Historia de la noble y leal villa de Montánchez por Tirso Lozano Rubio

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TIRSO LOZANO RUBIO

HISTORIA DE LA

NOBLE Y LEAL VILLA DE

MONTANCHEZ SEGUNDA EDICION

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Depósito legal: M . 8 .3 0 1 -1 9 7 0

G r Amcas .—T o m ás B r e tó n , 51, N aves 5 v 7. M A D R ID ?


A M ONTANCHEZ De la sierra en la cima, junto al cielo, descansando indolente de la brega, muy larga siesta duermes, mientras llega invierno con la lluvia y con el hielo. Es allí el aire puro gran consuelo, que de oxígeno inunda a quien se entrega a estática contemplación, que anega al alma, ansiando remontar el vuelo. Aún son ambientales tus costumbres; pues que es firme tu Fe como las rocas que coronan tus altas recias cumbres. ¡Montánchez! ¡Montánchez!; ¿Por qué evocas y enciendes en mi mente grandes lumbres de recuerdos idos, como aves locas? Juan A. Galán y Galán Montánchez, 1969. 5



A MI MADRE DOÑA MICAELA RUBIO A nadie más que a vos, madre mía, debo dedicar esta obrita en reconocim iento de los asiduos desvelos con que en mi educación primera despertasteis en mi ánimo y grabasteis en mi corazón los sentimientos ingénitos y el amor a la patria natal. De vuestros labios oí muchas veces interesantes relatos que después he procurado, con avi­ dez y no escaso trabajo, recoger en multitud de autores diseminados y amplificados para poder presentaros un ramillete de conocim ientos históricos, a la vez que curio­ sos, útiles a todos los hijos de la antigua y leal villa de Montánchez. Aceptad este pequeño don que os ofrece, como home­ naje de amor filial y singular respeto, vuestro hijo TIRSO

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PROLOGO A LA PRIMERA EDICION El sentimiento de amor a la propia patria es la chispa o centella que el Creador depositó en el corazón del hom­ bre para estimularle al adelanto y progreso de la misma; de igual manera que el sentimiento de amor a lo bueno y aborrecim iento a lo malo, que es la misma ley natural, lo ha sido para contenerle dentro del cumplimiento de sus deberes, y mediante esto aspirar al progreso y perfección de la humanidad. La corrom pida naturaleza del hombre torció estas in­ clinaciones y se imaginó encontrar por vias contrarias aquellos dos resultados; y así como a aquel precepto de la ley natural HAZ EL BIEN y HUYE EL MAL opuso una falsa libertad, así al amorl de la patria opuso el COSMOPOLISMO, aquella doctrina cosmopolita, en la que se le predica que todo el mundo es su patria y que de manera alguna está más ligado a este rincón de la tierra que le vio nacer que a cualquiera otro. Con este sistema desa­ parece del hombre uno de los sentimientos más delica­ dos que le adornan; el hombre se vuelve frío, indiferente; no se le da nada de las glorias de su patria, o de su pue­ blo; se acostumbra a mirar con igualdad de criterio las grandezas del propio país y las del extraño; y bien pronto al ensanchar sus conocimientos con las grandezas de los otros países, olvida por ser más pequeñas, las del suyo. 9


quedando por consecuencia desconocidas de toda la pos­ teridad con grande perjuicio de la historia. V he aquí por qué es grandemente provechoso el ob­ jeto de la presente obra, y he aquí por qué es de elogiar la mente e intención de su autor. Nacido, como el que estas líneas escribe, bajo el hermoso cielo de Montánchez, en medio de estas rocas criado y educado primeramente en estas alturas, está más que ninguno otro obligado a coordinar la serie de datos con tanto trabajo recogidos. La altura de la situación de este pueblo a tantos metros sobre el nivel del mar, contrasta admirablemente con las profundidades a que se hallan sus orígenes y su historia. Me glorio de conocer al autor de estas páginas: yo sé que está bien persuadido de que no ha escrito la historia de Montánchez; porque la historia de un pueblo exige la narración de todos los sucesos importantes en él acaeci­ dos, narrados con exactitud y comprobados con datos fe ­ hacientes. Y ahora no ha sido posible hacerlo todo; por eso me apena el considerar que después que han pasado tantas generaciones, desde que este pueblo es y que ha­ biendo tenido en todas, hombres ilustres por su ciencia y saber, no haya cada uno trabajado según sus fuerzas para adquirir un dato de lo pasado, y dejar memoria de los he­ chos de su tiempo con que formar el caudal que hoy cons­ tituiría la gloriosa historia de Montánchez. Hora es, pues, ya de salir de esa apatía y negligencia de nuestros antepasados; hora es ya de que salgan a re­ lucir nuestros comienzos y nuestra formación y desarrollo, y si no se cuenta con riqueza y abundancia de noticias, al menos es de aplaudir que las que se han podido reco­ ger se reúnan en un libro, para que no se pierdan, y para que puesta esta base del edificio historial de un pueblo que lo merece, puedan en adelante aquellos de sus hijos que quieran honrarle, continuar lo comenzado. Lo más difícil está hecho, queridos lectores, por que lo más di­ fícil es comenzar una empresa. Pocos fueron los explora­ dores de los mares antes de Cristóbal Colón; pero luego que éste, a fines del siglo XV, hubo descubierto nuevos 10


países, surgió una pléyade de ilustres descubridores, que inmortalizaron sus nombres. Quiera el cielo que el trabajo hecho produzca grandes resultados; quiera Dios que este primer trabajo no sea más que el preámbulo de los que hayan de hacerse en lo sucesivo por los hijos de este pueblo, que siempre se dis tinguieron por el amor que a él han profesado; y quiera la Virgen Santísima del Castillo, a quien todos veneramos, que estos nuestros deseos no queden estériles, sino que haya siempre quienes puedan cantar y canten sus glorias; porque quien canta las grandezas de la Virgen del Cas­ tillo, canta las del pueblo de Montánchez, y quien trabaja por la honra y engrandecimiento de Montánchez, trabaja por su Excelsa Patrona. Animo, pues, queridos paisanos, que tenemos motivos para formar ilustre historia de este pueblo como la forma­ ran de la vecina Mérida un regidor perpetuo de feliz me­ moria, un notable galeno, avisado literato y un canónigo, prez de la Iglesia; y si a Mérida no faltaron los Moreno de Vargas, los Fernández Pérez y Forner y Segarra, tam­ poco a Montánchez había de faltar un preclaro hijo suyo, gloria del Seminario de S. Atón en donde estudió, baró­ metro fiel en que se representa la altura máxima a que llegaron entonces los estudios en aquel centro de ense­ ñanza, y honra a la vez de la S. I. C. de Badajoz, en donde a los veintisiete años de edad obtuvo, después de brillante oposición, la canonjía lectoral. ¡Ah! no es justo, no, que queden como hasta aquí desconocidos e ignorados los nombres de los hijos que ha dado Montánchez a la religión y a la patria. ¿Cómo no consignar para imperecedera memoria a los que en este siglo honraron nuestros nombres y nuestro pueblo? Calientes están todavía las cenizas de un esforzado militar, héroe en nuestro tiempo, que ha ennoblecido tan­ to el apellido que llevaba, que la historia patria lo consig­ nará en sus páginas. Ya comprendéis que hablo del ge­ neral Margado, muerto gloriosamente defendiendo la hon­ ra de España en Melilla Pues bien, este héroe nos perte­ 11


nece, porque era hijo de Montánchez. Hablad, preguntad a cualquier Jesuita por el P. Gómez, y os dirá que este ■prudentísimo hijo de S. Ignacio mereció bien de la Com­ pañía; no habrá uno solo en toda ella que desconozca los méritos y el valer del P. Felipe; y sentireis gozo, cuando le oigáis elogiar sus dotes y sus virtudes, porque era hijo de Montánchez. Con gusto acepté la honra de hacer el prólogo que precediera a la “ Historia de Montánchez” ; y mi modesto nombre puesto al pie de él, y unido al ilustre del autor de esta obra, son prenda y demostración del amor que profeso a mi pueblo. ANTONIO SENSO LAZARO

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PROLOGO A LA SEGUNDA EDICION Varias son las causas que hacían necesaria la segunda edición de la “ Historia de Montánchez” , la principal quizá sea que habiéndose publicado la primera edición en e! año 1894, estaba agotada desde hace muchos años y son muchos los hijos de Montánchez: los que aquí residimos y los esparcidos por buena parte de la geografía es­ pañola y aún por el extranjero, que deseaban y vivamente pedían esta segunda edición que ahora damos a la im­ prenta; otra razón que nos ha determinado a publicarla es porque el ilustre autor de esta obra, monseñor don Tirso Lozano Rubio, sabemos que la preparaba pacientemente, corrigiéndola y aumentándola, por eso aprovechando los apuntes y notas que él tenía y realizando nuevas investi­ gaciones, nos hemos determinado a lanzar a la calle la segunda edición, puesta al día. Creemos con ello hacer honor a la memoria del inol­ vidable paisano nuestro don Tirso Lozano, que abrigaba la ilusión de reeditar su "H istoria de Montánchez” , y al propio tiempo ponemos en práctica lo que don Antonio Senso Lázaro, obispo de Astorga, aconsejaba en el pró­ logo de la primera edición: “ Hora es ya — decía monse­ ñor Senso Lázaro— , de que salgan a relucir nuestros co­ mienzos, nuestra formación y desarrollo, y si no se cuenta con abundancia y riqueza de noticias, al menos es de aplaudir que las que se han podido recoger se reúnan en


un libro, para que no se pierdan, y, para que, puesta esta base del edificio historial de un pueblo que lo merece, puedan en adelante aquellos de sus hijos que quieran honrarle, continuar lo comenzado. Quiera Dios que este primer trabajo no sea más que el preámbulo de los que hayan de hacerse en lo sucesivo por los hijos de este pueblo que siempre se distinguieron por el amor que a él han profesado... y que estos nuestros deseos no que­ den estériles, sino que haya siempre quienes puedan can­ tar y canten sus glorias” . Y aquí estamos. Nos interesa destacar aquí desde el principio nuestra gratitud a la gentileza de don Isaac Due­ ñas Gil, y a don Tirso y demás componentes de las fami­ lias Lozano Flores que han cedido y renunciado a los de­ rechos que les corresponden como sobrinos y herederos legítimos del autor y estar en su poder los apuntes y notas que su tío tenía preparados y, que ellos, han puesto a nuestra disposición. También merece un recuerdo agradecido la propietaria de “ Artes Gráficas M aribel” , Sra. Vda. de Pérez Nieves y su director gerente don Antonio Pérez Recio, de ascen­ dencia montanchega, que tanto cariño y desinterés han demostrado presentando una preciosa "H istoria de Mon­ tánchez” sin escatimar medios tipográficos. Que todo sea para bien de nuestro pueblo y para que cada día crezca más el amor y veneración que todos los hijos de Montánchez profesan a su pueblo y a su Reina Soberana, la Santísima Virgen de Consolación del Cas­ tillo. Montánchez, a 16 de diciembre de 1969. LOS EDITORES, Por la Junta Directiva de la Cofradía de la Virgen del Castillo. Celestino Galán Senso, presidente; Antonia Rubio Galán, camare­ ra; José Galán Meléndez, tesorero; Emilia­ no Santos González, secretario, y Paulino Galán Jesús, vocal. 14


CAPITULO PRIMERO Prehistoria de Montánchez En nuestra primera edición de la “ Historia de Mon­ tánchez” , atribuim os la fundación del pueblo de Montán­ chez a los romanos, porque los datos históricos y los monumentos arqueológicos que poseíamos no autoriza­ ban a dar mayor antigüedad a la existencia de pobla­ ción en este lugar; dejando a un lado y haciendo caso omiso de las consejas y leyendas de Fr. Pedro Margalio, en su curiosa cuarteta: “ A Montánchez se acogieron: tirios, fenicios, romanos, moros, judíos y cristianos: Por­ que mejor le creyeron.” Hoy en posesión de ciertos objetos prehistóricos, ha­ llados después, en diversos sitios de la localidad, no cabe dudar de que anterior a la población romana, hubo en Montánchez otra población prehistórica de la raza Ibérica que bien pudiera ser de los vetones, cuya civili­ zación está representada y atestiguada en la multitud de “ ceraunías” o “ hachas” , cuyos instrumentos de uso do­ méstico, social o científico acreditaban a las claras la existencia en Montánchez de una población, anterior a la romana, y de bastante extensión a juzgar por la diver­ sidad de sitios, en que han aparecido, la m ultitud de ha­ chas existentes. Las encontradas, que hemos visto, y cinco de ellas poseemos, son varias, clasificadas ocho por don José 15


Ramón Mélida en su visita a Montánchez; son como si­ gue: Tres HACHAS de piedra silex, ahumadas, ibéricas, edad paleolítica, de figura cónica de doble corte y de diversas dimensiones; sus poseedores son los herederos de don Lorenzo Torremocha Téllez, profesor de la Fa­ cultad de Medicina de Valladolid, ya fallecido. Siete HACHAS punzones de piedra, cuarzo, edad pa­ leolítica y otras de edad neolítica, ibéricas, pulimenta­ das; estaban en poder de don Gerardo Téllez Lázaro, abogado de esta villa, ya fallecido. Todas estas HACHAS fueron encontradas en sitios muy diversos de los alrededores de Montánchez: La Ho­ ja; Fuente de Juana Gil; Sierra; escombros de la llanada de Santo Domingo; Cuesta del Cura; Tejoneras y Arroyo de la Miel. El pulimento de las hachas se obtenía frotando las ca­ ras en una piedra dura acanalada en que se derramaba agua mezclada con arenas de cuarzo. El desbaste de la piedra se obtenía primeramente con “ percutores” , can­ tos de "cuarzo” con que se la golpeaba conveniente­ mente. La m ultiplicidad de hachas encontradas prueba que los focos de población ibérica en Montánchez estuvie­ ron muy diseminados entre sí. Estas hachas, amén del sinnúmero de éllas, que exis­ ten en el pueblo sin recoger ni clasificar, destinadas, por lo general, al uso de pesas de balanzas, porque el vul­ go no las ha considerado como vestigios o restos de an­ tigua civilización ibérica, sino como "piedras de rayo" o “ piedras del diablo” ; que es como vulgarmente se las conoce, es prueba clara de que en Montánchez existió, antes que la romana, una población ibérica, bastante nu­ merosa, y que debió estar situada en diversos barrios de agrupación, a juzgar por la variedad de sitios en que aparecen estos instrumentos domésticos. No es raro, sino frecuente, en esta comarca vetona, los numerosos núcleos de población ibérica, como lo 16


demuestran los varios utensilios de hachas, cuchillos y flechas encontrados en los pueblos comarcanos de Ca­ sas de Don Antonio, de donde poseemos un hacha neo­ lítica de Santiago de Vencalis, de Benquerencia, Ruanes, Ibahernando y los encontrados en las Citanias extre­ meñas de Logrosán, Santa Cruz y Solana de Cabañas por don Mario Roso de Luna y descritas en la “ Revista de Extremadura” , tomo 111, pág. 249-255. Con el correr del tiempo, cuando el empleo de estas hachas había caído en desuso, y se había olvidado su prim itivo destino, nació la superstición de considerar las hachas como símbolo del rayo, como emblema de la fuerza, y de ahí provino el culto del Hacha, en general, “ El culto de la bipenne — dice Siret— no puede separar­ se del culto del Hacha, como el culto del triángulo doble es un desarrollo del triángulo sencillo, símbolo de la ge­ neración". El triángulo, símbolo geométrico de la gene­ ración, se ha materializado en el Hacha, por ser el ob­ jeto usual cuya forma se acerca más a la del triángulo sim bólico. De la deformación particular de los simulacros del hacha vino la creación de las cabezas de vaca o de toro, que llevan el hacha entre los cuernos. Al hacha bipenne le añadieron los pechos, como símbolo secun­ dario de la fecundidad, y así hubo de pasarse gradual­ mente de la diosa hachg a la diosa mujer. De aquí el uso de amuletos, en forma de hachas perforadas para lle­ varlas al cuello, para librarse del rayo, cuyo símbolo era, o para adquirir la fecundidad las mujeres, como símbolo de la generación. Nosotros poseemos un ejemplar, de pórfido, triangular, perforado por la parte de arriba, en­ teramente pulido, que sirvió de amuleto para colgar al cuello. De estas supersticiones provino el descuido del estu­ dio e investigación de las hachas, que no han sido sím­ bolo de la fuerza, ni emblemas fetichistas sino simple­ mente instrumentos y utensilios familiares, sociales y do­ mésticos, que denotan la existencia de la población ibé­ rica que utilizaba tales artefactos. 17 2


CAPITULO SEGUNDO La piedra bamboleante, llamada “El cancho que se menea” Ponemos este capítulo después de la prehistoria, por­ que algunos consideran esta piedra oscilante como mo­ numento megalítíco, y otros, como objeto del culto na­ turalista de los hombres prehistóricos, que cultivaron la “ lito la trla ” , esto es, el culto de las piedras. El sabio arqueólogo don José Ramón Mélida hizo su visita de investigación al pueblo de Montánchez, en el verano del año 1915. El producto de su estudio, que he­ mos de cita r varias veces, en cuanto a la piedra oscilan­ te, o “ cancho que se menea” , lo consignó en la “ Revis­ ta de Archivos, Bibliotecas y Museos” , titulado "M onu­ mentos Megalíticos de la provincia de Cáceres” . Dice así: “ Esta clase de megalitos, raros en nuestra península y en muchos casos considerados como accidentes o fe­ nómenos naturales, no productos del ingenio y de la mano del hombre que suelen ir unidos a supersticiones que en los tiempos prim itivos tuvieron formas de creen­ cias religiosas, no los hemos hallado en la provincia de Badajoz y en cambio podemos dar noticias de algunos en la de Cáceres. En cuanto a tales megalitos, estuvieran directamente relacionados con las creencias religiosas de los hombres prehistóricos, menester es recordar con don Marcelino 18


Menéndez Pelayo ( “ Historia de los Heterodoxos Españo­ les” , tomo 1.°, segunda edición, 1911, pág. 120) "que la “ litolatria” es una de las formas más antiguas del culto naturalista” y que en general, se considera que estas piedras debieron estar consagradas a la adivinación y destinadas, por tanto, a ser utilizadas como oráculos se­ gún el número de oscilaciones u otra circunstancia de ellas cuando se pusieran a prueba. A esta costumbre se refiere Estranón (lib. 111, pág. 1) por referencia de Artemidoro, cuando, al hablar del Pro­ montorio Sacro, habla de unas piedras que allí se veían tendidas de tres en tres o de cuatro en cuatro, a las que hacían dar vuelcos las gentes que allí llegaban. Respecto de que las piedras bamboleantes deban considerarse como obra del hombre, sin olvidar que, aun­ que lo sean de la Naturaleza; no excluye esto, antes con­ firma, la idea de culto, es de notar que, aunque en la mayoría de los casos se crea fenómeno natural el equili­ brio de tales piedras, no deja de admirarse que “ la ma­ no del hombre haya intervenido para facilitar o regula­ rizar el trabajo caprichoso de la Naturaleza” , como dice Dechelette (Manuel d ’Archeologia, París, 1908, tomo 1, página 377). Tal pudiera pensarse del ejemplar notable que vamos a describir inmediatamente. Piedra bamboleante, llamada “ el cancho que se me_nea _ _i» . Situada en lo alto de un pico (llamado la Cogolla) de la cordillera Oretana, cerca del hito que puso en aquella cúspide la Comisión de la triangulación geodésica, a 1.000 metros de altura sobre el nivel del mar, y en punto distante una legua de Montánchez. Por un dibujo del arquitecto don Vicente Paredes lo publicó don Eduardo Saavedra en la revísta de “ Obras Públicas” y con una nota el “ Boletín de la Academia de la Historia” (tomo XI, 1887, pág. 279) (I). Fui a visitarle, en septiembre de 1915, no sin recelo de que careciese de importancia, por la causa dicha, y 19


vi que la tiene grande, como procuraré demostrar. El mo­ numento se compone esencialmente de tres piedras de distintos tamaños, labradas, esto es, cortadas aunque imperfecta y groseramente, y colocadas y dispuestas en el orden y para el fin apetecido, con excelente resultado. Dichos tres elementos son: pedestal, plinto y cabeza o piedra bamboleante propiamente dicha. El pedestal es cuadrangular, de 86 cm. de altura, y está un poco in­ clinado hacia un lado; el plinto es cuadrado, de 22 cen­ tímetros de altura por donde esta es mayor, para com­ pensar la inclinación, al parecer; y la piedra bamboleante ofrece perfil trapecial, sobre todo por sus dos caras opuestas y mayores, siendo comparable a un tronco de pirámide de base rectangular e invertido y mide de al­ tura 2,60 metros, teniendo en total el monumento 3,68. Las piedras son graníticas, como las muchas de que está erizada aquella sierra. De ellas hay unas cuantas amon­ tonadas junto al monumento, que permite desde encima de ellas poner en oscilación, con leve esfuerzo, no más, la gran piedra. Su aspecto y forma ensanchada por arri­ ba lo delgado del plinto sobre el pedestal y éste, dan la impresión de un incorrecto busto humano, lo que ha su­ gerido la idea de que pudiera ser un ídolo que mueve la cabeza sobre sus hombros y domina aquella eminencia grandísima extensión, idea que se apunta en la citada nota del boletín académico, donde se consigna, sin em­ bargo, que allí no hay “ resto de altar, ni vestigio de cu lto ” , y de la cual se hizo eco el señor Roso de Luna en su libro “ Atlantes Extremeños” (y en la excursión que luego nosotros reseñaremos). El sabio geólogo don Eduardo Hernández Pacheco, natural de Alcuéscar, tan conocedor de Extremadura y del “ cancho que se menea” , en la obra que publicó junta­ mente con don Manuel Cazurro y don Antonio Martínez, la publica como ejemplo de la acción de la intemperie, esto es, de las acciones químicas que el aire húmedo pro­ duce por virtud del vapor de agua, anhídrido carbónico y oxígeno que contiene, descomponiendo el granito, 20


abriendo erosiones y dando por resultado las piedras ca­ balleras y las de equilibrio inestable. Pero si este fenómeno natural, que aun en caso como este, en que las piedras por su forma y disposición pare­ cen cortadas y colocadas de intento, se admite hoy ante la explicación científica de su causa, ¿cómo no adm itir que el inculto hombre prim itivo debió considerar tal gra­ vitación como milagro debido a un poder sobrenatural? Esa piedra movible en sitio eminente debió ser objeto de supersticioso respeto y, por tanto, de cu lto ” . Como el señor Mélida hace alusión a la opinión del señor Roso de Luna (don M ario), vamos a transcribir un artículo publicado por el señor Roso de Luna, como flo r de recuerdo sobre la tumba del genial Rafael GarcíaPlata de Osma, titulado: “ La peña oscilante” . Dice así: Atrás quedaba, en torno de su viejo castillo, ese nido de águilas que se llama Montánchez y que, sin embar­ go, cada vez se veía más abajo, a medida que remontá­ bamos hacia las cumbres de aquel granítico broche de la Oretana que demarca, casi matemáticamente, el centro de Extremadura, a mil metros sobre el nivel del mar. Eramos los viajeros cuatro buenos amigos represen­ tativos miembros de aquella fraternidad, que se llamaba “ Revista de Extremadura” , y digo, representativos, por­ que constituíamos algo así como los cuatro puntos car­ dinales del pensar extremeño; la ortodoxa y culta religio­ sidad del canónigo Tirso Lozano; la ortodoxia científicogeológica de Eduardo H. Pacheco; la inevitable hetero­ doxia de la musa popular tradicional, por García-Plata tan amada, y mis consabidas teosofías, que ya empezaban a triunfar en mi cabeza sobre mi antigua religión, sobre mis estudios científicos y sobre mi literatura... Anda que te andarás, llegamos, con gran fatiga de nuestras bestias, a la piedra oscilante de la cumbre, a filo de mediodía, con el más exigente apetito de montaña, pues de todos es sabido cómo protesta siempre el bajo estómago de que a él, que es tan sedentario y grosero, se le eleve a tamañas excelsitudes. 21


“ Llegamos, según el decir montanchego, a “ la piedra que se menea” consignó luego el llorado Rafael al pu­ blicar la donosa crónica de la expedición, en el tomo VI, página 417 de la “ Revista de Extremadura” bajo el título “ Peñas arriba y peñas abajo” , paróse mi yegua, continúa diciendo, dobló sus rodillas al llegar ante la mole de granito; echóse al suelo con violencia y tuve que saltar con ligereza para no ser víctima del pataleo de la in­ feliz... Mario decía que el pobre animal había experi­ mentado al llegar toda la necromante astralidad del can­ cho; Pacheco votaba porque la yegua muriese allí mis­ mo, en honor de la raza atlántida que el peñasco ta­ llase... A los postres de la comida, una mezcla de esas ba­ gatelas de todas las de su índole; chuletas, pollos al hor­ no, jamón y tortillas preparadas en casa del anciano ge­ neral H. Pacheco, brindamos por Extremadura, por la Re­ vista, por su director Publio Hurtado, por todos nuestros hermanos, los colaboradores. Después — cuenta Rafael— nos levantamos influidos por la misma idea; Mario se des­ cubrió ante la roca murmurando no sé qué mantram o jerigonza; yo me revestí con la manta del caballo y el geólogo roció sobre la célebre piedra dos copas de aro­ mático vino, invocando a Jaramma-Bata... Lozano, Pache­ co y yo, contra la opinión de Roso, convinim os en que la movible roca era obra de la naturaleza; la que con sus misteriosos designios, produjo las erosiones necesarias para que tan precioso ejemplar de granito duro quedara en situación de perder, levemente, su centro de gravedad ante el empuje de la mano del hombre; además la base o especie de plinto sobre la que se eleva la piedra, de forma semicónica, es de la misma dureza y composición que todas las rocas allí existentes, y parecía natural que esa base, siendo obra de los hombres, fuese de mayor dureza que la mole, pues que ésta con sus muchos quin­ tales de peso desgastaría su punto de apoyo en unos cuantos siglos, detalle de ingeniería que no pudieron ig­ norar nuestros remotos ascendientes, si los suponemos 22


¡dóneos en las leyes de la m ecánica... El señor Lozano, expuso además, que si fuera obra del hombre hubiera exigido mecánicos más afamados que los que colocaron el famoso coloso de Rodas; y que a su modesta opinión, sólo tenía dos explicaciones, pero siempre obra de la naturaleza; una, que en los tiempos geológicos, y en la emersión de las cordilleras o sistemas orográflcos, en la violenta erupción que tuvo que producirse, las rocas que­ daran con la superposición en que hoy se encuentran; es la otra, que en el gran cataclismo producido por el diluvio bíblico universal, al subir las aguas quince codos sobre los montes más altos, en el arrastre torbellino de las aguas, diera esa colocación caprichosa a las tres pie­ dras yuxtapuestas, en el estado en que hoy se ven, sien­ do, por tanto, una de las llamadas por los geólogos me­ dallas del diluvio. La teoría de las erosiones explica más bien las innumerables piedras caballeras y de cáliz, que se ven con más profusión que las piedras oscilantes. Sin embargo, Roso no se dió por vencido, y a mi ju i­ cio, hizo bien; que un poeta deja de serlo cuando cree en la prosa de la vida... No me di entonces por vencido, en efecto, ni me daré ahora. El “ cancho oscilante” de Montánchez es una piedra del Destino, un menhir atlante, un betilo mágico, un apa­ rato, en fin, de la prehistórica telegrafía atlante, en la que las oscilaciones de la mole granítica eran lo que hoy llamaríamos un receptor Morse y la fuerza eléctrica trans­ misora esa honda hertziano-telepática del pensamiento, transm itido a distancia... ¿Que no lo creeis tampoco vo­ sotros? No me importa, puesto que aquí no he de demos­ trarlo. Tiempo habrá de hacerlo en mi biblioteca de las maravillas, al hablar de las infinitas piedras de esta clase, talladas en la misma masa de la roca, por artífices extra­ ños que se ven en Stonehenge, en la América, en Tandil, en mil sitios, cosa que ser no puede mera casualidad. ¡Ya están lejos los tiempos en que la ignorancia sabia de un Voltaire o de un Cuvier se burlara de los fósiles, 23


creyéndoles “ conchas de peregrinos, dejadas por las montañas por millares de m illones” ! Si, los ojos de mi imaginación la ven moverse hoy, dulce, insinuante, discreta y misteriosa en estas noches invernales, todo oscuridad, todo silencio, no como el ve­ lador espiritista que se mueve a impulsos de los fluidos astrales de infelices médiums, sino bajo el impulso de un amor fraternal com o el que Rafael y yo nos teníamos, y que, siendo infinitamente más puro y grande que esa repugnante mentira a la que llamamos muerte, no reco­ noce fronteras... ¿Qué importa, en último término, además, el que aque­ lla mole se mueva de este o del otro modo, si el lenguaje de las almas no necesita para nada de la materia, estan­ do en el fondo del pecho esa otra peña oscilante que se llama el corazón?” . Hasta aquí lo que dice Roso de Luna de una excursión a la peña oscilante. Hemos expuesto la opinión y el sentir de cinco sabios, cuatro de ellos extremeños, sobre el “ cancho que se me­ nea” . 1.° Del sabio arqueólogo y académico de número de la Real Academia de la Historia, don José Ramón Mélida, honra y prez de las reales academias de Bellas Ar­ tes y de la Historia. 2 ° Del concienzudo arqueólogo eru­ dito historiador de Extremadura, y competente arquitecto de Plasencia, don Vicente Paredes, arquitecto que d iri­ gió las obras de la llamada Casa Grande, de don Fran­ cisco Flores Alvarez. 3.° De don Mario Roso de Luna, natural de Logrosán, eminente astrónomo, a quien debe la astronomía el descubrim iento de un planeta que lleva su nombre: "Roso de Luna” . Extremadura le debe la in­ vestigación de Dólmenes y antas ibéricos y la publicación de numerosas inscripciones epigráficas romanas, así se­ pulcrales como votivas de los pueblos comarcanos: Lo­ grosán, Ibahernando, Salvatierra de Santiago, Botija, Villamesías, Ruanes y otros varios. Son muchas sus obras publicadas, pero su especialidad fue el cultivo de las ciencias teosóficas orientales, y su obra principal los 24


ocho tomos de Teosofía. 4.° Don Eduardo Hernández Pa­ checo, natural de Alcuéscar, doctor en Ciencias Natura­ les, eminente geólogo, cuya cátedra de Geología ocupó en la Universidad Central; fue académico de la de Cien­ cias Físicas y Naturales y uno de los mayores prestigios científicos del país. Siendo profesor de Historia Natural en el Instituto de Córdoba, publicó “ Prácticas elementa­ les de Historia Natural” , y en página 55, figura 3.a, estam­ pa la fotografía de la piedra oscilante de la Sierra de Montánchez. 5.° De don Rafael García-Plata de Osma, natural de Guadalcanal y casado en Alcuéscar, poeta ¡ncomprendldo, gran cultivador del folklorism o popular alcuesqueño, o sea, de las manifestaciones del arte popu­ lar literario y musical, con sus leyendas y tradiciones po­ pulares. La “ Revista de Extremadura" está llena de sus producciones folklóricas. En la provincia de Cáceres, cita don Vicente Paredes otras dos piedras bamboleantes, una en el sitio llamado el Bodegón, cerca del camino de Garrovillas a Alcántara (tom o X, página 435); y otra, llamada la Lancha de Valdejuan, que existía en término de Casar de Cáceres, cer­ ca de la estación del ferrocarril, la cual fue destruida por los campesinos, porque les estorbaba para trilla r en una era. ( “ Revista de Extremadura” , tomo XII, pág. 435). En la cordillera de los Andes, en el Chimbarazo (Amé­ rica) existe otra piedra oscilante, la cual, según el testi­ monio ocular de Fr. Francisco Sáez de Urturi, obispo que fue de Badajoz, es de mayor volumen, pero de menor os­ cilación. En Harpasa (Asia) hay otra peña enorme, bambolean­ te, que tocándola con un dedo se menea, y muchos hom­ bres juntos no pueden moverla con fuerza. Y basta de piedras oscilantes; y hemos descrito con profusión la de Montánchez, por si llega a desaparecer, como la del Casar, o por efecto de un ciclón, como des­ apareció el menhir, llamado Peña del Pico, de siete me­ tros de altura, en el camino de la Quebrada, por bajo de la fuente de la Canaleja, o por efecto del vandalismo hu­ 25


mano, que la furia inconsciente del hombre se empeñe en tirarla, pues efecto de las oscilaciones seculares, que ha sufrido el plinto o la piedra sustentatoria se encuentra hoy, rajada por su diagonal. Este triste presentimiento manifestado en el párrafo anterior como si estuviera movido por la teoría de las premoniciones, cuando lo escribía en el mes de mayo en Badajoz, tuvo realización más pronto de lo que uno pudiera imaginarse. Esta “ piedra bamboleante" que pu­ do resistir los vendábales y huracanes que con furia azo­ taron la montaña y la acción destructora de los hombres, por tantos millares de años y de siglos, tuvo un día nefas­ to y, por paradoja singular, glorioso en los fastos de la Historia de España, el diecinueve de junio de 1937, en que los ejércitos gloriosos del Generalísimo Franco toma­ ron la ciudad de Bilbao, del poder de las fuerzas bizcaitarras, que habían constituido la república de Euzcadi, ciudad tres veces invicta y considerada inexpugnable con un famoso cinturón de hierro, pues bien, ese día se­ ñalado con piedra blanca en los fastos de nuestra san­ grienta lucha de reconquista, fue nefando en los fastos montanchegos, digno de señalarse con piedra negra. Fue el caso que había alojados dos regimientos de Infantería en Montánchez; el Regimiento de Las Navas y el Regi­ miento del Serrallo; y en ese día diecinueve, había des­ plazadas en la sierra dos compañías del Regimiento de Las Navas; mandadas por el capitán Barceló, quien quedó con la segunda abajo, junto al Castaño Grande; la prim e­ ra compañía, comandada por el alférez Félix Alejandro Bartolomé Ingelmo estaba en el punto cumbre, a mil me­ tros de altura, donde estaba emplazada la “ piedra osci­ lante” ; la hicieron oscilar fácilmente; obedeció el cancho a su requerimiento, pero nunca creyera que la obediencia a las leyes naturales de su constitución física, habría de merecer el pago infame que le dieron los soldados, quie­ nes por disciplina estaban acostumbrados a la obediencia ciega de sus jefes y oficiales; para probar, sin duda, que sabían derrocar piedras milenarias, admiración de todos 26


los turistas, deliberaron entre sí, si la piedra que así os­ cilaba podía y debía derrocarse, y de consuno resol­ vieron la caída de la piedra, el derribo del coloso, que así se bamboleaba, para probar, sin duda, su valentía. Nota del Boletín: “ En la Sierra de Montánchez, diviso­ ria de las cuencas del Tajo y del Guadiana, cerca del hito que hizo en la cúspide la Comisión de triangulación geo­ désica (antes había un torreón en forma de cono, que dio nombre a aquel sitio, de los antiguos ópticos, conser­ vado, hasta el año 1887, en que la citada Comisión, lo derribó por mitad para hacer sus estudios y colocar sus aparatos) descuella la piedra oscilante, cuyo diseño, ad­ junto, ha hecho y remitido a la Academia el erudito arqui­ tecto don Vicente Paredes, y cuyo tamaño está propor­ cionado al de las personas que la rodean. Como el sombrero de Roldán y otros de su género, frecuentes en el occidente de España ( “ Boletín” , tomo VI, página 80), este monumento de la edad megalítica puede contribuir a ilustrar un texto de Artemidoro, citado por Estrabón (libro 111, cap. 1, núm. 4). Estriba sobre dos pie­ dras, sostenida por otra, y lo cercan en torno varios can­ chales, que forman una especie de castillejo. La roca es granítica y de la misma clase de las muchas que tiene la montaña. Empujándola en la dirección y forma que indica la figura (dibuja el cancho y a un hombre empujando con las dos manos) opone al principio alguna resistencia; pero luego que empieza a moverse, a la manera que cim ­ brea la cabeza sobre los hombros, opone menos, y dis­ minuye la resistencia a medida que se van produciendo más oscilaciones, aumentándose la velocidad e inclina­ ción hasta parecer que se va a caer sobre el que la mueve. Probablemente fue adorada como dios titular y tutelar de la sierra. Ningún epígrafe sin embargo, como lo hace presentir el texto de Estrabóm, ni resto de altar, ni vesti­ gio de culto, asoma en aquella atalaya de un panorama 27


inmenso (24 pueblos se ven a simple vista). Debajo, a la profundidad de una legua, se tienden la villa y el castillo (castrum et villa) de Montánchez: que el rey Alfonso IX de León prometió y otorgó a don Pedro González Maes­ tre de la Orden de Santiago.

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PRIMER PERIODO DE LA HISTORIA DE MONTANCHEZ (Comprende desde su fundación hasta la venida de los árabes) CAPITULO TERCERO Fundación de Montánchez No está tan escondido en el principio de los tiempos el origen de Montánchez, que no pueda vislumbrarse cuál sea la data de su fundación. Sábese por la historia, que los túrdulos habitaron y se extendieron por Mérida y sus territorios en los aborígenes de población de nuestra co­ marca; y que los vetones ocuparon y poblaron la provin­ cia de Cáceres, con algo más del convento Emeritense: pero ni de unos ni de otros hay los más leves vesti­ glos que puedan, no digo acreditar, sino ni aún hacer sos­ pechar que fueran nuestros primeros pobladores; pues ni nuestro suelo contiene antigüedades ni restos que lo in­ diquen, ni la Geografía Histórica hace mención de ello (1 ). No sucede otro tanto con los romanos, de quienes se puede afirmar, sin que se nos tache de temerarios, que fundaron el pueblo que hoy lleva el nombre de Montán­ chez, próximamente en el prim er siglo de la era cristiana e hispana. 29


Determinar quién fuera el que lo fundó, como lo deter­ mina la Historia respecto de Mérida, que fue Octavio Au­ gusto, por lo que se llamó Emérita Augusta; la de Cáceres y Medellín, el Cónsul Quinto Cecilio Metelo, que impuso al primero el nombre de Castra Cecilia y al segundo Cas­ tra Metelllna, y de T rujillo que lo fue Julio César, como lo indican los nombre de Castra Julia y Turris Julia; no es posible hacerlo, porque no hay datos, ni a mi juicio, ra­ zón para ello. Primero, porque si en los nombres ante­ riores va expreso el nombre del fundador, en el que die­ ron los romanos a Montánchez, no se designa persona al­ guna, puesto que no es nombre personal, sino que lo to­ maron de la clase del terreno sobre que edificaron. Lo se­ gundo, porque no habiendo sido Montánchez, colonia, ni municipio romano, ni latino, no tenía los llamados escri­ banos (tabularii) imperiales que estaban destinados a ano­ tar estas y otras particularidades semejantes, para man­ darlo después a la historia del Imperio Romano Mas, establecer que los romanos lo fundaron, lo de­ claran no sólo datos propios y fehacientes, sino también otros que pudiéramos llamar extraños o adventicios. Los primeros son: el nombre romano, el castillo, lápidas se­ pulcrales con inscripciones, sarcófagos o sepulcros y ci­ mientos de edificios romanos. De esto hablaremos poste­ riormente en capítulos distintos; diremos algo en primer lugar de los últimos. Apenas los soldados romanos de las legiones quinta y décima, habían sujetado a los cántabros, únicos que no estaban sujetos a Roma, cuando Octavio Augusto fundó a Mérida veinticinco años antes de Jesucristo, para los eméritos o jubilados romanos, concediendo 400 yugadas de tierra a cada centuria de colonos, exceptuadas las in­ munes, o sea: 24 millas cuadradas para término juris­ diccional del concejo emeritense; y a los veteranos y pri­ meros pobladores les concedió lo mejor y más distante De donde parece inferirse que los mismos colonos de Mé­ rida fundarían más tarde a Montánchez, teniendo en cuen­ ta que su término estaba comprendido en el radio que a 30


Mérida se le señala y que Montánchez ha pertenecido por mucho tiempo a la jurisdicción de Mérida. Más aún: los romanos edificaron por entonces en nues­ tros contornos los pueblos de Ad Sorores junto a Casas de Don Antonio, sito en el despoblado llamado el Baldío de Santiago; el de Aldehuelas o Aldea del Cano, donde existen una piedra m iliaria que dice: Traiano Cons. II, (2) y otras dos inscripciones sepulcrales; a Ruanes donde hay otra dedicación; y a otro pueblo a dos leguas de Miajadas al O. y cuatro de Medellín, donde existen ruinas de edificios romanos. Omitimos citar testim onio de los geógrafos tanto an­ tiguos, como modernos, porque están unánimes en ad­ m itir la fundación romana de Montánchez. Por ser de mu­ cha autoridad, citaré tan solo la Geografía Universal es­ crita por Balbi, que hablando de Montánchez dice: “ Se atribuye su fundación a los romanos, quienes la llama­ ron Castra Anguis, o C olubri” .

NOTAS AL CAPITULO TERCERO (1) Lo que el P. Fr. Pedro M argallo, natural de M ontánchez, dice en su curiosa cuarteta (descripción de M ontánchez) de los Tirios y Fenicios es hiperbólico y no rimado al rigor de la H istoria; dice así: «A M ontánchez se acogieron: Tirios, Fenicios, Romanos', M oros, Ju­ díos y C ristianos, porque m ejor le creyeron». (2) Significa que siendo segunda vez cónsul Trajano, se constru­ yó o reparó la vía m ilitar.

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CAPITULO CUARTO Nombres de Montánchez Si los nombres en filosofía, cuando son propios y ade­ cuados, dan a entender las esencias de las cosas por ellos significadas, en la Historia señalan matemáticamen­ te las épocas que han recorrido los pueblos y la data de su fundación. Así los nombres de “ Montánces” , “ Muntajesh” , “ Monrages” , “ Montánches” y “ Montánchez” desig­ nan las varias épocas, ibérica, romana, arábiga y cristiana por que ha pasado; si bien se examina, se ve que el nom­ bre primitivo, apenas ha variado, con ligeras m odificacio­ nes fonéticas. La mención más antigua de Montánchez, hasta hoy co­ nocida es la de un cronista mahometano del siglo XII, Ben-Sahibis-Salat, que escribe “ Muntajesh" “ En Yumada segundo de la hégira 560 fue sorprendida la ciudad de Trujillo, y en Diskada, la notable villa de Jeburah. Tam­ bién la población de Cáceres en Safar de 561, y en el castillo de Muntajesh en Yumada” . Así reproduce el tex­ to árabe don Pascual Gayango, insigne arabista e histo­ riador, que cuidaba de reproducir los nombres geográ­ ficos en la forma genuina en que estaban escritos en los textos árabes, por el interés que pudiera ofrecer su iden­ tificación. En este año 1165, tomó Fernando II de León el castillo y villa de Montánchez. 32


Pero en esta época, lo mismo moros que cristianos lo denominaban “ Montánches” , como se ve en los docu­ mentos de la Cámara Leonesa y las Bulas Pontificias del mismo tiempo. El testamento de don Pedro Fernández lo llama Montánges en el texto, y en el epígrafe “ Montán­ ches” (año 1187). “ El privilegio de fundación de Plasencia, otorgado en 1189, al marcar el lindero de la nueva ciudad, lo lleva ad Cafram de Montánchez”. Los anales toledanos dicen “ El Rey de León priso Mérida e Montán­ ches, era MCCLXVIII.” La donación de Alfonso IX en Za­ mora, 1.° de agosto 1230, le llama “ castrum et villam de Montánches” . La Bula de confirm ación del Papa Inocen­ cio IV repite lo mismo “ castrum et villam de Montánches” . El nombre Mons-Anguis no se autoriza más que en una bula pontificia del siglo XIII, que escribe así este nom­ bre, creyendo interpretar acertadamente los de Montán­ ches, Montánges y Montáges, con que aparece desig­ nada la población en los documentos emanados de los Reyes de León y Castilla. Los franceses le llamaron Montsanxes, como consta en los recibos firm ados en el año 1811, que obran en el archivo municipal; mejor dicho, que obraban, porque el riquísimo archivo histórico que comenzaba en el año 1.428 y contenía 131 legajos de materias gubernativas, criminales, judiciales, administrativas y eclesiásticas, ha desaparecido todo envuelto en las llamas devoradoras. Nosotros, en nuestra primera edición no nos propu­ simos analizar el origen etim ológico ni las evoluciones o variantes fonéticas del nombre de Montánchez, sino sólo exponer los nombres con que aparecía en los docu­ mentos varios de la Historia. Según me dijo el P. Fita en carta, su origen etim oló­ gico debía ser de “ montanis” , “ montancis” o “ montanic is ” , algo parecido al nombre “ Montanies” con que le de­ signa el Lexicón Geograficum de Ferrario. En sentir del Marqués de Monsalud y de Matías Ra­ món Martínez, Montánchez en tiempo de los romanos se llamó “ Mons Tances” , como dice R. de Berlanga, o “ Mons 33 3


Anees” , y que de este nombre salió el que lleva hoy y se le daba ya en la edad media musulmana. Su fundamento se halla en una inscripción romana encontrada en Villafranca de los Barros, Percuana, en­ contrada e interpretada por el marqués de Monsalud ( “ Bol. de la R. Acad.” , t. XXXIV, pág. 416). Estaba en una teja o tégula romana, pegada a una pared, y mide 0,44 de ancho por 0,52 de alto, y dice así: M A X IM U S NIG RIANO ET HOC FVIT PROVIDENTIA ACTORIS UT PUELLAM QVEIAM FETO TULLERAT MITTERES ILLAM A C TALE LABORE UT M A N C IP IO S D O N M IC U S PERIRET QVI TA M M A G N O LABORI FACTUS FUERAT ET HOC M A X IM A FECIT TR O FIM IA N I FUTA ET CASTI ...IS A ÍLLVM O VASI EX O M N I CLOSUS EST ...IG E LIMITES LA M ONTTANCETI I ES A LACIPII

CIPOS

Esta “ tégula” fue escrita con el barro blando, a pun­ zón o “ stylus” por un esclavo rural a juzgar por las incorrecciones que tiene, al final del siglo segundo o comienzos del tercero, según el marqués de Monsalud, por la escritura mixta de cursiva y uncial y por abundar la U por V. Su traducción es: Máximo o Nigriano. ¡Con que tal fue la imprevisión del administrador, que a la muchacha que ya había pa­ rido, la mandases a hacer tal trabajo que pereció la es­ clava por causa de tan ruda labor! Y de esto tuvo la cul­ pa Máxima, la manceba de Trofimiano. Castígala, y él que sea privado de su peculio. “ Señala los linderos del latifundio, desde “ el monte Tances hasta los cipos finales del campo de Lacipea.” 34


En la primera parte de la tégula, Máximo, el señor o propietario, manda a su adm inistrador Nigriano, de condición servil, “ villicu s” , que castigue al esclavo Trofimiano, por haber mandado trabajos rudos a la esclava recién parida, instigado por los celos de Máxima, su manceba. La segunda parte, en donde le manda fijar bien los linderos de la finca, es lo interesante para el caso; por­ que en él se citan dos sitios o lugares, son el monte Tances, en caso recto, o el monte de Tances o de An­ ees, en caso oblicuo y los cipos finales de Lacipea. Lacipea es, sin duda, Villamesia, como lo comprueba el itinerario de Mérida a Zaragoza. Desde Mérida a Medellín había trozo común (25 millas) a tres caminos, y desde el empalme, junto a Santa Amalia a Lacipea XX mi­ llas, Villamesías — 33 km. a Lenciana— , XXIII millas, Berzocana, 40 km. — a Augustobriga XXII millas, Talavera la Vieja, 36,74 km.— a Toletu, LV millas, Toledo, 91,85 km. Y el anónimo de Rábena, describiendo la vía de Zaragoza a Mérida dice: “ etiam civitas Toletu, et Lebura, Augustabria..., Turcalien (T ru jillo ), Rodacis et Lacipea” . Situada en Villamesías la mansión “ Lacipea” que par­ tía lindes con Mérida por el predio de Máximo, claro se ve que en el “ Monstances, también lindero de la finca, era la actual “ Montánchez” , que apenas varía de nombre. Sacado del caso oblicuo “ monte Tanceti” la forma nomi­ nativa Mons Tances, es la que más se acerca al Montán­ ches de los documentos latinos del siglo XII. El nombre de “ Tances” no es romano sino ibérico, el que sin duda le daban los “ vetones” al monte que en aquel tiempo estaba sirviendo de límite al término de la colonia “ Augusta Emérita” , y sería un lugar de los mu­ chos que había en el territorio colonial, y cuya existencia ya hemos visto probada en el capítulo primero de la pre­ historia montanchega. Nombre similar, sino igual al de Tances, se encuentra en un cipo grande, terminado en medio círculo, el más 35


interesante de los nueve encontrados en Ibahernando, descrito por Monsalud, cuya inscripción es: L V B A E C V S. T A C I N. I. F. A. P. A. ALEVR I F. H. S. E. S. T. T. L. T. A. C. I. N. I. F. F. C. Esto es: "Lubaecus Tancini F” (iliu s), “ Apaña Leuri” f (ilia ) h (ic) “ s” (itus, sita) e (st), s (it) t (ib i) " t ” (erra) “ I” (evis). “ Tancini f ” (ilius) “ f ” (aciendum) “ c ” (uravit). Labeco hijo de Tancino y Apaña, hija de Leuro, aquí yacen. Séate la tierra ligera. El hijo de Tancino procuró hacer este monumento. Como se ve Tancini es disminutivo de Tances; y de este apellido, dice Hubner ( “ Revista de Extremadura” , tomo 11, pág. 148) que es puramente “ Ibérico” y de los más frecuentes en toda la Ibérica antigua. Cita más de treinta ejemplos en su “ Index de Monumenta linguae Ibericae” . Esto viene a confirm ar que la población de Mon­ tánchez y su nombre fue "ib é rico ” , dado por los “ vetones” sus primeros pobladores. Otra sim ilar de “ Tancino” se encuentra en el inme­ diato pueblo, Santa Ana, a dos kilómetros de la de­ hesa “ Las Mezquitas” L (ucius) Norbanus Tancinus Aeidani f (ilius) S (aluti) ara (m) b (onum) f (actum ). Otras tres lápidas de “ Norbanos” se encuentran en el pueblo de Santa Ana, encontradas en la dehesa de “ Las Mezquitas” ; la primera es de “ Norbanus hijo de Lucio” ; la segunda es de L (ucius) Norbanus Tancinus, hijo de Aeidano. S (aluti) ara (m ), b (onum) f (actum ). Esta es votiva, y la tercera es de “ T (itus) Norbanus, hijo 36


de T (ito) Qui (n) tus puso el ara a la diosa Ataecina. El congnomem de “ Norbano” tantas veces repetido en las inscripciones anteriores prueba que de Norba Cesarina (Cáceres) partieron varios núcleos romanos que fueron a establecerse hacia el sector comarcal entre Montánchez y Trujillo, siendo uno muy principal el com­ prendido entre Botija, Benquerencia, Montánchez y Sal­ vatierra; y otro bastante importante entre Santa Cruz, Ibahernando, Santa Ana y Ruanes. Los Norbanos figuran entre las fam ilias quiritarias y patricias, enviadas de Ro­ ma con los Cornelios, Nigelios, Celsos, Albinos, Rufos, Erennios, Papirios y Quintanes el año 68, por Marco Salvio Oten, que había sido legado en la provincia Lusitana durante diez años (58 a 68).

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CAPITULO QUINTO Inscripciones Un perjuicio inmenso, para poder ilustrar la antigüe­ dad histórica de Montánchez, se ha causado por la ac­ ción destructora de los tiempos y por la ignorancia e incuria, ya de los que desenterraron varias piedras que existen en el sitio del Palomar, ya de los poseedores de la finca, que sin previsión, ni cuidado alguno las han destinado para la construcción y suelo de una era de trillar. En las referidas piedras, se distinguen cinco por lo menos que contienen inscripciones antiguas enteramen­ te ilegibles; en tres se llegan a distinguir con claridad letras sueltas, que por sí solas no suministran al curioso anticuario pie, ni fundamento suficiente, para tom ar el hilo al sentido que pudieran formar dichos caracteres; ni para sospechar o culum brar las palabras completas en las cuales pudieran entrar en composición.

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CAPITULO SEXTO Epigrafía romana de Montánchez Variamos el epígrafe de nuestra primera edición: "Lá­ pidas sepulcrales con epitafio” , por el de "Epigrafía ro­ mana de Montánchez” , por haberse encontrado después de la publicación de nuestra historia de Montánchez, va­ rias lápidas, no sólo "sepulcrales” de monumentos fu­ nerarios, sino también varias “ aras votivas” , las cuales han sido publicadas en el “ Boletín de la R. Academia de la Historia” , por el eminente epigrafista, R. P. Fidel Fita, S. J., Director, hasta su muerte, de la Real Academia. Lo que no se ha encontrado todavía es, alguna ara o lápida conmemorativa de victoria, construcción, repara­ ción o del nombre geográfico del pueblo, ni tampoco piedras terminales de la comarca. Empezaremos por las lápidas sepulcrales y después pondremos las aras votivas. La descripción de ellas va­ mos a tomarlas del “ Boletín de la R. Academia de la Historia” tal como las describe el P. Fita, con algunas adiciones o anotaciones nuestras. Dice así: “ Epigrafía romana de Montánchez.— En la sesión del 21 del corriente (abril, 1901) se recibieron por la Academia improntas de tres inscripciones roma­ nas que se habían pedido a don Tirso Lozano, historia­ dor de Montánchez. Sobre la primera (la de C ecilia), va­ 39


rías veces publicada no es exacto decir que en ella la vocal A se halla destituida de travesaño. Su buena lec­ tura es: CAECILIA Q.F.TVSCA CVM . COI VGE.SVO H.S.E.S.T.T. LA.L. Su interpretación es: CAECILIA Q (in ti) F (ilia ) TVSCA CVM CO (n) I VGE SVO H (ic ) S (ita) E (st). S (it) T (ib i) T (erra) L (evis) A (nnorun) L Su traducción es: “ Cecilia Tusca, hija de Quinto, con su marido, aquí yace. Séate la tierra ligera. Murió a los 50 años” . La fórmula pagana: “ Séate la tierra ligera” , equivale a la cristiana: Descanse en paz. Las letras A L que dan remate al epígrafe indican la edad de la difunta: a nnorum) L. El mismo giro se ve en una inscripción de Ibahernando. (Boletín XXXVI, 10). La omisión de la “ n ” intermedia en el vocablo “ coiuge” se justifica por tres inscripciones procedentes de Evora (110), Alosno en la provincia de Huelva (959) y Zaragoza (2997). Similar a esta de Cecilia Tusca es otra lápida des­ cubierta en Belalcázar, en el sitio de Marimiguel, por don Angel Delgado, que dice: "Tusca” M (arci) “ Helvii S tapili” f (ilia ) “ Patriciensis” , anno (rum ) "X V III” , “ h” (ic) S (ita) e (st). “ S” (it) t (ib i) T (erra) I (evis)40


Tusca, hija de Marco Helvio Stápilo, Cordobesa, de edad de 18 años, aquí yace. Séate la tierra ligera. ( “ Boletín” , tomo LXI, página 224). También es sim ilar de otra funeraria de Córdoba (2264): “ D (is) m (anibus) s (a cru m )./C a e cilia /T uscu la n a/ c ara) s (u is); “ vixit ann” (os) XIX, “ m” (enses) VII “ e t/d ” (ies) X X ./ H (ic) s (ita) e (st). S (it) t (ibi) t (erra) I (evis). Cecilia Tusculana, querida de los su­ yos, vivió 19 años, 7 meses y 20 días. Aquí yace. Séate la tierra ligera. Fundado en esta lápida decía el P. Fita, en la primera descripción de la lápida montanchega, que “ tal vez en el último renglón se dejó un claro para mar­ car la edad de la difunta, que no aparece” . Apareció en la segunda impronta. Otra Cecilia Prócula, hija de Tito, de 15 años, hay en una lápida de la villa de Rena. Este epitafio que se halló tapando un sepulcro bisomo, esto es, de dos cuerpos, marido y mujer, está hoy empotrado en la pared lateral izquierda de un portal de una viña al sitio de Valdemorales camino antiguo de Valdefuentes (1 ), muy cercano al Palomar, cuyo nombre parece haberse tomado de un antiguo cementerio ( “ columbarium” ). Es de granito, que debió ser cortada de las canteras del mismo lugar y mide 1,50 m. de alto, 0,50 m. de ancho y 0,35 m. de grueso. Letras altas, 7 centímetros, claras y bien grabadas. Tiene señales cier­ tas de su edad, del primer siglo de nuestra era. En la interpuntuación, sigue esta lápida, lo mismo que la ter­ cera, cuarta y quinta, que hemos de describir, la ley irre­ fragable de poner los puntos de forma triangular y en medio de los renglones, no a los pies de las letras (2). Aunque sepulcrales todas, no llevan la dedicación, alias tan frecuentes, a los dioses manes. “ Dis Manibus” , que sólo desde fines del primer siglo en adelante, se usaba con tanta frecuencia. Segunda lápida sepulcral romana. 41


Así la describe el P. Fita en el “ Boletín de la R. Aca­ demia. Montánchez. Nueva inscripción romana. Dentro del término de esta villa, cabeza de partido judicial en la provincia de Cáceres ha descubierto don Tirso Lozano Rubio, una lápida sepulcral romana, de la cual ha remim itido dos improntas a la Academia. Se halló, escribe, “ en el sitio llamado Valverdejo (Valverde) distante como 200 metros del Palomar, don­ de está la del sepulcro bisomo de Cecilia Tusca y de su marido. ( “ Boletín” , t. XXXVIII, pág. 451). Estaba en la cocina de la casa de Valverde. Hoy en poder de don José Galán Nogales. Mide 0,42 m. de alto por 0,30 de ancho. Letras del si­ glo II o III, altas, 4 cent. Encima del epígrafe aparece es­ culpida la media luna, símbolo de la triform e Diana, que bajo el nombre de Proserpina empuña eli cetro de la man­ sión de las almas de los finados. En el calco leo: NORBANA Q:F:VICT ORINA H.S.E.S.T.T.L. Su interpretación es: Norbana Q (vin ti) F (ilia) Victorina, h (ic ) s (ita) e (st).S (it) t (ibi) t (erra) I (evis). Su traducción es: Norbana Victorina, hija de Quinto, aquí yace. Séate la tierra ligera. Los Norbanos y Norbanas son a menudo nombrados por las lápidas de Extremadura, aludiendo a Norba (Cá­ ceres) centro de su estirpe. Así en Navalvillar de Pela puso Norbana Q uintilla Norbensis (natural de Cáceres) una ara votiva. (Hubner 5550) al Genio de Lacimurga. A nuestro compañero, el marqués de Monsalud, se debe la reciente publicación en el “ Boletín” (tomo XI, página 42


515) del epitafio que tuvo en Ibahernando “ Q. Norba­ nus” Q. f. Víctor. Quinto Norbano Víctor, hijo de Quinto, que fue tal vez hermano de Victoriana. Junto al sepulcro de ésta se han hallado una hermosa ánfora (de 0,60 m. de alto por 0,45 de ancho) y anchas piedras sillares que han sido arreba­ tadas por los labriegos para materiales de construcción y otros usos. ( “ Boletín de la R. Academia” , noviembre, 1902, t. XLI, pág. 446). Hasta aquí el P. Fita. La lápida y el ánfora están en casa de don Tirso Lozano Rubio. Son varias las similares a la Norbana Victoriana. En Malpartida de la Serena se nombra: “ Norbana Lucilla” , L (u c ii) Norbani Vettonia f (ilia ) Norbana Lucila, hija de Norbano Vetón. ( “ Boletín” , t. XXXI, pág. 442.) Las que se hallaron en “ Villas Viejas” , “ grandes” y “ chicas” al extremo sudoeste de la dehesa llamada Pa­ lacios de Golondrinas, en la orilla del río Tamuja, y en término de Torremocha, y se descubrieron en 1876. Hubner.— 5291. L(ucius) Norbanus /M a xsun u s/levi ar (a m )/p (osuit) a (nimo) I (ibens). Lucio Norbano Máximo dedicó de buen grado esta ara al dios Júpiter. Hubner-5292. L(ucius) N orbanus/A vitus/lovi a r(a m )/p (o s u it a (n i­ mo) I (ibens). Lucio Norbano Avito, dedicó esta ara al dios Júpiter. En el pueblo de Benquerencia hay otra similar, con su media luna: N.FUSCI FILIA.FV ANORV LXV.HI.S T.S.T.L.F. N (orbana) Fusci Filia Fu (sea) a n (n )o ru (m ) h i(c ) s ( ita) est t (e rra )s (it) t (ib i)l(e v is ).

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Norbana Fusca hija de Fusco el moreno, de 65 años. Aquí yace. La tierra séate ligera. Esta lápida mide un metro de alto por 0,47 de ancho. Tienet letras entrantes de 0,07 por 0,05. Otras tres en Ibahernando de Sexto Rufino Norbano y de Norbana Maurila, hija de Cayo Norbano, de las que dice Hubner que prueban que el territorio de Ibahernando era de la comarca de Norba Cesarina, que es Cáce­ res; y lo mismo se puede decir de Montánchez; y otra de Norbana segunda hija de Avelio. “ Tercera lápida sepulcral romana” Tomamos del Boletín de la Real Academia de la His­ toria. Tomo LXVI, pág. 577 a 580. NUEVA LAPIDA ROMANA DE MONTANCHEZ CAPITAL DE PARTIDO DE LA PROVINCIA DE CACERES Desde Badajoz, su canónigo lectoral y antiguo corres­ pondiente de nuestra Academia, don Tirso Lozano Ru­ bio, me ha escrito con fecha 22 del pasado mes de oc­ tubre (1915) lo siguiente: Tengo el gusto de enviarle hoy por correo la impron­ ta de una lápida sepulcral de Montánchez, encontrada en el sitio de el Palomar, antiguo “ colum barium ” donde ya se encontraron otras dos: una, la del sepulcro de “ Ce­ cilia Tusca” y de su marido y otra en Valverde, de “ Nor­ bana V ictorina” . Pertenece a doña Jacoba Madruga, la finca del Palomar en la que se ocultaba esta nueva lápi­ da marmórea, de muy bello aspecto y de buena época. Mide 40 centímetros de alto por 70 de ancho y su epí­ grafe se encierra dentro de un marco, cuyos listones se libraron tomando la figura de un simple junquillo. Algo, aunque muy poco, ha sufrido con el paso de tanto tiem ­ po, porque tiene mellada la sílaba RA del tercer renglón y roto el ángulo superior derecho.” 44


La impronta, cuyo envío nos anuncia el señor Loza­ no, me ha llegado muy desmejorada, por la presión del correo. Habría debido venir, no envuelta en papel harto endeble sino enrollada y metida en tubo de cartón o de caña, resistente e inaccesible a semejantes depresio­ nes. Las letras son del primer siglo, claras y elegantes, como lo demostrará su fotografía. Aquí pone la fotografía de la lápida; pero ya que nos­ otros no podemos dar un fotograbado, ponemos la trans­ cripción de ella. M A R C I V S, L. L. B A Conius A. N . L V H .S . E . K A N I A, M. L. P H I R A L L I S, V X O R . P O S Mor FA CI E NDV M. CVRAVIT. Lucius Marcius L (uncii) L (ibertus) Baccinus, an (norum) LV,h (ic) s (itus) e (st). Kania M (ulieris) L ( ¡berta)Phyrallis uxor, pos (t) m or(tem ) faciendum curavit. Lucio Marcio Baccino, liberto de Lucio, de edad de cincuenta y cinco años, aquí yace. Después que él mu­ rió, le hizo este monumento su viuda, Cania Firallis, li­ berta de mujer. A Baccino y Firalli habrían dado libertad, y con ella sus nombres romanos Lucio Marco y Cania, cuando con­ traían estos matrimonios y simultáneamente aquellos. El sobrenombre “ Baccinus” sale por vez primera en la epigrafía romana de nuestra península. Su primitivo "B accius” BaxXios suena en Tarragona. El femenino “ Bacchis” (BaxXis), en Mérida, y su variante Baccis, en Cartagena (I). El cultivo de la viña ha prosperado siem­ pre en Montánchez, y consiguientemente, durante la épo­ ca romana, no faltarían allí solemnes aras y numerosos adoradores de Baco. Los vocablos de origen griego, que tanto abundan, como es sabido, en nuestras lápidas epigráficas, no ra­ 45


ra vez aparecen diversamente escritas. Estas variaciones reflejan la pronunciación peculiar de las regiones y de los individuos. Objeto son al que hay que atender para bien discernir las fuentes literarias de la evolución y di­ versidad fonética de las lenguas neolatinas. El cognombre "P hyrallis" de la presente lápida se escribe Pyrallis en Adra (Hubner, 1.996) y Pirallis (3.198) en Valera la Vieja, de la provincia de Cuenca. Dimana del griego Purallis, nombre de la linda avecilla “ p etirrojo” , del tamaño del pardillo, con las partes superiores aceitunadas, cue­ llo, frente, garganta y pecho de color rojo vivo uniforme y el resto de las partes inferiores, blanco brillante. Por igual estilo, en Porcuna (2.138) se menciona “ Aelia muí (ieris) lib (e rta ) Phyrrice” , sobrenombre que de “ Purrije ” (griego) se formó, cobrando aspiración la P o trocán­ dose en “ ph” bajo la influencia de la “ y ” siguiente que sonaría como la “ u” francesa y la “ U” griega. Por seme­ jante estilo en una inscripción de Mérida (530) “ Nympe” y “ Hedyphnus” se sustituyen a “ Nymphe” y “ Hedypnus” . La expresión “ postmortem” aumenta el reducido nú­ mero de los epígrafes que la contienen y que reseña­ dos por Hubner, no pasan de nueve: En Lisboa (227 y 256), Sevilla (1.205), Bornos (1.367), Porcuna (2.130), Albanchez (3.350), Jaén (3.373), Cartagena (3.498) y Barcelona (4.523). Finalmente advertiré que en este epígrafe, el nombre de la liberta, esposa de Marcio, se escribe Kania, lo cual es indicio de su mucha antigüedad. En Cádiz (1.284) sale un “ Canius Regatus” . La población de Montánchez es antiquísima, el señor Lozano al pie de su carta, me escribe que en diversos si­ tios del término de esta villa "se han encontrado de diez a doce hachas de sílice ahumados” , prehistóricas, de las cuales pretende hacer colección para darnos de ellas conveniente noticia. Madrid, 28 de octubre de 1914. Fi­ del Fita” .

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ARAS VOTIVAS Dos aras votivas existen y se conservan, y las dos en el sitio de la Quebrada; una en la casa de campo de don Tirso Lozano Rubio y otra en la casa de doña Catalina Madruga. La primer inscripción votiva fue descubierta en el cas­ tillo llamado de la Olalla, y la tenía colocada Juan Lava­ do, ya difunto, en una cocina delante de un cuarto que tenía en un guindal de su propiedad, de donde la reco­ gió don Tirso Lozano, galantemente cedida por el señor Lavado. Está colocada en el zaguán de su casa a mano derecha, con ánimo o deseo de trasladarla al museo mu­ nicipal que debe formarse, en una pieza de las Casas Consistoriales, donde deben exponerse todas las lápidas romanas, las ánforas, lucernas, monedas romanas y me­ dievales encontradas en el castillo y en el pueblo, junto con las Hachas Ibéricas y otros objetos antiguos, que puedan ser examinados y visitados por los turistas que visiten el pueblo. Esta lápida o ara votiva de Caturo, que es el oferente, mide 0,65 m. de alto, 0,38 m. de ancho y 0,20 de grueso. Sus letras altas 0,05, La piedra está sencillamente labra­ da; tiene su basamento y su cornisamento con dos lis­ tones de seis centímetros de ancho en la parte superior; dice así: C A T V R O, SA . B I D I E S I . V A L. S. La lectura es: Caturo s (o lv it).

S a(lu ti)

Bidiesi

v(o tum )

a(nim o)

I(ibens)


Su interpretación es: Caturón cumplió de buen grado el voto que había hecho a la Salud Bidiense. Esto es: a Bidia diosa de la Salud ofrecía este exvoto 0 monumento por la curación obtenida el romano Ca­ turón. La localidad (baños medicinales) donde se puso el ara se denominaba “ B idia", nombre afín al de “ Bidunia" ( “ Boletín” , tomo XXVI, pág 398), que se reduce a la Bañeza entre León y Astorga. Similar al de Caturón. se encuentra otra ara en Ba­ ños de la Encina. Provincia de Jaén: S ( “ acrum ” ) “ Sal(u ti)" “ A u g (u sta e )” . “ M (arcus” ) “ U (lp iu s” ) “ H er(m e)ros” “ A u g (u s ti/” l ( “ i b e r t u s ) / v ( o t u m ” )s ( “ o I v i t ” ) / 1( “ ibens” ) “ a n im (o ” ). Consagrado a la Salud Augusta. Exvoto, que le puso de buen grado Marco Ulpio Hermeros, liberto del Augusto (Trajano). Así en una serie de inscripciones de termas en gene­ ral, y de unas termas “ Aquae Calidae” , cerca de Barcelo­ na (4.487-4.490). En casi todas, la divinidad médica se le designa con el nombre de “ Salus” o “ Dea Salus” , la Diosa Salud, la diosa servatrice o salvadora. Exvotos similares por curación son el epígrafe de Castillblanco: “ Lucius Samnius Sulla, voto sanitate condemnatus” (esto es, obligado por el voto que hizo por su salud) "animo libens dat” . Lucio Samnio Syla hizo de buen grado este monumento obligado por el voto que hizo por su sa­ lud. Y el de Cayo Vettio Silvino, que cumple un voto "proEunoide Plautilla Coniuge sibi restituta” , por la salud de su mujer Eunide Plautila-lnscripción de Portugal número 145, dedicada a la Proserplna “ servatrici” , salvadora. Y la de Licinio Sereniano y su mujer Varinia Flacciwa a la diosa Jusureina de los dioses en Alanje por la salud de su hija Varinia Serena.

