Dossier Riña de gatos d'Eduardo Mendoza

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dijous, 19 de gener de 2012 a les 12:00 hores

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dossier “riña de gatos”

biografia (Barcelona, 1943) Novelista español. Tras graduarse en derecho (1966), ejerció como pasante, asesor jurídico y traductor fijo en la sede de las Naciones Unidas, en Nueva York, entre 1973 y 1982. Posteriormente trabajó para la misma organización en Europa, residiendo en su ciudad natal durante la mitad del año. Debutó en la literatura con La verdad sobre el caso Savolta (1975), novela que impresionó vivamente al ambiente literario (obtuvo el Premio de la Crítica) y que tuvo también una calurosa acogida entre el público: la verdadera protagonista era la ciudad de Barcelona, conmocionada por las tensiones revolucionarias de los años 19171918, en la cual se mueve una variopinta tipología de personajes caricaturescos, presentados según los cánones de la novela policíaca que, en un habilísimo "pastiche", fagocita también esquemas estructurales y lingüísticos de otros géneros narrativos, desde los antiguos tópicos de las novelas de caballerías a los estereotipos más modernos de la literatura de consumo. Sus personajes originales y disparatados deambulan por un escenario de contrastes, donde se entremezclan los atentados anarquistas con las lujosas fiestas de la alta burguesía catalana. El autor se sirve del marco histórico para desplegar una elegante ironía que enfatiza el carácter tragicómico del relato. Con esta obra, el autor se acercó al área estética de los novísimos, rechazando una excesiva caracterización específicamente española. Por el contrario, su segunda novela, El misterio de la cripta embrujada (1979), representó una forma de intensificación experimental más divertida. Situada en época contemporánea, el autor maximizó la parodia de la novela negra hasta convertirla en una farsa. El laberinto de las aceitunas (1982) conservaba una ambientación similar, siendo la tercera variante de un peculiar género detectivesco que derrama su humorismo y su particular desencanto en la exasperada imitación de rigurosas investigaciones aplicadas a enigmas risibles. Ambas son historias de crímenes y misterio que comparten como protagonista a un demencial detective y esconden bajo su argumento un componente de crítica social. La ciudad de los prodigios (1986), protagonizada por Onofre Bouvila, un anarquista que medra hasta las cimas del corrupto poder económico, es un reflejo de la vida barcelonesa del período entre las dos Exposiciones Universales de 1888 y de 1929. Eduardo Mendoza volvió en esta narración a su particular forma de entender la novela histórica, original y comprometida, retratando una vez más la sociedad barcelonesa de la época. En el pasado de un espacio urbano conocido, el autor excava y recupera nuevas identidades, inmersas en una especie de crónica activa y heterodoxa. Con su consumado oficio de narrador, exorciza, mediante múltiples mecanismos de manierismo de la mímesis literaria, cualquier posible condescendencia a las languideces del sentimentalismo.

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En La isla inaudita (1989) es un empresario de la Ciudad Condal quien se desplaza a una romántica Venecia para vivir una historia de amor. En cambio, Mendoza explota directamente el recurso humorístico en Sin noticias de Gurb (1990), delirante diario personal de un extraterrestre que rastrea la pista de un congénere desaparecido en la Barcelona actual. Le siguieron El año del diluvio (1992) y Una comedia ligera (1996), dos de sus pocas obras ambientadas fuera de la capital catalana. En La aventura del tocador de señoras (2001) retoma como protagonista al maníaco detective de la cripta embrujada; en El último trayecto de Horacio Dos (2002) relata una historia irónica que transcurre durante una expedición espacial; y en Mauricio o las elecciones primarias (2006) el autor elige por primera vez la Barcelona posterior a la transición como escenario de una novela. Este último título lo hizo merecedor de la sexta edición del premio de novela Juan Manuel Lara. Ha publicado asimismo la guía Barcelona modernista (1989), en colaboración con su hermana Cristina y, en lengua catalana, la pieza de teatro Restauració (1990). Posteriormente publicó las novelas El asombroso viaje de Pomponio Flato (2008) y Riña de gatos. Madrid 1936 (2010), ambientada en la capital de España durante los días previos a la Guerra Civil española, que mereció el premio Planeta. Extret de: http://www.biografiasyvidas.com/biografia/m/mendoza_eduardo.htm

Premsa ENTREVISTA: EDUARDO MENDOZA Ganador del Premio Planeta 2010 "La Guerra Civil ha de ir ya al trastero" Pregunta. A los 35 años de la aparición de su referencial y premiada La verdad sobre el caso Savolta obtiene el Planeta. No está mal el triple salto... Respuesta. No hay que darle muchas vueltas. Sí, esa novela fue importante para mí y parece ser, dicen, para las letras españolas de los setenta, pero las cosas son como son; hubo un componente de oportunidad: si hubiera salido en 1973 o en 1977 quizá no hubiera tenido el impacto que logró; por otro lado, presentarse al Planeta tiene hoy otras lecturas a las de hace unas décadas, han cambiado mucho las cosas: cuando empecé, escribir era un vicio solitario y elitista, ahora es un trabajo, una profesión que incluso se enseña; yo no conocía a un solo autor, hoy salen por televisión y forman parte de la red social, lo que tiene un punto de peligrosidad, de tentación egocéntrica y narcisista que, por edad y capacidad, a mí no me afectará.

