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Podré bordar mi alma y adornarla?
GERMÁN GARCÍA ADRASTI
memorias del tiempo en que fueron construidas, serán un archivo visual para contar en el futuro lo que vivimos en el 2020.
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Didi Huberman dice que no se puede hablar del contacto entre la imagen y lo real sin hablar de una especie de incendio. Por lo tanto, no se puede hablar de imágenes sin hablar de cenizas. Las imágenes forman parte de lo que usamos para registrar nuestros temblores (de deseo o de temor). El virus es biológico, pero también es semiótico. Lo que antes era visible y palpable se volvió apenas perceptible, incorpóreo, y lo que antes no percibíamos se vio con total crudeza. La pandemia puso negro sobre blanco lo que extrañábamos, lo que nos faltaba, las ausencias que sentíamos, el desastre ecológico a nivel planetario, la violenta desigualdad social. También puso de manifiesto que no podemos esperar a que otros u otras decidan cómo va a ser nuestro futuro. Tuvimos que aprender velozmente a readaptarnos, reinventarnos. Vimos una vez más que lo que sostiene la vida es la solidaridad, que no hay salidas individuales, libradas a la “creatividad” del mercado, que estamos todos y todas interconectados, vital y biológicamente.
El virus reacomodó mapas políticos, cambió las jugadas en tableros torcidos, reconfiguró resultados electorales. También sabemos que las fotografías no circularon solas. Lo visual siempre carga con historias previas. Por eso decimos que lo social es redefinido por y a través de las imágenes. En la intersección entre la capacidad de ver, las tecnologías disponibles y los discursos sociales vamos desandando qué y cómo vemos lo que nos sucede. Las imágenes nos dicen de algún modo a qué tiempo pertenecen: “Todo presente está determinado por aquellas imágenes que le son sincrónicas: todo ahora es el ahora de una determinada cognoscibilidad. En él, la
ALEJANDRO AMDA
verdad está cargada de tiempo hasta estallar” (Benjamin, 2005: 465).
En su artículo “Contra el desamparo”, Perla Zelmanovich (2003) nos habla de la “posibilidad de dar sentido” al sufrimiento: “... incluso en las condiciones más penosas, el recurso de dar sentido posee una fuerza vital extraordinaria al ejercer con eficacia una función de velamiento (...) en el sentido de una distancia necesaria con los hechos, que permite aproximarse a estos sin sentirse arrasado por ellos. Se trata de una especie de pantalla, de trama que hace las veces de intermediación, capaz de generar condiciones mínimas para una posible subjetivación de la realidad, una delgadísima malla que recubre la crudeza de los hechos, que le brinda la posibilidad a quien la padece, de erigirse como sujeto activo frente a las circunstancias, y no mero objeto de estas”. Las fotos que vimos en este tiempo ayudaron a conformar esa “delgadísima malla” que nos permitió no apartar la vista y que, en algunos casos, posibilitó que emerja una subjetividad que no solo mire, sino que también actúe. Tal vez se trate, como dijo Amador Fernández Savater, de “poder ver primavera en los inviernos”.
Fotografías y texto KELLY LEDEZMA
Bordar significa adornar con bordaduras una tela u otro material… ¿podré bordar mi alma para adornarla y sanar? Quizás si o quizás no, es un proceso que traté de vivir cuando inicié este proyecto, todavía es muy reciente y no tengo la respuesta. Pero sin duda, bordar la ropa de mis padres, adornó algo en mi…
No soy la única en Bolivia que perdió un ser querido por este monstruo con corona, pero el dolor sí es único… El COVID-19 llegó a la vida de mis padres disfrazado de dolores, de síntomas que no entendíamos y que no estaban conectados. Cuando los entendimos y reaccionamos, quizás ya era demasiado tarde; tarde para él, mi papá, y justo para ella, mi mamá. Él se fue de este mundo, dejando todo lo que los papás dejan cuando se van… un gran vacío, un vacío en mi alma. Desde ese día hasta que empecé este proyecto no pude abrazar a mi madre para llorarlo y consolarnos como se debe, pues ella también cayó ante el virus. Ella no se fue, lo superó y se quedó, se quedó en este mundo, conmigo, con mis hermanos, pero en sus ojos veo el dolor y la tristeza porque se fue Raúl, su amor, el amor de su vida, el amor de mi vida.
Quizás el virus aún estaba en estas ropas que bordé, con el nombre de esos dolores, de esos síntomas, pero ya no me hacen nada y es cuando me pregunto: ¿podré bordar mi alma y adornarla?
¿Sanaré? ¿Sanaremos?