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SEGUNDA ARA VOTIVA Esta lápida se encontró por los años de 1898 a 1900 en la cerca de arriba, frente a la casa de doña Catalina Madruga, al extraer piedras y canterías para la fábrica de la casa que construyó su padre don Casimiro Madruga, en el sitio de la Quebrada. Está de piedra sillar en la es­ quina del ángulo sur del edificio, donde se encuentra hoy colocada, en sentido horizontal, en vez de colocarla en su erección natural, derecha, lo cual dificulta grandemente su lectura; gracias que la quedó al descubierto sin encalar y ha sido posible sacar la impronta, que ha interpretado el P. Fita, en el Boletín, y dice así: “ La tercera inscripción, también votiva e inédita, mi­ de 0,73 m. de alto por 0,52 de ancho. Letras altas, 0,09. D. D. S. BELLO N A E L. P . S P O S V IT . L .A D (is) d(eabus) s(acrum ). Bellonae L (ucius) P ( ublicius?) ¿(everus?) posuit l(ibe n s a (n im o ). Consagrado a los dioses y diosas. Lucio Publicio Se­ vero puso de buen grado esta ara a la diosa Belona. (Diosa de la guerra). Es notable la forma arcaica A de la a, que comparece en un epígrafe sepulcral de Baños de la Encina y en otras inscripciones del prim er siglo. En T rujillo y en su castillo, se descubrió una ara que dedicó Cayo Julio Vítulo a la misma divinidad guerrera (Hubner, 5277). Se encontró en el espolón del castillo. Pasó a poder de Don Gonzalo Cabello, vecino de T ruji­ llo. Publiqué una copia que me enviaron defectuosa. Si 49 4


usted me procurara el calco se lo agradecería mucho. Tiene esta ara de Trujíllo capitel y base y más de un me­ tro de altura. La Quebrada ¿fue sitio fortificado?” . Tal como la reproduce Matías Ramón Martínez, en la “ Revista de Extremadura” , año 1900, pág. 244, es así: B . E L O N E . C . IVL I V S . V IT L V S . A R

Cayo Julio Vitulo puso esta ara a Belona. La diosa guerreadora aparece en los testim onios de entonces, no sólo con este nombre, sino también con los de “ Baelo” , “ Baelon” “ Bellona” y “ Baellona” . No se ocultó a la perspicacia del P. Fita de que en la Quebrada hubiera lugares fortificados por el ara votiva allí encontrada, dedicada a la diosa Belona, que era Dio­ sa de la guerra, por algún soldado de aquella localidad por algún éxito feliz que hubiera tenido en alguna esca­ ramuza o batalla. Efectivamente que allí hubo sitios forti­ ficados, como lo demuestra la existencia de los dos cas­ tillos, llamado uno de la Olalla, donde apareció la ara vo­ tiva de Caturo y el otro llamado castillo de las Vaquerizuelas; en ninguno de ellos existen hoy murallas ni fo rti­ ficación alguna; solo sí, vestigios de grandes piedras re­ movidas y las rocas existentes agujeros de escoplos o palancas, como de haber servido para alguna construc­ ción; en el de las Vaquerizuelas existía una gran cueva — hoy tapada y obstruida su entrada por algún cancho re­ movido— que tenía dos estancias, bastante amplias que es y ha sido de búsqueda para encontrar tesoros, allí es­ condidos, dicen, por los franceses fugitivos derrotados en la famosa acción de Arroyom olinos de Montánchez, por el general Girad y cuyo signo o nomos del escondrijo en 50


los papeles de los investigadores, era una higuera bravia y dos chozones. Hoy no quedan indicios ni vestigios ciertos para dis­ cernir, si estos castillos fueron de construcción árabe o de construcción romana o castros ibéricos. Desde luego las aras votivas allí encontradas dan motivo suficiente para creer y afirmar que allí hubo una localidad llamada “ Bidia” , y de población romana, pues del siglo primero son las facturas y letras de las lápidas, y romanos los nombres y cognombres de los oferentes de estos exvo­ tos a las diosas Belona y de la Salud. En este mismo sitio de la Quebrada y en el cercón lla­ mado de don Miguel Flores y en la casa que entonces te­ nía, dividida hoy entre don Casimiro Carrasco y doña Eli­ sa Pérez, ya difuntos, en la puerta de la habitación de la derecha, que hoy está ya tapiada por la división de la casa, había escrita en la puerta la siguiente inscripción, que copiamos aquí para su constancia: S V R I A K V S N I S V I C A R I S A S I T V S Sin duda al hacer la casa se debieron encontrar una lápida sepulcral y para aprovechar la piedra, la empo­ trarían en alguna esquina, al igual que hizo don Casimiro Madruga en su casa y como hicieron con la de Cecilia en el portal de la viña y para que constara, sin duda, la copiaron en esa puerta; pero debido a lo imperfecto de la copia, no se puede exactamente deducir una buena lec­ tura de la inscripción funeraria; sólo se puede afirmar que la difunta se llamaba “ Suria” ; que la lápida es del siglo primero a juzgar por el uso de la K en vez de la C, como sucede con el nombre de Kania en la lápida de Marco Lucio Baccino, que posee Eliseo Madruga; y que encima 51


del epígrafe aparece esculpida la media luna, símbolo de la inform e Diana-Diosa de la caza diosa de las selvas y diosa infernal, que bajo el nombre de Proserpina empuña el cetro de la mansión de las almas de los finados. Prueba además la población romana que existía en la Quebrada con sus delubros o sacellos de aras votivas y con su ne­ crópolis de lápidas funerarias. La copia de ésta inscripción la tomamos de dicha puerta allá por los años 1888 al 1890 del siglo pasado. Por más diligencias que hemos hecho para dar con tan deseada piedra, no nos ha sido posible. Como colofón de este estudio de la epigrafía romana montanchega sacamos en conclusión la misma que nos decía el P. Fita, en carta del 2 de abril de 1901: “ Las inscripciones lapidarias existentes dan justo motivo para creer que en Montánchez existió crecida población ro­ mana” . En Benquerencia se encuentra una “ Sura” Vitula, como dedicante a su suegro Quinto Calpurnio Clementino de la lápida sepulcral.

NOTAS AL CAPITULO SEXTO (1) Hoy está en poder de don José Galán Nogales, abogado y funcionario del M inisterio de Educación y C iencia, natural de M on­ tánchez. (2) También está en poder del señor Galán Nogales un ara vo­ tiva ofrecida a una deidad romana por 1VLIA.

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CAPITULO SEPTIMO Sarcófagos o sepulcros Entre los romanos usábanse los sarcófagos, los se­ pulcros, los cipos y las urnas sepulcrales: tenían sepul­ cros en forma de pedestal, otros subgrundarios, o sea de­ bajo de tierra, construidos con bóvedas de piedras me­ nudas y argamasa; de éstos, unos estaban adornados por dentro con arbolitos, flores, animalejos y otros ornatos; otros eran lisos. De estos últimos se han encontrado algunos en Mon­ tánchez; uno en una finca de don Juan Carrasco Caba­ llero, sita en “ la Cancha” , en donde se ven todavía las paredes laterales y un trozo de bóveda; parece sin duda ser romano: otro se encontró al construirse el molino de Santana, propiedad de la señora de don Juan Gómez Gil, y según los datos era de la misma clase en la forma; pero, a mi parecer, posterior en tiempo al otro.

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CAPITULO OCTAVO Ruinas y cimientos de edificios romanos A la bajada para Valdefuentes, en el sitio llamado el Palomar se descubren enormes y anchos cim ientos que ostentan la grandeza de los edificios que en otros tiempos sustentaron. Existen esparcidas acá y acullá infinidad de piedras sillares muy bien labradas, con algunos dinteles, parecidas en todo a las que usaban los romanos en sus construccio­ nes y monumentos: sólo en la era de doña Josefa Galán, hay más de ciento de gran tamaño computadas también las que están puestas en las paredes y las empotradas en el portal. Este, a mi entender, debe ser el sitio donde prim itiva­ mente construyeron los romanos el pueblo; pues en sus inmediaciones es donde existen casi todos los vestigios romanos ya descubiertos.

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CAPITULO NOVENO Castillo de Montánchez Decía el señor Mélida en una conferencia dada en el Ateneo de Badajoz, cuando recorría la provincia para hacer el Catálogo Monumental de España: Los romanos no hicieron castillos, porque como era un pueblo fuerte y poderoso, no temía, ni tenía de quien defenderse; solía hacer “ Castrum” , esto es, campamentos militares de mampostería, como son los siete “ castra” que circundan a Numancia, y los Castros, añado yo, de Cáceres: CASTRA SERVILIA (en Cáceres el Viejo) y CASTRA CECILIA, campamentos que levantaron, el año 78 a. Cr., para in­ vernaderos los generales Servilio y Licinio a las órdenes de Quinto C ecilio Metelo. “ Los hay prerromanos, esto es, construcciones ciclópeas, como un resto en el castillo de Magacela” . “ Los castillos extremeños son árabes o de la reconquis­ ta; los primeros se levantan para defenderse — los reyes Taifas, unos de otros, después de la extinción del Califato de Córdoba, siglo XI y XII; se reconocen por la fábrica de tapial y ladrillo y sus torres exágonas, octógonas (como la Torre de Espantaperros), dodecágonas (como la Torre del Oro de Sevilla), o cuadradas. Los de la Reconquista, o cristianos, son de piedra de mampostería, y se levanta­ ron para defenderse contra el moro, o para defenderse los señores feudales, unos de otros. Estos se dividen en 55


castillos roqueros, alcázares o feudales o señoriales y ciudadelas; según que servían para defensa, como los ro­ queros, o para morada del señor feudal, o para albergue del pueblo, que tenía su seguridad en el castillo.— La Torre del Homenaje era la más alta del castillo, donde estaba la morada del Señor.— Solían tener puerta fortificada con aspilleras y matacán, y con dos torreones a los lados, se­ gundas puertas y rastrillos. El de Badajoz es arábigo y su puerta es del tipo de las puertas de los castillos árabes, era ciudadela y alcázar, que estaba, donde hoy el hospi­ tal, y su torre es la del Homenaje y enfrente, el Palacio del Duque de Feria.— Los castillos de la reconquista extre­ meños son de los siglos XIV, XV y XVI.— El conventual de Mérida es del siglo XVII, excepto los arranques, que son de la fortificación romana. El Arco de Trajano, no es de Triunfo, si no puerta de un edificio, v, gr. de Basílica, que eran casas de contratación” . A pesar de lo que dijo entonces el señor Mélida, de que los romanos no hacían castillos, sino castros, dijim os en nuestra primera edición que el Castillo de Montánchez era romano-arábigo y hoy decimos lo mismo, añadiendo que el que hoy existe, es casi su totalidad de la Reconquis­ ta. El señor Mélida reconoce que en el Conventual los arranques son de fortificaciones romanas; que en Cáceres lo que hoy se llaman los Adarbes la antigua Ciudad Norba Cesarina fue recinto fortificado desde la época romana; y en la misma descripción del castillo Montanchego, acaba diciendo: “ debe creerse, pues, que la fortificación romana fue convertida en alcázar por los árabes, y luego recons­ truida por los reconquistadores, sobre todo, por los Caba­ lleros de Santiago” . El castillo es roquero, esto es, para defensa. No tiene Torre del Homenaje; prueba de que no fue señorial, como el de Valdefuentes que perteneció al Señorío del Marque­ sado de su nombre, como lo indica el Rollo de la Plaza; ni ciudadela, porque no albergó al pueblo, como lo indica su perímetro, sino que el pueblo se formó en su rededor. Los árabes convirtieron en alcázar la fortificación romana allí 56


existente; de ello se conserva el aljibe moruno actual, y como dice el señor Mélida en la página 10, conserva re­ cuerdos árabes en sus respectivas obras defensivas. De lo romano sólo queda el lienzo de la puerta principal de en­ trada al castillo construido con sillería granítica romana. Lo restante es obra de los caballeros de la Orden de San­ tiago, a quien fue entregado el castro y la villa de Mon­ tánchez, conquistado definitivamente el año 1230, por Al­ fonso IX de León. La postrera m odificación que indican las ventanas dobles y de medio punto, fue sin duda hecha para que sirviera de palacio señorial. Poco cuidado se ha puesto en coleccionar los objetos antiguos y monedas encontradas en el castillo. Podía ha­ berse formado regular museo con las cosas allí apareci­ das. Nosotros poseemos varias monedas, allí descubiertas de las tres épocas: romana, árabe, e hispano-cristiana. Tres son romanas, imperiales todas ellas, siendo de extrañar que no haya ninguna Autónoma Emeritense, ya que Mérida tuvo casa de moneda, lo mismo en tiempo de los roma­ nos que en tiempo de los visigodos. La primera parece del emperador Claudio. Anv.— Busto con laurea a la izquierda; alrededor TI. CLAVDIUS CAESAR. AVG.P.M.TR.P.IMP. Rev.— LA FELICIDAD, figura de pie, de frente, con el cuerno de la abundancia en el diextra-Borrado: FELICITAS. En el campo: S.C. mod. 28 mms. Peso, 8,50 gr. cobre. Segunda: Anv.— Busto laureado a la derecha. Leyenda: CAESAR VESPASIANVS AVG IMP. Rev.— La eternidad, figura de pie, de frente, lanza en la mano derecha y en la izquierda un disco o globo. Le­ yenda: GLORIA EXERCITVS. En el campo una estrella en el lado izquierdo. En el exergo: ANTA. Mod. 21 mms; peso, 4,50 gr. cobre. Tercera: Anv.— Busto con diadema, a la derecha. Le­ yenda: CAESAR VESPASIANVS AVG IMP. Rev.— La eternidad; lo mismo que la anterior. Leyenda: GLORIA a la izquierda, EXERCITVS a la derecha. En el exergo: ANTA. Mod. 16 mms. Peso, 4 gr. cobre. 57


Otra moneda también imperial, romana, encontrada en casa de Paco Carrasco, es de la misma época que las dos anteriores, sin más diferencia que no tiene nada en el exergo, ni en el campo. Mod. 20 mms. Peso, 4 gr cobre. Dos monedas árabes. Como no sabemos árabe, no pue­ do precisar qué leyenda tiene en el anverso; en el re­ verso, sólo tiene un arabesco. Mod. 22 y 16 mms. Peso, 4 y 2,50 gr. Siete monedas hispano-cristianas. Primera.— Anv.: Dentro de un círculo una F coronada. Leyenda: REX CASTELLAE. Rev.: Dentro del círculo: F coronada. Leyenda: ET LEGIONIS. Mod. 18 mms. Peso, 1 gr. cobre. De Fernando III el Santo. Segunda.— Anv.: Dentro de ocho semicírculos dobles, un castillo de tres torres. Leyenda: IOHANES ... GRACIA. Rev.: Dentro de ocho semicírculos dobles, un león co­ ronado. Leyenda: IOANES DEI GR... Mod. 28 mms. Peso, 5,50 gr. cobre. Juan II. Tercera.— Anv.: Dentro de seis semicírculos, un casti­ llo de tres torres. Leyenda: La anterior. Rev.: Dentro de seis semicírculos, un león coronado. Leyenda: Como la anterior. De Juan II. Mod. 21 mms. Peso, 2 gr. cobre. Cuarta.— Anv.: Dentro de un cuadrilátero, inscrito en un círculo, un castillo de tres torres. Leyenda: la misma que la quinta. Rev.: Dentro de un cuadrilátero, inscrito en un círculo, un león coronado. Leyenda: la misma que la quinta. Mo­ delo 18 mms. Peso, 1 gr. cobre. De Enrique III el Doliente. Quinta.— Anv.: Dentro de un cuadrilátero, inscrito en un círculo, un castillo de tres torres. Leyenda: ENRICUS DEI GRAT. Rev.: Dentro de un cuadrilátero, inscrito en un círculo, un león coronado. Leyenda: XPS VINCIT XPS REG. Mode­ lo 20 mms. Peso. 1 gr. Cobre. Sexta.— El mismo tipo que la anterior. En el exargo una F. 58


Séptima.— El mismo tipo que las anteriores. Mod. 17 milímetros. Peso, 0,80 gr. Plata. Don Rafael Romero de Castilla, Jefe de telégrafos que fue de Montánchez encontró en el castillo una moneda de oro, de Juan II, grande y casi cuadrada. La viuda de Barras posee otra moneda de oro, encon­ trada en el circo, de los Reyes Católicos. Esto es prueba suficiente de haber pasado por el casti­ llo las tres civilizaciones, romana, árabe e hispano-cristiana. De la época visigótica no he visto ninguna moneda en­ contrada en el castillo. Pudieran ser aprovechados los fus­ tes de mármol y capitel con collarino del aljibe árabe, que parecen visigóticos como visigóticos aprovechados son, según Mélida, los fustes y capiteles del portal de los Már­ tires y otros capiteles de los pilares de la ermita. En las ex­ cavaciones del castillo se ha encontrado, no mucho tiem ­ po ha, un dintel o pilastra de mármol de 1,25 m. de largo por 0,30 de ancho y en su lado tiene ornamentación visi­ gótica con once círculos de motivos vegetales y geométri­ cos. En los poyos de la plaza hay cuatro capiteles romá­ nicos. También tenemos dos broches árabes, encontrados en el castillo; los dos son como si fueran de jaique; uno tiene 5 cm. de largo, sólo el macho que termina en un recuadro, con buen arabesco; el otro, magníficamente conservado, tiene la hembra de 0,035 de largo por 0,34, en un recuadro, con bonito arabesco, y los machos dobles de 0,035 de lar­ go por 0,02 de ancho, con su dibujo correspondiente. La descripción del castillo que el señor Mélida hace en el "Catálogo Monumental de España” . Provincia de Cáce­ res, año 1914. Es como sigue: 949.G) Castillo. — Queda dicho que podrán ser de construcción árabe algunas partes de este monumento y que desde luego lo es el algibe, descrito a su tiempo. Ex­ cepto esta construcción hay que describir aquí las demás que componen el castillo, cuya situación en las partes más elevadas y rocosas del altísimo cerro en que se halla Mon59


tánchez, dominando una gran extensión, es muy propicia para defender y atalayar aquella dilatada campiña que al pie del cerro se ve y aun se pierde de vista. Hállase el cas­ tillo al N. O. de la población. La fábrica es de mampostería y en algún trozo de si­ llería granítica. Es una fortaleza grande, de traza irregular, por lo quebrado del peñasco sobre que fue construida. Consta de dos recintos y donde lo pidió la defensa, un tercero más exterior. Ofrécense estos recintos como en to­ das las fortalezas en forma escalonada. El segundo o ex­ te rio r en general forma con sus lienzos o torres semicilíndricas con planta poligonal, conservando en unos y otras de aquellas algunas almenas. En uno de los lienzos de este recinto, de cara al S. E. se halla la puerta, en arco apun­ tado. Dicho lienzo es el trozo que hay de sillería granítica, cuyos sillares son sin duda romanos y acaso lo es el mu­ ro mismo, pues las piedras están muy bien aparejadas, sin más alteración que la producida al abrir o modificar la puerta. Al N. hay otra puerta pequeña o poterna, también en arco apuntado. Muy bien pueden datar ambas del siglo XIII. El recinto interior o superior, ocupa una mitad del pri­ mero a la parte oriental y es a modo del alcázar de altos muros y regular mole. Su entrada se encuentra una vez pa­ sada la dicha primera puerta de la derecha, defendida por una torre. Pero en rigor la puerta de la parte más amplia del alcázar debió estar en un trozo hoy derruido de cara al occidente. Este que llamamos alcázar es una construc­ ción que se desarrolla de S. E. a N. O. de planta irregu­ lar que comprende un patio cuadrado y otro mayor, aca­ so plaza de armas, ambos rodeados de habitaciones, hoy medio destruidas, pues todo el castillo se halla medio arruinado y en el más triste estado de vejación y abando­ no. Entre aquellas ruinas y trozos de fortificación que hoy aparecen separados y formaron una sola obra defensiva hay uno que no es otra cosa sino un torreón que avanza, terminando en forma sem icilíndrica hacia N. O. y que en su interior contiene un tugurio de planta pentagonal irre60


guiar, propio para un centinela, llamado la prisión de Don Rodrigo; más no es creíble lo fuera, pues cámaras o salas más interiores seguras y propias habían aún en el castillo en el siglo XVII, para hospedar en seguridad a per­ sonas cual era el marqués de Siete Iglesias. En el dicho alcázar, que posiblemente es de origen árabe, en el punto más elevado del peñasco está el aljibe de que se habló. Lo demás del castillo, con las torres semi­ circulares corresponde en general al carácter de la arqui­ tectura m ilitar de los siglos XII y XIII; pero es varia la cons­ trucción y en el segundo recinto mencionado hay muchos trozos que deben datar del siglo XV, y del XVI las perfo­ raciones o ventanas para convertir el castillo en casa se­ ñorial. Debe creerse, pues, que la fortificación romana fue convertida en alcázar por los árabes y luego recons­ truida por reconquistadores, sobre todo por los Caballe­ ros de Santiago, hasta que luego sufre su postrera modi­ ficación para que sirviera de palacio señorial.

EL ALJIBE ARABE El algibe del castillo de Montánchez, conocido vulgar­ mente con el nombre de "Pozo de los moros" es del mis­ mo tipo que el aljibe árabe de la casa de las Veletas de Cáceres y los dos existentes en el castillo de Trujillo, sin más diferencia que sus dimensiones y número de naves, arquerías y columnas; el de Cáceres tiene cinco naves, el de Montánchez de tres y los de Trujillo, dos y tres, res­ pectivamente. El tipo originario de los aljibes árabes es bizantino, y el sistema común es el de naves con arquerías y bóvedas de cañón, de ladrillo, y columnas o pilares. El de Montánchez lo describe así el señor Mélida en “ Noti­ cias del A ljibe árabe de la casa de las Veletas de Cáce­ res” , pág. 10. El aljibe con que me vi sorprendido en Montánchez há­ llase así mismo construido en una oquedad del peñasco, 61


en que asienta el alcázar, hallándose por consiguiente sub­ terráneo. No es posible penetrar en él más que por uno de sus tragaluces o sumideros. Mide su recinto 6,97 por 4,23 metros, y está dividido en tres naves, de desigual anchura por dos arquerías de a dos arcos sobre columnas de mármol, estando cerrado por bóveda de medio cañón, arcos y bóvedas son de ladrillos enjalbegados. De los fus­ tes uno está adornado con collarinos, el otro es liso, y am­ bos carecen de capiteles. Los arcos, no puede decirse que sean de medio punto, pues se observa en su perfil ligera tendencia a ser apuntados. El intradós acusa un espesor de 0,48 metros. Voltean dichos arcos sobre las dos men­ cionadas columnas y sobre pilares adosados a los muros. En el del fondo por el lado oriental, hay dos arcos más, resaltados y ciegos, siendo con estos dos, seis los que hay. La altura total de las naves es de 3,25 metros. Los muros son de argamasón. Sin duda este aljibe es posterior al de Cáceres (del siglo X o principios del X I), acaso construido durante la segunda o última dominación árabe, en el primer tercio del siglo XIII, antes de la definitiva reconquista de Montán­ chez en 1229 o 1230. La planta es un recinto rectangular, dividido en el sen­ tido de su anchura en tres naves, de distinta dimensión, de 2,40 m. la primera, de 2,20 m. la segunda y 1,90 m. la última; está orientado de N. a S. en sentido diagonal. No cabe suponer que fuera destinado a baño por carecer de puerta de entrada. La planta del aljibe la trae dibujada el señor Mélida en la pág. 11 y su fotografía en las de Cá­ ceres y T rujillo (Fototipia de Hauser y Menet-Madrid). Las dominaciones musulmanas fueron varias en Mon­ tánchez, porque diversas veces fue tomado el castillo por los reyes de León; la primera dominación árabe terminó en el año 918, con la conquista de Ordoño II; la segunda ter­ minó en 1143 con la racia de Alfonso VII, y aunque volvió pronto a poder de los moros, terminó en 1165 con la toma de Montánchez por el rey Fernando II; probablemente en esta larga etapa de dominación musulmana fue reconstrui­ 62


do este aljibe, para contar con más elementos de resisten­ cia a los frecuentes ataques que habían sufrido ya de los cristianos. A los dos años, 1167 volvió a poder del rey de Marruecos hasta el 1184 en que fue reconquistado por los cristianos y en 1196, cayó en poder del rey Yusuf Abu Yacub; el que construyó la torre llamada del Bujaco, de la plaza de Cáceres, cuyo nombre le dio, o por haberla asaltado en 1173, y pasado a cuchillo a sus defensores, los Fratres de Cáceres. Planta del aljibe del castillo de Montánchez

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Además del aljibe árabe tenía el castillo, para surtir de agua a sus defensores y habitantes, un estanque gran­ de para recoger las aguas del lado occidental, que restau­ ró recientemente, el difunto párroco don Francisco Del­ gado Espada, para conservar las aguas y poder regar las plantaciones por él hechas en el paseo. Había en lo que se llama el circo, un pozo descubierto el año 1935, por un explorador de tesoros, en forma de cisterna, de planta rectangular de 4,50 por 2,70 metros por lado y tres de altura, con lucido y almazarrón enjalbegado; tiene en un ángulo un manantial, una vena líquida de agua riquísima, que allí surge y brota de un vaso comuni­ 63


cante, que viene de la sierra de enfrente de mayor altura. Su brocal de sillería granítica, tiene a un lado una taza o pila, para recibir el agua y distribuirla entres canales que de allí parten, cuya term inación todavía no se ha des­ cubierto. Apareció en esas excavaciones una moneda de oro de los Reyes Católicos, y varios esqueletos humanos, casi a flor de tierra, enterrados. Hay que tener en cuenta que cuando se prohibió, el año 1805, el enterramiento en la iglesia, se habilitó para cementerio, el circo; después el guindal de la Cuesta del Cura, y por último el año 1854 se construyó el cementerio actual. En el tímpano de su portada tenía esta cuarteta, MANSION ES ESTA DE SILENCIO Y CALMA QUE AL POBRE PECADOR ATERRA AQUI VUELVEN LOS CUERPOS A LA TIERRA Y A NUEVA VIDA DESPIERTA EL ALMA TEMPLO DE LA VERDAD ES EL QUE MIRAS, NO DESOIGAS LA VOZ DEL QUE TE ADVIERTE QUE TODO ES ILUSION, MENOS LA MUERTE. El castillo y la villa de Montánchez reconquistado de­ finitivamente por Alfonso IX, fue donado al Maestre de la Orden de Santiago, don Pedro González Mengo, por lo bien que le había ayudado en la Empresa, el que formó con villa y castillo una de las mejores y más codiciadas encomiendas de la Orden; y tales condiciones de seguri­ dad llegó a tener la fortaleza, que el tesoro de la Orden era custodiado en la misma. Con este dato puede presu­ mirse desde luego, que en las discordias intestinas del cé­ lebre Instituto, debió figurar en primera línea, el bando que contase con tan importante baluarte, contaba con el nervio de todo movimiento social y político: ¡con el nu­ merario! En las revueltas promovidas por los rebeldes infantes de Aragón, el castillo de Montánchez alzó bandera por és­ tos; vino sobre él el Condestable don Alvaro de Luna, que 64


no pudo tomarlo, y sólo se rindió, como veremos en el capítulo último del segundo período, a la intim idación que personalmente le hizo don Juan II. Parece que perteneciendo a la Orden de Santiago, no debían afectarle las revueltas de la de Alcántara; pero, en el siglo XV, estando enclavado en Extremadura, y teniendo por Comendador a don Alonso Portocarrero, cuñado del Clavero de Alcántara, don Alonso de Monroy— , no podía sustraerse a las asoladas que por toda la provincia re­ percutían. De los sucesos de Alonso de Monroy en el castillo de Montánchez daremos cuenta detallada en el capítulo segundo del tercer período. He aquí la bella pintura, hecha por el distinguido y ma­ logrado escritor canario don Francisco María Pinto, de un castillo feudal: “ Como representación en que la Edad Me­ dia se resume, destácase el castillo formidable, que allá, colgado en las altas rocas eleva sus torreones al cielo. Figurémonos la gran sala, junto a la chimenea en que hu­ biera cabido holgadamente el asador de un olmo entero y el entero novillo de las bodas de Camacho. Dentro del área luminosa, la castellana, de semblante pá!jdo y rubios ca­ bellos, hila silenciosamente en la rueca; Ips servidores se entregan cerca del fuego a sedentarias laenas; y junto a él se calienta dormitando, algún fraile, algún peregrino, huéspedes que la tempestad o la noche acercó al foso demandando albergue... Ya se ha oido, primero lejano, después más cerca, el cuerno que revela la presencia del Señor. Ha rechinado el pesado rastrillo, ha caido el puente con estrépito; y el amo, jayán tem plado rudamente en la caza y en la guerra, ha entrado rodeado de sus monteros, seguido de sus perros, llevando en la enguantada mano el halcón favorito, al que rocía con vino junto a la lumbre. Poco a poco las conversaciones, mantenidas al amor de ésta, se debilitan, por la exclusiva atención con que se es­ cucha algún relato curioso de caza o de asombrosas aven­ turas en viajes a muy apartadas y casi fabulosas tierras, o alguna maravillosa conseja que empuja hacia la claridad a los más medrosos". 65 5


¿Que todo esto no sirve para nada? ¡Y tanto que sir­ ve! Mientras el espíritu sea el peremne motor de la acti­ vidad humana; mientras el recuerdo sea un alto descanso en la trabajosa ruta de la vida; mientras el pasado sea es­ cuela y disciplina del presente y porvenir... esos monumen­ tos y tradiciones serán los testim onios más fehacientes para escribir la historia de nuestras grandiosas epope­ yas. No hay que darlo todo a la especulación y a la ma­ teria, hay que dejar algo al factor anímico que se recrea, celoso de sus fueros, cuando vuelve la vista atrás, en la contemplación de ese cúmulo de magnificencias difíciles de comprender por los homúnculos del día. La transformación político-m ilitar de España, iniciada por los Reyes Católicos, que mermó importancia a las Or­ denes Militares, no afectó grandemente a la del castillo montanchego; pues si la perdió como cabeza de enco­ mienda, la conservó como prisión del Estado. En él tuvo lu­ gar de meditar el valido don Rodrigo Calderón, marqués de Siete Iglesias, lo inseguro y deleznable que es el fa­ voritismo de los reyes, conociéndose aún, con la denomi­ nación de CASA DE DON RODRIGO, el torreón donde es­ tuvo preso, de lo cual nos ocuparemos en el capítulo XI del tercer período. A pesar de lo que dice el señor Mélida, esta debió ser la prisión de don Rodrigo; no sólo por­ que la tradición ha conservado este sitio, sino porque era el lugar más seguro y más incómodo que había; se­ guro, porque la torre tenía su puerta de entrada tres o cuatro metros más alta que su pavimento, con lo cual se prueba que no era propia para un centinela, como él dice, no teniendo en sus muros ni una sola aspillera; tenía una gran puerta de hierro y un tragaluz lo que daba a la pri­ sión una seguridad e incomunicación, como en ninguna otra estancia; y, era lugar incómodo en extremo, buscado así por sus perseguidores, pues en su mismo palacio que le sirvió de cárcel al final de los treinta meses de prisión, le buscaron la habitación más lóbrega y húmeda para es­ tancia y la marquesa de Siete Iglesias se queja al rey de que el alcalde de la Corte, don Francisco Irazábal, le 66


hubiera quitado en Montánchez, hasta los criados que él le concediera (Angel Osorio-Los Hombres de toga en el proceso de don Rodrigo Calderón, pág. 222, año 1918.) En otro de sus calabozos, tuvo lugar de arrepentirse el marqués de Ayamonte, de la desgraciada intentona de for­ mar con las provincias andaluzas un reino para su padre, el duque de Medina Sidonia, a raíz de la independencia de Portugal, cuyo monarca (casado con una hermana del duque) favorecía tan audaces pretensiones; y entre sus paredones tuvo también lugar de renegar el conde de Cantillana de mecer en lances cortesanos, pues por una bofe­ tada que en el salón del palacio del Retiro se dio cierta noche (año 1636) a presencia de don Felipe IV, fueron sentenciados sus autores a ser degollados, y Cantiilana y otros caballeros más o menos com plicados en el suceso, encarcelados y condenados a menores penas. Y terminamos con la sucinta descripción arqueológica del renombrado castillo, tal como al presente se encuen­ tra, y fue en el transcurso de los siglos: fortificación ro­ mana, alcázar árabe, residencia de comendadores, tesore­ ría, templo, prisión del Estado, cuartel general de los fran­ ceses (año 1811)... y albergue de pordioseros, cerníca­ los, saurios y hoy paseo cotidiano de sus habitantes y vi­ sita ordinaria de sus fieles moradores que como vasallos rinden homenaje diario a la hermosa Castellana que ha­ bita, siglos ha, en el alcázar de su ermita para velar por sus hijos y ser la Consolación de su pueblo. Como colofón vienen a mi memoria los versos sonoros, vibrantes del poeta montanchego, don Melitón Amores González en su poesía: “ Los dos alcázares” . “ Como restos de glorias ya pasadas conozco yo un castillo solitario que parece un gigante centinela que está siempre velando.

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Las aves nocturnales; esas aves que entonan por la noche un triste canto son las aves que lloran del castillo las ruinas que han quedado. En el castillo desde tiempos remotos tiene su santuario la Virgen de la Consolación, patrona de la villa; así lo ex­ presa el señor Amores en su poema: Guarda hoy entre sus muros el castillo un pequeño palacio donde habita una hermosa Castellana adorada de todos sus vasallos, más bella que las hijas del profeta que vieran el castillo mahometano. El señor Mélida, en la obra citada, lo describe así: “ 950.— Ermita de Nuestra Señora de la Consolación del Castillo. Se halla dentro del prim er recinto en la parte me­ nos elevada, al S. junto a la muralla. La tradición de esta imagen, como de otras muchas, es de que al ocurrir la invasión mahometana fue ocultada por los cristianos, sin que se sepa cómo, ni dónde, ni tampoco cuándo fue en­ contrada. El carácter de tal imagen, nada arcaico, impide conjeturar cosa cierta. En cuanto al edificio de la ermita, no hay en él resto o detalle alguno medieval. Es una modesta fábrica de mampostería enjalbegada, de ladrillo y piedra, con un trozo de cantería en la cabecera, de traza clásica con pilastras y entablamento, acusando ser obra del siglo XVII. Se com­ pone de dos cuerpos; nave y cabecera, cuadrada y más alta. En su interior la nave ofrece pilastras toscanas resal­ tadas, arcos de medio punto y bóvedas de lunetos. La cú­ pula de la capilla mayor está ornamentada con pinturas, las pechinas decoradas así mismo con las figuras de los evangelistas, y los medios puntos laterales con composi­ 68


ciones que representan la adoración de los pastores y la adoración de los reyes. Estas pinturas llevan la firma: Lucenqui, 1804. El retablo corintio es neoclásico. El camarín está pavimentado de azulejos talaveranos, con hojas por motivo ornam ental” . Ha silenciado el señor Mélida el magnífico ventanal que da luz al camarín, de grandes dimensiones, de traza clásica, de puro renacimiento, ornamentado con hojas de acanto, de gran relieve; acodado en los lados con flores de lis y en la parte superior un escudo con el anagrama de María timbrado con tiara; lástima que la visualidad de tan bella obra esté en parte asombrada por una artística re­ jería de buena forja del siglo XVII. El carácter de tal imagen, nada arcaico, impiden conje­ turar nada cierto. Esto dice el señor Mélida, y es verdad; que la imagen actual que hoy se venera, no es románica, ni bizantina, ni de las sentadas del siglo trece ni del ca­ torce. Como a la vista aparece y la vio el señor Mélida, es una imagen vestida, y sabido es que las imágenes em­ pezaron a vestirse en el siglo XVII, en que empezó a dom i­ nar en el arte el imperio del barroquismo y quiso hacer de las imágenes grandes señoras, grandes reinas, y ves­ tirlas como emperatrices; y a esta clase corresponden las imágenes llamadas de DESVANADERAS, que sólo tienen de talla el busto, y en general son de pequeña estatura; y en la manía de vestirlas, vistieron también las de talla de forma humana del siglo XV y XVI, como las románicas y bizantinas y las mismas sentadas, y así vistieron a la Vir­ gen de Guadalupe, para que luciera los magníficos mantos de la infanta Clara Eugenia, el rico y el de la comunidad. Lo mismo hicieron con la Virgen del Castillo, que no es de las vestidas, sino que la vistieron. La imagen actual es de talla, no de las sentadas, sino de pie, de las llama­ das de forma humana, es gótica y probablemente es de últimos del siglo XV o del siglo XVI. El rostro de la imagen, que es por donde podría juz­ garse de su antigüedad y estilo está ya retocado tres ve­ ces por lo menos; una en el año 1736, pues en el libro de 69


la Cofradía de Nuestra Señora del Castillo, figuran “ se­ senta reales” , en la data, “ por retocar la imagen” ; otra, en ei siglo XIX en los talleres valencianos, siendo mayor­ domo don José Orozco; el cuerpo no ha sufrido retoque alguno, es policromado y se le aprecia un buen escófado del siglo XVI y, al parecer, de la escuela sevillana en donde, probablemente, se tallaría la imagen, que mide un metro y cuatro centímetros de altura; la mano izquierda, un tanto pegada al pecho, sostiene al Niño que es de talla y de la misma pieza que la talla de la Virgen; el Niño tiene treinta y cinco centímetros de alto y su cara ha perdido con el retoque, menos de arcaísmo que la cara de la Virgen. Esto quiere decir que la imagen actual no es la antigua primitiva que veneraron los Caballeros de Santiago y la villa y castro de Montánchez, en el medi­ evo, al reconstruir los conquistadores el castillo, ni mucho menos la que se venerara en tiempo de los godos según canta la tradición constante popular; pues si la ermita actual relativamente es reciente, del siglo XVII, menos antigüa que la misma imagen actual, no quiere decir que no hubiera antes ermita anterior (la había, indudable­ mente, pues existía su cofradía), lo mismo debe deducirse de la imagen, que si ésta no es la arcaica, a otra arcaica o medieval sustituiría. En el edificio actual, como muy bien dice el señor Mélida, "no hay resto o detalle medieval. “ Ciertamente, la construcción de la actual ermita data de la primera dé­ cada del siglo XVIII, o de las últimas décadas del siglo XVII en que debieron comenzar las obras de reconstruc­ ción de la nueva ermita, que es la que hoy vemos con su cabecera o capilla mayor, y nave de tres tramos con el portal; pues, si desde el año 1713 en que se pinta la me­ dia naranja y la capilla mayor, siendo mayordomo de la Cofradía de Nuestra Señora del Castillo, don Antonio Fer­ nández Lázaro, hasta que se acaba de dorar el retablo en 1763, pasan cincuenta años en rematar, ornamentar y perfeccionar la obra total de la ermita, es de suponer que en la estructura y edificación del entablamiento mu­ 70


ral, cornisamiento, cúpula, cupulino, ventanal neoclásico del camarín de bello estilo renacimiento y bóvedas de luneto se tardará de veinte a treinta años, ya que como reconoce el vicario general de San Marcos de León, en auto de santa visita, don Diego Gómez de Thena, que ha­ bía sido párroco de la villa, “ por ser corto el caudal de la Cofradía y hacerse de limosnas, se acaban de perfec­ cionar las obras de la erm ita” ; y ya el año 1717, los maes­ tros de arquitectura de Garrovillas reconocen la obra de la ermita. Y es que el libro de la Cofradía de Nuestra Se­ ñora del Castillo que hemos registrado, da comienzo en 13 de septiembre de 1699 con la mayordomía del licen­ ciado don Juan Alonso Arroyo, presbítero, comisario del Santo Oficio. Este señor fue hombre de gran valía y dió su nombre a la calle y llano de Juan Alonso, porque, sin duda, levantó y vivió la casa para residencia del Tribunal del Santo Oficio, como lo indican los dos escudos, el de piedra de la portada y, el de azulejos interior, colocado en la sala de sesiones. El acuerdo de la Cofradía de levan­ tar y construir nueva ermita y el comienzo de su e difi­ cación debía constar en el libro antecedente. En este libro obran las cantidades entregadas por los mayordomos de la Cofradía por las canterías traídas del Canchal-Cuervo, en donde se abre un carril para el efecto del carreteo, ladrillos, cal de Valdefuentes, tejas, camarín, azulejos de Talavera, retablo, portal, puertas, allano de la plazoleta para la puerta principal, vidrieras, arañas, torrecilla de la campaña, consagración del esqui­ lón por el obispo Solís Gragera natural de Miajadas, casa de ermitaño, apertura de la puerta del castillo con licen­ cia del Consejo, imágenes de San Joaquín y Santa Ana traídas de Trujilio, fiestas en la colocación de la imagen, con festejo de tres toros (prim era vez que aparece esta fiesta, 1723) manto de la Virgen comprado en la feria de Guadalupe en 1912, reales y otros detalles que se sinteti­ zan en las siguientes materias; entregas varias a los maes­ tros alarifes por sus obras, 12.679 reales — por materiales empleados; 7.438 por el portal, 2.560 puertas del camarín 71


y sacristía, 769 costó el camarín, 6.752 por el retablo y su dorado, 15.426 a los maestros herreros; 841, pinturas de la media naranja y capilla, 518 rs. Figuran como maestros de obra, los siguientes: Matheo de Jerez y Francisco Ortiz Valero, vecinos de Fuente del Maestre, artífices del retablo, un maestro de T rujillo para reconocerlo; Juan Trejo y Juan Bautista, maestros herreros; Juan de Thorres y Carlos Vicente, carpinteros; Juan Alvarez, maestro alarife del camarín; Manuel Gon­ zález, Juan Catalán, Diego Cid, Miguel de Olmos, Jeróni­ mo Heredia y Diego García Serván maestros albañiles. El retablo de que aquí se habla no es el actual, pues se habla de tallista, y pintura de San José e imágenes de San Joaquín y Santa Ana traídas de Trujillo para el retablo, y nada de esto tiene el actual, que vino a sustituir al re­ señado en este libro como este vino a sustituir al antiguo de la ermita anterior, que en el año 1755 vendió la cofradía a la iglesia de Botija en 640 reales. En el acarreo de las canterías para esta obra tuvo lu­ gar el vuelco de la carreta desde la calzada al camino viejo o trocha que reza la inscripción que existe en el po­ yo antes del primer caracol: “ En este sitie cayeron bueyes y carreta y nada se hicieron” . Esto debía suceder por los años de 1740, pues en la Data de este año hay una par­ tida de 910 reales “ por carretear las canterías al ca stillo ” , y después se encuentra otra de 204 rs. "P or subir desde el Calvario, en parihuelas, las canterías” ; lo que parece dar a entender que después de la caida de la carreta to­ maron la determinación de subir a brazos las canterías para evitar el peligro de un segundo vuelco. Bajo el cornisamento norte exterior de la capilla ma­ yor en su friso hay una inscripción, en donde sin duda reza el nombre de las autoridades de la villa y Cofradía del tiempo en que se hizo la ermita; hoy está ilegible por el desgaste propio de la piedra granítica y el musgo que suele criar; del tiempo que se terminó la parte prin­ cipal de la ermita, eran: gobernador de villa y tierra, alcalde mayor y capitán de guerra, don Bernardino Pa72


trid o de Arroyo; alcalde de la Cofradía, Bartolomé Sán­ chez Sansón; mayordomo de la misma, licenciado, Do­ mingo García Caballero; regidores de la misma, Domingo García Pascual y Pedro Fernández Arroyo; y regidores de la villa, Pedro Zambrano y Joseph Reyes; párroco, don Diego Gómez de Thena, quien después fue provisor de Mérida, subprior de la casa de San Marcos de León, y vicario general de la provincia de León en Extremadura, durante los cuatro trienios que precedieron a su priorazgo, en 1750. Desde luego puede establecerse que la obra de la ca­ becera, comenzada con suntuosidad de traza clásica en su entablamento, pilastras y cornisamento y ventanal, de­ cae en el resto de la nave, sin duda, por falta de numera­ rio para continuarla en el mismo estilo; al igual que suce­ dió en la reconstrucción de la iglesia parroquial, en el mismo siglo XVII, que tiene arranques para mayor eleva­ ción, como lo indican los hermosos ventanales altos ce­ rrados y quedó cortada la obra, por desistimiento de la Mesa Maestral. A esta construcción de la nueva ermita alude la anti­ gua canción popular, que entonaban los villanos, al ser trasladada la imagen a la iglesia parroquial. Los pájaros del castillo a voces bajan diciendo ¿dónde estará la paloma que habitaba en este templo? La ermita, al interior, está estucada y, con zócalo de azulejos sevillanos de dos metros de altura; pero al exte­ rior, está toda enjalbegada menos la cabecera; y por eso canta el poeta de "Los dos alcázares” : Tan blanca es esta erm ita... tan blanca como un nardo parece una paloma desde lejos posada entre peñascos... 73


CAPITULO DECIMO Descripción antigua de Montánchez La unificación y posición que ocupa hoy el pueblo es relativamente moderna. En los primeros tiempos de los romanos estuvo situa­ do en el lugar llamado el Palomar y sitio de Valdemorales (camino de Valdefuentes) como se colige de los vestigios de población que allí existen, y de lo que llevamos dicho anteriormente, después, en tiempo de los árabes, el pue­ blo quedó muy menoscabado y exparcido acá y allá, hasta la reconquista y donación de la villa, hecha por Alfonso IX de León, a la ínclita Orden M ilitar de Santiago; en cuyo tiempo empezó a poblarse alrededor del castillo en los sitios de Fontanita, Fuente-alzado, Fuente de Juana Gil, Azahudea, sitios iniciados anteriormente. Con posterioridad, por efecto de varias plagas que nos afligieron al principio del siglo XVI, empezó a unificarse y aproximarse más al castillo, construyéndose los barrios de Santo Domingo, Remedios, Canchalejos, Palacios y He­ lechal. Desde ese tiempo hasta la afrancesada, fueron creán­ dose los barrios del Arroyo, Granadilla, Juan Alonso, A lto­ zano, Coso, Soledad y un lado de la Corte y Plaza. Desde los franceses acá se han construido el Prado, Mártires, Calle de la Fuente, otro lado de la calle de la Corte, calle Nueva, Centenal y ayer el arrabal de los Cen­ tenales (1). 74


NO TA AL CAPITULO D EC IM O

(1) En el año 1820 se construyeron las casas' de la Cruz del Pra­ do, como consta en el archivo, y del 1822 obran en el m ism o expe­ dientes relativos a concesión de asientos de casas.

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CAPITULO UNDECIMO Predicación del Evangelio No hay dato concreto alguno, de donde pueda cole­ girse con certeza, cuándo y cómo fue predicado el Evan­ gelio en Montánchez ni quién fuera su primer evangeliza­ dos Sólo congeturalmente, puede deducirse que la pre­ dicación del Evangelio pudo y debió llegar a Montánchez en el siglo III o antes, por dos conductos diferentes; el primero por Mérida; el segundo por Cáceres. La serie de los obispos emeritenses comienza por Mar­ cial, que ocupó la Sede a mediados del siglo III (año 250-254). No quiere decir esto que no hubiera habido obispos con anterioridad en la diócesis de Mérida; los pocos datos históricos que se conocen acerca de Marcial, dan a entender con toda precisión la existencia de una diócesis ya formada y en régimen ordinario. Nada puede decirse sin embargo, con certeza y documentación de lo que la Sede Emeritense fue con anterioridad al siglo se­ ñalado. No falta documentación apócrifa que hace re­ montar el origen de tan importante cátedra episcopal a los primeros tiempos del cristianismo, pero ni puede adm itir­ se ni merece siquiera discutirse. Contentémonos con las razones indirectas que alega el P. Flórez en su “ España Sagrada” . Mérida debió de ser de las primeras sedes católicas fundadas en España; basta conocer la im portancia geográfica y política de la 76


ciudad en el imperio romano y los martirios de cristianos que en ella padecieron, como Santa Eulalia, Santa Julia, Santa Lucrecia, San Servando, San Germán, naturales de Mérida y otros muchos más. Por lo primero puede suponarse que se predicaría en ella el evangelio con preferen­ cia a otras poblaciones de menos importancia, según se acostumbraba en los primeros tiempos del cristianismo. Lo segundo confirma la suposición anterior, porque indica la existencia de la fe arraigada y puramente conservada, he­ cho que no tiene explicación posible sin la existencia de un clero celoso y trabajador, y por consiguiente de una diócesis tal como entonces se entendía. El mismo hecho de la acusación del obispo Marcial como libelático y apóstata y la deposición de la Sede he­ cha por obispos, clero y la plebe o comunidad cristiana supone la amplitud de la feligresía emeritense y de obis­ pos comarcanos, que constituían la provincia eclesiástica, llamada de la Lusitania cuya cabeza era Mérida; como los obispos que depusieron a Basílides de Astorga-León, per­ tenecían a la provincia eclesiástica Tarraconense. Así se desprende de la supuesta carta de S. Ciriano al Clero y pueblo de León-Astorga y Mérida sobre el caso de Basí­ lides y Marcial: (hemos dicho supuesta porque hoy la crí­ tica tiende a reindivicar la memoria de los obispos Basí­ lides y Marcial, considerando la carta, no sólo incierta y discutible sino apócrifa y anulable) Véanse: J. Pérez Lla­ mazares, “ Historia de la Real Colegiata de S. Isidro de León” , León, 1927; y P. Arturo García de la Fuente, O. S. A. “ El caso del obispo Marcial de M érida” (rehabilita­ ción de una figura histórica española del siglo III) “ Revis­ ta del Centro de Estudios Extremeños, t. VII, núm. 2. Contando con este dato históricamente cierto de la cristianización de Mérida, en el siglo III, y probablemen­ te en los anteriores, dada la organización de su clero con obispos comarcanos y metrópolis, no es nada aven­ turado suponer, sino muy lógico el deducir, que dada la cercanía del antiguo Montances con Mérida, y la fácil co­ municación de los dos pueblos por la vía romana de la 77


Plata-Mérida a Zamora cuya primera mansión Ad Sorores, distaba dos leguas de Montánchez (el P. Fita supuso que tal vez el Columbarium de Montánchez pudiera ser una de las Sorores) alguno de su clero llevara el evangelio a Montánchez; pues la ley evangélica es una ley de pura caridad y la caridad es de suyo enteramente difusiva, res­ pondiendo al mandato y ordenación de Cristo: “ Predicad el evangelio a toda criatura” . Mas si esto no fuera suficiente tenemos el segundo conducto, por donde pudo venir la predicación evangéli­ ca a Montánchez, a saber, por Cáceres. Ya dijim os en la epigrafía romana montanchega, que por su situación y po­ blación perteneció Montánchez a la comarca de Norba Cesarina, como lo prueban los sobrenombres de Norbanos que vinieron a poblar y habitar este pueblo; y ellos probablemente traerían la fe cristiana de Norba, donde ha­ bía sido predicado el evangelio por San Jonás, según dice el doctor Solano de Figueroa, en su obra "Santos de Cáceres” ; y don Publio Hurtado en su obra “ Castillos, torres y casas fuertes de la provincia de Cáceres” , dice “ se puede asegurar que el elemento romano del más alto contorno fue el que preponderó siempre en nuestra villa, que desde el siglo II quedó convertida a la religión cris­ tiana” . Es de suponer, con bastante probabilidad, que al­ gún apóstol Norbano extendiera su predicación a este lu­ gar bastante poblado de romanos e indígenas iberos. Si en las persecuciones que promovieron los empera­ dores romanos contra los cristianos en los tres primeros siglos de la era vio regada y sellada su iglesia Montánchez con la sangre de sus hijos, no hay documento alguno que lo atestigüe; pero es de suponer que hubiera algún confe­ sor de la fe, dado que hubo varios én nuestros alrededo­ res de Mérida, Cáceres y Medellín.

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CAPITULO DUODECIMO Venida de los Alanos y Godos Apenas los bárbaros del Norte se echaron sobre la Europa, cuando se vieron aparecer en nuestra Península a los Vándalos, Alanos, Suevos, Silingos y Godos; de los cuales los Alanos, primeramente a las órdenes de su rey Atace, ocuparon la Lusltania, apoderándose de Mérida ca­ pital, y ejerciendo, por tanto, su breve dominación en Mon­ tánchez; Atace es vencido en Mérida por el rey godo Walia; dominaron en Mérida los Romanos, hasta que Rechila, rey de los Suevos, se apoderó de ella, a quien suce­ dió su hijo Rechiario. quien en el año 456 no pudo resistir a las fuerzas del potente Teodorico y tuvo que retirarse a Galicia; y definitivamente en tiempos de Eurico, año 467, quedó Mérida con Montánchez en poder de los Godos, gente feroz y valerosa, de quienes huia Alejandro, los te­ mía Pirro y jamás se atrevió a atacar Julio César; gente que, como más civilizada que el resto de los bárbaros, había de recibir más tarde la fe de los españoles. Montánchez en estos tiempos corrió la misma suerte que Mérida. Existen dos muestras del arte hispano-visigodo, halladas en Montánchez. Una pieza de mármol labrada, con motivos típicos de la época, magníficamente conservada, que se encuentra actualmente como umbral de una dependencia del Casti­ llo de Montánchez, puede ser considerada de los siglos VII 79


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u VIII y haber sido, bien dintel ornamental de una mansión visigoda o también, posiblemente, elemento de una iglesia de esta época. La otra muestra, que es interesantísima, al decir de autoridades del Museo Arqueológico Nacional y de don Basilio Pavón, profesor de Arqueología Musulmana de la Universidad de Madrid, es el elemento central de un altar hlspano-visigodo, igualmente hacia los siglos VII u VIII. Esta pieza guarda gran analogía con otra, más com ­ pleta y conservada, existente en el Museo de Mérida (lá­ mina LVII de la “ Guía de M érida” , redactada por el profe­ sor Martín Almagro y editada por la Dirección General de Bellas Artes del Ministerio de Educación Nacional), con la diferencia, en favor de la encontrada en Montánchez, de que esta última se encuentra decorada con dos figuras an­ tropomorfas y de que el Alfa y la Omega que flanquean la cruz se encuentran en orden invertido al normal, lo que hace que sea de extraordinaria rareza entre las escasas existentes de esta clase. Actualmente se encuentra en Montánchez, en el dom i­ cilio de don Antonio Galán Gómez (m ayor).

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Vista

parcial del pueblo

y del Castillo

de Montรกnchez

desde

el llano

de los

M รกrtires

r


Entrada al C astillo y al llano de la Ermita de la Virgen de Consolaciรณn del C astillo


Epitafio romano o lรกpida sepulcral romana


Vista

de

la

Iglesia

Parroquial

desde

el

C astillo




CAPITULO DECIMOTERCERO Culto de la Virgen del Castillo Lo que dice la tradición de esta imagen, como la de otras muchas, es que al ocurrir la invasión agarena fue ocultada por los cristianos, sin que se sepa cómo, ni dón­ de, ni tampoco cuándo fue encontrada. Cuando se habla de la imagen, claro es que no se trata de la imagen que actualmente se venera en la ermita del castillo, de la cual, ya dijim os en el capítulo IX, que la escultura es de últimos del siglo XV o principios del XVI. En este particular han de separarse dos cuestiones: la primera es el culto a la Virgen de la Consolación; la se­ gunda es la aparición de la imagen de la Virgen del Cas­ tillo. Sobre lo primero: ¿data de antiguo el culto a la Virgen de la Consolación? ¿Es anterior a la invasión mahometa­ na? Creemos que sí; que el culto a la Virgen empezó en el tiempo de los godos. No hay documento histórico que lo acredite, ni puede haberlo; porque de aquella época sólo los cronicones o, mejor, los falsos cronicones hablan de esas cosas. Tam­ poco hay monumento alguno que pueda ser testigo; sólo la tradición es la que lo asegura con el tintineo constante de sus canciones populares, del folklore religioso secular. Tradición es la comunicación o transmisión de noticias, composiciones literarias, doctrinas, ritos, cultos, costum­ 81 8


bres hechas de padres a hijos al correr de los tiempos y sucederse las generaciones; noticia de un hecho antiguo transm itida de este modo; doctrina, costumbre conserva­ da por un pueblo por transmisión de padres a hijos. Así es la tradición del culto a la Virgen de la Conso­ lación, transmitida de padres a hijos y conservada en un canto popular, el más antiguo que se conoce, en el folklo­ re religioso montanchego; consignada, después en la es­ critura, para que no se pierda, para que no se desfigure el sentir tradicional; así se consignó en los escritos reli­ giosos dedicados al culto de la Virgen, como son las no­ venas antiguas y modernas que conocemos. Fuera de la novísima escrita por el poeta Melitón Amores, la escrita y aprobada en el. año 1772, así lo reza y lo canta, como lo hemos oído cantar nosotros y lo oyeron nuestros mayores: “ PUES VUESTRA IMAGEN SAGRADA, DESDE EL TIEMPO DE LOS GODOS (SEGUN TRADICION DE TODOS), FUE EN MONTANCHEZ VENERADA.” Lo mismo reza la novena anterior: la que acabamos de citar. Estos testimonios son el eco auténtico y fidedig­ no de la antiquísima y pública tradición popular, escritos desde tiempo inmemorial, transmitida oralmente de padres a hijos, pregonada en sus cánticos sagrados y manifesta­ da en los actos más solemnes y concurridos del culto sin­ gular que la ilustre villa de Montánchez dedica por voto solemne a su excelsa Patrona. Es uno de los votos de villa, como consta en el Libro Becerro. Ofrecen cierto sostén a esta tradición algunos hechos históricamente ciertos, que la historia consigna con rela­ ción a las ciudades comarcanas a Montánchez, como son Mérida y Cáceres. Los godos acabaron con el señorío de los romanos en Mérida, capital de la provincia de la Lusitania, en tiempos de Eurico, pero la raza vencida, hispano-latina, que es la que representa la victoria intelectual 82


en aquella lucha, intenta y consigue que su espíritu culto flote sobre el poder guerrero de los invasores a quienes dan leyes, costumbres y religión; y antes que en ninguna otra parte, ni en Andalucía, donde los Leandros e Isidoros son hispano-latinos, sucede esto en la Lusitania, en cuya capital, Mérida, rige los destinos de la iglesia cristiana un godo, el santo obispo Mausona, que ocupa el primer pues­ to religioso que se estaba librando en su propia raza. An­ tes que se operasen las ruidosas conversiones de Herme­ negildo y Recaredo, ya las había habido en Extremadura en toda la comarca de Mérida, a lo que fue debido las per­ secuciones de Mausona, el metropolitano de Mérida, y otras mil violencias, que revelan a las claras el ardor de los combatientes por conservar la pureza de la fe cristia­ na, que la raza hispano-latina profesaba, y que los godos que profesaban el arrianismo que habían aprendido en Oriente deseaban hacerlo profesar a todos los españoles, valiéndose para ello de la seducción y de la fuerza. La conversión de San Hermenegildo, fuera en Mérida, como puede inferirse del texto de Gregorio Turonense, contem­ poráneo de los sucesos y que no debía estar mal infor­ mado, puesto que asistió, según parece, a las bodas de los príncipes Hermenegildo y Yugunda. La ciudad que dio el rey a sus hijos para corte es Mérida, fuera en Sevilla, como quieren otros, hace que la lucha tome los sangrien­ tos caracteres que todos conocen; y el hecho de ser Cáceres y Mérida las primeras ciudades quitadas por Leovigildo a su hijo, revela que la capital de Lusitania y Norba Cesarina y los pueblos comarcanos intermedios, entre los cuales yo cuento a Montánchez, seguían ardientemente el partido que no había de tardar en ceñir la corona del triun­ fo civilizador y fecundo representado por la catolización de la monarquía. (De “ Extremadura y España” , J. López Prudencio, págs. 22 y 225.) El profesar la ortodoxia cristiana los pueblos de Mé­ rida, Cáceres y demás intermedios fue la causa de adhe­ rirse al partido de Hermenegildo y la guerra que les hizo Leovigildo. Así lo expresa también Publio Hurtado en su 83


obra: “ Castillo, torres y casas fuertes de la provincia de Cáceres” , pág. 68. “ Y tai elemento y su fe en las doctrinas del crucificado contribuyeron precisamente a su ruina” . (De la Norba.) “ Invadieron la Península hordas del Septentrión, que tantos estragos y ruinas de caseríos y poblados causaron en nuestra provincia, y habiendo surgido la enemiga re­ ligiosa entre católicos y arrianos en tiempo del rey godo Leovigildo, éste, que sustentaba la doctrina de Arrio, vio alzarse contra él a su hijo Hermenegildo, que, apoyado en el elemento romano y declarándose defensor de la ortodo­ xia cristiana, dio lugar a la guerra civil, contando el prín­ cipe, como uno de sus principales auxiliares, con los pue­ blos extremeños, y especialmente con las colonias Eméri­ ta y Norba, esto es, Mérida y Cáceres.” “ Contra ellas abrió su campaña Leovigildo el año 582 y se dirigió contra nuestra ciudad (Cáceres), la cercó, la tomó por fuerza de armas y fue duro el castigo; en segui­ da se dirigió contra Emérita, que, como Norba, le cerró sus puertas; mas entró en negociaciones con aquellos ciu ­ dadanos esperando de que el escarmiento hecho en la última los haría someterse mediante un tratado beneficio­ so. Mas estando en los parlamentos, tuvo noticias de que los norbenses, con refuerzos recibidos, habían vuelto a sublevarse en favor de Hermenegildo. Suspende las nego­ ciaciones, vuelve atrás y venciendo otra vez a los de la urbe Cssarina los pasó a todos a cuchillo y echó por tie­ rra sus casas y defensas.” “ El vencedor, para perpetuar la memoria de su triunfo, batió medallas con unas inscripciones que descifradas de­ cían: Dos veces en Cesárea hizo justicia Leovigildo” . (Don A. Fernández Guerra y D. E. de Hinojosa, en su “ Historia de España desde la invasión de los pueblos germanos has­ ta la ruina de la monarquía visigoda", cap. XV.) Todos sabemos cómo terminó aquella guerra desas­ trosa, con el vencimiento de Hermenegildo, que por su perseverancia en la fe cristiana fue degollado por manda­ to de su padre, y más tarde con la conversión de Recare84


do y de todo el pueblo godo, adjurando la herejía arriana en el Concilio III de Toledo el año 589. También el abad de Biclara, cronista contemporáneo, al hablar de la rebelión, sin especificar las ciudades de Mérida y Cáceres, designa en términos genéricos que si­ guieron la parte de Hermenegildo, ciudades y castillos. Siguieron la causa de Hermenegildo, además de Sevilla, donde se encerró, otras ciudades y castillos, porque sin duda Mérida no le ofrecía seguridad, por la mayor proxi­ midad a Toledo, corte de su padre; quien instigado por su segunda mujer, Gosuinda, furiosa arriana, persiguió a su hijo por haberse declarado católico, apoyándole los hispano-latinos, los suevos convertidos al catolicismo, el año 550, por obra de San Martín Dumiense o de Braga, los bi­ zantinos o griegos imperiales establecidos en España, y un gran núcleo de pueblos extremeños que tomaron parte en la lucha entablada y que había de vencer en breve a los invasores.” Hechos ciertos que se deducen: 1.° Que antes de la conversión de Hermenegildo (escritores modernos, entre ellos el señor Cañal, niegan el parentesco de San Leandro y San Isidoro con Teodosia, la supuesta madre, sostenien­ do que la prim er mujer de Leovigildo se llamó Richilde, madre de San Hermenegildo y Recaredo, y la segunda Gosvinda; y que a causa de las disensiones que surgieron entre ésta e Ingunda, esposa de Hermenegildo, este matri­ monio se trasladó a Sevilla, y allí cono,ció a San Leandro, por cuyas predicaciones se convirtió, Según dice San Gre­ gorio en el libro III, cap. 31, de sus “ D iálogos"), y Reca­ redo hubo en Mérida godos católicos, entre los que des­ cuella el gran Mausona, m etropolitano de la provincia de Lusitania, a la cual perteneció Montánchez. 2 ° Que al ad­ jurar del arrianismo Hermenegildo y declararse católico, después de su matrimonio con Ingunda, hija de Brunequilda, que eran católicas, surgió la guerra entre padre e hijo por causa de la fe católica del hijo. 3.° Que siguieron la causa de Hermenegildo las ciudades, pueblos y castillos que profesaban la misma fe cristiana que el príncipe, y 85


entre ellas están, según los cronistas contemporáneos, Sevilla, Mérida, Norba Cesarina (Cáceres), y los pueblos extremeños, sobre todo, los intermedios entre Mérida y Cáceres, de los cuales el más importante era Montán­ chez, no lejos de la vía de la plata. 4.° Que en ese tiempo, debía haber en Montánchez godos cristianos e hispanolatinos, que profesaban la fe de Cristo y no la arriana. 5.° Que Leovigildo arrasó la ciudad de Norba y castigó la de Mérida quitándola de la jurisdicción de Hermene­ gildo, y lo mismo debió suceder a Montánchez. 6.° Que en esta ocasión debió empezar el culto y veneración a la Virgen de la Consolación en el pueblo de Montánchez, entendiendo sus fieles hijos, y entendían bien, que sólo con el patrocinio de la Virgen se verían libres del arrianismo que les amenazaba, y que por la fuerza quería impo­ nérseles; pues de ella canta la iglesia: tú sola has des­ truido todas las herejías en todo el mundo. 7 ° Que a la conversión de Recaredo debió surgir potente el referido culto, como surgió en otras partes. 8.° Que en Mérida, se­ gún el historiador Moreno de Vargas, en el conventual palacio de los godos, hubo una ermita visigótica dedicada a la Virgen, como en 556 se erige en Jerez de los Caba­ lleros una basílica a Santa María. 9.° Que estos hechos vienen a confirm ar la tradición popular y secular de que “ desde el tiempo de los godos, según tradición de todos, fue en Montánchez venerada la Virgen de la Consolación” . En consonancia con esta tradición está el título o advo­ cación con que venera el pueblo a su excelsa Virgen y Patrona: El de la Consolación. Porque en la aflicción aque­ lla tremenda de la persecución arriana, cuando peligraba el tesoro principal de la fe cristiana, que era lo que más apreciaba sin duda, el pueblo de aquella raza hispano-latina, que quería conservar aquel florón de la pureza e integridad de la fe en Cristo, la Virgen fue para los hi­ jos de Montánchez, el consuelo de los aflijidos, el áncora que los sostuvo firme ante los embates de las encrespadas olas de la sevicia arriana hasta salir victoriosos de los pe­ ligros y riesgos que habían corrido, con el vendaval de 86


la furia arriana, que quiso quitar de sus pechos la fe tan arraigada en sus almas. Por eso tuvieron el acierto aque­ llos fieles montanchegos de la sexta centuria de aclamar a su Virgen y Patrona con el título de la Consolación, cla­ mando y cantando a coro el pueblo, en todas sus necesi­ dades: Sed nuestra consolación. El subtítulo: “ del C astillo” es a mi entender, posterior al prim itivo título “ de la Consolación” . Este subtítulo fue sin duda atribuido a la Virgen de la Consolación después de la reconquista del Castillo y Villa del poder de los mo­ ros; cuando los Caballeros de la Orden de Santiago, a quienes entregó el rey Alfonso IX de León el año 1230, el castro y villa de Montánchez, por habérselo así ofrecido y haberle ayudado a la reconquista, reedificaron el castillo; y siguiendo la costumbre de todos los castillos que toma­ ban o edificaban, lo mismo que fueran castillos roqueros, que señoriales o ciudadelas, establecían el culto a la Vir­ gen, o dentro de sus recintos, o cabe sus muros, con más suntuosidad, siendo en lo general, las iglesias matrices o principales de las ciudades, villas o pueblos, que vivían o sesteaban a la vera y al amparo de los guardianes y de­ fensores del castillo. Así podríamos citar muchos ejem­ plos en Extremadura; la iglesia de Santa María del Castillo en Alburquerque; la iglesia de Santa María del Castillo, en el recinto del castillo de Badajoz; la ermita o iglesia de Nuestra Señora de Montfrague. en el castillo de Montfrague; la efigie de Montfrague la trajo de Palestina, a don­ de fue con los caballeros cruzados en 1148, segunda cru­ zada, don Rodrigo Alvarez de Sarriá. La efigie acusa fac­ tura bizantina; es de talla, cabeza abultada, ojos grandes, cara alargada, perfiles rígidos, aspecto grave y color os­ curo. Está sentada sobre una que parece haber sido silla o deteriorado escabel. Tiene el Niño Dios sentado sobre su pierna izquierda, al que con su mano derecha muestra una manzana símbolo del pecado original y a su vez el Niño ostenta en la suya la bola del mundo; la iglesia de Santa María de la Torre, en el castillo de Jarandilla; y las ermitas de los castillos de Piedrabuena y Azagala, en 87


el término de Alburquerque. A mi parecer, los santiaguistas edificaron la primitiva ermita en el castillo, en el mis­ mo sitio en que después la cofradía, en el siglo XVII, le­ vantó el primer cuerpo de la actual, sucesivamente añadi­ da con construcciones posteriores, y colocaron en ella, para su culto a la Virgen de la Consolación, venerada en el pueblo desde el tiempo de los godos, y continuada su veneración por los cristianos mozárabes, que en la villa siguieron, durante la dominación mahometana. Mozárabes se llaman aquellos españoles que vivieron entre los árabes, aunque conservando sus costumbres, le­ yes, idioma y religión. Dada la tolerancia que tuvieron los árabes, durante el Emirato de Damasco y el Califato de Córdoba — excepción hecha de Aderraman II, en 822 y Mohamed I, en 852, que persiguieron a los mozárabes de Córdoba— gozaron los cristianos de cierta tranquilidad y libertad en el ejercicio de su culto, mediante pactos esta­ blecidos; por lo que es de suponer con bastante funda­ mento, que los cristianos de Montánchez siguieron con su culto y devoción a la Virgen de la Consolación, como en Badajoz se permitía, en el siglo X, un obispado mozárabe, y en el siglo IX, se celebraban en Sevilla y en Córdoba concilios de obispos mozárabes; y en Mérida el obispado de Ariulfo y sucesores; y tal vez pudo desaparecer, en tiempo de los Almorávides cuyos fanáticos faquies cre­ yendo que la tolerancia tenida con los cristianos era opuesta al espíritu del Corán, rompieron los antiguos pac­ tos que garantizaban a los mozárabes el ejercicio de su culto; y los hicieron objeto de grandes violencias, pudiendo decirse que esta clase desapareció, casi por completo, pues unos tuvieron que renegar, otros fueron llevados a los estados cristianos por Alfonso I de Aragón, y no pocos al Africa, pues el emperador Ali Ben Yusuf, el año 1125 y 26 decretó una deportación de mozárabes a las cerca­ nías de Salé y Mequinez, después de la brillante expedi­ ción de Alfonso IV el Batallador por las provincias de Granada y Córdoba; y es de creer que también alcanzara, a esta Cora o comarca, por haberse apoderado Ali Ben 88


Yusuf el año 1110, de la ciudad de Coria, entregada por los malos cristianos que allí había, ya que había sido con­ quistada por Alfonso VI, el año 1077; a no ser que supon­ gamos que dicha deportación tuviera sólo realidad en las poblaciones importantes; y como entonces, el castillo y villa no tenía la importancia que adquirió después, no lle­ garan sus moradores a ser víctimas de semejante expul­ sión, y siguiera el culto de nuestra Señora de la Consola­ ción, teniendo completa efectividad la constante tradición de haber sido continuamente, venerada en Montánchez la imagen sagrada de la Virgen de la Consolación, desde el tiempo de los godos. Como fue respetada por los secta­ rios del Corán la imagen en el castillo de Montfrague. Y, al advenir el nuevo culto de la Virgen en su nueva ermita en el castillo, los castellanos y villanos, comenzaron a de­ nominarla con el subtítulo: la Virgen del Castillo; con cuyo título se viene denominando desde la centuria decimo­ tercera. El día 14 de febrero del año 1259, tuvo lugar en el cas­ tillo de Montánchez el Capítulo General de la Orden M ili­ tar de Santiago, presidido por el Gran Maestre don Pelayo Pérez Correa, el que ganó la famosa batalla de Tentudia a los moros, cuando iba a auxiliar a don Fernando III el Santo, en la toma de Sevilla. Fue esta, sin duda, la ocasión en la que la Orden, en capítulo resolvió levantar nueva ermita en el castillo para dar culto en ella a la Virgen de la Consolación de antiguo venerada por el pueblo. En este capítulo se resolvió donar el castillo y la Aldea de Gra­ nada (desde la conquista de Granada se llamó Granadilla, para no confundirlas) a don Martín Alonso Gil, señor de Alburquerque y a su esposa, doña María de Méndez de Sousa. Con lo que acabamos de exponer en el párrafo ante­ rior queda contestada la segunda cuestión, que expusimos al comenzar el capítulo: la aparición de la imagen de la Virgen del Castillo. Repetimos lo que dijim os al principio; que la tradición de esta imagen como de otras muchas, es de que al ocurrir la invasión agarena fue ocultada por


los cristianos, sin que se sepa cómo, ni dónde, ni tampoco cuándo, ni por quién, ni en qué ocasión fue encontrada. Como de esto no tenemos documento alguno, ni prueba indiciaría por dónde se pueda rastrear tal aparición; la creemos y consideramos como una de tantas invenciones de los falsos cronicones que abundaron en el siglo XVII debidas a la pluma del P. Jerónimo Román de la Higuera. Creemos, al contrario, que la Virgen de la Consolación no fue escondida, si no que su culto continuó en la igle­ sia mozárabe que se conservó en Montánchez durante la dominación agarena, y que al ser reconquistado definitiva­ mente el castillo y pueblo por las tropas de Alfonso IX de León, y los Caballeros de Santiago se conservaba iglesia y culto en el pueblo, y por eso pasó a la jurisdicción del obispo de Coria don Sancho como probamos en el capítu­ lo VI, “ Donación del C astillo” , del período segundo con la Concordia habida entre la Orden de Santiago y el obispo de Coria, el año 1236.

