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Orígenes
TEXTO
LUIS QUEVEDO
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AL CAER LA TARDE,
el escaso calor que los rayos del sol proporcionaban se terminó de pronto y un escalofrío recorrió mi espina dorsal, mientras todavía conducía la motocicleta colina arriba. El doctor Eudald Carbonell, renombrado arqueólogo, me acompañaba y el motor de 250 centímetros cúbicos apenas podía con el peso de ambos. Serpenteando por el camino lleno de pequeñas piedras, llegamos a una zona en la que el suelo cambiaba de repente y el basalto se transformaba en caliza. La voz de Eudald se escuchó muy agitada y detuve la motocicleta, el investigador señaló hacia un árbol a la mitad de aquel páramo. En las ramas de árboles solitarios, como esta morera, durante siglos, los habitantes del lugar han atado mensajes en forma de pedazos de tela. Mensajes que se llevarán el viento y los espíritus. Este lugar concreto, al sureste de Turquía, se conoce como Göbekli Tepe Ziyaret. Ziyaret signifi ca “lugar de visita o peregrinaje” —en referencia al árbol de los deseos— y Göbekli Tepe —“la colina panzuda”— es el sitio que buscamos. Aquí, 20 años atrás, la idea que se tenía de la prehistoria cobró otro sentido.
Fue en el otoño de 1994 cuando Klaus Schmidt, un joven arqueólogo alemán —siguiendo las huellas de un manuscrito de 1963, del estadounidense Peter colina como esa? Ninguna. Aquello era lo que se conoce Benedict—, redescubrió un asentamiento EVIDENCIA como tell —en árabe signifi ca “montículo de ruinas”— y que de la Edad de Piedra que no encajaba con nada de lo que los arqueólogos pensaban hasta entonces. Para una mirada experta como la de Eudald, el yacimiento era obvio. A mí, me lo tuvo que explicar. La cima de la pequeña colina era de tierra. No era el basalto de más abajo ni la GRABADA En la "colina panzuda" es posible encontrar bajorrelieves que representan a diversos animales. delata la presencia de una construcción hecha por manos humanas. Manos que no solo habían formado aquel abultamiento, también crearon centenares de lascas y herramientas de piedra que cubrían el suelo. En los años siguientes, los arqueólogos desenterraron algo que contradecía la estructura básica de la prehistoria: conjuntos de templos de piedra, decorados con bajorreliecaliza de su tercio superior. ¿Qué fuerza ves, y con una clara función ritual que databan de un tiemde la naturaleza podría haber acumulado po en el que todavía no se habían domesticado ni plantas tal cantidad de tierra en lo alto de una ni animales. Un templo paleolítico.
Göbekli Tepe fue redescubierto en 1994, por el arqueólogo alemán Klaus Schmidt.
VESTIGIOS
En el sureste de Turquía, cerca de la frontera con Siria, se encuentran los restos de lo que se considera un templo del Paleolítico. Turquía
Siria
AÑOS
10,000 antes de la era común.
REGLAS QUE SE ROMPEN
Hasta que Göbekli Tepe lo desmintió, la prehistoria del hombre había seguido un guión descrito, entre otros, por uno de los más infl uyentes arqueólogos de todos los tiempos, el australiano Gordon Childe. Él había combinado el pensamiento marxista —no confundir con comunista— con la prehistoria y había acuñado el término “revolución neolítica”. En su relato materialista, los medios de producción eran los que dirigían las transformaciones humanas: desde los grupos de cazadores-recolectores —como los san de África—, hasta los primeros poblados organizados alrededor de la agricultura y la ganadería y, por último, las grandes urbes, imperios y civilizaciones. Hasta que no hubiera una agricultura capaz de generar excedentes de producción y con ello una explosión poblacional, los humanos no necesitaban construir edifi caciones ni reunirse en grandes colectivos, ni tampoco compartir grandes y sofi sticadas culturas. Las pruebas arqueológicas le dieron la razón por mucho tiempo: las grandes construcciones estaban ligadas a sociedades agrícolas centradas, a su vez, en el cultivo de maíz, arroz, trigo u otra fuente vegetal de calorías. Göbekli Tepe fue la excepción que no confi rmó la regla.
