Revista TRIBU #1

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Honestidad Confianza Estructura familiar

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© 2018 BMR Productora Cultural, Derechos Reservados. Queda prohibida cualquier forma de reproducción, transmisión o archivo en sistemas recuperables, para uso público o privado, por medios mecánicos, electrónicos fotocopiado, grabación o cualquier otro, ya sea total o parcial, del presente ejemplar, con o sin propósito de lucro, sin la expresa, previa y escrita autorización del editor. Impreso en Gráfica Mosca. D. L. N° 373.150.

ISSN 2393-7467


Editorial

BlueCross & BlueShield publica su primer número de Tribu, una revista orientada a la cultura de la salud, donde la vida plena y la búsqueda de lo sano constituyen sus coordenadas fundamentales. En este sentido, es nuestro propósito fortalecer la cultura uruguaya y, muy especialmente, colaborar en el desarrollo de una mayor calidad de vida en nuestro país. No es objetivo de Tribu constituir una publicación empresarial donde exponer de manera indirecta servicios o productos de la firma, sino cooperar en la difusión de valores e ideas relacionados con la vida sana y el mejoramiento de las condiciones ambientales y educacionales de nuestro medio. Es una apuesta a la excelencia, destacando el esfuerzo de distintas personas que han aportado experiencia a la salud, a las mejores formas de vida, a la creatividad científica y artística. Deseamos un producto acorde a los parámetros y objetivos de nuestra empresa, es decir, una publicación que enriquezca el conocimiento de todos, el disfrute de la lectura y la percepción visual de imágenes, apoyadas siempre en los mejores caminos del diseño gráfico. Proponemos a nuestros lectores un producto semestral, con contenidos desarrollados por diferentes autores que expresen una pluralidad de miradas en un mundo cada vez más incluyente y diverso. Tribu es parte importante de nuestra responsabilidad social empresarial, por lo que le dedicaremos todos nuestros esfuerzos para el logro del producto que realmente deseamos. Dr. Fernando Quarneti Gerente general

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Coordinación General Arq. Nicolás Barriola Coordinación de contenidos Arq. William Rey Ashfield Concepción Fotográfica Lic. Marcos Mendizábal Departamento Comercial Cr. Martín Colombo Editora Malena Rodríguez Guglielmone Diseño i+D Corrección Laura Zavala Colaboradores Laura Gandolfo, Gabriela Sommer, Emanuel Bremermann, Tessa Garcia Carlos López, Marcos Mendizábal, Pascal Mihavet y Aldo Giovinetti. Agradecimientos Florencia Sader, Elena Hughes, Lorena Dini, Nacho Guani, Mery Deal, Raquel Villaamil, SusetteKok, Damián González Bertolino,Sibyla Trabal, Felipe Llambías, Daniel Sosa, Ernesto Machado, Paulina Morales, Nacho Ruibal, Dominique Sanda, Gaby Morador, Marcelo Betancourt, Juan Aispuru, Juan José Aispuru, Paisajismo Urbano, CdF.

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Un verano en blanco y negro Fotografías del CDF

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Pasión, adrenalina y naturaleza Raquel Villaamil es la primera mujer uruguaya surfista

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“En Alemania los médicos no tratan al paciente hasta que es realmente necesario” Dra. Lorena Dini

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Buscar la armonía, desde arriba Las fotos aéreas de Nacho Guani

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El rostro femenino de la nueva cumbia María Deal


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“Usé mi manera de ver el mundo para concientizar” Con la fotógrafa Susette Kok

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Muros verdes, una moda necesaria

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“La tecnología no te permite estar en la vida” Escritor uruguayo Damián González Bertolino

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Estimados padres y madres Columna de humor

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El océano como escuela de vida La Clipper Yacht Race en Uruguay


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Un verano en blanco y negro

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Vista aérea del barrio Carrasco. Al centro: Hotel Casino Carrasco. Año 1936. (Foto: 0292FMHE. CDF.IMO.UY - Autor: S.d./IMO).


Por Gabriela Sommer Fotografía de Archivo del CdF

En julio de este año, una colección de 30 mil imágenes pertenecientes al archivo histórico del Centro de Fotografía de Montevideo fue declarada Monumento Histórico Nacional. Esta selección conforma el denominado Grupo de Series Históricas y captura más de un siglo en imágenes. Entre ellas, fotografías de paisajes y costumbres de verano que permanecerán en el tiempo, aun cuando la memoria o los relatos fallen.

Fotografías del CDF

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Un verano en blanco y negro. Fotografías del CDF

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Son imágenes que recorren desde 1865 hasta 1990; retratan el pasado montevideano, aunque también aparece plasmado, en menor proporción, el interior uruguayo. Un pasado que puede leerse en la transformación urbana, en los edificios que perduran y en los que ya no están. Pasado que se advierte en los principales acontecimientos políticos o eventos de carácter social. La historia ha encontrado en estas 30 mil imágenes el modo de perpetuarse, de conservar esos grandes y pequeños momentos. El Centro de Fotografía de Montevideo (CdF) tiene apenas 15 años; su archivo, sin embargo, es centenario. Ya desde los inicios del siglo XX la preocupación por capturar la esencia de la ciudad se hacía visible. Preocupación que se extiende hasta el presente y que encuentra continuidad en la labor del CdF. A esta tarea se agregan nuevas funciones y el propósito de llevar la fotografía a la gente, de convertirla en una disciplina accesible. Actividades y trabajos de diversa índole buscan un acercamiento con la sociedad; actividades que educan, que transmiten, que difunden e incentivan la curiosidad y el pensamiento crítico, que tocan la identidad del montevideano y que propician el intercambio cultural. Sobre el CdF El CdF se crea en diciembre de 2002. Para conocer su origen, sin embargo, hay que retroceder 100 años. “La historia comienza cuando en 1915 –aproximadamente– la Intendencia Municipal de Montevideo contrata a un primer fotógrafo, Carlos Ángel Carmona, para trabajar en la Comisión Municipal de Fiestas, que tenía que ver con la difusión turística de la ciudad. Más tarde ingresa Isidoro Damonte. Ambos se encargan de fotografiar todo lo que era relevante para el turismo de la época. Aparecen representados muchos de los barrios que en aquel momento eran considerados de interés turístico. Con eso se generaba documentación, para acá y para el exterior, que daba cuenta de cómo era Montevideo. Ellos también hicieron reproducciones de otras imágenes que parten del año 1860 en adelante y que no sabemos de dónde provienen. Gracias a eso tenemos fotografías de la Av. 18 de Julio cuando recién comenzaba a edificarse. Este servicio de la intendencia fue cambiando de nombre durante el siglo XX, hasta nuestros días. En el año 97 empezó un proyecto que se llamó

