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#48 Entre Ríos Abriendo espacios a la fotografía latinoamericana

Año 9 | Marzo 2020 | www.bexfotografia.com

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Alejandro Osuna Mi barrio, el mejor del mundo Guillermo Prat Luminiscencias de La Habana Paula Kindsvater Oventik José Luis Raota Amigos de fierro Soledad Tessore Onírica Gilda Scévola Nunca más viajo con ustedes Estefanía Santiago Poéticas del derrumbe, una investigación, una obra, un principio de archivo Esteban Alba Entre Ríos profundos José Ernesto Garro Vacíos Gustavo Gereniere Histórica Jorge Luis Santos García País sin tren Jorge Piccini Otras latitudes Sebastián Lanzi Sarrot Un río

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Bex es una publicación editada por Jorge Piccini en San Carlos de Bariloche, Patagonia Argentina. El contenido de los artículos y ensayos e imágenes publicadas es responsabilidad de sus autores así como de los anunciantes y Bex no asume como propia. Queda prohibida la reproducción total o parcial de su contenido. Los derechos de los textos e imágenes publicadas quedan reservados a sus autores. Envío de trabajos: bexbariloche@gmail.com Instagram: bexfotografialatinoamericana Abriendo espacios a la fotografía latinoamericana.

Jorge Piccini Dirección, Diseño, Edición, Contenidos. www.jorgepiccini.com Fotografía de Tapa: Gilda Scévola

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ALEJANDRO OSUNA

Mi barrio, el mejor del mundo

El Cholito amagó a interrumpirlo pero se dio cuenta a tiempo que esta vez era mejor escuchar a su amigo. Sí, los cuatro juntos, pateando para allá, sigue Dylan relatando eufórico mientras Fernando aparece con su loro Pepo en su hombro izquierdo. Serán dos testigos más del sueño de Dylan. Ganamos con un gol sobre la hora y casi de mitad de cancha, prosigue su relato Dylan mientras sus amigos lo miran sin que vuele una mosca. Había un relator que lo gritaba en el techo de aquella casa y en mi carrera del festejo casi me choco con una vieja máquina de fotos, de esas a rollo que me apuntaba y disparaba. Al Cholo le faltaban dos cosas fundamentales y tuvo que interrumpir el relato esta vez ante la mirada amenazante del resto. Tan importante va a ser che, si ni cuando jugamos por las cocas y el asado contra los del otro barrio había tanta gente mirando. Y aparte si jugamos los cuatro en el mismo equipo, a quién le ganamos Dylan, contra quien jugamos. El Cholito casi recibió la condena de destructor de sueños. Dylan dudó de su verborrágico relato por primera vez. Pero tras una pisadita y una pausa, esas que aprendió en la belleza de estas calles, salió jugando como un campeón: “Estaba en juego la alegría, eso era lo que nos jugábamos Cholo. Vinieron a sacarnos eso, entendés. Y había que ganarles como sea”, enfatizó dramáticamente Dylan. El Cholo no se animó a preguntar más sobre ese sueño. Pero Facu insistió en aquella duda anterior del Cholo. ¿Y contra quien se puede jugar por la alegría?, tiró. Dylan volvería a salir airoso del interrogatorio de sus amigos y ensayó con firmeza una respuesta: “Contra un rival invisible que se tornaba inalcanzable para todos nosotros, que tenía un invicto de 3


