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Cu:no vi a los ingleses

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Charlas de Cine

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lmpresio1ie.s recogidas por un ex colega del B.C.R.A .. quien, desde su cargo diplomático en Lo11d,res, supo atisbar a los ingleses "en su salsa".

NO creo incurri1" en exager11ción si aíirmo que el pue· b1o inglés es el más peculiar cn!lre los ocridenta'e1 Su isla constituye un reducto que les permite defender sus hábitos. costumbres e id:csincrasia de la influencia standardizadora moderna. En mérito II las ra racle1"isticas que Je son propias, el habitant,e de d:cha fortaleza constituye una verdadera espc:ie que podríamos denominar "horno b1"itannicus" para diferenciarlo en la escala humana. Amante de la tradición, la venera por respeto insti:1tivo, hereditario, y, sin confesarlo, la explota para el tu,rismo. Es de rigor. para los centenares de nmer· ca1103 írancescs, alemanes, etc., que visitan la isla todc3 los veranos. aglomernrEe ante la verja del Buckingham Palace para observar el ceremonioso cambio de la guar::li:i; concentrarse en Piccadilly Circus -algo así como el ombligo del Imperio- a la noche, bajo la estatua de E.os, pa,ra dar culminaA;ón a las andanzas del dia; v·sitar los ''antiques", nego'ios donde se encuen'.ra todo lo vi!!jo 1 un precio muy superior a lo nuevo; tomar cerveza donde

INGLESES

por

GERALDO W . VON POTOBSKY

lo ha hecho hace doscientos años tal o cual ilustre británico; recorrer la Torre. el Parlamento, lo C!ltedral de San Pablo y la Abadía de Westminster, etc., e:c.

Todo tiene su histor:a en esta t:erra . Existen libros y íol!etos que relatan las anécdotas que se vinculan con cada calle, casa, parque, estatua. El turista comienza a enfrascarse en historias y leyendas, desea conocerlo todo, empnp:irsc de tradición. Cuando vuelve a su patria se da cuenta de que jamás ha prestado tanta atenc'ón a Jo p'l"Opio.

Londres es, sin duda, la ciudad más cosmopolita. Es el centro del mundo. La "City", o sen, la por'.e vieja y comercial . e3 un conglomerado de bancos. instilu iones y oficinas que trafican en todo el orbe. Lns representa· ciones diplomát'cas y lns misione� oíicinles pro1ifcran en íorma gene·osa. Abundnn, sobre todo, las delegaciones orientales, con sus ,·est:mentos típicas, los negros de Africa y los de Jamaica. En los nego· ios importantes de alimen•cs existe una variedad extraord'narin de productos traídos de todos los confines: c!lt'ne nacional. de Australia, Nue,·n Zclandia, Argent'no; quesos de Holanda, Dinnmnrca, Alemania, Austria: manteca de Nueva. Zcl'lndia, Suecio, Austra1ia, Hclonda, Francia. En todns !ns carnicerías existe un mostrador largo dedicado exclus·vamente a las distintas var'edades do tocino. Este producto constituye un rubro fundamental en la ración alimenticia del país, ,V les nspectos de su comC'l'cio -principa'mente la importación desde D'namarca- son tema de interés nac;onal. s:n embargo. en es•e maremágnum de internacionalismo el "horno bl'Ítannicus'' es un nacionulista acérrimo. Para un inglés el mejor producto es inglés. Cunndo debe confesa.· que un artículo es extranjero. lo hace quizá a rcgañad'cntcs, estampando el té-rmino "f-0re'gn" sin aclarnr muchas veces la pro·edencia. Dicho nacionalismo lo impulsa a mantener sus sistemas aun cuando en todo el res:o del mundo s e haya cptado racionalmente p o r olros. Así, por ejemplo, el tránsito en las cal'es es por la izquierda. a pesar de h universo) tendencia en sentido contrario. Y no hoce falta recalcar la obstinación británica con respecto al s:stcma de p�sas y medidas. El cxtran-

\/lt1úiu ,t, l\',•i.,/mtn.,ttr

jero que desee contro'nr su peso tendrá que soportar In seria molestia de hacer la eonve:-sión de ''stones" a kilogn1mos.

No hay poder de raciocinio suíic:ente paro convencer a la ama de c:isa o sirvienta ing1esa de las ventajas de los cepillos con mongo. D'ariam,•nte se los ve hincadas, írepndo. en el sentido literal de la palabra, las b(•ldo-

sas de sus pasil'os. Pero -eso sí- sin quitarse los sombreros. El amor de las mujeres por el somh1-ero es algo notorio. Constitu,vc dicha prenda el vademécum indispensable de toda inglesa: desde la "nanny'' e niñera en los parques, la florista en las esquinas. la vendedora de diarios. hasta las damas más elegantes de los salones.