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SEGUNDO PERIODO DE LA HISTORIA DE MONTANCHEZ (Desde la invasión arábiga hasta los Reyes Católicos) CAPITULO PRIMERO Batalla de Barbate (Guadalete) Terminada la gran obra de la constitución visigoda, lle­ vada a cabo por medio de los concilios Toledanos y Emeritenses, vino el período de decadencia en los reinados de Ervigio, Egica y Witiza, para terminar en el de don Ro­ drigo. Sea cual fuere la causa de esta decadencia, que esto lo dejamos a la Filosofía de la Historia, es lo cierto que debido a las intrigas de don Julián y de los judíos — re­ chazada por la crítica histórica la fábula de la Cava— vi­ nieron los árabes a España, y visto el buen éxito de sus primeras escaramuzas, en el año 711 vióse pasar el Es­ trecho de Gibraltar un ejército de 12.000 hombres manda­ dos por Taric y acaudillados por el alevoso don Julián con el fin de presentar batalla al mismo don Rodrigo: éste a su vez se preparó para salir el encuentro con un ejército de 100.000 hombres — según el relato del moro Rasis, si 91


bien no llegaría a la tercera parte— en cuyas filas figu­ raban el conde de Mérida, Tendero, con 4.000 y el arzo­ bispo de la misma con 1.000 caballeros, reunidos en Mé­ rida y sus inmediaciones, debiéndose suponer con bastan­ te fundamento, que Montánchez por ser una de las princi­ pales dependencias junto a Mérida, enviaría su contingen­ te al mando del arzobispo. Avistáronse los dos ejércitos junto a Vejer de la Fron­ tera, y a orillas del Barbate y el lago de Janda trabóse la batalla que duró indecisa por espacio de siete días, en los cuales por las dos partes se riñó con gran furor; más, al amanecer el día 26 de julio (dom ingo) las huestes que componían las dos alas de nuestro ejército, mandadas por los dos hermanos Witiza, don Opas y Sisberto, se pasa­ ron al enemigo, permaneciendo los soldados de Mérida en el centro con don Rodrigo; se sostuvieron por algún tiempo, pero consternados al fin por la deserción de don Opas, sucumbieron, huyendo don Rodrigo con el Arzo­ bispo de Mérida y algunos soldados nuestros, quienes se refugiaron en el alcázar de Cauliana, junto a Mérida; de donde partieron para Portugal, llevándose la Virgen de Cauliana, que fue colocada en una ermita junto a Viseo en donde se encontró después un epitafio que decía: “ Aquí yace don Rodrigo, último rey de los godos” .

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CAPITULO SEGUNDO Los moros en Montánchez Destruida la monarquía visigoda en la triste y llorosa jornada de Barbate, España cayó en poder de los árabes en el espacio de tres años. Montánchez con Mérida continuó adicto a su rey don Rodrigo, quien como dice el sabio académico de la His­ toria, Fernández Guerra y Saavedra, reinó dos años en la parte de Lusitania, situada entre el Taje y el Duero, ex­ tendiéndose hasta Mérida y teniendo su corte en Viseo; hasta que Muza, envidioso de las glorias de Taric, pene­ tró en España y tomando a Medina-Sidonia, Carmona, Se­ villa y Beja, se dirigió a la célebre Mérida, capital de la Lusitania, a cuya vista, pasmado exclamó: "Parece que de todo el mundo se juntaron gentes a fundar este pueblo; dichoso quien fuese señor de é l” . Después de un largo y porfiado asedio, sostenido por el alcaide cristiano Saca­ rán, Muza tomó a Mérida, debido a la celada en que hizo caer a los emeritenses a la falta de vituallas y al artificio que usó de teñirse su barba y cabellos ya canos. En el año 713, cuando Muza, al mando de sus 18.000 árabes puros (1) tomó la provincia lusitana de Mérida, desapareció la sombra que quedaba de la monarquía vi­ sigoda; entonces, cayó Montánchez en poder de los mo­ ros mandados por Muza, quien después de tomar a Mé­ rida, se dirigió a Totedo por Talavera de la Reina, apode93


rándose de Montánchez y pueblos intermedios, con ia ca­ pitulación honrosa pactada por Muza con la cristiana y culta Mérida de conservar su fe, sus usos y costumbres; de retener sus haciendas los que quisieren quedarse en la ciudad o en los pueblos; de ir libremente donde quisieran, los que prefirieran salir, pero confiscados sus bienes, así como los de aquellos que hubieran puesto resistencia o muerto en la pelea. En virtud de esta capitulación y otras análogas, quedaron muchos españoles viviendo en los mismos pueblos dominados por los musulmanes, sin per­ der sus bienes, ni renunciar a Dios, ni a su religión; y así es de creer, que siguieran los cristianos hispano-latinos y godos de Montánchez; y dichos cristianos son conocidos en nuestra historia con el nombre de muzárabes o mozára­ bes (mezclados con árabes). Conviene advertir que el respeto ofrecido por los musulmanes a los mozárabes en punto a su religión, tenía la misma lim itación que esta­ blecía nuestro Código fundamental para las sectas disi­ dentes, esto es: el culto público; de suerte que el de los cristianos sólo podía celebrarse en sus iglesias. La rela­ tiva benevolencia con que trataron a los vencidos explica, junto con el auxilio de los judíos, la facilidad y rapidez con que fue sometida España por los árabes, y eso que las razas berberiscas que acompañaron a Tarik saquearon casi todas las iglesias, en botín de guerra, llevando todas sus preseas y alhajas de oro y plata. Tribus berberiscas fueron las que se establecieron en la región, entre el Tajo y el Guadiana, la de Nafza en la comarca de Trujillo, Logrosán y Medellín, que acaudilla­ ban los Beni-Feranic (2) la tribu de Ketama en la comar­ ca de Mérida, y la de Mazmuda en el resto. Distinguía a estas tribus su carácter terriblemente sañudo e implaca­ ble en sus venganzas; por eso se ha hecho proverbial el odio africano. Entonces, la tribu de Ketama, establecida en Montán­ chez, se dedicó a e d ific a re n el lado N. O. del pueblo sobre el peñón más elevado y rocoso un castillo, sobre las ruinas romanas que aquí había, para que les sirviera de de­ 94


fensa, en sus luchas civiles o en los levantamientos de cristianos, mozárabes y muladies, por ser sitio escarpado y alta cumbre para dominar desde él, extensos y dilatados territorios. El escritor árabe Ben-Sahabis-Salat, al hablar de las conquistas de Montánchez, por Fernando II, el año 1165, dice: "que era la ciudad castillo fortificad o ” .

N O TA S AL CA PITULO SEGUNDO (1) Los árabes de pura raza, que a su vez se dividían en Sirios, Yemeníes, Maaditas, Nabateos y otros, formaban la aristocracia; se adjudicaron las m ejores provincias, m ientras que los berberiscos, que constituían el pueblo bajo, aunque eran los vencedores de Barbate con Tarik, ocupaban las regiones menos fé rtile s y más próxim as a los cristianos. (2) Renhar Dozy, «H istoire des musulmanes espagnoles», lib. II, capítulo XIV. Refiérese al cronista arábigo Ben Haiyan, m anuscrito de O xford, fol. 18, 99. Era la trib u de Nafza gente inquieta, aficionada a la rapiña y muy fanática, como sus congéneres1 los rífenos de Ma­ rruecos, la más indóm ita y levantisca de las tribu s berberiscas, a la que pertenecía Tarik, y ocuparon y señorearon los ca stillo s ribereños del Tajo.

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CAPITULO TERCERO Dominación musulmana en Montánchez En España, durante los primeros años que siguieron a la conquista arábiga, no se encuentra vestigio alguno de historia escrita, lo cual no debe causar maravilla, pues, aparte de que el progreso de las ciencias seguía una mar­ cha lenta y embarazosa entre los árabes, y de que en el Oriente, no se había formado el arte de la historia, pues se reducía toda a tradiciones orales, recogidas por testi­ gos presenciales y transmitidas de unos a otros, como las recogidas por Ibn-Habib en su historia, de los hechos de Muza Ibn-Nosair, de sus compañeros, transmitidas de hijos a nietos, no eran a propósito los tiempos en este país para ese linaje de investigaciones, desolado como es­ taba por contiendas y luchas. Todo él era, entonces, a manera de un vasto campo de batalla, en que combatían sin tregua ni descanso, cristianos y musulmanes, árabes y berberiscos, sirios y modaritas, y apenas cesaba el ru­ mor de la pelea. Tardará mucho tiempo en completarse la historia de la España árabe, porque no se conocen mu­ chos de los manuscritos árabes que se guardan en las bi­ bliotecas; y por desgracia para la ciencia patria, más di­ fícil, si no imposible, con la desaparición vandálica de los millares de códices y manuscritos árabes que poseía la riquísima biblioteca del Escorial y las magníficas copias de la Biblioteca Nacional, efectuada por los marxistas que 96


las han quemado o vendido al extranjero. Cerca de tres­ cientos enumera el ilustre arabista extremeño don José Moreno Nieto, en el apéndice al discurso de recepción en la Academia de la Historia, sobre historiadores arábigos, españoles y andaluces. Apoderados los árabes de Montánchez, en el año 713, al mando de Muza, levantaron y fortificaron el castillo para poderse sostener en la nueva adquisición o usurpación, contra el ataque de los vencidos o de las tribus rivales. En los 517 años, que mediaron entre la conquista de Mu­ za, hasta la expulsión definitiva por Alfonso IX de León, tuvieron los moros que sofocar con el filo del alfange, de catorce a quince levantamientos del pueblo y de la comar­ ca; promovidos los unos, por el afán y el empeño de arro­ jarlos de nuestro suelo; suscitados otros por motivo de ambición e independencia entre los mismos árabes y ber­ beriscos, que con sus odios y rivalidades, tenían siempre encendido el horno de las guerras civiles, que desgarra­ ban la España árabe y permitían a los cristianos ensan­ char sus nacientes monarquías. Ya en el año 742 tuvieron que sostener la bandera de Abdelm elik contra Thalabat-Ben-Salema que con el ejérci­ to sublevado en Badajoz, puso sitio a Mérida, proclamán dose Emir, si bien no logró ser reconocido. Montánchez en esta dominación sufrió casi siempre, la suerte de Mérida; a ella perteneció y estuvo sujeto al Waliato o gobernador de Mérida desde que, el año 746 Yusuf-Ben-Abdel-Raman el Fehri, último de los Emires de Oriente, dividió (y ratificó la división que cinco años an­ tes había hecho su antecesor Ocba-Ben-Nafe-Alhegag) la España en cinco Coras o provincias: Andalucía, Córdoba, Toledo, Mérida y Zaragoza; y cuando en la decadencia del califato de Córdoba, se constituyó, en el año 1016, el reino de Badajoz, de los Aftásidas, bajo Sapur, el Persa, continuó agregado el gobierno de Mérida, dependiente del da Badajoz. Constituido el Califato de Córdoba, independizado dei Califato de Damasco, por Abderrhamán I, de la dinastía de 97

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los Omeyas, el año 756, solían desempeñar el gobierno de la Lusitania, que aún tenía su capital en Mérida, los príncipes de la familia real, casi siempre conspiradores contra el trono que habían soñado ocupar. Abdalá, hijo de Abderrhamán I, siendo gobernador de Mérida se levan­ tó, el año 788 con su ejército, con los de Montánchez y con los de la comarca, contra su hermano Hixém I, a quien había dejado el Califato su padre Abderrhamán I; mas fue vencido por el Emir (hasta Abderrhamán III no se llamaron Califas), y generosamente perdonado. Después, a la muerte de Hixem I, volvió Abdalah a alzarse contra su sobrino Halhaquén I; y más tarde Esfah, hijo de Abda­ lah y cuñado del mismo sultán, se alzó también Mérida y su comarca; pero, el sultán castigó con dureza las rebe­ liones inherentes a todo principio de reinado. Quizá por esto y porque la política iniciada por Abderrhamán pro­ pendía a anular toda la influencia que pudiera conservar la aristocracia árabe, el gobierno se hizo despótico y aca­ bó por ser débil. Comenzaron entonces los cristianos o mozárabes a agitarse contra la dura opresión a que el go­ bierno pretendía someterlos con los nuevos tributos im­ puestos por el Emir, con objeto de atender a sus locos dis­ pendios, infringiendo los pactos que les servían de fuero desde que hizo la conquista y, en esta actitud tum ultuaria le secundaron los muladis o españoles convertidos al Isla­ mismo, por ser de padre o madre árabe, que eran menos­ preciados por el orgullo árabe y aun tratados con dure­ za, como los cristianos, a pesar de su número, riqueza y cultura) Siglo noveno.— Los cristianos de Mérida Montánchez y de la comarca se alzaron contra Abderrhamán II por dos veces, una en el año 827, en inteligencia con Ludovico Pío, rey de los Francos, y títra, en 835, de acuerdo con los cristianos de Toledo. Uno de los principales cabecillas de este alzamiento fue Abderrhamán, Aben-Merwan, hijo de Yunos (debía ser mozárabe, corrupción de Junius), muladí o renegado, natural de Mérida, quien después de la capitulación de la ciudad emeritense y comarca, con las 98


tropas de Abderrhamán I, fue llevado en rehenes a la Ciu­ dad de Córdoba, donde, por sus buenas prendas, sobre todo por su valor, discreción e inteligencia, llegó a hacerse simpático a la corte cordobesa, llegando a desempeñar el cargo de Capitán de las Guardias Reales. Aben-Merwam ofendido por Xachim, hijo de Abdelacis, que era el hagib o primer ministro de Mohamed I, reunió, en secreto a muchos amigos que vinieron a sublevar la comarca emeritense, se hizo fuerte en el castillo de Alanje, 855, donde resistieron por tres meses a las tropas del Emir, con las que tuvo que capitular, y fue desterrado a Badajoz; aquí se hizo de fuerzas amigas y en unión de Sadun, jefe de una banda de muladíes, se dedicaban a saquear a árabes y berberiscos, procurando no molestar a mozárabes ni mu­ ladíes; y trabando amistad con Alfonso III, por lo que le dieron el nombre de el Gallego. Después de la batalla de Monsalud, 876, en que venció a Xaquim, y le hizo preso, llevándolo a León, se declaró independiente del Emirato Cordobés, cuyo señorío pacense duró hasta 930, en que lo reconquistó Abderrhamán III. Comenzaba a imperar la anarquía en todo el reino; la corte se ocupaba en procesar y decapitar cristianos cor­ dobeses; Ordoño I de León entraba a saco en Salamanca y Coria, el año 860 (3), los Beni-Casim, muladis de abo­ lengo visigótico se hacían independientes en Aragón; como ya lo hicieron los cristianos en Toledo; y los muladis y mozárabes de la serranía de Granada y Málaga no re­ conocían la soberanía del Sultán. Siguiendo esta corriente de disociación, en el año 862, volvió a sublevarse la ciu­ dad de Mérida y su comarca con Montánchez. Según un cronista árabe, el caudillo de esta rebelión fue AbenTakit, de la tribu berberisca de Mazmuda, el cual se apro­ vechó de las circunstancias en que el reino se encontra­ ba, y de que Mérida tenía pocas defensas, y penetrando en la ciudad expulsó de ella a los árabes y berberiscos de la tribu de Ketama, que residían allí. Acudieron tropas de Córdoba a sitiar a Mérida y el caudillo Abem-Merwam de Badajoz, que estaba en buena paz con el sultán, con sus 99


fuerzas apretaron el cerco y cortaron el puente; los sitia­ dos se rindieron y entregaron a los sitiadores rehenes que fueron conducidos a Córdoba. Mohamed I, mandó des­ mantelar la ciudad de Mérida, arrasando murallas y to ­ rreones, dejando en pie solamente las fortalezas principa­ les, llamada hoy el Conventual, que había sido hecha, o por lo menos reparada por Abderrhamán II; y en esta for­ taleza puso fuerte guarnición de tropas para impedir nue­ vos alzamientos. En esta época cayó la grandeza arqui­ tectónica de Mérida y se oscureció su grandeza social, y se extinguió la sede metropolitana de la Lusitania. No debió ser el castillo de Montánchez objeto de la devastación llevada a cabo por el rey asturiano don Alfon­ so III, en su atrevida expedición por tierras extremeñas, descritas en el Chronicon Albeldense, por la guarnición morisca que el califa tenía en Mérida. Contando con la alianza de los insurrectos de Toledo y Ben-Merwaf, de Ba­ dajoz, hizo Alfonso III una atrevida expedición en 881, que costó muy cara a los de Trujilio. Entró en la provincia lu­ sitana, llevándolo todo a sangre y fuego; pasó el Tajo, sin duda, por el puente de Alconetar; hizo sendas depre­ daciones en los castillos de la tribu de Nafza, de suerte que Trujilio, Santa Cruz y los demás poblados de estos berberiscos debieron quedar muy abatidos; cruzó el lin­ dero de Mérida por el m iliario décimo, pasó el Guadiana y llegó hasta el monte Oxiferio, donde cuenta el cronista cristiano que triunfó de los enemigos y les hizo 15.000 muertos, prueba del estado de desorden e indefensión del país cuando tan lejos llegó el rey cristiano talando y saqueando y pudo regresar victorioso y harto de botín a su reino. Siglo décimo.— Tampoco debieron tomar parte los ber­ beriscos del castillo de Montánchez en la trágica expedi­ ción del año 901 contra el reino de León, llevada a cabo por las tribus berberiscas, establecidas entre el Tajo y Gua­ diana, capitaneadas por Ahmed-Ben-Moawia, príncipe omeya, que se hizo pasar por el Madhi, elegido de Alan y anun­ ciado en el Corán. Se presentó entre las tribus berberis­ 100


cas de Alcántara, Cáceres, Trujilio y Talavera, más creyen­ tes y menos cultas que los árabes, haciéndose pasar por el esperado Madhi profetizando, milagreando y prometién­ doles que los muros de las ciudades habían de caer a su presencia; reunió un grande ejército al que condujo con­ tra el reino de León. Acampó ante los muros de Zamora y conminó a Alfonso III a que él y sus súbditos abrazasen in­ continenti el Islamismo. El rey y sus magnates salieron lle­ nos de ira a com batir al insolente autor de la epístola, pero fueron derrotados por los berberiscos, que le cortaron la entrada en Zamora y les obligaron a internarse en el país. Con otro general más perito que el falso Madhi y otros soldados más disciplinados, las consecuencias de aque­ lla derrota hubieran sido desastrosas para el reino astu­ riano-leonés; pero la expedición se le malogró en tales términos, que acabó en una hecatombe. Ofendidos los jefes con el petulante orgullo del pseudo-Madhi, llegaron a conspirar contra su vida, y viendo que se habían lanzado en persecución de las tropas de Don Alfonso III, sin mirar que se internaban demasiado, entonces Zalal-Ben-Yaich, que era el jefe de la tribu de Nafza, la avecindada en Trujilio, y el más poderoso de los jefes berberiscos dijo a sus compañeros que había come­ tido una gran torpeza, y era preciso ponerle remedio con celeridad, antes que sobreviniese el peligro. Todos los je­ fes de las tribus mandaron tocar a retirada y cuando lle­ garon a orillas del Duero, dijeron a las tropas que habían sido derrotados y que venían persiguiéndoles. Entonces se declaró el pánico en todos, la retirada se convirtió en fuga, los esfuerzos del Madhi por contenerlos y sus segu­ ridades proféticas de que Alah le había anunciado la vic­ toria no fueron escuchadas, la guarnición de Zamora hizo una matanza terrible en los que pasaban el río y el mismo Madhi pereció luchando y su cabeza fue llevada a Za­ mora. Habiendo ganado el rey Don Ordoño II una gran vic­ toria a los moros mandados por el general del omeya Ab­ derrhamán III, cerca de San Esteban de Gormaz, el año 101


917, cobró tanto orgullo que rehaciendo su gente formó un escuadrón de número muy grande, se determinó hacer una campaña por la comarca emeritense el año 918, lle­ vando a sangre y fuego cuantos poblados encontraba a su paso. Ocupó a viva fuerza el castillo de Alanje, pasó a cu­ chillo a sus defensores, redujo a esclavitud a mujeres y niños y pilló multitud de riquezas. Pasó luego a Badajoz, al parecer en son de paz, pues el reyezuelo de esta ciu ­ dad, el hijo de Aben-Merwan, cuyo nombre no dan los cro­ nistas árabes, debía ser aliado suyo, como antes lo fuera de Don Alfonso III su padre Aben-Merwan. El walí de Mé­ rida se llenó de espanto ante aquella razia desoladora del monarca leonés, y debió abrigar temor de que éste ataca­ se a Mérida o algunos otros pueblos de la cora o provin­ cia; pues lo cierto es que el citado gobernador y los prin­ cipales vecinos de Mérida se presentaron en Badajoz, ofre­ cieron a Ordoño innumerables regalos y le pidieron la paz. Otorgóla el rey cristiano, aceptó los ricos presentes y vol­ vióse cargado del opulento botín recogido a León, donde había fijado la corte su hermano don García, se hizo tras­ ladar su iglesia catedral dentro de la ciudad, cediendo para ello su real palacio, que era obra de moros, en me­ moria de los triunfos obtenidos, imponiendo al nuevo tem­ plo el nombre de Santa María Virgen. En esta expedición, antes de pasar el Guadiana y tomar el castillo de Alanje, tomó el castillo de Montánchez, pa­ sando a cuchillo a sus defensores, pues como buen estra­ tega no había de quedar enemigos tan formidables como eran los berberiscos del castillo montanchego, ya que su propósito era talar toda la comarca emeritense, cuya cora llegaba hasta el Tajo. Así lo dice la "H istoria de León y sus reyes” , por Risco, la página 172, 8.°, 1.°, reinado da Ordoño II: “ En la Lusitania, entrando por Extremadura y corriendo por la ribera del Guadiana, asoló todos los pue­ blos y campos de los árabes, tomó los fuertes castillos de Alanje y Montánchez y continuando su empresa por Ba­ dajoz y M é rid a ...” . Aún dentro del marco del Silense que­ da Montánchez entre los pueblos devastados por el rey 102


leonés: invadió el castillo de Alanje cuando había devas­ tado ya toda la provincia. Esto sin tener en cuenta el tex­ to de Don Rodrigo, de Reb. Hisp., lib. 3.°, pág. 167: “ Rex Legionis Arabibus movit guerram, et obtinuit ab eis ’Montem angii” , Eméritam, Badallocium, Alcántaram atque Cán­ ceres” ; y Montem angii es Montanges, Montanches; y aun­ que Ramón Martínez lo atribuye al rey Alfonso IX, no lo parece el orden asignado en el texto, en que los últimos conquistados son Alcántara y Cáceres; siendo así que en la expedición de Alfonso IX Cáceres fue el primero con­ quistado, el 23 de abril de 1229, y los otrosí en 1230; y Al­ cántara estaba ya conquistada desde e! año 1213 por el mismo Alfonso IX. Siglo undécimo.— Retirado Ordoño II a León, Montán­ chez, como Mérida y Badajoz, fueron por poco tiempo sus tributarios, volviendo a poder* de los berberiscos. En el si­ glo XI, rotos los vínculos de los Waliatos con el Califato de Hixem II, una vez muerto Almanzor, se constituyeron independientes de los reinos de Taifas; y en Badajoz, Sapur el persa, libertó del califa Hakem II, constituyó su rei­ no independiente, que se extendió por toda la actual Ex­ tremadura y gran parte de Portugal, estableciendo tres co­ ras o provincias: Evora, Santarem y Mérida, a la cual per­ teneció Montánchez todo el tiempo que duró el reino moro de los Aftásidas en Badajoz, siendo el primer gobernador a quien estuvo sujeto Abdalá, hijo de Mohamed, hijo de Muslana, quien, a la muerte de Sapur en 1022, expulsó a los hijos del muerto de la provincia y, poniéndose al fren­ te de las tropas de que en Mérida disponía, se hizo pro­ clamar rey de Badajoz. Pertenecían los nuevos soberanos a la familia de Aftás, que, a pesar de ser de abolengo afri­ cano, de la tribu de Tadjib, habían llegado a España a ilus­ trarse, y se les consideraba como si fueran de proceden­ cia árabe. Su sepulcro le da el título de almanzor (el vic­ torioso); murió el año 1045 y se declaró en 1037 tributario de Don Fernando I de León y Castilla. Le sucedió Moha­ med Almothafar, quien murió en 1068, sin que en su tiem ­ po hubiera nada en relación con Montánchez. A su muer­ 103


te se dividió en dos el reino: el occidental, ocupado por Ornar Almotawankil, que era gobernador de Evora, y el oriental, por Yahya Almanzor, a quien perteneció Montán­ chez, como toda la Extremadura alta, hasta que murió en 1081, en Mérida, de vuelta de su expedición victoriosa contra las tropas de Alfonso VI, que habían venido para reponer al rey moro Alcadir, expulsado por sus mismos súbditos toledanos. Muerto Yahya quedó Ornar Almota­ wankil dueño de todo el reino de Badajoz, y por goberna­ dores sus hijos: Alabbas, en Evora; Mejdodaula, en Santarem, y Alfadal, en Mérida, de quien dependía directa­ mente Montánchez. Ornar envió a su hijo Alfadal con grue­ so ejército, entre los cuales de seguro ¡rían las tropas del castillo de Montánchez para defender a los toledanos con­ tra las tropas de Alfonso VI que sitiaban a Toledo; resis­ tieron todo el año de 1082 a 1083, en que fueron destro­ zadas, volviendo a Mérida sin resultado alguno y perdida la flor de su caballería. Fraccionado el Califato en veinte reinos de taifas, con los nueve condados en Cataluña, las cuatro monarquías cristianas y otros pequeños señoríos, fácil era adivinar que dadas las luchas intestinas que entre ellos había, había de aprovechar el más fuerte la ocasión para hacer incur­ siones en los reinos inmediatos. Así, Alfonso VI, rey de Castilla, León y Galicia, hizo su expedición al reino de Toledo, primero para entronizar a Alcadir, expulsado por sus súbditos, el año 1084, y después para entrar d efiniti­ vamente en Toledo el año 1085. Temerosos los reyezuelos Motamid de Sevilla, Ornar de Badajoz, Temín de Málaga, Abdalá de Granada, Motacín de Almería y otros de que con sus fuerzas, y por sus discordias y divisiones, no se­ rían capaces de contener el empuje arrollador de las tro­ pas cristianas de Alfonso VI al centro, de Raimundo de Bergoña al oeste y de Ruy Díaz de Vivar al levante, deter­ minaron llamar en su auxilio a los almorávides de las tri­ bus berberiscas de Lamtuna, cuyo rey Yusuf, hijo de Texefin, se había apoderado de toda la Mauritania y contaba con poderosos ejércitos con promesa de que había de res­ 104


petar sus reinos. Entró, en efecto, por Algeciras el 1086 con un poderoso ejército, y unidos a los de Motamid de Sevilla y demás, se dirigieron por Zafra hacia Badajoz, para ir por Alcántara al encuentro de las tropas de Alfon­ so VI; mas éste, apenas se habían movido, se les presentó junto al castillo de Sacralias, como lo denominan los cro­ nistas cristianos, hoy pueblo de Sagrajas, a diez kilóme­ tros norte de Badajoz, y Zalacas o Azagalas, como la lla­ man los cronistas árabes; allí, el 23 de noviembre de 1086, quedó abatido el poderío de Alfonso VI, quien, herido y protegido por 500 jinetes, pudo llegar a Coria. Triunfantes los almorávides, Yusuf volvió a Africa, pero quedó a su ge­ neral Syr. hijo de Abubequer, quien, apercibido de las riva­ lidades que entre los reyes taifas existían, vuelto Yusuf con nuevo ejército, emprendieron la conquista de los rei­ nos taifas, quedando el año 1092 sólo Zaragoza, Valencia y Badajoz; y aunque Ornar de Badajoz hizo alianza con Alfonso VI, entregándole las plazas de Santarem, Cintras y Lisboa, el año 1094, Syr puso sitio a Badajoz, le ayuda­ ron sus moradores, y dando el asalto al castillo se apode­ ró de Ornar y sus hijos Allabás y Alfadal, y sufrieron muer­ te horrorosa fuera de Badajoz. Así acabó el gobierno de los reyes aftasís en Montánchez, quedando sujeto a la do­ minación de los fanáticos almorávides por espacio de cin­ cuenta y dos años, que tanto hicieron sufrir a los mozára­ bes de Montánchez con su intransigencia religiosa, como a todos los del reino andaluz, lo mismo que a los judíos, a los árabes cultos y a todos los que se dedicaban al es­ tudio de la filosofía. Ya hemos hablado de la deportación general de mozárabes decretada el año 1126 por el em­ perador lamtuna Ali-ben-Yusuf. Siglo duodécimo.— En el siglo XII sufrió Montánchez varias alteraciones y cambios de poseedores. Ya se ha di­ cho que desde el año 1094 los almorávides eran dueños del castillo de Montánchez. Por poco tiempo Raimundo de Bergoña, declarado conde independiente de Portugal, así que murió su suegro Don Alfonso VI, se hizo dueño de Evora, Badajoz y Mérida, de acuerdo con los morado­ 105


res musulmanes mal avenidos con los almorávides; pues en el año 1110, encomendada una expedición por el Algarbe para contrarrestar los bríos amenazadores del Por­ tugués, al general Syr, hijo de Abubequer, en aquel año y en la primera mitad del siguiente tomó las ciudades de Badajoz, Evora, Santarem, Lisboa y Oporto, y con motivo del rescate de Badajoz y Mérida por las tropas de Syr, fue cuando se perdieron las fortalezas de Coria y Albalat (cabeza de la cora de su nombre, junto a un vado del Tajo, cerca de Alm araz), que años antes conquistara Don Alfonso VI, con lo que todo el W aliato de Mérida hasta más allá del Tajo quedó en poder de los almorávides. La dominación almorávide llegó a caer pronto en des­ crédito; aquellos príncipes beatos, que no sabían nada más que rezar azalas, eran incapaces para abatir a Tole­ do y de imponer respeto a los cristianos, a pesar de las d i­ sidencias de Doña Urraca con su marido el aragonés Don Alfonso; el ejército y el gobierno se corrompieron en poco tiempo; los soldados se acostumbraron a la vida muelle y ya no eran los que conquistaron la Mauritania y vencieron en Zalaca; los Fakíes se llenaron de vanidad y ambición por la influencia decisiva; los cadíes venales, corrompidos, explotadores de la adm inistración de justicia; los recau­ dadores de rentas, generalmente judíos, que nunca veían satisfecha su codicia; todos contribuían a la general deca­ dencia y desmoralización. El pueblo musulmán com pren­ dió entonces que nada habían conseguido con la venida de los almorávides; los cristianos mozárabes tenían gran interés en librarse de la opresión almorávide y los que más empeño ponían en estimular a los reyes cristianos para que invadiesen la España mahometana; las razias que Alfonso VII, con Zafadola, señor de Rueda, hicieron el año 1130, talando los campos de Córdoba y llegando hasta Cá­ diz; las correrías del conde toledano Don Rodrigo Gonzá­ lez, que al mando de las milicias de toda la Extremadura castellana llegó hasta Aljarafe de Sevilla, y con gran botín de riquezas y cautivos regresó a Toledo, después de ven­ cer y matar en sangrienta batalla a Ornar Aben Macur de 106


Sevilla; la trágica expedición de los caballeros salmanti­ nos, que quisieron imitar a Don Rodrigo por la comarca de Badajoz, quienes bajaron con sus mesnadas por la vía que de Salamanca conduce a Mérida, y según el Cartás entraron en la comarca de Mérida llevándolo todo a san­ gre y fuego, siendo de creer también tocara a Montán­ chez, torciendo en dirección a Badajoz, y en el sitio de Zalaca (Sagraja) fueron derrotados por Texefin, nieto de Yusuf, después de haber dado muerte al sinnúmero de cautivos sarracenos que llevaban; la conquista de Coria en 1142 por Alfonso VII y su correría posterior por Extre­ madura y Andalucía, tomando el castillo de Montánchez, para volver pronto a poder de los mahometanos; la prefe­ rencia de los españoles musulmanes de ser tributarios del rey cristiano batallador, a no depender, como provincia­ nos, del imperio de Marruecos; la preferencia que Texefin daba en sus filas a los soldados cristianos aventureros, ga­ llegos, catalanes, bizantinos, italianos, etc., fueron todas concausas para que llamasen a los almohades (unitarios), que ya triunfaban de los almorávides en Africa. Dividido el país en pequeños estados, como a la ter­ minación del Califato, sobrevino el alzamiento general contra la dominación almorávide el 25 de marzo de 1145, en la España musulmana, por tres cabecillas principales: Aben-Casi por occidente, Aben-Handim por el centro y Aben-Hud por oriente; y se levantan Córdoba, Murcia, Va­ lencia, Málaga, Almería, Badajoz, en donde se levanta Obeidala, hijo de Mohamed, el de Mérida, el M ártir (como dice su lápida sepulcral) de la sublevación, que logró triunfar, pues a poco es señor de Badajoz Abennazir. Esto demuestra que la comarca de Mérida, y por tanto los de Montánchez, tomaron también parte en el alzamiento. Las expediciones de los almohades, al mando de Barraz, hijo de Mohamed Almasufi, y otras, fueron apoderándose de la España musulmana, uniendo al ejército invasor casi todos los cabecillas que no fueron despojados de sus señoríos, pues más adelante se les ve alzarse de nuevo indepen­ dientes, sino que fueron respetados como gobernadores 107


sometidos al nuevo imperio africano; allí se ve señor de Badajoz, primero, a Sidray Abennazir, y luego, a Moha­ med, hijo de Alí Abenalhacham, hasta que quedaron to­ dos sometidos a Abdelmumen en 1151. Así quedó también Montánchez sometido al poder de los almohades. Desde esta fecha las noticias que la historia nos ofre­ ce de Montánchez, como la de Extremadura, infra Tajo, se refieren a las campañas de los reyes de León, como de Castilla y Portugal (hecha independiente el 1139) a uno y otro lado de nuestro territorio. Entre los reyes de León y Portugal, Don Fernando II y Don Alfonso Enríquez, se convino en Celanova el 1160 que en las conquistas posteriores todo lo que está a la banda oriental del Guadiana había de pertenecer a León. En 1165 Don Fernando II contrajo matrimonio con Doña Urraca, hija de Don Alfonso Enríquez. Don Fernando II tenía sus miras puestas en la conquista de Extremadura. Un cronista árabe, al parecer bien informado (Aben Sahibis Salat) (texto exhibido por Gayangos), dice que Don Alfonso I entró por sorpresa en la ciudad de Trujilio en mayo de 1165, y que en septiembre se le entregó Evo^ J ra, y en enero de 1166 se había rendido Cáceres, y en abril Montánchez, Seberina y Telmaniya. “ En Yumada, se­ gunda de la hégira 560, fue sorprendida la ciudad de Truxillo, y en Diskada la notable villa de Jeburah. También la población de Cáceres en Safar de 561 y el castillo de Muntajesh en Yumada y los fuertes de Severina y Jelmaniyyah” . Los cronistas cristianos confirman que Evora fue tomada, pero por Gerardo sin pavor, ya en el año 1166, y que a poco de entregada esta plaza a Don Alfonso, ganó éste a Mora, Serpa y Alconchel, e hizo reedificar el cas­ tillo de Coruche. (Chron. lusitano-Chron. conimbricense.) Lo que callan en absoluto es que Trujilio, Cáceres y Mon­ tánchez fuesen ganadas por el rey de Portugal, por lo cual, si tiene algún fundamento la noticia del cronista ára­ be, hay que reducirla a alguna razia que hizo Don Alfonso Enríquez hasta Trujilio, en la que entró por sorpresa. 108


como en Cáceres y Montánchez, conformándose con sa­ quearlas. Hay que tener en cuenta que mientras el portugués ha­ cía esta campaña, don Fernando II de León, conquistaba a Alcántara, por lo que es más seguro presumir que fue este rey quien ganó a Montánchez, Cáceres y Trujilio; mu­ cho más si se tiene en cuenta que poco tiempo después ocupaban estas plazas los caballeros de Santiago y San Julián de Pereiro. En la primavera del 1166, don Fernan­ do II, tomó, sin gran esfuerzo, a Alcántara pues, quizá la sorprendiera exhausta de tropas y medios de defensa; y sin duda, entonces pasó a Cáceres, a Montánchez, quizá a Mérida y a Trujilio, y todas las ocupó, con facilidad (hubiéralas o no invadido el portugués), y ya a la entrada de! otoño regresó a León, pasando el Tajo por Alconeta; pues en noviembre estaba en Astorga. Entonces fue cuando las órdenes militares creadas y establecidas para la defensa de las plazas fronterizas y para la lucha contra la morisma empezaron a adquirir po­ sesiones en la Extremadura leonesa. Don Fernando II do­ nó a la Orden de Santiago las villas de Cáceres y Mon­ tánchez, y quizá también Trujilio. Los caballeros de San­ tiago tenían su principal convento en la villa de Cáceres, y por esta razón los llamaban los freires de Cáceres (1), que tomaron por insignia una cruz de color de sangre en forma de espada, por lo que también fueron llamados Ca­ balleros de la Espada; como freires trujillenses llamaron a los de Pereiro, a quienes se incorporaron los de Monte Gaudio del castillo de Montfrague, así que murió su maes­ tre don Rodríguez Alvarez de Sarriá, por la concordia ce­ lebrada en el 1171 con el obispo de Santiago, se ve que los Caballeros de Santiago ocupaban militarmente Mérida y Alburquerque En febrero del 1184 se hallaba en Cáceres don Fer­ nando II y otorgó allí privilegio por el cual declaraba exen­ ta a la Orden de Santiago del tributo llamado del nuncio, que debían cobrar los nobles a los caballeros. La venida de don Fernando II a la frontera extremeña y el hallarse 109


en Cáceres en dicho año 1184, no tenía otro objeto que esperar allí prevenido la acometida de las tropas almo­ hades; pues en los comienzos del año vino el emperador Vacub Abu Yusuf e hizo que se le uniesen los gobernado­ res de Sevilla, Córdoba, Granada, Murcia y otros puntos para hacer una campaña; y después de reunir un nume­ roso ejército, en la primavera entró devastando Extrema­ dura, seguramente que tomó a Trujilio, Montánchez, Cá­ ceres, Alburquerque y Alcántara y después de llevar la frontera más allá del Tajo, entró en Portugal, puso sitio a Santarén, donde recibió graves heridas y regresó a An­ dalucía después de cinco semanas de campaña. He dicho que en esa expedición debieron perderse esas poblacio­ nes ganadas por don Fernando II, y además, el cronicón de Coimbra, dice literalmente que Yacub devastó toda la Extremadura, y esta comarca debía ser la nuestra, toda vez que la Extremadura de Portugal estaba ya muy lejos de la frontera mahometana, de la cual la separaba casi todo el Alentejo, y la Extremadura castellana estaba lejos del teatro de esta expedición, limitada al sur por la comar­ ca de Toledo. Por eso se comprende con claridad que Ya­ cub penetró primero en Extremadura, fue ocupando los castillos y lugares que de Trujilio a Montánchez, Cáceres y Alburquerque guarnecían los caballeros de Santiago, aca­ so derrotase en algún combate a don Fernando, y des­ pués de ganada Alcántara, fue cruzando Portugal, hasta llegar a Santarén. En este punto fue desastrosa para Yusuf la campaña; dio orden de que se moviesen las tropas con dirección a Lisboa, pero su hijo Ishac entendió que había mandado regresar a Andalucía y durante la oscuri­ dad de la noche levantó el campo, dejando a su padre con una pequeña división. Cuando vieron los cristianos que esta tropa de Yusuf se movía en dirección contraria a la que había tomado el grueso del ejército, cayeron sobre ella con grande ímpetu y la devastaron por completo; re­ cibiendo el emperador tan graves heridas en aquella de­ rrota, que murió de ellas antes de llegar a Sevilla. (F. Co­ dera, ob. cit. pág. 161). Después del desastre de los al­ 110


mohades en Santarén poco tiempo debió estar Montán­ chez en poder de los moros; pues en aquel mismo año 1184 los santiaguistas mandados por el maestre don Pe­ dro Fernández resisten en Cáceres el asedio de los almo­ hades, que al fin tienen que levantarlo después del suceso de Yacub; en el 1186, Alfonso VIII, se apodera de Trujilio, según reza el privilegio allí otorgado a la Orden de San­ tiago. Y por el mismo tiempo debió ser tomado el castillo de Montánchez por los santiaguistas de Cáceres, como consta en el testamento que hizo don Pedro Fernández Fuentes de Escalada, primer maestre de la Orden, el año 1187, al retirarse para León, en donde dispone del castillo de Montánchez como suyo. “ Año de 1187” . “ I. Testamento de don Pedro Fernández de Castro que deja a la Orden los castillos en aquel tiempo suyos, y que estaban en el reino de Castilla, a saber, Montánchez, Sarv ta Cruz, Montfrage o Almofrag, y otros, poco antes de su regreso al reino de León” . Sepan todos los hombres amantes de la verdad, así futuras como presentes que yo, Pedro Fernández, hago donación a Dios y a la Orden, y a la m ilicia y hermanos de Santiago, si la muerte me cogiere sin habla y sin hijos, les dono y concedo todos los castillos míos enumerados: Montánchez, y San Cruz, y Zuferola, y Cabañas, y Mont­ frague, y Solana, y Peña-Falcón, les dono y concedo con el mismo pacto que tengo con el señor rey A. y les hago donación de mis heredades, muebles e; inmuebles, que en el siglo tengo... Hecha la carta el 18 de las calendas de septiembre del año 1225 de la Era. Evidentemente este documento es apócrifo y es extra­ ño que el Bullarium lo consigne en la página 35, cuando en la página 29 estampa el epitafio de don Pedro Fernán­ dez, en donde se dice que murió en el año 1184, Era M.CCXXII, y la fecha del testamento es MCCXXV de la Era; con otros signos internos que le denuncian, como son. in regno Castellae; Montánchez era del reino de León, los otros seis del reino de Castilla; la Orden de la que era 111


maestre y fundador era Leonesa y no Castellana, aunque Alfonso VIII otorgara privilegio el 1186 en Trujilio a la Or­ den de Santiago; In pacto quod habeo cum Domino Re­ ge A., si se refiere a Alfonso IX, no había empezado a rei­ nar solo, empezó el año 1188, aunque otorgara documen­ tos con su padre antes; esos mismos castillos, excepción del de Montánchez, los donó Alfonso VIII el 1195 a don Gómez Fernández, maestre de San Julián de Pereiro. Pe­ ro, aunque el testamento sea apócrifo, por lo menos en cuanto a la fecha, debieron al poco tiempo de apoderarse los santiaguistas del castillo montanchego, pues mucho tiempo después volvió a caer* en poder de los Almohades, como veremos. Después de ser vencidas las tropas de Alfonso VIII, en la batalla de Alarcos, por el emir almohade Yacub Miramamolín, en 1195, al año siguiente, salió éste de Sevilla por la vía de Mérida, pasó al norte de esta ciudad, ocupó Mon­ tánchez, que estaba en poder de los cristianos, tomó des­ pués a Santa Cruz, T ru jilio y Plasencia, marchó luego por la comarca de Talavera, cruzó El Olivar, Olmos, Santa Ola­ lla y Escalona, siguió inútilmente a Maqueda y, por últi­ mo, fue a cercar a Toledo; pero, convencido de no poder tomarla, al cabo de diez días en destruir los campos se volvió a Sevilla, por el mes de junio. "Priso el rey de Ma­ rruecos a Monyanchez, e Santa Cruz, e Truxillo, e Plasen­ cia, e vinieron por Talavera, e cortaron el Olivar, e Olmos, e Sancta Olalla, e Escalona, e lidiaron Maqueda, e non la prisieron, e vinieron cercar Toledo, e cortaron las villas e los árboles, e duraron y X días en el mes de junio, Era MCCXXXIV. Anales Toledanos. Siglo XIII. Anulado el matrimonio de Alfonso IX con Teresa de Portugal el año 1195, don Alfonso, hizo alianza con el sultán almohade y con don Sancho VII de Navarra, contra los reyes/ de Castilla y de Portugal, y así en el año 1196 luchaba cada uno por la parte que convenía a sus intentos. El 1197 se celebró el casamiento de don Alfonso VIII. Toda la primera década del siglo XIII, transcurrió con re­ 112


lativa calma, ociosas las armas cristianas y mahometanas. En el verano de 1211 estando don Alfonso con su hijo don Fernando en la sierra de San Vicente, hizo el infante una razia por la comarca de Trujilio y Montánchez, y después de hacer presos y devastaciones regresó a Toledo en agos­ to. “ Estando el rey don Alfonso e Infant don Fernando con todo su regno en la sierra de San Vicent, fue el Infant don Fernando en fonsado (acción m ilitar) con todas las gientes de Truxillo e a Mentánches, e tornó daquel fonsado a su padre en el mes de Agosto, era MCCIL.” Anales Tole­ danos. Murió a poco tiempo este príncipe. El 1212 tuvo lu­ gar la batalla de Las Navas de Tolosa, unidos con el de Castilla los reyes de Aragón, Navarra y Portugal, caballe­ ros franceses y provinciales, pero no acudió don Alfon­ so IX. Don Alfonso IX, ayudado de don Alfonso VIII, sitió y tomó Alcántara el año 1214, y una vez tomada marchó a sitiar a Cáceres, pero en vano trató de tomarla, pues la encontró bien defendida y tuvo que alzar el sitio. En el año 1222 hallándose ya don Alfonso IX en paz con el rey de Portugal, don Alfonso II, con quien antes guerreaba se dedicó a hacer una campaña a la frontera y poner sitio a Cáceres, en cuya tarea se hallaba empeñado a fines de junio. Allí se encontraban los freires de las Ordenes m ilita­ res y otras muchas gentes, no sólo de m ilicias concejiles, sino también de las que armaban los obispos. Era deci­ dido el propósito que tenían de tom ar la plaza por asalto, pues batieron las murallas con las máquinas debeladoras y consiguieron derribar algunas torres y murallas, de suer­ te que estaban a punto de obtener un buen éxito. Pero en aquella sazón recibió don Alfonso un emisario del rey de Marruecos, que le ofrecía una suma considerable de di­ nero si levantaba el sitio de Cáceres y se marchaba a su reino; y aceptando el incauto rey de León la oferta, se retiró con los prisioneros y el botín que había hecho y se encontró burlado, pues el sultán almohade no se de pagarle la suma ofrecida. 8


Esta confianza imprevisora dio por resultado que los moros fortificasen a Cáceres y se hiciese más difícil to ­ marla después. La soldadesca murmuró del proceder de su real cau­ dillo al recibir la orden de retirada, repitiéndose el adjetivo de loco, con que los árabes le designaban (IBN Jaldum, corroborado por el Tudense en cuanto al temperamento del rey leonés). Los almohades se hallaban entonces envueltos en gra­ ves discordias civiles, que mantenían la anarquía entre mu­ sulmanes; pues Abdala que se había hecho proclam ar emperador al ser asesinado su hermano, se encontró al lle­ gar a Marruecos con que habían proclamado a lahya, hijo de Almanzor, lo cual renovó la guerra civil entre los al­ mohades. Entre tanto, un descendiente de los Aben Kud de Zaragoza, se declaró independiente en Andalucía en 1228 y consiguió que le fuesen aclamando en Murcia, Denia, Játiva, Granada, Almería, Málaga y Córdoba; de suerte que al comenzar el año siguiente podía considerar­ se terminada la dominación almohade en España, pues apenas algunas ciudades andaluzas seguían prestando obediencia a los reyes de Marruecos. En cuanto a las Ordenes militares es maestre en la de Alcántara, don Arias Pérez; en la de Santiago lo era don Pedro González Mengo, y en la del Temple, don Es­ teban de Belmonte, todos los cuales acudieron con sus freires a las conquistas que voy a referir. Don Alfonso IX que ya era viejo, parecía dispuesto a redim ir sus antiguas faltas, conquistando toda la parte extremeña que se extiende al sur del Guadiana, y a buen seguro que lo hubiera logrado a no atacarle la muerte cuando le quedaba poco por hacer. Tenía en su corte, dos valerosos caballeros portugueses: el infante don Pe­ dro Sánchez, hijo del rey portugués don Sancho II, que ejercía el cargo de mayordomo del rey de León, y el bas­ tardo Martín Sánchez, alférez mayor de las tropas leonesas en Galicia, y desplegaban toda su influencia para conse­ guir que se moviesen las tropas hacia la frontera de los 114


moros, aprovechando la simultaneidad con que se movían las de Portugal y Castilla. Don Sancho II se disponía a sitiar Elvas y don Fernando III penetraba por los campos de Andalucía y enviaba a su padre don Alfonso IX algu­ nas tropas auxiliares. En la primavera del año 1229, se juntó al ejército leo­ nés ante los muros de Cáceres, que aunque era plaza fortificada, al decir de Lucas de Tuy, no debía tener guar­ nición bastante para una larga defensa, pues se rindió el 23 de abril, fiesta de San Jorge. En el mes de mayo estaba el rey en Galisteo, donde procuró aquietar a los caballeros de Santiago, que se creían con derecho a poseer la villa de Cáceres por ha­ berla tenido ya antes, con motivo de haberla donado don Fernando II; pero como deseaba el rey que la villa fuese de realengo, le señaló término y otorgó fuero de población y para satisfacer a la Orden de Santiago, le donó las villas de Castrotoraf y Villafáfila y una suma de dos mil mara­ vedíes, prometiéndole además que, si algún día lograba conquistar a Trujilio, Santa Cruz, Montánchez o Modellín, daría alguna a la Orden mencionada. El 16 del mismo ma­ yo, estando en Coria, otorgó a los mismos caballeros fa­ cultad para adquirir toda clase de bienes procedentes de clérigos, nobles y fijosdalgos. En tanto que el rey se ocupaba en estos asuntos, el ejército había pasado de Cáceres a Mérida, ocupando al paso y sin resistencia, a Montánchez con sus lugares co­ marcanos de Almoharín, Alcuéscar, Carmonita y Aljucén. (Los anales toledanos fijan la toma de Mérida y Montán­ chez en 1230). El jefe del ejército era el ya citado don Pe­ dro Sánchez, que tanto empeño había tenido en que se hiciera esta linda campaña. El error de poner 1228, por 1268, muestran la facilidad con que se turbaban las cifras por los copistas y al seña­ lar este cronicón la misma era que los Anales Toledanos, que son más antiguos revela que siguió a estos; y, el en­ tusiasmo con que el buen éxito en poco más de un mes fueron ganados Cáceres, Montánchez y Mérida, hace de­ 115


cir a algún cronista que en aquella empresa apareció vi­ siblemente Santiago con multitud de soldados blancos, derrotando a los sarracenos, frases que bien pueden apli­ carse con elogio a la Orden de Santiago, por el denuedo con que peleaban en nombre del cielo contra la mo­ risma. Ello es que Mérida también cayó en mayo, y la pron­ titud de estas conquistas revela que las plazas tenían pocas defensas y se rendían al primer amago de un ejér­ cito tan numeroso relativamente, y tan decidido. Gran parte de autores dicen que la toma del castillo de Montánchez tuvo lugar a la vuelta del ejército vencedor en Mérida y de la batalla con Aben Hud, señor de Andalu­ cía, Mérida y Montánchez, más allá de las aguas del Gua­ diana, cerca de la ciudad, según reza el privilegio de Al­ fonso IX del 30 de marzo de 1230, fechado en la Zarza, junto a Mérida, y de la toma de Badajoz, y al regreso se entregaron sin resistencia los moros defensores del cas­ tillo de Montánchez, en el mes de junio. No parece estar en lo cierto don Publio Hurtado cuan­ do hablando de Atalaya, junto a Coria, dice en su obra: “ En 1229, el mencionado don Alfonso IX de León, des­ pués de reconquistar Cáceres, Mérida y Badajoz, se ins­ taló en este castillo a organizar sus fuerzas para empren­ der la conquista de Montánchez, como prueba con la real carta en que donó la ciudad de Mérida al arzobispo de Santiago, don Bernardo, de 2 de junio de dicho año” . En dicha carta se hace la donación de la ciudad de Mérida a don Bernardo, arzobispo de Santiago, y se fijan los tér­ minos linderos de la ciudad, y respecto a Montánchez los señala así: “ e de la parte de Montánches, por encima de Valdelayegua en Aljucén, e assi como va al puerto de Carmonita” : pero, nada se dice en él de que Alfonso IX re­ pusiera sus huestes en ese castillo para ir sobre Montán­ chez. En el día primero de agosto de 1230, se hallaba don Alfonso IX en Zamora, donde otorgó a la Orden de San­ tiago el privilegio de donación de la villa de Montánchez y 116


su castillo, en cuyo documento se intitula ya rey de León, Galicia y Badajoz. En el fuero de Cáceres, dado allí en 23 de abril de 1229, revalidado por San Fernando estando en Alba de Tormes el 12 de marzo de 1231, se comienza diciendo: “ de moros era Truxielo, y Santa Cruz y Montánchez, Méri­ da y Badajoz, cuando yo, Alfonso, rey de León, di y otor­ gué al concejo de Cáceres estos términos que en este fuero son escritos y de esta guisa departidos, a prime­ ras, en Montánchez, de la Torreciella, que está en una peña en derecho de Santa María (hoy Torre de Santa María). Así terminó para siempre la dominación agarena en Montánchez, ondeando en su castillo el signo de la Cruz, en lugar de la Media Luna, y tremolando las banderas de la Orden de Santiago de la Espada, cuya cruz jurisdiccio­ nal ha perdurado en Montánchez hasta el año 1873 en que el gobierno de la primera República suprimió las Ordenes Militares. Obtenidas estas victorias, el rey don Alfonso IX, se d iri­ gió a Santiago de Compostela, para dar gracias al Santo Patrono por los triunfos conseguidos; pero murió en el mismo año en Villanueva de Sarriá.

NOTA AL CAPITULO TERCERO (1) Está averiguado que para el ingreso de los caballeros' exigían Ia9 Constituciones de la Orden, como requisito indispensable, la de­ m ostración de que habían sabido lidiar toros. Todavía se conserva la iglesia y restos del convento que ocu­ paron los caballeros a tres kilóm etros de Torrequemada, donde se cum ple el Voto de Villa todos los’ años uno de los domingos del mes de mayo, yendo en Corporación el Ayuntam iento de Montánchez.

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CAPITULO CUARTO Breve reseña de la Orden de Santiago Conveniente nos ha parecido dar una idea de lo que fue la ínclita Orden, que dio la libertad a Montánchez, y que por tanto tiempo ejerció su dom inio y gobierno así civil como eclesiástico en dicha villa La orden de Santiago fue iniciada en mayo de 844 a consecuencia de la batalla de Clavijo en tiempo del rey don Ramiro I; su erección canónica tuvo lugar en el mis­ mo año en la iglesia de Santiago el Real de los caba­ lleros de la ciudad de Logroño, como muy bien lo prueba con documentos auténticos Alvarez de Araujo en su re­ copilación histórica de las cuatro Ordenes Militares. Mas cuando aparece completamente formada es en 1160 en que se verificó la alianza de la Orden con los Canónigos Agustinianos de Loyo, siendo su maestre don Pedro Fernández, señor de Fuente de Escalada, quien ob­ tuvo la confirmación de su Orden de Alejandro III en el año 1175. Establecidos en un principio para proteger y guiar a los peregrinos que de toda Europa acudían a visitar el sepul­ cro de Santiago, extendieron su acción a pelear contra los hijos de Mahoma que habían usurpado la posesión de la mayor parte de nuestra España: fueron los centine­ las avanzados contra los sarracenos, no menos ilustres que los de Jerusalén; sus individuos, corderos al tañido 118


de la campana, y leones al de la trompeta, según bella ex­ presión de Sancho III infundieron pavor a los musulma­ nes, debiéndoles España y la cristiandad inmensos ser­ vicios. Para esto, pusieron sus conventos de frailes caballe­ ros en San Marcos de León, después de Uclés, y en el 1184 en Cáceres; por pérdida de ésta, pasó a Castrotorrase, para volver a León, hasta el 1566 que se trasladó a Mérida; volvió a León el 1600, quedando en Mérida un vicario general. Se componía, en el régimen adm inistrativo y guberna­ tivo del Gran Maestre, Comendadores Mayores y Meno­ res, el Tribunal de los Trece, Jueces y Alcaldes Mayores Las causas graves y en apelación se resolvían por los ca­ pítulos, y en última instancia por el Papa, que solía nom­ brar Jueces Conservadores. En lo espiritual entendían los obispos-priores de San Marcos de León y de Uclés, los priores y subpriores, vicarios y provisores. Los Consejos y Tribunales de las Ordenes Militares en las causas mix­ tas; y la Real Junta Apostólica en dirim ir las contiendas con los Obispados. Organizada de este modo hizo cosas grandes, magnífi­ cas y gloriosas contra los árabes, conquistando para sí un inmenso territorio en las provincias de Cuenca, Toledo, Ciudad Real y Extremadura, donde dominaba como prín­ cipe el Gran Maestre. Más, conquistada Granada, último baluarte de la Media Luna, expulsados los moros y triunfante nuestra santa fe, la misión de la Orden de Santiago había terminado. Así lo comprendió sin duda el Papa Adriano VI en su Bula de incorporación perpetua de los Maestrazgos a la Corona, repitiendo muchas veces en este documento que las Orde­ nes Militares sólo fueron instituidas para expugnar a los enemigos de nuestra fe, que se habían apoderado de Es­ paña. A los combates heroicos en los campos de batalla, sucedieron las intrigas palaciegas. En vez de luchar con los infieles, las Ordenes M ilitares lucharon entre sí, y con 119


frecuencia con la jurisdicción ordinaria de los obispos. Esto unido a que el maestre de la Orden de Santiago, como los demás, eran unos pequeños monarcas capaces de deslucir la autoridad real por sus riquezas, por los mu­ chos caballeros que estaban a su devoción, y por el cre­ cido número que militaba a su sueldo, por una parte, y por otra los abusos con motivo de las exenciones y pri­ vilegios, el orgullo y político-manía de sus maestres, die­ ron un pretexto plausible a los Reyes Católicos para tra­ tar de incorporar los Maestrazgos a la Corona; viendo ra­ zón oportuna en la expulsión total de los moros, para lo­ grar de la Santa Sede la gracia de la incorporación. Así lo consiguieron de Inocencio VIII y Alejandro VI en 1492, que concedieron a los Reyes Católicos la adm inistración vitalicia de los Maestrazgos de Santiago y Alcántara; y Adriano VI en 1523 concedió al emperador Carlos V admi­ nistración perpetua de dichos Maestrazgos. Después de esto, los Caballeros de Santiago envaina­ ron sus espadas y no volvieron ya a sacarlas en los cam­ pos de batalla; desde entonces, no se cuenta un hecho digno de memoria y de elogio, no lograron la más mí­ nima gloria, ni añadieron a sus victoriosas coronas un solo laurel digno de alabanza. Expelidos los moros de Granada, quedaban los Caba­ lleros de las Ordenes reducidos a una ociosidad muy per­ judicial para instituciones de su clase, compuesta de gen­ te briosa y rica. El cardenal Cisneros al conquistar a Orán tuvo el pensamiento feliz de trasbordar al Africa las Orde­ nes Militares, ofreciéndose a fabricarles conventos e igle­ sias, debiendo ser de ellas todo lo que en Africa ganaren y poblaran. Este pensamiento tan religioso como profunda­ mente, digno de aquella gran cabeza que hubiera salvado a las Ordenes Militares, no tuvo éxito. Preferían ya las dul­ zuras de la paz. Una de las faltas graves de Felipe IV fue hacer serví» las Ordenes Militares contra los insurgentes de Cataluña; aquel monarca mandó sacar los pendones de las Ordenes, imponiendo graves penas a los caballeros que no concu¡20


mesen. Después de varias revistas para divertir a la Corte, los escuadrones de las Ordenes salieron de Madrid, pero afortunadamente no llegaron a manchar sus pendones con sangre española. También Felipe V tuvo el mal pensamien­ to de hacer servir los batallones de las Ordenes contra los insurrectos de Cataluña; felizmente fue poco lo que hicieron. Con sus caballos y sustitutos se formó el regi­ miento que desde entonces se llamó de las Ordenes M ili­ tares. (La Fuente. Hist. Eclsca. de Esp. Tom. V, pág. 304.) Porque las glorias militares de ios Corteses, Pizarros, Alvarados, Juanes de Austria, Córdovas, Serras, Albas, Bazanes y demás caudillos célebres, nunca podrán las Orde­ nes vindicarlas para sí; pues es bien sabido, que aquellos capitanes no llevaron a cabo sus famosas empresas como tales caballeros, ni en nombre y representación de las Ordenes, ni al frente de sus soldados, ni bajo sus pendo­ nes maestrales; ni la pericia estratégica que desplegaron la adquirieron en ellas. Pelearon y vencieron únicamente como generales de los ejércitos del rey de España, al frente de sus soldados y bajo sus reales banderas. Eran generales que ostentaban accidentalmente las cruces, o que las recibieron después, como merecido galardón de sus proezas, a semejanza de los generales de hoy que ostentan las cruces de Carlos III, Isabel la Católica, San Fernando y otras, sin que se atribuya a estas Ordenes el mérito de los caudillos condecorados. (Don Fernando de la Hermosa.) Cierto que si la religión dio el ser a las Ordenes, la orgia política las manchó, como mancha todo lo que toca; y la regalía las puso al borde del sepulcro, atadas de pies y manos; si la religión hizo de las Ordenes una institu­ ción la más gloriosa de nuestra España, la más benemé­ rita de la patria, que salvó en otro tiempo nuestra nación, llevándola al apogeo de su grandeza, la orgía política le dio una existencia precaria y vacilante, queriéndola como un recuerdo heróico de pasados tiempos, y dejándola como una pidera dislocada que no cuadra bien en el edi­ ficio social moderno, sin vida, sin acción, sin poder servir 121


de una manera útil y provechosa a los elementos de reli­ gión y trono que simbolizaba. Sucedió, pues, que al momento que asomaron las ideas modernas por los horizontes españoles, empezaron las Ordenes a sentir su influjo. Queriendo las Cortes de Cá­ diz regularizar la jurisdicción que ejercía el Consejo de las Ordenes y ponerlas en armonía con las nuevas institucio­ nes, agregó a la jurisdicción real ordinaria el conocim ien­ to de todos los negocios civiles y crim inales del foro co­ mún — esto es, lo contencioso— ; en lo gubernativo y ad­ ministrativo pasaron a los ayuntamientos, alcaldes mayo­ res y jefes políticos, los de su índole respectiva. El Go­ bierno, sin consulta del Consejo de las Ordenes y sí por la del Consejo de Estado, según se prevenía en la cons­ titución de la monarquía, empezó a dar los gobiernos y alcaldías mayores del territorio exento, y sólo quedó al Tribunal de las Ordenes, con cuyo nombre conservó la vida el antiguo Consejo, la presentación de curatos, prio­ ratos y vicarías de las Ordenes Militares en sus territo­ rios respectivos; y esto meramente como patronos legos a quienes por Breves y Bulas incumbía semejante gracia, otorgada de antaño por la Santa Sede con ciertas cartas siendo por lo mismo concesiones remuneratorias, más que gratuitas. Para la jurisdicción eclesiástica mandó el gobierno que se nombrara un clérigo de las Ordenes con el título de Juez de apelaciones el que a semejanza de un metropo­ litano, conociere y fallase los negocios de aquella índole; suprimió el Consejo, y en su lugar estableció un tribunal especial, compuesto de clérigos y legos de las Ordenes. Pero esto duró poco. Las turbulencias políticas toma­ ron un nuevo rumbo, dieron fin a la constitución del 12, y el año 14 volvió el Consejo de las Ordenes a seguir su vida acostumbrada, aunque sin ejercer ya por completo todas sus anteriores prerrogativas. En 1820 sufrió nueva y parecida alteración a la del año 12; y en 1823 nuevo restablecimiento, hasta que por decreto de 30 de julio de 1836 acabó de una vez para 122


siempre el Consejo, quedando en su lugar el consabido Tribunal especial, como el año 12 y 20. De este modo continuó hasta su refundición en el T ri­ bunal Supremo de Justicia en virtud del Decreto del Go­ bierno provisional del 2 de noviembre de 1868, que redu­ ciendo a la mitad el número de sus ministros, los agregó con exclusión del único sacerdote que había, a la Sala Segunda del Tribunal Supremo, donde habían de fallarse los asuntos eclesiásticos de las Ordenes. Por fin llegó la hora suprema a las Ordenes Militares, cuando el Gobierno de la República por decreto de 20 de marzo de 1873 firmado por don Estanislao Figueras. declaró extinguidas las Ordenes Militares. (Exposición al Gobierno del Capitán de Caballería de la Or. Mil. de Sant. celebrado en Madrid el 1874.) Por cuya causa la Santidad de Pío IX por las Letras Apostólicas "Quo gravius” , expedidas el 14 de julio de 1873 abolió en España la jurisdicción eclesiástica espe­ cial en los territorios pertenecientes a las cuatro Ordenes Militares, y agregó los mismos a las Diócesis inmediatas. Mas por las letras “ Ad A postolicam ” dadas el 18 de noviembre de 1875, se erigió en Priorato de las cuatro Or­ denes todo el territorio de la provincia de Ciudad Real, en ejecución del Concordato de 1851, sobre creación del Coto Redondo, y unió perpetuamente dicho Priorato a la Iglesia episcopal de Dora in partibus (1). Así la memoria de las más preclaras instituciones de nuestra España, que tanto merecieron de la Iglesia y del Estado, que nos dieron la paz y prosperidad de la reli­ gión, que fueron el firmísimo apoyo de sus reyes y el de­ rrocamiento de la funesta dominación de los infieles, en expresión de Pío IX, ha quedado reducida a un recuerdo heroico de los pasados tiempos. He aquí a grandes rasgos una ligera descripción de la Orden de Santiago.

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NOTA AL CAPITULO CUARTO (1) En, los tiem pos de don Juan Bravo M urillo estaba ya arregla­ do el Coto Redondo de las Ordenes M ilita re s en M érida, para dar im­ portancia a esta ciudad de Extrem adura, Obispado que fue desde el siglo III muy célebre en la Iglesia de España y M etropolitana hasta su traslación a Santiago de Galicia en 1109, siendo Papa Calixto II. El señor Bravo M urillo era extrem eño. Pero se opuso a este arreglo el duque de Riánsares, marido de Doña M aría Cristina, porque, según decían, tenía interés en que el Coto se constituyese en Tarancón, par­ tido judicial de Cuenca, por ser este pueblo la patria del duque. («Re­ vista de la Cruz», 1875.)

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CAPITULO QUINTO Ofrecimiento del castillo de Montánchez Habiendo sido conquistada la ciudad de Mérida por Alfonso IX, y segunda vez por la Orden de Santiago (te­ niendo al menos ésta la mayor parte en ello) luego in­ continenti el rey de León le dio a la Iglesia y arzobispo de Santiago de Compostela despachando privilegio de donación en el castillo de Atalaya, junto a Coria, a 2 de las calendas de junio del siguiente año 1229 sin haberse todavía retirado el ejército de sobre Mérida, no obstante la representación del maestre de la Orden de Santiago don Pedro González, que se creía con más derecho a ella; por lo que hallándose aún en poder de los moros todos los castillos de sus contornos y señaladamente los de Alanje, Hornachos, Reina y Montemolín, que conquistaron mucho después, y también los de Trujilio, Santa Cruz, Mon­ tánchez y Medellín, ofreció a la Orden de Santiago uno de estos castillos, para cuando Dios permitiese su conquista. Así consta por el privilegio despachado en Galisteo en mayo de dicho año por el rey de León que entresacado de la escritura número 15 del Bulario de la Orden de San­ tiago dice así: “ Item, yo me obligo y mis sucesores, si Dios en algún tiempo nos diere el castillo de T ru jilio o de Santa Cruz, o de Montánchez, o de Medellín, a darlo a vosotros y a vuestra orden con derecho hereditario para poseerlo per­ 125


petuamente, y os lo concederemos de tal modo que po­ dáis poseerlo. Bula para confirmar la concordia entre el rey de León (Alfonso IX) y la Orden firmada el 1229 con pacto de no enajenar la villa de Cáceres, etc. Dada la car­ ta del Rey en Galisteo, en el mes de mayo, año 1267 de la Era (h isp an a )” .