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casi cuatro años y que venía goleando con su ausencia en todos los barrios del país como el nuestro. Se hacían llamar los insensibles, gente poderosa de traje y corbata que se autoproclamaban ser los nuevos dueños de la alegría”. Semejante respuesta calló hasta el loro y al Cholo se le iluminaron los ojos esta vez. “Los diarios lo vendían como el mejor equipo de los últimos 50 años. Y nos desafiaron que si nos ganaban la alegría terminaría encerrada en globitos de colores; que bajarían al barrio para llevarse eso, nuestros goles y los abrazos para siempre”, sostuvo Dylan para terminar de convencerlos que la victoria era el único final posible. A esta altura ninguno de los cuatro dudaba en hacer correr la bola hasta en el rincón más profundo del barrio. Contaron la historia, la llevaron de casa en casa. Y todos se juntaron el domingo siguiente por la tarde, igual que en el sueño, a esperar ese gol. El gol de Dylan liberó la alegría en esas calles de tierra, pegándole con alma y vida a esa pelota de trapo que viajó desde la mitad de la cuadra, se metió al lado de ese cascote que hacía de palo izquierdo y viajó hacia el corazón del barrio tras superar esa red invisible. Lo gritó Tatón a media cuadra de la cancha con su esposa y su cuñado Keké tomando una birra; lo festejó Pechuga, sosteniendo el vaso del último sobreviente de aquella esquina que ya se cargó a varios; lo gritó Maicon que paga un homicidio que dicen no cometió; lo abrazó a Matías, bostero, con su gallina riverplatense, antes de salir a cartonear; lo vivieron Marta y su hijo Guillermo, sentados descalzos en la vereda. El gol de Dylan emocionó a Ramona, esa mujer que crió a todos los Pérez; los llenó de felicidad a Fernando y el loro Pepo y Margarita, tras colgar la ropa, decidió con esa alegría que se quedaba definitivamente en las calles y el aire de todo el barrio, cerrar la grieta en la pared de su casa, pintando sobre ella una flor. Porque esas son grietas y esas son formas de cerrarlas. La Leica del año 34 los abrazó a todos en el Gol de Dylan. Y el barrio les gritó “Vayánse rufianes insensibles. Se podrán llevar todo pero la alegría jamás, porque está en ese gol de Dylan, que no es más que uno de esos goles que ustedes eligen no ver”. El gol de Dylan Benjamín nos observará para siempre. Será un registro inédito de la vida, de esos picados en el barrio. Es un grito de gol a los gritos, gritando “acá estamos, alguna vez salgan jugando para éstos lados”. Es un grito de gol en el rincón de los mismos olvidados para olvidarse que hace un rato, igual que ayer o como también mañana, no habrá para rascarla más nada al final de la olla o es un gol que sirve para abrazarse y hacer menos crudo al invierno que en la pobreza cala hasta los mismos hüesos. El gol de Dylan es la alegría en estado puro, de todos los colores, un gol libre, que no se deja encerrar. Un gol que ahora nos observa desde una foto, se convierte en muestra, respira, habla, sale de un cuadro, se hace música y gambetea en esta sala y vuelve a todas las paredes del barrio, a colgarse en cada una de las casas para permanecer inmóvil y mágico, talentoso y existente. El gol de Dylan capturó el tiempo y lo detuvo para siempre, en ese gol que tantas tardes gambeteó la asesina muerte de algún auto en una esquina y tantas noches esquivó las balas que nuestros gurises y gurisas no merecen. El gol que Dylan soñó se hace pileta en la calle para todas las gurisas, viaja en los más lindos barriletes de los gurises y se hace esperanza mientras remonta hacia el cielo para iluminarlo de más goles, de más sueños, de más abrazos a toda la monada. Los goles juntos de todos los Dylan tienen piola para llegar hasta el sol si los miramos. Bastará tan sólo que eleven su vuelo sobre aires bastante más sensibles.

