Ars et Sapientia nº 36/2011 - Especial sobre Carlos Callejo

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E N E L C E N T E N A R IO D E L N A C IM IE N T O DE C A R L O S C A L L E JO S E R R A N O , A lfon so C allejo C arbajo, E u staqu io S án ch ez S a lo r y M an o lo Vaz-Rom ero. LAS ARMAS DEL SANSÓN EXTREMEÑO, Jesús Ruiz Moreno. CONMEMORACIÓN DE LA FUNDACIÓN DE SANTA CRUZ DE LA SIERRA EN LA BOLIYIA ORIENTAL, Francisco Cillán Cillán. ALGUNAS APORTACIONES AL DOCUMENTO CONOCIDO COMO PRIVILEGIO DE LA VILLA DE GARRO VILLAS, Dionisio Martín Nieto, Cándido Serradilla Martín y Santiago Molano Caballero. DEMÉTER Y SAN ANTÓN EN EXTREMADURA, José Luis Rodríguez Plasencia. ESCUDOS DE ARMAS DE LOS MUNICIPIOS DE CÁCERES, Abelardo Muñoz Sánchez. MANUEL GAHETE: ARQUITECTO DE LA PALABRA, José Sarria. AL PIE DEL CASTILLO, Víctor Manuel Jiménez Andrada.


R

e v is t a

C

ultural

Editada por la Asociación de Amigos de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes

C o n s e jo

de

R e d a c c ió n : P re s id e n te : D ire c to r:

C o o rd in a d o r: S e c r e ta r io : A d m in is tra d o r: V o c a le s :

C o n s e jo A

D

is e ñ o d e

seso r :

P ortada:

Juan Ramón Civantos Mayo Santos Benítez Floriano José Antonio Ramos Rubio Francisco Cillán Cillán Alfonso Callejo Carbajo Francisco Javier Burgaleta Mezo Marcelino Cardalliaguet Quirant Teófilo González Porras M.a Jesús Herreros de Tejada Perales Javier Marcos Arévalo Vicente Méndez Hernán Abelardo Muñoz Sánchez Domingo Nevado Guerra M.a Victoria Rodríguez Mateos Gonzalo Sánchez-Rodrigo Martín Francisco Torres Robles José M aría Álvarez Martínez Salvador Andrés Ordax Diego Avila Talavera Miguel Bernal Ripoll Jesús Cortés López Tomás de la Cruz Sema Juan Antonio Garrido Ardila José Luis Mosquera Mühler Trinidad Nogales Basarrate Manuel Pecellín Lancharro Francisco J. Pizarro Gómez Eustaquio Sánchez Salor Bonifacio Sánchez Antón


DICIEMBRE 2011

N.° 36 -ANO XII

ARS ET SAPIENTIA

CARLOS CALLEJO SERRANO

A SO C IA C IÓ N DE A M IG O S DE LA REAL ACADEM IA DE EXTREMADURA DE LAS LETRAS Y LAS ARTES


S u m a r io..

...................................................

A sociación de A m igos de la R eal A cad em ia de E xtrem adu ra de las L etras y las A rtes

Pág.

Presidente: Juan Ramón Civantos Mayo.

■ E D I T O R I A L .......................................................................

09

Vicepresidente: Santos Benítez Floriano. Secretario: Vicente Méndez Hernán. Tesorero: Alfonso Callejo Carbajo. Vocales: Guadalupe Muñoz Alvarez, M.“ Teresa Pérez-Zubizarreta Sánchez,

E n P r im e r P l a n o

Diego Avila Talavera, Carmelo Cascón Merino, Francisco Cillán Cillán y José Antonio Ramos Rubio.

Domicilio social:

Correspondencia:

Plaza Mayor, 15

Apartado de Correos 971

10200 TRUJILLO

10080 CÁCERES

Tel. 649 03 02 05

En el centenario de su nacimiento. Carlos Callejo y la Ar­ queología -A lfo n so Callejo Carbajo..................................

15

Glosa a los “Estudios dedicados a Carlos Callejo Serrano” (1979).-Eustaquio Sá nchez S a lo r......................................

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Carlos Callejo Serrano. La sorprendente versatilidad de un intelectual.- Manuel Vaz-Romero........................................

65

Correos electrónicos:

Página Web:

- araex@ctv.es

www.araex.org

- santosbenitez@hotmail.com

P a t r im o n io C

Las armas del Sansón extremeño.-Jesús Ruiz Moreno ... H

Maquetación, fotomecánica e impresión: Gráficas Morgado, S.L.U. Cáceres. ISSN: 1576 - 0588. Depósito Legal: CC-263-1999. Redacción: C/. Paso, 2 - 10200 Trujillo (Cáceres). Tel. 666 886 050. Esta Revista se vende en las siguientes librerías extremeñas: En Cáceres: “BOXOYO”, “EGUILUZ”, “MARISOL” y “VICENTE”. En Coria: “ISABEL”. En Zafra: “CHAMIZO”. P.V.P.: 15 €

is t o r ia

y

D

totalmente prohibida la reproducción total o parcial de esta Revista.

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o c u m e n t a c ió n

Conmemoración de la fundación de Santa Cruz de la Sie­ rra en la Bolivia oriental -F ra n cisco Cillán Cillán...........

99

Algunas aportaciones al docum ento conocido como Pri­ vilegio de la Villa de G arrovillas -D io n is io Martín N ie­ to, Cándido Serradilla Martín y Santiago M ola no C a ­ ballero ....................................................................................... 129 E t n o l o g ía , C

Nota: La Revista no se hace responsable de las opiniones vertidas por los autores. Queda

ultural

u ltura

popular

y

T

r a d ic ió n

O

ral

Deméter y San Antón en E xtrem adura.-José Luis Rodrí­ guez P la s e n c ia ....................................................................... 147


Pág.

H

e r á l d ic a

y

S

im b o l o g ía

Escudos de Armas de los municipios de Cáceres (\).-Abelardo M uñoz Sá n ch e z ............................................................ 165 M

is c e l á n e a

Manuel Gahete: Arquitecto de la palabra.-José Sarria.... 183 C

r e a c ió n

L it e r a r ia

y

P e n s a m ie n t o

Al pie del castilio.-Víctor M. Jim énez A n d ra d a ...............

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EDITORIAL 75 Aniversario del asesinato de Federico García Lorca Voy camino de la tarde, entre flores de la huerta, dejando sobre el camino el agua de mi tristeza. En el monte solitario, un cementerio de aldea parece un campo sembrado con granos de calaveras. A q u e l mes de agosto de 1936 la iniquidad y la intolerancia, que anidaban en el corazón de la desdicha­ da España, dejaron sembrados con granos de calaveras los campos, las colinas y los caminos de todos los pue­ blos y aldeas p or los que pasó el huracán de la guerra. La tarde del día 16, Ram ón R uiz Alonso, Juan Luis Trescastro —el asesino a la postre— y Luis García A lix, detuvieron a Federico García Lorca en Granada, en casa de Luis Rosales, para tom arle declaración porque había sido acusado ante el Gobernador por el contenido de sus escritos, "p o r hacer más daño con la plum a que otros con las pistolas". Pasan si quieren pasar y ocultan en la cabeza una vaga astronomía de pistolas inconcretas.


Ya no v o lv ió con los suyos.

Compadre, quiero morir

Dos días después fue ejecutado en los márgenes

decentemente en mi cama.

de un camino, sobre el secarral de un suelo de odio, en

De acero, si puede ser,

las entrañas de una zanja áspera y dura, que no enten­

contlas sábanas de Holanda.

día de paz, de piedad ni de perdón.

¿No veis la herida que tengo

Fue durante la m adrugada del día 18: lo sacaron

desde el pecho a la garganta?

de Granada, con otros señalados —un maestro y dos

Trescientas rosas morenas

banderilleros anarquistas—, y cuando los hilos de plata

lleva tu pechera blanca...

del amanecer veran iego com enzaban a brillar sobre el firm am ento andaluz, se sintió el estam pido seco y cruel

A u n qu e nacido "e l año de la derrota" — 1898—

de las descargas de fusilería. Todos los cuerpos cayeron

García Lorca fue el cantor de los triunfos y brillos de la

inertes en las fosas anónimas y perdidas que ya habían

literatura española del siglo XX. N in gu na otra "g en e ­

sido abiertas en la orilla del camino para ocultar estas atrocidades.

ración" poética, com o la llam ada "d e l 27", d ivu lgó la

N in gú n papel ni testimonio reflejó el horror de

por el resto del m undo con el m ism o tem ple y grandeza;

este crimen, ni el de muchos otros crímenes que queda­

y ninguno de sus miembros, com o Federico, acumuló

ron velados por la tierra, unos p or el silencio obligado

tantas admiraciones y homenajes fuera de las fronteras

de cuarenta años de dictadura y otros por la irrespon­ sabilidad de la izquierda española que nunca ha reco­

de la desdichada España. A d em ás de aquellos num erosos poem arios y

nocido sus atropellos a los ciudadanos e instituciones

romanceros, que los pueblos y gentes aprendieron y

de aquella República con cuya bandera siguen, aún hoy,

declam aron con entusiasmo desde el día m ism o de su

envolviéndose.

publicación, Federico escribió hermosas obras de teatro

genialidad y la originalidad de los creadores españoles

La figura del poeta se d isolvió en el p o lv o em bo­

que desfilaron por las tablas de "L a Barraca" y de todos

rronado de los legajos y de los anaqueles oficiales; no

los escenarios de España, recreando personajes inm or­

hubo juicios, ni sentencias, ni procesos públicos que

tales, com o Bernarda Alba, Belisa, M ariana Pineda o

dejasen noticia de aquella barbarie, a la que solamente

Yerma, cargados del sentido dramático "calderonian o"

se tuvo acceso cavando en la tierra y llorando sobre los

y del sim bolism o "surrealista" que los convierten en

huesos descompuestos de las víctimas.

poliedros esenciales de la personalidad hispana.

D e Federico García Lorca no se encontraron nun­

¡Pretendieron elim inar a Federico con fuego y

ca huesos ni huellas; p or eso hay que llorarle solamente

odio, y le convirtieron en un icono indeleble de todo lo

sobre sus recuerdos: ¡Sobre los versos inmortales, que

español, de todo lo espléndido de la belleza literaria y

sus asesinos nunca pudieron silenciar ni enterrar!

de cuanto haya de amor y verd ad en el trato entre los hombres!



EN EL CENTENARIO DE SU NACIMIENTO.

CARLOS CALLEJO Y LA ARQ UEOLOGÍA

ALFONSO CALLEJO CARBAJO Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Málaga

I

1. INTRODUCCIÓN Escribir estas líneas sobre la concepción arqueológica de Carlos Callejo pa­ ra complementar de alguna manera los actos del centenario de su nacimiento en este año 2011 supone ante todo un esfuerzo memorístico importante. La dedi­ cación de Carlos Callejo a la Arqueología (que compaginaba con su desempeño profesional en Telégrafos, con sus labores de Conservador en el Museo Provin­ cial de Cáceres y con sus múltiples aficiones) para mí fueron conocidas durante el aparente largo tiempo de la niñez merced a sus comentarios en casa, en los contados momentos del día en los que ello era posible, sobre todo a la hora de comer y cenar. Maltravieso, el Bimilenario de Cáceres, los tesorillos numismá­ ticos que llegaban al Museo, sus escritos y las polémicas en E l M iliario Extra­ vagante, sus numerosos viajes a excavaciones, congresos y conferencias... Tam­ bién tengo el recuerdo de sus carpetas repletas de papeles y rollos con mapas amontonados en los estantes del despacho habilitado en el piso alto de la Casa de las Veletas — nuestra morada durante diez años— y del rápido tableteo de la vieja Olivetti que marcaba muchas veces la hora de irnos a la cama. De esta forma, el relato personal de sus realizaciones, sus logros y sus sinsa­ bores en este campo de investigación para mí pertenecen en gran parte a esa im­ penetrable nebulosa mnémica característica de la primera infancia. Sólo después de mucho tiempo he podido emparejar estos vagos recuerdos con la lectura de


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Al I ( >NíiO C A L L E J O C A R B A J O

sus trabajos y publicaciones, y formarme una idea más aproximada en actuacio­ nes y fechas de lo que fue su dedicación a este campo del saber. La razón de to­ do ello es sencilla: el periodo de mayor atención científica de Carlos Callejo a la ciencia arqueológica se inicia a mediados de los años cincuenta del siglo X X (yo aun no había nacido), teniendo la década de los sesenta como la más prolífica en actividad y publicaciones, como se desprende del apéndice bibliográfico que in­ sertamos al final de este trabajo. Y en esa época mis intereses no podían ser otros que los de un niño de ocho o diez años. Verdad es que mi padre trató siempre de “ involucrarnos” a mis hermanos y a mí en sus tareas de campo y de gabinete, y de esta manera fuimos acompañantes y observadores en excavaciones, porteado­ res de trípodes, flashes y demás elementos fotográficos, ayudantes en labores de limpieza y clasificación de monedas romanas, reconstructores de vasijas neolíti­ cas como si de un puzle se tratara o, en fin, copartícipes en exploraciones de es­ peleología, eso sí, en este caso con mayor agilidad que el maestro. Pasado el tiempo, los escasos años en los que mi edad e interés pudieron con­ verger con sus recuerdos, yo me hallaba fuera de Cáceres por motivos profesio­ nales, pero todo ese bagaje imperecedero, aun desdibujado por el paso del tiem­ po, es algo que agradecemos infinitamente como parte de un legado que tratamos de poner en valor en este 2011, en el que se cumplen cien años del nacimiento de Carlos Callejo Serrano. Las páginas que siguen solo pretenden ser un prontuario de su actividad de investigación, aglutinando los aspectos que a mi parecer mejor caracterizan su desempeño en relación con la ciencia arqueológica y ofreciendo una bibliografía lo más exhaustiva posible de sus publicaciones. El texto trata de ser, por tanto, unificador y descriptivo de una labor desarrollada a lo largo de unos veinticinco años (1950-1975) en el ya amplio espectro de autores con que cuenta la historio­ grafía cacereña, y desde la perspectiva de la cercanía familiar. Espero que el lec­ tor sea indulgente con los posibles deslices u omisiones que aquí se contengan, por no provenir este texto de la pluma de un especialista en la materia.

2. BREVE VISIÓN CURRICULAR Carlos Callejo Serrano (Barcelona, 1911 - Cáceres, 1993), escritor prolífico, que había cultivado ya a los cuarenta años varios subgéneros literarios (colum­ na periodística, ensayo, lírica, novela), y en una época en la que las distintas ra­ mas del saber tienden hacia la especialización (segunda mitad del siglo X X ), se escora definitivamente hacia el campo de la Historia y de la Arqueología a par­ tir de la década de 1950, sin que sea obstáculo para ello el tiempo dedicado por obligación a su desempeño profesional como ingeniero. Otros intereses debieron quedar entonces relegados a meras aficiones desarrolladas sobre todo durante sus periodos vacacionales, como la entomología y dentro de ella el estudio de los le­ pidópteros (mariposas), el mundo de la botánica y la micología, la astronomía y

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aun la electrónica, que le permitió fabricar sus propios receptores de radio y gra­ molas; tal era el amplio espectro de sus inquietudes1. En 1943 llega a Cáceres destinado como Jefe de Líneas de Telégrafos y toma contacto con la escasa intelectualidad local, básicamente representada en la tertu­ lia literaria “ Alcántara” , que solía reunirse en el Café Toledo, hoy desaparecido, en la que además de escritores y poetas2 tomaban parte personas interesadas en la investigación histórica, como Miguel Angel Orti Belmonte, a la sazón direc­ tor del Museo Provincial, y Miguel Muñoz de San Pedro, Conde de Canilleros, incansable investigador merced a los amplios archivos históricos en poder de su familia. Esta tertulia fue el germen de la publicación cultural del mismo nombre fundada en 1945, que auspicia la Diputación Provincial. Recordemos que en es­ tos años Cáceres no contaba con centros académicos superiores ni instituciones culturales de relevancia: un instituto de segunda enseñanza y una escuela Normal de maestros eran los principales centros educativos. El Ateneo cacereño, fértil hervidero de iniciativas culturales y científicas en tiempos de Publio Hurtado, no se refundo tras la Guerra Civil y faltaban todavía tres décadas para que la ciudad y aun la región extremeña contara con facultades universitarias. Carlos Callejo, que por su ocupación profesional debía viajar habitualmente por toda la geografía provincial, encontró en los abundantes restos y vestigios del pasado diseminados aquí y allá una sugestiva parcela donde emplear su innato afán de aprender, y en el campo de la investigación histórica pronto destaca co­ mo gran conocedor de la Historia Antigua cacereña, y verdadero especialista en parcelas adyacentes en las que hubo de profundizar, como la onomástica indígena prerromana, la epigrafía romana y la numismática, viniendo a ocupar el puesto que como “ erudito local” desempeñaran ya en décadas anteriores del siglo X X personalidades como Sanguino Michel, el citado Publio Hurtado, Tomás Martín Ciil, el Conde de Canilleros y el profesor don Antonio Cristino Floriano Cumbreño, único investigador profesional y titulado que tuvo Cáceres en varias décadas, pero alejado en estos años de la ciudad por su cátedra en Oviedo. Puede decirse, por tanto, que la actuación de Carlos Callejo como historiador y arqueólogo es he­ redera del conocimiento autodidacta de estos proceres antecesores que hubieron de medrar en los estudios históricos con muy escasos medios a su alcance. Coinci­ dió la finalización de su labor de investigación con la instauración de la Universi­ dad de Extremadura (1973), cuyas facultades humanísticas se ubican en Cáceres, y que trajeron los medios y la metodología propia de la investigación profesional. Su nombramiento como Conservador del Museo Provincial de Cáceres en 1955 (en la práctica director por delegación tácita de su titular, Miguel Muñoz

1 Callejo Carbajo, A. (enero-diciembre 2011): “Carlos Callejo, el último humanista”. R e vista A lc á n ta ra , n. 74, cuarta época. Cáceres. Por ejemplo, José Canal, Jesús Delgado Valhondo, Femando Bravo, Víctor Gerardo García Camino, Alfonso Albalá, Pedro de Lorenzo, Valeriano Gutiérrez, los hermanos Carlos y Pedro Caba, etc.


F N EL CEN T EN ARIO D E S U NACIMIENTO. CARLOS CALLEJO Y LA ARQUEOLOGIA_________________ 19

de San Pedro), cargo al que se unen pronto los de Delegado Provincial de Excavafciones Arqueológicas (1957) y Secretario de la Comisión Provincial de Monu­ mentos, le van poniendo poco a poco en contacto con los más consagrados en­ tendidos a nivel nacional en los temas de su interés. En 1957 también es llamado como correspondiente a formar parte de la Real Academia de la Historia. La pu­ blicación de su cronología universal’, que fue muy valorada en dicha institución, aceleró su nombramiento a propuesta de los académicos don Ramón Carande, don Angel Custodio Vega y don Francisco Cantera, y la mediación de don Anto­ nio Rodríguez Moñino y el Conde de Canilleros. Unos meses antes, en el otoño de 1956 tiene lugar el más trascendente hito en su trayectoria investigadora al descubrir y dar a conocer al mundo científico las importantes pinturas de época supero paleolítica de la Cueva de Maltravieso, en las afueras de Cáceres, siendo sin duda el episodio que más se asocia con su ape­ llido, y tema sobre el que volveremos más adelante. Durante años fue el divulga­ dor y valedor del yacimiento (tradicionalmente muy desatendido por los poderes públicos) en diversas publicaciones y congresos, dedicando a este enclave gran cantidad de trabajo. En estos años, los más productivos de su trayectoria científica, es nombrado también miembro del Instituto Portugués de Arqueología de Lisboa (1960) y del Centro de Estudios Lusitanos de Oporto (1963), pronunciando algunas conferen­ cias en el país vecino; y van viendo la imprenta sus más importantes monogra­ fías históricas: E l monasterio de Guadalupe, 1958; Cáceres Monumental, 1960; E l origen y el nombre de Cáceres, 1962; Badajoz y su provincia, 1964. Obras que complementa con otra serie de trabajos de investigación que ven la luz en diversas publicaciones especializadas del ámbito regional y nacional, que anali­ zaremos en el punto 4. Carlos Callejo participó activamente presentando comuni­ caciones y ponencias en todas las ediciones de los Congresos de Estudios Extre­ meños (1966-1985), en los que gestó la idea de fundar una academia extremeña. Tras su labor de quince años como Conservador del Museo Provincial (que hubo de abandonar por incompatibilidad al dictarse una nueva normativa admi­ nistrativa), Carlos Callejo fue nombrado por los Servicios Culturales de la Di­ putación director de la Revista Alcántara (1970), donde ya venía colaborando prácticamente desde su fundación ejerciendo la crítica literaria y dando noticia de hallazgos arqueológicos y otros estudios histórico-artísticos. Durante sus nueve años de mandato luchó denodadamente contra la escasez de los presupuestos pa­ ra mantener a flote la continuidad y el espíritu de la primera época, que finaliza con su cese en 1979, coincidiendo con el homenaje conjunto que la Diputación Provincial y la Universidad de Extremadura le tributaron, editándose un grueso volumen formado por estudios a él dedicados por personalidades del mundo de 3 Callejo Serrano, C. y Ganzo, J. (1950): Conductores del mundo. Cronología universal de todas las magistraturas de la Historia. Colección Crisol, n. 306. Ed. Aguilar. Madrid.

la investigación histórica de varias universidades y museos españoles4, algunos de los cuales fueron colegas en el mundo de la investigación histórica; así como un elenco de jóvenes profesores de la universidad extremeña, en conjunto más de cincuenta firmas5. Carlos Callejo ejerció también los cargos de Cronista Oficial de Cáceres (desde 1974) y Presidente de la Comisión Provincial de Monumentos (1976). En 1980 le fue concedida la Medalla de Plata al Mérito Turístico por el ministerio del ramo, por su incesante labor reivindicativa en pro de la historia y el arte en Extremadura. Finalmente, como investigador emérito y cuando ya su salud flaqueaba, la re­ cién creada Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes lo admitió como miembro de número (17 de abril de 1983), estrado que ocupó con un em­ blemático discurso de entrada en el que combatió con su acostumbrada solidez en la argumentación histórica y su vehemente defensa de los valores hispánicos la llamada “ leyenda gris” que pesa sobre la memoria de los forjadores del Nuevo Mundo: Paladines sin suerte. Los conquistadores extremeños. Los distintos actos de la Academia extremeña, así como reuniones y congresos de la Asociación Es­ pañola de Cronistas Oficiales, de la que fue socio fundador, ocuparon el final de su actividad hasta que su estado de salud se lo impidió. Carlos Callejo falleció en ('áceres el 27 de enero de 1993, siendo nombrado por el Excmo. Ayuntamiento Hijo Adoptivo de Cáceres.

Recibiendo homenaje de Universidad y Diputación. 1979 4 AA .W . (1979): Estudios dedicados a Carlos Callejo Serrano. Universidad de Extremadura-Diputación Provincial de Cáceres. Cáceres. 1 Sánchez Salor, E. (1979): Glosa a los estudios dedicados a Carlos Callejo Serrano. Trabajo que se incluye en este mismo número de Ars et Sapientia, en el que se relatan las razones y la génesis del homenaje plasmado en este volumen de 856 páginas, asi como sus principales impulsores e intervinientes.


Al f Ü N S O C A L L E J O C A R B A J O

3. La CONCEPCIÓN ARQUEOLÓGICA DE CARLOS CALLEJO Es claro que la forma en la que Callejo afronta sus investigaciones y estudios viene dada por su condición de investigador autodidacta en sus inicios. No ha­ blamos, pues, del estudioso profesional sujeto a unas metodologías (y a veces esclavo de ellas) que desarrolla su labor en un departamento universitario con dedicación exclusiva a este menester. El mismo concibe la Arqueología como un entretenimiento6: “(La Arqueología) es en efecto un entretenimiento intensamente fasci­ nante para la curiosidad humana, la tarea de reconstruir paso a paso, pa­ cientemente, toda la trayectoria del hombre p o r el mundo hasta los tiem­ pos más remotos. Revivir su arte, sus costumbres, sus vestidos y peinados, sus armas, sus instrumentos, sus preocupaciones espirituales y culturales, su religión, en una palabra: su vida toda (...) ”. En este sentido, veamos la opinión al respecto del doctor Ricardo Senabre7: Quienes participen, como colaboradores o como simples lectores, en este homenaje a Carlos Callejo, lo harán, sin duda, atraídos p o r la dila­ tada obra científica de tan singular figura, cuyos méritos, alcanzados al margen de la docencia y la investigación “oficiales ”, constituyen motivo más que sobrado para meditar acerca de la ciencia y de los caminos que conducen a ella. La actividad investigadora de Carlos Callejo ofrece el carácter desinteresado y generoso de la ciencia en estado puro, no forza­ da ni inducida p o r obligaciones administrativas o académicas (...). M i padre debía atender a su ocupación profesional ajena a la Historia y a otras parcelas, como se ha dicho. El historiador profesional usa los conocimientos ad­ quiridos en largos años de estudio para enfrentarse a los hechos con mayor posi­ bilidad de llegar a conclusiones acertadas; los autodidactas, como Carlos Callejo, suelen enfrentarse primero al hecho como poderoso pretexto para documentarse si es preciso y llegar, en ciertos casos, a un grado de conocimientos sobre el misno comparables a los del investigador profesional. Es verdad que este proceso de documentación extensivo y ascendente puede poner de manifiesto en ocasiones :arencias teóricas y metodológicas de base, así como llegar a conocimientos aisados sin el necesario marco conceptual; pero también lo es que el método hipoético-deductivo encuentra aquí una interesante, productiva y enriquecedora vía Escrito inédito, 1961. Senabre Sempere, R. (1979): “La obra literaria de Carlos Callejo”. Serran o . Cáceres.

Estu d ios dedicados a C arlo s C alle jo

E N EL C E N T E N A R I O D E S U N A C IM IE N T O . C A R L O S C A L L E J O Y LA A R Q U E O L O G IA

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de doble dirección. Podemos decir que Carlos Callejo fue uno de esos alumnos libres que con la guía de sus maestros logró altas metas académicas, autoexaminándose en cada una de sus investigaciones. Con el transcurso de los años, la ce­ leridad con la que adquiría esos conocimientos adicionales, acrecentados por los contactos que tuvo con autoridades en las materias a tratar, le fueron acercando al modus operandi del investigador exclusivo, como se desprende de la lectura de sus obras de la década de los años sesenta, donde es patente la rigurosidad cien­ tífica. Seguían existiendo, no obstante, algunas diferencias: Carlos Callejo no prestó una especial atención a las divisiones diacrónicas clásicas en Arqueología o se­ cuencias temporales del devenir histórico, pues su interés no era especializarse en un periodo concreto. Y aunque su ámbito de actuación se limitó básicamente a la provincia de Cáceres, por las anteriores razones tampoco le era esencial una división sincrónica y acotadora del terreno. Saber un poco de todo estaba para él muy por encima de saber mucho de una sola parcela desatendiendo otras. Ente­ rramientos ibéricos, ruinas romanas, estelas de la Edad del Bronce, vestigios y pinturas prehistóricas o basílicas visigodas. Nada era desdeñable para sus estu­ dios, y los asuntos en los que se ponía de manifiesto alguna laguna conceptual, lejos de suponer un hándicap que hiciera abandonar la investigación, constituía un vigoroso estímulo para acceder, a veces con gran esfuerzo, a nuevos espacios de conocimiento. Es un proceso que sobre el papel puede parecer simplista, pero hace falta vocación y “ madera” de investigador para lograr el éxito y el recono­ cimiento en este desarrollo, a la vez que unas cualidades de disciplina intelectual que Carlos Callejo ya venía apuntando desde su más temprana niñez8. Si le ha­ cía falta estudiar fonética y derivaciones semánticas árabes para profundizar en la etimología de la palabra “ Cáceres ”, porque era importante para sus tesis, se ponía manos a la obra; de igual forma, se sumergía en estudios de época roma­ na y se especializaba en epigrafía para lanzar sus hipótesis sobre la fundación de Norba Caesarina. Y cuando hubo de enfrentarse al Paleolítico Superior tras des­ cubrir las pinturas maltraviesenses, de manera análoga no tuvo más remedio que imbuirse de los conocimientos necesarios, en este caso incluso viajando a Madrid para rastrear el material técnico y bibliográfico que no podía encontrar en Cáce­ res, dadas las limitaciones locales en materia científica. La perseverancia y la ri­ gurosidad, por tanto, son dos de los principales activos en los estudios de Carlos Callejo, reconocidos por eminentes personalidades científicas de la época9; cual­

* Callejo Carbajo. A (2011): “Carlos Callejo, el último humanista” . Op. C it. Carlos Callejo ya había leído E l Q u ijo te a la edad de 6 años. En los colegios donde cursó estudios (Cataluña, País Vasco y Madrid), siempre con las mejores calificaciones, creaba un periódico escolar que él mismo componía y dirigía. Obtuvo desde su adolescencia importantes galardones jugando al ajedrez y con 17 años ya colaboraba en una publicación barcelonesa. 9 Entre ellos, Francisco Jordá Cerdá, Martín Almagro Basch, José María Blázquez Martínez, Antonio Blanco Freijeiro, Eduardo Ripoll Perelló, Antonio García y Bellido, etc.


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Al I O N S O C A L L E J O C A R B A J O

quier cabo suelto le obligaba a conocer a fondo nuevos contextos, generándose así una espiral de estudio donde los conocimientos siempre iban más allá del ob­ jeto o situación estudiada, circunstancia fácil de advertir en sus obras. Aunque lo más atractivo de la Arqueología — como en cualquier otra cien­ cia— son los temas “ bonitos” que posibilitan un lucimiento profesional, mi pa­ dre siempre prestó especial atención a hallazgos o excavaciones menores que no habían obtenido estudios minuciosos para que no quedaran del todo inéditas. No olvidemos que el descubrimiento de las pinturas paleolíticas de la Cueva de Maltravieso tuvieron lugar, precisamente, en una postrera y rutinaria prospección an­ tes de que la caverna desapareciera por completo por la explotación de la cantera donde apareció, como vemos en el siguiente párrafo10: “En 1955, al tomar posesión del cargo de Conservador del Museo P ro ­ vincial, emprendí un estudio de estos restos (se refería a los restos óseos y cerámicos depositados en el Museo) y de lo que quedaba de la cueva, a la sazón completamente olvidada, o p o r mejor decir, ignorada absoluta­ mente del mundo científico. M e propuse, pues, salvar de este olvido o ig­ norancia, mediante una publicación adecuada, la que p o r entonces, si no constituía una estación importante entre el cúmulo de cavernas neolíticas y eneolíticas de la Península, sí representaba para Extremadura un ha­ llazgo de cierto valor (...) Otra muestra de su curiosidad y del deseo de hallar lugares inexplorados lo encontramos en su trabajo ilustrado sobre el puente de Alcántara en seco, que le permitió estudiar el basamento del mismo y los restos arqueológicos en el cauce del río11: “En el mes de septiembre de 1969, concluidas las obras de la presa en su parte técnica imprescindible, se inició la operación de embalsamiento (...) Quedó pues, el lecho del Tajo completamente en seco desde la presa hasta varios kilómetros cauce abajo y el puente romano sin río, posible­ mente p o r primera vez en su historia. E l hecho constituía una curiosidad irrefrenable para cuantas personas estuvieran interesadas en la arqueo­ logía romana. Con objeto de tomar algunas notas y fotografías nos tras­ ladamos a dicho punto y estas concisas notas, reveladoras, sin embargo, de secretos quizá poco importantes, pero que han permanecido diecinueve siglos en el incógnito, son las que ofrecemos aquí a nuestros lectores ”.

0 Callejo Serrano, C. (1962): “Un lustro de investigación arqueológica en la Alta Extremadura” . R evista de Estu dios Extrem eños, p. 8. Diputación Provincial de Badajoz. 1 Callejo Serrano, C. (1970): “El puente romano de Alcántara, en seco”. A rch ivo Esp añ o l de A rqueología, Vol. 43, n. 121 y 122, pp. 213-218.

I N E L C E N T E N A R I O D E S U N A C IM IE N T O . C A R L O S C A L L E J O Y LA A R Q U E O L O G IA

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Los contactos epistolares que man­ tuvo con autoridades académicas na­ cionales, se iniciaron no obstante y de forma invariable desde la humildad del discípulo que busca el refrendo y, si es preciso, la corrección del especialista; en este sentido era muy frecuente el si­ guiente encabezamiento en sus cartas: “M i distinguido amigo y maestro'....” . Resumiendo, uno de los méritos de Car­ los Callejo Serrano en su actuación co­ mo arqueólogo e historiador fue llegar a competir con especialistas y convertirse en ciertas parcelas en una autoridad más usando esta forma, digamos inversa, de llegar al conocimiento, como claramente expresa el profesor y eminente arqueólo­ go don Antonio García y Bellido12: Basam ento del puente de Alcántara “E l ejemplo humano del autor de en seco. Foto Carlos Callejo. este libro, don Carlos Callejo Serra­ Septiembre 1969 no, es uno más —pero entre muy p o ­ cos— con que a veces nos sorprende Ia erudición local, p o r lo general carente de medios científicos bastantes y, lo que es peor, de estímulos de ambiente. E l señor Callejo, con un tesón verdaderamente admirable, ha suplido ambas deficiencias superando las muchas dificultades del aislamiento hasta lograr hacerse un nombre y una autoridad. E l libro que el lector tiene en sus manos demuestra que su au­ tor, a más de entendimiento agudo y penetrante y a más también de una clarividencia lógica y de un sentido crítico sumamente ecuánime, posee el conocimiento de los más modernos métodos de trabajo histórico, filo ló g i­

co, lingüístico y arqueológico

4. LAS PUBLICACIONES Con respecto a la plasmación de sus investigaciones, no están presentes en la producción científica de Carlos Callejo ciertos fenómenos que suelen darse en la competencia meramente académica, como un exacerbado interés e incluso ob­ sesión con la publicación y con esa “ apropiación” de parcelas técnicas y aun de Prólogo a la obra de Callejo Serrano, C. (1962): Cáceres. Cáceres.

E l o rigen y e l nombre de Cáceres.

Ed. Caja de Ahorros de



culturas prerromanas, pero siempre es porque ello resulta pertinente para afrontar el asunto a tratar1" y nunca por mera digresión erudita. En su producción editorial —que cita las fuentes, lo que posibilita la revisión crítica por otros autores— predomina claramente el artículo científico, si es po­ sible ilustrado con fotografías propias (llegó a constituir un destacable archivo fotográfico que hoy obra en poder del Ministerio de Cultura), también dibujos o croquis de los que reproducimos en este trabajo algún ejemplo. Digamos que ca­ talogaba los asuntos, con vistas a su publicación, por su mayor o menor enjundia; si consideraba que la temática a tratar tenía un interés de ámbito regional, o que incidía en publicaciones anteriores de otros autores de esta esfera geográfica, uti­ lizaba como canal de divulgación las revistas Alcántara o Revista de Estudios Ex­ tremeños (por otro lado, las dos únicas publicaciones existentes en la región capaces de acoger trabajos científicos relacionados con la Historia). Cuando creía que el estudio en cuestión tras­ cendía estos límites y era precisa una mayor difusión o sometimiento a una crítica más amplia, procuraba su pu­ blicación — siempre más compleja y menos ágil— en otros medios de tira­ da nacional, como Boletín de la Real Academia de la Historia (BRAH), Zéphyrus (Universidad de Salamanca), Archivo Español de Arqueología, Ampurias y Noticiario Arqueológico His­ pánico'9. Así solía ocurrir al versar so­ bre sus investigaciones epigráficas20. Podía darse la circunstancia de que Mosaico de Salvatierra de Santiago. varios estudios incidían a través del Dibujo Callejo tiempo en la misma temática por su

complementariedad o nuevos enfoques; se hacía necesario entonces contemplar la investigación con mayor amplitud y sistemática, elevándose la publicación a la categoría de libro, como sucedió para plasmar con superior visión de conjunto sus hipótesis sobre la arqueología y la remota historia de Cáceres, donde reunió también sus tesis etimológicas al respecto del vocablo que da nombre actualmen­ te a la ciudad21. Consideremos que en las décadas a las que nos referimos (entre 1950 y 1970) las dificultades para la publicación de un libro de estas caracte­ rísticas eran infinitas, máxime cuando uno no estaba avalado por una facultad universitaria o por una institución científica de prestigio donde prestara sus ser­ vicios, como era el caso de mi padre. Por este motivo Carlos Callejo rehuyó en cierta medida esta fórmula, —que requería gestiones eternas y búsquedas baldías de editor y financiación— ya que encontró en las publicaciones especializadas que estamos comentando y en la propia prensa regional unos canales adecuados y más inmediatos a su interés divulgativo. No obstante, aunque no muchas, aco­ metió intencionalmente la edición de obras de contenido histórico o artístico Finalmente, referimos brevemente a su producción de artículos de prensa tic estos contenidos, en conjunto más de un centenar, cuya intencionalidad ya hemos analizado y que se resume en el deseo de acercar la Historia y la Arqueología a toda la población. Pero independientemente de esta lograda pretensión, hay que mencionar aquí que estamos, ante todo, frente a un escritor inquieto que publi­ có en prensa otras dos mil columnas de variado contenido. Si se veía arrastrado a opinar y a hacer partícipes a los demás de su visión del mundo ¿cómo no iba a hacer lo propio con la Arqueología, una de sus mayores pasiones?

18 Lo hace, por ejemplo, para incardinar el estudio y descripción de estelas sepulcrales de la Edad del Bronce. Véase Callejo Serrano, C. (1962): “Un lustro...” Op. Cil., p. 16 y ss. Sobre la romanización véase La Arqueología de Norba Cesarína. Archivo Español de Arqueología Vol. 41, n. 117-118. Madrid, 1968. También en Los orígenes de Cáceres. I.C. El Brócense, Cáceres, 1980. 19 Otras revistas donde Carlos Callejo insertó algún trabajo histórico o arqueológico fueron Año Sanio de Santiago (La Coruña), Revista de Actualidades, Artes y Letras (Barcelona), Piel de España (Madrid), Destellos (Madrid) y El Miliario Extravagante (Ed. Gonzalo Arias Bonet, París). 20 Por ejemplo, Callejo Serrano, C. (1962): “Novedades y correcciones en la epigrafía de Cáceres”. Boletín de la Real Academia de la Historia. Tomo 151. Madrid. (1965): “Aportaciones a la epigrafía romana del Campo Norbense”. Boletín de la Real Academia de la Historia, n. 157. Madrid. (1970): “Nuevo repertorio epigráfico de la provincia de Cáceres”. Archivo Español de Arqueología. Vol. n. 43. Madrid. (1968): “La Arqueología de Norba Cesarina”. Archivo Español de Arqueología. Vol 41, n. 117-118. Madrid.

21 Callejo Serrano, C. (1962): El origen y el nombre de Cáceres. Edickmes^Caja de Ahorros de Cáceres. Isla obra se reeditó corregida y aumentada en Los orígenes de Cáceres. I.C. El Brócense. Cáceres, 1980. 22 Callejo Serrano, C y Ganzo, J. (1950): Conductores del mundo. Cronología universal de todas la\ magistraturas de la Historia. Ed. Aguilar. Madrid. Callejo Serrano, C. (1958): El monasterio de Guadalupe. Ed. Plus Ultra, colección Monumentos cardinales de España, n. XXI. Madrid. Callejo Serrano, C. (1958): La Cueva prehistórica de Maltravieso, junto a Cáceres. Publicaciones di' l.i Biblioteca Pública de la Ciudad. Cáceres. Callejo Serrano, C. (1960): Cáceres Monumental. Ed. Plus Ultra, colección Monumentos cardinales de España, n. XXV. Madrid. Esta guía histórico-artística ilustrada alcanzó gran éxito, ejecutándose 4 ediciones, la última con fotografías en color en 1980. Callejo Serrano, C. (1964): Badajoz y su provincia. Ed. Aries. Barcelona.

5. LOS TEMAS DE ESTUDIO Ya hemos reseñado en el punto 3 que no es fácil encasillar la actividad de Carlos Callejo, en cuanto a sus investigaciones históricas y arqueológicas, en ningún periodo determinado. Cabría definirlo como especialista en Hrstoria An­ tigua provincial, como temporalización amplia que abarcarja^protohistórico e ibérico, romano, paleocristiano, visigodo y árabe, ya cmef ahí estuvieron sus más


CfV Cl

profundas y certeras conclusiones, pero no olvidemos su periplo por la Prehisto­ ria y dentro de ella el Paleolítico Superior, ni desdeñemos su dedicación a otras parcelas donde destacó como entendido (epigrafía romana, lingüística y etimolo­ gía, numismática...). Respecto al área geográfica que abarcaron sus estudios, se puede decir que el límite de la provincia de Cáceres fue el único acotamiento, más que nada porque sus responsabilidades como Conservador del Museo Provincial, también las de Delegado de Excavaciones Arqueológicas y hasta sus viajes profesionales de Te­ légrafos, que solía aprovechar para tomar notas y visitar vestigios, se circunscri­ bían a este ámbito administrativo. No olvidó en sus obras la Baja Extremadura, editando una guía y otros artículos de contenido artístico23, pero evidentemente fue la provincia cacereña el objetivo principal de sus estudios. Para hacemos una idea del carácter genuino y del estilo de investigación de Carlos Callejo, prestaremos atención en este apartado, por tanto, solo a algunas de las temáticas científicas en las que más intervino, bien por su mayor especialización, su especial protagonismo (caso de Maltravieso), o, en fin, por haber es­ tado en su momento revestidos esos asuntos de cierta polémica. El resto de sus objetos de estudio pueden desprenderse fácilmente de los títulos de sus trabajos, que adjuntamos al final. 5.1. Epigrafía Al hablar de la arqueología cacereña, tradicionalmente hay dos momentos en los cuales los estudios epigráficos adquirieron una especial relevancia. El pri­ mero tiene lugar en los últimos años del siglo XIX, donde el regeneracionismo local tras el desastre encontró una ilustre pléyade de autores e intelectuales que, Dlvidándose de las fenecidas glorias en el exterior, plasmaron sus inquietudes en la Revista de Extremadura, órgano de las Comisiones de Monumentos de las dos provincias, durante los años de 1899 a 1911, potenciándose los escritos generales de la tradición y la antigüedad patria y, en particular la extremeña. Asistimos en­ tonces a una revalorización de esta ciencia auxiliar de la Arqueología, comentán­ dose y revisándose lecturas de epígrafes citados anteriormente por otros autores del XVIII y XIX. Sin embargo, tras los trabajos epigráficos del padre Fita24sobre­ viene un cierto adormecimiento de este interés durante un tiempo. Tras el hiatus de la Guerra Civil, comienza de nuevo un periodo de continuos lallazgos fortuitos, que posibilita una incipiente sistematización de estas investi­ gaciones. Ello se debe en parte a la intensa actividad de José Ramón y Fernández 3xea. inspector de enseñanza primaria en Cáceres en los años cuarenta, que usó a ayuda como corresponsales de un nutrido grupo de maestros nacionales dise3 Callejo Serrano, C. (1964): Badajoz y su provincia. Ed. Aries. Barcelona. 4 Fita y Colomé, F. (1917): “Epigrafía griega y latina de la provincia de Cáceres”. BRAH, n. 71.

minados por la provincia para darle noticia de las inscripciones de sus lugares de influencia". Podemos decir que con la irrupción de Carlos Callejo Serrano como agudo y sagaz epigrafista a partir de 1955, comienza una tercera etapa en el siglo XX re­ ferida a la Alta Extremadura, pues no solo recuperó para la ciencia e incorporó al Museo Provincial de Cáceres un número importante de piedras votivas y sepul­ crales que de otro modo se habrían perdido o deteriorado en sus ubicaciones, sino que llevó a cabo una meritoria labor de revisión de transcripciones clásicas, no dando por buena ninguna lectura anterior hasta no estar completamente seguro: “Una buena parte de las publicaciones de lápidas romanas de esta co­ marca contienen errores que seria muy conveniente rectificar, sea porque editadas en tiempo antiguo, lo fueron con faltas debidas a defectuosa do­ cumentación del editor en el caso muy frecuente de no tener a la vista el monumento, sea porque, publicadas nuevamente con la mira de rectificar errores, se han introducido otros nuevos ”26. Esto se observa claramente en las rectificaciones que hace a la obra de J. Mallón y T. Marín27; Carlos Callejo revisó críticamente este estudio, demostran­ do que en muchas ocasiones era correcta la versión primigenia del Marqués de Monsalud28. La rigurosidad con que lleva a cabo las lecturas epigráficas le lle­ van a corregir, pues, con frecuencia a anteriores recopiladores, no solo a autores de conocimiento superficial de esta ciencia (Benito Boxoyta, Masdeu, Claudio Constanzo), sino también a epigrafistas consagrados como) Emilio Hünber en algunas lápidas de su famoso CIL, y al padre Fidel Fita29. A esta función de ca­ talogación epigráfica revisionista y crítica dedicó gran esfuerzo, al darse cuenta de que tradicionalmente, la trascripción errónea de piedras recogidas sistemática­ mente por diversos autores y reproducidas en sus obras/sin la debida atención a través del tiempo habían dado pie a conclusiones equivocadas en aspectos histó­ ricos de alguna importancia. 1 Gracias a esta especialización, Carlos Callejo recibió V i 1962 el encargo del Instituí fiir Griechich Rómische Altertumskunde de Berlín^ a través del epigralls ta Joaquín M. de Navascués, de poner al día las inscripciones latinas de la provin cia de Cáceres, formando parte de esta manera de la comisión oficial en líspufln para la revisión del ya citado Corpus Inscriptionarum Latinarum de Hübner. 25 Cerrillo Martín de Cáceres, E. (1996): 1945-1995: Cincuenta años... Op. cit. P. 89. 26 Callejo Serrano, C. (1962): “Novedades y correcciones en la epigrafía de Cáceres”. BRAH lom o < I I Cuaderno I, pp. 111-132. Madrid. 27 Mallon, J. y Marín, T. (1951): Las inscripciones publicadas por el Marqués de Monsalud. M adrid 28 Callejo Serrano, C. (1970): “Inscripciones del Museo de Cáceres publicadas por Monsalud y p « r y Marín”. Revista de Estudios Extremeños, n. XXVI. Badajoz. 29 Callejo Serrano, C.: La Arqueología de Norba Cesarina. Op. cit. P. 138 y ss.


E N EL C E N TE N A R IO 0/ S U N A C IM IE N TO CARLOS CALLEJO Y LA ARQUEOLOGIA

5.2. El descubrim iento de las pinturas de M altravieso30 Centrémonos ahora en el episodio más conocido relacionado con la faceta de investigador de Carlos Callejo Serrano, revisando cuál era la situación en el mo­ mento en que tuvo lugar su descubrimiento. Hasta la década de los años cincuenta del siglo XX el panorama del arte ru­ pestre peninsular en cuanto a yacimientos cuaternarios se refiere, se circunscribía casi exclusivamente a la comisa cantábrica, siendo la estación situada más al sur la Cueva de Atapuerca, en Burgos. Por esta razón, y por existir también profusión de yacimientos en el sur de Francia, lle­ gó a denominarse “arte paleolítico franGarios Caffejo Serrano cocantábrico” a las manifestaciones ar­ tísticas hispanofrancesas pertenecientes a esta época prehistórica. En el sur de España se situaban otras varias cuevas 1 ; LA CUEVA PREHISTORICA DE que presentan pinturas, pero no había j MALTRAYIESO, JUNTO A CACERES vestigio de esta manifestación artística en todo el centro peninsular y ambas mesetas correspondientes al Paleolítico (salvo grabados)31. §K El descubrimiento por Carlos Calle­ Sil jo en 1956 de las sorprendentes pinturas en las paredes calizas de la Cueva de Maltravieso, en las afueras de Cáceres, ■Í S vino por consiguiente a reconsiderar el aludido panorama, perdiendo propiedad el término francocantábrico. Maltra­ CACERES, l9sa vieso daba patente testimonio del poblamiento del centro de España en la re­ Portada libro sobre Maltravieso. 1958. mota época cuaternaria, aspecto cues-

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30 Nos hemos ocupado ampliamente de tratar este episodio del descubrimiento de las pinturas de Maltravieso y de las investigaciones subsiguientes. Puede encontrarse en Callejo Carbajo, A. (Agosto de 2006): “Maltravieso: medio siglo de pre(historia) extremeña”. Ars et Sapientia, n. 20. Pp. 73-110. Callejo ('urbajo, A. (Enero-abril 1998): “La cueva de Maltravieso. Distintos puntos de investigación a lo largo de cuarenta años”. Revista de Extremadura (segunda época), n. 25, pp. 131-151. Quizás convenga recordar que en el año 2006, al cumplirse el cincuentenario de este hallazgo tuvo lugar en Cáceres un congreso impulsado por el Museo de Cáceres y celebrado en la Facultad de Letras de la Universidad, donde hubo oportunidad de rememorar el acontecimiento con aportaciones de distintos intervinientes y especialistas en Prehistoria. Las actas se publicaron en A A .W . El mensaje de Mallravieso 50 años después (1956-2006). Memorias del Museo de Cáceres VIII. Cáceres, 2009, donde si- incluye también el artículo Callejo Carbajo, A.: “El descubrimiento y reconocimiento de Maltravieso. Historia y recuerdos personales”, pp. 13-25. 31 Almagro Basch, M. (1960): Prehistoria. Espasa-Calpe. Madrid.

