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Misterio médico

Los desmayos no paraban: ¿podría una picadura de garrapata ser la causa?

Episodios de desmayos

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Dra. Lisa Sanders

El hombre de 75 años* se hallaba tendido en el suelo de la cocina de su casa de Connecticut, Estados Unidos, rodeado de pastillas. "¿Qué sucedió?", le preguntó su esposa mientras se apresuraba a llegar a su lado. “No lo sé”, le dijo. Se disponía a tomar sus medicamentos contra la hipertensión por la mañana y, acto seguido, estaba en el suelo. Era la tercera vez que se desmayaba en una semana y media.

El primer desmayo ocurrió cuando estaba dormitando en el patio y se

*El nombre se ocultó para proteger la privacidad despertó acalorado y sudoroso. Caminó con dificultad hasta llegar a una silla en el interior de su casa en la que perdió el conocimiento. La siguiente vez, un par de días después, se despertó para ir al baño. Se levantó y de repente estaba en el suelo. Cuando su esposa lo ayudó a levantarse, descubrió que había sufrido incontinencia. A la mañana próxima, llamó al consultorio de su médico y concertó una cita para el día siguiente.

En la consulta, le comentó al joven asistente médico que no se sentía bien desde hacía un par de semanas.

Se había despertado empapado de sudor algunas veces y su esposa le dijo que sus escalofríos eran tan fuertes que hacían temblar la cama. Se sentía afiebrado, cansado y desorientado. Había perdido el apetito y tenía incomodidad al orinar. El asistente médico lo mandó a hacerse análisis y, tras revisar los resultados, le dijo que probablemente se trataba de una infección del tracto urinario (ITU). Este tipo de infección es común en hombres mayores, ya que el agrandamiento de la próstata puede dificultar el orinar. Le recetó un antibiótico y le recomendó ir a un hospital si los síntomas empeoraban. Dos días después, tuvo otro desmayo en la cocina.

En el área de urgencias del Yale New Haven Hospital, era claro que el hombre estaba enfermo. Tenía una fiebre de 38.3 °C, ritmo cardíaco acelerado y presión arterial baja. Los resultados del laboratorio mostraron que sus riñones estaban fallando, a pesar de que solo dos días antes estaban bien. Se le administraron líquidos por vía intravenosa y comenzó un tratamiento con antibióticos de amplio espectro —el antibiótico que le había recetado el asistente médico al parecer no fue lo suficientemente efectivo—.

Una vez que salió de urgencias y entró a la sala, el paciente conoció a un médico llamado Alan Lee, quien entonces cursaba su último año en la escuela de medicina. Al estudiante lo acompañaba su supervisor residente. Lee hizo algunas preguntas y el paciente mencionó sus tres episodios de desmayo, que se sentía con fiebre y malestar, y que había perdido 4,5 kilos en la última semana porque se sentía demasiado enfermo como para comer o beber.

Una vez que Lee terminó sus preguntas, el supervisor residente preguntó al paciente si recientemente le había picado una garrapata. Desde

EL ÚLTIMO ANÁLISIS MOSTRABA QUE LOS GLÓBULOS ROJOS ESTABAN SIENDO DESTRUIDOS.

luego que no, respondió el hombre. Con frecuencia paseaba a su perro por senderos boscosos, pero una vez en casa, revisaba cuidadosamente que no hubiera garrapatas en su cuerpo.

El doctor Joseph Donroe, el médico que lo atendía, se unió a los aprendices al lado de la cama. Lee explicó que una ITU podría ser la causa de los problemas urinarios y la fiebre. Esos síntomas pudieron provocar la falta de apetito en el paciente y ocasionarle deshidratación. Esta, a su vez, pudo haber causado los desmayos e incluso haber afectado sus riñones. Pero una pérdida

de peso de 4,5 kilos no era habitual en una ITU, ni tampoco los sudores nocturnos. ¿Podría tratarse de una enfermedad transmitida por garrapatas como la de Lyme?

Donroe estuvo de acuerdo en que esos síntomas eran atípicos. Ahora todo parecía apuntar que el paciente tenía urosepsis —una infección que empieza en el tracto urinario y luego afecta a todo del cuerpo— y que la causa de sus síntomas era una infección de las vías urinarias. Pero como ya estaba tomando antibióticos, probablemente no hallarían nada en la orina si la analizaban ahora. Una solución podría ser que Lee llamara al médico de cabecera del paciente para obtener los resultados de las pruebas realizadas antes de que empezara a tomar las medicinas.

Al día siguiente, el paciente se sintió mucho mejor, quizá los antibióticos estaban haciendo efecto. Sin embargo, sus riñones no mejoraban. Lee llamó al médico del paciente. La única anomalía en el cultivo de orina era que esta contenía mucha sangre. ¿Qué pasaría ahora? Lee y Donroe revisaron los análisis una vez más. Una de las pruebas de laboratorio mostró que los glóbulos rojos se estaban destruyendo en alguna parte del cuerpo.

De pronto, todo tuvo sentido. El paciente había estado enfermo durante casi dos semanas con fiebre y escalofríos, y tenía algo que estaba destruyendo sus glóbulos rojos. El doctor Donroe sospechó que se trataba de una enfermedad transmitida por garrapatas. No era Lyme, sino otra enfermedad que también pueden transmitir: la babesiosis, que ocurre cuando el parásito Babesia se multiplica e invade los glóbulos rojos de un vertebrado. Los médicos solicitaron un análisis para detectar el parásito Babesia, así como uno para otras enfermedades comunes transmitidas por garrapatas (Lyme, ehrlichiosis y anaplasmosis).

El primer resultado llegó antes de que terminara la tarde. Dentro de varios glóbulos rojos del paciente había un pequeño punto oscuro: un parásito. El paciente tenía babesiosis.

Al poco tiempo, el equipo médico descubrió que también tenía la enfermedad de Lyme, por lo que debía ser tratado con medicamentos para ambas afecciones. El tratamiento duró aproximadamente dos semanas. El paciente pudo sentir una mejoría desde el segundo día de empezar a tomar los medicamentos. Su apetito había vuelto, así como su energía.

Ahora que está de vuelta en casa, está buscando la manera de cómo lidiar con las garrapatas. Sabe que estas no cederán, pero él y su esposa tampoco. Ya utiliza repelentes para evitar picaduras y ahora se fijará con más cuidado de no tenerlas en el cuerpo después de los paseos con su perro. Está decidido a no dejar que los arácnidos ganen.

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