El "horno britonnicus" posee un e!evado sentido del orden, lo que actúa en detrimento de su elasticidad mental. Es inútil esperar en un nego::io que el vendedor atienda o la vez a dos clientes. No quedo más remedio qut• resignarse a esperar que el predceescr íinalice su compra, s·n que el dependiente le preste a uno la mínima atención. No es por falta de cor:csia, pues unu vez en el tu I no, será uno atendido ccn el mismo csmCt'o. Si luego se quiere facilitar la 1levolución del cambio, entregando, por ejemplo --en moned:i. nuestra-, un bil!ete de diez pesos ) unn moJ1eda de ,·eint.e centavos para realizar un pago de S 8,2() a fin de que reintegren dos pesos. el empicado de la caja mirara azorado y dará el cambio exac:o sobre los diez peso3, s · n aceptar la moneda adic'.cniil.

Lo honestidad const'tuyc un rasgo que cautiva. En el ómnibus sucede a veces que el boletero --que, sin embargo, se liorna "conductor"- no cobre el viaje por olvido. El pasajero, en caso de tener que descender sin acercarse a aquél por encontrarlo ocupado en otro Jugo'!' del ,·ehículo, le deja sus monedas al compañe·o ocasional de asiento para que abone el v:aje. Se cree en la buena fe y en In palabra de los personas. En 103 nego :os se puede comprar con un cheque, indicando únicamente al dorso del m'smo el do-

Otro ll\f)l'flo ,1, /u \/ladra

micilio. Más de una vez he comprado en un comercio de la import:incia de Harrods', donde tenia abierta u n a cuenta c<wricnte, con la simple mención de este hecho, sin que el empicado de una de las tantas secciones aver:guara la veracidad de mi afirmación. Como único requisito me exigían la firma de la factura corrl'spo:idien'e.

/:n/radu d.-1 H¡•,le Park.

Cambio de guardia n, d palacio Sainl James.

A un señor am'go le sucedió que, habiendo encargado un artículo en dicha casa, no lo recibió en su hotel a pesar de haber transcm·rido varios días. Al reclamar ante el vendedor que lo había atend'do, éste procedió de inmediato a entregarle el mismo articulo, sin en'.rar a averiguar previamente sobre lo sucedido. Días después, el gerente del hotel le pedía d·scu!pas, pues hacía tiempo que guardaba un paquete que había dejado un reparLldor del negocio mencionado, olvidándcse de enviarlo a su habitación. La casa había cumpEdo desde un primer momento. Una vez 'adquirí una mesa que, después d� va�ias seinan3s de uso, preszntó defectos en el barn:zado. Hecha la recbmacin, se me a!endió en s-eguida.

Como solicitara yo la verificación de! defecto antes de remitírseme una mesa nueva, se me manifestó que mi palabn era prueba sufic:ente. Y ahora, otro aspecto. En una op-Ortunidad, encontrándonos de visita en Windsor, fuimos varias personas a comer a un pequeño restaurante en las inmediaciones del famoso Castillo. ,El local se hallaba vacío, y como las mesas eran chicas, resolvimos juntar dos de ellas para poder comer juntos. La señora que atendía nos manifestó que eso estaba prohibido. Supus'mos que se deb:a a que pronto se llenaría totalmente el si�io, ocasionando así nosotros inconvenientes a les mozos. Cuando nos fuimos, depués de casi una hora de almuerzo, el restaurante �eguia tan vacío como al principio. Divertidos, nos dimos cuenta de que habíamos contribuido a observar las "rule�" ( reias) del establecimiento.

\l'dlin::lon Arch.

/.a esla/ua de Prirr Parr. Pero Lond•res también sabe $Cr sombría. No lo digo por la neb!ina, que suministra un marco adecuado a la lobreguez de sus cal!es solitar:as, sino porque a una cuadra de Piccadi11y Circus, con sus luces ,Y su trajín, com:enza el barrio de Soho y sus sombras. Atravesado por cal'ejuelas de anchura me. d'eval, constituye el barrio latino, que alberga a los meridionales europeos más modestos. De día pululan españoles, italianos, franceses, griegos, e!:c., que t:enen establecidos sus comercios o puestos en la feria. Allí hay que comprar el aceite al que es'.amos acostumbrados -pues los ingleses �ocinan con margarina-, los chorizos españoles, los salames, C:deos y ravioles. Junto a los quioscos se encuen�·an vitrinas con avisos que inv:tan, solapadamente, a los mayores vicios. De noche, las cal!ejuelas se tornan oscuras y desiertas. Algunas luces revelan la existencia de dancings y bare�. a los que concurre gente de muy dudosa apariencia. No obstante, hay que aventurarse para llegar a los numerosos restaurantes con excelentes menús "no ingleses" que abundan en es'.e barrio. Para mayor seguridad, la policía suele aconsejar, a veces, que se camine por el centro de la calzada, para evitar así bocacalles y portones oscuros y misteriosos. También a veces se lee en los periódicos sobre alguna pele!! de cuchillo entre gente del hampa. Ello constituye una solución "poco britán'ca" para zanjg,r algún negocio entre felones de sangre meridional, lo que encuentra un marco tío:co en Sobo. (Continú,a en La pág. 32)

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Trafatgar Squan•.

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