Guía histórico-artística de Cáceres por Antonio C. Floriano

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H I S T OR i e © -- a R T Í S T i e a DE

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A N T O N I O C. F L O R I A N O

19 2 9 T I P . DE G A R C Í A F L O R I A N O C Á C E R E S

CUMBREÑO



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I 1HISTOM DE*- PEtáCttj) OEP^M AEH T°

^ A sierra de Guadalupe, las de Montánchez, San Pedro y San Mamede, al formar el ondu­ lado festón que limita al Sur la vertiente meri­ dional del Tajo, dibujan una especie de anfi­ teatro, que ciñe un amplio territorio el cual, cerrado al Norte por el mencionado río, tiene su barrera más oriental en la Sierra de Altamira y termina hacia occidente en el Rio Sever, que forma el límite de Portugal. El fondo de ese anfiteatro lo constituyen las Sierras de Montán­ chez y San Pedro, y en su centro se encuentra Cáceres, en medio de un terreno de heterogé­ neo relieve, en el que alterna la montaña con la llanura, predominando ésta al Sur, como resultado de las estribaciones de las m encio­ nadas sierras, mientras que al Norte se extien­ de su horizonte, con apariencias de llanada, hasta más allá del Tajo, dominando el límite Norte de su vertiente septentrional, formado


por las serranías abruptas de Gredos y de Gata. Y decimos con apariencias de llanada, por­ que lejos de ser llano el suelo del norte de Cáceres, a los pocos kilómetros, tan pronto como la Ribera que riega su huerta entra en el Guadiloba, y éste con el Tamuja o Magasca en­ gruesan el Alm onte, las tierras, bajas siempre, comienzan a cortarse en barrancos profundos, tortuosos, ceñidos por bosques de chaparras o cubiertos de monte bajo y erizados de piza­ rrales, que forman la característica tierra lla­ mada de ribero, cuyos ejem plos más califica­ dos son los que se forman junto a Monroy y al pie de Alcántara. La ciudad actual se alza sobre dos eminen­ cias. A l saliente corre una feraz vega sembra­ da de huertas, en una extensión aproximada de cinco kilómetros, cerrando el horizonte por esta parte elevadosm ontes, cuyas faldas cubren los olivares en su m ayor parte, coronándose una de ellas, la más próxima a la población, por el santuario de Nuestra Señora de la Mon­ taña, asentado sobre peñascos y escoltado por viñedos y casas de recreo. Por el Oeste continúan los olivares hasta las tierras de labor, que son la m ayor parte del término, y que se continúan por el Sur hasta las Sierras y por el Norte hasta las menciona­

das tierras de ribero, y más allá de éstas, todo alrededor del término, se extienden las amplias dehesas llenas de encinas y alcornoques, fuen­ tes de la riqueza ganadera y corchera, cuyos abundantes y sabrosos pastos son tan estima­ dos por los ganaderos castellanos y leoneses trashumantes, que aquí se conocen con el g e ­ nérico y no siempre justificado nombre de S e ­ rranos. El subsuelo, rico en calizas y fosfatos, dió en un tiempo bastante riqueza mineral (i) de la cual aún continúa explotándose la cal, exce­ lente para la construcción; pero no como in­ dustria organizada, sino como explotación par­ ticular, aislada, que tiene algo de tradicional en Cáceres, donde los caleros constituyeron grem io desde los primeros tiempos de la antigua villa, y aún en nuestros días forman una clase bastante numerosa dentro del prole­ tariado. (2) (1) Toda la parte SO. de la ciudad muestra vestigios evidentes de explotaciones minerales, de las cuales, aun­ que no con intensidad, sigue activa la de los fosfatos de Aldea Moret, y hasta hace unos cuatro lustros se explo­ tó la de ambligonita de Valdeflores. (2) La Calle de los Caleros, que aún existe, tiene re­ ferencias documentales hasta del siglo XIV. Formaba el >rimer arrabal de la villa, construido extramuros y ceñía a muralla entre la Puerta del Cristo y la Cuesta del Maestro.

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Entre las demás industrias cabe citar las de­ rivadas del corcho, actualmente en un renaci­ miento muy esperanzador, las de harinas, de las que funcionan hasta cuatro fábricas y las de muebles, naciente, ello es verdad, pero con síntomas de una pujanza futura que no poco promete. E l célebre embutido cacerense y la cura de jam ones, que tanta fama alcanzara en otros tiempos, h o y, com o industria, no vive sino del recuerdo de esa fama y sin otra superviven­ cia que la de la habilidad de los particulares que hacen aún sus matanzas a la manera tradi­ cional; el industrialismo ha adulterado el pro­ ducto que corre por el comercio. Cáceres, si no todo lo bien que fuera de de­ sear, no puede decirse que esté mal comunica­ da. A su estación concurren dos líneas de fe­ rrocarril: la del O este que la comunica con el centro, con Portugal y con el Oeste de España, subiendo hasta las provincias leonesas de S a­ lamanca, Zamora y León, y la del Mediodía, por la que se une a Mérida, Badajoz y Provin­ cias andaluzas. Son numerosas las carreteras que irradian de la capital; entre ellas pueden citarse: L a de Salamanca a Cáceres, que pasando por Plasencia y H ervás, sale de la provincia por Baños, y entra en la de Salamanca.

La de Cáceres a San Juan del Puerto, que sin hallar población importante sale de la provincia y entra en la de Badajoz por el Puer­ to de las Herrerías. La de Trujillo a Cáceres, que en Trujillo enlaza con la general que vá desde Madrid a Andalucía, con el ramal de Trujillo a Montánchez y con el de Trujillo a Logrosán y Gua­ dalupe, que por Talavera de la Reina se une a la general. La de Cáceres a la frontera Portuguesa, que entre Malpartida y el A rroyo se bifurca toman­ do el ramal de la izquierda la dirección de V a­ lencia de Alcántara y el de la derecha la de Brozas, Alcántara y Piedras A lbas por donde penetra en la nación vecina. Del ramal que vá a Valencia de Alcántara parte un subramal que se dirige a los Puertos fluviales del Sever y Cedillo. L a de Cáceres a Badajoz, que penetra en la provincia hermana por la Puebla de Ovando. La de Cáceres a Medellín, que pasando por los pueblos de Torreorgaz Torrequemada y Torrem ocha, llega hasta Medellín. Por último, al Norte parte la de Cáceres a Torrejón el Rubio, comunicando los llamados cuatro lugares del Campo (Monroy, Talaván, Hinojal y Santiago) con la capital. —

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II


Extremado, como lugar de la verdadera E x­ tremadura, debiera ser el clima de Cáceres; y sin que pretendamos negar que participe de todas las oscilaciones climáticas de la submeseta meridional a que pertenece, con sus estíos calurosos, hay que confesar que los inviernos son benignos y cortos pues el frío relativo, (rara vez por bajo o°) apenas dura desde me­ diados de Diciem bre a fines de Febrero, y en­ tre esta fecha y ju n io, se vive una magnífica primavera, como desde Septiembre a Diciem ­ bre se disfruta de un otoño agradabilísimo, siendo esta última estación la más deliciosa de nuestro clima. El campo en esa época está m agnífico, las primeras lluvias inician el des­ pertar de la naturaleza vegetal, y rara es la familia medianamente acomodada que no se instala en las casas de campo, o inicia las ex­ cursiones cinegéticas, que son el sport prefe­ rido de los cacerenses. (i) Politicamente Cáceres es Capital de Provin­ cia y como tal radican en esta ciudad los or­ ganism os anejos a la capitalidad; pero además es Audiencia Territorial y posee numerosos centros de cultura y beneficencia. (1) Es abundante !a caza mayor (ciervos, jabalíes) y menor, en Cáceres, tanto que los años que se guarda bien la veda, los conejos se cogen hasta en los paseos públicos.

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bosquejo

H .'S T o m e e


U N A cuestión crítica inicia el sendero de la Historia cacerense, cual es la de los orígenes de la Ciudad y del nombre que a ésta dieron sus primitivos habitantes. Despreciando las elucubraciones de los historiógrafos del siglo XVIII, en las que es difícil recoger algo de substancia por sumergirla en un boscaje de erudición tan frondoso como artificial, no hay noticias, ni datos, ni aún indicios siquiera, de un Cáceres anterromano; y aunque de su ori­ gen romano los datos abundan, surge en ellos y de ellos la duda sobre la denominación que los hijos del Lacio, al asentarse en el lugar que hoy ocupa Cáceres, hubieron de dar a la población. Durante mucho tiempo se afirmó que C áce­ res fué Castra Caecilia mansión que en el Iti­ nerario de Antonino figura sobre la Vía Lata, o calzada que unía a Mérida con Salamanca, y a 44 millas de aquella ciudad. En confirma­ ción de este aserto se citaba el descubrimien-

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to realizado hacia el año ióoo de un miliaria hallada en el matadero viejo, a espalda del convento de Santo Dom ingo, y en el que fi­ guraba la inscripción: C A S . C A E . XLIIII

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Cáceres.

Esta lápida a la que se dió inmediatamen­ te la transcripción que copiamos, trajo como consecuencia la de la aceptación sin réplica de que Cáceres fué en sus principios la Cas­ tra C aecilia que figura en el mencionado Iti­ nerario. No se conserva la miliaria y de ella no te­ nemos más noticias que las que de autor a autor, se han venido transmitiendo con, ese escaso espíritu crítico con que se aceptan las aseveraciones que adquieren la categoría de verdades inconcusas; pero aparte el hecho verosím il de que muy bien pudiera tratarse de una miliaria desplazada de su lugar, pesa so­ bre nosotros la sospecha de su autenticidad; sospecha basada en primer lugar en lo exce­ sivamente exacto de su dato en confirmación de una vieja teoría; después por su misma re­ dacción, pues al contar millas romanas y seña­ lar su número indicando la distancia a una ciudad determinada, parece más conforme que

Vista general.

C as(tra) C a e(cilia) XLIIII


II

Sierra de la MontaĂąa.


III

a) Torre de Bujaco.

b)

A r c o

de la Estrella.


IV

/

a) Casa Ovando^ Mogollรณn.

b) Torre Desmochada.


V

Torre Redonda.


VI

k

Casa de los Pereros. Patio.




i fuese ese nombre, el de la ciudad a partir de la cual se cuentan, el que apareciera en la mi­ liaria; luego por haber sido realizado y noti­ ficado el hallazgo por Solano de Figueroa, cu j as aseveraciones se distancian de la ver­ dad tan pronto como el camino contrario se le muestra más propicio o más llano para la confirmación de teorías que sienta de antema­ no, y cuya manera de hacer historia no es fácil que halle cotización científica, ni aún ante los provistos de una crítica poco severa y nada meticulosa. T ' i V La teoría en este casó* se encaminaba a de­ mostrar que Cáceres había sido el campamen­ to fundado por Quinto Ca^filio Metelo cuando vino a luchar con Sertorio, y se acogía no ya benévolam ente, sino que hasta con fruición, todo aquello que vin ese a corroborarlo. Y así se admitió unánimemente hasta fines del siglo XVIII, en que el presbítero D. Simón Benito B oxoyo descubre un trozo de arquitra­ be empotrado en la muralla y junto a la puerta de Mérida, con una inscripción en la que se leía: C O L . N ORB . C A E SA R IN . (i)

Bjnp*'

C o l(onia) N orb(a) Caesarin(a)


L a noticia de este descubrimiento fué comu­ nicada a Masdeu y de eiia tomó base el erudi­ to Hübner para argumentar, completando in­ formaciones de Plinio, que la Cáceres actual fué la Colonia Norba Caesarina (i). Don Aureliano Fernández Guerra y don Eduardo Hinojosa se adhirieron prontamente a esta teoría, máxime cuando la fijación de Norba en Cáceres venía a explicar sucesos de la época visigoda que sin ello estaban muy confusos, y quedó por resolver la cuestión del emplazamiento de los Castra Caecilii, que in­ dudablemente existieron por estos lugares, pues así lo afirma Plinio y así figuran en el Itinerario de Antonino. Para Schulten, Mélida y otros, los Castra Caecilii son el campamento romano que, ha­ cia el Norte y a unos cuatro kilómetros de la (1) La personalidad de Boxoyo como historiador es diameíralmente opuesta a la de Solano de Figueroa: Epigrafista concienzudo y dotado de un espíritu crítico prudente, solo se fía de los testimonios fehacientemente históricos. Las inscripciones o los documentos vienen siempre en confirmación de sus opiniones y ello puede comprobarse en su opúsculo titulado Noticia histórica del Santuario de la Virgen de la Montaña, en el que sale al paso a los excesivos fervores de algunos histo­ riadores para no mancillar con falsedades ni glorias mentidas, las glorias de un santuario por el que, cual todos los cacereños, sentía una muy sincera devoción. —

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población existen en la dehesa denominada Cáceres el Viejo, mientras que el Sr. Hurtado, creyendo en la existencia y autenticidad de la miliaria de Solano y Figueroa y basándose en la aserción indisputable del Itinerario, rechaza la opinión de Schulten porque la mencionada calzada pasa a muchos kilómetros de distancia del Campamento de Cáceres el V iejo, (i) Para D. Publio Hurtado es pues evidente, admitiendo la autenticidad, tanto del hallazgo de Solano de Figueroa como del de B o xoyo, que la Colonia Norba Caesarina, ocupó el ac­ tual recinto amurallado de Cáceres y que los Castra Caecilii, estuvieron emplazados en la parte NE. de la Peña Redonda, con dirección a la vertiente que limitaba el riachuelo que más tarde se llamó Rioverde y que actualmen­ te es la calle de este mismo nombre. El cam­ pamento Romano de Cáceres el V iejo es para

(1) P. Hurtado, Castillos Torres y Casas Fuertes de la Provincia de Cáceres pgs. 64, 65, 331 y 332. El nom­ bre de Cáceres el Viejo pudiera parecer a primera vísta, y así ha ocurrido con algún escritor, que indica un anti­ guo establecimiento de Cáceres. N o es así sin embargo: A esta dehesa se la llamó de Cáceres el Viejo porque fué la titular del señorío fundado por un tal Gonzalo de Cáceres el Viejo, al que se designaba así para distin­ guirlo de otro Gonzalo de Cáceres el Mozo, su contem­ poráneo. -

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el citado historiador los Castra Servilii (i) ci­ tados por Plinio y que juntamente con el cam­ pamento de Caecilio, formaron los dos v id que, como tributarios de Norba Caesarina, aparecen en el mencionado historiador. Ello es posible; pero sin que nosotros trate­ mos de resolver la cuestión y dada la escasa fuerza de la tan repetida miliaria de Solano de Figueroa, no deja de tener su importancia la objeción que Schulten hace a la argumenta­ ción de Hurtado, de que en ningún lugar de la expresada vertiente donde este escritor supo­ ne emplazada Castra Caecilia, se haya hecho ningún hallazgo apesar de que ese terreno ha sido bastante removido aún en la época mo­ derna. En resúmen: Para nosotros es evidente que Cáceres, la Cáceres histórica, la encerrada dentro de las murallas, fué la antigua Colonia Norba Caesarina de Plinio que los Castra Cae­ cilii no estuvieron, como lo supone Schulten, en el Campamento Romano de Cáceres el V iejo pues por él no pasa la Vía Lata, como lo dice el Itinerario; que este campamento es verosím il que sea los Castra Servilii como lo supone Hurtado y que los Castra Caecilii, hoy no sabemos donde estuvieran pues el lugar se(1)

Otro de los generales que vino con Metello. —

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ñalado por el docto publicista Cacerense, es topográficamente inadecuado para campamen­ to, campamento por otra parte tan inútil al pié de una ciudad sólidamente defendida por sus murallas, estratégicamente colocada y que com o avanzada ya tenía bastante con el cam­ pamento de Servilio si tal fué el de Cáceres el V iejo, (i) Norba creció en importancia durante la épo­ ca Romana; de ello existen datos documenta­ les que a su tiempo se reseñarán llegando a ser con Emérita, Metellinum, P a x Iulia y Scallabis una de las cinco colonias de la provin­ cia Lusitania (2). Su murado recinto, las aras y lápidas que de estos tiempos se encuentran, demuestran una cierta grandeza de la colonia en este periodo. Dice el Sr. Hurtado que Cáceres fué cristia­ nizado hacia el siglo II, y aunque no lo jus(1) Recientemente D. Tomás Martín Gil ha comuni­ cado a la Revista «N orba» el hallazgo de un poblado romano entre Cáceres y el Casar, sobre la Vía Lata y en el que aparecen objetos similares a los hallados en el campamento de Cáceres el Viejo entre ellos una pesa con indicios de haber tenido asa de bronce. ¿Será esta la tan buscada Castra Caecilia? (2) Plinio Historia Natural. IV. 117. Hübner Boletín de la R. A. de la Historia. I. 187, pgs. 88 a 97. Revista de Extremadura 1. 20. Mélida. Catálogo Monumental de España. Provincia de Cáceres T. 1 pg. 65.


tífica con testimonio alguno, ello está dentro de lo posible. *

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En la época V isigoda, vuelve Norba a apa­ recer en la Historia tomando partido, junta­ mente con Emérita en la rebelión religiosa de H ermenegildo contra su padre L eovigildo (582). E l Rey durante estas luchas intima a Norba a rendirse y en vista de la obstinación de la ciudad, la cerca, la toma al asalto e in­ fringe un durísimo castigo a sus habitantes. Sometida Norba al parecer, Leovigildo se di­ rige contra Emérita, mas no bien hubo vuelto la espalda el monarca, cuando Norba, suble­ vándose de nuevo vuelve a declararse por el partido católico. L eovigildo regresa precipita­ damente, reproduce el cerco y el asalto y to­ mada la ciudad extremó su rigor haciendo una tremenda carnicería entre sus habitantes. En esta época, aunque algunos historiadores con­ servan el nombre de Norba, la ciudad debió ser más conocida por su cognomen de Cesarea o Cesarina que es como la designa L eovigildo en las medallas que acuñó en conmemoración de los dos asaltos que la hiciera sufrir.

