un cuento del tiempo del coronavirus covid19 texto de Pedro Sanz Vitalla ilustraciones de Manuel Lorés Soler y Carolina Sanz Mora maquetación Emilio Luengo Fernández
Este cuento se gestó durante el estado de alarma que se decretó en España el mes de marzo de 2020, como medida de lucha contra la propagación del coronavirus, y por el que todos los ciudadanos debieron permanecer confinados, durante días, en sus casas. Sin haber terminado la cuarentena, este cuento pretende ser un reconocimiento a todos los niños del mundo que pasaron, en sus casas una larga temporada de reclusión para que la humanidad pudiera terminar venciendo al coronavirus, demostrando que, con su actitud, su fuerza, su constancia y su comprensión eran capaces de vencer la situación que estaban viviendo. Para todos esos niños que han perdido días de juego, de aprendizaje, de ilusión y de diversión, luchando, encerrados en casa, para podernos salvar.
Por culpa de un virus extendido por gran cantidad de países y regiones, como tantísimas otras personas, Pedro Sanz Vitalla, autor de este texto, se vio obligado a confinarse en casa por largo tiempo. Junto a Carolina Sanz Mora, su hija de 6 años, buscaban actividades para estar entretenidos y que aprendiera cosas en estos momentos en los que no podía ir al colegio, pero no pasó mucho tiempo hasta que se perfiló la idea de hacer un cuento para el disfrute y entretenimiento de todos los niños que estaban encerrados en casa por culpa del coronavirus. En torno al texto que escribió Pedro, Carolina ideó, dibujó y pintó todos los personajes del cuento y las redes sociales fueron una herramienta fantástica para contactar con Manuel Lorés Soler que, en honor a su nieto, que estaba en Madrid y al que no iba a poder ver en muchos días, decidió participar con nosotros, creando los escenarios, espacios todos ellos muy conocidos por los habitantes de Huesca y sus visitantes, donde interactuarían los personajes creados por Carolina.
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l día veinte de marzo comenzó la primavera y una hormiga despertó del largo invierno, salió de su hormiguero y lo primero que vio fue el Palacio de Congresos de Huesca. Como hacía tantos meses que no lo había visto se quedó un rato admirándolo, pero... al poco tiempo se dio cuenta que no había ruido a su alrededor, no estaban los niños jugando al fútbol o encorriéndose sobre el césped, el colegio Pirineos-Pyrénées, aún siendo viernes, parecía estar cerrado y los columpios estaban vacíos.
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asó por allí una mariposa de color azul, paró su vuelo cerca de la hormiga y dijo: — Que paz y tranquilidad se respira por aquí. La hormiga le preguntó: — ¿Sabes dónde están los niños?, se me hace raro no verlos por aquí. La mariposa contestó: — Ni idea, desde que he salido de mi capullo en los pinares de la ermita de Salas no he visto a ninguno, he recorrido el camino y todo estaba silencioso, pero la verdad, que no los echo en falta, si estuvieran por aquí seguro que me estarían encorriendo para darme caza.
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Se rio la hormiga y dijo: — Es verdad, a mí también me pasa, hay algunos niños que me buscan entre el césped para cogerme, me tienen muy estresada, casi mejor no saber donde están. Pero toda la explanada del Palacio de Congresos estaba tan en silencio, tan vacía, que daba miedo. Aunque no lo quisieran admitir, tanto la hormiga como la mariposa estaban extrañando a los niños y a las niñas de Huesca.
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Al momento, se paró sobre un árbol una paloma. Tanto la hormiga como la mariposa corrieron hacia ella y, a la par, le preguntaron: — ¿Sabes dónde están los niños? Esta zona de juegos siempre ha estado llena y hoy no hay ninguno. En el colegio tampoco hay niños y hoy es viernes, tendrían que estar por aquí. La paloma desairada contestó: — No lo sé, ni lo quiero saber, esos niños no me dejan tranquila, cada vez que me acerco a beber a la fuente me asustan y tengo que salir volando. Cada vez que me poso en la rama de un árbol lanzan un balonazo e incluso hubo una ocasión en la que un niño me tiró una piedra. ¡Qué horror, niñossss!
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La hormiga y la mariposa entristecieron su cara y en el gran silencio se quedaron pensativas. Entonces fue cuando la paloma les dijo: — La verdad que yo también los extraño, son muy movidos, pero al mismo tiempo dan alegría, me gusta oírlos cantar y no he oído tampoco por aquí a ninguno en unos días. Tan solo he visto unos pocos adultos que actuaban extraño. Unos estaban paseando a su perro, otros iban corriendo a tirar la basura para meterse en su casa otra vez rápidamente y otros iban cargados con bolsas de la compra, pero... niños no he visto ni uno. Si os apetece podríamos acercarnos a la plaza Navarra o por el centro, por allí siempre hay mucha gente.
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anto a la hormiga como a la mariposa les pareció una idea genial y emprendieron el camino a la plaza Navarra con la esperanza que estuvieran todos los niños por allí en alguna fiesta. Pero al llegar fue desolador, la plaza estaba casi vacía, tan solo había un camión de militares. Se asustaron los animalillos y exclamaron: — ¡Qué horror! Seguro que los humanos han empezado alguna guerra o algo peor.
