CineEsCena: Un festival para comérselo

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4 El perseguidor

Domingo, 8 de diciembre de 2013

LA PROFUNDIDAD DE LA SUPERFICIE AGUSTÍN E. DÍAZ-PACHECO (*) Escribir, el antiguo oficio de escribir, a veces no considerado por la idiocia oficial y particular, es en cierta manera la voluntad de quienes a pesar de todo perseveran en cuanto a domar ideas. Afortunadamente, existen personas que desean ir más allá de innecesarias fronteras. Se trata, pues, en confeccionar diferente globo terráqueo y trazar líneas para fundar nuevos lugares, desposeídos de las fronteras que distancian a los seres humanos. Es menester abordar el viejo oficio de escribir, en este caso bien afrontado por Alba Sabina Pérez con su libro de narraciones ¿Quién cuidará de mis guardianes? (1), un meritorio paso más, en el que reúne once originales cuentos. Leyendo el apartado referido al prólogo, llevado a cabo por el destacado poeta Sergio Barreto Hernández, me planteé lo que éste mencionaba ágilmente con respecto a la escritura ofrecida por Alba Sabina Pérez y lo literariamente aludido en “cuanto a una actitud gramatical preñada de recursos propios de la narratología americana “Salinger, Dos Passos, Carver, Cortázar”. Aportación, la de Sergio Barreto Hernández, que le serviría positivamente a más de un crítico para un susceptible intercambio de impresiones. Estimo que el libro de Alba Sabina Pérez fue concebido desde determinada perspectiva. Destaca en él, aparte de su innegable valentía, el hecho de constituirse a sí misma, literariamente entendido, y manifestarse tal cual es. En toda voluntad creativa pesan siempre referencias, influencias, sugerencias, tal o cual tema, o si éste libro u otro libro, aquél o éste escritor, pero en el decurso del transcurso narrativo, nuestra escritora expresa la peculiaridad consustancial al creador que ha sabido generar su opera prima. Queda expuesta así, la notoria capacidad creativa que sustenta la escritora y el libro objeto de éste artículo, que merece ser subrayado. Es lo que queda destacado en el texto correspondiente a la contraportada del libro en el cual una acertada síntesis aclaratoria, dies-

tramente efectuada por el buen escritor que es Iván Cabrera Cartaya, quien sitúa el positivo discurso literario de la autora en el lugar que le corresponde, exento de analogías y otras referencias. En realidad, todo ser humano es un reflejo de los demás en el espejo de una indiscutible mismidad. Por su contra, se debería entonces precisar estrictamente, en su posterior trayectoria, acerca de sus cuentos y exponer probadas similitudes y justas referencias con la obra de otros creadores. Evidentemente, en ¿Quién cuidará…?, queda la innegable huella de quien determina, y lo sabe hacer, trasladar su memoria personal a un imaginario en el cual sólo puede concurrir la autora. Ha aprehendido lo que sucede entre peculiares circunstancias e imaginaciones. De manera tal, que los cuentos que palpitan en el ya referido libro reclaman atención. Con independencia de ciertos autores y sus correspondientes obras, merecedores del máximo interés y respeto, lo logrado en el insomne territorio literario se encuentra en el intento de ser independiente. Considero que al leer uno de los cuentos, titulado Al borde de la piscina, puede existir un posible eco reminiscente del magnífico escritor estadounidense John Cheever, objetivado en un nadador que, tras atravesar piscinas, encuentra bien fechada la puerta de su propia casa. Es, por eso y por otros motivos, que el cuento de Alba Sabina Pérez sea merecedor en ser releído. Quepa decidirse por textos en los cuales converge la memoria del creador y sobre todo de quien sabe conducir sus recuerdos, pero distorsionándolos. Estimo que la autora de ¿Quién cuidará…?, su consumada inicial trayectoria, nos invita noblemente -es una apuesta, también lo es la literatura- a una arriesgada apuesta por ser ella misma cuando escribe. Así, la desdicha en no ser feliz, yace en el recuerdo, y consta en uno de sus cuentos, La parada intermedia y la interminable calle Wolfgang Wagner, también cómo se afirma desde el principio la infelicidad. Si existe una nota distintiva en la estructura narrativa presente en ¿Quién cui-

Portada de ¿Quién cuidará de mis guardianes?, cuentos de Alba Sabina Pérez

dará…?, es el discurso autorreferencial, es decir, consta el acento hipotético consustancial al diario que paulatinamente se va mutando en cuentos o novela. Con esto no me refiero a todos los cuentos, pero sí posiblemente a algunos de ellos. Ése eco callado nos habla a través de las palabras bien concebidas por Alba Sabina Pérez. Del todo legítimo. Obviamente, los escritores sitúan a ciertos específicos ascendentes, lo cual es ciertamente innegable, pero ello no supone un absoluto paralelismo con los hacedores admirados. Constituyen una referencia, eso sí, pero en absoluto conviene que un autor, sobre todo si es biológicamente joven –existen jóvenes viejos, supeditados a una mentalidad sombría y ferozmente descreída o incluso pusilánime, voluntariamente despojados de ilusiones, al igual que hay personas