Más abundantes, aunque no excesivas, son las informaciones que poseemos acerca del periodo de la dominación arábiga en nuestra ciudad. Probablemente, en el último periodo de la dominación visigoda, Cáceres rehizo y robusteció sus antiguas fortificaciones. Su posición estratégica la hacían apropósito para servir de atalaya para toda la cuenca media del T ajo y además estaba en las vías o cam inos naturales desde la mencionada cuenca a la septentrional del Guadiana, pudiendo serjalón militar en el camino de Mérida. A l apoderarse de ella los árabes la llamaronCazires, que según ya lo observara Hübner, no. es otra cosa que la muy conocida palabra ará­ biga alcázares, (fortalezas, castillos) nombre sin duda muy justificado (lo estaría aún en el día) porque no otra cosa que castillos y forta­ lezas era a la sazón nuestra Ciudad. Cazires con su comarca, correspondió a los berberiscos en el reparto hecho por OchbaBen-Nafé, y se sabe que hacia los comienzos del siglo X era el centro de donde partían las algaras musulmanas, desvastadoras y crueles, como de ello dan testimonio el Edrisí y el Tudense. La fortaleza de la ciudad, su posición m ag­ nífica para observar todo movimiento dirigido contra el mediodía, la garantía que le ofrecían


las abruptas montañas que la respaldan, todo contribuyó a hacer crecer en audacia a los moros cacereños, que, continuamente, hacían salidas a la frontera, talando y desvastando los campos y cautivando a sus habitantes. Cáceres fué entonces, y mucho más aún en la época Alm orávide, no otra cosa que una posi­ ción de carácter puramente militar, ciudadela o castillo, con un A lcaide, que más que jefe era el huésped de las bandas guerreras que en ella descansaban, y el guardador del botín de sus audaces rapiñas. Tanto fué así que al mediar el siglo XII los monarcas cristianos comenzaron a pensar en la necesidad de su conquista como base indis­ pensable para franquear el camino de Mérida. El primero de estos monarcas que se puso a la vista de sus muros fué Alfonso VII, quien en el año 1142 se apodera de Coria y, corrien­ do en persecución de la banda almorávide llegó hasta nuestra población. Hay quien su­ pone que se apoderó de ella; mas si esto llegó a realizarse, que no tenemos motivos para afirmarlo, debió estar poquísimo tiempo en poder de los cristianos, como lo demuestra el hecho de 110 haber rastro histórico de esta conquista de la que no hace mención la crítica moderna. -T

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A r partir del momento de la conquista de Coria, cuando las armas cristianas pasaron el T ajo, toda la región de Cáceres, la que deci­ mos comprendida entre el río y el ondulado festón que forman las estribaciones occidenta­ les del Sistema de los Montes de Toledo, carece de estabilidad. Tan pronto está en po­ der de moros como de cristianos, sirviendo de interland o estado tope entre ambos conten­ dientes, fase por la que hubieron de pasar du­ rante algún tiempo todas las ciudades de la Península en la época de la Reconquista. En 1167 Fernando II de León se apodera de Alcántara (1) y se dice que dos años más tarde, en el 1169, se hace dueño de Cáceres, donde uno de sus proceres, D. Pero Fernández Hur­ tado, fundó la Orden militar llamada Congre­ gación de los Caballeros de Cáceres o de los KFratres de Cáceres, titulados también Caballe­ ros de la Espada y que más tarde habría de convertirse en la Orden de la Caballería de Santiago. Estableció en esta su primera casa, iglesia y convento, en la de Santiago, situada extra­ muros de la Ciudad (2). (1) Nonas februarii era 1205. Doc. de la Catedral de Orense. .... ............ ................. (2) Bulario de la Ordaai pgmdi

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D EPARTAM ENTO HISTORIA DEL DERECHO


No eran sin embargo tiempos propicios pa­ ra las armas cristianas; el almohade Yusuf-abuJacub, realizaba una correría por las márgenes del Tajo desvastando la frontera desde T ole­ do hasta Alcántara; durante ella llegó a nues­ tra villa ( i i 72) defendida por los Fraires de la Espada, que hicieron una desesperada resis­ tencia; pero el almohade consiguió tomarla al asalto, degollando a sus defensores. Doce años estuvo esta vez Cáceres sirvien­ do de refugio a las rapaces bandas de los al­ mohades fronterizos hasta que en 1184 Fer­ nando II la sorprende un poco desguarnecida, a causa de que los almohades estaban aten­ tos a atajar el avance de Alfonso VIII por la parte de Murcia, y se apodera de ella en el mes de Enero. Pero los musulmanes, a los que interesaba mucho conservar tan fuerte posición de la frontera, vuelven tan rápida­ mente, que sorprenden dentro a Fernando. Ponen sitio a Cáceres (1) que se resiste con tenacidad, hasta el extremo de que el Emir tuvo que ausentarse de sus muros dejando ante ellos un destacamento, para acudir a con­ tener las algaras de los portugueses, que en

sus audaces incursiones por tierras de moros,, habían conseguido llegar hasta los campos de Sevilla. Marchó pues con el grueso del ejér­ cito a sitiar a Santarem; pero fué herido en una de las salidas que hicieron los portugue­ ses y, al retirarse, murió en Torres Vedras c o m o consecuencia de dichas heridas. La parte del ejército que sitiaba Cáceres, al ente­ rarse de la muerte de su caudillo, levantó el cerco y organizó la retirada, pudiendo el rey salir de la fortaleza en la que dejó una tropa de avanzada y bien pertrechada para resistir cualquier acometida de los musulmanes. Resistió varias en efecto con bastante éxito hasta que diversificada la actuación de las fuerzas cristianas en 1196, como consecuencia de la venida del Emir Y u su f Almanssur, cae nuevamente en poder de los moros que la to­ maron tras arrasar las tierras de Salamanca y de apoderarse Albalate, Trujillo, Talavera y demás fortalezas comarcanas (1). Subió por fin al trono el discutido monarca D. Alfonso IX de León y con él se inicia la acción decisiva sobre la cuenca media del T a­ jo y que habría de traer como 'nmediata con-

(1) Ea el año 1222 de la Era, 6 de las Kalendas de Abril (27 M arzo) fecha D. Fernando una carta apud Cá~ ceres guando erat obsesat. Doc. de la Cat. de Oviedo

(1) Conde. Part. III. Cap. 53. Ballesteros Hist. II 462Hurtado. Ob cit. 73. Torres. Crónica de la Orden deAlcáníara.

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secuencia la de la toma definitiva de la ciudadela de Cáceres. Este hecho conviene estu­ diarlo con alguna detención por haber dado lugar a cuestiones crítico-cronológicas de nada escaso interés para la historia d e nuestra ciudad. A raiz de la batalla de Alarcos, y como consecuencia de la enemistad entre el monarca leonés y el castellano, instigado éste por don Pero Fernández (i) pacta un tratado de paz y de alianza con los moros de su frontera, lo que les valió a ambos, al rey y a su vasallo, el que el papa Celestino III fulminara contra ellos una bula de excom unión (2), lograda sin duda alguna por influjos del de Castilla. Pero esta paz no fué muy duradera, pues descon­ tentos la mayor parte de los magnates con ella, el año 1200 se vuelve a las hostilidades y el monarca castellano inicia la campaña con­ tra los moros apoderándose de Coria que desde la correría del 84 estaba nuevamente en su poder (3). (1) ¿Acaso el Maestre de los Fratres de Cáceres? (2) El 31 de Octubre de 1196. Publicó esta bula el P. Fita en el Boletín de la Real Academia de la Histo­ ria T. X II Pg. 11. Vid Ballesteros. Loe. Cit. pg. 276. (3) Anales Toledanos I. fr is ó el Rey D. Alfonso a Coria Era M.CCC.XXXVII. Vid. Huici T. I. pg. 341. Ba­ llesteros Loe. Cit.

Y a no hay solución de continuidad en la actividad guerrera a lo que vino a contribuir la paz acordada con el de Castilla en el año 1214, en la que ambos monarcas pactaron que cada cual batiese a los moros, con recíproca ayuda, en sus fronteras, en cumplimiento de la cual el castellano envió a D iego López y Lope Díaz con seiscientos hombres que se unieron a la hueste de Alfonso IX, continuan­ do la guerra con la toma de Alcántara. Hurta­ do, dice, tomándolo de Pellicer, que desde allí se dirigieron sobre Cáceres (1) rescatando la población con ayuda de los caballeros santiagueses (2) lo que está en pugna con los Anales Toledanos que afirman taxativamente lo contrario. Según estos mismos anales, en 1218 las ten­ tativas sobre Cáceres se volvieron a reprodu­ cir, narrando las circunstancias de un cerco al que acudió Scivaric de Mullen con mucha gen ­ te de Gascuña; pero facían tan grandes aguas que non pudieron durar. Conde señala en 1219

(1)

Memorial de Ulloa pg. 57.

(2) Añade el Sr. Hurtado que éstos pidieron al rey que les devolviese la plaza y que como el monarca se negase la Orden recurrió al pontífice suspendiéndose el pleito por haberse apoderado nuevamente los moros de la plaza. —

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■otra nueva intentona de los cristianos sobre la plaza; pero tampoco ésta fué afortunada, pues los atacantes tuvieron que huir (i) a la des­ bandada y muy combatidos por la caballería musulmana del A lgarbe, que cayó impetuosa­ mente sobre ellos. Quizá se refiera esta expe­ dición a aquella que los Anales Toledanos II sitúan en 1222 (2) y a la que dice que acudie­ ron todos los freyres de España, (3) y en la cual la posición estuvo a punto de caer en po­ der de Alfonso IX, cuando presentándose los musulmanes de improviso, le obligaron a una precipitada fuga, e cativa/ron muchos christianos e murieron muchos. Estas palabras parece que encierran el re­ cuerdo de un gran desastre; pero no por ello hubo de cejar Alfonso IX pues en 1225 repitió el ataque, que las necesidades políticas de otros puntos de la frontera le hicieron levan­ tar, aprovechando la ocasión propicia de que los musulmanes le ofrecieran incluso dinero por retirarse.

Por fin se llega al momento de la reconquis­ to definitiva. Fué ésta en el año de M CCLVII. Por el mes de Abril, baja el monarca leonés y cerca la villa. Inútil fué la resistencia e inú­ tiles las señales que los moros habitantes de las sierras circunvecinas hicieron, encendien­ do hogueras llamando a sus correligionarios en socorro de la posición asediada. Nada sa­ bemos de las circunstancias del cerco al que acudieron las milicias de los fratres de la E s­ pada; solo sí consta que el día 23 de A bril \in festo Sancci Georgii) Cáceres cae en po­ der de los cristianos siendo expulsados de su recinto los moros y consagrándose iglesias al culto de la cruz (1). Los Fratres de la Espada, por el hecho de haber fundado su orden en Cáceres, por ha­ berla defendido a costa de sus vidas en los asaltos de 1172 y por haber contribuido a su definitiva reconquista, se creyeron en el caso de pedir al monarca que se les entregase la villa por su heredad. No eran tales los propó­ sitos del rey, sino, antes por el contrario, que

(1) Conde Parí. III. Cap. LVI. (2) Anales Toledanos II. Huicí T. II. pg. 360. (3) Acaso se trata de un error del copista que trans­ cribió la palabra España por espada o spata, y debe referirse a todos los freyres de la Orden de la Espada o freyres de Cáceres de los que ya hemos hecho mención en distintas partes de este trabajo.

(1) Códice del Fuero de Cáceres al f,° i v.° Este do­ cumento da por resuelta la cuestión crítica de la fecha en que Cáceres se reconquistó, sin que podamos expli­ camos, siendo el mencionado Fuero tan conocido y existiendo en él tantas confirmaciones, cómo ha podido surgir la duda acerca de ello entre distintos autores. _

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fuera Cáceres villa franca por si y ante sí y el concejo libre de todo señorío que no fuese el de la Corona Real de León (i). Pero recono­ ciendo que algún derecho cabía a los men­ cionados Fratres dióles el rey, a cambio de la villa recién conquistada, las posiciones de Vi­ lla Fáfila y Castrotoraf, y dos mil maravedís en dinero; entregando la naciente villa a sus pobladores, con todo su término y con todas las riquezas de suelo y de subsuelo, que en ella pudiesen encontrar. Inmediatamente el monarca otorga la Carta de población en la que se narran estos suce­ sos, se señala el territorio, concediendo a los vecinos la propiedad del suelo que a cada po­ blador correspondiese, en el reparto que del término hiciesen los quadrellarios (2) asegu­ rando que la villa pertenecerá siempre a la corona Real de León y que no se dará a nin­ gún noble ni a orden religiosa. Prohíbe a los clérigos e iglesias tener en Cáceres propieda­ des; da al Concejo facultad para destruir las (6) et quod esszt Cáceres villa per ser franqueata super se, et concilio per sé et super sé. Cod. cit. folio 2. vuelto. (7) Eran los jefes de quadriellas o cuadrillas encar­ gados de guardar y repartir el botín de la hueste y de determinar en las poblaciones la parte que correspondía a cada poblador.

poblaciones que se eleven dentro de su térmi­ no sin su consentimiento; fija la exención tri­ butaria de los caballeros y preceptúa la invio­ labilidad de dos casas, la del rev y la del obispo, pudiendo en las demás entrar el C on­ cejo a ejercer su justicia. Entre las exenciones tributarias fija las del montazgo y peage y exceptúa a los poblado­ res que vinieren a poblar, del pago de penas pecuniarias y deudas contraidas antes de la reconquista de la villa. Es también fundación de la Carta de C áce­ res la de la feria, que habría de verificarse du­ rante los quince últimos días de A bril y los quince primeros de Mayo. Para que los pobladores se dediquen solo y exclusivam ente a la defensa de la villa y de su término, reconcentrando en esto todo su esfuerzo guerrero, prohíbe al Concejo que va­ ya a juntas o reuniones con otros C oncejos, hasta que no sean recuperados los Castillos de Trujillo, Santa Cruz y Medellín. Una cuestión interesante se desprende del documento que analizamos y es que el rey, al conceder las m ercedes que dejamos reseñadas, hace jurar a doce hombres buenos en nombre de todo el C oncejo, (prototo concilio concedentes) que habrían de ser siempre súbditos obe­ dientes del rey y de sus hijas D .a Sancha y —

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D .a Dulce, e inseparables (ya lo hemos dicho) de la Corona Real de León; con lo que natu­ ralmente quedaba excluido de la herencia de Cáceres Fem ando III, que a la sazón ya reina­ ba en Castilla, juramento que hubiera ligado a Cáceres a la causa de las infantas, de no ha­ ber hecho éstas renuncia de sus derechos, con lo que solucionaron un conflicto para la villa que se obstinaba en cumplir su juramento. Después de esta Carta de Población, A lfon ­ so le concedió su Fuero, que comienza por otorgarle un amplísimo término, que arran­ cando en la Torre de Santa María tenía su punto más meridional junto a Carmonita; as­ cendía a buscar el actual término de Alburquerque y en la Azagala encontraba su límite occidental. Tomaba luego la dirección Nor­ deste por la ribera de Araya arriba hasta las cabezas de Araya y desde allí iba al Tajo fi­ jando su punto más septentrional en el C asti­ llo de Alconétar. Seguía el Este hasta el C as­ tillo de Veiasco Ñuño y descendiendo por el Alm onte y el Tamuja iba a buscar por la Zarza de Montánchez su punto de partida. *

*

*

Después de la reconquista de Cáceres A l­ fonso IX se apodera de Mérida, Badajoz,

Elvas y Montánchez (i) y después de vencer a A ben Hut al otro lado del Guadiana (1230) y de poblar algunas villas, murió en Villanueva Sarriá el 24 de Septiembre. Muerto el rey y solucionado el problema de la sucesión por la renuncia de las infantas, la vilia acata la soberanía de Fernando III quien desde A lba de Torm es, el 12 de Marzo de 1231 confirma su Fuero y Carta de Población, mientras que las milicias de las Ordenes co­ rrían el territorio recién concedido a Cáceres expulsando a los moros de sus fortalezas. A sí en 1232 se hicieron dueños de Trujillo (2) el 1134 se apoderaron de Medellín, Alhanje y Santa Cruz (3) y en este mismo año el monar­ ca baja hasta Gata, para recibir el homenaje d e los territorios recién conquistados. Es muy extraño que, aparte la confirmación del Fuero, no existan en Cáceres otros docu­ mentos del Rey Santo. Sabemos p o rlo s histo­ riadores que en 1236 pasa por la villa (4) con dirección a Medellín y Pellicer nos dice que a

(1) (2) (3)

Anales Toledanos. Anales Toledanos III. pg. 4. Ibid.

(4) Castillo y Alba.— Estudio Histérico-Religioso ci­ tado por Hurtado, pg. 80.


la conquista de Sevilla le acompañaron algu­ nos preclaros cacereños (i). Entre tanto las Ordenes militares que habían ido creciendo en poderío, a causa de los triun­ fos obtenidos en las campañas que dejam os relatadas, comenzaron a ensoberbecerse y a a introducirse sin escrúpulo por los derechos de la villa. Una de ellas, la del Tem ple, co­ menzó a correr el campo intentando cobrar vasallaje dentro del término de Cáceres. Los pobladores se opusieron a la demanda y los templarios no tuvieron inconveniente en ape­ lar a la violencia respondiendo los de Cáceres en tono análogo y sucediéndose los escánda­ los, las prisiones y hasta las muertes del uno y del otro bando. No se sabe quien interven­ dría para acabar tal estado de cosas, o si la reflexión se impuso por su propia fuerza, el hecho es que de repente cesó esta contienda y acordaron concertar paz y avenencia, que habría de pactarse de manera harto original, pues cada uno de los contendientes buscó su representante y defensor entre los del bando contrario y así Cáceres se vió representada por el Comendador de Capilla D. Lope Pérez y por el Com endador de Alconétar D. Miguel

(1)

Memorial de Ulloa. fol. 12. —

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Navarro, mientras que los templarios nombra­ ron para que los representase a los caballeros cacerenses Pedro Sancho y Xim en Sancho (1) los cuales reunidos en Alconétar el día de San Juan de 1253, acordaron las bases de una con­ cordia que fué muy duradera y beneficiosa para todos. Y a reinaba en Castilla D. A lfonso X, quien en 1258 estando en Olmedo, (18 de Mayo) confirma el Fuero de Cáceres, (2) y años más tarde (17 de A b ril de 1264) interviene para re­ solver una cuestión de límites entre Cáceres y Badajoz, (3) haciéndose desde este momen­ to frecuentísimas las relaciones entre la Villa y el Rey Sabio. Entre los años 1264 y 1266 se alzan contra el rey los moros de Andalucía y Murcia, acau­ dillados por Aboabdil-aben-Nagar y sosteni­ dos por el sultán aben-Yucef de Marruecos. El rey acude a las ciudades y Cáceres le pre­ senta una brillante mesnada, que entrando en tierra granadina al mando del infante D. Fer­ nando de la. Cerda, hizo una magnífica cam(1) Carta partida por «A B C» dada en Cáceres, V Kalendas Marzo (24 de Febrero) era 1291-1253 J. C. Arch. Mun. Libro de las cartas y de las escrituras, nú­ mero 129. (2) Privilegio Rodado del Arch. Núm. 2. (3) Libro de las Cart. N.° 49.


paña por la que D. Alfonso premió a Cáceres concediendo a los caballeros de la villa que llegasen a vejez o a pobreza y a la s viudas de los caballeros, exención de todo pecho, como si tuviesen caballo y armas para la guerra (i). Este monarca autorizó a Cáceres para que pudiese celebrar su feria en dos épocas dis­ tintas pues el plazo concedido por el Fuero resultaba largo (2) y perjudicaba al mercado en vez de beneficiarlo; prometió no pedir cada año a los homes buenos de Cáceres sino una moneda forera (3) y echó los cimientos de la fortuna de los propios de Cáceres, obligando a los pastores y entregadores de las cañadas a respetar las dehesas establecidas por el C on­ cejo (1279) y autorizado el acotamiento de los pastos de la Zafra y la Zafrilla. Señala Hurtado (4) una visita del rey a la villa, de paso para Burgos y Bayona, cuando fué a tratar con el rey de Francia la cuestión de la herencia de los hijos de D. Fernando. Durante las luchas entre D. A lfonso y su hijo D. Sancho, Cáceres se declaró por el (1) Vid. NORBA. Del Archivo, su más antiguo Do­ cumento N.° 1. (2) Archivo Municipal. 16 Julio 1276. Libro de las Cartas y de las escrituras. N.° 146. (3) Arch. Mun. 12 Junio de 1277. (4) Loe. Cit. pg. 81. _

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Infante (1); pero abandonó prontamente su causa, seguramente por no incurrir en las cen­ suras del Pontífice. Garibay afirma que al sa­ berlo D. Sancho, desde Talavera donde se hallaba, vino a Cáceres consiguiendo volver­ lo a su obediencia por influjos de la familia de los Blazquez; pero aún quedaron en la v i­ lla enemigos de D. Sancho entre los que ca­ be citar a Fernán Sánchez de V alverde, que al arreciar las luchas, tuvo que huir a Aragón al lado de los infantes de la Cerda pues Í3on Sancho lo perseguía sin cesar. (2) Hecha la paz con Francia en 1280, Sancho IV confirma los Fueros de Cáceres (3) hacien(1) Tenemos testimonio en la carta de D. Sancho dada en Sepúlveda el 18 de Febrero de la Era 13191281, en la cual falla la contienda habida entre Cáceres y el Casar sobre cuestión de términos. Esta contienda tenía por origen el que Alfonso X, al fundar el Casar, no le dió término alguno con lo que los pobladores solo con salir a la puerta de su casa ya estaban en término de Cáceres; en un principio nada ocurrió; pero como se suscitasen disputas entre los de la Villa y el pueblo, Cá­ ceres comenzó a hacer imposible la vida a éste, por lo que los casareños se alzaron a Sancho el Bravo, quien falló el asunto dando al pueblo un egido de media le­ gua alrededor de sus casas. N o ha aumentado mucho desde entonces para acá. Vid. U lloa Golfín Priv. pg. 104 (2) Libr. XIX. Cap. LIV. (3) Arch. Mun. A 14 de Octubre Arch. Mun.


do constar en el privilegio la satisfacción que esta paz le había producido. También fueron muchas las mercedes otor­ gadas a Cáceres por Fernando IV, hijo y sucesor de D. Sancho, pues aparte la confirma­ ción de su Fuero (15 A bril 1299 en Valladolid) exim e a los vecinos del pago del portaz­ g o y peage en todos los lugares de sus reinos, menos en Toledo, Sevilla y Murcia (1). Por otro privilegio dado en Valladolid a 14 de A bril de 1311, les concede también la exen­ ción de pecho y de fonsado y por otro dado en Sevilla a 17 de Julio de 1313, concede a la villa sus rondas por juro de heredad, conce­ sión que de día en día ha venido conserván­ dose hasta los nuestros, pudiendo los gana­ dos del común de los vecinos pastar en las tierras comprendidas en el radio a que alcan­ zase el son de la campana de la villa, aunque estas tierras fuesen de propiedad particular. Una cuestión tuvo Cáceres por este tiempo con los pastores trashumantes y fué que a más de no respetar éstos las dehesas como se les tenía ya expresamente mandado, cuando cometían alguna infracción o algún delito, se negaban a responder de él ante las justicias de Cáceres, apelándose a su propio fuero o al (1)

Zamora 5 de Julio de 1301.