Archivo Fotográfico de Montevideo que significó la conservación, documentación, digitalización y puesta en acceso de aquel archivo en formato digital. Y en 2002 se creó el CdF. A partir de ahí al archivo se suman la Sala de Exposiciones y varias funciones más”, cuenta Daniel Sosa, director del CdF. La institución sigue siendo parte del municipio, pero ahora su hogar es un antiguo edificio sobre la Av. 18 de Julio, donde funcionó hace muchos años el Bazar Mitre. La atractiva estructura de estilo Art Decó se convierte en un punto de ubicación estratégico. Desde allí es posible desempeñar muchas de las tareas que el CdF realiza a diario, como las exposiciones, los talleres o la venta de los productos que se generan en torno a la fotografía. El edificio cumple, al mismo tiempo, con los requerimientos necesarios de espacio para el correcto almacenamiento, conservación y manipulación del archivo fotográfico. A la nueva sede se suman cuatro fotogalerías ubicadas en los barrios Parque Rodó, Prado, Ciudad Vieja y Peñarol; pronto abrirá otra en la Unión. En su corta vida, el CdF ha realizado un notorio esfuerzo por conectar la fotografía con el experto o el principiante, el turista o el local. Para ello ha ido sumando nuevas responsabilidades a las ya existentes, ha generado nuevas experiencias y puntos de encuentro. “Seguimos fotografiando la ciudad, sobre todo los cambios, tanto a nivel físico como a nivel social; también fotografiamos posiciones sobre el presente, sobre cómo vivimos hoy, trabajamos mucho en los barrios. Y se hacen exposiciones en los distintos barrios de la ciudad”, comenta Sosa. Otras acciones incluyen el Mes de la Fotografía que cuenta con actividades didácticas y de intercambio aptas para todo público. Y en setiembre empezó el Festival de Fotografía Montevideo Uruguay (MUFF), con variedad de propuestas que se extenderán hasta los primeros meses del año entrante. También lleva adelante un proyecto para niños denominado Fotoviaje. “Son pequeñas funciones de teatro, con dos actores que muestran cómo fue cambiando la ciudad a través de la fotografía histórica. Por ella pasan 3.000 niños por año y es de las cosas más lindas que hacemos”, agrega el director. Entre los programas creados para aquellos vinculados al rubro se destacan las Jornadas sobre Fotografía; ya llevan 12 años realizándolas en la Sala Azul de la IM.

—Ya desde los inicios del siglo XX la preocupación por capturar la esencia de la ciudad se hacía visible.—


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“Todo el tiempo están presentes dos vertientes: la parte expositiva, que es más estática, y la parte formativa de los talleres, que ayuda a que la gente pueda usar la fotografía como herramienta. Tenemos un impulso importante en lo que se refiere a la formación y la educación”, comenta Sosa. El CdF cuenta, además, con una fuerte línea editorial, publica un aproximado de diez libros por año. Libros de autor, libros que exploran el archivo o libros de investigación, entre otros. Hoy superan las 200 mil imágenes, un número que crece con el correr de los días. Solo 30 mil fueron declaradas Monumento Histórico, aquellas que componen el núcleo inicial. “Y es un hecho muy importante porque trabajamos constantemente sobre la preservación del patrimonio visual; por lo tanto, que esta serie de fotografías se haya declarado Monumento Histórico no solo es un gran reconocimiento a nuestro trabajo, sino que es una acción que protege a ese patrimonio, que evita su pérdida. Estas imágenes pasan a ser un Monumento Nacional y, como tal, tienen un grado de protección mayor, que va más allá de nosotros y de nuestra institución, que ayuda a que lleguen a futuras generaciones”, remata su director. Playa de Pocitos. Al fondo: Hotel de los Pocitos. Año 1919. (Foto: 01775FMHGE.CDF.IMO.UY Autor: S.d./IMO).


Playa Pocitos. Año 1932. 18

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(Foto: 0502FMHA.CDF.IMO.UY Autor: S.d./IMO).


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Un verano en blanco y negro. Fotografías del CDF

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Vista área de la península de Punta del Este. Departamento de Maldonado. Década de 1940 (aprox.). (Foto: 0352FMHE.CDF.IMO. UY - Autor: S.d./IMO).

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—Las primeras décadas de 1900 son testigos de la construcción de los diferentes sectores de la Rambla.—


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Sobre veranos pasados Una ciudad carente de altura y una franja costera que se delinea entre la reciente Rambla e importantes residencias. Hoteles de categoría que se establecen como uno de los principales atractivos turísticos de la zona. Hileras interminables de casillas de baño sobre la arena que se suman a excesivas vestimentas para el calor y la playa. Por las noches, grandes cenas o bailes que se disfrutan al aire libre o dentro de elegantes salones. El Parque Hotel (actual Secretaría del Mercosur), el Hotel del Prado, el Hotel Miramar (actual Escuela Naval), el Hotel Carrasco, el Restaurant El Retiro (actual Casino Parque Hotel); todos hitos de la movida social de una época. Una movida que también celebra antiguas costumbres como el carnaval. Desfiles, disfraces, decoraciones y concursos que se esparcen por los diferentes sectores de la capital. Y así es que, en un sinfín de fotografías antiguas, se redescubren veranos pasados. Todas estas imágenes integran hoy la colección declarada Monumento Histórico Nacional y son parte del archivo del CdF. Las primeras décadas de 1900 son testigos de la construcción de los diferentes sectores de la Rambla. Las playas comienzan a ser explotadas como lugar de esparcimiento tras ser ignoradas durante el siglo anterior, en el que las clases pudientes descansaban en las quintas del Prado, Paso Molino, Villa Colón o Las Piedras –entre otras– durante los meses de verano. También se construyen hoteles, impactantes diseños creados para sostener y promover el turismo. El Hotel de los Pocitos, además de los ya mencionados, es un ejemplo de ello. Un edificio de porte moConcurso de disfraces de Carnaval. Hotel del Prado. Año 1918. (Foto: 02181FMHGE.CDF. IMO.UY - Autor: S.d./IMO).

numental que se eleva sobre la playa y se destaca por su gran terraza y un extenso muelle que culmina dentro del mar. Pronto, los destinos de moda pasan a ser la Playa Ramírez y la Playa Pocitos, que se ven colmadas de turistas argentinos y locales. Frente a la multitud que empieza a frecuentar estas playas, el balneario Carrasco se propone como una alternativa de categoría con la apertura de su lujoso hotel en 1921. Poco a poco la costa empieza a transformarse y a cobrar la importancia que le otorga el Montevideo actual. Las actividades destacadas del verano, sin embargo, no culminan en la playa y en la movida nocturna. El verano también significa el festejo de una importante tradición: el carnaval. El evento se inaugura con su habitual desfile por la Av. 18 de Julio, que se viste de estructuras lumínicas creadas especialmente para la ocasión. Fiestas, tablados, concursos de disfraces se llevan a cabo en varios puntos de la capital. Los desfiles con carros por la Rambla Pte. Wilson o las fiestas en la explanada del Parque Hotel y en el Hotel del Prado son algunos de los momentos más retratados de los comienzos del siglo XX. De este modo, entre playas, sociales y espectáculos de carnaval, es que se viven los veranos de un siglo atrás. Aún es factible encontrar vestigios de aquel pasado lejano en viejas costumbres o en la estructura de algún edificio que en el presente ha encontrado una nueva función. Otra de las insignias veraniegas, como el majestuoso hotel sobre la Playa Pocitos, no ha tenido la suerte de permanecer. De todas formas, siempre será posible viajar al pasado gracias a la colección de imágenes que guarda el archivo histórico del Centro de Fotografía de Montevideo.¶


Desfile de Carnaval. Rambla 22

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Presidente Wilson. Al fondo: edificio del Parque Hotel. Año 1928. (Foto: 0062FMHC.CDF. IMO.UY - Autor: S.d./IMO).