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Sobre la fotografía de Alejandro Osuna... “¿Por qué siendo ellos los que más lo necesitan nunca lo tienen?...” Ese es el título que le hubiera elegido a esta Muestra y como no puedo ni debo modificar el que él eligió, así titulo este brevísimo prólogo. La pobreza y el arte se han reunido infinitas veces a lo largo de la historia e incontables artistas de todo tipo han encontrado allí la belleza donde otros han creído que lo que se estaba haciendo era denunciarla. La belleza también crece en un mundo desigual. Es histórico este tema; muchos le dan vuelta la cara. Es bíblico ese giro y también cierto. Más allá de promover la compasión. Entre inocente y críticamente Alejandro habla de su Barrio como “el mejor del mundo”. Un barrio de Concepción del Uruguay, Entre Ríos, que pocos conocen..., y que es escenario o tópico de su fotografía de índole socio-documental. Por eso dando un salto al presente la pobreza aparece hoy representada en diversas vertientes artísticas; en ese barrio como en otros, la creatividad florece ligada a la supervivencia, en el despojamiento o ese otro deshojarse. Ayer ante decisiones inesperadas comprobamos que una imagen puede ser más poderosa que un porcentaje. Cuando ya se han gastado los argumentos que apelan a la razón hay que buscar otros, los que afectan a las emociones. Por eso puedo alegrarme o asombrarme cuando le seleccionan o no le seleccionan una de sus fotografías. La que a veces corre el riesgo de no quererse ver... Porque obra como espejo y multiplica como quería Borges. Y a veces, muchas veces, queremos hacer invisible. Decir de sus retratos es detenerse en aquellos que saben de esa infancia que apela a la naturaleza o “a crecer demasiado rápido” o en esos personajes que se balancean en esa línea que separa o nos aproxima al claroscuro. Que apela a otra desnudez cuyo cuerpo como otra pared, chapa o cartón disimula un grafiti que supone una otra declaración, de pertenencia o de gratificación. Más allá de la precariedad. A veces la mañana se nos desinfla como una pelota, se tiende como la ropa y refriega el aire o se extiende en el eco del canto de un gallo o reverdece como las hojas de un árbol o las plumas de un loro o queda colgada de un alambrado que separa furores. A veces la mañana se abraza a la cotidianeidad y nos encuentra próximos al latido de todos los días... Insisto..., a veces la mañana le inventa al cuerpo de esta realidad un tatuaje de luz más allá de los de oscurísima tinta que exhibe. La imagen fotográfica de Alejandro Osuna informa sobre el mundo de un barrio, su vida, pero siempre con una expresión y una estética propia. De ahí lo que extraigo de sus palabras: La fotografía permite -dice Alejandro-, particularmente que este barrio no se pierda a la vez que vaya mostrando sus diferentes rostros; ese reciclarse diariamente, retroalimentarse, yuxtaponerse, reemplazarse. Mostrar las orillas es a veces como sostenerse en el pasado, como estar detenido “en mis calles de tierra y aún en mis juegos de niño”, esos que son tradición y se enfrentan a la tecnología que acá escasea. Hay una bolilla, un rulemán, un barrilete, una pelota de trapo, un ave y su vuelo y los sueños. Por eso su valor testimonial prontamente es excedido por el artístico, dado que el primero es condición quizás necesaria pero jamás suficiente para la materialización de aquella. Alejandro festejo tu obra y me quedo con el aura que circula o gira como un trompo o un pequeño planeta alrededor de ella. Luis Alberto Salvarezza.

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aleosuna72@hotmail.com 14


GUILLERMO PRAT

Luminiscencias, La Habana

Por las noches en los espacios públicos se pueden ver rostros que reflejan luz a través de la oscuridad como adornos luminosos de una ceremonia colectiva de experiencias individuales. Hay grupos de personas con la atención puesta hacia sus celulares en ciertas plazas, parques y en el mismo malecón. Existen 500 espacios públicos en toda la Isla que brindan servicio pago de conectividad a internet. En la ciudad no se observan peatones con celulares en mano o gente tomando café con sus tablets en bares o restaurantes. Internet en Cuba funciona muy distinto a la media de los mercados desarrollados y tiene aún un servicio muy limitado pero sus más de once millones de habitantes más turistas, aún así encuentran como hacer uso de las redes sociales y comunicarse online con familiares y amigos en el extranjero o en la propia isla. El ritmo del crecimiento de la conectividad está directamente vinculado a la capacidad económica del país para adquirir tecnología, a los intereses políticos del gobierno y las prohibiciones que representa el bloqueo o embargo económico de Estados Unidos. Set/Oct 2018, La Habana, Cuba.

