Comunicado No. 02 de 2020 Medellín, 26 de febrero de 2020 Nosotros éramos antes de que ellos llegaran. Nosotros estábamos antes de que ellos siguieran viniendo. Pero nunca lo entendieron. Alfredo Mires Pensar en “formas otras de leer” en esta ciudad de convulsos despertares, no se restringe a cambiar el papel de un libro por la tinta líquida de una tablet. Tampoco se trata, solamente, que de manera simplista y romántica encontremos formas en las nubes o poesía en el canto de los pájaros. No se trata tampoco, simplemente, de cambiar el código escrito por braille o una lectura en voz alta. En nuestras instituciones bibliotecarias públicas, populares, escolares, en la universidad, en la ciudad, muchos maestros, promotores, cultores populares y bibliotecarios, se han puesto en la tarea de construir con la ciudadanía otras formas de leer la realidad. A través de los años de sangre y fuego que han marcado a Medellín, hemos comprendido que leer no nos hace mejores personas, solo engrandece lo que ya somos, como bien nos ha enseñado el maestro Didier Álvarez (docente de la Escuela Interamericana de Bibliotecología de la Universidad de Antioquia). Hemos comprendido también, de la mano de Alfredo Mires (bibliotecario, escritor y uno de los fundadores de la Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca, Perú) que la herramienta no tiene la culpa de lo que se haga con ella y en tanto, podemos usar la palabra para abrir surcos y sembrar semillas o enterrar cadáveres, porque si lo que sabemos no sirve para ponerlo al servicio de las comunidades sólo servirá para aprovecharse de ellas. Y de eso ya sabemos mucho. Ahora comprendemos también a lo que se refería Adela Cortina (2017) cuando decía que nuestro tiempo es, todavía más que el de Maquiavelo, Nietzsche o Mounier, el de las reputaciones; pues parece que saber movilizar las emociones es la clave del éxito. Y esto parece saberlo también todos aquellos que siguen atizando la polarización, la violencia, la desacreditación de sus opositores para ganar el favor de sus allegados, sea de derecha, izquierda, centro, base social o “independiente”. Diversos actores políticos siguen justificando para su lucha, la acción violenta contra el “adversario”. No importan los litros de sangre derramada en este país. Eso es lo que vemos, una pugna por imponer la violencia como alternativa, con justificaciones de todos los colores. Sabemos que la Universidad de Antioquia es cuna de actores en extremo diversos y divergentes, que cobija en su seno múltiples formas de lucha y resistencia. Sabemos del voluntarismo transformador que siempre se ha cultivado en su saya y esperamos, por demás, que nunca claudique, pese a no validar la acción violenta de ciertos actores al interior de la Universidad o en las protestas sociales en tanto las consideramos infructuosas y que, más allá de manifestar un descontento y un fallido intento de correlación de fuerzas con las instituciones guerreristas del Estado, no ofrecen alternativas de facto para solucionar la lista interminable de problemas que en este país tenemos por resolver. En ese mismo sentido, de no avalar las acciones violentas, creemos que permitir el ingreso del ESMAD al Alma Máter es una decisión inconsciente y desmedida respecto a la manifestación y protesta social que en la universidad existen históricamente. y que protocolos como los que el Alcalde ha planteado deben construirse de la mano con las medidas que las directivas universitarias y los estudiantes tienen contempladas al interior de la universidad. Sentimos que la Medellín. Colombia bibliotecasalacalle@gmail.com Facebook: @BibliotecasALaCalle Twitter: @LaBibliotecas
decisión de violar la autonomía universitaria al permitir el ingreso de la fuerza pública al Alma Mater, es un despropósito y que en ningún caso la respuesta a la violencia debe ser más violencia (ojo por ojo se queda ciego el mundo). Hoy en día está en nuestras manos mostrar que hay otras alternativas posibles no sólo para la protesta social, sino incluso para dar respuesta a esta. A muchos nos duele y nos enfurece cómo en este país todos los actores con la capacidad de ejercer violencia, se lanzan en ristre contra todo lo que no validan, mientras aumentan las victimizaciones a manos del belicismo, pese a que ningún actor violento, incluyendo al Estado, sabe qué hacer, o le interesa, proteger a nuestros jóvenes de la delincuencia que los asesina mientras la impunidad pervive, tal cual sucedió hace poco con Miguel Ángel Marín Arango, de 17 años, integrante de Casa Morada. Estamos cansados de la hipocresía, los oídos sordos y palabras vacías de quienes se hacen los de la vista gorda con la muerte sistemática de nuestra gente: jóvenes, maestros, líderes y lideresas comunitarias, niños y niñas abandonados por un Estado con presencia selectiva y ultrajados por todos los frentes y banderas de lucha. Esta ciudad, como el país, está llena de crímenes, de abusos, de homicidios y feminicidios, de una indiferencia que supera en creces lo que en la universidad sucede, pero llevamos años sin ver un ataque contundente y radical contra lo que sí nos está desangrando, la desigualdad social y la perversa corrupción de las instituciones, incluyendo las militares y policivas. El ejercicio de la violencia no genera seguridad, tampoco la violencia “legítima” ejercida por las fuerzas del Estado, por quienes no nos sentimos protegidos pues en los barrios miran hacia el otro lado y cuando se necesitan “están esperando la orden”, o “no hay unidades disponibles”. La credibilidad y respeto en estas instituciones tambalea, señor Alcalde. No queremos que entren a nuestra Alma Mater. No son bienvenidos, y lo que deseamos es encontrar salidas y caminos consensuados a favor de la autonomía universitaria y de las funciones misionales de la institución. Muchos no queremos papas bombas que pongan en riesgo a la comunidad universitaria, lo cual incluye a quienes ejercen la acción directa de manera violenta, pues consideramos que su trabajo es más fructífero en las comunidades, que tras la capucha. Estamos cansados de que se siga legitimando la violencia para construir posibilidades de futuro. No queremos que las papas, las aturdidoras y los gases lacrimógenos afecten la salud de la gente y de los animales que comparten con nosotros la UdeA y fundamentalmente, no queremos que quienes ejercen la violencia estructural entren a nuestra Alma Máter. Por todo lo anterior, desde Bibliotecas A la Calle, un colectivo que nace en el corazón de la Universidad de Antioquia, hoy sentimos un dolor profundo porque esta, nuestra casa, lugar de vida, digna rebeldía y esperanza, ha sido vulnerada y maltratada con el favor de quien hoy más que nunca tiene la responsabilidad de cuidarla y preservarla. No necesitamos protocolos que contemplen una respuesta violenta a la violencia. Sí necesitamos pensar en acciones contundentes para combatir las causas estructurales de nuestra indignación que históricamente han sido el origen y justificación de actos violentos a manos de disímiles actores. Necesitamos pensar conjuntamente e invertir nuestra energía (y nuestros impuestos), en el fortalecimiento de la cultura, la educación, la salud; la vida digna y en reducir las brechas de desigualdad social que nos siguen violentando mientras se alimentan nuestros deseos de transformación.
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