Hablamos, Cortázar

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Índice BLANCA ÁLVAREZ ................................................................................................................................ 4 JOSÉ LUIS FERNÁNDEZ ....................................................................................................................... 5 MARILUZ FERNÁNDEZ ....................................................................................................................... 6 DORITA GARCÍA BLANCO .................................................................................................................. 7 MARCELO GARCÍA ............................................................................................................................... 8 JOSU MONTERROSO ......................................................................................................................... 10 GONZALO MOURE ............................................................................................................................. 11 OVIDIO PARADES .............................................................................................................................. 12 OLGA RICO ........................................................................................................................................... 14 LETICIA SÁNCHEZ RUIZ .................................................................................................................. 15

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Con motivo del 100 aniversario del nacimiento del escritor argentino Julio Cortázar, el Ayuntamiento de Oviedo ha organizado un homenaje al que se ha invitado a participar a las bibliotecas municipales a través de los diferentes talleres de animación a la lectura que se llevan a cabo durante el verano y en colaboración con los talleres infantiles de los centros sociales y también a través de los clubs de lectura para dar a conocer o recordar la genialidad desde este escritor. Desde nuestra biblioteca hemos querido además hacer partícipe a los escritores y escritoras locales y a aquellos/as que habitualmente colaboran con nosotros siempre de forma generosa y altruista a que escribieran un pequeño texto sobre lo que supuso en sus vidas la lectura de las obras de Cortázar. Este es el pequeño homenaje que nosotros hacemos al escritor que nos enseñó a imaginar de otra forma, a creer en el papel del lector, a valorar lo inexplicable, y a apreciar la buena literatura. Muchas gracias a todos/as los que habéis colaborado y que habéis hecho posible esta pequeña publicación.

“Un poema de amor, un relato puramente imaginario, son la más hermosa prueba de que no hay dictadura ni represión que detenga ya ese profundo enlace que existe entre nuestros mejores escritores y la realidad de sus pueblos, esa realidad que necesita la belleza como necesita la verdad y la justicia”.1

1 Cortázar, Julio. Clases de literatura.

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Blanca Álvarez

Cortázar era, en mis tiempos universitarios, uno de los símbolos de la cultura y la modernidad. Yo confieso que siempre fui más de Rulfo; con todo leí entusiasmada a Cortazar. Para mi fue siempre esa figura alargada, con la mirada un tanto alucinada que paseaba las calles de París. Cortázar sabe aún a libertad, a futuro, a imaginación pura y dura, esa con la cual debíamos asaltar el poder.

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José Luis Fernández

EN LO CORTO... CORTÁZAR

No es lo mismo la lectura por obligación que la lectura por devoción. No es lo mismo, no. Durante mi época estudiantil hubo una serie de lecturas obligadas (con comentario de texto ad hoc) entre las que figuraba Rayuela... y como toda obligación es incómoda, no disfruté en absoluto de su lectura. De darse la improbable circunstancia, el mismo Cortázar me hubiera dicho: Amigo, no gima (hermosa "palindroma" -­‐ Monterroso dixit-­‐ de este argentino irrepetible).

Así y todo, aquello me sirvió para descubrir un autor que, en lo corto, me

cautivó: sus relatos tienen la rara virtud de condensar en la prosa breve toda la grandeza de la prosa extensa. Con Cortázar, supe que me gustaba más el boxeo literario que el real: aquel cargado de épica; este de brutal humanidad.

Leí a Poe a través de Cortázar: inigualables sus traducciones para Alianza

Editorial del genio de Boston. Así que cuando amablemente se me solicitó una reseña sobre Julio Cortázar, pensé: "¿Escribir sobre Cortázar? ¡Qué plato!". Es mucho mejor leerlo, amigos, es mucho mejor leerlo. Con el tiempo (al igual que hice con otras lecturas "obligadas") retomé la de Rayuela, y para nada me resultó incómoda su lectura porque, ahora sí, lo hice desde la devoción.