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de la villa o ciudad de donde eran naturales. Esto naturalmente, no solo entorpecía la ac­ ción de una pronta y regular justicia, sino que la mayor parte de las veces traía como consecuencia la im p u n id a d d e lo s delin­ cuentes. Quejóse el Concejo de ello ante el rey quien determinó que los pastores y toda clase de trashumantes en Cáceres, respon­ dieran ante las justicias de esta villa de cuan­ tos delitos, o faltas cometieran en su término y de las deudas que contrajeran dentro del mismo. Un error cometió Fernando IV, que aunque fué prontamente subsanado es muy de notar, pues él fué el primer paso de una amenaza que, durante toda la Edad Media, había de es­ tar sobre nuestra villa: Por hacer merced y premiar servicios del infante D. A lfonso de Portugal el rey le concedió la villa de Arroyo del Puerco. Se le advirtió que la mencionada villa caía dentro del término de Cáceres y que en virtud del Fuero no podía ser cedida a ninguna persona en señorío y el monarca rec­ tificó enseguida, dando otras compensaciones al de Portugal y reiterando a Cáceres su pro­ mesa de conservarle íntegro su territorio (1).

(1)

Medina del Campo, 15 de Mayo de 1305.

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Conocidas de todos son las turbulencias acaecidas durante lam enoredadde A lfonso XI. Cáceres al parecer, no interviene en ellas; pero al formarse la Hermandad, de los Caballe­ ros.i hijosdalgos y hombres buenos de Castilla de León y de Extremadura, con el fin de de­ fender al rey y defender a las villas de los tutores, acude a la reunión representada por los c a b a l l e r o s Sancho Sánchez y Sancho Pasqual, suscribiendo el célebre cuaderno de 2 de Julio de 1315, del cual se conserva una interesante copia en nuestra ciudad (1). D. Alfonso, al tomar las riendas del g o ­ bierno hubo de contenerlos desmanes del obis­ po de Coria, que intentaba cobrar el montazgo de los ganados de Cáceres y aún dentro del término de la villa (2), por lo cual se vió pre­ cisado a renovar en un privilegio de 1326 las exenciones de pecho que le tenía concedidas a la villa. Un año antes, según documento de Guadalupe, el rey había estado en Cáceres. Y ya que hacemos mención de Guadalupe citaremos el hecho acaecido durante este tiem­ po en que el pastor Gil Cordero, natural de Cáceres, descubrió en las Villuercas la vene­ rada imágen de la V irgen, cuya invención fué (1) (2)

Arch. Mun. Libr. de la escr. Doc. 98. Arch. Mun. —

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el fundamento del célebre Monasterio al que tanta gloria debe Extremadura (1). *

*

*

La lucha fratricida entre D. Pedro I y D. En­ rique de Trastamara registró en Cáceres un trágico episodio que nos ha sido conservado por Pellicer en el Memorial de la Casa de Ulloa y por U lloa Golfín en su colección de Privilegios. Cáceres quiso permanecer neu­ tral, y los autores parece que dan a entender, aunque ello resulta poco probable, que esta neutralidad era del agrado de ambos com pe­ tidores; el caso es que el C oncejo, para ase­ gurar la imparcialidad de la villa, encomendó la guarda de su Alcázar a dos caballeros, tío y sobrino, apellidados Gil, y cuyos nombres se ignoran, haciéndoles prometer y jurar que le tendrían y guardarían sin entregarlo a na­ die hasta que ambos contendientes llegasen a un acuerdo. A sí lo aceptaron los guardianes del Alcázar; pero habitaba en Cáceres un fervoroso parti­ dario de D. Pedro cual era Góm ez T ello, regi­ (1) La cuestión critica de esta fecha puede verse en A. Floriano, El Monasterio de Guadalupe ante la Histo­ ria de España, donde se trata la cuestión en vista de do­ cumentos originales. —

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dor de la villa y de su más caracterizada no­ bleza, el cual, queriéndose mostrar propicio a su rey marchó a Sevilla, le dió cuenta del acuerdo relativo al Alcázar cacereño y le ins­ tigó para que viniese a Cáceres y se apodera­ ra de él. Atendió D. Pedro sus indicaciones y se pre­ sentó en la villa demandando de los G iles la entrega inmediata del Alcázar, prometiendo, si así lo hacían, otorgarles muchas mercedes. Los Giles se negaron a esta pretensión ale­ gando el honor a que estaban obligados de cumplir su promesa, por lo cual ei rey enco­ lerizado tomó por fuerza lo que de grado se le negaba, e hizo degollar a los guardadores del Alcázar. A partir de tal hecho, Cáceres quedó por D. Pedro hasta el drama de Montiel. Estos sucesos se sitúan hacia 1367 y a su veracidad no abonan relatos antiguos. Pellicer los tomó del testamento de Diego G il de Alcocé, otorgado en Cáceres a 30 de A gosto de 1522 y por el que funda una capellanía en la Iglesia de San M ateo, con dos capellanes que digan seis misas por semana en sufra­ gio de las almas de los dos Giles, sus antepa­ sados. Ni Pedro I ni Enrique II confirman los Fue­ ros de Cáceres y aún del segundo es nula la documentación de nuestros archivos; sin em­ —

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bargo (1) existe la noticia conservada por U lloa Golfín (2) de que D. Enrique quiso enajenar Cáceres; pero como se opusieran a ello los cacerenses alegando, como en el caso de A rroyo, la cláusula del Fuero que lo prohi­ bía, hubo de desistir de su intento. Escasa importancia tuvieron para nuestra villa los reinados de Juan I y Enrique III, que se limitaron a la formularia confirmación de sus privilegios (3). Por lo que a D. Juan II se refiere, los con­ firmó dos veces, una estando en tutela (Ma­ drid 12 Marzo 1408) y otra al llegar a la ma­ yoría de edad (Valladolid 1 Julio de 1420). Adem ás durante su reinado ocurre un suceso de singular importancia, que viene a confir­ mar el espíritu previsor que tuvieron los pri­ meros pobladores de Cáceres al pedir a A l­ fonso IX el juram ento de conservar la villa y su término para la Corona Real. Estando el rey en Castro Ñuño, haciendo paces con la nobleza, entre las muchas prendas que de es­ tas paces prometió se hallaba la de dar la (1) De Pedro I solo se conserva el traslado de un privilegio de 26 de Noviembre de 1355, referente a pes­ quisas. (2) (3)

Ob. cit. pg. 208. Juan I en Burgos 18 Agosto de 1379. —

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é

villa de Cáceres al infante D. Enrique de A ra­ gón . Supiéronlo los de Cáceres y como ya lo habían hecho otras veces en casos semejantes, acudieron al monarca protestando del incum­ plimiento del Fuero. Esto contuvo al rey, quien para salir del paso, dió al de Aragón otras villas; y como quiera que alguna de ellas perteneciese al señorío de D . Enrique su hijo (después Enrique IV), y con el fin de compensarie de esta pérdida prometió darle a este la de Cáceres, con lo que los de la villa ya no tendrían que protestar, pues siendo D . Enri­ que el heredero del trono, Cáceres no queda­ ba separada de la Corona Real y el Fuero no se infringía. Cáceres no obstante, entendiéndolo de otra manera, protestó y se negó rotundamen­ te a ser entregada al príncipe, lo que obligó al monarca a venir a la villa, y el 6 de Octu­ bre de 1445, en el A lcázar de ella, ante los dignatarios de la corte hizo comparecer al C on cejo, Justicia, Corregidor, Regidores, re­ presentantes de la nobleza y del pueblo, para notificarles su determinación de entregar la villa al infante D. Enrique. Aseguró a los reu­ nidos que nada tenían que temer de esta ce­ sión pues la villa se cedía al Infante con la restricción de que no podía ser comprada ni ..enajenada de la corona por ninguna causa ni -

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razón, ni el dicho principe podía enajenar la menor parte de ella. Los de Cáceres, respetuosa pero enérgica­ mente, opusieron sus argumentos apoyándose en el Fuero y en el juramento recíproco que en él constaba, a lo que replicó el R ey, que dadas las condiciones en que la donación se hacía el Fuero se respetaba a su entender, y que él hacía juram ento y pleito-homenaje en manos de D. A lvaro de Luna allí presente, de que vería los privilegios que tiene Cáceres y que si en ellos econtraba alguna cosa que se opusiese a la donación que la revocaría. A ñ a­ dió que por otra parte la villa no debía sentir e l menor escrúpulo en pasar al señorío de D . Enrique, pues éste habría de jurarles la inte­ gridad de su ^territorio, la de sus m ercedes y privilegios, que respetaría sus usos y costum­ bres y que tanto el Concejo como los particu­ lares gozarían en paz de los bienes que a la sazón tuviesen pues el príncipe se los confir­ maría todos sin pedirles los títulos de sus here­ dades. Este argumento último pareció aplacar algo a la nobleza, no tanto a los del Concejo y pue­ blo, que hubieron de acceder muy contra su voluntad, haciéndolo así constar al manifestar que lo hacían no más que por obedecer la v o ­ luntad del rey. —

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En el mismo acto se hizo la entrega solem­ ne de la villa al bachiller Pero González Carabo, alcalde de la corte del Príncipe, que para ello tenía de antemano los oportunos poderes, ju sto es decir que Enrique cumplió lo jurado, y Cáceres no tuvo que arrepentirse de haber accedido a ser su señorío, pues la villa vivió en paz hasta el final del remado de su padre. H e

*

*

Enoim es perturbaciones se produjeron en Cáceres y en toda Extremadura al llegar el rei­ nado de Enrique IV. Este rey confirmó nues­ tro fuero por Privilegio dado en S ego via en 22 de Marzo de 1455. A l poco tiempo nombraba Maestre de A l­ cántara a D. Gome de Solís, bravo mozo cacerense de muy ilustre abolengo, diestro en alancear toros y en toda clase de proezas de la misma índole (que tan del agrado eran del monarca) y que mientras D. Enrique fué señor de la villa, había sido su hombre de confianza para todas sus correrías. Don Gome de Solís, desde su elevada posi­ ción se dedicó a rehacer su fortuna y a encum­ brar a su numerosa parentela, lo que le atrajo malquerencias dentro y fuera de la Orden. -

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XI

Casa Mudejar.


XII

Casa Espaderos-Pizarro.


XIII

Casa de los Golfines.


X IV _ Fachadas de Santa MarĂ­a.


XV

Santa MarĂ­a. a) Puerta, del Claustro,

b) Trompas de las naves lateralesÂŤ



Cuentan los historiadores que se curó de llevar muy buena amistad con el Clavero de Alcántara que lo era D. Alonso de Monroy, señor muy poderoso y cuya camaradería era más de desear que su enemistad; pero estas uniones que el temor mantiene, rara vez son duraderas; así es que a la primera ocasión que se presentó, surgió el rompimiento entre el Clavero y el Maestre, que tan fatales conse­ cuencias habría de traer para Extremadura. Y ello fué porque durante unas justas que se celebraban en Cáceres, un caballero trujillano llamado Francisco de Hinojosa (prometido de una hermana del Maestre) y los hermanos de D. Gom e de Solis, intentaron asesinar artera­ mente al Clavero y como éste se defendiese golpeando al de Hinojosa, se armó gran bata­ lla en la plaza y hubo de salir el Maestre quien prendió al Clavero mandándolo ence­ rrar en la fortaleza de Alcántara, (i) Ello acabó con la paz de Cáceres y, como decimos, de Extremadura entera, durante más de veinte años, pues en la Orden de Alcántara entró el cisma, los nobles se dividieron en bandos y el pueblo, formando clientela alre(1) Vid. Hurtado, Ob. Cit. pg. 87 y siguientes, donde se narran estos acontecimientos con gran lujo de de­ talles. -

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dedor de los nobles, contribuyó al desorden general. Los sucesos de la vida nacional, las luchas de estos calamitosos tiempos de las que C á­ ceres vivió siempre apartado, comenzaron a hallar en la villa trágico reflejo, pues bastaba que uno de los bandos se declarase por uno de los partidos para que el otro tomase inmemediatamente el partido contrario, haciendo de nuestra población el campo de sus belico­ sas lides. Ocurrió el lamentable espectáculo de A vila en donde los nobles destronaron en ridicula ceremonia a Enrique IV proclamando rey al infante D. Alfonso, e inmediatamente el Maes­ tre Solís, olvidando los beneficios que debie­ ra al rey, se declaró por el partido de Alfonso, siguiéndole en Cáceres el linaje de los Ovandos, mientras que los adeptos del Clavero, con el Mariscal A lton de Torres, seguido por los de U lloas, tomaba el partido del monarca. Consiguen Torres y los Ulloas mantener la villa por D. Enrique, si bien en una tranquili­ dad no más que relativa, pues solo de día se podía andar por las calles y tener abiertas las puertas de la villa; pero en 1464 viene a ella el Maestre seguido de sus tropas, se entabla la lucha en las calles de las que los partidarios del rey quedan vencidos. E l de Solís toma y —

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destruye el Alcázar y queda proclamado don A lfonso en nuestra villa, con la garantía de las tropas del Maestre a las que se encomendó su custodia. Pero en esto estaban los cacerenses, celebrando los partidarios del Maestre su triunfo sangriento, cuando el Clavero, forzando puer­ tas y torciendo hierros, consigue evadirse de su prisión de Alcántara. Recluta rápidamente una numerosa tropa entre lo más perdido que había por la comarca y con ella se dirige a Cáceres cometiendo por cuantos sitios pasaba todo género de tropelías. Cóm o sería esta marcha, que, llegando la fama de ella a C áce­ res, los del Maestre no tuvieron ánimos para esperar a su enemigo dentro de la villa y sa­ lieron precipitadamente por la puerta de Mérida mientras que el Clavero con su horda en­ traba por la de Coria (hoy del Socorro), to­ mando venganza de sus enemigos. U n suceso vino a solucionar esta cuestión por lo pronto y fué el fallecimiento del infante D. Alfonso. Pero el problema no era político, sino personal, y así a las pocas semanas Maes­ tre y Clavero buscaron ocasión propicia para seguir peleando y así lo hicieron por campos y ciudades, des vastando aquéllos y asolando éstas sin respetar siquiera el Santuario de Gua­ dalupe donde cometieron toda clase de sacri­


legios y fechorías (i) y continuando así hasta que el advenimiento de Isabel la Católica puso paz en la tierra aunque no sin muchos trabajos y sinsabores. * * * A l morir Enrique IV estalla la guerra de su­ cesión, guerra en la que Cáceres se deja llevar de los acontecimientos sin tomar un partido de­ cisivo. Emplazada cerca de la frontera y muy cerca de Plasencia, efímera corte de la desgra­ ciada Beltraneja, carecía de libertad de m ovi­ mientos por lo que después de levantar pendo­ nes por D .a Isabel la Católica, (con algo de precipitación) prefirió cruzarse de brazos sin in­ clinarse por ninguna de las dos reinas, si bien D .a Isabel contaba dentro de la villa con fervorosos partidarios entre los que se encon­ traba el capitán D. D iego de Cáceres Ovando, que asistió a la batalla de Toro por lo que fué largamente recompensado por los reyes (2). Después de la mencionada batalla de Toro, mientras que D. Fernando reducía las villas (1) Códice de la Historia de Guadalupe por Fr. Die­ go de Ecija. En él se relatan estos hechos por un testigo presencial. (2) A. Floriano.— La Villa de Cáceres y la Reina Ca­ tólica. T. I. —

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que aún se mantenían por la Beltraneja en tierra de Zamora, la reina se dirigió a Guada­ lupe para vigilar Extremadura donde el Por­ tugués no cesaba de fomentar la guerra (1). L legó en Mayo al célebre Monasterio y de allí se dirige contra Trujillo, donde el alcaide del castillo que lo tenía por el marqués de Villena, se niega a abrirle las puertas, hasta que vino el mencionado marqués e hizo su entrega cumpliendo la promesa hecha a los reyes cuando le perdonaron. En los últimos días de Junio sale la reina para Cáceres a donde llega el día 30. A las afueras de la villa salieron a recibirla todos los que componían el C oncejo, los nobles y el pueblo en masa y al llegar a la Puerta Nue­ va (actual A rco de la Estrella) antes de pene­ trar en el recinto amurallado le fué tomado juramento por el bachiller Hernando de Mo­ gollón de que conservaría los Fueros, privi­ legios y libertades de Cáceres. Muchos días permaneció la soberana en nuestra población, y durante ellos, el 9 de Julio, dió las sabias ordenanzas que habían de regular la vida po­ lítica y administrativa de nuestro Ayuntam ien­ to, constituyó el concejo, sorteando los car­ g o s entre los linajes para evitar las competen(1)

Ballesteros. T. III. 662. —

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cias que daban lugar a numerosas contiendas (i), arregló el asunto de los bandos y parcia­ lidades y regló la manera de construir los pa­ lacios o casas fuertes para asegurarse de la obediencia de lo que habían sido guaridas de rebeldes y centros inexpugnables de motines y asonadas. El recuerdo que la estancia de la reina dejó en la villa fué imborrable; los documentos res­ piran el amor que supo captarse, no en frases rutinarias de protocolario respeto, sino de fue­ go verdadero de verdadero cariño. El 27 de Febrero de 1479, volvió a Cáceres la soberana acompañada por D. Fem ando quien con las mismas formalidades juró los Fueros, hospedándose en la casa de Alonso Golfín. En esta visita ambos soberanos aún hicieron más por el concejo, pues aseguraron la permanencia de su riqueza futura regla­ mentando las labranzas y pastos de la Zafra y de la Zafrilla, dando sabias disposiciones para la administración de los propios. Después ambos soberanos partieron con dirección a Alcántara. La atención que los Reyes Católicos mos­ traron a Cáceres se evidencia en la numerosa documentación que de ellos existe en sus (1)

A. Floriano.- Ob cit. Tomo I. —

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archivos. Reconstrucción de la muralla, adecentamiento de las calles, conducción de aguas a la villa por el encauzamiento de su ribera, reglamentación para la cobranza de impuestos, reclamaciones de los hombres bue­ nos pecheros para que los altos no abusasen de ellos, todo esto y mucho más fué tema de la preocupación de ambos soberanos que en frecuente correspondencia con su concejo e inspeccionando prudentemente su adminis­ tración, llegaron a estar al tanto hasta de las cosas más nimias y baladíes, sobre las que en sus cartas hacen acertadísimas advertencias y recom endaciones. En este reinado y sin protesta por parte de Cáceres según parece, se repitió el caso del anterior: La villa fué dada en señorío al prín­ cipe heredero (D. Juan) que rivalizó con sus padres en concederla mercedes. Por último apunta algún historiador (i) una visita más de D . Fernando en el año 1504, después de muerta la reina Católica y de paso para Salamanca. * * * Con el siglo X V acaba en nuestra villa el interés histór.co; Cáceres, durante el X V I se (1)

Hurtado. Ob. Cit. —

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limitó a vivir, a disfrutar, a prosperar con el dinero que llegaba de Am érica. Situada en la vía natural de las peregrina­ ciones a Guadalupe al medio de centros de gran actividad artística como lo eran Toledo, la misma Guadalupe, Trujillo y Plasencia, su nobleza aquietada, dedica sus actividades al saber o a la piedad. Se elevan los palacios y adornan las iglesias. Las casas de los belico­ sos señores abaten sus testas almenadas, y el arte labra sus sutilezas en la ruda cantería de las adustas portaladas. Fiel el concejo al Emperador durante las Guerras de ias Comunidades recibe el agrade­ cimiento de éste y ai final del siglo, recibió la visita de Felipe II que venía de regreso de Portugal y que a los dos días salió con di­ rección a Guadalupe. En el siglo XVII sólo un suceso cabe seña­ lar: Un bendito de Dios, Francisco de Paniagua nacido en Casas de Millán, eligió para su perfección espiritual en la vida eremítica los riscos que coronan la sierra de Mosca al orien­ te de ia villa. A ilí labró (antes de 1Ó19) apro­ vechando un socavón del peñasco, una pe­ queña cueva donde colocó una im ágen de la Virgen y ocupado en la piedad y en el traba­ jo , dejó pasar los días durante los cuales C á­ ceres se dió cuenta de su vida ejemplar, na-

ciendo una devoción tan arrolladora por la Bendita Imágen venerada por Paniagua, que acudían sin cesar los peregrinos, teniendo que ampliar la ermita en 1Ó2Ó. La V irgen re­ cibió la advocación de Nuestra Señora de la Montaña, y la institución sencilla de Paniagua es en nuestros días el hogar espiritual más grande del pueblo de Cáceres. En el siglo XVIII ¡nada! El establecimiento de la Real Audiencia en 1791 y algunos cacerenses ilustres en los consejos de la C o­ rona. A l comenzar el X IX sigue los impulsos na­ cionales alzándose contra el francés en curio­ so movimiento actualmente en estudio y después... ¡lo que en todas partes! ¡Constitu­ cionales y realistas! ¡Carlistas y liberales! ¡Re­ publicanos y reaccionarios! ¡Toda la pena con que España malgastó en e l siglo llamado de las luces, las energías que debió conservar para que, al alborear el X X no la sorprendiese inerme y carente de ener­ gías la transformación del mundo! Y así sigue la antigua villa; pero como toda España con una fé en el porvenir, fé justifica­ da porque el genio de la raza acaso pueda dorm ir, pero morir, jamás.

