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Bodas de Oro
Defensa
desde octubre del año pasado, el dúo recorre los principales escenarios de Buenos Aires con VS, su primer LP de siete tracks. Songwriters, productores y DJ´s, Furio y Garoto muestran su enorme potencial en clave de pop experimental y rinden homenaje a la música latina con un reggaetón light, bailable y súper producido.
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De chiquitos tocaban covers de Sex Pistols, Nirvana o Viejas Locas y se escapaban del colegio para ir a ver a Pixies y Sonic Youth. En 2012 debutaron con Italpark, donde jugaban con sonidos vintage y cancionero bilingüe. Hoy conservan el espíritu punk del dejarlo todo, pero abandonaron el formato de banda. Furio y Garoto se ocupan de intervenir música electrónica global pero sin fronteras de género ni estilo. Buscan bases, hacen beats, agregan instrumentos, mixean y le van metiendo mano hasta lograr ediciones curadas que tengan un toque personal. Partir de lo ajeno para defender lo propio. Ese es el quid.
El click lo hicieron al escuchar “Pirata 2”, de NAAFI records. Fue una base de Nicki Minaj con un acapella de reggaetón old school encima, lo que les echó luz. Se obsesionaron y buscaron temas que de cero sonaran a remix. Ahí descubrieron que podían pasar de un sonido industrial y agresivo como el de Amnesia Scanner a un tema tranqui de Ariana Grande y estaba todo bien. El resultado de esa búsqueda es VS y tiene de todo: hip hop, dancehall, R&B…un poco de cada. El resultado es una mezcla latino experimental que se para, al igual que Rosalía, Bad Gyal o C. Tangana, en un limbo entre el trap y el reggaetón. ¿El hitazo? “No me digas”, con video dirigido por Paz Elduayen.
Encuentros, desencuentros, relaciones, amistad, la noche porteña, vos, yo, los otros. La boyband tiene la manía de mandarse mensajes en medio de una fiesta y de ahí salen los disparadores para componer. Y así, en pleno verano, coparon un departamento vacío sin Wi-Fi ni aire acondicionado, y empezaron a grabar. Los mismos colchones que hacían de cama, se convertían en cajas para grabar las voces. No están muy seguros de quién escribió qué, porque pingponean hasta darle en el blanco. “Nos esforzamos, la padecemos y no nos bancamos en todas las ideas, pero no nos vemos haciendo esto con nadie más. Somos medio secta”. Cortan y pegan, mueven hasta que encaja.
Las fichas puestas en el dúo son varias (y no menores). Para el disco contaron con la mezcla de Neuen -productores musicales de Duki, Ysy A y otros-. Los temas fueron escritos y producidos por Furio y Garoto, excepto “Rookie” producida por YnyfyntScroll y “Mañana” por Blastah. En “Alibi”, también hubo lugar para la colaboración de la mano de Catnapp, artista argentina radicada en Berlín. Pero, la frutilla del postre, fue la edición y lanzamiento a cargo del aclamado sello mexicano NAAFI, el colectivo que se está llevando puesta la electrónica mexicana.
La clave, dicen, está en confiar en las ideas y en que, en algún momento, las fichas del rompecabezas arman un todo. Luego, le meten control de calidad hasta encontrar la mejor versión de sí mismos. Ilusionados, ya recorrieron unos cuantos escenarios, pero la fecha esperada es el 6 de abril: formarán parte de la Ceremonia GNP 2019 en México, donde compartirán line up con Rosalía, Aphex Twin, Bad Gyal y más.
Cada año simplifican el formato, pero no el contenido. Se divierten, se celebran a sí mismos y se desafían a hacer algo netamente pop sin perder personalidad. “Queremos lograr algo accesible pero desde nuestras influencias y propuestas de vanguardia; una identidad nuestra en la que no importa quién se luzca…las canciones siempre están por delante”. Con 21 y 24 años, denotan un espíritu generacional de manija y generosidad. “Cuando crece uno, crecemos todos”, dicen. Y, aunque no responden a una sola raíz, son la música latina mirando al futuro.
Galean
siempre con un pie en lo cósmico, hoy rodrigo lalli (ex aloe y Plexo Rleaxo) apuesta a Galean con El Mago, 9 canciones hechas en casa. Es su primer trabajo solista desde el EP Primera puerta del alma y el LP Tejiendo la marea, ambos en 2016. Personal, esotérico y viajero traza un mapa que nos pasea del indie al realismo mágico.