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Mariluz Fernández

Llevaba gabardina, fumaba, miraba a la cámara con un fondo de burla y no era Bogart. Tenía que haber nacido en Argentina pero lo hizo en Bélgica… me ponía la vida patas arriba así que leí un texto suyo a ver si me aclaraba: el lenguaje no era de este mundo, lo decía todo y no decía nada, para colmo sonaba erótico. Me puse después con un relato suyo que ponderaba Bolaño, tenía el tacto de una frazada y dejaba sabor a humo, madrugada y trompeta. Ya era más que curiosidad, busqué, compré y saqué de la biblioteca, casi lo perseguí. Cuando todo el mundo venía de vuelta decidí leer La Novela No Novela Quizás Novela, nunca había tenido en mis manos un libro con instrucciones de uso, no las tuve en cuenta sólo por llevar la contraria, pero me ponga como me ponga nunca dejo de cebar mate y cuando friego ventanas me abismo sobre un tablón. Por una cuestión de continuidad llegué a un libro suyo de historias, libro de ectoplasmas o vete a saber si cigotos que resultaron ser nosotros mismos sólo que con unas vueltas de tuerca, y juro que leyendo alguna de las historias pensé que aquello ya era demasiado jugar. Todo se lo perdoné, incluso la abnegación de Dédée y la Maga. Cómo no hacerlo con alguien que moldeaba la realidad como si fuera chicle, alguien que derrochaba naturalidad y osadía. Dice el calendario que ya van cien años. Para él, para Cortázar nada de tartas y velas, tampoco estribillos. Celebrarlo es volver a leerlo, simplemente volverlo a leer.

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Dorita García Blanco

Conocí la obra de Julio Cortázar a través de un primo mío que había tenido el privilegio de conocerlo en `persona, en Paris. Él me regaló Rayuela que leí sin gran entusiasmo. Más adelante, por mi cuenta, me adentré en los relatos y entonces me subyugó. Leí con verdadero placer “Final del Juego”, donde la palabra argentina meresunda quedó registrada junto a las otras muchas que fui descubriendo a medida que me adentraba en su lectura. En “Lejana o Diario de Alina” comencé a presentir que era un hombre de sentimientos profundos tras situar a la protagonista en Budapest y hacerla pisar el hielo de la calle, escribe : sentí en la orejas la rotura del hielo. Y ya en la “Noche boca arriba” entra de lleno a describir los olores no desde el olor en sí, sino desde el sentimiento hondo que le produce soñar, y así habla del olor de la guerra, ese olor incendiario y dulzón; o el olor a pantano; o esa fragancia compuesta y oscura de la noche. Más tarde en el mismo relato el sentido de la vista cobra protagonismo: la lámpara violeta como ojo protector, para luego volver al olor del aire libre. El surrealismo del que está impregnada su obra no sé si ha influido tanto en mí como el realismo Mágico de García Márquez, pero cuando leí en “Axolotl “París abrió su cola de pavo real” me pareció una definición magistral; en aquella frase dejó encerrada para siempre o por lo menos para mí lo que representaba París para muchos de nosotros. Más tarde conocí algunos de sus poemas que tal vez no hayan trascendido lo que debieran. Lo compararía con aquel maestro confitero que me regaló un bombón llamado poesía: sabor entre dulce y amargo, golosina desabrida, en definitiva la vida misma contada a la preciosa manera de Julio Cortázar.

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Marcelo García

EL DOCTOR CORTÁZAR Y MR. JULIO

A su manera Julio Cortázar es muchos escritores, pero sobre todo es dos

escritores.

El primero se deja leer en la forma corriente, es el Cortázar de los cuentos, el

discípulo aventajado de Poe capaz de llevar a su máxima expresión los moldes modernos del género. Es el Cortázar amable con el lector.

El segundo es el subversivo, el revolucionario, el caleidoscópico. Julio como el

transgresor de todos los límites literarios. El novelista que experimenta e improvisa como el intérprete de jazz que siempre quiso ser. Sus novelas son antinovelas que transcienden el género hasta convertir su narrativa en un curso de deliciosa teoría literaria. Es el Julio maestro de escritores.

Escribe Sául Yurkievich ―amigo personal y uno de los principales teóricos de su

obra― que “el tema del doble o de la personalidad escindida, disyuntiva, seduce a Cortázar como todo lo que descentre o excentre”. Evidentemente su mito preferido era el de Jekill & Hyde de modo que suena razonable que ― como lector― admire al Doctor Cortázar pero no es menos lógico que ―como escritor― al que siempre busque sea a Mr. Julio. Al escritor escindido y disociado. Al vanguardista, al surrealista y, si me permiten, al posmoderno. Ese que siempre trata de sacar el texto de sus carriles convencionales. Subvirtiendo, fusionando y desbordando todos los moldes establecidos. Decían que su brebaje preferido para la transformación era el Passport,

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puedo entenderlo pero creo que también había mucho de aburrimiento. En el género corto, el Doctor Cortázar era capaz de crear sublimes obras cerradas y autárquicas donde todo funcionaba como esos relojes a los que le gustaba dar cuerda pero el mundo resultaba demasiado complejo para enjaularlo en una estructura retórica y era en la novela donde Mr. Julio se sentía a gusto para desbarrarse en el fondo y la forma. La improvisación, la escritura automática, el subconsciente personal y el inconsciente colectivo, lo hermético, lo críptico y lo místico… el sueño del doctor Jekill: Mr. Hyde.