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tionado con anterioridad, sirviendo de eslabón entre los asentamientos del norte y sur peninsulares. Aun sin considerar sus pinturas, la gran importancia de esta estación en ante todo geográfica, como resaltó el gran papa de la Prehistoria, el abate Breuil en una breve nota32. Y en cuanto al motivo principal de las represen­ taciones (manos), sólo la Cueva de Ardales, en Málaga, está situada más al sur de Europa. La catalogación paleolítica de la cueva, donde esta adquiere su verdadera y genuina dimensión no fue subsiguiente a su hallazgo, acaecido en 1951 como consecuencia del avance de una de las citadas canteras del Calerizo33. En este primer momento sólo aparecieron restos humanos, utensilios y cerámica que fue datada en la Edad del Bronce, depositándose estos vestigios en el Museo Pro­ vincial, en unión de más elementos óseos (restos de animales) esperando un me­ jor momento para ser estudiados. El profesor don Miguel Ángel Orti Bclmonte (director entonces del Museo Provincial) dictaminó su pertenencia, por tanto, a época neolítica, lo cual no representaba un hallazgo especialmente valioso, pues desde mucho tiempo atrás se tenía constancia de la presencia humana con esla datación en la zona del Calerizo, fundamentalmente en la cueva del Conejar". Es interesante el relato que nos ofrece Carlos Callejo, posterior descubridor de las pinturas, de las vicisitudes del descubrimiento de la caverna y de los mencio­ nados restos35, pues describe cómo era en un primer momento la oquedad, cuya configuración se perdería poco después por el avance de la cantera. Rescatamos de su obra citada el siguiente párrafo:

Breuil, H. (1960): “Découverte d ’une grotte omée paléolithique dais la province de Cáceres (Nord-ouest (sic) de l'Espagne”. Bulletin de la Société Préhistórique Frangaise. LVII, p. 155. 33 Notas de prensa referentes a este hallazgo se recogieron en los diarias Hoy y Extremadura del 14 de agosto de 1951, así como en la Revista Alcántara, número de septiembre-octubre del mismo año, p. 100. 34 Del Pan, I. (1917): “Exploración de la cueva prehistórica dá^Con^ljar, Cáceres”. Boletín de la Sociedad Española de Historia Natural. T. 16, pp. 195-191. Madrid. Véase también Callejo Serrano, C. (1977): ” 1 as cuevas prehistóricas del Calerizo de Cáceres”. Actas del V Congreso de Estudios Extremeños, VII. Badajo/. Mélida Alinari, J.R. (1916): Cita también las Cuevas del Calerizo en su Catálogo Monumental de España, prov. de Cáceres, haciendo referencia a su vez a Paredes Guillén, V. (1909): Revista de Extremadura I XI, p. 421, donde da noticia de la exploración de dichas cuevas del Calerizo por el abogado don Tomás Santibáñez, en los tiempos en que Góngora exploraba por Andalucía. Encontramos citas de cuevas en esla zona en la obra de Benito Boxoyo, S.: Historia de Cáceres y su patrono, manuscrita en 1796 y publicada por Domingo Sánchez Loro en la Biblioteca Extremeña, en 1952, con notas del Conde de Canilleros, liste autor del siglo XVIII menciona una Cueva de San Benito extraordinariamente profunda de la que hoy no hay vestigio. Finalmente. Almagro Basch, M. (1960): Las pinturas rupestres cuaternarias de la Cueva de Maltravieso, en Cáceres. Instituto Español de Prehistoria del CSIC-Diputación de Cáceres, Cáceres (reed Cueva de Maltravieso, Cáceres, Guía del visitante, Dirección General de Bellas Artes-Ayuntamiento do Cáceres, 1969), manifiesta haber explorado también las cuevas de la Becerra, Conejar y Santa Ana sin habet encontrado vestigio alguno. Frente a estos estudios clásicos merece citar las recientes investigaciones lleva das a cabo en la zona por el Equipo de Primeros Pobladores de Extremadura, que bajo la dirección de Antoni Canals i Salomó han puesto de manifiesto un inusitado valor antropológico de los entornos, haciendo bajai hasta los 800.000 años los vestigios de homínidos que habitaron en la comarca. 35 Callejo Serrano, C. (1958): La Cueva prehistórica de Maltravieso, junto a Cáceres. Publicaciones de la Biblioteca Pública de la Ciudad, p. 4. Cáceres.


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“(...) La segunda razón por la que era necesario hablar algo de ¡a gruta de Maltravieso es porque ya no existe, por lo menos en la forma en que fue descubierta y no tardará mucho en desaparecer de ella todo rastro. Encla­ vada en unas canteras de piedra caliza, el avance de esta explotación ha sacado primero a la luz sus galerías milenariamente oscuras y está destru­ yendo paidatinamente la traza de su emplazamiento. La descripción que el lector va a encontrar aquí, mal trazada y todo, será la única, con toda se­ guridad, que la Prehistoria española posea de la Cueva de Maltravieso. (...) En 1951 la boca practicable de la caverna se hallaba a 100 metros de la carretera, hacia la mitad de un pequeño acantilado formado por las excavaciones de las canteras. La entrada semejaba por su forma y dimen­ siones una madriguera de alimaña, pues tenía apenas 40 cm de altura por unos 70 de anchura. A partir de ella descendía un conducto en dirección Oeste en rampa aproximada de un 50 por ciento. Por allí era fuerza de­ jarse deslizar hacia atrás y tras un descenso de unos ocho o diez metros se desembocaba en una espaciosa sala que podía recorrerse con toda co­ modidad, pues la altura de su bóveda era por lo general suficiente y en el centro alcanzaba cinco o seis metros (...) sensiblemente en el centro de es­ ta gran estancia se alzaba una estalagmita del tamaño de un hombre, que a todas luces estaba colocada allí de industria, ya que su base aparecía cortada y su posición no era del todo la vertical que adoptaría de haberse formado geológicamente en aquel sitio. ” El segundo momento en la vida científica de Maltravieso, y que marca el hi­ to definitivo para que hoy sea conocida a nivel universal, no se produce hasta el otoño de 1956, es decir, cinco años después de ser descubierta. Como queda re­ señado, el hallazgo de una cueva con restos neolíticos no ofrecía una importancia grande por existir otras descritas hace tiempo, de tal forma que la cueva de Maltravieso pronto fue olvidada, reanudándose el avance de la cantera de extracción de cal que destruiría poco a poco el emplazamiento primigenio incluyendo la gran cripta que vio y describió Carlos Callejo, el cual, inconformista con la pér­ dida definitiva de una cueva que, si bien no había aportado unos datos históricos relevantes, sí que tenía cierto valor simbólico y de misterio para Cáceres, movido por su innata curiosidad, penetró otra vez en lo que de ella quedaba con la idea de levantar un esquema planimétrico para añadir a una pequeña monografía que proyectaba. Fue entonces cuando aparecieron a su vista las milenarias improntas de manos en negativo en las que nadie hasta ese momento había reparado. Vea­ mos en este pasaje la característica simbiosis entre el poeta y el científico que preside gran parte del la actuación arqueológica de Carlos Callejo36:

36 Callejo Serrano, C. (8 de enero de 1957): “El nuevo mensaje de Maltravieso”. Diario Extremadura. Cáceres.

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"Nosotros, sin embargo, no participamos de este enfriamiento de entu­ siasmos. Han sido muchas las veces que al pasear por aquel lugar hemos fijado la vista en aquellas masas geológicas y en la cada vez más engran­ decida boca de la caverna, preguntándonos qué clase de secretos podría encerrar aún aquella primitiva habitación humana, aquel auténtico y ver­ dadero Cáceres el Viejo, cuyos primeros moradores, después de dormir larguísimos siglos en sus lóbregas anfractuosidades, contemplaban ahora con la displicente mirada de sus cuencas vacías a los cacereños de hoy desde las vitrinas de nuestro Museo ”. Es justo citar aquí la ayuda que mi padre encontró en su lugarteniente Antonio Márquez Terán, capataz de Telégrafos que le acompañó no sólo en sus incursio­ nes al interior de la Cueva, sino también a otros destinos, como visitas prospecti­ vas a distintas localidades y excavaciones arqueológicas. No procede detenemos ahora en el análisis de los años siguientes en relación a este hallazgo. Baste decir que a Carlos Callejo costó más de tres años de peri­ pecias conseguir el refrendo científico de su descubrimiento por los especialistas del momento y casi dos décadas de lucha contra el olvido y la dejadez que ame­ nazaron seriamente al yacimiento37, méritos que siempre se le han reconocidos. 5.3. La antigua Norba y el Bim ilenario de Cáceres Como es sabido, la identificación de la actual Cáceres cefn la antigua colonia Norba Caesarina no fue siempre contemplada con certeza/tuvo tradicionalmen­ te más adeptos la atribución de Cáceres a la Castra Caeciíia del Itinerario de Antonino Caracalla. Fue como consecuencia de los estudios del eminente epigrafis­ ta alemán Emilio Hübner cuando se puso de manifiesto fista teoría de Cáceres Norba en dos memorables artículos38, además de incitó en) su Corpus epigráfico"' la lápida descrita por Benito Boxoyo en 1794 en la Puerta de Mérida con la ins­ cripción: COL. NORB. CAESARIN Esta lápida, hoy desaparecida, para Hübner “decidía la cuestión”, no así la fecha de la fundación de la Colonia. Pero sabemos que cuando las fuentes do­ cumentales son parcas (en el caso que nos ocupa limitadas a las tablas de Ptolo-

17 Callejo Carbajo, A. (2006): Maltravieso: medio siglo... Op. Cit. P. 80 y ss. 38 Hübner, E. (1873): “Situación de la antigua Norba”. BRAH. Tomo I, y (1899): “Cáceres en tiempo de los romanos”. Revista de Extremadura, p. 145. 39 Hübner, E. (1869): Corpus Inscriptionarum Latinarum (CIL). Berlín.


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meo40 y a una breve cita de Plinio41, sólo la Arqueología puede venir en auxilio del conocimiento de los hechos42:

Esta lápida, que afortunadamente sí se ha conservado siendo ubicada en el despacho de la alcaldía cacereña, fue el punto de partida de una interesante po­ lémica sobre la fecha exacta de la fundación de Norba, que obligó a los distintos autores a analizar pormenorizadamente las fuentes disponibles. Quienes conside­ raron que esta inscripción era conmemorativa de la fundación de la Colonia se adhirieron a la tesis de que esta debió tener lugar en fecha próxima al año 20 a. C, época en que Balbo el Menor es designado Imperator. De esta opinión era el profesor Floriano43 y por tanto el bimilenario no tendría lugar hasta 1980 aproxi­ madamente. En 1962 mi padre ya había publicado sus hipótesis sobre el pasado romano de Cáceres44, incidiendo también en el curso etimológico del actual vocablo Cá­ ceres, que analizaremos en el punto 5.5. Sobre la edad de Norba, básicamente no consideraba la lápida en honor de Comelio Balbo como fundacional, dando como intervalo probable para la fundación real entre los años 43 y 26 a. C. Esta obra suscitó gran debate en una curiosa publicación llamada El Miliario Extra­ vagante, especializada en las redes viarias antiguas y que editaba a ciclostil en el exilio parisino Gonzalo Arias Bonet, lo que confería a este boletín un tufillo

subversivo y clandestino tan acorde con la época45. No fue la única polémica que tuvo cabida en este pintoresco boletín donde intervino Carlos Callejo: la cuestión de la Valentía fundada por Junio Bruto enfrentó a Callejo (defensor de la tesis Va­ lencia de Alcántara) con Domingo Fletcher Valls (tesis Valencia del Cid)46. Entre finales de 1965 y enero de 1966 el arqueólogo placentino y delegado local de excavaciones en aquella ciudad don Antonio Sánchez Paredes, que ya hemos citado, pronunció en Cáceres cuatro conferencias sobre cuestiones rela­ cionadas con Norba Caesarina, abordando la fecha de su fundación en la tercera de ellas y proponiendo, en concreto, la del año 34 a. de C., que no difería esen­ cialmente de las propuestas por Callejo. Dándose la circunstancia de que en 1966 se cumplían precisamente dos mil años desde esa fecha, se creó una comisión pro-Bimilenario encabezada por el alcalde Alfonso Díaz de Bustamante —y don­ de Carlos Callejo fue uno de sus miembros más activos— con el fin de dar a este evento la prestancia que tal efemérides requería. Pero como hemos dicho existían opiniones divergentes, que generaron innu­ merables cruces de artículos a veces con inusitada vehemencia47. Se pidió enton­ ces la mediación de la Real Academia de la Historia, quien nombró ponente a don Antonio García y Bellido, Director del Instituto Es­ pañol de Arqueo­ logía del CSIC, el cual ratificó en su dictamen motiva­ do como fecha más probable de la fun­ dación de Norba los años 36-34 a. de C.48 Los actos se ce­ lebraron con toda solemnidad duran­ te 1967, año en el F. Bravo, Garda y Bellido, Pedro Lumbreras que Carlos Callejo y Carlos Callejo. 1966

40 Ptolomeo, C.: Tablas geográficas. Cap. V, libro II, en García y Bellido, A. (1953): La Península Ibérica en los comienzos de su historia, p. 267. Madrid. 41 Cayo Plinio Segundo. Naturalis Historia. 42 Callejo Serrano, C. (julio-septiembre 1977): “Simbología funeraria romana de la Alta Extremadura”. Revista de la Universidad Complutense. Homenaje a García Bellido III. Vol. XXVI, n. 109, p. 145. Madrid. 43 Floriano Cumbreño, A. (1966): Cáceres colonia romana (en torno al bimilenario de la ciudad). Oviedo. 44 Callejo Serrano, C (1962): El origen y el nombre de Cáceres. Op. Cit.

45 Cerrillo Martín de Cáceres, E. (1996): 1945-1995... Op. Cit., p. 87. 46 Con el tiempo Callejo editó sus conclusiones sobre este asunto en una obra prologada por el profesor A. Blanco Freijeiro: Callejo Serrano, C. (1981): La Valentía fundada por Junio Bruto. I.C. El Brócense Cáceres. 47 Lumbreras Valiente, P. (27 de mayo de 1967): “El bimilenario de la Colonia Norba se cumplió hace unos cuarenta años”. Diario Hoy. 48 García y Bellido, A. (1966): “Dictamen sobre la fecha fundacional de la Colonia Norbensis Caesarina" BRAH, CLIX, II. P. 279. Madrid.

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“Todo el mundo sabe el enorme valor de la Epigrafía como ciencia au­ xiliar de la Historia, y que gracias a ella se han podido conocer infinidad de datos y circunstancias de época pasadas, que las fuentes históricas es­ critas no nos habían podido legar Y esto sucedió con un nuevo hallazgo que venía a arrojar luz en este asunto. En 1930 se derribó parte de la muralla almohade para construir el antiguo merca­ do (Foro de los Balbos) apareciendo otra lápida con el texto: L CORNELIO BALBO IMP. C. NORB. CAESAR. PATRONO


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publica un completo, razonado y documentado trabajo41' que aglutinaba sus opi­ niones reflejadas ya en la decena de artículos aparecidos en distintas publica­ ciones entre 1966 y 1967 (ver apéndice bibliográfico de C. Callejo), analizando igualmente las opiniones discrepantes en la cronología fundacional de Norba. Básicamente, sus argumentos se centran en que la Colonia no fue fundada por Lucio Comelio Balbo, sino por Caius Norbanus Flaccus, hombre de gran pres­ tigio en la época triunviral y nombrado cónsul de la República en 38 a. C., y del que rastrea sus actuaciones en Hispania en esta época. La abundancia epigráfica de gens norbana en las inmediaciones es un dato esclarecedor, aunque convie­ ne no confundir los epitafios dedicados a Norbanos o Norbanas con el gentilicio norbensis, empleado para cualquier persona nacida en esta colonia, independien­ temente de su cognomen. También existen en el monetario del Museo de Cáceres dos denarios de Cayo Norbano Flacco50. Por tanto, para Carlos Callejo la lápida de la alcaldía alusiva a Comelio Balbo no es fundacional sino votiva y conmemorativa del patronazgo otorgado por Nor­ ba a este personaje en época posterior a su verdadera fundación, y circunstancia frecuente en la antigua Roma. De la misma opinión es, por tanto, la Real Acade­ mia de la Historia a pesar de las disensiones que hemos comentado y que se pro­ longaron durante muchos años. En 1980 Carlos Callejo publica un nuevo tratado sobre la historia antigua de Cáceres donde recoge estos avatares51, poniéndose de manifiesto que aquello del Bimilenario no se había olvidado del todo52.

5.4. La Numismática y los hallazgos arqueológicos Con relación a esta parcela auxiliar de los estudios arqueológicos e históricos, y en lo que respecta a la actividad de Carlos Callejo como investigador, hemos de distinguir, a mi juicio, dos momentos diferenciados tanto en cronología como en hechos motivantes de este interés por la ciencia numismática. Mi padre es nombrado, como se ha dicho, Conservador del Museo Provincial de Cáceres en 1955, época en la que ya conocía que cuantas guías artísticas o prontuarios nacionales hablaban de dicho Museo, hacían especial mención a su depósito numismático, destacándolo de entre el resto de los muchos objetos va­ liosos que en este establecimiento se atesoraban53. A los anteriores gestores del 49 Callejo Serrano, C. (1967): “Razones históricas del bimilenario de Cáceres”. Revista Alcántara, n. 149. Cáceres, 1967. Puede consultarse este artículo en edición facsímil en la Revista Alcántara, n. 74, cuarta época, enero-diciembre 2011, dedicado a la figura de Carlos Callejo en esta publicación. 50 Callejo Serrano, C. (27 de mayo de 1967): Dos monedas de Cayo Norbano. Extremadura. Estas monedas son las que ilustraron el lujoso folleto del Bimilenario de 1967, así como una emisión filatélica conmemorativa. 51 Callejo Serrano, C. (1980): Los orígenes de Cáceres (Arqueología, huistoria antigua y tradición de la ciu­ dad). Op. Cit. 52 Lumbreras Valiente, P. (1981): La Real Academia de la Historia y la Colonia "Norba Caesarina" (De la Cáceres romana). Cáceres. 53 Callejo Serrano, C. (1957): La colección monetaria de! Museo de Cáceres. Diputación Provincial. Cáceres.

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Museo no les fue dado, por distintos motivos —fundamentalmente por falta de medios— prestar la atención requerida a este importante activo. Finalmente el tándem Conde de Canilleros-Carlos Callejo, como director y conservador respec­ tivamente, consiguieron destinar una espaciosa sala del piso alto de la Casa de las Veletas a mostrar lo más granado de esta importante colección monetaria54. Lo primero que hizo Callejo fue catalogar todas las existencias (en conjunto más de cinco mil piezas), sistematizando los esbozos anteriores llevados a cabo por Juan Sanguino Michel y Miguel Ángel Orti Belmonte en las décadas prece­ dentes. De esta forma, al importante legado de don Vicente Paredes Guillén (que constituía entonces más de la mitad del monetario), se añadieron las aportaciones de nuevos donantes, las adquisiciones que el propio museo hacía en función de sus escasas posibilidades y las aportaciones provenientes de hallazgos arqueoló­ gicos acaecidos; también había altas y bajas en el monetario por intercambio con otros museos. Usando como referencia —un tanto anticuada, pero a buen seguro la única que pudo establecer— la metodología del Museo Arqueológico Nacional de Madrid55, Carlos Callejo dividió las monedas atesoradas en ocho categorías: Griegas, Romanas, Ibéricas, Arábigas, Hispano medievales, Hispano nacionales. Hispano regionales y Extranjeras, las cuales describe y subdivide en la obrita que citamos56, lo cual le dio opción a documentarse en la bibliografía a sj¿ alcance en estos años (ver apartado 6 referido a “Fuentes”). En el monetario del museo se incluían también las encontradas por Schülten en el campamento romano de “Cá­ ceres el Viejo”, y que dieron origen a no pocas polémicas en el ya mencionado boletín El Miliario Extravagante57. / El segundo aspecto que posibilita a Callejo profundizar en la numismática ar­ queológica y tener acceso a estudios y bibliografíá &obre estos temas tiene lugar unos diez años después, y viene dada por la gran cantidad de hallazgos y descu­ brimientos que se produjeron cerca de Cáceres extrañamente concentrados en el año 1964, época en la cual mi padre no solo era el Conservador y responsable del museo sino también Delegado Provincial de Excavaciones Arqueológicas, 54 Si se me permite una nota personal, referiré que en los primeros años de la década de los sesenta del siglo XX (en los que ya me es dado tener algunos incipientes recuerdos de este inmueble museístico, que lam bién albergaba la vivienda del conservador), dicho “logro” de una sala de numismática era una destartuludn estancia con vitrinas y equipamientos de los años treinta. La llave de la sala obraba en poder del conscije octogenario Maximiliano Tapia, que sólo mostraba esta dependencia a los escasos visitantes que insistían en ello. Recuerdo los cristales rotos, el zumbido del aire y las palomas que revoloteaban en el interior posándo se sobre las susodichas vitrinas. Se incluye una panorámica de lo que fue nuestra estancia en la Casa de las Veletas en Callejo Carbajo, A. (2008): El museo. “En delicada forma”. 75 años del Museo de Cáceres en la Casa de las Veletas. Cáceres. 55 Calvo, I. y del Rivero, C.M. (1926): Catálogo numerario del Museo Arqueológico Nacional Guia del salón de numismática. Madrid. 56 Callejo Serrano, C (1957): La Colección Monetaria... Op. Cit. 57 Beltrán Lloris, M. (enero-diciembre 1973-1974): “Problemas de la Arqueología cacereña. El campamento romano de Cáceres el Viejo (Cáceres). Estudio numismático”. Revista Nvmisma. Sociedad iberoamericana de estudios numismáticos, n. 120-131.


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debiendo gestionar la recepción de estos tesorillos, así como describir, estudiar y custodiar las partidas en el museo.

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no, convertido en uno de los vicus de la colonia Norba que cita Plinio. No pode­ mos detenemos aquí en el detalle de tales e interesantes propuestas históricas5''. En septiembre del mismo año, y durante los trabajos de explanación de te­ rrenos para puesta en regadío tras la construcción del pantano y nuevo pueblo de Valdesalor, en las cercanías de Cáceres, apareció igualmente un importante lote de 160 monedas de plata60, coetáneas de las mencionadas anteriormente que Callejo consiguió depositar en el museo y que describe también pormenorizadamente, incluyendo fotografías. Remitimos al lector interesado en esta temática numismática a tales descrip­ ciones y conclusiones contenidas en los trabajos citados, donde es patente la sol­ tura con la que Carlos Callejo se mueve en los estudios numismáticos, incardinando los hallazgos en el contexto arqueológico preciso, como es la finalidad de las ciencias auxiliares de la Historia. Junto a los estudios numismáticos citados cabría añadir las descripciones de otros tesoros ingresados en el museo por su doble intervención como Conserva­ dor y Delegado Provincial de Excavaciones Arqueológicas. En este caso Em i­ timos al lector a los trabajos de Juan Manuel Valadés, donde se contemplan las vicisitudes y los detalles en los que estos hallazgos tuvieron lugar6^ / 5.5. Lingüística y etimología

Supervisando trabajos de excavación arqueológica

A modo de ejemplo citaremos el hallazgo de monedas en la localidad de Garciaz58, no lejos de Trujillo, aparecido en enero de 1964 y compuesto por una gran cantidad de monedas de bronce de época romana (en total 1634) que Carlos Ca­ llejo fue a recoger a la finca donde aparecieron en calidad de Delegado Provin­ cial, llevándolas personalmente al museo en un saco de más de siete kilos. Este inusitado volumen del hallazgo por su número llevó a mi padre más de un año en su catalogación y estudio. En lo que a mí respecta, no puedo olvidar las sesiones de limpieza y las manos manchadas de bicarbonato que me esperaban a la salida del colegio. El 7 de febrero del mismo año un pastor encontró 24 monedas de plata mien­ tras cavaba en la finca Parapuños de Varela, en el término de Monroy, que son entregadas al museo. Se trata de denarios romanos que Carlos Callejo estudia y describe uno por uno, insertando fotografías de los mismos. Ninguno es posterior al año 80 a. de C. y por tanto, a la época en la que Cecilio Metelo acampó en las cercanías en sus luchas contra Sertorio. Monroy dista pocas leguas de la ubica­ ción del campamento militar Castra Caecilia, establecido por este general roma-

58 Callejo Serrano, C. (1964): “El tesoro numismático de Garciaz”. Revista de Estudios Extremeños. Badajoz.

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Para ilustrar el interés de Callejo en llegar a la verdadJMstórica basta el si­ guiente párrafo, de uno de sus numerosos artículos relacionados con la falsedad del origen de muchos nombres en el ámbito extremeño62: “Arnicas Plato. Sed magis amica Veritas... Esta frase debería estar es­ crita en lo alto de todas las páginas a rellenar por cuantos se dedican a escribir sobre temas de Historia. La Verdad es en el historiador lo mismo que el Juramento Hipocrático en los médicos o la bandera en el militar, es decir, precisamente, el punto de honor profesional. Por desgracia, no se ha comprendido este principio en todas las épocas y el resultado es la enorme cantidad de fabulosa hojarasca de que están llenos los libros de Historia, en los cuales el investigador escrupuloso debe andar pinzas en mano como un cirujano en las entrañas de un cuerpo, y a veces, no bas-

59 Callejo Serrano, C. (1965): “Monedas romanas en Monroy”. Revista de Estudios Extremeños. Badajoz. 60 Callejo Serrano, C. (1965): “Los denarios de Valdesalor”. Revista Záphyrus. Salamanca. 61 Valadés Sierra, J.M. (enero-diciembre 2011): “Carlos Callejo, Conservador del Museo de Cáceres (19551970)”. Revista Alcántara, n. 74. También Valadés Sierra, J. M. (2008): “La etapa del Conde de Canilleros y Carlos Callejo en el Museo de Cáceres (1951-1970)”, en AA.VV. "En delicada fo rm a ” 75 años del Musco de Cáceres en la Casa de las Veletas, pp. 45-62. Cáceres. 62 Callejo Serrano, C. (1960): “Cáceres y las falsas etimologías”. Revista Alcántara. Cáceres. Edición facsímil en Revista Alcántara, n. 74, cuarta época, enero-diciembre 2011.


tundo esto, hay que dejar a un lado los tratados e irse a las puras j'uentes prístinas. ” Recurrir a las fuentes primigenias es lo que hizo Callejo en ciertas ocasiones, sobre todo para desterrar definitivamente las etimologías clásicas pero erróneas para explicar el origen de algunas denominaciones de pueblos y ciudades63. A este respecto, se centró claramente en el nombre de Cáceres. Así, después de pasar por alto los itinerarios etimológicos más absurdos y peregrinos que go­ zaron en cierta época de algún predicamento (como la que hacía derivar Cáce­ res de ‘‘Casa de Ceres ”), demuestra la imposibilidad de otras, que adoptaron sin embargo historiadores de renombre, como Emilio Hübner o José Ramón Mélida y por tanto perpetuaron la especie. Es el caso de Alkázares = Cáceres. Pero ya hemos visto que Carlos Callejo nunca tuvo empacho en revisar críticamente las obras de cualquier autor, si con ello tenía la certeza de aproximarse a la verdad histórica. En concreto, para establecer la etimología correcta del vocablo Cáce­ res contenida en su principal obra de historia cacereña64 llegó a consultar hasta ochenta obras e introducirse en ti estudio de la toponimia árabe, como vemos en el punto siguiente dedicado a sus fuentes de investigación. Mi padre, para ello, se desplazó a Madrid para consultar volúmenes en la biblioteca de la Escuela de Es­ tudios Arabes. De esta forma pudo extraer referencias del Núblense o geografía de Al Idrisi65 y el itinerario árabe, entonces muy poco conocido, de Ibn Hawqal. Lógicamente no podemos abordar aquí en profundidad este asunto y mostramos sólo un breve resumen de su tesis: 1. La situación de la Colonia Norbensis Caesarina en el solar del Cáceres medieval es, a la luz de los conocimientos actuales, indiscutible. 2. No se puede fijar con certeza la ubicación exacta de los vicus Castra Caecilia y Castra Servilla citados por Plinio, pero al menos uno de ellos estu­ vo muy cerca de Norba o sus ruinas, bajo el nombre de Castris, que es la forma en que se fijó en el periodo tardorromano o germánico el nombre del poblado Castra Caecilia de los itinerarios. 3. Los árabes la llamaron Qázrix y al reedificar la colonia como plaza fuer­ te, esta tomó el nombre de aquella. Con gran probabilidad la voz Qázrix (transcrita como Kazires en los libros antiguos) deriva del latín Castris. De manera análoga se esforzó por desterrar otras etimologías erróneas como Turris Julia para Trujillo66 (que en realidad conserva el nombre celtíbero de Turgalion)', o erradicar viejos mitos, como el que nos habla de la inventada ciudad de

63 Callejo Serrano, C. (29 septiembre 1967): “Las fábulas de historiografía regional”. Diario Hoy. 64 Callejo Serrano, C. (12 octubre 1965): Los orígenes de Cáceres. Op. Cit. Véase también “Ni Alkázares ni Kazires”. Diario Extremadura. 65 Abu Abdalah Mohamed Al Idrisi (1866). Traducción de R. Dozy. Leyden. 66 Callejo Serrano, C. (22 marzo 1963): “Sobre el nombre de Trujillo”. Diario Extremadura.

Ambracia como antecedente de Plasencia o el que sitúa a Badajoz en el lugar de la antigua Colonia Pax Julia Augusta, que en realidad es Beja; por tanto, el gen­ tilicio pacense es incorrecto desde el punto de vista histórico67. El propio nombre de Extremadura fue también objeto de su interés etimológico68, así como el de Monfragüe69 (propone la etimología de Mons fractum por la fractura o hendidura de la sierra por donde cruza el Tajo), etc.

Conferencia en Congreso de Estudios Extremeños. Mérida

6. LAS FUENTES El hecho de no haber estudiado en una facultad universitaria puede tener los inconvenientes que se esbozan en el apartado 3, es decir, carencias metodológi­ cas y lagunas de conocimiento que permanecen hasta toparse con un objeto de estudio que requiere afrontar esos contenidos científicos y el empleo de la siste­ mática adecuada. Pero también tiene la ventaja de no enquistarse en paradigmas teóricos cerrados ni desviarse por corrientes de pensamiento que excluyen otras

67 Callejo Serrano, C. (5 diciembre 1973): “En el siglo XX ningún autor serio sitúa a Badajoz a la Pax Augusta”. Diario HOY. 68 Callejo Serrano, C. (1982): “Origen del nombre de Extremadura”. VII Congreso de Estudios Extremeño* Cáceres. (diciembre 1983): “Extremadura no es Extremadurii”. Suplemento Alminar (Diario Hoy). 69 Callejo Serrano, C. (septiembre 1980): “Monfragüe y no Montfragüe”. Suplemento Alminar (Diario lloy)


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posibilidades o visiones teóricas, como es frecuente que ocurra cuando estamos ceñidos a las enseñanzas de una cátedra concreta, no siempre abierta a la ecuani­ midad deseable. En este sentido, Carlos Callejo buscó las fuentes bibliográficas que más información y contraste podían ofrecer a sus intereses, independiente­ mente de la escuela, y la única dificultad que seguramente tuvo fue la de encon­ trarlas. En la abigarrada biblioteca de mi padre, entre libros de astronomía, tratados de botánica, también guías de lepidópteros, destacan magnas obras como la enci­ clopedia de Historia Natural del Instituto Gallach, de 1936. Pero los volúmenes sobre temas históricos no son excesivamente abundantes. Ello da pie a pensar que para sus trabajos usó en parte los fondos bibliográficos del museo, aunque en este momento ignoro el grado de actualización y de disponibilidad de títulos relacionados con los estudios históricos que tenía la citada biblioteca durante el tiempo que Callejo hizo de la Casa de las Veletas su gabinete de trabajo (19551969). Es de suponer, habida cuenta de la penuria económica institucional que presidió aquella época70, que las dotaciones bibliográficas, aunque tal vez sufi­ cientes en principio para iniciar sus trabajos, estarían algo anticuadas y las adqui­ siciones de tratados más actualizados no fueran muy frecuentes. También hemos dicho que al no existir en Cáceres centros educativos superiores ni instituciones científicas con fondos documentales, la dificultad de acceder a la información se acrecentaba. La Comisión Provincial de Monumentos, institución dependiente de la Real Academia de la Historia y de inspiración decimonónica de la que mi padre fue Secretario (1957) y más tarde presidente (1972), disponía desde antiguo de una biblioteca ubicada en una ignota sala de la antigua Casa de Cultura, en el Palacio de la Isla, según creo, bastante abandonada y desordenada, sin uso alguno71: “(...) Las llaves de la biblioteca... no las hemos tenido nunca. El fo n ­ do de libros está en una dependencia de la Biblioteca Provincial que se emplea para otros usos. Precisamente por eso queremos confeccionar un 70 Juan Manuel Valadés, actual Director del Museo de Cáceres, ha estudiado a fondo la labor de los anterio­ res responsables de la institución desde su fundación, entre ellos, la de Carlos Callejo como conservador y museólogo, incardinando su labor en la difícil coyuntura de medios de la época. Como complemento a los contenidos del presente artículo sobre su actuación arqueológica general, es muy conveniente conocer el desempeño de Carlos Callejo como Conservador, aspecto que cae fuera de la pretensión de este trabajo, ya extenso. A este respecto, véase Valadés Sierra, J.M. (2008): “La etapa del Conde de Canilleros y Carlos Callejo en el Museo de Cáceres (1951-1970)”, en A A .W . “En delicada form a" 75 años del Museo de Cáceres en la Casa de las Veletas, pp. 45-62. Cáceres. También, (enero-diciembre 2011): “Carlos Callejo, Conservador del Museo de Cáceres (1955-1970)”. Revista Alcántara, n. 74, cuarta época. 71 Carta de Carlos Callejo fechada el 25 junio 1980 y dirigida al pintor Julio Tizón, nombrado miembro de la Comisión Provincial de Monumentos poco antes y a quien Callejo, como Presidente, ofrece hacerse cargo de la biblioteca por haber obtenido la Comisión una subvención oficial para su puesta en valor. Dicha petición fue declinada por Tizón. Esos libros pasaron al fondo general de la Biblioteca Pública y se hallan cataloga­ dos en la colección “Comisión Provincial de Monumentos”.

fichero de nuestros libros y que no corran peligro de desaparecer como ya ha ocurrido con algunos No puedo dar detalle de su dotación bibliográfica en aquel entonces. Actual­ mente y bajo el epígrafe “Comisión Provincial de Monumentos de Cáceres”, aparecen catalogados en la Biblioteca Pública de Cáceres72 (se supone que con el sello de aquella institución) unos trescientos documentos, de limitado interés, gran parte de ellos de contenido religioso de los siglos XVII y XVIII. Los libros o documentos más modernos son de finales del XIX y principios del siglo XX. Algún manuscrito del Marqués de Monsalud, varios tomos del Viage de Espa­ ña de Antonio Ponz, los diccionarios geográficos de Madoz o alguna obra de Asín Palacios sería lo único aprovechable por mi padre en sus investigaciones, pero estoy convencido de que jamás usó estos fondos, claramente abandonados una vez extinguida la llama que alumbró el interés por la cultura y la Historia en tiempos de Sanguino Michel y Publio Hurtado; en 1911 se dejó de publicar la Revista de Extremadura, disgregándose hasta desaparecer aquella pléyade de hombres que mantuvieron vivo en interés por el pasado local. A partir de ese momento lo que encontramos son aportaciones individuales a lo largo de mu­ chas décadas. La Comisión Provincial de Monumentos, organismo, que gozó de gran presti­ gio a comienzos de siglo, se fue extinguiendo lánguidamente en toda España du­ rante la década de los 70 del siglo XX al desaparecer los apoyos de la Adminis­ tración, disminuir o extinguirse sus competencias y no ser tenidas en cuenta sus dictámenes. La de Cáceres, una de las últimas de estas Comisiones que funcionó, se disolvió a comienzos de los 80, y sus fondos documentales se integraron en la Biblioteca Pública, como hemos visto. Carlos Callejo, por tanto, hubo de recurrir en varias ocasiones en sus viajes (a Madrid y sobre todo a Barcelona, donde se encontraba parte de su familia pater­ na) a la consulta, como ya hemos reseñado para sus trabajos sobre Maltravieso y el nombre de Cáceres, y adquisición de ejemplares para uso propio, en otros ca­ sos al préstamo, y también le fue muy útil el intercambio de obras y separatas de publicaciones con otros autores, práctica muy extendida entonces, como forma de conocer los derroteros intelectuales y técnicos de la ciencia arqueológica, a los que no podía acceder por otros medios. Me consta también que Carlos Callejo consultó datos en la biblioteca del Conde de Canilleros, de seguro mejor surtida que la suya propia. Su actividad epistolar, cuyo análisis aun no hemos acometido de manera sistemática, también le ofreció la posibilidad de conocer in litteris ;is pectos pertinentes para sus investigaciones.

72 Agradecemos la amabilidad mostrada en nuestras pesquisas en la Biblioteca Pública de Cáceres por Tai-.u Gómez, responsable de atención bibliográfica de dicha institución.


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A L F O N S O C A L L E JO C A R B A J O

6.1. F uentes propias Brevemente reseñamos algunos títulos de los que disponía en casa. Contaba, por ejemplo, como obras generales de consulta referidas a la Historia, con enor­ mes volúmenes de la colección Instituto Gallach, de Barcelona (ya hemos citado la sección de Historia Natural)', la Historia Universal, en 6 tomos con infinidad de láminas, editadas entre 1932 y 1937. De la misma editorial, profusamente ilustradas con fotografías, la colección M il Figuras de la Historia (1959), y M il Obras maestreas del Arte Universal (1946). También contaba con la Historia General del Arte en dos tomos de Joaquín Folach y Torres (1929). Otras obras clásicas de consulta, como la Historia de Roma de Francisco Bertolini, en tres raídos tomos de 1889 (pero con magníficos grabados), seguramente adquiridos en alguna librería de viejo; obras estas que en su conjunto estimo serían hoy co­ diciadas en colecciones de bibliófilos. Disponía en sus anaqueles de los fascículos de Hispania Antiqva Epigráphica, publicación que desde 1950 recopilaba todas las noticias epigráficas apare­ cidas en las revistas de investigación españolas, y que le fue muy útil para sus desvelos en este campo; allí estaban reunidas, por ejemplo, las trascripciones de lápidas de Fernández Oxea, Orti Belmonte y Justo Corchón, sus principales an­ tecesores en esta parcela de la ciencia arqueológica. N o he visto que estuviera suscrito a otras publicaciones periódicas (salvo Alcántara y REEX) por lo cual las consultas al resto de revistas de contenidos históricos que hemos citado en el apartado 4 debió hacerlo fuera de casa. También figura en su biblioteca la obra de José Vives Inscripciones cristianas de la España romana y visigoda (1942), y otras recopilaciones modernas, como el Corpus de Hurtado de San Antonio73. Disponía del Manual de Historia de España (3 tomos) de Pedro Aguado Bleye en una edición de 1954. En cuanto a onomástica pre-latina, figuran obras de des­ tacados investigadores, como Manuel Palomar74 y Lourdes Albertos, con la que mantuvo contacto epistolar. También las guías arqueológicas de Mélida75, las compilaciones de Floriano sobre la historia y la arqueología de la comarca76o las monografías de Canilleros. Junto a estos libros principales, múltiples separatas de autores diversos que sería prolijo enumerar.

6.2. F uentes externas de consulta Para el grueso de su labor de investigación usó fuentes, digamos externas. Para profundizar en el estudio del hallazgo de Maltravieso (que fue su primer contacto

73 Hurtado de San Antonio, R. (1977): Corpus P ro v in c ia l de In scrip cio n es Latin a s (C P IL ). Cáceres. 74 Palomar Lapesa, M. 1957): L a onom ástica p erso n al p re-latin a de la an tig u a Lu sitan ia. Salamanca. 75 Mélida Alinari, J.R. (1924): C atálo g o M onum ental de Esp aña. P ro v in c ia de Cáceres. 76 Floriano Cumbreño, A.C. (1957): Estu d io s de h isto ria de C áceres ( I y II) . Oviedo.

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mmit) con la Prehistoria, campo en el que hasta ese momento no se había dedicado ni intenso), debió documentarse ampliamente, teniendo incluso que hacer algún \ni|c a Madrid, dado que, como queda dicho, en Cáceres en aquellos años no podía ■ni mitrar el material bibliográfico que precisaba77. Carlos Callejo utilizó la biblio)¿ialia que tenía a su alcance y que seguramente le fue facilitada por los profesores I ilunrdo y Francisco Hernández Pacheco. Para los materiales arqueológicos hace ie lerenda a obras de M. Almagro. J. Martínez Santolalla, E. Meyer, L. Pericot, J. ( nmón Aznar, A. García y Bellido, J. San Valero, A. del Castillo, H. Scmidt, P. Il.isch Gimpera, I. Del Pan, J. Maluquer de Motes, A. Hoyos y M. Fusté. También muy interesantes son las citas de autores sobre el arte rupestre usadas para interprei.ir el de la caverna maltraviesense: Callejo consultó autores como H. Kühn (1957), II Alcalde del Río, H. Breuil y L. Sierra (1911), E. Hernández Pacheco y J. Cabré ( llM4) y F Jordá (1957). Este elenco bibliográfico, siendo amplio, parece sin emItnrgo insuficiente al doctor Ripoll Perelló para acometer un estudio exhaustivo, pero hay que tener en cuenta dos aspectos: que no era este el propósito de mi padre t u aquel momento y que Cáceres, como se ha dicho repetidas veces, era hace me­ dio siglo una pequeña localidad de provincias alejada de todo foro académico con pocas posibilidades de documentarse con mayor amplitud en estos aspectos. C¡losamos a continuación, para el resto de temáticas, una relación de los prini ipales autores consultados por Carlos Callejo sin pretender que esa lista sea, ni mucho menos exhaustiva, dada la amplitud de sus temas de estudio. La finalidad es que el lector interesado se forme una idea aproximada del origen de las fílen­ les bibliográficas que guiaron sus estudios. N o perdamos de vista que esta labor ile investigación se inició a principios de la década de 1950 para finalizar cuando eomenzaba la de 1970. Así pues, en sus obras sobre los remotos orígenes de la civilización de nuestrns comarcas, no faltan referencias a los autores clásicos, como Strabón, Plinio y l’tolomeo. Sus consultas son profusas a la Historia de España de Menéndez Pidal, donde se contienen artículos especializados de otros autores, como Manuel Gó­ mez Moreno. N o obstante, en su última etapa recurrió también a tratados actuales cuando consideraba que nuevos enfoques podían serle útiles. Así, consultaba en estos últimos años de actividad obras como la Historia de España de M. Tuñón de I ara (1980), también las de J. García Toba (1975) o J. Mangas Manjarra (1980). Son asimismo abundantes las citas de obras consultadas de Shulten78, Bosch (¡impera79, Blanco Freijeiro , Julio González80y sobre todo, García y Bellido81

Ripoll López, S., Ripoll Perelló, E., y Collado Giraldo, H. (1999): "Maltravieso, el santuario extremeño de las manos”. M em orias d e! M useo de C áceres ( I), pp. 22. Junta de Extremadura, Consejería de Cultura. Cáceres. * Shulten, A. (1920): H isp an ia. Barcelona. N Hosch Gimpera, A. (1932): E tn o lo g ía de la P e n ín su la Ib é rica . Barcelona. "" González González, J. (1943): Rvg vsta de Fern an do II. Madrid. García v Rellido A ÍIQ59V /« i------- <------->----- w - .................................


A LFO N SO CALLEJO CARBAJO

y Martín Almagro82. El primero, verdadero maestro, con el que llegaría a estre­ char lazos de amistad en sus varias visitas a Cáceres con motivo, sobre todo, del asunto del Bimilenario que hemos citado en el punto 5.3. Y respecto a Alm a­ gro, director del Instituto Español de Prehistoria, fue su valedor ante el mundo científico, el primero que ratificó la autenticidad y antigüedad propuesta por Carlos Callejo para las pinturas de Maltravieso; estuvo en Cáceres en múltiples ocasiones. El espectro temporal de las ediciones consultadas es muy amplio, pues lo mis­ mo podemos encontrar citas a Fernández Guerra83 que alusiones a la Vía de la Plata sacadas tanto de Antonio Blázquez como de la tesis doctoral del profesor Roldán Hervás84, con un siglo de diferencia entre ambas; y, ya en el final de su etapa, a los trabajos de Miguel Beltrán Lloris, que fue director del museo tras la salida de Callejo en 1970. Para sus investigaciones lingüísticas, etimológicas y onomásticas sigue, por ejemplo, los tratados de Amado Alonso y Antonio Tovar85, así como, más ceñi­ dos al ámbito occidental peninsular donde se incardina Extremadura, y en rela­ ción con la onomástica pre-romana, las tesis de los ya citados Manuel Palomar86 y Lourdes Albertos87. Sobre las religiones pre-romanas consulta, entre otros, los trabajos de José María Blázquez88. Carlos Callejo sigue también, para reforzar sus hipótesis sobre las vicisitudes de la dominación árabe en España, los tratados clásicos de Conde89, no escati­ mando el rastreo de autores árabes como Ibn al Jatib90, y para establecer el origen de ciertos topónimos árabes consulta profusamente las obras de Miguel Asín91. Respecto a la Epigrafía, los autores más importantes que guiaron su inten­ sa labor serían Pedro Batlle92, Joaquín M. de Navascués, José Vives (con todos ellos mantuvo correspondencia y fue considerado por estos autores como eficaz corresponsal en la provincia), y por supuesto el C IL de Emilio Hübner. Como queda reseñado en el punto 5.1 Callejo sometió a minucioso “ examen” : a José de

rom anas de H isp an ia. Madrid. 82 Almagro Basch, M. (1958): O rig en y fo rm ació n d el pueblo hispano. Barcelona. 83 Fernández Guerra, A. (1897): H isto ria de Esp añ a desde la invasió n de los pueblos germ ánicos hasta la ru in a de la m onarquía visigoda. Madrid. 84 Roldán Hervas, J.M. (1971): Ite r ab Em é rita Astúricam . Salamanca. 85 Tovar Llórente, A. (1949): Estu d ios sobre las p rin cip a le s lenguas hispánicas. Buenos Aires. 86 Palomar Lapesa, M. (1957): L a onom ástica p erso n al p re-latin a de la an tig u a Lu sitan ia. Salamanca. Op. Cit. 87 Albertos Firmat, M .L. (1966): L a onom ástica p erso n al p rim itiva de H isp a n ia : Tarraconense y B é tic a . Acta Salmanticensia 13. Salamanca. 88 Blázquez Martínez, J.M. (1957): Estu d io de las relig iones p rim itivas de H isp an ia. Archivo Español de Arqueología. Madrid. 89 Conde y García, J.A. (1820-1821): H is to ria de la dom inación de los árabes en Esp aña, sacad a de vario s m anuscritos y m em orias aráb ig as. Tres vol. Madrid. *' Ibn A l Jatib. (1939): H is to ria de la Esp añ a M usulm ana. Rabat. #l Asín Palacios, M. (1944): C ontribu ción a la toponim ia árab e de Esp aña. Madrid. Batlle, P. (1946): E p ig ra fía latin a. Barcelona.

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Viu9', Mario Roso de Luna, Fidel Fita, Justo Corchón, el propio Hübner, Fernán­ dez Oxea, etc. lin numismática se valió de las obras de Antonio Vives94, Antonio Beltrán95 y l elipe Mateo96 como tratados fundamentales. Parece que las fechas de edición de estas obras no eran suficientemente del momento, pero consideremos que en la época a la que nos referimos (años 50-60) los tratados mantenían su vigencia durante más tiempo y tardaban en ser superados. Además de ello, Carlos Callejo rastreó los artículos que podían suponer modificaciones metodológicas e igual­ mente se documentó en los trabajos referidos a hallazgos arqueológicos de aque­ llos años en las revistas científicas que hemos citado en el punto 4, y donde, por cierto, él mismo publicaba sus propios estudios. Y para no cansar excesivamente al lector, concluiremos enumerando algunos autores locales (o foráneos con obras sobre la historia y la arqueología de nues­ tras comarcas) con copiosas citas, como no podía ser de otra manera, de los que sin duda aprendió, pero a los que a alguno de ellos también corrigió. Fueron, por ejemplo, Ulloa Golfín (s. X V II), Simón Benito Boxoyo (s. X V III), Pascual Madoz, Díaz y Pérez, y el ya citado Emilio Hübner en el siglo X IX ; José Ramón Mélida, Publio Hurtado, Juan Sanguino Michel, Miguel Ángel Orti Belmonte, el Conde de Canilleros, Torres Balbás y Antonio C. Floriano entre un amplio etcé­ tera de época contemporánea. A l eximio profesor don Antonio Cristino Floriano Cumbreño, a pesar de mantener con él alguna discrepancia en cuanto a fecha fun­ dacional de Norba y de no haberse tratado mucho (Floriano residía en Oviedo, donde tenía cátedra de paleografía y diplomática, pasando después a vivir en Ma­ drid), profesó un especial respeto y aprecio, como se desprende siempre de sus citas. M e consta que ese aprecio era correspondido, considerando don Antonio a Carlos Callejo un digno “ sucesor” . En sus cartas la relación fue muy cordial. Veamos este breve párrafo del profesor Floriano97: “M i maestro Gómez Moreno recibió su ejemplar (El origen y el nom­ bre de Cáceres, 1962) y me preguntó acerca de Vd. y de sus trabajos. Yo le di mi opinión en estas palabras: “Personalmente conozco poco al Sr. Ca­ llejo. Y en cuanto a sus trabajos y manera de trabajar, para mí tiene todas las garantías científicas que se pueden apetecer. N o es un zurrupeto ni un mero aficionado, cosa que sería muy de temer dados los brotes de igno­ rancia y cursilería que campean ahora en primera línea de la erudición cacerense ”.

93 Viu y Moreu, J. (1852): Extrem adura, co lecció n de sus inscripcio nes y monumentos. Madrid. 94 Vives y Escudero, (1934): A. L a m oneda hispánica. Madrid. 95 Beltrán Martínez, A. (1943): C urso de N um ism ática. Valencia. 96 Mateo y Llopis, F. (1946): L a m oneda española. Barcelona. 97 Carta de Antonio C. Floriano a Carlos Callejo, fechada el 2 de marzo de 1963.


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No omitió la lectura de crónicas de viajeros como Antonio Ponz o Laborde ni dejó de, al menos, intentar estar al corriente de la rigurosidad histórica tras la implantación de la universidad extremeña. Ya jubilado de su intensa actividad, todavía encontramos en sus últimos escritos referencias en los temas que habían constituido su larga dedicación, a las obras del profesor Ángel Rodríguez Sán­ chez, María del Mar Lozano Bartolozzi, José Salas98 Sayas Abengoechea, Cerri­ llo Martín de Cáceres, etc.

Excavaciones en Campolugar. Noviembre 1964

7. CONCLUSIÓN Conmemorar un centenario, independientemente del evento al que se refiera, siempre implica que existe ya una cierta perspectiva histórica que permite mirar hacia atrás extrayendo conclusiones del paso del tiempo. Y si en ese centenario está implícita la vida de una persona dedicada a la investigación, como en el ca­ so que nos ocupa, esas deducciones deben decimos algo acerca de los cambios operados en las formas de afrontar la aproximación a la ciencia y la evolución de los medios a su alcance para conseguirlo. Este ha sido uno de los propósitos del

98 Salas Martín, J. (1982): “Consideraciones acerca de la fundación y evolución de la Colonia Norba Caesarina” . R e vista N o rb a I II . Cáceres. (1984): L a s m u rallas rom anas de Cáceres. II Jornadas de Metodología y Didáctica de la Historia. Cáceres.

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presente trabajo. En la actuación científica de Carlos Callejo Serrano en relación con la Arqueología y la Historia provincial, pues, si iniciamos esa mirada desde la primera década del siglo X XI, no hay que perder de vista este contexto cro­ nológico y espacial, plasmado en un patente aislamiento, a la hora de juzgar sus méritos o sus yerros. Otra finalidad era la de reunir en un solo texto, aun aproximativo, referencias al grueso de su campo de investigación y de los temas históricos a los que prestó mayor atención, reseñando brevemente sus teorías y argumentos para ofrecer una visión de conjunto más amplia de la que pueda extraerse de la mera consulta de sus obras, de contenidos heterogéneos, muy dispersas en el tiempo y diseminadas en pequeñas publicaciones. Finalmente, se ofrece una completa bibliografía de sus estudios en estos cam­ pos del saber (donde se excluyen obviamente sus publicaciones botánicas, ento­ mológicas, ajedrecísticas y de otros campos de creación literaria), incluyendo referencias, además de a libros y artículos científicos, a diversos contenidos que vieron la luz en la prensa regional (cosa que hasta la fecha no se había hecho y que no ha resultado fácil), para allanar la labor de hemeroteca a quien sienta cu­ riosidad por conocer a fondo las opiniones vertidas en esos artículos sobre temas muy concretos. Quisiera, por tanto, que este texto constituyera un punto de par­ tida para cuantos investigadores en el futuro deseen sumergirse, no solamente en las actuaciones de Carlos Callejo referidas a la Historia, también en la sugestiva historiografía cacereña de esta época, aproximadamente el tercer cuarto del siglo XX. El paso del tiempo es inexorable. Para afianzar los contenidos de este artículo me hubiera gustado contar con el apoyo y los recuerdos de algunas personas que lo trataron estrechamente y con él colaboraron. Este mismo año, meses antes de esbozar estas líneas fallecían en Cáceres D. Antonio Rubio Rojas, archivero mu­ nicipal durante muchos lustros y que formó tándem con mi padre en las labores de Cronista Oficial de la ciudad; y D. Femando García Morales, amigo perso­ nal de Carlos Callejo e incansable recopilador de datos que conforman esa otra Historia más cercana al pueblo, esa que encuentra sus raíces en la leyenda y en la anécdota. M i homenaje también para ellos, como integrantes últimos de una época donde el uso del cuaderno de notas, las sentadas prolongadas en archivos y bibliotecas o las salidas al campo como únicos recursos válidos, encontraron sus límites en el boom de la tecnología y la informática, que, en lo que a la investiga­ ción histórica se refiere, han configurado un escenario completamente diferente en el corto transcurrir de las últimas décadas.