UNIVERSIDAD DE EXTREMADURA -

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DEPARTAM ENTO HISTORIA DEL DERECHO



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ADVERTENCIA

Aconsejamos a nuestros lec­ tores que sigan el itinerario de la presente GUÍA para vi­ sitar las bellezas HistóricoArtísticas de nuestra Ciudad pues estudiado como lo está con detenimiento, no solo los conducirá ante todos los monumentos de importancia, sino que además les evitará extraviarse en las intrinca­ das callejuelas de la parte alta, y el pasar para buscar un monumento dos o tres ve­ ces por un mismo lugar.-------

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T o r r e da B u fa c o Sobre la Plaza Mayor, avanzando hacia occidente desde la línea de las murallas, álza­ se esta gran torre, de planta casi cuadrada (10*83 por i o ‘ 2o). Se levanta su mole sobre un basamento de fuertes sillares típicamente romanos; el cuerpo de la edificación es de mampostería, visible solo en los costados pues el frente ha sufrido un revoco torpe y desmañado, que ha quitado por esta parte to­ do su carácter al monumento, y va reforzada en los ángulos con sillares formando llaves. Las almenas son cuadradas rematando en pi­ rámide-i y a ambos costados vuelan matacanes de escaso saliente con saeteras. (Lám. Illa ). El almenaje del frente está en la actualidad interrumpido por un templete en arco, hecho de ladrillos que cobija una estátua de Ceres o de la Abundancia, de tamaño mayor que el natural y que muestra a la diosa con la cabeza cubierta por un manto que, cayéndole por la — 63 —


espalda, pasa bajo el brazo izquierdo a ser recogido por la mano derecha con la que sos­ tiene el simbólico cuerno. Mélida cree a esta estatua varonil y supone que pueda represen­ tar el Genio de la Colonia Norba Caesarina. La estátua es de mármol y debió ser efigie para figurar en hornacina, pues solo está ta­ llada por la parte anterior teniendo solo por la posterior una sumaria modelación. Según Hurtado (i) esta estátua fué encon­ trada en los campos que riega el río Salor y se la emplazó en el Atrio del Corregidor (su­ bida al actual Mercadillo) donde ya la yió en el año 1550 el escritor Gaspar de Castro. En el año 1820 fué subida al lugar que hoy ocupa y que no es ciertamente el más apropósito para su contem plación. En el frente de la Torre, en la parte inferior y hacia la izquierda, destácase una tribuna cuadrada sobre cuatro robustos mensulones y en cuyo antepecho de piedra lleva un escudo dentro de guirnalda. A l fondo de esta tribuna se abre una hornacina. Todo ello parece ser obra del siglo XVI. Se supone por algunos historiadores que esta tribuna servía para las ceremonias de las proclamaciones de los soberanos. (1)

Hurtado. Loe. Cit. 107.

La historia de la torre que acabamos de describir, se relaciona con el asalto dado por los almohades mandados por A b ú Jacob el día 10 de Marzo 1173 y del que ya tratamos en la parte histórica. Defendían el baluarte cuarenta caballeros de los Fratres de Cáceres, con tanto valor y denuedo que A bú Jacob hu­ bo de ponerse al frente de las tropas para or­ ganizar el asalto. Los Fratres resistieron desesperadamente; pero tomadas ya otras partes de la villa y a causa de la superioridad numérica de los asal­ tantes, fueron arrollados y tomada la torre, A b ú Jacob degolló sin piedad a todos los de­ fensores. Del nombre del caudillo musulmán, Abú Jacob, se derivó el de Bujaco con que la torre era conocida. Este nombre no vive ya sino en la memoria de los eruditos, pues raro seria encontrar entre el elemento popular cacerense quien nos dijese cual era la Torre que lleva tal nombre. El pueblo hoy la llama la torre de la plaza o torre del reloj, por estar en ella co ­ locado el reloj de la ciudad.

Gapi!la de la P a z A l pié de esta torre y a la derecha, se en­ cuentra la Capilla de la Paz, con pórtico de — 65 —

/ a a E rtr, /O ^) I

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.\ tres arcos de medio panto sobre pilares, al cual se sube por una escalerilla. A l interior nos muestra una iglesia de tres naves y otros tantos tramos, iluminándose el central, cubierto por cúpula sobre pechinas, por medio de una linterna. Arcos, bóvedas, pechinas y altares están profusamente decora­ dos al gusto barroco sin nada notable que se­ ñalar. L a imágen de la V irgen allí venerada es asimismo de este arte y no exenta de cierta gracia. Los tres arcos del pórtico se cierran con una reja con pretensiones artísticas viéndose en su iabra el águila bicéfala y sobre una fran­ ja resalta la inscripción: Esta Capilla es de Nuestra Señora de la P a z, se hizo esta obra en 1756.

tado Arco) y cuya torre está hecha de sillares regulares, bien escuadrados, con torrecillas cilindricas matando los ángulos y unidos al cuerpo de la torre p o r mensulones ani­ llados. D is t in t a por su técnica constructiva de todas las demás torres de la muralla, creemos que su edificación debió llevarse a cabo al hacerse la que se llamó en el S iglo X V Puerta Nueva en fecha muy cercana a la de los R e­ yes Católicos. El ejemplar de no estar sumer­ gid o en medio de las casas que a su alrede­ dor y apoyando en ella se han construido, resultaría sin duda el más interesante de la arquitectura militar de nuestra ciudad.

T o rre de los Pulpitos

Abrese el A rco de la Estrella a la explana­ da citada; es amplio, espacioso, de arco re­ bajado y trazado en esviaje. Construido cui­ dadosamente y con algún recuerdo de lo antiguo, muestra al exterior una hilada de al­ menas, ornando el merlón central con el es­ cudo de Cáceres. A l interior marca su centro un templete neo-clásico donde se colocó la efigie, hecha en piedra de Salamanca, de Nuestra Señora de la Estrella.

A la derecha de la Capilla descrita y por una escalera de doble derrame (moderna) súbese a un rellano que se extiende ante el A rco de la Estrella. Desde dicho rellano m i­ rando hacia la derecha en alto, puede verse la torre llamada de los púlpitos, adosada a la muralla para formar el flanco diestro que de­ fendía la antigua Puerta Nueva (hoy el preci­

Rrco de la Estrella

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Mélida (i) afirma que este arco es admirado del vulgo y de ciertos escritores más de lo que merece y sin que nosotros neguemos que acaso no haya faltado quien acentúe por él su admiración de forma algo excesiva (per­ donable el exceso si fué juvenil o de amor a la patria chica) es indudable que la construc­ ción tiene una muy agradable perspectiva, es sobria de trazado, y al interior sobre todo no está exenta de cierta belleza y originalidad. (Lám. III. b.) Com o ya queda repetido vino este arco a substituir a la Puerta Nueva, ante la cual el 30 de Junio de 1477, la reina D .a Isabel, rodeada de su séquito y ante los caballeros escuderos, oficiales y hombres buenos de Cáceres, juró conservar y defender los Fueros, privilegios y libertades de la V illa (2). Dicha puerta no estaba ruinosa cuando se substituyó por el arco actual; per© como era el único acceso que tenían los carruajes por esta parte al recinto murado, siendo muy angosta, en el año 1726 se acordó substituirla y se en­ cargó al maestro D. Manuel de Churriguera de su construcción, la cual llevó a cabo a expen­ sas del conde de la Quinta de la Enj arada, co­ t í) (2)

Catálogo Mon. II. 10. A. Floriano Ob. Cit. II. 77. —

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mo se hizo constar en dos lápidas que montan sobre la clave del arco por la parte exterior. Recuerdo de la derruida Puerta Nueva pue­ de ser en el actual A rco de la Estrella, la linda palomilla-candelabro de hierro que se ve aún en la parte interior, al pié del templete y de la que pende un farol de construcción moderna. D icha palomilla es de traza gótica y muy bella por sus líneas de una gran sencillez.

El Hdarve Pocas ciudades pueden ofrecer una pers­ pectiva tan castizamente m edieval como la que ofrece nuestro Adarve contemplado desde el pie del A rco de la Estrella, mirando a la de­ recha por la empinada cuesta. L a vieja palmera de los jardines de la Casa de los M ayoralgo, sombrea un arco tendido para dar paso desde dicho palacio a la des­ crita Torre de los Pulpitos. A la derecha corre el paramento interior de la muralla con su gris manipostería en la parte inferior, sobremontada por el rojizo tapial. El muro rectilíneo avanza en la pendiente y se pierde en el ho­ rizonte a la altura de la puerta de Santa Ana, mientras que a la izquierda se destacan las tin­ tas severas de los viejos palacios. -

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Hacia la parte media del muro hay un rom­ pimiento en el que se ha practicado una esca­ lera para descender al Mercadillo, al A yun ta­ miento y a la Plaza Mayor, y desde este rom­ pimiento pueden verse a la derecha la Torre del H om o, hoy enlucida y a la izquierda, mi­ rando y a por dentro del A darve, la de la Hier­ ba, de tapial y bastante bien conservada. Entre estas dos torres se solía reunir el Con­ cejo de la V illa unas veces, otras en Santa María, como se verá más adelante, y allí se elevó la primera Casa Ayuntamiento de la que se conservan vestigios en las edificaciones que respaldan el Mercado actual.

blasones (de las familias Ovando y Mogollón) y su tambor aspillerado. En el muro occidental aún se ven vanos hoy cegados, que revelan obra del siglo XIV y reedificaciones del X V , a las que pertenece la fachada principal. El zaguán, conservaba aún hace pocos años su típico sabor. Fué esta casa solar del opulento linaje de los M ogollones, que más tarde habría de en­ troncar con los de los Ovando y Mayoralgo y se la llama de la Generala, porque en el si­ glo XVIII era su dueña D .a Josefa de Ovando, esposa del general D. Antonio de A rce y Eraso.

Palacio de la Generala Puerta de Santa Hna Frente al mencionado rompimiento de la muralla se extiende una amplia plaza limitada a la izquierda por los restos de lo que fué so­ lar principal de los Riveras y que hoy es un caserón reconstruido en el siglo pasado, y a la derecha, con la barbacana del llamado pa­ lacio de la Generala. Es este enorme palacio una de las más viejas mansiones de la nobleza cacereña. Su fachada principal, no obstante reformas y retoques que la afean, conserva su vetusto sabor, con su puerta de medio punto a gran dovelage, sus —

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Siguiendo la linea ascendente de la mura­ lla, al culminar la cuesta ábrese la puerta de Santa Ana. Puerta esta de los tiempos de la reconquista de la villa, se halla hoy adultera­ da por pegotes y revocos,. A l interior y sobre el arco se abre una hornacina que contiene un cuadro representan­ do a Santa A n a y la V irgen, hecho en menos que mediana pintura del siglo XVIII. A la derecha de esta puerta avanza una torre que se une a la muralla por otro arco que cae -

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fuera del recinto, formando este conjunto de edificaciones un extraño rincón que es lástima que haya perdido todo carácter por las obras posteriores, pues todo ello acusa gran anti­ güedad. La torre a que nos referimos era la defensa diestra de nuestra puerta. *

Citemos por último una linda reja (de las pocas que no hundió en Cáceres un inoportu­ no hukase municipal) que está a la izquierda de la puerta descrita.

Q asa de los ©vandoMogollón

Siguiendo el trayecto del A d arve por la de­ recha, conforme se entra por la puerta de Santa Ana, puede verse desde el mismo A d ar­ ve el coronamiento de la Torre del Postigo, y más allá la llamada Redonda y que en realidad es octógona, que es una torre de ángulo, que limita al NO. la línea de la muralla. La base cuadrada sobre la que se asienta, es de cons­ trucción romana y el resto, de tapial, árabe, muy bien construido. Tiene completo su almenaje formado jtor un merlón al centro de cada cara y otro por cada ángulo. (Lám. V). La calle continúa la línea de las murallas, desaparecidas o incluidas en las construccio­ nes modernas, y a su final se llega al hueco que otro tiempo ocupó la puerta de Mérida, hoy desaparecida. Por ella se sa¡e a la Pla­ zuela de Santa Clara, con la iglesia y convento de este nombre al fondo, (S. XVII) y desde d ich a plazuela puede verse la Torre Desmq?

Enfrontando con la salida de la Puerta de Santa A n a, hállase la casa Ovando-M ogollón, hoy del Conde de Adaneros, con gran porta­ da rematada en frontón muy abierto y jam bas ornamentadas con robustos sillares almohadi­ llados que figuran atravesados en su masa por columnas adosadas que, decorati vamente, se­ mejan sostener el frontón. (Lám. IV a). Tímbrase esta fachada con los escudos Ovando-M ogollón y en la pared de la iz­ quierda, que forma ángulo con la descrita, se ven los escudos de íos Ulloas. Esta parte, aunque hoy incluida en el palacio que descri­ bimos, perteneció a otro de esta familia. A gradable de vista esta plazoleta dá una sensación muy completa del siglo XVII, apesar de haberse afeado un tanto con el cocherón abierto en la pared de la izquierda.

D el Postigo a la Torre Desmochada

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— 1


chada, compañera de la llamada Redonda, y como ella de traza octógona y hecha de tapial, aunque peor conservada (Lám. IV b).

Gasa de los Pereros Retrocediendo otra vez hasta la puerta de Mérida y tomando de nuevo la línea de las murallas se llega frente a la casa de los Pereros, donde hoy está establecido el Hospicio de Niñas. La fachada es armoniosa, muy simétrica con gran portalada central y dos series de va­ nos campeando entre ellos el escudo de los Pereros. Esta no es la primitiva fachada, sino la que se encuentra en el Callejón de Perero, con su portada en arco de medio punto, ven­ tana y timbres heráldicos todo encerrado den­ tro de un alfiz. Pasando el zaguán, al que reformas poste­ riores han quitado todo su carácter, se entra en un lindísimo y reducido patio, cuadrado, de ocho arcos a dos por frente, que voltean sobre columnas coronadas por capiteles de jónica traza. (Lám. VI). Sobre las columnas de los frentes, y en ca­ da encuentro de dos arcos van los escudos de Pereros, Ovandos, Golfines y Figueroas. — i

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E n la p a r te superior corre una galería <I<• ordenación análoga y arcos escazanos, I>¡i ¡<» los cuales corre una balaustrada de piedra gra­ nítica. (Lám. VII). En la parte oriental del edificio se conser­ van trozos de un patio más antiguo en conso­ nancia con la portada del Callejón de Perero. Recientes investigaciones han documentado completamente todo lo que se refiere a la construcción de esta casa. En el año 1561, (1) Alonso de Perero, due­ ño de la casa, conviene con el cantero Pedro de Marquina, en que éste hará en la m encio­ nada casa vn corredor, e patio, e paredes, por­ tadas e pie-fas, e la demas obra que está pintada e debuxada en dos papeles firmados por las partes contratantes. L a obra habría de durar dos años y el precio de la misma se estipula en quatrozientos ducados que suman e valen ciento e cincuen­ ta m il maravedís. Para hacer la obra expresada, Marquina se compromete a deshacer los corredores exis­ tentes a la sazón, rehacer la escalera, y tras­ ladar la cantería del corredor viejo a la parte (1) El 22 de Septiembre, ante Antonio Gutiérrez, Arch. Prot.


de atrás de ia casa haciendo el corredor del jardín. En el siglo XVIII la casa sufrió otra obra en la que se cerró la puerta de la Calleja con una reja colocándole como antepecho un relieve con el escudo de la familia sostenido por án­ geles, y se hicieron unos finísimos esgrafiados en el patio. En la reforma hecha para adaptarlo a su fin actual, si bien toda la obra se hizo muy dis­ cretamente, han desaparecido ios esgrafiados (que debieron respetarse) y se abrió la puerta antigua, quitando el antepecho mencionado que se conserva por los corrales. Fué esta casa solar de la familia Pereiro, fundador de la Orden Militar de San Julián del Pereyro que después fué la Orden de Caba­ llería de Alcántara. El primero de esta familia que se estableció en Cáceres fué, según el Sr. Hurtado (i) San­ cho Fernández Perero, que vino a principio del siglo X V y sabemos que a fines de la mis­ ma centuria vivía en ella y en esta casa el ca­ pitán Juan de Perero. A mediados del X V I es el jefe de la familia A lonso de Perero, que hace 1a obra, y que (1)

651.

Ayuntamientos y Familias Cacerenses, pág. 648-

habiendo recaído la sucesión en una hembra casada con un señor de Ciudad Real, los P e­ reros desaparecieron de Cáceres y su solar, de mano en mano y de uso en uso: ha ido a parar a las de la Excm a. Diputación que lo ha convertido en Hospicio de niñas. El pueblo se olvidó del nombre de los an­ tiguos Pereiros y lo fué corrompiendo hasta llamar a su casa la Casa de los Perros, que es­ com o el vulgo la conoce.