Pero no olviden que Hyde no es un monstruo; es el niño que se resiste a crecer,

el niño que no quiere ahogarse entre los convencionalismos que empapan al hombre maduro. El niño que siempre quiere seguir jugando y, si hay que elegir entre todo lo que Julio Cortázar nos dejó, me quedo siempre con su perspectiva lúdica. La Literatura como un juego. La rayuela por la que una y otra vez todos volvemos a saltar.

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Josu Monterroso

En mi vida siempre ocurrió un fenómeno extraño que se daba en los buenos acontecimientos de lo que va siendo mi bagaje literario y al que terminé denominando en algunos post de Facebook como el fantasma Cortázar. Y es que siempre le encuentro ahí, mirando, contemplando la escena, lleno de vida en su petrificación de cartel publicitario mientras yo estoy lleno de nervios; la habitación llena de personas y ruido, de caras, canapés, frases al aire, risas, libros y brindis, y Cortázar que observa cual fantasma que no quiere perderse ni una sola línea creada en su ausencia. Un espectro que me hace recordar que estamos aquí para hacer algo bien o medianamente bien y siento su voz en mi nuca que dice firme... "Todo ha quedado allá, las botellas, el barco, no sé si me querían, y si esperaban verme." Y entonces comprendo que existen fantasmas que arrastran palabras en lugar de cadenas.

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Gonzalo Moure

CUANDO QUISIMOS SER FAMAS

Todos aspirábamos a que la Maga se le agolpara el clémiso cuando le amaláramos el noema. Y al revés. Cortázar era nuestro proveedor de códigos indescifrables. La Brigada Político Social se sabía todas las claves del Mundo Obrero y era experta en multicopiadoras viernamitas, pero lo ignoraba todo sobre rayuelas, cronopios y famas. Nosotros acudíamos a las citas en las esquinas brumosas del amanecer obrero resguardados en la seguridad única y diversa de ser un fama, y así distinguíamos en las paradas del metro o en los portales de las fábricas del metal la silueta de un cronopio. Cortázar nos dio toda la munición, y eso que apenas lo podíamos entender. Rayuela fue nuestra biblia encriptada, y el jazz el mantra de nuestra religión secreta. Somos más de Coltrane por Cortázar y sus largos cigarrillos en las cavernas del jazz que por la novela negra o el cine de Bogart, tejidos blandos frente a la inconcreta dureza del París que inventaba para nosotros el argentino de los ojos separados. Y así, en el olimpo de los Marx, Engels, Lenin, Mao y Kropotkin, había un sitio siempre para Cortázar, porque frente a la dialéctica y la lucha de clases, él nos daba la esperanza de encontrar una maga que cayera en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes, y las magas confiaban en encontrar un hombre dulce y misterioso que les amalara el noema. Y en las reuniones clandestinas de la célula, todos los iniciados nos disputábamos el nombre en clave, todos queríamos ser Horacio. La revolución podía tener la piel del jersey de cremallera de Marcelino Camacho, pero tenía el alma secreta y erótica de Julio Cortázar.

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Ovidio Parades

EN PALERMO VIEJO

Estoy tomando una copa de vino tinto en un café de Palermo Viejo. Me queda poco tiempo para cumplir cuarenta años. Todos tenemos sueños. Uno de los míos era estar aquí, en Buenos Aires, a ser posible antes de cumplir los cuarenta. A veces, el recorrido para alcanzar esos sueños es largo y costoso. A veces, pese a ello, algunos sueños se consiguen. Aunque después uno tenga la sensación de que ya no se va a conseguir ninguno más. Suena una música suave -­‐jazz-­‐ que encaja perfectamente con el ambiente y con la decoración un tanto decadente del local. Saboreo lentamente el vino tinto. Acabo de comprar dos libros. Uno de Haroldo Conti y otro de Julio Cortázar. Los dos son libros de cuentos. De repente, ya no estoy sentado en un café de Palermo Viejo ni estoy a punto de cumplir cuarenta años. Tengo veinte años y estoy en un café de mi ciudad, hablando de Cortázar con mi mejor amiga de entonces. Más allá de la literatura de Cortázar (sus cuentos nos fascinan), nos cautiva la leyenda. Los cafés de Buenos Aires y de París. Los viajes y las andanzas. Los poemas, los relatos y el amor por el jazz desde la adolescencia. "Rayuela" y su manera especialísima de entender la literatura, de romper con todo lo anterior. La amistad con Alejandra Pizarnik y con Cristina Peri Rossi. Nuestra ciudad no tiene mucho que ver con París o Buenos Aires, pero esa leyenda, la del escritor, consigue que estemos allí, en aquellas ciudades que queremos visitar, sin estarlo. Durante una buena etapa de nuestra juventud, junto a otros muchos escritores, Cortázar forma parte de nuestras vidas. De nuestra juventud. Las