Con Aloe osaban tocar temas que no estaban grabados o armar fechas muy separadas entre sí. Tocaron en Lollapalooza, Niceto, el Konex, el Ópera y el Vorterix, pero grabaron un disco y ahí se terminó. Hoy Rodrigo concentra sus energías en Galean (su apellido materno), un proyecto que lo tiene al frente y lo obliga a sentar cabeza en la búsqueda de nuevas y nuevas combinaciones voladoras.
El Mago le hace honor al título con temas impredecibles y notas que quedan resonando en el ambiente. Genera clima. No desiste. Inventa baterías con chapas o golpeando mesas. Usa frascos, agua y roces. Pitchea como Postishead. Samplea sarpado. Usa guitarras híper procesadas, coros, beats downtempo y hasta toques hindúes. Inventa algo donde antes no había nada. Y, de repente, dice Rodrigo, “nace una canción”.
‘Salís de tu casa a buscar la sensación que estaba desde antes, antes de nacer’. Sitúa los miedos, quiere trascender. En sus temas, narra fragmentos del cotidiano y los lleva a un plano más elevado. En “La canción que guía” hay un jarrón que se parte sobre la paciencia y una poesía que crece como hiedra tierna. Es un ser que mira desde afuera. Observa la tierra y quiere encarnar en alguien. Mantra 1: saltar de sueño en sueño. Mantra 2: pasear sin miedo en un mundo sin forma.
Agudo, fragmentado y poético, es imposible no linkearlo con el flaco Spinetta. “Compartimos un imaginario, venimos del mismo planeta o tenemos un alma en común, pero la verdad es que es una influencia inconsciente porque no lo curtí tanto”, dice desde su home studio. Para el arte de tapa se inspiró en el Arcano mayor del Tarot y le agregó toques renacentistas. Mientras sostiene una daga del gauchito gil y enciende una vela, sus objetos más preciados se despliegan sobre una larga mesa: desde una pintoresca calabaza que le regaló un luthier amigo hasta un puñado de tomillo que cosechó su abuela.
Convencido de que la textura de los temas está influenciada por el hip hop y lo fi, el estudiante de astrología toma lo que más le gusta de los sesenta y lo trata de actualizar. La presentación será el Jueves 18 de abril en el Centro Cultural Richards de Palermo y contará con Cruz H de telonero.
Promete tocar temas de sus dos EP y adelantar algo de su próximo trabajo.
Bañada en melancolía psicodélica y lírica sensorial, su música exige atención. Rodrigo salmonea contra la corriente. No quiere complacer a nadie pero tampoco quedarse afuera. Con 26 años y los astros a favor, dice que se la juega toda y que está dispuesto a dar batalla desde su individualidad.
Miranda Johansen
“¿Qué género hago?”, le pregunta a Kevin por Whatsapp. “Retro-futurista…Rock de barrio (Norte), Pina Bausch meets Bad Bunny…nada, decí que sos una (des)generada”. Su playlist lo refleja. Aparecen desde Leonard Cohen, Roy Orbison, Ile y St. Vincent hasta Juana Molina. La destacada de su Spotify: la lista “Diosas” (recomendadísima). Algunas de sus referencias son Marisa Monte, Charlotte Gainsbourg, Gorillaz, Damon Albarn y Patti Smith. Para la presentación en vivo de Fata Margana, está trabajando en una puesta de luz para cada tema, porque los considera, a cada uno, un cuento. “Todo es un collage y nada está en un cajón. Quiero llevar ese concepto al show”, adelanta. Y promete vientre, sombras y espontaneidad para el jueves 25 de abril en La Tangente.
si googleo su nombre, aparece un featuring en un tema de kevin llamado “Es como el día” de 2016 y unos coros de bebé en “Everything Is (Falling Into Place)” -otro trabajo de Kevin pero de 2004, cuando Miranda solo tenía 7 años-. Aparece eso y –nada menos que- “Fata Margana”, de 2019. Un ejemplar de 7 tracks, con 6 originales recién salidos del horno y un cover delicioso (“Harvest moon” de Neil Young) para cerrar. Hija de tigres, Miranda vive la música como algo natural desde que tiene memoria. Desde jugar con vinilos y cassettes, escuchar a Kevin o ver bailar a Mariana, su mamá, hasta levantarse de resaca un domingo y que haya un disco sonando al palo. A sus 22 años, quiere hacer de ese juego un estilo de vida. Por eso, lanzó una especie de ensayo que, lejos de sonar a debut, eclosiona y conmueve con la contundencia de una grande.