6 a s a de las Veletas Por la calle de los Pereros y pasando ante la fachada primitiva de la casa que acabamos de describir, se llega a una plazuela en empi­ nadísima cuesta que nos muestra la parte pos­ terior del edificio o palacio de las Veletas. Hecho de mampostería en siglo XVIII, co­ ronado por una balaustrada con columnas de cerámica y pináculos sobre los que hubo un tiempo veletas de las que ya no queda ningu­ na, conserva en su interior un resto árabe de singular importancia, el A lg ib e, uno de los más notables monumentos de nuestra ciudad. Dicho A lgib e ocupa el centro de la casa debajo del patio (lám. VIII) y lo forman cinco naves, con bóvedas de medio cañón, separa­ das entre sí por cuatro series de cuatro arcos —

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de herradura, que voltean sobre columnas de granito. Mide de longitud 13,40 metros por 9,90 de ancho y su altura es de unos cinco metros. (Lám. IX). Se pensó en la probabilidad de que se tra­ tase de los baños del Alcázar; pero el Sr. Mélida ha rechazado la opinión fundándose en la disposición del monumento, en lo bajo de las columnas y en la carencia de ornato. Los do­ cumentos han venido a darle la razón (1). Volverem os sobre este asunto más ade­ lante.

6 a s a y Torre de la Cigüeña A l salir del A lg ib e, subiendo por la estrecha y empinada Callejuela, se llega a la plazuela de las Veletas. De ella se pasa a la plazuela de San Mateo, y aparece ante nosotros la Casa y Torre de la Cigüeña mansión histórica de los CáceresOvando. Aún no hace una decena de años se podía contemplar esta esbelta torre, con su mampos(1) Para ver el Algibe se penetra por una escalerilla que está en la rinconada que hace la pared del jardín con el cuerpo de la edificación. La llave la guardan en «1 mismo palacio, y amablemente la facilitan al turista.

tería patinada por los siglos, coronada por el almenaje volado sobre ménsulas. H oy rehecha casi por completo, rejuntada su manipostería, remozada en su totalidad y substituidas sus al­ menas por otras desproporcionadas y pesa­ das, ha perdido su carácter por com pleto. La reconstrucción ideal que se ha hecho en la parte que dá a la plazuela, del resto de la fa­ chada, no ha conseguido sino empeorar el efecto. L a fachada que dá frente al muro lateral de San Mateo es la única que ha conservado su antiguo carácter y en ella puede contemplarse una bella ventana gem ela con mainel de már­ mol, realmente digna de ser notada.

El Hlcázar Arabe No vamos a hablar de un monumento exis­ tente, sino a tratar de solucionar, o encauzar al menos, una cuestión crítica de importancia que ha traído desorientados a algunos trata­ distas y que, merced a investigaciones recien­ tes, puede ser plantada dentro de sus verda­ deros términos. T al es la cuestión del emplazamiento del A ntiguo A lcázar árabe, relacionada, y por ello la planteamos en este lugar, con los dos -

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edificios que acabamos de describir: La casa de las Veletas y la de la Cigüeña. Barrantes, Maestre, Sanguino, el anónimo autor de Cáceres en 1828, Diaz Pérez, Hurta­ do y Mélida, citando a todos éstos, sitúan el emplazamiento del viejo A lcázar en el lugar ocupado por la casa de las Veletas, seducidos por la lápida colocada en el patio por el re­ constructor Lorenzo de U lloa y más funda­ mentalmente por el dato del A lgib e. Solamente Hurtado adivina que debía ex­ tenderse por la plaza de las Veletas. Nosotros creemos algo más y es que el antiguo Alcázar, cogió desde San Mateo, a la casa de las Veletas, comunicándose incluso por pasadizos y reductos hasta el lienzo de muralla y torre (la llamada de los Pozos) que adarva la ribera frente a la Fuente del Concejo. Examinando documentos llegarem os a esta conclusión, sacando de camino otras conse­ cuencias históricas muy dignas de ser nota­ das. Digim os en la parte histórica, que, durante las luchas entre el Maestre y el Clavero, aquel, D. Gom e de Solís, siguiendo el partido del infante D. Alfonso, proclamado rey, vino a Cáceres venció a los partidarios de D. Enri­ que que acaudillaban las gentes del Clavero y destruyó el Alcázar.

XVII

Santa María. Pulpito gótico.


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Santa María. Retablo mayor.


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Scinta María. Retablo Mayor.”Evangelistas.


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Santa Mari ar Retablo Mayor. San AgustĂ­n.


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Santa MarĂ­a. Retablo Mayor. San Gregorio.


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Santa M ari 3. Retablo Mayor. Relieve de Santiago.


X X III \

SantamarĂ­a. Retablo Mayor. Relieve de"San Jorge.


X X IV

Santa María. Retablo Mayor. Relieve ^de la Concepción.


Premio de esta hazaña fué el que el jo ven presunto rey le concediera el palacio llamado de los reyes que a por linderos, dicen los do­ cumentos, de la vna parte el cimenterio de la iglesia de Sant Mateos, e de la otra parte la iglesia de la Madalena, e de las otras partes los dichos solares del Alcázar. La iglesia de la Magdalena estaba según autorizadas opiniones (i), hacia la parte S. O. de la actual casa de las Veletas y fué un pequeño templo construido en el siglo XIII y que en el X V desapareció, y si tenemos en cuenta que el deslinde que acabamos de transcribir se escribía en el año 1466, fecha en que San Mateo no existía tal cual hoy es, y su cementerio ocupaba todo el ábside de la iglesia actual, comprenderemos que el A lcá ­ zar debió ocupar desde este punto hasta la parte S. O. de la actual casa de las Veletas, encerrando dentro de sí ambas plazuelas y los edificios de la Torre de la Cigüeña, iglesia de San Pablo y Casa de las Veletas. Hay algo más: en una carta de D. Alfonso, el infante presunto rey, y con el título de tal, dada sin lugar ni día, en el mes de Marzo de 1466 (2) leemos que D . Gome de Solis hizo (1) (2)

Hurtado. Ob. Cit. 110. Arch. López Montenegro.


gracia e donación pura e perfecta e non revo­ cable a ... Diego de Cáceres, del palacio (debían ser sus ruinas) que se dice de los Reyes, que está situado en los solares del alcázar viejo, con lo que venimos en información de que el pa­ lacio de los reyes, fué una parte del antiguo A lcázar, y que estuvo situado en el lugar que actualmente ocupa la Torre de la Cigüeña, que fué la casa construida sobre dicho palacio por el capitán D iego de Cáceres. Este documento por sí solo bastaría para demostrar nuestra teoría respecto a la exten­ sión que tuvo el alcázar moro; pero queremos apurar la demostración aprovechando el co­ pioso material documental que poseemos. D iego de Cáceres, al adquirir el palacio lla­ mado de los R eyes, lo hizo, como acabamos d e indicarlo, con la idea de construir su casa y quizá con ello no obedeciese a iniciativa propia, sino a más elevadas sugestiones. Pero los tiempos habían cam biado: muerto el infante D . Alfonso, como Isabel se negara a recibir la corona mientras viviese su herma­ no Enrique IV, quedaba la cuestión dinás­ tica por lo menos aplazada y no había más rey que éste; y como quiera que D iego de C áce­ res tenía el mencionado palacio merced a una violencia cometida contra la corona, aunque é l no fuese el que la cometiera, acudió al rey

D . Enrique en súplica de que diera valor legal a su posesión, máxime cuando no se había contentado el capitán con el palacio, sino que además había tomado una buena parte del resto del Alcázar, y de las ruinas de éste, toda cuanta piedra necesitó para la edificación de su casa. El rey accede a la petición del capitán (i) y éste continúa su obra ya sin ninguna clase de temores Llegan los Reyes Católicos, se enteran de los disturbios habidos en la Villa y de como por cabsa de algunas torres que están en algu­ nas cassas principales... se han fecho grandes escándalos e mouimientos e ruidos e feridas e muertes de ornes, e inmediatamente mandan en carta dada en Madrigal a 12 Mayo de 1476 (2) que las justicias en el plazo de 30 días, hagan derribar todas las torres, por manera que queden y guales con las otras casas donde están fechas. Esta orden tan terminante tiene una excep­ ción dentro de la misma carta y es la de la casa del capitán D iego de Cáceres, acerca la cual dice el documento mencionado que le (1) Carta fechada en Madrid a 16 Julio 1473. Archivo López Montenegro. (2) Arch. López Montenegro. -

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dejen y consientan labrar su casa en la form a e manera quel quisiere, lo que explica que la Torre de la Cigüeña sea la única verdadera­ mente m edieval que se ha conservado intra­ muros, debiendo obrarse con cautela como lo aconseja Mélida en su Catálogo, cuando se trata de enjuiciar sobre las demás torres aún en pié y que se construyeron en Cáceres en el siglo XVI, con el recuerdo todavía vivo de las tradiciones medievales. La mencionada excepción tenía su razón de ser y ella se explica largamente en otros tra­ bajos nuestros (i). No fué y conviene que lo rectifiquemos, ya que caímos en el mismo error, por premiar los servicios prestados por el capitán en la batalla de Toro, sino para te­ ner en respeto a los otros nobles asegurando el poderío de un incondicionalm ente adicto. Con la construcción de la Casa de las V e ­ letas y por lo que se refiere al emplazamiento del Alcázar, ocurrió en principio algo análogo a lo acaecido con la Casa de la Cigüeña. El rey D. Enrique concedió a D iego Góm ez de Torres los solares y algibes del Alcázar viejo, esto es, la mitad oriental de este A lcázar cuya otra mitad era la concedida al capitán Diego (1) A. Floriano.— La Villa de Cáceres y la Reina Católica.

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de Cáceres, donación que le fué confirmada por los Reyes Católicos, en carta dada en Tordesillas a 30 de Junio de 1476 (1). Com enzó D iego Góm ez de Torres la edifi­ cación y Gonzalo Espadero, que se creía tam­ bién con derecho, ignoramos por qué, a los terrenos del Alcázar, le pone pleito que fallan lo s reyes en su ejecutoria de Sevilla, a 23 de Septiembre de 1477 (2) a favor del primero, especificando el suelo que al de Torres perte­ necía que era el ladrillado e los aljibes del dicho Alcágar fasta dar en la madalena, e fasta casa de caruajal, e del otro cabo fasta dar en el mu­ ro, límite este último que nos induce a creer que se extendiese hasta la muralla por su par­ te oriental. Dos restricciones se ponen a la obra co ­ menzada ya por Góm ez de Torres que son: la de que no construya en ella nada con aspecto de fortaleza, defensa o casa fuerte, y la servi­ dumbre del agua de los algibes que podrían ser utilizados por el común de los vecinos, v a ­ liéndose de la puerta que nuevamente ha sido practicada para dar acceso exterior al monu­ mento.

(1)

Arch. López Montenegro.

(2)

Ibid.


Más adelante Juan de Saavedra el Navarro, pone también pleito a D iego Góm ez de T o ­ rres, que igualmente fallan los reyes a favor de éste, quien termina la construcción de su casa, la cual, en reformas y reconstrucciones posteriores ha llegado a nuestros días en la forma en que la contemplamos En resúmen: el antiguo Alcázar o fortaleza de la Villa, probablemente una ciudadela o castillo, fué destruido no sabemos cuando, aunque hay quien afirma que fué cuando don Pedro I lo arrancó violentamente a los G iles, con lo q u e Hurtado no parece conforme. Sobre una parte del solar o ruinas de dicho castillo, que se extendía por toda la plazuela de San Mateo (en la parte de San Pablo) casa de la Cigüeña, plaza y casa de las Veletas, continuando sus reductos hasta el muro orien­ tal, se construyó un palacio para el alojamien­ to de los reyes. Este palacio fué derruido por D. Gom e de Solís y concedido por éste al ca­ pitán D iego de Cáceres en tiempos de Enrique IV; entre dicho capitán y D iego Góm ez de Torres se reparten el solar del Alcázar viejo, tocando a aquel la parte del palacio y a éste la de los algibes quienes elevaron sobre ellas sus respectivas casas que son las de la C igü e­ ña y la de las Veletas.

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Igle sia d e S a n M a te o

Es una de las cuatro parroquiales y se ign o­ ra la fecha de su fundación. Se ha dicho que fué elevada en el lugar ocupado por la mez­ quita, lo que es verosím il si se supone que fuese la mezquita del Alcázar; pero ello no pasa de ser una hipótesis sin base sólida para más rotunda afirmación. Sabemos que en la primera mitad del siglo X IV ya existía la iglesia, pues la vem os citada en documentos de 1345, y que debía ser mu­ cho más pequeña de lo que ahora es, lo demuestran las precedentes observaciones rela­ tivas al Alcázar. A l finalizar el siglo X V se hace un plan g e ­ neral de reformas, y ya en el X V I se encarga de su realización un maestro Ezquerra que le­ vanta la cabecera extendiéndola por lo que era el antiguo cementerio parroquial, y eterni­ zadas las obras por sucesivas paralizaciones, se llega al final del siglo sin haberse volteado las bóvedas, aunque teniendo ya tendidos los arcos y nervaduras. Rápidamente se. hicieron las plementarias de ladrillo y el basamento de la torre, que no pudo ser terminada hasta fines del siglo XVIII.


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Resta en esta iglesia de notable la puerta principal, de arco rebajado, labrada la archivolta con casetones en los que destacan que­ rubines. Dos columnas que flanquean el arco naciendo sobre elevado plinto, se coronan con capitel compuesto y van anilladas hacia su mitad, para marcar el nacimiento de las estrías que labran su parte superior. (Lám. X). Sostienen estas columnas un entablamento limitado por ménsulas de doble espiral, muy salientes, y entre las dos cornisas vá un friso de m otivo vegetal exornando las figuras de dos niños que sostienen un medallón con el busto de San Mateo. En las enjutas resaltan sendos medallones con los bustos de San Pedro y San Pablo y remata la com posición con dos figuras de ni­ ños a la manera de candelabro-;. La portada que acabamos de describir es sin duda alguna obra de Gullen Ferrant, el imaginero sevillano que labró el retablo de Santa María como veremos más adelante, pues consta que la iglesia le pidió en 1547 una traza para su puerta principal y aunque no sabemos por los documentos si la hizo, es cosa que tarde o temprano nos lo revelará la docu­ mentación pues por su arte es inconfundible. A l interior, esta iglesia, muy reformada por obra reciente, guarda pocas cosas que admi­ — 88 —

rar, aparte su amplia nave; citaremos sin em­ bargo los sepulcros de Rodrigo de Ovando, D iego de O vando, los Saavedras y la laude de Sancho de Sande. De ajuar eclesiástico son dignos de men­ ción: Un cáliz del siglo X IV según la atribu­ ción de Mélida (1) dos del siglo X VI, de los cuales uno se atribuye al platero Juan de Pedraza (2). Muy notable es también la cruz pro­ cesional, de plata repujada y labor magnifica dei siglo X VI. Las demás jo yas pertenecen al XVIII y XIX.

Gasa de Sancho S á n ­ chez de Oiloa La plazuela de San Mateo en su parte occi­ dental, hacia el comienzo de la calle A ncha (que casi afronta con la puerta principal de la iglesia) hace una rinconada rectangular, a cu­ yo fondo se ve una lindísima fachada, toda ella de cantería bien labrada, puerta en arco d e medio punto, ventana cuadrada festoneada por un denticulado gótico en su parte supe­ rior y escudos de la fam ili/ U lloa. Toda la (1) Nútn. 629 del catálogo. (2) Ibid. N.a 630. — Berjano. Rev. Extr. Tomo IX 81, 82. -

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com posición se encierra en un alfiz y remata por dos gárgolas. Fué ésta la primitiva morada de los Ulloas, y en ella habitó Sancho Sánchez de Ulloa, comendador de Castilnovo, el primero de esta estirpe que asentó en Cáceres, y es uno de los más bellos ejemplares de nuestra arquitec­ tura civil. De esta casa solo resta la fachada descrita.

La Galle H neha La cuesta que desciende desde San Mateo a la Puerta de Mérida debió ser un día la vía principal del viejo Cáceres. Aún hoy conserva recuerdos de su grandeza pasada, y aunque éstos repiten los motivos constructivos de otros palacios descritos, como son las grandes portadas adoveíadas, las ventanas gem elas y los timbres heráldicos encerrados dentro de alfiz, que al parecer faeron los temas favoritos de la arquitectura señorial de la antigua villa, guiaremos a nuestros lectores ante los edifi­ cios más dignos de mención, enclavados en la calle citada. Estos son los siguientes: La casa de Ulloa, que hace el número I de la calle mencionada, con escudos esquinados, gran portada y patio no exento de un cierto interés. La de Paredes —

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Saavedra, contigua a la anterior y también de análoga traza en su portada, en la que pueden verse restos de ventanas gem elas, así com o también los interesantes timbres heráldicos de esta familia, revelando este conjunto un arte más antiguo que la anterior. Por último, las llamadas Casas del Comendador, también de la familia Ulloa, marqueses de Torreorgaz, con la portada rehecha en el siglo XVIII, y conservando de lo antiguo la Torre, bastante esbelta y airosa, con grandes caracteres del siglo X V l, incluso en su abalaustrado remate.

Gasa del Sol Remontando la cuesta de la plazuela y lle­ gando a la bocacalle que se abre junto al muro del E vangelio de la iglesia de San Mateo, en­ frente, destaca la casa de los Solís, llamada del Sol, por el que aparece en su timbre he­ ráldico. . La torre, en la que está la fachada, es nota­ ble por su gran puerta adovelada, timbrada sobre la clave con el aludido escudo, bajo y el­ mo de frente, con lambrequines. Encuadra esta parte en un alfiz y se defien­ de con un matacán semicilíndrico, sobre tres ménsulas y con aspilleras en cruz. —

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El aspecto guerrero de esta casa, hace de­ cir al Sr. Mélida (i) que «la conocida y harto citada disposición de la Reina Católica de que fueran desmochadas las fortificaciones, etc., le parece un prejuicio que hay que huir para ju z­ gar de monumentos construidos conforme a las tradiciones m edievales en el siglo XVI». Ello es bien cierto. Sin embargo la casa de referencia es evidentemente una de las torres demolidas en virtud de la disposición, y si actualmente se muestra saliente sobre el teja­ do, es a causa de que la edificación actual es mucho más baja que la primitiva. Otro tanto ocurre con otras torres como se hará observar más adelante. En el siglo X V I la casa sufrió una reforma de importancia que conviene señalar. El 15 de Febrero de 1549, Pedro Góm ez, cantero, con­ cierta con Francisco de Solís hacer en la casa una escalera, una puerta para la misma de muy buena cantería e muy bien labrada que sea de la mejor que oviere en la Qafrilla, porque la dicha puerta es la vista de toda la casa y será bien empleado lo que en ella se gastare. (2)

(1) Catál. II. 57. (2) Arch. Prot. Ante Cristóbal de Cabrera- 12 Febre­ ro 1549.

D ice el Sr. Hurtado (1) que los primeros Solises que vinieron a Cáceres tuvieron su casa en el A d arve, y que después edificaron la actual sobre el solar de los Pantojas, reedi­ ficando la casa en 1550, un Gutierre de Solís Ovando (?).

T o rre de lo s P l a t a s Desde la puerta de la Casa del S ol puede contemplarse el más bello rincón de cuantos Cáceres encierra. A ún afeado por el absurdo remozamiento de la Casa del A g u ila (Sande) que está a la derecha y por la tapia que cierra el corral del Conde de Adaneros, impidién­ donos gozar la vista total de la Torre de los Platas, conserva aún la procer ranciedad de su noble estirpe, formando con el ábside de San Mateo y la casa del Sol, un inimitable fondo para destacar seculares evocaciones. L a citada torre de los Platas, es sin duda el mejor ejemplar de las de su tipo. En el ángulo de la edificación, con linda ventana gemela de herradura, con fino parteluz m oldurado, matacán esquinado sobre mensulones muy salientes y robustos, únese por su pared occi­ dental al cuerpo de la edificación, cubierta por (1) Ob. Cit. 116.

.JINjVERSlDAD DE EXTREMADURA

D EP A R T A M EN T O HISTORIA P E I ÍE R É C H O


tejado que descansa sobre canes de acentua­ dísimo sabor románico, y bajo los cuales se abre otra ventana del mismo tipo que la de la torre.