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CAPITULO SEXTO Donación del castillo Se dijo anteriormente que Alfonso IX había ofrecido a la Orden de Santiago el castillo de Montánchez en caso de conquista con cargo de continuar la guerra; pues las donaciones se hacían con pacto de continuar guerreando y poblar: así, de los castillos de Alconchel, Almofrag y Montánchez, se dice que el primero estaba en un sitio apto para la expugnación de los enemigos de la Cruz de Cristo; que el segundo se hallaba en la frontera de Sarra­ cenos, y de Montánchez, que desde allí se había de hacer la guerra. En efecto, don Alfonso IX, conquistado Montánchez, despachó en Zamora, a 1 de agosto de 1230, el privilegio de donación (fue el último que hizo) concediendo a la Orden y al maestre don Pedro González Mengo el castillo y la villa de Montánchez con todos sus términos nuevos y antiguos, derechos, montazgos y pertenencias, con prados, pastos, montes, fuentes, aguas, entradas y salidas, con el pacto y obligación de hacer paz, guerra y treguas desde dicho castillo y villa, por el dicho señor rey don Alfonso, salva la religión de la Orden, y recibir sus vasallos que hi­ cieran dicha guerra. “ En el Tumbo menor de León hay varias concordias en­ tre el obispo de Coria y la Orden de Santiago sobre Mon­ tánchez. De las mismas resulta que en el año 1230, ejer127


cía la jurisdicción eclesiástica en dicha villa el obispo de Coria, don Sancho. Decidido partidario este prelado del rey don Fernando III, el Santo, y su constante com­ pañero, es de presumir que al apoderarse en aquella fe­ cha el rey del famoso castillo, se encargase el obispo cauriense de la jurisdicción espiritual, que más tarde pasó al prior de San Marcos de León. (De Escobar Prieto, ar­ tículo: "Antigüedad y límites del Obispado de Coria", Bo­ letín de la R. Academia de la Historia, t. LXI, pág. 334). Por la importancia que tiene este documento para la Iglesia de Montánchez y su partido, lo ponemos: Carta XXII del obispo de Coria del pleito que hubo so­ bre las Iglesias de Montánchez. En nombre de Dios. Amén. Para que no escape al co­ nocimiento de los venideros la noticia de aquellas cosas que suceden al presente, es digno y útil utilizar el reme­ dio de la escritura para suplir con ella el defecto del tiem ­ po presente y dar noticias a los venideros. Sea notorio, por la presente escritura, a los presentes y futuros que Nos Sancho, por la gracia de Dios, obispo de Coria, te­ niendo en cuenta la múltiple autoridad de Nuestra Iglesia, y con el fin de que la tierra que de nuevo vuelve a poder de los cristianos, vencida la perfidia de los sarracenos, por el Maestre y Hermanos Freires de la M ilicia de San­ tiago, valientes soldados de Cristo, aproveche en la fe cristiana por cuyo esfuerzo y valor principalmente fue ad­ quirida, como sobre las iglesias de Montánchez y sus términos, edificadas o por edificar, unido el consentimien­ to del cabildo de Coria, hacemos concordia para siempre valedera con el maestre y hermanos freires mencionados. A saber, que el mismo maestre y hermanos freires, así como también sus sucesores, percibirán íntegramente, to­ das las obvenciones y todas las décimas de las dichas iglesias, menos la cuarta parte de todas las décimas, y además cinco sólidos de moneda salmantina que ha de satisfacernos, anualmente, con el nombre de catedrático, en la fiesta de San Martín y además veinticinco sólidos de la misma moneda que a Nos y a nuestros sucesores 128


debe dar cada una de las iglesias, con el nombre de pro­ curación cuando Nos vayamos a ejercer el oficio de visi­ ta a la misma iglesia; respecto de las posesiones que los mismos hermanos freires cultivaren con sus manos o a sus expensas en Montánchez y en su término paguen las décimas a sus clérigos de Orden Sacro, no obstante la constitución del Concilio general. Mas, los sobredichos hermanos freires deben percibir la mitad de las penas o multas de los sacrilegios y demás calumnias que se rea­ lizaran por ocasión de las predichas iglesias o sus minis­ tros, y la otra mitad ha de ser para el obispo de Coria. Además no sea lícito al dicho obispo, sin el consentimien­ to del comendador de Montánchez, que por tiempo fuere, remitir la acción competente por los sacrilegios com eti­ dos y calumnias, si no que estén obligados a ejecutar la exacción de los mismos. En verdad, el maestre y los predichos freires y sus sucesores presentarán a Nos y a nuestros sucesores a los freires, clérigos o seculares, o temporal o a perpetuidad, como sea de su agrado, para las sobredichas iglesias, los cuales deben responder a Nos del cuidado de la feligresía, más a los mismos freires deben rendir cuentas sobre las cosas temporales; de tal modo que si el obispo de Coria pusiere interdicto ecle­ siástico por causa racional, alguno de las predichas igle­ sias y los freires presentados para ella presumieren cele­ brar allí mismo, despreciada la sentencia del interdicto el obispo de Coria proceda según los cánones contra este antentador. Además que las predichas iglesias quedan li­ bres e inmunes de la jurisdicción de los arcedianos y ar­ ciprestes. Prometemos, no sólo por Nos sino también por nuestros sucesores que si alguien promoviere litigio so­ bre las mismas iglesias a los sobredichos maestres y a los freires y sus sucesores los consideraremos exentos y efi­ cazmente los defenderemos a nuestras propias expensas y cuidados. Ahora bien, para que en esta concordia ten­ ga firmeza la confirmamos con nuestro sello. Y nosotros, el Cabildo de Coria, aprobamos todo y cuanto queda so­ bre escrito en cuyo testim onio mandamos poner nuestro


sello a la presente carta. Del mismo modo, yo, Pedro Gon­ zález, mestre de la M ilicia de Santiago confirm o la pres­ crita Concordia con mi sello, y nosotros, el Convento de la misma Orden aprobamos todas y cada una de las cosas que quedan sobre escritas, en cuyo testimonio, mandamos nuestro sello a la presente carta. Dado en Zamora el 17 de octubre del año 1236 de la Encarnación del Señor, ce­ lebrado, allí mismo, el Capítulo General de la misma Or­ den. Resulta, pues, según la anterior Concordia, que des­ pués de la conquista definitiva, la iglesia de Montánchez y su término se incorporó en lo espiritual al Obispado de Coria, teniendo la Orden de Santiago el derecho de pre­ sentar personas idóneas para el desempeño de la cura pa­ rroquial; reservándose el obispo de Coria la cuarta parte del diezmo, la mitad de las penas y costas y el derecho a catedrático y procura. Más tarde pasó la jurisdicción es­ piritual al Priorato de San Marcos de León, cuando se con­ cedió a la Orden la jurisdicción especial exenta. Los prio­ res tuvieron su residencia en el convento de León; el año 1576 se trasladaron los conventuales al convento de Calera de León, en Extremadura; el 1580, se trasladaron al Con­ ventual de Mérida por mandato del rey Felipe II; hasta el año 1602 en que volvieron a su antiguo convento de San Marcos de León; quedando un provisorato en la ciu­ dad de Llerena y una vicaría general en Mérida. De esta Concordia y de la incorporación de Montán­ chez al Obispado de Coria parece que pudiera deducirse lo que ya habíamos insinuado al final del capítulo XIII del primer período, sobre el culto de la Virgen del Castillo, sobre la posibilidad de haber tenido completa efectividad la constante tradición de haber sido, continuamente vene­ rada en Montánchez la imagen sagrada de la Virgen de la Consolación, desde el tiempo de los Godos. “ El ejercer el obispo de Coria el año 1230 la jurisdicción eclesiástica en Montánchez demuestra que al conquistar el castillo las tropas de Alfonso IX se conservaba el culto y parroquiali­ dad en la villa y que no fue de nuevo construida o erigida 130


iglesia por los Caballeros de Santiago; pues si así hubiera sido, que los santiaguistas hubieran edificado de nuevo la iglesia, ésta hubiera quedado exenta y libre de toda juris­ dicción episcopal, sin que ningún obispo pudiera grabarla con exacciones de diezmos ni de otra cosa, ni inferirle interdicto o excomuniones; pues así se le concede la Bula de confirmación de la Orden de Santiago, otorgada el 5 de julio del año 1175 por el Papa, Alejandro III. Por la Concordia se ve que el obispo de Coria graba a la iglesia de Montánchez y sus aldeas con la cuarta parte del diezmo, la mitad de las costas y multas, con el catedrático y con la procura, y defiende el interdictar; luego es que los santiaguistas no construyeron de nuevo la iglesia, en tierra de sarracenos conquistada, si no que había iglesia en Montánchez, y por eso no se podía de­ fraudar los derechos episcopales, como reconoce la bula, en el mismo número citado. La Diócesis de Coria está erigida desde el año 1142. En el apeo o deslinde entre Cáceres y Montánchez, verificado el año 1242 figura también como obispo don Sancho: reinando, dice, el rey Fernando con su mujer, la reina doña Juana, en Castilla, en Toledo, en León, en Galicia, en Córdoba, en Baeza y en Badajoz. El infante don Alfonso, hijo del rey. Señor de Molina y de Messa D. S. obispo de Coria. Después siguen los testigos.

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CAPITULO SEPTIMO Confirmase la donación La donación del castillo y villa de Montánchez hecha por Alfonso IX, fue confirmada por su hijo el rey don Fer­ nando III el Santo, estando en Atienza, a 25 de julio de 1234, como lo atestigua la siguiente escritura, que trans­ cribim os por contener íntegro el documento anterior. Dice así: "Sea notorio y manifiesto tanto a los presen­ tes, como a los futuros, que yo Fernando, por la gracia de Dios, rey de Castilla y de Toledo, de León y de Galicia, encontré un privilegio dado por mi ilustrísimo padre, rey don Alfonso, del tenor siguiente: En nombre de nuestro Señor Jesucristo, Amén. Es propio de los reyes católicos amar y venerar los lugares y personas religiosas, conser­ var ilesos sus derechos y ampliarlos con posesiones: Por tanto, yo, Alfonso, por la gracia de Dios, rey de León y de Galicia y de Badajoz quiero hacer saber por esta carta a todos los presentes y futuros; que doy y con derecho he­ reditario, para siempre concedo a vosotros, don Pedro González, maestre de la Orden de la M ilicia de Santiago, y a vuestros sucesores, como también a vuestra Orden, el castillo y villa de Montánchez con todos sus términos, nuevos y antiguos derechos: montazgos y pertenencias con sus prados, pastos, montes, fuentes, aguas, entradas y salidas y todo lo que corresponda, sea lo que fuere, al mismo castillo y villa, por cualquier modo y derecho. Mas 132


vosotros y vuestros sucesores por pacto, estáis obliga­ dos a hacer la paz y la guerra y treguas por mí, desde di­ cho castillo y villa, salva la religión de vuestra Orden: Tam­ bién tendréis obligación de recibir en dicho castillo y villa a los hombres y mis vasallos y de mis hijos y de su des­ cendencia. Todo esto lo hago por la salud de mi alma y de mis padres, y de los muchos servicios que me hacéis y me habéis hecho y para poder merecer parte de los bienes y oraciones que a Dios se ofrecen en vuestra Or­ den: si alguno, pues, de mi linaje o extraño, presumiere venir contra esta carta de mi donación y concesión, in­ currirá en la ira e indignación de Dios Omnipotente y cuan­ to invadiere os lo duplicará y pagará a la parte Real mil maravedises, permaneciendo en su vigor esta carta, dada en Zamora a 1 de agosto, año 1268 de la Era: y yo, el rey Fernando junto con mi mujer, la reina Beatriz, y con mis hijos Alfonso, Federico y Fernando, con asentimiento y beneplácito de la reina doña Berenguela, mi madre, aprue­ bo, corroboro y confirm o el privilegio arriba dicho, man­ dando y de un modo firme estableciendo, que se observe inviolablemente; si alguno, pues, Intentare infringir o dis­ minuir en algo esta carta, incurra de lleno en la ira de Dios Omnipotente y en el acto pague a la parte Real mil escudos de oro y restituya duplicado el daño por esto in­ ferido. Dada la carta en Atienza, día 25 de julio, año 1272 de la Era. Lo firman Rodrigo, arzobispo de Toledo, primado de las Españas; Bernardo, obispo de Segovia; Adán, obispo de Plasencia; Mauricio, obispo de Burgos; Juan, obispo de Calahorra; Domingo, obispo de Avila; Juan, obispo de Osma, canciller del rey; Lupo, obispo de Sigüenza; Gon­ zalo, obispo de Cuenca; Alvaro de Pedro, Diego de Mar­ tín, Gonzalo González, Rodrigo Rodríguez, Alvaro Rodrí­ guez; Martín, obispo de Zamora; Miguel, obispo de Lugo; Esteban, obispo de Tuy, y Lorenzo, obispo de Orense (fal­ tan confirm antes). También fue confirmada la mencionada donación por el Sumo Pontífice Inocencio IV en el año 1245. 133


La bula en castellano dice: “ Bula para confirm ar la do­ nación de la villa de Montánchez, hecha por el rey de León en el año que murió, el 1230. Inocencio, obispo, sier­ vo de los siervos de Dios, a los amados hijos maestre y hermanos de la Orden de la M ilicia de Santiago, salud y bendición apostólica. Queremos favorecer vuestra Orden con tales prerroga­ tivas, que proponiéndonos honrarla entre las demás con privilegios especiales, y conservar sus derechos con el apoyo de la protección apostólica, deseamos también so­ lícitamente procurar su incremento así en lo espiritual como en lo material. De aquí es que así como nuestro ca­ rísimo Hijo en Cristo el ilustre rey de León, calculando próvidamente los trabajos múltiples y los cuantiosos gas­ tos que continuamente sostenéis por defender la fe cató­ lica y ampliar el culto divino, determinó conceder con pia­ dosa liberalidad a vuestra Orden el castillo y villa de Mon­ tánchez, según consta latamente por la carta dada, Noso­ tros inclinados con vuestras súplicas a esta concesión, como piadosa y próvidamente se ha hecho, la confirm a­ mos con nuestra autoridad apostólica y la ponemos bajo el amparo del presente escrito, haciendo insertar en la pre­ sente el tenor textual de las mismas letras que es el si­ guiente. (aquí copia la carta íntegra de Alfonso IX). A ningún hombre, pues, le sea lícito infringir esta página de nuestra confirmación, o contradecirla temerariamente. Si alguno pues, presumiere atentar contra ella, sepa que in­ currirá en la indignación de Dios Omnipotente y de los Bienaventurados Apóstoles San Pedro y San Pablo. Dado en Lyón, en las Nonas de septiembre, año tercero de nues­ tro Pontificado.

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CAPITULO OCTAVO Fuero de Montánchez Mucho contribuyó a fomentar la reconquista, la políti­ ca seguida por los reyes cristianos, otorgando fueros a los que quisiesen ir a poblar los lugares que se ganaban a los moros. Como el hecho de ser fronterizos estos lugares, ha­ cía necesario estar de continuo guerreando con el enemi­ go, se hacía muy difícil la vida en ellos y habían de com­ pensar las desventajas de esta vida azarosa con privile­ gios y exenciones que estimulasen a acudir a poblarlos. Las tropas reales no podían emplearse en guarecer esas plazas fronterizas, porque tenían que estar dispuestas para ir al fonsado cada vez que el rey lo necesitase. Las m ili­ cias de los concejos interiores las formaban los mismos vecinos de ellos, y no podía contarse con su auxilio mien­ tras no fuesen convocadas para ¡r a la guerra. Así, pues, cada vez que se ganaba en la frontera una ciudad a los moros no había más remedio que dar carta puebla a los que quisieren acudir a avecindarse en ella, concediéndoles ciertas exenciones de impuestos y algunos privilegios es­ peciales a cambio de la obligación de defender con las armas la nueva conquista. Así se formaban los nuevos concejos, cuyos moradores eran milicianos en la ciudad y se hallaban en prim er término interesados en su defensa. Así nacieron también esas grandes propiedades comuna­ les que por largos siglos poseyeron los municipios; pues 135


como la agricultura era muy escasa en la frontera o ex­ tremos, porque el temor de que el enemigo estragase los sembrados retraía a los moradores del cultivo de los cam­ pos, y porque la continua ocupación en el manejo de las armas era incompatible con las faenas agrícolas, de aquí que la riqueza pecuaria fuese la que más se prestaba para la explotación de los terrenos, y así las vacadas concejiles y la ganadería en común era lo que abundaba en los tér­ minos de las ciudades extremas o fronterizas. Por muy excelente que fuese la calidad del suelo, la falta de labo­ res hacía que las yerbas se fuesen embasteciendo poco a poco, detrás viniera el desarrollo del monte pardo y por último la espesura de las selvas que llegaron a ocupar co­ marcas enteras, por donde los osos, lobos y otras alima­ ñas abundaban prodigiosamente. En la época en que nos encontramos, fueron un ele­ mento importante para la defensa de las fronteras las Or­ denes militares, que antes no habían existido y desempe­ ñaron un papel principal en la conquista de Extremadura. Y así sucedió que con intento de poblar y defender, el maestre don Pedro González, con el capítulo general de la Orden celebrado en Zamora, el 8 de noviembre de 1236, concedió privilegio de población y fuero (1) a la villa de Montánchez, dándole las dos terceras partes del término al Concejo, sin poderlo vender a ninguno que no fuera vecino y quedando la otra parte para la Orden (lo mismo que se había practicado con Mérida el año anterior) asen­ tando, en las demás reglas de gobierno, y concediéndole sus aldeas, con recurso al comendador. Este Fuero, que con dicho maestre formalizó las prime­ ras poblaciones, que por entero tuvo la Orden en Extre­ madura, es uno de los principales documentos que prue­ ban el dom inio solar que la Orden tenía en las donaciones que se le hacían. El Fuero, escrito en pergamino y romance gallego, del cual poseemos un hermoso fotograbado, gracias a la di­ ligencia del ilustre montanchego don Melitón Amores, dice así: 136


"En el nombre del Señor, Amén. Conocida cosa sea a todos los presentes, como a los venideros. Como yo, don Pedro González, por la gracia de Dios maestre de la Or­ den de Caballería de Santiago, en unión con el capítulo que tuvo lugar en Zamora y con nuestros Trece. Damos la villa de Montánchez y sus términos a población; las dos terceras partes para el Concejo, y la tercera parte quedará para la Orden. V por tal fuero, cual fuero, y cual fosadera (2) y cual facendera (3) como hicieren los de Cáceres al rey (4 ), de tal modo, y cuando ellos lo hicieren, así hagan ellos de Montánchez; a la Orden. Y se juzgarán por su fuero (esto es, según el fuero, que se les concede) y por sus alcaldes; si alguno no quisiere el juicio de los alcaldes, se le juz­ gará por la Carta; y quien no quisiere al ju icio de la Car­ ia, váyase al comendador (5), y allí quede (esto es, sin más apelación). Y las dehesas de concejo se parten por la carrera (ca­ mino de carros) que va de Montánchez para Cáceres por la Zafra para el Salor, y vuelve la Orden contra Torralba, y terminan arriba, las damos al concejo (6). Y del mon­ tazgo, o sea, de los montes, la Orden lleve dos partes, y el Concejo la tercera (7). Y las dehesas que fueron sa­ cadas para coger la bellota, serán del comendador y del Concejo. De aquellos cotos que fueren pastos, serán de aquellos que los quebranten (esto es, lo cultiven) llevará la Orden la mitad, y el Concejo otra mitad, y la guardería de la dehesa por mitad. Hornos y carnicerías y portazgo y los otros derechos quei pertenezcan al Señor (rey), serán de la Orden. Y los hornos sean al Fuero. Y todo hombre que vendiere carne fuera de la carnicería, pague un mara­ vedí. Y todo hombre que vendiere pescado fuera de la carnicería pague un maravedí. Y todo el que cociere pan fuera del horno de la Orden, pague un maravedí. Y si vi­ nieren huéspedes que el juez y los alcaldes les den po­ sada. Todo montanero que cace y críe en el término de Montánchez, que allí pague el diezmo. El comendador, ponga juez y (8) alcaldes. Y que la Orden tenga dehesas 137


para las yeguas, o lo que el comendador tenga por bien. Y todo hombre que haya de traer de tierra de moros mer­ cancías morunas por Montánchez, pague la quinta al Se­ ñor (9). Y de los molinos (maquilas) tome la Orden la tercera parte y el Concejo las otras dos, y tome la Orden su tercera parte o se la escojan. Y no entre ningún aldea­ no, ninguno si no fuera por advenedizo; o si no fuera por hombre de fuera de villa. Testigos de esta carta. El comen­ dador don Rodrigo Eñíguez de Montánchez. Don Pedro Pérez de Barroco Pardo (10). Don Lorenzo Méndez. Don Pedro Joannis de Medellín. Don Fernán Fernández de Mé­ rida. Domingo Rivera. Don Pedro Alvarez, Comendador de Ucles. Martín López de Orella. García Lorenzo de Montel. Xemen Pérez. Fernán de Cerbera. Xemen Eñíguez, Co­ mendador de Portugal. Don Pay Pérez. Confirmador de es­ ta carta. Don Pedro González Maestre de la Orden de la Caballería de Santiago. Fechada esta carta en el mes de noviembre, ocho días andados, en Villafáfila (Villa de Fávila ), era M.CC.LXXIV (año a N. D. 1236). Reinando el rey don Fernando en Castilla y ert Toledo y en León y en Ga­ licia, y en Córdoba. El arzobispo de Santiago. Don Ber­ nardo. El arzobispo de Toledo. Don Rodrigo. (Entresacado del cajón de Montánchez, núm. 6, del archivo de San Marcos de León, y el original, con sello de cera, se conserva en el archivo de Uclés). Con el precedente Fuero se formalizó la población de Montánchez, por los años de 123©-^ de ahí en adelante se fueron formalizando las de las aldeas que ha tenido y tiene al presente, como se verá en la descripción del par­ tido, que figurará en la época moderna; de esto se deduce que la Orden de Santiago tuvo en Montánchez no sólo lo jurisdiccional, como se verá por varias escrituras del si­ glo XIV y XV que, aún se conservan en nuestro Archivo Mu­ nicipal (se conservaban; pues por desgracia irreparable fue quemado el Archivo en mayo de 1934), sino también el dom inio solar. La tercera parte que correspondía a la Orden según este Fuero, de los frutos, los recogían en el edificio, conocido hasta hace poco con el nombre de La 138


Tercia, calle del Palacio, núms. 1 y 3, local, donde el autor de esta historia aprendió las primeras letras con los afa­ mados maestros don Juan Mata y don José García-Margallo. A la sombra y bajo la protección de la Orden de San­ tiago de la Espada, adquirió Montánchez la importancia que tuvo en el medievo y siglos posteriores. Y como la Orden llevó esto a cabo por medio de Ordenanzas, Esta­ blecimientos y Leyes Capitulares, pondremos al fin de esta época un apéndice de las principales que han regido en Montánchez durante la dominación santiaguista La importancia que tuvo desde luego lo demuestra que el comendador don Rodrigo Iñíguez de Mendoza, segundo de los de Montánchez, y firmante de este Fuero, sucedió en el Maestrazgo, suprema dignidad de la Orden, a don Pedro González Mengo, que es quien concedió el Fuero a Montánchez; lo desempeñó desde el año 1238 al 1242, que le sucedió el celebérrimo don Pelay Pérez Correa, quien celebra Capítulo general en Montánchez, el año 1259. La misma dignidad de gran maestre ocupó desde el año 1287 al 1293, el comendador de Montánchez don Pe­ dro Fernández Mata; y en el año 1338, fue nombrado gran maestre el comendador montanchego don Basco López. En siglos posteriores, cuando la dignidad de gran maes­ tre era privativa de los reyes, la primera dignidad que ha­ bía en la Orden era el priorato de San Marcos de León, y en 1715 fue nombrado prior don Diego Gómez de Thena. que había sido párroco de Montánchez, desde el año 1713 a 1718.

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NOTAS AL CAPITULO OCTAVO (1) Fuero de una ciudad o villa es una propiedad legítim am ente adquirida o heredada; un prem io a las virtudes del país; una libertad ganada por la bravura y m éritos que hicieron em defensa de su patria o en servicio de sus señores; son los fueros beneficios conseguidos a gran precio y que una vez sancionados por los hechos o por las le­ yes constituyen derechos sagrados e inviolables. (2) Fonsado.— En tiem po de guerra era universal y obligatorio el servicio m ilitar, y se llamaba fonsado o acción m ilitar; y sólo se dis­ pensaba en casos especiales mediante un tributo en especie o reden­ ción a m etálico, que se denominaba fonsadera, esto es, tributo para reparación de fosos y fortalezas. Cuatro cosas hay, dice la Ley de Partidas, que pertenecen al rey, por razón de su señorío natural: jus­ ticia, moneda, fonsadera (guerra) e sus yantares (contribuciones). (3) Facendera era expedición m ilita r o acción concejil. (4) A lude al Fuero concedido por Alfonso IX de León a Cáceres el 23 de abril del año 1229; y como esta ciudad quedó de realengo (sujetas en todo al r e y ) , manda que en fuero, fosadera y facendera ha­ gan los de M ontánchez con la Orden de Santiago lo mismo que los de Cáceres hacen con el rey. (5) En el orden procesal y de apelación en instancia establece la Orden para Montánchez, lo mismo que para M érida establece el Fue­ ro que les concede, el año 1235, el arzobispo y la Orden de Santiago. Dice así el Fuero de M érida: «Los juicios, pues, y las apelaciones pro­ cederán de este modo: Primero conocerán los alcaldes de la ciudad de M érida, y si alguno quisiere alzarse1 de ellos, álzese al libro o al Fuero, cuyo libro los mismos ciudadanos tienen de enjuiciam iento, se­ gún el uso de Cáceres, salvo que la tercera clase se aplica al arzobis­ po y a los freires, como se ha dicho: antes. De los juicios del libro se apela al com endador y del comendador se apele al señor arzobispo, sin u lte rio r apelación». (6) El Fuero de M ontánchez en esto es más ventajoso que el de M érida; él concede de todas las dehesas de caza al Concejo, mien­ tras que el de M érida divide las dehesas de caza entre el arzobispo y los fre ire s y los habitantes de ella, con guardería propia de cada uno.

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(7) El de M érida divide por mitad el montazgo y su guardería. (8) El com endador nombraba juez y alcaldes en la villa y en los pueblos; el de M ontánchez se denominaba y era justicia mayor capi­ tán a guerra y gobernador de villa y tierra, resultando concejo de la villa y concejo de la comunidad. El de M é rid a nombraba el arzobispo y la Orden dos alcaldes', uno llamado del concejo y el otro de la germanía o comunidad. Se llamaba capitán a guerra porque mandaba la m ilicia concejil. (9) El de M érida establece tam bién la quinta para el señor arzo­ bispo y la Orden de cabalgadis y de importaciones de tierras de sa­ rracenos. (10) Este señor aparece tam bién como testigo en el Fuero de M érida, firmando: Petrus Petri de Barroco Pardo.

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CAPITULO NOVENO Conquistas hechas desde Montánchez Alfonso IX cedió a la Orden de Santiago el castillo de Montánchez con el encargo de que el maestre don Pedro González había de hacer la guerra a los moros desde el referido castillo; así lo ejecutó, consiguiendo y facilitando la conquista de todos los demás castillos, que la Orden fue tomando en adelante en este territorio, cuyo dilatado término se denominó provincia de León, que la compo­ nían Montánchez y Mérida, Hornachos, Alanje, Reina y Montemolín, con todas las demás villas y aldeas que cons­ tituían los dos Gobiernos de Llerena y Mérida. Así don Pedro González tomó desde Montánchez los castillos de Alanje, Hornachos, Reina y Montemolín; y su sucesor, don Rodrigo Iñíguez de Montánchez, cuando era comendador de esta villa, con la gente de este partido y de Mérida ganó la villa de Medellín el año 1234, por lo que el rey don Fernando III el Santo dio a la Orden en 1235 diez juntas de heredad, siete aranzadas de viña, un horno y unas casas en el término de dicha villa (1), y habiendo sido electo maestre el 1238, por muerte de don Pedro Gon­ zález, celebró capítulo general en Mérida el 1239, y el año 1241 salió con los caballeros de la Orden y entró en tierra de moros, donde ahora son las villas de Almendralejo, Fuente del Maestre, Llerena, Usagre y Guadalcanal, y les ganó muchos castillos y pueblos. También los caballeros 142


de Montánchez acompañaron al maestre y al obispo de Plasencia cuando en el 1232 ganaron la ciudad de Trujilio; hubo Capítulo General de la Orden M ilitar de Santiago en el castillo de Montánchez en 1259, presidido por el gran maestre don Pelay Pérez Correa. También acompañaron al maestre don Pedro Fernán­ dez Mata, comendador que fue de Montánchez, cuando con la gente de Mérida y de la Orden fue a quitar el cerco que los moros tenían puesto a Jerez de la Frontera y a so­ segar los bandos de portugaleses y bejaranos que con grande saña se trataron en Badajoz. En el año 1229 se halló el mismo maestre con los Ca­ balleros de Santiago de Montánchez y con la gente de Mé­ rida en el cerco que el rey don Sancho IV el Bravo puso a Tarifa y la ganó de los moros por fuerza de armas, en que se señalaron mucho los de Extremadura, como el rey lo refiere en los privilegios que les dio, como se ve en uno que está en el archivo de Plasencia. El comendador de Montánchez, don Vasco López, acompañó con los caballeros y gente de este partido ai rey don Alfonso cuando, partiendo de Mérida, hizo una en­ trada en los moros de Granada y les ganó los castillos y villas de Oldera, Pruna y Ayamonte. Después, en el año 1328, ganaron a Teba, Cañete y Pliego, y en el siguiente la villa de Ortixicar.

N O TA A L CAPITULO NOVENO (1 ) Confirm ándolo con privilegio rodado que se conserva en el archivo de Uclés; fechado en Talavera a 26 de marzo.

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CAPITULO DECIMO Antiguo deslinde del partido de Montánchez El partido de Montánchez confinaba y alindaba en el siglo XIII con Mérida por el sitio de Valdelayegua y Puer­ to de Carmonita, donde entraba deslindando con Cáceres, bajando el camino de dicho Puerto a La Laguna y de allí a la Atalaya de Pedruyano, hasta llegar a los términos de T rujilio, que prosiguen deslindando con Montánchez has­ ta el río Búrdalo. Así consta de varios documentos de deslinde o apeo con Mérida, Trujilio y Cáceres. El privilegio de Mérida describiendo sus términos dice: Mérida confina de parte de Montánchez por encima de Valdelayegua, como va la Jara de Aljucen al Valle Huncosa y de allí a Puerto de Carmonita (núm. 18, pág. 6, del Privll, de Mer.) (1). El apeo o deslinde de Montánchez con Cáceres, he­ cho por el gran maestre don Rodrigo Iñíguez, a mediados de abril de 1242, señala el primer mojón en Lomo del Puer­ to de Carmonita, bajando el camino de dicho Puerto a La Laguna y de allí a la Atalaya de Pedrugano sobre el río Ayuela y el mojón cubierto en el Berrocal en derecho de la argamasa (2). Y el apeo de Montánchez con Trujilio, hecho por el maestre don Pelay Pérez de la Correa (en cuyo tiempo se dice sucedió el célebre milagro de Tudia) el año de 1250, 144


señala dichos linderos con Trujilio por el Hondo de Villavieja de Tamuja a la Cabeza Rasa, la de los Alzos, la Peña de la Zarza hasta Tamuja y hacia el Arroyo del Puerto del Asno y el arroyo arriba hasta donde nace, y hasta Búrdalo (3). En punto a términos y deslindes, ha sostenido Montán­ chez varios pleitos, ya con Cáceres, ya con Mérida, así en el archivo de Uclés, c. 211, núm. 16, y en Cáceres se en­ cuentra una escritura sobre declaración del término de Montánchez y Cáceres, hecha y firmada el 26 de julio del año 1320, siendo gran maestre de la Orden de Santiago don García Fernández de Trujilio, en donde se añaden otros mojones cerca del Arroyo de Zorita y ermita del Salor, Valdelamatanza y Alberquilla Seca; y una concordia sobre goce de pastos. Del mismo modo en el archivo municipal de Mérida se hallan varios documentos referentes a pleitos habidos en­ tre Montánchez y Mérida sobre deslindes y jurisdicciones en los siglos XV, XVI y XVII. Por los años de 1380 los vecinos de Montánchez y Mé­ rida elevaron instancias en queja al maestre don Pedro Fernández Cabeza de Vaca, en razón de términos y dehe­ sas, diciendo: que unos tenían forzados los términos y de­ hesas de los otros, y que defendían por tales las tierras y heredades no adehesadas, por lo que vivían en escándalo y bullicio; terminándose estos litigios con el Capítulo Ge­ neral celebrado en Llerena el 9 de febrero de 1383, en el que se dispuso, entre otras cosas, lo referente a dehesas y aprovechamientos de los términos, confirmándose los privilegios de Mérida y repitiéndose el número 24 del Es­ tablecimiento de 1310, que decía así: “ Otrosí que las de­ hesas sean guardadas e que todos los vasallos pazcan, labren, corten e pesquen de consuno con sus vecinos por­ que todos vivan avenidamente, sin apremio y sin bullicio ninguno"

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NOTAS AL CAPITULO DECIMO (1) En el año 1571 las mojoneras de M ontánchez con M érida eran: Cerro del Cubo, valle de M oraga, Raposeras', valle de la Zarza, cami­ no real de M érida, valle de las H errerías, llano de Valdem antillas y Fontezuelas, Valdesalm ones, camino de Carm onita, molino de Cubillos, sierra, puerto y huerta de San Blas. El año 1845 se suscitó cuestión de deslinde e n tre M érid a y M ontánchez por el sitio de La Cañada del Cubo. (2) Apeo o deslinde de Montánchez con Cáceres.— En el ca­ jón 211, núm. II, del Archivo General de Uclés se encuentra un apeo o deslinde de los térm inos de Montánchez y los del Concejo de Cá­ ceres, hecho por orden de don Rodrigo Iñíguez, m aestre de la Orden de Santiago, y don Góm ez Fernández, com endador de M ontánchez a mediados del mes de abril de la era 1282, año 1242; está en perga­ mino, en romance antiguo, partido por A, B, C, original, con tres se­ llos de cera; traducido dice así: «Conocida cosa sea a todos los hombres que esta carta vieren como yo, don Rodrigo Iñíguez, por la gracia de Dios', de la Orden de la C aballería de Santiago, en unión con el com endador de M ontánchez, don Góm ez Fernández, y con otorgam iento del mismo convento del mismo lugar, dividimos y partimos térm ino con el concejo de C áce­ res, así como esta carta señala a partes por mojones. Conviene, a sa­ ber: que el prim er mojón que es un lomo del puerto de Carm ona y desciende así como viene la carrera del puerto de Carmona a la la­ guna y de ésta a la Talaya del Pedrugano que está sobre el río de Ayola, sigue: a mojón cubierto al mojón que está en el Berrocal en derecho de la Argamasa: continúa de éste a mojón cubierto a la Alberca que yace en el arroyo de Abenzales y sigue como a otro mo­ jón cubierto al otro mojón que está en la cum bre de la Peña Aguda y sigue así al otro mojón que está en el Berrocal y el Pedrugano que está cerca del Royo, y de este a mojón cubierto, al mojón que está sobre el M onasterio que está en la carretera que es cerca de Val de la M atanza y sigue al paredón a mojón cubierto a fondón de la villa vieja de Tamuja; esta partición fue hecha a petición de una parte y

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de otra y por depurar toda otra contienda, la cual partición fue hecha en el mes de abril, otorgada en C áceres de la una parte y de la otra en la era de 1280 (año 1242), reinando el rey Fernando con su mujer la reina doña Juana en C astilla, en Toledo, en León, en G alicia, en Cór­ doba, en Baeza y en Badajoz. El infante don Alfonso, hijo del rey.— Señor de M olina y de M esa.— D. S., obispo de Coria.— Estas son las testim onias que presentes están.— Don Pedro Veláiz, señor comen­ dador de M ontánchez, fre ire .— Don Diego Fernández, fre ire .— Don Die­ go García, com endador de Torre Alba, fre ire .— Alvaro Díaz, fre ire .— Pedro Pérez, fre ire .— Fernando G utiérrez, fre ire de los fre ire s de Cas­ tilla.— Don Fernando de Cerbán, com endador del Hospital de Toledo.— Don Fernando Cuendo, com endador del Hospital de Talavera.— Don Pe­ dro Estévanez, capellán del M aestrazgo.— Narciso González.— Gabriel Díaz.— Fr. Julián, mayordomo del m aestre de seglares de Montánchez. Diego Pérez.— M eregildo MMIán con Polo Velázquez, hombres buenos de Cáceres que eran allí por partidores por mandato del Consejo de Cáceres y que son testigos.— Diego Polo, alcalde del rey en Cáceres. Domingo Gil el Gordo.— Diego Escribano.— Diego M oro.— Esteban Tello.— Don M ateos el Rubio.— Diego Ríos el M ellado.— Don Benito el Ne­ gro.— Don Justo de Adalid.— Joaquín Polo.— Diego Polo el Alcalde.— Joaquín Sobrino de Diego Carrasco.— Y por que esta nuestra partición sea más durable y más' valedera por todos tiem pos, hicimos sellar esta carta del sello del com endador de M ontánchez, don Gómez, y del sello del convento de Cáceres.» (3) Deslinde de M ontánchez con Trujilio.— En el cajón 211. núme­ ro 13, del Archivo General de Uclés se halla un am ojonam iento de los térm inos de M ontánchez y los del Concejo de Trujilio, hecho por parte de don Peláez Pérez, m aestre de la Orden de Santiago, y los jurados de dicho Concejo en las eras de 128& (año 1250), em pieza en latín y continúa en castellano con letra antigua, que traducido dice así: ■En nombre de Dios. Sea conocido a todos' los hombres tanto vi­ vientes como los que están por nacer, que yo, don Peláez, por la gra­ cia de Dios m aestre de la Orden de la Caballería de Santiago, con nuestros fre ire s nombrados don Guillén Juanes, com endador de M é ­ rida, y don Rodrigo A lcil, comendador de Montánchez con el convento, donde sobre la contienda que había entre nuestra Orden y el Concejo de Trujilio por la partición de los térm inos de M ontánchez y de Trujillo para con caballeros que envió el Concejo de Trujilio, señalasen lod térm inos y figuras y pusiesen mojones, y son éstos los caballeros: Don Bernardo y don Gil Jurado.— Don Benito, juez.— M iguel Gordo.— M i­ guel Sancho.— Don Gil de la Puente.— M iguel Diego de M asa.— Juan Venegro.— Don Justo el Adalid.— M aestre Pascual, notario del Conce­ jo.— Y la partición ésta: como com ienza en el hoyo de la villa vieja de Tamuja como va al Guijo y desde allí a la Cabeza Rasa, sigue al mojón de las dos Encinas y desde allí a la Cabeza de los Alozos, si­ gue la Peña de las Zarzas bajo Cabeza de los Negros, sigue como

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sube a la Peña Aguda, desde allí a la Cabeza de las Peñas, sigue Cerro M uro al mojón entre los V isares como va a Tamujas. Tamuja arriba pasa al A rroyo que viene del Puerto del Asno, sigue el Arroyo arriba hasta donde nace, sigue al mojón del Puerto. Del Puerto carrera hasta el Arroyo prim ero, desde el A rroyo m ism o hasta la Laguna, desde allí a la Peña del M edio la Nava, desde donde entra el Arroyo en, Búrdalo y aquí finalizan los térm inos. Y porque la partición sea más firm e , ha­ cemos nosotros y ellos carta partida por A , B, C. y ponemos en las cartas el mío sello y el Concejo el suyo y el convento de M ontánchez el suyo. Carta hecha en la era de 1288. Tiene un sello d a cera con un cordón y dos agujeros, está escrita en pergamino.» El 18 de mayo de 1384 se hizo apeo de térm inos de M ontánchez y M edellín por don Pedro Fernández, com endador de M ontánchez y el Concejo de M edellín; se conserva en Uclés y tien e tres sellos de cera, original número 15.

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CAPITULO UNDECIMO Posesiones de la Mesa Maestral Con arreglo al fuero dado a Montánchez en 1236 se concedió a la Orden de Santiago por razón de conquista la tercera parte de los terrenos del partido; por lo que siempre pertenecieron a la Mesa Maestral de las Ordenes Militares las tierras concejiles y baldíos, componiendo una de sus veintitrés dehesas, las llamadas de Zafra y Que­ brada, Valverdejo y Lechoso (1), como se prueba por un documento de Visita General hecha por poderes dados a los visitadores por los Reyes Católicos, cuya copia no tras­ lado por juzgarla innecesaria (2). En estas dehesas se incluyen todos los baldíos del par­ tido, deducida la dehesa de Valdelayegua, que pertene­ cía a la Encomienda cerrada de Alcuéscar, cuya produc­ ción era de 20.523 maravedises; y excluidos también los ejidos y dehesas boyales, que, según el señalamiento he­ cho a cada uno de los catorce pueblos del partido, eran terrenos propios de sus habitantes, conforme al fuero an­ teriormente citado. Los vecinos del partido siempre tuvieron el derecho de aprovechar con sus ganados la dehesa de Zafra o baldíos; y para ser mantenidos en este aprovechamiento se dieron los establecimientos del Capítulo General de Mérida, cele­ brado el año 1310, y otras Reales Ordenes de los reyes como administradores perpetuos del Maestrazgo. Así el 149


maestre don Pedro Fernández Cabeza de Vaca confirmó en el 1383 el Establecimiento del 1310, en el que se dis­ ponía que "guardadas las dehesas, en lo demás todos los vasallos posean, labren, corten y pesquen de consuno los baldíos” , y el maestre don Alonso Méndez mandó en el 1338, en virtud de cierto pleito, que a sus vecinos no se quitasen los aprovechamientos, porque no teniendo donde pastar con sus ganados, habían de comprar dehesas para ellos en otras partes fuera de la tierra de la Orden; lo cual sería en su daño y de sus vasallos; y después, por senten­ cia de 1439, se extendió el aprovechamiento a los pasto­ res de dichos vecinos hasta cierto número de cabezas. Y por Ley Capitular del infante don Enrique se volvió a de­ clarar el referido goce de los términos baldíos; y en el año 1448 se dio sentencia por los visitadores en uno de sus capítulos, sobre tierras baldías que habían sido vendi­ das, para que se anulasen tales ventas y quedasen para que los vecinos pudiesen labrar y sembrar, pagando el diezmo a la Orden por ser procomunal; lo mismo se repite en la Visita de 1494. Más tarde, por el aprovechamiento de tales yerbas se fijaron las siguientes cantidades: por la Zafra y Quebrada, 243.966 maravedís; por Valverdejo, 123.654 mrs., y por el Lechoso, 64.600 mrs. (3). En los momentos en que escribíamos estos mal perjeñados apuntes ha llegado a nuestras manos una reseña histórica de las dehesas de Zafra y Quebrada, escrita por el ilustrado farmacéutico don Francisco Caballero Ledo el año 1861, con motivo del reparto de los bienes enajena­ dos entre los pueblos del partido: lo bien escrito de la me­ moria, lo razonado y abundante en datos, nos obliga a transcribirla literal, relevándonos de seguir historiando este punto por hacerla nuestra; y sólo nos permitiremos poner algunas anotaciones aclaratorias del asunto que nos ocupa. “ Estas dehesas, dice, o sea los baldíos del partido de Montánchez gozan de cierta celebridad histórica, ya por la gran cuestión que sobre su disfrute sostuvo el partido 150


con la Corona como gran maestre de las Ordenes M ilita­ res, ya también por el recurso de excepción de su enaje­ nación entablado por los pueblos copartícipes, que dió por resultado la Real Orden de 12 de febrero de 1860, por la que quedaron exceptuados estos bienes de la desamor­ tización como de aprovechamiento común al partido; si bien por una interpretación forzada de la Dirección de Propiedades y Derechos del Estado han quedado reduci­ das a 14.110 fanegas (4) y sido enajenadas las restantes. Sobre la aplicación del 80 por 100 de la parte enajenada mandada hacer por la Superioridad con arreglo al número de habitantes de cada pueblo, base sobre que giró el re­ partimiento de las 14.110 fanegas exceptuadas, hecho por el señor gobernador de la provincia, han surgido diferen­ cias entre los diversos pueblos del partido, oponiéndose, como es consiguiente, aquellos que en su término jurisdic­ cional tenían mayor proporción de estos bienes, querién­ dose llamar a posesión de todos los que en su jurisdicción radicaban. Para dilucidar esta cuestión y probar cuál es más razonable, si la base adoptada por la Superioridad o la que los pueblos discordes quieren que se adopten, bue­ no será recurrir a la historia del origen de estos bienes." Después de exponer en breves líneas la conquista y adquisición de Montánchez por la Orden de Santiago, con­ tinúa diciendo: "Habiendo recaído la dignidad de maes­ tre de la Orden de Santiago por bula del Papa Inocen­ cio VIII en los Reyes Católicos nombrándoles administra­ dores perpetuos, en el Capítulo General que como tales celebraron en Tordesillas en 9 de junio de 1494, manda­ ron practicar una visita en las casas, castillos, fortalezas y heredades de la dicha Orden, y de ella consta que en el partido y término del castillo de Montánchez había tres dehesas, las que se llamaban Baldíos de Montánchez, la Zafra y Quebrada, Valverdejo y Lechoso y la Encomienda cerrada de Valde la Yegua en Alcuescar. Habiéndose informado el rey don Felipe II que en el territorio de la Orden había muchas tierras públicas, con­ cejiles y realengas que se habían rompido y labrado desde 151


1542 y estaban ocupadas, y demás de esto de nuevo se iban rompiendo y tomando otras, y sobre su aprovecha­ miento sucedían muchas diferencias, pleitos, cuestiones y ruidos, todo lo cual cesaría vendiéndose por S. M. en propiedad a los Concejos y a personas particulares que las labrasen como suyas propias, con más cuidado del bien público, y que asimismo resultaría a los particulares gran beneficio y utilidad, pues en aquellas comarcas ha­ bía mucha falta de tierra para labor, y tenían abundancia de términos de pastos baldíos, despachó una cédula fe­ chada, en San Lorenzo el 2 de junio de 1589, y dirigida a Antonio de Quirós, refiriendo S. M. que se había represen­ tado que en los lugares del partido de Montánchez había más da 30.000 fanegas de tierra baldía y de la calidad de las que se mandaban vender, y en esta inteligencia le co­ metió y encargó el referido arbitrio que con efecto prac­ ticó, vendiendo algunas (5) no sólo en dicho partido sino también en Palomas y Puebla de la Reina.” “ De lo hasta aquí referido se deduce que las dehesas de Zafra y Quebrada eran de la Orden de Santiago, que habían venido aprovechándose por todos los ganados de los vecinos de Montánchez, y que, por último, se habían mandado vender las tierras que se habían usurpado, rom­ pido o labrado; en efecto, el comisionado Antonio Quirós vino y vendió a cada uno de los catorce pueblos los terre­ nos, tanto de ejidos como de baldíos, que participaban de aquellas condiciones, otorgándoles su correspondiente es­ critura, y he aquí el documento en que ahora se fundan algunos para llamarse dueños exclusivos de los terrenos enclavados en su jurisdicción y, por consiguiente, suyos los productos de las ventas; mas prosigamos la historia de los terrenos que nos ocupa y ella contestará mejor que nosotros pudiéramos hacerlo a sus argumentos.” “ A pesar de las ventas ejecutadas por Quirós, las de­ hesas de Zafra y Quebrada continuaron aprovechándose en común por todos los pueblos del partido de Montán­ chez, y no se limitaba sólo la mancomunidad al aprove­ chamiento de los pastos, como equivocadamente alega­ 152


ban los pueblos discordes, sino que era extensivo al fruto de bellotas, según consta de los acuerdos de la Junta de villa y tierra; y si esta mancomunidad concluyó, fue por un convenio particular y sin perjuicio del derecho de co­ munidad, según se refiere en el acuerdo tomado por re­ ferida Junta de villa y tierra el 28 de septiembre de 1682 en el que se lee el particular siguientes: “ Sobre el goce de bellotas: Por el señor gobernador se propuso a los señores capitulares de la Junta, como el goce del fruto de las bellotas de los montes de este par­ tido estaba muy próximo, y que es necesario resuelva el orden que se ha de tener en gozarlo y cuánto convendría que cada villa y lugar goce la bellota de sus ju risd iccio ­ nes o términos y que no sea común la de unos lugares para otros, respecto de ser poca y que no cuidándose por cada cual las suyas, en pocos días se consumía, sin que se pueda gozar con igualdad y así les propone sería lo más acertado se acuerde así; y atendida esta proposición por los señores capitulares, todos unánimes y conformes, acordaron se goce en esta forma, por cuanto conviene se haga así; y que cada Concejo en orden a la conservación de la bellota de forma de guardarla, etc. Estos mismos particulares se leen en los acuerdos de las juntas que todos los años celebraban para el aprove­ chamiento de las bellotas de los montes del partido, y en la que se celebró el 1 de octubre de 1696 se lee: Bellota: Que cada Concejo se apropie para sí, y goce el fruto de bellotas de los montes, de sus dehesas, ejidos y baldíos, sin que en ellas tengan comunidad unos pueblos con otros; lo que por el señor regidor de villa y tierra, Diego Sánchez Jara, se contradijo en toda forma, diciendo que las bellotas, por disposición de las Ordenanzas de este partido, son comunes e igualmente de gozar para los ve­ cinos de las villas y lugares de él, y que mediante esto, no podía subsistir lo acordado, menos que consintiendo todos los señores capitulares “ nemine discrepante” , y no lo contradiciendo alguno; lo cual visto por los demás se­ ñores capitulares y conociendo ser y deber ser así, oidie153


ron y suplicaron a dicho señor regidor, se sirviese condes­ cender en este acuerdo, sin que sirviese ni puede servir de ejemplar éste ni los demás hechos en esta razón; y oido, dijo: que en esta forma se desiste de la contradic­ ción, etc. En el mismo sentido se expresan los acuerdos relati­ vos al aprovechamiento de rastrojos y entrepanes o ma­ rradas, para que se aprovecharan sin perjuicio del dere­ cho de mancomunidad por cada pueblo hasta el 10 ó 15 de agosto que volvían a la com unidad” . “ No sabemos si en vista de lo referido insistirán ios pueblos expresados, afirmando que no han sido nunca con posterioridad a las escrituras de Quirós comunes los aprovechamientos de los montes” . “ Así continuaron las cosas haciendo las mismas pre­ venciones y salvedades en los acuerdos que tomaban las Juntas de villa y tierra, que todos los años se celebraban para acordar lo relativo a los aprovechamientos de los te­ rrenos comunes hasta el año 1750, en que con motivo de haberse arrendado la Dehesa de Zafra y Quebrada e intro­ ducido (6) en ella ganados forasteros acudieron los pue­ blos del partido por medio de su procurador general Sex­ mero (7) al contador general de las Ordenes Militares, so­ licitando el derecho de tanteo por los graves perjuicios que al Partido se seguían con la admisión de ganados extraños, los cuales por no estar claros los límites de la referida dehesa (8) se extendían por los demás terrenos que habían comprado. Dada audiencia al promotor fiscal de Yerbas y Maestrazgos, se opuso a lo que solicitaban los pueblos (9 ), diciendo que era sumamente extraño, se figurase el Partido dueño con nombre de baldíos de los terrenos que se refieren, fundado en las Escrituras que a los respectivos pueblos otorgaron los jueces destinados a la venta de las tierras rompidas, que además de no estar en forma probante los testimonios que se presentan se in­ fiere de su contexto haberse reducido a una mera transac­ ción o indulto hecho con la real persona por el exceso de los Concejos en propasarse a repartir entre sus vecinos y 154


romper sin facultad las tierras que aparecen de las escri­ turas, con otras razones que constan de varios pedimen­ tos, que tanto por el representante de los pueblos, como por el citado prom otor fiscal se alegaron; hasta que con­ vencidos los pueblos del partido, de lo larga y costosa que se iba haciendo esta cuestión, autorizaron al procurador general Sexmero para transigiría, ofreciendo a S. M. la cantidad que le pareciere justa y arreglada, de manera que quedando de S. M. el dominio directo, tenga el par­ tido el libre uso y aprovechamiento perpétuamente, tanto en lo respectivo a las penas de ordenanza o rentilla, que llamaban, del verde, como en lo respectivo a la expresada dehesa de Zafra y Quebrada, etc. Con esta autorización presentó su solicitud el Sexmero, ofreciendo si se acataba esta transacción, pagar el partido 8.000 reales por el apro­ vechamiento de referida dehesa y 3.000 por la rentilla del verde; esta proposición fue aceptada después de los trá­ mites ordinarios (10), y en su virtud se mandó otorgar la correspondiente escritura de transacción (11), documen­ to de que todos hablan y pocos se han tomado el trabajo de leer, que hizo variar completamente de condición a los baldíos de este Partido, dándoles forma legal y haciéndo­ les concluir todas las frecuentes cuestiones que sobre su dom inio y aprovechamiento se suscitaban. Vamos a descri­ bir ligeramente su contenido: "En la referida escritura de regia transacción se obligó el representante del Partido, reconociendo el dom inio di­ recto de la Corona sobre las dehesas de Zafra y Quebra­ da, a pagar por el útil 11.000 reales (12) al año, y se aña­ día, quedándoles como les queda a dichas villas y luga­ res el libre uso y aprovechamiento entre sus vecinos de los pastos y demás aprovechamientos de los montes y términos comunes en que están incluidas las expresadas dehesas de Zafra y Quebrada, y que éstas comprendían todo el término jurisdiccional del partido de Montánchez, exceptuando sólo los ejidos y dehesas boyales de cada pueblo” . Hasta aquí la mencionada memoria que concluye, deduciendo ser muy ajustada y conforme a la equidad, a 155


la justicia y a la legalidad la distribución del 80 por 100, mandada por la superioridad. En calidad de “ propios” tenía el pueblo de Montán­ chez la dehesa Boyal que desde sus límites con términos de Albalá, venía a confinar con las últimas casas del pue­ blo en la calle del Prado, con arbolado de alcornoque en su mayor extensión (desmembrada esta dehesa en su ma­ yor y más pingüe porción a principios del siglo actual, el resto se enajenó el 1862): el pósito antiguo de la plaza, pósito del palacio y corral del Concejo (13). Contaba, además, con los ejidos de Valdemorales y la Cancha, los del Canchel-Palo y Valhondo, Robledo, Huer­ ta de Juan del Cuarto, el de la Quebrada con rico alcor­ nocal, los de la Sierra, Vuelta, Salto y Pedregón y los de la Nava y Valle del Rosal. Agrupadas todas estas fincas ofrecían más de sesenta kilómetros de circunferencia por un radio de diez, por lo menos. Constituían los “ propios” del Consejo de villa y tierra las casas del Ayuntamiento, y del gobernador (14) la Cár­ cel Real, que estaba en la plaza (casa de los Flores) y la renta del verde. Por los años de 1752 poseía el duque de Abrantes una cerca en Robledo, dos tierras en el sitio del Salor y Cam­ po de Abajo, y tres censos; y el marqués de Castel Moncayo tenía el aprovechamiento de yerbas de la Dehesilla.

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NOTAS AL CAPITULO UNDECIMO (1) En el año 1502 se dio una Provisión por los Reyes Católicos facultando a M ontánchez para hacer repartim iento de 20.000 mrs. para seguir el pleito del< Lechoso. (2) Tenía tam bién la M esa M aestral una casa para recoger la te r­ cera parte de los granos que le correspondían, por lo que recibió el nombre de la Tercia. (3) En el año 1727 a 15 de marzo se expidió una Real Cédula para el arreglo de precio de las dehesas de las Ordenes M ilita re s , en virtud de expediente elevado por los ganaderos de Extrem adura. En el siglo XVI en virtud de Bulas Pontificias se desm embraron las rentas de la M esa M aestral que percibía el com endador Porto-Carrero a quien se dio en recompensa sobre el derecho de la Seda del Reino de G ra­ nada una renta de 13.837 m aravedises anuales. Así consta en el ar­ chivo de Simancas. (4) Causa de ello fue el ser esta la extensión oficial que apa­ recía de las referidas dehesas, según los datos sum inistrados por el mismo partido. A M ontánchez cupo Navas y M orrón, Quebrada y Vaquerizuelas, Valdezahurdas, Carrascal y Campos Bajeros y Cim eros. (5) Otorgó trece escrituras a los pueblos del Partido, vendiendo, aquellas tierras que habían sido usurpadas, desde el año 1540 hasta el 1590. (N. del A.) (6) D. Francisco Hernández Lobato, presbítero, fue el arrendata­ rio de que se habla. (N. del A.) (7) Lo era entonces' don M ateo de Cáceres Cordobés, vecino de Alcuéscar. (N. del A.) (8) A esto opuso el fiscal que en el año 1729 se hizo el des­ linde y am ojonam iento de Zafra y Quebrada por don José Serrano, juez comisionado al efecto, cuyo deslinde constaba en treinta piezas. (N . del A .). (9) Dos instancias habían presentado los pueblos del partido: una sobre extensión y lím ites de Zafra y Quebrada y el consiguiente derecho de tanteo al arriendo de la dehesa hecho el 1751 por cinco años en la cantidad de 8.000 reales por el presbítero don Pedro Gó­ mez Holguín, cura de la Torre; la otra versaba sobre la rentilla del

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verde, consistente en las penas de denuncias que se imponían a las personas y ganados que se m etían a cortar leña, pastar, o dañar en los térm inos, dehesas o montes de este territorio. Por Real Decreto de 1643 enajenó la Corona el oficio de guarda mayor por valor de 12.000 reales de plata al duque de Abrantes, marqués de Valdefuentes, con la prerrogativa de nom brar ten iente en cada una de las villas y lugares, con voz y voto en los Ayuntam ientos, y de imponer las penaá y denuncias; el partido se quejó por los perjuicios que se le irrogaban, y por Real Decreto de 16 de abril de 1644 se anuló la re­ ferida venta, dando el partido 12.000 reales al duque de Abrantes y otros 12.000 reales a la Corona, para que volviesen las cosas a su antiguo estado, y se diese al partido el privilegio de poner guarda y percibir el im porte de las denuncias, debiendo pagar la rentilla anual a la M esa M aestral; lo que en lo sucesivo no hicieron, fun­ dando en esto y en la compra, mal interpretada, del 44, el derecho de propiedad. (N . del A .) (10) En virtud de instancia al Excelentísimo señor marqués de la Ensenada presentó la proposición a A. M . el 24 de agosto de 1752, y el 2 de octubre del mismo año obtuvo la regia aprobación en el Buen Retiro. (N . del A.) (11) La escritura se otorgó en favor del partido el 1854, sin que en form a alguna pudiesen sus justicias y moradores vender lo que se le concedía y mucho menos arrendar los pastos y aprovecham ien­ tos entre sí, ni a ganaderos extraños, sino que había de ser de libre y común aprovecham iento de sus vecinos, si bien por Escritura de 1755 se concedió que s'e pudieran vender los pastos sobrantes. (Nota del autor.) (12) Los 11.000 reales que en calidad de censo enfitéutico per­ petuo e irrem isible, había de entregar el partido el dia de San Juan en la Contaduría General de la Guerra, en M adrid, se debían repartir por el Consejo General de Villa y Tierra a «prorrata» de los gana­ dos que no fuesen de labranza. (N. del A.) (13) El año de 1798 importó el producto de propios 39.266. (14) Casa de los Barrosos en el Llano de los Remedios. La fa chada tenía los azulejos heráldicos que se vendieron a M adrigalejo.

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CAPITULO DUODECIMO Conventos de Montánchez Bajando la calzada de Robledo, camino que conduce a la Torre de Santa María y otros pueblos, hállanse a la izquierda vestigios de un antiguo edificio, que según la tradición popular, era un convento de monjas que allí hu­ bo. Así es en efecto. La Orden de Santiago fundó para su freilas los conven­ tos de Salamanca, Toledo, Granada, Valladolid, Barcelona y Robledo de Montánchez que fue de los primeros. Así lo encontré confirmado en la Historia de Mérida por Moreno de Vargas, cuyo ejemplar (ya muy raro) (1) vi en la Bi­ blioteca provincial de Toledo, quien hablando de los con­ ventos de Mérida al llegar al de Santa Eulalia, dice así: "La primera fundación de este convento fue en San­ tiago de Robledo en la sierra de Montánchez; en el que se recogían las mujeres de los Caballeros de la Orden cuando iban a la guerra contra los moros. Así mismo, las doncellas principales que de su devoción y voluntad que­ rían estarse en él sin recibir el hábito de la Orden. Consta esto ser así de una Cédula que tiene este convento, dada por los Reyes Católicos en el año de 1499, en donde se hace relación de cómo estaban en él once doncellas, y que la una, noi más, tenía el hábito, y las otras diez esta­ ban sin él, y querían ya recibirle y mandan sus altezas que el prior de San Marcos de León, don García Ramírez, 159


vaya al convento de Santiago de Robledo, y las dé el há­ bito a las dichas doncellas, porque verdaderamente estos conventos en aquel tiempo y más atrás, no debían tener la forma y solemnidad conventual que ahora; pues en la recopilación de los establecimientos de la Orden, que mandaron hacer los sobredichos reyes no hají título, ni capítulo que hable de ellos, ni de las comendadoras y freilas que en ellos había, ni se da noticia de ellos, como se da y trata en los establecimientos que más adelante se h icieron” . "Tiene, asimismo esta casa otra Cédula dada en 1504 por la cual los mismos reyes anejan al convento de San­ tiago de Robledo el erm itorio de San Salvador y sus ren­ tas, que está junto a Alcuéscar, y que lo administraban los curas de la ciudad de M érida” (2). “ Este Convento estando en Robledo se fue poblando de muchas doncellas nobles de Mérida, Cáceres y Mede­ llín, y por ser sitio muy desacomodado, se trasladó a esta ciudad, y se les hizo la casa que tienen en Santa Eulalia, con coro alto, abierto en la iglesia parroquial, a donde dicen las Horas Canónicas, sin encontrarse con los cléri­ gos de e lla ” (3). “ En él ha habido y hay muy nobles y principales reli­ giosas y para ser admitidas se les hace por mandado del Consejo Real de las Ordenes información de su calidad, como la que se hace para los freiles religiosos de la mis­ ma. Están sujetas inmediatamente al Consejo de la Orden sin dependencia de ningún otro prelado. Eligen comenda­ dora entre ellas cada tres años, que gobierna la casa. En este convento se apeó el rey don Felipe III cuando fue a Portugal, y allí fue la ciudad a besarle la mano. La importancia de este convento, en el siglo XVI, lo prueba la importantísima información sobre pruebas de no­ bleza, para la recepción, como caballero, en la Orden re­ ligioso-m ilitar de Caballería de Santiago de la Espada, del descubridor del Perú, don Francisco Pizarro, natural de Trujilio, cometida al capellán del monasterio de Nuestra Señora de Robledo, sito en la Sierra de Montánchez, frey 160


Pero Alonso, santiaguista y cura de la villa de Bienvenida, por cédula del emperador Carlos V. “ En Toledo a 1 de junio de 1259, Carlos V en calidad de Admor. perpetuo de las Ordenes Militares expidió cé­ dula atendiendo a la petición del hábito de Santiago he­ cha por F. Pizarro. Se comete la información de nobleza del exponente a frey Pero Alonso, santiaguista, cura de la villa de Bienvenida y capellán del Monasterio de Nues­ tra Señora de Robledo, “ sito en la sierra de Montánchez” . En 1 de agosto la cédula expedida por el ilustrísimo don García Manrique, conde de Osorno, como presidente de los Consejos de las Ordenes, fue intimada a frey Pero Alonso y éste, al día siguiente, la presentó en Trujilio ante el escribano Alonso Díaz de Mena e introdujo testigos y formó el expediente” . Este resumen está tomado del Archivo Histórico Nacio­ nal. Sig. Ordenes Militares — Santiago— 1529, núm. 6.524, Pizarro (Francisco) pruebas de nobleza. Este convento poseía por donaciones hechas por los reyes y cesiones de la Orden, todo el valle de Robledo, aun después de su traslación a Santa Eulalia de Mérida; en el año de 1752 aparece todavía en el Catastro la dehe­ sa de Robledo como perteneciente a las monjas de Santa Olalla de Mérida, con noventa fanegas de tercera calidad y producción anual de 620 reales. Al principio del siglo, el pueblo de Montánchez hubo de enviarles algunos comisionados con objeto de entablar algún contrato sobre dicho valle, resultando de la com i­ sión el recibir a censo los comisionados el expresado te­ rreno, con grave perjuicio de los comisionantes. Hubo, además, un convento de freiles de la Orden de Santiago establecido en el siglo XIII; su existencia la acreditan los documentos de deslinde de Montánchez con Cáceres de 1242 y con Trujilio de 1250 que se conservan en el Archivo de Uclés; el primero dice: “ en unión con el comendador de Montánchez, don Gómez Fernández y con otorgamiento del mismo convento del mismo lugar” y en el segundo se lee al final “ y ponemos en las cartas el 161 ll


mío sello y el Consejo el suyo, el convento de Montánchez el suyo” . Este convento parece que fue de seglares de la Orden, que se ve por las firmas del deslinde primero, entre los cuales se halla Fr. Julián, mayordomo del maestre de “ seglares” de Montánchez. También hubo en el sitio de la Quebrada, titulado Casa de los Hermanos, un erem itorio de solitarios, los cuales estaban sujetos al ordinario eclesiástico y a la dirección del prior del convento de Agustinos Recoletos de la villa de Valdefuentes, cuyo hábito tenían; dichos ermitaños vi­ vían únicamente de las limosnas que daban los fieles y recogían en los pueblos circunvecinos, y no hacían pro­ fesión alguna; pudiéndose retirar libremente cuando era de su voluntad. En el año 1752, como consta en el A rchi­ vo, había tres y uno de ellos era sacerdote; antes de la afrancesada se dirigió el hermano Angel, hombre que no habiendo vivido según las reglas de la Iglesia, una vez arrepentido quiso reparar sus yerros ante Dios y los hom­ bres con el ejemplo de una vida penitente, logrando atraer a otros muchos que le hicieron compañía. El Jueves Santo solían venir a la iglesia para el cumplimiento Pascual. En los libros de inventarios de la iglesia parroquial, al año 1749, entre las alhajas y objetos de plata, obra “ un cá­ liz de plata de los Hermanos de la Quebrada” ; y en el inventario del año 1772 obra el mismo cáliz, pero con el nombre de “ Hermanos de la Sierra” ; pues, la existencia de ese erm itorio es lo que dio nombre al sitio denomina­ do hoy "Casa de los Hermanos” . En el huerto de los Pujitas se conserva todavía el púlpito y restos de la ermita que tenían; y de esta ermita procedía la imagen de la Vir­ gen del Pilar que hubo en la ermita de este nombre y que hoy conservan en su casa don José Galán y doña Basilisa García-Margallo, mayordomos de la ermita, por haberla sustituido con otra nueva.

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NOTAS AL CAPITULO DUODECIMO (1) Posteriorm ente he adquirido uno. (2) Entre los mandatos que dieron en M érida los' visitadores ge­ nerales de la Orden el 20 de enero de 1495, se halla este: «Que el dicho cura de Santa M aría, de la plaza, a cuyo cargo está la erm ita de San Salvador de los M onasterios y goza de sus posesiones y rentas, tenga en ella un capellán que diga tres misas cada semana y la haga reparar». En esta erm ita hubo frelles' de la Orden en tiem ­ po de la guerra contra el moro (N. del A.) (3) E¡ solar convento estaba ya cedido por el emperador Car­ los V y la Orden para los frailes de San Francisco, quienes tenían allí ya sus m ateriales amontonados; no obstante cedieron el lugar, trasladándolo todo al interior de la ciudad, al saber que las ilustres freilas de Santiago de Robledo pensaban trasladarse a este lugar. (Crónica de San Francisco.) (N. del A.) NOTA.— Desistim os de poner al fin de este período, según ten ía ­

mos indicado en uno de los capítulos anteriores, al apéndice sobre legislación seguida en el partido de M ontánchez, como perteneciente a la Orden, por no hacer demasiado extensa esta reseña histórica. Los¡ establecim ientos de M érida de 1310 y las leyes capitulares de los grandes m aestres don Lorenzo Suárez de Figueroa, don Enrique, don Juan Pacheco y don Alonso de Cárdenas, fueron los principales que rigieron en este territo rio , además de los Fueros y Ordenanzas par­ ticulares de villa.

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CAPITULO DECIMOTERCIO Don Alvaro de Luna y el rey don Juan II ante el castillo de Montánchez El condestable y maestre de Santiago don Alvaro de Luna, fue hijo de don Alvaro de Luna, rico hombre de Ara­ gón, copero de Enrique III, Señor de Alfaro, Jubera, Cañe­ te y Cernago; sobrino de don Juan Martínez de Luna, Alferez del infante don Fernando, del arzobispo de Toledo, don Pedro de Luna, y del castellán de Amposta, don Ro­ drigo; nieto de don Juan Martínez de Luna, señor también de Alfaro, Jubera, Cañete y Cernago, cuyo hermano, don Pedro de Luna, cardenal de Aragón fue el antipapa Be­ nedicto XIII. Fue don Alvaro de Luna, privado del rey don Juan II y fue una de las más grandes figuras de la España de la Edad Media, que brilló con propia luz y que no obstante sus faltas y sus defectos, fue uno de los más poderosos cerebros de nuestra patria, muy superior a cuantos le ro­ deaban, enérgico gobernante, verdadero hombre de esta­ do, a cuya perspicacia no escapó la urgente necesidad de dominar las rebeldías y desmanes de los engreídos mag­ nates para fundar sobre abatimiento y sumisión la unidad nacional, descombrando el camino y allanando los obs­ táculos que supo aprovechar poco más tarde para llevarla a término feliz y afortunado, el genio, la prudencia y la sabiduría de la excelsa reina doña Isabel la Católica. 164


Pero comenzaron las insidiosas intrigas, las tramas concupiscentes para sustituirle en la privanza, las inju­ rias y calumnias sobre vicios, crueldades, infamias y ca­ lumnias imputados a don Alvaro por grandes y señores, sobre todo, por el turbulento ambicioso y desaprensivo marqués de Villena, su propio nieto, casado con doña Jua­ na de Luna, nieta y heredera del opulento condestable, quienes ayudados por la reina doña Isabel de Portugal, segunda mujer, descidir el ánimo misérrimo de aquel mo­ narca degenerado, sediento con avaricia de apoderarse de las riquezas de don Alvaro, para hacerle caer en des­ gracia y conducirle al patíbulo, cuya ejecución tuvo lugar el día 2 de junio de 1453, en la puerta del convento de San Francisco en la plaza pública del Mercado en Valladolid. Mientras no se pronuncie el fallo histórico definitivo sobre el condestable, seguiremos el ejemplo de nuestro gran poeta Jorge Manrique en sus coplas conocidas y fa­ mosas: Pues aquel gran condestable maestre que conocimos tan privado, no cumple que del se hable sino sólo que lo vimos degollado. Este es el gran condestable, consumado estadista, no­ table escritor, que sabiendo manejar la espada y acaudi­ llar ejércitos, se presentó ante el castillo de Montánchez como antes lo había hecho ante Trujilio, para pedir su rendición; pues Montánchez se había declarado por los infantes de Aragón, don Enrique, don Juan y don Pedro, hijos de don Fernando el de Antequera, rey de Aragón y cuñados del rey don Juan II, contra quien se levantaron, por privar de su privanza al favorito don Alvaro de Luna, y se apoderaron de Trujilio, Montánchez, Mérida y Albur­ querque. Así describe la crónica de Alvaro de Luna, im-


presa en Madrid, en 1784, el episodio guerrero: “ Título XXVI. Los infantes don Enrique e don Pedro, su hermano, habíanse retraído por aquellos días con sus gentes a aque­ lla parte de Truxillo, e Montánchez, e Mérida e por aque­ llas tierras del maestrazgo de Santiago; e de alié facían grandes robos e daños e males en la tierra del rey. E de cada día iba creciendo la su osadía e extendiéndose más el poder de aquellos por non aver quién los resitiese lo que facían, e por cobro del lugar q. daban a los robos cada día se les allegaban más gentes... Las quejas de es­ to llegaban al rey y al condestable y habló el rey a varios para que fueran a aquellos lugares y todos se excusaron hasta que don Alvaro aceptó sobre si capitanía en aque­ llos sitios contra los infantes. "Estuvo el condestable en Truxillo como se narra en el título XXVIII, donde luchó con el alcaide de aquel cas­ tillo ” . E partióse dende con sus gentes e fue al castillo de Montánchez el cual tenía un alcayde por el infante, e por non sé detener ende con la hueste; dejó ende a don Pero Niño (1) con la hueste que fue necesaria, e el condesta­ ble pasó adelante a la ciudad de Mérida (final del título XXVIII). Mas en la crónica de don Juan II, escrita por Fer­ nán Pérez de Guzmán (Valencia, 1779) se describe de este modo. “ Despues que el condestable hubo tomado la villa e castillo de Truxillo e dejó buen recabdo en ella, partióse dende e fue poner su Real en un soto q. es cer­ ca del castillo de Montánchez, el cual tenía por el infante don Enrique en su criado q. decian Pero de Aguilar; el cual le tenia muy bien bastecido de todo lo necesario. E como el condesable ende q. llegó, ante q. asentase su Real fue con 40 de caballo a mirarlo todo en torno, e por ver si podría haber habla con Alcayde, e fue ende muy bien rescebido con tiros de pólvora e saetas e piedras e fuele ende muerto un escudero criado suyo q. bien quería Y eso visto por el condestable, e conosciendo q. la forta­ leza era tal q. no se podria sin largo tiempo tomar acordó de sé partir e dejar ende un caballero de su casa q. se decía Fernán González del Castillo, con cierta gente de 166


armas e ballesteros para q. no diese lugar a q. los del castillo robasen como solían ni pudiesen meter más basti­ mento del q. tenían el cual puso en ello tan buen recabdo q. se hizo todo lo q. le era m andado... Los infantes habían divulgado q. harían guerra a cualquier persona y. el rey embiase contra ellos, salvo su persona” . Don Alvaro escribió al rey a Medina del Campo diciendole q. tenia concertadas con el Alcayde de Montánchez de entregar el castillo a la persona misma del Rey, y, q. vi­ niera. Partió pues el Rey de Medina y llegó a Cáceres donde llegó a él el condestable, desde Cáceres hizo sa­ ber el mismo condestable al Alcayde q. era en Cáceres el rey y q. cumpliese lo prometido. E llegado el rey al cas­ tillo de Montánchez y hechos por su persona tres manda­ mientos al Alcayde, q. se llamaba Pero de Aguilar, él en­ tregó el castillo; y dio el rey la tenencia de él a Fernán López de Saldaña, su camarero e Cháciller, q. con él ha­ bía trabajado mucho en estas tierras y q. el condestable le tenía prometida esta tenencia; el condestable rogó a López q. dejara la tenencia, pero fue para darla a los po­ cos días a un su criado (persona de su casa e intim idad) llamado Alvarado” (2). “ En este viaje que hizo el rey al pasar por las barcas de Alconetar, una se hundió y se ahogaron 40 personas de las q. acompañaban al rey” . (De la citada Crónica, al año 1429 y 23 de! reinado de don Juan II, cap. 46 y 47.) Este hecho prueba, como decíamos en el capítulo X, del primer período, las condiciones de seguridad y de inexpugnabilidad que tenía la fortaleza del castillo de Mon­ tánchez, que el propio don Alvaro de Luna a pesar de su maestría, de su valentía y de su táctica m ilitar tuvo que retroceder y detener sus huestes ante la perspectiva de lo inexpugnable que se le ofrecía ante sus ojos a la vísta del castillo. Después de tom ar el rey don Juan posesión pacífica del castillo de Montánchez, se dirigió al castillo de A lbur­ querque, donde se habían encerrado los infantes don En­ 167


rique y don Pedro, con el almirante Fadrique y el adelan­ tado Pedro Manrique; no pudieron tomarlo, por lo que se encaminaron a Medina del Campo, dejando por capitanes fronteros al maestre de Alcántara y a don Juan, hijo de Pedro Ponce, quienes más tarde se apoderaron del infan­ te don Pedro en Alcántara y obligaron a rendirse al infan­ te don Enrique. Herido éste después, en la batalla de Ol­ medo y muerto en Calatayud, pasó la villa de Alburquer­ que a la Corona Real y don Juan II se la concedió con el título de conde y señor a don Alvaro de Luna el año 1445. Don Alvaro de Luna ocupó la dignidad de gran maes­ tre de la Orden de Santiago, desde el año 1443 al 1453.