A L F O N S O C A LI I JO C A R B A J O

B IB L IO G R A F ÍA DE C A R L O S C A L L E JO S E R R A N O SO B R E H IS T O R IA , A R T E Y A R Q U E O L O G ÍA

I N E L C E N T E N A R I O D E S U N A C IM IE N T O . C A R L O S C A L L E J O Y LA A R Q U E O L O G IA

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Libros, folletos y pub licacion es exclusivas

Revista Técnica de Turismo.

(1950): Conductores del Mundo (Cronología Universal de todas las magistraturas de la Historia). (En colaboración con Julio Ganzo). Ed. Aguilar, Colección Crisol, n. 306. Madrid. (1955): Arte Moderno y Arte Eterno. Cuadernos Alcántara, n. 15, Cáceres. (1957): La Colección Monetaria del Museo de Cáceres. Catálogo y estudio crítico. Servicios Culturales de la Diputación de Cáceres. (1958): La cueva prehistórica de Maltravieso, junto a Cáceres. Publicaciones de la Biblioteca Pública de la Ciudad. Cáceres. (1958): El Monasterio de Guadalupe. Col. Monumentos Cardinales de España, n. XXI. (Reed. 4.a edición, color, 1980). Ed. Plus Ultra, Madrid. (1960): Cáceres Monumental. Col Monumentos Cardinales de España, n. XXV. (Reed. 4.a edición, color, 1980). Ed. Plus Ultra. Madrid. (1961): Guadalupe y sus títulos de Hispanidad. Sevilla. (1962): El origen y el nombre de Cáceres. Ed. Caja de Ahorros de Cáceres. (1963): La Cité de Cáceres. (Versión frangaise Anne Marie Brun). Madrid. (1963): Extremadura. Temas españoles, n. 441. Editora Nacional. Madrid. (1964): Badajoz y su provincia. Ed. Aries, Barcelona. (1980): Los orígenes de Cáceres (Arqueología, historia antigua y tradición de la ciudad). I.C. El Brócense. Cáceres. (1981): l a Valentía fundada por Junio Bruto (estudio actual de un enigma histórico). I.C. El Brócense. Cáceres.

XVIII, Badajoz.

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))

Separatas de revistas y artículos en p u b licaciones esp ecializadas.

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1956

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1957

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“El nuevo mensaje de M altravieso”. Extremadura, 8-1-57. “La vida en Cáceres hace cinco mil años. Los maltraviesenses”. Extremadura, 19-3-57. “Las bellas iglesias góticas del norte de Extremadura”. Hoy, 30-5-57. “Osos, rinocerontes e hienas en M altravieso”. Extremadura, 16-11-57. El año artístico y arqueológico en Cáceres”. Hoy, 31-12-57.

I N I L C E N T E N A R IO D E S U N A C IM IE N T O . C A R L O S C A L L E JO V LA A R Q U E O L O G IA

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1959 "Panorama artístico y arqueológico de Cáceres durante 1958”. Hoy, 16-1-59. "Cifra histórica de las murallas de Cáceres”. Extremadura, 8-4-59. “Nuevos vestigios del abolengo romano en Cáceres”. Extremadura, 27-5-59. “Testigos del Cáceres almohade”. Hoy, 30-5-59. “Al habla con el profesor Martín Almagro”. Extremadura, 10-12-59.

1960 “Se confirma la plena autenticidad de las pinturas de la cueva de Maltravieso”. Diario

Madrid, 8-2-60. “Tesoros prehistóricos en el Museo Provincial”. Extremadura, 27-5-60. “El abate Breuil estudia Maltravieso”. Extremadura, 5-7-60. “Una necrópolis visigoda en Zarza de Granadilla”. Extremadura, 29-8-1960. “Cáceres Monumental” . Extremadura, 1-11-60. “Nuevas exploraciones y hallazgos en Maltravieso”. Extremadura, 4-11-60.

1961 “La Prehistoria en Extremadura”. Extremadura, 9-3-61. “La cultura de los dólmenes en Extremadura” . Extremadura, 27-5-61. “Celtas y celtíberos en la submeseta extremeña”. Hoy, 30-5-61. “Cáparra, antecesora de Plasencia en la época romana”. Hoy, 9-6-61. “Las tres etapas del renacimiento de Guadalupe”. Extremadura, 10-9-61. - “El retablo de Santa María”. Extremadura, 27-9-61.

1962 - “El ara de Torremenga”. Extremadura, 24-1-62. -

“El casi desconocido calvario del retablo de Santa María”. Extremadura, 18-4-62. “Una basílica visigoda en Ibahemando”. Hoy, 30-5-62. “Arte religioso en Jarandilla” . Hoy, 29-9-62. “Sobre el museo”. Hoy, 12-10-62. “La diosa Ceres y la torre del Bujaco”. Hoy, 27-10-62.

1963 - “Sobre el nombre de Trujillo”. Extremadura, 22-3-63. - “En tomo a Alcántara y su puente”. Extremadura, 2-4-63. “Con, sobre y tras el puente de Alcántara”. Hoy, 17-4-63. - “La estela romana de Jarandilla”. Extremadura, 27-5-63. - “La cueva de Maltravieso, Monumento Nacional”. Extremadura, 2-7-63. - “Un monumento a la Valentía lusitana”. Hoy, 21-8-63. - “Los torques de oro de Berzocana”. Extremadura, 28-9-63. - “Roma en la Alta Extremadura”. Hoy, 28-9-63. - “Testigos del Cáceres almohade”. Hoy, 30-9-63.


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A L F O N S O CAI 11 ,IO C A R B A J O

1964

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“Valorización del Cáceres antiguo” . Hoy, 28-5-64. “Población romana en Campolugar”. Extremadura, 28-5-64. “Los bellos campanarios de la Baja Extremadura”. ABC, 9-7-64. “Valencia de Alcántara acuñó moneda visigoda” . Hoy, 22-8-64. “Las excavaciones en la necrópolis romana de Campolugar”. Extremadura, 15-11-

I N t t C E N T E N A R I O D E S U N A C IM IE N T O . C A R L O S C A L L E J O V LA A R Q U E O L O G IA

1971

"Una obra de José Bueno sobre el sepulcro de Santa Eulalia”. Extremadura, 10-4-71. 1973

«Una aclaración sobre “Cáceres el Viejo”». Extremadura, 30-1-73. “ En el siglo XX ningún autor serio sitúa en Badajoz a la Pax Augusta”. Hoy, 5-12-73. "Los problemas históricos de Extremadura”. Hoy, diciembre 1973. “ Brillante porvenir de la Arqueología cacereña”. Hoy, 26-12-73.

64. “Dos aras votivas romanas en tierras cacereñas”. Extremadura, 29-12-64.

1974

1965

-

“Cáceres y la Hispanidad”. Hoy, 22-5-65. “Portugal, hermano en gloria” . ABC, 26-5-65. “Los nombres de Extremadura”. Hoy, agosto. “Ni Alkázares ni Kazires”. Extremadura, 12-10-65.

“El segundo milenario de Augusta Emérita”. Hoy, 21-3-74. “ La Arqueología de Cáceres de Miguel Beltrán”. Extremadura, 28-5-74. 1975

“Cáceres, medalla de honor”. Extremadura, 26-4-75. «Una nueva publicación sobre “Cáceres el Viejo”». Extremadura, 27-3-75. «Inscripciones trujillanas en “Aldehuela del M ordazo”». Extremadura, 28-5-75. «La estatua de “Ceres” debería instalarse en el Museo Provincial». Extremadura,

1966

-

“La Vera de Cáceres, último recreo de Carlos I. Diario de Barcelona, 1-5-66. “Ante el Bimilenario de Norba Cesarina. Hoy, 31-5-66.

27-9-75.

1967

-

-

“Dos mil años de edad (I)”. Hoy, 6-1-67. “Dos mil años de edad (II)”. Hoy, 27-1-67. “Por los mares de Extremadura”. Diario de Barcelona, 29-1-67. “Dos mensajes del Cáceres bimilenario”. Hoy, 27-5-67. “Dos monedas de Cayo Norbano”. Extremadura, 27-5-67. “Norba aquí y ahora”. Hoy, 30-6-67. “El segundo milenario de Cáceres”. Diario de Barcelona, 6-8-67. “Las fábulas de la historiografía regional”. Hoy, 29-9-67. “Cáceres hoy y Norba ayer”. Hoy, 15-11-67. “Una nueva norbana despide al Bimilenario”. Extremadura, 18-12-67.

“Inés Suárez de Figueroa, extremeña y madrina de Chile” . Extremadura, 10-12-75. 1976

“Los carlistas (I)”. Extremadura, 17-7-76. “Los carlistas (II)”. Extremadura, 20-7-76. 1977

“La antihistoria española”. Extremadura, 12-3-77. «“Ceres” debe pasar al Museo Provincial». Hoy, 14-7-77. 1979

“Maltravieso en la obra del abate Verbrugge”. Extremadura, 12-10-79. 1980

“Grave atentado al patrimonio artístico de Cáceres”. Extremadura, 9-2-80. “Monfragüe y no Montfragüe”. Suplemento Alminar, septiembre 80.

1968

-

“Julia Contrasta y otros mitos toponímicos extremeños”. Hoy, 29-5-68. “La cueva de Maltravieso, gravemente dañada”. Extremadura, 21-6-68. “¿Se va a perder la cueva de M altravieso?” Hoy, 28-6-68.

1982

-

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-

-

«Extremadura no es “Extremadurii”». Suplemento Alminar n. 50, diciembre 83.

“La cueva de Maltravieso en el próximo Congreso Nacional de Arqueología”. Diario

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de Barcelona, 5-3-69.

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“Campo de urnas en Malpartida de Cáceres”. Extremadura, 17-2-69. “Importante descubrimiento en el Palacio de Ovando”. Extremadura, 10-6-69. “Más descubrimientos en la Cueva de Maltravieso”. Extremadura, 8-7-69. “De Re Arqueológica (I)”. Hoy, 12-8-69. “De Re Arqueológica (II)”. Hoy, 4-9-69. “Viriato y Extremadura”. Hoy, 26-9-69.

-

1970

-

“Sobre expolios arqueológicos”. Hoy, 24-8-82.

1983

1969

-

“Los ocho siglos de la Orden de Santiago”. Hoy, 30-5-70.

55

“Callejeo indiano”. Extremadura, 24-1-85. “Las dos civilizaciones”. Hoy, 14-4-85.

1986

“La venganza de Cortés”. Extremadura, 6-7-86. “Sobre las pinturas de Maltravieso”. Extremadura, 8-10-86.


56

A L F O N S O C A I 11 l<> C AH ItA JO

d) C on ferencias e in terven cion es en congresos

r

i u / v / n v m « / u c o u fvm w/wc/v /

1981

El símbolo de la mano en las pinturas rupestres. XI Coloquios Históricos de 1957

-

Apuntes para una etnografía extremeña. Cáceres.

1960

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Cáceres en la Historia y en la Prehistoria. Cáceres, 15-2-60.

1964

Arqueología humana da Lusitania. Casa da Beira Alta. Instituto de Estudios Lusitanos de Arqueología e Historia. Oporto, 6-11-1964. 1965

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El arte en Cáceres Monumental. Cáceres, 17-4-65.

1965

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Misión moderna de Guadalupe. Cáceres, 18-12-65.

1970

- Proyección de Cáceres sobre la etnología y la Historia. I Semana Turístico-Cultural de Extremadura. Escuela de Turismo, abril, Mérida. 1974

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El extraño sino de la ermita de la Berrocosa en Jarandilla. IV Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo.

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Las inscripciones turgalenses de Aldehuela de Mordazo. V Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo.

1975

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Teogonia extremeña. Ayuntamiento de Cáceres. Centenario Núñez de Balboa, 12-12-75.

1976

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El partido de Trujillo antes de la división provincial de 1833. VI Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo.

1977

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Omisiones y errores en el mapa provincial de Cáceres de 1973. VII Coloquios Históricos de Extremadura, Trujillo.

1978

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La belleza y el nombre de Monfragüe. VIII Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo, septiembre.

1979

-

Notas sobre Arqueología del norte de la provincia de Cáceres. IX Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo 1979

1979

-

La cuestión del “Oppidum Valentía ” fundado por Junio Bruto. VI Congreso de Estudios Extremeños. Trujillo-Mérida-Badajoz.

1980

-

Inés Suárez de Figueroa, extremeña y madrina de Chile. X Coloquios Históricos de Extremadura, 26-9-80.

Extremadura, Trujillo, septiembre. 1982

Origen del nombre de Extremadura. VII Congreso de Estudios Extremeños. Cáceres. 1983

Actuación de la Comisión Provincial de Monumentos en los últimos 25 años. Cáceres, 25-1-1983. 1983

Paladines sin suerte: los conquistadores extremeños. Discurso de entrada en la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes. Cáceres, 17-4-83.


GLOSA A LOS "ESTUDIOS DEDICADO S A CARLOS CALLEJO SERRANO" (1979)

EUSTAQUIO SÁNCHEZ SALOR Catedrático de la Universidad de Extremadura

Cuando en octubre de 1971 llegamos 'al Colegio Universitario de Cáceres un grupo de jóvenes profesores dirigidos por el profesor Senabre, llegamos con la ilusión de poner en marcha un proyecto universitario para nuestra provincia y capital; de la importancia de aquellos inicios dan fe los resultados actuales, con una universidad ya de tamaño considerable y en el camino de la plenitud. -----------------------Pero no sólo se trataba de la ilusión de poner en marcha un proyecto uni­ versitario, puesto que el primer cen­ tro era un centro de Letras, también llegamos con las ganas de estudiar todo aquello que se refiere a la cul­ tura cacereña: su historia, su arte, sus personajes ilustres, sus humanistas. Y en este terreno nos encontramos con que, ya antes de la creación del primer centro universitario, había habido importantes logros culturales en Cáceres; logros que habían sido el resultado de esfuerzos individua­ les sobrehumanos llevados a cabo por auténticos pioneros de la cultura cacereña y extremeña; justo es reco­ nocer el enorme mérito de aquellos ______________________________ _______


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pioneros. Mérito que es mucho mayor, si tenemos en cuenta que su actividad in­ vestigadora en el campo de la cultura y de la historia extremeñas ofrecía en mu­ chos casos — como es, sin duda, el de Carlos Callejo— el carácter desinteresado y generoso de la ciencia en estado puro, no forzada ni inducida por obligaciones administrativas o académicas, como tampoco generada por la necesidad de jus­ tificar una dedicación exclusiva o de alcanzar alguna subvención de cualquier organismo ministerial o autonómico; entonces no había, para la cultura, las sub­ venciones que hay hoy, con frecuencia caídas en saco roto; ni era una investiga­ ción forzada tampoco por la necesidad de presentarse a unas oposiciones en las que, entonces, muchas veces se medían los trabajos de investigación por su peso y por su tamaño, o por la necesidad de justificar una determinada labor investiga­ dora cada número determinado de años. Y, sin embargo, ahí están los resultados: desde la toponimia a la arqueología pasando por la historia, el arte o la entomo­ logía, la mirada sagaz, la comprobación minuciosa, la rigurosa concatenación de hipótesis y deducciones son factores constantes en la tarea investigadora de mu­ chos de aquellos pioneros; aunque — también es verdad— hubo otros, simples aficionados, que no lograron nunca, aun pertrechados de la mejor voluntad del mundo, superar los peligros del simple ensayismo científico. Pero en el caso de los primeros, de aquellos que fueron protagonistas de una rigurosa investigación, de aquellos cultivadores de la cultura extremeña antes de la llegada de la Univer­ sidad, son el esfuerzo por un lado y el desinterés y la generosidad, por otro, las cualidades que más habría que destacar. Y entre esos generosos cultivadores de la cultura cacereña hay que colocar, en lugar destacado, a Carlos Callejo. El tuvo la suerte, además, de vivir a caballo en­ tre la época extremeña preuniversitaria y la universitaria. Él representa, en el te­ rreno de la cultura cacereña, el lazo de unión entre una época y otra; por ello, no es extraño que los primeros que tuvimos la suerte de participar en aquel primer ilusionante proyecto universitario cacereño pensáramos en rendir un homenaje al que era, insisto, el lazo de unión entre una época y otra. El homenaje fue promo­ vido por la que ya era Facultad de Filosofía y Letras de la joven Universidad de Extremadura. El ya fallecido Angel Rodríguez Sánchez, historiador incansable y rastreador de los archivos parroquiales cacereños de la edad moderna; el también fallecido Román García, enamorado de esta tierra; Gonzalo Barrientes, geógrafo; Enrique Cerrillo, quien desde la Universidad compartía con Carlos Callejo in­ quietudes arqueológicas; y otros, entre los que me encontraba yo mismo, pensa­ mos, en efecto, reunir en un volumen homenaje a Carlos Callejo trabajos de estu­ diosos universitarios, por una parte, y de estudiosos desinteresados y generosos, no universitarios, por otra, para que así, en ese volumen, estuvieran juntos los dos mundos culturales que se habían unido en vida de Carlos Callejo: el preuniversi­ tario y el universitario. Así apareció en Cáceres, en 1979, el volumen titulado Estudios dedicados a Carlos Callejo Serrano. Ochocientas cincuenta y seis páginas en honor de este

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pionero de la investigación cultural cacereña. Fue publicado por la Diputación Provincial de Cáceres; esta no había constituido todavía su Institución Cultural El Brócense, que sería después la encargada de patrocinar publicaciones de este tipo; por ello fueron los servicios culturales de la diputación los responsables de la publicación de volumen. Tras un par de fotos de Carlos Callejo — una de ellas, entrañable, aquella en la aparece en 1960 junto al profesor Martín Almagro Basch en una de las primeras exploraciones de la cueva del Maltravieso— , hay un prólogo del entonces presi­ dente de la diputación, Felipe Camisón Asensio. De ese prólogo son estas pala­ bras. “N o es preciso señalar que el germen universitario ha tenido que basarse en el esfuerzo de hombres que, desde Extremadura, han sabido mantener el interés por la investigación científica. Y Carlos Callejo Serrano es un ejemplar egregio de esta estirpe científica” . Con estas palabras, Felipe Camisón incidía desde el principio en esa condición de germen universitario de nuestro homenajeado y de lazo de unión entre lo preuniversitario y lo universitario. Y más adelante dice el mismo prologuista: “ En esta línea de amor y comprensión a lo universitario inci­ de el que la Corporación Provincial acoja cordialmente y entienda perfectamente, además de valorarlo y apreciarlo, el gesto magnífico de la Comisión Pro-homenaje a Carlos Callejo, integrada por valiosos profesores de la Universidad Extre­ meña. Hay homenajes forzados desde fuera y homenajes obligados desde dentro: tal es éste a Carlos Callejo Serrano, por la unánime convergencia de conviccio­ nes y sentimientos, al reconocer la obra, los valores científicos, literarios y huma­ nos del mismo” . Y es que no siempre la Universidad sabe honrar ni siquiera a los suyos; pero lo normal es que, si promueve homenajes, los promueva para uno de los suyos; de manera que méritos relevantes debía tener Carlos Callejo cuando, no siendo de la Universidad, mereció que ésta, todavía joven, le rindiera uno. Quizás precisamente por ser joven no tenía todavía en su seno ningún miembro que mereciera un homenaje y lo buscó fuera en una persona que, como dicen las palabras de Felipe Camisón, tenía valores científicos, literarios y humanos que le hacían merecedor de un homenaje universitario. Sus cualidades como investiga­ dor eran las de un universitario. La convocatoria para participar salió de la Facultad de Filosofía y Letras. Y fue una convocatoria, como dice el mismo Presidente de la Diputación, “ entra­ ñable e ilusionada, sumadora y multiplicadora de adhesiones” . Ahí hay, junto a nombres de estudiosos amigos y compañeros de Carlos Callejo en la investi­ gación histórica, nombres de ilustres y prestigiosos universitarios ya en aquella época. En efecto, hoy día, al mirar el índice de participantes, llama la atención la presencia de nombres de prestigio ya en aquellos años en el mundo universi­ tario. María Lourdes Albertos Firmat, la conocida estudiosa de la onomástica prerromana de la península, con un trabajo sobre los vettones y lusitanos en los ejércitos imperiales. Don José Alvarez Sáenz de Buruaga, uno de los más acti­


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vos impulsores de la arqueología e historia antigua extremeña desde su atalaya del Museo romano de Mérida, museo que hoy tiene el brillo que tiene gracias a acertada gestión de años. Alberto Balil. José María Blázquez, maestro de muchos de los historiadores de Grecia y Roma que hay en las Universidades de España, con un trabajo sobre las religiones primitivas de Hispania, tema que ha sido una de sus líneas de investigación más interesantes en los últimos decenios. Francis­ co Jordá, ilustre catedrático entonces de Arqueología de la Universidad salman­ tina. Ripoll Perelló y Moure Rabanillo, que daban a conocer unos grabados de la Cueva de Maltravieso, tan querida por Carlos Callejo. Juan José Sayas, que fue el primer catedrático de Historia antigua de la Universidad de Extremadura. Ricar­ do Senabre, con un trabajo precisamente sobre la obra literaria del propio Carlos Callejo, obra literaria, dice Senabre, que había quedado algo oscurecida por su obra científica, pero que el sagaz crítico que entonces dirigía la Facultad de Filo­ sofía y Letras se encarga de dar a conocer en una aproximación, como él mismo dice, más informativa que analítica. Todos ellos eran universitarios y científicos ya de prestigio en el momento en se les pidió que participaran en el homenaje. Y todos aceptaron y participaron de buen grado y con buenos trabajos. No es fácil conseguirlo. Sin duda que lo con­ seguimos porque la figura del galardonado era atractiva. Junto a ellos, están los trabajos de los que entonces éramos jóvenes profesores universitarios. Gonzalo Barrientes, con un trabajo sobre la emigración cacereña. Enrique Cerrillo con un estudio sobre un tema bien conocido por él: la decora­ ción iconográfica en la iglesias visigodas del siglo VII. César Chaparro, quien hace el análisis de un campo léxico de las Vitas de los padres emeritenses tam­ bién del siglo VII. José Luis Pereira, quien estudia la política cerealista en la villa de Cáceres durante el siglo X VI. Angel Rodríguez quien ofrece un trabajo muy de su línea: Guerra, miseria y corrupción en la Extremadura del X V II, tema que luego daría lugar a un libro. José Luis Sánchez Abal, quien nos sitúa y describe el sistema defensivo del castro de Sansueña. Yo mismo, que hago una propues­ ta de interpretación de topónimos cacereños romanos. Así pues, junto a ilustres maestros universitarios ya consagrados, aparecíamos jóvenes profesores enton­ ces. Pero todos unidos por la Universidad y por la figura de Carlos Callejo; de ahí que todos los temas giraran en tomo a campos que habían sido tratados de alguna manera por el homenajeado: la historia, la arqueología, la toponimia, la epigrafía, el arte cacereño y extremeño. Pero no había sólo universitarios. En el volumen aparecen también muchos investigadores que, como Carlos Callejo, habían practicado la investigación his­ tórica sobre Extremadura al margen de la docencia y de la investigación oficia­ les, pero con el mismo entusiasmo, generosidad y acierto que él. Teodoro Fer­ nández, con un trabajo sobre la ilustre y nobilísima cofradía de San Luis Rey de Francia para Caballeros e hidalgos cacereños. Francisco Fernández Serrano, archivero entonces de la catedral de Zaragoza, quien nos descubre los misterios

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de las ermitas de su pueblo, Garciaz, ermitas de antigua raigambre visigoda. Fer­ nando García Morales, periodista, que nos hizo un reportaje sobre la historia de la historiografía sobre Cáceres el Viejo. Valeriano Gutiérrez Macías. Manuel Te­ rrón Albarrán. Y otros. Con este recorrido que acabo de hacer, he querido destacar algo que ya he apuntado. Y es la unión de estudiosos que diferentes procedencias; en el volumen homenaje promovido por la Facultad de Filosofía y Letras en 1979 en honor de Carlos Callejo se unen por un lado el mundo de la investigación universitaria y, por otro, el mundo de la investigación que se hacía al margen de docencia y de la investigación oficiales. Los dos mundos estaban perfectamente representados en el homenajeado: él había desarrollado su investigación al margen de la docencia y de la investigación oficiales, pero había llegado a tal grado de calidad y pro­ fundidad que bien podía ser considerada de rango universitario. Por eso en este volumen se unieron los dos mundos — el universitario y el extrauniversitario— de la investigación que hasta entonces y por entonces se estaba haciendo sobre la historia de Cáceres y su territorio; de la investigación sobre la historia, el arte, la toponimia, la arqueología, la cultura, en definitiva, cacereñas. Ese había sido el campo de Carlos Callejo y ese quisimos que fuera el campo en que se debían mover los estudios que se ofrecieran para su homenaje.


CARLOS CALLEJO SERRANO. LA SORPRENDENTE VERSATILIDAD DE UN INTELECTUAL

MANUEL VAZ-ROMERO Doctor en Geografía e Historia y escritor

I

EL RECUADRO PERIODÍSTICO Con motivo del centenario del nacimiento de Carlos Callejo Serrano, tuve la satisfacción de publicar, en E l Periódico Extremadura, una interesante columna (obviamente por su contenido y no por el vir­ tuosismo de mi pluma), bajo el título,“ Un cen­ tenario ilustre” , que llevaba fecha de 5 de abril de 2011. Entre otras cosas, decía: “ Un catalán de plurales carismas, venido a estas tierras, en el año 1943, cuando sólo tenía 32 años. Llegaba con una maleta llena de ilusiones y con to­ do un futuro por delante. Trabajaba en Telégrafos. Aquí se casó y aquí tuvo cuatro hi­ jos. No pensaba este hombre enjuto, de rostro magro y gafas con muchas diop­ trías, que iba a ser extremeño durante 50 años. Y, quizás, menos aún, que su


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trayectoria iba a caracterizarse por un tan brillante cursus honorum que su personalidad llegaría a ser conocida en todo el país. Callejo fue un hombre desbordado por un torrente de quehaceres y afi­ ciones, arrastrado por su indeclinable pasión por conocerlo todo, saber de todo, entrando siempre en los más sesudos aspectos científicos, alertado habitualmente ante toda novedad histórica y arqueológica, sin cejar nunca en sus esfuerzos descubridores. Además de graduarse en Electrónica y re­ cibir el título de Ayudante de Telecomunicación, llegaría a ser Conserva­ dor del Museo Provincial de Cáceres, y, posteriormente, director del Mu­ seo Arqueológico, delegado de Excavaciones Arqueológicas, secretario de la Comisión de Monumentos, y Académico Correspondiente de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes. Todo ello le llevaría a relacionarse con la élite de los especialistas del país, quienes veían en él a un solvente científico, a un trabajador infatiga­ ble y a un tenaz buceador de cuanto tuviera para él la más mínima dosis de mordiente científico. Tenacísimo investigador, estaba dotado de un fino olfato para lograr hallazgos insospechados, y de una notable capacidad de análisis para calibrar lo conseguido Finalizaba mi texto periodístico, con éstas palabras: “ Quede esto escrito en su centenario, evitando que el humo del tiem­ po difumine una obra que siempre habrá de recordarse. Ya, en mi libro, H ijos Predilectos y A doptivos de Cáceres, publicado en 2006, reflejé su semblanza biográfica, al estar inserto en este grupo de hombres que dieron prez y categoría a nuestra ciudad” .

ALGUNOS DATOS DE SU BIOGRAFÍA Nuestro personaje nace en Barcelona, el 28 de enero de 1911, año de turbu­ lencias y problemas sociales, como la sublevación del buque de guerra N um ancia, varias huelgas generales en las ciudades de Bilbao, Zaragoza y Sevilla, así como un alzamiento anarquista en Cullera (Valencia); mientras tanto, el gran político español, José Canalejas, actuaba enérgicamente contra la Confederación Nacional de Trabajadores (C N T ), al tiempo que no faltarían otras huelgas parcia­ les en todas las ciudades del norte del país. Tras una vida llena de quehaceres y trabajos de todo tipo, y muy reconoci­ do en las más plurales actividades, científicas, culturales y humanas — como el lector tendrá ocasión de leer, en las siguientes páginas— , fallecía en Cáce­ res en 1993. Después de haber dejado una honda huella por tantas realizacio­ nes y sobre aspectos tan diversos, con abundantes publicaciones, sobre aspec­ tos históricos y novelísticos, así como acerca de sus numerosas incursiones

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en temas de política y botánica, divagaciones artísticas y no pocos trabajos de geografía. De doble ascendencia, castellana y valenciana, y de arraigada tradición tele­ grafista, ya que sus tíos, Carlos y Valentín Callejo, ejercían la profesión en Barce­ lona, desde las primeras décadas del siglo X X. Ciertas circunstancias familiares le obligaron a residir en varios lugares a lo largo de su infancia, como Madrid y ( )rduña, donde realizaría sus primeras enseñanzas, en la que no tardó en descollar; tanto es así que, cuando contaba con sólo siete años de edad, ya había leído

El Quijote. Posteriormente, comenzaba sus estudios de bachillerato con los padres je ­ suítas, durante la permanencia de su familia en Vitoria y Barcelona, ostentando siempre el número uno de sus promociones, dada su puntual dedicación a las ta­ reas escolares y, por supuesto, a su clara inteligencia. De estos estudios, comenzó a destacar, de forma evidente, en los aspectos literarios, lo que se demuestra con el hecho de que, cuando tenía diecisiete años, ya colaboraba asiduamente en al­ guna publicación en Barcelona. En plena II República, en el año 1932, después de haber intentado ingresar en la carrera militar, lo que no consigue, por razones que desconocemos (lo que le supondría — creemos— una cierta frustración, debido a su carácter siempre voluntarioso y trabajador), decidirá acceder al Cuerpo de Telégrafos, mediante oposición, que supera con el número 2 de su promoción. Igualmente — imagi­ namos— que volvería a crecer sensiblemente su autoestima, por este triunfo tan rotundo, así como constituyó una gran alegría para su familia, que, por fin, veía cumplirse lo que Carlos tanto se merecía, suponiendo, a la vez, la solución de ese necesario prim un vivere. Sería destinado, una vez realizado el curso de prácticas, a la localidad de Tárrega (Lérida), en 1933. Transcurridos tres años, en 1936, se vería inmerso de lleno en los trágicos su­ cesos inherentes a la Guerra Civil, por lo que, viendo su vida en peligro, se vería obligado a huir a Francia, ya que su familia era de fuertes convicciones católicas. Era este un episodio amargo en su vida, que no tuvo más remedio que asumir y, luego, susperar, lo que venía a responder, meridianamente, al aserto de Dilthey: “ El hombre es una mezcla de azar, destino y carácter” . El azar nos viene, sin que pongamos nada de nuestra parte; el destino lo labramos, aunque dentro de algu­ nas circunstancias que nos traen y nos llevan, y el carácter sólo es nuestro. Este carácter fue la verdadera palanca que removería todos los obstáculos aparecidos en la vida de Carlos Callejo. Tan pronto como finaliza la contienda, ha de vincularse a la oficina de Telé­ grafos de Villacarrillo, pero muy pronto, en su permanente deseo de superación, aprobará la oposición de Jefe de Líneas, en 1941. Dos años después, en 1943, ya obtenido su título, sería nombrado Jefe de Líneas de Cáceres, la capital de la Alta Extremadura, donde ha de residir hasta su fallecimiento, en 1993. Con anteriori­ dad, lograría obtener, en 1951, el título de ingeniero Técnico de Comunicaciones,


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una satisfacción más alcanzada en su trayectoria profesional, siempre alertada ante nuevos progresos y metas a conseguir. En 1955, sería nombrado Conservador del Museo Provincial de Cáceres, car­ go al que se añaden, en 1957, los de Delegado de Excavaciones Arqueológicas y Secretario de la Comisión Provincial de Monumentos, dedicaciones que le irán posibilitando relacionarse con la cúpula de los especialistas del país, en tales te­ mas. En este mismo año, sería designado Académico Correspondiente de la Aca­ demia de la Historia. Un timbre de honor más que no dudamos le colmaría de or­ gullo y contento, a pesar de ser un hombre humilde y de grave austeridad. La Real Academia de Extremadura, de las Letras y las Artes, cuando estaba recién creada, lo admitió en su seno, en calidad de miembro de número, en la fecha de 17 de abril de 1983. El estrado que ocupó lo hizo mediante un discur­ so de entrada, en el que polemizó brillantemente, con sólidas argumentaciones históricas, a la vez que con una “ vehemente defensa de los valores hispánicos” , mientras rechaba la denominada “ leyenda gris” , que mancharía la memoria y el recuerdo de los forjadores del Nuevo Mundo. Para ello se valió de su trabajo: P aladines sin suerte. L os conquistadores extrem eños. Título que parece esco­ rarse hacia ese mundo, lleno de frustración y heroísmo, simultáneos, de los an­ tihéroes españoles, que, excelentemente, analiza el gran historiador Femando García Cortázar. Por esta época, fue nombrado miembro del Instituto Portugués de Arqueolo­ gía de Lisboa y del Centro de Estudios Lusitanos, de Oporto. Y, posteriormente, recibió el nombramiento de director del Museo Provincial Arqueológico y de Be­ llas Artes, de Cáceres, puesto en el que llegaría a desarrollar una notable labor in­ vestigadora, al tiempo que se fue especializando en trabajos de Prehistoria, His­ toria Antigua, Numismática, Epigrafía, etc. Cesaría a petición propia, en el año 1970. En 1974, recibió el nombramiento de Cronista Oficial de Cáceres y el de presidente de la Comisión Provincial de Monumentos. Finalicemos este breve proceso de su trayectoria profesional, señalando que Carlos Callejo Serrano fue, en síntesis, uno de esos estereotipos de lo que se ha dado en llamar un hombre de pensamiento humanista cristiano, caracterizado de un acentuado conservadurismo a ultranza, pues, según el historiador cacereño, afincado en Sevilla en la actualidad, Ricardo Hurtado de San Antonio: “ no podía ocultar su militancia católica, de corte tradicional e intransigente, contra las nuevas corrientes de aperturismo, de Pablo V I y Juan X X III” .

UNA OBRA BÁSICA, TRIANGULAR Para un estudio con la suficiente apoyatura metodológica, deberemos distri­ buir su obra en estas tres vertientes: a) Obras que versan sobre aspectos de investigación histórica. La gran pasión de su vida, que le movía a una investigación, siempre sesuda y razonada,

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de numerosos temas, llevado de su innata curiosidad, ya por su misma complejidad temática, ya por el propio interés que le suscitaba. b) Obras que tuvieron que ver con una interesante parcela literaria. Segmento éste que también llegó a trabajar, dado su irrefrenable sentido de la univer­ salidad de los conocimientos, que tanto le gustaba conseguir, llevado de su innato sentido proveniente del Renacimiento, que jamás abandonó, a lo largo de su vida. c) Colaboraciones con la prensa local y regional — a la que siempre estuvo unido— , y con diarios de tirada nacional, que, en tantas ocasiones, acogie­ ron sus trabajos, dado el crédito que había llegado a alcanzar, como sol­ vente intelectual. Como, por ejemplo, con el diario M adrid , cuyo edificio sería volado, en su día, y su director, Calvo Serer, proscrito por el régimen franquista.

UN HALLAZGO ESTELAR QUE HIZO HISTORIA: MALTRAVIESO En el artículo mencionado al inicio de este trabajo, publicado en el diario lo­ cal citado, escribía yo al respecto: “ Pero el logro estrella de Callejo sería el hallazgo de Maltravieso, des­ cubriendo y divulgando, en 1956, sus pinturas rupestres, posteriormente estudiadas por Martín Almagro y Breuil. Descubrmiento que potenció en publicaciones y congresos nacionales, y en el periódico E xtrem adura Antes de hablar de tales pinturas rupestres, es necesario hacer referencia al he­ cho de que, en 1951, en el llamado “ camino de Maltravieso” , situado en el térmi­ no municipal de Cáceres, se estaba realizando una explotación de caliza para la obtención de cal. A causa de una explosión de barreno, sorprendentemente apare­ ció una cavidad que se correspondía con una de las salas de la Cueva de Maltra­ vieso. Así las cosas, los obreros penetraron en el interior, hallando restos humanos claramente asociados a un tipo de cerámicas; más tarde, serían exhumados varios cráneos del Homo Sapiens, uno de los cuales presentaba una clara trepanación. Tales descubrimientos llamaron la atención de varios ilustres intelectuales cacereños, como el entonces director del Museo Provincial, Ortí Belmonte, el con­ de San Miguel, Eduardo y Francisco Hernández Pacheco y José Álvarez Sáenz de Buruaga, el cual se encargó de difundir la noticia mediante el Archivo Español de Arqueología. N i que decir tiene que, muy pronto, el verdadero protagonista de este momento, Carlos Callejo, se convertiría en cronista y estudioso de dicha ca­ vidad, en los primeros años de dicho descubrimiento. De todas formas, y a pesar de la importancia de los restos encontrados, continuarían las obras de la cantera, lo que, parece ser, supuso la destrucción de unos 30 metros de la denominada “ Sala del Descubrimiento” .


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Posteriormente, se amplió el número de restos, de al menos cuatro cráneos humanos, junto con otros fragmentos, pero, en la actualidad, sólo se conserva una pequeña parte de ese material. Lo mismo, acontecería con la cerámica, pues, según Callejo, era abundante al principio, pero, en la fecha de la publicación de su monografía, había desaparecido una gran parte de ella. De la misma manera, fueron recogidos restos paleontológicos, que fueron estudiados por Miguel Crusafont Pairó y Francisco Hernández Pacheco. Todos los materiales recuperados, en el momento del descubrimiento fueron depositados en el Museo Provincial de Cáceres, destacando entre ellos el que presenta una trepanación en el parietal izquierdo, con señales de regeneración ósea, razón para creer que este individuo sobrevivió. Débese afirmar, una vez referido el contexto anterior de la famosa cueva, que el hallazgo de más calado realizado por nuestro protagonista consistió en el descubrimiento y divulgación, en dicho año, de mencionadas pinturas rupestres de la Cueva de Maltravieso, ubicadas en las inmediaciones de Cáceres. Callejo, por tanto, fue el “ divulgador y valedor” del yacimiento, esforzándose, con tesón e indeclinable voluntad, a pesar de los sinsabores por los que hubo de pasar, en potenciar tales hallazgos, en las más diversas publicaciones y Congresos nacio­ nales, así como en el diario E xtrem adura , a través del ensayo: “ El nuevo men­ saje de Maltravieso” , publicado en enero de 1957, primer artículo de una serie de cuatro, a lo largo de once días, con plano incluido en uno de ellos; trabajos que hemos leído con auténtico placer. Un nuevo trabajo versó sobre: “ La vida de Cáceres, hace cinco mil años. Los maltravienses” , que estaba acompañado de algunas ánforas y diversos utensilios. Y, otro más: “ Cáceres, en la Prehistoria” , que señalaba que, en dicha cueva de Maltravieso, tuvo lugar la sorprendente e inesperada existencia de fieras, como osos, rinocerontes y hienas (¡!). Otras investigaciones, publicadas en dicho periódico, fueron: “ La colección monetaria del Museo de Cáceres” (junio de 1958), en que destacaba la importan­ cia de la misma. En este mismo año, Callejo presentaba el primer estudio de la cavidad, denominado: La Cueva Prehistórica de M altravieso, ju n to a Cáceres (1958), (publicaciones de la Biblioteca Pública de la ciudad. Cáceres), mostrando los restos humanos hallados, las cerámicas y un primer análisis de las pinturas, referidas al Paleolítico Superior. A l mismo tiempo contemplará un conjunto de nueve paneles con pinturas, con un total de tres motivos artísticos principales; como manos en negativo, serie de puntos y trianguliformes. Por otra parte, deduce las técnicas utilizadas en su material realización, así como sus posibles concomitancias con otras manifesta­ ciones artísticas europeas. Los nuevos estudios llevados a cabo, junto con las ex­ ploraciones realizadas, en 1959, por Carlos Callejo y Martín Almagro, propicia­ ron descubrir nuevos restos humanos y otras pinturas rupestres. Otro trabajo publicado por nuestro arqueólogo, aunque en otro ángulo de sus investigaciones, fue el denominado “ Cifra histórica de las murallas, de Cáceres”

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( nbri I de 1959), que vuelve a ser el primero de otra serie de artículos. Por estas fe­ chas, también sacaría a la luz “ Abolengo romano de Cáceres” , en el que llamaba In atención de nuevos y sorprendentes vestigios, en relación con la impregnación de la influencia romana en la ciudad. Finalmente, hagamos referencia a su obra ( 'onductores del m undo, inserta en la colección Crisol, en la que se llevó a cabo la realización de un análisis divulgador, acerca de destacados personajes de los más importantes países. En el año 1963, la Cueva de Maltravieso sería declarada Monumento Histó­ rico Artístico, en base a la ley republicana de “ Protección del Tesoro Artístico Nacional” , vigente desde 1933. A pesar de esta denominación, la famosa cueva sufriría graves daños por destrozos ocurridos en la primera mitad de su retiñ­ ió y un total desplome de bóvedas en la segunda. Por esta razón, dicha gruta ha quedado completamente inútil para su correspondiente visita, pues resulta suma­ mente peligrosa, habiéndose perdido seis de los 24 paneles de pinturas rupestres. I ales daños los comentó Carlos Callejo, en el diario Extrem adura, con fecha 21 de junio de 1968. Años después, en 1985, se declara “ Bien de Interés Cultural” , tras la aproba­ ción de la Ley 16/1985, de Patrimonio Histórico Español, gozando de su máxima protección. Por otra parte, es preciso resaltar que la Junta de Extremadura asumió las competencias de su protección al aprobar la Ley 2/1999, de Patrimonio Histó­ rico y Cultural de Extremadura. Posteriormente a todo lo dicho, se ha de señalar que la Cueva de Maltravieso lia seguido siendo estudiada, como en 1995, bajo el patrocinio de la Junta de Ex­ tremadura, con el proyecto de investigar el arte rupestre de la cavidad sirviéndose de tecnologías modernas, tales como el uso de fotografías ultravioletas y el trata­ miento infográfíco de las fotografías digitales realizadas en busca de detalles que, por el estado de conservación de las pinturas, son perceptibles, a simple vista. Años después, en 1999, se inauguraba un Centro de Interpretación, incorpo­ rado a la Red de Museos de Extremadura, y dependiente de la sección de arqueo­ logía del Museo Provincial de Cáceres. Con anterioridad, en 1987, la Diputación Provincial promovió la rehabilitación de la zona de la cueva, al englobarse en el casco urbano de la ciudad, para evitar la situación de abandono y degradación que estaba sufriendo hasta entonces. Posteriormente a lo mencionado, no han ce­ jado los estudios sobre la cavidad, como los realizados, entre 2001 y 2007, por el “ Equipo los Primeros Pobladores de Extremadura (EPPEX)” . Así mismo, no se ha dejado de hacer limpieza de la cueva y realizados otros sondeos en busca de más restos arqueológicos. El resultado ha sido un esqueleto infantil humano. Igualmente, varias de sus salas han sido excavadas, con el fin primordial de hallar los restos asociados a los artistas que pintaron las manifesta­ ciones rupestres. En conclusión, después de tantas excavaciones e investigacio­ nes, se ha llegado a determinar que han existido tres momentos de uso de la cavi­ dad: Paleolítico Inferior, Paleolítico Superior y Edad del Bronce.


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Sólo nos queda por indicar que las pinturas rupestres, descubiertas por Carlos Callejo en el año 1956, pueden ser consideradas como una de las pocas manifes­ taciones rupestres, en el interior peninsular, y las únicas pictóricas de Extremadu­ ra. Pinturas que han sido clasificadas así: “ Puntiformes, elementos lineales, zoomorfos (cérvidos, carpidos y un bóvido), manos (con y sin meñique). Otros escritos publicados por Callejo, sobre la Cueva de Maltravieso son los siguientes: - “ El nuevo mensaje de Maltravieso” (1957). In Extrem adura. - “ Osos, rinocerontes e hienas, en Maltravieso” (1957). In Extrem adura. - “ Un lustro de investigación arqueológica en la Alta Extremadura. Revista de E studios Extremeños. X V III, pp. 279-285. - “ Catálogo de las pinturas de la Cueva de Maltravieso. In (A. Beltrán, ed.) A ctas del Congreso N acional de Arqueología. Mérida, 1969, pp. 154-174. - “ Las cuevas del Calerizo de Cáceres” . A ctas del V Congreso de Estudios Extrem eños. (Vol. III), pp. 57 y ss.

“EL PUENTE ROMANO DE ALCÁNTARA EN SECO”. CARLOS CALLEJO (SEPARATA DEL ARCHIVO ESPAÑOL VOL. 43-1970. NÚMS. 121-122, PP. 213-217). A l rastrear la bibliografía de Carlos Callejo, me ha llamado mucho la aten­ ción, dentro del siempre apasionante universo de la arqueología, su trabajo sobre el Puente Romano de Alcántara, “ en seco” . Por eso quiero dejar reflejado aquí algunos de sus fragmentos, por la curiosidad e interés que pueden suscitar en el lector. Este interesante artículo, que el mismo Callejo ilustra con su máquina fo ­ tográfica, habitualmente alerta y muy conocedora de los ángulos y detalles que investiga, de los monumentos, tiene como su mayor novedad, el que aquél con­ templa el puente, no alanceado por las tumultuosas aguas de un día de crecida, o en la corriente, diaria, que discurre bajo los ojos de dicho puente, sino permane­ ciendo “ seco” , para, de esta manera, estudiar bien sus cimientos, vigorosamente asentados en la roca que circunda tan majestuosa obra. Después de hacer una pequeña introducción sobre su ubicación, en las proxi­ midades de la localidad de Alcántara (Cáceres), construido en la época del empe­ rador Trajano, hace referencia a los estudios que, con anterioridad, se habían rea­ lizado acerca de este magno puente, singularmente el de J.R. Mélida. ( Catálogo M onum ental de España. Provincia de Cáceres, I, 118 ss. Madrid, 1924). Pasa, después, a dar detalles y pormenores sobre sus dimensiones, sin dejar de fijarse en la inscripción que data la terminación de “ esta insigne fábrica” , en el año 106 de Jesucristo, consagrándolo a dicho emperador, y en otra inscripción que nos explica que el autor es el arquitecto Cayo Julio Lacer. Más adelante, se refiere al pantano de Alcántara, “ gigantesco lago artificial que embalsa el río Tajo, con un volumen de agua de 3.300 millones de metros

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nibicos” , cuya presa se halla “ construida 600 metros aguas arriba del puente roinnno” . En septiembre de 1969, terminadas las obras de la presa, se iniciaría la operación de “ embalsamamiento” , para lo cual, dice: “ hubo que taponar los túneles que daban paso al caudal del río, desde que se empezó el trabajo. Quedó, pues, el lecho del Tajo completamente en seco desde la presa, hasta varios kilómetros cauce abajo. El puente roma­ no quedó sin río, posiblemente por primera vez en su historia. Este hecho, sigue explicándonos, constituía una curiosidad irrefrenable para cuantas personas estuvieran interesadas en la arqueología romana” . Es cierto que Callejo, al constatar lo importante que era para él el estado en que se encontraba el puente, mostrando sus raíces y cimientos, no dudó en trasla­ darse al mismo, “ con objeto de tomar algunas notas y fotografías” , que tratarían de esos secretos, quizás poco importantes, pero que han permanecido diecinueve siglos en el incógnito. Habla luego de su débito, que suele ser muy variable; aunque, matizando, afirma que en ciertas épocas ofrece un: “ voluminoso caudal, que en este punto sube a gran altura; de ahí la des­ mesurada que dio a su puente el arquitecto Lacer. Aunque, en épocas de fuerte estiaje, no será grande su caudal, pero siendo el lecho del Tajo — di­ ce— bastante encañonado, siempre la corriente es fuerte” . Se centra, seguidamente, en sus arcos, “ de desigual anchura” , apoyados en gruesos pilares, de forma pentagonal que descansan sobre el terreno de roca de pizarra, mientras se fija en las diferentes características de cada uno de ellos. Tras hacer unos comentarios sobre los mismos, viene a concluir que: “ se ha podido comprobar que, en la construcción de los dos más gran­ des, no hubo probablemente necesidad de resolver difíciles problemas de ingeniería” . No obstante, por otra parte, Callejo no deja de hacer referencia a la sabiduría del constructor, que solventaría cualquier dificultad que se le hubiese interpuesto en tan ambiciosa obra. Hace, a continuación, exhaustivas mediciones sobre las longitudes y superficies de mencionados pilares. Sigue su sugestivo trabajo dando detalles al lector, en cuanto a la construcción de tales pilares: “ Como hemos dicho, una vez puesta al descubierto la masa rocosa, sobre la que iban a construir los pilares principales, se procedió a aplanar


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estas rocas y encima se fueron colocando, en primer lugar, naturalmente, el enorme relleno de hormigón necesario y luego las hiladas graníticas de revestimiento, las cuales, como es usual en la construcción romana, están colocadas sin trabazón alguna (...)” . Una vez que ya no da más datos sobre la naturaleza de los sillares que con­ forman los pilares, sigue ahora con este otro detalle anecdótico, no exento de in­ terés: “ Junto a la base de estos pilares, en el lecho del río, se acumulaban nu­ merosos restos de fábricas, procedentes de las varias destrucciones que ha sufrido el puente, entre ellos muchos de los primitivos sillares romanos, que cayeron de las zonas altas” . Continúa luego señalando que el 10 de octubre, una vez acopiada, en el em­ balse, la cantidad de agua prevista por los técnicos, “ volvió a darse suelta a una parte del caudal del Tajo, recuperando el puente, pues, su aspecto ordinario y desapareciendo bajo el agua, otra vez, los basamentos descritos” . Finaliza su sabroso trabajo, como una perla más de lo mucho que nos dejó este sabio investigador, descubridor de insospechadas aventuras científicas, que fueron la pasión de su vida, se expresó de esta manera: “ Quede aquí constancia de este episodio, único en la vida del más fa­ moso de los puentes romanos, y algunas muestras gráficas de los porme­ nores de la construcción y del aspecto que ofreció en el momento inicial de esta, del cual difícilmente haya podido mostrarse a los humanos en el curso de la historia” . Nota: Esta separata del citado Archivo Español de Arqueología, sobre el tra­ bajo realizado por Carlos Callejo, va acompañada por las siguientes fotografías, cuyos pies pasamos a señalar: 1. “ El puente de Alcántara visto desde el lado Este” . 2. “ El puente, desde la parte oeste, al fondo la presa” . 3. “ Parte baja del pilar cuarto” . 4. “ Basamento del pilar tercero. A la derecha, pilar cuarto y arranque del ter­ cero” .