Gasa Mudejar Tom ando por la calleja que indica la tapia que corre ante la torre de los Plata, llégase frente a la casa Mudéjar, bello ejemplar de ar­ quitectura toledana y que se va defendiendo como buenamente puede de los continuos ataques del tiempo y de los hombres (Lám. XI) Su parte inferior es de mampostería, hoy rejuntada, en la que se han abierto dos puer­ tas cuadradas y dos mezquinas ventanas que afean esta zona. Corre sobre ella una serie de ménsulas for­ madas por ladrillos puestos de canto, vertical­ mente y escotados, que simulan sostener la parte de ladrillo, y que están separadas unas de otras unos diez o doce centímetros, espa­ cio en el cual va colocado un ladrillo de plano o de bofetón. A partir de estas ménsulas, la fachada hace un saliente. De derecha a izquierda corre una franja, li­ mitada por dos líneas de esquinillas o ladrillos formando ángulos entrantes y dentro de la franja hay una serie de ventanitas pequeñas —

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de un solo arco y de las que ya no restan sino cuatro. A la derecha de la construcción está la ventana de arcos gem elos, con columna de cantería (hoy blanqueada), sus arcos de he­ rradura tienen el trasdós calado, están enjarja d o s y su despiezo es radial. Sobre la ventana vá un ancho alfiz y más arriba una serie de ladrillos en zig zag que no calan en la actualidad pero que debieron ha­ cer el efecto de celosías. Este monumento pertenece como decimos al arte mudéjar toledano y se atribuye su construcción dentro del siglo XIV.

Gasa de los Espaderos Bajando por la cuesta de Aldana, (a la d e­ recha y a continuación de la fachada descrita) tras la angostura de la esquina que desem bo­ ca en una plazuelita con barbacana, y en la cual (muro S) aún pueden admirarse los escudos de alabastro de los Aldanas (que dan nombre a la calle) una hermosa ^eja y los res­ tos de otra ventana gem ela, h oy tapiada, tó­ mase por una empinada pendiente a la dere­ cha de la cual está la casa denominada de Espaderos-Pizarro, porque las armas de estos linajes aparecen en el escudo que la adorna. —

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Su gran puerta adovelada tiene moldurado el intradós y encima de ella, dentro de un re­ cuadro dos leones tenantes sostienen un es­ cudo con las armas mencionadas. Bajo el león de la izquierda, consigue leerse: D L O P E LEON I que acaso sea firma del artista que esculpiera el escudo. Sobre éste se abre una ventana en arco canopial y encima corre moldurada com isa con tres salientes gárgolas. Esto es lo que, juntam ente con el escudo de ángulo, queda de la antigua fachada, que en reciente reforma ha perdido el angrelado an­ tepecho de la ventana de la derecha. E l patio es también m uy interesante con sus dos arcos escazanos sobre columnas con capi­ teles y basas facetadas y a la derecha arranca la fachada de dos tramos y en cuya baranda, al arranque de la misma, va esculpido un mo­ no sujeto por una cadena, mientras un enca­ puchado asoma por una ventana abierta ante el simio. L a com posición, verdadero prodigio de m ovimiento y de realismo, por su gracia y picardía recuerda las tallas corales de Rodrigo Alem án. — 96 —

Iglesia y Convento de la Compañía V olviendo a la derecha de la casa Espaderos-Pizarro, y siguiendo toda la callejuela adelante, se llega a este edificio. La iglesia pertenece hoy a los P P . de la Preciosa San­ gre que tienen su residencia en la Casa del Sol y el convento está destinado a Instituto de segunda enseñanza; estando instalados en el mismo edificio el Museo y la Biblioteca Provincial. Las fachadas de la iglesia y del convento, forman un ángulo abierto sobre un atrio espa­ cioso. La portada de la iglesia es de arco entre dos pares de columnas, hornacina sobre el cornisamento y escudo, flanqueados ambos por otras dos columnas que sostienen un fron­ tón partido sobre el que se abre una ventana. La del convento es de análoga ordenación y todo ello ofrece un conjunto bastante agra­ dable dentro de su arte. A l interior no hallamos digno de mención sino un gran cuadro colocado en el altar ma­ yor representando un milagro de San Fran­ co Xavier, (titular de la iglesia) y que lleva la firma Paitlus Manhei, fa cit Near.


G asa de los Becerra Desde el mismo atrio de la iglesia y con­ vento de la Compañía se pueden ver los res­ tos de la casa solar de los Becerra, com enda­ dores que fueron de las Ordenes militares. Es del tipo de fortaleza, con puerta adovelada, ventana sobre ella, escudos a derecha e iz­ quierda y alñz recuadrando el conjunto. A la izquierda se ven los restos de una torre de ángulo. A l fin de la cuesta ábrese la plaza de los Golfines, limitada al saliente por la fachada del

Palacio de los Golfines Hermoso ejemplar de primores platerescos bordados sobre un telar de trasunto m edieval. Su extructura torreada, guerrera, sigue la tra­ dición de la casa-fuerte cacerense; pero se separa de ella por los primores decorativos, en los que luchan tratando de superarse en delicadeza, el gusto gótico y el del Renaci­ miento. (Lám. VIII). A la derecha álzase una torre de ángulo co ­ mo las enumeradas anteriormente, con sus

matacanes en dos de sus caras contiguas y de los que ya no restan sino las robustas ménsu­ las que los sostuvieron. A l centro de la facha­ da avanza otra torre que como lo hace obser­ var Lampérez (i) no parece sino pretexto para componer un bellísimo elemento arquitectó­ nico. Esta torre divide a la fachada en dos mitades de las cuales la de la derecha es la más importante. En ella ábrese la puerta, ado­ velada, en arco de medio punto y con el in­ tradós moldurado con un baquetón semicilíndrico. U n a v e n t a n a , h o y amplificada, sobremonta el arco, y más arribase abre otra, gem ela, con mainel de mármol y arcos trilo­ bulados en cuya unión y sobre el capitel del parteluz, resalta el escudo de los Reyes Cató­ licos coronado y rematado por una cruz. Bajo esta ventana dos angelitos esculpidos, con gracioso movimiento, sostienen el escudo de los Golfines (lises y castillos cuartelados) y debajo, dentro de una corona de flores ■el emblema: FER DE FER al que no han conseguido aún los investiga­ dores dar una interpretación satisfactoria. (1)

Arquitec.Civ. I. 510. -

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Sobre los hombos del arco de la puerta, a derecha e izquierda, van sendos escudos el de Golfín a la izquierda y el león de los A lvarez a la derecha. Puertas, ventanas y escudos, se cobijan por artístico alfiz escalonado y de finísima talla, que corona con arco trilobulado y exor­ nado con corchetes rampantes. En el frente de la torre central obsérvase una total lisura en los dos tercios inferiores, en el superior, separado de éstos por saliente com isa, campea el mencionado escudo de los Golfines timbrado con casco de frente cresta­ do por una mano empuñando una espada y cuyos lambrequines se desarrollan a diestro y siniestro en roleos vegetales de armónica tra­ za y doble espiral. En las esquinas, y de medallones, emergen dos bustos decorativos y bajo el escudo va una bella cartela con la inscripción: E ST A ES L A C A S A DE L O S G O LFIN ES La composición en su totalidad remata por elegante crestería de labor calada compuesta de alados grifos afrontados entre flameros y separados por florones.

El aspecto sugestivo del conjunto, hacen de esta casa el más bello ejemplar arquitectónico de Cáceres y uno de los más característicos de España. Los Golfines asentaron en Cáceres en e l siglo XIII tras haber corrido su estirpe una azarosa vida de bandidaje y aventuras que justifican su apellido, (i) Llegaron a ser en la antigua V illa cabezas de su nobleza, y su casa fué el alojamiento obligado de reyes y magna­ tes, como la más suntuosa morada de la po­ blación.

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(1) La fama de altivos y orgullosos que tuvieron los señores de este linaje, ha corrido de boca en boca por toda Extremadura. A ello contribuyó no poco la leyenda aventurera de los viejos Golfines que en andanzas de todo género se hicieron notar por los campos de la villa, e incluso la ostentación que de su apellido hicieron en toda ocasión. En todos los autores antiguos habíamos hallado la referencia a una lápida colocada en su sepulcro, en la que llevando la jactancia hasta más alia de la muerte, habían escrito el siguiente reto escatoiógico: A Q U I ESPERAN LOS GOLFINES EL D IA DEL JUICIO Decían los autores que esta jactancia habia sido echa­ da por tierra al derruirse el antiguo convento de Jesús (en el año 1860) en que sepulcro y lápida desaparecieron

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Iglesia de Santa María Inmediata a la plazuela de los Golfines, está la de Santa María, otro de los conjuntos cacerenses de gran visualidad y de aspecto no­ ble y sugestivo. Dos palacios aparecen ante la vista del v i­ sitante al pasar de una a otra plazuela y que son el de Mayoralgo y el Episcopal; avanzan­ do más y junto a éste, formando el límite Norte de la plazuela se ve el palacio O vando que con su torre aún saliente, pero truncada, cubre toda esta parte de la plazuela. A espal­ das del observador, queda la iglesia de Santa María, que es la que vamos a estudiar con algún detenimiento por las múltiples bellezas que encierra.

y la crítica moderna llegó a sentir un cierto excepticismo acerca de su existencia. Esta no puede ser más real, sin embargo. En recien­ tes estudios realizados por ei que esto escribe y en los corrales de la casa de los Golfines, entre otros timbres heráldicos allí amontonados y acaso con las piedras que pertenecieron al sepulcro de los altivos señores, encon­ tró la lápida de referencia que rogó que fuese recogida por los administradores de la casa.

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La iglesia de Santa María fué el primer tem­ plo intramuros de la villa elevado a raiz de la reconquista de ésta. Tal vez por ello, como lo supone el doctísimo Hurtado (i) hubo de sostener la jerarquía de templo principal o iglesia maj^or, haciéndose por otra parte el punto de convergencia de las vidas civil y religiosa de la población naciente desde los primeros días de la vigencia de su Fuero. A la sombra de sus muros, bajo sus ventanas, o quizá bajo su puerta (2) probablemente res­ guardados de las inclem encias del tiempo por el viejo tejaroz o acaso por un porche, reu­ níanse sus oficiales y su campana fué durante mucho tiempo (hasta días conocidos por nos­ otros) la voz pregonera que llamaba al común (1) P. Hurtado. Ayuntamiento y familias cacerenses pg. 176 nota. (2) Bajo la finiestra de Sancla María, dicen los do­ cumentos, por lo que comunmente se supone que los Concejos tenían lugar al pié de alguna de las ventanas del templo. Nosotros apuntamos la propabilidad de que se quiera expresar con la palabra ñnestra o finiestra, no ventana sino puerta, cosa que no solo no extrañaría en el latín medieval, sino que ya tiene sus antecedentes en lo clásico. Por otra parte la frase del Fuero: et si un

aldeano en la uilla parare fiel otro día uayan ambos a la finiestra de sancta María... no parece indicar otra cosa. Esto aparte lo corriente que es en la Edad Media el celebrar los Consejos en los pórticos de las Iglesias.


de los vecinos para la celebración de los con­ cejos. No creemos que esta primitiva iglesia, en líneas generales fuese muy distinta del templo actual, teniendo datos suficientes para afirmar desde luego, que no era mucho menor en amplitud. Sin embargo nuestro templo mues­ tra un aspecto tal, que sin vacilación ha sido incluido por muchos arqueólogos entre los fines del siglo X V y primera mitad del si­ g lo XVI. Expliquemos en un análisis de elementos significativos esta aparente contradicción cro­ nológica. Admitamos para su construcción, desde luego y sin vacilaciones, la fecha de los años inmediatos a la reconquista de la villa, y para dar a esta fecha suficiente elasticidad concre­ témosla dentro del segundo cuarto del siglo XIII. Y la admitimos, no por que el hecho de ser ya citada por el Fuero nos parezca conclu­ yente (i) sino por la existencia de otros datos que lo son y lo bastante, para marcar los jalones de u n a segura atribución cronoló­ gica. (1) N o lo consideramos fehaciente en absoluto, por­ que si bien es verdad que el Fuero lo dá Alfonso IX y dos años después lo confirma Fernando III, desconoce—

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En la fecha supuesta, ya triunfaba el estilo gótico sobre el románico, por lo que no es de ■extrañar que la Iglesia se concibiera con resa­ bios del antiguo modo constructivo, y se •construyera con las formas del nuevo, máxime en días como aquellos en los que la tierra, re­ cién conquistada no habría de ser excesiva­ mente pródiga en modelos de uno y otro que imitar. A sí se nota en muchas partes de su esmos su forma primitiva y de que sufrió transformaciones estamos bien seguro y en su día habrá de demostrarse documentalmente. Además si Santa María existía y lo afirmamos tan solo porque lo afirma el Fuero, habría que pensar que se la construyó en el corto espacio de un año, que media entre la fecha de la reconquista y la con­ cesión del Fuero (no de la carta de población que es co­ sa distinta) y la reconquista tiene lugar en Abril de 1229, y el Fuero se dió en el 1230 y no después, porque en ese año muere el monarca que lo concedió y expresa cla­ ramente haber sido por él hecha su concesión; como se ve ello resulta poco probable. Si existió otra Santa Ma­ ría anterior, elevada entre 1169 y 1173, fecha en que es­ tuvo Cáceres por segunda vez en poder de cristianos, ello no hace a nuestro propósito encaminado a demostrar que la Iglesia actual, en sus lineas generales, arranca de los veinticinco años siguientes a la reconquista de la villa. La hipótesis, apuntada por el señor Hurtado nos parece probable; lo que ya nos parece menos probable es que Yusuf- Abú Jacob la dejara en pie tras el violento asalto de 10 de Marzo de 1178. A este respecto de haber existido tal iglesia, solo podemos decir que no ha dejado resto alguno visible en la construcción actual.

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tructura y de su decoración la lucha entre am­ bas maneras de la que terminan por salir triunfante las nuevas tendencias; pero siempre dejando por todas partes ese sabor románico que tanto hubo de chocar a Lampérez (i) tan patente en los pilares esquinados de la cabe­ cera, alterados en los últimos tramos y en los tejaroces existentes sobre las puertas al modo tradicional románico con sus séries canes co­ rridos y decorados de manera que no dejan lugar a la menor duda sobre su filiación y que una crítica no excesivam ente contentadiza en­ contraría en ellos apoyo suficiente para in­ cluirlos en de la primera mitad del siglo XIIl. Estos datos se refieren, topográficamente a detalles esparcidos por el interior y sobre las dos fachadas en la actualidad practicables pero hay algo más y desde luego de un m ayor valor documental: En la pared oriental, exis­ te una puerta, hoy tapiada, que se abría a un claustro (Lám. X V a) (el actual jardín) en cu yo paramento exterior, bajo arcosolios se hallan dos sepulcros con lápidas de alabastro fecha­ das en la Era de 1354— 1316 J. C. En la primera de estas lápidas se dice que yace Domnus Iohannes, cutn axore prima, fi(1) Lampérez.— Arquitectura Cristiana Española ?< II. pág. 291. —

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liis et nepotibus ex secunda y en la segunda está escrito que está enterrado Michael Iohannis, cum progenie sua, filiis et fiiliabus, nepoti­ bus, pronepotibus, uxoribus, generibus... Son estos enterramientos, según el señor Hartado, de Juan de Figueroa, padre e hijo indudable­ mente (i) ocupando el primero de los sepul­ cros el padre, con su primera esposa y los hi­ jo s y nietos habidos como consecuencia de su segundo matrimonio, y ocupa el otro enterra­ miento Miguel Juan, hijo del primer matrimo­ nio, con todos sus descendientes hasta Iosbiznietos. Es natural que las lápidas se fechasen al ser enterrado el último de los descendientes de los respectivos grados que se citan, y dada una sucesión tan larga, bien se puede colocar la muerte de Juan y aún la de Miguel, dentro del segundo cuarto del siglo XIII, si en 1316 se enterraban los biznietos de éste y los tata­ ranietos de aquél. Y aún sin estos datos, la extructura misma de los arcos que cobijan las sepulturas, con (1) P. Hurtado. Ob. cit. pg. 342. Afirma el señor Hur­ tado no haberle sido dado descifrar el parentesco entre ambos. Creemos seguro que se trata de padre e hijo, pues las expresiones Juan y Miguel de Juan, dentro de una misma familia, no pueden indicar otra cosa y ello es frecuente en lápidas y documentos de la Edad Media.


baquetones sem icilíndricos muy característi­ cos en su intradós, con su típica abertura, con e l detalle decorativo geom étrico que ocupa una de sus albanegas, todo en fin, viene a corroborar la atribución cronológica del muro •oriental de la Iglesia, dentro de los cinco pri­ meros lustros de la vigencia del Fuero. Las puertas actuales no se distancian mucho de tal tiempo, si bien cabe reconocerles algo más de modernidad. Es posible pensar que vinieran a substituir en el muro a las antiguas portadas de abolengo aún más románico, co ­ mo es el que corresponde a los canes de sus tejaroces y a cuyo recuerdo quizá se deba el trazado de las ventanas de las naves. Una de estas puertas, la principal, (Lám. X IV a), de gran arco abocinado, moldurada con baqueto­ nes, amplio tímpano, liso actualmente y mai­ nel interrumpido al centro por historiada con­ sola (bichas tenantes d el escudo ¡también! de los Figueroas), parece pensada para un m ayor empeño. L a de los pies y la del claustro, pa­ recen gem elas por el estilo, aunque varíen en los detalles, faltando en esta última el tejaroz sobre canes tan acentuado en aquella y en la portada principal. Es detalle constructivo digno de ser notado > e l que las puertas no se abren en los muros generales del cuerpo, sino en otros que avan­

zan sobre ellos a la manera de las puertas que se abren en los extremos de las naves de los cruceros En resúmen, creemos que ai final del sig lo XIII, todo el cuerpo inferior de la Iglesia es­ taba hecho, que sin duda alguna, en la parte de la cabecera, el templo se cerraba con tres ábsides quizá redondos y que acaso por esta parte no se extendieran tanto como los actua­ les; y que por falta de recursos o por otras causas, fué provisionalm ente cubierta, acaso de madera, con artesones transversales a uno por tramo, pues parecen acusarse al exterior sus viejos apoyos, pero con la idea siempre de voltear la bóveda tan pronto com o se pre­ sentase una ocasión oportuna. (Lám. X IV b). Y ésta llegó por fin. A l mediar el siglo X V comienza la obra de ampliación de la cabece­ ra, se abren las capillas absidales, se forma el semi-polígono del testero y haciendo el ocha­ vado de esta parte en las naves laterales por medio de trompas, solución bien característi­ ca, a juicio del Sr. Lampérez, de la época en que la obra del techado hubo de tener lugar. (Lám. X V b). Quedó pues nuestro monumento en los co ­ mienzos del siglo X VI como Iglesia de planta restangular terminando en la cabecera por un semi-polígono y dos capillas absidales. Está —

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d ividida en tres naves separadas por pilares en haz que reciben arcos longitudinales apunta­ dos, y consta de seis tramos con los formeros de medio punto y bóveda de crucerías que multiplican sus nervios en los ábsides incurvándose a veces para formar puntas canopiales. A l mediar el siglo X V I se hace una gran reforma a la Iglesia derribando la escalera y e l coro viejo, reconstruyéndolas de nuevo, haciendo una escalera de caracol y por último la torre. (Lám. XIV b). Las trazas para esta obra las hicieron (1554) los canteros Pedro de Ibarra y Pedro Góm ez, y acudieron al concurso a más de éstos, P e­ dro de Marquina y Sancho Ortiz rematándose en este último por el precio de 400.000 ma­ ravedíes. Después Sancho Ortiz en el 13 de Junio de 1554, traspasó a Marquina la mitad de la obra. Quedó ésta concluida en 1557 y en el 1558 Marquina y Pedro Góm ez, elevan la torre. Encierra esta iglesia, digna de mención las siguientes obras de arte: Las pilas de agua bendita en los dos pilares del tramo en que se abre la puerta principal, la de la izquierda parece vaciada en un capitel románico y la de la derecha es de un arte — lio —

g ó tico de transición. Am bas son de alabas­ tro . E l sepulcro del D r. Ribera, a los pies de la nave de la Epístola hecho en 1538 por el en­ tallador portugués Etor Hernández. La portada de la Sacristía delicada obra del Renacimiento, hecha en el 1527 por el enta­ llador Alonso de Torralba que la esculpió y asentó por el precio de 50.000 maravedíes. (Lám. XVI). E l Santísimo Cristo, que se venera en la capilla del ábside al lado de la Epístola; efigie impresionante, retorcida y desproporcionada representando al Señor muerto y pendiente de la Cruz trágicamente incurvado a la iz­ quierda, de ruda labor y acentuado carácter de arcaísmo, que acaso pueda alcanzar los días del siglo XIV. E l pulpito gótico, sobre el pilar del lado de la Epístola, de hierro forjado y magnífica la­ bor calada que perteneció al antiguo convento de Jesús. Se le atribuye al siglo X V y en fe­ cha no anterior a la de los Reyes Católicos. (Lám. XVII). Mención especial merece sin duda alguna el retablo principal de la iglesia que venimos estudiando. (Lám. XVIII) Ocupa éste todo el fondo absidal ochavado y se asienta sobre una —

III —


base de piedra granítica encima de ia cual corre una viga de mármol blanco de Estremoz labrada en cajetones. Corre por encima de esta vig a una cenefa de madera en la que primorosamente van talladas guirnaldas y me­ dallones, que contienen angelitos volando so­ bre nubes y sosteniendo ios atributos de la pa­ sión, y sobre ésta asienta el banco del retablo, que en su com posición arquitectónica consta de tres cuerpos y un remate, divididos en su sentido vertical en cinco calles con sus entrecalles correspondientes. En el citado banco, y bajo los dos pares de calles laterales pueden admirarse los hermosos relieves representando a los cuatro evangelis­ tas (Lám. XIX) y entre las ménsulas de las entrecalles, formadas por volutas verticales que rematan en cabezas de querubines, están, en relieve los bustos de los cuatro Padres de la Iglesia. (Lám. X X y XXI) Sostienen las refe­ ridas ménsulas una cornisa corrida sobre la que descansa el primer cuerpo del retablo constituido por cuatro historias que son al lado de la Epístola las del Nacimiento de la V irgen y San Jorge (Lám. XXIII) y en el del Evangelio Santiago peleando (Lám. XXII) y la Concepción. (Lám. XX IV ). En los inter­ columnios que limitan lateralmente el retablo y en los que forman las entrecalles centrales, —

112

XXV

Santa María. Retablo Mayor. Santiago.