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l momento se oyó una sirena que se acercaba a gran velocidad. Era el coche de la Policía Local. La paloma y la mariposa salieron volando, pero la hormiga, como era más lenta, se tuvo que apresurar, para que no le pisara la rueda del coche patrulla. Dijo la paloma: — Ufff que susto, casi te atropella, donde irá con tanta prisa, seguro que era una gran emergencia, esto no me huele nada bien. Sigamos buscando, que algo como esto no lo he visto en mi vida.
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asaron por los Porches de Galicia, miraron desde la Cuatro Esquinas hacia el Coso Alto, después al Coso Bajo y... nadie. Subieron por la calle Duquesa Villahermosa a la plaza López Allué y solo se cruzaron con un señor, parecía ir camuflado, ¿dónde iba en primavera con guantes y una mascarilla?
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ste fue el momento en el que decidieron que tenían que subir hasta la plaza de la Catedral, a preguntar qué había pasado con los niños y niñas de la ciudad a la cigüeña que vive en la misma torre de la Catedral.
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asaron por la plaza de San Pedro, por la calle San Salvador y la calle de las Cortes, llegaron a la plaza de la Catedral, se subieron a la fuente de La Moreneta y llamaron a la cigĂźeĂąa.
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uando esta se acercó, todas a la vez le dijeron: — Hola cigüeña, estamos muy preocu‐ padas, no sabemos que les ha ocurrido a los niños de Huesca, no están en los parques, no hay niños en las calles, los columpios están vacíos, al colegio no ha ido ninguno, ni tan siquiera están en el Burger King. Queremos preguntarte a ti, que eres el animal de Huesca que vuelas más alto, el que te conoces toda la ciudad, ¿Donde están los niños de Huesca?
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Contestó sarcásticamente la cigüeña: — Efectivamente, habéis ido a preguntar, acertadamente, al único animal que os puede dar la respuesta. Yo, que vuelo tan alto, y que me conozco tan bien todas las calles y edificios de Huesca, he visto desde los pináculos de la Catedral y en mis múltiples vuelos, que los niños solo juegan en las terrazas de los áticos de la ciudad o asomados tan solo un poquito en algunos balcones y ventanas.
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— ¿Y eso, por qué? —preguntaron la hormiga, la mariposa y la paloma. A lo que contestó la cigüeña: — Pues no lo sé, yo soy la que mejor conozco la ciudad, pero no soy el animal más sabio de Huesca. Si lo queréis saber, tendremos que ir a visitar la colonia de búhos chicos que vive en el cerro de San Jorge y allí preguntarle al búho más viejo de todos, que es el animal que sabe todo sobre la ciudad.
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uando llegaron al cerro, se colocaron en la placeta que hay delante de la ermita de San Jorge y desde allí llamaron al gran búho chico. Cuando éste llego, preguntó: — ¿Qué es este algarabío que estáis montando? ¿Qué queréis? Dando un paso al frente, dijo la hormiga: — Búho, estamos muy preocupadas, no sabemos qué les ha pasado a los niños de Huesca, no están en los parques, ni en las calles, ni tan siquiera en los colegios. La cigüeña dice que solamente se los ve en las ventanas y terrazas de sus casas. ¿Sabes que les ha pasado?
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— ¡Por supuesto que lo sé!, habéis ido a preguntar al animal más sabio de todo Huesca. ¿No habéis oído hablar del coronavirus? Asombradas, dijeron todas a la vez: — ¡NO!
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— Pues el coronavirus es como se llama el virus que produce una nueva enfermedad, y cuando los humanos se contagian se ponen muy, muy, muy malitos, tienen fiebre muy alta y mucha tos. Al final hay que llevarlos al hospital y allí a veces se ponen mejor, pero otras tienen mal remedio. Ese virus es muy malo y va pasando de humano en humano, haciéndolos enfermar. Por eso, para que no se contagien, los jefes de los humanos han prohibido que salgan a la calle las personas y sobre todo los niños, para que así, si todo el mundo se queda en casa unos días, el virus no tenga ningún cuerpo humano que contagiar y al final desaparecerá.
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l enterarse toda la fauna oscense de lo que estaba ocurriendo, acordaron que todos y cada uno de ellos se acercarían lo máximo posible a las terrazas y ventanas donde había niños. Y trinarían. Y maullarían. Y croarían... bueno, en el caso de las mariposas tan sólo haría falta que revoloteasen por delante de las ventanas para ser vistas, y así los niños de Huesca se darían cuenta que había llegado la primavera. Los animalillos quisieron mostrar a los niños y a las niñas que debían seguir siendo fuertes estando encerrados en sus casas, ya que al igual que después del largo invierno llega la primavera, después de un mal momento, como el que está haciendo pasar el coronavirus, llegará el día en que todos estos niños valientes podrán salir de casa, e ir juntos a jugar a los parques, a pasear por las calles y retomar sus clases en el colegio.
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No os preocupéis, ¡TODO IRÁ BIEN!
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