La data salió de un viejo baúl familiar. Ahí, detrás del polvo de los recuerdos, estaba todo lo que su abuela materna había dejado al morir: obras, poemas, cuentos y artículos feministas publicados en revistas de la época. Políglota y profesora de inglés, lengua y filosofía, Marta Gloria Calvet dejó también una herencia ineludible: su libro Fata Margana, que bautiza este disco debut. El nombre refiere a un espejismo provocado por la inversión de la temperatura que crea una ilusión óptica. Fascinada, Miranda se obligó a bucear en la historia familiar para saber cuánto de ficción y cuánto de realidad había alrededor de esa abuela controversial devenida en heroína.
En 2016 abandonó la carrera de cine y se empezó a juntar con amigos para jugar a ser música. Será ese gustito por la rosca audiovisual que la llevó a filmar un video para cada tema del álbum. Hasta hoy, solo se puede ver uno (“El gigante”, realizado junto a Bruno Adamowsky y con la actuación de Federico Fontán). Habrá que dejarse sorprender por los demás videos, porque lo único que adelanta es el concepto: cuerpos en movimiento habitando un espacio.
Se la ve despreocupada y con ganas de charlar. Revuelve el cafecito con esos dedos larguísimos que se entrenaron unos años en piano, con un instrumento que le dejó Liniers. En seguida el reclamo de hija mayor: “¿por qué mis viejos no me mandaron a estudiar más música desde chica?”. Siente que le falta, pero lo hace a su manera. Primero tararea algo en su cabeza, después lo traduce a piano o viola y ahí Laucha, su amigo y productor, la ayuda y lo va traduciendo. Entre ambos meten mano hasta lograr la primera maqueta. Algo de esa intuición y del tono lúdico se siente al escucharla. En cada nota, Miranda está en una. Los temas son suaves, sensibles y eróticos pero con un grado de sutileza y de intimidad inmenso.
Kris Alaniz
se autodefine como #femibardo y #claseobrera. ganó visibilidad en la última edición del Cosquín Rock cuando subió como invitada de Eruca Sativa, pero su presencia en la escena data de más atrás. Vagabunda con historia, la MC y beatmaker empezó a cantar a sus dulces 16 aunque a los 11 ya tocaba la viola. Golondrina, nació en Catamarca y vivió en Jujuy, pero se profesionalizó en Córdoba. Allá produjo a algunos raperos, hasta que se animó a grabar Conexión natural (2013), su primer trabajo solista atravesado por algo que podríamos llamar el mambo del monte. Al llegar a Buenos Aires, se dejó quemar por el fuego de la protesta política y grabó Vagabunda Original (2015), donde le canta a su madre biológica, que fue cantante de cabaret y prostituta.
Criada por una madre adoptiva soltera y con 5 hermanas que hacían el asado los domingos, asegura que siempre escribió en clave feminista sin saberlo. Será porque se inspira en vivencias propias que sus letras tienen esa fuerza. Cansada de la invisibilidad de las raperas, en 2016 sacó Malas lenguas: el primer compilado de rap argentino con 16 mujeres como protagonistas. Y así, cada decisión la fue consolidando en esa órbita musical femme power con rimas empoderadas y una lengua sin una mísera pelusa.
Inquieta y convencida, le entra a la lucha por todos lados. Organiza batallas de freestyle feminista con el colectivo Malas Tripas, conduce Derrape en FM octubre y da talleres gratuitos de rap para adolescentes de bajos recursos en Casa Sofía (Palermo) y en Lugano. Pero hay más. Está preparando una nueva apuesta que la tiene desvelada: Magia Negra. Un intento de llevar el hip hop a algo más nacional y autóctono, pero fusionado con ritmos latinos. En criollo: música protesta para bailar y romper todo.
La sicaria será el primer corte difusión y se estrenará el 12 de abril en todas las plataformas digitales. Muestra a una mujer sin miedo que marca el camino del empoderamiento, al calor de la cumbia colombiana y junto con Ivonne Guzmán (ex Bandana, Actitud María Marta y La Delio Valdez). Pero es solo la primera de una extensa lista de colaboraciones que marcan el rumbo buscado y la definen como productora incuestionable: desde la chilena Yhi Capsule (cantante de house, productora y feminista pachamamística-ayahuasquera) hasta Nakury de Costa Rica, Taz Mureb de Brasil, Magia Música de Venezuela y el aclamado Ca7riel.