COMPARTIR IDEAS
Imagina esta misma colina panzuda, con más árboles, pues entonces el clima era más benévolo. Antes de romper el alba varias fi las de hombres y mujeres se dirigen hacia la cumbre fl anqueados por sus fi eles perros de caza. Su tez morena está cubierta por las pieles de animales cazados o por ocre u otro tipo de decoración que los distingue, separa y delimita del resto de la humanidad. A la cabeza de cada uno de estos grupos, un chamán armado con los poderes de un animal sagrado. Estos hombres guardan la llave de la puerta que conecta el mundo de los vivos con el inframundo. Una puerta que se disponen a abrir con la ayuda del sol.
Göbekli Tepe es un conjunto de templos de piedra circulares en el que enormes fi guras en forma de T, y que representan a chamanes, rodean a una pareja —hombre y mujer— todavía más grandes y encarados a la salida del sol. Sobre estas esculturas se practicaron sacrifi cios —los investigadores han hallado restos de sangre de perro en su superfi cie— y las decoraciones que las graban —parejas de animales: jabalíes, gansos, ciervos, buitres— nos hablan de la vida, la muerte y la fecundidad de una tierra que 10,000 años más tarde se conocería como el “fértil creciente”.
quo.mx Sigue el paso evolutivo de la humanidad en: htt p://quo.mx/ expediente
Herramienta utilizada para recolectar gramíneas.
DE RICOS A POBRES
VIVIR EN COMUNIDAD
Çatalhöyük es la prueba más antigua, encontrada hasta ahora, de un conjunto urbano del Neolítico.
Göbekli Tepe pone el carro delante de los caballos de la prehistoria y nos revela que, antes de la agricultura, la ganadería y las organizaciones sociales de gran escala, los grupos de cazadores-recolectores ya compartían ideas capaces de movilizar a cientos de hombres y mujeres para construir algo tan enorme. Siglos antes de la agricultura, estos humanos podían proveerse el alimento para sobrevivir durante los largos periodos de tiempo necesario para tallar, transportar, colocar y decorar las rocas del templo. En esencia, este monumento religioso, construido por cazadores-recolectores, contradice todo lo que sabíamos sobre edifi cios religiosos y estos grupos. ¿Quiénes eran estas personas? ¿Por qué levantaron estas construcciones? Y, ¿por qué las enterraron y abandonaron hace 8,200 años antes de la Era Común? VÍCTIMAS DE SU ÉXITO
Este pueblo no dejó nada escrito, tan solo piedras, símbolos, herramientas. Eso no impide la especulación. Schmidt piensa que Göbekli Tepe es el testimonio del fi nal decadente de una cultura que murió de éxito. Fueron tan efi cientes en la explotación de su Una de las sorpresas que me llevé en esta aventura fue comprobar cómo, según el registro arqueológico, el paso de la caza y recolección a la agricultura fue malo para la salud y el bienestar de la mayoría de la humanidad. Incluso en lugares tan duros como el Kalahari, los san apenas gastan 20 horas semanales en obtener alimento. Mucho menos de lo que requiere el cuidado de un campo de maíz o una terraza de arroz. También menos que la supuesta semana laboral de 40 horas en Occidente. Nuevos peligros amenazaban a las sociedades agrícolas: poca o demasiada agua podían acabar con toda la cosecha, dejando al pueblo sin alternativa. Nuevas enfermedades aparecieron al convivir con los animales domesticados que cobraron innumerables vidas. La nueva sociedad agrícola melló la salud de nuesentorno, en la caza y la recolec- tros antecesores de un modo que hoy ción, que sus ofrendas y monu- resulta obvio a la vista: entre el fi nal de mentos acabaron por adquirir la última glaciación y el 3,000 antes de la proporciones pantagruélicas. La era común, la estatura media de pueblos necesidad de construcciones enor- de las actuales Grecia y Turquía decreció mes, más recursos y más trabajo en 15 centímetros. provocó desigualdades y la gradual dependencia de la agricultura. Al fi nal, su modo de vida se transformó tanto que abandonaron el simbolismo caduco de la caza-recolección, enterraron sus antiguos templos y se marcharon a otro lugar donde la tierra fuera más idónea para cultivar y donde nuevos dioses tomaron el lugar de los viejos. Así, lo que detonó el paso de la caza y recolección a la agricultura habría sido el superávit de unas élites progresivamente menos nómadas y más acomodadas, y no a la inversa.