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HISTORIADOR, COLABORADOR DE PERIÓDICOS Y DE REVISTAS ESPECIALIZADAS Como colofón a lo dicho, añadimos otras tareas científicas, que llegaron a alcanzar un alto valor histórico, por lo que, por su significación investigadora, deben estar presentes para un mejor conocimiento de sus plurales realizaciones. Como, por ejemplo, su producción histórica, cuyo listado de publicaciones lo aplazamos para el apartado que ha de conformar la bibliografía básica de Carlos Callejo. Con respecto a sus artículos, se ha de señalar que fue un asiduo colaborador de algunos periódicos, debiéndose mencionar los de la región: Extrem adura , de Cáceres, y H oy, de Badajoz, así como los foráneos: D iario M adrid (del que fue corresponsal de 1954 a 1964), el D iario de Barcelona (1966-1970) y E l Pensa­ m iento Navarro. A través de la agencia “ Logos” , fue corresponsal del Idea! de Granada, Ideal galego, el Correo Catalán y La Verdad de M urcia (1967-1970). Tal fue su permanente colaboración periodística que llegaría a publicar más de 2.100 artículos, del más variado contenido. A este respecto, se ha de añadir lo que nos ha comunicado su hijo Alfonso, avezado articulista del diario H oy, muy leído por los lectores. De casta le viene al galgo, según el adagio. Estas son sus palabras: “ Como observador de la realidad, escribe su hijo Alfonso, llegó a supe­ rar la cifra de mil setecientos artículos de opinión, a lo largo de su vida, en distintos medios, fundamentalmente extremeños” (Véase artículo citado, “ Carlos Callejo Serrano” , en revista A rs et Sapientia, p. 12). Fue, también, un gran colaborador de revistas, especialmente de la que, por estos años, tanto prestigio tenía, por las plumas que en ella escribían, como era la muy acreditada Alcántara, de la que fue nombrado director en 1970, donde ya venía colaborando en su labor de crítico literario. Parece ser que, en sus nueve años de mandato, durante los cuales publicó numerosos trabajos y algunas críti­ cas científicas, tuvo que sufrir la escasez de los presupuestos para poder mante­ ner dicha publicación. Su cese tuvo lugar en 1979, en que la Diputación y la Uni­ versidad de Extremadura le tributaron un homenaje. La revista A lcántara tuvo una segunda época efímera y mortecina, lo que re­ vertió en la disminución de suscripciones, y, por ende, de lectores. Pasados tres años, el profesor de la universidad extremeña, Romano García, un intelectual de acusada erudición, tomaría el timón de la misma, a la que supo insuflar nuevos bríos, aunque incorporando al texto de turno los inevitables cambios, como resul­ tado de los nuevos tiempos. Así mismo, fue colaborador de la revista E studios Extrem eños, del Archivo Español de Arqueología, del N oticiario Arqueológico H ispánico, del Boletín de


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la Real Academia de la Historia, de la revista Zephyrus, de la Universidad de Sa­ lamanca, y de otras publicaciones de carácter científico.

LA PASIÓN POR SUS AFICIONES Fue, según me confiesa su hijo, “ un auténtico ecologista, mucho antes de que esta palabra comenzara a tener un sentido para muchos, teniendo, desde edad muy temprana, una tendencia natural a clasificar, tratado de botánica en mano, cualquier plan­ ta o arbusto que se le pusiera por delante, anotando y dibujando en su cua­ derno de campo todas sus características, para estudiarlos, después, en su gabinete con libros y manuales” . Trabajo que buena parte de él lo trasladó a la prensa local, a fin de presen­ tar y manifestar al público el producto de sus investigaciones, a la vez que fue mucha la dedicación que prestó al conocimiento de los temas micológicos, in­ cluso “ mucho antes de que existieran sociedades micológicas y aficionados a las setas” . Las que clasificaba con todo primor y meticulosidad, no sin dejar de comerlas con frecuencia, sin ningún temor a envenenarse, dado el profundo co­ nocimiento que de ellas poseía. A este respecto, nos volverá a confesar su citado progenitor: “ Carlos Callejo no solamente estudiaba y clasificaba las setas, sino que, ante el asombro de propios y extraños, también se las comía. Las setas con el nombre de:‘ Boetus edulis’ , ‘ lactarius deliciosus’ ,’ amanita caesárea’y ‘ saliota campestris’ , ocuparon pronto el plato de Carlos Callejo, ya desde los años cuarenta, y se le oía decir con frecuencia que, durante al menos dos décadas, las setas en Extremadura fueron un verdadero paraíso a su disposición” . Temas que luego se convertían en interesantes conferencias, que el público seguía con verdadero interés y curiosidad, al ver en este personaje todo un testi­ monio de sabiduría, tanto en este aspecto como en tantos otros. Tan es así que, en más de una oportunidad, serían requeridos sus servicios urgentes, como experto, “para identificar las setas causantes de algún intoxicado ingresado en el hospi­ tal” . Esta naturaleza que tanto amaba nuestro personaje la pudo “ palpar” , con ma­ yor delectación, a través de sus veraneos en las localidades de Jarandilla (Cáce­ res), Baños de Montemayor (Cáceres), Aldeanueva de la Vera (Cáceres), en La Alberca (Salamanca) y en Barco de Avila, a la vez que realizaba excursiones a la sierra, en la que gozaba de:

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“ toda la parafemalia sensorial del sonido de las gargantas, del tintineo del cencerro y el aroma del poleo ribereño y de los castañares” . Callejo fue un enamorado, con “ una fijación casi enfermiza” , por las serra­ nías del sistema Central y sus estribaciones, concretamente por los picachos de Gredos y la “ silueta del Calvitero y del Pinajarro” , que le llegarían a ser muy “ fa­ miliares” , y no pasándole desapercibida su aproximación a la entomología, esa parte de la zoología que estudia los insectos. Y, además, tuvo especial dedicación al colorista universo de las mariposas, siempre hermosas y atractivas. De ahí que su hijo Alfonso nos señale que sus vitrinas, “ con multicolores lepidópteros, es­ tuvieron siempre presentes en su gabinete de trabajo” . Era, pues, como se habrá observado, no sólo un hombre de despacho, centrado en el hondo silencio de un riguroso estudio, sino que a esto añadía, con verdadero placer, contemplar las se­ rranías, valles y vaguadas, al aire libre; es decir, amaba estar ante el fenómeno natural, de manera directa e intuitiva, escudriñando cualquier detalle objeto de análisis. Y de la tierra al cielo. Porque de todo lo que veía a su alrededor, nada le era ajeno, tratando de llevarlo a su estudio, siempre pronto a incorporarlo a su acer­ vo cultural. Por eso Callejo conocía al detalle las diversas constelaciones, siendo capaz de situar las estrellas en su correspondiente lugar — astrometría— , como sabía bien identificarlas, conociendo sus características en el seno lechoso de la Vía Láctea. Lo que solía llevar a cabo utilizando unos medios arcaicos, con unos sencillos prismáticos o un catalejo. Parece ser que dicha afición la lograría, según confesó a sus familiares, duran­ te una prolongada temporada en la que permaneció destinado, como Jefe de Telé­ grafos, en Villacarrillos, localidad de la provincia de Jaén. Es decir, como señala muy gráficamente, Alfonso: “ Mató la soledad cambiando la taberna por el balcón, y el vaso de vino por un catalejo de fabricación casera y un simple lápiz. Solía contactar con el observatorio astronómico de San Femando (Cádiz), pidiendo la situa­ ción de los cometas que entraban en el ámbito visual terrestre, para locali­ zarlos y poder observarlos” . N o obstante, también, tuvo otros ocios y pasatiempos, que le llenaban sus es­ casos relajos, en que descansaba de su tarea profesional, como funcionario de telegrafista. Practicó, por ejemplo, la pesca y la caza, aunque — todo hay que de­ cirlo— , no destacaría en tales deportes, pero sí en los torneos de ajedrez en que participó, en Cataluña y en Extremadura. Era tal su virtuosismo y habilidad en la práctica del ajedrez — ese juego para gente de talento— que llegó a jugar algunas “ partidas a ciegas” , llegando a ganar a un ajedrecista, campeón del mundo, en partida de carácter simultáneo, jugada en el paseo de Cánovas. Así mismo, Car­


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los Callejo fue autor de un tratado sobre el ajedrez, que publicaría, en 1951, con el nombre de E l ajedrez romántico. Del ajedrez pasaría a las combinaciones quinielistas, utilizando, a no dudar, sus notables conocimientos de matemáticas, que plasmaría en un libro, que editó en 1965, titulado La enciclopedia de las Quinielas. Pero, a pesar de ser el autor de dicha obra, y estar en posesión de profundos conocimientos ad hoc, nunca tu­ vo la suerte de recibir premios de cierta importancia. No sucedería así con algu­ nas personas que le informaron diciéndole que, gracias a dicho libro, “ se habían hecho millonarios” , mientras el propio autor sólo logró premios insignificantes, que no llegarían ni a cubrir el coste de la edición. Finalmente, se ha de añadir su afición a construir aparatos de radio, “ con enor­ mes carcasas y lámparas que tenían que calentarse para que funcionaran” . Apara­ tos que en muchas ocasiones tenía el gusto de regalar a familiares y amigos, y a los que solía ponerles nombres griegos y árabes, como “ Electra” , “ Yasmina” , etc.

ES NOMBRADO “HIJO ADOPTIVO”, DE CÁCERES Toda su trayectoria, plena de actividades y tareas, vendrían a ser causa de que esta señera personalidad tuviese, a título postumo, su justa integración en el lis­ tado de oro, de aquellos hombres ilustres que merecieron vincularse a ella, deno­ minados “ Hijos Adoptivos” de Cáceres. Su labor por esta ciudad, su tenacidad y constancia en el trabajo hicieron que el Excmo. Ayuntamiento le otorgara el ma­ yor galardón que podía ofrecerle. Era Alcalde Carlos Sánchez Polo, quien presidió el Pleno Extraordinario de fecha 15 de abril de 1993, en que tuvo lugar dicho nombramiento. A este respec­ to, he aquí transcrito el texto que hacía realidad la mencionada distinción. Se tra­ ta del “ DICTAM EN.- N O M B R A M IE N TO COMO ‘HIJO AD O PTIV O DE C Á ­ CERES ’ A D. CARLO S CALLEJO SERRANO, en el que se hacía constar que se trataba de: “ un hombre singular e irrepetible, que había dedicado a Cáceres y Ex­ tremadura lo más fértil y florecido de su vida profesional, familiar y cientí­ fica, ejemplo y modelo sobresaliente de lo que debe ser una vida dedicada, con honestidad y desinterés, al estudio y a la investigación, a la creación literaria y a la convivencia humana; en todo lo cual dio don Carlos Callejo pruebas de ejemplaridad” . Luego sería elevada, por dicha Comisión, al Pleno Municipal del Ayunta­ miento, la propuesta de su nombramiento como HIJO A D O PTIV O DE CÁCE­ RES, por unanimidad; es decir, con el voto favorable de los veinticuatro miem­ bros de la Corporación presentes en la sesión, quedaba elevado a acuerdo el dic­ tamen transcrito.

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ESTUDIO Y RECONOCIMIENTO DE SU OBRA Como colofón, digamos que tales obras no iban a quedar sin el aplauso y el reconocimiento de sus paisanos y del público en general. Pues su tarea había sido larga, feraz y permanente, puesto que poseía un espíritu tan indomable que nunca le daría tregua para el descanso. Desde diferentes foros se ha llevado a cabo el estudio de su obra, llena de ma­ tices y vertientes, siempre llenas de atractivo e interés, como, por ejemplo, la que ha tenido lugar en varias mesas redondas, al considerar sus trabajos de gran al­ tura técnica y hondo mensaje, al margen de su dedicación oficial, durante varias décadas. Dedicaciones, en cuyos campos, se ha dicho, que hubiera brillado mu­ cho más de haberse dedicado a ellos profesionalmente. En el año 1979, tuvo lugar un homenaje, al que se le dio forma de un volu­ minoso libro, titulado: Estudios dedicados a Carlos Callejo Serrano, siendo los Servicios Culturales, de la Diputación Provincial de Cáceres, su editorial/distri­ buidor. Se trataba de un reconocimiento que le tributaban sus amigos y compa­ ñeros en la investigación histórica, donde, durante tantos años, rastreó Callejo. Fueron coordinadores de esta obra E. Cerrillo Martín de Cáceres y Ángel Rodrí­ guez Sánchez. Otro reconocimiento tuvo su desarrollo en el año 2006, organizado por la Jun­ ta de Extremadura y la UEX, al cumplirse el cincuentenario del descubrimiento de las pinturas rupestres de la Cueva de Maltravieso, en Cáceres (1956), por Car­ los Callejo, cuyo descubrimiento cambiaría, desde entonces, el panorama cien­ tífico del arte paleolítico de la Península Ibérica. A este respecto, se ha de añadir que importantes especialistas, de varias universidades de España, valoraron, en un congreso celebrado en Cáceres, el mérito de Callejo al enfrentarse, con algu­ nas reticencias científicas de por medio, y ser a lo largo de los años el “ valedor y responsable último de que se haya conservado para la ciencia la que ya es una de las estaciones prehistóricas más importantes de Europa” . Una mesa redonda fue organizada por el Excmo. Ayuntamiento de Cáceres, regido entonces por su Alcalde, José María Saponi Mendo, la que tuvo lugar el 6 de abril de 2006, a las 19:30 horas, en el Salón de Actos del Museo de Cáceres. Fueron los intervinientes: Alfonso Callejo Carbajo, hijo del historiador homena­ jeado, Marcelino Cardalliaguet Quirant, catedrático de Historia, escritor y asiduo colaborador de la revista Ars et Sapientia, Femando García Morales, periodista, ya fallecido, y Juan Valadés Sierra, director del Museo de Cáceres. Capítulo aparte merece el homenaje que le tributó, de nuevo, en abril de 2011, el Ayuntamiento cacereño, siendo su primer edil, la profesora de la Uni­ versidad de Extremadura, Carmen Heras. Homenaje realizado a través de la Concejalía de Cultura, que organizó los actos conmemorativos del Primer Cen­ tenario del nacimiento de Carlos Callejo. Se ha de añadir que tal homenaje con­ taría con la colaboración la Institución Cultural “ El Brócense” , de la Excelen­


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tísima Diputación de Cáceres, y la Consejería de Cultura y Turismo de la Junta de Extremadura. Entre otras cosas, diría en su intervención la Alcaldesa:

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B IB L IO G R A F ÍA FU N D A M E N T A L DE C A R L O S C A L L E JO SE R R A N O a) Sobre aspectos históricos, artísticos y arqueológicos

“ Este Ayuntamiento no quiere dejar pasar la oportunidad de rendir ho­ menaje a todas las personas ilustres nacidas, criadas o autorrealizadas en Cáceres, y a todo aquél que ha significado algo importante para la ciudad, como es el caso de Carlos Callejo. Por eso hemos querido apoyar y promo­ ver este homenaje, a través de una exposición denominada “ Obra y vida de Carlos Callejo, ilustre investigador” , que se mostrará en el Museo de His­ toria y Cultura, Casa Pedrilla (...). Fue un hombre — siguió diciendo— con un gran instinto, un inves­ tigador multidisciplinar, seducido por descubrir el pasado escondido de Extremadura, fomentar excavaciones arqueológicas y dejar constancia de sus hallazgos en sus libros y artículos. Su capacidad creativa y su infinito deseo de conocimiento, le llevaron a descubrir las pinturas rupestres de la Cueva de Maltravieso, en el año 1956, un descubrimiento que cambió des­ de entonces el panorama científico del arte paleolítico en la Península Ibé­ rica, y que le consagró como una de las personas más ilustres e influyentes en la arqueología y la prehistoria de la época. Por otra parte, Callejo también albergó una tremenda inquietud literaria y una gran capacidad intelectual, cultivó también la astrología, la entomo­ logía, el ajedrez, la micología y la poesía, llegando a escribir más de 2.100 artículos sobre estas materias, que publicó en prensa regional y nacional. Pero fue la arqueología y la investigación histórica donde realmente des­ tacó (...). Por tanto — finalizó expresando— yo creo que Callejo es uno de los grandes nombres de Extremadura, para la posteridad, por lo que animo a todos los cacereños, y extremeños, a conocer su vida y sus obras, a través de la exposición y la posterior mesa redonda del día siguiente” .

(1950): Conductores del mundo. (En colaboración con Julio Ganzo). Ed. Aguilar. Madrid. (1952): “La Orden Militar de Santiago nació en Cáceres”. Revista Año Santo de Santiago. La Coruña. (1955): “Arte moderno y arte eterno”. Cuadernos Alcántara. Cáceres. (1956): «Las sepulturas eneolíticas de “El Trasquilón”». Revista Alcántara. Cáceres. (1957): La colección monetaria del Museo de Cáceres. Catálogo y estudio crítico. Servicios Culturales de la Diputación de Cáceres. (1958): La cueva prehistórica de Maltravieso, junto a Cáceres. Publicaciones de la Biblioteca Pública de Ciudad. Cáceres. (1958): El monasterio de Guadalupe. Col. Monumentos Cardinales de España. Ed. Plus Ultra. Madrid. (1960): Cáceres Monumental. Col. Monumentos Cardinales de España, n. XXV, Hd. Plus Ultra. Madrid. (1960): “Cáceres y las falsas etimologías”. Revista Alcántara. Cáceres. (1960): “Leyenda y tesoro del Museo Provincial de Cáceres”. Revista Piel de España. Madrid. (1960): “ Los torques de oro de Berzocana” (con Antonio Blanco Freijeiro). Revista Zephyrus, n. 11. Salamanca. (1961): Guadalupe y sus títulos de Hispanidad. Sevilla. (1962): “Restos en San Blas y otros varios romanos”. Revista Estudios Extremeños. XVIII. Badajoz. (1962): El origen y el nombre de Cáceres. Ediciones Caja de Ahorros de Cáceres. (1962): “Un lustro de investigación arqueológica en la Alta Extremadura”. Revista Estudios Extremeños. Diputación Provincial de Badajoz. (1962): “Cuatro inscripciones visigodas en Extremadura” . Revista Ampurias. Barcelona. (1962): “Novedades y correcciones en la epigrafía de Cáceres”. Boletín de la Real Academia de la Historia. Tomo 151. Madrid. (1963): “Templo visigodo dedicado a la Virgen en Ibahemando”. Revista Estudios Extremeños. Diputación Provincial de Badajoz. (1963): La Cité de Cáceres (versión francesa Anne Marie Brun). Madrid. (1963): “Extremadura”. Temas españoles, n. 441. Editora Nacional. Madrid. (1963): “La arqueología de Alconétar”. Revista Alcántara. Cáceres. (1964): “Fechas de Arqueología extremeña”. Archivo Español de Arqueología, XXXVI. Madrid. (1964): “El tesoro numismático de Garciaz” . Revista Estudios Extremeños, n. XX. Diputación Provincial de Badajoz.


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(1964): Badajoz y su provincia. Ed. Aries. Barcelona. (1965): “En torno a Norba Caesarina” . Vol. El Miliario Extravagante. París. (1965): “Los denarios de Valdesalor” . Revista Zephirus, n. XVI. Salamanca. (1965): Guadalupe y la Hispanidad. Ed. Fr. Arturo Álvarez, OFM. Madrid. (1965): “Monedas romanas en Monroy” . Revista Estudios Extremeños. Tomo XXI. Diputación Provincial de Badajoz. (1965): “Aportaciones de la epigrafía romana del campo Norbense” . Boletín de la Real Academia de la Historia, n. 157. Madrid. (1966): “ Situación de la Colonia Norbensis Caesarina” . Vol. El Miliario Extravagante. París. (1967): “Razones históricas del Bimilenario de Cáceres” . Revista Alcántara. Cáceres. (1968): “ La arqueología de Norba Caesarina” . Archivo Español de Arqueología. Madrid. (1968): “Cédulas epigráficas del Campo Norbense” . Revista Zephyrus, n. XVIII. Salamanca. (1970): “Catálogo de las pinturas de la Cueva de Maltravieso” . X I Congreso Nacional de Arqueología. Zaragoza. (1970): “ Inscripciones del Museo de Cáceres publicadas por Monsalud y por Mallón y Marín” . Revista Estudios Extremeños, n. XXVI. Diputación Provincial de Badajoz. (1970): “Nuevo repertorio epigráfico de la provincia de Cáceres” . Archivo español de Arqueología, vol. 43. Madrid. (1970): “El Puente romano de Alcántara en seco” . Archivo español de Arqueología, n. 121-122, vol. 143. Madrid. (1971): “ Excavaciones realizadas en la ‘ Cerca de los Hidalgos’ , Campolugar (Cáceres)” . Noticiario Arqueológico Hispánico X III y XIV. Madrid. (1971): “Relaciones demográficas entre Capera y Norba Caesarina” . Revista Alcántara. Cáceres. (1972): “Apuntes sobre la situación de la ciudad de Miknasa, en la Extremadura árabe” . Revista Estudios Extremeños, vol. XVIII. Diputación Provincial de Badajoz. (1974): “ Las cuevas del Calerizo de Cáceres” . Actas del V Congreso de Estudios Extremeños, Tomo III. (1977): “ Simbología funeraria romana de la Alta Extremadura” . Universidad Complutense, en homenaje a García Bellido. Madrid. (1980): Cáceres Monumental. Edición Plus Ultra. Madrid. (4.a edi. color). (1980): Los orígenes de Cáceres. Institución Cultural, “ El Brócense” . Cáceres. (1981): La Valentía, fundada por Junio Bruto. Institución Cultural, “ El Brócense” . Cáceres. (1982): Teonimos falsos en Lusitania. Diputación Provincial de Badajoz, en homena­ je a Sáenz de Buruaga. (1983): “Paladines sin suerte: Los Conquistadores extremeños” . Discurso de ingre­ so en la Real Academia de Extremadura. Revista de Estudios Extremeños, XLII. Badajoz.

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b) Su incursión por la Novelística

-

(1943): (1945): (1951): (1953): (1958): (1960): (1971):

La estela del albatros. Ed. Bruguera. Madrid. Mirk (inédita). El lobo negro. Ed. Alhambra. Madrid. Hablan las calaveras. Ed. Alhambra. Madrid. La cuarta estrella. Ed. Aguilar. Madrid. El abeto azul. Ed. Rollán. Madrid. El fuego de los dioses (inédita).

Sobre tales obras, de diferentes subgéneros, el profesor Ricardo Senabre Sempere, el que, hace unos años, fuera decano de la Facultad de Filosofía y Letras, de la Universidad de Extremadura, ha subrayado, como sus ejes diferenciadores, el concepto de ‘viaje’, que ha sido un tema muy repetido a través de “continuos desplazamientos de los personajes, y la subsiguiente localización de las secuencias narrativas en lugares distintos” . Deberá añadirse, así mismo, otro matiz importante como es el que Callejo considera la novela como “un problema”, y como “una investigación”.

c) Una obra de corte lírico -

(1959): Rapsodia virginal. Ed. Rumbos. Barcelona.

d) Obras de diversa temática -

(1951): El ajedrez romántico. Madrid. (1965): La enciclopedia de las quinielas. Barcelona. (1974): “Ropaloceros en Extremadura”. Comunicación al V Congreso de Estudios Extremeños. Badajoz. (1977): “Apuntes para un catálogo lepidopterológico de la provincia de Cáceres”. Revista Graelista, Tomo XXII. Madrid.

(Los datos de esta “Bibliografía Básica”, de Carlos Callejo Serrano, han sido tomados del trabajo publicado por Alfonso Callejo Carbajo, “Carlos Callejo Serrano” . Revista Ars et Sapientia, mayo 2000, pp. 14, 15, 16).


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E P ÍL O G O Pero no quiero terminar este modesto trabajo con las mencionadas palabras, sino que dejaré las teclas de mi ordenador a su hijo Alfonso, al objeto de que nos haga una síntesis de lo que fue su padre: “ La figura de Carlos Callejo, dentro de la cultura extremeña, debe ser situada, en cuanto a producción, como un polifacético autor, poco frecuen­ te, ya en la segunda mitad del siglo XX. Ser hombre de ciencia y hombre de letras a un tiempo encaja muy bien con la catalogación que hemos rea­ lizado de postrero humanista. Y como investigador e historiador, Callejo pertenece a ese ‘ hiatus’ temporal que va desde el florecimiento de la eru­ dición local, representada en las primeras décadas del siglo, por Hurtado o por Sanguino, de cuya labor autodidacta es heredero, hasta la instauración de la investigación histórica profesional, tras la creación de la Universidad extremeña, que coincide con el final de su actividad. Los primeros, y por tanto jóvenes profesores universitarios, no dudaron en tomar sus obras co­ mo referencia plenamente válida, pues gran parte de sus conclusiones, res­ pecto a la historiografía, antigua local, han pasado la prueba de la crítica más especializada” . Así queda dicho y así debería asumirlo el lector — de lo que no se ha de du­ dar— , dados los méritos que se acumularon en nuestro personaje, a lo largo de sus años de vida afanosa, a veces, hasta la extenuación, llena de sabiduría fecun­ da, que tanto bien hizo a quienes hoy siguen la senda de sus investigaciones.

PATRIMO CULTUP


LAS ARMAS DEL SANSÓN EXTREMEÑO

JESU S RUIZ MORENO Profesor de Enseñanzas Medias

I

Muchas fueron las hazañas y aventuras que vivió Diego García de Paredes a lo largo de su vida, cuyas fuentes principales para su estudio son la obra Die­ go García de Paredes, Hércules y Sansón de España de Muñoz de San Pedro, y la Breve suma, relación biografía del propio Paredes. Desafíos y batallas en las que su valor y fortaleza siempre fueron señaladas. Ceriñola, Garellano y Gaeta conocieron de sus proezas, destacadas por el cronista Vargas Ponce quien afir­ maba que: “Fue Paredes el brazo derecho del Gran Capitán y en vano un ejér­ cito tendrá un gran Capitán p o r cabeza si esta no cuenta con semejante brazo ”, El “ Sansón” fue uno de los once españoles que se enfrentaron a los franceses de Bayard, en la Barletta. Años después marcharía con las expediciones del Carde­ nal Cisneros a la conquista de las plazas norteafricanas, para aniquilar los nidos de los piratas berberiscos que asolaban las costas españolas. Destacando en la conquista de Mazalquivir, Orán, Bugía y Trípoli. Terminada la aventura medite­ rránea pasó al servicio del emperador alemán Maximiliano. Distinguiéndose en la defensa de la ciudad de Verona contra Venecia. Las acciones de Paredes al la­ do de los soldados alemanes debieron ser importantes pues Maximiliano premió sus servicios con un privilegio en el que se elogiaba sus hazañas y se le concedía nuevos cuarteles para su escudo heráldico. Más tarde sirvió a las órdenes de Car­ los V, siendo Paredes, uno de los que acompañó al Emperador en su coronación, en Bolonia. Celebración en la que el “ Sansón” fue nombrado caballero de la Or­ den de la Espuela de Oro, por el propio emperador. Paredes moría en 1533 en Bo­ lonia. Años más tarde sus restos fueron trasladados a la iglesia de Santa María la Mayor, en Trujillo (Cáceres), donde actualmente reposan.


una cruceta o “falsaguarda”, formada por unos rebordes de forma apuntada. Ele­ mentos defensivos también conocidos como “Parrierhaken” o “ganchos de para­ da” (Clements, 1988:249).

Montante atribuido a Diego García de Paredes. Cortesía del Museo del Ejército Toledo (Copyright Museo del Ejército)

Sepulcro de Diego García de Paredes, en Santa María la Mayor, Trujillo (Cáceres)

Las armas del Sansón español fueron guardadas por sus descendientes, hasta que en 1764, algunas fueron donadas a la Real Armería del rey Carlos III, entre ellas una espada, un montante, y una daga, que han debido de extraviarse, pues se desconoce su situación actual. Posteriormente, en 1853, se entregaron dos mon­ tantes al Museo de Artillería. “Hierros” que se guardan en el actual Museo del Ejército (Toledo) donde uno de ellos (35366) se exhibe en la exposición perma­ nente “Sala la Monarquía Hispánica”, mientras que el segundo (35367) permane­ ce en los almacenes del Departamento de Armas. Steven Hick define el montante como una espada de dos manos de origen ibé­ rico, algo más pequeño que el Zweihander alemán, de una longitud total que su­ pera los 120 cm, y que tiene una empuñadura que ronda los 30 cm, con un gran pomo que equilibra el conjunto. Para Pacheco de Narváez, en su Nueva Ciencia (1672), debían medir dos varas, es decir ocho palmos, seis de cuchilla y dos de puño (Leguina, 1912: 390). Sus gavilanes suelen ser rectos o ligeramente curvados y suelen acompañarse de un anillo en uno o ambos lados, para proteger la mano contra los golpes de las armas de asta, y según Clements, compensar también la falta de agilidad en adop­ tar una guardia defensiva, dado la lentitud que implicaba el peso y la dimensión de dicha armas (Clements, 1988: 248). Bemalte Sánchez puntualiza en su estudio “Mandobles, montantes y estoques ” que algunos ejemplares están provistos de

La falsaguarda estaba situada en el tercio fuerte de la hoja, por debajo del re­ cazo, con el fin de proteger la mano de los tajos ceñidos a la hoja (Leguina, 1912: 475), cuando el arma se esgrimía con la técnica alemana denominada “de medía espada”, en las que la mano izquierda agarraba el recazo, que en ocasiones iba forrado de cuero (Wilkinson, 1978: 83). Con esta acción se alargaba el empuflamiento y permitía que el arma fuera mas maniobrable en las distancias cortas, así como al realizar ataques de estocada, utilizando el montante a modo de lanza, co­ mo si tuviera un asta de metal (Dougherty, 2010: 114). Para Melville, ambos accesorios de defensa adicional (anillos y falsaguarda) ya aparecen de forma independiente durante el siglo XV, no siendo hasta el XVI, cuando ambos elementos se hacen más o menos comunes, a la vez, en las espadas de dos manos. Los montantes que actualmente se conservan en el Museo del Ejército (Tole­ do) tienen las signaturas 35.366 y 35.367. Según el Catálogo Bermúdez de Castro estas espadas de dos manos o espadones, son ambas de dos filos, y sus empuñadu ras de madera son alargadas y elípticas. La guarnición es de gavilanes rectos, con un esfera hendida en el centro en sus extremos, y se acompañan de una doble asa lisa y con forma elíptica. El primero de los montantes mencionados (35.366) no lleva falsaguarda y sus dimensiones son 1,560 m y 2,161 k y según Bemalte Sán chez pudiera ser de producción italiana. El segundo montante (35.367) es similai al anterior pero lleva en la hoja dos rompepuntas curvados y sus dimensiones son 1,640 m y un peso de 2,638 k. Este ejemplar es bastante parecido al comentado por Soler del Campo en Antigüedades siglos XVI-XX, forjado por López Aguado, uno de los espaderos más prestigiosos durante el reinado de Felipe II.


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Para Steve Hick, en su estudio sobre el Memorial de la práctica del Montan­ te de Diogo Gomes de Figueyredo, el montante pudo haber sido el arma base en el estudio de la esgrima en los reinos peninsulares ibéricos desde el siglo XV, su disciplina es considerada superior a la de la espada, porque junto con el mangual son las únicas armas con las que uno puede enfrentarse con éxito a varios contra­ rios a la vez, como se cuenta que le ocurrió al maestro de armas Francisco Añas­ co. También fue un arma muy versátil en combates en campo abierto tanto contra la infantería como contra la caballería, cortando las patas de los caballos de un tajo (Sach, 1999: 48). En España, el Glosario de Leguina indica que el montante también es conoci­ do como espada de dos manos o mandoble, por la necesaria utilización de las dos manos (mano doble) para su esgrima (Leguina, 1912: 389). Pero Dueñas Beraiz, en su estudio sobre las espadas españolas del siglo X V I y X V II, puntualiza que el término de mandoble nunca fue utilizado para designar a este arma, hasta el siglo X IX (Dueñas Beraiz, 2004: 214). La palabra mandoble si era conocida, pero con otro significado. López Vallejo en su tesis doctoral Historia del léxico militar en el español áureo recoge dicho término como golpe o corte que se ocasiona manejando un arma blanca con am­ bas manos, citado ya en el siglo X V I (López Vallejo, 2008: 922). Así aparece en el Quijote: “N o p o r esto dejaba de menudear Don Quijote, cuchilladas, mando­ bles, tajos y reveses" (Leguina, 1912: 624). El término correcto, por tanto, es el de “ montante” , y como tal aparece en ma­ nos de un soldado en la Crónica de Adramón, obra anónima de finales del siglo X V (López Vallejo, 2008: 957). El mismo vocablo es mencionado por Sánchez de Carranza en su Filosofía de las armas (1569), y por Antonio Trillo en la His­ toria de la rebelión y guerras de Flandes (1592) en las que habla de hombres que servían con montantes (López Vallejo, 2008: 957).

Montante atribuido a Diego García de Paredes. Cortesía del Museo del Ejército. Toledo (Copyright Museo del Ejército)

L A S A R M A S DEL SAN SÓ N L X T R E M E Ñ O

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Existía hasta una denominación particular para el soldado que luchaba con el montante, “ Montantero” . Término que se recoge en los Diálogos militares de García Palacios en 1583 y en P er siles y Sigismundo de Rojas Zorrilla en 1633 (López Vallejo, 2008: 958). En relación con la anterior don Enrique de Leguina comenta en E l Glosario de Voces de Armería (1912) que se decía “ Montantear” a la práctica con el montante (Leguina, 1912: 655). El término “ Montante” también fue utilizado, según el Glosario del Catálogo de la Real Armería de Madrid (1849) para designar una espada de hoja ancha y larga, con grandes gavilanes que usaban los maestros de esgrima como símbolo de su saber. Así como “ herramienta” para imponer respeto y separar a sus discí­ pulos en el acaloramiento de los asaltos, por ello quedo la expresión “echar el montante” como dicho popular para detener una pelea (Leguina, 1912: 624). Los montantes, anota Dueñas Beraiz, que también fueron utilizados por di­ chos maestros en exhibiciones públicas con motivo de fiestas. Estas demostracio­ nes recibían el nombre de “flo re a r” (Dueñas Beraiz, 2004: 221). El empleo del “ Montante” no solo fue objeto de los soldados, también la nobleza (Leguina, 1912: 655) como la realeza, fueron instruidas en su mane­ jo. Como el emperador Maximiliano y el rey Enrique V III, según indica Sir Guy Francis Laking en A Record o f European Am our and Arms (1921). O el propio Emperador Carlos V, del que cuenta Pérez de Mendoza que usó un montante durante la batalla de Argel (Leguina, 1912: 390). También cono­ cemos de la existencia de otros caballeros españoles que esgrimieron mon­ tantes. Martín Gómez en su pu­ blicación sobre Los hombres y armas en la Conquista de M é ji­ co cita a Pánfilo Narváez como uno de sus esgrimidores en el Nuevo Mundo (Martín Gómez, 2001: 85). Y la crónica del sol­ dado Bernal Díaz del Castillo cita otro montante esgrimido contra los aztecas (García Ca­ no, 1994: 15). El “ montante” estuvo vigente hasta principios del siglo X V II. Como prueba de ello tenemos un cuadro en San Pablo pintado por el Greco entre 1610y 1614, y que se conserva en el Museo del Greco (Toledo). En dicho San Pablo. Cortesía del Museo del Greco. cuadro se muestra a San Pablo sosteniendo en su mano derecha Toledo (Copyright Museo del Greco)


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un montante muy similar al tipo denominado de “ García de Paredes" con salva­ guarda. En estas fechas, según Clements, dejó de ser práctico, la aparición generali­ zada de las armas de fuego, y el costo de adquirir y aprender el uso del montante no compensaba. Poco a poco fue desapareciendo del campo de batalla y pasó a convertirse en un amia ceremonial con carácter simbólico (Sach, 1999: 49), co­ mo los montantes papales, espadas bendecidas por el Papa, que fueron regala­ dos a los reyes y personas muy principales por los servicios prestados a su causa (Leguina, 1912: 391). Dicha costumbre de regalar espadas bendecidas parece ser que comenzó en el siglo XI, y se mantuvo hasta el X IX , siendo la última la con­ cedida por el Papa León X II en 1823 al duque de Angulema, por el apoyo a la causa del rey español Femando VII. La esgrima con montante no se ha perdido en el tiempo, actualmente es una de las armas que se estudian en la Asociación Española de Esgrima Antigua (A E E A ), espada a la que se dedican seminarios en las Academias Internacionales que organiza la misma. Clases impartidas por el maestro de Armas Alberto Bomprezzi, en colaboración con el preboste Rodrigo González.

Preboste Rodrigo González, con montante de entrenamiento

LAS A R M A S DEl H ANHÓN Ü XTR E M E Ñ O

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parece. Crónica del Gran Capitán Gonzalo Hernández de Córdoba y Aguilar, en la cual se contienen las dos conquistas del Reino de Nápoles. Sevilla: Andrea Pescioni. Hale, J.R. (1990): Guerra y sociedad en la Europa del Renacimiento 1450-1620. Ministerio de Defensa. Koch, H.W. (1998): History ofwarfare. London. Konstam, A. (1996): Pavia 1525. Osprey Military . Campaingn serie n. 44. Laking, G. F. (1921): A Record o f European Armour and Arms through seven centuries. Vol. IV. Londres. Leguina, E. (1912): Glosario de voces de Armería. Madrid. López Vallejo, M.aA. (2008): Historia del léxico militar en el español áureo: la con­ quista de Granda, el conflicto hispano-italiano y las guerras de Flandes. Universidad, de Granada. Granada. Maier, J. (2005): Colaborador: Soler del Campo, Á.: Antigüedades siglo XVI-XX. Real Academia de la Historia. Catálogo del gabinete de antigüedades. Madrid. Martín Gómez, P. (2001): Hombres y armas en la conquista de México. Editorial Almena. Melville, N.: The Origins o f the Two-Handed Sword. http://ejmas.com/jwma/articlesI2000/j wmaartmelville0100.htm Miller, D. (1995): The Landsknetchts. Osprey Military. Men at arms series, n. 58. Muñoz de San Pedro, M. (1946): Diego García de Paredes, Hércules y Sansón de España. Espasa-Calpe. Madrid. (1949): “ Documentación histórica de Diego García de Paredes”. Revista de Estudios Extremeños, 5. (1956): “ Documentación familiar de Diego García de Paredes” . Revista de Estudios Extremeños, 12. Myers, E. y Hick, S. (1651): El Memorial de la práctica del Montante de Diogo Gomes de Figueyredo. http://www.oakeshott.org/Figueiredo Montante Translation Myers and Hick.pdf Oakeshott, E. (2000): Sword in Hand. A briefsurvery o f the Knightly Sword. Arms & Armor. (1994): The Archaeology o f weapons. Arms and Armour form Prehistory to the Age o f chivalry. Boydell Press. Quatrefages, R. (1996): La Revolucióm Militar Moderna. El Crisol Español. Ministerio de Defensa. Quintana Lacaci, G. (1987): Armería del Palacio Real de Madrid. Editorial Patrimonio nacional. Madrid. Richards, J. (2007): Lanskenecht soldier 1486-156.0 Osprey Military Warrior n. 49. Sach, J. (1999): Enciclopedia ilustrada de las armas blancas. Ediciones Susaeta. Sotto y Montes, J. de (1968): Síntesis histórica de la caballería española. Editada por Escelicer. Madrid. Talhoffer, H. (1459): Fechtbuch. Tamayo de Vargas, T. (1621): Diego García de Paredes i relación breue de su tiempo. Madrid.

LAS AR M A S DI I üANMÓN E XTR EM EÑ O

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C O N M EM O R A C IÓ N DE LA FU NDACIÓ N DE SANTA CRUZ DE LA SIERRA EN LA BOLIVIA ORIENTAL

FRANCISCO CILLÁN CILLÁN Doctor en Filosofía y Letras Cronista de Puerto de Santa Cruz

I

El 26 de febrero del presente año (2011) se cumplió el cuatrocientos cincuenta ani­ versario de la fundación de la ciudad bo­ liviana de Santa Cruz de la Sierra, pobla­ ción homónima de otra extremeña situada en el sureste cacereño, junto a la autovía N-V, entre Trujillo y Miajadas. El que am­ bos lugares tengan el mismo nombre no es casual. Sucedió que el fundador de la ciudad de América del Sur era extreme­ ño, y probablemente natural de esa aldea serrana próxima a Trujillo. Pero estamos hablando de un personaje enigmático del siglo X V I del que no tenemos cierto su lu­ gar de nacimiento, ni la fecha, ni siquiera su verdadero nombre. En las diferentes biografías que sobre él se han escrito aparece con distintas de­ signaciones, sin que la mayor parte de los autores indique el por qué usa una u otra.

Retrato de Ñuflo de Chaves sobre azulejos colocados a la entrada del parque, que lleva su nombre, en Santa Cruz de la Sierra (Cáceres)


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FR A N C IS C O C IL l AN CILLAN

Sin embargo, considero que su verdadero nombre debió ser Ñuño, a pesar de que se le han dado múltiples y variados: Ñuño, Nuflo, Ñufrio, Onofre, etc. Así lo cree Clodoaldo Naranjo y el criollo Díaz de Guzman1. La tendencia de la época era bautizar a los hijos con el mismo nombre de alguno de los antecesores, y hubo varios Ñuños entre sus antepasados, mientras que ninguna de las otras nomina­ ciones aparece entre ellos. Pero en esta breve biografía vamos a mantener la de­ nominación que le otorga la localidad de donde creemos que era originario para no crear más confusión. Su fecha de nacimiento tampoco está clara, pues se ha fijado entre el 1516 y 1518, y hay defensores para cada uno de esos años y del intermedio, aunque la mayoría se inclina por el último. Algunos incluso se han aventurado a fijar hasta el día y el mes — 12 de junio de 1518— basándose en una de sus onomásticas. El lugar de nacimiento ha creado mayor controversia. Ciertos biógrafos con­ sideran a Trujillo como su verdadera patria, por ser donde tenía la familia la casa solariega desde que don Luís de Chaves el Viejo, paladín de los Reyes Católicos y bisabuelo de Ñuflo, la fundase. Pero se olvidan de que la nobleza del siglo X V I vivía de forma temporal o permanentemente en los diferentes lugares de la ciu­ dad, administrando sus propiedades, y una rama familiar tenía grandes posesio­ nes en Santa Cruz de la Sierra. Los Libros Sacramentales de este lugar serrano recogen a varios nobles trujillanos como asistentes a diferentes actos religiosos, e incluso fijan alguno de sus nacimientos, matrimonios y defunciones, pero no pueden hacer referencia a nuestro personaje porque comienzan a finales de dicho siglo. Sin embargo, hay muchos indicios para creer que su nacimiento, infancia y juventud tuviera lugar en esta localidad dependiente de Trujillo por entonces y no en otro parte. El hermano mayor de Ñuflo, Juan de Escobar, casó con una noble santacruseña de nacimiento, doña María de Alvarado. Santa Cruz no era una al­ dea pequeña, rondaba los 2.000 habitantes, cuando Cáceres andaba por los 6.000 y Trujillo los superaba ligeramente. Contaba con los servicios religiosos, sanita­ rios y sociales adecuados para la época. Había siete sacerdotes, un cirujano2, una o dos comadronas, parteras o comadres y varios hidalgos. Una costumbre muy generalizada entre la nobleza era visitar a los parientes y amigos y pasar incluso temporadas en sus casas.

1 Ruy Díaz de Guzmán, nació en Asunción en el año 1558 ó 1560 y falleció en el mismo lugar en el 1624, des­ pués de haber desempeñado varios cargos en la administración, incluso el de alcalde. Era hijo de Riquelme de Guzmán, sobrino de Alvar Núñez Cabeza de Vaca, y de Úrsula de Irala, hija del gobernador Irala y de una criada india, reconocida como hija natural. Riquelme fue a América en la expedición de su tío junto con Ñuflo. Ruy Díaz escribió la H isto ria de A rg entina con los documentos que localizó y sobre todo con lo que escuchó a los diferentes soldados que habían intervenido en la conquista. En ella siempre habla de Ñuño de Chaves y no le asigna ninguna otra denominación. Es probable que escuchara este nombre de boca de sus padres o de gente que convivieran con él. Otros muchos atestiguan con documentos paleográficos las dife­ rentes denominaciones que se le han asignado. 2 La costumbre de hacer sangrías para curar ciertas enfermedades hacía que en muchos lugares hubiera un cirujano, que pagaba el pueblo para realizar ese menester.

C O N M E M O R ACIÓ N 1)1 I A I I INI )ACIÓN DE SANTA C R U Z DE LA SIE R R A EN LA B O LIVIA O RIENTAL

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Los padres de Ñuflo fueron Alvaro de Escobar y doña María de Sotomayor', ambos pertenecientes a familias nobles trujillanas. Tuvieron siete hijos, según las declaraciones que hizo Alvaro Rodríguez de Escobar, caballero del hábito de Santiago, e hijo de Juan de Escobar, sobrino camal por lo tanto de Ñuflo de Chaves, realizadas ante el juez en Trujillo el 6 de julio de 1584, al ser pregunta­ do por la composición de su familia. El orden en que se citan y seguramente el de nacimiento es: Juan de Escobar, García Rodríguez de Escobar, Diego García de Chaves, Alonso de Escobar, Ñuflo de Chaves, Gaspar Tapia y Pedro Mexía de Escobar (A H N , OM-Caballeros-Santiago, Exp: 2711), (Sorg: 3). El tercero de los hijos, Diego García de Chaves, más conocido por Diego de Chaves, profesó desde joven en el convento dominico de Cáceres y fue confesor de Felipe II. Cuando nació Ñuflo el imperio español había comenzado su expansión por la América Austral. Hombres como Juan Díaz de Solís, Magallanes, El Cano, Alejo García, Gaboto iban descubriendo nuevas rutas por mar y por tierra, a la vez que traían noticias a España de las maravillas de aquel continente. Otros como Pedro de Mendoza, Ayolas, Juan Salazar de Espinosa pondrían las bases con nuevas colonias que serían puntos de inflexión para la conquista. A l otro lado Francisco Pizarro y Almagro derrotaban al imperio inca y conquistaban un gran territorio que daría lugar al virreinato del Perú. Este era el panorama que se divisaba en la América del Sur mientras transcurría la infancia y juventud de Ñuflo de Chaves, sin que apenas tengamos noticias de ella, aunque podemos deducir después de leer algunas de sus biografías que conocía palmo a palmo el lugar extremeño de Santa Cruz y los terrenos circundantes. Tomó el apellido de su abuelo materno Diego García de Chaves, descendiente directo de Luis de Chaves, el Viejo, casado con doña María de Sotomayor, hija natural del maestre de Alcántara Gutierre de Sotomayor y de do­ ña María de Hinestrosa4. El escudo gentilicio del apellido son cinco llaves de hierro sobre campo de gules, otorgado a los primeros Chaves por las cinco puertas que tenía la ciudad reconquistada en el norte de Portugal de donde descienden. Éstos emparentaron pronto con los Altamiranos, y lo harán más tarde con los Torres, Hinojosas, Sotomayor, Escobar de Trujillo. Los rumores constantes de paraísos por descubrir, llenos de riquezas, que traían los navegantes del Nuevo Mundo, llegarían a oído del joven Ñuflo, quien

3 El título de doña se daba a las damas nobles en aquella época, y el de don sólo a reyes y a caballeros muy distinguidos. 4 El Maestre don Gutierre de Sotomayor fue uno de los poderosos caballeros del siglo XV. Tenía su sede en el convento de San Benito de Alcántara y poseía un extenso territorio conseguido en la reconquista, con gran poderío económico y militar, a pesar de que estos frailes-soldados habían hecho votos de pobreza y castidad. Don Gutierre testó el 12 de octubre de 1453, donde dejaba mandas a sus cuarenta barraganas o concubinas, con las que tuvo hijos naturales, alguno de los cuales legitimó; pero no declaró matrimonio alguno.


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no dudaría en ir en su búsqueda en cuanto se presentara la ocasión. Su porvenir, aunque había recibido buena formación cultural, no era muy halagüeño si se que­ daba en la tierra de sus mayores. El lugar que ocupaba dentro de la prole fami­ liar no le permitía acceder a puestos relevantes si previamente no los ganaba con su propio esfuerzo. Sólo el primogénito heredaba el mayorazgo. Era por tanto la ocasión que se presentaba para medrar en ese mundo donde los demás vástagos de la familia quedaban en parte desamparados o condenados a ser unos hidalgos pobres, de los que tanto nos habla la Literatura del Siglo de Oro español. Mientras tanto, Alvar Núñez Cabeza de Vaca, natural de Jerez de la Frontera (Cádiz), hacía valer sus numerosos servicios a la corona, y gestionaba la sucesión de don Pedro de Mendoza en la corte de Carlos I, como gobernador de las nue­ vas tierras descubiertas en el Sur de América, y el 13 de marzo de 1540 recibe el nombramiento de Adelantado de Asunción (Paraguay), gobernador y capitán general de Río de la Plata. Preparó entonces una expedición, empeñando su pro­ pio patrimonio, que salió el 2 de diciembre del puerto de San Lúcar de Barrameda rumbo al Dorado5. Iban setecientos hombres en dos naos — La Santa Lucía y La Trinidad— , y una carabela, entre los que se encontraban Alonso Riquelme de Guzmán, el contador Felipe de Cáceres, natural de Madrid, Pedro Dorantes, pa­ trón y dueño de la carabela en la que va también Ñuflo de Chaves. El 29 de marzo de 1541 llegaron los expedicionarios a tierra fírme en las In­ dias Occidentales, y desembarcaron en la isla de Santa Catalina (Brasil) donde se informaron del estado en que estaba la situación. El Adelantado dividió sus hom­ bres en dos grupos y el 2 de noviembre decidió salir por tierra hacia la capital de la América Austral. Ñuflo se encargó de los heridos y enfermos, unos 50 hom­ bres, para los que construyó balsas donde transportarlos por el río Paraguay. Sus dotes de mando y astucia para evadir los ataques de los aborígenes se pusieron de manifiesto en los catorce días que duró el recorrido, pues tan sólo tuvo una pér­ dida humana, a pesar de los numerosos ataques recibidos. En el puerto de Santa Ana embarcó en los bergantines, que harían el último trayecto más seguro. Alvar Núñez se uniría a ellos jomadas después. El 11 de marzo de 1542 llegó por fin todo el contingente a Asunción. Irala era el hombre fuerte de la colonia, vizcaíno de nacimiento a quien su gente llamaba “ Capitán Vergara” , y entregó ceremoniosamente el mando de la ciudad al nuevo capitán general, como indicaba la orden imperial. Cabeza de Vaca pronto se dio cuenta de la importancia de este personaje en la colonia y le nombró su lugar teniente o maestre de campo, encomendándole el mando de una expedición para que fundara ciudades que sirvieran de avanzadilla a futuras incursiones. Así fueron creando pequeños poblados como Las Piedras,

5 El Dorado era el nombre que se daba a las riquezas enormes de oro, plata y pedrería que decían los indios que se encontraban en el interior de las selvas tropicales, formando una montaña que denominaron Sierra de la Plata.

