pareja era un chico que hacía malabares con el balón, con la voluntad de Sorrentino de magnificar un momento especial a partir del fútbol. No es el deporte en sí, sino lo que hace aquel chico con el cuero y las emociones que despierta en los que rodean al futbolista, como hiciera Maradona, malabarista por doquier. En el momento de ganar el premio de la Academia, Sorrentino mencionó al Pelusa en su dedicación, aunque hubiera estado genial un “yo no creo en Dios, sino en Diego Armando Maradona” al más puro estilo Fernando Trueba. En Youth (2015) el director italiano expone más su relación con el fútbol a partir de Maradona, personificando al astro argentino en su figura de héroe vencido, acorde al argumento del filme. Sorrentino presenta a un Maradona con obesidad mórbida que sobrevive a la esclavitud de su leyenda. Como si el hecho de llegar a la cima más alta solo fuera una ruta a un precipicio sin fin en el que nunca dejaras de caer al suelo pero siem-

pre estuvieras mirando a aquella cima mientras te ibas distanciando de ella. Un martirio mental por haber creído que hacías el bien, como Prometeo, el titán que es encadenado por Zeus tras haber intentado robar el fuego del Monte Olimpo y castigado con el águila Ethon comiéndole el hígado a diario después de que el propio dios del trueno lo volviera a hacer crecer. Una penitencia que cada día nace, crece y muere y en la que solo puedes decaer víctima del tormento o sobrevivir asumiéndolo. Como Marcel Proust, en el caso opuesto, que, después de estar sufriendo toda su vida, declaró que si no hubiese vivido de aquel modo, no hubiese durado mucho por el hecho de haberse adaptado a ese pesar. La última asociación de fútbol y cine en la trayectoria de Sorrentino es en la serie The Young Pope (2016) en el contexto del Vaticano. El napolitano imprime la pasión por el Napoli en el cardenal Voiello, que dedica la mitad de su tiempo a la actualidad del club, idolatra a Higuaín y diviniza a Maradona. El hombre que cambió la historia del Napoli, salvó la vida de Paolo Sorrentino e hizo revivir al club después de su desaparición a raíz de la melancolía de Aurelio De Laurentiis, que el solo hecho de pensar en lo que fue el Napoli de Maradona ya fue motivo suficiente para reanudar el relato de la entidad. 31


BALÓN EN PROFUNDIDAD x

MANCHESTER UNITED x

‘UNITED’ Y LA TRAGEDIA QUE INICIÓ LA ÉPOCA DORADA

El desastre aéreo de Múnich puso fin a la que puede ser mejor generación de futbolistas del Manchester United de toda la historia. Esa tragedia significó la recuperación, desde las cenizas, de un club que diez años después tocaría el cielo brindando hacia él la Copa de Europa.

TEXTO CHRISTIAN SÁNCHEZ TWITTER @DELABLANCA10

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La tragedia aérea de Emiliano Sala cuando a bordo de la avioneta que lo trasportaba hacia el sueño de cualquier futbolista de jugar en la Premier League no ha sido la primera que han tenido que digerir en las islas británicas. Hace más de medio siglo una de las mejores generaciones de futbolistas que el fútbol inglés ha dado se reunió en un Manchester United que aún no había golpeado la mesa en el mundo del fútbol. Buscando el sueño de su primer entorchado europeo, la plantilla más joven de la entonces Football League sufrió una de las tragedias más conocidas en el mundo del fútbol. Un accidente aéreo regresando a Mánchester tras disputar un partido de fútbol en Belgrado puso fin, trágicamente, a una generación de oro. El 6 de febrero de 1958, el “Desastre aéreo de Múnich” daría un duro golpe a la institución mancuniana, de la que, sin embargo, se recuperó con una entereza sin igual. “United” es el film cinematográfico que refleja el accidente y, sobre todo, el desarrollo de los acontecimientos tras este. La película narra lo que supuso el accidente de avión para aquel equipo de leyenda. El Manchester United estaba comenzando a construir el legado que hoy en día tiene a sus espaldas. Que los red devils sean considerados actualmente como uno de los equipos más importantes del viejo continente es debido a una evolución institucional y deportiva que se remonta a comienzos de la segunda mitad del siglo XX. Los ‘diablos rojos’ estaban comenzando a dar los primeros coletazos tanto en la Football League como en Europa. El equipo se hizo con el título doméstico con la edad media más baja hasta la fecha, con 22 años. Matt Busby, entrenador de aquella plantilla, y Jimmy Murphy, mano derecha de Busby y encargado de numerosos aspectos dentro del cuerpo técnico, formaron la que es considerada como la mejor plantilla del Manchester United a base de captación de talentos para los equipos inferiores y sacando hacia adelante canteranos, algo bastante impropio para una época donde la mayoría de jugadores eran comprados directamente a otros clubes.

