Aunque las fachadas más vanguardistas y comerciales de Bilbao se encuentran en Abandoibarra, la ciudad no ha descuidado ninguno de sus rincones. Se trataba de sanar una herida que la reconversión industrial abrió y que se desbordó con las inundaciones de 1983. Todavía hoy, en el Casco Viejo se pueden ver placas que recuerdan hasta donde llegó el agua que anegó las Siete Calles.