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Pasiรณn, adrenalina y naturaleza


Por Laura Gandolfo Fotografía de Marcos Mendizábal

Raquel Villaamil tiene 67 años y vive en Rincón del Indio, entre La Barra y San Rafael, junto a su marido Fermín (68), con quien comparten la pasión por el surf. Su nieto Lucas, de 3 años, ya empezó a practicar pararse en la tabla, siempre con vigilancia. “Le encanta el agua”, dice. Fue profesora de inglés y cada vez que podía le daba vida a este deporte que practicó toda la vida. Villaamil es entusiasta y se lo recomienda a cualquier persona a la que “le guste el mar, la playa y la naturaleza porque es algo muy lindo, que vale la pena y te da muchísimas satisfacciones. Si te gusta la adrenalina también”, comentó. Sus hijos Martina (37) y Alfonso (32) “empezaron de chiquitos, al año y medio” y solos hacia los 9 años. Hoy Martina dirige una escuelita de surf. Explicó que para surfear hay que conocer el mar, que eso se aprende en la práctica, pero que hoy también existen aplicaciones como el Windguru que informan todo: la dirección y fuerza del viento, el tamaño de la ola y la dirección del mar.

Raquel Villaamil, la primera uruguaya surfista

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Pasión, adrenalina y naturaleza

—¿Cómo nació tu pasión por el surf? En los años 60 me fui a California en un intercambio estudiantil, a vivir con una familia de allá. Ahí conocí el surf y mis padres me fueron a visitar. Convencí a mi papá, que era un amor, de que me comprara una tabla de surf. En aquella época eran tablones y me compró uno como de tres metros de altura. La trajimos a Uruguay: era la época en que bajabas caminando e ibas en ómnibus hasta el avión, no había los túneles que hay hoy. Yo no estaba tranquila hasta que no metía mi tabla en la bodega, me fijaba en todas las paradas del avión hasta Carrasco [risas]. En Uruguay había poquísima gente que hacía surf. Yo no la conocía. Una amiga que vivía en Pereira y la Rambla me dijo que se reunían unos chicos con sus tablas en la casilla del salvavidas. Yo vivía en Punta Carretas, tenía 16 años y me fui con mi tabla a conocer a los primeros surfistas. Se reunían en la casilla de Omar “Vispo” Rossi, reconocido como el fundador del surf en Uruguay. En 1960 se había hecho una canoíta y cuando había olas de tormenta en Pocitos, él se paraba ahí. —¿Qué recuerdos y anécdotas guarda de aquellos primeros años surfeando? Cuando no había olas en Pocitos lo único que podíamos hacer era remar. Nos hacíamos el triángulo de Pocitos remando en la tabla. En una oportunidad yo iba muy contenta y vi que iban dos chicos navegando en un snipe y uno de ellos me pidió la tabla prestada: se la presté. Así conocí a mi marido. Mi padre decía: “No te eligió a vos, eligió a la tabla”. Porque mi tabla era norteamericana y en esa época no existían en Uruguay. Empezamos a salir y seguimos siempre con el surf. Gracias a Vispo, que fue el que le hizo la canoíta a mi marido cuando tenía unos 11 años.

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—Cuando empezó con esta actividad, ¿qué fue lo que sintió que le hizo entender que no la iba a dejar más? Es una sensación divina cuando agarrás la ola, te parás y te lleva. O te encanta y te apasionás, o lo abandonás, porque es algo sacrificado. Muchas veces te tenés que levantar temprano para agarrar las mejores olas, siempre estás con el pelo mojado, nunca estás como a una chica le gusta estar toda prolijita en la playa. La sensación de correr una ola es única, es parecido a cuando vas en un barco y vas planeando y sentís el mar, la naturaleza y todo el poder del océano. Sentís que formás parte de la naturaleza. Ves toda la fauna marina: mil veces te pasan lobitos por al lado, pingüinos, tortugas, hasta estuvimos haciendo surf cerca de ballenas porque en la boca de la Barra se acercan, también en las rocas de Manantiales. Eso es impagable. —Usted tiene dos hijos que también se dedican al surf, ¿cómo fue para ellos llegar y conectar con este deporte? Desde chiquitos nos vieron a nosotros, porque los poníamos arriba de las tablitas y corrían con nosotros. Después fueron creciendo y se hicieron cada vez más fanáticos, les encanta. Siempre que pueden viajar a buscar olas se van a lugares como Indonesia, Australia, países de América Central, Brasil, Perú, México. —¿Cuáles son los mejores lugares en el mundo para correr olas? Las mejores olas del mundo se supone que están en Hawái, Indonesia, Tahití. Son olas perfectas, con tubo, porque los buenos surfistas lo que quieren es estar adentro del tubo. Pero hay olas en Brasil, y acá


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—“La sensación de correr una ola es única, es parecido a cuando vas en un barco y vas planeando y sentís el mar, la naturaleza y todo el poder del océano”.—


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en Uruguay algunas veces son buenas. Todos los uruguayos que hacemos surf ahora, que somos miles, comenzamos acá.

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Pasión, adrenalina y naturaleza

—¿Cuáles son las partes menos agradables del surf? ¿Vivió alguna situación complicada? Al poco tiempo de comprarme la tabla tuve un accidente y me rompí los dientes, pero era porque no sabía: me agaché para peinarme al salir del agua y la tabla me dio en la boca. Hay accidentes, sí. Ahí tuve la culpa yo. Si tú practicás un deporte, siempre estás expuesto a accidentes. En general ahogarte o cosas así es difícil, porque siempre estás corriendo con amigos, hay alguien que se preocupa por vos y si estás en una situación complicada te ayuda. Los peores accidentes son cuando te golpea la tabla o cuando la ola es muy fuerte y te tira al fondo: te podés lastimar mucho. Por ejemplo, en Indonesia el fondo es de coral y si te caés te cortás mucho. —Hay personas que le temen mucho a la fuerza indómita del mar y del océano, ¿los surfistas logran dominar este miedo? Nosotros le tenemos respeto y buscamos conocerlo. Porque, como siempre hay corrientes, no te podés desesperar. La mayoría de la gente que se ahoga es porque se desespera. El mar tiene un comportamiento, tenés que saber hacia dónde te llevan las corrientes. No es que lo domines porque nunca lo vas a lograr, pero si lo conocés sabés cómo tenés que actuar en momentos de peligro, que no son frecuentes. Es más peligrosa una persona que está cerca tuyo corriendo olas y no sabe, que te puede tirar la tabla arriba, que el propio mar.


