Lo hice por amor Mildred PĂŠrez de la Torre
Lo hice por amor
Colección THÉLEMA
Lo hice por amor, de Mildred Pérez de la Torre, ganó la categoría de mejor historia queer en el concurso de novela corta de romance y erotismo. El concurso fue convocado por Novelistik.com, librerías Gandhi, la estación de radio RMX, el portal Animal Político y Quimera ediciones. El jurado de esta categoría estuvo integrado por José Manuel Cuéllar (Premio de Novela Joven “José Revueltas” 2014), Román Becerril (Conversando con palabras) y Sergio Téllez-Pon (director literario de Quimera ediciones).
Lo hice por amor Mildred PĂŠrez de la Torre
Diseño: Benito López Martínez Ilustraciones en portada e interiores: María Conejo / @maria_conejo Distribución mundial Mildred Pérez de la Torre / Lo hice por amor Primera edición: mayo de 2016 D.R. © 2016, Mildred Pérez de la Torre Textofilia S.C. Av. Paseo Lomas Verdes no. 151, col. Lomas Verdes 4a sección, C.P. 53125 Naucalpan de Juárez, Estado de México. editorial@textofilia.mx www.textofilia.mx ISBN: 978-607-8409-21-1 Queda totalmente prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler, el almacenamiento o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa por escrito de los titulares de los derechos reservados.
Impreso y hecho en México / Printed and made in Mexico
Agradezco infinitamente a todas las personas que leyeron y me apoyaron durante el concurso. No cabe duda: sin lectores, un escritor no es nada. Gracias a mi familia, a mis maestros y a mis amigos, especialmente a Peca, Adri, Klaw, Pambo, Leos, Mickey Shy, Lali, Karel y Beatriz PiĂąa Barba.
Ella era el infinito y la muerte. -JosĂŠ Revueltas
Sometimes a wind blows and you and I flow in love and kiss forever‌ -David Lynch
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i algo voy a extrañar de Eugenia es su sonrisa. También echaré de menos sus ojos color agua puerca y esas pestañas tan largas que parecían enredarse en mi alma cada vez que me miraba. A pesar de este dolor debo ser fuerte. Todo se termina constantemente. Nada dura toda la vida, mucho menos las relaciones entre dos mujeres. ¡Es que somos tan complicadas! Siempre hay una que termina haciéndose cargo de la otra y eso a la larga cansa. Esta vez fui yo la que se cansó. Ya no estaba dispuesta a tolerar sus mentiras. Se creía tan lista... cuando en realidad era solo una escuincla con mucha labia, con mucho colmillo, a pesar de solo tener dieciocho años. Nuestra enfermiza relación duró cuatro años, siete meses y veintidós días; cuento desde el primer día que la vi hasta el último, que fue antier. En cuanto terminó todo fui a casa de mi hermana, me tomé los calmantes que me dieron los paramédicos y dormí profundamente hasta que Thelma, muy preocupada, me obligó a abrir los ojos. —Martha… tienes que comer algo. —No tengo hambre. —¿Cómo te sientes? Empecé a llorar en silencio. Thelma mejor se fue a la cocina; no sabe cómo comportarse ni qué decir cuando alguien está triste. Escuché cómo prendía la estufa y me acordé de Eugenia: lo primero que hacía al despertar era prender la estufa para hervir agua y prepararse un café. Yo lo dejé hace mucho porque, según el doctor, me hacía daño. Es demasiado irritante, al parecer. Thelma volvió y, sin saber qué decir, me entregó la taza. Era té de tila. —Martha, puedes quedarte el tiempo que necesites. —Gracias, Thelma. De veras, gracias. —¿Qué dijo la policía? —No quiero hablar de eso ahorita.
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—Ok, tómate el tiempo que necesites —dijo antes de poner su mano sobre mi hombro—. Vas a salir adelante, ya verás. Yo intenté sonreír, sin éxito.