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PAULA KINDSVATER

Oventik

Enero 2019. Estoy a la mitad de mi viaje por México, en Chiapas, al sur del país. Apenas hace un día llegué a San Cristóbal de las Casas y la cara marketinera de esa encantadora ciudad, tan maquillada para los extranjeros, me convence aún más de querer alejarme de lo que veo en el radio turístico. Había leído sobre el Caracol zapatista de Oventik pero encuentro poca información donde me hospedo así que me aventuro a preguntar entre los locales. Para llegar debo tomar un taxi compartido rumbo a Bochil, montaña arriba. Cuando el coche se llena y comienza a andar me doy cuenta que soy la única mujer y la única no hablante de tzotzil. Sé que la relación de los indígenas con los blancos, después de tanta explotación y abuso, no es algo sencillo. Pese a mis intentos, casi no logro vincularme. Sólo me dirigen la palabra para pedirme que

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me apretuje aún más y así dejar subir a un muchacho que esperaba en el camino, y para cobrarme, una vez me dejan frente al caracol. Allí la escena es la esperada de acuerdo a las lecturas. Me recibe una mujer con pasamontañas y posiblemente un fusil a quien explico mi intención de entrar. La llovizna es espesa, temo que se convierta en lluvia torrencial y arruine mis planes. Pero dicen que aquí arriba es así todo el tiempo. El verde de la vegetación lo afirma. Todo está silencioso y parece dormir. La mujer no me habla pero rápidamente desde una de las casetas del costado sale un hombre con pasamontañas. Toma mis datos, me pregunta por qué quiero entrar y a qué me dedico. Vuelve a la caseta y después de un rato reaparece para abrir la tranquera. Camina a mi lado los 40 minutos que me toma andar por el caracol. Intercambiamos unas


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No pasa mucho tiempo cuando se detiene una camioneta. Conduce un hombre que va hacia la ciudad, dispuesto a transportarme. Se llama Lehovy y trabaja para un programa agropecuario del estado. Con él converso sobre lo que me llevó hasta allí y me ofrece su versión del conflicto en la selva lacandona, los reclamos históricos, la relación con el gobierno. El azar de encontrar a Lehovy me lleva a conocer dos lugares que de otro modo seguramente jamás hubiese visto. Uno es la casa de la familia de Manuel Díaz Hernández, un tejedor de junco de la comunidad de Patentic, quien vive junto a su esposa, hijas -todas llamadas con Me hijos, que lo ayudan a tejer. El segundo lugar es el de las imperturbables plantaciones de calas de una señora que no logro saludar en persona. Las flores luego se venden en San Cristóbal, donde las jóvenes indígenas abrazan ramos enormes. Yo, en mi imaginación, pinto el cuadro de Diego Rivera con la señora que nunca pude conocer.

palabras y desde el comienzo me deja claro que el español no es su primera lengua. Lo noto en la forma cerrada con la que pronuncia el castellano. Justamente una de las cosas que fomentan los caracoles es la enseñanza del tzotzil y el tzeltal, idiomas de las comunidades de la zona. El recorrido incluye ingresar a la escuela y a algunos puestos de venta de artesanía indígena y elementos zapatistas. La revolución también tiene mercado. Apenas puedo conversar con mi acompañante, pero está bien así. Se trata también de rendirle homenaje a la historia y a la naturaleza, no es necesario hablar todo el tiempo. Capturo algunas imágenes, hasta donde puedo y siento que no invado. Mientras camino por las callecitas embarradas no cruzo a ninguna otra persona. Más tarde me entero que hace varios años que los caracoles tienen cada vez menos combustible zapatista. Cuando termina el trayecto permitido salgo por el mismo lugar por el que entré. La lluvia, ahora más densa, me avisa que estoy ante un problema. Tendré que volver lo antes posible y eso implica no esperar a un taxi compartido que vaya de regreso a SanCris. Me paro en el lado opuesto al caracol y hago dedo, sin dudarlo.

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JOSÉ LUIS RAOTA

Amigos de fierro Esta muestra nació de la idea de retratar una relación profundamente humana que algunas personas establecen con su auto y hace que nuestra memoria los evoque siempre juntos. Esa amistad que se inició cuando apretaron el acelerador por primera vez. El auto, la chata, la estanciera, la camioneta, esos compañeros a los que cuidan y aceptan con sus achaques y que, aún teniendo la posibilidad, no cambiarían por nada del mundo. Los mismos que los llevaron de viaje, en los que aprendieron a manejar sus hijos y que ahora disfrutan sus nietos. Son tesoros andantes de los que están orgullosos y que siempre ven mejores que cualquier auto nuevo. Están todos: el que lo lleva a todos lados, el que lo mezquina, el que lo limpia y lo lustra de manera interminable, o el que le mira el motor como si fuera un médico. Todos quieren a su compañero como si fuera uno más de la familia. Más de una vez los hemos visto por las calles de la ciudad, 36

