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SflBflDO. 14 DE NOVIENBflE DE e 0 0 9
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l a o p i n i Ó n de Tenerife
la revisión de los piojos, y del Kapo que me ha dado un golpe en la nariz...; pero no puedo dejar de darme
• EL BUEY SOBRÉ EL TEJHDO COORDINADO POR PoMPEYO PÉREZ DÍAZ
CARTAS DE UN FLÁNEUR I. EN TORNO A HENRY PURCELL (1659-1695) TEÓFILO RAMÍREZ
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•^.j Dedicado a Ofelia Quaintrelle
Hoy estuve en la Abadía. La mañana era hermosa y gris, Ofelia, con esa luz tenue y ese aire fresco que me hacen olvidar la tristeza del hiriente sol que tan frecuentemente nos atormenta en nuestra isla. Me demoré premeditadamente en el paseo: Un capucc/noen un diminutó café de mesas angostas con lámparas artnouveau, una breve incursión en una tienda casi en penumbra y delirantemente perfumada, para observar la delicada línea del cuello de una autoritaria oriental que compró unos guantes de cuero ámbar... Ya sabes, mis cosas. También conoces mi debilidad por la Abadía de Westminster, por su imponente figura, por la sinuosa sombra que proyecta, por el camino laberíntico que se adentra entre las tumbas de personajes célebres, por la empatia que siento hacia algunos de ellos en concreto. Había turistas, claro, y personas de cierta edad que parecían londinenses -esa extraña cualidad que otorgan algunas ciudades y que se muestra en los gestos, incluso un pequeño grupo de niñas con uniformé escolar, pero en absoluto suficiente bullicio como para • impedir el carácter íntimo de mi presencia allí. I^ren- • te a la puerta principal encontré a dos mujeres con vistosos pañuelos en la cabeza que vendían rosas al precio de una libra; por su indumentaria colorida y por su aspecto me parecieron gitanas de algún país del Este. Les compré dos rosas.Te será fácil adivinar el motivo de mi visita de hoy, por supuesto, y también suponer que fui directamente hacia mi punto de destino. Tardé muy poco en llegar hasta ese rincón tras uno de los órganos que tan a menudo pasa desapercibidp a quienes transitan ávidamente entre las tumbas; en una columna la emotiva inscripción: Here ¡yes Henry Purcell Esq., who left this Ufe and is gone to that blessed place where onlyhis harmony can be exceeded. Deposité las rosas sobre la lápida en el suelo. Recuerdo cómo empezó todo. A los trece años vi por primera vez La Naranja Mecánica de Stanley Kubrick, te he contado qué clase de adolescente fui. Ya estaba familiarizado con las obras de Bee-
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NESPERADA SORPRESA CUANDO' • PETE'-' TOWNSEÍEND MANIFESTÓ N O ' HACE TANTOTIEMPO :QUE P U : R C E L L HABÍA a O O UNA DE LA. L. J¡
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thoven que aparecen en numerosas secuencias de la película, pero también sonaban otras nuevas para mí, alguna de intenso efecto emocional. Nó tardé mucho en averiguar que aquella pieza desconocida y que tanto me fascinó había sido escrita por Henty Purcell, que formaba parte de la música compuesta para el funeral de la reina Mary II. Bien, más adelante descubrí que en realidad no era exactamente así -aunque desde luego sí que se interpretó durante el cortejo fúnebre- y que además la versión original difería notablemente de la utilizada por Kubrick, pero esos eran temas menores, el enamoramiento ya había tenido lugar. Había algo terriblemente.triste, a la vez que inquietante, en esa marcha fúnebre inicial-
DISTRITO 9
Enemigo mío BENJAMÍN REYES
La génesis de Distrito 9 se remonta a un cortometraje del propio Neill Blotnkamp, un falso documental de bajo presupuesto titulado Alive in Jo 'burgqac el director sudafricano rodó en un barrio de
La Opinión de Tenerife (Santa Cruz de Tenerife) 14/11/2009. Página 32
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dePürcell. A,menudo me evoca la sombra estilizada de una danza y pronto se convirtió en una de mis representaciones preferidas de los ritmos de las calles en el centro de Londres. Qué grata e inesperada sorpresa cuando PeteTownshend manifestó no hace tanto tiempo que Purcell había sido una de las influencias rítmicas básicas de su banda, The Who; mi lánguida egolatría vio confirmada esta identificación pufcelliana como icono de culto del imaginario londinense. Y de nuevo recurro a la idea de la seducción: La sorpresa, el giro inesperado, son dos componentes intrínsecos en todo juego de fascinación y teatralidad, en toda representación de lo significativo y de lo bello, en toda evocación del pathos. Sus sinuosas melodías se alejan de cualquier cliché estilístico estereotipado, se muestran como ejemplo de imaginación desbordante aplicada al elaborado artificio de la retórica barroca. Al abandonar la Abadía me sentía bien, como ^^ quien visita a un viejo amigo tras largo tiempo. En el camino por The Malí hacia Trafalgar Square estuve a punto de comprarme un sombrero de terciope'•K. lo violeta, recuerdo cuánto te gusta ese color. Para mis . adentros comencé a canturrear Thyhand, Belinda... qué hermosa manera de representar la muerte. Una agradable sensación de ligereza acompañaba mi reflejo fugaz en los cristales de los escaparates, mi paso animado por un aire progresivamente más frío. Durante la tarde llovió, Ofelia, y ya sabes lo me agrada la HENRY PURCELL lluvia, cómo la añoro cuando en tierras cálidas su premente concebida pAra El Libertino. ¿No resulta ex- sencia se demora durante interminables semanas; el olor del asfalto mojado, elritmo, qué si no, catrañamente seductor el que la melancólica sensualidad de esta partitura se desplegara por primera dencioso de las gotas al caer me animaban a prolongar mi paseo y a recordar retazos de obras, viñevez en una adaptación del mito de DonJuanl ¿No te provoca el saberlo una de tus brevísimas y de- tas sonoras de alguien que comenzó a componer a los once años, que murió a los treinta y seis y que moledoras sonrisas? me ha acompañado tantas veces. Más adelante me percaté de su especial sentido - Al caer definitivamente la tarde me asomé al del ritmo. Ya te he hablado, Ofelia, de cómo me interesa el ritmo que late en todo discurso musical y que río. El paso de alguna barcaza y la neblinosa hume-' dad me hicieron preguntarme quién alargaría su lo dota de sentido. Incluso conoces cómo me obsesiono por extrapolar este análisis a otros ámbitos rostro hacia estas aguas hace trescientos cincuenta años, el día que nació Henry Purcell. Tal vez alguien • del arte y de la vida y mi recurrente alusión al ritmo urbano para hablarte del espíritu de una ciudad. Qué que se preguntaba quién ocuparía su lugar mucho tiempo después. , • fuerza sutil muestra el pulso que late en la música I|E1-*»«^*4'
chabolas de Johannesburgo hace dos años, en que ya aparecían alienígenas intergalácticos. Nadie mejor que Peter Jackson (artífice de delirantes películas como Mal gusto o Braindeady de la archiconocida trilogía de El señor de los anillos) para apadrinar la ópera prima de Blomkamp, un mejunje compuesto por ingredientes de superproduc-
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IMAGEN DEL FILME.
Biblioteca de la Universidad de La Laguna.