The Isley Brothers It’s Our Thing
Sucede que a veces lo esencial es bien visible a los ojos. En 1967, los Isley Brothers editaban Soul On The Rocks, el que sería su último trabajo para Motown, el sello de Detroit que había llevado el método de producción fordista a la creación de hits; una cadena de montaje en la que cada miembro de ella hacía su aporte (letras, música, interpretación) dando como resultado final un producto atractivo para las masas, de efectividad y rentabilidad probadas, y cuyos dividendos iban a parar mucho más a los dueños de la empresa que a los empleados-obreros-músicos. La portada de aquel disco también respondía a un molde impuesto: los hermanos Ronald, O’Kelly y Rudolph -eran seis en total- aparecían vestidos de traje, corbata y pañuelo a tono, marcando, al igual que el resto de los artistas que formaban parte del catálogo de la compañía, una línea de continuidad visual con el Doo Wop de la década del 50.
Para The Isley Brothers, sin embargo, esos trajes eran más bien chalecos de fuerza. Su sonido de guitarras ásperas y melodías agresivas para la época se alejaba de las armonías prístinas de clasicismo funk que tanto alentaba el sello (chequear The Four Tops, The Temptations y el primer Stevie Wonder), lo que llevó a que su relación con Motown llegara a un punto de no retorno. El título del disco, Soul on the Rocks, proponía un juego de palabras que podía leerse como un grito desesperado puertas adentro. Por un lado, el más naive, era una referencia a la idea de que la música soul es ideal para escuchar tomando whisky (on the rocks), por el otro, más literal y descarnado, a las restricciones creativas: el alma de los hermanos se encontraba entre rocas. Inmóvil. La única salida posible, liberarse del sello y sus contratos leoninos, implicaba el desafío de subsistir bajo sus propios medios y que, de no contar con las herramientas de distribución y comunicación necesarias, los nuevos discos del grupo se pierdan en lo profundo de las bateas (años más tarde, los artistas que habían caído en esa desgracia serían catalogados como deep funk). Pero los hermanos no le temían a nada.
Es cosa tuya
POR SEBASTIÁN CHÁVEZ
Es cosa nuestra
Liberados de las amarras de Motown, los Isley Brothers resolvieron por fin volver a editar su música a través de T-Neck Records, el sello que ellos mismos habían fundado en 1964 cuando el grupo contaba en guitarra con un tal Jimi James, más tarde conocido como Jimi Hendrix. 1969, entonces, los tenía a sus anchas, y así se los ve en la portada de It’s Our Thing, el disco que editaron en abril de ese año. Embebidos por la estética hippismo-meets-funk de Sly & The Family Stone, los hermanos Isley aparecen con tapados de pieles, camisas coloridas y colgantes aparatosos, en una postura bien distante de la de Soul On The Rocks. Acá también el título del disco se vuelve declaración de principios. El primer corte de difusión, editado en enero de ese mismo año, fue “It’s Your Thing” (algo así como “Es cosa tuya); para el nombre del álbum, en cambio, suprimiría la Y, una mínima perversión que cambia el significado por completo I’ts Our Thing (Es cosa nuestra). “Lo que hacemos con nuestra música, y nuestra imagen, es cosa nuestra”, parecían decir los Isley Brother
“Es cosa tuya / Hacé lo que quieras hacer / Yo no te puedo decir / A quién tenés que quedarte pegado”, el estribillo de “It’s Your Thing” estaba claramente dedicado a Berry Gordy, fundador de Motown, pero la frase podía hacerla propia cualquiera y aplicarla a su propio contexto. Justo lo que toda canción pop necesita para convertirse en éxito. En el disco, los Isley Brothers marcaban la cancha desde el tema apertura con un desborde de producción. “I Know Who You Been Socking It To” tenía un groove caminante, un piano saltarín que recordaba al rock and roll de los 50, vientos que expandía el pre-estribillo y una guitarra quebradiza. De entrada, le decían a Gordy, y al mundo, cómo se sentía para ellos la independencia. Irónicamente, se habían ido del sello que más sabía de hacer hits (Motown es el sello con más #1 en la historia de los charts de Billboard) para componer su mayor éxito.
