La amante del miedo

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patética. Todo el mundo se ha ido y no he vuelto a ver a esas amigas de la escuela tan miedicas desde hace más de un año. ¿Y el Broncas? ¿Aún queda algún Broncas por aquí? Yo antes amaba el miedo,» pensó Louise, «¿seguirá gustándome?» ¡Por supuesto que sí! Así pues, ponte en marcha, recoge tus cosas, parte hacia el Bosque de los Escalofríos, el lugar más adecuado para vivir aventuras terroríficas y recoger plantitas carnívoras.

La amante del miedo – Edward van de Vendel / Isabelle Vandenabeele

«Patético», pensó Louise, «estoy tranquila, estoy sola y me siento

La amante del miedo

Edward van de Vendel / Isabelle Vandenabeele

barbara fiore editora

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Para Titus, Louise y Leopold


La amante del miedo Edward van de Vendel / Isabelle Vandenabeele



Louise estaba tendida en el césped de su jardín mientras pensaba: «El mundo es aburrido». Pensaba: «Ser adulto es aburrido». Pensaba: «¡Qué aburrida soy! Yo antes trepaba por paredes escarpadas. Yo antes desenterraba cráneos de vacas. Yo antes me atrevía incluso a lamer las orugas».



¡Por supuesto que sí! Así pues, ponte en marcha, recoge tus cosas, parte hacia el Bosque de los Escalofríos, el lugar más adecuado para vivir aventuras terroríficas y recoger plantitas carnívoras. Sí, pero en el bosque no vio ni una sola planta carnívora. O quizá sí, en cierto modo, pero no era una planta.


¡Oh! Los temibles colmillos del lobo estaban muy cerca, ay, ay, ¡caray!, pero mira,


ah, de repente, allí estaba, realmente era él, venía a rescatarla, sí: era el Broncas.


—Ya hemos llegado —murmuró el Broncas cuando estuvieron frente a la puerta de su castillo. —Oye… —Louise se echó a reír—, ¿tú vives aquí? —No —dijo el Broncas—, aquí hago lo que me da la gana. —¿Recuerdas que solías robarnos los pañuelos a las niñas? —Eso forma parte del pasado —respondió el Broncas. —Ah, ¿sí? —preguntó Louise—, ¿Ya no te gustan las chicas? Louise le dedicó una caída de ojos y frunció los labios. «Es tan fácil», pensó. Le salió espontáneamente, volvía a comportarse como sus amigas del colegio. «Qué sitio más raro, cuántas llaves…».



«¿Y qué pasará cuando abra la última puerta?», pensó, «¿cuando entre en ese cuarto tan frío? Antes coleccionaba pañuelos, ahora ya no. ¿Qué debe de coleccionar el Broncas ahora? En un minuto lo sabré, qué emoción. ¿Corazones? ¿Amor? ¿Anillos? ¿Cachivaches de plata?»



Louise montó sobre el caballo y salió a la carrera a través del Bosque de los Escalofríos. En el bolsillo encontró una semilla de su jardín del Aburrimiento: era una semilla de maldad, una semilla aburrida, espantosa. La arrojó y soltó un alarido: —¡Noooooo! —gritó—. ¡Ya no amo el miedo! ¡El tiempo de las amantes del miedo ha pasado!


El Bosque de los Escalofríos le devolvió el eco de cada palabra y, detrás de ella, la verbena comenzó a crecer: porque, ¡oh!, absorbía la sangre; y la caléndula también, porque aliviaba incluso las peores heridas; y la hiedra, un montón de hiedra que crecía y se adueñaba de todo.


Texto: Edward van de Vendel Ilustraciones: Isabelle Vandenabeele © 2006 Uitgeverij De Eenhoorn bvba.

© 2009 barbara fiore editora editora@barbara-fiore.com www.barbara-fiore.com depósito legal: GR 2510-2008 isbn: 978-84-936778-1-7 Traducción: Carles Andreu y Albert Vitó Todos los derechos reservados. Queda prohibida cualquier forma de reproducción o publicación de esta obra, ya sea a través de una impresión, fotocopia, microfilm o cualquier otro procedimiento, sin la autorización previa por escrito del editor.

Esta obra ha sido publicada con el apoyo financiero del Fondo flamenco de las letras. (Vlaams Fonds voor de Letteren - www.vfl.be)


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