¿Dónde habita la filosofía española?

Page 1

¿DÓNDE HABITA LA FILOSOFÍA ESPAÑOLA?

Juan Carlos Santos Romera Profesor de Filosofía en el IES Félix de Azara. Zaragoza


Más allá de los teólogos que pretendían armonizar el pensamiento y el método riguroso filosófico a la teología, (Suarez en el siglo XVI, y Zubiri en el XX) para dotarla a esta de sentido racional en la tradición española, ¿Dónde se encuentra la filosofía española a lo largo de la historia cultural de nuestro país? Decía el filósofo Carlos París en una entrevista hecha en un periódico nacional hace años: “La filosofía que profeso parte del grito, del lamento, de la encrespada protesta ante la injusticia del mundo que vivimos. Si Aristóteles afirmaba que la Filosofía nace de la admiración, yo diría que también mi filosofar parte de la admiración, pero no solo de la que suscita la contemplación de los cielos, sino de la que brota ante el heroísmo de tantos hombres y mujeres que, incansables, dieron su vida, luchando por el reino de la libertad y la hermandad universales. Y el pensamiento que se levanta, a partir del grito y de la admiración no quiere reducirse a contemplar el mundo, sino que aspira a contribuir a su radical transformación”. ¿Han sido la literatura y la poesía los canales de transformación y vindicación de la cultura española a falta de un pensamiento filosófico, maniatado, amordazado desde una Iglesia que lo veía amenazante, desde el poder económico que se veía cuestionado en sus tesis y desde siempre y hasta el último siglo desde el Estado, bien desde una dictadura, bien desde una democracia paternalista y heredera de ella? Si en España no hubo un Kant, un Hegel, un Heidegger o un Wittgenstein, como arquetipos de “filósofos universales” esto no puede querer decir que la “filosofía española”, tal como la entendemos, adolezca de una debilidad congénita, originaria. Hoy creemos saber muchos que tales nombres funcionan muchas veces como fetiches, y que el papel que respecto de la filosofía, en general, conviene atribuir a estos grandes filósofos, no es el mismo que el papel que respecto de las ciencias positivas hay que atribuir a los grandes científicos (el significado de Heidegger o Wittgenstein, por ejemplo, respecto de la filosofía no puede compararse con el de Einstein o Darwin respecto de la ciencia). Los grandes “filósofos universalmente reconocidos” lo son muchas veces en función de la presencia coyuntural histórica del Estado que los “abriga”; y, en cualquier caso, en la Historia de la filosofía no ocurre como en la Historia de la ciencia, en la cual los últimos eslabones están siempre destinados a sustituir y a dejar en el olvido a los eslabones precedentes. Defiende Gustavo Bueno y añade que la Historia de la filosofía española, tal como la entendemos será la Historia de la filosofía, en sentido estricto, “pensada” en español. Sostenemos que la filosofía española, tal como la entendemos, puede existir y ha existido.1 Algunas tesis sostienen que filosofía, literatura y poesía están unidas en el pensamiento español mediante lazos tan estrechos que a menudo la una se confunde con la otra. Este hecho, que a su vez constituye uno de los rasgos principales de la 1