NOTAS AL CAPITULO

DECIM OTERCIO

(1) Pero Niño, conde de Bulnes, fue uno de los más famosos justadores de aquella época, por sli apostura y gentileza en el ma­ nejo de la lanza; con el ínclito Juan de M erlo anduvo siem pre reco­ rriendo países en busca de torneos, y en todos alcanzaron la victo­ ria. La crónica del Conde Pero Niño, escrita por G utierre Díaz de Gám ez con el título de El Victoria] de Caballeros, narra las proezas llevadas a cabo por don Pero Niño, conde de Bulnes, en Inglaterra y Francia. La galantería española se hizo proverbial y pasó a las épocas siguientes! con el carácter de un verdadero culto. Hechos sim ilares al de Suero de Quiñones, en el célebre paso honroso quien en 1434 se com prom etió a defender, con otros nueve caballeros, el puente de O rbigo, contra todos los caballeros que quisieran pasarle, por espa­ cio de quince días, rompiendo 166 lanzas, entre los 10 compañeros y los 68 caballeros que se presentaron a conquistar el paso. Era de la casa de don Alvaro de Luna. (2) Este era don Diego de Alvarado, com endador de Lobón, Pue­ bla, M ontijo y Cubillana, señor de Castellanos. Era tío carnal de don Pedro de Alvarado, conquistador de M éjico.

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CAPITULO DECIMOCUARTO Comendadores de Montánchez Apenas Montánchez fue donado a la Orden de Santia­ go, esta importante villa con sus rentas y territorios fue dada en encomienda a caballeros de alto rango y gran valer, pues muchos de ellos llegaron a figurar en el nú­ mero de los grandes maestres de la Orden. Los pocos que hemos podido hallar en m ultitud de do­ cumentos diseminados son los siguientes: Don F. Menéndez fue sin duda el primer comendador de Montánchez a quien nombraría el maestre de la Orden de Caballería de Santiago de la Espada, don Pedro Gonzálvez así que fue conquistado de los moros el castillo; pues en el año 1231 (MCCXXXI) de la Era aparece F. Menendi, comendatore de Montánchez, tras la firma de don Bernardo, arzobispo de Santiago y el maestre de Santiago, don Pedro Gonzálvez, en la cesión que hace el primero, de la mitad de Mérida, a la Orden de Santiago. (Bull. O. S. Jacobi, pág. 142). Don Rodrigo Iñíguez fue comendador de Montánchez por los años dei 1235; en su tiempo se dio el fuero a esta villa; ayudó al rey en la conquista de Medellín, por lo que se expidió en Talavera un privilegio en favor de la Orden, que fue después confirmado por su hijo Alfonso X; siendo comendador, fue elegido gran maestre de la Orden; se halló en la conquista de Mérida y celebró en ella capítulo 169


general el año 1239. Había sido el año 1223 comendador mayor de Uclés. Don Gómez Fernández era comendador de Montán­ chez el año 1242; en su tiempo se comenzó el apeo de este partido con el de Cáceres siendo maestre el anterior don Rodrigo Iñíguez. Don Pedro Velaiz, comendador freire de Montánchez en el mismo año de 1242; último el deslinde de este pue­ blo con Cáceres. Don Rodrigo A lcil, lo era en el año 1250; él hizo el apeo o deslinde de este partido con Trujilio; en su tiem­ po había en Montánchez convento de Freires de la Orden de Santiago. Don Pedro Fernández Mata, lo fue en el año 1282; con la gente de este partido fue a quitar el cerco que los mo­ ros habían puesto a Jerez de la Frontera y a Badajoz, a sosegar los bandos de portugaleses y Bejaranos; siendo comendador fue elegido gran maestre el año 1284. Don Vasco López, sobrino del maestre don Vasco Ro­ dríguez, fue comendador de Montánchez y Trece por los años de 1330; fue electo gran maestre en el 1338; mas por la contradicción que le hacía el rey don Alfonso, que pretendía el maestrazgo para su hijo don Fadrique, vino huyendo a Montánchez, en donde la Orden guardaba de continuo sus tesoros, y los tomó con otras cosas de mu­ cho precio y se pasó a Portugal; por lo que, y por otros delitos que le imputaron, fue depuesto de la dignidad de maestre y se nombró a don Alonso Meléndez de Guzmán a instancias del mismo rey, porque don Fadrique era muy niño. Don Pedro Ruiz de Sandoval lo era por los años de 1349; por ser muy feo dieron en llamarle "hocico de puer­ co” ; llegó a ser electo maestre por algunos Trece, pero le sobrevino la muerte en el Ínterin. Este Caballero, sien­ do comendador de Montiel, no quiso acoger en el castillo a su maestre por haber pleito homenaje al rey de no re­ cibirlo; y dejando el castillo a su escudero, se dirigió al maestre y le dijo: Señor, yo no os acogí en el castillo por 170


no ser traidor a mi rey; pero como freile vuestro me pongo en vuestras manos para que dispongáis de mi persona como os plugiere. El maestre lo recibió bien y le perdonó por haberse portado como buen Caballero. Don Pedro Fernández, lo fue en el 1348; en su tiem­ po se hizo el apeo o deslinde con Medellín. Don Alonso Portocarrero (1) fue comendador de Mon­ tánchez en el año 1479; a sus espaldas se hizo guerra desde este castillo a los Reyes Católicos, por su cuñado el Clavero de Alcántara, Alonso de Monroy. Don Alfonso Enríquez lo era en el 1494; este comen­ dador fue también corregidor de Badajoz y por provisión de los Reyes Católicos resolvió los debates habidos en­ tre Mérida y Badajoz sobre cuestión de términos. Don Luis Puerto-Carrero en el año de 1499; en su tiem ­ po se desmembraron en virtud de bulas pontificias las ren­ tas de la Mesa Maestral; a él se dio una renta de 13.837 maravedises en recompensa sobre el derecho de la seda del reino de Granada. Desde este tiempo se autorizó a Montánchez por Rea­ les Cédulas para tener un arca de tres llaves para recoger las rentas del Partido y hacer la entrega de ellas en la Contaduría de Mérida, que los reyes como maestres arren­ daron a los Fúcares de Alemania. En el año de 1752 pagaba las primicias al serenísimo señor infante cardenal por gozar la Encomienda de Bas­ timentos de León.

NOTA AL CAPITULO (1)

DECIM O CUARTO

En 1429 era alcayde por el infante don Enrique, don Pedro

de A guilar y don Juan II puso a don Fernán López de Saldaña y a don Diego de Alvarado, com endador de Lobón, Puebla. M ontijo, Cubillana y señor de Castellanos. Este era tío carnal de don Pedro Alvarado conquistador de M éjico.

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PERIODO MODERNO DE LA HISTORIA DE MONTANCHEZ Desde los Reyes Católicos hasta nuestros días

CAPITULO PRIMERO Isabel I pacifica a Montánchez A la muerte de Enrique IV, rey de Castilla y León, se hallaba en Segovia su hermana doña Isabel, ya recono­ cida heredera del trono, y fue proclamada reina de Cas­ tilla. Las ciudades y los principales nobles siguieron su ejemplo, abrazando su causa hasta cuatro de los seis mag­ nates que habían recibido la guarda de doña Juana la Beltraneja. Mas ayudada la Beltraneja por unos cuantos magnates de Castilla, muy poderosos, se presentó alegando sus pre­ tendidos derechos a la corona, estallando de este modo una guerra de sucesión, parte civil, parte extranjera; este partido adquirió gran aumento con la defección del arzo­ bispo de Toledo, Carrillo, que se retiró de la Corte de Se­ govia y coaligó con el intrépido marqués de Villena y con el rey de Portugal, Alfonso V, que tomó la resolución de casarse con la Beltraneja, cuya mano le fue ofrecida. 173


El rey Enrique IV vino eí año 1472 a Badajoz a instar al vecino monarca para que casara con la Beltraneja; pero el duque de Feria (1), gobernador de la Plaza, no le per­ mitió la entrada, y la entrevista tuvo que verificarse en Caya; y el 1474 vino a la ciudad de Trujillo para concer­ tar las bodas acompañado del maestre de Santiago, don Juan Pacheco, marqués de Villena. El rey se retiró a Ma­ drid gravemente enfermo, muriendo poco después. El marqués de Villena hizo venir el 1475 a Trujillo a doña Juana para casarla con el portugués, levantando así la rebelión en toda nuestra comarca, por ser maestre de Santiago, en pro de la causa de la Beltraneja y en contra de Isabel la Católica. T rujillo se mantuvo ostinadamente por el marqués de Villena contra los Reyes Católicos. Estos prometieron per­ donarlo y restituirle todos sus Estados, si le entregaba con el Alcázar de Madrid que también conservaba por su cuen­ ta (1476). Se intimó al alcaide Pedro de Baeza que rin­ diera el castillo y probó aquel alcaide su valor y cons­ tancia negándose a hacerlo mientras no se entregasen al marqués (don Diego López Pecheco, hijo del Maestre, a quien lo había otorgado Enrique IV) las villas de su es­ tado de Villena. Este marqués por complacer a la reina, que había venido acompañada de muchos grandes hom­ bres, pasó a entregar personalmente el Alcázar, y lo hizo tan precipitadamente, que ni se ocupó de las condiciones que debían garantizar la persona del Baeza; por lo que sentido éste se despidió del de Villena y su servicio el año 1477. Al año siguiente continuaron en Trujillo los Reyes Ca­ tólicos don Fernando y doña Isabel, quienes habían reci­ bido su fortaleza de manos de Villena en 24 de julio del anterior (2). En el mismo año, Cáceres alzó banderas proclamando a Isabel y pidiendo un corregidor; por lo que la reina se vio obligada a establecer sus Ordenanzas municipales, por las cuales se hicieron perpetuos y de nombramiento real los oficios de los doce corregidos, un procurador y un 174


escribano nombrados por insaculación de 48 y otras dis­ posiciones que estimó oportunas. La condesa de Medellín, mujer muy animosa y varonil, siguiendo la opinión del rey de Portugal, hizo todo lo po­ sible para apoderarse de Mérida, y en una de las entra­ das que el maestre don Alonso de Cárdenas, hizo en Por­ tugal, tuvo ocasión y maña la condesa para apoderarse de la fortaleza de la ciudad con el favor del bachiller, Pero Díaz, que en estas revueltas pretendía la Encomienda da Alcuéscar que poseía Juan Méndez de Moscoso. Como las fortalezas de Mérida y Medellín estuviesen por los portugueses y desde ellas hiciesen mucho daño, tanto que ni las tierras se labraban, ni los caminos se po­ dían andar y las aldeas estaban despobladas, envió el rey de Portugal a don García de Meneses, obispo de Evora, con muchas gentes de armas para que metiéndose en Mé­ rida, pudiese ayudar a sus confederados y hacer la gue­ rra en Extremadura; mas fueron derrotados junto a La Albuera de Carija, de Mérida (4 ), por el maestre de Santia­ go, don Alonso de Cárdenas, y se encerraron en Mérida los vencidos. Entonces la Reina Católica, doña Isabel, desde Trujillo, donde había quedado sola por tener que retirarse don Fer­ nando de Aragón y donde había venido al frente del ejér­ cito para acabar con los rebeldes, mandó al maestre pu­ siese cerco a Mérida y a don Luis Fernández Portocarrero, señor de Palma, que sitiase a Medellín con dos mil caba­ llos y tres mil peones. El maestre tuvo cercada la fortaleza muchos días, en los cuales hubo muchas escaramuzas y encuentros entre castellanos y portugueses; lo mismo pa­ saba en Medellín, porque la condesa se defendía valerosa­ mente; en el entretanto, el Clavero don Alonso de Monroy (que desde el castillo de Deleitosa había hecho mucho daño en la comarca) tuvo maña para apoderarse del cas­ tillo de Montánchez, porque sabiendo que no estaba en él su alcaide, el comendador Alonso Portocarrero, que era su cuñado, se entró dentro como quien iba a ver a doña María, su hermana, mujer de dicho comendador, y desde 175


allí hizo guerra a Trujillo donde estaba la reina, como se verá detallado en el capítulo siguiente. Al mismo tiempo que el maestre ganaba a Mérida, doña Beatriz de Portu­ gal, tía de Doña Isabel, la llamaba a la plaza de Alcántara a últimos de 1479 para asentar la paz y las siguientes ca­ pitulaciones: que don Alfonso de Portugal no volvería a sostener los derechos de doña Juana; que ésta eligiría en­ tre casarse con el niño Juan, infante de Castilla, o reti­ rarse a un convento y tomar el velo; por último, conceder un indulto general a los todos españoles que la habían defendido. Fueron perdonados el clavero don Alonso de Monroy, la condesa doña Beatriz Pacheco y los demás caballeros que seguían su partido; con lo cual cesaron los muchos daños y guerras que había en Extremadura, y doña Isabel, reina de nuestra comarca y de Castilla. Habiendo tomado los Reyes Católicos la Adm inistra­ ción de la Orden de Santiago, celebraron Capítulo general en Tordesillas el año 1494, en donde se confirió poder a los visitadores de la provincia de León para girar la vi­ sita, y al año siguiente estuvieron en Montánchez (5). En este mismo año 94, los Reyes Católicos dieron Real pro­ visión, que se conserva en el Archivo de Mérida, a don Rodrigo Manrique, primer gobernador que en Mérida hubo después que faltaron los maestres, y a don Alonso Enríquez, alcaide de Montánchez y corregidor de Badajoz, para componer los debates que había entre Mérida y Ba­ dajoz sobre términos.

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NOTAS AL CAPITULO PRIMERO (1] Era de la ¡lustre fam ilia de los Figueroas y está enterrado en la catedral de Badajoz en la capilla de los duques' de Feria. (2] Por los servicios que prestaron en este cerco a los Reyes Católicos, don Blasco Gil y don Alonso García, les fue concedido a los G iles de M ontánchez la hidalguía y títu lo de nobleza que hoy ostentan. (3] Cédula de los Reyes Católicos, dando gracias a la villa de Cáceres por haber alzado pendones por ellos. Valladolid, 20 marzo 1475. Archivo Municipal Juramento de Isabel de guardar los Fueros 30 junio 1477 y don Fernando el 27 de febrero 1479. (4] En esta batalla fue herido el ilustre capitán y poeta don Jor­ ge M anrique. (5] Entre los mandatos que los visitadores generales de la O r­ den dieron en M érida, se encuentra una que dice: «Oue Juan García de la Fuente, vicario de M érida, resida en ella y no en Montánchez que es su Vicaría». (El hecho de la residencia en M ontánchez y los apellidos, nos da pie para sospechar con fundam ento que el referido vicario sería natural de esta villa.)


CAPITULO SEGUNDO El clavero don Alonso de Monroy y Montánchez Don Alonso de Monroy fue hijo segundo de Alonso de Monroy, señor de Belvís, Tlmaraz y Deleitosa, y de doña Juana de Sotomayor, hermana del maestre de Alcán­ tara, don Gutiérrez de Sotomayor, con quien se crió el clavero, desde los trece años, a la muerte de su padre. Fue don Alonso hombre alta de cuerpo, muy membrudo y bien proporcionado; era hombre más recio que había, que peleó siempre con gente que era mucho más que la suya y siempre salía vencedor. Su tío el maestre, al morir el clavero de Alcántara le dio, de buena gana, la Clavería, siendo joven, por los mu­ chos combates y victorias obtenidas de sus enemigos; desde el año 1463 al 1511, en que murió, no dejó de gue­ rrear con hermanos, parientes, con portugueses, o a favor de ellos, con la Reina Católica, o en contra de ella y, so­ bre todo, con sus competidores en el maestrazgo por el que luchó toda su vida. Su hermana doña María de Monroy, o de Sotomayor, del apellido de la madre, estaba casada con don Alonso Portocarrero, comendador de Montánchez; y este paren­ tesco de don Alonso de Monroy con el comendador de Montánchez explica tantas idas y venidas al castillo hasta el punto que Pascual y Gayangos le llama su castillo, por­ que muchas veces se apoderó de él e hizo guerra a los 178


maestres de Santiago, y a la reina Isabel la Católica, des­ de su fortaleza. Desde el castillo de Montánchez emprendió don Alon­ so de Monroy la mayor parte de sus hechos y empresas guerreras, y en él se refugiaron para reponer sus fuerzas, sus lanzas y sus peones. 1.° Al morir el maestre don Gutiérrez de Sotomayor, el rey don Enrique IV confirm ó el maestrazgo a don Gó­ mez de Solís o de Cáceres, como el rey le llamaba; tuvie­ ron gran amistad el maestre y el clavero don Alonso de Monroy. El año 1464, casó una hermana del maestre en la villa de Cáceres. con un caballero de Trujillo, Francisco de Hinojosa, a cuyas bodas acudieron muchos caballeros; y “ sabido esto por el clavero, que en Montanges a la sa­ zón estaba con doña María de Monroy, que era casada con el comendador Portocarrero, que tenía a Montánchez, vino luego a Cáceres, y estando después de comer un día antes de las fiestas, el maestre con sus caballeros, mandóles que luchasen los que quisieren, que en este tiempo la lucha era muy usada entre los guerreros m ili­ tares. “ El clavero era muy gran luchador, pero nunca lucha­ ba sino con una mano y la izquierda atada atrás; y de esta manera nunca hallaba quien lo derrocase. Todos desea­ ban ver luchar al clavero por haber oido decir, cuán bien lo sabía hacer y por ver su robustecidad y disposición; mas ninguno le provocó a la lucha, salvo el novio, que se fuera a él a rogarle que luchara con él, porque era extre­ mado luchador. El clavero le respondió que no tomase tanto trabajo, que así tenía que hacer, y el maestre le alentó a rogar al clavero que luchasen” . “ El respondió que era contento, pero que había de ser a la manera que él solía luchar: con una mano suelta y la otra atada. El novio respondió que con aquella ventaja con Héctor no lucharía y fue en gran manera sentido, pero mucho más los hermanos del maestre, que por la envidia que tenían del clavero se les había vuelto el amor en gran enemistad” . 179


2.° Salió de Montánchez el clavero con su gente y una noche de mucha agua y vientos escaló el castillo de Azagala, al tiempo que las velas se metieron debajo de cubierta por dejar pasar el agua. Fueron muertos o presos los 200 hombres que lo defendían. Cercólo el maestre con su gente de 300 lanzas y 4.500 peones; pero el clavero desbaratólos en siete u ocho peleas nocturnas y tuvo que levantar el cerco el maestre, y el clavero quedó muy vic­ torioso y sonando la fama en toda Extremadura de los claros hechos, que hizo el clavero; en este cerco se le juntaron más gentes; le desafiaron algunos capitanes del maestre, hizo dos o tres campos con éstos y fueron muer­ tos por su mano. En este tiempo vino el rey don Enri­ que IV, a Trujillo, y el clavero le fue a besar la mano y le recibió de buen talante y el maestre don Gómez vino lue­ go al rey, e hiciéronse las amistades del maestre y del clavero por mano del marqués de Villena y poniendo en ello el rey su mandamiento al uno y al otro. 3.° Descontento el clavero, por haber dado el rey la ciudad de Coria a Gutiérrez de Solís, hermano del maes­ tre, se vino desde Trujillo a Montánchez, y estuvo allí un año sin hacer otra cosa más que ejercitarse y gastar el tiempo con sus gentes en mostrarles cómo se había de haber en las guerras, torneando y en fiestas. En este tiem­ po algunos grandes del reino, alzaron por rey al príncipe don Alonso y el maestre don Gómez le besó la mano por señor; enojado el rey don Enrique comenzólos a guerrear y escribió al clavero mandándole que guerrease al maes­ tre y por atraerlo más le mandó al maestrazgo, diciendo haberlo perdido don Gómez por haberse levantado contra él, y que si él pudiese tomar la ciudad de Coria, él le so­ correría. El clavero aceptó la empresa, contra el parecer de todos sus deudos y amigos. Partió de Montánchez para Belvis y halló a su hermano ocupado en las guerras con­ tra su primo el Bezudo; pero luego juntó sus gentes que tenía hasta 200 lanzas y 300 peones y partió con esta gen­ tes para Coria, y una mañana dio en ella. Esta se comen­ 180


zó el año 1465. Los defensores de Coria ofrecieron resis­ tencia, pero los del clavero les vencieron y echaron de Coria. Sabido por el maestre, partió luego de la villa de Cáceres, que por suya tenía, con 800 lanzas y 2.000 peo­ nes y escribió luego a su hermano Hernán Gómez de So­ lís, que apoderado estaba por él la ciudad de Badajoz, y de allí habían echado la gente del conde de Feria, para que partiese con las más gentes que pudiera para Coria. El duque de Plasencia le envió de ayuda 200 lanzas y 400 peones, con cuyo ejército puso cerco a Coria. El maestre le combatía día y noche con su gran ejército y tantos per­ trechos; hasta el mediodía luchaba la gente del maestre; desde el mediodía hasta la noche, la gente que trajo de Badajoz Hernán Gómez de Solís; y por la noche Pedro de Hontiveros, capitán del duque de Plasencia. Todas las noches peleaban bravamente el clavero y los suyos, que desbarataban y robaban las estancias del maestre; en una de ellas el clavero prendió al caballero de Cáceres Lo­ renzo de Ulloa; quien fue honrado y sentado a la mesa del clavero y dándole libertad mandóle dar un caballo para volver al maestre y rogóle que le enviase al escudero Juan de Belvis, hecho preso por el maestre; éste se negó, y Lorenzo de Ulloa, sus hermanos y parientes, hasta cin­ cuenta, se pasaron al clavero. Nueve meses duró esta en­ carnizada lucha; y batidos una noche los del maestre por los del clavero, que lograron dar fuego, con una estratage­ ma de regar pólvora un espingardero, pasado a las filas del maestre, en las tiendas y estancias que empezaron a arder, hubiera quedado desbaratado el maestre, con la ma­ yor mengua del mundo, a no ser por el esforzado caballe­ ro "el Bezudo" que con su gente cayó con gran velocidad en los del clavero, y los obligó a meterse en Coria. Fati­ gados los dos ejércitos, el invierno encima y muy poca la vitualla, el maestre envió ciertos caballeros a hablar al clavero y estos hicieron la concordia entre el maestre y el clavero, en esta manera: que el clavero dejase Coria al maestre, y que el maestre diese al clavero el castillo de Pidrabuena y el castillo de Mayorga. El clavero dejó a Co­ 181


ria y se fue con su gente al castillo de Trebejo, y después al de Montánchez. 4.° Como el maestre se viese tan poderoso en Ex­ tremadura acordó romper la paz con clavero, para quitar­ le los dos castillos de Piedrabuena y Mayorga. Sabido es­ to por el clavero partió de Montánchez con 200 lanzas de su mesnada y pasó mucho trabajo por el tiempo invernal y lluvioso; pero finalmente llegó una noche un poco tiempo antes que amaneciese a Piedrabuena y halló a sus con­ trarios que en medio tenían muy grandes lumbres, acome­ tiólos bravamente cuando el albor rompía; los del maestre tomaron sus caballos, pero como los más estuviesen suel­ tos fueron desbaratados y muertos gran parte y despoja­ dos los demás. Después de esto el clavero se fue a Azagala a curar los heridos y descansar para ir contra los que tenían cercado Mayorga; mas sabida la derrota los de Mayorga, levantaron el cerco y se fueron para Cáceres donde estaba el maestre. En Azagala se juntaron el maes­ tre Luis de Chaves, mayorazgo de Trujillo, y el comenda­ dor de Santibáñez y el comendador mayor de Alcántara y otros muchos caballeros deudos y amigos. Cenando con gran alegría vino un mensajero de parte de Lorenzo de Ulloa y Juan de Carbajal y sus deudos, quienes le hacían saber que en la villa de Cáceres había gran bullicio por echar al maestre de ella y que viniese en su auxilio. Salie­ ron de Azagala el clavero y los suyos con 300 lanzas y 400 peones y en saliendo el sol fueron en Cáceres y algunos caballeros salieron a mostrarles por dónde había de en­ trar, por la puerta de Coria que estaba menos gente. De­ fendida por Gonzalo de Cáceres sucumbió ante el empu­ je de los del clavero, quien se apoderó de la villa, que quedó en servicio del rey, saliendo el maestre más que de paso con los suyos. 5.° Apoderado el clavero de Alcántara se hizo nom­ brar maestre por los comendadores, quedando fuera de su dominio, sólo los castillos de Magazela, bajo el poder de 182


Francisco de Solís, sobrino de don Gómez, el castillo de Benquerencía, bajo de Diego de Cáceres y el castillo de Zalamea bajo Francisco Hinojosa. Visto esto hicieron alianza contra el clavero y maestre, el duque de Plasencia, el maestre don Gómez el pasado, el duque de Alma y el maestre de Santiago por cobrar el castillo de Montánchez que el clavero tenía por suyo. Sabida esta alianza por el maestre Monroy salió de Alcántara con 350 lanzas y 500 peones y vínose a Montánchez para estar más cerca de la Serena, para guerrearla por ser del don Gómez, que es­ taba en Magacela. Desde Montánchez (1) escribió a su primo Hernando de Monroy, para que se viniese con él y prometióle dos encomiendas para sus hijos, y se vino con 60 caballos y 100 peones. Salieron de Montánchez e hicie­ ron la guerra a la condesa de Medellín, gran favorecedera de Francisco de Solís y la vencieron en tres batallas y no osaban salir de Medellín; quiso valerse de una estratage­ ma para escalar el castillo, entendiéndose con las velas; pero la condesa, a quien ningún capitán romano hacía ventaja en pericia de la guerra, le ganó la partida y, pren­ dieron a los escaladores, y el clavero mandó retirar sus fuerzas para ir a sitiar los castillos de Zalamea con Hernan­ do de Monroy, el de Benquerencía con Antón Bernal, y el de Magacela el mismo maestre, guerreando desde allí a los del maestre de Santiago. Dos años duró esta guerra. 6 .’ Salió de Montánchez don Alonso de Monroy, con 400 lanzas todas de caballeros guerreros muy escogidos para guerrear al rey de Portugal en su tierra. Entró en Portugal, trabó dos batallas con los de a caballo, hízoles grandes daños y robóles dos lugares pequeños. Dejadas estas dos fronteras desbaratadas a la parte de Badajoz, se volvió a Castilla. Los Reyes Católicos enviaron las gra­ cias al maestre por los servicios en la toma de Trujillo y la entrada en Portugal y prometiéronle mercedes. Don Alonso envió a besar las manos a los reyes por las mer­ cedes que le hacían y tornó a entrar en Portugal al año siguiente con 400; lanzas y 200 peones, y les tomó el cas­ 183


tillo de Alegrete, y venció en el mojón de Guadapero a los 500 caballos y 2.000 peones que salieron de Olivenza, para ir contra el maestre, y derrotó por último al ejército de 1.000 de a caballo y 5.000 de a pie, que mandó el rey de Portugal a cercar y tom ar el castillo de Alegrete, donde estuvo el maestre dos años guerreando con el portugués; a los tres meses mandó al cronista Alonso Maldonado a Montánchez con cierta embajada al comendador Portocarrero. 7.° Habiendo escarmentado mucho a los portugue­ ses, se partió para Montánchez, para pasar el invierno allí; sabedor Luis de Chaves de que era venido a Montánchez, le envió un mensajero, haciéndole saber lo que pasaba, que la duquesta de Plasencia y condesa de Medellín, que seguían la parte del rey de Portugal vinieron con 1.200 lan­ zas a tomar Trujillo, y aunque Luis de Chaves la defendió cuanto pudo, al fin entraron en la ciudad y Luis de Chaves se retrajo a su casa con sus deudos y allí fue cercado y combatido mucho. El mensajero se dejó abrir la carta por el capitán de la duquesa y le dejaron ir al maestre, porque creían que no podía socorrerlo por la gente que había per­ dido y las lanzas y capitanes que había dejado en Alegrete, y no tenían miedo, pero con todo mandaron espías tras él, para ver lo que hacía el maestre. Vista por el maestre la carta abierta contestó a Luis de Chaves que hasta veinte días que juntara la gente no podía socorrerle, y él se bajó de la fortaleza al lugar de Montánchez, de­ lante de los espías pagó la gente que él tenía, 300 de a caballo, para que se fueran a sus casas y volvieran a los veinte días. Después, mandó un mensajero secreto que dijese a los capitanes acudiesen aquella noche al sitio por él citado. Los espías salieron tras el mensajero a Luis de Chaves, vieron la carta y aseguraron mucho a los de la duquesa, que habían visto pagar la gente y despedirla y podían estar seguros hasta los veinte días. Llegada la no­ che el maestre se armó y cabalgó y fue donde tenía su gente reunida y con ella llegaron a Trujillo a las dos de 184


la noche; envió espías y dijeron que todo estaba muy sosegado. El maestre hizo poner sus escalas y abrieron una puerta por donde entró don Alonso y los suyos, die­ ron en los contrarios, los desbarataron y los más murieron; porque estaban desnudos en su camas excepto los que cercaban la estancia de Luis de Chaves. El robo fue muy grande de caballos, atavíos y otras cosas. Hecho esto el maestre sacó a Luís de Chaves y le puso la ciudad en po­ der como antes, que la tuviese por los reyes Católicos; el maestre se volvió a Montánchez. 8.° La reina doña Isabel vino a Trujillo para pacificar toda Extremadura, y luego vino allí desde Montánchez el maestre don Alonso de Monroy a besar las manos a la reina; ella le recibió muy bien y se tuvo por muy servida de él por todas las guerras que había hecho contra el rey de Portugal. Tantas eran las mercedes que deseaban ha­ cer al maestre y la reina se complacía en oir cantar a un loco las coplas sacadas al maestre. Esto era después de la batalla de Toro. En este tiempo, estando la reina en Trujillo, vino Sancho de Monroy, el Tuerto, caballero muy esforzado y capitán del maestre a pedir auxilio a la reina, por estar sitiado el castillo de Alegrete por el príncipe de Portugal hacía dos meses. El maestre suplicó mucho a la reina que le diese gente, que él iría a socorrer a Alegrete; mas la reina no tuvo voluntad de socorrerlo, porque la guerra de los portugueses casi que era acabada. El maes­ tre envió a decir que no podía socorrerlos que hiciesen el mejor partido; ellos salieron con sus banderas por me­ dio de los portugueses, diciendo: ¡Castilla! ¡Castilla! Así termina la crónica de Alonso de Monroy escrita por Alonso Maldonado, testigo presencial de sus hechos y proezas, silenciando los hechos ocurridos después hasta su muerte que fue en 1511. 9.° Después de esto hemos dicho que la reina se com­ placía que un loco tanto en Trujillo como en Cáceres, le cantase las coplas y romances de don Alonso de Monroy, 185


y esto y otras distinciones dieron alientos al belicoso ca­ ballero para pedir, entre otras mercedes que le reconocie­ sen maestre de Alcántara, despojando a don Juan de Zúñiga de la dignidad que el Papa le había adjudicado; “ lo que púnicamente y con mengua de la palabra real, eludió doña Isabel, diciendo que aquel pleito en Roma, que no en Castilla había que sentenciarse; quiebra, repito, de su palabra real, pues élla, cuando le avino hacerle reconocer por maestre, había dicho en su provisión lo contrario; “ que las bulas (del Santo Padre) en favor de don Juan de Zúñiga... non pudieron, nin debieron ser dadas ni han lugar, por ser el dicho don Juan forastero de la Orden, e inabil de tierna edad, y más principalmente por no haber... sido elegido... por los comendadores” . (De Barrantes). La con­ desa de Medellín envió mensajeros a los reyes pidiéndoles que le otorgaran la encomienda de Mérida — que ya tenía usurpada— ; y le contestaron que no podían disponer de la villa de Mérida por pertenecer al maestrazgo de Santia­ go (2 ), indicaron a los reyes que si no se les concedía todo lo que pedían, el clavero y la condesa se unirían al rey de Portugal. El clavero y la condesa se reconciliaron para guerrear contra los reyes a favor del rey de Portugal. El rey de Portugal envió sus gentes al mando del obis­ po de Evora, don García de Meneses, quien el día primero de cuaresma llegó a dos leguas de Mérida, para entrar en esta ciudad donde estaban el clavero y la condesa. Don Alonso de Cárdenas, maestre de Santiago, salió de Lobón y se detuvo con su gente cerca de La Albuera de Carija, junto a Mérida, y mandó poner a punto de batalla a don Martín de Córdoba, a Sancho del Aguila y a Alonso Enríquez, capitanes de la reina que había enviado desde Tru­ jillo , entre los cuales se cuenta don Gonzalo Fernández de Córdoba, llamado después el gran capitán, de la casa de Aguilar. Comenzó la batalla y fue tan reñida que es­ tuvo indecisa tres horas, llegando al cuerpo a cuerpo y se decidió por los castellanos; fue tan sangrienta que todos los capitanes de uno y otro bando quedaron heridos, y he­ cho prisionero el obispo de Evora por un escudero a quien 186


prometió tanto dinero que consiguió la libertad y se entró en Mérida. Se hicieron fuertes los vencidos en Mérida, Medellín, Deleitosa, Azagala, Piedrabuena; y el clavero de Alcántara se entró en la villa y fortaleza de Montánchez, ausente el comendador, don Alonso Portocarrero, quien había perma­ necido fiel a la reina Isabel, y una vez dentro echó de la fortaleza a toda la gente del comendador, y quedando dueño de ella empezó desde allí a hacer la guerra a la ciudad de Trujillo, de tal modo que muchas veces llega­ ban sus gentes muy cerca de la ciudad y hacían prisio­ neros e impedían el abastecimiento de la misma. La rei­ na tuvo mucho pesar por la toma de la fortaleza de Mon­ tánchez, y mandó al condestable (3) y a don Gutiérrez de Cárdenas, comendador mayor de León, para que pusiese sitio con sus gentes de armas y caballeros de sus casas, y resistiesen la guerra que desde ella le hacían las gentes del clavero que había marchado para las fortalezas de Piedrabuena, Mayorga y Azagala, que estaban en su parte y para pedir al rey de Portugal enviaran auxilio ai castillo de Montánchez que era fuerte e inexpugnable, y las tro­ pas de la reina levantarían el sitio de las demás villas y fortalezas, y que la misma reina, una vez que hicieran le­ vantar el cerco de Montánchez, por falta de seguridad y provisiones, se vería obligada a abandonar la ciudad de Trujillo, y, entonces podrían ellos con más facilidad con­ quistar Castilla, después de quedar él, rey y señor de Ex­ tremadura. El condestable y el comendador de León (4) se situa­ ron muy cerca del castillo de Montánchez, colocaron guar­ das, sobreguardas y escuchas en todos los caminos y en todas las atalayas y lugares más altos de la sierra para no ser sorprendidos, e hicieron en una sierra cercana al cas­ tillo un circuito grande de piedra fuerte para fortalecerse y atrincherarse (restos hay todavía en Cabeza-Rasa y en los Castañares), el cual fue construido en diez días; y así, es­ tando a cubierto, y seguros, todos los días salían a pelear contra los de la fortaleza y los del castillo contra ellos. 187


En este sitio de Montánchez se distinguió notablemen­ te, así como en la batalla de La Albuera, donde mereció una particular alabanza del maestre de Santiago, a cuyas órdenes peleaba, el joven GONZALO FERNANDEZ DE CORDOBA, que más adelante conquistó el título de “ El Gran Capitán” (5). La diplom acia de la reina Isabel, con su mensajero, doctor Rodrigo Maldonado, enviado especial a Lisboa, y Fr. Juan de la Puebla (6) del convento de Guadalupe, los esfuerzos del príncipe de Portugal y la infanta doña Bea­ triz, tía de la reina Isabel, pudieron al fin, convencer al rey don Alonso, cuya ambición aletaba el clavero de Alcán­ tara, para firm ar la paz, que la reina y la infanta habían tratado en la villa de Alcántara, y cuyo tratado de paz, firmó la reina en la ciudad de Trujillo. Entre las condiciones de la paz, referentes a la renun­ cia del rey de Portugal, a la Beltraneja y el príncipe, don Alonso, hay una referente al clavero, don Alvaro de Mon­ roy, a quien los reyes habían de perdonar su rebelión y todos los delitos y crímenes que hubiera cometido, de cualquier clase que fuesen, y que se le devolvieran sus bienes, heredamientos y rentas, habiendo renunciado al maestrazgo en don Juan de Zúñiga. (Hist. y Anales de Plasencia, por Fr. Alonso Fernández. Madrid, 1627.) Así terminaron los episodios y aventuras de don Alonso de Monroy con relación a Montánchez y la Reina Católica.

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NOTAS AL CAPITULO SEGUNDO (1) De este tiem po es el cañón del siglo XV utilizado por el clavero en sus luchas con don Góm ez de Solís, encontrado en el castillo de M ontánchez, conservado en el museo de Cáceres, cuya foto obra en la página 58 de la obra «Los Ovandos y F. Solís de Cá­ ceres» por O rtí Belmonte. (2) Don Alonso de Alm araz, deudo de M onroy, com endador de Castilnovo. (3) Don Pedro Fernández de Velasco. (4) Don G utiérrez de Cárdenas, marido de doña Teresa Henríquez, la llamada La Loca del Sacram ento. (5) «Brillante fue su aprendizaje en la carrera de las armas capi­ taneando una sección de jinetes, a las órdenes de Alonso de C ár­ denas, m aestre de Santiago, en todas las luchas' de la guerra de Su­ cesión, promovida por Juana la Beltraneja, contra la reina doña Isa­ bel, destrozando en La Albuera un cuerpo de portugueses1, sitiando las fortalezas de M ontánchez, M edellín y M érida y neutralizando la rebelión que excitaban y promovían doña Beatriz Pacheco, condesa de M edellín y el clavero de Alcántara». Del Iris de Paz, núm. 965, artículo «El Centenario del Gran Capitán». (6) Fr. Juan de la Puebla, descendiente de los condes y reyes de Castilla, Aragón y Navarra, hijo de don Alonso de Sotom ayor, pri­ m er conde de Balalcázar y de doña Elvira M anrique de Zúñiga; se llamó en el siglo G utierre de Sotomayor, como su abuelo el m aestre de Alcántara; intervino en estas negociaciones de Isabel la Católica y de doña Beatriz de Portugal, desde la ciudad de Trujillo. La reina doña Isabel estuvo, en el año 1479, nueve meses en Tru­ jillo.

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CAPITULO TERCERO Fuero del Tronco concedido por los Reyes Católicos y doña Isabel a la villa de Cáceres y su tierra, villas de Mon­ tánchez y Alcántara y la suya. Todo hombre que quedase hijo huérfano y viviese ocho días y muriese poco después, herede sus bienes el padre o madre que quedare y después de muerto haga que vuel­ va a la raíz y la disfrute en su vida y después de su muer­ te torne la herencia a los herederos; y si tomase viña debe cavarla, aporcarla, podarla y binarla cada año; y si tomase ajena o molino u otra heredad téngala con tal cuidado como pertenece y la disfrute; y si así no lo hiciese déjela a quienes pertenece.

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CAPITULO CUARTO Concordias entre Montánchez y Cáceres Los señores don Alvaro de Sandes y Bachiller y don Francisco Becerra en virtud de comisión de la villa de Cá­ ceres y su tierra, y don Alonso Márquez Regidor y don Rodrigo Sánchez en virtud de poder de la villa de Montán­ chez y su tierra, hicieron y concertaron vecindades entre las dos villas, dictaron Ordenanzas en el año 1520 cuyos capítulos son del tenor siguiente: Capítulo 1.° Primeramente ordenaron y mandaron que los vecinos de la villa de Montánchez y su tierra guarden los deviedos de la dehesa de la Zafra y Zafrilla, así en el hurtar de la leña como en el pacer de la yerba como en el varear y coger la bellota conforme a las Ordenanzas que tiene la villa de Cáceres, sobre los deviedos de las di­ chas dehesas de la Zafra y Zafrilla y el que hiciere cual­ quier deviedo contra las dichas Ordenanzas en cualquier parte del año en cualquier de las dichas dehesas, que in­ curra en las penas de las dichas Ordenanzas de la dicha villa de Cáceres. Capítulo 2.° Item. Que el ganado menudo de ovejas y carneros y cabras que pasaren de un término a otro incu­ rra en la pena de cincuenta cabezas, y de ahí arriba, un par, y de cincuenta cabezas abajo, tres maravedises de cada cabeza. 191


Capítulo 4 ° Item: Que el que cogiere bellotas en los orellares del término de la dicha villa de Montánchez, de cada costal que trajere caiga en pena de trescientos ma­ ravedises. Capítulo 5 ° Item: Que ninguno pueda curar lino ni en los ríos de Tamuja y Salor y Ayuela en tanto que los di­ chos ríos en donde quisiesen curar corriesen, y el que hi­ ciese lo contrario incurra en pena de mil maravedises. Capítulo 6 ° Item: Que por el pescar con manga o con paredejo o con tarraya y haciendo atajo se manifiesta que las aguas se embarbascan y empelen mucho los ganados y los matan, ordenamos que ninguno sea osado de pes­ car con ninguna paranza de las susodichas en tanto que los dichos ríos no corriesen y el que lo contrario hiciese que incurra en pena de mil maravedises. Capítulo 7.° Item: Que el que pescase de un término a otro corriendo los dichos ríos, pierda las paranzas y me­ dio real por cada uno, la mitad para el acusador y la otra mitad para el arrendador. Capítulo 8.° Item: Que el que cortase leña de un tér­ mino al otro en matas, sea obligado dejar en cada mata un pie, el más gordo, so pena de cincuenta maravedises para el arrendador. Capítulo 9.° Item: Que el que sacare de un término a otro carretada de madera para casas o para carretas o para portadas o para madera labrada que tomando la car­ ga de la dicha carreta incurra en la pena de setecientos cincuenta maravedises, y que si no la pagase luego que les puedan tomar un buey por prenda. Capítulo 10. Item: Que el que cortase leña para el fue­ go de un término al otro, sea obligado a quedar el ramo más alto y otro ramo en el cuerpo del árbol. Capítulo 11. Item: Que el que cortase de un término al otro una carga de leña, incurra en pena de siete mara­ vedises por cada carga. Capítulo 12. Item: Mandaron y ordenaron que cual­ quier persona que cortare leña para cargar carretas, si se quisiere contentar con la leña cortada, si no hubiese cor­ 192


tado la carretada entera, que pague por ella veinte mara­ vedises. Capítulo 13. Item: Que por cuanto el Monte del Coto del lugar de Torremocha es muy necesario y provechoso al dicho lugar ordenaron y mandaron que ninguno corte en el dicho Coto árbol, por el pie, so pena de seiscientos maravedises por cada pie y por cada carretada de leña que cortaren incurran en pena de ciento cincuenta mara­ vedises. Capítulo 14. Item: Que el que sacase carretadas de cabríos de un término a otro, que pague cien maravedises, el que sacare cargas que pague un real. Capítulo 15. Item: Que el que hiciese carbón de un término a otro sin licencia de la Justicia y Regidores, que incurra en pena de cien maravedises y a más que pague el daño que el fuego hiciese. Capítulo 16. Item: Que el que descascase o encernadase cualquier árbol de un término a otro, incurra en pena de quinientos maravedises por cada uno, y el que así descascase o encernadase, o se pueda saber por pesqui­ sa y que todos los árboles que se hallasen descascados o encernadados cerca del árbol o árboles que se le pro­ basen que alguno descascó, que sea obligado a pagar la pena por cada uno de dichos árboles descascados o en­ cernadados. Capítulo 17. Item: Que cuando los ganados de los ve­ cinos del término pasasen con sus ganados por sus dine­ ros en el otro término, que fuera necesario volver el gana­ do a su propio término a beber o sestear o a otra cual­ quier cosa, que el pastor sea obligado de apartar el gana­ do del otro término dejándole en el término del dicho ga­ nado. Capítulo 18. Item: Que cosa alguna de mercadería no se pueda tomar tanto por tanto de un término a otro, ni de otro a otro, aunque le sea defendido de sacar la dicha mercadería de la Orden, o del término de la villa de Cá­ ceres. 193 13


Capitulo 19. Item: Que cualquiera que anduviese va­ reando de un término a otro, que tenga pena de cualquier ganado para que se avarearon el quinto de cualquier ga­ nado menudo y del otro mayor cien maravedises por cada cabeza. Capítulo 20. Item: Así en estas penas sobredichas co­ mo las otras que serán contenidas en estas dichas leyes y Ordenanzas, las que puedan llevar, lleven dos guardas puestas por cualquiera de dichas villas, o dos vecinos o hijos de vecinos de edad de quince años arriba. Capítulo 21. Item: Que cualquier persona que entrase del un¿ término al otro a sacar corchos o corchas que las guardas o vecinos que las tomasen, que de cada carga haya de pena trascientos maravedises y de la carretada con quinientos maravedises. Capítulo 22. Item: Que los vecinos y moradores de un término puedan entrar con sus ganados y haciendas y bie­ nes en el otro cada vez que tuviesen tem or de guerra o de robo, o ponerlo a recaudo en el dicho término. Capítulo 23. Item: Que cualquier persona que entrase de un término al otro a cazar con podencos y reses y hurón, que las guardas hayan de pena sesenta maravedi­ ses y las reses, y si entrare a cazar con ballesta de un término al otro, a caza de venados, o puercos o osos, que pierda la ballesta de la caza y seiscientos maravedises de pena. Capítulo 24. Item: Que las penas que las dichas guar­ das o vecinos tomasen de un término al otro que sea en pie hasta ocho días primeros siguientes y las que no pue­ dan gastar ni vender ni encubrir ni distribuir ni traspasar en los dichos ocho días. Capítulo 25. Item: Que los ganados que pareciesen andar perdidos y no trajesen pastor y entrasen del un término al otro, que aquello juntamente lo lleven al corral las guardas o vecinos que los hallasen al lugar más cer­ cano y lo tengan a buen recaudo tres días. Capítulo 26. Item: Que los vecinos de un término pue­ dan comprar y sacar del otro término donde no fueran ve­ 194


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¥ cinos cuando quisieren tres pares de zapatos y dos pares de suelas, y un celemín de salvado, dos quesos, dos pa­ nillas de aceite y un par de cabríos y dos pares de agarones y dos pares de gallinas y dos pares de pollos y dos celemines de higos y seis vellones de lana y de fruta, en garantía de diez maravedises, y dos cueros curtidos o por cortes cabrunos y ovejunos, hasta media arroba de hie­ rro, y todos lienzos, y paños y manteles que diesen a te­ je r y teñir, cundir y otras menudencias y especias y cosas para sus casas. Capítulo 27. Item: Que cualquier persona de las dichas villas y sus tierras que tuviesen pan de su cosecha y la­ branza que lo puedan sacar y llevar donde fueran vecinos sin pena alguna sacando el dicho pan con licencia de la Justicia y Regidores de cualquier de las dichas villas. Capítulo 28. Item: Que si alguna persona o personas se pusiese en defender las dichas tomas de manera que las dichas guardas o vecinos que la tomasen no las pue­ dan llevar a causa de los muchos defendimientos, que in­ curran en pena del doble de la pena que así había de pagar. Capítulo 29. Item: Que puesto caso que cualquier ve­ cino o persona que hiciesen los dichos defendimientos a las dichas guardas o vecinos que hiciesen las dichas pren­ das, que ni por aquello les sea quejado a ningún alcalde de la hermandad, salvo a la justicia ordinaria. Capitulo 30. Item: Que todas las dichas personas que se tomasen contra el tenor y la forma de la dicha Orde­ nanza, que se tornen y vuelvan a quien quiera que fuesen tomadas luego.

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CAPITULO QUINTO Concordia con Mérida Acordose en la dicha ciudad de Mérida con la dicha villa de Montánchez, que los ganados mayores, bueyes y vacas de labor y que no lo sean de vecinos de la ciudad y su tierra, fueren tomados pastando en dehesas, ejidos y baldíos de la villa y su, tierra, y por el contrario no se lleve las penas del quinto sino sólo veinte maravedises de día y cuarenta de noche en la dehesa de Cornalbo y otras y en los ejidos y baldíos diez maravedises de día y veinte de noche, de cada res. CORTES.— Que los vecinos de Mérida y su tierra que cortasen leña en el término de Montánchez dejando hor­ ca y arjuma tenga diez maravedises de pena de cada car­ ga y no más, y lo mismo los de Montánchez y su tierra en la de dicha ciudad. LEÑA SECA.— Y que de la leña seca caída y de la que se cortase para arados no haya pena alguna en una parte ni en otra. BELLO TA— En cuanto a la bellota, si esta ciudad diere marco para varearla, que no se entiende que goce de ello Montánchez. Y así se entienda y quede claro; para cum­ plir todo lo cual los dichos señores y Justicias y Regidores por lo que toca a esta ciudad obligaron los bienes y pro­ pios de ella y sus rentas. 196


CAZA.— La caza no tiene pena en un término ni en otro salvo en aquello que está prohibido por las leyes y Orde­ nanzas y leyes capitulares. Hizose esta concordia y vecin­ dades entre la dicha ciudad de Mérida y Francisco García Pavón en nombre de la villa de Montánchez en la dicha ciudad a cuatro días de enero de 1549. (Sacado^ del original que se conserva en el archivo de la ciudad de Mérida.)

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CAPITULO SEXTO Concordia con Trujillo Primeramente se establece que los arrendadores y montarajes de dicha parte y otra no puedan poner a otros sean vecinos en los lugares cercanos a las mojoneras. GANADO DE LABOR Y HOLGON.— Los bueyes y vacas de labor tienen de pena y queremos que tengan en de­ hesa cinco maravedises por cabeza, de día, y diez de no­ che, fuera de ella de día dos maravedises y cuatro de no­ che. El ganado holgón tiene de pena si llega a sesenta ca­ bezas una, y si no llegan, a razón de tres maravedises por cabeza de día y seis de noche, y en dehesa boyal es la pena de dinero doblado. GANADO CABRIO Y OVEJUNO.— El rebaño y hato de ovejas o cabras que llega a número de cien, tiene de pena dos cabezas, y si no llegase a dicho número, a un maravedí cada cabeza, de día, y dos de noche. PUERCOS.— El hato de puercos que llega a cincuenta y de allí arriba tiene pena de tres cabezas, y si no llega a dicho número tiene por cada cabeza dos maravedises, y si hubiese cochinos chicos se cuentan dos por uno, y esta pena se ha de llevar en tiempo de montanera que se en­ tiende desde San Miguel hasta Navidad. ARBOLES.— Un pie de encina tiene pena de quinien­ tos maravedises, y de alcornoque trescientos; el roble 198


trescientos. La camada de los dichos árboles diez marave­ dises por cada ramo desde San Miguel a Navidad, y desde Navidad hasta junio cinco maravedises. LEÑA.— El que sacare de un término a otro carretada de leña tiene perdidos bueyes, carretas y madera, y el que sacase carga, pierda la bestia y la madera, y lo mismo si saca corcha o corchos y curtidos, y cualquier vecino de una parte pueda prender a los de la otra MADERA COMPRADA.— La madera comprada se pue­ de sacar de cualquiera término con testim onio de escriba­ no. Mas tiene de pena la carretada de leña doscientos ma­ ravedises y pierda la leña, y la carga cien maravedises y la leña perdida. CAZA.— El que fuere de un término a cazar a otro y pescar, tenga un real de pena y perdidos perros y huro­ nes, ballesta y otro cualquier instrumento con que se cace, y en esto puedan penar dos vecinos o uno y un hijo de tal. PENAS DE PANES.— Del ganado vacuno de eral arri­ ba, de cada cabeza desde que fueron sembrados los pa­ nes hasta media, treinta maravedises, diez maravedises de día y veinte de noche, y desde mediados en adelante me­ dia fanega de pan donde lo cogieran y si fuere de noche una fanega. Y en cuanto a los puercos se ha de llevar la misma pena y se entienda que se han de contar cinco puercos por una res, y de allí abajo a su cuento o des­ cuento: de cada cabeza, veinte maravedises de día y cua­ renta de noche. Si un vecino de Montánchez o su tierra se fuera a vivir a Trujillo o su tierra, no deba terrazgo del pan que dejase sembrado y lo mismo el de los vecinos de Trujillo. BELLOTA.— Un cogedor de bellotas tiene de pena cien maravedises de un término a otro y pérdida de bellota. El que llevase cogedores a jornal de un término para otro no les pueda pagar con las bellotas, y si ellos la tomasen y 199


sacasen, tengan pena de cien maravedises y el que da la dicha bellota pague lo que da doblado. FUEGO.— El que pusiese fuego de un término a otro, si está acotado el fuego tenga de pena mil maravedises y pague el daño, y si fuese pobre y no tuviese con qué pagar, dénsele cincuenta azotes. CARBON.— Carbón se puede sacar de un término a otro de brezo y jaras, sin pena. Licencias del pan se pueden dar de una parte a otra el corregidor o un regidor o aunque no sea día de Ayun­ tamiento. Estas ordenanzas y vecindades se hicieron en Trujillo en 24 de noviembre de 1501. (Sacado de un texto que se conserva en el Archivo de Trujillo. Autorizado por Juan Valverde, escribano de nú­ mero de Trujillo el 16 de enero de 1632 )

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CAPITULO SEPTIMO Ordenanzas de Montánchez Varias son las Ordenanzas que de antiguo se dieron para la villa de Montánchez: el emperador Carlos V dio en el año 1552 Ordenanzas sobre la pesca y la caza, que se conserva en el Archivo y tienen tres capítulos sobre la caza y dos sobre la pesca; el mismo rey dio una Cartaorden sobre conservación de montes, conteniendo varios capítulos con sus penas, que fueron confirmadas por una Real Provisión del 1554, dada a petición de Juan López Calzadilla por parte de Montánchez contra los alguaciles de Mérida. Por Real Consejo de las Ordenes, en Valladolid a 9 de octubre de 1557, se despachó Provisión, dando y confir­ mando Ordenanzas a la villa de Montánchez y lugares de su tierra, en conformidad de la expresa Ley Capitular que dice así: (Leg. Unica, tít, 55) “ Mandamos que los conce­ jos cada uno de ellos en su villa o lugar, ordenen y hagan sus Ordenanzas, según que suelen, y que de uso y cos­ tumbre lo han; para lo cual, si conviene, Nos le damos li­ cencia y autoridad; quedando a salvo a Nos, y a nuestras Justicias, que en las partes que hoviere agravio en las Or­ denanzas, que así hicieren, de las enmendar y reparar” . El tenor de las dichas Ordenanzas viene a ser el mis­ mo que el de las dichas Leyes, en lo correspondiente a los puntos que comprenden, y todos sus capítulos versan 201


sobre e¡ curtido, las carretas, la madera para molinos, ara­ dos y estacas; sobre ramos verdes y pie de árboles; sobre barbechos y rozas; sobre no ramonear a las cabras, ni traer yesca y eslabón; sobre el ganado vacuno, madera para casas; sobre corchos, también sobre mercedes, y heredades; sobre fuegos, teja y lavaderos. El capítulo que trata de mercedes dice así: “ Cap. 5.° Otrosí: Ordenamos y mandamos que desde el día que este Capítulo y Ordenanza se aprobare y publi­ cara, en adelante las mercedes, que en cada año se tu­ vieran que dar y conceder a los vecinos de esta dicha villa y su tierra, así para casas y viñas como para otras cualesquiera heredades, al tiempo que les hubiera de dar y conceder las tales mercedes, la justicia de esta dicha villa reciba juramento de las tales personas por el cual sean obligados a declarar si les han dado o hecho merced de otrat heredad, de la condición de aquella que pidieren; y si declarasen que sí, en tal caso mandamos que no le sea hecha merced de lo que así pidiera, excepto si no fue­ re para casas porque para éstas declaramos que aunque se les haya hecho merced de otras, se les puede dar, y si declaran que no les ha sido hecha merced de otra he­ redad semejante de la que así pidiere, en tal caso manda­ mos que le sea dada, y concedida la dicha merced. Estas Ordenanzas se hallan copiadas en la Carta Ejecu­ toria que el Consejo de villa y tierra litigó en 21 de agos­ to de 1630 con las villas de Arroyomolinos y Almoharín so­ bre términos, guardas y penas, y están desde el folio 10 al 49 de dicha ejecutoria. Después el rey don Felipe II, como Gran Maestre de las Ordenes, en Provisión despachada en Toledo a 6 de abril de 1560, dio fin y confirió nuevas Ordenanzas, com ­ puestas de 61 capítulos, a la villa de Montánchez y su tierra, sobre la conservación de los montes y el modo de penar en ellos a sus vecinos, y los de los pueblos de Tru­ jillo, Cáceres, Medellín y Mérida. Dice así:

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ORDENANZAS DE LA ANTIGUA Y LEAL VILLA DE MONTANCHEZ Confirmadas por S. M. en 1560 Don Felipe por la gracia de Dios, rey de Castilla, de León, etc. Adm inistrador perpetuo de la Orden y Caba­ llería de Santiago, por autoridad apostólica, a Vos, los Concejos, Alcaldes, Regidores, Oficiales y Hombres bue­ nos de la villa de Montánchez y lugares de su tierra, sa­ lud y gracia Bien sabéis que por nuestra parte me fue hecha relación que esa villa y lugares tienen muchos mon­ tes de que los vecinos se sustentan y que a causa de ser las penas que hasta aquí han tenido livianas, han sucedi­ do muchos daños e inconvenientes, y que para remediar­ los queráis hacer ordenanzas y acrecentar las hechas me suplicábais os mandase dar licencia para poderlo hacer o como si la merced fuese y yo con acuerdo de los del Consejo de la dicha Orden por una mi provisión en él librada, cometí y mandé a mi gobernador de la provincia de León o a su lugarteniente de la ciudad de Mérida, que luego que con ella fuese requerido proveyese de cómo fuéseis juntos e hiciéseis las Ordenanzas que os parecie­ sen necesarias para la guarda y conservación de los mon­ tes y de los demás que os pareciese tocante a la dicha villa y lugares de la dicha tierra, y hechas las dichas Or­ 203


denanzas las viese, y llamadas las partes a quien lo que en ella contenido tocase diese información si las tales Or­ denanzas, eran útiles y provechosas a los vecinos y mora­ dores de la dicha villa y lugares, y si convenía que fuesen guardadas, cumplidas y ejecutadas, y de las tales Orde­ nanzas se seguiría daño y perjuicio a quién y en cómo y en qué cantidad, di licencia en la villa de mi Provisión, por virtud de la cual parece que hicisteis ciertas Orde­ nanzas y por vuestra parte, fueron traídas y presentadas ante los del dicho mi Consejo, y por ellos vistas, hicieron varias enmiendas y adiciones: el tenor de las cuales es este que sigue: Capítulo 1.° Primeramente ordenamos y mandamos y decimos que por cuanto somos informados y así es noto­ rio que muchas personas, vecinos de esta villa de Mon­ tánchez y de los lugares de su tierra y sus hijos y criados y otras personas de fuera de ella, han tenido y tienen mu­ cho atrevimiento en cortar árboles por el pie y encernadarlos a fin de sacar curtido de ellos así para vender y dar a oficiales de zapateros de esta jurisdicción como de otras partes, e así mismo los dichos oficiales de zapateros de la dicha villa e su tierra, e de otras partes, han fecho e hacen cada un día, muy gran daño en nuestros montes, cortando y encernadando los dichos árboles y sacando el curtido de ellos de que a los vecinos de la dicha villa e su tierra se le ha seguido, e de cada un dia, se les sigue muy gran daño, e perjuicio, e a los montes se destruyen e talan, e porque sobre éstos nos conviene proveer y evitar que los dichos daños no se hagan en los dichos otros montes de aquí adelante: Ordenamos y mandamos que cualquier nuestro vecino, hijo e mozo de vecino, ó otra cualquier persona de fuera de la dicha villa o de su tierra, ora sea oficial de zapatero o no, que fuere tomado o hallado en nuestros montes e términos haciendo cual­ quier cosa de las susodichas, o en cualquier manera se averiguase haberlo hecho, con un testigo de catorce años o desde arriba, y más el que lo hallase, con su juramen­ to, que incurra en pena por cada árbol de los que así 204


cortase o encernadase, o descascase en cualquier mane­ ra, de 4.000 maravedises. Cap. 2.° Otrosí: Decimos que porque los vecinos de la dicha villa y lugares de su tierra tienen necesidad de carretas para el servicio y reparo de sus casas y para que las hagan sin perjuicio y daño de los montes de este partido, no las puedan hacer ni cortar, sin que primero vengan a pedir licencia a Nos la Justicia y Regidores de esa dicha villa y su tierra. El que cortase la madera de los montes de este par­ tido sin la referida licencia, para los indicados fines le señala el mismo capítulo las penas en que incurre, y su distribución la hace de este modo: La mitad para los arren­ dadores que de Nos tuviesen arrendado, o para los Con­ cejos de esta dicha villa y su tierra si estuviese a su car­ go la dicha renta del verde, y la otra mitad se haga tres partes en esta forma: Las dos partes para los Concejos de esta villa y tierra, y la otra tercera parte para la per­ sona que lo demandase. Cap. 3.° Otrosí: Ordenamos y mandamos que cualquie­ ra vecino que tuviera molinos, batanes o tahonas en los términos de esta villa, puedan cortar madera de los mon­ tes, para hacer rodeznos, saetillos y otra cualquiera cosa de que tenga necesidad para el reparo de los dichos mo­ linos, batanes y tahonas, cuya madera puedan cortar en cualquier tiempo del año que tuviesen necesidad con tanto que no sea en tiempo que tienen los árboles frutos. Cap. 4.° Otrosí: Ordenamos que cualquiera de nues­ tros vecinos pueda cortar madera para hacer arados, de los montes en término de esta villa, en cualquier tiempo del año* y en las dehesas de cualquier pueblo de esta di­ cha villa. Cap. 5.° Otrosí: Ordenamos que cualquier vecino, hijo o mozo de vecino, pueda cortar y corte en los montes y términos de esta dicha villa, toda la madera que hubiere menester para estacas de huertos, o cercados, o carretas y escaleras de las paredes, y para redes de corrales de ovejas, cabras y otros ganados, y para bardos de los pas­ 205


tores y gañanes, para costillares y zahúrdas, de chaparros y matorrales y guadaperos donde los hubiere. Cap. 7.° De los barbechos y camadas.— Otrosí: Orde­ namos que cualquier nuestro vecino, hijo o mozo de ve­ cino, que tuviere cualquier barbecho donde hubiere ma­ tas sean obligados al tiempo que las rozasen, o desmon­ tasen, dejar en cada mata un árbol, el más principal que en ella estuviese tanto que haya de un pie a otro veinte pasos. Pero tenemos por bien que si los tales barbechos se acostumbrasen a rozar de tres en tres años, que en caso que nazcan en ellos cualesquiera carrascos, así de encina como de alcornoque o robles o quéjigos, que los puedan rozar con tanto que los rocen con azadón, e no los cortan con otras herramientas, que incurran en las penas conte­ nidas en este capítulo. E porque por experiencia se ha visto los años pasados que de los árboles criados que están en los tales barbe­ chos, o en otras suertes que no estén barbechadas, se han desmochado, e han hecho camadas de las ramas que ansí han cortado de los dichos árboles, en tal manera que los dicho$ árboles se han destruido, e ha venido muy gran daño a los dichos nuestros montes, e porque es justo proveer e remediar que los dichos daños no se ha­ gan de aquí adelante, ordenamos y mandamos que ningu­ na persona sea osada de desmochar los dichos árboles, ni hacer camadas de ellos, so pena que por cada un ár­ bol de los que así desmochase e pareciera haber hecho camadas de él, incurra en pena de los dichos 500 marave­ dises. Cap. 9.° Rozas en montes bravios.— Otrosí: Ordena­ mos e mandamos e decimos, que porque muchos de nuestros vecinos abren rozas en montes y tierras fra­ gosas, e para desmontarlos hay necesidad de darles fue­ go para que se puedan labrar, e porque muchas veces nuestros vecinos e sus hijos e criados, al tiempo que abren las dichas rozas son molestados de los arrendado­ res que tienen arrendada la renta del verde, así por cor­ 206


tes que hacen en las dichas zonas, como por los fuegos que en ellos ponen para abrirlos y desmontarlos, y por­ que nos parece es justo proveer en esto, tenemos por bien e mandamos que cualquier nuestro vecino, hijo o mozo de vecino, que abuse la tal roza o rozas al año primero que la abriera, puedan cortar e corten todos los árboles que en dicha roza viesen ser necesario de cortarse para abrir­ la y desmontar, y poderla abrir sin pena alguna. Hemos transcrito algo de estos capítulos para dar una ¡dea de lo que eran nuestras antiguas Ordenanzas; y en la imposibilidad de copiarlas íntegras, por ser muy exten­ sas y prolijas, pondremos a continuación el índice de to­ dos sus capítulos.

