COMISIÓN DE CULTURA REVOLUCIÓN DEMOCRÁTICA
REVOLUCIONES PARA UNA CIUDADANÍA CULTURAL MANIFIESTO
2013 1
Las grandes revoluciones que necesitamos como ciudadanía cultural El siglo XX chileno podría ser descrito como el período de consolidación de una identidad nacional, una más allá de las batallas de independencia, las gestas y mitos fundacionales y el entusiasmo nacionalista surgido después de la Guerra del Pacífico. Los símbolos de la marcialidad bélica no eran suficientes para hacer de los habitantes del territorio ciudadanos de una misma comunidad. Hacía falta algo más, y ese “algo” era una cultura sentida como propia, una forma de vida atravesada por un mismo paisaje, una comunidad que se reconociera –a pesar de sus diferencias y distancias- en un mismo legado y no sólo una población atada por coincidencia geográfica o dependencia administrativa o política. La escuela y la universidad pública fueron el eje de este proceso de construcción nacional y de creación de una comunidad cultural. Las grandes figuras universales chilenas tienen esa impronta: Gabriela Mistral y Pablo Neruda son frutos de la escuela pública, también lo son Violeta Parra y a su hermano Nicanor que del Internado Barros Arana, en ese entonces dependiente del Instituto Nacional, pasó a la Universidad de Chile. El surrealismo chileno –Teófilo Cid, Braulio Arenas- tuvo su cuna en el liceo de hombres de Talca y desde Gonzalo Rojas a Enrique Lihn pasando por Víctor Jara, la huella 2
de la universidad pública es persistente. Ese largo proceso no sólo dio grandes figuras, sino que fue el motor de prosperidad para una clase media que veía en la educación y la cultura algo más que una herramienta de ascenso: una forma de vida, algo que se habita y da sentido. Este lento proceso institucional construido muchas veces en la escasez de una república pobre sujeta a constantes crisis le dio a Chile hizo un aporte definitivo a la identidad nacional, a la forma de vida de los chilenos. Un aporte incalculable. El Golpe de Estado quebró esa tradición, primero con violencia y luego con una operación de cirugía mayor destinada a asfixiar la educación pública, cercenar la universidad y liquidar las escuelas. El proceso de privatización se extendió hasta lo insólito y colonizó incluso la forma de pensar la educación y la cultura: una gran planilla Excel de haberes y deberes bajo la lógica del lucro y en el horizonte pequeño de la cultura del voucher. La democracia heredó de la dictadura no sólo un sistema, también una manera de pensar que terminó por atraparla en una mirada parcial: tecnocrática en un extremo y en el otro consagrada a buscar el consentimiento de la muchedumbre en fiestas ciudadanas que transformaban la cultura en un fetiche que se invoca montado en zancos o al ritmo de una batucada. Sin una institucionalidad 3
fuerte y despojadas de un proyecto cultural a largo plazo la creación y la difusión quedaron sujetas a la lógica del fondos concursables y atrapadas en la racionalidad de los estímulos condicionados. El reino de lo efímero carcomió la república de lo sólido y constante, el temor por el rol del Estado dibujó un esquema de organización tan liviano que se aproxima peligrosamente al vacío. Revolucionar la cultura significa recobrar una tradición perdida, desafiar una manera de pensar, recuperar un horizonte común y proyectar la construcción de una identidad diversa que nos convoque a todos. Revolucionar la cultura es volver a entenderla como un modo de habitar, aquello que nos dio lo incalculable -¿Cuánto vale una Mistral? ¿Cuánto costó tener un Neruda? ¿Para qué sirvió el trabajo de Violeta?- en años de estrechez nos dará la prosperidad futura de hoy en adelante.
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Somos protagonistas y constructores de un gran cambio social y cultural y de un nuevo camino para nuestra república, un camino que tiene como meta refundar nuestra democracia. La riqueza del futuro está en las personas. Es social. A la cultura se le asigna un rol cada vez más significativo en sus atributos favorables al desarrollo humano, y es una fuente de riqueza de conocimiento del medio ambiente, así como una fuerza simbólica para dar estabilidad a las comunidades en todas partes del mundo. Es la riqueza mejor distribuida del planeta, además de ser esencialmente renovable. Por ello, la cultura ha sido reconocida como componente indispensable para generar bases sólidas de desarrollo sostenible y para la paz duradera en el planeta. Esta convicción ha sido reiterada en los últimos 40 años en todas las asambleas internacionales: desde Mundia Cult, en México el año 1982 y hasta la Declaración de Hangzhou, cumbre Unesco sobre Cultura y Desarrollo, en Mayo de 2013. En Chile conmemoramos cuatro décadas, pero de destrucción institucional y de sucesivos maltratos a una ciudadanía dignificada en sus luchas sociales. Hoy estamos experimentando un momento clave de nuestra historia, porque a partir de la irrupción de los movimientos sociales, la ciudadanía activa ha comenzado a reconocer y comunicar su descontento con un modelo excluyente que perpetúa las desigualdades. En este momento de inflexión, nos levantamos con alegría y decisión a cuestionar las estructuras que nos amarran, manifestando nuestra 6
convicción que movilizados recuperaremos los derechos arrebatados y crearemos otros que garanticen nuevas realidades, más diversas y complejas, y que demandarán mucha creatividad colectiva. Convocamos a generar y provocar cambios en Chile que revolucionen nuestra democracia, recuperar los espacios de participación activa y representativa, pero sobre todo aquellos que pongan a los ciudadanos en el centro del actuar político y cultural y que contribuyan a educar a las generaciones venideras en los beneficios de ser parte de una cultura del buen vivir y de una convivencia armoniosa con la diferencia y con el entorno. Los invitamos a ser co-protagonistas de esta Revolución Democrática. Por ello, este documento corresponde a un boceto que esperamos se siga enriqueciendo con nuevos sueños. Para avanzar hacia estos cambios, centramos nuestros esfuerzos en: el reconocimiento y desarrollo de una sociedad culturalmente diversa; en la intensificación de la participación ciudadanía como medio de expresión y como mecanismo de movilización para la ampliación de los derechos fundamentales; y en el fortalecimiento del rol del Estado como garante de los mismos.