dando una vuelta de domingo o estacionados en la plaza acompañados de mate, mientras otros dan la «vuelta del perro». El auto los acompañó en mil caminos desconocidos, escuchando sus pensamientos, y llevan años a la par amontonando anécdotas y recuerdos. Estas postales que integran la muestra son parte de la poesía urbana de nuestra ciudad, de nuestro día a día. Viéndolas podemos imaginarnos el ronroneo del motor en todos esos caminos recorridos... Y por eso tantos cuidados, un sentimiento que atraviesa la modernidad sabiendo que aún hay sueños por compartir con tan fiel amigo. Juntos en las buenas y en las malas, AMIGO DE FIERRO.


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SOLEDAD TESSORE

Onírica

Ésta serie, en la que vengo trabajando desde el año 2008 es un grupo de autorretratos interpretando personajes fantásticos. Lo que intento es plasmar una conjunción mágica entre la fotografía y la poesía, dando vida a personajes etéreos basados en mitología, sueños y cuentos de hadas. Magia y realidad en una sola obra.

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GILDA SCÉVOLA

Nunca más viajo con ustedes

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Hace dos años, en noviembre y para el Día de Muertos, aterrizábamos en CDMX, mi tío Héctor1, Gilda Vivanco y yo, que también me llamo Gilda. Mi tío, invitó a Gilda, sobrina de su mejor amiga Gina Vivanco, a viajar con nosotros. Los tres nos encontramos en Aeroparque para nuestro viaje soñado. Con Gilda nos conocimos ahí. Para no estar aclarando a cuál de las dos Gilda le hablaba, mi tío decretó que ella era Gilda y yo Gildita. Porque cada vez que decía: Gildaaaa, las dos le respondíamos: ¿cuál? Solucionado el tema de los nombres, comenzó uno de los viajes más intensos de mi vida, de la del tío y la de Gilda. Todo fue perfecto hasta que llegamos a CDMX. Desde el momento en que logramos subir al metro azteca hasta el regreso a Buenos Aires, todo fue muy intenso. Apenas nos instalamos en el hostel de Cancún, mi tío empezó a filmar, cosa que hacía todo el tiempo y que a mí me fastidiaba bastante. Para zafar de la incomodidad, pensé en hacerle unas fotos y él, adivinándome la intención, me dijo: - No quiero que me hagas más fotos Gildita. Porque me vivís sacando fotos y no sé qué hacés con las fotos… Porque a mí, de cien fotos, me pasás una y entonces ¿para qué me sacas fotos si después no me las pasás? Esas fotos son mías porque aparezco yo ahí, así que si no me las vas a pasar, te pido que nunca más me saques una foto. - Bueno, si no querés que te haga más fotos no te hago más fotos. Y te aclaro que las fotos son del autor y si no

te las paso es porque vos las subís a todas al Facebook y yo soy muy crítica con mis fotos, además siempre estás en pose y lo que yo quiero es que seas vos, que dejes la pose. Y click, le hice la última foto. En la foto, él está de espaldas, con su remera rayada, preparándose un sándwich. El paquete de pan lactal está ahí, arriba de la cama. Gilda está recostada, de espaldas a mí. Ella no podía creer que nos peleáramos tanto y todo el tiempo. ¡Nunca más viajo con ustedes dos! nos dijo esa noche. Y siguió diciéndolo hasta que regresamos a Argentina y nos despedimos en Aeroparque. Una vez, hablando del viaje y de nuestros desencuentros, mi tío me dijo: - Gildita nunca pienses que te hago algo adrede o con mala intención, sabes que te quiero mucho y sos mi sobrina, aunque algunos digan que soy tu falso tío. ¡Vos sabés que contás conmigo siempre! - Lo sé, corazón. Lo sé. _____________________________________________ _ (1) Para la Navidad de 2012 falleció mi tío Guillermo, hermano menor de mi mamá, mi persona favorita del mundo y el mejor amigo de Héctor. Ellos fueron mejores amigos toda la vida. Después de su muerte, con Héctor nos adoptamos mutuamente. Él pasó a ser mi tío y yo su sobrina. Así nos tratamos desde ese día.

