La balada de la cárcel de Reading

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La balada de la cárcel de Reading Oscar Wilde hernán BravO varela Versión JOsé emiliO PachecO Prólogo



La balada de la cรกrcel de Reading


Colecciテウn BITテ,ORAS


La balada de la cárcel de Reading Oscar Wilde

Hernán Bravo Varela Versión José Emilio Pacheco Prólogo


Diseño de la colección: Fotografía de portada:

Benito López Martínez Óscar Sánchez Gómez

Oscar Wilde/ La balada de la cárcel de Reading (1898) Primera edición: noviembre de 2010 D.R. © 2010, Hernán Bravo Varela, de la traducción D.R. © 2010, José Emilio Pacheco, del prólogo D.R. © 2010, de la presente edición:

Sergio José Rodríguez Téllez, editor (Quimera ediciones) Cobre 181, 15220, Venustiano Carranza, México. Tel.: 57 89 08 23 quimera.eds@gmail.com www.quimeraeds.blogspot.com ISBN: 970-607-00-3765-8 Queda totalmente prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler, el almacenamiento o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa por escrito de los titulares de los derechos reservados. Impreso y hecho en México/ Printed and made in Mexico


LA BALADA DE LA CÁRCEL DE READING En febrero de 1895, Oscar Wilde es el único autor del Reino Unido que tiene dos obras representadas al mismo tiempo en el West End de Londres: The Importance of Being Earnest y An Ideal Husband. Tres meses después, en mayo, lo condenan a dos años de esa forma de tortura que llaman trabajos forzados, ve deshacerse a su familia, pierde su casa en Chelsea, se convierte en un paria al que privan de libros y papel para escribir. El tiempo eterno de la prisión lo sufre en el acarreo de piedras, en dar vueltas incesantes a una manivela y sobre todo en deshilachar sogas mojadas en alquitrán para hacer estopas. La sociedad que hasta ayer lo aplaudió y le hizo ganar mucho dinero se obstina en deshacerlo como hombre y escritor. Ahora sabemos que en el ensañamiento contra el gran escritor tuvo mucho que ver su actitud como irlandés que se burlaba del imperio y sus instituciones. Lo que aún ignoramos, a pesar de la abrumadora cantidad de libros que se han escrito y se siguen escribiendo acerca de él, es por qué se obstinó en vivir, en vez de escribir, su propia tragedia (“Uno debe buscar siempre lo que es más trágico”); por qué aceptó someterse a tres procesos infames y se involucró en la lucha a muerte entre el siniestro marqués de Queensberry y su hijo sombrío, lord Alfred Douglas. El hecho es que Wilde fue destruido por Inglaterra y por la cárcel de Reading. Las consecuencias últimas del castigo lo alcanzaron en París el 30 de noviembre de 1900. No había cumplido cincuenta años. Con todo, no pudieron impedir que en condiciones de abandono total Wilde escribiera sus dos últimas grandes obras: De profundis: Epistola in Carcele et Vinculis, es decir, la “Carta en Cadenas y en Prisión”, y The Ballad of the

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Oscar Wilde

Reading Gaol. No le permitieron firmar con su nombre este poema. Apareció con su número de presidiario: C.3.3. Wilde se consideró siempre poeta aunque su trabajo en verso quedó opacado por el brillo de su teatro y sus ensayos. La balada... es su mejor poema. Se halla escrito en una forma narrativa y popular, equivalente del romance y del corrido. Como todos sus libros, es fácil de leer aunque no se tengan grandes conocimientos del inglés, pero al mismo tiempo presenta inmensas dificultades para su traducción. Ricardo Baeza y Julio Gómez de la Serna, los dos traductores fundamentales de Wilde al español, pusieron La balada... en prosa castellana más que legible. En Argentina, León Mirlas intentó algo semejante al hexámetro latino que no se deja someter a ninguna otra lengua, como lo demostraron los ejemplos ilustres de Carducci y Darío: Pero todos los hombres matan lo que aman, oíd, oídlo todos: Algunos lo hacen con mirada amarga; otros con palabra lisonjera. ¡El cobarde lo hace con un verso, el valiente lo hace con una espada! En un verso de Lívida luz (1960), Rosario Castellanos logró la mejor paráfrasis posible, la más concisa y la más sonora: Matamos lo que amamos. Guillermo Valencia, el poeta modernista de Ritos (1898), hizo la única versión que intenta conservar métrica y rima. La poesía es un arte tan delicado