2 Desperté a las 2:22 a. m. Me tomó un momento recordar que no estaba en mi casa, sino en la de mi hermana, en la que crecimos. Frente a mí estaba el pasillo oscuro y frío por donde tantas veces caminé en mi niñez. Quería cerrar la puerta pero mi hermana me pidió que por favor no lo hiciera. Seguro tenía miedo de que me quitara la vida. No la culpo. Puedo ser muy autodestructiva cuando algo me sale mal. Para ser honesta, pensé en matarme cuando terminó todo, pero no quería protagonizar una versión lésbica de Romeo y Julieta. Además, Eugenia no se merecía eso: mi vida. Ya le había dado mucho el tiempo que estuvimos juntas. No iba a darle lo poco que me quedaba a esa malagradecida. La vi por primera vez un lunes durante los honores a la bandera. Llamó mi atención por lo flaquita que era, pero sobre todo por lo despeinada que estaba. Yo juzgué a su madre sin conocerla, por enviar a la niña a la escuela en esas condiciones. Luego supe que Eugenia había perdido a su madre recientemente en un accidente automovilístico; entonces sentí pena, mucha pena por esa pequeña que seguramente estaba sufriendo mucho a tan temprana edad. Sentí que teníamos una conexión: mi madre también había muerto hacía unos meses de causas naturales. Contrario a la niña, yo había tenido la fortuna de disfrutar de la compañía de mi madre cuarenta y tres años. Ella solo trece. Después de la ceremonia me acerqué a Raquel, la maestra de primero B de secundaria. Ella me contó que Eugenia estaba muy deprimida. Todo el tiempo estaba distraída, no participaba en clase, y de pronto tenía brotes agresivos hacia sus compañeros. También faltaba mucho a la escuela y Raquel, aunque preocupada, no sabía cómo acercarse a ella.
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Además de pedagoga, soy psicóloga, así que me atreví a proponerle a Raquel que Eugenia fuera a verme a mi oficina para ver si podía platicar con ella y ayudarla. Fue la excusa perfecta; en la escuela no había una psicóloga de planta. A Raquel le pareció una excelente idea y cuando yo menos lo esperaba, ya tenía a Eugenia frente a mí, despeinada y escuálida. —¿Me mandó llamar, directora? Esa fue la primera vez que vi sus ojos color agua puerca. Nunca había visto algo igual. Mi corazón, que llevaba años latiendo sin sentido, se detuvo un momento. —Sí, Eugenia, pásale y cierra la puerta, por favor. Ella obedeció y tomó asiento, desganada. Cruzó los brazos y escurriéndose en la silla miró al piso. Su pelo era negro y lacio; parecía que no lo había lavado ni peinado en días. —Eugenia, no nos conocemos personalmente así que me presento: soy Martha Sandoval. —Sí sé quién es usted, directora. —Muy bien. Estoy al tanto del accidente de tu mami. La rabia dilató sus pupilas hasta ennegrecer su mirada. —Mi mamá también murió hace unos meses. Entiendo perfectamente lo que estás sintiendo. Sé que es algo muy difícil y doloroso. Eugenia empezó a morderse las uñas. Su rostro se deformó. Sus dedos eran tan delgados que pensé que podría romperlos con tan solo acariciarlos. Ella quería llorar, pero se obligó a contener las lágrimas, a no dejarlas salir. —Aquí en la escuela no tenemos a alguien para apoyar a los alumnos en estos casos pero, además de pedagoga, soy psicóloga. Creo que si conversamos dos veces por semana podría ayudarte. ¿Tienes con quién platicar en casa? Eugenia negó con la cabeza. —Y tu papi, ¿cómo está él? —Triste. Casi nunca está, y cuando está nada más lo oigo vomitar de lo borracho que se pone. —Entiendo. Tu padre debe estar sufriendo mucho también, pero
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ugenia y Martha son dos mujeres que tienen muy pocas cosas en común: una es joven y la otra mayor; una es la directora del colegio donde estudia la otra; la menor es más atrevida en sus relaciones a diferencia de la mayor, que es algo inexperta. Sin embargo, también las unen algunos puntos como la figura ausente de la madre, y sobre todo, una relación apasionada e intensa que construyen a partir de que Eugenia comienza a tomar terapia con Martha a raíz de una crisis familiar. Solo de esa manera dos personajes tan opuestos podrían complementarse. Lo hice por amor cuenta la historia de estas dos mujeres que se aman arrebatadamente pero también, y al mismo tiempo, empiezan a odiarse desde el primer momento. Mildred Pérez de la Torre hace su debut literario por la puerta grande con Lo hice por amor, novela con la que ganó el Premio Quimera de literatura queer en el concurso de novela corta de romance y erotismo al que convocaron Novelistik.com, Quimera ediciones, librerías Gandhi, así como el portal Animal Político y la estación de radio RMX.
9 786078 409211 ISBN: 978-607-8409-21-1