TABLA DE LOS CAPITULOS DE LAS ORDENANZAS DE LA VILLA Y TIERRA CONFIRMADAS POR S. M. EN 1560 Capítulo 1° Que trata sobre el encercenado, curtido y descasco. Cap. 2.° Sobre las carretas y en qué tiempo se han de cortar y pedir licencia para ello. Cap. 3.° De la madera para molinos, batanes y taho­ nas. Cap. 4.° Sobre la madera de arados y lleva de leña que de ello sobra de monte. Cap. 5.° Sobre la madera para estrados, corrales y zahúrdas. Cap. 6.° Madera para leña de pies y ramo verde, en qué tiempo se han de cortar sin pena. Cap. 7.° Del barbecho y camadas. Cap. 8.° Que trata del barbecho y fuego de ello. Cap. 9 ° Sobre abrir rozas y abrir fuegos en montes bravios. Cap. 10. Del remonear a cabras y ovejas. Cap. 11. De la yesca, cardillo, eslabón y fuego. 207


Cap. 12. Del ramonear el ganado vacuno y desacoto del ramón, pena de él y pesquisa sólo contra el ganado cabañil. Cap. 13. Sobre la madera para casas y edificios nue­ vos y la que se queda en el monte. Cap. 14. De los que venden corchos o paneras. Cap. 15. De las mercedes que da la justicia. Cap. 16. Del tapio de las heredades. Cap 17 Del carbón, fuegos, juramento y fianza Cap. 18. Sobre la teja, ladrillo, vasilla y licencia del fuego. Cap. 19. Del fuego en los lavaderos y barbechos Cap. 20. Del modo de poner guardas. Cap. 21. Del orden que han de tener los Concejos y arrendadores sobre los guardas. Cap. 22. Sobre que los guardas anden todo el año. Cap. 23. De cómo han de penar los arrendadores el verde. Cap. 24 De lo que se ha de hacer cuando la venta está a cargo de los Consejos. Cap. 25. Contra los que son de fuera de la jurisdic­ ción y los quintos y pena de caza contra ellos. Cap. 26. Contra los que traen encubiertas de gana­ dos de otro término y cuantas cabezas se permiten de escusa a los criados forasteros que sirven en el partido. Cap. 27. Que se pueda tantear por cualquiera vecino la vasija que se vende para fuera del partido. Cap. 28. Dónde y en qué tiempo se puede enriar ri­ ño, lavar lana y pescar sin pena. Cap. 29. Que las colmenas no estén junto a las viñas. Cap. 30. De los que varean a ganados o sin ellos, y cogedores de bellotas, su quinto: y la pena de cada cabeza, y sobre la vara emplamada y zurriaga. Cap. 31. Sobre el hacer los quintos y varear de no­ che. Cap. 32. Qué ha de hacer el vareador cuando se le entra el ganado en el vareadero, y de la bellota comprada o cogida en otro término y visita de justicia. 208


Cap. 33. Cogedores de bellota a mano no suben so­ bre cosa alta para hacerlo y hasta qué tiempo han de coger. Cap. 34. Coger y varear en día de fiesta. Cap. 35. Varear a ganado vacuno. Cap. 36. Contra los arrendadores, guardas y regido­ res que dan lugar a que se talen los montes. Cap. 37. Granillos que se pueden coger. Cap. 38. De la edad que han de tener para no poder ser penados. Cap. 39. Contra los que dan voces y avisan. Cap. 40. De los vecinos que se van a vivir fuera del partido y vuelven a él. Cap. 41. Que los arrendadores y guardas penen bien, y si no qué pena tienen. Cap. 42. Que los regidores y alcaldes no sean guar­ das ni arrendadores. Cap. 43. Que los arrendadores si quisieren beneficiar la renta por sí lo puedan hacer y cómo. Cap. 44. En qué tiempo se han de pedir las penas Cap. 45. Cuándo y cómo se ha de hacer la pesquisa sobre la renta del verde. Cap. 46. No se haga pesquisa sobre el ganado de labor. Cap. 47. Que los alcaldes y escribanos no lleven cohechos ni comidas de los arrendadores cuando vayan a pesquisa. Cap. 48. Que la justicia visite los términos y montes. Cap. 49. Cuando acaso va el alcalde o el regidor solo por el monte, qué ha de hacer. Cap. 50. Que los padres paguen por los hijos las pe­ nas, y los amos por los criados. Cap. 51. Sobre el orden de proceder en los pleitos en lo tocante a estas Ordenanzas. Cap. 52. De la pena que tienen los alcaldes y regido­ res y demás dependientes de villa y tierra, como los guar­ das, su familia y huéspedes. Cap. 53. De los reparos de carretas. 209 14


Cap. 54. De los que compran carretas fuera del tér­ mino. Cap. 55. Que los escribanos no se concierten con los arrendadores para sus derechos. Cap. 56. De la facultad que se da a la justicia y regi­ dores para penar. Cap. 57 Qué se puedan hacer en las eras ramadas y abrevaderos. Cap. 58. Hasta qué tiempo se pueden meter cerdos en nuestro término. Cap. 59. Cómo y en qué se ha de desacotar la be­ llota. Cap. 60. Cómo los carniceros han de meter su gana­ do de cerda que compran fuera para sus carnicerías. Cap. 61. De los que varean unos para otros. Por el capítulo 2.° de las Cortes que se comenzaron en el año 1515 y se publicaron en agosto de 1619, se man­ da que el denunciado por penas de Ordenanzas deposi­ tando o dando fianzas depositarías, no esté preso si apela por la condenación. En el año de 1664 se dio Real Provisión para que la Junta general de villa y tierra pudiese variar algunos ca­ pítulos de las anteriores Ordenanzas; y al efecto, la Jun­ ta reformó el año 1727 diecinueve capítulos, que fueron re­ conocidos el año 1731, de cuya reforma apelaron el gober­ nador de Montánchez que entonces era el Licenciado don Diego Alfonso de Zárate; mas en el 1733 se obtuvo la re­ gia aprobación con la enmienda de los capítulos 9.°, 30 y 58. En el año 1788 el Licenciado don Manuel Antonio Ruiz de Castañeda, abogado de los Reales Consejos y del Ilustre Colegio de los de la Corte, gobernador de esta re­ cordada villa de Montánchez y su partido, primero de sus gobernadores por tiempo de sexenio, hizo Ordenanzas de treinta y siete capítulos en materia de viñas y olivares, en calidad de interinas; fueron admitidas por la mayor par­ te de vocales del Sexmo; mas reunidos los descontentos 210


en el lugar de la Torre de Santa María, formularon en con­ tra treinta y siete objeciones para que se tuvieran en cuenta; por lo cual a instancia de don Juan Antonio Zambrano, abogado de los Reales Consejos, como procurador general Sexmero, se formaron nuevas Ordenanzas por don Pedro de Cáceres Cordovés, Simón Ofea, don Gabriel Re­ tamal de Solís, Gonzalo Carrasco, Pedro Gómez Galán y don Antonio Bote, en virtud de Real Provisión del Consejo de las Ordenes y nombramiento de dicho partido; siendo alcalde mayor, don Eugenio Miguel Fernández Maldonado, en el año de 1796. Dice así: Capítulo 1.° Por el conocido beneficio y ventajas que la experiencia en todo tiempo ha dado a entender a los naturales de este partido en la venta de vinos vendibles del cultivo del viñedo se previene y encarga a los vecinos de todos los pueblos que lo componen, procuren labrar bien, y conservar las viñas que actualmente tienen pobla­ das de vides, en los parajes titulados Castellana, Rodrigo, Torre, Cerrolucio, Rubial, como así mismo las que los na­ turales de esta villa de Montánchez tienen en su sierra. Cap. 2.° Como la desidia y flojedad en algunos due­ ños de las viñas y en otros el atalo, haya sido causa de que muchos las hayan descepado, descepen y reducido a tierras de labor, causando fealdad a los sitios con la des­ unión del viñedo y gravísimos perjuicios con las entradas de los ganados ya al aprovechamiento de pastos y ya a laborear la tierra, con las vides, sarmientos y usurpación de sus frutos: Ordenamos y mandamos que nadie pueda descepar ni atalar sus viñas, y que si alguno lo hiciere en todo, o en parte, le pueda denunciar cualquiera del pue­ blo en la jurisdicción donde esté la viña, bajo la pena de un real por cada parra, aplicada por terceras partes, al juez, Concejo y denunciador. Cap. 3.° En atención de que muchas viñas por el des­ amparo de sus dueños en darlas sus correspondientes la­ bores, estarán descepadas y destruidas en términos que no serán ya más que unos eriales: Ordenamos y manda­ mos que si una viña se hallase descepada y perdida, se 211


le compela al dueño de ella, la ponga dentro del término de cuatro años, después que estas Ordenanzas sean con­ firmadas y notificadas al partido, bajo la pena de que no lo haciendo en todo o en parte, sin intermisión, la justicia de la jurisdicción donde estuviese pueda mandar tasar el terreno en el caso de que alguno lo pidiese para hacer otro plantío. Cap. 4 ° Porque puede suceder que algunos dueños de las viñas de citados pagos, persuadidos de que en los referidos cuatro años no se les puede prohibir de sus desamparadas viñas; destinan éstas a otros diferentes fru ­ tos y labores del viñedo, presumiendo que éstos le pueden ser más beneficiosos: Ordenamos y mandamos que si c i­ tados dueños en algunos de estos cuatro años las sem­ brasen o destinase a diferentes fructificaciones, por el mero hecho, la justicia de la jurisdicción de ellas, pueda darlas al que las pidiere. Cap. 5.° Atento a lo útil que es el plantío de olivo y la buena unión que hacen por naturaleza con las vides para su cría, se previene y encarga a los dueños de las viñas que observando las distancias proporcionadas, procuren poner en ellas plantones o estacas de olivo de buena ca­ lidad, para que estos prevalezcan. Cap. 6 ° Considerando la suma precisión y necesi­ dad de guardar las uvas y que éstas para el día del Señor Santiago están, por lo común, maduras en términos que se pueden comer, y por consiguiente expuestas a usurpa­ ciones: Ordenamos y mandamos que las justicias de los pueblos donde están situados los pagos tendrán precisión de poner guarda o guardas que contemplen necesarios para custoria de ellas. Cap. 7 ° Porque muchas personas con acheque de ser dueños de las viñas pasan a ellas con cestas o vanastas a coger las uvas a título de comerlas, colgarlas o ven­ derlas, para obviar el engaño y usurpación que de esto puede resultar: Ordenamos y mandamos que ninguna per­ sona, de cualquier estado y condición que sea, pueda ir por uvas a los referidos pagos de viñas, aunque éstas 212


sean suyas, sin que lleve papeleta de la justicia de la ju­ risdicción donde se hallase. Cap. 8.° Así mismo porque muchos dueños de las vi­ ñas, ostigados de sus necesidades, suelen coger de ellas algunas uvas para llevarlas a vender y socorrerlas, y que otros que no lo son suelen hacer lo propio; a propósito de precaver ciertos hurtos: Ordenamos y mandamos que desde aquí adelante tengan precisión de sacar otra nueva papeleta, que presentarán a la justicia del pueblo donde vayan a venderlas. Cap. 9.° Como los dueños de las viñas prevalidos de ser suyas suelen llevar a ellas sus reses o caballerías a pastar o dormir, o mandarlas con sus hijos o criados y otros que nada tienen en ellas ejecutan lo mismo: Or­ denamos y mandamos que ninguno pueda en el tiempo de cava, ni en otra alguna estación del año, llevar, ni man­ dar a dorm ir o pastar reses ni caballerías a sus propias viñas o ajenas. Cap. 10. Suele suceder muchas veces que algunos dueños de las viñas sin atender a su propio interés, se anticipan a vendimiarlas antes del día que se señala, y como de ello resulten gravísimos perjuicios a los demás circunvecinos, mandamos que nadie pueda vendim iar viña suya, hasta el día que señale la Junta general del partido, pena de dos ducados, vasijas y uvas perdidas y si fuese de noche serán dobladas las penas. Cap. 11. Atendido a que los dueños o pastores del ganado de cerda suelen dejarlo andar a su libre albe­ drío, y que de este abandono y descuido resulta que dicho ganado se entra en las viñas y en ellas causa muchos da­ ños y perjuicios en las uvas, vides y terreno: Ordenamos y mandamos que si citado ganado fuere aprehendido en las viñas de citados pagos, incurran en la pena de un real por cada cabeza. Cap. 12. Por cuanto a motivo de aprovechar la pám­ pana y demás yerbajes de las viñas acostumbran los due­ ños o pastores entrar sus ganados lanares a aprovecha­ miento de ellos con igual perjuicio del viñedo y >«sTJU e^.


ños, con igual perjuicio que el ganado de cerda citado en el anterior capítulo: Ordenamos y mandamos que si al­ gún ganado lanar o cabrío fuese cogido en ellas, tenga la pena de diez maravedises cada cabeza. Cap. 13. En atención a que la estación de los tiem ­ pos manifiesta el estado de los frutos para su vendimia: Ordenamos y mandamos que para que dicha vendimia se haga cuando esté maduro el fruto, se acuerde en la Junta general que celebra el partido en esta capital, el día de San Martín, 11 de noviembre, los días en que se ha de ejecutar. Cap. 14. Como de la cercanía de los ganaderos en las viñas se advierta que éstos podrán entrarse en ellas con más facilidad al menor descuido de los pastores que estos tienen mejor proporción para coger las uvas a me­ nos riesgos; que los perros con precisión se entrarán a comerlas; y que estos daños y perjuicios son difíciles de remediar; a intento de eviarlos en el modo posible señalamos la extensión de 80 pasos de ejido a las viñas de citados paaos. Cap. 15. Por cuanto suelen los dueños de los anima­ les dañadores reclamar después de valoreados los daños en tiempo oportuno, que se revean estos más adelante con su maquinosa intención de que los amos de los predios dañados desamparen la persecución de sus justos recla­ mados perjuicios, o que tal vez el beneficio que a éstos les presta el tiempo, les liberte de pagar el valor que le han puesto los peritos a los daños, para ocurrir a la cau­ tela y malicia que envuelve en sí este remedio en detri­ mento de la exacta adm inistración de justicia, perjuicio del dueño damnificado y beneficio del danmificador: Orde­ namos y mandamos que en ningún tiempo puedan los dueños de los animales dañadores solicitar el recurso de la revista. Cap. 16. Sin embargo, de que se halla a cargo de los guardas nombrados la custodia de las viñas y sus frutos: Ordenamos y mandamos que puedan los dueños de ellas si encontrasen algunos ganados dentro, denunciarlos y 214


pedir la pena ante el juez competente donde estuviese la viña. Cap. 17. Como la caza de conejo suele servir a algu­ nos sujetos de pretexto para entrar en las viñas a usurpar las uvas que están próximas a madurar o ya maduras y comer de ellas, con lo que concurren al daño que de suyo suelen hacer los perros que llevan a dicha caza para evi­ tar los apuntados inconvenientes: Ordenamos y manda­ mos se prohiba la entrada en dichas viñas, aunque sea con el mencionado título, desde el 15 de marzo de cada año hasta el 15 de octubre, bajo la pena de 8 reales por sólo la entrada además de pagar el daño que hicieren. Cap. 18. Mediante la gran afición natural que se nota comunmente de los perros a las uvas, para precaver en parte los daños que éstos suelen hacer en las viñas: Ordenamos y mandamos tengan sus dueños cuidado y obligación precisa de traerlos continuamente, desde 1 de julio, hasta el 1 de octubre, con garabato de cuelga al pescuezo, o cencerrilla que suene. Cap. 19. Debiendo por sus oficios ser el vivo ejem­ plo y modelo para los demás, los oficiales de república en el caso no expresado de que algunos de los alcaldes, re­ gidores, diputados o síndicos de los pueblos de ese par­ tido, contraviniese a cualquiera de los relacionados capí­ tulos: Ordenamos y mandamos que se les exija doble pena que la señalada para los demás; e igualmente la su­ frirán doble los guardas en la contravención que tuvieren Cap. 20. Sucediendo que muchas veces los dueños de los ganados dañadores hacen formal oposición a las denuncias que contra ellos ponen los guardas o dueños de las viñas y predios dañados para disputarla en un jui­ cio dilatado con el malicioso fin de dilatar el que mere­ cen o que tal vez se entibien los denunciantes en la pro­ secución de sus justas denuncias, y que de consiguiente se eximan del pago de daños y penas, por tanto: Ordena­ mos y mandamos que para evitar estos inconvenientes, y que no se originen pleitos que vengan a importar más las costas que el principio, se sustancie en juicio verbal la de­ 215


nuncia cuya pena no llegue a 200 reales, oyendo al de­ nunciante con la satisfacción de un testigo. Cap. 21. Por cuanto entre las viñas hay varios sexmos o caminos para entrar o salir de ellas a pie, en caballerías o con carros a sacar las uvas y hacer las demás labores que son propias, sucediendo muchas veces que otros ca­ minos o sexmos se hallan obscurecidos o aminorados con el monte o brozas que han criado, o por haberle usurpado algún pedazo de terreno los dueños de las viñas inme­ diatas: Ordenamos y mandamos que los referidos dueños, tengan obligación de lim piarlo a su costa, ensancharlos hasta que tengan el hueco que puedan pasar dos carros a un mismo tiempo, bajo la pena de que la justicia lo pueda lim piar o ensanchar a costa de ellos, con más de dos ducados. El año 1834 se promulgaron nuevas Ordenanzas de montes por la Dirección general, acompañadas de una Real Orden y una Instrucción Provisional; más el partido de Montánchez expuso a la Dirección que no debían so­ meterse a las nuevas Ordenanzas, por estar nuestros mon­ tes exceptuados a causa de la Escritura de Regia transac­ ción.

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CAPITULO OCTAVO Enajenación de tierras y oficios Hecha representación ante S. M. don Felipe II, como adm inistrador perpetuo de las Ordenes Militares, de que en los partidos de Badajoz, Mérida y Montánchez había muchas tierras públicas concejiles y realengadas, rotura­ das y labradas desde el 1542, y que de nuevo se iban rompiendo y usurpando otras, y que sobre su aprovecha­ miento sucedían muchas diferencias, pleitos y cuestiones ruidosas; todo lo cual cesaría vendiéndose por S. M en propiedad a los Concejos y personas particulares que las labrasen como propias, con más cuidado del bien públi­ co; y que asimismo a los particulares resultaría gran be­ neficio y utilidad; pues en aquella comarca había mucha falta de tierra para labor y tenía abundancia de terrenos baldíos; por lo que atendiendo S. M. que era conveniente vender algunas tierras y adjudicarlas en propiedad para ayuda de las necesidades tan notorias que entonces ha­ bía, por la Real Cédula despachada en San Lorenzo, a 2 de junio de 1589 confirió poder a don Antonio de Quirós y le cometió el encargo de vender algunas tierras en el partido de Montánchez por habérsele representado en dichos lugares había más de 30.000 fanegas de tierra bal­ día y de la calidad de las que se mandaban vender por concesión de Gregorio XIII en sus letras de 6 de abril de 1574. Por lo que en mi concepto fueron válidas las ena217


jenaciones y verdaderas ventas las otorgadas por escritu­ ras en este partido, a pesar de haberse hecho sin consul­ tar a la Orden y de la cláusula testamentaria de Felipe II que manda se procure forma de volver dichas tierras a las Ordenes; pues en la Bula de Clemente VIII, revocatoria de la concesión hecha a Felipe II en 1593, de obligar a la restitución de los bienes incorporados a la Real Corona, o a la equivalente recompensa de lo enajenado con título de permuta, concediendo sólo que permaneciesen firmes las enajenaciones hechas por venta, respecto de haberse practicado con autoridad apostólica y buena fe pública, en cuyo caso se hallaban las enajenaciones de Montánchez. En efecto; una vez que se presentó en esta villa An­ tonio de Quirós, comisionado para las ventas por S. M., se juntó el Concejo y por acuerdo del gobernador y los regidores perpetuos se compraron 3.061 fanegas de a 9.720 varas del marco de Mérida, de los egidos y baldíos cuyas tierras se habían roturado y plantado de viñas, en la cantidad de 729.528 maravedises, pagaderos en cuatro años: en su escritura otorgada en Montánchez el 1589, se comprenden en la venta casi todos los ejidos, la hoja de la Quebrada y baldíos de las Navas y Quebradas. La villa de Arroyomolinos ofreció quedarse con todas las tierras roturadas y viñas de sus vecinos, con la mitad de una dehesa que tenía por indivisa con Montánchez, pa­ gando la tasación hecha de 10 reales por fanega y 15 por la de viñas; comprando al efecto 3.304 fanegas por 449.340 maravedises, pagados 50.000 en el primer año y 99.836 en cada uno de los cuatro años siguientes. La dehesa de Valverdejo, propia de la Corona y Mesa Maestral se vendió con aprobación Real y Pontificia en el 1755 a don Gaspar de Molina y Zaldívar, marqués de üreña y conde de Jarandina, regidor perpetuo de Mérida con voto en Cortes, en la cantidad de 204.202 reales y 32 maravedises, teniendo los aprovechamientos de invernade­ ro, agostadero y fruto de bellotas. 218


Anteriormente había comprado el aprovechamiento de yerbas de la dehesilla de esta jurisdicción el marqués de Castel Moncayo. Del mismo modo por esta época y posteriormente se enajenaron varios oficios propios de la Orden y de la Co­ rona. Por concesión de Pío V, se vendieron a algunos pueblos y se devolvieron a otros sus jurisdicciones como las tenían antes; así sucedió a Montánchez, que adquirió su primera instancia en 11 de septiembre de 1567, siendo su primer Justicia Mayor don Francisco de Fonseca, que a la vez era alcalde mayor, Gobernador de villa y tierra y capitán a guerra del partido. Se nombraron también en 1567 ocho regidores per­ petuos de villa y cuyos nombres figuran en la escritura de compra de 1589; por Real Provisión no podían ser per­ petuos los regidores de villa y tierra, ni ser impedidos en sus oficios estos últimos por los primeros, como consta por la ejecutoria obtenida en 1570 en virtud del pleito que los lugares del partido entablaron contra dichos regidores. Además de estos oficios se enajenaron en tiempos pos­ teriores los del Fiel Almotacén en favor del Ayuntamiento, los de contador de visitas y residencias, de alguacil ma­ yor, guarda mayor de Montes, escribano de Rentas Reales y cuatro oficios de procuradores (1 ). Fue propietario de la Escribanía del Ayuntamiento don Diego Flores como cons­ ta por la Real Provisión de 1615, cuyo título lo adquirió por 84.375 maravedises. El de alguacil mayor fue concedido en el año 1630 por el rey Felipe III a don Antonio de Vera y Zúñiga, conde de la Roca, caballero de Santiago, del Con­ sejo y Contaduría General de Hacienda, por los servicios prestados en la guerra de Italia, con la facultad de nom­ brar teniente y la mitad de alguaciles, de entrar en el Ayuntamiento armado de capa, espada y daga, de prece­ der a todos los regidores y alférez mayor, y de llevar vara alta. En el año de 1701 don Fernando Ladrón de Gue­ vara obtuvo el título de alguacil mayor, como sucesor de número del conde de la Roca; después el gobernador de esta villa, don Alonso Ramírez de Arellano se negó a re­ 219


conocer el nombramiento de teniente de alguacil mayor hecho por la condesa de la Roca; cuyo oficio no se ejerció en el siglo XVIII por adeudar dicho título varias cantidades a la Real Hacienda, hasta que en el 1802 se mandó reco­ nocer por tal a don Juan Ledo, quien fue recibido en el Ayuntamiento por el justicia mayor, haciéndole sentar des­ pués de los regidores y antes de los dos diputados de Abastos y procurador síndico. El título de guarda mayor de Montes con facultad de llevar las penas de denuncias, fue expedido en Zaragoza a 16 de septiembre de 1644 a favor del duque de Abrantes y marqués de Valdefuente, general de las Galeras del Reino de Portugal, quien lo obtuvo en la cantidad de 12.000 reales de plata; tomó posesión personal, entrando con espada y daga en las Salas Capitulares. En el mismo año fue tanteado dicho oficio por el partido. El título de contador y juez de Visitas, Residencias y Comisiones de cuentas de propios, pósitos y arbitrios fue comprado en el 1660 por don Juan de Torre Sanabria, ve­ cino de Montánchez, por 600 ducados; mas en 1672 fue tanteado por el partido y se expidió título perpetuo a fa­ vor del alcalde mayor de la villa de Montánchez. La Escribanía de Rentas Reales pertenecía en el 1752 a don Alonso Antonio Casado Arias, residente en Madrid, quien compró este oficio a don Miguel Holgado Corbacho por 9.000 reales.

NOTA AL CAPITULO O CTAVO (1) El oficio de fiel ejecutor de la villa de Montánchez, se con­ firió a su favor el 1597.

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CAPITULO NOVENO Obras Pías y benéficas La caridad, fruto que crece lozano y vigoroso, donde quiera que extiende sus ramas el árbol fecundo del cris­ tianismo, ha ejercido su notable influencia y háse mani­ festado de varios modos en esta villa de Montánchez, se­ gún las épocas y los tiempos por que ha pasado. Como prueba pueden mencionarse varias obras pías los pósitos, hospitales y sociedades de socorro. Como más antigua figura la Obra Pía del Bachiller don Juan Rodríguez de Solís (Presbítero), fundada en el año 1595; constaba de varios predios de bienes raíces y mul­ titud de censos cuyas rentas habían de destinarse para dotes de huérfanas pobres; debiendo dar los Patronos de dicha Obra a cada una 30 ducados y 50 a las que fueran parientes; en nuestro archivo se conservan 40 escrituras de censo a favor de esta Obra Pía, que tuvo adm inistrador hasta el 1840, cuyas cuentas figuran aprobadas por el Ayuntamiento. El mismo señor creó una Capellanía para confusión de los herejes que negaban el Santísimo Sacra­ mento, servidera en la iglesia de San Mateo, su último capellán fue don Antonio Lázaro. La Obra Pía de la Soledad, fue fundada en 1610 por don Fernando Alonso de Arroyo, presbítero, natural de esta villa; para este fin envió desde América 50 cajones de buena tinta, añiz de Guatemala, y 17 haces de zarza221


parrilla de la de Honduras al señor don Hernando de Pal­ ma, vecino de Sevilla, para que, vendido y pagadas sus deudas de 48.000 reales, se emplease el resto en construir una capilla de la Soledad al lado de la capilla mayor de San Mateo, o una iglesia separada con altar a San Miguel, San Ildefonso de Toledo y a San Antonio de Padua con todo el servicio correspondiente. El remanente debía im­ ponerse en censos sobre bienes de particulares, propios de pueblos o nacionales, de modo que produjeran 500 du­ cados para las Obras Pías del Pósito de las Cinco Lla­ gas y la de huérfanos y una capellanía; para el Pósito debían destinarse 100 ducados o 100 fanegas de trigo que habían de repartirse entre los pobres de esta villa; la de huérfanos debía dar cuatro dotes de 50 ducados a los pobres que contrajeran matrimonio y 120 si eran pa­ rientes. El capellán debía percibir 80 ducados con la obli­ gación de celebrar tres misas semanales con responsos por los difuntos en general, por su alma y por la conver­ sión de los naturales de India, y doce misas cantadas en diversas solemnidades; su primer capellán fue don Fernan­ do de Arévalo, y el último don Juan Caballero. Tres eran los patronos de esta Obra: el Cabildo o Ayuntamiento, el pariente más cercano y el capellán, todos con sus rentas respectivas, y cada uno tenía una de las tres llaves del arca del Pósito; en el año 1854 conservaba aún 171 pa­ gadores de censo en este pueblo y 38 forasteros. La última obra pía para huérfanos fue creada en 1650 por el doctor don Salvador Gómez de Sanabria, quien fundó además una plaza de acólito en la iglesia de San Mateo con 550 reales anuales, situados en un censo con­ tra un mesón de Madrid (vulgo, Posada de los Huevos). Ninguna de estas obras pías contaba haber para los huérfanos, en el 1823. Además del Pósito de las Cinco Llagas, particular, ha­ bía otro R. Pósito, público, fundado, por lo menos, en el siglo XVI; pues en el 1589 aparecen escrituras de censo, contra el Concejo y Pósito de Montánchez (1 ); del si­ glo XVII hay varios acuerdos sobre el Pósito y Real Pro­ ?22


visión para su reintegración, y en el 1636 hay una Real Orden del rey don Felipe IV para que el Concejo no apure a los labradores de Montánchez al pago del Pósito a cau­ sa de la mala cosecha, y por haber dos batallones aloja­ dos en el partido. Se extinguió este Pósito en la guerra de la independencia con motivo de los suministros a los ejércitos: por lo cual tiene un crédito contra el Estado de 12.487 pesetas: desde el 1828 al 1834 hubo sombra de Pósito, sin que hayan podido resucitarlo las órdenes de la Dirección General de Adm inistración de 1867 y 1879. El edificio del Pósito estaba en la plaza, lindando con casa de los Torres, y se vendió en 1823 para armar la M ilicia Nacional; ya en el siglo XVIII se reconstruyó para Pósito la actual cárcel-palacio abandonado de los condes de la Roca, por no ejercer entonces el título de alguacil mayor También hubo dos hospitales y una casa-cuna; uno para los transeúntes, situado en una de las dos casas que se vendieron el 1845 para construir la ermita del Pilar; el otro, fundado de muy antiguo por particulares de esta vi­ lla, estaba situado en el barrio de la Iglesia (2 ); se soste­ nía de los muchos censos que tenía a su favor; en el 1853 había dieciocho deudores de censos del hospital, con un rédito anual de 776 reales y 7.688 de capital; en el mismo año se formó expediente para hacer efectivos los réditos de 3.891 reales del censo de la casa de José Téllez a favor del Hospital de la Caridad, subastándose en 10 000 reales. La casa-cuna se estableció en esta población por ex­ pediente formado en el 1856; y en el 1817 aparecen libran­ zas de 1.578 reales del Hospicio de Badajoz a favor de los expósitos de Montánchez. En el 1885, se estableció una sociedad de socorros mu­ tuos denominada La Caridad, con reglamento impreso qüe obra en el archivo. Fundación Pía de Cultura.— Don Rosendo Galán Fer­ nández, muerto en 1921 instituye en su testamento una 223


fundación benéfico-docente en favor de los pobres del pueblo. La fundación consiste en un colegio de primera y se­ gunda enseñanza y se encargaron de esta función los PP. del Corazón de María desde el 29 de septiembre de 1925 hasta noviembre de 1937; después, y tras diversas vicisi­ tudes, ha seguido funcionando hasta el día de hoy; la Es­ cuela de Patronato ha quedado convertida en Escuela Pa­ rroquial y el Colegio de Segunda Enseñanza en Colegio Libre Adoptado que tienen sus clases en el edificio que fue morada del fundador. Fundación del Colegio del Santo Angel.— A petición del Excmo. Sr. don Antonio Senso Lázaro, obispo de Astorga y gracias a su diligencia, secundada por otros se­ ñores de esta villa, se fundó el Colegio de Montánchez, en el año 1897. La Rvda. Madre Superiora entonces de Ba­ dajoz, se encargó de llevar a cabo los trámites oportunos y el día 5 de octubre de dicho año llegaron a nuestro pue­ blo las primeras religiosas con la Rvda. Madre San Dioni­ sio, nombrada superiora de la nueva fundación. El pueblo las recibió con muestras de visible alegría y el día 15, festividad de Santa Teresa de Jesús, se celebró con toda solemnidad la inauguración del Colegio, cuyas clases de primera enseñanza graduada, comenzaron al día siguien­ te, 16 de octubre. En dicho colegio se han educado, con el beneplácito de todas las clases sociales, una buena parte de las jóvenes de Montánchez, que con todo el pue­ blo han sabido responder a los desvelos y abnegación de las religiosas del Santo Angel.

224


Salida

de

la

procesión

de

la Virgen del Castillo hacia Parroquial, fotografía del año

su Santuario 1918

desde

la

IglQéia


Lรกpida sepulcral romana y ara votiva romana

Bodega curadera de los famosos jamones de Montรกnchez, los m ejores del mundo


Elem ento central de un altar hispano-visigodo del siglo Vil


1 Vista

parcial

de

Montรกnchez

\ y su

castillo,

desde

la

entrada

de

la villa.


Vista parcial de la Colonia Infantil «León y Leal» y Escuela-Hogar de la Caja de Ahorros, en Montánchez.

Coronación canónica de la Virgen del Castillo el 10 de septiem bre de 1950.


M onseñor D. Tirso Lozano Rubio, Lectoral de la S. I. C. de Badajoz, ilustre hijo de M ontánchez y autor de esta historia.


NOTAS AL CAPITULO NOVENO (1) A esto debe aludir la Real Provisión del 1551 dirigida al juez de Residencia de la provincia de León y lugarteniente de M érida, para que cuando se condene a los vecinos de M ontánchez y su tie ­ rra a penas pecuniarias aplicadas a obras pías y públicas, se gasten en dicho partido y no en otro. (2) Hasta el 1823 que se trasladó al sitio del Campanario por perm uta del local.

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15


CAPITULO DECIMO La heráldica o escudos de Montánchez Cuando un hijo de noble e hidalga familia ya caida de su antiguo rango, contempla los blasones de sus antepa­ sados; cuando fija su vista en los escudos de armas que coronan la fachada del castillo, de sus casas, ennegreci­ dos ya en aquellos muros destruidos por la mano del tiem­ po, testigos de una grandeza ya olvidada, aquellas alme­ nas y torreones que parecen conservarse sólo para decir a los siglos ¡lo que fui y lo que soy!... siente palpitar su corazón de noble orgullo, pero al mismo tiempo se difun­ de en su pecho un desconsuelo sin igual, al palpar la im­ posibilidad de volver a ser lo que fue. Así sucede a multitud de hijos de Montánchez que os­ tentan en las fachadas de sus casas los escudos de ar­ mas de sus antepasados y en sus cofres las ejecutorias de los títulos de nobleza con que fueran condecorados sus ¡lustres padres; sin que hoy sirva para otra cosa que para recordar a las generaciones venideras, que los pue­ blos que posean tan gloriosos blasones de familia, patrió­ ticos y nacionales, merecieron en otro tiempo bien de la patria, de la nación y de la humanidad, engendrando o acogiendo en su morada a hombres que en momentos apurados y difíciles salvaron la patria, ayudándola con di­ nero, con sus proezas, con sus brazos y con su valor. Eso sucede a Montánchez, donde sobresalen por la nota de 226


hidalguía los Giles, cuya nobleza fue concedida por los Reyes Católicos el año 1477 a Blasco Gil (su escudo es: cuarteado primero y tercero un árbol, un granado; y se­ gundo y cuarto tres fajas) y a Alfonso García por los ser­ vicios prestados a los mismos reyes en el cerco de Trujillo en las luchas que tuvieron que sostener contra las pretensiones de la Beltraneja (1). Los Gómez de Trejo, procedentes de Novierca, en cu­ yo escudo de armas se ven cinco castillos de plata que representan los que en 1238 dio don Jaime I de Aragón a don Juan González de Heredia, y varios corazones, sig­ nificativos del valor, y alrededor las armas, trajes, bande­ ras y medialuna de los moros. Traen origen de un vástago ilustre, don Pedro Fernán­ dez, hijo de Fernán González, hermano de Garci-Fernández, condes de Castilla; cuentan entre sus ascendientes a maestres de Rodas, comendadores, gobernadores, com­ promisarios de Aragón, arzobispos de Zaragoza, emba­ jadores en Roma, príncipes del Sacro Romano Imperio, jus­ ticias de Aragón, a los condes de Fuentes, de Aranda, de Coscojuelos, de Bureta, de Contamina, marqueses de Mo­ ra y de Bórboles, conquistadores de Méjico, coroneles y tenientes coroneles. Los Arévalos, procedentes de Valdefuentes, que se ha­ llan en posesión de su hidalguía desde el siglo XIII al XIV por sus hechos de armas contra los moros, como lo indi­ ca el caballero que se ve en el escudo, con varios árabes a los pies de su caballo; Pedro Alonso Arévalo, en el año 1554, obtuvo un pleito al trasladarse a Montánchez, eje­ cutoria de su hidalguía probada por la posesión inmemo­ rial de sus antepasados. Don Antonio Arévalo Retamar, procurador síndico sexmero, ganó pleito en el año 1706 contra el gobernador y justicia mayor de esta villa sobre que éste no debía percibir la tercera parte de las penas impuestas por los concejales y guardas de montes, sino sólo las que él sentenciase y juzgase con arreglo al ca­ pítulo 20 de las Ordenanzas de este partido; obtuvo pena 227


de excomunión del teniente vicario de Mérida contra aque­ llos testigos que no quisiesen prestar sus declaraciones. Además de estos, ostentan escudos de nobleza los Lozanos, procedentes de la Torre, que poseían el castillo que media entre Torrequemada y Torre-Orgaz, como indi­ can las llaves del escudo que está en la calle de la Sole­ dad; los Mogollones procedentes de Albalá y nobles de Cáceres; los Sánchez Jara, que obtuvieron ejecutoria en pleito del año 1544; los Suárez-Barbón, procedentes del Obispado de Oviedo, con una flo r de lis y seis pájaros por emblema; los García Margallos, que han obtenido recien­ temente, en 1849, el reconocim iento de su hidalguía en virtud de ejecutoria presentada por don Juan García Margallo, coronel del Regimiento de Infantería de Cataluña al Ayuntamiento de esta villa para que se le guardaran las consideraciones de tal hijodalgo; esta nobleza consta en las actas de elección de regidores del año 1567, en los acuerdos del Sexmo del año 1632 y en las listas de re­ emplazamientos de 1689 y 1705; lo tienen asimismo los Bulnes, los Orozcos, los Carbajales y los Pérez Carrascos, de los cuales nada podemos decir. El escudo que se ve en una casa del Llano de Juan Alonso y el de espejuelos que se destacaba en el Llano de los Remedios, pertenecía a los inquisidores que residían en Montánchez para mirar por la pureza de la fe, obser­ vancia de la religión y corrección de costumbres. El Lla­ no de Juan Alonso lleva el nombre de uno de los inquisi­ dores. Don Domingo González Bulnes, fue oficial y notario del Santo Oficio (2).

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NOTAS AL CAPITULO DECIMO (1) Concedíase a los nobles exención de pechos y tributos rea­ les y concejiles; facultad de hacer castillos y poseerlos y figurar en las Juntas municipales. En Montánchez debían ser nobles un regidor de villa y tierra, dentro de villa; un alcalde de hermandad y dos de los tres regidores del Ayuntam iento; costum bre respetada por la Real Provisión del rey Felipe II, dada el 16 de marzo de 1563 sobre el modo de eleg ir los regidores y alcaldes ordinarios'. (2) Los fam iliares del Santo Oficio sostuvieron cuestión en el año 1719 contra el párroco, porque pretendían tener banco en la iglesia de la villa.

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CAPITULO UNDECIMO Don Rodrigo en el castillo de Montánchez Sabido es en la Historia que el reinado de Felipe III fue tiempo de estacionamiento para España, por la desas­ trosa adm inistración del poderoso privado del rey, don Francisco de Sandoval, duque de Lerma, quien alejó de la Corte a todos los consejeros de Felipe II poniendo en su lugar a sus favoritos y válidos. Entre éstos, tuvo principal lugar, don Rodrigo Calde­ rón, hijo de un noble de Castilla, quien de paje del duque llegó a ser su secretario, ministro y consejero, ganando toda su confianza; lo que le valió el título de marqués de Siete Iglesias. La mala adm inistración de don Rodrigo, la venta que de los cargos públicos hacía y la caida del du­ que de Lerma en el año 1618, derribado por la rivalidad e intriga de su propio hijo el duque de Uceda, fue causa de que se le acusara de los grandes crímenes que motivaron su caida; siendo preso en su misma casa por don Fernan­ do Ramírez de Fariña, consejero de Castilla, y confinan­ do sus bienes (como él había hecho con otros muchos); el día 20 de febrero de 1619 fue conducido al fuerte casti­ llo de Montánchez con objeto de alejarle de la Corte, y es­ torbar sus intrigas en el proceso que se siguió contra él; para lo cual fue estrechamente encerrado, bajo guardias y sin comunicación alguna, en una torre-cubo situada en 230


el ángulo S. O. del castillo, que se conserva íntegra hasta el día de hoy, quitadas las puertas. Su conducción, confiada al alcalde de Corte don Fran­ cisco de Irazábal, caballero de la Orden de Santiago, y su estancia en dicho castillo, tal como la refieren los "M iste­ rios del Escorial” , es como sigue: “ El alcalde de Corte, don Francisco de Irazábal, era hombre de tan cortos alcances, que no se separó un mo­ mento de su lado para llevarle al castillo de Montánchez, en Extremadura. Observó con él, si bien todos los mira­ mientos debidos a su arta clase y posición, un rigor extre­ mado. Le quitó una caja de polvos y unos libritos de me­ morias porque era tan crédulo el buen alcalde de Corte, que pensaba que por medio de conjuros y cébalas podría don Rodrigo volarse por el cañón de alguna chimenea, si le dejaba algún libro o usar de los inofensivos polvos que para aseo de sus dientes conservaba don Rodrigo. Cuan­ do se ve a un magistrado de la altura de don Francisco Irazábal con semejantes ideas, no hay por qué extrañar que se haya formado una causa, acusando de hechicero a un ministro; y valiéndose de esta inconcebible acusación como uno de los medios para llevarle al cadalso. Encerrado estrechamente con guardias de vista en el castillo de Montánchez, fue don Rodrigo, permaneciendo allí incomunicado con gran custodia y con más rigor que el que había menester su persona sin hablarle ni escribirle. Allí una noche oyó a un desconocido trovador que al pie de una ventana y al sonido de una bandurria, cantan­ do le dio a entender que uno de los principales delitos que se le atribuían y por el que trataban de perderle sus ene­ migos, era el suponerle cóm plice en la muerte de la reina, verificada doce años antes. Era una noche de lluvia y el fingido trovador cantó en voz fuerte: Despertad, don Rodrigo, si por ventura dormís, que vida que ha muerto un hombre no es justo que duerma así. 231


Abrid esas celosías ya que la puerta no abrís, si no temeís que entre dentro un alma que pena aquí. Y agora que estáis durmiendo cuidad que habéis de morir, no os duela que el cielo llueva y llueva sobre mí... ¡Escuchadme, don Rodrigo! Porque os lo vengo a advertir: a la reina Margarita cuentan que hicisteis morir. Acusado estáis de ello y no es culpa valadí, en vano del Escorial en su tumba yace allí. Que por permisión de Dios los muertos suelen salir, o los duelos de los muertos también los vivos reñir. Hoy de su muerte os acusan, más no hay que fiar así del sol claro por enero y flo r de almendro por abril. Rodrigo a no despertaros es fuerte Dios el sufrir, ¡Arriba!... y abrid los ojos que no es tiempo de dormir: Despertaos, don Rodrigo, que os quieren hacer morir!!! Cesó el canto del fingido trovador y aunque prontamen­ te salió con su gente para apoderarse de él, el alcalde de Corte don Fernando Irazábal, hombre al parecer tan cor­ to de piernas como de entendimiento, no pudo apoderarse de él y se escapó a favor de la lluvia y de la oscuridad de la noche. (Hasta aquí el escritor citado ) 232


Estando preso en el castillo de Montánchez se le con­ cedió, a petición de su procurador, que usara los dos cantarillos de plata en que siempre se ha cocido el agua de zarza que los meses de invierno tomaba don Rodrigo, y que los tuvo en Montánchez, porque si se cuece en barro toma el agua su sabor y maleza. Se le dio licencia para que oyera misa y pudiera con­ fesarse. En los meses que duró su prisión no le visitó nadie más que su criado, su abogado y su confesor. Ocurrió que don Rodrigo murió de una manera ejem­ plar, dando vivísimas muestras de arrepentimiento y de fervor cristiano, culpado de delitos mucho menores de los que se le achacaban, compadecido de cuantos le vieron marchar al cadalso y vieron su firmeza y mansedumbre, su decoro y humildad. Desde el castillo (1) de Montánchez fue llevado a la fortaleza de San Torcaz para continuar el proceso que apresuró el conde duque de Olivares, trasladándole a Ma­ drid, sirviéndole de cárcel su misma casa para oir sus de­ claraciones: fue al fin condenado a muerte y ejecutado en la Plaza Mayor de Madrid el año 1621, muriendo con noble entereza, pronunciando la palabra “ Jesús” .

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NOTA AL CAPITULO UNDECIMO (1) H asta hace poco conservaba una m ujer de la calle de Grana­ dilla el capotillo que dejó don Rodrigo en el cubo.

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CAPITULO DUODECIMO Votos de esta villa Hay ciertos hechos que por si solos serían suficientes para demostrar la religiosidad de un pueblo y las creen­ cias de que han estado animados sus individuos. Así son los varios votos que la villa de Montánchez prometió en los pasados tiempos, y de los cuales ha dado fiel cum­ plimiento, defendiendo los dogmas en ellos simbolizados. Cinco eran los votos de villa: el del Salor, el de la In­ maculada Concepción, el del Castillo, el del Santísimo Sa­ cramento y el de San Gregorio. Si el primero y el tercero manifiestan la devoción cons­ tante que a la Santísima Virgen ha profesado este pueblo, el segundo demuestra que mucho antes de declararse por el inmortal Pío IX el dogma de la Inmaculada, ya era creí­ do y profesado como tal por los habitantes de Montán­ chez, que justamente puede gloriarse de haber hecho en el siglo XVII voto de defender la opinión de que la Virgen fue pura e inmaculada desde el primer instante de su con­ cepción, como se glorían de lo mismo otros pueblos, pro­ vincias y naciones, como se gloria aún Sevilla con la so­ lemne renovación del voto que anualmente se celebra en la Basílica. El voto del Santísimo Sacramento se hizo en el siglo XVI para oponerse en desagravio a las herejías de los lu­ teranos y calvinistas, que se extendían por entonces por 235


las naciones vecinas y que se hubieran introducido en Es­ paña a no haber sido por el Santo Tribunal de la Inquisi­ ción. En el año 1714 se dio Real Provisión para que los curas del partido de Montánchez no llevaran nada por la misa de desagravios, costeando el Ayuntamiento la cera y el predicador. El voto del Salor se hizo en el siglo XVII con motivo de una gran sequía que llegó hasta el mes de marzo sin haber nacido los trigos: el pueblo suplicante acudió en procesión de rogativas a Nuestra Señora del Salor, san­ tuario del obispado de Coria, y cuya imagen, según dice González Dávila en su “ Teatro Eclesiástico” , se apareció a un pastor, y fue sacada por unos clérigos de Cáceres en el año de 1332; y habiendo caido una abundante y bené­ fica lluvia al regresar, prometió acudir anualmente a di­ cho santuario a dar gracias a la Reina Soberana por tan señalado favor. En el día, se cumple en el primer domingo de mayo. El Ayuntamiento de Montánchez celebra la fun­ ción, dando con anticipación aviso al señor cura de Torrequemada, en cuya jurisdicción se halla enclavada la er­ mita. En el año de 1667 la villa y el partido, excepto Botija, Albalá y Arroyomolinos, hicieron voto solemne de guardar la fiesta de San Gregorio, obispo de Ostia, que murió en Pamplona y es el día 9 de mayo, por haber desaparecido por su intercesión una plaga de langostas y pulgón aue apareció al tiempo de la siega; se comprometieron a guar­ dar la fiesta bajo pena de pecado mortal por autorización del Papa y había de celebrarse con misa, procesión y le­ tanía cantada; dieron poder para ir por agua del Santo a Navarra, al lugar de Berrueca del Rey. Juan García Bur­ gos trajo dos botas de agua del Santo pasadas por sus reliquias, que se conservan en dicha iglesia, para repar­ tirlas entre el partido y conjurar con ellas las plagas: im­ portó el viaje 916 reales y trajo también el libro de la vida del Santo. Así consta en los acuerdos del Concejo del si­ glo XVII. 236


CAPITULO DECIMOTERCERO Montánchez en la guerra de Sucesión Habiendo declarado Carlos ii heredero del trono de España a Felipe, duque de Anjou, nieto de Luis XIV, rey de Francia, fue proclamado como rey de las Españas en Madrid y en Fontenebleau, el año 1700; en el mismo año el gobernador de Montánchez, don Alfonso Ramírez de Arellano recibió carta-orden para que se reconociera en el partido al duque de Anjou, y habiéndose celebrado la Junta de villa y tierra, fue reconocido como rey, acordán­ dose defenderle contra las pretensiones de los demás pre­ tendientes a la corona. Así lo hicieron en la guerra de sucesión empeñada entre Felipe V, Austria, Inglaterra, Holanda y Portugal. Cuando en el año 1704 el príncipe de Darmstadt ponía si­ tio a la importante plaza de Gibraltar, Montánchez dio bagaje para 1.200 soldados que pasaban con toda cele­ ridad a los campos de G ibraltar para recobrarla del poder de los ingleses, aunque fueron inútiles todos los esfuer­ zos hechos por mar y por tierra. El año 1705, a pesar del hambre general que hubo, ha­ biendo necesidad de importar los granos de Sicilia, esta comarca sostuvo siete regimientos y seis batallones, aso­ lando todos estos campos e! 1706 el duque de Werbick, forrajeándolos para los caballos; y en los cuatro años si­ guientes hizo no poco este partido en favor de la causa 237


de Felipe contra los aliados, como se ve por la exposición que elevaron los catorce pueblos al mismo rey. Dice así: “ Señor: la villa y partido de Montánchez, en la provin­ cia de Extremadura: Dice, que todo el partido se compo­ ne de catorce lugares las ocho villas y las seis aldeas, y todas de cortas vecindades; pues el número de vecinos de que se compone sólo es de 1.900, incluso eclesiásticos, nobles, viudas, pobres y menores y a causa de hallarse situado en paraje que es tránsito general para todas las plazas y fronteras de Portugal y Andalucía, y para esa Corte, y en el corto circuito de tres leguas, desde que se principiaron las guerras con Portugal ha estado el partido y cada uno de sus lugares en una continuada contribu­ ción y tolerancia de tránsitos, alojamientos, bagajes, soco­ rros y levantamientos de gentes y repartimiento de paja para los ejércitos, y pagándola a dinero, de suerte que han constituido a dichos lugares en lamentable estado de una casi total imposibilidad de poderse mantener, y ser precisa su despoblación, como se va experimentando ya en muchos que les falta la tercera parte de sus vecinos; y sin embargo, de tener actualmente sirviendo en los ejér­ citos más de 400 soldados y haberse sacado del próximo 250 hombres para guarnecer la plaza de Alcántara de los 500 que siempre tiene aprestados para cualquiera urgen­ cia que se ofrezca; en dinero efectivo ha desembolsado para la paga de alojamiento, utensilio de estos últimos años 451.844 reales sin el importe de la paja que es de 40.500 reales en los tres años últimos, sin otra tanta y más porción que en los años antecedentes ha pagado y sin los perjuicios particulares que han experimentado los vecinos en sus sembrados, ganados y en especies comestibles, habiendo mantenido a lo más de los soldados a sus mesas sin que por esto dejara de pagarles diariamente las can­ tidades que han ideado los cabos sin arreglarse a las Or­ denanzas reales, ocasionado todo de la violencia, extorsio nes y amenazas que han hecho, ajando a las justicias y necesitando a los vecinos a vender las ropas de sus ca­ mas, sacándoselas, y aun los mismos vecinos sin que les 238


haya quedado a los más a que volver los ojos ni modo para sustentarse; y las cantidades con toda distinción y pormenor de cada villa y lugar ha desembolsado, son de esta manera: La villa de Montánchez, que su vecindad es de 328 ve­ cinos, de los alojamientos que ha tenido desde el 13 de ju lio del año pasado de 1709, de diferentes compañías de los regimientos del marqués de Grastón, y de Coria, hasta el 15 de abril de este año de 1710, ha entregado en dinero efectivo a los cabos y soldados 46.466 reales. La villa de Torremocha tiene 204 vecinos, ha desem­ bolsado en dinero efectivo 113.276. Del dicho tiempo en que tuvo en alojamiento las cuatro compañías y después dos del dicho regimiento de Grastón con la Plana Mayor, en que obligaba el coronel a que se le diese cada día 80 reales, y el teniente de coronel, 40 reales y otros 45 que obligaba le diesen en el lugar de la Zarza, y así respecti­ vamente a sus criados y demás oficiales y 3 reales a cada soldado. La villa de Alcuéscar tiene 280 vecinos, ha pagado en dinero efectivo a diferentes tropas 51.872. Pagó a las com­ pañías que fueron del Regimiento de Grastón 18.462 rea­ les. Al de Lorenzana, 4.588 reales. Al de Coria, 12.912 rea­ les. A un regimiento de infantería francesa, que con orden del teniente general don Alonso de Escobar se alojó en dicha villa desde el 26 de octubre hasta el 22 de noviem­ bre, 15.000 reales, habiéndoles también dado todo lo que necesitaron de comida para mantenerse. La villa de Arroyomolinos tiene 160 vecinos, y en sólo cuarteles del año pasado de 1709 y de este, hasta el 15 de abril, en que tuvo las compañías de Caylus y Loren­ zana en dinero efectivo ha pagado 27.784 reales. La villa de Almoharín tiene 110 vecinos contribuyentes y ha desembolsado en dinero efectivo 43.083 reales en esta forma: Para las compañías que estuvieron alojadas del Regimiento de Grastón en el referido tiempo 25.131 reales, "-ara las del regimiento de Coria, 17.952 reales, 239


sin otras muchas porciones que ha gastado en tránsitos, como también se justifica. La villa de Salvatierra tiene 114 vecinos, ha pagado 26.538 reales a los mismos regimientos de Grastón y Co­ ria, y sus compañías, que tuvo de cuartel en el mismo tiempo. La villa de Botija tiene 38 vecinos, ha pagado 4 417 reales del alojamiento de la compañía del regimiento de Coria, sin lo que también pagó al regimiento de Grastón que también se justifica por recibos. La villa de Valdefuentes tiene 100 vecinos, ha pagado en dinero efectivo a una compañía del regimiento de Gras­ tón, 3.632 reales que también se justifica. La villa de Albalá tiene 138 vecinos, ha desembolsado 55.135 reales a las compañías de los dichos dos regi­ mientos de Grastón y Coria, los 31.770 reales a las de Grastón y los 23.365 reales a las de Coria, como también consta por recibos. La villa de la Zarza tiene 160 vecinos y ha dado a las compañías de los dichos dos regimientos de Grastón y Coria 16.781 reales los 5.220 reales al de Grastón y los 11.561 al de Coria, que también se justifican. La villa de las Casas de don Antonio tiene 90 vecinos, ha pagado 14.684 reales a los mismos regimientos, los 5.716 al de Grastón y los 8.968 al de Coria, sin otras mu­ chas cantidades que ha consumido en repetidos tránsitos, que también se comprueban. El lugar de Benquerencia tiene 28 vecinos, ha pagado 9.209 reales en esta manera: los 3.722 al regimiento de Grastón y al de Coria, 5.187 reales, y en tránsitos y otras compañías 500 reales sin 855 raciones de pan, que dio al regimiento referido de Grastón que también consta por re­ cibos. La villa de Valdemorales tiene 60 vecinos, y ha dado 8.864 reales, los 3.852 al regimiento de Grastón y los 5.012 al de Coria, que también se justifica. 240


La villa de la Torre de Santa María tiene 55 vecinos, y ha dado 9.194 reales, y los 5.365 al de Grastón y los 3.829, al de Coria, que también lo comprueba con recibos. Habiendo servido al mismo tiempo a V. M. con 446.000 por vía de donativo, que se le repartieron al partido por los años 1709 y este de 1710 y justamente con otros 22.000 reales más que se le repartieron y obligaron a pagar por utensilios el año 1709, habiendo estado albergadas las tropas en él, y la misma cantidad se solicita cobrar este presente año, de que ha resultado haberse im posibilitado los vecinos para pagar los débitos reales y hallarse empe­ ñados en más de 250.000 reales, y también por causa de la gran penuria que padeció el año pasado de 1709 por la carestía de granos, y la plaga de langosta, que destruyó muchos sembrados, no siendo menor la que en este háse experimentado en el partido. Y para que dichos lugares puedan continuar en el real servicio, y no acaben del todo de despoblarse, y no se experimente una total ruina en vasallos tan obedientes; S uplica'”. V. M. se sirva mandar que todas las referidas cantidades que han pagado por alojamientos y reparti­ miento para los tropas que excedan a 22.000 reales que corresponde al partido por el repartimiento de utensilios, según su vecindad y por orden general del reino, se abo­ nen al partido y cada lugar de él respectivamente a lo que ha pagado en cuenta de lo que está debiendo de al­ cabalas, cientos y demás contribuciones reales, y por la que adelante adeudaren tomando la providencia conve­ niente para que por algún tiempo se le exonere de aloja­ miento de tropas, respecto de haber sido tan continuados los que hasta ahora ha tenido: en que recibirá merced” .

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CAPITULO DECIMOCUARTO Servicios varios que en las guerras ha prestado Montánchez Omitiendo los grandes servicios que a los reyes presta­ ron los comendadores de Montánchez con los caballeros de su convento en la conquista de la llamada provincia de León, de Almendralejo, Alanje, Hornachos, Guadalcanal y Medellín, es de notar que además de los sbiv.ic'-is de gen­ tes que dio para la conquista de Navarra por Fernando el Católico contra las pretensiones de Francia; cuando se comenzó la guerra de Granada en el año 1481, los caba­ lleros de Montánchez con su gente fueron de los primeros en tomar parte en ella siguiendo al gran Maestre de San­ tiago Don Alonso de Cárdenas. Se hallaron en la toma de Alhama y Alora, recibieron mucho daño peleando como buenos caballeros en la Sierra de Ajerquia. En la conquis­ ta del Perú sabemos que se distinguieron dos soldados de Montánchez, cuyos nombres ignoramos. Cuando se formaron las milicias en estos reinos, que fue el año de 1598 se formó una compañía en este parti­ do, siendo su capitán don Fernando Gutiérrez de Céspe­ des, natural de la ciudad de Mérida. Más tarde, en la guerra que sostuvimos con Portugal por haberse declarado independiente en tiempo de Fe­ lipe IV, Montánchez socorrió al ejército de Extremadura, destrozado en el año 1644 en la batalla de Montijo, con 242


135.334 maravedises de alcabala y 53 000 de sisa; en el 1648 envió seis camas a Badajoz para los heridos del re­ gimiento de infantería de escoceses del Conde Crafort; en el 1666 envió varias libranzas a la milicia de socorros de Badajoz; en el mismo año por orden del capitán gene­ ral de Extremadura se nombraron dos capitanes para los compañías de socorro de este partido, en lugar de Diego Menacho que mandaba en la de Montánchez, Almoharín, Valdefuentes, Torre de Santa María, Valdemorales, Zarza y Arroyomolinos, se nombró a Alonso Rubio Jaramillo, Al­ férez, y en lugar de Antonio Sarmiento, que mandaba en la de Alcuéscar, Torremocha, Salvatierra, Botija, Albalá, Benquerencia y Casas de Don Antonio, a Alonso Púa No; y mientras duró la guerra tuvo el partido de Montánchez en la frontera cerca de 353 soldados efectivos y 300 de so­ corro, con 200 gastadores, además de los cuarteles ordi­ narios, y tránsitos de caballería; y en el 1676 se perdona­ ron a Montánchez por Real Cédula, las cantidades de 43.146 reales de impuesto por haber dado 135 soldados para la plaza de Alburquerque. En el año 1691 envió Montánchez 100 hombres de so­ corro a Valencia de Alcántara; dos años después mandaba 150 soldados para las costas de Andalucía. En la guerra de la independencia y en la guerra carlista ya hacemos mención en el lugar correspondiente, añadien­ do sólo por conclusión que el 1823 por Orden de la Dipu­ tación provincial se creó una partida de cazadores, ade­ más de las m ilicias nacionales, imponiéndose para el efec­ to un cuarto de real por cada cabeza trashumante; y que en el 1854 se reorganizó la m ilicia nacional de Montán­ chez, contando con una compañía de caballería, otra de cazadores, tres de infantería, con plana mayor y total de 200 soldados.

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CAPITULO DECIMOQUINTO Los franceses en nuestra comarca En la guerra de la Independencia, Extremadura fue su gran campo de batalla, donde se batieron los fran­ ceses mil veces con nuestros ejércitos y los aliados. Los diversos sitios de Badajoz, las batallas de Albuera y Medellín, las tres acciones de Cáceres, de Jerez de los Caballeros y Fregenal, Arroyo de la Luz y la Roca, se­ rían suficientes para comprobarlo. Más aún, nuestra misma comarca tomó parte muy activa en sostener la independencia contra las intrusiones de Bonaparte, y fue teatro de varias acciones, como la de Miajadas y Trujillo, Puerto de Santa Cruz, Carrascal y Arroyomolinos. Ella con los varios mensajes del pueblo y paisa­ naje de las inmediaciones de Trujillo donde había lle­ gado la Junta Central el 1808, hizo pensar a ésta en or­ ganizar el ejército de Extremadura que había obligado a retirarse a Zalamea de resultas de haber sido batido por el mariscal Lefebre, pidiendo que se proclamara ca­ pitán general a don Juan de la Cuesta; y si bien en un principio rehusó Cuesta este mando, al llegar la Junta Central a Mérida, dos diputados de Trujillo y la Junta particular de aquella ciudad instaron nuevamente para que se encargase del mando, la Junta Central, de acuer­ do con la de Badajoz, le obligó a aceptar dicho cargo. 244


Al momento que tomó el mando el general Cuesta, hi­ zo que el mariscal Henestrosa avanzara con una vanguar­ dia de 5.000 hombres hacia Trujillo; sabiendo Henestrosa a su llegada que los franceses estaban ya en Jaraicejo y sus avanzadas en el Carrascal dos leguas de dicha ciu­ dad, los atacó e hizo replegar hacia el Puerto de Miravete. Después del amanecer llegó Cuesta al Carrascal, durmien­ do allí algunas horas, y a las once del 19 de marzo de 1809 entró el ejército en Trujillo. El 20 los franceses, ade­ lantando hacia el Guadiana, se presentaron delante de aquella ciudad en cuyo término, aunque lleno de aspere­ zas no creyó el general español poderse sostener, por lo que después de haber permanecido allí cinco horas y re­ cogido algunas provisiones, dirigió su retirada hacia San­ ta Cruz del Puerto, a donde llegó aquella misma noche, situándose las tropas en disposición de recibir al enemigo. La vanguardia del general Henestrosa, se había que­ dado en las inmediaciones de Trujillo para proteger la re­ tirada del ejército por el desfiladero del Berrocal, que tie­ ne la extensión de una legua en el camino de Santa Cruz hasta el primer puente o molino a donde se retiró Henes­ trosa huyendo de toda la caballería de la vanguardia ene­ miga, que había salido del Carrascal y trataba de atacarla una guerrilla compuesta de cuarenta carabineros del es­ cuadrón de Extremadura, fue alcanzada por el enemigo en el desfiladero y destrozada, pero habiendo hecho alto He­ nestrosa en la llanura que hay en la otra parte del puente, atacó al enemigo rechazándolo y persiguiéndolo hasta Tru­ jillo con pérdida de 80 hombres. El 21 a las seis de la mañana, casi a la vista del ene­ migo, prosiguió su retirada el ejército español hacia el puente de Medellín para atravesar el Guadiana, y luego que los franceses advirtieron este movimiento, destaca­ ron su vanguardia en seguimiento de Henestrosa, que marchando al paso regular antes de llegar a lo alto del Puerto de Santa Cruz, se vio acometido por los tiradores franceses que se habían adelantado al abrigo de su ca­ ballería; mas haciéndole frente con la suya, se sostuvo 245


en esta disposición por todo el día hasta las cuatro de la tarde, en cuya hora, habiendo llegado el ejército a la lla­ nura de Miajadas, hizo alto para descansar y continuar su retirada sobre Medellín, donde después se dio la batalla de su nombre, que tanta gloria dio a los nuestros, a pesar de ser jornada desgraciada para los fastos de nuestra his­ toria.

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CAPITULO DECIMOSEXTO Acción de Arroyomolinos de Montánchez El general francés Soult se mantenía a la sazón en po­ sesión de la Extremadura baja con la guarnición de Bada­ joz y la división del general Girard, que se apoyaba regu­ larmente sobre aquella plaza, pero la marcha del mariscal Marmont a Castilla había dejado el campo libre al general español Castaños para reunir un nuevo ejército bajo la protección de la división inglesa del general Hill. En su vista, dispuso Soult que el general Girard, con 3.000 infantes y 1.000 caballos, marchase inmediatamente sobre Cáceres y, haciendo una batida a sus alrededores, disipase las tropas que hubiese podido reunir el general Castaños. En su consecuencia, Girard salió con su divi­ sión de Mérida y después de haber recorrido con éxito una parte del país situado entre el Guadiana y el Tajo, la columna francesa obligó al general Castaños a refugiarse en Portugal. El conde de Peune Villemur, atacado en Cáceres, se retiró a la vista del enemigo con el mayor orden, soste­ niendo el fuego por espacio de tres horas y logrando po­ nerse al abrigo de la división del general inglés Hill, nues­ tro aliado, que se hallaba en Portalegre. El general inglés resolvió cooperar con los españoles a la destrucción de la columna de Girard, y el 23 de octu247


bre se dirigió a Alburquerque en unión con la vanguardia del 5.° ejército de éstos, al mando del jefe de Estado Ma­ yor general don Pedro Girón, y bajo las órdenes de la bri­ gada de Morillo y Perne. Allí supo que Girard había apa­ recido en Aliseda y se había dirigido sobre Arroyo de la Luz, de cuya villa se apoderaron los españoles el 25 y Gi­ rard se retiró sobre Cáceres. Después de varias marchas y contramarchas, que fue­ ron siempre observadas por Hill, de quien el general fran­ cés no sospechaba la inmediación, se estableció Girard el 27 en Arroyomolinos de Montánchez con el objeto de im­ poner algunas contribuciones. Los franceses, que no creían tan próximo al enemigo, estaban entregados al descanso con la mayor tranquili­ dad, cuando el 28 de octubre de 1811, a las dos de la ma­ ñana, el general Hill comenzó su marcha, que fue favo­ recida por una densa niebla acompañada de lluvia, y a las siete cayó sobre el enemigo en tres columnas. Al amane­ cer de aquel día una brigada de la división de Girard, al mando del general Víctor Hemond, había marchado hacia Medellín, y el resto se hallaba dispuesto para dirigirse a Mérida cuando las descargas de las guerrillas les anuncia­ ron la primera noticia del próximo ataque de la población. Girard, que se hallaba aún en su alojamiento, tuvo que abrirse paso espada en mano para incorporarse con su infantería, reunida en el camino de Mérida. Esta en vano trató de hacer resistencia; la audacia y el número de los aliados, que eran 14.000, y los nuestros 5.000, a las órde­ nes de Girón, le hicieron comprender bien pronto que el único recurso que le quedaba para salvarse era ganar las montañas, lo que ejecutó con la mayor precipitación y en la más completa derrota, no pudiendo desde entonces per­ seguirlos la numerosa caballería aliada por la escabrosi­ dad del terreno, pues huyeron por la Castellana la caba­ llería y por la sierra la infantería en dirección a Trujillo. No bien los ingleses aparecieron en el pueblo de Arroyomo­ linos, cuando sus habitantes salieron a incorporarse con 248


ellos con la mayor alegría, acompañando sus tiros con re­ petidos vivas y guiándoles para la persecución de los fu­ gitivos, que abandonaron su artillería, banderas, armas y bagajes en poder de los ingleses y de los nuestros, con 400 muertos y 1.400 heridos, entre ellos el teniente gene­ ral Brun y el coronel duque de Aremberg, que fue hecho prisionero, sin más pérdidas por parte de los aliados y los nuestros que la de 100 hombres entre muertos y heridos. Para apreciar la importancia de este acontecimiento, debe recordarse que Soult se la dio grande al dar parte de él al Emperador. Aquel mariscal, que siempre fue suma­ mente cauteloso contra las sorpresas, decía frecuentemen­ te: "Una sorpresa es mucho más deshonrosa que una de­ rrota” ; y en muchas ocasiones hizo insertar en las órde­ nes del día que el soldado más valiente puede ser batido, pero que el que se deja sorprender es indigno de ser ofi­ cial. De resultas de esta sorpresa el general Girard cayó en desgracia de Napoleón y fue reemplazado por el gene­ ral Barrois. Seis días permanecieron los aliados y los nuestros ocu­ pados en recorrer el país en todos sentidos para exterm i­ nar a los franceses dispersos, siendo ayudados en esta operación por los mismos paisanos, bien de Arroyomolinos, bien de Montánchez, que escondidos tras de una pa­ red mataban a cuantos franceses podían haber a las ma­ nos; recibiendo de los habitantes las más relevantes prue­ bas de entusiasmo y afecto saliéndoles al encuentro y su­ ministrándoles cuantos víveres tenían a su disposición. Su patriotism o se manifestó en su más alto grado, siendo lo más admirable en esta ocasión que ni uno solo de los es­ pañoles, ni por interés ni por cualquier otra mira, tratase de dar a los franceses el menor aviso acerca del peligro que les amenazaba. En conmemoración de esta batalla fue creada en mayo de 1817 la “ Cruz de Arroyom olinos de Montánchez” , que está formada por una estrella de seis puntas, rematadas 249


por esferitas de oro y bordeadas del mismo metal, con el campo de esmalte blanco. En el centro figura un sol de oro encerrado en un círculo de esmalte morado con la ins­ cripción: "Arroyomolinos, 28 de octubre de 1811” . La cruz pende de una cita blanca con cuatro listas moradas.

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CAPITULO DECIMOSEPTIMO Los franceses en Montánchez Los franceses habían establecido su cuartel general en Mérida y en Trujillo, tenían acantonado gran parte del ejér­ cito mandado por el general francés barón de Joy, gober­ nador del país comprendido entre el Tajo y Guadiana, en varios puntos de este partido, en Torremocha, Valdefuentes, Albalá, Casas de Don Antonio y Sierra de Fuentes. Ya en el 19 de febrero de 1810 se recibió un oficio del general francés por el regente de la real jurisdicción o rd i­ naria de esta villa y su partido, que entonces lo era el se­ ñor Juan de Solís, a fin de que se reconociera y jurara como rey de las Españas a José I Bonaparte, hermano de Napoleón; y como por acuerdo de la Junta gubernativa se pidiese el día 20 salvaguardia para que los diputados pu­ diesen pasar con seguridad al cuartel general y no se faci­ litasen de pronto, lo fueron dilatando, como se había pro­ puesto; con este motivo el barón Joy ofició que el día 9 de marzo entraría en Montánchez con su división de caballe­ ría e infantería. El día antes de llegar el ejército francés se publicó un bando y se hizo saber al vecindario, para evitar todo sa­ queo, el número de raciones con que habían de contribuir y se dieron órdenes para que ninguno saliera del pueblo ni abandonara sus casas, debiendo tener abiertas sus puertas a fin de evitar toda desgracia y atropello; los que 251


pudieron pusieron a seguro sus ganados de la rapacidad francesa. Al día siguiente, a las dos de la tarde, hicieron su en­ trada los franceses en este pueblo en número de 6.000 hombres de caballería y de infantería; recibieron 1.000 reales para 40 fanegas de trigo y centeno, 48 arrobas de vino, 12 gallinas y otras cosas que se enviaron al cuartel general de Mérida. Una hora antes de llegar los franceses se habían recibido los impresos de la Junta Suprema de Badajoz contra el enemigo, mas nada pudieron hacer por el pronto a causa de lo inminente del peligro. Al aproximarse se dio aviso con un repique general de campanas, y preguntando los franceses a un hombre que bajaba la cuesta por qué tocaban, contestó: "Para que se preparen". Por esta razón se dispusieron a entrar espada en mano y dispuestos para el ataque; mas sabido por el pueblo, hizo salir a su encuentro al Clero y al Ayuntamien­ to, y cambiadas algunas palabras y contestaciones políti­ cas entre el general y el regente, entraron pacíficamente. Aquí permanecieron algunos días; al retirarse el ejér­ cito el día 21 de marzo quedó un destacamento acantona­ do en el castillo al mando del comandante Bertane, quien enviaba al ejército francés 200 raciones de la villa y del partido. El 22 de marzo vino una partida de Albalá a por víveres y se le dieron 1.100 reales de pan y 30 arrobas de vino; con el mismo motivo estuvieron también en algunas otras ocasiones. Es de admirar, que mientras los franceses producen estragos considerables en Trujillo, destruyendo su casti­ llo, no menores en Salvatierra, y haciendo otro tanto en Mérida, destruyendo parte del Conventual y cortando su soberbio puente los aliados para impedir el paso del ene­ migo Montánchez no tuviera que sufrir nada de ello, an­ tes por el contrario, supieran aprovecharse de su estan­ cia en el partido y en la comarca los naturales, de tal manera, que sin auxiliarles en lo más mínimo, molestán­ 252


doles de todos los modos que podían y matando a cuan­ tos veían dispersos, sacaron, no obstante, ventajas con­ siderables, haciéndose muchas familias de muy buenos capitales con los ganados que a subido precio les ven­ dían.

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CAPITULO DECIMO OCTAVO Montánchez en la Independencia Apenas había resonado el 2 de mayo en España el grito de la Independencia, halló resonancia también en Montánchez, y el 8 de julio de 1808 la Junta gubernativa formó tres compañías al mando de Don Ramón Carvajal, de don José Flores y de don Juan Rubio de Solís, las componían 2.635 hombres de este partido, quedando 500 a disposición de la Junta, que había jurado defender la patria hasta dar la última gota de sangre. Para el efecto, grandes sacrificios pecuniarios tuvo que imponerse para dar suministros gustosos y voluntarios a nuestras tropas, y forzosos con venta y a créditos a las de Napoleón. En el 1808 envió 60.000 reales a la Junta de gobierno de Trujillo, y para los alistados del partido puso 15.200 reales; en el 1809 sostuvo un batallón que permaneció en este pueblo, como lo acredita un pase del 6 de enero del general Cuesta a un capitán, dos subalter­ nos, cuatro sargentos, cuatro cabos y ochenta soldados para pasar a la villa de Montánchez a incorporarse con su batallón; en el 1810 suministró víveres de todas clases a nuestras tropas, que estuvieron aquí mandadas por don Carlos Odonel y a las divisiones del mariscal de campo don Fernando Butrón, general de caballería del ejército de la izquierda, y de don Pablo Morillo, brigadier de los reales ejércitos, quien cometió en el año 1811 varias exac 254


ciones diarias al coronel don Fernando Sicilia durante su permanencia en las Casas de Don Antonio, con otras va­ rias que remitieron a Alburquerque. El total de suministros que en venta de terrenos faci­ litó este pueblo, asciende a 734.445 reales sólo en los años de 1809 a 1811 distribuidos entre la cuarta división de dragones, artillería quinto cuerpo de ejército francés; sexta división de la armada, húsares, sexta división de la armada de Portugal, armada imperial del Mediodía de Es­ paña, Estado Mayor, séptimo regimiento de línea, cuarta división de caballería, quinto regimiento de cazadores y hospital de sangre. Esto sin contar los suministros particu­ lares que se hicieron a nuestras tropas, como los que se efectuaron en el año 1814 al regimiento de Sevilla que pasó por Alcuéscar y al de húsares de Burgos. El 25 de julio de 1812 juraron los empleados de la Real Hacienda la Constitución en la iglesia parroquial.