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—¿Qué condición física y qué equipo son necesarios para practicar este deporte? Tenés que ser ágil. Mi hija tiene una escuela de surf en La Posta del Cangrejo y hay niños de dos y tres años hasta personas de 80 años que han tomado clases. Disfrutan muchísimo. También va gente con capacidades diferentes, a quienes les hace muy bien. Tengo 67 años y me preguntan cómo puedo seguir. Y yo respondo que cualquiera puede si le gusta de verdad. Cualquiera puede probar. En cuanto al equipo, la tabla depende de lo que tú quieras. Para nosotros que estamos mayores, tengo una que no es tan corta como las que usan mis hijos. Para el invierno necesitás un buen traje de goma y se usan botitas, guantes y capucha. La capucha porque si no sufrís mucho de los oídos por el agua fría y el viento. —Usted dice que cualquiera puede practicar surf, ¿pero qué le aconsejaría a la persona que se frustra rápidamente? Primero tenés que ir con una tabla de goma, que es para empezar, porque si te pega te puede lastimar mucho menos que una tabla de fibra de vidrio, que son muy duras. Son especiales, muy largas, y hay

muchas chances de que lo vas a poder hacer. Algunas personas no podrán de un día para el otro pero tienen que tener constancia. —¿Cómo es el mundo institucional del surf en este momento? Existe una Asociación Uruguaya de Surf que organiza campeonatos durante todo el año y quienes obtienen los mejores puntajes viajan a representar a Uruguay en diferentes países. Hace poquito fueron los de 14 a 16 años a Japón. En el año 70 hubo tres campeonatos en esa época en los que participé. Al principio yo era la primera mujer que hacía surf. Después una chica amorosa, Rina Bessega, también empezó a hacer surf y participamos en el primer campeonato con mujeres y lo gané, por suerte. Después nunca más participé y seguí como free lance, amateur, porque no me gusta mucho la competencia. Después en el año 90 y pico me llamó Pablo Etchegaray, de la Unión Uruguaya de Surf, para que fuera a competir a Río y le dije que yo no quería pero que mi hija sí hacía surf. Tenía 13 o 14 y ahí empezó a competir. —¿Considera que de alguna manera el surf es más que un deporte y se transforma en un arte, por la entrega y la pasión? Es un deporte pero te enamorás de él y entonces es un arte también. Te enamorás del vínculo con el mar, con tu tabla, con todos esos animales. Es algo que te atrapa. O lo dejás o te volvés fanático. A veces es bravo porque si sos demasiado fanático te cuesta ir a estudiar o trabajar. Tenés que lograr un equilibrio en el que puedas seguir trabajando y estudiando.¶

—Petit Larousse del surfista—

—¿Cómo definiría usted la filosofía del surfista, su forma de llevar la vida? Si sos surfista te gusta mucho la naturaleza, tratás de protegerla y de vivir una vida sana. En general somos sanos y ecológicos, aunque hay de todo, por supuesto. Tratás de proteger la naturaleza y disfrutás: cada vez que vas al agua, renovás tu espíritu. Si estás estresada vas a correr unas olitas y ya te cambió el día totalmente.

Así como comparten una filosofía común relacionada con la naturaleza y la vida saludable, los surfistas crean expresiones propias para hablar de su actividad. —Hacer un fin de tarde: Correr olas cuando ya el sol se está ocultando. —Correr la ola: Ir parado sobre la tabla en la cresta de la ola. —Goofy o Regular: Si el surfista se para con la pierna derecha adelante, se le llama “goofy” y si coloca la izquierda delante, es “regular”. Unos corren de espalda a la ola y otros de frente. —Clavarse. Se le llama así cuando el surfista va a “agarrar” una ola, rema mucho y tiene la mala suerte de que la tabla no sigue el camino de la ola sino que se clava y se va al fondo. —Wipeout. Esta expresión define un momento crítico en el surf, cuando el surfista cae justo en la cresta de la ola.


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Dra. Lorena Dini

Médica e investigadora, Lorena Dini está radicada hace años en Berlín donde tiene una particular forma de ejercer la medicina. Por un lado, trabaja en el Instituto de Medicina Familiar y Comunitaria de la Universidad de Medicina Charité, la universidad más prestigiosa de Alemania, de donde han salido varios premios Nobel. Allí se dedica a estudiar cómo funciona el sistema de salud, identificar dónde hay problemas y diseñar proyectos para encontrar soluciones. Busca la financiación y luego contrata profesionales para los proyectos. Sus reportes sirven de insumo para la toma de decisiones en el sistema de salud y son utilizados por los políticos y las asociaciones médicas. Por otra parte, tiene un consultorio personal donde trabaja con los pacientes desde un punto de vista integral y energético, haciendo coaching y aplicando técnicas complementarias para tratar las enfermedades, mejorar el equilibrio de las personas y la prevención en salud.


Por Malena Rodríguez Guglielmone Fotografía de Pascal Milhavet

“En Alemania los médicos no tratan al paciente hasta que es realmente necesario”

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Dra. Lorena Dini

—Has estado trabajando en Berlín desde el 2008. ¿En qué se diferencia el sistema de salud alemán con respecto al uruguayo? La medicina familiar y comunitaria la entendemos como la atención a los niños y a las familias. En general, en Uruguay lo ambulatorio está ligado a una mutualista, a un sanatorio. En Alemania no. Los médicos trabajan en el hospital y/o forman su consultorio y se agrupan en asociaciones médicas que son las que regulan, con los seguros de salud, cómo se genera el pago de los servicios. —¿Cómo ves a ese sistema? Es muy complejo y a la gente le cuesta entenderlo para hacer buen uso del mismo, tanto a los médicos como a los pacientes. Yo me vine para acá porque en Uruguay era complicado. Cuando hice el internado en el Hospital de Clínicas me di cuenta de que toda la gente que trabajaba estaba muy gastada. No me parecía que las condiciones del recurso humano fueran óptimas para que el sistema funcionara bien. Eso me llevó a venirme a Europa y estudiar Políticas en Salud y Gerenciamiento en el Karolinska Institutet, en Suecia, una institución muy renombrada, y en la Universidad de Bergen, en Noruega. Allí están en lo último en lo que tiene que ver con los avances de la medicina y la investigación. Luego vine a Alemania y me di cuenta de que hay mucha cosa para mejorar. Mi intención ha sido volcar mis conocimientos y mis acciones en producir alguna mejora en el sistema para que todos los eslabones –el médico, el paciente, los costos, los servicios que se prestan– se puedan optimizar. Esto es, gastar menos dinero produciendo más beneficio a la sociedad y que no pase lo que yo veía en Uruguay. —¿Cómo se concreta tu trabajo? Acá sucede, por ejemplo, que no hay médicos que quieran ir al campo. Estoy trabajando en un proyecto para zonas rurales, lugares donde la mayoría de la población es de mujeres de edad. Investigué la posibilidad de delegar funciones (hacer taskshifting, pasar una tarea de un grupo a otro). Estudié si hay cosas que el médico puede delegar en su asistente (la asistente en Alemania es como una enfermera, no todas son enfermeras en Alemania, son asistentes del médico). Hay tareas que se pueden delegar en las visitas domiciliarias. A raíz de este estudio y su publicación, se introdujo una nueva cifra en el catálogo de actividades médicas y desde ese momento, en 2010, los médicos pueden cobrar si mandan a su enfermera a domicilio. Eso se hizo para las regiones en las que había pocos médicos. En 2015 se expandió a todas las regiones y movilizó mucho a nivel político. Llevó a valorizar el recurso humano de enfermería o asistencia de consultorio. Con esta medida las personas mayores que no pueden ir hasta el consultorio