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Puerto de los Reyes1'a unas 300 leguas de Asunción. A llí los indígenas hablaron de lugares ricos en metales valiosos, y con algunas muestras regresaron a la ca­ pital. Pero la escasa habilidad política y la carencia de sentido de adaptación de Alvar Núñez pronto se hicieron evidentes, produciendo divergencias con sus oficiales. El cacique Tebaré se sublevó y con gran contingente de indios hizo frente a los españoles. El Adelantado preparó una expedición de castigo y en la nave capitana colocó la testa bovina del escudo familiar en lugar de la insignia imperial. Las discrepancias entre su gente se hicieron notar. El 8 de septiembre se organizó un nuevo viaje de reconocimiento y de castigo, formado por 400 españoles y más de un millar de indios fieles. En los bergantines ondeaba de nuevo la propia bandera del jerezano, en lugar del estandarte impe­ rial. El disentir surgió de inmediato incluso entre los marineros, pero las órdenes del Adelantado se impusieron. Sin embargo, las informaciones que llegaban so­ bre riquezas inmensas eran constantes y el ansia de conseguirlas los unía. El ca­ pitán general, ante un sol abrasador y pertinaces lluvias, puso en marcha de nue­ vo a los suyos en busca del Dorado. Y después de dieciocho días de duro caminar por tierras anegadas y pantanosas llenas de podredumbre e insectos, ordenó a su tropa el regreso a Puerto de los Reyes. A los fracasos anteriores, surgieron nuevas tentativas en contra del parecer de sus capitanes por las inclemencias del tiempo, y nuevos desencuentros, hasta que por fin la falta de víveres hizo que volvieran todos abatidos a Asunción. Las diferencias de criterios entre la tropa, los oficiales y el jefe ya eran insalvables. El 25 de abril de 1544 los cuatro oficiales reales — Cáceres, Dorantes, Ca­ brera y Vergara— encabezaron un motín al que se unieron los hombres más destacados de la colonia, entre los que estaban Francisco de Mendoza, Martín Suárez de Toledo, Juan de Ortega, Jaime Rasgún, etc. Los amotinados, al grito de ¡libertad!, entraron en la casa de Alvar Núñez, que se encontraba enfermo de cuartanas, y lo prendieron. Igual hicieron con el resto de las autoridades locales. Posteriormente, reunidos en asamblea nombraron como nuevo gobernador a Irala. Ñuflo se mantuvo unido desde el primer momento a los amotinados y firmó como testigo en el nombramiento del nuevo gobernador, aunque desempeñó un papel secundario. Una vez pacificadas las revueltas el Capitán Vergara retomó la idea de seguir explorando aquellas tierras hasta llegar a Sierra de la Plata, y para ello quiso pa­ cificar a ciertas tribus próximas que le eran hostiles. La misión se encomendó a Chaves, que al frente de 60 españoles y algunos centenares de indios salió de Asunción en el mes de octubre de 1546. El cura Lazcano conocedor de la lengua guaraní hizo de intérprete. 6 El 6 de enero de 1543 fundaron el Puerto de los Reyes, que fue bautizado con dicho nombre en honor a la festividad del día.


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La expedición fue un éxito y el nuevo gobernador, que ya confiaba plenamen­ te en el capitán extremeño, decidió explorar el Aracoay o Pilcomayo7, afluente del Paraguay, porque se consideraba la vía fluvial que conduciría a la sierra de­ seada. El 26 de febrero de 1547 se realizó la escritura de ordenamiento y se dio de nuevo el mando a nuestro personaje. La misión no era fácil, por agua y por tierra los expedicionarios encontra­ ron obstáculos que parecían insalvables. Tormentas inesperadas con abundantes aguaceros, que hacían que los navegantes huyeran hacia lugares más seguros car­ gados con las canoas ante la crecida de los ríos. Terrenos pantanosos imposibles de atravesar. Indios que disparaban sus flechas, como recibimiento a su paso. Sol abrasador de los trópicos. Insectos que producían hondas picaduras y formaban ejércitos difíciles de combatir. Sólo una raza especial de hombres podía superar estos avatares. Mientras tanto, Ñuflo se iba imponiendo como gran estratega, lí­ der absoluto y jefe indiscutible, que era capaz de dar ejemplo en las situaciones más adversas y de llevar a su gente al triunfo más rotundo, donde parecía impo­ sible conseguirlo. De regreso a Asunción, Chaves contó a su gobernador todo lo acontecido, e Irala, una vez que hubo escuchado el relato de su lugarteniente, preparó una ex­ pedición de 250 españoles y dos millares de guaraníes. Y tras dejar al frente de la ciudad a don Francisco de Mendoza, en noviembre de 1547 dirigió a sus hombres desde la colonia por el río Paraguay arriba hacia tierras más inhóspitas que con­ ducirían al ansiado Dorado. Llevaba consigo a sus más destacados capitanes. En los núcleos de población ya fundados iba dejando retenes con hombres de con­ fianza para vigilar la retaguardia. En enero de 1548 abandonó las embarcaciones y continuó a pie siguiendo la ruta del ocaso del sol. Ñuflo iba en vanguardia a ca­ ballo, como conocedor que era del terreno, con otros hombres a pie. Pasaron por territorios de diferentes tribus hasta llegar a las vastas extensio­ nes del Chaco Boreal, y de allí a las salinas de San José. Una extensión de terreno de más de treinta kilómetros a lo largo y a lo ancho cubierta de gruesa sal, que da­ ba el aspecto de ser un campo de nieve, que tenía “la inconsistencia de la harina y las fuertes emanaciones del cenizal” (Sanabria: 127). El vaho insoportable que desprendía impedía fijar el rumbo e incluso el caminar. Y otra vez la vegetación selvática cada vez se iba haciendo más verdosa y la marcha más llevadera. Así medio año, pasando por variados y pintorescos para­ jes hasta llegar a la tierra de los tamacosis, regada por el caudaloso Guapay. La tribu, que había estado en contacto con los españoles del Perú, informó a Irala de la existencia de Sierra de la Plata, que ya estaba en explotación por los hombres de su raza, y de las luchas internas que mantenían por el poder en el virreinato8.

7 Otro nom bre que recibe este río es Araguay. 8 Hacían referencia al poblado minero de Potosí, fundado en el año 1545 por Diego Centeno y Pedro Cotanito para extraer los m etales argentíferos que llegaban a España.

El Capitán Vergara envió entonces a Ñuflo con una misiva para el jefe de los par­ tidarios de la corona de España en la que le hacía saber que él y sus hombres se ponían bajo su mando, y a cambio pedía el nombramiento de gobernador de Río de la Plata. En septiembre de 1548 partió el extremeño del campamento de los tamacosis, le acompañaban Oñate, Aguayo, Urrutia... y una veintena de guaraníes. Siguie­ ron la corriente del río Guapay arriba hasta penetrar en las escarpadas montañas de los Andes, donde localizaron a Pedro de Guevara, obrajero de Diego Centeno, vecino de la villa de La Plata, quien relató a Ñuflo y a sus compañeros los episo­ dios acaecidos en Charca y en el Perú9. Ñuflo tomó conciencia del servicio que podía prestarle Centeno ante el virrey e intentó localizarlo en La Plata, donde vivía10. Pasó por los incipientes poblados de Potosí y de La Paz, que pronto dejó atrás. Continuó su camino por las orillas del lago sagrado de los incas. Atravesó escarpadas subidas y ásperas pendientes hasta llegar a Lima a finales de noviembre, donde tras varias entrevistas conven­ ció a La Gasea de la necesidad de nombrar un gobernador para la nueva colonia del Paraguay, después de narrarle sus azarosas aventuras. Pero éste desistió ele que para dicho cargo fuera asignado Irala y eligió a su amigo Diego Centeno, proporcionó víveres y armas a Chaves y le autorizó a que realizase levas en Lima y en las otras poblaciones del virreinato. El extremeño se acercó hasta el puerto del Callao en la necesidad de reclutar gente para su causa, y allí contempló por primera vez otro inmenso Océano, lira el primer español que había salido de Río de la Plata en el Atlántico y había llega­ do hasta el Pacífico después de atravesar la América Austral. Una nueva ruta que unía los dos océanos quedaba abierta. Pero Chaves sólo se detuvo unos día en I a Plata para hablar con Centeno, quien le confirmó que no sabía cuándo se haría cargo de la gobernación asignada. Mientras tanto, los oficiales reales — Cáceres, Dorantes y Cabrera— que ha­ cía cuatro años habían conferido el mando y nombrado gobernador a Irala, ahora se lo negaban. El fracaso de las exploraciones, sobre todo al enterarse de que el Dorado había sido descubierto por los españoles que actuaban en el Perú, y su oposición a esperar el regreso incierto de Chaves y los acompañantes, enviados ante el virrey, les hizo cambiar de opinión un 10 de noviembre de 1548. Gonzalo 9 H ace referencia al levantam iento que G onzalo Pizarro y Francisco Carvajal hicieron contra el gobci nmloi legítim am ente elegido por la Corona, don Blasco N úñez Vela, hom bre que no supo ejercer su liderazgo, poi lo que fue derrotado y condenado a m orir decapitado por los cabecillas del motín. Ñ uflo recibió tam hu i inform ación de cóm o Diego Centeno y Lope de M endoza se opusieron al levantam iento, y salvaron la vídi por la pronta llegada del nuevo gobernador, el sacerdote L a Gasea, quien con astucia y habilidad polltu i hizo que un gran núm ero de rebeldes se pasaran a su bando y el resto fuese derrotado. Estos hechos acaeció ron en abril de 1548. 10 La Plata estaba cerca de Potosí y tuvo cuatro nom bres a través de su historia: Charcas (hasta el 1538 por lo* charcos, indos que habitaban la zona), La Plata (1540-1776), Chuquisaca (1776-1825), Sucre (a partir de 1835, al convertirse en capital de la República de Bolivia).


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de Mendoza fue elegido nuevo jefe de la colonia, quien ordenó el traslado de la expedición a Asunción. Pero los partidarios de Álvar Núñez, que quedaban en la localidad, se habían levantado en armas y habían decapitado en público cadalso al hombre que dejó al frente de la ciudad el Capitán Vergara. El nuevo gobernador ahora era el sevilla­ no Diego Abrego o Abreu. Pronto presentó Mendoza su debilidad para liderar el grupo, y en el puerto de San Femando escucharon las noticias negativas que de la capital llegaban, por lo que ante tales acontecimientos el 13 de marzo de 1549 los oficiales reales decidieron de nuevo restituir a Irala en su puesto. La astucia y sagacidad del vizcaíno permitió atraerse al vecindario y tomar la localidad por la noche, mientras el sevillano y los suyos huían a la montaña, donde se refugiaron entre los indios Ibitiruzú. El Capitán Vergara pretendió ser benévolo con todos ellos y no los persiguió. Chaves regresó en junio de 1549, después de un año de ausencia cuando ya estaba todo pacificado. Venía satisfecho con lo conseguido, pues aunque no había logrado el gobierno para Irala, llevaba hasta 49 hombres de refresco, algunos de ellos con la experiencia de las luchas en el Perú11; armas, vitualla y animales v i­ vos — cabras y ovejas principalmente— para la repoblación. El camino se hizo más lento de lo deseado, había que marchar al paso del ganado que iban arreando si no querían perderlo. Pero según se fueron acercando al lugar concertado se in­ formaron de que los tamacosis, unidos a otras tribus indígenas, se habían levan­ tado en armas contra los españoles, y ellos mismo en más de una ocasión habían sufrido escaramuzas que tuvieron que repeler. A l llegar a Asunción, doña María de Angulo, esposa de don Francisco de Mendoza, gobernador interino depuesto y asesinado, contó a Chaves el levanta­ miento de Abreu y cómo habían dado muerte a su marido. Éste prometió vengar su fallecimiento, y logró capturar a varios de los que habían intervenido en el le­ vantamiento y posterior asesinato, y tras un breve juicio fueron ahorcados Juan Bravo y Renjifo12. El Capitán Vergara hizo un pacto con los más destacados, y au­ torizó el matrimonio de sus hijas con los capitanes rebeldes Gonzalo de Mendo­ za, Pedro Segura, Francisco Ortiz de Riquelme y Alonso Riquelme de Guzmán13. La idea de pacificación y conquista de aquellas tierras no cesaba en la mente de los dirigentes, y una vez administrada justicia Irala organizó una expedición en la que se alistaron unos 400 españoles y más de 4.000 indios, con un gran nú­ mero de caballos. Llegaron hasta los Andes peruanos, pero pronto les sorprendió

11 Algunos de los que se unieron a Chaves en el Perú fueron Pedro de Segura, soldado en Italia; Juan Oflate; Gonzalo Casco, hijodalgo; Francisco Conto; Alonso Martín de Trujillo; Pedro de la Puente Hurtado; etc. 12 Abreu encontró la muerte en su refugio cabaña de la sierra por una saeta de un soldado español enviado a su captura por Felipe Cáceres, y una vez fallecido se le trajo a Asunción. 13 Algunos creen que era Francisco de Vergara en lugar de Francisco Ortiz. Irala no se había casado nunca pero tuvo nueve hijos reconocidos con siete indias, “mis criadas” según afirmaba. La poligamia hasta cierto punto estaba tolerada por falta de mujeres europeas.

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las torrenciales lluvias, convirtiendo todo el terreno en un extenso pantanal. El regreso fue penoso, gran número de indios y de animales perecieron, las enfer­ medades se acrecentaron, y la marcha recibió el nombre de la “ Mala Entrada” 14. Ñuflo a su regreso no dejó de realizar frecuentes visitas a la casa de doña María de Angulo, donde surgió el amor de la criolla doña Elvira Manrique o de Mendoza, la mayor de los cinco hermanos huérfanos, con la que se casó cuando ella tenía 15 años y él rondaba los 30. La mayoría de los analistas coinciden en que esto sucedió a finales del año 1550 o comienzos de 1551. Entre tanto, noticias de España llegaban a la ciudad. El capitán Cristóbal de Saavedra traía la nueva de que don Juan de Sanabria, vecino de Trujillo, era el nuevo gobernador nombrado por el Emperador, aunque éste no pudo tomar pose­ sión de su cargo por su pronto fallecimiento. Sin embargo, su esposa doña Mencía Calderón consiguió que le sucediera su hijo Diego, quien quedó en la Corte solucionando sus asuntos. Mientras, ella preparó una expedición compuesta de dos carabelas y una nao, con 300 hombres y abundantes provisiones, y, acom­ pañada de sus dos hijas, Mencía y María de Sanabria, bajo el mando de Juan de Salazar se anticipaba en el viaje15. Irala, que había sido depuesto de su cargo desde el Perú, acató la orden, y en febrero de 1551 mandó un bergantín por el Paraná, al frente del cual iba Ñuflo de Chaves, para que saliera al encuentro y auxilio de la nueva armada. Su sorpresa fue que al llegar al estuario de la Plata no halló la comitiva que buscaba y dejó en San Gabriel — actualmente Sacramento— a varios hombres con los víveres ne­ cesarios por si arribaban allí. A su regreso a Asunción conoció al granadino Her­ nando de Salazar, emisario de doña Mencía, que había llegado el 15 de agosto de dicho año por tierra y surcando el río Guayrá, con quien entabló una amistad y parentesco que iba a durar toda la vida, pues éste se casaría con otra de las hijas de doña María de Angulo. Irala preparó a comienzos del año 1553 una nueva salida hacia el norte, si­ guiendo los cauces de los ríos que desembocan en el Paraguay, y nombró a Cha­ ves jefe de la avanzadilla. Éste llegó hasta el territorio de los itatines o icatines, del que tomó posesión simbólica en nombre del rey de España. Si bien, abatido

14 Vid. Díaz de Guzmán: Lbr. II, Cpt. XII. 15 Juan de Salazar fue capitán del gobernador Pedro de Mendoza y había fundado la ciudad de Asunción por mandato de sujefe, pero se unió a los partidarios del depuesto Álvar Núñez y fue hecho prisionero y enviado a España. En la Corte no le encontraron culpable y fue puesto en libertad, alistándose y tomando el mando de esta expedición. Doña Mencía, después de naufragar en las costas del Brasil, destituyó a Salazar y nombró como jefe de la expedición a su yerno Hernando de Trejo, quien fundó en el 1553 el pueblo de San Francisco en lugar estratégico, vagaron por las costas brasileñas hasta que por fin llegaron a Asunción. Irala mandó arrestar a Trejo por haber destruido San Francisco, considerado de gran valor militar. Diego de Sanabria, después de tratar sus asuntos en la Corte, se embarcó y naufragó junto a las costas del Brasil. No llegó nunca a su destino y por lo tanto a ejercer como gobernador, pero sí a Potosí donde se dedicó a la explotación de unu mina de piala (Obermeier: 330).


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por la hostilidad de la naturaleza y la falta de alimentos, tuvo que volver a Asun­ ción. En 1554 el vizcaíno preparaba una nueva salida cuando llegaron a la colonia provisiones reales que el emisario Bartolomé Justiniano traía, concediéndole el gobierno del extenso territorio de Río de la Plata y las tierras por descubrir'6. En­ tregó entonces el mando de la expedición a Ñuflo de Chaves, a quien acompa­ ñaba su amigo y cuñado Salazar. El 17 de octubre emprendieron la marcha con treinta hombres a caballo hacia territorio de los itatines, para comprobar el tipo de vida que llevaban, y regresaron a finales de año17. Mientras tanto, la ciudad de Asunción, donde nuestro protagonista moraba el poco tiempo que podía con su esposa e incipiente prole, iba adquiriendo visos de capital y fue elegida sede episcopal ese mismo año. El nombramiento del primer obispo recayó sobre fray Pedro Fernández de la Torre, quien pronto hizo gran amistad con Ñuflo, a quien consideraba el segundo hombre fuerte de la colonia, después del gobernador. Con el prelado llegaron tres navios cargados con armas, municiones y objetos religiosos (campanas, ornamentos, libros, santorales, etc.). Tomó posesión de la diócesis la víspera del Domingo de Ramos de 1555. Una nueva expedición de castigo fue encomendada a Ñuflo contra los lusita­ nos e indígenas del Brasil, porque capturaban a indios fieles a los españoles y los hacían esclavos. Y por primera vez fue herido de gravedad por una flecha en el río Paraná, aunque logró repeler los ataques. En esta expedición fundó trece pue­ blos en la región de Guayrá: Loreto, S. Ignacio, S. José, S. Javier, Sto. Ángel, S. Agustín, S. Pablo, Sto. Tomé, los Ángeles, la Concepción, S. Pedro, Jesús y Ma­ ría (Flurtado: 39 y ss.)18. Sanabria ha llamado a nuestro personaje el “ Caballero de la selva” , quien tuvo que hacer una nueva salida por el Pilcomayo y otros ríos, al frente de 300 hom­ bres, para explorar las tierras de los xarayes y guaraníes. En estos quehaceres es­ taba cuando un 3 de octubre de 1556 le sorprendió la enfermedad y fallecimiento de Irala, cuando rondaba los 47 años de edad'1 ’ y estaba aquejado de dolores de costado con agudas fiebres (pulmonía y neumonía con trastornos gastrointestina­ 16 La corte, una vez tuvo conocimiento del fracaso de la expedición de Salazar y posteriormente de la de Diego de Sanabria, nombró gobernador a Domingo Martínez de Irala. La Real Cédula fue firmada por Carlos I en Monzón de Aragón el 4 de noviembre de 1552. La duración de los trámites y la retención del genovés Justiniano hizo que el nuevo gobernador la recibiera el 28 de agosto de 1555. 17 La provincia de Itatín está a orillas del Paraná en la actual Argentina. 18 Entre otros, Publio Hurtado atribuye a Chaves la fundación de estas localidades en el Paraguay. Sin embargo, dudo que todas ellas fueran obra de Ñuflo, y mis dudas se acrecientan cuando le atribuye además la creación de Asunción, capital del Paraguay y centro neurálgico para futuras conquistas, cuando está documentado que fue otro muy distinto quien la fundó. Pero si esto tuviera algo de certeza, sorprende mucho que todas las localidades estén ligadas quizás al santo del día, como era la costumbre, excepto la de Santa Cruz de la Sierra, para no reconocer los fuertes lazos que unieron a Chaves con la homónima extremeña. 19 Irala había realizado su testamento ológrafo el 13 de marzo de 1556, que entregó al escribano Juan de Balderas, y fue enterrado, tras solemnes pompas fúnebres, en la catedral de Asunción, que por entonces comenzó a construirse.

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les, según la medicina moderna). En el testamento nombraba a Chaves ejecutor testamentario y le entregaba la tutoría de sus hijos menores, pero el gobierno in­ terino de la colonia lo dejaba en manos de su yerno Gonzalo de Mendoza, cosa que no agradó a nuestro protagonista, pues se consideraba con mayores derechos. Las secuelas de la herida recibida, los acontecimientos adversos y seguramen­ te la muerte del amigo retuvieron al inquieto caballero más tiempo del deseado en la ciudad. Es probable que mientras tanto soñara con nuevas exploraciones y conquistas y quién sabe si hasta en un nuevo Dorado. Había comenzado el año 1558 y los muros de la colonia no podían retener a Ñuflo por más tiempo, quien preparaba con Hernando Salazar una expedición de envergadura, aunque para ello tuvieron que empeñar su propio patrimonio y el de alguno de sus amigos. Una vez más la conquista y colonización de América se entendía como una empresa de hombres que arriesgaban sus bienes económi­ cos e incluso sus vidas para obtener unos beneficios, sin olvidar que las tierras por conquistar eran propiedades del monarca español, por concesión papal. Así lo entendieron los dos capitanes cuando presentaron sus planes y proyectos al gobernador, obispo y demás autoridades de la localidad de quienes obtuvieron el consentimiento, pero limitándoles la exploración a los Xarayes y con la orden de fundar un poblado, tal y como Irala había ordenado antes de su fallecimiento. La fama de invicto que había adquirido el capitán extremeño permitió que en breves días consiguiera un contingente importante de hombres dispuestos a se­ guirle. En marzo de ese mismo año partió con 150 españoles, repartidos en 23 bergantines, la mayoría de ellos movidos a vela y a remos20. Le acompañaban personajes importantes, entre los cuales se encontraban el joven de 18 años Die­ go de Mendoza, hermano de doña Elvira; Antón Cabrera, que había acompaña­ do a Chaves en las jomadas del Picomayo y que puso a su disposición su propio navio; Pedro de Segura, hijodalgo, soldado en Italia y reclutado en el Perú, quien fue padrino de uno de los hijos del capitán; Diego de Irala, hijo del fallecido go­ bernador; Gonzalo Casco, hijodalgo, traído también del Perú; etc. Salazar iba por tierra con 30 hombres para llevar la caballería. Más de un millar de indios los acompañaban en canoas y balsas. El extremeño dio normas claras y tajantes a sus gentes: que todos vayan en orden sin adelantamiento ni rezagas, que los que salgan a buscar caza estén acompañados por seis arcabuceros, que no haya trato con indios extraños sin su consentimiento, etc. A finales de junio llegaron a la laguna de Xarayes, donde buscaban la mítica isla del Paraíso en medio de un cenagal maloliento producido por aguas estancadas y poco profundas21. El paso de los bergantines por estos pa­ rajes se hacía imposible, y hubo que recoger las jarcias y todas las cuerdas dispo­ nibles para hacer sólidas maromas que asidas a la maestra del maderamen arras20 No se ponen de acuerdo los diferentes biógrafos en señalar qué número de personas y de navios iban. 21 Al lago de los Jarayes denominaron Mar Dulce por su extensión.


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trasen los barcos. Todos los hombres disponibles, tanto españoles como indios, con el agua por encima de las rodillas y las cuerdas asidas a la cintura luchaban contracorriente para arrastrar los navios. Las turbulencias del fondo cubierto de aguzados y grandes pedruscos hacían que el avance fuese lento y cuidadoso. La nave capitana, al dar contra una roca, encalló y hubo que desguazarla, y pasar los enseres y útiles a otros navios o transportarlos a hombros de braceros. Sin em­ bargo, esta situación tan adversa no consiguió abatir el ánimo de estos intrépidos hombres que lograron llegar en el Xaray al país de los Perabazanes, indios pa­ cíficos pero poco laboriosos. El 25 de julio de 1558 arribaron en un lugar al que denominaron Santiago de los Perabazanes, siguiendo la costumbre de bautizarlo con el nombre del santo del día. Una vez instalado el campamento, pronto los aborígenes perdieron el recelo al ver que los españoles los obsequiaban con bara­ tijas. Ñuflo, que ya conocía el guaraní, consiguió que le llevasen ante su jefe. Le acompañaba una pequeña escolta y su lugarteniente, Hernando de Salazar. El líder indio era Urá-Teberé, quien les habló de un lugar con abundancia del blanco y del dorado metal, gobernado por Candiré, poderoso señor de numerosos vasallos. Les indicó además cómo llegarían hasta ese reino, limitado por el cau­ daloso Gaupay, donde moran los Tapuymiris, gente peligrosa que ponen veneno en sus flechas. Pronto olvidó Chaves las órdenes recibidas en Asunción de poblar el territorio Xarayes y de no seguir adelante, y a finales de agosto levantó el campamento y puso rumbo al país de los Paytití, con el consentimiento de sus hombres, al ver que la región carecía de los recursos necesarios para la vida. Y ordenó hundir los barcos en las aguas turbulentas del río, como hiciera Cortés en México, para bo­ rrar toda idea de regreso. En el mes de agosto abandonó el campamento y salió en dirección a nuevas tierras por descubrir, consciente de que si no obtenía éxito en la expedición el castigo sería severo22. Salazar volvió de nuevo a ocupar la vanguardia con un grupo de jinetes. A p o ­ ca distancia marchaban la mayoría de los españoles y por detrás los aborígenes con los fardos de las provisiones. Cerraban el grupo unos cuantos arcabuceros bajo las órdenes de Antón Cabrera. Pasaron por pintorescos y variados paisajes, tierras vírgenes para los expedicionarios, hasta que comenzaron a divisar vida aborigen. A lo lejos se veían algunas viviendas cubiertas de paja con estrechas y pequeñas puertas, que los españoles supusieron que deberían estar habitadas por hombres de baja estatura, a los que denominaron “ chiquitos” 23. Y el término se generalizó para los habitantes de aquel lugar, a pesar de que sus pobladores

Esto habían hecho otros españoles en la conquista de América y consiguieron el éxito y la gloria, por qué no ahora. Orellana en el Amazona, Fernández de Córdoba en Nicaragua, Alvarado en Guatemala, Vasco de Núñez, Belalcázar, etc. El tamaño de las puertas era tan pequeño que había que entrar en muchas de ellas a gatas. Los analistas creen que se hacían así para evitar los fríos vientos del sur y los ataques de otras tribus.

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eran altos y de aguerrida estampa, dedicados a la labranza de los campos y a la caza. En un principio se mostraron apacibles, mansos y benignos. Pero cuando percibieron que los españoles hacían acopio de sus víveres, que ellos guardaban en verano para hacer frente a los meses de sequía, pronto se volvieron rebeldes y agresivos, y decidieron atacarlos por sorpresa, camuflados en la hierba o protegi­ dos por el matorral, lanzaban flechas envenenadas que al mínimo rasguño podían producir la muerte. Ñuflo continuó la marcha, repeliendo los ataques de los chiquitos, que no cesaban hasta que no veían a los intrusos fuera de su territorio, y tras varios días de camino acamparon junto al río Ubay. Durante cuatro meses sembraron los campos y esperaron a que las semillas germinasen y diesen su fruto, aprovechan­ do la fertilidad de la tierra. Repararon los utensilios, ropas y armamentos, y trans­ currido el tiempo necesario reanudaron la marcha. Apenas llevaban unos días de camino, sin que cesaran los ataques de los tiaquiabucos, tribus afables y benévolas que se habían vuelto agresivas al sentir el en­ gaño del que fueron víctimas, cuando “ llegaron a las lindes de una región cubierta de poblados indígenas, capaces de poner sobre las armas unos 20.000 guerreros” (Samhaber: 183 y ss.). En medio de ella había una población rodeada de doble em­ palizada con grandes torreones y cubos de madera, cercados por un gran foso cu­ bierto de agua, estacas puntiagudas y espinos envenenados. La fortaleza, que era cabecera de otros pueblos, estaba defendida por numerosos hombres, armados con flechas ponzoñosas y mazas. Las muestras de amistad y paz, que el capitán espa­ ñol enviaba a través de emisarios, fueron inútiles por lo que decidió atacar. Estudió detenidamente la parte menos consistente del fuerte por donde abrió una brecha. El estruendo de las armas de fuego, la ferocidad de los hombres a caballo, las grandes picas con que eran atacados atemorizó a aquellos infelices que huían despavoridos, mientras los intrusos conseguían expulsarlos de sus dominios. La derrota en pocas horas fue total y una vez más Chaves se confirmó como gran estratega en medio de tantos indígenas, aunque entre los españoles hubo pérdidas importantes: diecisiete muertos, numerosos heridos y la baja de dieciséis caballos, número considerable si tenemos en cuenta el valor de esos animales en aquellas latitudes y la escasez con la que partieron, sólo cincuenta. Los indios amigos sufrieron aún mayores bajas. Estos hechos acaecieron a finales de mayo de 1559. Vista la situación, Ñuflo decidió acampar allí durante varios días para curar a los heridos y reparar el armamento. Muchos sabían que ante las heridas provoca­ das por las flechas poco podían hacer, y que la muerte sería lenta y dolorosa. A pesar de los potingues traídos desde Asunción, los emplastes hechos con hierbas y las oraciones del capellán, doce hispanos fallecieron después de unos días de sufrimiento. El número una vez más se incrementó entre los aborígenes que los acompañaban. Pocos días después reanudaron la marcha y penetraron en un espeso bosque donde sufrieron continuas emboscadas. El avituallamiento se escaseaba y la tierra


prometida parecía estar cada vez más lejos. La murmuración y el descontento sur­ gió en las filas de sus hombres, y lo que más le dolía al capitán extremeño es que muchos de ellos eran de su confianza. Gonzalo Casco, hijodalgo, lideraba el mo­ vimiento de los rebeldes, a quien seguían Rodrigo Osuna, Pedro de Segura, Bar­ tolomé Justiniano, hasta 90 hombres firmaron la requisitoria para que poblara en sitio favorable en el país de los tamacocis o abandonara la empresa24. El 23 de ju ­ nio de 1559 entregaron el escrito a Chaves, y en él le recriminaban que no hubiese fundado ya una ciudad, como estaba ordenado; le pidieron que desistiera de seguir adelante y que regresara a Asunción, puesto que no había conseguido nada de lo prometido y la tropa se encontraban en muy mal estado. El Caballero de la selva, que los había escuchado con respeto y atención, les recordó que habían logrado la conquista de un extenso territorio que engrandecía los reinos de su Majestad, y que no era digno de españoles regresar cuando aún no habían conquistado el Paytité, como prometieron en tierra de los Perabazanes. Hernando de Salazar intentó convencerlos, pero ellos a la vez pretendieron que se uniera a la conjura. A la mañana siguiente se dirigieron de nuevo a la tienda de Ñuflo, y este los recibió de pie con los atuendos de guerra — puesta la armadura, calado el yelmo y ceñida la espada— . Junto a él estaban sus más fieles capitanes: Hernando de Salazar, Antón Cabrera, Diego Mendoza, el Mancebo, y otros pocos. Era el día de San Juan y el capitán extremeño los invitó a elegir entre el oriente improducti­ vo de Asunción o el occidente fecundo de extensas llanuras, aunque lleno de mis­ terios, de las tierras comprendidas entre los Andes y el río Paraguay. Siguieron a Casco setenta y tres hombres y un número considerable de indios, con ellos se llevaron armamento, víveres, caballos y todas sus pertenencias. Ñuflo, tras este desagradable episodio, reanudó la marcha con cuarenta y cinco españoles que prefirieron seguirlo, algunos incluso habían firmado el requerimiento, pero a la hora de la verdad decidieron engrosar las filas de su verdadero líder antes de regresar a Asunción. Un centenar de indios les acompañaban. Todos pusieron rumbo hacia los Andes, que atesoraban los precia­ dos metales y guardaban entre sus colinas abundantes y fértiles valles. Marcha­ ban buscando el ocaso del sol, y aminoraron el caminar cuando penetraron en la selva de Monte Grande, para evitar el ataque de los indios. Cuatro semanas los llevó en atravesarla. A finales de julio llegaron al río Sara-tuús, como lo denomi­ naban los indios chanés, o el río Guapay de los guaraní, al que lo españoles lla­ maron Río Grande, debido a lo majestuoso que lo encontraron, a pesar de que su caudal por ser invierno llevaba poca agua25. Éste desemboca en el Mamoré, que a la vez lo hace en el Madera o Madeira brasileño, afluente del Amazona. Siguie­ ron por su orilla oriental desde donde divisaron un pequeño poblado guaraní o

24 R. d e la F u en te M ac h a in h a ce u n estu d io d e cad a u n o de lo s 90 h o m b re s q ue firm aro n el re q u e rim ie n to e xi­ gien d o a C h av es q u e p o b la ra en el añ o 1559, p ero aq u í n o p o d em o s d e te n em o s en ello. 25 El in v iern o a u stral es e n los m eses c o n tra rio s a los n u estro s, y las llu v ias c ae n en verano.

tamacocis, como generalmente se los denomina. El estuario permitía el paso por ciertos tramos que aprovecharon para llegar a la aldea. Los indios, que ocupaban la orilla occidental, estaban bajo las órdenes del cacique Yvitupué. Chaves decidió acampar allí, y tomó posesión de aquellas tierras en nombre de la corona de España. El 1 de agosto fundó una población en una colina junto a la ribera del río y la laguna de Mapá. El sabía que no tenía autoridad para hacer­ lo, ni siquiera sobre los hombres que mandaba, pues la había perdido al desobe­ decer las órdenes recibidas en Asunción y sobrepasar los límites que le habían marcado, pero la comunidad pobladora podía dársela e investirle de la jurisdic­ ción necesaria, según las Reales Providencias para las Indias, que consideraba a los pueblos recién fundados municipios libres. Decididamente mandó levantar la cruz redentora y el rollo de la justicia, asignó solares, ordenó la edificación de viviendas y repartió tierras para la labranza e indios entre sus compañeros de armas. De esta forma se aseguraba víveres y establecía bases antes de continuar la marcha. Medio centenar de cabañas formaban el nuevo poblado, al que deno­ minó Nueva Asunción, en recuerdo de la capital de donde habían salido y donde había dejado a su esposa y a su pequeña prole. Otorgó a los habitantes la facultad de gobernarse, al estar en la frontera, mientras el rey no ordenara lo contrario. En estos quehaceres estuvieron hasta la llegada de la primavera. Mientras tanto, los indios vecinos vivían en paz en su aldea próxima. El capitán extremeño decidió entonces mandar un mensaje de acatamiento al reyezuelo Yvytupué y explorar aquellas tierras. Al frente de la expedición puso a su cuñado, Diego de Mendoza, conocedor del guaraní, nacido en tierras paragua­ yas. En octubre salió la comitiva con un reducido número de arcabuceros y unos cuantos indios. Pocas leguas habían recorrido cuando sorprendentemente locali­ zaron a otros españoles con los que mantuvieron una larga conversación, quie­ nes les contaron que eran solados que estaban a las órdenes de Andrés Manso, beneficiario de estas tierras por mandato del virrey de Lima. Mendoza tomó la decisión de ir a entrevistarse con el nuevo comisionado, al que le comunicó que él era oficial de un ejército español, que se habían establecido en estos dominios por consentimiento expreso de la autoridad. Posteriormente marchó a informar a su capitán de lo sucedido. Andrés Manso era natural de la Rioja y hacía algunos años que se había insta­ lado en el Perú, pero sólo comenzó a alcanzar cierto realce cuando desde La Plata hizo algunas expediciones al Chaco boliviano. Contaba con 52 hombres y entre sus oficiales se encontraban Andrés de Cañizares, que vino como criado del vi­ rrey Cañete; Jorge de Herrera, soldado de los tercios que combatió a los pizarristas; Juan de Garay, que realizó grandes proezas y consiguió gran fama. Ñuflo envió a Hernando de Salazar para que convenciera a M anso de la necesidad de una entrevista y la conveniencia de establecer la paz entre los españoles. Éste en un principio aceptó, pero no se presentó en el lugar señalado, y el capitán extremeño con seis hombres se dirigió entonces al campamento del


O U IN I V I C I V IW n n V ílu r i

riojano, donde intentó convencerle de lo positivo que sería la unión de las fuer­ zas, pues era la mejor manera de servir al rey y a sus intereses. En su presencia reconoció los títulos que Manso alegaba, y, una vez que comprendió que no había convencimiento pleno, le entregó el poblado que había fundado y el mando de sus hombres, mientras él iría a Lima a entrevistarse con el virrey para que media­ se en el conflicto, pues ni la resolución de la Audiencia de Charcas, que por en­ tonces ya había intervenido, le convencía26. Manso aceptó la propuesta, y pronto cambió el nombre de la localidad por el de Barranca, a pesar de que Chaves había nombrado a Antón Cabrera personero en Nueva Asunción, para que vigilara al riojano de todo cuanto hiciera y dejare de hacer. El Caballero de la selva de nuevo se puso en marcha con Salazar, Cañizares y seis hombres más, para recorrer el largo camino que los separaba desde los llanos de los Chiquitos hasta la capital del virreinato. Pasaron por cumbres abruptas y estrechos valles, siguiendo el Camino del Inca que ya conocía cuando fue a Lima por mandato de Irala. El virrey era don Andrés Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete, “hombre ya entrado en años y p o r tanto de maduro juicio, recto en el pensar, atinado en el honor y animado de los mejores propósitos para servir a la corona’'’ (Sanabria: 250). Estaba casado con una Manrique, pariente de la esposa de Ñuflo. Pronto pidió éste audiencia, que le fue concedida, y acompañado de Salazar y Cañizares relató al gobernador sus hazañas por tierras antes nunca pisadas por los españo­ les. Habló de la lucha que tuvo que sostener con los indios enemigos y el trato afable dado a los amigos, partiendo desde Asunción. Describió las impenetrables selvas, los extensos y ricos valles, la abundancia de caudal en los ríos por donde habían pasado. Pero también le hablaría de pueblos que guardaban opulentos te­ soros, o de montañas hechas por ricos metales y pedrería, que aún quedaban por descubrir. Es probable que Cañete se entusiasmara con aquellas conversaciones, y a la primera entrevista sucedieron otras. Chaves entonces propuso la creación de una nueva provincia dependiente del virreinato del Perú con las tierras recien­ temente descubiertas. Cañizares, personero de Manso, habló en su favor indican­ do que su jefe ya había iniciado la conquista al otro lado de los Andes, como se le había ordenado, junto al río Parapetí de los indígenas que los españoles denomi­ naron Condorillo, y agregó que el encuentro de su capitán con los venidos del Pa­ raguay no era situación de litigio, pues ellos se expandirían por el sur y los otros han venido por el norte y están asentados en el río Guapay. Ñuflo insistió en la creación de una nueva provincia, que se debería entregar a la persona que por sus merecimientos y condiciones de mando se hiciere acreedora de ella. El Consejo del virrey señaló a don García Hurtado de Mendoza, hijo del marqués y gobernador por entonces de Chiles, para el gobierno de las nuevas de26 L a A u d ie n cia d e C h arcas d eterm in ó e n v ia r a P e d ro R am íre z de Q u iñ o n e s p a ra que lim itara la ju risd ic c ió n de cad a uno d e lo s c o n ten d ien tes.

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marcaciones, formadas por las tierras de Chiquitos, Moxos y Matogroso, sepa­ rándose de esta forma de Asunción. Pero mientras habría que nombrar un susti­ tuto, pues don García continuaba ordenando su territorio entre los auracanos, una vez vencido Caupolicán y realizada una expedición triunfal a la isla de Chiloé. El 15 de febrero de 1560 se expidió una cédula real a favor del extremeño Ñu­ flo de Chaves por la cual se le concedía el título de teniente de gobernador, capi­ tán general y Justicia Mayor de la nueva provincia, a la vez que se le autorizaba a levantar bandera y reclutar gente para la conquista y población de dichos terri­ torios. Su amigo y cuñado Hernando de Salazar fue nombrado regidor y aguacil mayor perpetuo de la ciudad que se debería fundar para que fuera la capital de ese extenso territorio. A Andrés Cañizares se le otorgaba la función de factor vee­ dor perpetuo, igualmente con derecho de sucesión. Y a Andrés Manso se le con­ firmaba en el mandato que se le había otorgado, advirtiéndole que no debía pasar del río Parapetí, para no incurrir en delito. Pronto corrió por la ciudad el rumor de los vergeles prometidos y la fama de militar invicto del nuevo capitán general, y fueron muchos los que se alistaron en busca de aventuras o para acrecentar sus fortunas personales. Segundones de fa­ milias nobles, como Pedro Téllez Girón, quien llegaría a ser duque de Osuna; ve­ teranos de otras guerras, como Bemardino de Ávila, que había estado en la con­ quista de Nueva Granada y de Chile; clérigos, como Francisco Pérez; escribanos, como Francisco Gallego y Diego de la Palma... Así hasta 50 hombres reclutó en Lima, a la vez que se abasteció de provisiones. Ya tenía Chaves cuanto anhelaba: título, hombres, recursos. Ahora su escena­ rio de conquista se extendía por las llanuras de los chiquitos y las tierras de los chiriguanaes, a ambas márgenes del río Guapay. Y Manso no podía alegar dere­ cho alguno que impidiera su avance. Pero cuando el riojano recibió la noticia de los hechos acaecidos en Lima, se reveló contra las órdenes dadas por el virrey, desarmó a Cabrera y a los hombres que había dejado Ñuflo en Nueva Asunción o Barranca, infiriéndoles todo el daño posible. El extremeño, con diez de sus hom bres y algunos indios fieles, logró liberarlos y reconquistar Barranca. Manso en tonces se refugió en el poblado del cacique Ivitupué para preparar desde allí su ofensiva, sin atender a las recomendaciones del extremeño, quien le advirtió que lo importante era unir fuerzas y no disgregarlas, e hizo pregonar las concesiones que el virrey de Lima le había otorgado, por lo que algunos de los oficiales rebel des, como Juan de Garay, Luis de Torres, Jorge Herrera ... se le unieron. I a con tienda terminó sin muertes, pero el riojano fue apresado, desarmado y enviado ante la Real Audiencia de Charcas para que fuese juzgado27.

27 L a R ea l A u d ie n c ia de C h arcas, c o n o cid a ta m b ié n p o r A u d ie n cia y C an c e lle ría R eal de La Plata ilc lnv C harcos, fue c re ad a p o r F e lip e II el 4 d e sep tiem b re d e 1559 y p e rte n e ció al v irrein ato del Perú Imsln el alio 1776, p o sterio rm e n te al v irrein ato d e R ío d e la P lata, y en el 1825 a B o liv ia. C h arcas era el nombro <|tn recib ían los in dios que h a b ita b an aq u ella zona.


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En agosto Ñutió abandonó Nueva Asunción, dejando 30 hombres para su cus­ todia y defensa e inició la conquista del Gran Moxo. Mandó al noreste, el país de los anetinos, diez arcabuceros bajo el mando del oficial Francisco Rengifo, y él salió hacia oriente con 80 hombres, atravesando las tierras de los gorgotoquis y penetrando en la selva que arranca desde la otra orilla del río Guapay. En su re­ corrido entró en contacto con los chiquito-guaranís, pues dentro de la Chiquitania había varias naciones y no se puede generalizar. Chaves quiso conocer las características de aquel territorio, como si ya presin­ tiera que sería su nueva patria de donde escasamente volvería a salir, y estableció una especie de empadronamiento, al ordenar al escribano Francisco Gallego que levantara acta del “número de indios que lo ocupaban, género de vida y condi­ ciones naturales”. En cuatro meses recorrió toda la vasta extensión de selva que va desde el río Guapay hasta los collados de las montañas de los chiquitos, y to­ mó nota de los ochenta mil fuegos o familias de los que habla en su Relación. Se detuvo durante unos días en la tierra de los tibiones, donde dejó a Antón Cabrera con la misión de que tomara noticias de los chañes, gente de buen vivir y de sufi­ ciente comida, pues tenía la intención de fundar, como se le había ordenado, por estos territorios una ciudad que fuera la capital de la nueva provincia y punto de partida para futuras colonizaciones. Buscaba un lugar que sirviera de puente en­ tre el Perú y Río de la Plata, pero también que fuera centro neurálgico de un gran imperio con el que soñaba. Llegó hasta la base de una montaña de donde surgía un pequeño río que regaba un fértil valle. Aquel emplazamiento sería el elegido, según la mayoría de los analistas, pues seguramente le recordaba otro vivido du­ rante la infancia en su Santa Cruz de la Sierra de la Extremadura española, don­ de se forma el río Búrdalo, que desde antiguo se consideraba que los diferentes manantiales de la sierra constituían su nacimiento, pero principalmente los “Naceeros”, fuente situada a mitad de camino entre la base y la cima de la montaña, parangón claro con el Sutós o Sutú — hoyo profundo— que es como los indios denominaban a su riachuelo y manantial28. Lorenzo de Figueroa describió el pa­ raje como “ tierra sana y de buen temple caliente e muy fértil y abundosa de los mantenimientos que en ella se dan y de mucha caza y pesca en lagunas”19. Ñuflo tomó posesión de aquel lugar en nombre del rey de las Españas, emitió los gritos reglamentados de ¡Castilla!, ¡Castilla!, e hizo saber a sus hombres que defendería aquellas tierras hasta la muerte si fuera necesario. Y en la ladera de la sierra, frente a los extensos llanos de los chiquitos, ubicada seguramente a 17o

28 H o y se c o n sid era eo m o o rig en del río B ú rd alo el a rro y o de las C u estas, ta m b ié n con n a cim ien to en la ladera de u n m ontícu lo . L a ab u n d an c ia d e a g u a d e lo s N a ce e ro s h a sid o im p o rtan te d urante siglos, de él se surtió el pueb lo m ed ia n te can a le s h e ch o s sobre p ie d ra s de d im en sió n de u n a v a ra a p ro x im a d a m en te que co n d u cía el a gua h a sta la p la z a p ú b lica, d o n d e h a b ía u n a fu en te co n dos c añ o s q u e e sta b a c o n tin u a m en te co rrien d o . En el siglo X IX é sta se d e stru y ó y el p u e b lo tu v o q u e ir a los p o z o s en b u s c a del p re c ia d o líquido. E n la d écada de 1990 se co lo c ó o tra fu en te co n fu n c ió n p le n a m en te deco rativ a. 29 V id. G arraín V illa, L u is Jo sé (1991: p u n to 1).

G O N M r M O K A C ]| O N D I I A II I N U A C I U I N U t SAIN IA

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47' de latitud sur y a 60° 47' de longitud oeste, distante unos 1.250 km de Asun­ ción, 70 km de Nueva Asunción y a 570 km de La Plata30, en el Alto Perú, perte­ neciente a la Audiencia de Charcas, mandó edificar un poblado un 26 de febrero de 1561. El sacerdote Francisco Pérez bendijo el emplazamiento y celebró una misa en acción de gracia31. Las piedras de la sierra y las maderas de la selva sir­ vieron para construir las viviendas. Levantó el rollo, como símbolo de justicia, según la costumbre, y ordenó al escribano público Francisco Gallego que tomara nota de todo lo acontecido, y de que se había actuado en nombre de su Majestad y del limo. Sr. don García Hurtado de Mendoza. El historiador del siglo XVIII Antonio de Herrera describe de forma sobria el acontecimiento: «Y bolviendo el capitán Chaves a los Taguamacis, i hallándolos alterados, los pacificó, i fundó la ciudad, que llamó Santa Cruz de la Sierra, p o r un pueblo de este nombre, a tres leguas de Truxillo, así llamado, adonde se crió» (Herrera: Década VIII, 97). El capitán general extremeño sabía que para consolidar esta fundación necesi­ taba nombrar las autoridades correspondientes que rigieran la ciudad. Reunió en­ tonces a su gente y fue proponiendo a las personas que consideró más adecuadas para los diferentes cargos, y por aclamación todos ellos fueron aceptados. Los hidalgos Pedro Téllez Girón y Juan de Agreda Garcés fueron elegidos alcaldes. Como regidores del cabildo quedaron Bartolomé de Moya, Hernán Campos, Jor­ ge de Herrera y Juan de Garay. El fundador, como máxima autoridad y teniente de gobernador, tomó juramento a cada uno de ellos y nombró a los nuevos fun­ cionarios de la corona: aguacil mayor, a Salazar; factor y veedor, a Cañizares; y tesorero, a Leyva, que desde ese momento comenzaron a desempeñar sus funcio­ nes. Se dejó un recinto amplio para la plaza pública, junto a la cual se comenzó a levantar la iglesia, y en su entorno las casas de los españoles y las chozas de los indios, atraídos por la seguridad, las dádivas y las baratijas que les ofrecían. El 20 de abril convocó mediante pregón público a los 90 españoles que se encon­ traban en el lugar para distribuir por encomiendas los indígenas que se hallaban empadronados hasta esa fecha, “con la condición y obligación de instruirlos en la fe cristiana y proporcionarles los recursos necesarios para mejorar su estado de vida” (Sanabria: 269). Chaves aspiraba a algo más para su reciente ciudad, buscaba la autonomía e independencia de Asunción e incluso de Lima. Pasados unos días, convocó a ca bildo abierto a los habitantes de la nueva localidad cruceña32, y ante los regidores les sugirió que elevasen un pliego de peticiones al virrey, entre las que estaban: El otorgamiento a perpetuidad de los indígenas puesto en encomiendas. Las muí tas y penas de cámara que se aplicaren por la justicia que redundaran en beneficio

30 E stas m e d id a s e stá n to m a d a s p o r c am in o s que p re te n d ía n a co rta r d istancias. P o r carre te ra actualm ente Simlii C ru z dista de S u c re u n o s 6 10 K m . 31 A lg u n o s c reen que fue u n a m isa sin v in o , p u e s el que h a b ía n c o m p ra d o en C h arcas se h a b ía agriado. 32 E s el g e n tilic io que re c ib e n los n atu rales de S an ta C ruz de la S ierra de B olivia.