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CAPITULO DECIMONOVENO Cabrera en Montánchez El bravo y bizarro general carlista don Ramón Cabrera, natural de Tortosa, conde de Morella, después de figurar como valiente capitán hacía dos años en Aragón, Valen­ cia y Murcia, unióse en mala hora con sus valientes va­ lencianos y aragoneses a la división expedicionaria de navarros mandada por el general don Miguel Gómez, que quería d irig ir sus fuerzas hacia Andalucía acompañado del caudillo Tortosino Más dos generales valientes, decididos en sus deter­ minaciones y enseñados a maniobrar independientemente en sus operaciones militares, no podían avenirse y proce­ der acordes en una larga expedición sin que resultasen las excisiones consiguientes. Así sucedió, en efecto: después de internar en Anda­ lucía y entrar gloriosamente en Córdoba, se dirigen a la Mancha y el día 23 de octubre de 1836 atacaron y toma­ ron a Almadén. A las tres de la madrugada del 25 salieron los expedi­ cionarios de Almadén con dirección a Chillón; el 26 per­ manecieron en Navalvillar de Pela, el 27 en Guadalupe (en este pueblo se hallaba la compañía de tiradores na­ cionales de Montánchez, mandada por el capitán don Ventura Senso), el 30 en Trujillo y el 31 en Cáceres. 256


Este punto era sin duda el que Gómez había escogido de antemano para deshacerse de las importunidades de Cabrera, pues tomando perfectamente sus medidas, orde­ nó la marcha de su columna de modo que parte de sus batallones navarros llevasen la vanguardia, mientras los aragoneses y valencianos formaban la retaguardia a dos leguas de distancia. El general expedicionario buscó un pretexto para que Cabrera, don José Miralles (conocido con el nombre de el Serrador), y otros dos más adictos al primero, acompa­ ñados de algunos jinetes, fuesen en la vanguardia como en clase de avanzada, y dejando a Quílez al frente de los aragoneses, a D. N. Lloréns con los valencianos, les dio orden de no precipitarse en seguir la vanguardia, te­ niendo tiempo de continuar con dos o tres horas de dife­ rencia. Hecho esto y llegado a lugar oportuno del camino, mandó formar, Gómez, su tropa en batalla como si es­ tuviera en frente del enemigo, y revistiéndose de toda su autoridad ordenó a Cabrera, al Serrador, al vicario gene­ ral carlista Cala y Valcárcel y D. N. Amau, y a otros dos o tres ordenanzas de Cabrera, que saliesen al frente y oyesen terminantemente sus órdenes que por medio de un oficio hizo leer a Cabrera. Eran estas que en el mis­ mo momento se separaran de la columna expedicionaria los individuos referidos con una pequeña escolta de ca­ ballería de los del Serrador, y siguiendo el itinerario que les trazaba en el margen y que se decía estaba libre y expedito regresasen a Aragón a continuar en la dirección de sus cohortes, quedando con Gómez los batallones ara­ goneses y valencianos hasta que terminada la expedición, don Carlos (a quien se daría cuenta de lo ocurrido) dis­ pusiera lo que quisiese. Cabrera disimuló mal su rabia y despecho; por primera vez en la vida cedía a la fuerza y disimulaba su encono, pues veía que Gómez estaba prevenido a todo, y aunque hubiera querido excitar a un motín valido de su prestigio y del descontento de aragoneses y valencianos, estaban éstos muy separados e ignorantes de lo que pasaba, y que 257 17


rodeados da las tropas más subordinadas y adictas a Gó­ mez, éstas, a la menor señal de su jefe, obligarían a los desechados de la columna expedicionaria a cum plir las ór­ denes del general, de grado o por la fuerza; por tanto, fi­ jando sus ojos aterradores en los de Gómez (con una in­ definible expresión que le daba a entender que si Gómez era capaz de fusilarlo en aquella ocasión, no lo era menos Cabrera, si en otra se le presentaba oportunidad de una venganza), le dijo que hacía testigo al ejército presente de la injusticia con que se procedía con él, impidiéndole que se llevase a Aragón las fuerzas que de él había sa­ cado; y que si considerara al menos que obligándole a dirigirse a dicho punto con sólo una pequeña escolta de caballería, podía muy bien habérsele dado algunos infan­ tes en que se apoyara caso de verse comprometido con las tropas de la reina. Gómez, por última contestación, le señaló con la mano el camino que debía seguir y le dijo: "Por el itinerario que a usted he entregado, no tiene ne­ cesidad de infantería alguna” . Entonces Cabrera echó a galope en aquella direc­ ción, y el Serrador, Cala y demás comprendidos en la anterior orden, siguieron después de haber ensayado en vano los ruegos para que Gómez les permitiese separar sus equipajes de los de otros que iban a retaguardia; y el general expedicionario, temiendo fuese esto un ardid para presentarse en ella, les replicó: “ Sin hablar una palabra más, sigan ustedes a Cabrera, o los fusilo aquí mismo. Yo cuidaré que reciban ustedes sus equipajes” . En efecto: en el pueblo primero que pernoctó Cabrera (único que siguió el itinerario) recibieron los bagajes de todos y dos pagas con que atender a sus gastos. También se le presentó de incógnito D. N. Llorens, comandante de los valencianos, y tanto por sí como por parte de Quílez, le manifestó cuán­ to había sentido el anterior rompimiento de que sólo tu­ viera noticia cuando se había efectuado, pero que aún podía remediarse, pues si Cabrera se decidía, Quílez y Llo­ rens estaban dispuestos a usar de toda su influencia para sublevar los batallones, y separándolos de la expedición 258


hacer que vinieran a incorporarse con Cabrera, y juntos re­ gresasen a Aragón. Mucho agradeció Cabrera estas mues­ tras de aprecio particular de los suyos, y aunque le hala­ gaba infinito adoptar el plan que le proponían, para ven­ garse de Gómez, sin embargo, triunfó en él, el deseo de que se conservase la disciplina m ilitar y que los de la reina no aprovechasen estas particulares escisiones de sus contrarios para batirlos. Por tanto, aconsejó y ordenó a Llorens todo lo contrario, pues le dijo que la mayor prueba de afección que podían darle era continuar sumi­ sos al general expedicionario, portándose siempre con él como si ningún motivo de queja tuviese: que en cuanto a las que personales mediasen entre Gómez v Cabrera, nada tenían que ver con el servicio de la causa que habían abrazado, y en cuyo obsequio debían cesar cuantas deter minaciones pudieran serle contrarias. Regresó Llorens a los suyos sin que hubiesen notado su falta, y continuando nosotros en seguir a Cabrera se­ parándonos de los hechos de la expedición después del anterior golpe maestro de su jefe, diremos que com pro­ metidos los cinco individuos expulsados con sólo la peque­ ña escolta que llevaban, determinaron, guiados por Ca­ brera, no presentarse en Aragón en tal estado de aisla­ miento, que más parecían prófugos que otra cosa, y en vez de dirigirse por el itinerario que habían recibido se dirigieron desde los "Llanos” de Cáceres, en que tuvo lugar el rompimiento, a Montánchez, por Valdefuentes; al tenerse noticia en Montánchez de su venida, el Ayunta­ miento realista que entonces había, acordó prudentemente hacer dimisión y formar un Ayuntamiento carlista, dando la vara a don Juan Gil; éste con los demás concejales, y el clero fueron a esperarle al Prado; le recibieron muy benévolamente, dirigiéndose a la Casa Ayuntamiento; en el camino logró el alcalde formarle el ánimo de tal modo y ponderarle lo poco que tenía el pueblo y el estado en que se encontraba, de tal forma que sólo se llevó 4.000 reales de los fondos municipales y comida para los ca­ ballos que como hemos visto eran pocos. Traía a su her­ 259


mano enfermo en una camilla para conducirlo en hom­ bros de paisanos, por no contar con gente suficiente para esto. Desde Montánchez se dirigió para la Mancha con el fin de incorporarse con la caballería carlista que en dicha provincia mandaban Jara y Palillos, y después de haber acometido algunas poblaciones de menor cuantía y te­ niendo varias escaramuzas, lograron revistar un total de 900 caballos y 400 jinetes, que pudieron reclutar en el tránsito. La facción de Gómez también se aproximó a Montán­ chez el 9 de febrero de 1837, y se le dieron en metálico 12.905 reales repartidos entre los vecinos. A don Antonio Arévalo robó la facción 138 reales y un mulo, que le fue reintegrado por el Ayuntamiento por mandato especial del 18 de febrero de 1840. Con motivo de las facciones se había establecido el 1836 en el partido una Junta de Seguridad, nombrando comandante m ilitar de este Cantón a don José Flores Ga­ lán y a don Miguel Flores, comandante de la M ilicia Na­ cional, y a don Miguel Sánchez Garrido, capitán de la compañía de caballería de la M ilicia Nacional. Ya en 1833 se constituyó la Junta de Suministros de Guerra, acordan­ do al efecto que se cerrase el portal de la Plaza para los armamentos y municiones. Cuando en el 1837 las faccio­ nes de Rivera, Sánchez y Barbado se aproximaron al par­ tido y penetraron en Miajadas, se celebró una junta del Ayuntamiento y los principales influyentes del pueblo el día 28 de noviembre para deliberar sobre la actitud que debían observar con las facciones; y se acordó por diez votos contra seis, habiendo ocho abstenciones, el tomar la defensiva, utilizando las milicias, y organizando parti­ das de escopeteros, tiradores y compañías de seguridad Al efecto, Montánchez contribuyó con la suma de 26.464 reales para la Junta de armamentos y defensa. Nada hicieron de particular las facciones sino el haber muerto Barbado al Padre Guijo en el camino de Santa Amalia a don Benito por resentimientos personales que el 260


carlista conservaba contra el diputado liberal a causa de la conducta que había observado el año 23 en el motín de Cáceres. En el mismo año salió el batallón de Montánchez en persecución de los treinta y un oficiales carlistas de la facción de Negri que se habían fugado del castillo de Alburquerque. El batallón de la M ilicia Nacional de Montán­ chez constaba de dos comandantes, ocho capitanes, die­ cinueve tenientes, diecinueve subtenientes, con un total de 1.147 de infantería; y un comandante, dos capitanes, dos tenientes y dos alféreces con un total de ochenta y cuatro de caballería con sus armas y municiones. En el año 1839 intentó acercarse a Montánchez la fac­ ción de Rondeño; mas no pudo lograrlo por las posiciones que tomaron los milicianos en los sitios estratégicos de la Quebrada, Cerro Lucio y Cabeza del Caballo.

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CAPITULO VIGESIMO Desaparición de los baldíos y propios Ya dijim os en el capítulo trece, hablando de las pose­ siones de la Mesa Maestral y Propios, y en el séptimo, de enajenación de tierras y oficios, que el rey Felipe II otorgó en el 1589 escrituras de ventas, de algunas tierras rotu­ radas a trece pueblos del partido. Posteriormente han ido desapareciendo todos los bal­ díos y propios con motivo de leyes desamortizadoras, de convenciones especiales y de otras causas menos mo­ rales. Así, la Mesa Maestral con aprobación real y pontificia, vendió Valverdejo a don Gaspar de Molina y Zaldívar, mar­ qués de Ureña y conde de Saucedilla, en la cantidad de 204.202 reales y 32 maravedises en 1755. El coto de los Rubios y el coto Santos pasaron a pro­ piedad particular por efectos de la concesión de terrenos hecha en 1793 a los que limpiaran y cultivaran tierras in­ cultas, debiendo pagar un cánon por quince años, estando exentos de diezmos y tributos por una década. En el año 1799 fueron usurpados por algunos vecinos varios trozos de terrenos de la dehesa de Robledo que pertenecía a las monjas de Santa Olalla de Mérida. Con motivo de la facultad concedida por don Juan de Henestrosa, capitán general de Extremadura, para ena­ jenar la tercera parte de los propios y mitad de baldíos, 262


se formó el año 1810 un expediente de venta de los te­ rrenos de la Dehesa, Nava, Valdemorales, Valhondo, Huer­ ta de Juan del Cuarto, Salto y Pedregón, Baldonadas, Sa­ pillo, Valdearquillo, Pilones, Canchal Palo, Canalejas y Quebrada; se efectuó el repartimiento el año 1811 y fue reconocido el 1821; dos años después se hizo un sorteo de suertes de tierras entre militares retirados y vecinos no propietarios. En el 1834 se concedió por el Gobernador civil de la provincia a don Joaquín García Margallo los terrenos de Mengacha, Navilla, Rincón del Gallego y Valdelrey; en­ tablada por el Ayuntamiento la nulidad de dicha conce­ sión, por estar incluidos esos terrenos en la escritura de regia transacción, fue ganada por el pueblo; más tarde, en el 1872, se vendieron definitivamente. Desde el año 1835 al 1842 se dieron en suerte a los vecinos algunos terrenos para desmontarlos y se vendie­ ron otros para suministro de los milicianos movilizados, como fueron los del Regüelo, Pimpollar y parte de La Na­ va, Huerta de Juan del Cuarto, Valdezahurda y Campo Cimero. En el año 1841 se hizo el apeo o deslinde de la de­ hesa Boyal en el ejido de la Sierra, señalando 250 fane­ gas, pudiendo pastar libremente una yunta de bueyes o dos caballerías; después se dio en suertes con ciertas restricciones por medio de escritura que con el tiempo ha desaparecido. En el mismo año se reconocieron varios cercos como usurpados y dados en suertes en el último trienio. En el 1853, con motivo de la venta de los bienes na­ cionales, tuvo junta el partido para acordar que no se ena­ jenaren los propios y baldíos; fundados en la escritura de regia transacción, lograron obtener una Real Orden el 1860 excluyéndolos de la venta. No obstante de haber quedado nuestros baldíos ex­ cluidos de la desamortización, a petición de los pueblos, creyendo sin duda encontrar montes de oro, se enajena* ron los montes primero y el suelo después por los años 263


de 1886 y 1887, logrando de este modo que pasaran a manos de unos pocos lo que antes era de todos; lo que era el único y último patrimonio de pobres y ricos, lo que era el sostén del proletariado, haciendo que no sintiera los horrores del frío, del hambre y de la miseria el pau­ perismo y que el propietario lograra ver un poco más res­ petada que hoy su propiedad

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CAPITULO VIGESIMOPRIMERO Gobernadores de Montánchez y su partido Por los años de 1560 concluyeron los gobernadores de toda la provincia de León y se dio a cada partido el suyo para que entendiera en segunda instancia en todas las cosas de la villa y su partido. Anteriorm ente los alcaldes ordinarios de esta villa giraban la visita a los pueblos del partido como consta por una Real Provisión dada en 1555 al gobernador de la provincia de León a fin de que per­ mitiese a los alcaldes de la villa de Montánchez hacer li­ bremente la visita de costumbre. Don Francisco de Fonseca es el primer gobernador (llevaban también el título de alcalde mayor y capitán de guerra) que aparece de Montánchez en el año 1567; de­ bían ser caballeros de la Orden de Santiago, y en las vacantes adm inistraba justicia un regente de la Real Ju­ risdicción que debía ser letrado. Don Diego de Tamayo lo fue en el año de 1571; en su tiempo se hizo un deslinde con Mérida, y el 1575 se hi­ cieron las vecindades con Cáceres. El licenciado Cenantes lo era en el año de 1581. Don Gaspar de Montenegro en el año de 1584. Don Fabián de Monroy en el 1589; durante su gobierno se otorgó la escritura de ventas de tierras baldías al par­ tido, por orden de Felipe II. 265


Don Juan de Mendoza en el año de 1596; en su tiem ­ po se formaron las milicias. El licenciado Castaño en el 1618. Don Diego de Ovando en el 1621. Don Martín Sánchez en el 1636; recibió Real orden para no apurar a los labradores al pago del Pósito. Don Alonso Ramírez de Arellano en el 1666; en su tiempo se construyó la ermita de la Soledad; se negó a reconocer el nombramiento de teniente de alguacil ma­ yor hecho por la condesa de Roca. Don Juan de Silva en el año 1673; obtuvo Real Cédula multando a don Enrique de Fonseca, Caballero del Há­ bito de Cristo y gobernador de Valdefuentes, por desobe­ diencia. Don Francisco de Jaraba en 1682. Don Ventura Robles en el 1691; en su tiempo se falló el pleito a favor del Sexmo contra el marqués de Camarena. Don Pedro Bustamante y Arce en el 1687; terminó la fábrica de la iglesia. Don Diego Alfonso de Zárate en el 1695. Don Antonio de Molina en el 1700. Don Alejandro González de Barzia en el 1702; sostuvo pleito que perdió contra el procurador Sexmero sobre percepción de penas. Don Pablo Valdés en el 1704. Don Francisco de Torres Corbacho fue teniente de la Real Jurisdicción en el 1706 (septiem bre) y en el mes de noviembre lo era don Antonio García Muñoz. Don Alfonso de Zárate en el año de 1709; fue com isio­ nado para formar la causa a don Miguel de Monroy, regi­ dor perpetuo de Llerena. Don Bernardino Patricio de Arroyo en 1712. Don Francisco Moro Guerrero en el 1717; se le or­ denó que en la visita sólo llevara dos personas. Don Juan Fernández Morales en el 1723. Don Miguel García Conejo en el 1727. 266


El licenciado don Diego Alfonso de Zárate en 1731; apeló de las reformas de las Ordenanzas. Don Eugenio Antonio Martínez de Alforez en el 1740. Don Joseph Donaire Coronado en 1745. Don Juan Rodríguez Valverde en 1749. Don Francisco Rodríguez Calle en el 1755; en su tiem­ po se vendió la Dehesa de Valverdejo y entabló pleito con Alcuéscar sobre el deslinde. Don Antonio Joseph Hernández Araujo en el 1756. Don Joseph Líborio Jordán en el 1765. Don Ramón Cid de Araujo, en el 1767. Don Juan de Torres y Lavera en el 1769. El doctor don Miguel Eugenio Maldonado, del gremio y claustro de la Universidad de Alcalá, abogado de los Reales Consejos, en el 1786; en su tiempo se proyectó la conducción de agua potable. Don Antonio Ruiz de Castañeda en el 1787; formalizó las Ordenanzas de viñas y olivares. Don Eugenio Miguel Fernández Maldonado en 1791. Don José Antonio de Oscoz y Recarte en el 1799. Don Antonio Fernández Ruiz en el 1805. Don Juan Solís, regente de la Real Jurisdicción ordi­ naria en el 1809; en su tiempo vinieron los franceses. Don Vicente Ruiz Morquecho en el 1812; fue el último alcalde mayor por decreto de 1811. No obstante, por las varias revueltas políticas figuraron como tales don Pedro Jacobo Pizarro en 1815; don José Pérez Carrasco, re­ gente en 1816 y don Juan Tomás de Silva, el 1819.

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CAPITULO VIGESIMOSEGUNDO Varones ilustres de la villa de Montánchez

Lástima grande es que Montánchez no haya tenido his­ toria donde consignar los nombres de los insignes hijos que, sin duda alguna, ha dado a la patria, a la religión, a las letras y a las armas en sus antiguos tiempos de gran­ deza, en las épocas del godo y del árabe que hemos rese­ ñado, en su período álgido de los caballeros de Montán­ chez. Porque si ha figurado en la historia de la Edad Me­ dia como "antigua” y “ leal” , es porque nobles fueron sus hijos e ilustres sus ascendientes Si en la historia tuviera toda su fuerza el argumento de analogía, yo lo traería en mi auxilio para deducir que si en el presente siglo y cuando Montánchez ha perdido su histórica importancia, han sobresalido en todos los ra­ mos, hombres de valer que han sabido honrar a su pue­ blo; en mayor número debieron ser los que en siglos an­ teriores y en el apogeo de su florescencia dieran nombre ilustre a esta villa y merecieran no yacer en el olvido de la historia, como están hoy, por carecer de cronista que transm itiera sus nombres a las generaciones venideras. Nosotros sólo consignaremos como en catálogo los pocos nombres que hemos podido encontrar y aquellos otros que se conservan aún en el libro de la memoria. 268


Don Juan García de la Fuente, presbítero; fue vicario de la ciudad de Mérida, por los años de 1594, según cons­ ta en los libros de visita. Apolíneo Medrano, escritor. No podemos señalar el tiempo en que vivió, si bien debe ser anterior al siglo XVII; figura en el catálogo de extremeños notables que don José de Viú pone por apéndice a sus “ Antigüedades de Extremadura” . Pedro de la Rente, a vivió a principios del siglo XVI; fue hombre bueno, honrado y cuerdo, según dice Antonio Herrera, cronista de S. M., en su “ Descripción de las In­ dias O ccidentales” ; desempeñó el cargo de alcalde ordi­ nario en la isla de Cuba a poco tiempo de ser descubierta; después fue lugarteniente del gobernador general y pro­ movedor de los descubrimientos de Yucatán y Nueva Es­ paña, Diego Velázquez, que acompañó a Cristóbal Colón en su segundo viaje. Tuvo grande amistad con el padre licenciado Bartolomé de las Casas (sevillano) y en aten­ ción a estas relaciones, cuando Diego Velázquez en el 1514 trató de poblar las inmediaciones del puerto de Xaguá, Villas de Baracoa, Trinidad, Sancti-Spiritus, San Salvador, Habana y otras, concedió a Rentería un repar­ tim iento de población y de indios inmediato al del P. Ca­ sas junto al puerto de Xaguá en un pueblo llamado Canareo; hicieron los dos compañía para explotar las mi­ nas de oro y extender sus granjerias, si bien Pedro de Rentería se ocupaba más de rezar, según testim onio de Herrera. Habiendo surgido ciertas diferencias entre los castella­ nos y religiosos franciscanos y dom inicos sobre el modo de gobernar a los indios, y hallándose Pedro de Rentería en Jamaica a donde había ido por maíz y ganados, el Pa­ dre Casas se resolvió a renunciar en manos de Diego Ve­ lázquez los indios que tenía, a título de que no podía te­ nerlos con buena conciencia, y escribió a su amigo Ren­ tería para que viniese a Cuba, porque había determinado partir para Castilla a un negocio importante. Llegado Ren­ 269


tería manifestó al licenciado Casas que llevaba propósito de pedir licencia para ir a Castilla a suplicar al rey le per­ mitiese la defensa de los indios (el P. Casas y Rentería con los dom inicos opinaban por la libertad de los indios y que prestaran vasallaje y por su conversión en paz y por amor, en vez de declararlos siervos a natura, como querían otros); y hallándose el P. Casas conforme con su compañero en un mismo propósito, acordaron que se que­ dase Rentería y que el licenciado, en compañía de Fr. Gu­ tiérrez de Ampudia, vicario de los padres dom inicos fuese a la Española y, desde allí pasar a Castilla en la demanda susodicha. El P. Casas, en efecto, tuvo entrevista en Pla­ sencia con Fernando V y después de su muerte, con el cardenal Cisneros y el rey Carlos V, quien le hizo su ca­ pellán, y consiguió sus pretensiones, llevando a la isla de Cuba a varios frailes Jerónimos. En los viajes sucesivos del P. Casas de España a Cuba y viceversa, nada se vuel­ ve a decir de Pedro de Rentería, por lo que es de suponer que hubiese muerto a la vuelta dei su prim er viaje. Fray Juan de Montánchez, de quien dan noticia varios cronistas de la Orden Agustiniana, vivió, próximamente, por los años 1517, y aparece como hijo del Convento de Agustinos de Salamanca. El P. Román en sus Centurias, página 114, dice que escribió una crónica de la Orden. Don Fernando Alonso de Arroyo, fue natural de esta villa, y en el siglo XVI partió con los frailes Jerónimos y Franciscanos extremeños (Barrantes en su discursos dice que los extremeños al pricipio del siglo XVI se iban unos a Salamanca y Sevilla, otros a los descubrimientos del Nuevo Mundo, de tal modo que cada pueblo enviaba un conquistador. Los PP. Jerónimos enviados por Carlos V al Nuevo Mundo, en su mayor parte fueron extremeños, con otros 200 Franciscanos también extremeños. Sin du­ da, que alguno de ellos nos corresponde por haber dado Montánchez tantos frailes a los conventos de Guadalupe. Trujillo y Fregenal) a las Américas que poco há habían descubierto los españoles; estuvo predicando con infa­ tigable celo y ejerciendo el sagrado ministerio en Guate­ 270


mala y Honduras. Fundó la Obra Pía de la Soledad, de la que hemos hablado en su lugar. Don Francisco de Arroyo Naharro, presbítero, herma­ no del anterior, que también fue a la América meridional con el mismo objeto; estuvo en el reino del Perú y arzo­ bispado de la ciudad de los reyes. Don Juan Rodríguez de Solís, presbítero, bachiller en S. Teología vivió en el siglo XVI y fundó la Obra Pía que lleva su nombre. Pedro de Avilés, natural de Montánchez, vivió en el si­ glo XVI. Cuando Francisco Pizarro vino a España a pedir al emperador Carlos V apoyo y protección para los des­ cubrim ientos y conquitas del sur de Panamá, antes de ha­ cerse a la vela, pasó desde la corte a Trujillo a alistar ca­ pitanes y soldados y entre ellos fue Pedro de Avilés. Asistió a la conquista del magnífico imperio del Cuzco; en las guerras civiles entre los Pizarros y Almagros es­ tuvo siempre al lado de los primeros. Asesinado Francisco Pizarro en su palacio, acompañó a su hermano Gonzalo Pizarro a la tan célebre cuánto calamitosa jornada del "país de la canela” , atravesando la abrupta cordillera de los Andes, en cuyos intrincados argomales y peligrosos desfiladeros perecieron de hambre y de fatiga más de la mitad de los expedicionarios. Hallóse en la batalla de Añaquito, en donde Gonzalo derrotó y dio muerte a Blasco Núñez de la Vela, virrey del Perú a la muerte del conquis­ tador Francisco Pizarro. Carlos V, al saber tan triste su­ ceso, envió entonces contra Gonzalo a don Pedro de Lagasca, tan humilde sacerdote como habilísimo político; y en la batalla decisiva que riñeron las tropas en el valle de Xaquixaguana, en el 1548, fue derrotado y preso el re­ belde Pizarro y Pedro de Avilés encausado con otros cua­ trocientos dieciséis partidarios; fallado el proceso por el licenciado Ciaca, oidor de la Audiencia de los Reyes, por delegación de La Gasea, fue conducido a las galeras. Su suerte, encadenada a la poderosa fam ilia de los Pizarros, se desvaneció como el humo en la cruenta catástrofe de Xaquixaguana. 271


Lucas de Montánchez vivió en el siglo XVI. Pasó a los descubrimientos de América, y debió encontrarse en la conquista de Méjico, a las órdenes de Pánfilo de Narváez o de Hernán-Cortés, porque le encontramos avecindado en Temistlan. Don Iñigo de la Rentería (?) vivió en el siglo XVI. Con motivo de la guerra civil que había estallado en el dilata­ do territorio del Perú entre los Pizarros y Almagros, acom­ pañó al ilustre sacerdote licenciado don Pedro de La Gas­ ea, enviado por el emperador a sosegar aquellas ruidosas explosiones de la envidia. Fue nombrado oidor de la Au­ diencia de los Reyes por haber muerto el que desempe­ ñaba dicho cargo, portándose con él con tal tino y pru­ dencia, que mereció bien del rey y de la patria. Don Juan Torres y Sanabria (vecino de Montánchez) vivió por los años de 1660; fue juez de Visitas y Residen­ cias. Don Domingo González Bulnes, vivió en el siglo XVII; fue teniente de gobernador o de la Real Jurisdicción Or­ dinaria, notario del Santo Oficio y procurador general sex­ mero. Don Leonardo Ledo, presbítero, nació en el siglo pa­ sado y estudió en la Universidad de Alcalá de Henares tres años de Filosofía, uno( de Cano “ de Locis” , cuatro de Instituciones Teológicas y Sagrada Escritura y, precedidos los requisitos necesarios, recibió los grados de ambas facultades “ nemine discrepante” . Fue individuo de la aca­ demia de Teología en la que actuó, defendió y presidió varias conclusiones. Sustituyó en diferentes veces las cá­ tedras de Filosofía y Teología en la Universidad, cuyo car­ go desempeñó a satisfacción del rector y con aprovecha­ miento de sus discípulos. En el 1808 fue hermano mayor del Real Hospital de Ca­ ridad de Orihuela, donde no pudiendo cobrar los fondos destinados a los enfermos anticipó más de 16.000 reales para los consumos de pan y carne. Fue agraciado con una media Ración de la iglesia ca­ tedral de Córdoba y condecorado por S. M. cristianísima 272


con la Cruz de la Flor de Lis por varios servicios patrió­ ticos que prestó en la guerra de la Independencia (la casa de sus padres fue robada, saqueada y quemada por los franceses, porque don Leonardo mantenía a su costa a dos hermanos cadetes, uno en el regimiento de Cuenca, y otro en el de Almansa, y por no haberse sujetado a ellos; por cuyo motivo el padre se fugó y se acogió al amparo de su hijo, quien le mantuvo durante la permanencia de los franceses) como son el haber dado graciosamente 750 reales cada medio año a la Junta de Defensa de Orihuela, 3.000 para vestir el regimiento de Almansa, 4.000 para los de Cádiz y Vélez-Málaga, 3.800 al de caballería de Numancia, varias cantidades para el Hospital de Sangre, ejér­ citos del centro y Orihuela, y habiendo encontrado casi desnudo al sargento Nicolás Martínez (vulgo el Niño de Guadix) le mandó hacer un completo uniforme. En el 1824 obtuvo una Canonjía en la catedral de Córdoba, en don­ de murió después de disfrutarla largos años. Don Juan García Margallo, nació el 10 de diciembre de 1789, salió de subteniente por gracia especial y el año 1808 era tenienta efectivo. Hallóse en la retirada del puer­ to de Somosierra a Segovia y en las inmediaciones de Ma­ drid a las órdenes del general Heredia cuando lo batía el ejército grande francés, marchando a Extremadura des­ pués de la entrada del enemigo en la Corte. Acantonado el 1809 en las inmediaciones del puerto del Arzobispo, es­ tuvo en la acción de las mesas de Ibart, en la batalla de Medellín a las órdenes del general Cuesta, en la de Talavera de la Reina y su retirada, siendo prisionero en la batalla de Ocaña y conducido hasta Burgos de cuya ciu­ dad se fugó el; 10 de diciembre, presentándose sin perder tiempo en Badajoz, donde se reunió con su regimiento. En el sitio de esta plaza estuvo el 1811 desde su principio hasta su capitulación, recibiendo una contusión de bala de fusil en la pierna derecha; hizo una salida con la co­ lumna de granaderos el 4 de marzo (día en que murió el heroico general Menacho, observando desde la muralla la salida), clavando doce piezas de artillería de grueso ca­ 18

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libre con las que empezaban a abrir brecha; salió prisio­ nero con la guarnición y se fugó a los cinco días de la villa de Don Benito, presentándose al quinto ejército man­ dado por el general Castaños, con parte de cuyas tropas y el ejército aliado se halló en dos sitios contra la plaza de Badajoz. A las órdenes del General don Carlos de Es­ paña marchó ya capitán el 1813 al sitio de Pamplona en donde permaneció hasta su rendición, y al bloqueo de Bayona el 1814 hasta que se verificó la paz. Embarcó en 1818 en Cádiz para Chile en la fragata "D olores" de la que era comandante m ilitar con dos compañías a sus ór­ denes; después de seis meses de navegación y de horro­ rosa epidemia del escorbuto de que murió más de la mitad, fue hecho prisionero por la escuadra disidente de Chile en frente de la isla de Santa María y puerto de Talcahuano y conducido a Valparaíso y después a Santiago. A los tres años de prisión obtuvo pasaporte del gobierno disi­ dente para Europa; desembarcó en Lisboa el 19 de sep­ tiembre de 1822, se dirigió a Sevilla y se incorporó a la guarnición de Cádiz, cuyo sitio sufrió hasta la transacción y salida del rey Fernando VII en fin de septiembre. Estan­ do de guarnición el 1830 en la isla de Tenerife, embarcó para la isla de Cuba, en donde con su compañía de gra­ naderos asistió a la expedición pacificadora de esta pro­ vincia, por lo que el 1837 fue nombrado jefe principal de la segunda sección del departamento y teniente gober­ nador político m ilitar de la ciudad de Holguín, en donde permaneció hasta ser ascendido a mayor comandante del regimiento. Siendo coronel efectivo, contribuyó eficazmen­ te a sofocar la sublevación de varios esclavos del partido de Toa-Baja (Puerto Rico) la noche del 26 de marzo de 1843, por lo que se le dieron las gracias en nombre de S. M. y fue condecorado después con la Cruz de Comen­ dador de la Real Orden Americana de Isabel la Católica, sobre la Cruz y Placa de San Hermenegildo que tenía y otras medallas conmemorativas. Se retiró el 1849 y murió el 16 de mayo de 1861. Don Pedro Gil, licenciado en Sagrada Teología, nació 274


en el siglo pasado; hizo con lucidez sus estudios en la Universidad de Salamanca, cruzándose, al terminar la ca­ rrera, caballero de la Orden de Calatrava; obtuvo por opo­ sición el curato de Almagro en la Mancha, y por gracia una canonjía en la catedral de Salamanca. Poco después pasó a la Capilla Real, nombrado por Fernando VII cape­ llán de honor, desempeñando al mismo tiempo el cargo de adm inistrador general de las Religiosas Calatravas de Madrid. Más tarde, fue confesor de la reina María Josefa Amalia, hija del príncipe Maximiliano de Sajonia y mujer del rey Fernando VII. En los días aciagos de la época re­ volucionaria acompañó a la Corte a Sevilla y a Fernan­ do VII cuando; salió el 12 de junio de 1823 para Cádiz du­ rante todo el tiempo del sitio hasta la transacción que tuvo lugar en septiembre. Murió el año 1843. Don Juan María Guijo, nació a fines del siglo pasado; ingresó como novicio en el Convento de Agustinos Recole­ tos de Valdefuentes donde profesó los solemnes votos de la vida regular y recibió las sagradas órdenes; no aveniéndose su carácter con la vida monástica que sin duda abra­ zaría no llevado del impulso divino, aprovechó la ocasión para secularizarse en las revueltas de la anarquía en el 1819. Dedicado a la política se hizo jefe del partido libe­ ral exaltado, y al crearse la Diputación de Cáceres fue nombrado diputado por los liberales. Cuando el Empeci­ nado se acercaba a Cáceres en el 1823, el P. Guijo salió contra él. Don Juan García Arias, nació a últimos del pasado si­ glo; concluida con brillantez la carrera de Jurisprudencia fue nombrado juez de Madrid, cuyo cargo desempeñó has­ ta que el populacho se amotinó en contra de él por no haber sentenciado a muerte, como esperaba, al canónigo Vinuesa, conocido con el nombre de cura de Tamajón, que después fue asesinado el 4 de mayo de 1821; por lo que tuvo que escapar para librarse de las iras de los per­ seguidores que pedían su cabeza; precipitadamente aban­ donó Madrid con su esposa, que hacía dos días había dado a luz, y vino a refugiarse a la villa de Montánchez, su 275


pueblo natal, donde residió cinco años, pasados los cua­ les volvió a la Corte por haber sido nombrado abogado fiscal del Tribunal Supremo con destino a la Sala de In­ dias; cuyo cargo desempeñó hasta su muerte, ocurrida el 1849. A su fallecimiento, el Ministro de Gracia y Justicia, señor Arrazola, nombró a su hijo don Vicente, que acaba­ ba entonces la carrera, abogado fiscal del Supremo, en calidad de meritorio por R. O. de 27 de junio; fue pro­ movido el 57 a teniente fiscal tercero, el 69 sustituyó al fiscal y por R. O. del 17 de septiembre del 70 fue nom­ brado abogado fiscal primero del Supremo. Se jubiló por enfermedad el 20 de abril de 1872 y murió el 1885. Don Victoriano Galán, padre de don Francisco, diputa­ do a Cortes por el distrito de Navalmoral, fue magistrado y fiscal en la Audiencia Territorial de Cáceres. Don Pedro Margallo del Rosario, fraile exclaustrado, es­ cribió una gráfica cuarteta describiendo la villa de Montán­ chez y el pueblo de Arroyomolinos en contestación a otra del P. Fr. Francisco Tello, natural del último. Fr. Benito Arroyo, presbítero, fraile de la Orden de San Jerónimo en el convento de la ciudad de Segovia; sobre­ salió por su ciencia profunda, por su eminente virtud y por las relevantes dotes de gobierno. Fue por muchos años prior del convento de la ciudad expresada y obtuvo mu­ chos votos en la elección de generalato de la Orden. Su­ frió los efectos de la exclaustración del año 1836 y vino a refugiarse a Montánchez donde murió. Pudo haber do­ tado a nuestra iglesia de valiosas alhajas y riquísimos ornamentos que trajo del convento; mas esperando volver a él, como los judios babilónicos al templo de Jerusalén, estuvo siempre aguardando el decreto para ir a su antigua morada; y cuando se acercaban los últimos momentos de su vida y veía irrealizable sus constantes deseos, envió a Fr. Esteban, compañero de la villa de Almoharín, dos grandes cajones que contenían preciosidades, a fin de que los restituyera al monasterio, si él llegaba a conocer la restauración monástica. 276


Don Angel Bermejo Moreno, presbítero, hizo brillante carrera en la Corte y llegó a ocupar el alto y honorífico puesto de confesor de S. M. C. la reina regente María Cris­ tina, esposa de Fernando VII. Nació en 1787 y falleció en 1867. Poseía la Gran Cruz de Isabel la Católica; proba­ blemente es el autor de “ Estafeta de Palacio” . Tuvo en la Corte una gran influencia desde los años 1833 hasta 1868; se dice que por no abandonar la Corte rehusó aceptar distintas sedes episcopales que en repetidas ocasiones se le ofrecieron. Padre Felipe Gómez, hizo sus primeros estudios al la­ do de don José Gómez, tío carnal suyo, en Madrid; in­ gresó después en la Compañía de Jesús, y fueron tantos y tales sus adelantos y progresos en la virtud y en las ciencias, que bien pronto mereció la confianza de sus su­ periores, quienes viendo sus buenas cualidades y rele­ vantes dotes que para gobernar poseía, le confiaron im­ portantes cargos, como fue el rectorado del Seminario de Salamanca, el mejor de los colegios que entonces tenía la Compañía y al frente de profesores tan eminentes en cien­ cias teológicas, físicas y naturales como los padres Maldonado, Viñe y otros. Importantes mejoras materiales y cien­ tíficas debe el Seminario Salmantino al P. Gómez, así co­ mo la ciudad entera le es deudora de innumerables bene­ ficios; una hospedería era para los pobres la portería del seminario, y para las demás clases sociales el P. Gómez era el amigo de confianza, el padre cariñoso, el prudente confesor, el discreto consejero, el sabio y docto en todas las ciencias. Y como si esto fuera poco, cuando la Compa­ ñía en España no tenía más que un provincialato, el P. Gó­ mez es elegido para ocupar el eminente y visible puesto de provincial de la Compañía en España. Indecible es lo que trabajó para el aumento y prestigio de la Compañía con su infatigable laboriosidad y con un ardiente celo, aun en los tiempos más aciagos y revueltos de la gloria Sep­ tembrina y en los siguientes años, en los que viajaba acá y allá de incógnito (con este motivo estuvo en Montánchez) haciendo esfuerzos supremos para conseguir sus fines y 277


que en nada decayeran los hijos de Loyola, para cuyo efecto creó y fundó el célebre colegio de Poyanne. Su merecida fama fue tanta, que la reina Isabel II, deseando en su bondadoso corazón que su hijo Alfonso XII, prínci­ pe de Asturias, recibiera una educación católica, religiosa, moral y científica, pidió a la Compañía con vivas instan­ cias se le otorgara la gracia de que el P. Gómez viniera a palacio a ser preceptor de su augusto hijo; y la Compa­ ñía, por razones que ella sólo sabe y que no son de este lugar, no estimó oportuno acceder a los deseos de la rei­ na, que siempre tuvo en su memoria esta especie de des­ aire, como lo manifestó Alfonso XII siendo ya rey a uno de los más sabios y esclarecidos hijos de San Ignacio. Varón tan eminente parece debía lucir en más dilatados horizontes, y así debieron opinar muchos de sus herma­ nos, cuando reunidos en Roma para la elección de gene­ ral de la Compañía asegúrase que obtuvo no pocos votos para cargo tan elevado e importante. Murió en Madrid por los años 1873. Don Gabriel Caballero nació a principios del siglo XIX y llegó a ser un eminente astrónomo y lingüista; sabía y hablaba correctamente siete idiomas; murió en la flo r de su vida y cuando empezaba a brillar en el mundo científi­ co y literario. Don Joaquín Vázquez, de principios del siglo XIX, per­ teneció a la m ilicia y fue nombrado teniente el año de 1822, siendo agraciado en este grado con la Cruz de la Real y M ilitar Orden de San Hermenegildo. Por méritos contraídos el 1838 en la batalla de las líneas retrincheradas de Medianas y Borledo, ascendió a capitán y obtuvo el retiro el 1843. Don Juan Fuentes, soldado en el 1831, ascendió a ca­ pitán efectivo por méritos contraídos en la primera guerra carlista; se halló en las acciones de Tolosa, Azpeitia, Humani, Olavarría y Segura, Durango y Guernica, Aramaqona, Oñate, Yezcano, Ormástegui, San Adrián, Valle de Carran­ za, Luchana (en donde fue declarado "benem érito” de la patria), Retuerta, Medianas y Borledo, Bendejo, donde fue 278


herido, Monte Jurra, Belascoain y Peracampo, en cuyo campo de batalla fue agraciado con la cruz de primera clase de San Fernando; también anduvo en la persecución de la facción Negrl hasta su total exterminio. Don Juan González Quevedo, buen latino y humanista, enseñó por mucho tiempo en Montánchez en enseñanza libre, con gran aprovechamiento de sus discípulos; crea­ do que fue el Instituto Provincial de Badajoz, obtuvo la cátedra de latín que desempeñó hasta su muerte. Don José Flores Alvarez, fue capitán de los milicianos; sus hijos don Francisco, abogado y diputado provincial, don Juan hizo la guerra de Cuba y ascendió a comandan­ te efectivo, y don Fernando, abogado, juez de Logrosán y Santa Fe y diputado provincial. Don Juan García Carrasco, magistrado, honró la toga y adquirió merecido renombre de jurisconsulto en la Au­ diencia de Cáceres. Su hermano don Eugenio, presbítero, obtuvo siendo diácono, el curato de Puebla de la Calzada, y después fue digno arcipreste de Montijo. Don Juan Cirilo Fernández Lázaro, presbítero, hizo sus estudios en el Seminario de Plasencia y en la Universidad de Salamanca. Obtuvo los grados de bachiller y licencia­ do en Sagrada Teología y en Filosofía y Letras. Se dedicó a la enseñanza privada en Montánchez y después fue a explicar a un convento de Córdoba. Fue nombrado bene­ ficiado de la santa iglesia catedral de Badajoz y opositó “ ad meritum” a la canonjía penitenciaria de la misma, ob­ teniendo la aprobación de sus ejercicios. Después de des­ empeñar con acierto la parroquia de Almendralejo, fue agraciado por el señor obispo con una canonjía que dis­ frutó poco tiempo, muriendo en temprana edad el 3 de julio de 1887. El Excmo. Sr. don Juan García-Margallo y García, na­ ció el 12 de julio de 1839. Ingresó en la segunda compañía del Colegio de Infantería de Toledo a la edad de dieciséis años; pundonoroso, aplicado y poco expansivo, se captó desde luego las simpatías de sus profesores y compañe­ ros. 279


Promovido a alférez en 1858, hizo la campaña de A fri­ ca. Fue comandante y teniente coronel, el grado de coro­ nel y las medallas de Bilbao, la de la guerra civil con tres pasadores, la de Alfonso XII con el pasador de Pam­ plona y, por último, la de San Hermenegildo. Después de mandar el batallón de cazadores de La Habana ascendió al empleo de coronel, confiriéndosele, en el 1883, el mando del regimiento de Isabel II. En el 1890 fue promovido a general de brigada y un año después se encargó del mando superior de Melilla. Con singular prudencia y acierto manejó los asuntos graves que en más de una ocasión se presentaron con los habitantes del Riff, mereciendo por ello plácemes del gobierno español y no pocos elogios de la Prensa. Con motivo de la construcción del fuerte de Sidi-Aguariach, cuyo emplazamiento disgustaba altamente a los riffeños por la inmediación a su cementerio, se suscitó un grave conflicto, cuyos comienzos fue la destrucción de los primeros trabajos del fuerte que de noche realizaron los moros; su desarrollo, las sangrientas jornadas de Melilla, y su fin el tratado de Marrakest por la intervención de la diplomacia. Custodiadas en la noche del día 1 las construcciones por 40 soldados del disciplinario, apareció en la maña­ na un número considerable de riffenos en las alturas del Gurugú, en tonos amenazadores descendían con el inten­ to de destruir lo recientemente construido. Comunicado a la plaza salió “ incontinenti” el bravo general Margallo al frente de un pequeño número de valientes y una horrible escaramuza se trabó entre los españoles y riffeños: la exigua guarnición de la plaza en número de 300 peleó valientemente contra 6.000 en encarnizado y desigual com­ bate, en el cual, Margallo mezclado entre sus mismos soldados y envueltas sus tropas por fuerzas considerable­ mente superiores, cum plió como buen militar, llegando en su bravura donde el fuego enemigo era vivísimo y adver­ tido por su ayudante de que una nube de balas caía bajo sus pies, contestó: "Ese es nuestro deber, estar donde 280


caen las balas” . Y después de heroica resistencia, vien­ do que la tarde avanzaba, ordenó y dirigió la retirada que le cubrió de mayor gloria que el mismo triunfo. Regresa­ ron a la plaza después de ocho horas de combate y once sin tom ar alimentos, siendo el último en llegar el bravo general. La jornada fue ruda y penosa y en ella mereció bien de la patria, haciéndose acreedor a todo género de recompensas. De Real orden se le dieron las gracias y España entera rindió un tributo de admiración al valor, a la serenidad y a la pericia del bizarro general Margallo. Murió heroicamente en la defensa de la plaza de Melilla el 28 de octubre de 1893. Montánchez vio con orgullo el heroísmo y la bizarría de su preclaro hijo, y celebró su memoria con fiestas cívico-religiosas, en las que pronunció la oración eucarística el autor de estas líneas; se le dio a una calle el nom­ bre del general, y se acordó también colocar en la casa donde nació, el escudo de armas de su fam ilia y una ins­ cripción que recuerde el tributo que el pueblo ha rendido a su ilustre paisano. Don Miguel Sánchez Garrido, fue diputado en Las Cor­ tes de Cádiz por los años de 1840. Don Rafael Téllez Salado, hizo la guerra de Cuba y as­ cendió a teniente de caballería por méritos contraidos y se retiró en 1853. El Excmo. Sr. don Juan Gómez Gil, caballero Gran Cruz de Isabel la Católica, ha sido diputado provincial por muchos años, presidente de la Diputación de Cáceres y diputado a Cortes por el distrito de TrujMIo. Don José Flores Galán, diputado provincial fusionista. El letrado don Maximiliano Gómez Lozano, diputado conservador, de brillante carrera en las ciencias teológi­ cas y en los Derechos civil y canónico. Se distinguió en la judicatura don Emilio Velasco Pa­ drino que a los veintiséis años obtuvo en brillante oposi­ ción el juzgado de instrucción de San Clemente (Cuenca) y el de Huéscar (Granada). 281


Como jurisconsulto y filósofo pensador merece men­ ción don Aurelio Velasco Padrino, doctor en Filosofía y Letras y licenciado en Derecho civil y canónico. Obtuvo por premio el doctorado, dio a luz varios trabajos cien­ tíficos, como son: "Consideraciones políticas sobre el po­ der del gobierno español” , "Es principalmente de la com­ petencia del Derecho la resolución del problema social” , “ Fórmula jurídica del problema social” , "Resolución del problema social” , “ Desamortización del capital particular” . “ Remedio contra el anarquismo” , “ Sistema monetario in­ ternacional” , “ La libertad en el orden so cia l” . En la m ilicia sobresalen y merecen especial mención: Don Andrés (Saulo) Galán y Galán que ingresó como cadete de cuerpo en el regimiento de infantería de León, el año 1857 ascendió al empleo de capitán por méritos de guerra contraídos en los sucesos ocurridos en Barcelona el 9 de abril de 1870; se halló en la acción de Oroquieta contra el Pretendiente, en las de Sorachó, Gorbra, Apata y Monasterio el 72, obteniendo el grado de comandante y cruz de primera clase del mérito m ilitar roja. El 1874 es­ tuvo en Somorrostro, San Pedro de Abantos y Muchecas, y por el mérito que contrajo fue agraciado con el empleo de comandante, con la medalla de Bilbao y cruz de la real y m ilitar orden de San Hermenegildo. Ascendió a te­ niente coronel el 1884. Don Antonio Caballero Lerdo, salió del Colegio de Valladolid el 1839 y ha hecho toda la guerra de Cuba, ascen­ diendo al empleo de comandante por méritos contraídos en la guerra contra los insurrectos. Don Francisco (Angel) Sánchez-Jara y Lázaro, salió soldado el 1860 y después de sargento primero fue licen­ ciado por medida gubernativa; asistió el 63 a la acción de Melilla que tuvo lugar contra los moros fronterizos el 27 de agosto a las órdenes del gobernador m ilitar de la pla­ za, Sr. Maldonado; voluntario de la Guardia Foral de Viz­ caya, se halló el 73 en las acciones de Alosontegui, ría de Bilbao, Alto de Santo Domingo, Monti Abril y Casas de Arbolancha, obteniendo el empleo de alférez por los mé­ 282


ritos contraidos, así como los de teniente y capitán por ha­ ber asistido a la toma de Santa Agueda, a la batalla de Elgueta y a la sorpresa de Guernica, siendo condecorado con las medallas de Bilbao y Alfonso XII, cruz de primera clase del mérito m ilitar blanca y declarado benemérito de la patria por haber contribuido a vencer la insurrección carlista. En el 1891 ascendió al empleo de comandante. Don José Galán Flores, soldado de caballería en el 1843, ascendió a alférez por gracia general en el 1854, ob­ teniendo el grado de teniente en los sucesos de julio del 56. El 2 de septiembre de 1868 se encontró en la ba­ talla que tuvo lugar en el Puente de Alcolea a las órdenes del general Novaliches, adhiriéndose el 30 en Córdoba al alzamiento nacional, concediéndosele el grado de capitán. Por servicios extraordinarios obtuvo el 76, el grado de co­ mandante, y el 80 tuvo retiro forzoso por edad. Aprendió el dibujo de figura en la Escuela de Bellas Artes de Valladolid, y un recuerdo de su aplicación es el precioso cua­ dro de los Reyes Magos que existe en la ermita de Nues­ tra Señora del Castillo, llevado procesionalmente desde la iglesia en tiempo del señor cura Orozco. Don Jacinto Flores, soldado en el 1863, obtuvo el em­ pleo de capitán, con grado de comandante por méritos contraidos en la guerra de Cuba, en las acciones de los Montes de Puigdoc, Vijanci, Ricad-Hondo y de la Laguna Negra. Tres veces fue declarado "benemérito de la pa­ tria ” y tenía la cruz roja del mérito m ilitar sencilla, cruz blanca, cruz roja de primera clase en permuta del doble grado de teniente, cruz de Isabel la Católica y de San Hermenegildo y medallas conmemorativas. Don Adriano Guadalupe Bernet, también hizo la guerra de Cuba, de donde vino con el empleo de teniente; en el 1866 salió en persecución de los sublevados de Aranjuez y Ocaña hasta que Prim se internó en Portugal; ya capitán se halló en el sitio de Monte Jurra, en la toma de Laguna y en los Molinos de Hallo y Arronés, obteniendo el grado de comandante por la terminación de la guerra carlista y pacificación de Cataluña. Tenía la cruz blanca de segunda 283


clase, la de Isabel la Católica, medalla de la guerra civil, y la cruz y placa de San Hermenegildo. Don Constantino Jimeno, hizo la guerra civil carlista y por méritos de guerra ascendió al empleo de capitán y estuvo de guarnición en la plaza de Ceuta. Don Miguel Bautista Alvarado y don Juan Muñoz, hicie­ ron la guerra carlista y fueron segundos tenientes. Como soldados se distinguieron en la primera guerra carlista: José Trejo y Pedro Margallo, caballero de la cruz de plata de primera clase de la Nacional y M ilitar Orden de San Fernando, por méritos contraidos en las inmedia­ ciones de Cheste; y Francisco Muñoz con cruz pensiona­ da por haber estado en la isla de Santo Domingo en el 1863 a sofocar la insurrección El padre Madruga, religioso dom inico del convento de Plasencia, célebre por su virtud y ciencia, vivió y floreció a principios del siglo XIX. Fr. Juan Casto Carrasco, confesor y predicador de Su Majestad. Prior del convento de Bolarque, provincia de Guadalajara. Carmelita descalzo; era prior en 1850, cuan­ do la exclaustración. Visitó los Santos Lugares. Don Cayetano Burgos, gran humanista, enseñó en Mon­ tánchez, Instituto de Cáceres y en el Instituto de Sevilla, donde murió en 1860. Fr. Antonio de Montánchez, predicador y confesor del convento franciscano de Burguillos. Fr. Cristóbal de Montánchez, que pasó como francis­ cano de la provincia de San José a Filipinas, y a la pro­ vincia de San Gregorio allí fundada. Don Gabriel García Caballero, de Montánchez, de la universidad de Salamanca, que escribió una égloga a la muerte de la reina madre doña María Cristina. El maestro Fr. Ambrosio de Montánchez; prior de va­ rios conventos de jerónimos, siéndolo del Real Monasterio de Nuestra Señora del Prado, extramuros de Valladolid; escribió un libro titulado “ Miscelánea Sagrada” de varios 284


discursos, panegíricos, morales, políticos y cristianos; es­ critor bastante apreciable. Fr. Domingo Mateos Solís. Religioso jerónimo de Gua­ dalupe, maestro de bordados. Don Domingo Bermejo López nació en 1826 y falleció en Sevilla el 16 de noviembre de 1860 a los treinta y cua­ tro años de edad. Era licenciado en Derecho y capitán del segundo regimiento de artillería, abanderado, cajero en la Comisión Liquidadora de la Guerra de Africa y encargado de almacén. No sólo se distinguió en las armas, sino en el cultivo de las letras. Carácter excepcional en el que se daban juntas dos grandes virtudes: el valor y el talento. Es indudable que si la muerte no le hubiera detenido en su rápida carrera, joven aún en la flor de su vida, hubie­ ra escalado hasta el último grado de la jerarquía militar. Fr. Juan Blas Solís, exmonje del suprimido monasterio de San Basilio de Madrid, capellán agregado a la Real Iglesia de San Andrés, llamada de los Irlandeses; fue nom­ brado capellán de la M ilicia Nacional Activa de Mérida por el Excmo. comandante general de la 11 División M ili­ tar; pidió y le fueron concedidas licencias ministeriales por el arzobispo-obispo de Badajoz, don Mateo Delgado Moreno. En 1823 se le expidió el título de benemérito de la patria, que el rey concedió por Real resolución apro­ bada por las Cortes a los individuos de todas clases que defendieron las libertades patrias, salvando a la capital de los horrores de la anarquía. Sor Asunción Galán de San Cayetano, nació el 28 de mayo de 1867. Desde niña la probó el Señor con muchas tribulaciones; ingresó en el convento de Agustinas, de Fregenal de la Sierra. Fue de austerísíma penitencia y practicó toda clase de virtudes en grado heroico; el 23 de junio de 1901 entregó su alma al Señor con la muerte de los santos. El hermano Angel Pérez M urillo nació en 1915; siendo estudiante de Teología de la congregación de Hijos del Corazón de María, fue martirizado en Fernán Caballero el 285


28 de julio de 1936; tiene comenzado el proceso de bea­ tificación. Sor María Pía de Sales (en el mundo María Antonia Nogales Solís) religiosa salesa en el monasterio de la Vi­ sitación en Valladolid; falleció santamente en abril de 1947. El 21 de agosto de 1941 moría santamente en Astorga el Excmo. y Rvdmo. don Antonio Senso Lázaro. Había re­ gido los destinos de aquella diócesis durante veintiocho años. Pocos prelados supieron ganarse en tan alto grado la veneración y el respeto filial de su pueblo como el doc­ tor Senso. Había nacido en Montánchez el 12 de febrero de 1868. Con brillantísimas calificaciones cursó sus es­ tudios en el seminario de Badajoz, donde se ordenó sacerdote en 1891. Dos años más tarde era nombrado canónigo de la Santa Iglesia Catedral y profesor del Seminario. El año 1896, tras brillantes oposiciones, es nombrado canónigo de Madrid. Su preocupación cultural le lleva a matricularse en la Universidad Central, donde obtiene la licenciatura en Derecho. Poco después se le confía el car­ go de rector del seminario de la capital de España. A los cuarenta y cinco años fue preconizado obispo de Astor­ ga, siendo consagrado el 23 de noviembre de 1913, ha­ ciendo su entrada solemne en la diócesis el 28 de diciem ­ bre del mismo año. Durante los veintiocho años de su pontificado, el obis­ po Senso vivió entregado por completo al bien de sus diocesanos. Incansable en su trabajo, se ocupó personal­ mente del gobierno de la diócesis hasta los momentos fi­ nales de su vida. Pastor y doctor de su rebaño, dirigía continuas exhortaciones pastorales. De éstas se conser­ van 24 cartas pastorales densas de contenido bíblico, cla­ ras, precisas, de impecable estilo, de ética forma. Famoso rector del seminario de Madrid, volcó sobre el de Astorga su rica experiencia, dotando nuevas cátedras y mul­ tiplicando las becas. 286


Sus últimos momentos, vividos con fe profunda, cons­ tituyeron la lección más sublime de toda su vida. Cons­ ciente de su gravedad, dispuso que se le administrara e! Santo Viático, y para esta ceremonia invitó al cabildo, autoridades y al pueblo en general. Después de recibir el Viático dirigió a los presentes una sentida exhortación de despedida, verdadero testamento espiritual del pastor que deja a sus ovejas. “ Por si esta fuera la última, dijo term i­ nando la exhortación, quiero daros mi bendición y ben­ dición cantada: Cantan los ángeles en el cielo y las aveci­ llas en la tierra y ¿no cantaré yo también en esta hora en que mis pies apenas tocan la tierra, mientras mi corazón vive en el cielo?” . Cuatro días después expiró santamente. (Datos facilitados por el M. I. Sr. don Juan Aponte Fra­ goso, canónigo penitenciario de Badajoz, natural también de Montánchez.) Monseñor don Tirso Lozano Rubio, camarero secreto de su Santidad, canónigo lectoral de Badajoz, provisor y juez eclesiástico de este mismo Obispado, autor de esta historia. Muy ilustre señor don Constantino Lázaro Carrasco, dignísimo canónigo de Badajoz, en posesión de la Cruz de Beneficencia. Muy ilustre señor don Melitón Amores González, canó­ nigo precepto de ceremonias de la catedral de Astorga, escritor muy brillante y poeta muy estimado; son suyas las obras siguientes: "Am or con amor se paga” ; “ Montán­ chez y la reina Isabel la C atólica” ; “ Am or” , y "M is amores M. I. Sr. don Clodomiro Muñoz Chaves, que fue párro­ co de Montánchez y murió siendo canónigo de la cate­ dral de Badajoz. Don Juan de Dios González Pila, natural de Granja de Torrehermosa, que fue párroco de Montánchez, durante cuarenta años, haciendo una labor muy meritoria en todos los órdenes. Don Francisco Delgado Espada, natural de Hornachos, párroco de Montánchez durante varios años realizando 287


una misión sacerdotal extraordinaria con el beneplácito de toda la feligresía. Don Elíseo Carrasco Flores y don Angel Domínguez Flores, sacerdotes que desarrollaron su labor pastoral ad­ mirable en esta villa. Catedrático: Don Lorenzo Torremocha Téllez, profesor de Fisiología de la Universidad de Valladolid. Médicos: Don Adolfo Canal Galán, don Casimiro Madru­ ga Lavado, don Sandalio de la Revilla Galán (m édico fo ­ rense), don José Díaz Valiente, don José Madruga Carras­ co, don Adolfo Senso Gómez, don Guillermo Téllez Neva­ do, don Julio Laguna Jiménez, don José Carrasco Flores, don Genaro Sánchez Gómez, don Luciano Gragera Flores, don Pedro Arroyo Zambrano y don Joaquín Sánchez Mar­ tín, que aunque no fue natural de esta villa, se distinguió especialmente durante la tristemente célebre “ grippe” de 1918; siendo médico particular y al caer enfermos los dos médicos titulares de esta villa, comenzó a visitar a todos los enfermos con peligro de él mismo contagiarse. Maestros: Don Andrés Suarez Galán, don José Moreno Martín, don Angel Torremocha González, don Juan Cues­ ta Carrasco, don Maximiliano Lázaro Muñoz, don Sócrates Pulido Meléndez, don Florencio Flores Gordo, don José Sánchez Donaire, don Agustín Margallo Torremocha, don Francisco Peña Cortijo, don Francisco Carrasco Caballe­ ro, don José Margallo Caballero, doña Manuela Nogales Solís, doña Juana Rivera Mateos y doña Adelaida Nava­ rro Esteban. Algunos de ellos no nacieron en Montánchez, pero aquí desarrollaron su profesión durante toda su vida. Abogados: Don Francisco Fernández Arias, escribano y notario; don José Galán Reyes, notario; don Juan Ca­ lixto Lozano García; don Leopoldo Gómez Valhondo; don Modesto Senso Lázaro, notario de Brozas; don Antonio Gómez Flores, notario de Montánchez; don Ramón Rico Estreviz, registrador de la propiedad; don Fernando Valhondo Martín; don Miguel Galán Sánchez, registrador de la propiedad; don Juan Fernández Lázaro, secretario de la Audiencia Territorial de Cáceres; don Celestino Galán 288


Gómez, juez comarcal de Zafra; don José Orozco, nota­ rio, y su hermano don Felipe; don Juan María Gil García; don Gerardo Téllez Lázaro; don José Salas Orozco; don Leopoldo Serrano Montero; don Alfonso-Magno Gómez Gar­ cía; don Germán Dueñas Pérez; don Manuel-Cirilo Berme­ jo López; don José Flores Alvarez, escribano; don Pedro Rosco Amores; don Juan Flores Galán y su hermano don Julio; don José-Augusto Pérez Flores; don Timoteo Suárez Madruga y don José Canal de Robledo, notario de Tórremocha. Farmacéuticos: Don Francisco Caballero Ledo; don Juan San Martín; don Pedro Puga Galán; don José Gon­ zález Gómez; don José Gragera Flores; don Antonio Solís y don Urbano Gómez Galán. Veterinarios: Don Francisco Muñoz Sancho, don Anto­ nio González Salado; don Emilio Torremocha González y don Indalecio González Galán. Militares con graduación: Don Benito Valiente Solís, teniente de Infantería; don Juan López, teniente coronel de Infantería; don José Galán Medina, capitán de Infan­ tería; don Modesto Torremocha Galán, alférez de Infante­ ría; don Arturo Rubio de la Revilla, teniente de Regula­ res; don Alfonso Fernández Lozano, teniente de Aviación; don Juan Lozano Vizcaíno, teniente de Infantería, y don Antonio Galán Rubio, capitán de intendencia. Administradores de correos: Don Pedro Suárez Galán y don Emilio Mata Serrano, natural de Santa María de Nie­ va (Segovia), pero en Montánchez ejerció su carrera du­ rante muchos años, hasta su muerte, ocurrida en esta villa. Procuradores de los Tribunales: Don Alberto García Margallo, don Rufo Flores Lozano, don Andrés Galán Gon­ zález, don Julio Flores San Martín; don Cecilio de la Re­ villa García, don Adolfo Lozano Canal y don Juan Lozano Flores. Perito mercantil: Don Leopoldo Nogales Senso. Practicantes: Don Abdón Becerro García y don Pelegrín Meléndez Fernández. 289 19


Jefes de la cárcel del partido: Don Inocencio Margallo y don Hipólito Galán En la actualidad tenemos ejerciendo sus carreras res­ pectivas muy buenos abogados, fiscales, asesores; en Ma­ drid, Sevilla, etc., y en nuestro propio pueblo; médicos en una buena parte de la geografía patria que han logrado una merecida fama; directores y profesores de institutos de Enseñanza Media; párrocos venerables, sacerdotes, re­ ligiosos, militares, maestros, farmacéuticos, veterinarios, agricultores, ganaderos, industriales y trabajadores del campo cuyos nombres no se hacen constar por vivir los interesados y lo que se pretende es actualizar la historia de nuestra villa

NOTA AL CAPITULO V IG E S IM 0 9 E G U N D 0 NOTA.— En un artículo del ¡lustre académico conde de Canilleros, publicado el 12 de septiem bre de 1969, en el diario «A. B. C.>, escri­ be sobre un ignorado atleta del siglo XV , llamado Luis de Alvarado; había nacido en Trujillo, su nombre se ha salvado del olvido porque su contem poráneo y paisano, Diego de Hinojosa, recogió detalles de su fuerza, ligereza y agilidad increíbles, en un viejo y detallado ma­ nuscrito. El castillo de M ontánchez fue base estratégica utilizado durante mucho tiem po por el clavero don Alonso de M onroy contra los Reyes Católicos y a favor del clavero luchó Luis de Alvarado en los mo­ m entos de su plenitud física, y en la fortaleza y en los campos montanchegos hizo los mayores alardes de sus dotes excepcionales. Sus músculos de acero partían una puerta de gruesos tablones, arrojando una piedra; lanzaba pesadas barras de hierro por encima de altas torreá. Junto a las fuerzas excepcionales, Luis de Alvarado, tuvo las dotes, más asombrosas aún, de la agilidad y la ligereza en saltar, correr y trepar. En el castillo de M ontánchez hacía que sacaran una larga viga por una ventana colocándose en el extrem o e x te rio r m ien­ tras dentro de la estancia sujetaban varios hombres el otro extrem o

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y cuando a una señal soltaban la viga, con destreza y habilidad pro­ digiosas, Alvarado iba a agarrarse a la ventana. O tras veces iniciaba desde las almenas de una to rre un salto en el vacío, girando luego en el espacio, para volver al punto de partida -co m o que fuera un ave», dice Diego de Hinojosa. De su habilidad de trepador dejó claros testim onios. Era aficiona­ do a citar los toros y burlarse de ellos subiéndose por cualquier mu­ ro. D e su ligereza en la carrera hablan sus cacerías en los campos montanchegos, en los que mataba con un palo, liebres y corzos co­ rriéndoles a pie. «Parece cosa increíble, dice el cronista, mas es' cierto. Testigo es Dios que no m iento, que le v i hacer lo que he dicho». Q uede, pues, en la prim era fila del atletism o, la figura de este extrem eño del siglo X V que habría causado asombro en cualquier olim píada y al que privó de gloria y fortuna el haber sido rebelde a los Reyes Católicos. (Hasta aquí un resumen del artículo del conde de Canilleros1.) Con ocasión de este artículo aparecido en la Prensa, ha escrito otro muy documentado el ilustre abogado fiscal de la Audiencia de M adrid y natural de M ontánchez, don Antonio Pérez Garcia-M argallo, en el «HOY», de Badajoz, fecha 17 de septiem bre de 1969, para ha­ cer unas observaciones y precisar algunos conceptos. Es conveniente, dice el articulista, paisano nuestro, distinguir la actitud de los hijos de Montánchez en' el momento más glorioso de la historia de España, o sea, en la guerra de los Reyes Católicos con el de Portugal y con los partidarios de la Beltraneja, con la actitud, bien distinta, de los señores del castillo de M ontánchez. Es cierto que el clavero, don Alonso de M onroy, cuñado del com endador Portocarrero, alcalde del castillo de M ontánchez, hizo la guerra contra los Reyes Católicos desde este castillo porque no le ayudaron a conseguir el maestrazgo de la Orden de A lcántara en su disputa con los Solises; pero es tam ­ bién históricam ente cierto que los habitantes de M ontánchez estuvie­ ron s’iem pre de parte de los Reyes Católicos y así cuando los hijos de esta villa saben que los ejércitos de dichos reyes se aproximan a su tierra, «desafiando los riesgos y burlando la centinela de los se­ ñores del castillo, parten veloces formando una mesnada concejil bajo el mando de sus ediles a integrarse a las filas del ejército real que sitiaba a Trujillo, cuya caida fue decisiva para la definitiva victoria. Del valor de sus capitanes y de la eficaz ayuda de esta mesnada de M ontánchez son testim onios el honroso títu lo que m ereció la villa de «muy noble y muy leal» y las ejecutorias de hidalguía de los reyes que concedieron a mencionados ediles: don Alfonso García y don Juan Gil, cuyos blasones aparecen en las fachadas de sus casas solariegas». Q uede bien claro que los verdaderos hijos de M ontánchez siem pre lucharon por la noble causa que hizo posible el más grande de los reinados que conoce nuestra historia: el de los Reyes Católicos.