tienen acceso al sistema de salud. Otra cosa que hice recientemente fue una plataforma online para que los médicos puedan comunicarse entre ellos para discutir casos de pacientes difíciles en forma anónima para el paciente, y opcionalmente anónima para los médicos. Hay que estar registrado en el Colegio de Médicos y no pueden acceder pacientes ni otras personas. En esta plataforma se pueden poner estudios, electrocardiogramas, etc., y es un instrumento que ayuda también a fortalecer la calidad de la residencia médica. Los residentes van al interior del país y muchas veces están muy solos y se arriesgan en sus decisiones. Con esta plataforma, que está en toda Alemania y es gratuita, tienen una manera de intercambiar conocimiento. —¿Qué otras cosas te parece importante destacar en cuanto al manejo médico en Alemania? No sé si a Uruguay llegó, pero acá hay un sistema del Colegio de Médicos de Canadá en el cual se postula que el médico no solo debe ser experto en los temas médicos sino que además necesita tener competencias sociales –una buena comunicación, escuchar al paciente, ver qué es lo que quiere–. A mí eso en Uruguay me faltaba mucho, como que el paciente no era tomado como un participante activo de su propia salud. Para eso se necesita la comunicación, la decisión compartida del médico y el paciente que es el dueño de su salud. Acá hay mucha libertad, algo que a mí me parece muy bien. Si uno le recomienda al paciente algo y él no lo quiere hacer, se habla al respecto. Y también es común acá tener paciencia, aprender a esperar los procesos de recuperación. En Alemania se da bastante de esa manera y no se da tanta medicación a pesar de que tiene una industria farmacéutica muy importante. —Aparte de tu trabajo en el área de investigación en medicina tradicional tenés un consultorio donde trabajás con terapias que implican manejo energético. ¿Cómo se enraban ambas cosas? Yo busqué la manera de quedarme cerca de las personas y acá los médicos de familia, el 50%, practica técnicas alternativas o más generalmente complementarias. Se hace homeopatía o acupuntura y diferentes tipos de cosas. Yo tengo mi consultorio privado donde ofrezco servicios de consultoría en sistemas de manejo de energía, de estrés, relacionamientos personales e interpersonales (uno con uno mismo y uno con otros), orientación en cuanto al propósito de la vida u orientación de carrera. Un tema más de asesoramiento y de abordar a la persona en su integralidad. No solo abordar las cuestiones físicas y mentales. Considero que muchas veces las personas no necesitan, por ejemplo, psicofármacos, sino reflexionar y encontrar ideas para para moverse hacia adelante, y salir de ciertas conductas o patrones que no le son más exitosos o productivos en su vida.


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—¿En qué consiste la medicina complementaria que ejercés? Es un sistema que sinteticé combinando lo que tengo aprendido de la medicina en Uruguay, lo que aprendí acá, en Alemania, de lo que es la comunicación médica, lo que es el abordaje integral al paciente, y más de veinte años que hice de estudios de manejo energético con diferentes técnicas, generalmente filipinas, con Del Pé, que ha escrito libros de distintas técnicas de meditación, de yoga, de sistemas de balance en la vida, del éxito personal y profesional. Este coaching usa las técni-

cas energéticas como instrumentos que complementan lo que es la consultoría y la medicina tradicional. —¿Qué perfil tienen tus pacientes? Tengo consulta privada con los pacientes y a la vez enseño técnicas de manejo de estrés en la Cámara de Médicos, en la Cámara de Comercio y mañana mismo tengo un seminario de manejo de estrés con personas que trabajan con los médicos, con estas asistentes-enfermeras. Lo hacemos en la Universidad Charité. Mis clientes son en general médicos o científicos de otras áreas, gente de la universidad, de otras ramas de la ciencia y músicos. —Esto de alguna manera tiene que ver con un enfoque preventivo, ¿cierto? Para mucha gente esa es una de las cosas más difíciles de entender. Sin embargo, está demostrado que la prevención es fundamental a la hora de bajar costos, causas y consecuencias de infelicidad. Acá la medicina general y familiar tiene mucho que ver con la prevención y también hay algo que se llama el “esperar abierto”. Cuando uno llega se impresiona porque en Alemania los médicos no tratan al paciente hasta que realmente es necesario. No se dejan apurar, tienen una conducta expectante. Esa es una diferencia grande que aprendí. En Uruguay te tratan mucho antes. Acá te dicen, por ejemplo: “vamos a ver si es un resfrío, vamos a ver”. No te dan enseguida un antigripal. Tienen pies de plomo a la hora de tratar. Atienden lo que hay que tratar pero no te dan el antibiótico más fuerte cuando puede ser un virus que no lo necesita.¶

—Seminarios en Alemania y en el mundo—

Cuando no tenemos buena salud en cualquiera de los aspectos –mental, física, emocional– el resto de las áreas de la vida también se descompensan. Cuando uno está enfermo es difícil estar bien con los amigos, conseguir pareja o mantenerla, o ganar suficiente dinero porque la motivación no es fácil. También recrearse le resulta difícil a la gente cuando está desbalanceada, no encuentra fuentes de gratificación, de disfrutar de las cosas. Sea el caso que sea, lo que no hago es mezclar este abordaje con la prestación de servicios médicos directos. Como el abordaje es integral no trato a la persona como médica general sino que le mando a otro que lo vea para no confundir las cosas. Las personas me traen sus estudios, yo los veo y con eso puedo evaluar mejor y les sugiero cosas que puede plantearle al médico tratante. Pero yo no soy en ese caso el médico tratante, sino que lo hago desde el punto de vista integral. Esto está relacionado con mi trabajo de investigadora que apunta al trabajo en conjunto. Coordino el equipo pero cada uno hace su parte.

Lorena Dini ha dictado seminarios en Estados Unidos, Italia, Uruguay, India y Japón. En su consultorio en el barrio Mitte de Berlín Oriental, hace coaching sobre Manejo de energía en resoluciones de crisis, Balance vida-trabajo, Revitalización, Generación de salud y Desarrollo personal. En general, participan médicos de la Cámara de Médicos y de la Sociedad de Médicos, estudiantes de medicina y funcionarios de la Cámara de Comercio. A su vez, desde 2015 enseña manejo de estrés a estudiantes de medicina de la Universidad Charité, como parte de su currículo de estudios.


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Buscar la armonĂ­a, desde arriba


Por Malena Rodríguez Guglielmone Fotografía de Nacho Guani

Al volar sobre Uruguay se percibe la transformación productiva de los últimos años. Los dibujos de las plantaciones muestran una riqueza nueva, con líneas cuidadas que van hasta los bordes de los predios elegidos para plantar, fruto de la nueva tecnología en maquinaria. Los molinos de viento hacen levantar las cejas con su majestuosidad de día y las luces rojas en la noche. Desde arriba, se mantiene la belleza de los espejos de agua que se van iluminando con el sol, se ven más árboles, y es difícil elegir qué lugares son los más lindos para sobrevolar. Nacho Guani conoce nuestro país desde un ángulo al cual no todos acceden. Hace más de una década que se mueve por los distintos departamentos, conociendo todos los terrenos, primero en una combi, ahora en un motorhome, tomando fotos desde el aire, en sus primeras épocas desde avionetas y helicópteros, luego en parapente y más recientemente, con drones.