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del lugar. La concesión de las tierras situadas fuera del recinto urbano. La osten­ tación exclusiva de la correduría de lonja, pregonería y otros oficios de esta na­ turaleza por el vecindario de la localidad. La exención para todos los vecinos de alcabalas, sisas y almojarifazgos, y que ninguno pueda ser ejecutado por deudas. El pago al fisco de su majestad de los metales preciosos que se hallaren de solo el vigésimo en lugar del quinto, como sucedía en el resto de las Indias. El cabildo pidió para sí la facultad perpetua de nombrar alcaldes, regidores y oficiales reales; de conocer el grado de apelación de los fallos que pronunciaran gobernadores y alcaldes; y de conceder tierras para establos, molinos y granjas (Sanabria: 271 y ss.). Había una clara pretensión del capitán general transmitida a sus hombres de que los cruceños tuvieran las mismas concesiones que los habi­ tantes de las principales ciudades de la metrópoli. Se designó a Hernando de Salazar, junto con otros hombres, para que llevaran las demandas al virrey, pero cuando llegaron a Lima encontraron el panorama muy cambiado a como lo habían dejado hacía unos años. El marqués de Cañete había muerto, y don García Hurtado de Mendoza, gobernador de Chile y designa­ do gobernador de la nueva provincia de Santa Cruz, estaba acusado de desgobier­ no y fue desposeído de sus cargos. Tuvo entonces que marchar a España para pe­ dir justicia y su rehabilitación. El nuevo virrey del Perú era el marqués de Nieva, y Salazar debía usar toda la astucia y habilidad política que había aprendido de su jefe y cuñado para que le concediera las peticiones que llevaba escritas. Por otra parte, Manso había logrado eludir toda culpación y fugarse de la cár­ cel, y había conseguido reunir una treintena de hombres, con los que se dirigió a las tierras de las que fue desposeído, dispuesto a enfrentarse a Chaves. El riojano había fundado Santo Domingo de la Nueva Rioja en el país de los tamacocis a donde acudieron nuevos colonos. El virrey marqués de Cañete en su día intervi­ no, perdonando la fuga y no dando mayor importancia a la ilegal fundación. Salazar escuchó sorprendido todos esos acontecimientos, y presentó al nuevo virrey las peticiones que los regidores y cabildo habían hecho, y la mayor parte de ellas fueron concedidas, incluso el compromiso de nombrar un mediador que interviniera en la contienda entre ambos líderes. A finales de 1561 regresó a San­ ta Cruz de la Sierra satisfecho con lo logrado, pues entre otras quedaba ya como único gobernador de la ciudad su capitán general. En el 1562 la Audiencia de Charcas comisionó al funcionario de justicia Juan de Mendoza Avellaneda para que actuase como pacificador entre ambos conquis­ tadores, y las tensiones parece que se apaciguaron durante algún tiempo. No su­ cedía lo mismo entre el riojano y los indígenas, cuyas diferencias se acrecentaban de día en día. En el verano de 1563 Ñuflo decidió ir a Asunción con el fin aparente de lle­ varse a doña Elvira y a sus vástagos a la nueva ciudad, donde él actuaba como auténtico gobernador, pero también con el propósito de obtener el perdón y re­ conocimiento de las autoridades de su antigua metrópoli y. sobre todo, de con­

seguir nuevos pobladores, que engrandecieran su población. Le acompañaba una menguada escolta entre los que se encontraban Garay y su cuñado Diego de Mendoza. Al mando de la población de Santa Cruz había dejado a Hernando de Salazar. En estos años de ausencia habían sucedido acontecimientos importantes en Asunción. Las autoridades habían cambiado. Gonzalo de Mendoza nombra­ do por Irala había fallecido tras un año de gobierno. El 22 de julio de 1558 los oficiales reales — Felipe Cáceres, Salazar, Riquelme, Ortiz de Vergara, Juan Ro­ mero— , otros vecinos y mercaderes de la ciudad nombraron por votación, presi­ dida por el obispo, a Francisco Ortiz de Vergara como nuevo gobernador. El 3 de mayo de 1560 los asunceños sufrieron un feroz ataque de los indios, que puso en peligro la existencia de la localidad, pero del que salieron victoriosos, a pesar del número tan elevado de indígenas que intervinieron en la contienda. Chaves y sus hombres en la marcha hacia Asunción siempre fueron buscando el río Paraguay, hasta llegar al dominio de los itatines, a quienes convencio para que se trasladasen a las feraces tierras que rodeaban la recién creada ciudad. Des­ de estos territorios mandó un emisario a doña Elvira, dando cuenta de los nuevos descubrimientos y de sus riquezas. Y la noticia corrió como la pólvora por la lo­ calidad del Paraguay. A comienzos de enero de 1564 debió llegar Chaves a Asunción, iba con cier­ tos recelos de no ser bien atendidos por el gobernador y demás autoridades, dada la desobediencia que había cometido, y estaba enfermo. La fiebre de los trópicos había herido esta vez gravemente su extraordinaria fortaleza. Durante algunos días permaneció convaleciente junto a los suyos, pero no perdió el tiempo en buscar adictos a su causa. Con su poder de persuasión intentó convencer a autori­ dades y vecinos de lo ricas y extensas que eran las tierras que había descubierto y conquistado, y de la necesidad de gente para poblarlas. Tenía in mente reclutar un número considerable de españoles, criollos e indios que le permitieran engrande­ cer su población, aunque él siempre afirmó que había venido para llevarse a su esposa e hijos. El gobernador se mostró indulgente y, sobre todo, interesado por los recientes descubrimientos, pero también quería resolver su situación personal en ese mun­ do nuevo que se había creado. Mientras tanto, don Diego de Mendoza había encontrado pareja en la sobrina del obispo, doña Juana de Torres, que con la complacencia del tío pronto contra jeron matrimonio. Este parentesco favorecía la causa del general, quien conven ció al prelado de la necesidad de preparar una gran expedición hacia el Perú. I I gobernador, Ortiz de Vergara, se sintió atraído por la idea, al que secundaron el cabildo, oficiales y otros muchos vecinos del lugar. La fundación de Santa Cruz de la Sierra, con la creación de la nueva pro­ vincia anexionada al Alto Perú, suponía una rotura de la provincia Gigante que formaban Río de la Plata y el territorio del Paraguay, y esto habría que solucio narlo con el virrey del otro lado del continente Austral. Ñuflo, conocedor como


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_________________________________________ FRANCISCO CIllAN CILIÁN

nadie del territorio y del camino que unía los dos extremos, fue elegido para que dirigiera la comitiva. Pero él estaba en otra idea. Su interés era llevar el máximo número de pobladores a la recién creada ciudad. Su máxima siempre fue que lo importante era “ civilizar e hispanizar los territorios que iba conquistando” . Si hubiera podido trasladar Asunción a Santa Cruz de la Sierra, como hacía veinte años había hecho Irala, cuando destruyó Río de la Plata para llevarse los vecinos y engrandecer la población del Paraguay, lo hubiera realizado. La ocasión que se presentaba era muy propicia. En octubre de 1564 se puso en marcha la expedición jamás vista hasta enton­ ces por aquellas latitudes camino del Perú. Al gobernador Ortiz de Vergara le si­ guieron el obispo La Torre, acompañado de siete sacerdotes; el contador Felipe Cáceres; el factor Pedro Orantes; el procurador general de la provincia Ruiz Gó­ mez Maldonado; también iban algunos de los que habían abandonado al general Chaves hacía cinco años, como los hijos de Irala: Agustín e Hipólito, el capitán Pedro de Segura, Diego Bravo de la Vega, Julián Jiménez y otros muchos con sus esposas, hijos y criados, hasta un total de 2.000 personas, que bajo las órdenes del gobernador embarcaron en 20 navios de vela y remos, bajeles, canoas y bal­ sas33. El Caballero de la selva iba por tierra con otros tantos indios encomende­ ros. El camino se hacía largo y penoso, pues era difícil dar de comer y de beber a tanta gente en aquellos campos bravios, y el hambre y la sed pronto hicieron su aparición. A mitad de camino Ñuflo decidió que la tribu itatina se asentara en mejores tierras, formando el poblado Itatín, junto al río Paraguay, donde se unieron algu­ nos indios seducidos por la promesa del gran cacique blanco. Estaban a unas 30 leguas de Santa Cruz de la Sierra y allí acamparon durante meses para sembrar y recoger los frutos y de esta formar alimentar a la comitiva. Posteriormente reanu­ daron la marcha y, después de año y medio de duro caminar por parajes nunca vistos por la mayoría de los expedicionarios, llegaron a la ciudad prometida. Chaves contempló con satisfacción que la localidad había crecido; que la mo­ rada, que mandó construir cuando salió para el Paraguay, estaba terminada; que los frutales traídos de España a través del Perú florecían y fructificaban junto a los nativos, con mayor fuerza incluso que en el país de origen. Este paradisia­ co paraje era el nuevo hogar que tenía preparado para su esposa doña Elvira, su suegra doña María de Angulo, y sus hijos Alvaro, Francisco y Elvira, que habían nacido antes de su salida en el 1558. Los cruceños recibieron a la populosa co­ mitiva con gran alborozo e hicieron fiestas en su honor. Pero la ciudad no estaba preparada para tan gran contingente de personas y el hambre se acrecentó, cebán­ dose con los más débiles, los indios encomenderos, y muchos de ellos murieron de inanición.

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Estos, cuando vieron la situación tan precaria en que estaban, llamaron en su auxilio a los tamacosis y chiriguanos, que ya se habían levantado en armas contra los españoles. Por otra parte, noticias adversas habían llegado a la colonia procedente de otros lugares. El capitán Andrés Manso había inferido malos tratos a ciertas tri­ bus a raíz del asesinato de once de sus hombres a manos indias, y había pedido ayuda a algunos caciques chiriguanos para luchar contra los indios de las tierras bajas, sus encarnizados enemigos. Pero una vez que los adversarios fueron ven­ cidos, los chiriguanos se levantaron en armas contra los hispanos y por la noche incendiaron Santo Domingo de Nueva Rioja, donde murieron ochenta soldados con su jefe Andrés Manso. Así terminó este hombre, que no supo acatar las ór­ denes de sus superiores, a quienes cegaron las ansias de poder, de dominio y de prestigio personal. En el mismo año de 1564 corrió igual suerte Nueva Asunción, que ya había consolidado el nombre de La Barranca. Estaba al frente de este poblado Antón Cabrera quien, confiado en las buenas relaciones que mantenía con los indios, había descuidado la guardia. Pero estos, cegados por el odio y considerando a todos los españoles sus enemigos, no dudaron en aprovechar la nocturnidad para prender fuego al poblado y dar muerte a sus habitantes. Dos hombres — Diego Guerra y el germano-indio Alejandro Bumberke— lograron escapar de la cruel matanza y, tras largas jomadas por la selva, consiguieron llegar hasta Santa Cruz donde notificaron a las autoridades lo ocurrido. Salazar, que estaba al frente de la nueva colonia, tras la marcha de Chaves, tomó 50 hombres y salió en busca de los chiriguanos a quienes derrotó. Pero una vez que Ñuflo llegó a Santa Cruz y se enteró de lo ocurrido tomó otros 50 soldados y se dirigió a la comarca del Gua­ pay para parlamentar con los caciques de la región, pero estos no depusieron las armas. Decidió por fin ir a Charcas e informar ante la Real Audiencia del viaje de la gente de Asunción y pedir refuerzos para solucionar la grave situación en que se encontraban. Su amistad con el gobernador López García de Castro le permi­ tió que consiguiera algunos alistamientos, nuevas armas, provisiones y muchas promesas. Mientras tanto, Ortiz de Vergara y todo su séquito, que como dijimos ya ha­ bían llegado a Santa Cruz de la Sierra, con la intención de hacer una breve parada y continuar la marcha, fueron retenidos por Salazar, que había quedado como lu­ garteniente del gobernador en la colonia y había desarmado a los visitantes. Pe­ ro Vergara temía perder su puesto y deseaba llegar cuanto antes a La Plata, para resolver su situación, e insistía en su marcha, que sólo fue concedida cuando la Real Audiencia autorizó la salida34.

34 Algunos autores creen que el gobernador Ortiz de Vergara fue enviado por Chaves preso a la Audiencia de La Plata, pero Ruy Díaz considera que no, que llegó libremente y fue allí donde se le encadenó (Lbr. III, cpt. 33 Ortiz de Vergara dejó como teniente de gobernador en Asunción a Juan Ortega.

XI).


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Chaves procuró que la amplia comitiva se dividiera en dos grupos, con el fin de superar los problemas de alimentación y bebida, y se comprometió a escoltar al gobernador, obispo y otras autoridades, para evitar que fueran atacados por los chiriguanos. En el año 1565 el gobernador Francisco Ortiz de Vergara, el obispo Fray Pe­ dro de la Torre y demás oficiales llegaron al Perú, pero sus planes se vieron trun­ cados por las autoridades del virreinato. La Real Audiencia de La Plata reprendió severamente y condenó al gobernador por haber sacado a tanta gente de Asun­ ción con el coste que ello suponía en vidas humanas y para la economía de la Real Hacienda. Fue destituido de su cargo y nombrado Juan Ortiz de Zárate, que había luchado a favor de los partidarios del rey en la guerra civil del Perú, aunque a cambio tendría que dar 80.000 ducados para repoblar el territorio de Río de la Plata, por lo que se le daría el gobierno con el título de Adelantado y demás privi­ legios35. El resto de la expedición recibió la orden de regresar a Paraguay, a pesar de que había apelado a Lima. El número de habitantes de Santa Cruz creció con los asuncenos36, pues al­ gunos decidieron quedarse y no proseguir el viaje, y con los procedentes de La Plata. El Caballero de la selva en parte había visto cumplido su objetivo, pero no podía estar impasible mientras hubiera tanto territorio por descubrir y por con­ quistar. A toque de tambor en la plaza pública convocó a todos los que quisieran alistarse para una nueva salida a la región de los Moxos. Les habló de las rique­ zas y de la generosidad de esas tierras, aunque tan sólo consiguió reclutar dos centenares de hombres. Tras unos días de marcha pronto tuvo que ordenar el re­ greso, pues era época de sequía y el agua se agotaba por todas partes y los cam­ pos se convertían cada vez más en un erial. Entre los expedicionarios que marchaban desde La Plata a Asunción se esta­ blecieron grandes desavenencias. Ortiz de Zárate había nombrado a Felipe Cáce­ res su lugarteniente, quien se puso al frente de la comitiva, mientras él regresaba a España para que fuera reconocido en su nuevo cargo. El obispo de la Torre no había visto con buenos ojos esta designación y las murmuraciones e intrigas en­ tre ambas autoridades comenzaron a circular. La marcha se hacía lenta, llevaban mujeres y niños y gente de servicio, y habían adquirido gran cantidad de ganado vacuno, ovino e incluso caballar. Los expedicionarios estaban sorprendidos con todo lo que acontecía, hasta que por fin llegaron a Santa Cruz donde tuvieron que detenerse durante algún tiempo, pues Cáceres iba muy enfermo. Los chiriguanos se mantenían en pie de guerra y era difícil atravesar su territorio, por lo que pidie­ ron ayuda a Chaves cuando en octubre de 1568 reanudaron la marcha.

35 Zárate embarcó para España con gran suma de dinero, para validar su nombramiento en la Corte. Pero fue asaltado por un barco francés, que le robó todo cuanto llevaba excepto unas monedas que guardaba una cria­ da suya. 36 Son los naturales de Asunción.

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Este, ante tal peligro, prometió escoltarlos con una compañía de españoles hasta el río Paraguay, y de vez en cuando se apartaba de la comitiva para perseguir a los atacantes. Ya próximo al destino se adelantó con 12 de sus hombres hacia Mitimí, principal aldea de estos indígenas gobernada por Buerteny, donde esta­ ban reunidos los caciques de la región, entre los que se encontraban los rebeldes, con los que tuvo duras palabras, y a los que advirtió que había venido hasta allí “ para hacelles bien e doctrinalles e tenelles por hijos, porque así se lo había man­ dado el Rey” (Sanabria: 300). Creyó el capitán general que se había ganado la voluntad de aquellos indíge­ nas, convencidos de la necesidad de establecer las paces, y se fue entonces a des­ cansar a la choza que le había ofrecido el cacique de la aldea. El sofocante calor de los trópicos invitaba al sueño y, tomando una hamaca o chincharro de los que los indios cuelgan de los árboles, se durmió, después de haberse quitado la cela­ da y aflojado la armadura. Lo mismo hicieron los que le acompañaban, pensando que todos los demás se habían ido libres de pensamientos vengativos. Pero Saquararán37, uno de los caciques rebeldes, no descansaba, y su fugaz marcha por la selva fue sólo aparente, pues pronto apareció con su arma de guerra, una pesada maza de palma con la que dio tan duro golpe en la cabeza a Ñuflo que le arrebató la vida, un día de octubre de 156838. Igual fortuna corrió la pequeña guardia que le acompañaba, y tan sólo el cometa herido logró llegar al lugar donde acampaba el resto de la tropa, que estaba bajo las órdenes de Diego de Mendoza, e informar del infeliz acontecimiento39. Este desde muy joven se había incorporado a la expedición que preparó y subvencionó Chaves a los Xarayanes. En él vio siempre al padre que había perdi­ do a temprana edad. De su cuñado aprendió el manejo de las armas, la lucha y el diálogo con los indígenas, a respetar a los emisarios, que venían en son de paz, y a eludir las intrigas constantes que había entre los conquistadores. Pero también a defender como nadie aquello que consideraba que le pertenecía, y estas tierras 37 Otros afirman que el nombre del vengativo indio era Porrilla (Diaz Guzmán, Lbr. III, cap. XIII). Hay quien lo atribuye al mismo Buerteny, pero Cristóbal de Samaniego, que fue testigo en el informe del servicio que se hizo del general y de su hijo Alvaro de Chaves, dice que el verdadero autor fue Saquararán. 1K De la Fuente Machain y otros consideran que murió en septiembre de ese mismo año. 39 La muerte de Chaves no se ha relatado de igual manera por todos los biógrafos. Luis de Torres, en el infor­ me de servicios que se hace del general y de su hijo Alvaro de Chaves, cuenta así el acontecimiento: "... llegó a un pueblo que llaman Mitimi donde se hizo junta de mucha cantidad de indios chiriguanos... un din el general Nufrio de Chaves envió con un Juan Mendoza llamar ciertos caciques de lajunta con celo de los responder e no maltratarlos, por ser como era el dicho general buen cristiano y enemigo de hacer cruelda­ des en los dichos indios, mas de por buen medio cristiano atraerlos a la pacificación e conocimiento de la ley evangélica, e habiendo venido los dichos caciques a su llamada, con mucha suma de indios, les comenzó a reprender, quefuesen buenos e que conociesen que él no venía allí mas de hecerles el bien e doctrinarlos e tenerlos por hijos, porque así se lo habla mandado el Rey, y estando reprendiendoles, un indio que esta­ ba detrás del dicho general Nufrio de Chaves alzó una macana, que es un palo ancho tostado, e le dio en la cabeza que le hundió toda la mollera, de donde el dicho general cayó en el suelo de una hamaca donde estaba y a esto los soldados que se hallaban allí tuvieron una guazábara muy grande . . . " (AGI, Patronato, 294, N. 24. La Plata, 8/10/1561). (Sorg: 15).


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ya eran tan suyas como de los indios, pues él también había nacido y crecido en ellas. Sin embargo, sabía que los chiriguanos eran: “gente soberbia, cruel y enga­ ñosa y no guardan promesa ni palabra’', ... “gente vengativa y no olvidan jamás agravios a injurias que se les hagan”*0. La ira se apoderó del joven capitán criollo, al enterarse de la muerte de su ca­ pitán general y resolvió vengarla. Dirigió entonces a sus hombres hacia el pobla­ do donde habían ocurrido los tristes acontecimientos, sin importarle cuántos sol­ dados le quedaban y cuál era el número de enemigos. Pero los rebeldes le habían preparado una emboscada, apostándose en una colina que dominaba el estre­ cho paso por donde necesariamente tenían que desfilar. La astucia de Mendoza, aprendida en tantas contiendas al lado del extremeño, hizo que eligiera a 20 de sus mejores arcabuceros y con algunos indios amigos ordenó que dieran un largo rodeo para expulsar a los ocupantes de las lomas y sacarlos al llano, donde fue­ ron masacrados por el resto de la compañía. Posteriormente se dirigió al poblado, donde aún se encontraba reunido el asesino con un gran contingente de indios y caciques fieles a quienes atacó sin piedad, poniendo en gran peligro su vida y la de sus hombres. Una vez rota las filas enemigas la victoria fue total y la venganza tan cruel “ que hasta entonces no se vio igual en el Reino... Consiguióse con este desmedido castigo atajar la malicia de aquellos bárbaros, que ya casi estaban to­ dos rebelados” (Díaz de Guzmán: Lbr. III, cpt. X IV ). Regresó Mendoza a la ciudad de Santa Cruz de la Sierra con el cadáver de su cuñado, donde fue muy llorado por españoles e indios, que le consideraban como un verdadero padre, y allí en la Bolivia Oriental recibió cristiana sepultura, muy lejos del otro lugar homónimo extremeño donde había nacido, y al que siempre tuvo en sus recuerdos. Mendoza fue proclamado por los capitulares y personas importantes de la ciudad Justicia Mayor y Gobernador, en tanto proveyera la Real Audiencia y el virrey del Perú otra cosa. Pero pronto las cosas en la colonia se torcieron. Felipe II había nombrado nuevo virrey del Perú a don Francisco de Toledo, quien, obviando el nombra­ miento popular de gobernador de Santa Cruz de la Sierra, había designado para el cargo al capitán Juan Pérez de Zurita, basándose en la amplia hoja de servicio a la Corona y en los méritos adquiridos en la conquista de Chile. Su llegada a la ciudad provocó revueltas y tumultos inevitables, pues Diego de Mendoza, como criollo, se sentía poco unido a España y pretendía conservar los privilegios, ob­ tenidos por Chaves, que daban cierta autonomía a la ciudad. Su obstinación en mantenerlos le costó el puesto y la condena a ser decapitado. Pero su muerte no supuso el apaciguamiento de los chiriguanos, quienes hostigaban continuamente a los españoles, hasta tal punto que tuvo que intervenir personalmente el mismo virrey don Francisco, quien “ con dos campos de mucha e muy buena gente y con 40 Vid. Garraín Villa: “Relación de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra” que hace Lorenzo Suárez de Figueroa en el año 15R3. punto 12

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gran aparato de guerra” salió a castigarlos, aunque “ volvió sin hacer efecto a lo que iba y con daño y perdida de mucha hacienda, quedando los chiriguanaes más soberbios y ufanos e llenos de despojos” (A.G.I. Patronato, leg. 29, rem. 37)41. De esta forma, el trágico fin del santacruseño de nacimiento y posteriormen­ te cruceño supuso la paralización de la gran empresa colonizadora española en el corazón de la América Austral, ya no hubo quien le sucediera. Las comunica­ ciones del interior sudamericano con el sur y el sudeste quedaron interrumpidas, sólo permaneció abierto el camino con el Perú. Los indios vagaron por las selvas vírgenes, lo mismo que lo habían hecho sus ancestros, durante generaciones. Los sueños de Chaves se habían desvanecido, aunque su relevante condición de gran capitán aún perdura. Dos obras quedó escritas, como recuerdo de todos esos años de conquista: Información de Méritos y Servicios (1561) y Memoria de los casos sucedidos en la tierra desde que estoy en ella (1566). Ardua tarea es definir a este ilustre extremeño con la mentalidad de nuestros días. Sin embargo, Enrique Finot se ha atrevido a afirmar que “ difícilmente ha de encontrarse, entre los personajes que actuaron en la conquista del Nuevo Mun­ do, alguno tan completo como este denodado e infatigable caudillo, que reunía todas esas cualidades diversas que rara vez se hallan juntas en un hombre de su condición y de su época: valor militar a toda prueba; constancia inquebrantable para persistir en las más difíciles empresas; prudencia para orillar las dificul­ tades y para no apelar a la fuerza sino en casos extremos e inevitables; simpatía personal y dotes de persuasión para inclinar los ánimos y captarse las volunta­ des; inteligencia clara, nobleza de carácter y espíritu de sacrificio en grado ex­ t r e m o (Finot: 117). Pero también habría que decir que fue un hombre a quien sus ideales le lleva­ ron a olvidarse de los seres más queridos, de su propia familia, que con su muerte quedó en la pobreza. Su esposa, sobre todo a partir del fallecimiento de su her­ mano, tuvo que solicitar en varias ocasiones ayuda a las autoridades para sacar a sus hijos adelante. Gustavo Miguel Sorg en “ Origen, familia y descendencia de Nufrio de Cha­ ves” afirma que el matrimonio tuvo siete hijos, pero lo más probable es que tan sólo fueran cinco, según se deduce, entre otros documentos, de la solicitud que hace doña Elvira de Manrique, viuda de Ñuflo de Chaves, al Consejo de Indias, una vez que han muerto sus dos hijos, don Francisco y don Alvaro de Chaves, pidiendo se le conceda alguna recompensa por los servicios de su esposo e hijos varones, por hallarse en extrema necesidad. Dicha solicitud, realizada a través de don Pedro de Uzedo del Águila, comienza así: “ Señor. Pedro de Usedo del Águi­ la, como albaceas de don Álvaro de Chaves, y en nombre de doña Elvira Manri­ que y doña María de Sotomayor y de doña Catalina de Chaves y de doña Elvira

41 Vid. Luis J. Garraín Villa:

lbidem ,

punto 10.


Manrique de Chaves, mujer e hijos del gobernador Nuflo de Chaves..." (Sorg: 13). Los dos hijos varones — Francisco y Alvaro— siguieron la carrera militar, aunque murieron muy jóvenes a los 25 y 26 años respectivamente, después de ocupar algunos puestos de relevancia. Las tres hijas — María, Catalina y Elvira— casaron igualmente con militares que desempeñarían ciertos cargos en la administración española en la América del Sur, bien debido a sus propios méritos o a los del general Chaves. La colonia en un principio no alcanzó el florecimiento que Ñuflo esperaba. La pérdida de habitantes, después de la muerte del general y, sobre todo, a partir de 1575, fue progresiva. El número de indígenas duplicaba a la población de es­ pañoles y criollos. La higiene y sobre todo la supervivencia exigían un caudal de agua que los pobladores no encontraban en el riachuelo que se secaba con el es­ tiaje. El capitán Gonzalo de Solís Holguín trasladó el primitivo poblado de Santa Cruz de la Sierra a su actual emplazamiento el 21 de mayo de 1595. La nueva población quedó emplazada a 65 km de los Andes entre el paralelo 17° 43' 49" de latitud Sur y a 63° 8' 28" de longitud Oeste del meridiano de Greenwich, pasando de la Chiquitania del norte a la Chiquitania del sur. Sin embargo, sus habitantes siempre han conservado la idiosincrasia e independencia que su fundador quiso darles. Las huellas del antiguo poblado se borraron, aunque se cree que estaba donde actualmente se encuentra la localidad de San José de Chiquitos, llamado también Santa Cruz la Vieja, fundada de nuevo por los jesuítas el 16 de marzo de 1697 y declarada recientemente Patrimonio Nacional de Bolivia. La ciudad de Santa Cruz hoy es considerada la capital industrial y económica de dicho país, con más de dos millones de habitantes en toda su zona. A pesar de la diferencia de población y de la distancia, el 9 de junio de 1989 se hermanó con su homónima de Extremadura42 en honor a ese gran conquistador extremeño que fue Ñuño, Ñuflo, Nuflo, Ñufrio, O nofre,... de Chaves.

B IB L IO G R A F ÍA

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42 Eran alcaldes de Santa Cruz de la Sierra de Bolivia don Bernardo Saucedo Chávez y de Santa Cruz de la Sierra de Cáceres (España) don Andrés Miguel Duchel.

Benito Martín, L. (1999): “Ñuflo de Chaves gran conquistador español” en XXVIII Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo (Cáceres). Díaz de Guzmán, R. (1612): La Argentina. Crónicas de América 23. Edic. de Enrique de Gandía. Editorial Historia 16. Madrid, 198643. Emst Samhaber (1946): Sudamérica. Biografía de un continente. Traducción de Ramón de la Sema. Buenos Aires. Finot, E. (1978): Historia de la conquista del oriente boliviano. Juventud. La Paz. García Alvarado, J. M. y Gutiérrez Puebla, J. (1988): Paraguay. Biblioteca Iberoamericana. Editorial Anaya, Madrid. Garraín Villa, L. J. (1991): “Llerena en el siglo XVI. La emigración a Indias”, en Junta de Extremadura, Extremadura Enclave ’92, Ediciones Tuero. Madrid. Herrera, A. de (1736): Historia General de los hechos de los Castellanos en las Islas y tierra firme del mar océano. Oficina Real de Nicolás Martínez Franco, Madrid. VIII Décadas. Hurtado, P. (1892): “Indianos cacereños”, en Cuarto centenario del descubrimiento. Tipografía de Luis Tasso. Barcelona. Lasso Varela, I. J. (2008): Influencia de los cristianos entre los chiquitos desde la llegada de los españoles hasta la expulsión de los jesuítas. Tesis doctoral. UNED. Facultad de Geografía e Historia. Historia Moderna. Morales de, A. (1958): “Parentesco entre los conquistadores españoles. La familia de Ñuflo de Chaves” en Revista de la Universidad “Gabriel René Moreno ”. Santa Cruz de la Sierra (Bolivia). Naranjo Alonso, C. (1983): Trujillo, sus hijos y monumentos. Espasa Calpe. Madrid. Navarro del Castillo, V. (1978): La epopeya de la raza extremeña en Indias. Mérida (Badajoz). Obemeier, F (2006): As relagoes entre o Brasil e a regido do Rio de La Plata no século XVI... Weimar/Wien; y en http://www-gewi.uni-graz.at/jbla/volltexte.html (Consultado el 18/5/2011). Pizarro Pinto Días, N. J. (1990): “Chaves Medieval (Séculos XIII e XIV)” en Aquae Flaviae. Universidade do Minho. Coimbra, págs. 35-39. R. de la Fuente Machaín (1943): Los conquistadores del Río de la Plata. Edt. Ayacucho. Buenos Aires, 2.a Ed., 1973. Rubio y Esteban, J. M.a (1942): “Exploración y conquista del Río de la Plata. Siglos XVI y XVII”, en Historia de América, tomo VIII, dirigida por A. Ballesteros. Salvat Editores. S.A. Barcelona. Sanabria, H. (1984): Nuflo de Chaves. El caballero andante de la selva. Librería Editorial “Juventud” . 2.a Ed. 1985. La Paz (Bolivia).

43 Se puede encontrar también en PDF.


I -co

Sorg,G. M. (2008): “ Origen, familia y descendencia de Nul'rfo de C'llaves", en Jornadas Histórico Genealógicas. "Conformación de la Sociedad Hispanoamericana " (siglos XVI-XIX). Córdoba, 8, 9 y 10 de mayo.

A R C H IV O S Archivo Parroquial de Santa Cruz de la Sierra (Cáceres). (APSta.C) Archivo General de Indias en Sevilla (AGI). Madrid, 1912-1914. Los documentos del AGI han sido también tomados de: Garraín Villa, L. J. (1991): “ Llerena en el siglo XVI. La emigración a Indias” , en Junta de Extremadura, Extremadura Enclave '92. Ediciones Tuero, Madrid. Sanabria, H. (1984): Ñuflo de Chaves. El caballero andante de la selva. Librería Editorial “ Juventud” . 2a Ed. 1985. La Paz-Bolivia. Sorg, G. M. (2008): “ Origen, familia y descendencia de Nufrio de Chaves” en Jornadas

Histórico Genealógicas. “Conformación de la Sociedad Hispanoamericana" (siglos XVI-XIX). Córdoba, 8, 9 y 10 de mayo.

ALGUNAS APORTACIONES AL D O CU M EN TO C O N O C ID O C O M O PRIVILEGIO DE LA VILLA DE GARROVILLAS

D IC C IO N A R IO S Atlas Histórico Mundial. De los orígenes a la revolución Francesa. Tomo I.

DIONISIO MARTÍN NIETO

Ediciones Istmo. Madrid. 1970.

CÁNDIDO SERRADILLA MARTÍN SANTIAGO M 0LAN0 CABALLERO Investigadores

- Diccionario Anaya de la Lengua. Ediciones Anaya S. A. Madrid. 1979. Diccionario de la Lengua Española. RAE. Edición 19. Madrid. 1970. Gran Enciclopedia Larousse. Editorial Planeta. Barcelona. Sexta edición: mayo de 1996.

En el Archivo Municipal de Garrovillas se conserva el supuesto privilegio de villazgo, escrito con letra del siglo X V I como copia de una carta real dada en 1233, que ha sido motivo de controversia desde hace más de dos centurias por los errores, anacronismos e incorrecciones que presenta, lo que prácticamente ha llevado a ser considerado como falso o apócrifo. El hallazgo de un documento del siglo X V III en los Protocolos Notariales de Garrovillas, nos hace cambiar el sentido que hasta el momento teníamos con res­ pecto a los diferentes análisis que en diversos momentos y por distintos autores se han hecho referidos al llamado Privilegio de villazgo de esta villa. El documento que presentamos, hasta el momento inédito, y del que no tene­ mos constancia de que en ningún momento se haya hecho referencia a él, debi­ do a lo que aporta a lo que hasta el momento se ha escrito sobre el mencionado Privilegio de esta villa, nos parece de todo punto necesario sacarlo a la luz para aclarar, en lo posible, las distintas teorías que en todo momento se han vertido con respecto al tema.


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D IO N ISIO M ARTIN NIETO, C AN D ID O SER R AD ILLA M A R IIN Y M ANI |A< 1 1 1 Mi >1 A N O C A H A LLERO

Estas teorías las resumimos en los siguientes puntos: 1. El famoso alcalde de Cáceres don Alvaro Gómez Becerra, en su alegación de agosto de 1807 sobre el derecho de los Condes de Alba de Liste a las barcas de Alconétar, duda de la legalidad del documento de privilegio en atención a que no se escribió en lengua romance hasta la primera mitad del siglo XIII, ni se databa por la Era de Cristo sino por la de César o Hispáni­ ca, ni cree que fuera otorgado en Alcántara ni que Alfonso V III fuera Rey de Castilla y de León, y menos cuando en la fecha de 1233 eran reyes Fer­ nando III de Castilla y Alfonso IX de León1. 2. A finales del siglo XIX, en el año 1898, don Vicente Paredes publicaba por primera vez el documento de villazgo en el Boletín de la Real Academia de la Historia en un artículo titulado “ Repoblación de la villa de Garrovillas” 2. Asegura el autor haber recibido del ayuntamiento garrovillano una copia del documento, el mismo que obraba en el Archivo Municipal de Garrovi­ llas y que estuvo en el Archivo del convento de San Benito de Alcántara, del que hizo un traslado Lorenzo Mateos de Oliva. Ese original del archivo de Garrovillas estaba escrito en un pliego de papel, roto por las dobleces, y que considera que por su grafía pudiera ser de finales del siglo X V o prin­ cipios del XVI. Sin duda, estamos hablando del mismo documento que hoy se conserva en el Archivo Municipal de Garrovillas de Alconétar. Respecto al contenido, don Vicente Paredes considera que el privilegio fue otorgado por Alfonso X I al titularse como Rey de Castilla y Señor de V iz­ caya en 1331, y que fuera dado a Garrovillas en el año 1340 con ocasión de la llegada del monarca a Valencia de Alcántara para sofocar la sublevación del maestre alcantarino don Gonzalo Ñuño. La donación del Infantazgo de las Siete Villas la haría a favor de su quinto hijo bastardo, tenido con doña Leonor de Guzmán, de nombre Femando, que por entonces tendría unos 7 años de edad y que fallecería en 1350. El copista equivocaría la fecha del manuscrito y, según Paredes, debría poner “ Era de 1378” , es decir, año de

A LG U N AS API >R lAl :|i INI ' . A l ........ .

NTO C O N O C ID O C O M O P R IVILEG IO DE LA VILLA

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puesta cronología de ser dado por Alfonso VIII en Alcántara en 1233, pero tampoco acepta la teoría de Paredes de que el documento fuera de 1340. 4. El estudio más concienzudo sería el de don Antonio Floriano Cumbreño del año 1959, quien llegó a una serie de conclusiones a todas luces intere­ santes con respecto a lo que puede verse en el propio documento. Dentro del análisis llevado a cabo por el citado profesor Floriano, éste, ajustán­ dose a lo que aparece reflejado en el mismo, llega a la conclusión final de que es éste un documento históricamente verídico, aunque posiblemente falseado jurídicamente, como él mismo especifica, que, con toda probabi­ lidad es una copia de otro anterior que no se sabe en qué términos se ajus­ taría al original4. 5. El recientemente fallecido cronista de Cáceres, don Antonio Rubio Ro­ jas, se ocupaba de esta controversia en su libro La ruta de las chimeneas de 1986. En su opinión, el privilegio fue un invento para defenderse de la amenaza de doña Leonor de Alburquerque a principios del siglo X V 5. 6. Finalmente, Santiago Molano Caballero retomaba el asunto en su obra El señorío de Garrovillas de Alconétar*. Tras la breve exposición de las diferentes opiniones, lo más sobresaliente del mismo puede resumirse en dos aspectos fundamentales, el difícil encuadre cro­ nológico del documento y el no adaptarse a las fórmulas protocolarias del que procede.

1340. 3. En la década siguiente, en la Revista de Extremadura era don Eugenio Es­ cobar Prieto quien volvía sobre el asunto en 1906’ . Para él se trata sin duda de un documento apócrifo en base a los errores que se pueden apreciar de los títulos del rey, la fecha de otorgamiento sin alusión a la Era Hispánica y los testigos que fueron presentes, que hacen que nada encaje con la su­

En el primer caso, no está de más que intentemos llegar a encuadrarlo en el momento histórico refiriéndonos a los personajes y hechos históricos a los que alude. La carta es dada por un rey de nombre Alfonso, que nos abre un amplio abanico incluso entre Alfonso V I y Alfonso XI. Aparece como Rey de Castilla y de León, y como Señor de Vizcaya, lo que limitaría a Alfonso X I que fue el pri­ mero que se intituló como Señor de Vizcaya de forma provisional entre 1326 y 1334, y de manera definitiva no llegaría hasta Juan I en 1379. El documento va dirigido del rey a sus hijos don Femando y don García, y en ningún rey, salvo Alfonso VII, se cumple esta premisa, lo que creemos altamente improbable por tratarse de la primera mitad del siglo X II y no ser dicho monarca Rey de Castilla, sino de León, y mucho menos Señor de Vizcaya. Quienes tienen hijos llamados Femando son Alfonso X y Alfonso XI, pero ninguno de nombre García ni entre los legítimos ni entre los bastardos. Además, en el documento se dice expresa­ mente que la villa de Alconétar estaba ya despoblada, lo que no se produce hasta

1 Barrantes Moreno, V. (1999): A p arato b ib lio g ráfico p a ra la h isto ria de Extrem adura (1875). Edición facsimilar de la UBEx. Tomo II, p. 224. Badajoz. 2 Paredes Guillén, V. (1898): “Repoblación de la villa de Garrovillas” en B o le tín de la R e a l A cadem ia de la H isto ria , tomo 34, pp. 138-146. 3 Escobar Prieto, E. (1906): en R e vista de Extrem adura, tomo VIII, pp. 243-250, 304-311, 385-394 y 529-536.

4 Transcribimos al final de este artículo la copia del análisis original enviado por don Antonio C. Floriano a don Femando Bravo, al que hacemos referencia. Por otro lado, agradecemos a don Salvador Valle la genti­ leza de proporcionarnos dicho análisis para nuestro estudio. Rubio Rojas, A. (1980): R utas cacereñas. L a de las chim eneas, pp. 243-292. Madrid. '' Molano Caballero, S. (1991): Apuntes sobre la h isto ria de G a rro villa s de A lconétar, I I Pa rte . E l señorío de G a rro v illa s de A lco n étar. Institución Cultural El Brócense. Cáceres.


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D IO N IS IO M A R TIN NIETO, C A N D ID O S E K R A U IL L A M A R llN Y S A N I IA í IO M( >1 A N O CABA L L E R O

el año 1310 en que es quitada a los Templarios, que apoyaría la teoría de don Vi­ cente Paredes de situar el texto en el siglo XIV. Desde luego, la fecha de 1233 del documento no es correcta. Siguiendo lo an­ terior, en ese año era rey Femando III. El cómputo del tiempo debía estar refleja­ do como Era Hispánica que pervivió hasta que Juan I de Castilla lo mandó mudar en las Cortes de Segovia del año 1383 (Era Hispánica 1421). Si el año 1233 fuera de la Era Hispánica, eso nos llevaría al año 1195 en tiempos de Alfonso V III de Castilla, que no fue Rey de León, ni la carta pudo ser otorgada en Alcántara al es­ tar en manos de los almohades y no ser reconquistada por los cristianos más que en el periodo 1167-1174 y definitivamente en 1213. Tampoco ayuda al encuadre temporal la referencia al prior del convento de Alcántara frey Juan Godoy como testigo, pues según Torres y Tapia sólo existen priores de nombre Juan durante el tiempo del maestrazgo de don Pedro Yáñez al de don García Fernández Barrantes (1234-1254) y durante el de don Ruy Díaz de la Vega (1370-1395). Con respecto al documento en sí y lo que sería su reflejo en las copias poste­ riores, de las que da suficientes datos el profesor Floriano y de las que tenemos alguna de las mencionadas por él7, creemos que todas ellas, o su mayor parte, proceden del documento del Ayuntamiento garrovillano, transcritas con mayor o menor fortuna. Y, a partir de aquí, es cuando debemos fijamos en la aparición del protocolo, porque aporta datos referentes al original hasta ahora desconocidos y que supo­ nen que hay que revisar la consideración que hasta ahora se tenía de la falsedad del privilegio de villazgo. El mencionado protocolo dice lo siguiente8: (A l margen) “Escra de obligazión o fianza // D " Bernardo Barrantes y Marín, Administrador de este Estado de Alva de Aliste de el Privilejio de villazgo y otro confirmatorio qe rezive p ' term° de 50 días, etc. En la villa de Garrovade Alconétar, a diez y seis días del mes de octubre año de mil setezíentos y setenta y dos. Ante mí el essnoppco y testigos ynfra escriptos parezió D " Bernardo Barrantes y Marín M a y 10y Administrador de las rentas del estado de Alva de Liste en esta dh“ villa y su jurisdizión perttenecíentes al exmo S°r mi S"r Marqués de Velmle, y dijo qe en atenzíón a havérsele entregado de orden de los Sres del Ayuntamf0 de esta referida vi­ lla en v/1de memorial qe ha presentado para ello un Privilejio que dize ser de villa, en pergamino algo roto p ‘ las doblezes del año de mil doszientos

7 Hace referencia a las copias que hemos visto y al original que menciona Floriano, del que no existen dudas de su existencia. 8 A.H.P.CC. Protocolos Notariales (1772-1773). Escribano Isidro Arias Hurtado. Caja 71. Sin foliar. Escritura de 16 de octubre de 1772. Garrovillas.

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treinta y tres con sus sellos plomados pendientes de un cordón de seda Azul y Blanco; y otro pergamino que se dize ser confirmatorio del antez!e Era de mil quatrozos diez y siete años, sin estar roto. Los qe en este día ha rrezivido de mano de los Srcs llaveros de el Archivo del dho Ayuntam10y sus papeles en donde queda dho memorial presentado, con su decreto, cuios documtos ha rrezivido p' term°de zinq,a días de qepara su seguro // enunziados Sres se le a mandado dar el resguardo nezesario. Y en execuzión de ello p' la presen­ te se obliga con su persona y bienes havidos y p r haver a poner en poder de los Señores en el término de referidos zinqta días contados desde este de la f a dhns dos documentos de pergamino a cuio seguro además de la obliga­ zión hecha de su persona y bienes obliga en quanto puede los de d w estado // haverse sacado a instanzia de ct° S Exmo d v,s privílejios, y para que a ello se le pueda compeler da poder cumplido a las Justizias y Juezes de su Magestad (que Dios guarde) y de su fuero y Jurisdizión competentes para que a ello y cada cosa le compelan y apremien como si fuera p o r sentenzía pasada en autoridad de cosa juzgada y consentida y no apelada sobre que renunzia todas las leies, fueros y derechos de su favor y en espezial la que proíve la General Renunziazión de leyes en form a que dize qe general renunciazión de leyes fecha no valga. En cuio testimonio así lo dijo y otorgó, siendo testigos el Lizdo D ” Franco G u f Arias, abogado de lo Reales Conse­ jos, Juan Martín Gordo y Joachín Julián Bodega, vecinos de esta d ía Villa, y el otorgante, a quien yo el Essn° doy fee conozco, lo firmó. Raído =y= no ve. Bernardo Barrantes y Marín. Ante mí, Ysidro Arias”. Si nos fijamos en la referencia que hace el escribano al documento original “... que ha presentado para ello un Privilegio que dize ser de villa, en pergamino, algo roto p o r las dobleces del año de mil doscientos treinta y tres con sus sellos plomados pendientes de un cordón de seda Azul y Blan­ co; y otro pergamino que se dize ser confirmatorio del antezedente, Era de mil quatrozientos diez y siete años, sin estar roto... ”. Tenemos que considerar que de ambos documentos en pergamino citados no tenemos referencias de su existencia real y confirmada fehacientemente en nin­ gún otro escrito, las citas al mismo son copias que lo mencionan, y, mucho me­ nos, con la certificación expresa de un escribano público. Ahora bien, el original, el referido al siglo X III, en ningún caso pudiera ser el que en la actualidad cus­ todia el Ayuntamiento de Garrovillas, aunque también estuviera algo roto por las dobleces, entre otras razones porque aquél estaba escrito sobre pergamino, con sellos plomados pendientes de cintas de seda en azul y blanco, y el documento existente en el archivo garrovillano está escrito en papel, con letra cortesana, que evidencia ser una copia hecha a principios del siglo X V I y no tiene señales algu­


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D IO N ISIO M A K llN Nll IO, C A N D ID O S I H K A D IU A M A U llN Y flA N IIA (K ) M()l A N O C A H A III KO

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na de sello plomado. En ese sentido, en el mismo texto afirma el escribano que lo hizo sobre piel de cuero: “ esta carta escriví en esta p eí de cuero", lo que obvia­ mente no concuerda con el soporte del documento conservado. Por otro lado, en el protocolo se hace alusión a otro documento confirmatorio del año 1417 de la Era Hispánica, que correspondería con el año de 1379, durante el reinado de Pedro I el Cruel, y del que en ningún momento hemos tenido no­ ticias de haber sido verificado en ningún otro escrito ni, como sería de suponer, permanece en el Ayuntamiento de Garrovillas junto al que ya hemos citado y que, a todas luces debería acompañar, por lógica. Obviamente, esta copia confirma­ toria no puede confundirse con el documento existente dado el tipo de escritura empleado, que en aquél sería gótica y en éste es cortesana. En este mismo sentido tenemos que decir que, habiendo comprobado el total de documentos originales que custodia el Ayuntamiento de Garrovillas, no hemos podido localizar ninguno de los dos escritos a que se refiere el protocolo, por lo que ignoramos la suerte que correrían ambos una vez prestados para presentar el memorial por parte de la

pleito tenido entre el mencionado obispado y el Conde Duque de Benavente y Conde de Alba de Liste con respecto al patronato y la percepción de los diezmos, que incide sobre lo que estamos analizando. Se trata en dicho manifiesto de des­ lindar, con todo tipo de razones, a quién corresponde el cobro del mencionado “ impuesto” , haciéndose referencia tanto a documentos como a alguna de las cir­ cunstancias que coincidieron en ellos.

Casa de Alba de Liste. Creemos que, posiblemente, se hubieran solventado la mayoría de nuestras dudas si, en vez de ser el documento del escribano una escritura de obligación y fianza para utilizar en préstamo los escritos en depósito del Ayuntamiento, se hu­ biera hecho un traslado de los mismos y se hubieran quedado los originales cus­

He aquí una de las referencias al documento más antiguo que estamos tratan­ do, lo que no queda claro es de dónde se ha copiado el Privilegio. Más adelante11, con diversa documentación perteneciente a los siglos X V al X V III, se trata de llegar a demostrar que la percepción de lo referido a los diez­ mos sólo le corresponde a la Iglesia, máxime cuando dicho privilegio se intenta retrotraer, por parte de la Casa de Alba de Liste, al siglo X III, dos siglos antes de la concesión de este título nobiliario. Para ese pleito, la parte del Conde de Alba de Liste había presentado copia del privilegio de villazgo, la cual no fue aceptada en el tribunal eclesiástico y se le exigió el original. Dada la lentitud de los procesos judiciales, creemos que la petición que hace el Conde al Ayuntamiento de Garrovillas para que le presten el privilegio y su confirmación en el año 1772, obedece al proceso de este pleito por los diezmos. Según el compromiso establecido en el protocolo, en 50 días el Conde debía devolver ambos documentos al Archivo Municipal. ¿Realmente los devolvió? Y si fue así, ¿qué pasó con ellos?, pues desde finales del siglo X IX na­ die los ha conocido. Y si no los devolvió, ¿quedaron en poder de la Casa de Alba de Liste? o ¿se archivaron entre la documentación de la causa del obispo de Coria con el Conde de Alba de Liste por la percepción de los diezmos? Por último, ¿en qué podría consistir la supuesta falsificación del privilegio? Si fue por interés de los Condes de Alba de Liste, se podrían haber falseado los lími­ tes de la jurisdicción en el deslinde que se hace, pero no se aprecia irregularidad alguna; o falsear la fecha de cuando fue otorgado el privilegio, pero con tantos errores se nos antoja que no hubiera sido tenida en cuenta tan burda y ridicula falsificación; o haber incluido una mención al derecho del señorío a percibir los

todiados en la casa de la villa. Por otro lado, tenemos conocimiento de una serie de documentos que pueden aportar luz a la necesidad del Conde de Alba de Liste para pedir estos documen­ tos en 1772. En primer lugar tenemos una “ concuerda” de 17 de junio de 1707 de un do­ cumento del rey Alfonso, fechada en Alcántara el 15 de febrero de 1233 (cuatro días después de la fecha que da el que tenemos en el Ayuntamiento de Garrovi­ llas) que fija el deslinde del término y jurisdicción de Garrovillas. Cuando a co­ mienzos del siglo X V III hay que pagar los gastos de la Guerra de Sucesión, en 1708, la Junta de Incorporación pide a la nobleza que justifique sus derechos y el Conde de Alba de Liste alega la no presentación de los mismos por haberse que­ mado los archivos que tenía en Zamora y Cáceres. Sin embargo, sí se examinan los documentos de la villa que están en poder del escribano de su ayuntamiento. En este mismo orden de cosas, existe un manifiesto jurídico9, de 1760, del Fiscal General Eclesiástico de la Ciudad y Obispado de Coria, con respecto a un

9 Se titula este documento: Manifiesto Jurídico por el Licenciado don Antonio Blas de Solís, Presbytero, Abogado de los Reales Consejos, Opositor á Cathedras de Sagrados Cánones de la Universidad de Salamanca, y Fiscal General Eclesiástico de la Ciudad, y Obispado de Coria. A favor de la Dignidad Episcopal de ella, Párrochos, y Parrochias de la villa, y estado de Garrovillas, en el pleito con el Excelentíssimo Señor Conde Duque de Benavente, como Conde de Alba de Aliste, dueño de dicho Estado, sobre no tocarle, ni pertencerle el universal derecho de Patronato, y todos diezmos que en él se devengan... En Salamanca en la Imprenta de AntonioVillagordo.

“Assimismo á su pedimento se ha copiado cierto Privilegio de la Magestad del Señor Don Alfonso Octavo, su fecha en Alcantara en el año de 1233 en que se trasladó la Capital de dicho Estado á la Villa de Garrovi­ llas, p o r hallarse desolada la de Alconétar, que antes lo era; y declara, y distingue la extensión, y ámbito de dicho Estado, que dice havía concedi­ do á Don Fernando su hijo, y no hace la más leve expresión de Diezmos, ni Patronato

10 Ib id ., p. 8 11 thíd ., pp. 9 y ss.


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D IO N IS IO M A R TIN NIETO, C Á N D ID O S E R R A D IL L A M A R TIN Y S A N T IA G O M O I AN <) C A B A L L E R O

diezmos, como justificación para el pleito con el obispo de Coria, que en ningún momento figura en el texto. Se nos escapa totalmente la intencionalidad de esa supuesta falsificación, y creemos que posiblemente las incorrecciones se deban al escribano del siglo X V I que copió del original en pergamino el privilegio de villazgo. Por lo dicho, podríamos asegurar que la mención en el protocolo a dos origi­ nales anteriores al documento que se conserva en el Archivo Municipal de Ga­ rrovillas, apunta, como mínimo, hacia una revisión documentada de la supuesta falsedad del llamado Privilegio de Villazgo de Garrovillas de Alconétar.