XXVI

Santa MarĂ­a. Retablo Mayor. San Pedro.


X X V II

Santa MarĂ­a. Retablo Mayor. San Pablo.


X

XXVIII

Santa María. Retablo Mayor. San Bartolomé.


X X IX

Santa María, Laudes de los Galíndez.


XXX

^ -------- 4

Palacio de Mayoralgo.

■ 4-

<•


XXXI

Palacio Episcopal.


X X X II

Santiago. Puerta del Saliente.


están de bulto entero las efigies de los apósto­ les Santiago (Lám. X X V ), San Pedro (Lámina X X V I), San Pablo (Lám. XXVII) y San Barto­ lomé (Lám. XXVIII), y el centro del retablo, ocupado en lo que se refiere a este cuerpo y en otro tiempo por un sagrario, que se estipuló en el contrato, está hoy vacío pues en el siglo XVIII se le sustituyó por uno churrigueresco que recientemente desapareció también. En el segundo cuerpo y al centro, ocupan­ do la parte principal está una gran imágen de la Asunción de Ntra. Sra. sostenida por los coros angélicos, a la derecha de la cual están la Anunciación y la Adoración de los Pastores, ocupando su izquierda la Circuncisión y la Adoración de los Reyes Magos. Ocupan los mencionados intercolumnios en este cuerpo las estatuas de Santiago el Menor, San Juan, Santo Tomás y San Andrés. La hornacina de la Asunción se perfila en arco y en el espacio que media entre su tras­ dós y la cornisa que limita el cuerpo superior y al nivel de éste, hay un relieve representan­ do la Fé y la Caridad, que está a la altura del tercer cuerpo, siendo las historias del mismo, enumeradas de Evangelio a Epístola: la F lage­ lación, V ía Crucis, Descendim iento y Resu­ rrección, estando sobre las entrecalles laterales la Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza, — 113 —


f\ 1

y en las del centro, flanqueando el relieve de la Fé y la Caridad, los apóstoles San Judas Tadeo y San Simón. Otra gran com isa muy volada separa todo el cuerpo descrito del remate, al centro del cual destaca la Coronación de nuestra Señora bajo clásico frontón rematado por el gran cru­ cifijo con las consabidas figuras de la V irgen y San Juan que forman el calvario, relieves con los Profetas, ángeles, linternillas y remates. El conjunto de este retablo es agradabilí­ simo, a lo que contribuye el no estar pintado ni dorado, sino en el color de la madera (pino de Flandes y cedro) lo que permite apreciar mejor su factura finísima y perfectamente aca­ bada. En las molduras, relieves decorativos y grutescos que ornamentan frisos y columnas, se adivina la mano habilidosa y habituada a tallar estos motivos decorativos así como en la com posición de las escenas échase de ver un escultor ducho en la talla de relieves. Este retablo es obra de los escultores Gui­ llen Ferrant y Roque de Bolduque, sevillano el primero y flamenco (de Bois le Duc, en el Brabante septentrional) el segundo, que lo contrataron con el mayordomo y diputados de la iglesia, en 20 de A go sto del año 1547 (1). (1)

Ante Cristóbal de Cabrera. Arch. Prot.

En la escritura de contratación se estipula la talla del retablo tal y como está en la actuali­ dad en ordenación, disposición etc.; pero con una variante, cual es la de que en los tableros de las calles colaterales a la central habían de ir sendas calles de tableros rasos para pincel; se preceptúa también que la obra había de ser a donde conviniere guarnecida e adornada co­ mo conviene a muy singular obra et al arte del Romano. E l plazo de ejecución de la obra fué de tres años y el precio de mil seiscientos ducados. En 5 de Octubre del mismo año se autoriza a Sancho Carrasco, teniente de cura de Santa María (1) para que exija a los escultores que cumplan la cláusula del contrato en que se obligan a dar fianzas; lo que los escultores hacen dándolas a satisfacción de los diputa­ d o s de la iglesia y se ponen a trabajar utili­ zando para taller el palacio episcopal. L a obra de talla iba muy del gusto de los patro­ nos de la iglesia, tanto que al llegar Julio del año siguiente, (el día 22) requieren a los es­ cultores para que los seis tableros que según e l contrato habían de ir rasos para ser pinta­ d os de pincel sean de ymagineria como todo lo demás (2). Aceptan los escultores el requeri­ (1) (2)

Prot. Cristóbal de Cabrera. Ante Cristóbal de Cabrera.


miento pero no sabemos por qué causa Guillén no hace nada en las historias de referen­ cia yendo todas ellas a cargo de Roque de Bolduque según consta en escritura otorgada ante Cristóbal de Cabrera el 16 de Marzo de 1551 (i), cuando se otorga la carta de pago y finiquito de toda la obra que habían terminado en 1550, según reza una cartela que en la par­ te inferior del guardapolvo del lado de la epístola sostiene un angelito. El retablo se inauguró el 21 de Febrero de 1551, y de ello se hizo memoria en las inscrip­ ciones que sostienen dos ángeles en los rema­ tes de la derecha y en las que se lee: M(ayordomo) E L M A G (nífico) Sr. G(utie)KRE DE SO LIS. A Ñ O DE 1551. 9 K A L (endas) M A R ^oj Conviene llamar la atención por lo que a es­ ta iglesia se refiere acerca de su pavimento, verdadero mosáico de la heráldica cacerense, que atesora los más calificados ejemplos g e ­ nealógicos de la nobleza de la ciudad, con laudas antiquísimas y magníficamente talladas (1)

Ibid. —

lió

entre las que descuellan las de los Galindez (Lám. X X IX ) y la de Gutierre de Solís. Entre sus jo ya s es digna de mención la cruz procesional labrada por el platero Juan de Pedraza, que es de plata dorada y con esmaltes.

Palacio Mayoralgo Muy reformada esta casa por obras de dis­ tintas épocas aún ha conseguido defender su belleza. L a fachada que da a la plazuela de Santa María, frente a la iglesia, es de los fines dei siglo X V . Tiene puerta en arco de medio punto con grandes dovelas sobre ella, escudo con casco, león de cimera y lambrequines en­ tre roleos espirales de magnífica talla y a de­ recha e izquierda dos rasgadas ventanas g e ­ melas convertidas hoy en balcones, con sus arcos de medio punto cobijando góticas mol­ duras trilobuladas. (Lám. X X X ). A l costado derecho puede apreciarse una puerta hoy ce­ gada, de arco apuntado y probablemenie abo­ cinada. Dentro de esta casa, y en el patio, donde pueden verse restos de capiteles tallados a la manera gótica, se conserva una estátua feme­ nil, romana, vestida con túnica de finísimos pliegues, en la que se descubre un arte fino y — 117 —


m I airoso, no obstante lo carcomida que está, por haber permanecido durante mucho tiempo dentro de un pozo. Las injurias que el agua hizo a este bellísim o mármol no fueron sin embargo tan grandes como la que le hicieron en el siglo XVIII, colocándole una horrible cabeza, caricaturesca y tosca, que basta por sí solo para anegar toda la impresión estética del resto de la obra.

Formando pareja con el Palacio Mayoralgo se encuentra en la plazuela de Santa María el Palacio Episcopal. Su fachada de maniposte­ ría y con las esquinas reforzadas por sillares, recuerda mucho a la extructura de la ya des­ crita Casa de los Pereros. La portada de arco de medio punto con su archivolta labrada en doble retalle almohadillado que comprende las dos jam bas y la vuelta del arco, está flan­ queada por dos columnas que se elevan sobre altos pedestales, las cuales sostienen un sen­ cillo entablamento en cuyo friso se lee la ins­ cripción: DO N G A R C IA D E G A L A R Q A O B ISP O DE C O R IA 1587 —

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■■■MI

Palacio Episcopal

En las enjutas van dos medallones decorati­ vos y en los extremos superiores terminan el entablamento dos remates en forma de ánfo­ ras. A derecha e izquierda, en la parte baja, ábreftse dos ventanas recuadradas con sillares almohadillados y protegidas con artísticas re­ jas de sencillos barrotes que rematan en un copete formado por sendos hierros incurvados en doble espiral que sostienen el escudo ovalado de Galarza (una garza de frente semi explayada que lleva en el pico una cinta con el lema E X A L T O ) repujado en bronce y tim­ brado con una cruz. (Lám. X X X I). En el piso superior se abren otras tres ven­ tanas recuadradas en la misma forma y sobre la del centro labrado en piedra y bajo el em­ blema pastoral va tallado en piedra el escudo antes descrito. Es evidentemente esta fachada obra en su totalidad del siglo XVI. Sus analogías con el C olegio de San Pedro fundado por el mismo prelado y situado al final de la Calle de Pa­ rras no deja lugar a dudas. Del antiguo Palacio Episcopal quedan res­ tos en la pared lateral izquierda de la casa y en el patio donde una lápida nos ha conser­ vado el recuerdo de la construcción por don Frey García de Castro-Nuño de una torre y -

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una sala del palacio en la Era de 1418 error cronológico de gran monta, pues la era de 1418 es el año 1340 y en esa fecha no reinaba en A ragón ningún Fernando. D ebe sin duda referirse al año 1418.

C a s a de Hernando de ©vando Con esta denominación cita y estudia Hur­ tado (1) la casa situada en el muro contiguo del Palacio Episcopal, dentro de la plazuela de Santa María. Su portada hecha de sillería es de estilo plateresco, con portalada de arco de medio punto flanqueada por pilastras, co ­ mo tantas otras de las descritas. En las en­ ju tas van medallones decorativos y sobre el entablamento el escudo oval de ios Ovandos. A la derecha se perfila en saliente una torre de ángulo en cuya parte superior sobre la ven ­ tana se puede contemplar una hermosa trace­ ría gótica muy acusada como del siglo X V . A la misma fecha pudiera atribuirse el patio rec­ tangular de muy bella perspectiva aunque ac­ tualmente se halla muy reformado.

(1)

Castillos, Torres y Casas Fuertes.

Gasa Quemada Afrontando el ábside de Santa María se en­ cuentra esta severa fachada del antiguo solar de la familia de los Carvajales. Dos cosas nos ofrece de notable este palacio y son: la facha­ da en sí y la torre del ángulo. Respecto a la primera es un magnifico ejemplar de las por­ tadas adoveladas con la particularidad de que en esta fachada las dovelas, de gran tamaño y todas de una sola pieza, dan la vuelta del arco y se continúan en las jam bas sin solu­ ción de continuidad, lo que dá a la puerta un aspecto severo y majestuoso. Sobre la porta­ da y dentro de gótico alfiz vá el escudo de los Carvajales y en la esquina de la derecha se abre un balcón angular sin adorno de ningu­ na clase. L a torre se alza a la derecha y es redonda, de arcaico aspecto por su mampostería y sus huecos perfilados en arco de herradura. Se la atribuye por acreditados arqueólogos al si­ g lo XIII. Como dijimos fué este el primer solar que la familia de los Carvajales, procedente de T rujillo tuvo en nuestra villa, y el palacio fué —

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construido al mediar el siglo X V , sin duda sobre más antiguas edificaciones, por Pedro de Carvajal, segundón de la casa de Malgarrida. Por haber sufrido un incendio en el siglo pasado, que destruyó una gran parte de la edificación es por lo que se conoce este pala­ cio con el nombre de la Casa Quemada.

T orre délos Espaderos A l final de la Calle de Tiendas, y junto a la desaparecida Puerta del Socorro, se en­ cuentra este resto insigne de lo que fué sin duda espléndida mansión del linaje Espadero establecido en Cáceres desde fines del siglo XIII. Es una torre de ángulo, con matacán de esquina volado sobre ménsulas de piedra muy saliente y ventana gem ela con mainel de alabastro. Las paredes son de manipostería y las esquinas van reforzadas por sillares.

Iglesia de Santiago Siguiendo la pendiente de la caesta que en­ frenta la Torre de los Espaderos y torciendo a la izquierda al final de la misma, nos encon­ tramos en la Iglesia de Santiago, fundación como y a dijimos, de aquellos fratres de C áce­ res que en los años de la reconquista de la —

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cuenca media del Tajo fundaron en ella su casa matriz. Los documentos que de la Iglesia de San­ tiago hemos encontrado hasta el momento ac­ tual (i) no se remontan por lo que a la H isto­ ria del Arte se refiere, más allá de 1549. Entre esta fecha y la de 1580, que es la más cercana de cuantas hemos registrado en nues­ tra investigación, se colocan unos sesenta o setenta documentos, que se refieren a las obras de todas clases que en ellas han sido realizadas. ¿Qué era la Iglesia de Santiago antes de la citada fecha de 1549? Y a lo dejamos apuntado: otro templo dedi­ cado al mismo A póstol, no menos bello que el actual; pero sí más humilde. Este elevóse en lugar de aquél y aún quedan en la fábrica del más moderno restos del antigao, no tantos como suponen algunos ni tan pocos que no permitan formar una idea de cómo^ué. Desde luego era de estilo románico: lo atestigua un resto del pilar de planta cruciform e, con co ­ lumnas adheridas, hoy cortado, que se en(1) Vid. A. Floriano.— La Iglesia de Santiago de los Caballeros. Cáceres 1915. Ibid. El Retablo de Santiago de los Caballeros de Cáceres y el Escultor Alonso Berruguete. Cáceres 1918. Mélida Cat. II. 12.— Lampérez Arq. Crist. II 292. —

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cuentra a mano derecha conforme se sale de la capilla de los Guzmanes o de las Animas, y lo corrobora la serie de canecillos que co ­ rren a lo largo de la fachada oriental así como también el escudo gracioso de su inge­ nuidad primitiva, que representando a Santia­ go peregrino está sobre la clave del arco de entrada, en el mismo lienzo de pared. (Lámi­ na XXXII). L o más probable, a juzgar por la posición de tan escasos restos, es que la iglesia fuera en su principio de una sola nave, que estre­ ch ase hacia la cabecera para formar la capilla principal, y que en el siglo X IV o principios del X V , sufriera una radical transformación agregándole las dos capillas laterales abrién­ dosele las puertas de los costados y cegando la primitiva que debió hallarse a los pies de la iglesia, cegándosela al construir la torre actual. En tal situación, un espléndido eclesiástico) D. Francisco de Carvajal, Arcediano de Plasencia y pariente de D. Bernardino, el turbu­ lento Cardenal de Santa Croce in Iherusaleme, se hace cargo de la capilla m ayor de San­ tiago y se propone arreglarla dotándola como convenía a su magnificencia. ¿En qué fecha ocurre eso? Y a dijimos que e l más antiguo documento que de esta iglesia —

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conocem os es de 1549 (23 de Abril) y por él los maestros de hacer campanas Juan de la Bárcena y Pedro del Campo, se comprometen a fabricar dos para nuestra iglesia, sin nom­ brar para nada al Arcediano. En 14 de Mayo del mismo año hace testamento el platero Jaques de la Rúa, (1) y habla en él de la lám­ para de plata que hace con A lonso Lucas pa­ ra la iglesia, sin que tampoco nombre a don Francisco de Carvajal como patrono de la misma; pero es un hecho innegable que en 20 de Junio de 1550, otorga García del Valle, cantero, en nombre de Rodrigo Gil, maestro de cantería, vecino de Salamanca, la primera carta de pago por la elevación de la Capilla Mayor de Santiago que hacía por cuenta del Arcediano de Plasencia. Cabe por tanto suponer que entre 1549 y 1550 se comenzaron las obras lo que conviene dejar asentado para rectificar errores verti­ dos por nosotros mismos en alguna publica­ ción. (2). Desde 20 de Junio de 1550 las cartas de pa­ go que otorgan García del V alle o su hermano Juan en nombre del arquitecto salmantino, se (1) Vid. NORBA. N.° 2. (2) La Iglesia de Santiago de los Caballeros de Cá­ ceres. —

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suceden sin interrupción hasta el final de I55I-

No sabemos si en el 52 estuvieron las obras en suspenso pues de este año y por lo que a la iglesia respecta no tenemos otro dato do­ cumental que el de la construcción de otra campana de tres quintales por el fundidor Juan de A yala. En Noviem bre del 1553, Ia capilla está ter­ minada, tasada y pagada con 4.900 ducados, precio en que la concertó Gil; pero debieron contratarse más obras posteriormente con otros canteros, pues en Julio del año siguiente Hernán López y Pedro Martín, canteros, se dan por pagados de cierta cantidad de mara­ vedís por todo el mampuesto para la capilla nueva, obra que reconocen y tasan Sancho de Cabrera y Pedro Góm ez. Surgen desavenencias con el obispado por la elevación de la capilla principal y para aca­ llarlas se conviene en Marzo de 1554 la ele­ vación de toda la nave central, comenzándose el derribo de tejados por Hernán G il, albañil. Lorenzo Martín y Luis Moreno, bajo la di­ rección de Pero Góm ez, toman a su cargo ha­ cer un arco toral y quatro pies de jarjamento cuya piedra dan ya labrada Martín Guerra, Hernán López y Benito Martín en Julio de 1555, habiendo intervenido además en la la­ —

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bra de los pies, Santos Juan de Lezcano, Her­ nando de V iniegra, Francisco Moreno y P e ­ dro Sevillano. En 26 de Marzo de 1556 todo está termina­ d o y se otorga el finiquito de los canteros. V iene luego otra laguna que corresponde al 1557, año en que solo hemos hallado la con­ tratación del retablo del que seguidamente hablaremos y ocurre también por este tiempo la muerte del Arcediano, refiriéndose todos los demás documentos a obras de alhajamiento, perdidas en su mayor parte. (1) La iglesia después de estas reformas quedó con una sola y amplia nave, con capillas late­ rales, no formando cruz, sino abriéndose ha­ cia la mitad del cuerpo total del edificio. A l fondo del ábside se abre la capilla mayor con el retablo principal dedicado a Santiago, y abajo al lado del evangelio, hállase el altar dedicado a la Purísima, frente a la entrada de la Sacristía. T odo lo enumerado, altar Mayor, el de la Purísima y sacristía, está separado del resto del templo por una reja y por fuera de ella se abren las capillas de las Anim as (Guz(1) Todos los datos que dejamos apuntados fueron tomados en la investigación por nosotros practicada en el Archivo de Protocolos para redactar nuestro trabajo referente al Retablo, y del que ya dejamos apuntada nota bibliográfica.


manes) y del Am or Hermoso (Osma). Más ha­ cia los pies de la iglesia y al lado de la Epís­ tola se abre la capilla de Jesús Nazareno. Las obras que tan espléndidamente dotara el magnífico Arcediano de Plasencia D. Fran­ cisco de Carvajal, tuvieron en el año 1570 digno coronamiento con la colocación en su capilla principal de un retablo salido del ta­ ller del coloso de la imaginería española Alonso Berruguete. (i) (Lám. XXXIII). Fué este retablo obra de un gran empeño; y si las historias en él esculpidas y pintadas no son lo que debieron ser, delatan, como ha dicho un crítico, haber sido pensadas para otro ideal, que no llegó a realizarse por cau­ sas que trataremos de extractar en las páginas siguientes: Consta nuestro retablo deudos cuerpos, un vaneo, y el coronamiento o remate, formando tres calles, que ocupan las tres ochavas del ábside, elevándose sobre un basamento labra­ do en piedra de cantería. En el vaneo, a uno y otro lado del hueco que ocupó en otro tiempo la custodia o sagra­ rio, que hoy ya no existe, en grandes relieves (1) Estudios obra. A. lleros de

Díaz Pérez, Extremadura pg. 729. Martí y Monsó, Histérico-Artísticos. Orueta Berruguete y su Floriano, El Retablo de Santiago de los caba­ Cáceres y el escultor Alonso Berruguete.