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ESTEFANÍA SANTIAGO Poéticas del derrumbe Una investigación, una obra, un principio de archivo. Poéticas del derrumbe corresponde a una investigación teórico – artística que reflexiona sobre la vinculación Latinoamérica (ex colonias españolas) / España, indagando acerca de como ciertos elementos que han sido impuesto y apropiados durante el colonialismo, siguen operando en la cotidianeidad española, en este caso, en la ciudad de Madrid. La obra artística se estructura sobre tres ejes, tres características fundamentales que construyen la identidad cultural y que están atravesadas por la imposición, dominación y apropiación de una cultura sobre otra. Dichos ejes son el lenguaje: idioma español, las comidas típicas españolas hechas sobre la base de alimentos traídos de América: y por último, la botánica: plantas y árboles traídos de

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América y la figura del invernadero. El segundo eje, aquí presentado, corresponde a una serie de bodegones realizados a partir de las comidas típicas españolas, como la tortilla de papas, el salmorejo, el gazpacho, la fabada o los pimientos de padrón hechas sobre la base de alimentos traídos de América: papa, tomate, morrón, garbanzos. El pieza se materializa en un libro - objeto, donde debajo de cada fotografía, se encuentran ocultas las historias de los alimentos traídos de América y de su introducción a España. los textos están impresos en papel térmico y solo se tiene acceso al romper la imagen, si no pasado un tiempo, se borrará.


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ESTEBAN ALBA

Entre Ríos Profundos

“No se puede amar lo que no se conoce, ni defender lo que no se ama” Entre Ríos Profundos es un proyecto documental, de rescate, de visibilización y revalorización, indagación acerca de la identidad de los entrerrianos. A través del lenguaje fotográfico, el video, la instalación, música y textos en poesía, décimas, etc. Busco un acercamiento a ese Entre Ríos de habla de dónde venimos, que hacemos, quienes somos, nuestras dificultades y costumbres. Es por ello que hace años, buceo los diferentes mundos de nuestra tierra mesopotámica, litoraleña, marcada por el agua, donde muchísimas familias de inmigrantes encontraron su lugar. Esto que vemos es parte de los bailes populares de tierra adentro por caminos rurales casi desconocidos por la mayoría donde cada cierto tiempo, con suerte, se festeja. Esteban Alba

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JOSÉ ERNESTO GARRO

Vacíos

Ausencia, falta, carencia. Entender que lo que parecía eterno, tiene un fin. Desvestir el alma de una vida y apreciar la pura luz que llena todos los recuerdos. Ese proceso que significa vaciar las historias más intimas Desnudar las paredes y los pisos Despeinar los cielorrasos Repartir los restos como joyas codiciadas y guardar todo donde se pueda, es despojarse de un esqueleto fuerte, resistente, que lucha por seguir como sostén descascarado y anterior a las memorias. Continente de sueños, ilusiones, deseos originales y necesarios para vivir. Vender la casa de tus padres, es como entregar la primera raíz reconocida, es parte de la vida en nuestras épocas, es frecuente, casi natural para un sistema donde todo se compra y se vende. Es quedarse vacío hasta nuevo aviso, es inaugurar un paisaje desconocido y abandonarlo para siempre. Estas fotos surgen por la necesidad de capturar una esencia intima de mi alma, una luz antigua, casi sagrada. Trabajo dedicado a mis padres y hermanos. Febrero 2020 S.C. de Bariloche

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GUSTAVO GERENIERE

Histรณrica

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San Pedro, Catedral de Paranรก.


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Peatonal San Martín y España.

MONTAJE HISTÓRICO CIUDAD DE PARANÀ Hace muchos años tenía el sueño de realizar fotomontajes comparativos de cómo se vivía antes y cómo se lo hace ahora. Gracias a un muy buen amigo y padre del alma DAVID CÓRDOBA “Periodista” y amante de la historia que me acercó un material invaluable es que pude realizarlos.