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que la simple omisión de cuatro letras produce una gran diferencia. Rosario Castellanos suprime “todos”, aunque no parece fácil que haya conocido el texto colombiano: Todos matamos lo que amamos. Que cada uno sepa eso: Unos hieren con la mirada O una doblez almibarada: Mata el cobarde con un beso; El valiente con una espada. Cada época y cada generación lee de manera diferente los mismos libros. La traducciones deben renovarse sin tregua. Al hacerlo prolongan la vida de sus originales. En el año 2000, Hernán Bravo Varela (1979) le dio nueva existencia a las palabras de Wilde. Gracias a él, Wilde tuvo de nuevo 21 años. Una década después, Bravo Varela se ha confirmado como poeta y ensayista y ha querido revisar su versión de La balada de la cárcel de Reading. Debemos agradecerle que gracias a trabajos como el suyo Oscar Wilde siga aquí, indestructible y nuevo siempre. José Emilio Pacheco


Portada de la primera edición de La balada de la cárcel de Reading, que apareció en enero de 1898. Está firmada por C.3.3., seudónimo que indica la ubicación de Wilde dentro del reclusorio: ala C, tercera celda del pasillo número tres.


In Memoriam C.T.W. Sometime Trooper of The Royal Horse Guards. Obiit H.M. Prison, Reading, Berkshire, July 7th, 1896. By C.3.3. * In Memoriam C.T.W., Antiguo Soldado de la Guardia Real Montada. Falleci贸 en la c谩rcel de S.M., Reading, Berkshire, el 7 de julio de 1896. Por C.3.3.


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I He did not wear his scarlet coat, For blood and wine are red, And blood and wine were on his hands When they found him with the dead, The poor dead woman whom he loved, And murdered in her bed. He walked amongst the Trial Men In a suit of shabby grey; A cricket cap was on his head, And his step seemed light and gay; But I never saw a man who looked So wistfully at the day. I never saw a man who looked With such a wistful eye Upon that little tent of blue Which prisoners call the sky, And at every drifting cloud that went With sails of silver by. I walked, with other souls in pain, Within another ring, And was wondering if the man had done A great or little thing, When a voice behind me whispered low, “That fellow’s got to swing.”


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I Ya no usaba su abrigo de color escarlata pues sangre y vino son de color rojo, y sus manos tenían sangre y vino cuando lo descubrieron con la muerta, la pobre muerta a la que había amado y asesinó en su cama. Caminó entre los Reos con un raído traje color gris, una pequeña gorra en la cabeza. Y parecía su paso alegre y ágil, pero jamás vi a un hombre que observara tan nostálgico el día. Jamás he visto a un hombre que observara tan nostálgicamente aquella diminuta carpa azul que los presos conocen como cielo, y cada nube yendo a la deriva con sus plateadas velas. Junto con otras almas en pena caminaba hacia otro patio interno, y no sabía si el hombre había cometido un delito menor o de importancia, cuando una voz detrás me susurró: “A ese tipo lo deben de colgar”.

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ilde se consideró siempre poeta aunque su trabajo en verso quedó opacado por el brillo de su teatro y sus ensayos. La balada… es su mejor poema. Se halla escrito en una forma narrativa y popular, equivalente del romance y del corrido. Como todos sus libros, es fácil de leer aunque no se tengan grandes conocimientos del inglés, pero al mismo tiempo presenta inmensas dificultades para su traducción. Cada época y cada generación lee de manera diferente los mismos libros. La traducciones deben renovarse sin tregua. Al hacerlo prolongan la vida de sus originales. En el año 2000, Hernán Bravo Varela (1979) le dio nueva existencia a las palabras de Wilde. Gracias a él, Wilde tuvo de nuevo 21 años. Una década después, Bavo Varela se ha confirmado como poeta y ensayista y ha querido revisar su versión de La balada de la cárcel de Reading. Debemos agradecerle que gracias a trabajos como el suyo, Oscar Wilde siga aquí, indestructible y nuevo siempre. JOsé emiliO PachecO


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