Schmidt cree que el cambio del animismo a una religión centralizada y de un modelo social igualitario a uno jerarquizado no fue la consecuencia sino la causa de la aparición de la agricultura y la ganadería. Piénsalo: construir los enormes templos requirió mucho trabajo, una provisión continua y fi able de comida y especialización en el trabajo. Si, como decía Platón, la necesidad es madre de la invención, fue solo cuestión de tiempo que esta sociedad se transformara y se viera atrapada en una nueva forma de vida.
La abundancia de alimento propició el crecimiento de la población, lo que hizo necesario arar más campos, criar más animales y esto, a su vez, provocó que la población aumentara todavía más. Así, este nuevo circuito
de retroalimentación cultural fue el camino de no retorno que expulsó a los cazadores-recolectores de su edén, abalanzándolos contra la tierra y el arado.
LA PRIMERA CIUDAD
Uno de los mayores placeres que me proporciona jugar futbol en Nueva York es que cuando hay partido tomo mi bicicleta, cruzo desde Manhattan hasta Brooklyn por el puente Queensboro y, justo antes de llegar al campo de juego, me detengo cerca del East River, doy media vuelta y me quedo un rato observando el skyline. El perfi l de los rascacielos recortados sobre el rojo que tiñe el cielo de la tarde enciende la imaginación. Entonces superpongo a esa imagen otra, a través de los ojos de un hombre joven, que podría haber sido yo, hace nueve milenios y medio, en el “fértil creciente”. Veo cómo las torres de acero y hormigón se transforman en las igualmente arrebatadoras formas de la Nueva York de la época: Çatalhöyük. Una urbe de 8,000 almas que, piso a piso, crearon una colina artifi cial en forma de panal reticulado. Todavía no se habían inventado las calles, no había necesidad. Cada unidad albergaba a los miembros de una familia, sus enseres, su despensa, sus objetos de culto y, sobre todo, sus antepasados enterrados bajo el piso del hogar. Aquí la vida todavía se basaba, en gran medida, en la recolección de las abundantes gramíneas que cubrían los páramos del lugar y en la caza de animales como el uro, el antepasado del toro y la vaca. Aunque no hay conexión arqueológica
Una de las pinturas murales encontradas en Çatalhöyük. Çatalhöyük se localiza al sur de la península de Anatolia, en Turquía.
directa, podemos pensar que esta gente no fue muy diferente de los arquitectos de Göbekli Tepe. Tal vez fueron sus lejanos descendientes. Puede que más tarde domesticaran el einkorn, el antepasado silvestre del trigo. Pero tampoco podemos saberlo, por ahora. Lo que sí podemos aprender al ver los restos de esta gran urbe de la época es que, de nuevo, el carro va por delante de los caballos, y primero hubo una ciudad antes de que existiera una sociedad agrícola. Además, curiosamente, la casas son muy parecidas entre ellas y no hay signos evidentes de estratifi cación social o desigualdad. Pero no vayas a pensar que esto era una especie de edén perdido. Aquí había violencia y peligro.
Uno de los detalles que más me sorprendió es que la ausencia de calles se complementa con entradas en los tejados. Entrar por el tejado, claro, requiere de una escalera. ¿Era esta colmena humana una forma de protección contra los ataques de otros grupos rivales, antes de que se inventaran las murallas?
En la etapa turca de nuestro viaje, Eudald y yo aprendimos que primero fue la idea —la palabra, el culto— y solo después la agricultura, la ganadería, la política. Que fue el éxito, y no la necesidad, de los cazadores-recolectores lo que precipitó la revolución neolítica. Una revolución que acabaría por extenderse por todo el mundo y crecer exponencialmente hasta hacer posibles las grandes civilizaciones y los imperios de la historia. Pero, por el momento, no nos habíamos alejado mucho de la cuna de la humanidad: África. ¿Cómo nos extendimos por todo el planeta, cómo conquistamos la helada tundra que, por aquel entonces, cubría buena parte de Europa y Asia? ¿Cómo llegamos hasta América a través de un desierto de hielo que hacía imposible cualquier tipo de agricultura y, francamente, inimaginable la caza y recolección?
En la siguiente etapa de nuestra aventura nos dirigiremos al norte del norte, en busca de las tierras boreales que unieron América y Eurasia antes del fi nal de la última glaciación. CONTINUARÁ