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CAPITULO VIGESIMOTERCERO Partido de Montánchez El partido judicial de Montánchez reúne en si una nota­ ble circunstancia: la de estar formado, tal como es, con sus mismos términos, pueblos o ayuntamientos que esta­ ban en el siglo XIII, al ser conquistado y cedido a la Or­ den de Santiago el año 1230, cuya Orden de Santiago hizo la repartición y asignación de términos de los pueblos del partido el año 1236. Es, por tanto, Montánchez uno de los partidos más antiguos que tiene España; pues asciende aún al tiempo de los árabes, según lo refiere don Bernabé de Chaves en su obra "Apuntamiento legal sobre el dom inio solar de la Orden de Santiago” cuando dice en el folio 168, que “ Mon­ tánchez fue donado a la Orden en los mismos términos que tenía en tiempo de los sarracenos” . Así, pues, los confines del actual partido son: al norte, con el partido de Cáceres; al este, con el de Trujillo; al sur, los de Villanueva de la Serena y Don Benito, y al oeste, con el de Mérida. Los deslindes tal como los hizo la Orden de Santiago, quedan referidos en el capítulo XII del segundo período. Sólo tenemos que añadir que desde el 1820 al 1824, per­ tenecieron además a este partido los pueblos siguientes: Carmonita, Aldea del Cano, Torrequemada, Ruanes, Santa Ana, Plasenzuela y Robledillo; y que en el 1825 se formó 292


un proyecto de la Intendencia de Policía para completar el partido con el número de 25 pueblos que había de recibir de los partidos de Alcántara, Coria y Badajoz, lo que no se realizó por la demasiada distancia de los pueblos refe­ ridos. Los 14 pueblos que a él pertenecieron y que en todas las ocasiones siguieron la misma suerte que su matriz, son: Albalá, Alcuéscar, Almoharín, Arroyomolinos, Benquerenda, Botija, Casas de Don Antonio, Montánchez, Salva­ tierra de Santiago, Torre de Santa María, Torremocha, Valdefuentes, Valdemorales y Zarza de Montánchez. El partido de Montánchez tenía el año 1555, dos mil vecinos, cuyo número disminuyó a causa de las guerras de Portugal, pues en el año 1656 se redujo a mil qui­ nientos. Había en esta villa un arca, donde se conservaban to­ das las escrituras de la villa y del partido; así mismo por Real Provisión de 1675 se restableció el arca de tres lla­ ves como antes las había, donde se cobraran por el gober­ nador de esta villa las rentas reales del partido en vez de llevarlas a Mérida, cuyo adm inistrador había de librar su importe; lo que duró hasta el año 1721 en el que se mandó llevar los caudales a la ciudad de Mérida por orden de la Intendencia. Tenía Montánchez justicia mayor y gobernador de villa y tierra desde el año 1567, a donde acudían en primera instancia los pueblos del partido; las apelaciones debían hacerse al Consejo de las Ordenes militares en último gra­ do, o a la Cancillería de Granada si se trataba de causas de nobleza, según reales órdenes de Carlos V y Felipe II, ratificadas de nuevo el año 1709 a pedimento del procu­ rador general sexmero, don Domingo González Bulnes, no­ tario del Santo Oficio; perteneció a la audiencia de Cáce­ res una vez creada por pragmática sanción de Carlos IV el año 1790. En el orden eclesiástico perteneció desde su conquista a la diócesis exenta de San Marcos de León, priorato de Llerena y vicariato da Mérida hasta el año 1873, en que 293


el gobierno de la República por decreto de 20 de marzo suprimió indebidamente las órdenes militares; en su con­ secuencia el Papa Pío IX, anexionó por la bula “ Quo gravius' los territorios de las órdenes a los obispados inme­ diatos, quedando Montánchez con algunos pueblos incor­ porados a la diócesis de Badajoz y otros a la de Coria. (Hoy todos los pueblos del partido pertenecen a la dióce­ sis de Coria-Cáceres.) He aquí una pequeña relación histórica de los pueblos del partido: Montánchez.— Cabeza de partido, antiquísima villa, co­ mo consta por las escrituras de ofrecimiento, donación y confirmación hechas en el siglo XIII que ya la llaman cas* tillo y villa de Montánchez, probando que lo era ya ante­ riormente; con razón, pues, en la portada de las Ordenan­ zas confirmadas por Felipe II en el 1560 se la llama Anti­ gua y Leal Villa, cuya última denominación obedece a ha­ ber permanecido este castillo entre los leales en tiempo de las Comunidades de Castilla en favor de Carlos V. Fue en la antigüedad de muy grande importancia, pues sus comendadores, don Rodrigo Iñíguez, en el siglo XIII y don Vasco López, en el XIV, llegaron a ser grandes maestres de la Orden de Santiago que de continuo guardaba sus tesoros en dicho castillo por ser una de las mejores forta­ lezas. “ De grande estimación — dice Moreno de Vargas— fue el ser alcaide de su castillo y gozaba de suma repre­ sentación” , pues Alfonso Enríquez y Don Diego Alfonso de Zárate, fueron comisionados en el siglo XV y XVIII para componer los debates entre Mérida y Badajoz el primero, y para form ar la causa a don Miguel de Monroy, regidor perpetuo de Llerena. el segundo; lo mismo prueban los he­ chos de honrarse el duque de Abrantes con el título efe guarda mayor de montes de esta villa y premiar el rey Fe­ lipe III al conde de la Roca por los servicios prestados en !a guerra de Italia con el alguacil mayor de Montánchez Su descripción figurará en el capítulo siguiente. A lb a lá — Villa de 350 vecinos, pueblo antiguo pertene­ ciente a las Ordenes, con hermosa iglesia de bóveda de 294


cantería construida el año 1420, y Casa Consistorial re­ formada en 1839; posee varios escudos de nobleza y con­ serva algunas inscripciones antiguas y romanas, si bien el nombre del pueblo es evidentemente arábigo Alcuéscar.— Villa fundada en el año 30 por los moros cuando se extendieron por Extremadura; le pusieron el nombre de Alcuéscar porque la habitaron moros de Güescar, lugar de Andalucía que era del Duque de Alba; fue aldea hasta el año 1588 en que se eximió del partido de Montánchez, incorporándose al de Mérida por hacerse vi­ lla; el título de villazgo se conserva en el archivo de Si­ mancas y en el nuestro obra la escritura de incorporación por segunda vez a este partido desmembrándose de Mé­ rida el año 1648 en virtud de varias razones y pedimento hecho por el mismo pueblo; era encomienda mayor que daba cuatro lanzas, cuyo comendador, el marqués de Zaya, poseía la dehesa de Valdelayegua como cerrada el año 1747: al principio del siglo XVII tenía 400 vecinos; el 66 de este siglo contaba 515 casas. Además de la iglesia de la Asunción cuyos reparos correspondían al Comendador, tenía seis ermitas, la de Santiago, San Jorge, San Blas, Santa Lucía, San Ildefonso y San Salvador; esta última con sus bienes la administraban los curas de Santa María de Mérida, hasta el siglo XV en que se confió su adminis­ tración a la comendadora de las freilas de Santiago de Ro­ bledo de Montánchez (en esta ermita hubo freiles de la orden en tiempo de la guerra contra los moros). En este pueblo se reunieron el 27 de octubre de 1812 las tropas españolas y las aliadas mandadas por el general inglés Hill para dar la famosa batalla de Arroyomolinos contra los franceses. Su dehesa boyal pertenecía a la comunidad del partido, según consta por varias reales provisiones. Su archivo fue quemado por los franceses; entre sus varones ilustres se cuenta al general Hernández Pacheco, al doc­ tor don Francisco Huertas Barrero, académico de la Real Academia de Medicina y senador del Reino, médico de fa­ ma internacional; a don Eduardo Hernández Pacheco, que 295


fue profesor de la Universidad de Madrid y don José Huer­ tas Lancho, canónigo de la catedral de Badajoz. Aimoharín.— “ Es fama que la fundó un moro de lina­ je de los Almohades y le puso su nombre y labró un cas­ tillo que es ya derribado. Entre los papeles del padre Je­ rónimo Román de la Higuera está un traslado y copia de una piedra de moros que dice vio en Mérida en las ca­ sas de García León, a las espaldas de San Francisco adon­ de ahora está la huerta del convento” . La calle de Lucatán es muy antigua sin saberse su origen. Entre los hombres célebres de Aimoharín se cuenta al Excelentísimo don Jacinto Jaraiz Bonilla, que nació en 1850 y murió en 1926; fue juez de instrucción de Jarandi­ na. Almendralejo, Córdoba, Vitoria y Zaragoza. En Alba­ cete fue fiscal de la Audiencia Territorial y finalmente llegó a ser magistrado del Tribunal Supremo. Devotísimo de la Virgen de Sopetrán escribió diversos libros a Ella dedi­ cados. Esta villa tiene la ermita de Sopetrán que está a 5 ki­ lómetros del pueblo y es de antigua construcción su pri­ mer cuerpo; la tradición popular dice que la Virgen de Sopetrán (que quiere decir “ bajo piedra” ) empezó a ve­ nerarse en esta ermita en tiempos del rey moro Almenón, cuyo hijo el príncipe Halí-Haymón, estando en el valle de Solanillos se convirtió al cristianismo, y perseguido por su padre, vino a refugiarse en este lugar, donde hizo ben­ decir una mezquita que aquí existía. La historia admite como cierto que Halí-Maymón a mediados del siglo XI, se convirtió al cristianism o en el valle de Solanillos y que hizo edificar una ermita en el pueblo de Santa María de Sopetrán que está entre Sigüenza y Alcalá, en donde llevó hasta su muerte, vida de anacoreta y penitente. A esto hay que añadir que posee en sus términos la fuente de la Parrilla, llamada del Carrasco, con aguas mi­ nerales y diuréticas. Arroyomolinos de Montánchez.— Fue desde un p rinci­ pio villa de Montánchez hasta el año 1598 en que se exi­ 296


mió de este partido para incorporarse al de Mérida. Tenía seis ermitas: la de San Martín, muy antigua; había en ella una pila de piedra blanca como caja de entierro y dicen que todos los años, después del día de San Juan Bautista, se llenaba de agua sin que nadie la suministrara, duraba todo el verano y al fin de él se secaba; se tenía por mila­ grosa y muchos enfermos sanaban bebiéndola y lavándo­ se en ella; tradición es que en aquella piedra hubo ente­ rrado un gran santo; las de Santo Domingo, San Polo, San­ ta Catalina, mártir; Santa Marina y San Fabián y Sebastián, mártires; la madera de la imagen de San Sebastián es olo­ rosa, la trajo de la India un capitán de dicha villa. Este pueblo ha prosperado mucho. Benquerencía.— (Significa “ cariño” o “ querer b ie n "). Es pueblo de 68 casas, fue de la Orden de Santiago con iglesia dedicada a S. Pedro y ermita del Santo Cristo del Amparo; pertenece a la Diócesis de Coria. El limo, don Francisco Redondo Pérez, actual presidente de la Audien­ cia Provincial de Cáceres, es natural de esta villa. Botija.— (Antes se llamó Bolija, así llamada del bolo Armónico, tierra que se encontraría en sus térm inos). Pue­ blo de 116 casas en el siglo XVII; tiene aguas minerales en el sitio llamado Fuente de las Huertas; cerca existen las ruinas de villas viejas con restos de un muro de circunva­ lación, escorias de fragua y varios pozos de mina; hoy es cia Provincial de Cáceres, es natural de esta villa. Casas de Don Antonio.— Pueblo situado en el baldío que llamaban de Santiago, junto a las ruinas de un pueblo romano llamado Ad Sórores, que es lo mismo que “ A las hermanas” ; las poblaciones hermanas debieron estar la una en donde hoy la casa del baldío de Santiago, y la otra en las ruinas inmediatas que se ven al otro lado del arroyo de Santiago en la dehesa la Atalaya; se hizo villa por real privilegio fechado el año 1769 por el servicio de 5.020 du­ cados, en cuyos tiempos tenía 251 vecinos; hoy sólo tie­ ne 154. Ha tenido entre sus hijos, obispos y un regente de la Audiencia de Granada. 297


Salvatierra de Santiago.— Fue pueblo de Montánchez, eximióse el 1631 para pasar al partido de Mérida, de cuyo modo se hizo villa; fue fundada por los godos y destruida por los moros; la denominaron así los cristianos por ser tierras “ salvadas" de algunos daños o tributos (también puede significar, como principio o fin de la tierra de San­ tiago, según dice el señor Paredes Guillén) y de Santiago de Montánchez por haber pertenecido a la Orden; tenía tres ermitas, Nuestra Señora de la Estrella, cuya imagen se apareció en aquel lugar, la del Salvador y los M árti­ res; la cruz de la entrada es de una sola pieza; padeció mucho en la guerra de la Independencia y tiene por ar­ mas una flor de lis. Naturales de este pueblo fueron: “ Sor Ana de la Cruz, religiosa de ejemplar vida y de gran san­ tidad en el convento de San Antonio de T ru jillo ” . “ Diego y Alonso de Salvatierra” que sin cargo alguno oficial, se aventuraron a cruzar el océano en el siglo XVI, y estable­ ciéndose en el nuevo continente consiguieron labrar pin­ gües caudales. “ Fray García de Salvatierra” , religioso fran­ ciscano que profesó en la provincia de San Miguel y pasó al nuevo mundo después de haber sido portero de los conventos de Hornachos y Alcántara, quedando en la pro­ vincia del Santo Evangelio con residencia en el convento de Toluca, ejemplares fueron su caridad y penitencia y adquirió entre los matlazincos toluquenses renombre por los milagros que a diario llevaba a cabo: una plaga de hor­ migas asolaba el pueblo de Tehuacan y asediado por ellas el convento, el P. Salvatierra las mandó salir y obedecie­ ron haciéndose notorio que no penetraban donde él les prohibía entrar; y habiéndose desarrollado una epidemia que en poco tiempo arrebataba a cuantos niños atacaba, se refiere que eran salvoa, cuantos tocaba con sus manos. Cristóbal de Salvatierra, capitán de Pánfilo de Narvaez, en la jornada que este llevó a cabo contra Cortés, de or­ den de Velázquez; marchó luego con Alvarado a Guate­ mala; fue uno de los fundadores de la ciudad de Santiago de los Caballeros, capital de dicha provincia y fue nom­ brado alcalde de ella. 298


Torremocha.— Fue pueblo de Montánchez, eximióse el 1631 y pasó al partido de Mérida; al principio del siglo XVII sólo tenía 280 vecinos, hoy tiene más de 600; se lla­ mó así porque la torre es mocha o sin capitel. Dícese que el pueblo de 1.000 casas, estuvo situado en un principio donde nuestra Señora de Torralba. Tiene el Santo Cristo que ha hecho muchos milagros en enfermos; y las ermitas en sus afueras del Humilladero, San Antonio y la Piedad. Torre de Santa María.— Pueblo de 318 vecinos, que perteneció siempre al partido de Montánchez desde su conquista; tenía 55 vecinos a principios del siglo XVIII y contribuyó con 9.194 reales para los regimientos de Grasttón y de Coria en la Guerra de Sucesión; en el presente siglo ha visto a uno de sus hijos ocupar la silla episcopal de Tuy, don Juan García Benito, que nació en la Torre el año 1752 y estudió Gramática en Montánchez, tres años de Filosofía en el convento de Santo Domingo de Plasencia, dos años de Teología en la Universidad de Toledo, tres de Derecho civil en la de Sevilla y diez de Cánones en la de Salamanca; el 1 de julio de 1785 tomó posesión de la doctoral de Plasencia que obtuvo por oposición. En 24 de julio de 1797 fue preconizado en Roma para la mitra de Tuy. Falleció el 12 de septiembre de 1825. También don José Lozano ciñó la banda de general de la Armada. Valdefuentes.— Conquistado de los moros por los Ca­ balleros de la Orden perteneció a ella hasta el siglo XVI en que fue enajenado y donado por Felipe II a título de mar­ quesado a don Alvaro de Sande y sus descendientes, por haber sido defensor de la plaza de Gérves en Africa y de la isla de Malta. El sucesor de este vínculo fue el duque de Abrantes quien de tiempo inmemorial percibía los diez­ mos eclesiásticos de dicha villa; aún se conserva en mal estado el palacio del marqués; la parroquia era de patro­ nato del mismo por cuya presentación se proveía. Tuvo un convento de Agustinos recoletos cuyo edificio está ruino­ so, excepto su magnífica iglesia con valioso retablo dora299


do, que se halla abierta al público. Por Real Provisión de 1673 se obligó a esta villa a contribuir a los gastos del par­ tido por ser comunera y se multó a su gobernador, don Enrique de Fonseca, Caballero del hábito de Cristo, por desobediencia al gobernador de Montánchez. Valdemorales.— Quiere decir valle de los morales. Es pequeño pueblo de 270 vecinos; perteneció siempre al partido de Montánchez y a las Ordenes militares de San­ tiago, con parroquia de prim er ascenso; hoy está agrega­ do a la diócesis de Coria-Cáceres. En su término se en­ cuentra Castillejuelo con restos de antigua población Zarza de Montánchez.— Pueblo de 370 vecinos; está si­ tuado en la falda de la sierra de San Cristóbal en cuyas inmediaciones nace el rio Tamuja, afluente del Almonte, que lo es del Tajo. De este pueblo fue natural "Diego Mar­ tín” quien militó a las órdenes del capitán Diego de Mazariegos en el territorio mejicano, y con él pasó después a la conquista de Chiapa (su primer obispo fue el P. Las Casas, apóstol de las Indias y amigo de Rentería) en el año 1528 en la que se estableció definitivamente Fue varón ilustre de esta villa don Martín Rodríguez Ojea, abogado, diputado por Extremadura en las eleccio­ nes celebradas en Valencia de Alcántara con arreglo a la Constitución de 1812.

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CAPITULO VIGESIMOCUARTO Descripción moderna: Población, situación, términos, ca­ minos vecinales y carreteras, interior de la población y afueras, edificios públicos, iglesia, ermitas y santuarios, fuentes y acueductos, juzgado comarcal, órdenes militar y eclesiástica, productos agrícolas e industriales, minas, policía urbana. Población.— Montánchez con Ayuntamiento en la pro­ vincia de Cáceres, Diócesis de Coria-Cáceres, tiene 4.500 habitantes; su vecindario quedó muy dism inuido en las guerras de Portugal del siglo XVII y las de Sucesión en el XVIII contando entonces sólo 328 vecinos; desde este tiem­ po el aumento de su población no ha sido grande, pues el año 1818 tenía 900 vecinos, el 1821, 3.503 almas y el 1883, 3.635 habitantes. Situación.— Está situado en la alta sierra de su nom­ bre, perteneciente a la cordillera Oretana; la población está dando frente a las llanuras de Albalá y Torremocha; su clima es bastante apacible en verano y algo frío en invierno; reinan los vientos N. y S., sus aires son muy pu­ ros y tan sanos que a ellos es debido el sazonamiento es­ pecial de sus ricos y sabrosos jamones, como toda clase de embutidos. Término.— Confina al N. con Torremocha y Valdefuentes, al E. con la Zarza, al S. con Almoharín y al O. con Alcuéscar y Casas de Don Antonio; todos a distancia de 301


una o dos leguas; comprende 4.000 fanegas de tierra ro­ turadas, aun las más montuosas para labor en las dehe­ sas llamadas de Zafra, Quebrada y Valdeverdejo y toda la sierra cuyas eminencias a costa de un inmenso trabajo que han dedicado sus naturales al plantío de viñas, con lo que siendo infructífera la han reducido a cultivo en los térm i­ nos más dignos de elogio; su verdura y lozanía se descu­ bre por todas partes en el verano, presentando agradables y sorprendentes panoramas; y cuando todos los pueblos no presentan otra cosa que sequedad, éste ofrece una bo­ nita y deleitable campiña, sus habitantes se pueden lla­ mar, con razón, los ingleses de Extremadura, no sólo por no despreciar un palmo de tierra, sino por haber conver­ tido su estéril sierra en una granja extremeña. Caminos vecinales.— Los caminos de Montánchez a los pueblos de su partido se encuentran hoy poco más o me­ nos en el estado en que se hallaban una centuria antes; los pueblos circunvecinos comunican y suben a Montán­ chez por varias calzadas, bien empedradas, de media le­ gua de extensión, que es el espacio que alcanza la subi­ da. En el 1862 se formó expediente sobre construcción de un camino vecinal, clasificado de primer orden, desde Montánchez a Cáceres, que no se llevó a efecto; desde el año 1886 está abierta al público una carretera de ter­ cer orden que pasando por Alcuéscar enlaza en las He­ rrerías, mansión antigua de las vías militares romanas, con la que va desde Mérida a Cáceres; otra que partien­ do de Cáceres pasa al E. de Montánchez y termina en Medellín. Interior de la población y afueras.— Tiene 1.700 casas la mayor parte de dos pisos y muchas de tres, de sólida construcción y comodidades, sobre todo las modernas. Tiene una Plaza de España de figura rectangular y con mucha capacidad, sirve de mercado diario y de paseo público, a ella abocan por cada ángulo las cuatro calles principales del pueblo; está colocada en el centro y sirve de límite que determina las cuencas de los dos ríos, las aguas de un lado van al Guadiana y las del otro se dirigen


al Tajo; la hermosean por el norte la Casa Grande de ele­ vada altura y moderna construcción, al este las Casas Con­ sistoriales y un edificio particular con espaciosos portales que ofrecen cómodo paseo a los naturales, al sur hay tres elevados edificios con portales en toda su extensión, construidos en el año 1855, en virtud de concesión del Ayuntamiento, por don José María Orozco y don Francis­ co Galán Gómez, para gozar de sus altos respectivos y al oeste lo ocupan igualmente buenos edificios, todos con muchos balcones. Tiene; además, cuatro plazuelas: el Altozano; los Már­ tires, Soledad y Cruz del Llano; con cuarenta calles lla­ madas: Cuesta del Cura, Helechal, Pozo del Concejo, Cruz del Prado, Peñas Redondas, Doña Sol Alta y Baja, Portugalillo, Mártires, General Margado, Coso, Llano de Juan Alonso, Soledad, Castillo, Baluarte, Palacios, Remedios, Santo Domingo, Pozo del Valle, Pozo del Carpió, Pradillo, Arroyo, General Franco, Calvo Sotelo, José Antonio, Queipo de Llano, General Mola, Herrera, Bautista Balset, Cen­ tenal, Ramón y Cajal y Lectoral Lozano. Edificios públicos.— Hoy sólo quedan las Casas Con­ sistoriales, las escuelas, la cárcel. Las Casas Consistoria­ les eran propias del concejo de villa y tierra; es de bas­ tante capacidad. Las salas capitulares se repararon en el 1817 por estar desplomada la pared de la plaza. En el 1855 se formó un expediente para la recomposición de las Casas Consistoriales que no se ha llevado a cabo. La Real Cárcel antigua estaba en la plaza en el sitio que ocupa hoy la casa de los Flores; por hallarse ruinosa, se habili­ taron en el 1816 dos piezas del Real Pósito para cárcel y en este edificio ha continuado hasta el día, sin que se haya construido la nueva, como se determinó el año 1823, vendiendo al efecto la casa del gobernador y a pesar de reunir pocas condiciones higiénicas, sobre todo los bajos. El partido pagaba por alquiler de la cárcel 175 pesetas. En lo antiguo hubo Real Pósito y casa del gobernador. El Real Pósito estuvo primitivamente en la plaza, situado en la casa de Sanmartín; por los años de 1752 se trasladó 303


a la casa de la cárcel, palacio antiguo de los condes de la Roca, y en el 1823 se propuso su venta para armar la m ilicia nacional. La casa del gobernador estaba en la pla­ za al lado del Ayuntamiento; para corrales de esta casa se compraron el 1667 los dos pedazos de corral que so­ braron de la obra de la Ermita de la Soledad. En el 1811, se mandó vender por el general Castaños, mas no se llevó a efecto. Existen abiertas al culto católico la iglesia de San Ma­ teo y varias ermitas. El edificio parroquial es elevado y de sólida arquitectura; son notables el arco y bóveda del co­ ro, muy parecida a la del Escorial y a la de la catedral baja de Cádiz; tiene una sillería en el coro de mérito ar­ tístico, una urna para el monumento de madera forrada con planchas de plata, regalo del infante don Luis y una imagen del Nazareno de incomparable gusto. La iglesia fue costeada por la Orden de Santiago y construida apro­ ximadamente por el siglo XIV, en el mismo sitio que hoy ocupa. En el libro de cuentas del año 1531 a 1558 que en el archivo se conserva aparece un pago hecho por el Concejo en el 1543 por la obra o recomposición de la igle­ sia y del 1567 se conservan cuatro cartas de pago de 1470 mrs. para lo mismo; del titular y algunos altares se hace mención en la fundación de la obra pía del bachiller Rodríguez, en donde se dice que desea ser enterrado en la iglesia de San Mateo y debajo del altar de la Pura o del Rosario; y en el 1574 aparece en ella fundada la Cofradía de la Vera Cruz. Mas la fábrica de la iglesia, cual hoy exis­ te, data desde el 1694, según consta por un expediente del archivo municipal; allí se dice que se acabó la fábrica de la iglesia parroquial de San Mateo en el referido año, por el arquitecto Francisco de Iglesias, siendo gobernador de la villa don Pedro Bustamante; que don Carlos II como maestre de las Ordenes mandó reconocerla a otro arqui­ tecto y a un maestro de Montánchez, y reconocida se ha­ lló conforme a las condiciones y aún mejor, porque los cuatro pilares de la capilla mayor son de cantería en vez de ladrillos, y mejoró las peanas de los cuatro altares co­ 304


laterales, la pila bautismal y la escalera del coro; por todo lo cual, calculaban debían satisfacer 8.000 reales más de lo contratado, así como por haber tenido que llenar cinco grandes silos en los cimientos. Todo se satisfizo por el Ayuntamiento, quien como patrono hacía todos los repa­ ros necesarios; aun en el año 1843 aparece costeado por el mismo el blanqueo de la iglesia. La torre está separada del cuerpo de la iglesia y se le­ vanta en medio de los árboles del paseo, esbelta y gigan­ tesca cual ciprés entre flexibles mimbreras. Como accesorio de la iglesia se considera el cemen­ terio, y sabido es que nuestros antepasados hicieron sus enterramientos en la misma iglesia hasta el año 1804 en que por Real Orden se prohibió tal práctica y se mandó construir cementerio separado; con este motivo, los pe­ ritos, los médicos y el párroco, designaron para campo santo una cerca guindal de don José Torres, sita en la Resbaladera lindante con camino que va a la Fontanítta, al Canchalcuervo y con viñas de don Matías Huertas y viu­ da de Antonio Córdoba; sin embargo, no se llevó a efec­ to, y al repetirse en el 1809 la Real Orden sobre cemen­ terios, se empezó al año siguiente la construcción del nuevo en el sitio del Campanario; mas a petición del pres­ bítero don Juan Nicolás Solís y Juan Bermejo recayó pro­ visión incitiva de la audiencia de Badajoz para que se sus­ pendiera la obra por considerarse perjudicial a la higiene pública su cercanía a las casas, por lo qúe se construyó en el sitio que hoy ocupa, donde por su situación aunque inmediato, no perjudica a la salud pública; en el 1854 se amplió y reedificaron los muros, costó 6.482 reales paga­ dos 3.300 reales de la Obra Pía de la Soledad por adeu­ darlo al Ayuntamiento como Patrono, 1.200 de 12 nichos construidos y lo restante de los censos del hospital, sien­ do alcalde don Fernando Valhondo; en el 1861 se formó presupuesto de 10.500 reales para construir uno nuevo, sin que hasta el día se haya verificado. Como ayuda de parroquia está considerada la “ Ermita de la Soledad” y en este concepto se formó en el 1864 305 20


un expediente para su reedificación pues en el año ante­ rior se había cerrado por amenazar ruinas sus bóvedas; es bastante capaz y está situada en el centro del pueblo; su construcción es del siglo XVII debida a la piedad del presbítero don Fernando Alonso de Arroyo, quien dispuso en su testamento se hiciera una capilla de la Soledad al lado de la capilla mayor de la iglesia de San Mateo, o una iglesia separada con un altar a San Miguel, otro a San Il­ defonso, arzobispo de Toledo, y el tercero a San Antonio de Padua, con todo el servicio correspondiente de ropas y alhajas, fundando en ella la capellanía de que ya hemos hablado. De antiguo se conservaba en esta ermita el San­ tísimo Sacramento y se rezaba diariamente el rosario; en el 1720 don Domingo González Bulnes, oficial y notario del Santo Oficio de la Inquisición quedó en su testamento para los gastos de cera de dicho rosario. La imagen de María Santísima de la Soledad la envió el año 1716 don Francisco de Herrera y Perea desde el Valle de Quiroga en el reino de Galicia, para que saliese en la procesión del Viernes Santo por no haber ninguna; cuya procesión instituyó don Bernardino Ponce de Hermosa; en dicho día la cofradía de la Soledad daba colación a los pobres peni­ tentes. Hay además cinco ermitas y dos capillas. La más anti­ gua es la del Castillo, colocada dentro de la fortaleza. Data desde el tiempo de los godos, así como la que había en el castillo da Mérida según dice Moreno de Vargas; en tiempo de los árabes debió ser convertida en mezquita, y volver al culto católico en tiempos de los caballeros; pri­ mitivamente no tuvo más que el primer cuerpo perceptible a primera vista por su misma arquitectura; posteriormente se le fueron añadiendo los cuatro cuerpos siguientes. El interior estucado, el pavimento de mármol, las varias y hermosas arañas que cuelgan de sus bóvedas, el precioso camarín y las verjas de hierro ofrecen al espectador un aspecto majestuoso y sorprendente; y los cuadros y votos que allí se descubren conmemorativos de hechos admira­ bles, por no decir milagrosos, inspiran a los devotos de 306


aquella antigua y venerada imagen una confianza sin lí­ mites en la que siempre fue su patrona y protectora. Tie­ ne la villa voto con la Virgen del Castillo lo mismo que el del Sator; antiguamente pagaba el Ayuntamieno la función. Había cofradía de la Virgen, como se ve en la inscripción que rodea el primer cuerpo de la ermita, y existió hasta el 1841 en que dejó de existir por haberse declarado bienes nacionales los bienes de las cofradías; en su virtud los vecinos pidieron el 1844 al Ayuntamiento nombrase ma­ yordomo para que estuviera atendida como las demás er­ mitas, y fue nombrado don Isidro Margallo, debiendo for­ mar inventario, según orden del gobierno político, de lo que entregó don Francisco Flores que fue el último nom­ brado por la cofradía; en el 1848 se nombró a don José María Orozco y después a don Juan Calixto Lozano, quie­ nes no han perdonado medios para aumentar el esplen­ dor de la ermita y del culto. En junio de 1812 destinaron los franceses la ermita a ser depósito de heno, encerrando en ella 2.700 arrobas. Hay todo el año y todos los días: mañana y tarde, pere­ grinación incesante a la ermita de la Virgen del Castillo. El hombre preocupado, la madre dolorida, el hijo huér­ fano, la viuda desvalida, el pobre lleno de angustia, el rico abrumado por los cuidados, la madre, la hermana y la novia que tienen a su hijo, hermano y prometido cum­ pliendo el servicio militar, todos van a contar a la Vrigen sus penas y a buscar remedio para sus necesidades, y todos cuando salen llevan en su semblante la expresión de haber sido consolados y el sello de paz que la Reina Soberana reparte con mano pródiga entre sus fieles de­ votos infundiendo amor y señalando normas de conducta que brillan después en los actos de sus hijos y vasallos. Es la expresión de la fe individual, fam iliar y colectiva que se manifiesta en cada día y a cada hora, rosario humano que se desgrana cuenta a cuenta, en las manos de tanta mujer humilde, angustiada, llorosa, que recorre de rodillas aquella empinada cuesta en sacrificio a la Virgen de sus 307


amores, en demanda de favores o en acción de gracias por los ya conseguidos. Hoy funciona la cofradía de la Virgen del Castillo, a la que pertenecen la inmensa mayoría de los hijos de Mon­ tánchez. La imagen fue coronada canónicamente el día 10 de septiembre de 1950 por el señor obispo de Badajoz y siendo párroco de Montánchez don Francisco Flores Gordo. El día 4 de septiembre de 1956 en sesión pública de la Alcaldía fue nombrada la Santísima Virgen del Castillo, Al­ caldesa Mayor Honoraria de Montánchez. La de “ Santo Domingo” céntrica antes, está hoy a un tiro de bala del pueblo: se compone de tres cuerpos, el primero de construcción antigua y los últimos relativamen­ te modernos: en el 1818 se compuso por la cofradía que desde tiempo inmemorial existió hasta el año de 1828: tenía esta cofradía, lo mismo que la de Jesús, una cabrada que se enajenó por Real Orden de 1805 en 7.644 reales. La última reparación de sus bóvedas, hecha en el 1890, fue debida a un legado piadoso de doña Victoria García. La de "Nuestra Señora de los Remedios” tan antigua como la anterior, es reducidísima a pesar de tener dos adiciones. Tenía la propiedad de muchos olivos y varios censos y efectos de la Real Orden de 1799 sobre enajena­ ción de bienes raíces de cofradías que vendieron el 1802 y su producto fue consolidado en vales reales; aparece en el archivo, uno de 350 con rédito anual de 10 reales y 17 maravedises. De la mayordomía de esta ermita hay cuentas desde el año 1700 al 1828. La de los ‘ Mártires" dedicada a San Cosme, San Da­ mián, San Fabián y San Sebastián, estaba a últimos del siglo pasado en las afueras del pueblo: es antigua, apa­ reciendo las misas de San Blas en el siglo XVII. Alonso Guijo, que vivió a principios de este siglo fundó una cape­ llanía en esta ermita con cargo de rezar el rosario y expli­ car la doctrina cristiana. En 1838 siendo mayordomo don 308


Francisco Ledo se construyeron dos bóvedas con licencia del Ayuntamiento. La ermita del “ Pilar” es relativamente moderna; se construyó el año 1845, vendiéndose para ello dos casas; a una estaba anejo un censo y la otra era hospital de transeúntes. Su origen es como sigue: Don Ramón Arias, arcediano de Alcira escribió a don Antonio Miguel Rodríguez sobre una manda piadosa que doña María Josefa de Espinosa, vecina de Valencia del Cid, sabedora de que se conser­ vaba la imagen de la Virgen del Pilar que veneraban los ermitaños de la sierra de Montánchez en su ermita a don­ de acudían los circunvecinos a oir misa los días festivos, quería que se levantara una capilla en la Grandilla o en el Coso, cuya cláusula testamentaria dice así: "Deseosa yo de que reviva el culto que se daba a la Majestad Di­ vina y a su Santísima Madre en la antigua ermita sita en el santo desierto de la sierra de Montánchez, derrui­ da ya por las fatales circunstancias de los tristes pasados tiempos, pongo en manos de usted (el arcediano de Al­ cira) la cantidad de 4.000 reales para que con decisión cristiana emprenda este servicio de Dios Nuestro Señor y con el beneplácito del párroco y Ayuntamiento, se edifi­ que una capilla en el sitio que la quieran hacer los de­ votos de aquella, arreglando el costo a la cantidad desig­ nada, comprendiendo en él un altar en que se coloque la imagen de Nuestra Señora del Pilar que hasta ahora ha conservado. Conozco que es difícil, pero aunque se haga la fábrica de tabiques, lo que quiero es que se concluya lo más pronto posible, entregándola en seguida al párroco para que la habilite y dé principio sin demora alguna el culto divino y honor de la Santísima Virgen, que es lo que me propongo. Las capillas de “ San Pedro y del Carmen” construidas a los lados del cementerio, pertenecen a la cofradía de San Pedro la primera y al sacerdote don Juan Cuesta y don Camilo Castro Lillo la segunda; está destinada para sepultura de los individuos de las familias indicadas y la 309


primera para los sacerdotes cofrades. La Cofradía de San Pedro, muy numerosa en otro tiempo, está de muy antiguo canónicamente erigida. En el 1723 aparece una concordia de esta Cofradía con el señor cura párroco de esta villa don José Dorado. Tiene el honor de contar entre sus co ­ frades a la reina Isabel II. Fuentes y acueductos.— Conduce el agua que consu­ me el vecindario una cañería subterránea, la que abas­ tece con abundante caudal a los habitantes de la villa. Las fuentes públicas que se surten de ellas son: la del Altozano, fuente de cantería bien labrada, hecha con bas­ tante gusto; la de la calla Obispo Sanso, la de la Cruz del Llano y la del Centenal; todas con hermosos pilares y la última con espaciosos lavaderos. En el año de 1885 sien­ do alcalde don Modesto Senso Lázaro se hizo un depósito de aguas y se le dio nueva forma a la fuente del Altozano, recientemente se ha construido un lavadero público cerra­ do en el sitio llamado "Las Callejas” , y no hace mucho tiempo se ha proporcionado agua corriente a todo el ve­ cindario. En las afueras existen las fuentes de: Santa Cruz, del Salor (de esta fuente tiene su origen el río Salor), de Ro­ bledo, Fontaníta, Fuente del Corcho, Fuente Nueva y Fontano y otras muchas tan abundantes y numerosas que apenas pueden contarse; el venero llamado Borbollón y Donde nace el agua” son tan abundantes que por sí so­ los serían capaces de abastecer a una población nume­ rosa. En la actualidad se está construyendo un nuevo de­ pósito regulador de las aguas y nuevo alumbramiento de ellas. Orden civil, m ilitar y eclesiástico.— Hay en la villa Juz­ gado Comarcal, Registro de la Propiedad, Notariado, Ta­ bacalera, Parroquia de término con dos coadjutores, sa­ cristán y dos monaguillos, puesto de la Guardia Civil con diez números mandados por un teniente. Administración de Correos. Tiene además varios abogados con estudio abierto, dos médicos, tres farmacéuticos, un veterinario, hay va310


ríos bares, muchos comercios, una sala de cine llamada -M arilá", una sala de fiestas llamada Cuatro Vientos, tres molinos de aceite y algunos harineros en sus ri­ beras de Robledo y Garganta. Existen varios talleres para el trabajo de la mimbre; una cooperativa de confec­ ción donde, por el momento, trabajan 16 jóvenes. Desde hace bastantes años existe en la localidad la sucursal de la Banca Sánchez, que no hace mucho tiempo ha cons­ truido un hermoso edificio en lo más céntrico del pueblo. No hace mucho tiempo también se ha abierto una sucur­ sal de la Caja de Ahorros de Cáceres, que en el sitio lla­ mado El Centenal, ha construido una hermosísima colonia infantil, titulada “ León Leal” , donde todos los años vera­ nean alrededor de 500 niños de la mayor parte de los pue­ blos de la provincia y durante el invierno se dedica el edi­ ficio al funcionam iento de una Escuela Hogar para 82 ni­ ñas, cuyos padres viven habitualmente en el campo, de forma que se les proporciona comida y enseñanza a estas niñas que de otra forma se verían im posibilitadas de reci­ bir la enseñanza elemental; tiene central de teléfonos; agencia de Extensión Agraria para asesoramiento de los trabajadores del campo; Casa Sindical para la atención y asesoramiento de empresas y productores; cooperativa olivarera con una hermosa e importante almazara. Las Damas Apostólicas de Cáceres han adquirido una casa al lado de la iglesia con un hermoso jardín y traen todos los años una tanda de niños y otra de niñas a veranear en este pueblo donde se disfruta de un clima tan agradable. Recientemente se ha construido una plaza de toros y una piscina municipal que atrae a muchos turistas de los pue­ blos comarcanos. Las comunicaciones de este pueblo son muy buenas: la empresa llamada de “ Quevedo” hace to­ dos los días dos servicios a Cáceres por la ruta llamada de las Torres y otra a Mérida todos los días, excepto do­ mingos y festivos, y otra tercera a Trujillo tres días a la semana. La empresa "C am ón ” , hace el servicio a Cáce­ res todos los días, excepto domingos y festivos, por la ruta de Alcuéscar y Casas de Don Antonio. Además exis­ 311


ten empresas particulares que hacen viajes a Madrid y San Sebastián, como son los "Lorochos” ; "Angel Quevedo-Vicente Canono” e “ Indalecio Lázaro Herruzo” . Transportes.— “ Los Albarados” ; "C iríaco” ; “ Canono” ; "B errocal” y "Antonio López Roanes” . Establecimientos de instrucción.— Hay en la actualidad diez escuelas públicas de niños y niñas, varias privadas y un colegio libre adoptado con 100 alumnos, aproximada­ mente. De antiguo había una preceptoria de latinidad sos­ tenida por el partido, de donde salieron muy buenos es­ tudiantes, entre ellos el obispo de Tuy, don Juan García Benito y otros muchos. El Colegio Libre Adoptado que ahora funciona tiene dos licenciados, uno en Ciencias y otro en Letras y varios profesores adjuntos. En el año 1917 se empezó a publicar en Montánchez un semanario llamado “ La Comarca” , cuyo director fue el abogado de esta villa don José-Augusto Pérez Flores; el primer número salió el día 4 de agosto de dicho año 1917 y con ocasión de las fiestas patronales de la Santísima Virgen del Castillo, editó un número extraordinario muy bien logrado; dejó de publicarse al año siguiente. Productos agrícolas e industriales.— Produce el terre­ no abundante cosecha de vinos muy buenos, muy exqui­ sitos, de aceites, centeno, cebada, avena, algo de trigo, le­ gumbres, mucha fruta, patatas, garbanzos, carillas y pas­ tos abundantes con los cuales se cría mucho ganado, principalmente de cerda, vacuno y lanar, y bastante caza menor. El campo no se ha podido mecanizar mucho de­ bido a lo abrupto del terreno, hay muchos sitios donde no pueden llegar los tractores y máquinas modernas. Su principal industria además de la del corcho, consis­ te en sus ricos embutidos y excelentes jamones; tienen un perfume tan admirable y un gusto tan relevante que se dice, con razón, que son los mejores del mundo: es impo­ sible comer nada más exquisito; los jamones de Montán­ chez son propios para ser servidos en la mesa de un em­ perador; se recomienda este artículo suculento por sus cualidades de eminentemente sano, grato al paladar y nu­ 312


tritivo; la de prestarse a todos los condimentos, incluso el dulce, y por su larga duración. Por el clima tan especial para la curación de los jamones y embutidos que tiene Montánchez, llamado el "Balcón de Extremadura” , el Ma­ tadero Industrial de Mérida ha construido un colosal edi­ ficio para curar unas 100.000 piezas cada año. La Agencia de Extensión Agraria con su “ Plantel” de jóvenes de esta localidad ha logrado convertir el paseo llamado del “ Campanario” en un delicioso parque lleno de flores y toda clase de atracciones para los niños y per­ sonas mayores también. Minas.— No hay ninguna en explotación; en 1849 se descubrieron las siguientes: una de plomo en la Huerta Juan del Cuarto; otra, también de plomo, en la Casa de los Hermanos y otra en el Barranquillo; recientemente se han explotado varios yacimientos de wolframio sin mucho éxito. Entre las reliquias de pasado existen en la localidad: una cruz de boj; la posee el matrimonio don Alfonso García-Margallo Rincón y doña Rita Galán Flores; procede de Córdoba, pero sin duda no es de trabajo español y de­ be proceder de algún monasterio bizantino, tal vez de Dalmacia. Su estilo es gótico florido. Mide de altura, 0,27 metros, es obra de labor calada delicadísima. La cruz de brazos cortos y cuadrados, se alza sobre un píe octógono, en el cual y en su zócalo se suceden una serie de pasa­ jes de la pasión del Señor representados en menudas figu­ rillas esculpidas con suma delicadeza. En el pie en dos órdenes de arquerías y en la cruz en cuatro bajo arcos lo­ bulados y conopiales, se suceden dichas composiciones. Columnillas salomónicas, fajas y molduras góticas, festo­ nes, cresterías y hojarascas, dividen los sucesivos com­ partimientos, los recuadran y realzan, formando un con­ junto decorativo importante y característico de esta indus­ tria monástica, la que, degenerada, se cultiva aún en el Monte Athos. Y un cuadro de San José con el Niño Jesús. Es una pintura en lienzo de 1,10 metros de altura y 0,85 /nétros


de ancho. La poseen los herederos de don Miguel Noga­ les López. Figura de tamaño natural, la de San José hasta las rodillas. Aparece el Santo Patriarca de frente, sentado, teniendo amorosamente en sus brazos al Niño dormido; figura llena de encanto que representa bien el misticismo realista propio del arte español. Es, en suma, un bello cuadro, bien conservado, perteneciente a la escuela se­ villana del siglo XVII.

314


CAPITULO VIGESIMOQUINTO Archivos o aparatos para la historia Cinco son los archivos que existen en esta localidad; el protocolo notarial, el archivo judicial, el parroquial, el sexmatorio y el municipal. De los dos primeros nada debemos decir, porque nin­ guna relación dicen con nuestro propósito. No podemos describir el parroquial por no habernos sido posible ver los documentos que en su seno se encie­ rran; el m unicipio en cambio con su inteligente secretario amante de sus glorias patrias y deseoso de contribuir en algo a esclarecer su historia velada hasta aquí entre los celajes de los tiempos, nos ha franqueado la entrada de su archivo a fin de que sus empolvados documentos nos indicaran el rumbo que habíamos de seguir en la historia contemporánea. En efecto, ahora como siempre han cum plido su misión y nos han hecho declaraciones veraces y auténticas; y no­ sotros; en mutuo reconocimiento nos hemos propuesto ha­ cer de él una ligera descripción. Antes de hablar del municipal, diremos que en él se encuentra el histórico archivo del sexmo que contiene nueve grandes legajos de los documentos referentes a la mancomunidad del partido; en él existen los acuerdos de los siglos XVII, XVIII y XIX de las Juntas de villa y tierra que tenían lugar los días de San Mateo y San Martín en 315


las salas capitulares de nuestro Ayuntamiento, presididas por el gobernador de esta villa. Al ser promulgada la Constitución se extinguió el sex­ mo, tomando el nombre de Junta de Fomento del Partido, de cuyo modo ha continuado hasta su disolución por los años de 1860. De nuestro archivo municipal no consta la época de su creación, ni hay documento alguno que lo indique.

316


DOCUMENTOS DEL SIGLO XIX Real orden prohibiendo los enterramientos en las igle­ sias y expediente sobre construcción del cementerio for­ mado el 1804. Real provisión de S. M. y del Supremo Consejo de Cas­ tilla sobre la dotación del preceptor de latinidad de esta villa. Dada el 1805. Concesión de la Junta Suprema de la provincia de Ba­ dajoz a la villa de Almoharín para enajenar los pastos de la Parrilla. Dada el 1809. Expediente de la venta de terrenos de la mitad de bal­ díos y tercera parte de propios por Real decreto de 1810 Real orden para que el Sexmo pague los 11.000 reales del censo correspondiente al año 1807 y 1808 remitiendo la renta de los seis años de la dominación francesa. Expedientes relativos a la concesión de asientos de ca­ sas del 1822. Expedientes relativos al sorteo de suertes de tierras entre militares retirados y vecinos no propietarios del 1823. Expediente de suministros a crédito hechos a las tro­ pas de Napoleón. Formado en 1830. Real provisión ganada por el procurador general del sexmo contra las villas de Almoharín, Arroyom olinos y To­ rremocha sobre lim itación de terrenos a los ganados en­ fermos que se hallen pastando en los baldíos del par­ tido, del 18 de junio de 1832. 317


Superior orden del Real Consejo de las Ordenes sobre elección de sexmero por tres años, del 30 de abril del 1833. Suprema resolución de la Junta de competencia a fa­ vor del subdelegado de montes de Montánchez contra el intendente general de la provincia sobre conocim iento de autos de las denuncias de los montes. Dada en 1833. Ejecutoria del Real Consejo de las Ordenes, multando a la villa de Arroyomolinos en 200 ducados por haber pri­ vado al sexmo del aprovechamiento de pastos por dos meses. Dada el 1833. Concesión da los terrenos de Mengachas, Navilla, Rin­ cón del Gallego y Valdelrey, hecha por el gobernador de la provincia a don Joaquín García Margallo, el año 1834 Protestada por la villa. Instancias varias sobre concesión de terrenos para des­ montes del 1834. Reparto de suerte de la dehesa y ejidos entre los ve­ cinos de Montánchez desde el 1835 al 1841. Se protestó. Expediente sobre el reconocimiento de mojoneras de Valdelrey y Trampal en el 1837. Expediente sobre venta de terrenos de labor de los baldíos de la Hoja de Valdezahurda y Campos Cimero para pago de sostenimiento de los nacionales de la m ili­ cia activa de 1838. Expediente sobre instalación de una escuela elemental completa en el 1838. Expediente sobre deslinde con Alcuéscar por los Carri­ les en el 1840 y por Valdelrey y Doña Ana en el 1866. Apeo o deslinde de la dehesa boyal en el ejido de la Sierra, rayando 250 fanegas, pudiendo pastar libremente una yunta de labor o dos caballerías; hechos en el 1841. Venta de los terrenos usurpados en el Regüelo, Huerta de Juan del Cuarto, Valhondo y Nava para pago de los escopeteros en 1842. Comunicado de la Junta Diocesana de Badajoz sobre láminas pertenecientes al culto y clero del 1842. 318


Expediente formado para la construcción de la ermita del Pilar en el 1845. Expediente sobre deslinde de Mérida y Montánchez por el sitio de la cañada del Cubo en el 1845. Reconocimiento de la hidalguía de los García-Margallo por el Ayuntamiento de esta villa en el 1849. Expediente sobre reconocimiento de mojoneras con Torre de Santa María por la fuente Herrumbrosa, en el año 1852. Acuerdo del partido para que no se enajenen los pro­ pios ni baldíos en virtud de la regia transacción en el 1853. Real orden resolviendo la competencia entre el juez de esta villa y el gobernador de Badajoz a favor de la Ad­ ministración sobre penas en la cañada del Cubo, el año 1853. Reclamación del Ayuntamiento de esta villa para des­ lindar la dehesa de Valdelayegua a causa de un trozo de terreno correspondiente a Zafra y Quebrada en el 1853. Expediente sobre ampliación y reedificación del ce­ menterio, formado en 1854. Certificación literal de los terrenos compactos entre esta villa, Valdefuentes y Torre de Santa María, dada en 1854. Expediente sobre capellanías y censos existentes en esta villa, formado el 1855. Expediente sobre el establecimiento de un torno de casa de cuna en esta población en el 1856. Expediente para que la dehesa de Propios quede como boyal, confirmado por la superioridad en 1857. Reconocimiento de mojoneras con Arroyomolinos por el sitio de la Garganta el 1857. Expediente para que los terrenos usurpados en Alcuéscar y en Albalá vuelvan a la comunidad del partido en el 1858. Expediente sobre deslindes jurisdiccionales con los pueblos limítrofes en el 1858 319


Expediente sobre deslinde de los terrenos de don Joa­ quín García Margallo en el 1860. Expediente sobre reconocimiento de este término con A lcuéscar por el sitio dey las Ventas en el 1861. Expediente sobre construcción de un camino vecinal de Montánchez a Cáceres, clasificado de primer orden en el 1862. Expediente del alumbrado y serenos en 1862. Expediente sobre posesión de una segunda plaza de m édico-cirujano en el año 1863. Expediente sobre deslinde de la Hoja de Arriba y Pizarrilla en el 1868. Expediente sobre deslinde del término municipal de Montánchez en el 1871. Venta de los terrenos de Mengachas, Valdelrey, Rincón de! Gallego y Navilla, hecha en el 1872 en virtud de haber ganado el Ayuntamiento de esta villa el pleito que sostenía con los herederos de don Joaquín García Margallo. Expediente sobre reparto de suertes de los montes comprados por una compañía de vecinos de este pue­ blo en 1886. Expediente sobre reparto de suertes de los terrenos baldíos comprados el 1887 por los mismos. Hay otros varios de los que no hacemos mención en virtud de la brevedad.

320


SUMARIO CRONOLOGICO

Siglo I a. d. J. C .— Fundación de M ontánchez. Siglo I d. d. J. C.— Se predica el Evangelio' en M ontánchez. A. 60 de J. C.— El em perador Otón gobierna en M érida como legado im perial con mucha moderación. Año 86.— Predica San Jonás en la com arca de Cáceres. Siglo II.— Se construye el castillo en tiem pos de Caracalla.

Año 456.

Cae M ontánchez en poder de Teodorico.

467. 711. 713.

Cae d efinitivam ente en poder de los godos. M ontánchez envía su gente con la de M érida a Barbate. Cae M ontánchez en poder de los moros.

747.

Pertenece M ontánchez a la provincia de M érida.

788.

Abdalá, gobernador de M érida, se levanta contra Hixém I.

830.

Se levanta la comarca contra Abderramán

918.

los tributos. Toma Ordoño II el castillo de Montánchez.

II por causa de

1009.

M ontánchez está sujeto al gobernador de M érida, Abdalá.

1094. 1148.

Id. id. a Yustif, rey alm oravlde de Badajoz. Pertenece Montánchez m omontanoamente al rey de Portugal,

1161. 1169.

Id. id. al rey moro Abdelmuman. Id. id. a Fernando II, rey de León.

Alfonso

Enrlquez.

321 21


Año 1170. 1175.

Fundación de la O rden de Santiago. La confirm a Alejandro III.

1181.

Pertenece Montánchez al rey moro Moham m ed.

1184.

Los fre ile s caballeros se establecen en Cáceres.

1187.

Pertenece M ontánchez a don Pedro la Orden de Santiago.

1195.

Vuelve a poder de los moros.

1213. 1214.

El m aestre Garci-González tom a a M ontánchez. V u elve a caer en poder de los moros.

1223.

Don Rodrigo Uclés.

1227.

Cuatro años de sequía y plaga de langosta aflige a Extrem a­ dura.

Iñíguez

es

nombrado

Fernández, m aestre de

com endador

mayor

de

1229.

Alfonsb IX ofrece a la Orden el castillo de Montánchez.

1230.

Alfonso IX conquista el castillo de M ontánchez y hace do­

1234.

nación de él a la Orden de Santiago. Fernando III el Santo confirma la donación. El comendador de

1235.

M ontánchez gana la villa de M edellín con la gente de este partido y M érida. Se concede el Fuero a M érida.

1236.

Se concede a M ontánchez Fuero y privilegio de población.

1238.

Asignación de térm inos de M ontánchez. El comendador de M ontánchez, don Rodrigo Iñíguez, es e le c ­ to gran m aestre.

1239.

C elebra en

1241.

Sale el mismo con sus tropas a la conquista de Almendralejo. Fuente del M aestre, Usagre, Llerena y Guadacanal.

1242. 1246.

Apeo o deslinde de M ontánchez con Cáceres. El Papa Inocencio IV confirm a la donación del castillo y villa

1250.

Apeo de Montánchez con Trujillo.

1310. 1320. 1332. 1338.

Se promulgan los establecim ientos' de M érida. Declaración de térm inos de Montánchez y Cáceres. Los clérigos de C ácereg sacan la imagen del Salor. Es electo m aestre el comendador de M ontánchez, don Vasco

M érida

capítulo general.

de Montánchez.

López, quien roba los tesoros del castillo de M ontánchez

322


Año y se va a Portugal. El m aestre don Antonio M eléndez de Guzmán, decreta el libre aprovecham iento de baldíos.

1380. 1383. 1420. 1428.

Instancias de Montánchez y M érida al m aestre sobre té rm i­ nos y dehesas. Se celebra el capítulo general de Llerena. Se construye la iglesia de Albalá. El infante don Enrique expide desde Trujillo una cédula so­

1429.

bre penas de los ganados que entren en las dehesas. El infante don Enrique expide dos cédulas sobre diezmos y aforos de Montánchez.

1438.

Los1 visitadores por don Alvaro de Luna dan otra en Arroyo-

1440. 1448. 1450.

Leyes capitulares del infante don Enrique.

1455. 1469. 1477.

O tra del infante don Enrique sobre lo mismo.

molinos sobre diezmos.

1479.

Los visitadores anulan la venta de algunas tierras baldías. Real cédula exim iendo a M ontánchez de los nuevos impues­ tos de la M esa m aestral. Leyes capitulares del m aestre don Juan Pacheco. «Los G iles» obtienen de los Reyes Católicos el títu lo de no­ bleza. El clavero M onroy subleva el castillo de M ontánchez contra Isabel

1480. 1485.

la Católica. A

fines del

mismo

año se sofoca

la

rebelión. Leyes capitulares de don Alonso de Cárdenas. Sentencia sobre deslinde y aprovecham iento con Arroyomolinos y Torre de Santa M aría.

1.489. Pertenece M ontánchez a la Chancillería de Granada. 1492. Incorporación de los1 maestrazgos a la Corona. 1494. Alfonso Enríquez, alcaide de Montánchez, compone los deba­ tes de M érida con Badajoz.

1495.

1499.

Los visitadores por los Reyes Católicos practican visita en M ontánchez: ordena al vicario de M érida que no resida en M ontánchez. El obispo de San M arcos de León viene a im poner el hábito a las freilas de M ontánchez por orden de los Reyes Ca­ tólicos.

323


Año 1501.

Ejecutoría de los Reyes Católicos sobre derechos de los alcaldes en la labranza. Vecindades entre Trujillo y M ontán­ chez.

1504.

Los Reyes Católicos anejan al convento de Robledo de M on­ tánchez el erm ltorio de San Salvador de Alcuéscar.

1517.

El agustino Fr. Juan de M ontánchez escribe una crónica de

1520. 1530. 1542

San Agustín. Vecindades de M ontánchez con Cáceres. Se traslada a M érida eí convento de Montánchez. al 90. Usurpa el partido de M ontánchez algunas tierras bal­

1543.

días. Pierde M ontánchez el pleito seguido contra los' pueblos del

1544.

labor. O btiene

partido sobre derechos de los alcaldes en las tierras de ejecutoria

de

la hidalguía al

trasladarse Francisco

Sánchez Jara. 1552. 1554.

Ordenanzas sobre pesca y caza. O btienen los -A révalos» ejecutoria de nobleza.

1555.

Se revoca la sentencia de 1543.

1557. 1560. 1567.

Se dan ordenanzas a M ontánchez por Felipe II. l a s confirm a el Consejo de las Ordenes'. A parece el prim er alcalde m ayor de M ontánchez.

1571.

Deslinde

1574. 1579.

Fundación de la C ofradía de la Vera Cruz. Reconoce Felipe II la hidalguía de los «Giles» al trasladarse

de M ontánchez con M érida.

1589.

Antonio Ouirós por orden de Felipe II otorga escritura de venta a los pueblos del partido. M ontánchez obtiene ejecutoria contra el com endador de A l­ cuéscar sobre los terrenos de Navilla y Valduque.

a Montánchez.

1592. 1593.

Fundación de la Obra Pía del Dr. Rodríguez.

1597.

Consumo del oficio de fiel ejecutor de la villa.

1598.

O btienen ejecutoria de nobleza los «Góm ez Trejo». Se fo r­

1610.

man milicias. Amojonami-ento con Albalá. Fundación de la Obra Pía de la Soledad.

324


Año 1630.

S e concede al conde de la Roca el título de Alguacil mayor

1636.

Se alojan en el partido dos batallones.

1643.

La Corona vende al duque de Abrantes el título de guarda mayor de montes del partido de M ontánchez.

1644. 1644.

Toma posesión personal el duque de Abrantes. Se anula la venta anterior; lo compra M ontánchez en virtud

1648. 1650.

A lcuéscar se agrega al partido de Montánchez. Fundación de la Obra Pía de Huérfanos.

1653.

'El castillo queda inhabitable por las guerras de Portugal y sin alcaide.

1660. 1664.

Prepárase la Real cárcel. La Junta de villa y tierra obtiene licencia para reform ar algu­ nos capítulos de las Ordenanzas.

1666.

Se nombran dos capitanes' para las compañías de socorro del

1667. 1672.

Aparece relojero de villa en los acuerdos. Se declara la dehesa boyal de Alcuéscar como pertenecien­

1676

te al baldío. Pleito con Torre de Santa M aría sobre jurisdicción y ejido de Montánchez.

1678.

M ontánchez gana ejecutoria del Consejo de Hacienda contra

1682.

La Junta de villa y tierra acuerda que cada pueblo goce de

1685. 1688.

El Ayuntam iento compra una lámpara para la iglesia. El gobernador de Montánchez tien e en Badajoz una audien­

de Montánchez.

de tanteo.

partido.

el arrendador de las Sisas. bellota de sus térm inos.

cia con el rey y obtiene se prorrogue la cobranza de los derechos reales. 1693. 1694.

Da 150 soldados para las costas de Andalucía. Se term in a la construcción de la iglesia de San M ateo. El Ayuntam iento nombra sacristanes a los licenciados don Die­ go Cortés Guareña, presbítero y a don Benito Sánchez, presbítero.

325


Ano 1695.

Pleito entre M ontánchez y Torre de Santa M aría sobre m o­ joneras.

1700. 1703. 1710.

La Junta de villa reconoce por rey al duque de Anjóu. Levanta una compañía de caballería e infantería. El alcalde mayor de M ontánchez es nombrado juez especial

1714.

Aparece en el libro Becerro la Cofradía de los Abades.

1717.

Petición de doce pueblos del partido para que se les con­ ceda indulto de la visita del gobernador por estar casi

para una causa de Llerena.

arruinados por efecto de la guerra de Portugal: se ordena al gobernador sólo exija los derechos de arancel y Heve dos personas consigo. 1719.

Los fam iliares del Santo Oficio entablan cuestión con el pá­

1723.

Concordia de la cofradía de San Pedro con el cura don José Dorado.

rroco sobre el banco de la iglesia.

1727.

La Junta reform a 19 capítulos' de las Ordenanzas.

1729.

Se hace el am ojonam iento de Zafra y Quebrada.

1731. 1733.

Reconocim iento de la reform a y apelación del Aprobación regia de la reforma.

1736. 1751.

Está acantonado en A lcuéscar el regim iento de Spizos. El partido entabla pleito sobre la rentilla del verde y sobre la extensión de Zafra y Quebrada.

1754.

Escritura de

regia transacción

concediendo

de Zafra y Quebrada. Compostura del

el

gobernador.

dominio

útil

reloj.

1755.

Pleito sobre deslinde entre M ontánchez y Alcuéscar. Se ven­ de la dehesa de Valverde.

1757.

O btienen los «Suarez» ejecutoria de nobleza.

1769.

Privilegio de villazgo a Casas de Don Antonio.

1786.

Tres proyectos para la conducción de aguas potables.

1788.

Se dan ordenanzas' de viñas y olivares.

1790. 1793. 1798.

Se crea la Audiencia de Cáceres. Apeo o deslinde de Valdelayegua. Im portaron los productos de los propios 39.266 reales.

1799.

Usurpación de terrenos en la dehesa de Robledo.

326


Afto 1801.

Tránsito por Almoharín de! Guardias de W alom ar.

1802.

Don Juan mayor.

1804.

Real orden para que no se entierre en la iglesia y se cons­ truya un cem enterio. El com endador de A lcuéscar pide la

1808.

Tránsito por Trujillo de la Soberana Junta C entral. Se forman

1809.

Los alcaldes de Zarza y Valdem orales

Ledo

es

tercer

reconocido

batallón

como

del

ten iente

regim iento del

alguacil

m itad de penas y denuncias de la dehesa de Valdelayegua. tre s compañías en M ontánchez. desobedecen

al Go­

bierno civil de la provincia sobre el pago de pechas. El procurador general sexm ero protesta la enajenación de pas­ tos de la Parrilla. 1810.

Concurren a la elección de diputados a Cortes' en Badajoz tres electores del partido: protestan por no haberse d iri­ gido la Junta electoral al alcalde mayor de Montánchez, como cabeza de partido, independiente en

lo gubernativo

de Cáceres. Empieza la construcción del cem enterio. 19 fe ­ brero: Oficio francés para jurar a José I. 9 marzo: Viene la división del general Joy. 10 marzo:

Llega una partida de

franceses. Llegan Carlos Odonel y las divisiones de M o ­ rillo. 1811.

Las tropas' francesas se acantonan en Valdefunetes, Albalá, Torrem ocha y Sierra de Fuentes. El general francés impone al partido una crecida contribución. Exacción de dinero y víveres por don Pablo M orillo, brigadier de los Reales Ejér­ citos. El

general Castaños

manda vender la

casa

de

la

G obernación. Venta de algunos terrenos. Acción de Arroyomolinos. 1812.

Julio 25: Jura de la Constitución. Reintegro en terrenos a Alonso Guijo y al Sr. Alonso Lozano por sum inistros a las

1814.

Pasa por Arroyom olinos el regim iento prim ero de Cataluña.

1815.

El regim iento de Húsares de Burgos llega a Albalá.

tropas.

327


Ano 1816.

Se habilita el Real Pósito para cárcel. Reparación de la casa del gobernador. Compostura del reloj. Pasa el de Guadalajara.

1817. 1820.

regim iento

Reparación de las Salas capitulares. Es m ultado Arroyomolinos por privar de los’ baldíos de los Castillejos. Cesa el A yuntam iento realista. Estado de la facción de M e ­ rino. Cáceres capital de la provincia de Extrem adura alta.

1 823.

Es diputado

provincial

don Juan M .

Guijo.

Don

Pedro

Gil

acompaña a Fernando VII a Sevilla y Cádiz. Partida de es­ copeteros para resguardo del partido. 10 marzo: se presenta por la noche la facción de Cuesta y desaparece. 15 junio: llega a Valdefuentes un batallón de Guardas Españolas pertenecientes al ejército invasor; el 16 suben seis guar­ dias para ver si se había derribado la lápida constitucional; amotinado el pueblo por Facundo López, Antonio Trejo, Juan y Pedro Carrasco la derriban a los gritos de «muera el a lcald e*. Sum inistro de 15.626 a la columna volante del II D istrito M ilita r. Agosto: levantam iento de 20 crim inales en la Zarza y atentado contra el alcalde; se unen a la fac­ ción de Cuesta en número de 53 con el ladrón Antonio Angel puesto en libertad por la faccioso M erino. Concluye la Escuela

de

Latinidad. Extracción

de

alhajas

de oro

y

plata: de la iglesia, una lámpara de once libras, cruz de dieciséis y media; copón sin pie; Incensario; naveta y dos cálices; del castillo: dos lámparas de diez libras y me­ dia; de la Soledad, dos lámparas de ocho libras y doce onzas y uno de los dos cálices de Santo Domingo y Re­ medios. 1824.

Es nombrado canónigo de Córdoba, don Fernando Ledo.

1825.

Proyecto de la intendencia de policía, para agregar siete pue­ blos al partido. Tránsito de la división de caballería de la Albuera.

1831. 1833. 1834.

328

Junta de suministros de guerra. El gobernador de la provincia concede a don Joaquín García M argallo los terrenos de Navilla, M engachas, Rincón del Ga­ llego y Valdelrey.


Año 1835 1836.

a 40. Reparto de suerte de la dehesa y ejidos. Se establece la Junta de Seguridad. Cabrera entra

1837.

pueblo. Se aproxim a la facción de Góm ez. Sale un batallón en auxilio de Trujillo. Facción de Sánchez, Rincón y Barbado. 1 julio:

1838.

Se enajena el Zaudillo. Sale

en

el

Jura de Constitución. el batallón de

M ontánchez en

persecución de la facción de Negri. 1839. 1840. 1841.

Se aproxim a la facción de Rondeño. Se reorganiza la M ilicia Nacional y sale para Cáceres. Deslinde de la dehesa boyal en el ejido de la Sierra. Cons­

1842.

Venta de terrenos usurpados.

1843.

M uere don Pedro Gil.— 4 julio: pronunciamiento a favor de Isabel II. 1 diciem bre: jura de Isabel II. Desarm e de la M ilicia Nacional de esta villa. Construcción de la erm ita del Pilar. Real orden para que el

trucción de la fuente y pilares del Centenal.

1844. 1845.

Archivero de Simancas expida las certificaciones que pide el Ayuntam iento de M ontánchez. Se Pedro Góm ez Zambrano.

da

comisión

a don

1846.

Compostura del reloj.

1847. 1849.

Fundición de una campana. Creación de la Sociedad de Am igos. Reconocimiento de

1850.

nobleza de los «García-M argallos». Se compone el salón de sesiones y el de escuelas.

1853.

Acuerdo del partido para que no se enajenen

la

los baldíos.

Reclama el Ayuntam iento el deslinde de Valdelayegua. 1854.

Se reorganiza la M ilicia Nacional de M ontánchez. Am plia­ ción y reedificación del cem enterio. Se constituye la Junta

1855.

Construcción de los portales de abajo de la plaza.

1856. 1857. 1859.

Se establece un torno de Casa Cuna. Estada en Montánchez del duque de Abrantes. Suministros de bagajes y raciones a las tropas transeúntes.

1860.

Real orden exceptuando de la desam ortización los baldios de

de Gobierno por alzam iento nacional.

Montánchez.

329


Año 1861.

Se adquiere nueva máquina de reloj. M em oria de don Fran cisco Caballero contra los pueblos del partido.

1862.

Se instala el alumbrado.

1863. 1864.

Se cierra la erm ita de la Soledad por es ta r ruinosa. Expediente para reedificarla como ayuda de parroquia.

1866.

Se establece una cátedra de segunda enseñanza incorporada

1868. 1869.

Se constituye la Junta revolucionaria. El obispo de Coria faculta al Ayuntam iento para celebrar el voto anual del Salor. 20 junio: promulgación y jura de la constitución política.

1872.

M u e re el Padre Góm ez. Venta de los terrenos de M engachas,

1873.

Extinción de las O rdenes m ilitares y agregación de M ontán­ chez al obispado de Badajoz. Se establecen las' Conferencias de San V icen te de Paúl.

V aldelrey, Rincón del Gallego y Navilla.

1876. 1886.

Enajenación de los montes.

1887.

Venta de los terrenos.

1893.

Supresión

1895.

M u e re el general Margallo. Construcción del em palm e de la carretera al Puerto de las

1897.

Herrerías. Traida prim era de aguas de la sierra.

1899.

Se construye el paseo del campanario.

1907. 1918. 1921.

Se construyen los pilares de la M arilope y el Fontarrón. Se declara la grippe produciendo muchas víctim as. Se construye el em palm e de la carretera de M ontánchez a

1927.

Se construye el parador de Padrino.

1931. 1932.

Proclamación de la segunda República. A pertura de la calle hacia la Cerca de las Torres.

del Juzgado. 2 octubre:

Jornada

de

M elilla. 28:

Torre de Santa M aría.

1936.

Com ienza la guerra civil española.

1949. 1950.

A rreglo de la plaza. Coronación canónica de la Virgen del Castillo.

1955. 1956.

Se instala el agua corriente en las casas. Se proclama a la Virgen del C astillo alcaldesa mayor hono­ raria de M ontánchez.

330


Año 1965.

Se construye el edificio de la Colonia Infantil.

1966.

Se construye el lavadero público en Las Callejas.

1967.

Construcción de la plaza de toros y piscina municipal

1968. 1969.

Pavimentación de algunas calles Pavimentación del llano de los M ártires.

331



APENDICE G U IA DE M O NTANCH EZ Establecim ientos com erciales G alerías «Casa G rande*, de Jesús Flores Galán. El Paraíso, de Juan Pérez G arcía-M argailo. Hermanos Rosco A m ores. Casa Felipe M adruga Gómez. • Los Muchachos». Paco Torres Sales. Casa Ticiano Fernández. Casa Félix Roanes Román. Nicolás' M adruga e hijos. Casa José Rubio y Elvira Galán. Casa Loreto A rroyo Torremocha. (M u e b le s ). Segunda Galán y su hermano D iego (Panadería). Adelaida Sancho, Vda. de Antonino. Antonio Sánchez Pedrosa (P a s te le ría ). Juan Galán Rosco. Antonio Góm ez Lázaro (V in a g re ). Vda. de Juan Rebollo (D ro g u e ría ). Casa H errera Am ores. Andrés Carbaliosa M ateos. D em etrio y Juan Sánchez Pedrosa (Panadería). M axlm ina Caballero Lázaro (Panadería). Agustina Galán M artínez.

333


Casa Francisco Lázaro, electrodom ésticos y m ateriales de construc­ ción. Teresa Señas Lavado. «Los Retales», de José Lázaro Rosco. Casa Bermejo. Viuda de C ésar Torres. José Sánchez Carrasco «La Huerta». Agustín M eneses Galán. Antonio Rosco Panadero. Francisco M agarlño Fragoso. El Puesteclto, de Antonio Calvo Senso. La Tabacalera: Adm inistrador subalterno, don Antonio Galán Flores, con dos estancos': el de Luis González Lázaro y el de Luis Galán Trejo. Auto-Escuela de Torres-Berrocal. Varias peluquerías de señoras y caballeros. Expendedores' de jamones de M ontánchez: Benito Pérez Lázaro; Adol­ fo Lázaro y Lázaro; Antonio M oreno Córdoba; Juan Huertas M artín, y Valentín Galán Senso. Expendedores de vinos: Lucio M edina Rosco; Los Herm anos M oreno; Valentín Higuero Boiso. Juan Solis M edina y José H errera García. Talleres mecánicos: Benito Solis Alvarado y Juan Tamayo García. Representaciones: Tim oteo López Galán, José M aría Berrocal Timón, Antonio Jiménez Flores. Antonio Solis M artín ez y Antonio Madruga Bermejo.


INDICE DE CAPITULOS DE HISTORIA DE MONTANCHEZ Págs. Dedicatoria ............................................................................................................ Prólogos .................................................................................................................

7 9

PERIODO PRIMERO Capítulo — — — — ' — — — — — — —

1.— Prehistoria de Montánchez .......... ..................... 2.— Piedra bam boleante, llamada «El cancho que se m enea* ............................... . . ... ... 3.— Fundación de M ontánchez .. ................ 4.— Nombres de M o n tá n c h e z .................................................. .......... 5.— Inscripciones .............................................. 6.— Epigrafía romana de M ontánchez ............................... 7.— Sarcófagos o sepulcros .................................................... 8.— Ruinas y cim ientos de edificios ro m a n o s '................ 9 — C astillo de M ontánchez .................................................... 10.— Descripción antigua de M ontánchez ...................... 11.— Predicación del Evangelio ............................................... 12.— Venida de los alanos y godos ...................................... 13.— Culto de la Virgen del Castillo .....................................

15 18 29 32 38 39 53 54 55 74 76 79 81

PERIODO SEGUNDO Capítulo

— — — —

I

1 — Batalla de Barbate (G uadalete) .................................... 91 2.— Los moros en M ontánchez ............................................. 93 3.— Dominación musulmana en M ontánchez .......... 96 4 — Breve reseña de la Orden de Santiago ................. 118 5.— O frecim iento del Castillo de M ontánchez ........... 125 6.— Donación del C astillo ......................................................... 127 — 7.— Confírm ase la donación .............................................132 8.—fu e r o de M ontánchez ........................................................ 135 9.— Conquistas hechas desde M o n tá n c h e z ....................... 142 10.— Antiguo deslinde del partido de M ontánchez ... 144


Capítulo 11.— Posesiones de la M esa M a e s t r a l............................... ....149 — 12.— Conventos de M ontánchez .................................................. 159 — 1 3 — Don Alvaro de Luna y el Rey Don Juan ante el C astillo de M ontánchez ........................................................164 — 14.— Comendadores de M o n tá n c h e z;..........................................169

PERIODO MODERNO Capítulo — — — — — — — — — — — — —

Rel

— — — — — — — — — —

1.— Isabel I pacifica a M o n tá n c h e z:........................................ 173 2.— El Clavero Don Alonso de M onroy y M ontánchez. 178 3.— Fuero del Tronco .....................................................................190 4.— Concordia entre M ontánchez y C áceres ................. ...191 5.— Idem con Méri-da ..................................................................... 196 6 — Idem con Trujillo ..................................................................... 198 7.— Ordenanzas de M ontánchez ............................................ ...201 8.— Enajenación de tierras y oficios .......................................217 9.— Obras pías y benéficas .................................................... ...221 10.— La heráldica o escudos de M ontánchez ................. ...226 11.— Don Rodrigo en el C astillo de M ontánchez .......... ... 230 12.— Votos de esta villa ............................................................ ...235 13.— M ontánchez en la guerra de Sucesión ..................... ...237 14.— Servicios varios que en las guerras ha prestado M ontánchez ............................................................................. ...242 15.— Los franceses en nuestra comarca .................................244 16.— Acción de Arroyom olinos de M ontánchez ..............247 17.— Los franceses en M ontánchez ......................................... 251 18.— M ontánchez en la guerra de la Independencia ... 254 19.— C abrera en M ontánchez .......................................................256 20.— Desaparición de los baldíos y propios ..........................262 21.— Gobernadores de M ontánchez y su partido .......... ...265 2 2 — Varones ilustres de la villa de M ontánchez .......... ...268 23.— Partido de M ontánchez ..................................................... ...292 24.— Descripción moderna: Población; situación; té rm i­ no; caminos vecinales y carreteras; interior de la población y afueras; edificios públicos; iglesia, erm itas y santuarios; fuentes y acueductos; Juz­ gado Com arcal; órdenes civil, m ilita r y eclesiás­ tica: productos agrícolas e industriales; minas; policía urbana, etc., e tc ...................................................... ...30 25.— Archivos o aparato para la historia ............................3"

Sumario cronológico ......................................................................................... Guía de M ontánchez Indice de capítulos .


D ig ita liza d o p o r: Biblioteca Virtual ExtremeĂąa bibliotecavirtualextremena.blogspot.com


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