Desafiando a los chicos a leer mejor Publicado por kareche en marzo 19, 2014 Comparto la traducción del siguiente artículo de Joanna Williams, publicado hace unos días en: http://www.spiked-online.com/newsite/article/challenging-children-to-readbetter/14776#.UymL-2eYbcu Las negritas son mías. Hay una razón por la cual los chicos eligen leer libros “fáciles”: los adultos los están alentando a hacerlo. El más reciente temor en la larga historia de la ansiedad acerca de cuánto leen los más jóvenes –y acerca de qué leen exactamente– se centra en los resultados de un estudio publicado en coincidencia con el Día Mundial del Libro, la semana pasada. Este estudio sugiere que los adolescentes rechazan libros que resulten desafiantes, en favor de lecturas fáciles, especialmente los varones, quienes suelen elegir libros muy por debajo de su edad lectora. En otras palabras, los chicos, ya entrados en su educación secundaria, están todavía leyendo libros más apropiados para los de la clase de primaria. Estos descubrimientos no sorprenden. Ni provoca un shock descubrir que la investigación es utilizada como una excusa para “demonizar” a los adolescentes varones. Pero maestros y bibliotecarios necesitan cuestionarse su rol en la promoción de una manera de ver la lectura que deja la complejidad y el mérito de las elecciones lectoras de los adolescentes fuera de discusión. La ortodoxia corriente plantea que en una época de miles de pantallas distractoras, deberíamos estar felices de que los chicos lean algo. Se asume que la crítica a las opciones lectoras personales, o la dirección excesiva de los chicos hacia algunos textos más que hacia otros, los llevará a dejar la lectura. Proyectos como “Opening a book” (Abrir un libro), que trabaja con librerías y escuelas, apunta a una lectura centrada en el “lector” y no en el “libro”, a la hora de guiar a los jóvenes. “Opening a book” proclama: “El mejor libro en el mundo es simplemente el que más te gusta”, y no es la calidad del libro lo que importa, es la calidad de la experiencia lectora. Entonces, cuando los niños gravitan entre libros fáciles y familiares en lugar de intentar algo más complejo, reciben de los adultos la frase condescendiente de que los mejores libros son esos que ellos disfrutan leyendo. Un problema de esta postura centrada en el lector es que devalúa la literatura en forma deliberada, y le otorga al libro un mínimo peso en la experiencia lectora. Con esto de “comenzar por el lector” y “vender el chisporroteo del fuego, y no el asado”[1] –como deliciosamente “Open a book” sintetiza sus objetivos– los libros en sí mismos pasan a ser irrelevantes. En realidad, para la mayoría de los niños y sus acosados padres, el Día Mundial del Libro tiene más que ver con disfrazarse que con leer o discutir lecturas. Irónicamente, teniendo en cuenta los objetivos enunciados por la campaña, cuando los libros están fuera del eje, ya no queda nada especial en la lectura, es solo uno más entre tantos placeres alternativos y en competencia en la atención de los adolescentes. Los intentos de promover la lectura como una experiencia superior, en ausencia de la discusión sobre libros, se convierten en una actividad cuasi-terapéutica y meditativa, la que con pocas probabilidades inspirará en los adolescentes varones el “llamado del deber”.