OJOS DE LIMÓN. Con la respiración contenida contemplé los ojos del ser que me observaba fijamente como si supiese la manera de acceder a mis pensamientos más recónditos, parecía que me estudiaba con la certeza de saber a quién pertenecía mi alma, o como si estuviese en frente del diablo, aunque yo, por desgracia, no poseía aquella inmunidad a los sentimientos como éste. Intenté adentrarme más en su mirada, sin embargo la manera en la que se frotaba las manos me dio un mal sabor de boca, por lo que continué con mi estudio meticuloso. Sus voces resonaban en mi mente, como si estuviese en una cueva sin salida, escondida eternamente en un mundo de siniestras sombras que trataban arrastrar todos mis recuerdos hacia el vacío, este abría los brazos ante mi presencia. Sin embargo estaba incompleta, mi interior ya no palpitaba, aunque mis latidos seguían resonando. Miré aterrorizada hacia mi cielo, esperando encontrar un azul que resaltase en aquel mundo quimérico, sin embargo solo pude observar a una mujer que yacía sentada mientras esperaba el autobús. Arrugué el entrecejo e intenté estudiarla más detenidamente aunque desde mi punto de vista, que estaba precisamente en lo más bajo, no podía determinar su rostro. Para mi sorpresa, el transporte público al que estaba esperando con tanta paciencia, vino y se la llevó mientras yo observaba debajo de este vehículo sus ruedas. Con la mirada acobardada intenté explorar más allá de aquella situación que se había producido encima de mi cabeza, y percibí sobre mí, el planeta en el que había nacido, crecido, y, supuestamente, muerto. Mi mente captó de inmediato la ventana de cristal que impedía relacionarme con la Tierra. Parecía hasta frustrante estar tan cerca de la vida pero permanecer ahí, en tu tumba, envuelta en tu alma y oyendo los sonidos de tu corazón abstracto. Notaba mis manos temblorosas mientras decenas de espíritus caminaban en una única dirección, y de vez en cuando me rozaban, cosa que me aterraba, ya que no encontraba ningún punto físico en su cuerpo, ni en el mío. Empecé a correr hacia la dirección del autobús. Corrí y corrí oyendo mis pasos sobre el suelo blanco y hueco, notando el viento sobre mi cara, el cabello rubio bailando tras mis zancadas, pero no me sentía viva, ni tan siquiera cansada. Solo me inundaba un vacío, que daba la impresión de ser inmune a la vida. Entonces paré en seco haciendo retronar el suelo, y grité. Grité como nunca antes había oído en mi vida, un grito angustiado, apenado, furioso, lunático, casi inmortal. Demostré mi desesperación con todas las formas que sabía, sin embargo, ningún alma parecía escucharme. Todos esos cuerpos con ojos
apagados caminaban en fila hacia el norte, sin cambiar el sentido de su mirada, con el rostro vacío, melancólico, e incluso, frío. Me planté delante de un ser y pegué otro grito, pero este apenas se inmutó. Me ardía el rostro, y la furia me recorría cada parte de mi ser, que parecía disiparse tras cada pulsación. Volví a chillar, pero este grito parecía triste, un lloro que se había estancado en un suspiro adormilado. Oyendo mi eco entre aquellas cuatro paredes blancas que conseguía abrumarme, comencé a llorar. Pero de pronto, el sol se apagó. Sin apenas verlo, noté como las cabezas huecas de las almas se giraron hacia mi presencia, crujiendo cada una de sus articulaciones, cosa que me parecía desconcertante ya que no había notado huesos, ni piel. Algunas de las almas se relamían los labios con cierta atención amenazadora. Parpadeé un par de veces mientras sentía el aliento voraz de los espíritus en mi oreja, produciéndome escalofríos a ausencia de movimientos. Entonces noté sus manos en mi cuerpo como si algo gélido se estuviese agarrando a mi alma, intentando arrancármela de cuajo y poseerla. Apreté los labios notando como el miedo me consumía intentando acabar con todas mis esperanzas de persistir, me sentía como si estuviese atravesando un hilo fino, demasiado estrecho para tanta esencia, pero que sin embargo, no se dejaba disipar tan fácilmente. Las paredes se volvieron contra mi, se hicieron más estrechas y sin poder evitarlo me veía consumida por mi propia presencia. Los espíritus se echaron sobre mi débil cuerpo mientras agarraban algo invisible para mi. Noté como sus dientes intentaban saborear parte de mi rostro, y como tan solo podía respirar como una inútil, sin poder luchar por mi vida. Intenté gritar de nuevo con todas mis fuerzas sin embargo cada vez que abría mi boca esta se limitaba a dejarme un sabor a sangre, y ningún aullido controlable. El suelo estaba gélido, y mis manos temblaban intentando aferrarse a algún punto de calidez en aquel mundo muerto, sabiendo que lo único