Las fotos aéreas de Nacho Guani

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El amor por la fotografía surgió de niño. Lo primero que le llamó la atención fue el registro familiar que tenía su abuela materna: los álbumes de fotos y las filmaciones, prolijamente ordenados, con recuerdos de la familia reunida en el campo. A los siete años una tía le regaló una cámara que no funcionaba y él la usaba para mirar a través del lente, a encuadrar, un ejercicio con el que se reencontraría años después en el Foto Club Uruguayo. La confirmación de su pasión tal vez llegó el día que fue con sus padres a Paraguay y filmó todo el viaje. La edición rústica de ese video fue la semilla de su vocación. Desde el principio se dio la combinación de registro fotográfico con viaje. Era adolescente y había que rebuscarse. “Mi primer medio de transporte fue la bicicleta”, recuerda. “Me tomaba un par de días y me iba por la interbalnearia hasta Punta del Este. Iba parando y haciendo fotos. Más adelante me compré una Vespa y viajé hasta Chile, solo. Crucé la cordillera. Conocí a un hombre que viajaba en bicicleta y me di cuenta de que lo mío no estaba tan mal”. Rápidamente aprendió a ser autosuficiente. A los quince filmaba en cumpleaños. A los 19 años se aburrió y empezó a trabajar en publicidad. Conoció a directores interesantes como Leo Ricagni, entre otros, que alternan comerciales con proyectos de autor. Trabajó con Rodolfo Musitelli y aprendió a enfocar. Con las productoras viajó mucho pues hacía tráfico de películas. Un día voló a Nueva York a llevar el negativo de un comercial de Ford. Era un viaje de cuatro días pero se quedó un año y medio. Allí aprovechó para estudiar fotografía, trabajar y entender el medio. “Filmé casi 20 años publicidad”, cuenta. “Veía que se movía mucha plata en poco tiempo”. De vuelta en Uruguay usó esos conocimientos para encontrar su sello con las imágenes desde el cielo. Sus primeras tomas fueron desde avionetas y helicópteros. Estuvo ocho años trabajando de este modo. Pero había problemas con los permisos y los pilotos muchas veces no querían andar sin puertas para que alguien sacara fotos. Era demasiado peligroso. La solución se la dio su madre cuando le sugirió volar en parapente. Nacho se subió a este vehículo alado y lo primero que vio fue un ñandú en el nido con sus charabones. Después de hacer esa foto se fue a Buenos Aires a estudiar con un francés. En ese momento no se necesitaban muchos permisos para el parapente, podía despegar y aterrizar solo en el campo. Al poco tiempo se le dio la oportunidad de comprar una combi. “Un día filmaron un comercial y usaron dos combis, una se usaba para persecuciones y se iba a destruir”, cuenta. “Esa me la quedé yo. Ahí ya era un rey. Podía llevar más equipos en la combi. Ese vehículo había sido una camioneta escolar que había llevado a chicos discapacitados. Encontré una cartita en la guantera donde le agradecían al chofer. Estuve ocho meses viajando por Uruguay, la gente me pedía que fuera por otros lados pero yo solo quería ir por Uruguay, mostrando el país desde arriba”. Capturaba lo que le llamaba la atención en los lapsos de cuatro horas que se movía por el aire, mirando para abajo. Hacía su campamento un poco lejos del casco de las estancias. Siempre solo, siguiendo las rutinas del sol para captar los amaneceres y las sorpresas que pudieran surgir. Esperando la salida de la luna o las estrellas. Pasando frío en la combi, pero disfrutando de los momentos en los que podía volar, guiándose estrictamente por los pronósticos del tiempo. Cuando habla sobre su estilo de vida, Nacho Guani habla bajito, casi en susurro. Se percibe un espíritu solitario y afable, propio de alguien acostumbrado a vivir en contacto con la naturaleza.


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—Nacho se subió a este vehículo alado y lo primero que vio fue un ñandú en el nido con sus charabones. Después de hacer esa foto se fue a Buenos Aires a estudiar con un francés.—


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Si bien el parapente tiene sus peligros, no ha tenido mayores inconvenientes. “Más allá del ganado que se me ha cruzado alguna vez al bajar o el hecho de quedar corto de pista de aterrizaje o cerca del agua, no he tenido problemas. El frío es bravo, cada 100 metros es un grado menos y vas a 1.000-1.500 metros de altura. Con los pájaros no pasa nada porque con las alas y el motor del parapente se asustan”. Ha volado cerca de molinos de viento, siempre con el cuidado de volar por delante. Si uno va por detrás de los molinos el exceso de viento desestabiliza el asiento y todo el parapente pierde equilibrio. Nacho Guani ha vivido su pasión y se ha podido mantener económicamente vendiendo distintos productos fotográficos, muchos para bancos de imágenes, en su gran mayoría a la editorial Aguaclara. Hace, además, libros para estancias. La foto desde el aire en distintos momentos del ciclo productivo, imágenes del casco, de las plantaciones. Todo organizado en una cuidada edición con tapas de cuero y la marca del establecimiento. La convivencia en el medio rural le permitió conocer distintas realidades como, por ejemplo, lo que sucede en las cocinas de campaña o los cambios de costumbres en los pueblos. Los bares o almacenes rurales donde no se ve más el caballo atado esperando al paisano, sino un área para las motos. El contacto con el pueblo lo motivó a acercar la imagen al medio rural, y casi sin darse cuenta comenzó a hacer perfomances con sus fotos. Los días más grises se instala en algún pueblito, busca una pared blanca y con un proyector muestra fotos de la costa, del mar, de playas. “Llevo el campo a la playa y la playa al campo”, comenta. “Capaz un niño se impresiona más por hacer sombras porque

nunca vio una pantalla gigante que por las fotos en sí. En el interior no tienen cine, entonces al no haber pantalla tan grande creo que les llama mucho la atención”. Y así como la tecnología llegó a los pueblos, también él se fue adaptando a los cambios. Con la irrupción de los drones el parapente fue quedando obsoleto. Y como se dio con el pasaje de la fotografía analógica a la digital, hubo que cambiar el chip. Su encare autodidacta lo llevó a estudiar los tutoriales de YouTube, a entender cómo funcionaban los drones y animarse a usarlos. Coincidió también con la adquisición de un motorhome. Y así, la aventura fue transformándose en confort. Hoy día mantiene la rutina de levantarse muy temprano, hacer el trabajo con los drones, y en las horas muertas, en las que la luz está muy fuerte, aprovecha a editar fotos y hacer trabajos puntuales. Tiene marcas que lo apoyan y debe cumplir cuando le piden cosas. En esas horas también Nacho Guani vive a su aire. Pesca en el curso de agua que tenga cerca, cocina con sus libros de recetas y los condimentos que trae de distintas partes del mundo. “Te da para inventar. En la ruta tengo cocineros amigos que visito, como el gordo Oyenard, en Punta Negra. Tengo también un cocinero amigo argentino, Sebastián Hermansson, que tiene una posada. Ellos cocinan; yo aprendo y filmo. Está bueno mezclar. También me gusta meterme en las cocinas de campaña y sugerir cosas”. Su novia, la bailarina María Riccetto, lo acompaña en vacaciones y disfruta de esta vida libre y hecha a medida. Este próximo verano no podrán disfrutar de la paz del campo porque el plan es ir a estudiar los dos juntos a la Universidad de Columbia, a un programa para empresas emergentes.¶

—La convivencia en el medio rural le permitió conocer distintas realidades.—


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El rostro femenino de la nueva cumbia

MarĂ­a Deal


Por Emanuel Bremermann Fotografía de Carlos López

María Deal es la cara de #TocoParaVos, una de las bandas que redefinió la cumbia y que conquistó los escenarios y boliches del continente a fuerza de ritmos producidos en Uruguay. Sobre los comienzos de la banda, las influencias rockeras y un eventual futuro como solista, la cantante de 20 años conversó con TRIBU.