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1.Reconocimiento y desarrollo de una sociedad culturalmente diversa. Proponemos dar espacio para que irrumpa la democracia cultural, aquella que se caracteriza por una convivencia armoniosa en la diversidad. Creemos en una sociedad que permita la coexistencia de manifestaciones tradiciones e innovadoras y que incentive la participación de diversos actores sociales en la construcción cultural del país. Buscamos conformar redes de significados culturales, vinculando el pasado con el presente e instando a que la ciudadanía pueda expresarse a través de prácticas culturales y no sólo el consumo de las manifestaciones artísticas o intelectuales. El mundo globalizado en el que nos movemos, ha hecho emerger con fuerza la expresión real y conceptual de lo glocal. El territorio hoy no es sólo geográfico, es una relación significativa que nos invita a pensar y actuar global y localmente a la vez. Desde este enfoque, queremos
que las unidades territoriales se
constituyan en la base social de la identidad y la memoria colectiva, pero también de una creatividad cosmopolita y respetuosa de las diferencias, contribuyendo a establecer relaciones de confianza que inspiren el desarrollo cultural y la convivencia en los espacios públicos. En este marco, proponemos fortalecer las expresiones y representaciones simbólicas que nos diferencian, promoviendo las identidades locales y considerando iniciativas específicas para las necesidades, aspiraciones y prioridades de las distintas comunidades.
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2. Profundización de la participación para revolucionar la cultura política. Porque somos constructores de nuestro entorno y devenir, creemos que revolucionar nuestra democracia pasa por garantizar la existencia y uso de espacios de participación y educación que potencien una ciudadanía cultural, ya que la democracia la entendemos como un paso para el cambio de la vieja cultura política y como herramienta clave de inclusión y concientización, así como una garantía de respeto a la diversidad, de recuperación de la movilidad social y de un genuino ejercicio de la representatividad. Una democracia que reconoce la diversidad cultural nos permite construir un país desde lo colectivo y desde nuestras identidades. En este sentido, abogamos por el reconocimiento de los pueblos y sus derechos, principalmente mediante la construcción de una carta constitutiva que emerja desde las mismas comunidades, permitiéndonos desarrollar un relato propio e integrado sobre nuestros diversos y ricos entornos naturales y culturales. Creemos en la participación activa, creativa y lúdica, desarrollada por las comunidades de distintas localidades y territorios; los geográficos y los simbólicos. Que estén presentes en todas las etapas del diseño y ejecución de soluciones, porque ello permitirá que se reconozca como eje de las transformaciones que el país requiere y exige. Queremos una ciudadanía que se vea a sí misma en las instancias de decisión y ejecución de políticas culturales. 9
3. Fortalecimiento del Estado garante de derechos y educador en deberes. Creemos en que el motor de las transformaciones somos todos los ciudadanos activos, pero necesitamos de un Estado genuinamente democratizado y por lo tanto, capaz de garantizar los avances de la sociedad en su desarrollo político, económico y cultural. Queremos vivir en un país donde la cultura sea transversal a todo ámbito del quehacer y desarrollo. En este sentido, el Estado debe situar la cultura en el centro de sus políticas públicas, garantizando el rescate, construcción y fortalecimiento de nuestra identidad y creatividad como motor de desarrollo. No crear ni intervenir la cultura, sino facilitar que todos sean activos en su génesis y disfrute. El camino a un Chile diverso e inclusivo, requiere que las políticas culturales del Estado estén orientadas a desarrollar una sociedad más sólida en términos de identidad creativa y más justa en el ejercicio de nuestros derechos culturales.
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Avancemos hacia un sistema más justo y equitativo, que nos guíe a un desarrollo sostenible en el tiempo y respecto de nuestros diversos entornos. Asumimos el desafío de ubicar a la cultura como sustento y materia prima de nuestra Revolución Democrática. En honor a los quiebres y silencios heredados, nos declaramos participantes activos del cambio histórico que es imaginar un nuevo país.
es tiempo de crear
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crear para creer