4/1/2019
Economía Creativa y el Homo telecom - Revista Zocalo
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Economía Creativa y el Homo telecom Ernesto Piedras Feria
Creado: 25 Febrero 2015
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Con el desarrollo tecnológico que se observa en los últimos años, así como el innumerable despliegue de infraestructura de telecomunicaciones y acceso a redes, se logró que los procesos de consumo y oferta de diferentes contenidos creativos y culturales cambien.
Dentro de la creatividad y la cultura es indispensable hacer una fuerte distinción entre lo que implica la creatividad per se y lo que detona como industria. No se puede asumir, en automático, que por referirse a fenómenos de industrias creativas y culturales se está hablando de procesos económicos que se restringen a lo meramente industrial, es decir, a lo mecánico y automatizable, porque la cultura y la creatividad son lo opuesto a ello.
De dichas implicaciones surge el término: “Economía basada en la creatividad”, que lleva a pensar en este elemento como un insumo económico que se inserta en la cadena productiva, la cual no existiría sin dicho componente esencial. Como consecuencia de esta cadena se da pauta a toda una cultura y es en ese proceso productivo donde el análisis de las ciencias económicas entra a trabajar en los desarrollos de infraestructura, consumo, cuenta satélite. Así, aunque ya se acuñó el término en los procesos y espacios de la creatividad y está referido como “industrias culturales y creativas”, es importante tener conciencia de que hablamos de algo mucho más complejo.
Nos hemos convertido en el hombre de la comunicación a distancia. Tomemos por ejemplo la existencia de espacios de interacción presencial donde, el día de hoy, una vasta mayoría de éstos se organizan y promueven por la convocatoria y el intercambio de muchos materiales que tienen lugar por la vía tecnológica. Esta “ironía” se presenta como una prueba de que ya somos seres digitales y comunicados.
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Economía Creativa y el Homo telecom - Revista Zocalo
Si realizáramos una fotografía de la evolución digital de México en las últimas dos décadas, veríamos que hemos multiplicado nuestro consumo 50 veces, sin freno ni reversa. Es decir, pasamos de un teléfono y un fax, hace dos décadas, al teléfono inteligente, libro electrónico, notebook, tablet, consola de videojuego y televisiones (así, en plural: analógica, digital, satelital, móvil, por cable). Ese es el Homo telecom y lo usamos para trabajar, divertirnos, estudiar: para todo; por eso se les llama equipos personales.
El problema de esta infraestructura con el Homo telecom es que no todos la tenemos, no todos nos encontramos en este proceso y panorama por problemas de conectividad, generación de poder adquisitivo, infraestructura y todo aquello relacionado con la brecha digital. Eso también significa problemas para el campo de la cultura, porque entonces existen, por un lado, los Homo telecom con conectividad permanente, mientras por otro, no todo el país está conectado con alguna señal; nuestra banda ancha es muy angosta, es muy cara, y somos un país de bajo poder adquisitivo, con muy mala distribución del ingreso.
Nos hemos convertido en el hombre de la comunicación a distancia.
Así entonces, y hablando en términos económicos, sabemos que hay una clara
relación
entre
conectividad
y
crecimiento
económico,
entre
conectividad, capacidades y oportunidades, pero somos un país con mala distribución de satisfactores. Debido a que esta conectividad se presenta como un derecho en el siglo XXI, este puede ser económico, a la educación, a la cultura, a la salud y hasta un derecho político, ya que hoy no se puede pensar en un proceso político sin conectividad. Hay 45 millones de internautas en México, y eso puede parecer impresionante, pero ¿qué pasa con los otros 70 millones de mexicanos? Esto es: 70 millones de mexicanos participaron políticamente en los recientes comicios sin tener el acceso a la información que otros sí tuvimos.
Como indican las más recientes cifras quinquenales de la cultura (generadas con base en información del sistema de cuentas nacionales, liberada en un periodo de tres años posterior a su fecha de obtención), en 1998 este rubro generó un valor equivalente a 6.7 por ciento del PIB nacional; en 2003, 7.3 por ciento, y en la estadística más reciente sigue siendo 7.3 por ciento. Sin embargo, se estima que las cifras de la economía sombra -es decir, la que no sabemos medir o la que no es legal o es informal-, la primera vez fueron de uno por ciento del PIB; en la segunda 2.5 por ciento, y en esta última medición es casi la mitad de todos los bienes y servicios de carácter creativo y simbólico.
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Las mediciones se nos escapan porque no sabemos medir, por ejemplo, las descargas electrónicas. Los derechos de autor en la industria creativa tradicionalmente han fungido como las patentes en la industria farmacéutica. Sin ellos no habría razones para desarrollar contenido. Los creativos protegen sus obras por medio de dichos derechos y de esa manera han preservado sus incentivos. Es por ello que necesariamente la tecnología y los sistemas legales deberán adaptarse a esta contraparte, la oferta.
Hoy en día la tecnología brinda posibilidades de reducir costos, recortando así la extensa cadena productiva y llegando a los consumidores a través de un menor número de eslabones. Estas son las capacidades donde la industria requiere profundizar. Los beneficios que se observan en este momento histórico se asocian en mayor medida a la demanda, a los consumidores que adquieren contenidos con mucha mayor facilidad.
Estadísticas recientes de la encuesta “Hábitos Culturales” que realizó el Conaculta en relación con la lectura, revelan un incremento en el número de adquisiciones de contenidos textuales por la vía tecnológica. Esto a pesar de que no hay más de 500 mil libros electrónicos en el país. Se observa que cada tableta electrónica que opera -son alrededor de tres millones- se está usando como libro electrónico y cada una de ellas guarda en promedio 42 libros. No podemos omitir esta tendencia, el Estado mexicano debe entender y atender integralmente los desafíos que las tecnologías presentan al hablar de contenidos electrónicos.
Como el desarrollo debe pensarse de manera integral, se esperaría que los encargados de la política cultural atiendan los problemas relacionados con la fibra óptica, el problema de la brecha y alfabetización digitales, mantener relación con la Comisión Federal de Electricidad (CFE), empresarios, innovadores y el sector TIC en general. No se observa que en México exista un maridaje entre digitalización, conectividad y cultura. Resaltar esto de la conectividad como un derecho resulta irónico, ya que hoy en día nadie escribe artículos de investigación ni organiza simposios acerca de la importancia de la electricidad y la conectividad. La importancia en el hogar, la industria, la comunicación y todos los sectores económicos que como entes sociales se ven beneficiados es considerable.
Debemos echar a andar una agenda digital que incluya cultura, creatividad, innovación, educación y conectividad, vinculadas con el Plan Nacional de Desarrollo (PND), porque de ello depende el bienestar en nuestro país. El desarrollo tecnológico no cesará, así como tampoco la creación de contenidos creativos, por lo que los sistemas legales requerirán de acciones dinámicas y eficientes para mantener en línea el interés de proveedores privados y consumidores.
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