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Una sola palabra cambió la vida de María Deal para siempre. Su tendencia a contestar con un “sí” cada una de las propuestas que le interesan la llevó, con solo 17 años, a ser la cara de #TocoParaVos, actualmente una de las bandas de cumbia pop más populares del continente. Invitada por su primo Bautista a formar un “grupo de cumbia para una fiesta del colegio”, María –o Meri, como la llaman sus amigos, familiares y fanáticos– descubrió con vergüenza en el escenario que cantar y hacer bailar a la gente era su pasión, y que su vida estaba destinada a ir por ese camino. Ahora, casi cuatro años después de su primer show, su primer tema y con el nombre de la banda formando parte de la plantilla de artistas de una de las discográficas más importantes del mundo, María revive los caminos transitados por #TocoParaVos y se emociona. Sentada en el living de la casa de su familia, en Parque Miramar, la chica que ahora tiene casi 21 años lo deja claro: “Fue una locura”. Una locura que, al parecer, aún tiene mucha vida por delante.


por Emanuel Bremermann

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El rostro femenino de la nueva cumbia. María Deal

—Cuando le dijiste “sí” a tu primo, ¿se te pasó por la cabeza cómo iba a cambiar tu vida? Lo pienso siempre. Yo estaba en cuarto de liceo, tenía 17 años recién cumplidos y recién comenzaba a animarme a cantar frente a la gente, porque toda la vida quise ser cantante pero no lo hacía ni siquiera frente a mi familia. Es raro, porque antes había hecho muchas obras musicales. Arriba del escenario no me daba vergüenza, no me importaba nada. Cuando nos juntamos por primera vez estábamos todos emocionados porque había salido algo lindo ya en el primer ensayo. Teníamos cero experiencia, yo no sabía ni cómo usar el micrófono, pero me divertía y la gente agitaba como loca. Cantando y bailando no me importaba nada. De a poco ese mundo nos fue atrapando y nos enganchamos, y después hicimos una canción y se fue todo de las manos. —¿Cómo surgió Hasta la luna, el primer tema? No demoramos mucho en hacerlo. La banda tendría un mes de existencia. La tocábamos entre nosotros y un día, en abril o mayo de 2014, dijimos: “vamos a grabarla”. Ese día me escapé del colegio y fui a grabar vestida con el uniforme. Creía que era algo personal, que era para nosotros. Y resultó que no, que los productores querían filmar. La primera grabación fue muy amateur. Por ejemplo, es muy raro que la batería se grabe en vivo, en la cumbia no se hace. Nosotros grabamos todo en vivo, como si fuéramos una banda de rock. —¿Antes de la banda habías estudiado música? Toda la vida quise ser música, tocar el piano, la guitarra y cantar. Tuve la suerte que un amigo de mis padres, cuando yo tenía cuatro años, vivió en mi casa por un tiempo. Él era un pianista impresionante, y estaba todo el día tocando. A mí me fascinaba, lo miraba todo el tiempo. Me costaba entenderlo, pero igual me copaba y lograba sacar cosas de oído. Él me escribió todas las notas en el piano, entonces desde chica supe visualizar cada nota, y para mí se convirtió en algo muy natural. Además, apenas empecé el colegio me metí en el coro. Las clases de canto, sin embargo, las empecé bastante de grande. Cuando era chica pensaba que las clases de canto eran solo para quienes no sabían cantar, y no me interesaba ir a clases de canto. Después entendí que no y a los 15 comencé a ir. Un poco tarde. —¿Cómo fue para ustedes tomar conciencia de que estaban dedicando su vida y su trabajo a la cumbia, un género que no escuchaban y sobre el que había muchos prejuicios? Para mí estuvo buenísimo. Lo agradezco. Hoy en día, que estoy dedicada a la música, veo que los prejuicios están en todos lados. Yo era del palo del rock, de los que no escuchaban cumbia. Y lo veo en amigos míos, que son muy rockeros, que me dicen “¿qué hacés cantando cumbia?”. Yo, con orgullo, les digo que me encanta. Me enamoré de lo que es la cumbia. Me abrió mucho la cabeza y aprendí que, sea el género que sea, se pueden hacer cosas buenas y cosas malas, depende de la percepción de cada uno. Por otro lado, me parece algo difícil de lograr que tu música haga bailar a la gente. Nosotros lo hacemos y es algo que amo. —Desde fuera se los ve muy impermeables a los “peligros” de trabajar en la noche. Si bien han dejado de tocar en boliches casi completamente, ¿hubo algún preacuerdo sobre ese tema? Creo que va mucho en los valores de cada uno. Más allá que estés expuesto a la noche y el ambiente, si

uno tiene claro lo que quiere y lo que no... Si consumen drogas es porque quieren. A mí no me interesa. Me enseñaron que no es necesario, que en lo posible me aleje de eso. Y, honestamente, aspirando a ser música y siendo fanática de los artistas que lo hacen, muchas veces me dolía que se drogara uno de los artistas que seguía. Me dolía, me rompía el corazón. Lo entendía y no lo juzgaba, pero me lastimaba. Por otro lado, me preguntaba ¿a mí me va a pasar eso? No tenía miedo porque en el fondo sé que no me interesa, pero creía que era posible caer en esa por el ambiente. Por suerte me di cuenta que no, y si caés es porque querés caer, es tu elección. Además, nuestro ambiente es muy sano y profesional. Los productores son padres de familia, de nuestro entorno, conocidos de mis padres, tienen hijos chicos. No nos dejan subir al escenario tomando alcohol. Opinan que tenemos que subir enteros. Antes lo hacíamos, incluso yo de repente me tomaba una copita de vino antes de subir, y ahora no. Me dejaron bien claro por qué no tenía que hacerlo y estuvimos de acuerdo. —Todo esto viene de la mano del profesionalismo, y el gran salto que dieron fue con la firma con el sello Warner Music. Eso cambió mucho la dirección hacia la que iba la banda. Antes de Warner nos llegaron muchas propuestas de discográficas, de productoras, de giras por todos lados. Ahí nosotros no sabíamos cómo manejarnos, y además yo ese año estaba terminando mi último año de colegio y quería liquidarlo para retomar la banda. Nos tomamos el tiempo para ver cada propuesta. Cuando nos dijeron que Warner quería filmar con nosotros no lo creía. Era insólito que una banda de amigos llegara a eso, que una discográfica que tiene a Eric Clapton, a Ed Sheeran y a Coldplay, nos diga “queremos que sean nuestros”. Fue una locura. Firmamos con ellos cuando terminé los exámenes y de la mano firmamos con la productora uruguaya AM producciones. —Por la frecuencia con la que viajan, Argentina se ha convertido en un segundo país para ustedes. Nos llegamos a cuestionar sacar la residencia y yo me cuestioné irme a vivir allá mil veces, porque literalmente voy todas las semanas. Este año paramos un poco porque nos empezamos a centrar en la composición de nuevos temas, pero de verdad hubo momentos en los que estábamos más allá que acá. Y también, queriendo estudiar música vi que en Argentina había más opciones, por lo que en su momento consideré irme de verdad. Por otro lado, yo soy muy familiera y extrañaría demasiado a mi familia, a mis amigos y sería difícil irme del todo. Así que lo descarté. —Ustedes fueron parte de una movida que cambió lo que se escucha en los boliches. Ahora la música que suena es, en general, uruguaya. ¿Qué les genera ese cambio? Es impresionante. Fue natural y se dio solo, y por eso me parece raro que hayamos sido parte de algo nuevo, de un género nuevo. En Argentina nos preguntan todo el tiempo porque les impresiona que sean todas bandas uruguayas las que están sonando allá también. A mí me pone muy orgullosa que ahora sean ellos quienes nos escuchen. —¿Les molestó que, al comienzo, al género se lo denominara “cumbia cheta”? Yo siempre le dije cumbia pop. Y sí, no me gustaba. ¿Por qué un género sería cheto? Es muy despectivo.


