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ANDRAITX lO ie Noviembre de 1931
IV N.0 109
PERIÓDICO DECENAL
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-----------------------~--~--------~----~--------~--~------------------------------Andraitx, 50 Cts. mes No se devuelven los originales REDACCIÓN Y ADMINISTRACIÓN SUSCRIPCION Palma, 65 -. » Extranjero , 1'25 Pts. ..
publicados y no publicados
CALLE JO A QUIN COSTA. 12
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Ayer
COll10
hoy
Han pasado tres años -15 de Noviembre de 1928- en que vió luz pública el primer número de este periódico . Y dijimos: «bajo un ropaje u otro nuestros sentimientos son los mismos siempre, - como idénticos son también en el constante tesón y el férvido deseo de hacer de ellos la enseñ a simbólica que ahora nuevamente bajo el nombre de <{MARICEL)} nos disponemos a empuñ ar con mas calor, con mas fé, con mas entusiasmo, si cabe, que nunca». Durante nuestro camino, penosa sen da , h emos procurado seguir línea recta, prueba de ello, ha sido la esen cia, el espíritu y la energía de este periódico. Nuestros artículos, nuestras editoriales, darán una muestra bien reflejada de la conducta ej emplar que h emos ej ercido en la palestra periodística. ' Hojeamos números de «MA:Í~ICEL)) .. , Y leemos: <{los arrivistas, los vividores, los que al menor obstaculo siempre supieron encontrar su adecuada forma de transición , la postura cómoda para seguir sujetando el cuerno oficial de la abundancia , han privado siempre en la vida política de nuestra patria, infectando de este modo el alma popular)}. Antes de la implantación de la República trabajamé s constantemente en labor ímproba, glosando siempre los nobles caballeros del ideal, aquellos limpios de ropaje ambicioso , lejos de pr~juicios y necios censualismos; logrando poner en continuo movimiento a un pueblo frío, decadente, muerto ... Desde el actual régimen hemos estado en signo de pasión negativo. Ahora faltándonos aquella pluma experta, h á bil, inteligente, que antaño logró vencer la inercia que se había a poderado ~de nuestro pueblo, intentaremos comentar, con la pesadez de nuestra pluma, pero poseídos de una férrea voluntad, la postal mas trascendental de la decena, así como también, los asuntos de la vida municipal, con norma imparcial, ecuánime y desligada de apasionamientos políticos. La ruta está trazada y definida. Ayer como hoy. Con la única condición que ayer teníamos como deber ineludible, el luchar ardientemente, con nuestra modesta arma, contra un régimen que parecía poderoso y resultó carcomido. Hoy, si ya no existe aquel funesto régimen, en cambio, aun viven infinidad de cirineos, con ingeniosas habilidades maquiavélicas, defensores de las p~ores causas, teniendo la osadía de desvirtuar y entorpecer la labor de los que tuvieron el sano concepto de la política, sin mas guía, ni mas antorcha, que su puro ideal. El ocuparnos de este tema nos repugna extraordinariamente y consideramos perder miserablemente el tiempo y espacio material. Nos dedicaremos a obra mas útil y provechosa.
La Iglesia y el Socialismo
Piensan unos que la solución del problema social se halla solo en las doctrinas de la Iglesia; piensan otros que solo se halla en los postulados del Socialismo. ¿En quienes está la verdad? Cierto que en todos los tiempos , lugares y ocasiones, la Iglesia ha recordado a todas las gentes aque• Has palabras del Evangelio: «Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja que entrar un rico en el reino de los cielos.» «Esa viuda pobre ha hechado con sus dos ochavos en el gazofilacio más que todos los ricos. » «Retiraos de mi presencia, malditos; id al fuego eterno, porque tenía hambre y no me disteis de comer; siempre q11e ne~ais el pan al menor de m is hijos, me lo negais a mi mismo.» Cierto, que sus Santos Padres han fulminado enérgicas imprecaciones contra los ricos y hasta anatematizado 1!1 institución del tuyo 1J mío. Cierto que sus grandes teólogos y predicadores han enseñado urbi et orbi, que en el pensamiento de Dios el rico es la providencia y el administrador del po~re; que el rico no ha sido colmado de los bienes de la fortuna para disiparlos locamente en la satisfacción de sus caprichos, sino que, s¡ quiere conformarse con la justicia divina y las prescripciones de la equidad natural, debe distribuir una parte entre aquellos que Dios confió a sus cuidados; que Jesucristo solo quisiera ver en la Iglesia a aquellos que llevan su marca, es decir, los