Revista El Basilisco, nº 10, 1991. Gustavo Bueno


singularidad española frente a otras tradiciones europeas, queda fundamentado en dos fenómenos, que no son sino dos de las declinaciones que admite esta conjunción: algunos de los grandes filósofos españoles son igualmente autores de eminentes obras literarias o poéticas, y reversiblemente, algunas de las obras maestras de la literatura española valen como auténticas obras de filosofía. 2 Podemos recordar no pocos filósofos nacidos en tierras hispanas: Desde Séneca heredero de un pensamiento estoicista, escritor trágico y satírico; Marco Anneo Lucano, poeta cordobés; Marco Valerio Marcial, bilbilitano, considerado el primer conceptista español y excelente satírico; Marco Fabio Quintiliano a la sazón profesor de retórica y de origen riojano; el cordobés Calcidio, comentarista de Platón; pasando por el médico andalusí Averroes, comentarista de los textos de Aristóteles o el médico sefardí Maimónides, más teólogo que filósofo que abogaba por un realismo teológico. Ya en la edad media encontramos entre otros a Juan Hispano y los toledanos, como recopila José Luis Abellán en su Historia de la Filosofía española, Alfonso X el Sabio con el desarrollo de las traducciones de textos clásicos con un interés escolástico y teológico, el catalán Ramón Llull, lógico matemático y misionero, pasando por Ramón Sibiuda, barcelonés profesor de medicina y teología. 3 Pero será durante el siglo de Oro (XVI-XVII) cuando cierto pensamiento filosófico – metafísico, moral, estético– aparece a través de la poesía mística en San Juan de la Cruz o Santa Teresa de Jesús, de la dramática en los autos sacramentales de Calderón, de la lírica en Fray Luís de León, de la satírica, metafísica y conceptista en Francisco de Quevedo, de la epopeya moral en Baltasar Gracián, y de la novela en Miguel de Cervantes. Si entendemos la historia de la filosofía como sucesión de sistemas, excluimos de tal designación a estos grandes pensadores y por supuesto a las formas diversísimas, dinámicas y enmascaradas de dilucidación y profundización de problemas conocidos y por conocer en España.4 Hay un pensamiento hispánico que rehúye la autoría exclusiva y exige el concurso de otras voces –autores que comenta, libros que traduce– para ser sin querer ser del todo. Defiende la poetisa y filósofa María Zambrano. Ese «todo» equivale al sistema entendido no ya como conjunto de elementos relacionados entre sí funcionalmente –en este sentido, la filosofía de Ortega y Gasset sería sistemática–, sino como forma arquitectónica cerrada y absoluta del pensamiento filosófico a la luz de su definición kantiana y erigida en canon sobre todo a partir de Hegel.

2

Un lugar de la filosofía española de cuyo nombre no queremos acordarnos. María J. Ortega Máñez. 3 Historia de la Filosofía Española. Alain Guy, Editorial Antropos, 1983. 4 Ibid


En su Oráculo5, el zaragozano escritor conceptista Baltasar Gracián en su aforismo nº 100., añade, refiriéndose al hombrefilósofo español como: Varón desengañado: Christiano sabio, Cortesano filósofo. Mas no parecerlo, menos afectarlo. Está desacreditado el filosofar, aunque el (Cicerón) exercicio mayor de los sabios. Vive desautorizada la ciencia de los cuerdos. Introdúxola Séneca en Roma, conservóse algún tiempo cortesana, ya es tenida por impertinencia. Pero siempre el desengaño fue pasto de la prudencia, delicias de la entereza. Afirmaba Miguel de Unamuno en su obra Del sentimiento trágico de la vida6; “Abrigo cada vez más la convicción de que

5 6

Oráculo manual y arte de prudencia. Baltasar Gracián, Cátedra, 1995

«Nuestra lengua misma, como toda lengua culta, lleva implícita una filosofía. Una lengua, en efecto, es una filosofía potencial. El platonismo es la lengua griega que discurre en Platón, desarrollando sus metáforas seculares; la escolástica es la filosofía del latín muerto de la Edad Media en lucha con las lenguas vulgares; en Descartes discurre la lengua francesa, la alemana en Kant y en Hegel, y el inglés en Hume y en Stuart Mill. Y es que el punto de partida lógico de toda especulación filosófica no es el yo, ni es la representación –Vorstellung– o el mundo tal como se nos presenta inmediatamente a los sentidos, sino que es la representación mediata o histórica, humanamente elaborada y tal como se nos da principalmente en el lenguaje por medio del cual conocemos el mundo; no es la representación psíquica sino la pneumática. Cada uno de nosotros parte para pensar, sabiéndolo o no y quiéralo o no lo quiera, de lo que han pensado los demás que le precedieron y le rodean. El pensamiento es una herencia. Kant pensaba en alemán, y el alemán tradujo a Hume y a Rousseau, que pensaban en inglés y en francés, respectivamente. Y Spinoza, ¿no pensaba en judeo-portugués, bloqueado por el holandés y en lucha con él? El pensamiento reposa en prejuicios y los prejuicios van en la lengua. Con razón adscribía Bacon al lenguaje no pocos errores de los idola fori. Pero ¿cabe filosofar en pura álgebra o siquiera en esperanto? No hay sino leer el libro de Avenarius de crítica de la experiencia pura –reine Erfahrung–, de esta experiencia prehumana, o sea inhumana, para ver adónde puede llevar eso. Y Avenarius mismo, que ha tenido que inventarse un lenguaje, lo ha inventado sobre la tradición latina, con raíces que llevan en su fuerza metafórica todo un contenido de impura experiencia, de experiencia social humana. Toda filosofía es, pues, en el fondo, filología. (…) Mas donde acaso hemos de ir a buscar el héroe de nuestro pensamiento, no es a ningún filósofo que viviera en carne y hueso, sino a un ente de ficción y de acción, más real que los filósofos todos; es a Don Quijote. Porque hay un quijotismo filosófico, sin duda, pero también una filosofía quijotesca. (…) ¿Y volverá a decírsenos que no ha habido filosofía española en el sentido técnico de esa palabra? Y digo: ¿cuál es ese sentido?, ¿qué quiere decir filosofía? (…) Es, pues, la filosofía también ciencia de la tragedia de la vida, reflexión del sentimiento trágico de ella. Y un ensayo de esta filosofía, con sus inevitables contradicciones o antinomias íntimas, es lo que he pretendido en estos ensayos. Y no ha de pasar por alto el lector que he estado operando sobre mí mismo; que ha sido éste un trabajo de autocirugía y sin más anestésico que el trabajo mismo. El goce de operante ennoblecíame el dolor de ser operado. Y en cuanto a mi otra pretensión, es la de que esto sea filosofía española, tal vez la filosofía española, de que si un italiano descubre el valor normativo y universal del grado económico, sea un español el que enuncie que ese grado no es sino el principio del religioso y que la esencia de nuestra religión, de nuestro catolicismo español, es precisamente el ser no una ciencia, ni un arte, ni una moral, sino una economía a lo eterno, o sea a lo divino. (…) Aparéceseme la filosofía en el alma de mi pueblo como la expresión de una tragedia íntima análoga a la tragedia del alma de Don Quijote, como la expresión de una lucha entre lo que el mundo es, según la razón de la ciencia nos lo muestra, y lo que queremos que sea, según la fe de nuestra religión nos lo dice. (…) ¿Y qué ha dejado Don Quijote?, diréis. Y yo os diré que se ha dejado a sí mismo, y que un hombre, un hombre vivo y eterno, vale por todas las teorías y por todas las filosofías. Otros pueblos nos han dejado