Peatonal San Martín y Cervantes. 110


Danza de la Fecha. Parque Urquiza.

25 de mayo entre peatonal San MartĂ­n y Monte Caseros.

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Peatonal San Martín 1171 entre Gualeguaychú y Perú.

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Escuela Carbo Calle Laprida y Buenos Aires.

Calle Alameda de la Federaciรณn.

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Escuela Normal... Corrientes y Urquiza.

Peatonal San Martín y Urquiza.

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JORGE LUIS SANTOS GARCÍA

País sin tren

Para alguien que viene de un país sin ferrocarriles, un encuentro y una experiencia inmersiva con estas fabulosas máquinas, resulta ser del todo, muy excitante. Venezuela es un país sin ferrocarriles desde que, en 1966 El Gran Ferrocarril de Venezuela realizara su último viaje. Históricamente hemos tenido muy pocas experiencias con estas máquinas. Éramos un país “rico”, con mucho petróleo y por eso, todas las mercaderías y transporte de pasajeros se movilizaron (y aún lo hacen) en vehículos a gasolina (nafta). Argentina cuenta o contaba con un sistema de ferrocarriles amplio y potente, pero al parecer decayó para el año 2011. Fue por ese mismo año, cuando por varios días visité, la ciudad de Paraná, de la provincia de Entre Ríos, con motivo de haber sido invitado al Festival Internacional de Fotografía de Paraná. Allí me encontré con una situación particular: patios repletos de trenes en estado de chatarra, un gran cementerio de ellos. Vagones y locomotoras que se visualizaban, fueron hermosos, inclusive lujosos, y ahora tristemente abandonados a la intemperie, a su suerte. ¿Cuántas historias humanas fueron vividas, en esos infinitos viajes, en estas máquinas ahora quemadas, rotas, maltratadas y olvidadas? Por esas paradojas de la vida, mi mayor asombro fue encontrar -al mismo tiempo y casi en el mismo lugar- lo que parecía ser un renacimiento de la actividad ferroviaria. Había como un viento de esperanzas, que se dirigía hacia la recuperación de este tipo de transporte. Se reparaban algunos vagones y locomotoras, a los que se les anexaron algunos trenes nuevos y modernos, lo que parecía presagiar buenas noticias. No sé cuál será el actual estado de estas máquinas y su funcionamiento, pero me haría gran ilusión, regresar de visita a la Argentina y encontrarla llena de hermosos trenes funcionando. Me gusta viajar en tren, porque donde vivo es un “País sin tren”.

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JORGE PICCINI

Otras latitudes Qué buscamos? Hacia dónde vamos? Deseamos algo distinto, diferente? Somos capaces de encontrar los verdaderos secretos de cada lugar, la belleza que se esconde en la vertiginosidad de la mirada? Para eso hay que modificar la perspectiva y preguntarnos por qué cambiamos... Y tal vez se trata de eso, de cambiar... Cada día trazamos rutas, evolucionamos y de nosotros depende no estancarnos, mirar otras latitudes, dar una vuelta por ahí alternando escenarios. Y así atreverse a explorar sin conocer a nadie ni a nada. Pero los costos no son sencillos de llevar, hubo muchos días duros, ocasos de una soledad demasiado intensa. Días, semanas y meses de lágrimas eternas... Pero a pesar de todo y después de estos años volvería a hacerlo, volvería a hacer las maletas y volvería a marcharme. La aventura de estar dispuesto a cambiar, a encontrar un lugar en el mundo aunque ese lugar te espere a la vuelta de tu casa... Y quizás no es un lugar sino un tiempo en nuestras vidas, en nuestra historia, en nuestros recuerdos...

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SEBASTIÁN LANZI SARROT

Un Río

Hay un río que atraviesa. Pisar el barro. Ser árbol. Agua que dice. Un sauce que barre sueños y anzuelos. “...Cantemos con los animales y las cosas” El agua suena. Se escucha. El mundo antes de la lluvia. Después no sé. Piel de río y barro. Los barcos, sus sombras. Sangre de río. Huesos de arcilla.

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