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primeras lecturas y las primeras tertulias. Aquel rostro atractivo, la voz que escuchamos en alguna grabación con sonido añejo, rasgado. Aquella juventud que aquí, sentado en un café de Palermo Viejo, a pocos meses de cumplir los cuarenta, vuelvo a recordar. Inevitablemente. ¿Pasearía Cortázar por esta misma calle? ¿Se sentaría en este café decadente y acogedor? ¿Escribiría, incluso, algunas líneas desde este mismo sofá, justo al lado del ventanal sobre el que va cayendo la noche, mientras se tomaba una copa de vino? ¿Por qué no está mi amiga aquí, en este café, evocando conmigo al escritor? Todo son preguntas. Todo vuelven a ser preguntas. Como siempre. Y sólo -­‐ acaso-­‐ una certeza: la literatura. La que queda. La que nunca se va. En Palermo Viejo o en una ciudad, la mía, que también podía ser la que quisiéramos. Con la ayuda del jazz y de las palabras de aquel escritor argentino al que tanto admirábamos. Todo lo demás era prescindible.

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Olga Rico

Mi visión sobre Julio Cortázar está indefectiblemente unida a su novela

Rayuela; de hecho, siempre tuve la impresión de que Rayuela es tan inseparable de Cortázar como el alma lo es del cuerpo. Mi primer recuerdo de Julio Cortázar se remonta a mi niñez y a un libro, titulado Rayuela, que mi padre hojeaba en su sillón. Presa de la natural curiosidad infantil, me enteré de que rayuela era un juego como el de la mariola. También me explicó mi padre que, a pesar del nombre, no era un libro para niños y que se llamaba así porque se podía leer saltando. Aquello me llenó de sorpresa pues no me podía imaginar a mi padre leyendo un libro mientras daba saltos…Una vez aclarado que lo que se podía saltar eran los capítulos, dejé a mi padre tranquilo y me fui a contarle a mis amigas que la mariola también se llamaba rayuela. No volví a tener más referencias de Cortázar hasta la universidad. Era la época de las películas de arte y ensayo, del descubrimiento de nuevas tendencias rompedoras…y Rayuela se erigió como nuestro libro de culto. La fascinante historia de Oliveira y la Maga y su desestructurada lectura, tan diferente a lo convencional que habíamos leído hasta entonces, me enseñó otro sentido de la literatura, más abierto e ilimitado. Sorpresas, musicalidad, el famoso erotismo del capítulo 68 que nos dio pie a amenas tertulias. Cortázar me hizo descubrir la lectura por el mero placer de leer. Ahora me satisface compartir, en el centenario del nacimiento de Julio Cortázar, estas experiencias personales que me acercan a este libro lleno de originalidad y que he abordado de varias maneras, aunque no estoy segura de haber completado nunca su lectura.

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Leticia Sánchez Ruiz

Mi vida no sería la misma sin Julio Cortázar. Para empezar, sin él me hubiera

sentido más sola. Le encontré detrás de los músicos, escondido entre el humo del bar, que es como se encuentran los amigos o los maravillosos maestros. Así, por una casualidad que nunca es casualidad. Leyendo a Cortázar descubrí que no sólo para mí los gatos eran teléfonos, los cigarrillos en la oscuridad cuadros de Rembandt, la tristeza al atarte los zapatos, o la hermosa ciudad, la hermosísima ciudad. Que el mundo siempre era dos; por una parte estaban las cenas en los jardines, los atascos, las cartas de la abuela y los semáforos, y por otra ( pegada a este lado como la cruz de una moneda, y resplandeciente) estaban las mujeres que salían de las hogueras, los micro universos, el estómago lleno de conejos, el pasado duplicado, uno mismo duplicado; toda la magia. Fue Cortázar, en definitiva, quien me dijo: " sí, es posible"

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