A P É N D IC E D O C U M E N T A L DOCUMENTO N. 1 TRANSCRIPCIÓN DEL DOCUMENTO DEL AYUNTAMIENTO DE GARROVILLAS En el nonbre de Dios, amen. Sepan todos quantos esta presente vieren cómo nos don Afonso, por grafía de Déos, rey de Castella, de Lleón, de Tolledo, de Sevilla, de Gallega, Señor de Viscaia, fazemos saber a vos nuestros queridos fillos don Femando e don Garfia e a líos otros condes e perllados e ricos omes destos dichos nuestros reynos e señoríos e a todos otros omes mayores e menores cómo lia nuestra merced fue de dar destos nuestros reynos a uuestro fijo don Femando ynfantalgo, que fuy lias Siete Viellas en lias quales entra la viella de Alcontra que es cabe el río [Tajo lia qual pasa su término que nos lie señalamos allende e aquende Tajo e ago­ ra por os boceyros] de villa e logares allá donde nos fuese acordado que no tenya deslinde ny carta por do yva el su término e no teníades carta ni recordaron de otras grafías e mergedes que lia dicha villa e su término tenían, e tenían por gierto que se avía perdido quando la villa fue robada, que yo os remediase. E lluego el dicho my filio dixo que él lo pedía e rogava que pues lie avía dado a tierra que viese con qué término e franque­ zas lia dava por que ellos tuviesen lio suyo a seguro. E Nos tovímoslo por bien en que mandamos que su término e juredigión seya ésta, para que líos veginos e moradores que bivieren e moraren quier en lia viella, quier en el Garro de Villa, quier en San Jacome, quier en el Finodjal, quier en líos otros Hogares que y son pobrados o pobraren, quier allende quier aquen­ de Tayo que esté en su redondel que aquí lies nonbramos puedan llabrar, rozar, apostar, senbrar de huebras e árboles e facer como de baldíos que son, que Nos por tales se líos damos e que entrellos líos puedan partir para

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mieses, mieses quitadas, pasto común, huebras han puesto eredamientos, coyto nynguno son coyto de os boyes todo baldío e su término, es este que comienga de somo da sierra de Cañaveredo da sylla que es y en somo da sierra alta al riscaldo y todo somo a lia quebradilla primera dereyto do re­ gajal de Casar de £arco al reguero y a lia vuelta del reguero yus del Casar sus al somo alto en el somo queda un mojonero de y todo dereyto al otro carrill cabe el monte espeso en el carrill queda otro mojonero de y yus atra­ viesa el reyel que viene del puerto de y de sus por el pizarral dereyto al ca­ rrill del torruño castelviejo el carrill e castil es mojonero de y todo dereyto por ese monte a dar al reguero hondo pizarroso que y un regajo que va dar a Tajo por yus del vado llano al sendeyro azevucheño por yus del vado do da el reguero todo el reguero yus al río de Tajo entre este regajo y otro re­ guero que desciende do monte está lia majada de as colmenas de Martyn Femandes que de majada de alia villa de como da o regajo y o río atraviesa o río e va de y dar a regueyro que llaman Refazana todo regueyro sus fasta do faze a buelta a do chaman o sendeyro de Alcántara atraviesa o sendeyro e sus va a dar un carrill yuso que es en fronte de Santo Vigente de ay sus a o regajo dende a o camino das Brocas que ven do o mesto de soberere dereyto de y bol ve faz a Araya atraviesa Araya por yus de Santo Domingo por a gimarada de o regueyro sus a lia cabega de oreja zeronero somo de a cabega es mojonero de y yus al valle llano que se anonbra de Juan, queda o valle dentro en este térmyno de lia villa va o mojonero por o carrill a ma­ no dereyta de o valle como degiende de cabego que no como va sus e todo este somyto aguas vertientes allá va o mojonera de y atraviesa otro [valle que es yus de Alta Gragia queda otro mojonero o viene o regueyro de va­ lle] que hemos dito e frente a o valle que degiende de a ygreja Alta Gragia das (peídas a lia junta de os valles es o mojonero no a primero valle que vien dos Casares viejo al otro valle grande do da el sendero de Altagragia en o valle que va todo valle a dar en otro valle grande de y dereyto a Peña Aguda de bolloso pena o mojón de y a dar a casa do corral de a figuera jun­ to a as espaldas da casa va o mojonero de a os marmol da calgada que está en somo del carrill bermejo cabe o camino real a lia villa de Cágeres y de sus va un poco por o camino dexa o camino va a dar por el carrill arenoso a fonte de acalla a o prado todo regajero de somo a dar al soman de a río almonte a vadera río do da o camino que viene do Casar a San Jacome atra­ viesa por a vadera sube sus dereyto Azaúche Gordo que es somo do riel de y dereyto a somito redondo que es asomante a casa de que es somo llano y a dar a primero regueyro y viene de os llabrados todo o reguero yus a do juntan dos regueros es una veguejuella labrantía es de a villa de Alcontra e su término y a dar a o río de Tajo a pedrizal da vadera de Ageúcho y va en dereyto de o regueyro que está de otro cabo que llaman Pigarroso atraviesa o río a dar a regueyro dicto o regueyro sus a dar al gerro alto de Cágeres el


Vello antes que ehegue a esto va por un reguerillo que vn dai alaluya do ca­ rrill por yus de todo carrill sus a dar a o mármol de a calvada a junta de os caminos va de y toda calgada a dar al riel de aguas que viene do Castil do Grima todo riel yus a dar a lia buelta de o cabego de Araja dexa o riel por yus de porto en lia vega e toma sus a otro reguero tamujoso que es yus de asomada que vien da sierra do Cañaveredo todo regueyro sus a lia mesma sierra al primero mojón. Esta tierra e término damos a lia dicha villa de Alcontra e a sus llugares e queremos que en este término no aya coto ny prado ny defesa salvo que todo sea baldío quanto coto de bues e que líos veginos de lia tierra beviendo en ella puedan en ella poner huebras e puestos antes que quando el eredamiento se hiziere que demande lia tierra que menester avrá al señor y a su juez por que no abarque e otros pobres no gozarían. Et sy ligengia no obiere no goze en ello de los labrantíos para mieses que lio parta cada qual avrá e mieses quitadas sea pasto común. Et asy queremos que sea to­ do baldío e no enajene nadie nada en monte ni río, todo baldío, e asy que­ remos que sea e se guarde agora e para syenpre jamás. Otrosy queremos y es lia nuestra voluntad que pues lia cabega de lia viella que es la viella esta derribada somo el río de Tajo y Almonte está despoblada que este término tenga por cabega a do miren el Garro de lia viella y ésta queremos que sea viella [e de aquí lia fazemos viella e queremos que allí sea lia cabezera do se juzguen e oyan líos de lia tierra e viella] e de otras partes e pueda aver e tengan horca e cuchillo e allí aya justigia mayor e menor e verdugo e bozero e de allí puedan dar tierras e quitar e quanto que el señor pon líos juezes e merinos e régulas syendo primero nonbrados por líos vezinos de la vie­ lla e tierra que es ésta e pues líos rente por sy y en sus rentas quien quiera. Otrosy que en lias leyes e fuero en esta viella que goviernen e jusguen por el fuero de León e no por otro fuero ny ley en ella ny su término. Otrosy que por quanto lia tierra e término desta viella nova e vella es muy apre­ tada e muy montoso e de grandes espesuras e tierras fragosas e líos-emes que la abitasen e pobrasen este término e ganado querrán aver de aforza que han de sacar por tienpo ganados a donde más y mallor por llano e otro por robos e contenidos con esta frontera ellos que asy lio pasasen lies callunarían por el nuestro servigio e montazgo o nuestra roda o castellería o portajes es lia nuestra merged que ningún vezino que bive o beviere o morare en estas dichas viellas o en todos los otros Hogares e términos por Nos señalados que aunque saquen sus ganados fora deste término quier a término de Alcántara, quier a término de Cágeres, quier a término de otro señorío que aya quatro lleguas mayores que es media jomada a lia redon­ da della a su término quando saquen vacas, boyes, ovejas e cabros e bodos e porcos machos e fenbras que dellos lleven a vender o trayan conprados en el coto e año sea fasta Cágeres e Alcántara o Coria o fasta Gallisteo no

pague portaje, servigio ni montaje ny roda ny castellería ni asadura ny otra derechura ninguna de líos ganados que asy sacaren e metieren por suyos quando conprados quando llevados a vender con tal que sea vezino de lia dicha viella e de líos Hogares que son o sean en este término e qualquiera que derechura lies demandare avrá la nuestra yra e pechamos a dozientos sueldos en pena e más perderá nuestros reynos e esto se entienda quanto a líos ganados quando marbe quando fumados quando cápenos más a mer­ caderías ny a otras cosas los vezinos de lia viella ayuden a far barcas al se­ ñor para el río pues ya ponte no ay e todos líos otros vezinos de a térra no paguen pasaje quando yr quier venir quien ayudare no quiera pague yda y venida como forano que no ayuda e no aya otra caluña e por que lia viella e su término es de nuestro filio mayor a quien despues de Nos conviene lia govemagión destos reynos no lie queremos encargar que líos guarde más de quanto mandamos que él conforme con Nos e mandamos que se cunpra e guarde e nyngún contra vaya so caer en las penas que cayeren líos que quebrantan mandado de su rey e señor y avrá nuestra yra quien tal que­ brantare e perderá sus bienes e nuestros reynos e sy alguno después governare e señoreare los reynos que no lies quiebre estas mergedes que nos lies fazemos antes lies rogamos que sy alguno quiera [yr e pasar contra ellas que ge lo no consientan antes lies defiendan e tengan en ella e no lies dejen marbar y por esta carta de merged e] deslinde firmada de nuestro nombre e de nuestro fijo asy queremos que sea aora y para sienpre jamás y por ma­ yor firmeza lia mandamos sellar con nuestro sello. Que fue dada e otorga­ da en lia viella de Alcántara a onze días del mes de hebreyro, año del señor de myll e dozientos e treynta e tres años. Don Allonso, el rey. Testigos que vieron deslindar e amojonar el dicho térmyno e firmar e sellar esta carta, frey Juan Godoy, prior do conveto, e frey Femando e frey Afonso, freyles do convento, e Martyn Ruiz do Soto e Sancho Sanches da porta, vezinos da villa, e Ruy Peres, contador. E yo Martyn Alfonso escrivano mayor en casa do rey my señor esta carta escriví en esta peí de cuero e la vi firmar al rey e al ynfante e por mayor abondo e firmeza lia signé con este my sino tal en testimonyo lleal. Martyn Afonso.

DOCUMENTO N. 2 ESTUDIO DE UN DOCUMENTO DEL AYUNTAMIENTO DE GARROVILLAS DE ALCONÉTAR Es cosa conocida y en muchos aspectos hasta documentada que, en la confluencia del Tajo con el Almonte, sobre una eminencia en la que asentó un antiguo castro ibérico, que durante la romanización recibió el


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D IO N ISIO M A R I IN Nll I O, C A N D ID O S I RRAD IL LA M A R I IN Y S A N ! IA< l( I Mi II AN< 11 .AIIAI 11 R O

nombre de Turmulus, se alza hacia el siglo X (final) una torre o atala­ ya que tuvo por fin el defender el antiguo puente romano tendido sobre el dicho río. Esta torre o atalaya la elevaron los árabes, aprovechando como materiales los sobrantes de las destruidas edificaciones de la an­ tigua Turmulus. En el siglo X II, al extenderse el avance cristiano por la Transierra (de la sierra del Sistema Central hasta el Tajo) el puente de referencia era el único camino y por ello puente y atalaya tenían un gran valor estratégico, lo que hizo al Emperador, seguramente tras la con­ quista de Coria, entregarlo a la Orden Militar de los Templarios que a la sazón se estaba extendiendo por el occidente peninsular y cuyos ca­ balleros aguantaron allí con heroísmo a veces incomprensible, el ataque musulmán. En tomo al castillo se comenzó a elevar una población y es­ ta, el castillo y el puente, recibieron el nombre de Alconétar (caracteres árabes) es decir “ el puentecillo” , en contraposición a Alcántara (carac. arabes) o sea “ el puente” . El Idrisi, al describir el curso del Tajo, llama al puente, al poblado y a la atalaya (carac. árabes) esto es “ puentecillo de Mahamud” . Los Templarios tuvieron el castillo y el poblado en su poder hasta la segunda mitad del siglo X III, en que la rivalidad con las demás Órde­ nes Militares, especialmente la de Alcántara, con el Obispado de Coria y con la villa de Cáceres aislaron por completo a los caballeros que ro­ deados por toda suerte de malquerencias abandonaron Alconétar y se desplazaron hacia sus nuevas encomiendas del sur. Ello debió ocurrir en los primeros años del reinado de Alfonso X. El castillo quedó, co­ mo decimos, abandonado; pero la villa de Alconétar subsistió siendo la cabeza de los territorios que abarcaba la antigua fortaleza templaría, y de las villas que habían nacido dentro de él y como pertenencias a las mismas, que eran: los cuatro lugares del Campo (Talaván, Hinojal, Santiago y Monroy, que después se constituyó en señorío), Garrovillas, y, posiblemente Cañaveral. (D e que esta perteneciera a la jurisdicción no tengo noticia cierta y documentada, pero sí que llegaba hasta el hoy llamado Puerto de los Castaños). Naturalmente, la Corona se apoderó de los territorios abandonados, anticipándose a las dos Órdenes que lo pretendían (Santiago y Alcántara) y para consolidar su posesión los dio en señorío a su hijo primogénito y heredero D. Femando, el llamado D. Fernando de la Cerda. Esto consta que fue hecho en el año 1268. Pero la tal cesión era meramente nominal y formularia; el rey lo que no que­ ría es que ningún otro poder, y menos ninguna Orden Militar, le “ tapo­ nase” el camino del sur, cerrándole los pasos del Tajo por Occidente, y dejando aislado su realengo de Cáceres, sobre todo en una época en que la trashumancia empezaba a ser una de las actividades más estima­ das de la economía castellana. Don Femando era, por consiguiente, un

A L G U N A S Al*« )M IA( l< IN I'II Al D O C U M E N T O C O N O C ID O C O M O P R IV IL E G IO D E LA VILLA

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señor meramente nominal de Alconétar y de su territorio, pero estos v i­ vían una vida totalmente autónoma, pues el “ señor” no se cuidaba para nada de ellos. En estas circunstancias sobrevino un cataclismo de cuya naturaleza nada podemos decir, pues lo ignoramos, y fue que alguien saqueó la v i­ lla de Alconétar y destruyó todo lo que pudo en ella y los pocos habi­ tantes que tenía hubieron de abandonar sus antiguos hogares para refu­ giarse en Garrovillas. Aún no está investigado el origen de la actual villa de Garrovillas (prescindiendo, claro es, de sus vestigios pre-romanos y romanos); pudiera ser árabe. Su nombre lo es: “ Garrovillas” es el plural español de “ Garrovilla” , diminutivo español de “ garrobo” y que ya se encuentra como topónimo en la provincia de Badajoz. “ Garrobo” (topó­ nimo que se encuentra en Málaga, Murcia y Sevilla) es igual a “ algarro­ bo” (también topónimo en Málaga) y “ algarrobo” es el nombre árabe del árbol que conocemos con esta denominación en castellano. Nada hay, pues, de este pintoresco infantilismo filológico del “ Garro de villa” que aparece en el documento y sobre el que se ha de insistir más adelante. Como consecuencia de refugiarse p emigrar las gentes de Alconétar a Garrovillas, de hecho, y aun dentro del reinado de Alfonso X, Garrovillas quedó convertida en cabeza de las siete villas que comprendía la jurisdic­ ción de la antigua fortaleza templaría y dentro del “ señorío” del Infante D. Femando; pero solo de hecho, pero no de derecho, y tanto es así que an­ dando el tiempo, ya a finales del siglo X IV o primer tercio del XV, os en­ contramos con que Alconétar y su castillo eran “ señorío” de Dña Leonor de Alburquerque, con peligro para la integridad territorial de Garrovillas, y mayor aun para su jerarquía de capitalidad del término, máxime cuando esta capitalidad estaba siendo ostentada desde la inmigración de los alconetaranos o alconetarenses; sin derecho explícito. (Hay una línea ininteligible)... hacer frente al “ señorío” de Dña Leonor o para precaverse de las apetencias alcantarinas (dos hipótesis posibles, más posible la primera), consolidar la expresada capitalidad o centro del territorio, recabar la exclusión del mismo de otro señorío, y como no había documento jurídico en que apoyar este derecho, se forja este documento aprovechando las circunstancias históricas conocidas, que son, en suma, las que van relatadas. El documento estudiado es, por consiguiente, un documento diplomáti­ camente falso, aunque históricamente verídico, desde el momento en que falsea una situación jurídica para justificar hechos históricos reales. Esto suele asustar un poco, sobre todo a las personas que tienen muy acentuada la superstición de la autenticidad y no conciben que un hecho real pueda estar contenido en un testimonio falso. Pero se da mucho (y vi­ ceversa) en investigación histórica.


¿Cuál fue la tradición de esta falsedad? O, dicho de otra manera más clara ¿cuál fue el origen y desarrollo de la falsificación jurídica? Debo advertir que en esto me muevo en el campo de lo hipotético, in­ firiendo el supuesto de datos significativos que proceden del mismo docu­ mento en cuestión. Supongo, en efecto, que en el primer tercio del siglo XV, Garrovillas ya se llamaba así (y no Garro de Villa), figurando de esta misma forma en do­ cumentos contemporáneos que son conocidos, quiso consolidar su catego­ ría de cabeza del territorio, sin duda para evitar que la poderosa Dña Leonor de Alburquerque, la reivindicara para Alconétar. Entonces encargó a su ¿es­ cribano portugués?, que conocía los datos históricos que dejamos apuntado, la redacción de su privilegio como si fuese otorgado por D. Alfonso X, por el que este monarca, juntamente con su hijo D. Femando, concedía “ térmi­ no rodado” a Garrovillas, centraba en la villa la capitalidad del término y concedía a éste y a la capitalidad una serie de fueros, derechos y preeminen­ cias. Pero el escribano (o simplemente escriba) portugués estaba poco ver­ sado en las costumbres cancillerescas castellanas y forjó un documento pla­ gado de equivocaciones, anacronismos y de errores diplomáticos, que de­ latan a la legua su falta de autenticidad. Veamos cuales son las principales: 1. Siendo evidente que lo que trataba de imitar era un documento de Alfonso X, el documento que se nos ofrece no se ajusta a ninguna de las estructu­ ras diplomáticas de los documentos (Privilegios rodados, Cartas plomadas, cartas abiertas o mandatos) vigentes en la Cancillería del Rey Sabio, sino una distribución, poco más o menos, arbitraria, calcada, a lo que parece, de las estructuras de los documentos privados; hasta, incluso, con su suscrip­ ción notarial precedida de la fórmula de testimonio, si bien expresada de una manera insólita (e por mayor firmeza lia signé con este mi signo tal en testimonio lleal. Marín Alfonso') cosa totalmente ajena a los documentos cancillerescos. 2. La institución en la que se expresa el nombre y títulos del monarca incluye entre los títulos del dominio, el de Señor de Vizcaya, que nunca lo llevó Alfonso X, sino Alfonso X I a partir de 1333. Esto nos hizo suponer que el documento fuera de este monarca; pero evidentemente no es este al que trata de referirse, sino a Alfonso X, pues aunque Alfonso X I tuvo también un hijo Femando, nacido en 1320 de su legítimo matrimonio con Dña Ma­ ría, y también primogénito, no es posible que aluda a éste, que murió dos años después, cuando por contar tan corta edad no podía firmar el docu­ mento, como nos lo dice el notario: “ e lio vi firmar al Rey e al Infante” . 3. Háblase de un otro hijo D. García, del que no hay (hasta el presente al me­ nos) noticia alguna ni entre los hijos de Alfonso X, ni entre los de Alfonso XI. N i entre los legítimos ni entre los bastardos.

4. El texto tiene una redacción que no cuadra, lingüísticamente hablando, con los documentos del siglo X III, y está lleno de neologismos, propios del si­ glo XV. 6. El ¿escotocolo?, o sea el conjunto de fórmulas con las que se cierra el do­ cumento, también nos ofrece motivos de muy serias objeciones. Prescin­ damos de la fecha 1233, que no cuadra con ninguna de los Alfonsos pues puede ser una equivocación simplemente; pero es el hecho que va fechada por años de Jesucristo, y en aquel tiempo, sobre todo en la cancillería real, se firmaba por años de la Era Hispánica, que son 38 años menos que la Era Cristiana. 7. La subscripción real es asimismo extraña. Nunca firman los Monarcas de esta manera (Don Alfonso Revi ni es esa la forma normal de validar los documentos. Este documento (al que nosotros llamamos documento (X ), se nos dice que estaba escrito en “ peí de cuero” (expresión pleonásmica, también in­ sólita) y que fue otorgado en Alcántara subscribiendo como testigos, con el Prior de aquella casa conventual, Fray Juan de Godoy, varios caballeros del mismo convento. El original se perdió. Pero hasta el siglo X V III, que sepamos, existió en el convento de Alcántara una llamada “ copia antigua” , a la que nosotros denominamos la “ copia ( Y ) ” , y que también ha desapare­ cido, y que debió hacerse en el siglo X V mas otra copia hecha en el siglo X V I (hacia 1530) y que es la que extendida en un pliego de papel con fili­ grana de “ la mano” y con letra cortesana de la transición ocupa los folios 4 y 5 del cuaderno que hemos estudiado. A esta copia la denominamos la “ Copia A ” , y es la más apreciable pues es la que está en relación más di­ recta con la primera copia (Y ) derivada del seudo-original. De la “ copia antigua” (Y ) conservada en el archivo del real convento de S. Benito de Alcántara, por el notario Matheo de Oliva Espinosa, y en 20 de septiembre de 1752, fue sacado un testimonio, que va extendido en cinco folios de papel con filigrana “ lis coronada” , escrito en letra bastardi­ lla española muy típica y que es documento que ocupa los folios 5,6,7,8 y 9, del cuaderno. Designamos a esta copia del siglo X V III con el título de “copia B” . De la “ copia (B )” que obraba en la secretaría del Ayuntamiento de Ga­ rrovillas, se obtuvo por el entonces secretario de la corporación, Francisco de Paula Pizarro, y con fecha del 14 de Enero de 1866, una copia con letra española angulosa, a la que denominamos “ copia (C )” , y que ocupa en el cuaderno los folios 10,11,12 y 13. Y, por último, también de la “ copia (B )” , con letra del último tercio del siglo X IX , se obtuvo la que denominamos “ copia (D )” , extendida en tres folios de papel de hilo, que ocupa las páginas finales del cuaderno.


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D IO N ISIO M A R T IN NIETO, C A N D ID O S E R R A D IL L A M A R T IN Y S A N T IA G O MI II A N O C A B A U E R O

En resumen, la tradición esquemática del documento estudiado, es la siguiente: Seudo original “ X ” (Perdido) (siglo X V ) /--............

------------- / Copia antigua “ Y ” (perdida) (siglo X V )

Copia “ X ” +-1530

Copia “ ET 1752 /C opia' 1866

-/ Copia “ D” +-1890

Y no me resta sino hablar de la importancia que tiene el documento y de la estima que merece. Como más arriba indico, cuando un documento es calificado como falz so, se le atribuye indudablemente una determinación a todas luces peyora­ tiva; pero históricamente hablando, hay documentos falsos (sobre todo en falsificaciones antiguas) que han tenido consecuencias históricas, en algún caso que no quiero nombrar aquí, porque no es necesario, hasta trascen­ dentales, y estos merecen para el historiador toda la consideración de fuen­ tes, sin otra cautela que la de manejarlas con una crítica adecuada, com­ probando la historicidad de todas y cada una de las partes de su contenido. El documento examinado contiene una parte de un valor auténtico, cual es la del deslinde del coto redondo, con una expresión de topónimos cuya persistencia y forma actual valdría la pena de comprobar para ver si tal y como los menciona existían ya en el siglo X III, aunque lo indudablemente histórico es que así se llamaban (los no falseados por pruritos eruditos) en el siglo X VI. Interesantísimo para mí, es, por ejemplo, la mención que hace de Cáce­ res el Viejo, dehesa al Norte de Cáceres hasta cuyos linderos, por lo visto, se extendía la jurisdicción garrovillana, seguramente por los actuales tér­ minos de Santiago del Campo y Talaván. Oviedo 5 de noviembre de 1959 A N T O N IO C. F L O R IA N O


DEMÉTER Y SAN ANTÓN EN EXTREMADURA

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JO SE LUIS RODRIGUEZ PLASENCIA Escritor

Los pueblos primitivos que habitaron la actual Italia tuvieron — aunque no fueron los únicos— diferentes ca­ lendarios lunares, con dispa­ rejos meses de duración va­ riable. Y no fue hasta el rei­ nado de Rómulo, fundador de Roma, en que se creó el primer calendario, que com­ prendía diez meses lunares, incluidos entre marzo y di- ------------------ciembre, dejando un período Ruinas de la ermita de S. Antón. Pescueza entre diciembre y comienzos del año siguiente sin asignación a ningún mes, hasta que durante el reinado de Numa Pompilio — segundo monarca romano— se añadieron dos nuevos meses: enero y febrero. Así pues, en un principio, para los romanos el año comenzaba en marzo1, con la Luna nueva, ulterior al tiempo de los fríos invernales, en que comenzaba la primavera. Y con ella, aparecían en Roma comparsas de hombres disfrazados de animales, que recorrían sus calles cantando las martinae y anun1 Siguiendo osla antigua tradición, actualmente las estaciones empiezan a contar por la primavera, dejando el invierno para el finul.


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J O S É L U IS HOUMlCHJI

I'l A ül N CIA

ciando con ello la celebración de las Kalendae Marinae, consagradas a Jano, un dios que estuvo asociado con la agricultura desde época muy remota. Y era antes de la luna vernal del 21 de marzo cuando tenían lugar los ritos y ceremonias, las invocaciones a las deidades de la naturaleza, destinados a expul­ sar la desolación y la infecundidad, los oscuros espíritus invernales, alejándolos del poblado y de los campos, al objeto de que llegase pronto el tiempo de la vida y de la siembra: la ansiada primavera. Y con ella las alegres fiestas del año nue­ vo. “P o r eso en esta época del año se conjuraban las tormentas, las plagas de los campos y las plantas, las epidemias de los animales, las pestes de las perso­ nas ”. (Camisón, 2005: 49-50). De ahí que en numerosas poblaciones extremeñas las festividades de finales de enero, y principios de febrero, como San Antonio Abad, San Sebastián y San Fabián y San Blas surjan (Camisón, ibíd) “como agradecimiento a estos santos p o r haber liberado a sus habitantes de una pande­ mia Por eso, contra las oscuridades invernales en Extremadura se han hecho y se hacen todo tipo de conjuros a través de rituales de fuego — teas, hogueras, ca­ pazos, escobones ardientes, velas...— 2o de ruidos, gritos, tiros, cantos... propios de otras tantas celebraciones extremeñas que resultaría prolijo enumerar. Pero centrémonos en San Antonio Abad. Este santo, también conocido como San Antón, Antonio el Ermitaño, San Antonio de Enero o Antonio el Grande, nació en Coma, cerca de Heraclea, en la Tebaida, la región situada más al sur del Alto Egipto — que al ser un desierto se convirtió en un lugar idóneo de retiro para numerosos ermitaños cristianos— , hacia el año 250 o 251, y murió en el monte Colzim, en el 356. Su festividad se celebra el 17 de enero. Su legendaria historia fue contada por San Atanasio en su Vita Antonii, popularizándose más tarde con La leyenda dorada de Santiago de la Vorágine (s. X IV ). Dicen que cuando tenía veinte años oyó en la iglesia el pasaje del evange­ lista Lucas (18, 22), donde Jesús responde a cierto personaje que le pregunta­ ba qué tenía que hacer para alcanzar la vida eterna, con estas palabras sobre la abnegación y la renuncia a todo: “ Vende cuanto tienes y repártelo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme”. Antonio, como el joven del evangelio, era rico, pero a diferencia de este, repartió sus bienes entre los necesi­ tados, reservándose una parte para subsistir él y su hermana. En otra ocasión oyó este pasaje de Mateo (6, 31-33) sobre el abandono de la vida en manos de la Pro­ videncia: “N o os preocupéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, qué beberemos o qué vestiremos? Los gentiles se afanan p o r todo eso; pero bien sabe vuestro Padre celestial que de todo eso tenéis necesidad. Buscad, pues, primero el reino y su justicia, y todo eso se os dará p o r añadidura ”. Estas palabras le animaron a despojarse de cuanto le quedaba aun y a retirarse al desierto para llevar una vi­ 2 Las Purifícás de Monroy, los escobones ardientes de Jarandilla de la Vera, los capazos de Torre de Don Miguel...

D E M É T E R Y SA N ANTÓN EN E X T R E M A D U R A

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da contemplativa. Primero vivió al borde de una tumba — lugar apropiado para meditar sobre la muerte— y más tarde en una fortificación cercana al Ni lo, de donde ahuyentó a un gran número de serpientes que ocupaban los subterráneos del arruinado baluarte. Pronto se extendió su fama de santidad, no tardando en verse rodeado de discípulos, que construyeron sus celdas alrededor de la suya, deseosos de seguir su ejemplo, circunstancia que le forzó a instituir un cenobio. Aunque no permaneció mucho tiempo sin sentir la necesidad de volver a su per­ dida soledad, de ahí que se retirara a una covacha del monte Colzim, construida con ramas de palmeras, a poca distancia de la costa occidental del Mar Rojo, donde pasó veinte años entregado a la oración y a la penitencia y sometiendo su cuerpo a tales privaciones como no se registran en las vidas de otros santos ana­ coretas con fama de austeros. Ello no impidió que Dios le afligiera “p o r medio del espíritu del mal con las más pavorosas y tremendas representaciones, sien­ do probada su virtud con tentaciones frecuentes y enojosas {Espasa, tomo V, p. 845). Entre las tentaciones figuraron deseos de fornicación, dolores físicos, presentación de riquezas en forma de tesoros, ofrecimientos de poder, enfrenta­ mientos con el mismo demonio que se le manifestaba como un gigante de gran corpulencia... Sus biógrafos dicen que Antón abandonó su retiro en dos ocasiones para des­ plazarse hasta Alejandría, una para apoyar y animar a los cristianos durante las persecuciones que el prefecto Maximino decretó — año 311— contra los fieles de la ciudad y otra — año 325— para combatir el arrianismo, sobre cuya aparición había tenido una revelación onírica. Igualmente volvió a dejar su aislamiento casi al final de su vida para visitar a Pablo el Ermitaño, el más antiguo anacoreta de la Tebaida, cuya existencia desconocía y que le fue revelada igualmente en sueños. Decide visitarlo. En el camino primero se encuentra con un ser mitad hombre, mitad caballo que le indica un camino hacia la derecha, luego uno mitad hom­ bre, mitad cabra que lleva en su mano un puñado de dátiles y que dice ser un sá­ tiro y, finalmente, un lobo, que le conduce a la celda de Pablo, que en un primer momento no quiere recibirle. También cuenta la hagiografía paulina que este era alimentado por un cuervo, que diariamente le traía un trozo de pan en el pico como a San Blas, durante su retiro en el Argeo— , ración que se duplicó con la llegada de Antonio. Cuando este volvía a su retiro vio pasar sobre su cabeza el alma de el Ermitaño. Antón volvió sobre sus pasos y con ayuda de unos leones y de otros animales, enterró el cuerpo de Pablo. La leyenda cuenta también que en cierta ocasión, al entrar en una ciudad, se le acercó una jabalina — hay quien dice que una cerda— que no podía caminar versión A — o — versión B— que traía en su boca uno — o dos— de sus jabatos o cerditos lisiados que estaban ciegos. El santo anacoreta la curó, lo curó o los curó y desde entonces la agradecida madre no abandonó al santo, defendiéndole incluso de cualquier alimaña que pretendiera atacarle. Esta curación milagrosa recuerda aunque en un nivel distinto— la de San Blas, que salvó la vida de un


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JOSÉ LUIS HODNlUUI / P l AHI NCIA

niño que se ahogaba al atragantarse con una espina de pescado, o la de San Pantaleón, que curó a un paralítico. Y como Antonio murió antes que la cerda, esta se encargó de enterrarle, aun­ que según cuentan algunos hagiógrafos, los últimos quince años de su vida Antón estuvo asistido por dos de sus discípulos, Macario y Amathas, que se encargaron de cumplir la última disposición del santo: enterrarlo en un lugar secreto. Los franceses, empero, afirman que sus reliquias, procedentes de Constantinopla — ¿o de Alejandría?— fueron llevadas a mediados del siglo X I a una aba­ día del Delfinado de Auvemia, la antigua provincia fronteriza al sureste de Fran­ cia, entre los montes Dore y el valle de Allier. Esta abadía se haría famosa más tarde bajo el nombre de Saint-Antoine-en-Viennois, a donde llegaban innumera­ bles peregrinos atraídos por la fama de este santo. Y es con la llegada de los restos de Antonio a esta abadía francesa cuando, en opinión de algunos expertos del anacoretismo, comenzó a popularizarse el poder protector y profiláctico que este santo Abad tenía sobre los animales, y más en concreto sobre la variedad porcina. De ahí que muchas personas, atraídas por esta fama, fuesen en peregrinación al monasterio, “hasta el punto de que los monjes se vieron en la necesidad de comprar cerdos para alimentarlos, quedando de es­ te modo tales animales bajo la protección de San Antón (Domínguez Moreno, 1992: 4) Y fue así — aseguran— como el cerdo se convirtió en compañero in­ separable del anacoreta, apareciendo desde entonces en la iconografía cristiana. Aunque “esta hipótesis — continúa Domínguez Moreno— se nos antoja un tanto forzada y poco sostenihle Y añade que le parece más lógica la interpretación del doctor Blanco Breijero, según la cual el por qué del cerdo como atributo de San Antón no aparece claro en las fuentes y que su justificación es peculiarmente confusa. “Cabe hacer, sin embargo — escribe— , una conjetura bastante razona­ ble: la que se trata de la cristianización de una víctima predilecta de los dioses del paganismo, esto es, de los que la nueva fe consideraba demonios”. Pero de esto trataré más adelante. Por su parte, Peter Brown (1988) — citado por Velasco Maíllo (2009: 241)— la historia de Antonio no pasa de ser “una hagiografía construida tomando como modelo a San Juan Bautista, prototipo de un héroe especial, el santo, y dentro de éstos, el asceta, que ayunaba, rezaba y disciplinaba su carne en el desierto La presencia casi continuada de animales en torno a San Antón — serpientes, lobo, leones, cuervo, caballo, cabra...— hizo que se entronizase a este santo ana­ coreta como protector de los animales, aunque la protección del cerdo fue previa a la del resto. Sin embargo, algunas de esas bestias se relacionan — según se verá— con la Mitología griega clásica o se revelan como símbolos infernales y de la vida de ultratumba. A otras, las acompañan episodios relacionados directamente con los textos evangélicos. Así, la referencia al cerdo — aparcando de momento su re­ lación con algunas alegorías míticas— parece hacer alusión a las tentaciones que Antonio padeció en el desierto, pero también a los demonios que Jesús expulsó

DEMÉ1I H Y N A N A N IÓ N I N EXTREMADURA

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de los posesos gerasenos, metiéndolos en la piara de marranos que pacía a la otra parte del Mar de Tiberiades3; piara que acabó en el fondo de las aguas con los dia­ blos dentro de sus cuerpos (Mateo 8, 28-34)4. Y en I Reyes (17, 1-7) se cuenta có­ mo Elias fue enviado por Yavé para notificar al rey Ajab el castigo que iba a caer sobre su pueblo por haber permitido y aceptado la idolatría fenicia de Baal en Is­ rael, tras su matrimonio con Jezabel, hija de Etbal, rey de Sidón, y por haberse ido tras Baal, sirviéndole y postrándose ante él (16, 31). El castigo sería que durante dos años no habría ni rocío ni lluvia mientras él no lo dijera. Y versículos más ade­ lante, “dirigió Yavé a Elias su palabra, diciendo: ‘ Pártete de aquí5, vete hacia el oriente y escóndete junto al torrente de Querit, que estáfrente al Jordán. Beberás el agua del torrente y yo mandaré a los cuervos que te den de comer a llí’. Hizo se­ gún la palabra de Yavé, y fue a asentasejunto al torrente de Querit, que está ¡ren­ te al Jordán. Los cuervos le llevaban p or la mañana pan, y carne p or la tarde, y bebía del agua del torrente; pero al cabo de cierto tiempo se secó el torrente, pues no había caído lluvia alguna sobre la tierra”. (17, 2, 7, Ed. Nácar y Colunga). Igualmente se atribuye a la intercesión de este santo la curación de lo que se ha dado en llamar coloquialmente fuego sagrado, fuego de San Antonio o Juego del infierno, de ahí que al santo suela representarse también con un fuego a su lado o que se enciendan hogueras en su honor la víspera de su onomástica, lisa enfermedad es causada por la ingestión de alimentos contaminados por micotoxinas que son producidas, entre otros agentes, por hongos parásitos, como el ergot o cornezuelo que contamina el centeno, aunque en menor medida la avena, el tri­ go y la cebada. En la Edad Media las intoxicaciones con ergot eran tan frecuentes que se crearon hospitales regentados por frailes de la orden de San Antonio dedi­ cados exclusivamente a cuidar de estos enfermos. Pues bien: los frailes antonianos daban a los infectados panes de trigo candeal y no de centeno. De ahí que se obrase en ellos algunos milagros que, por supuesto, eran atribuidos a la interce­ sión del santo anacoreta. El culto al santo anacoreta — como patrono y protector de los animales y con una orientación de profilaxis ganadera— está muy extendido por España y — por supuesto— por Extremadura, donde diversas localidades — con módulos más o menos comunes— lo veneran bien como Antón, bien como Antonio y de forma individual o relacionado con San Sebastián. Incluso en manifiesta competencia entre ambos, como sucedía en Arroyo de la Luz, entre los vecinos del barrio de

3 "El oriente del lago estaba poblado por gentiles, los únicos que podían criar tales animales, declarados

inmundos por los ley mosaica". (Nácar y Colunga, nota 30, pág. 1011. La Sagrada Biblia). 4 También Marcos 5, 1-20 y Lucas 8, 26-39. 5 Para huir de las iras de Ajab. 6 El torrente Querit no está identificado; pero debía de hallarse en la Transjordania, de donde el profeta era natural". (Nácar y Colunga, nota 1, p. 375). Glueckcree que es «uno de los ramales más orientales del Wády el-Yábis en las alturas del norte de Galaad” . (Diccionario Bíblico, Internet).


San Antón y los del Arrabal. Así, los primeros dedicaban a los segundos, como referencia a su profesión de alfareros: San Sebastián valeroso, Vecino del arrabal, Que oyes hacer pucheros A porrazos y a patás. Y los segundos a los primeros, aludiendo a la comida que éstos hacían para conmemorar la fiesta de su patrón: Había que seis platos En el día de San Antón: Puerco, guarrapo, Cerdo, marrano, Cochino y lechón. Actualmente, el día 15 de enero se subastan las ofrendas que los devotos han donado al santo y se suelen bendecir animales, especialmente el cerdo y el 20 se subastan igualmente ofrendas y se encienden luminarias. Esta rivalidad entre los feligreses y devotos de uno y otro santo se daba tam­ bién en Casas de Millán, donde ambas celebraciones se siguen entremezclando hasta el punto de que la fiesta de San Antón se conozca también como de San Sebastianino. Esta guerra queda reflejada en el dicho local: El día 20 de enero, San Sebastián, el primero. Detente, varón, Que primero es San Antón. En esta localidad cacereña, el día 19 de enero se enciende una gran hoguera — que es conocida como la quema del capazo— mientras se lanzan vivas al santo que van acompañados con lanzamiento de cohetes. El día 21 es el día de San Sebastianino, o de San Antón —de ahí el sentido del dicho antes mencionado— . Se celebra la misa en la ermita de San Sebastián y después San Sebastianino y San Antón son acompañados en procesión hasta la ermita de San Ramón, donde San Antón bendice los animales que son llevados por sus dueños, para dar paso a la subasta de las piernas de los Santos. En Brozas, San Antón es el patrón de la villa. La celebración comienza el día 16, con una novena, a la que sigue la bendición de los animales, que es acom­ pañada con lanzamiento de cohetes y seguida de una procesión donde los caba­ llistas acompañan al santo durante su recorrido. Al día siguiente, se recogen las

ofrendas al santo. Son productos derivados del cerdo —con algún que otro animal vi­ vo—y agrícolas que los devotos donan para que San Antón proteja o cure a sus animales. Estos platos serán subastados después de la misa y su posterior procesión. La fiesta con­ cluye con el torcido y destorcido del cordón. En Fresnedoso de Ibor se encienden lu­ minarias o lumbrinarias en honor a San An­ tonio Abad. En el acarreo de la leña partici­ paban hombres y niños, al objeto de ayudar a los quintos en la tarea, pues la hoguera de­ bía permanecer encendida todos los días de la fiesta. La desaparición del servicio militar no ha impedido que los que serían quintos del año, es decir, los mozos que cumplen 18 años, continúen la tradición de ser protago­ San Antón (Brozas) nistas de los festejos. Durante la procesión del santo, se lanzan salvas y cohetes. En Garrovillas, hasta hace algunos años, deambulaba por las calles el llamado cerdo rondón. Este animal, un cochinillo, era ofrecido al santo por algún devoto. Con una esquila al cuello, durante el día recorría el pueblo, comiendo aquello que los vecinos le daban y durmiendo por la noche en la primera cuadra que encon­ traba abierta. Esta práctica recordaba la implantada durante la Edad Media por los antonianos, que dejaban sus cerdos sueltos por las calles para que los vecinos los alimentaran. Una vez bien cebados, su carne era llevada a los hospitales don­ de la orden atendía a los enfermos de todo tipo de dolencias contagiosas o se ven­ día al objeto de recaudar dinero, que era destinado al mismo fin. Hoy día, en las fiestas se encienden fuegos y la procesión se acompaña con lanzamiento de cohetes. Igualmente hay desfile y bendición de animales en pre­ sencia del santo y sorteo de cochinillos y de una cochinina, en rememoración de aquella que antaño se movía a sus anchas por las calles del pueblo sin que nadie la molestase. En Hervás, los devotos acuden a la ermita del santo para bendecir los anima­ les una vez concluida la misa. Es también tradición comer el bollo de tortilla con chorizo alrededor de las hogueras que se encienden en el entorno de la ermita, donde se puja por las ofrendas compuestas por productos de la matanza, que los fieles hacen al santo. En Navalvillar de Pela San Antón coincide con la fiesta de la encamisó, donde los jinetes —precedidos por las autoridades, el tamborilero y una ingente chiqui­ llería que portan hachones de gamonita—, caballeros en mulos, caballos y burros dan tres vueltas a la población, primero en forma pausada, y más tarde en veloz


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carrera por todas las calles del pueblo mientras lanzan incesantes vivas al santo. "El sentido purificador del entorno y el alejamiento de los males se presenta, además de en las hogueras y hachones, en los sonidos de los cencerros, de las campanas y del tamboril, así como en las tres vueltas que los jinetes dan al pue­ blo, lo que nos recuerda rituales de agregación e identidad de otros puntos de la Península” (Domínguez Moreno, 1992: 4-5). Y Domínguez Moreno añade: “Para los naturales de Navalvillar las mon­ turas que participan en el festejo no padecerán daño de ningún tipo. La misma creencia es general en Extremadura con respecto de los animales que se llevan a las iglesias o ermitas donde se guarda alguna imagen de San Antón para que den tres vueltas a su alrededor En Peloche —pedanía de Herrera del Duque— tienen como patrón a San An­ tón. Lo celebran con misa y procesión, que es precedida de un grupo de danzan­ tes que, siempre delante del santo, van desarrollando su baile. También se encien­ de una gran hoguera frente a la iglesia y se bendicen roscas de anís que son dadas a los animales enfermos, pues según cuenta la tradición, con ello sanan milagro­ samente de sus males. En Pescueza, la fiesta de San Antón comienza la víspera, con el encendido de una gran hoguera, encendido que se acompaña con voltear de campanas y lanza­ miento de cohetes. Antiguamente los jóvenes montados a caballo, burros o mulos saltaban la hoguera entre el griterío y alborozo de los presentes. Hoy día, el ve­ cindario se reúne en tomo a la hoguera para degustar los aperitivos y el vino que ofrece el Ayuntamiento. También se pedía por las casas limosna para San Antón. Estas limosnas las so­ licitaban el sacristán y los monaguillos y con­ sistían básicamente en productos alimenticios —chorizos, garbanzos, pernejones1, etc.— que después se subastaban públicamente. El dine­ ro recaudado se desti­ naba al culto del santo. En Villanueva de la Vera —según informa­ ción de María J. Ce­ peda, de la Oficina de Hoguera de S. Antón (Pescueza) Turismo— la ermita

7 Pemejón: el codillo del cerdo.

de San Antón "sería lugar de culto para personas y animales, dato deducido por Ia cantidad de exvotos de cera de manos y pies encontrados. Es razonable, por tanto, pensar que en el mismo lugar se invocaba a los dioses para la resurrec­ ción de la naturaleza y de las cosechas. La coincidencia de celebrar el día de S. Antón y S. Sebastián en el mes de Enero puede ser debida a la misma ubicación y parecidos objetivos ”. En resumen: que los rituales del fuego, los ruidos, tiros y cantos han sido y son elementos comunes a las fiestas de este santo en Extremadura para conjurar — según escribe Juan J. Camisón, ya citado— "las tormentas, las plagas de los campos y las plantas, las epidemias de los animales, las pestes de las personas ". Aunque en opinión de Velasco Maíllo (2009: 238), “tal vez mucho más viejas que la propia referencia cristiana que el santo proporciona sean las prácticas festivas asociadas al santo que se suponen procedentes de celebraciones paga­ nas anteriores. Consualia romana, los cultos Beltone celtas, como sugería Frazer. Y aun cabe imaginar que si entre esas prácticas se encuentra el culto al fue­ go éste pudiera ser más antiguo que los paganismos conocidos ”. Sin embargo, en mi opinión, ninguna de las fiestas aludidas debe tomarse como referente de la dedicada a San Antón. En primer lugar, las Consualia o Consuales Ludi —fiestas instituidas por Rómulo en honor de Consus, dios protector de las reservas de grano— no guardan relación con la del santo anacoreta en cuanto a las fechas, pues aquéllas tenían lu­ gar el 21 de agosto, tras finalizar la siega y el 15 de diciembre, al concluir la ven­ dimia. Igualmente se honraba esos días a Marte, como protector de las cosechas y a la diosa Ops, divinidad de la abundancia, cuatro días más tarde. El único nexo de aproximación entre ambas festividades estaría en que durante las Consualia se tenía cierta consideración con los caballos, las muías y los asnos, ya que se les eximía de trabajar y eran paseados por las calles de Roma adornados con flores y guirnaldas. Pero no se dice nada del cerdo, animal clave en las fiestas antonianas. En cuanto a los ritos Beltone del 1 de mayo, dedicados a Bel o Beleños, dios solar celta, dios de la luz, del fuego, de la sanación, de la renovación y la ferti­ lidad animal y humana, sí guardan relación con las fiestas del santo abad en lo que se refiere al encendido de grandes fogatas, rememorando las que los druidas prendían en las cimas de las colinas, y al hecho de que las personas bailen en su derredor o salten sobre ella al objeto de lograr salud, fertilidad y buena suerte pa­ ra todo el año. Pero tampoco se alude expresamente a los cerdos. Beltone —el fuego de Bel— representaba, pues, el comienzo de la intensidad interrumpida durante el invierno. Claro que —como supone Velasco Maíllo— el culto al fue­ go es mucho más antiguo que los celtas y que los romanos, más antiguo incluso que los persas, pueblo iranio en el que los sacerdotes instituyeron una esmerada liturgia en tomo a él... Pero no es ocasión de tratar aquí este asunto, sino de buscar el origen de la de­ voción al santo anacoreta objeto de este trabajo; principio que, en mi opinión, se


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encuentra —con los añadidos anteriormente reseñados— en el mito de Deméter, la "Diosa Blanca del Pan (Graves 1, 371), la diosa griega de la agricultura, dio­ sa de la cebada y del trigo, del cereal... y portadora de las estaciones, dominadora "de las profundidades misteriosas del suelo, donde se forma y desarrolla la vida de los vegetales y donde radica el mundo insondable de la muerte ” (Espasa, to­ mo V, p. 845). Deméter era hija de Cronos y Rea y hermana de Júpiter. De su unión con es­ te tuvo a Coré o Perséfone y al caballo Arión de sus amores con Poseidón —el elemento húmedo que brota de la Naturaleza, “estrecha á la Tierra y la penetra, fecundándola para que de ella salga Arión, símbolo del agua que brota y salta de Ia Tierra, haciéndola fructífera” (Espasa, tomo XVIII, p. 16)s,— en contraposi­ ción a Gea o Rea, diosas de las tierras o campos sin labrar. A este mito se articuló otro, según el cual Deméter se habría unido a Jasión, de quien tuvo a Plutón, en un campo labrado, todo lo cual se relaciona con su carácter de divinidad identifi­ cada con la tierra productora. Coré o Cora —la vegetación primaveral, el grano verde, más tarde Perséfone, la espiga madura— era la hija amada de Deméter y fue raptada, cuando recogía flores en el campo, por Hades o Plutón, la deidad infernal, para llevarla al Tártaro y casarse con ella. Desconocedora de este extremo, la diosa recorrió la Tierra du­ rante nueve días buscando a su hija, hasta que llegó a Eleusis, en el Ática, velada como una anciana de nombre Doso. Allí conoció a las hijas del rey Céleo y les pidió asilo a cambio de cualquier tarea doméstica que quisieran encomendarle. La reina Metanira le encargó entonces el cuidado su hijo Demofonte, hermano de Triptólemo, con quien Deméter se encariñó. Queriendo hacerlo inmortal, lo un­ gía con ambrosía durante el día, y lo acostaba desnudo sobre carbones encendi­ dos para desprenderle de su carne mortal durante la noche. Pero fue sorprendida según unos por una criada y según otros por la propia Metanira, no quedándole más remedio que descubrir su verdadera identidad. Mandó entonces erigir un templo en su honor, aleccionando al rey Céleo y a los eleusinos los ritos y cere­ monias que debían celebrar en él. Por Triptólemo, que cuidada el ganado su padre, supo que sus hermanos Eu­ molpo, pastor, y Eubuleo, porquerizo, mientras apacentaban sus ganados en el campo, vieron cómo la tierra se abría de pronto y engullía los puercos de este an­ te sus propios ojos. Eubuleo era un porquerizo al servicio de Marpesa, la diosa Cerda, o la here­ dera de la madre Cerda, que hacía germinar el cereal y si reveló la suerte de Coré a Deméter fue porque ‘p orquerizo', en el mito primitivo europeo significaba adi­ vino o mago, “y aunque en la época clásica hacía mucho tiempo que los porque­ rizos habían dejado de ejercer su arte profético, todavía se sacrificaban cerdos ”

8 Según otra versión arcadia de este mito, Poseidón se había transformado en caballo para poseer a Deméter, que daría a luz a una hija, Despoina, que más tarde se confundiría con Perséfone.