cálido de allí era mi propia esencia, que se evaporaba con cada acaricia cruel. Cerré los ojos para evadirme de aquel suceso, rezando sin aliento para que acabase aquella pesadilla, aún sabiendo que lo que estaba pasando era verdad. Entonces, dejé de sentir. Elevé los párpados angustiada y con tan solo mirar los ojos de aquel espíritu que se había detenido delante mía, supe que estaban mejor cerrados. Noté como mi garganta se desgarraba por dentro, mientras divisaba al ser que se acercaba lentamente con una franca sonrisa diabólica. Contemplé su mirada de oro cobrizo, y sentí de pronto una atracción inconcebible, sin embargo aquel espíritu era superior a todas y precisamente no estaba dispuesto a enamorarse, más bien quería poseer mi alma. Conseguí arrastrarme dolorida hacia una esquina y me arrinconé tapándome los ojos con fuerza, pero algo hizo que mi
mirada se dirigiese hacia aquel joven cuyos ojos amarillos hacían cesar los mios. Entonces, sin saber el por qué, mi mirada intentó encontrar la suya como una cría asustada al lado de su madre, sin embargo era tan irónico que hasta él no dejó ocultar una mueca de sorpresa. Era como si un ratón encontrara algo con sensatez en una serpiente hambrienta, y ésta le estuviese observando, confusa antes de satisfacer a su estómago. Las lágrimas rodaban por mis mejillas, y mis oídos dejaron de escuchar todo lo demás para centrarse en un sonido, que hizo que se me erizase el vello de la nuca; Tic-tac. Tic-tac. Tic-tac. Mis ojos se nublaron y no tardaron en debilitar mi cuerpo, mientras parte de mi rostro aterrizaba en el suelo me veía envuelta en la presencia de aquel ser que seguía mirándome con sus ojos amarillos, llameantes, de oro. Ojos de limón. Mi cuerpo temblaba, mientras volvía a oir ese <<Tic-tac>> continuo que me llevaba hacia la luz, sin embargo algo me retenía. Mis rodillas crujieron débiles, y mis ojos eclipsados volvieron a nublarse. Tic-Tac. Tic-Tac. Tic-tac. Podría hasta percibir su olor, y era un olor a muerte, algo sobrenatural, maquiavélico. Observé como las almas se alejaban de mi con sus ojos vacíos, y sus susurros ahuyentadores. Aquel espíritu llegó hacia mi rostro en un abrir y cerrar de ojos sin cambiar expresión alguna de su siniestro rostro. Y me veía apagada, como una débil hoja dejándose caer del gran árbol, como un dragón si fuego o como un ángel en el infierno, mientras observaba al ser con los ojos más peligrosos del mundo; El diablo.
Las luces de la ambulancia no me dejaron abrir los ojos de golpe, por lo que fui elevando los párpados lentamente mientras divisaba unas cuantas cabezas que me miraban con ojos cansados, e incluso preocupados. Tardó poco su desasosiego cuando empecé a estornudar con una voz hueca y dolorida, las dos mujeres que vestían de amarillo sonrieron mientras me depositaban en una camilla. Observé torpemente mi alrededor, y divisé, tras un gran número de personas, un autobús con la parte delantera destrozada que se había salido de la carretera y había ido a parar en un gran árbol. Y entendí entonces que aquella chica que había visto era yo. Cerré débilmente los ojos, y sonreí para mis adentros al volver a revivir aquella
simple pesadilla, pero entonces noté algo dentro de mi que me hizo jadear durante un momento. Moví la cabeza de un lado hacia otro con fuerza mientras pegaba unos gritos que atrajeron a los médicos como un mosquito a la luz. Noté como el alma se debilitaba, y como él me desgarraba por dentro con sus dedos. Pero entonces su mirada apareció tras la multitud, y lo observé con el corazón en la boca como volvía regalarme una de sus medias sonrisas mientras se alejaba entre la gente, demostrándome así que no había sido solo una pesadilla. Mi corazón volvió a palpitar, y poco a poco empecé a respirar con normalidad. Antes de subirme en camilla a la ambulancia pude escuchar de nuevo el <<Tic-tac>>, con los ojos a punto de cerrar observé a la mujer que me colocaba unos cables en la nariz, y pude divisar el reloj que yacía en su muñeca, que no paraba de pitar. Me quedé estudiándolo un buen rato, volviendo a recordar aquellas almas melancólicas que permanecían debajo de este mundo, la oscuridad diabólica cuando el sol se apagó, y el crujido de cuello de aquellos espíritus que querían devorar mi alma. Recordé de nuevo aquellos ojos de limón que me habían desconcertado por completo, y por primera vez en esa tarde, estaba feliz. No sabía el por qué, pero mi felicidad era contagiosa puesto que la chica de mi lado sonrió conmigo. Me sentía feliz por haber conseguido vencer a la muerte, aunque sabía que no lo había conseguido sola. Entonces pensé, ¿el diablo no era inmune a los sentimientos? Elena Codes Muñoz 4ºB