mayores que piensan y actúan como suelen hacerlo afortunados jóvenes-, ya que sería soportar tan plomizo peso. También se puede anexionar al discurso autorreferencial, cierta plasticidad propia de aquellas personas que profesan voluntad creativa en creaciones como el cine o el documental. Es lo que también se observa en la iconografía de la autora de ¿Quién cuidará…?, y no es el determinismo teóricamente generado cuando se han cursado estudios de comunicación visual. De sobra es conocida la influencia de la literatura en el cine o a la inversa. Pero hay que tener en cuenta la diferencia existente entre la comunicación digital y las imágenes icónicas, evidentemente, por cuanto lo que en principio puede ser concomitante podría derivar en confrontación sin que se aboque a la síntesis. De ahí que me haya fijado en una personal idea, comprendida en la exaltación subjetiva, y es la referida a la profundidad de la superficie. Y es que bajo la superficie anida la profundidad, obviamente. De manera tal, que los ojos no son más que los balcones del cerebro, de la mente, que permanece oculta, es decir, profunda, por ejemplo, y nuestro cuerpo está regido por el sistema nervioso central. Es así como la literatura concebida por Alba Sabina Pérez, condensada en ¿Quién cuidará de mis guardianes?, manifiesta la irrevocable vocación del inicio, pero éste es comenzado desde la propia mismidad creativa de la joven escritora. No encuentro ni resonancias ni paralelismos con otros escritores, sinceramente, que podrá haberlos, obviamente; ciertas influencias, de una forma u otra se refleja en todos los escritores por el mismo hecho del oficio descubridor de la lectura. Mas, su libro es patente demostración de la constancia y la inquietud, la reflexiva imaginación de quien ya se ha incorporado merecidamente a la prometedora nómina de los nuevos escritores canarios muy a tener en cuenta. (1) ¿Quién cuidará de mis guardianes?, Alba Sabina Pérez, 143 páginas, Ediciones Idea, Tenerife, Canarias, 2013. (*) Agustín E. Díaz-Pacheco es escritor.

III CINEESCENA BENJAMÍN REYES La tercera edición del Festival Internacional de Cine Gastronómico de La Laguna (CineEsCena), que se desarrolló entre el 22 y 30 de noviembre, ofreció un menú apetitoso integrado por 41 películas distribuidas en las secciones a competición, la retrospectiva a Luis Buñuel, el ciclo dedicado a Alemania como país invitado o la sección Off Cinema Gastronomic. Proyecciones que se sazonaron con catas de vino y degustaciones de comida en diversos espacios de la ciudad nivariense. El plato fuerte de la sección oficial de largometrajes fue, sin lugar a dudas, Caníbal, de Manuel Martín Cuenca, una lúcida radiografía del alma humana: somos capaces de lo mejor y de lo peor; así como una “sui géneris” historia de amor protagonizada por un antropófago, encarnado por un contenido Antonio de la Torre. Pulcra y límpida fotografía premiada en el último Festival de San Sebastián. Para paladares exigentes y ávidos de emociones fuertes. Se alzó con el Premio Aguere al Mejor Largometraje y con el Premio del Jurado Popular. De los otros siete filmes a competición que se pudieron ver en el

UN FESTIVAL PARA COMÉRSELO Paraninfo universitario, cabe destacar Menú degustación, de Roger Gual. Cine elegante que muestra que tras la alta cocina y los comensales sibaritas solo hay personas con sus pulsiones y emociones cotidianas. También hay que reseñar La nada cotidiana, la ópera prima de Fátima Luzardo, rodada con presupuesto 0, una interesante propuesta existencialista que muestra el ritmo de la ciudad de La Laguna. Para espectadores contemplativos. La exquisita La cocinera del presidente fue el título que mejor reflejó la gastronomía en la gran pantalla y por ello logró una mención especial del jurado popular. El binomio comida-amor fue una de las temáticas más repetidas, como lo demuestran la meliflua Love and Lemons y la insípida Muertos de amor. Las insustanciales Finales de otoño y Un suave olor a canela no debieron formar parte de la competición. Lo mejor de un festival de cine es que después de un

Diario de Avisos (Santa Cruz de Tenerife) 08/12/2013. Página 56

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Caníbal, de Manuel Martín Cuenca, obtuvo el premio Aguere al Mejor Largometraje y el premio del Jurado Popular.

Biblioteca de la Universidad de La Laguna.

bocado amargo viene otro sabroso. La muerte en este jardín (1956), del imprescindible Buñuel, viene a decirnos, en esta brillante alegoría sobre nuestra civilización, que una de las cosas que nos convierte en humanos es sentarse en una mesa y comer de forma civilizada. Un perro andaluz (1928), Diario de una camarera (1964), Belle de Jour (1966), El discreto encanto de la burguesía (1972) y El fantasma de la libertad (1974) y Ese oscuro objeto del deseo (1977) completaron el ciclo dedicado al genio de Calanda, por el treinta aniversario de su muerte, que se pudo ver en el Aguere. El resto del palmarés de la sección oficial lo completan No hay pan (Mejor Cortometraje), Himself His Cook (Mejor Documental) y Sex and Wine (Mejor Spot). “Todo festival de cine tiene que tener su mercado”. Estas palabras de Sergio Negrín (director del CineEsCena) justifican la celebración del 2º Foro de Coproducción Audiovisual de La Laguna en el que diez proyectos seleccionados buscaban financiación. Entre los que se encontraba La punta del iceberg, de David Cánovas, que gravita en torno al suicidio de tres empleados de una empresa multinacional. Este mercado garantiza el cine del futuro.


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