Precisamente, Jimmy Murphy, junto a Bobby Charlton, es el encargado de narrar en “United” cómo el equipo encajó aquella desgracia que se llevó por delante a jugadores, miembros del equipo técnico y periodistas que acompañaban al equipo. En total, el accidente se cobró la vida de 23 personas. La primera participación en la Copa de Europa se saldó con una derrota en semifinales a manos del Real Madrid, por lo que en el segundo año consecutivo que se participaba en esa competición, el Manchester United se puso como objetivo levantarla con una de las plantillas más jóvenes y talentosas del viejo continente. Después de confirmar su pase a cuartos de final en Belgrado ante el Estrella Roja, el equipo al completo regresaba a Mánchester con una escala previa en Múnich. Ahí fue donde se gestó la desgracia. Después de varios intentos de despegue, el piloto del avión que transportaba a la expedición volvió a intentarlo pese al mal tiempo y al estado de la pista de despegue. La aeronave no tomó la altura suficiente y acabó estrellándose a pocos metros del mismo aeropuerto. La tragedia no solo había puesto fin a las ilusiones de una plantilla mágica y con un futuro dorado por delante, sino que se había llevado por delante la vida de 23 personas. Además, muchos de los supervivientes no pudieron continuar con su carrera por las lesiones sufridas. A todo esto hay que sumarle el gran prejuicio mental que supuso para los supervivientes ver perder la vida a sus compañeros sobre el manto nevado de Múnich. Bobby Charlton, el jugador más importante de la historia del United, cuenta en la película los nervios que la expedición estaba desarrollando ante los intentos frustrados de despegue. También cuenta, a modo de anécdota, la suerte que él tuvo y que otros compañeros no, al colocarse en la parte trasera del avión, menos afectada en todo el accidente. Una de las victimas principales del accidente fue Duncan Edwards. El inglés perdió la vida días después del accidente a causa de un problema de riñón que la tragedia aérea le causó. Esperó durante días un órgano artifi-

AQUEL GRAN MANCHESTER UNITED DE 1957 SE HIZO CON EL TÍTULO DE LIGA CON LA EDAD MEDIA MÁS BAJA HASTA LA FECHA, TAN SOLO 22 AÑOS.

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órgano artificial que no funcionó como debería y perdió la vida demostrando sus infinitas ganas de participar en el siguiente partido de su equipo, como así refleja “United”. Duncan Edwards había sido reconocido como una de las mayores promesas del fútbol mundial en ese momento, reconocido propiamente por su compañero y amigo Bobby Charlton.

El film también refleja la recuperación a nivel deportivo de la institución. El equipo continuó en la competición de la Football League aquella temporada, pero los resultados se resintieron sobremanera al alinear a jugadores suplentes y reservas. El Manchester United acabó la temporada en el noveno puesto, después de, meses antes, haber estado luchando por revalidar el título doméstico. Después de algunos meses, Busby retomó el puesto de técnico principal y logró reconstruir al equipo. Diez años después de la tragedia de Múnich, el Manchester United levantó su primera Copa de Europa tras de un proceso de reconstrucción que daría e implantaría lo que hoy conocemos como Manchester United. Aquel proceso fue cimentado sobre la figura de Bobby Charlton, de ahí que su importancia dentro de la historia del United sea tan elevada. 34


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