Sentadas las bases desde la instrumentación, “Somebody Been Messin’” pone a Ronald a cantar desbocado, bien cerca de James Brown y sus agudos de crooner sobrepasado de libido. “Alguien se estuvo metiendo con mis cosas”, aúlla para dejar en claro que la Cosa (y no la cosa) ya es el concepto clave del disco. Acto seguido, “Save Me” baja los decibeles y se conforma como la clásica balada r&b de subdivisión ternaria. Había que alejarse de Motown, sí, pero no tanto. La balada por excelencia del disco, sin embargo, es “Feel Like The World”. Mientras la guitarra despliega un arreglo infinito -un ovillo de lana para que jueguen todos los gatos tristes del mundo-, Ronald ahora se vuelve pansexual, su voz ya no es sólo masculina: contiene todos los géneros. En el lado B, la fórmula se repite entre funk a pulso firme (“It’s Your Thing”, “He’s Got Your Love”) y canciones de pura raigambre r&b (“Give the Women What They Want, “Love Is What You Make It”). 1969 será recordado para siempre como la piedra angular del hippismo y la psicodelia, que tuvo en Woodstock su punto de efervescencia icónica y simbólica. Aquel Jimi James ya era un Hendrix incendiario y el rock una (contra)cultura con sus propias bases y fundamentos. En el seno de la música popular afroamericana, en cambio, todo estaba por hacerse. Si el funk naciente estaba dominado por Motown, James Brown y Sly & The Family Stone (faltarían un lustro para la aparición del delirio espacial de Parliament/Funkadelic), los Isley Brothers se situaron en el punto equidistante de esas tres patas. Buscando su Cosa, los Isley Brothers encontraron cosas de todos. A 50 años de su lanzamiento, It’s Our Thing, permanece ahí, escondido como una gema de sabiduría y diversión, lista para recordarnos que lo que hagamos con la música, con el arte o con la vida, siempre es cosa nuestra. Y también que es mejor hacerlo bailando.
Más frescos que nunca
El 4 de mayo el sexteto regresará al Teatro Vorterix donde adelantará singles del Lado B de Chuy, su último álbum de estudio. “Será el monstruo siamés más hermoso que pudimos dar a luz”, adelantan.
P O R J OTA AY E R Z A
“proponemos un mundo imaginario donde la felicidad y la vida de mierda es todo una sola cosa”, coincidían Beto Martínez y Félix Mateos en octubre sobre la propuesta de Los Tabaleros. La conversación se dio un mes antes de su primer presentación en el Teatro Vorterix en el mismo día que estrenaron Chuy. “Subimos a tocar nuestras canciones nuevas en un Vorterix lleno y la gente ya las cantaba a los gritos”, cuenta en 2019 Martínez. “Fue un espectáculo del poder de la comunicación. Tiene sentido a veces generar expectativa y no entregarse por completo”, señala.
Cuando dice expectativa, el tabalero se refiere a la forma con la que estrenaron -y van a estrenar- su material. Las seis canciones de Chuy que editaron en noviembre corresponden tan solo al Lado A de su nuevo álbum. “Chuy es un vinilo que se está terminando de construir, lo hicimos de esta forma por nuestra manera de entender cómo se consume música hoy en día”, explica y agrega: “Cuando se junten el lado A con el Lado B será el monstruo siamés más hermoso que pudimos dar a luz”.
La unión entre estas dos bestias será de a partes y finalizará cuando el sexteto regrese el 4 de mayo al Teatro Vorterix. Detrás de las barbas, las camisas floreadas, el humor instagramero y los ritmos folclóricos, el grupo diseña la estrategia obligatoria y posterior de “aquel momento de idilio que desembocó en canciones”. La segunda parte de Chuy se adelantará como si fueran seis singles y estará completa antes del show. “Entendemos que si subíamos los 12 temas en el mismo día nos perdíamos de algo. El músico no se puede alejar de tratar de entender cómo es que la gente escucha música hoy en día. Tiene que saber cómo funcionan las diferentes plataformas”.
El primer adelanto del Lado B se llama “Latas vacías” y para Beto se trata de la canción que “quizá más se despegue de la naturaleza de la banda”. Cuenta detalles de un pop brilloso -y hasta electrónico-, y la mano del productor Álvaro Villagra, con quien están trabajando en esta nueva entrega. “”Latas vacías” es un canto de libertad en cuanto a su producción. Nos hace acordar a las publicidades de gaseosas de los años ochenta. Siendo un año tan agobiante para la gente buscamos regalar alegría”. Enseguida editarán “Sirena vampiro”, y dentro de esta nueva media docena de canciones también estará “A las tres”, la única que cantaron al menos una vez en vivo. “Conseguimos que Diego Tuñón de Babasónicos sume la magia de sus dedos a la obra”, adelanta Martínez.
El crecimiento de Los Tabaleros se ve reflejado en reproducciones de streaming pero también en venues, y por eso, un nuevo Teatro Vorterix no sorprende. “Somos una banda que se autopone la vara alta y el Vorterix no es el final de nuestra vida sino el puntapié del año. Le vamos a meter mucha brillantina pero nos guardamos algunas balas para lo que resta del 2019”. Otra vez, las altas esferas tabaleras se encuentran planeando un nuevo golpe: “Vamos a terminar el 2019 en un venue más grande”.