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XXXIII, Santiago. La nave, el retablo y la reja.


X X X IV Santiago Retablo Mayor. Entrada de Jesús en Jerusalén.

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XXXV

Santicgo. Retablo Mayor. Epifanía.


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XXXVI

Santiago. Retablo Mayor. San Francisco.


X X X V II

Santiago E l Cristo.


XXXVIII

Santiago. E l Cristo. (Detalle).


XXXIX

Arco del Cristo.


XL

Pendรณn de San Jorge.


apaisados se destacan en posición horizontal las figuras de los evangelistas San Juan y San Mateo. Sobre el mismo hueco del sagrario y en la calle central del primer cuerpo aparece la figura de Santiago a caballo, peleando, his­ toria que tiene fronteras la de la Adoración de los Reyes (Lám. X X X IV ) al lado del evange­ lio y la Impresión de las llagas de San Fran­ cisco (Lám. X X X V ) en el de la epístola; com ­ poniendo estas tres historias, separadas entre sí por columnas cariátides, todo el conjunto del primer cuerpo. Forman el segundo las tres historias si­ guientes enumeradas de Evangelio a Epístola; La entrada de Jesús en Jerusalén, (Lámina X X X V I) la V irgen con el Divino niño en sus brazos y la Resurrección del Señor. Corona todo el retablo, que está limitado en sus extremos laterales por dos grandes co ­ lumnas corintias enguirnaldadas, un Calvario con las tres consabidas figuras de Cristo, la V irgen y San Juan, dispuestas en la forma tradicional que se dá a esta representación, más las estatuitas de San Pedro y San P ablo, que, juntamente con los ángeles tenantes que a un lado y otro del retablo y sobre las gran­ des columnas sostienen el escudo de los CarvajaleSj rematan toda la com posición que es de un conjunto armonioso, brillante y m uy —

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sentido, cuajado de detalles encantadores y de figuras deliciosas, en medio de borrones y desdibujos, debidos a la deleznable y defec­ tuosísima técnica del estofado, pintado y do­ rado, hechos a última hora, de prisa, no por Berruguete, en Cáceres y de muy mala gana. L a historia de esta obra de arte es de las más accidentadas que se conocen. Contratado en C áceres por Berruguete en 24 de N oviem ­ bre de 1557 (1) y dadas las fianzas estipuladas en 30 de Mayo del 1558 (2) apropósito de és­ tas y de las pagas se promueve discusión en­ tre el escultor y los patronos de la obra, aban­ donando aquél su ejecución para irse a labrar en T oledo el sepulcro del Cardenal T avera, trabajo durante el cual, le sorprende la muer­ te, sin que se pueda averiguar lo que a la sa­ zón había hecho en nuestro retablo, que sos­ pecha la crítica que debiera ser muy poco aunque la viuda del escultor afirmase por el contrario que el retablo estaba casi al termi­ nar, pues quince meses después de la muerte del maestro y durante los cuales, según afirma­ ción de sus familiares, se trabajó en él sin le ­ vantar la mano, aún se hallaba sin pintar ni dorar y todavía en 30 de Diciem bre de 1562 (1) (2)

Ante Diego Pacheco Ante Antonio Alvarez de Zamudio, en Valladolid. —

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no lo entregan porque a causa de los fríos no podían hacerse las mencionadas operaciones. En el verano del año siguiente todavía no es­ taba listo buscando la familia de Berruguete espaciosas razones para disculparse y se pier­ den en disculpas, dilaciones y aplazamientos otros dos años pues hasta Septiembre de 1595 no llega a Cáceres la primera expedición del retablo llegando la segunda poco después, habiéndose mojado por el camino y maltrata­ da por los trasbordos de unas carretas a otras que por imprudencias de los que lo acarrearon hubieron de acontecer. Nosotros creemos que además de ésto debió venir incompleto. Sabem os que Francisco Rodríguez pintor y Santiago Robles, ensamblador en Julio de 1567 trabajan en la tarea de pintar y asentar el retablo y en el 1569 interviene también en la obra Antonio de Cervera pintor, vecino de Plasencia, y en el mismo año un escultor, Juan de Santillana se compromete a hacer los guardapolvos, y hasta nos cabe la sospecha que dejamos apuntada en algún lugar de que este autor tallase toda la obra del calvario. Por estas circunstancias, y a pesar de ser bien manifestada la majestad de la concep­ ción de esta obra, se notan defectos en su ejecución y en algunas partes algo más que defectos, ello aparte de la falta de unidad téc­ —

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nica que delata bien a las claras la interven­ ción de muy distintas manos. Sin embargo la obra no solo no carece de interés sino que por el contrario en las partes donde se adivi­ na la mano del maestro (San Francisco, A n g e l que está a la derecha de la Virgen) éste mues­ tra toda la pujanza de quien adquirió un re­ nombre en la imaginería española que después no ha sido superado. Entre otras obras de arte cabe citar la m ag­ nífica reja que separa la Capilla mayor del resto del templo, muy armoniosa, con sus me­ dallones en relieve a la romana. (Lámina XXXIII). Fué labrada en Peñaranda por el rejero Francisco Núñez y se colocó en el lugar donde hoy se encuentra en la segunda mitad del siglo XVI. A los pies de la iglesia, junto al cancel del lado del Evangelio y bajo un dosel se encuen­ tra una venerable talla policromada represen­ tando al Crucificado, y que es una de las más notables obras del arte cristiano en nuestra ciudad (Lám. X X X V II y XXXVIII.) Clavado en su madero y muerto, fino de talla en las piernas rígidas y alargadas hasta el perizoma, la talla se detiene en m inuciosi­ dades anatómicas un tanto estilizadas en el busto, logrando una simetría obligada por la actitud hierática de los brazos extendidos. — 132 —

Sobre su hombro derecho se inclina la ca­ beza en la que se refleja la serena majestad de la muerte. L a talla es minuciosa, narrativa como la de un primitivo; el golpe se ha disimulado dando uniformidad a la superficie por medio de un espeso pulimento haciéndose la encarnación sobre imprimación de yeso. Ignoramos la historia de esta efigie que acaso salga algún día al exhumar viejos pape­ les. Es seguro que ya pertenecía a la vieja iglesia de Santiago anterior a la reforma del arcediano. Por hoy no podemos decir más sino que es una talla de los comienzos del siglo X V , y que se la denominó el Cristo de las Indulgen­ cias por las que le concediera el Papa G rego­ rio XIII al hacer su altar privilegiado perpetuo. Contemporánea parece ser la imágen de Nuestra Señora de la Esclarecida, que se en­ cuentra en el entablamento del altar de las Anim as. L a imágen de Nuestro Padre Jesús Naza­ reno, devoción que, juntamente con la de la V irgen de la Montaña, forman en Cáceres los polos de la piedad y devoción más acendrada, es una talla realista, impresionante, acentuan­ do los sufrimientos de la vía dolorosa por una expresión trágica en el rostro del Señor


que camina agobiado por el peso de la Cruz. Sábese que fué tallada en Sevilla, en 1779 por el escultor Pedro Barres. No es rica la iglesia en ajuar eclesiástico limitándose a poseer algunas preseas que pu­ dieran datar del siglo XVII. No porque siem­ pre fuera pobre, pues tenemos noticias de haber estado magníficam ente alhajada en otros tiempos. A sí sabemos que Juan de Santillana, el en­ tallador, en 1558 hizo para ella una magnífica cajonería; Jaques de la Rúa, Juan de Pedraza y A lon so Lucas labraron para ella también una hermosa lámpara de plata y Pedro de Cáceres, bordador en 1570 confeccionó un magnífico terno de difuntos; todo esto entre otras cosas que no citamos para no alargar la elegía de las cosas bellas que de Cáceres emigraron para siempre 6asa

de R o eo

Uno de los muchos aventureros que de es­ tas tierras partieron para las Indias, fué don Francisco de G odoy, quien tras una infancia oscura por las calles de la villa en el año 1527 decidió correr fortuna y ésta sonrióle en tal forma y él supo de tal manera ayudarla con su audacia y su valor que unas veces con —

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Pizarro, otras junto a Alm agro y otras al lado de Valdivia, sufriendo toda clase de penali­ dades consiguió ser m erecedor de compartir su fortuna. Prudente, supo atesorar lo que era botín bélico o de rapiña y al vo lver a Cáceres cuando j a promediaba el siglo, era propieta­ rio de un inmenso caudal con el que, en 1548, y en unión de su esposa D .a Leonor de U lloa, fundó un M ayorazgo, comenzando la cons­ trucción de sus casas principales, morada suntuosísima situada en la Plazuela de San­ tiago, hacia la parte de occidente. Su fábrica es de manipostería con fachada adovelada con sillares almohadillados, y bal­ cón en esquina rematado por frontón doblado y sostenido por columnas de orden compues­ to con su barandal de magníficos hierros (al igual que los de los otros balcones de la fa­ chada) y hermosa decoración del renacimien­ to flanqueando el escudo del remate. A l inte­ rior tiene un magnífico patio con arquerías de medio punto en ambas galerías alta y baja y escudos en el encuentro de los arcos. De la construcción de esta casa sabemos que en el año 1549 trabajaba en ella el cante­ ro Gerónimo Góm ez, y que otorga una escri­ tura para hacer obras en el patio, de cuya es­ critura fué testigo el entallador Guillén Ferran. —

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Fuera de itinerario Extramuros esta casa es lo más notable que cabe visitar en Cáceres. Sin embargo son dignas de mención: E l Palacio de Abranles, en la plazuela llamada del Duque del que al exterior quedan restos de una torre de ángulo con matacán y al interior un bello patio y la capilla de la Santa Cruz, así denominada del Lignum Crucis que en ella se veneraba, y que fué traído por el Cardenal D. Bernardino de Carvajal; la casa llamada de los Trucos o pala­ cio de Galarza, con otra torre de ángulo en la que se abre ventana esquinada encuadrada por pilastras corintias, con grutescos y entalamento sobre el cual vá un escudo. Esta ventana está partida por mainel de mármol blanco muy decorativo; el patio es interesante por su an­ tepecho con grifones afrontados y por el va­ liente arco escazano que por sí solo sostiene una de las galerías. La Casa de la Isla, en la plazuela de la Concepción con fachada de si­ llería, ventanas góticas más que por serlo en sí por recordar este arte y por último el ya ci­ tado Colegio viejo o Seminario de San Pedro que fué fundado y construido por el Obispo Galarza y que se encuentra al final de la calle de Parras.

Alrededores, paseos y excursiones Pintorescos y llenos de encantos naturales son los alrededores de Cáceres. Y a hablamos en la ligera reseña geográfica con que inicia­ mos el presente trabajo, del aspecto de su ■campo y paisaje, y no hemos de insistir en una descripción detallada del mismo, lo que no ca­ bría dentro del marco de la presente guía, ni menos dentro de los límites que nos hemos impuesto. Sin embargo, sucintamente y para información de las personas, turistas o inves­ tigadores, que visiten Cáceres, vamos a enume­ rar los distintos lugares que, fuera del casco de ia población, merecen una visita por su aspecto natural, por sus recuerdos o por su monumen­ tal importancia. D e todas las excursiones que a los alrededo­ res de Cáceres pueden hacerse, ninguna tan encantadoramente sugestiva como la ascen­ sión al Santuario de Nuestra Señora de la Mon­ taña (i) que sobre una cresta coronada de (1) Puede hacerse esta excursión en automóvil por buena carretera, aunque muy empinada. La distancia es ■de unos tres kilómetros. —

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ingentes peñascos se alza al saliente de la ciudad. Debe hacerse la excursión por la Calle de Caleros que arranca de la Plazuela de Santia­ go, en cuya calle podrán verse numerosos ejemplares de arquitectura popular de los siglos X IV, X V y XVI, caracterizada por sus puertas bien adinteladas y con ménsulas de labra muy variada o bien en arcos de herradura apuntados con las impostas labradas de una manera muy característica. Hacia la mitad de esta calle se encuentra la ermita llamada del Vaquero, porque se elevó sobre la casa en que habitaba el pastor G il Cordero, a quien se apareció la Virgen de Gua­ dalupe. Es un ermitorio dei Siglo XVIII, de modesta traza, que dentro conserva pocas cosas de notable, aparte un cuadro de milagro, digno de ser notado. A l final de la calle puede verse el Arco del Cristo, abierto en la muralla, y que se reputa como una de las puertas romanas de la antigua Norba. L os sillares y el aspecto general del monumento van conformes con esta hipótesis. Descendiendo al valle se encuentra la Fuen­ te del Concejo, abundante manantial del que se surte casi la totalidad de la población y que fué construido en el reinado de Enrique IV, y lugar muy pintoresco en el que pueden admi­ -

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rarse las airosas canéforas cacerenses, llevan­ do sus cántaros a la cabeza con singular sol­ tura, mientras charlan con la alegría propia de la juventud o hacen retozar en su mirada los fulgores del divino Eros. De la fuente parte la carretera en empinada pendiente, pasando por tierras de labor, oliva­ res y viñas con hermosas casas de recreo, y al final el Santuario veneradísimo de los cace­ renses, pudiendo contemplarse desde sus bal­ cones y terrazas la casi totalidad de la Provin­ cia, pues por el Norte el horizonte no se interrumpe hasta las sierras de Gredos y de Gata, y por el Sur pueden alcanzarse hasta los picos de la Sierra de San Pedro. Es uno de los paisajes más amplios de toda España, y adquiere singular atractivo cuando desde allí se enfoca la ciudad que con su tonalidad gris y sus torres y murallas dá una sensación admirable de poblado m edieval aunque la ci­ vilización por un lado y la ignorancia de los hombres por otro, se están empeñando en es­ tropearla de día en día. El santuario, aparte la devoción y la histo­ ria que ya dejamos debidamente encom iada y explicada, guarda poco de notable. Otra excursión muy recom endable es a la ermita del Espíritu Santo, pasando por los P i­ lares, uno de los cuales, el de la derecha,. -

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•construido en tiempos de Felipe II, conserva figuras y escudos labrados en piedra y de no escaso interés. Tomando la carretera se llega a l convento de S. Francisco, hoy Hospital pro­ vincial, que tiene una hermosísima iglesia g ó ­ tica de amplia nave y abundantes laudas timbradas en el pavim ento. Fué obra del siglo XIV. Siguiendo adelante y tras el manantial del Marco, muy pintoresco en primavera y otoño, se llega a la ermita del Espíritu Santo, iglesita amplia, precedida de un porche y al interior muy interesante por sus tres naves en el sen­ tido transversal separadas por dos secciones de tres arcos de herradura apuntados, de los cuales el central, más amplio y elevado, llega a la culminación del techado a dos vertientes. L a capilla del ábside es posterior (1513) y de traza gótica (bóvedas de crucerías y arcos apuntados). S e ha discutido mucho entre los eruditos acerca de este monumento interesantísimo y que desdichadam ente se está arruinando, cuando tan sencilla como poco costosa sería su consolidación. El Sr. Mélida lo calificó de iglesia Mudéjar, mientras que el que esto es­ c rib e apuntó la probabilidad de que se tratase de una mezquita, fundándose en la dirección jde las naves, en la orientación y en otros deta­ —

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lles; esto fué rebatido con sutil argumentación por parte de Sanguino y recientem ente hemos escuchado la no improbable hipótesis de que se trate de una sinagoga. De todas formas es un bello monumento que quizá alcance los días del siglo XIII sien­ do por tanto el más antiguo ejemplar arqui­ tectónico de Cáceres y que es una verdadera lástima que se pierda. A l N. de la ciudad y a los cuatro kilómetros de la carretera de Cáceres a Torrejón se en­ cuentra el Campamento Romano, de Cáceres el Viejo que, explorado diversas veces y últi­ mamente por Schulten, ha dado lugar a las cuestiones críticas que ya analizamos en la parte histórica. (1). Si el resultado obtenido en las excavaciones de Schulten hubiese quedado permanente­ mente al descubierto, este campamento sería uno de los lugares más interesantes de la Cáceres arqueológica; pero las necesidades de la labranza obligaron al excavador a tapar lo exhumado y solo cabe citar su existencia bajo las tierras cultivadas.

(1)

Ut supra págs. 16 a 20. —

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TñBLH DE MRTERiaS Página R E SE Ñ A G E O G R Á F IC A .................................. 5 BOSQUEJO H IS T Ó R IC O ................................. 11 G U ÍA M O N U M E N T A L .................................... 59 Advertencia.............................................................. 61 Torre de Bujaco....................................' ................ 63 Capilla de la P a z ................................................. 65 Torre de los P úlpitos............................................... 66 Arco de la E s t r e lla ................................................. 67 E l A d a r v e .............................................................. 69 Palacio de la G e n e r a la .......................................... 70 Puerta de Santa A n a ............................................... 71 Casa de los O v a n d o -M o g o lló n ............................. 72 Del Postigo a la Torre Desm ochada...................... 73 Casa de los P e r e r o s ............................................... 74 Casa de las V e le t a s ................................................ 77 Casa y Torre de la C ig ü eñ a .................................... 78 A lcázar A r a b e ....................................................... 79 Iglesia de San M a te o ............................................... 87 Casa de Sancho Sánchez de U l l o a ...................... 89 La Calle A n c h a ....................................................... 90 Casa del S ol.............................................................. 91 Torre de los P la t a s ................................................. 93 Casa M u d é ja r ........................................................ 94 Casa de los E s p a d e r o s .......................................... 95 Iglesia y Convento de la C o m p a ñ ía ...................... 97 Casa de los Becerra.— Palacio de los Golfines. . . 98 Iglesia de Santa M a r í a .......................................... 102 Palacio M a y o r a lg o .................................................117 Palacio E p is c o p a l.................................................118 Casa de Hernando de O v a n d o ............................. 126 Casa Q u e m a d a ....................................................... 121 Torre de los Espaderos.— Iglesia de Santiago . . . 122 Casa de R o c o ........................................................134 Fuera de it in e r a r io .................................................136 Alrededores, paseos, excursiones.............................137


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