nuestra filosofía, la filosofía española, está líquida y difusa en nuestra literatura, en nuestra vida, en nuestra acción, en nuestra mística, sobre todo, y no en sistemas filosóficos. Es concreta. ¿Y es que acaso no hay en Goethe, verbigracia, tanta o más filosofía que en Hegel? Las coplas de Jorge Manrique, el Romancero, el Quijote de Cervantes, La vida es sueño de Calderón de la Barca, la Subida al Monte Carmelo de San Juan de la Cruz, implican una intuición del mundo y un concepto de la vida Weltanschauung und Labensansicht.7 […] Nuestra lengua misma, como toda lengua culta, lleva implícita una filosofía. De esta manera muchos pensadores han afirmado que el pensamiento filosófico español, si bien a veces puede eximirse de teoría, no ha renunciado nunca a lo vital (Léase el concepto de raciovitalismo en Ortega y Gasset). De ahí que sus caminos de expresión sigan más el curso de la vida que el de la abstracción. Este hecho entraña innombrables dificultades, pues de acuerdo con el discípulo de Ortega, Julián Marías, la abstracción es una simplificación que hace más visibles las líneas esquemáticas de lo que en realidad es mucho más complejo, denso y trabado. Esta fiera condición – esta furia, esta ambición– ha recibido el nombre de realismo español. Su estudio en profundidad podría indudablemente verter algunas claridades sobre la idiosincrasia de cierto pensar filosófico-artístico de los españoles. De tal manera en relación con este aspecto, la hibridez entre filosofía y literatura sería igualmente otro rasgo distintivo. España ha contado a lo largo de su historia con poetas (Léase a Valle Inclán y su obra Luces de Bohemia, la poesía de Federico García Lorca y la de Miguel Hernández) que han ahondado en los entresijos del pensamiento especulativo y con filósofos que han escrito extraordinariamente. No hay por qué tener que decidir entre una u otra casilla. Lejos de estar reñidas, la profundidad de la reflexión y la calidad estilística ganan mucho al considerarse, tal y como hemos sugerido, como intersecciones. En el poeta Francisco de Quevedo leemos en el Sueño del Infierno. ¿Cuáles son los “enemigos del alma” de los que nos habla el sueño? La respuesta más clara se nos presenta en El mundo por de dentro: “estos son los tres enemigos del alma: el Mundo es aquel, este es el Diablo y aquella la Carne”: los mayores enemigos del hombre, Mundo, Diablo y Carne se unen en uno solo, el Dinero, “que tiene puesto a pleito a los tres enemigos del alma”, como se explica en el citado sueño. Para Quevedo y buena parte de los tratadistas morales del barroco, el dinero es capaz de condensar todos los males que existen sobre la Tierra y causar la perdición de los hombres, siendo lo que en última instancia remite a todos sus vicios. ¿No es acaso esta reflexión propia de la Ética de Spinoza? ¿Acaso lo leería este último como defiende Sánchez Berrocal? Si recordamos la obra de Antonio Machado en su libro Juan de Mairena el protagonista de la misma, ficticio poeta y docente, heterónimo del autor sevillano, se dedica a meditar con sus alumnos sobre la sociedad, el arte, la cultura, la literatura, la política y la filosofía, temas que son planteados con una encomiable variedad formal y una insobornable originalidad esencial. Como afirma el profesor Ignacio G. Barbero, el sobre todo instituciones, libros; nosotros hemos dejado almas. Santa Teresa vale por cualquier instituto, por cualquier Crítica de la razón pura.» 7 Filosofía mundana, como espíritu del pueblo, folklore y maneras de entender la propia vida


