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Abusos
Carlos Olabarri, director de la Comisión de Abusos de la Diócesis de Bilbao
Desde que el pasado 4 de enero la Comisión de Protección de Menores y prevención de Abusos Sexuales de la Diócesis de Bilbao dio a conocer una nota en la que reconocía la labor realizada por el periódico El País, dicha comisión ha realizado una labor callada pero incesante. Recibir y escuchar los testimonios de las víctimas, coordinarse con Vicaría Judicial y Archivos diocesanos en busca de datos, elaborar protocolos de colaboración con entidades externas especializadas a fin de garantizar mayor independencia en las investigaciones, acompañar psicológicamente en los casos que lo han solicitado, informar y responder a los requerimientos de las instancias públicas y judiciales relevantes en cada caso, participar en los encuentros interdiocesanos con las otras comisiones... Y, aunque es menos conocida, también está la labor realizada en relación con la publicación y puesta en conocimiento para quien así lo ha solicitado, de la Guía diocesana para la protección de menores y personas vulnerables. El fin de semana del 19 y 20 de febrero se leyó una nota en las celebraciones de las parroquias de Bizkaia informando a la feligresía en torno a las investigaciones en curso. Desde entonces, se han recibido nuevas denuncias en el correo habilitado. Carlos Olabarri, el director de la Comisión, es quien recibe las notificaciones y se entrevista con las víctimas.
Carlos, `La víctima no es la Iglesia, son los niños´ dijiste antes de leer la nota en tu parroquia. ¿Por qué?
A todas las personas que formamos parte de la Iglesia nos duelen los casos de abusos que se han dado en la misma. Siempre tenemos la tentación de pensar que lo que se está haciendo es “atacar a nuestra madre” y por eso podemos convertir a la Iglesia, a las comunidades o a los sacerdotes en victimas de este movimiento que se está produciendo. Yo no lo veo así. Creo que tratar de convertir a la Iglesia en víctima en los casos de denuncias de abusos es no comprender el dolor que se ha causado a esas personas. Yo no voy a decir que quiero más a la Iglesia que otros, pero tampoco voy a dejar que nadie me diga que por hacer lo que estamos haciendo queremos menos que ellos a nuestra madre.
Algunos feligreses no comulgan con un `mea culpa´ colectivo. ¿Qué les dirías?
Esa manera de pensar está fuertemente influenciada por el individualismo que impera en la sociedad y, casi sin darnos cuenta, va calando en la concepción que tenemos de la Iglesia y nuestra forma de ser cristianos. Entiendo la Iglesia como comunidad de creyentes convocados por el Señor, no como multiplicidad de individuos.
El Papa Francisco comenzaba su Carta dirigida al Pueblo de Dios del 20 de agosto de 2018 con las palabras de san Pablo: “Si un miembro sufre, todos sufren con él” (1 Co 12, 26) y seguía diciendo “la magnitud y gravedad de los acontecimientos exige asumir este hecho de manera global y comunitaria”. San Juan Pablo II hablaba de las estructuras de pecado, es decir que, del mismo modo que toda la comunidad cristiana, por la Comunión de los santos que profesamos en el Credo, se beneficia de los frutos de una vida coherente con el Evangelio de quienes la forman, también colaboramos con la extensión del pecado y del mal cuando nuestra vida no es acorde a lo que Jesucristo nos invita a vivir.
Por tu experiencia ¿Qué es lo que quieren las víctimas?
Las víctimas que se han acercado a la Comisión buscan, fundamentalmente, ser escuchadas por alguien de la Iglesia. Buscan que se sepa la verdad, que se conozca lo que les hicieron, que se dé a conocer también el nombre de la persona que abusó de ellas para que así otras posibles víctimas, puedan denunciar. Buscan reparación y que esto no se repita con nadie más.
¿Por qué crees que se han atrevido a sacar a la luz algo que llevaban ocultando años?
El “porqué ahora” habría que preguntarlo a cada una de las personas que han venido a contar su historia. Supongo que muchos ven ahora condiciones que entendían que antes no se daban, aunque es cierto que la Comisión de la Diócesis desde que Don Mario Iceta la constituyera ha trabajado con la misma independencia y libertad y sintiéndose plenamente apoyada por uno y otro obispo, en ese aspecto nada ha cambiado en nuestra manera de ver y tratar la cuestión de los abusos. Finalmente, el hecho de que contando lo que a ellos les sucedió otras eventuales víctimas pudieran animarse a denunciar también ha podido servir de ayuda para denunciar ahora.