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dossier “riña de gatos” P. No había tocado la Guerra Civil, ¿por qué ahora? R. Es un tema que fui a buscar por todo lo de la Ley de Memoria Histórica. Me interesaba ver cómo era la Guerra Civil antes de la Guerra Civil, cuando nadie sabía que lo acabaría siendo, cómo se fue haciendo día a día, ver la dimensión del desconcierto, de la ignorancia de lo que podía pasar y constatar cómo la escalada de discursos acabó condenando a la gente a hacer cosas que quizá no querían o no sabían... Y así te das cuenta de que esa desgracia la movieron generales borrachos, seudofascistas sin ideas claras, revolucionarios que no sabían ni lo que era la revolución... P. El joven inglés despistado que llega al Madrid de la primavera de 1936 para tasar un cuadro se cruza con José Antonio Primo de Rivera. ¿Por qué él y no el ambicioso Franco o el estrafalario Queipo de Llano? R. Porque fuera de hagiografías de la época, tiene poca bibliografía y es un tipo interesantísimo, muy representativo de la época: un personaje muy corto de luces y perfectamente irresponsable, de fácil manipulación; los historiadores coinciden en que era un memo, pero sobre él se creó la columna vertebral de un país durante 40 años, lo que dice poco de ese país. P. ¿Qué tal lo del revisionismo histórico sobre ese periodo? R. ¡Ah, no! Lo de 1936 lo tengo muy claro: la culpa en una pelea la tiene quien la empieza; no valen excusas de que es que el otro hizo antes tal... Y quien la empezó fue un cabroncito bajito que todos conocemos. P. ¿Qué ha de hacer la sociedad española con esta guerra? R. Pues hallar su punto justo entre el olvido y una presencia constante pero no como la que desean y para lo que desean algunos. Ha de estar junto a la batalla de las Navas de Tolosa y la conquista de Granada, ha de colocarse en su lugar y eso comporta, con todo respeto, que parte de su sitio sea ir ya al trastero. Entre otras cosas, para evitar la trivialización del tema y que se llegue a lo de ahora, cuando ya vale cualquier relectura del hecho.

Extret de: http://www.elpais.com/articulo/cultura/Guerra/Civil/ha/ir/trastero/elpepicul/20101 017elpepicul_5/Tes

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“Riña de gatos” Anthony Whitelands, 34 años, especialista en arte español, liado con una casada de la que desea deshacerse, se deja caer en el peligroso Madrid de 1936. Ha de tasar la colección del duque de Igualada, quien aparentemente necesita liquidez para ponerse a salvo de una temida revolución. El peritaje lleva al inglés a hacer un descubrimiento sensacional: un Velázquez desconocido, y además un desnudo, con la misma modelo que la Venus del espejo. En paralelo, se narran las peripecias de José Antonio Primo de Rivera y sus compañeros falangistas, a los que Whitelands acaba conociendo.

¿Es una novela tanto más rica cuantos más tramas y tonos despliega? Sí, siempre y cuando su artífice los sepa cohesionar. Anoten: en Riña de gatos hay una crónica de época, una kunstroman, una intriga de espionaje, la radiografía de una ciudad, un ejercicio de otredad y una pintura costumbrista de cuño casi galdosiano. ¿Alguien da más? Y todas esas líneas se complotan y trenzan en una progresión narrativa impecable, a ritmo siempre molto vivace, con giros vodevilescos y continuos sobresaltos, como si la electrizante situación del Madrid previo a la Guerra Civil arrojara a sus actores a vivir la vida a la máxima presión.

Eduardo Mendoza nos mete en ese avispero de la mano de un extranjero, un inglés experto en pintura española y que comparece en la capital requerido por una familia de aristócratas deseosa de vender su colección y ponerse a recaudo fuera del país. Lo que en principio debía ser un mero peritaje da pie a un sinfín de vertiginosas aventuras en las que el protagonista se ve envuelto sin comerlo ni beberlo. A través de su mirada foránea, inteligente y flemática, pulsamos el tenso impasse que atravesaba el Madrid de los primeros meses de 1936 y, en una auténtica espiral, nos asomamos a sus cafés y figones, entramos en un palacete de la Castellana, asistimos a mitines, nos personamos en un mísero burdel, nos colamos en los despachos de la embajada británica o de la temible Dirección General de Seguridad, y hasta oímos –tras los cortinajes- las conspiraciones de tres generales golpistas.

Esperpento madrileño Eduardo Mendoza, en fin, orquesta todos estos materiales con una destreza consumada y consigue dar a este preludio de la guerra fratricida un aire de pantomima, de alocado esperpento. No es sólo por el elenco de secundarios: mujeres en mantillas, tullidos, enanos y una anciana desdentada que masculla “¡Churros, aguardiente y limoná!”. Es también por el enfoque que en todo momento se imprime a la trama: un registro de enredo, de farsa desatada, de coups de thêatre que, no por prodigados, menoscaban la verosimilitud de la fábula. En Riña de gatos, por último, hay que decir que Madrid sale evocada maravillosamente. De lo que resulta que el más barcelonés de nuestros escritores, sin caer en el tipismo, ha sabido palpar como pocos ese fluido alegre y desenvuelto que desde hace siglos emana la Villa y Corte.

Extret de:

http://www.que-leer.com/tags/critica-del-libro-rina-de-gatos-madrid-1936

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