desarrollo y estructura de las reflexiones en esta obra machadiana es inclasificable, pues éstas van desde el más clásico aforismo, hasta la más somera sentencia, pasando por el diálogo, la introspección, el comentario erudito o el análisis del refrán popular. Hablamos, por tanto, de un variopinto escaparate de ideas de todo viso y carácter que, al estar expuestas con ironía, ingenio, preclara inteligencia y buen humor, apelan con hondura a nuestra facultad de inteligir y, no menos, a nuestra capacidad de reír y burlarnos sanamente del ser humano, sus creaciones teóricas y su comportamiento moral y político. Así, el libro está vertebrado por una sopesada y sutil vertiente crítica que fija una incisiva distancia respecto a lo que sabemos, lo que creemos saber, lo que hacemos y lo que consideramos que debemos hacer; nos sitúa en una atalaya desde la que observar(nos) con quietud y retranca. ¿No es esto acaso reflexión filosófica sumergida en la obra poética y literaria de Machado? Ortega y Gasset nos recuerda en Meditaciones del Quijote; Cervantes, el “único filósofo español”, como llama en una proyectada carta a Unamuno (Robles, 1987, 166), ha puesto a nuestro alcance un tesoro de experiencia y de intuiciones en esta metáfora de la vida, en el que al mismo tiempo se explicita del modo más profundo la melodía española sobre la realidad y la existencia. En cierta ocasión, al resumir el sentido del libro en su conjunto, viene Ortega a decir que en su última quintaesencia, este libro representa la crítica del esfuerzo puro (Ortega, 1965); no del esfuerzo que busca crear o construir algo objetivo, sino del esfuerzo por el esfuerzo, la pura vocación esforzada de don Quijote. Y ello lleva a ver en esa expresión cifrada la crítica, más amplia y abarcadora que esa novela vendría a representar y simbolizar respecto de la tradición española. Donde predomina el carácter emocional y fiero y no se aviene bien con la vida intelectual “en España es multisecular el odio al ejercicio intelectual” y ello explica que mientras occidente, en la edad moderna ha desarrollado todo un tesoro de cultura, ciencia y técnica, nuestro país ha vivido ese tiempo ‘tibetanizado’ Falta ‘competencia’, economía, buenos medios, técnica, buen gobierno” 8 Como consecuencia de esta problemática fundamental de géneros, podríamos decir, las disquisiciones en torno al concepto mismo de filosofía española son por consiguiente otra de las marcas de su factura. Visto todo lo cual, podemos replantear, para responderla, nuestra pregunta. ¿Dónde está, pues, ese lugar olvidado en que habita la filosofía española? En los márgenes de sus obras literarias, donde ha sabido sortear la inquisición, la censura y la ignorancia.

8

Helio Carpintero, Ortega, Cervantes y las Meditaciones del Quijote.


IMÁGENES Las imágenes, por orden de aparición en el texto; corresponden a: Carlos París (imagen tomada de la web del diario El País) Gustavo Bueno (imagen tomada del blog de José Sánchez Tortosa) María Zambrano (imagen tomada de la web del Eco Republicano) Baltasar Gracián (imagen tomada de la web del Teatro de El Temple) Antonio Machado (imagen tomada de la web de Antonio Machado Org) José Ortega y Gasset (imagen tomada de la web de La FronteraD)

En los cubos de la portada: Miguel de Unamuno (imagen tomada de la biblioteca Torrente Ballester de Salamanca) Pedro Calderón de la Barca (imagen tomada del blog: Las Tres Y Un Cuarto)


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.