a Deméter y Perséfone arrojándolos por un precipicio natural” (Graves I, 113). Conocedora, pues, de la suerte que había corrido su hija, acompañada de Hécate —el cereal cosechado— , Demé­ ter recurrió a Helios —el Sol— "a cuyas miradas nada se oculta” (Espasa, tomo 18, p. 16) y este le reveló que Coré había sido raptada por Aidones, en connivencia con el propio Júpiter, que había autoriza­ do a Plutón para que la tomase por espo­ sa. La deidad se encerró entonces en su santuario de Eleusis, olvidando sus obli­ gaciones, por lo que la tierra se tomó es­ téril y el hambre amenazaba con aniqui­ lar al género humano. Alarmado Júpiter por el caos que se avecinaba, envió a su mensajera, la diosa Iris, para pactar la re­ Triptólemo entre Deméter y Perséfono conciliación entre ambos, avenencia que recibiendo la espiga de trigo Deméter rechazó mientras no le füese de­ vuelta su hija. Desgraciadamente Persé­ fone no podía permanecer indefinidamente en la tierra de los vivos por haber comido unas semillas de granada que Hades le había dado, ya que aquéllos que probaban la comida de los muertos no podían abandonar el inframundo. Se acor­ dó entonces que Perséfone permanecería en él durante un tercio del año —el in­ vierno— y con su madre el resto del año. Reconciliada con los demás dioses y antes de volver al Olimpo Deméter dio a Triptólemo granos de trigo y un carro alado de una sola rueda tirado por dragones —o por serpientes (Graves I, 1119)— para que fuese arrojando desde el aire sus semillas por toda la tierra, a la vez que enseñaba a los hombres el uso del arado y las distintas faenas agrícolas, para que una vez fomentada la agricultura que hacía al hombre diferente de los animales salvajes—, “con los beneficios a ella inherentes, fundara poblaciones y estableciera leyes, además de instituir el ma­ trimonio ” (Espasa, ibíd). De este modo la diosa agradecía a Triptólemo la infor mación que sobre su hija le había dado. En honor de Deméter y Perséfone se celebraban en las ciudades de la antigua Grecia las Tesmoforias, misterios que las hijas de Dánao —hijo del mítico rey He lo— llevaron desde Egipto para enseñárselos a las mujeres pelasgas. Conmemo raban el tercio del año en que Deméter, vestida de luto por la estancia de su hija en el reino de Hades, olvidaba sus deberes como diosa de las cosechas y el ere cimiento, período que correspondía en Grecia con los meses estivales, cuando el calor y la falta de lluvias agostaban la vegetación, dejando un paisaje yermo, sin


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vida. No se sabe mucho sobre sus ritos secretos, pues sólo asistían mujeres y les estaba prohibido revelar las ceremonias que allí se realizaban. Su rasgo caracterís­ tico era el sacrificio de cerdas, de cuya carne, parte era comida sacramentalmente por las mujeres que celebraban la Tesmoforias, participando así, o comulgando del cuerpo de la diosa, y el resto se arrojaba, junto con cerdos, tortas cocidas y ramas de pino con sus piñas a unas cavernas o criptas sagradas, conocidas como las hendiduras de Deméter y Perséfone o megaras. En esas quebraduras decían que habitaban serpientes que engullían parte de la carne de los cerdos y las tortas, recogiéndose en el festival del siguiente año los restos putrefactos por las recoge­ doras, mujeres no vírgenes consagradas a Deméter. Estas barredoras descendían a las hendeduras tras haber mantenido una pureza ceremonial de tres días, asus­ taban a las serpientes dando palmadas, sacaban los restos y los colocaban en el ara. Tras orar, estos desperdicios podridos y fétidos se sembraban con las semillas de los cereales, asegurando así una buena cosecha; magia agraria, pura y simple. Se deduce de ello que el arrojar cerdos a las criptas en la Tesmoforias formó parte “de la representación dramática del descenso de Perséfone al mundo abis­ mal, y como no se cuenta que arrojasen ninguna imagen de Perséfone a ese mun­ do inferior, podemos deducir que el descenso de los cerdos fue no ya el acompa­ ñamiento del descenso de ella, sino el descendimiento mismo. En suma, los cer­ dos serían la propia Perséfone ” (Frazer 1981:535). Nada de extraño tiene esto, pues además de haberse considerado a los ani­ males como manifestaciones de los poderes divinos desde el principio de los tiempos, o de haberse incorporado al sistema religioso en calidad de mensajeros celestiales, en ocasiones sirvieron de albergue o disfraz corpóreo para el mismo dios. De ello existen buenos ejemplos no sólo en las culturas mediterráneas co­ mo la egipcia o la griega, sino también en otras muy diferentes y alejadas unas de otras. Así, en Egipto, la diosa del cielo, Nut, era representada como una cerda; Atum, el dios creador, se representaba como una serpiente que vivía en las oscu­ ras aguas del Abismo, y cuyos anillos extremos constituían los límites del mun­ do; Anubis, el señor de los muertos, era representado como un hombre con cabe­ za de perro negro... En Grecia, Adonis se trasformó en jabalí... Entre los aztecas, Quetzacóatl, la principal deidad mesoamericana a partir de la cual se generaban las demás divinidades, se representaba como una serpiente emplumada. En la mi­ tología de Australia, Yulunggul era una serpiente gigante... De ahí que el hecho de mostrar a Deméter acompañada de cerdos y que se le sacrificasen en sus arca­ nos misterios, arguyendo, según algunos mitólogos, que estos animales destrozan los campos sembrados con sus hozaduras, permite suponer que en sus orígenes Deméter era una diosa con forma de cerda que, al adoptar aspecto humano, el animal que le sirvió de disfraz fuese sacrificado él mismo “como su propio ene­ migo ” (Frazer 1981: 534), de ahí que para explicar “tan rudo ritual ” la mitología griega incorporase a la fábula de Deméter y Perséfone — en realidad una misma diosa— la de Eubóleos y la desaparición de sus marranos por la misma hendidu­

ra que usó Plutón para llevarse a Perséfone. La historia evidentemente sería “el intento endeble y forzado de tender un puente explicativo entre la antigua con­ cepción del espíritu del grano como cerdo — de Deméter— y su nuevo concepto como diosa antropomórfico ” (Frazer 1981: 535). Pero volvamos al culto dedicado a San Antón. El hecho de que el Anacoreta haya sido considerado como protector de los animales no tiene, en mi opinión, otra explicación que el intento por parte de la Iglesia Católica de celar el culto a la diosa griega de la agricultura que o llegó a Hispania durante la romanización o a través de las colonias griegas fundadas en las costas peninsulares. Es cierto que en tomo a este santo aparecen serpientes, leones, un lobo, un cuervo, un caballo y una cabra que bien pudieron servir de base a ese patronazgo. Pero es que en el culto a Deméter y Perséfone asoman al­ gunos de esos animales y otros — como son el caso del cuervo que alimentaba a Pablo el Ermitaño y a San Blas— se tomaron de pasajes concretos de la liihlia para resaltar que la Providencia divina, no abandona a sus criaturas, especial­ mente las predilectas. Analicemos ahora algunos aspectos de la hagiografía oficial de este santo. En primer lugar se dice que tras vivir algún tiempo al borde de una tumba, Antón fijó su residencia en una fortificación próxima al Nilo, de donde tuvo que espantar o ahuyentar a un sinnúmero de serpientes que tenían invadido los sub­ terráneos del bastión. ¿Acaso no recuerda la presencia de estos ofidios a los que tenían que espantar las barredoras de las Tesmoforias para recoger los restos pu trefactos y malolientes de los cerdos arrojados a las megaras, hendeduras o sub terráneos, al fin y al cabo? También se menciona que cuando Antón se dirigía a entrevistarse con Pablo, se encontró en el camino a un ser mitad hombre mitad caballo. Pues bien, en Figalia — antigua ciudad de Arcadia, en el suroeste de Grecia— , contaban que en su búsqueda de Coré, Deméter asumió la forma de una yegua para esquivar los galanteos de Poseidón y que, ofendida de tanta importunidad, se retiró colérica a una cueva no lejos de la ciudad. Allí, vestida de negro, permaneció tanto tiempo que los frutos de la tierra perecieron y el género humano habría perecido tam­ bién de hambre si Pan no hubiera consolado y persuadido a la irritada diosa para que saliera de la cueva. En memoria de este acontecimiento los figalianos habían erigido una imagen de la diosa “representada como una mujer vestida de luto y largo manto, con cabeza y crines de caballo”. (Frazer 1981; 536), símbolo de la desnuda tierra invernal, despojada de todo verdor. Empero, la mitología clásica no hace referencia al acoso de Poseidón y dice que Deméter y el dios marino tu­ vieron amores, fruto de los cuales había nacido el caballo Arión, animal — el ca­ ballo— que, como el cerdo asumió el papel de espíritu del grano, convirtiéndose en parte del ritual de la recolección, tanto en la Grecia antigua como en otras cul­ turas. Luego no debe extrañar que la mención a un ser mitad persona mitad caba­ llo en la hagiografía antoniana pueda considerarse un referente velado a Deméter.



m m io(,u\i«i a Camisón, Juan J. (2005): Reflexiones sobre el Jarramplas de Piornal. Cáccrcs. Domínguez Moreno, J. M.a (1992): “Santos ganaderos en Extremadura”. Revista de Folklore. Obra Social y Cultura de Caja España. Valladolid. Enciclopedia Universal Ilustradas Europeo-americana, (s/f) Editorial Espasa-Calpe. Madrid. Frazer, J. G. (1981): La Rama Dorada (M agiay Religión). Ediciones F.C.D. España, S.A. Madrid. Sagrada Biblia. (1961): Edición de Eloíno Nácar y Alberto Colunga. Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid. Santa Biblia, La (1973): Traducida bajo la dirección del Dr. Evaristo Martín Nieto. Ediciones Paulinas. Valladolid. Velasco Maíllo, Honorio M. (2009): “Naturaleza y cultura de los rituales de San Antonio”. Revista de Dialectología y Tradiciones Populares. Vol. LXIV, n. 1, enerojunio, Madrid.


ESCUDOS DE ARMAS DE LOS M U N IC IP IO S DE CÁCERES (I)

ABELARDO MUÑOZ SÁNCHEZ

I

Diplomado en Heráldica, Genealogía y Nobiliaria por el Consejo

Superior de Investigaciones Científicas

En trabajos anteriores se ha tratado de una importante variedad de escudos de armas de los municipios de Extremadura, agrupados por análogas referen­ cias históricas y heráldicas. Así, se han expuesto los escudos de los municipios que estuvieron integrados en el territorio de la Orden de Alcántara, en el de la Orden de Santiago, los que pertenecieron a señores jurisdiccionales, los que contienen armas parlantes, los que incluyen referencias hagiográfícas median­ te la exhibición de atributos iconográficos de la Virgen María o de los Santos patronos. Pero, con ser muchos los escudos de los que se ha hecho mención, queda to­ davía un buen número sobre los que se desea realizar una adecuada divulgación para conocimiento y deleite de los lectores. Es ilimitado el empleo de símbolos susceptibles de incluir en un escudo de armas, pues para la composición de los escudos de nueva creación se puede utili­ zar una gran variedad de elementos. Leemos en Heráldica Castellana en tiempos de los Reyes Católicos, de Martín de Riquer, que “ cuanto existe en el universo puede, en principio, convertirse en figura heráldica, desde el sol hasta una mosca, desde un puente de piedra hasta un zapato” . Por su parte, Vicente de Cadenas, heraldista de fama mundial, opina que a la Heráldica se han de incorporar nuevos elementos, y que los escudos podrán contener un helicóptero, un misil, un submarino o un portaaviones, ya que la He­ ráldica del siglo X V I incorporó galeones, cañones, arcabuces y otros objetos de origen y desarrollo de aquel siglo.


Examinando los escudos que en su día fueron adoptados por los municipios de Cáceres, se puede comprobar esa enorme variedad de elementos que han en­ trado en la composición de un símbolo considerado por cada Ayuntamiento como el más identifícativo de su historia, sus costumbres, su peculiaridad, su riqueza, etc. Veamos seguidamente esta interesante muestra de los escudos de armas de los municipios de la provincia de Cáceres.

ABERTURA. Escudo cortado. Primero, de plata, tres espigas de sinople puestas en haz. Partido, de sinople, una oveja de plata. Segundo, de plata, dos fajas gemelas ondadas de azur. A l timbre, corona real de España. Este escudo se aprobó por el Ayuntamiento Pleno en se­ sión de 24 de septiembre de 1991, y se ratificaron en sesión de 10 de junio de 1996. Parece ser que este lugar se llamó antiguamente San Juan del Retamal. Según la tradición este pueblo se fundó por labradores de Trujillo que concurrieron a desmontar y labrar estas tie­ rras. En el siglo X V I perteneció a la comunidad de villa y tie­ rra de Trujillo. Contiene el escudo una referencia a la producción agrícola-ganadera del mu­ nicipio, y a los ríos Búrdalo y Alcollarín que lo cruzan.

ALBALÁ. Escudo de sinople, un ala de plata, cargada de una cruz de la Orden de Santiago. A l timbre, corona real de España. Este escudo fue aprobado por el Ayuntamiento Pleno en sesiones de 26 de enero de 1996, 29 de noviembre de 1996 y 29 de mayo de 1998, y por Orden de la Consejería de Pre­ sidencia y Trabajo de la Junta de Extremadura de 16 de no­ viembre de 1998. D.O.E. n. 140, de 5 de diciembre de 1998. Este pueblo se llamó Albalá del Caudillo, y por Decre­ to 183/2001, de 5 de diciembre, de la Consejería de Presi­ dencia de la Junta de Extremadura (D.O.E. n. 142, de 13 de diciembre) se autorizó el cambio del nombre del municipio suprimiendo el apelativo “ del Caudillo” . En el siglo X V III, Juan Mateo Reyes Ortiz de Tovar en su obra Partidos Triunfantes de la Beturia Turdula, y en su capítulo CI, describe la Villa de A l­

balá diciendo que está “ puesta en un llano entre unos hermosos berrocales de bellísima cantería de granito. Dista 14 leguas de Hornachos y 1 de Montánchez, a las partes del norte occidental. Es muy buena de pan, y muy fuerte de centeno y cebada, ganados, mucha bellota, buenos pastos, frutas, legumbres, hortalizas, vino, algún aceite, miel, cera y caza menuda. Su habitación es de 350 vecinos en una Parroquia con la advocación de Santa María Magdalena y dos ermitas. Su fundación fue por los años 1225 a orden del señor Rey Don Alonso IX de León, a la sazón que dando de beber a su ejército, en este sitio, donde hoy es la fuente de Concejo, yendo a ganar a Montánchez, se agradó del sitio y dijo: Faced i un logar que algo vala. Fundáronlo y le dieron el nombre de Algovala, que ya corrupto dice Albalá, quedó en la Orden de Santiago por ser su Maes­ tre el que la pobló” . Esta referencia es un tanto pintoresca y carente del menor fundamento. El 21 de marzo de 1791, Lorenzo González y Francisco Rubio, alcaldes pe­ dáneos, Francisco Carrasco y García Berrocal, regidores por ambos estados y Francisco Pérez Bonilla, procurador síndico del común de vecinos, ante el fiel de fechos Alonso Bazago, contestando al “ Interrogatorio formado de orden del consejo para el gobierno del Regente y Ministros de la Real Audiencia de Extre­ madura, en la Visita que deben practicar en los Partidos de aquella Provincia, que se les han asignado por el Excelentísimo Señor Conde de Campomanes, Gober­ nador del Consejo” , decían, que este pueblo era de behetría de las Ordenes M ili­ tares, en el que hay mitad de oficios. La elección de justicia se hace trayendo provisión cada cinco años del Conse­ jo de las Órdenes Militares y, requerido el gobernador de Montánchez para esto y tomando votos secretos hace un escrutinio de ellos, y vista su mayor pluralidad, por un chico de tierna edad, se sacan las cédulas y leídas con asistencia del cu­ ra párroco se sacan un alcalde y regidor de ambos estados por período de cinco años. El nombre de Albalá está relacionado con “ albalaf ’ (ciudad o población, en árabe), aunque también se podría relacionar con “ balata” (camino empedrado o calzada). Desde el punto de vista semántico, el vocablo albalá, significa cédula real en que se concedía alguna merced o se proveía otra cosa, así como también docu­ mento público o privado en que se hacía constar alguna cosa. Sin embargo, se utilizan armas parlantes, que sugieren una significación sim­ plista del topónimo Albalá (alba-ala, como ala blanca), por estimar que las mis­ mas poseen mayor valor distintivo y hasta sugieren orígenes legendarios. Como testimonio histórico de su fundación y pertenencia a la ínclita Orden Militar de Santiago, se incluye también en el blasón una cruz de gules en forma de espada, insignia de la misma. El campo del escudo va de sinople, para aludir a la riqueza ganadera y a la bondad de los pastos del término municipal.


A L C U É S C A R . Escudo de gules, la basílica del Tram­ pal, de oro. Entado en jefe, jaquelado de plata y azur, car­ gado de dos estandartes, de gules, cruzados por las astas, y surmontados de un creciente ranversado, también de gules. Bordura general de plata, cargada de cinco cruces de la Or­ den de Santiago, en los cantones y en la punta. A l timbre, corona real de España. Este escudo se aprobó por el Ayuntamiento Pleno en se­ sión de 29 de julio de 1996, y por Orden de la Consejería de Presidencia y Trabajo de la Junta de Extremadura de 2 de septiembre de 1997. D.O.E. n. 111, de 23 de septiembre de 1997. Los dos estandartes y la media luna sobre el ajedrezado de plata y azur, están tomados del escudo de la ciudad granadina de Huéscar. Hace alusión al topónimo del municipio, en referencia a los orígenes árabes de la Villa, fundada en el año 830 por musulmanes originarios de Huéscar, en cuyo honor le pusieron el nom­ bre de Alcuéscar, que significa “ de Huéscar” . En el término de Alcuéscar se encuentra la Basílica del Trampal, que es la obra más importante de la época visigoda que se conserva en todo el sur de la Península. El Rey de León Alfonso IX, en el año 1225, conquistó Alcuéscar, quedando en la Orden de Santiago con título de Encomienda. De este pueblo se hace referencia en los Partidos Triunfantes de la Beturia Túrdula con los siguientes antecedentes: Siendo Aldea de Montánchez se eximió el año de 1588, reinando el Señor Felipe II. A distancia de una legua de esta Villa, estuvo puesto un convento de los Ca­ balleros templarios, que después de extinguidos, pasó a ser de los Caballeros de Santa Olaya, permaneciendo hoy la Iglesia con la advocación de Santa Lucía, con una hermosa y abundante huerta, que hoy es de los dichos Caballeros. La fundación de esta Villa fue morisca, por los años de 830, reinando en Cór­ doba el moro Mahomet I por los moros de la Ciudad de Huéscar en el reino de Granada, no de la Ciudad de Huesca de Aragón; los que no cabiendo en su patria, pasaron muchos a habitar la Extremadura que se hallaba muy despoblada. Ganó­ la de moros Don Alonso IX de León, el año de 1225, quedando en la Orden de Santiago con título de Encomienda.

ALDEA DEL CANO. Escudo de azur. Torre-campanario, de oro, mazonada de sable, aclarada de gules, resaltada de un tuero de su color. Ambos terrazados de sinople. Bordura componada de seis piezas, tres de Castilla y tres de León. Al timbre, corona real de España. Este escudo se aprobó por el Ayuntamiento Pleno en sesión de 25 de marzo

de 2004, y por Orden de la Consejería de Desarrollo Rural de la Junta de Extremadura de 15 de noviembre de 2004. D.O.E. n. 141, de 4 de diciembre de 2004. Según Fray Juan Mateo Reyes en sus Partidos Triunfan­ tes de la Beturia Túrdula, su fundación fue por comisión de la Santa Iglesia de Coria y de Don Enrique IV por los años de 1292 en Cortijos o Casas de un Caballero Cáceres de los del apellido de Cano de la Rocha, de donde se llamaron A l­ dea del Cano, o el Cano, o del Cano, que todo es explicativo de una misma cosa. Agustín Bazaga Corchero, fiel de fechos de Aldea del Cano, con fecha 22 de julio de 1794, contestando al cuestio­ nario remitido por Don Tomás López de Vargas Machuca, Geógrafo de los Do­ minios del Rey, con la finalidad de preparar un Diccionario Geográfico de Espa­ ña, decía, entre otras cosas: “ Este lugar es de realengo que pertenece a la Vicaría de la villa de Cáceres, siendo al presente el número de sus vecinos el de doscientos cincuenta. Habiendo sido el nombre antiguo de este lugar la Venta del Cano” . Con motivo de haber entrado los portugueses en este lugar y quemado todos sus papeles públicos, en la guerra que hubo con aquel reino hará cosa de ochenta años, pocos más o menos, no se puede dar razón de cuándo ni por quién se fundó. Su gobierno político y económico se compone de dos alcaldes pedáneos, su­ bordinados a la Real Jurisdicción Ordinaria del Corregidor de la Villa de Cáceres. Perteneció al señorío de los Blázquez y después de los Mayoralgo. El escudo incluye las armas de Cáceres, de quién dependió jurisdiccionalmen­ te, y la antigua y arraigada tradición de la quema del tuero por los quintos, que se realiza en la plaza delante de la torre de la iglesia. De la ancestral costumbre de la quema del tuero, característica de Aldea del Cano, existe una referencia documental en las respuestas al interrogatorio de la Real Audiencia de Extremadura, fechadas el año 1790.

ALDEANUEVA DE LA VERA. Escudo cortado. Pri­ mero, de plata, una torre de piedra, almenada y donjonada de un donjón, mazonada de sable y aclarada de gules, acos­ tada de un pino de sinople, a la diestra, y de un castaño, también de sinople, a la siniestra. Segundo, jaquelado de quince piezas, ocho de oro y siete de azur, puestas en tres fajas de a cinco. Lema “ CARO LU S IV. 1802” . A l timbre, corona real de España. Este escudo fue aprobado por el Ayuntamiento Pleno en sesión de 15 de noviembre de 1985 y por Orden de la Con-


scjería de Presidencia y Trabajo de la Junta de Extremadura de 22 de mayo de 1986. D.O.E. n. 50, de 17 de junio de 1986. Es tradición que al abrigo de una atalaya, que fue fábrica de moros y hoy sir­ ve de campanario para su iglesia, comenzaron algunos ganaderos del Campo de Arañuelo a hacer algunas casas y casillas con motivo de traer aquí sus ganados en verano y así, a finales del siglo XIII, se comenzó a fundar este lugar. Esta Villa perteneció siempre a la jurisdicción de Plasencia, y formaba parte de su antigua Comunidad de Villa y Tierra. Por Real Cédula de 5 de abril de 1802, el Rey Carlos IV otorgó a Aldeanueva el Privilegio de Villazgo, eximiéndola de la jurisdicción de Plasencia, aunque si­ guió formando parte de la Comunidad de Villa y Tierra de Plasencia. Esta circunstancia se recoge en el escudo incluyendo las armas de Plasencia (de plata, una torre de piedra, acostada de un pino y de un castaño), concedidas según la tradición por el Rey Alfonso VIII. El hijo más destacado de Aldeanueva de la Vera fue el eximio dominico fray Pedro Godoy, obispo de Sigüenza a principios del siglo XVII; docto teólogo con­ ciliar, hijo de una ilustre familia cuyo blasón de armas existe en su antigua casa de este pueblo. Se incluyen las armas de los Godoy: jaquelado de quince piezas, ocho de oro y siete de azur. El escudo de armas de Aldeanueva de la Vera se remata con una filacteria con el anagrama “Carolus IV 1802”, conmemorando la concesión del privilegio de villa por dicho Rey.

ALDEANUEVA DEL CAMINO. Escudo cuartelado en cruz. Primero, de plata, león de púrpura. Segundo, de azur, puente de un ojo, de oro, sobre ondas de plata y azur. Terce­ ro, de sinople, cotiza de plata. Cuarto, de gules, castillo de oro, mazonado de sable y aclarado de azur. Al timbre, coro­ na real de España. Este escudo se aprobó por el Ayuntamiento Pleno en se­ siones de 30 de junio de 1992 y de 27 de abril de 1993, y por Orden de la Consejería de Presidencia y Trabajo de la Junta de Extremadura de 2 de junio de 1993. D.O.E. n. 70, de 15 de junio de 1993. Aldeanueva del Camino comenzó siendo un campamen­ to romano. Situada en plena ruta de la plata, los romanos encontraron aquí un lugar para establecerse y descansar mientras llevaban sus reses y cargamentos de pueblo en pueblo aprovechando esta excepcional ruta. Y aquí dejaron muchos vestigios de su estancia, como son los varios puentes que construyeron.

Cuando España se encontraba dividida en los dos reinos de Castilla y de León, Aldeanueva del Camino se divide en dos poblaciones separadas entre sí por la calzada romana, llamándose Casas de Aldeanueva la de Castilla y Aldeanueva del Camino la de León. La parte correspondiente a Castilla se entregó al Duque de Béjar y a la diócesis de Plasencia. La parte que correspondía a León fue otorgada al Duque de Alba y a la diócesis de Coria. De esta división eclesiás­ tica quedaría constancia, con sus dos iglesias (conocidas entre la población como la iglesia de la parte de arriba y la otra la de la parte de abajo). En el año 1438, la reina Doña María de Aragón, esposa de Don Juan II, entre­ ga la carta puebla, que en 1492 fue refrendada por los Reyes Católicos en Santa Fe y más tarde en 1518, por Doña Juana en Valladolid. Por Real Decreto, en 1834 las dos poblaciones se unieron para formar un solo Ayuntamiento. Sin embargo, la división eclesiástica duró hasta 1959, cuando es­ tas dos poblaciones pasaron a depender a la Diócesis de Coria-Cáceres. El apogeo de la población llegó de manos del ferrocarril en 1875, unido a su famoso mercado semanal de los miércoles que desde el siglo XVII era el merca­ do más importante de vacuno de Extremadura. En el siglo XVI perteneció a la comunidad de villa y tierra de Plasencia. Dice Tomás López de Vargas Machuca en 1792, que este es un pueblo de dos obispados, Coria y Plasencia, y aunque la jurisdicción es toda de la villa de Gra­ nada, de quien y su tierra es del Duque de Alba, tiene dos justicias por lo que se intitula dos pueblos. El escudo hace referencia a la dependencia histórica de los reinos de Castilla y de León, y a dos elementos sustanciales del camino.

ALDEHUELA DE JERTE. Escudo tronchado por una

banda ondada de azur y plata. Primero, de plata, una mitra episcopal de gules, cargada de cruces de oro, con las ínfulas de sinople. Segundo, de gules, dos calderas jaqueladas de oro y sable, gringoladas de cabezas de sierpe de sinople. Al timbre corona real de España. Este escudo fue aprobado por el Ayuntamiento Pleno en sesión de 29 de septiembre de 2000 y por Orden de la Con­ sejería de Presidencia de la Junta de Extremadura de 18 de junio de 2001. D.O.E. n. 89, de 2 de agosto de 2001. La villa de Galisteo fue cabeza del estado de su nom­ bre que con la misma comprendía los lugares de Aldehuela, Aceituna, Carcaboso, Guijo de Galisteo, Holguera, Montehermoso, Pozuelo, Riolobos y Valdeobispo. Perteneció al Infante don Femando, que lo había adquirido por donación de su padre don Alonso, rey de León, en 1306; y aquél lo donó a don García Fernández Manrique, conde de Osomo, reca-


yendo, por último en la casa del duque de Montellano y del Arco, conde de Cervellón, que nombraba el corregidor y las justicias. El señorío se extinguió en el año 1811, al suprimirse los señoríos jurisdiccionales. Los mismos pueblos componían el sexmo de villa y tierra, aprovechando en común los pastos y monte, los cuales fueron donados por el duque, en el año 1531. Este sexmo quedó disuelto en el año 1837, por orden de la Diputación Pro­ vincial, adjudicando a cada pueblo la parte de terreno correspondiente, con lo que se constituyó el actual término municipal. En el escudo se han hecho constar los siguientes elementos, como más repre­ sentativos: El río Jerte, que da nombre al Municipio y fecunda sus tierras. La acendrada devoción a su patrón San Blas, mediante la colocación de una mi­ tra de obispo, que es el símbolo iconográfico habitual en las imágenes del Santo. El señorío de Galisteo, del que formó parte Aldehuela del Jerte, se identifica durante siglos con la casa de los Manrique de Lara, por lo que en el escudo se re­ cogen sus armas: Dos calderas jaqueladas de oro y sable, gringoladas de sierpes de sinople.

ALMARAZ. Escudo partido. Primero, de oro una banda de azur, engolada en dragantes de sinople, lampasados de gules. Bordura de gules con ocho aspas de oro. Segundo, de gules, un creciente de plata. En campaña ondas de plata y azur. Al timbre, corona real de España. Este escudo fue aprobado por el Ayuntamiento Pleno en sesión de 26 de noviembre de 2004, y por Orden de la Con­ sejería de Desarrollo Rural de la Junta de Extremadura de 28 de abril de 2005. D.O.E. n. 58, de 21 de mayo de 2005. Gómez de Almaraz, a quien fue hecha donación de su te­ rritorio, pobló y formó mayorazgo con esta villa. En 12 de marzo de 1393, el rey Enrique III, por haberse distinguido en su servicio y en el de su padre, el rey Juan I, confirmó este mayo­ razgo a Diego Gómez de Almaraz. Por casamiento de Fernán Rodríguez de Monroy con Isabel de Almaraz, here­ dera de este mayorazgo, pasó a la casa de Monroy, que también poseyó el conda­ do de Oropesa, que luego se refundió en la casa del duque de Frías. El primer cuartel del escudo son las armas de los Almaraz. En opinión de historiadores de la mayor solvencia, los caudillos árabes Tarik y Muza, al invadir España en el siglo VIII, se encontraron en esta villa. Como testimonio de ello se incluye en el escudo un creciente de plata. El río Tajo, como límite meridional del término municipal, es simbolizado por ondas de plata y azur, clásica representación heráldica de las corrientes de agua.

ALMOHARÍN. Escudo partido. Primero, de sinople, un castillo de oro, aclarado de gules y mazonado de sable. Segundo, de gules, torre de la iglesia parroquial de Almoharín de oro, aclarada de sinople y mazonada de sable. Entado en punta, de plata cruz de la Orden Militar de Santiago. Bordura general de oro, cargada de tres pares de higos y tres hojas de higuera, de sinople, alternando. Al timbre, corona real de España. Este escudo fue aprobado por el Ayuntamiento Pleno en sesión de 27 de abril de 1995, y por Orden de la Consejería de Presidencia y Trabajo de la Junta de Extremadura de 6 de noviembre de 1995. D.O.E. n. 137, de 23 de noviembre de 1995. La descripción que de Almoharín hace Fray Juan Mateo Reyes Ortiz de Tovar es la siguiente: “Adornada de fuerte y hermoso Castillo, yace la Villa de Almoharín, 13 le­ guas de Hornachos, 3 de Montánchez, 4 de Medellín y 7 de Mérida, a las partes septentrionales. Es pueblo deleitoso, apacible, benigno, templado clima, claro cielo, salutíferos aires, aguas delicadas, hijas de la Sierra de Montánchez. Su habitación es de 300 vecinos en una hermosísima y suntuosa parroquia con la advocación de Transfiguración del Señor y Santo Angel de la Guarda, cinco ermitas, la una con la advocación de Nuestra Señora de Sopetrán o de la Anti­ gua, imagen muy milagrosa y devota, un hospital y Casa fuerte que ha fundado el Uustrísimo Señor Don Alonso de Solís y Gragera, del Orden de Santiago, obispo de Gerrén, y hijo de la Villa de Miajadas. Siendo este pueblo Aldea de Montán­ chez, se eximió el año de 1588, reinando el Señor Felipe II. La fundación fue mo­ risca por Almoharín, moro de Granada de noble linaje de los Almohades por los años de 900, imponiéndola su nombre para eternizarlo. Ganóla el Santo Rey Don Femando III el año de 1234 con Don Rodrigo Iñiguez, Comendador de Montán­ chez, quedando en la Orden de Santiago”. Pascual Madoz, en su Diccionario geográfico, histórico y estadístico de Es­ paña y sus posesiones de Ultramar, editado en Madrid entre los años 1845 y 1850, dice que “es fama que fundó esta villa un moro de linaje almohade, quien la puso su nombre, labrando un castillo ya enteramente derribado. Perteneció a la Orden Militar de Santiago. Fue aldea de Montánchez, y se exi­ mió en el año 1588, haciéndose villa y sujetándose al partido de Mérida”.

ARROYO DE LA LUZ

Escudo de plata. Un árbol fresno de sinople, resaltado de un sol de oro mo­ viente del cantón diestro del jefe y de un jabalí de sable pasante al pie del tronco. Al timbre, corona real de España.


El origen de Arroyo del Puerco lo describe Floriano Cumbreño (Documentación histórica del archivo munici­ pal de Cáceres) del modo siguiente: “En el lugar de la rui­ na de la población romana se elevó un castillo, avanzadilla hacia Portugal, durante los primeros años que siguieron a la reconquista del territorio. La proximidad a las dehesas del concejo, Zafra y Zafrilla, divididas en hojas que se daban en labranza, concentró alrededor del castillo un núcleo de gente labradora. Femando IV, en el año 1305, concedió al infante Don Alfonso de Portugal el señorío de Arroyo del Puerco, aun­ que anuló enseguida la cesión ante la protesta del concejo de Cáceres que alegaba la violación del fuero. Finalmente esta aldea pasó al señorío de Don Garci González de Herre­ ra, caballero principal y privado del Rey”. El Rey Enrique III le otorgó el privilegio de Villa, y la dotó de un escudo con un roble y un cerdo del través, e hizo merced de la Villa a Garci González de He­ rrera, quien a partir de entonces se tituló Señor de las villas de Pedraza, Serrejón y Arroyo del Puerco. En documento fechado en 1876, obrante en la Sección de Sigilografía del Ar­ chivo Histórico Nacional de Madrid, se expresa que antiguamente Arroyo de la Luz se llamó Arroyo del Fresno, y se estampa en dicho documento un sello que contiene un árbol con un jabalí atravesado al tronco. En su día el ayuntamiento modificó el nombre de Arroyo del Puerco por el de Arroyo de la Luz, en honor de Nuestra Señora de la Luz, Patrona de la Villa, co­ mo reconocimiento de un hecho sobrenatural. Cuenta la tradición, que en los primeros días del mes de abril del año 1229, durante el reinado de Alfonso IX, en el lugar conocido como arroyo y pozo de las Matanzas, los ejércitos cristianos y los almohades se enfrentan en una sangrien­ ta batalla. En el fragor de la lucha, un resplandor ciega a los contendientes, y la Virgen María se hace presente infundiendo nuevos bríos y enardeciendo a los cristianos, que infligen al enemigo una resonante derrota. Desde entonces, en las inmediaciones se erigió una ermita en la que se venera a la Virgen bajo la advo­ cación de la Luz. Respetando las referencias históricas halladas en los sellos obrantes en el Ar­ chivo Histórico Nacional, se diseña un escudo de armas para la Villa de Arroyo de la Luz, que contiene todos los elementos que mejor le distinguen: El árbol fresno y el jabalí, que durante siglos figuraban en el escudo de armas de la villa de Arroyo y, además, la valiosa referencia al milagro de la Virgen de la Luz, me­ diante un sol saliendo del cantón diestro del jefe. El Ayuntamiento viene usando un extraño escudo diseñado al margen de las normas heráldicas, y sin la reglamentaria tramitación. Por lo que el escudo que

figura anteriormente fue propuesto al Ayuntamiento para su aprobación, por con­ siderarle el más idóneo para su representación armera, no habiendo recaído reso­ lución alguna.

ARROYOMOLINOS. Escudo cortado. Primero, de gu­ les, barra ondada de azur, fileteada de plata, resaltada de un molino, de plata. Partido, de plata, Cruz de Santiago. Se­ gundo, de oro, higuera de sinople, frutada de púrpura. Al timbre, corona real de España. Bandera rectangular, de proporciones 2:3, jironada al as­ ta de color azul, sobre paño rojo, cargado con el escudo he­ ráldico municipal al centro. Estos símbolos se aprobaron por el Ayuntamiento Pleno en sesiones de 7 de mayo de 1991 y de 12 de noviembre de 1992, y por Orden de la Consejería de Presidencia y Trabajo de la Junta de Extremadura de 2 de marzo de 1993. D.O.E. n. 33, de 18 de marzo de 1993. Desde la repartición de términos efectuada por la Orden de Santiago en el año 1236, Arroyomolinos siempre fue villa de Montánchez, hasta el año 1598 en que se eximió del Partido y se incorporó al de Mérida, al que perteneció hasta la reorganización territorial y administrativa del Ministerio de Mendizábal en el año 1833, que dividió a Extremadura en las dos provincias actuales. La fundación de Arroyomolinos fue por los años de 1228, a orden del Rey Alfonso IX de León, por Don Rodrigo Iñiguez, Comendador de Montánchez, si­ tuándola a las raíces de la sierra de Montánchez, en cuya cumbre hay una laguna mirando al Saliente, tan formidable y abundante que con el agua que brota y se desliza la sierra abajo, forma una valiente y perenne rivera, la que hace moler en todo el tiempo catorce molinos, fundados ya por los moros, de donde dicho Co­ mendador dio a este pueblo el nombre de Arroyomolinos. En su término municipal tuvo lugar la famosa batalla de Arroyomolinos, el día 28 de octubre de 1811, en la que las tropas españolas y las inglesas mandadas, respectivamente, por el Mariscal de Campo Don Pedro Agustín Girón y por el General Hill, derrotaron a las tropas francesas del General Girard, produciéndo­ las 400 muertos, 1.400 heridos y más de 1.000 prisioneros. Por la importancia de esta batalla, en mayo de 1817, para premiar el valor de los combatientes, se creó la Cruz de Arroyomolinos.

ARROYOMOLINOS DE LA VERA. Escudo partido. Primero, de veros. Segundo, de sinople, tres ruedas de molino de plata colocadas en palo. Al timbre, corona real de España.


Autorizada su adopción por Decreto 1097/1968, de 9 de mayo. Boletín Oficial del Estado número 133, de 3 de junio Je 1968. En julio de 1786, el cura párroco da los siguientes datos de este pueblo: Pertenece por lo eclesiástico a las vicarías foráneas de la villa de Jaraíz, y por lo secular es de la juris­ dicción ordinaria del corregidor de la ciudad de Plasencia. Este dicho lugar es parroquia matriz que tiene por ane­ ja la de la villa de Tejeda, y fuera de dicha población hay dos ermitas, distantes en paseo regular, dedicadas la una al Santísimo Cristo Crucificado de la Misericordia y la otra al Apóstol San Pablo. En el ejido de este lugar, junto a la ermita del Cristo, hay una famosa cantera de piedra berroqueña, que se extiende casi hasta la villa de Pasaron, de la que, cuenta la tradición popular, se sacó la piedra para edificar el famoso Puente del Cardenal, sobre el río Tajo. Esta tradición parece confirmada con un escudo de armas de los Carvajales, timbrado con capelo cardenalicio, grabado en un peñas­ co en la Lancha de las Herrerías. Mencionado puente fue construido en el siglo XVI a expensas del Cardenal Don Juan de Carvajal, y de la importancia de tal monumento da muestra un cro­ nista de la época, al decir que el puente costó tantas monedas de oro como silla­ res tiene. En el siglo XVI perteneció a la comunidad de villa y tierra de Plasencia.

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BAÑOS DE MONTEMAYOR. Escudo cortado. Pri­ mero, de plata, ondas de azur y plata, sumadas de surtidor de azur. Segundo, de plata, árbol de sinople, frutado de gu­ les, acostado de dos lobos, de sable, empinantes al tronco. Bordura general de gules, cargada de una cadena de oro. Al timbre, corona real de España. Este escudo fue aprobado por el Ayuntamiento Pleno en sesiones de 27 de febrero, 24 de septiembre y 10 de noviem­ bre de 1992, y por Orden de la Consejería de Presidencia y Trabajo de la Junta de Extremadura de 27 de noviembre de 1992. D.O.E. n. 98, de 17 de diciembre de 1992. Desde la época romana, son conocidas las aguas terma­ les de Baños. En la raya de las actuales provincias de Cáceres y Salamanca, fue surgiendo de dos barriadas levantadas en tomo a la calzada de la Plata, luego Ca­ ñada Real de la Mesta. En 1644 se fusionaron ambas barriadas separadas por el curso de un río, que unos llaman de Baños y otros Ambroz, tomando el núcleo de población el nombre que conserva de Baños de Montemayor.

El escudo recoge las circunstancias histórico geográficas siguientes: Sus aguas termales famosas desde la España Romana, y conocidas igualmente por los árabes, Su vinculación con la Villa de Montemayor y el Ducado de Béjar, simboliza­ das con la representación de sus elementos heráldicos correspondientes. El escudo de Montemayor y su Tierra, que figuran en el banco de autoridades de la iglesia de la referida villa de Montemayor, de la provincia de Salamanca. La bordura general de las armas de Baños contiene la cadena de los Stúñiga que es la labra heráldica más repetida en la localidad. Este pueblo perteneció a la provincia de Salamanca, hasta la división territo­ rial de provincias establecida por Real Decreto de 30 de noviembre de 1833, que le incluyó en la de Cáceres.

BARRADO. Escudo cortado. Primero, de azur, una iglesia en su color. Partido, de oro, un cerezo de sinople, frutado de gules. Segundo, barrado de oro y sable. Al tim­ bre, corona real de España. Este escudo fue aprobado por el Ayuntamiento Pleno en sesión de 29 de junio de 1990. Situado en terreno serrano muy escabroso, Barrado es­ tá integrado en las tierras del valle del Jerte. La dedicación principal de sus vecinos ha sido la agricultura, destacando sobre todo el cultivo del cerezo. Su fundación es medieval y perteneció, desde la repobla­ ción del territorio por Alfonso VIII, a la comunidad de villa y tierra de Plasencia, de jurisdicción realenga. En el siglo XVII pasó a ser de señorío de la familia Vargas Laguna, siend< titular de dicho señorío a finales del siglo XVIII don Vicente Vargas y Laguna Regidor Perpetuo de la ciudad de Plasencia. En tiempos pasados este pueblo tenía fama de hilar la seda de forma excelente

BELVÍS DE MONROY. Escudo cortado. Primero, de sinople, un castill» de oro almenado, mazonado de sable y aclarado de azur. Segundo, jaquelado di quince piezas, ocho de oro y siete de veros y bordura componada de catorce pie zas, siete de gules, con un castillo de oro, aclarado de azur, y siete de plata con ui león de púrpura. Al timbre, corona real de España. Este escudo fue aprobado por el Ayuntamiento Pleno en sesión de 29 de julii de 1982, y por Orden de la Consejería de Presidencia y Trabajo de la Junta d' Extremadura de 2 de noviembre de 1984. D.O.E. n. 88, de 15 de noviembre d> 1984.




I MANUEL GAHETE: ARQUITECTO DE LA PALABRA

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JO SE SARRIA Escritor

EL TIEMPO Y LA PALABRA (ANTOLOGÍA POÉTICA 1985-2010) EDICIONES LA ISLA DE SILTOLÁ (SEVILLA, 2011) Hace más de una década escribía Juan Ruano León, acerca de Manuel Gahete, lo que sigue: “ Manuel Gahete es, ante todo, un maestro en el arte de la palabra, a semejanza con los poetas del barroco español y, fundamentalmente, en la línea de la corriente representada en la tradición neobarroca cordobesa. Desde Góngora, pasando por escritores del grupo poético del 27, hasta asimilar la lección de esté­ tica y buen gusto del grupo cordobés de Cántico, Gahete realiza un ejercicio de experimentación barroca en el que la palabra adquiere una nueva dimensión poé­ tica” . La confirmación de aquella hipótesis — casi premonición— del profesor Ruano se materializa ahora en la antología E l tiempo y la palabra, que publica la editorial sevillana “ La Isla de Siltolá” y que recoge el inventario de veinticinco años de producción lírica (de altísimo nivel) del poeta de Fuente Obejuna, ofre­ cido a lo largo de trece magníficas entregas poéticas: desde sus iniciáticos Naci­ miento al amor, Los días de la lluvia o Capítulo del fuego, hasta los más recien­ tes Mapa físico, E l legado de arcilla o Mitos urbanos. El texto antológico, que ha sido editado con extraordinario esmero y pulcri­ tud por la editorial hispalense, está precedido por un prólogo del Doctor Gabriele Morelli, de la Universidad de Bérgamo, y un exhaustivo estudio introductorio, de cincuenta y cinco páginas, elaborado por la profesora Marina Bianchi, también de la Universidad de Bérgamo, que posiciona con indubitada precisión al lector frente a la magna obra del autor.



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celo de mirar y mirarnos / que ni la vida puede abatir con sus garfios amor tan poderoso” '' con claras reminiscencias de la literatura bíblica. Buena parte de su poesía está cargada de un “ misticismo existencialista” , en el sentido de involucrar a Dios en una reflexión intimista del propio ser (“ Pero ¿dónde está Dios? ¡Ah, tan callado!” 10), acerca de su existencia y de su destino. Gahete transmite un acento simbólico-religioso, quizá motivado por una poe­ sía de corte intimista-reflexiva, que trasciende del propio campo semántico pa­ ra acercamos, si cabe, a esa gran interrogante que ocupa todo nuestro quehacer: Dios (“ Y siento con tamaña cercanía / el eco de este Dios anquilosado / que no sé si es su voz o si es la mía” 11). Dios estará presente, en muchas ocasiones, sin ser nombrado. Dios se hará presente en la muerte, en el paso implacable del tiempo, en la alegría de los enamorados, en la memoria del niño, en la oscuridad, en el dolor, buscado en un mar de dudas (“ Me desespero, Dios de lo intangible, / sin saber dónde andar ni lo que busco” 12, o “ ¿Y dónde el hombre? / ¿Dónde Dios?” 13), escondido entre los misterios: “ Yo sé que estás ahí: / En la clara luz que circunda el sueño / como una cinta de agua, / arrayán que cupiera en el dedal de un beso... /... Yo sé que estás ahí, / que pronuncias los últimos deseos, / las alaridas voces de mi muerte / tan próxima y lejana” 14. Y aunque sus más recientes entregas (las integradas en sus últimos cinco libros) devienen en una voz más civil, quizás más urbana o cotidiana, no deja de ser una poesía de elevado alcance reivindicativo, enmarcada en el sesgo clasicista que impone la personalidad lírica de nuestro poeta: orden y belleza, acomodados al momento presente, como indica muy acer­ tadamente Gabriele Morelli en el prólogo de la antología: “ En efecto la visión creativa de Manuel Gahete va en busca de una síntesis que recoge de la experien­ cia de la ingente tradición transmitida por la historia literaria las instancias pro­ pias de la modernidad” . En ese recorrido que propone E l tiempo y la palabra y que abarca el periodo creativo del poeta Manuel Gahete desde el año 1985 hasta el año 2010, el lector va a descubrir a un autor que ha sido capaz de crear una obra plena de emociones y sentimientos, donde la vida late en cada verso. El lector percibe lo inmediato: la palabra exacta, el cuidado de las formas, la riqueza del lenguaje y el ritmo acer­

9 Fragmento del poema “Amor más poderoso que la vida”, en Gahete, M. (2000): La región encendida. Colección de poesía San Juan de la Cruz, p. 59. Avila. 10 Fragmento del poema “ El silencio de Dios”, en Gahete, M. (1995): El cristal en la llama, p. 185. Ediciones Cajasur, Córdoba. 11 Fragmento del poema “Grito de Dios”, en Gahete, M. (1995): El cristal en la ¡lama, p. 169. Ediciones Cajasur, Córdoba. 12 Fragmento del poema “Balanza”, en Gahete, M. (1995): El cristal en la llama, p. 189. Ediciones Cajasur, Córdoba. 13 Fragmento del poema “ Soliloquio” , en Gahete, M. (2002): Mapa Físico, Colección de poesía Ángaro, p. 70. Sevilla. 14 Fragmento del poema “Eterna luz”, en Gahete, M. (1995): El cristal en la llama, p. 181. Ediciones Cajasur, Córdoba.

tado. Después vendrán las imágenes, las figuras, el paralelismo o la metáfora. Finalmente la sugerencia, la reflexión, la imaginación, la belleza, la armonía y el conocimiento. Un itinerario magistralmente diseñado por quien es, actualmente, uno de nuestros mejores arquitectos de la palabra, como lo demuestra esta acer­ tada antología.



AL PIE DEL CASTILLO

VÍCTOR MANUEL JIMÉNEZ AÑORADA Escritor

Las mujeres, madre e hija, descansan un momento. Han cargado varios cán­ taros hasta la casa y están algo sofocadas. El día es otoñal y fresco, pero los gruesos pañuelos que cubren sus hombros dan más calor del que necesitan. La hija viste una falda de paño de color pardo, igual que la madre, pero ella luce un delantal claro que con el transcurso del día se ha salpicado con las huellas de la faena. Luego tendrán que acarrear leña para calentar el hogar y cocinar. El fuego siempre está encendido en la casa. Las dos mujeres charlan al pie de la muralla. Miran las piedras a medio caer y comentan, con algo de lástima, el estado ruinoso del castillo. Están cerca del arco de la entrada; el paso queda cerrado por un portón de maderas desiguales. Hace mucho tiempo que la majestuosa construcción está deshabitada y nadie recuerda a los últimos moradores. No ven en ello el preludio de un triste futuro. La vieja suspira, mientras que con sus dedos juguetea con las cuentas de un rosario escon­ dido en la faltriquera. Con un gesto dan por terminada la conversación, toman los cántaros del suelo y se dirigen a la casa. Atraviesan un descuidado corral, donde las gallinas corretean a sus anchas, antes de penetrar en el sombrío y húmedo za­ guán. La casucha, de dos plantas, está en malas condiciones y de milagro se man­ tiene en pie, pero no hay medios para arreglarla. Dando las dos de la tarde, vuelve el hombre desde los campos cercanos. La tierra y el ganado siempre requieren trabajo y no entienden de fiestas de guardar. Ha llegado un poco antes que otros días y sorprende a las mujeres en las tareas de la cocina. Toma una bota de vino y da un trago largo sin quitarse el sombrero que llena de sombras su cara delgada y curtida. Sale a la calle rodeado de chiquillos. La niña más pequeña viste como su madre, carga al cuadril un pequeño cántaro, imita a sus mayores y bromea con un lechón que, inquieto, se mueve a sus pies


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Los tres chicos rodean al padre y le preguntan por la labor. Mueve la cabeza con resignación y mira al cielo despejado. Parece que Dios no quiere lluvias; sabe que si el otoño es seco la cosecha será pobre. El más pequeño se agarra de la cha­ queta del hombre, llama su atención a tirones y recibe, a modo de caricia, unos toquecitos en la cabeza a través de la gorra vieja que cala hasta los ojos. El niño lo mira con admiración y una sonrisilla desdentada prendida en los labios que ilu­ mina, por un segundo, sus carrillos gordos y sucios. No sabe que cuando llegue a la edad de su padre tendrá que marcharse para siempre de su tierra. Del corral sale la voz de la abuela que los llama a la mesa. El puchero está ya servido. Los pequeños corren al interior, mientras el hombre vuelve la mirada al castillo. Lo ve semejante a un eterno centinela sin alma, un testigo mudo de la vida que corre con el nervio de un regato crecido. En ese momento le parece ver en la ventana de una de las torres una sombra. El hombre se estremece, no cree en apa­ riciones pero aquello no le resulta habitual. Cambia de posición, cubre los ojos con la mano, a modo de visera, y aguza la vista. El misterio se evapora cuando distingue el plumaje de una paloma entre las rejas oxidadas. Sonríe para sí y re­ gresa a la casa al olor de la sopa caliente. N o se puede imaginar que años después el castillo será restaurado y gobernará, desde su posición, las inmensas aguas del pantano de Gabriel y Galán. A sus pies yacerán entonces, sin un eco de vida, las casas abandonadas. Algún visitante ávido de emociones creerá ver en la sombra de un gato clandestino y silencioso los fantasmas de otras épocas.

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Víctor Manuel Jiménez Andrada

www.papirowebxia.com

2011A N O O R E LLA N A TRUJILLO V C E N T E N A R IO Descubridor del Amazonas

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