Muchas de las víctimas ponen el acento en que esto no se repita y esa es, también, una de las preocupaciones más
importantes de la Comisión. Es verdad que estamos investigando aquello que ha sucedido en el pasado, pero no es menos cierto que, la prevención es una de las tareas más importantes que tenemos entre manos.
Cuánto más publicidad, más casos. ¿Te ha sorprendido?
No, no me sorprende. De hecho, creo que llegarán más. Así ha sucedido en los países de nuestro entorno. Si en Francia, Alemania, Irlanda, Estados Unidos, Chile, Canadá y otros países se han dado tantos casos, pensar que aquí nunca pasó eso es, en el fondo, pensar que somos mejores que los demás. Y, precisamente, la soberbia de quien se cree que es mejor que los demás es uno de los factores que nos han traído a esta situación. No somos mejores que los demás, somos con los demás, una comunidad de hijos e hijas de Dios que, demasiado a menudo, responde de manera egoísta al amor generoso y sin condiciones de nuestro Padre.
Se han recibido una veintena de denuncias a las que se suman nuevas como las de Bermeo o La Misericordia. ¿Cómo se abordan?
Con dolor, por el daño que se ha causado y con agradecimiento a quien ha querido compartir con nosotros su historia. Lo cierto es que se dan innumerables variables, tales como si la persona que denuncia es menor de edad en la actualidad; si el delito ha podido prescribir en el ámbito civil y/o canónico; si la persona acusada pertenece a un Instituto de Vida Religiosa o, por el contrario, es clérigo diocesano; si vive o ha fallecido... El camino que se tomará en cada situación es diferente. En el caso de la Casa de la Misericordia, en consonancia con los actuales responsables de la misma y para tratar de lograr la mayor independencia posible, ya que se trata de un asunto en el que está implicado un sacerdote diocesano, José Luis Perdigo, hemos llegado a un acuerdo de colaboración con una institución independiente. Así lo anunció también el obispo para este caso y para el del Seminario de Derio.
¿Es complejo llegar a identificar a los supuestos abusadores cuando han transcurrido muchos años de los hechos?
A veces sí, nos ha pasado en dos casos del diario El País: Sanatorio Santa Marina, en la década de los 60 y Colegio- Seminario Resurrección María de Azcue, en la década de los 70. También en relación con un caso referido a abusos denunciados en la Parroquia de San Francisco de Asís (Quinta Parroquia) localizado a caballo entre la década de los 50-60. Las víctimas, aunque recuerdan muchos de los detalles de lo que les sucedió, no son capaces de recordar el nombre de la persona, ni ningún otro dato que pueda ayudar a la identificación. Por eso es relevante que se denuncie, para que se pueda ayudar a esclarecer mejor lo que sucedió.
¿Tenéis relación constante con las instancias públicas y jurídicas?
Por supuesto, estamos en contacto tanto con la Ertzaintza como con el Ministerio Fiscal y, la verdad, es que tenemos que decir que el trato que hemos recibido por parte de unos como de los otros, ha sido de lo más facilitador. Seguiremos colaborando en todo lo que nos soliciten y esté dentro de nuestras competencias.
Aunque desde los medios os requerimos información a menudo, habéis querido salir de los focos para proseguir con vuestro trabajo. ¿Qué previsiones de tiempos manejáis?
Nuestra idea es que, en los próximos días, podamos hacer una comunicación con relación a las denuncias recibidas hasta la fecha. Queremos hacer una especie de corte, de manera que desde esa fecha hasta el verano podamos tener tiempo para confeccionar un informe en el que se contenga el resultado de lo realizado. En algunos casos, al tratarse de abusos en el ámbito de los Institutos de Vida Apostólica o prelaturas personales, no podremos dar muchos más datos que el de haber puesto en conocimiento de las autoridades pertinentes la existencia de tales denuncias. En otros, sin embargo, nos gustaría que la comunidad cristiana y la sociedad en general, conocieran los resultados del trabajo realizado con el mayor detalle posible •
`Entorno seguro´, en Euskalerriko Eskautak Bizkaia
Con la colaboración de la Comisión de Protección de Menores de la Diócesis, el movimiento educativo católico ha creado el `Protocolo de protección contra la violencia hacia la infancia y adolescencia´ en el que reúne las pautas que viene desarrollando durante los últimos años. En este documento, se pone el foco en la prevención de “cualquier actividad o actitud que pueda derivar en situaciones violentas •