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Apuntaba a marcar que el cambio había sido social, que sí, tenía que ver, pero no era lo único y no me gustaba. Hoy en día cualquier persona escucha cumbia villera y cumbia pop. —¿Cómo te toma eso de ser referente y ejemplo para chicos que crecen con lo que vos hacés? A mí me gusta que las redes sociales reflejen lo que soy, pero nunca subiría una foto con un vaso de alcohol en la mano, y si está, es una copita. Me cuido con esas cosas. Me gusta que nuestras letras no se desubiquen, me parece fundamental. —¿En qué momentos la banda fue “una complicación”? Obviamente, por momentos se me complicó. Mis amigas me decían “Meri, no estás nunca” y a mí eso me dolía en el alma porque soy una persona que le encanta estar presente, no me gusta perderme una. Además, había muchas cosas que no quería contar porque no quería estar hablando de #TocoParaVos todo el día. De la banda tengo algo nuevo para contar cada día, es muy dinámica mi vida, muy emocionante todo lo que me pasa. Y tengo ganas de contarles todo, pero tampoco quiero ser pesada ni monotemática. No quería hacerlo porque no quiero pasar a ser una estrella. Aprendí a manejar mi vida, y muchos se sorprenden de que pueda estar con mi familia, mi novio, mis amigas y todos los temas de la banda al mismo tiempo. Para mí es lo normal. —¿Cómo manejás la atención del público, cuando te piden fotos por la calle o en los toques? Depende. A veces me persiguen grupitos de niñas chiquitas y me da risa. Cuando veo que solo me persiguen, me doy vuelta y les digo si quieren una foto, porque me doy cuenta que les da vergüenza. A mí no me gusta cuando ya es invasivo. Por ejemplo, si yo me bajo del escenario al lugar donde toqué, ahí no tengo vida. Porque todo el mundo quiere una foto, más allá de que te admire o no. Y hay gente que es desubicada, que te tironea, que te agarra de los pelos desesperada por una foto. —¿Te resulta raro verte en tantas publicidades por la ciudad? Es raro lo que me pasa. No me afecta mucho y me lo tomo como si fuéramos dos personas. No me impresiona saber que hice la publicidad, ni me importa tanto verlas. Me acostumbré a que estén ahí. Es más, juro que soy tan colgada, que las personas

me dicen “te vi por toda la ciudad” y yo, la verdad, no veo nada. —¿Las propuestas comenzaron a llegar con la popularidad de la banda? Las publicidades siempre me gustaron. La primera la hice cuando tenía 11 años. Fui con mi madre y en ese rodaje me empecé a enamorar del asunto. De chica hice varias publicidades, incluso un verano casi no tuve vacaciones porque todo el tiempo tenía rodajes. Por eso ahora ya sé cómo funciona y me divierte. Igual, a veces soy tímida con la cámara, pero después de un rato tomo confianza. —Muchos le auguraron poca vida al fenómeno de la cumbia pop. #TocoParaVos, al igual que otras bandas del género como Rombai y Márama, se ha consolidado e incrementado su popularidad. ¿Ves un eventual final en el futuro de la banda? Creo que hay que reinventarse, y si lo hacés la podés pegar o no. Depende de cómo lo reciba el público. Nosotros ahora estamos en eso, porque lo queremos y nos divierte hacer algo distinto. Estamos buscando cosas nuevas, cambiando. Si al público no le gusta y no se prenden tanto supongo que ahí si va llegar a un final. Si el cambio lo aceptan, que es a lo que apostamos, seguirá. Yo estoy muy feliz así. —Hace ya tiempo que lanzaron su primer disco. ¿Están preparado el segundo? Este año compusimos muchísimo, tenemos una cantidad de temas que no nos dan los tiempos para sacarlos como singles. Sí queremos sacar un disco, lo tenemos. Pero no estamos tan enfocados en eso porque con el disco a veces perdés canciones, porque la gente no compra tantos discos. A mí me pasa eso, que hay artistas que me encantan, pero a las canciones que no conozco mucho me cuesta acostumbrarme. Tal vez cuando saquemos todas las canciones como singles editemos el disco. —¿Ves un eventual futuro como cantante solista? El ambiente del pop femenino uruguayo se ha visto muy revitalizado recientemente. A mí lo que más me gusta es cantar. De hecho, eso estudio. A la par de que estoy tocando con #TocoParaVos compongo cosas diferentes. Si en algún momento la banda no se escucha más, yo voy a seguir tocando sí o sí, lo tengo claro. No sé si me va a ir bien, pero seguro que voy a seguir.

—“Me enamoré de lo que es la cumbia. Me abrió mucho la cabeza y aprendí que, sea el género que sea, se pueden hacer cosas buenas y cosas malas”.—


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“Usé mi manera de ver el mundo para concientizar”

Fotografía de Aldo Giovinetti


Con la fotógrafa Susette Kok: la India, la implicancia social y la espiritualidad

Por Laura Gandolfo Fotografía de Susette Kok

Madre, fotógrafa y creadora de la Fundación Visionair, Susette Kok no dudó en el regalo que merecería su hija al cumplir los 15 años: un ansiado viaje a la India. En Holanda, país donde nació esta mujer de pelo dorado y mirada intensa, no se acostumbra a celebrar con una fiesta como sí se hace en el Rio de la Plata. Además, siempre quisieron ir juntos a Oriente. Cuando el grupo de yoga tuvo la iniciativa de ir a India, la familia se sumó. “Yo había ido cuando tenía 20 años. Viví en muchos lugares del mundo pero este fue un sitio que no estaba preparada para ver, fue un shock: algo tan diferente. Lo bueno de este viaje es que empezamos en el sur y de a poco fuimos entrando en una cultura que es maravillosa. Cuando hoy nosotras dos pensamos en la India, nos surgen imágenes, olores y la parte espiritual que es increíble. Fue un viaje impresionante para vivir juntas”, dijo Kok a Tribu.

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Susette Kok . “Usé mi manera de ver el mundo para concientizar”

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Los colores de la dignidad La diversidad y la multiplicad de la gente de ese país fue lo que más impresionó a Kok. Aunque la pobreza no le resultó ajena. “La gente vive la pobreza de otra forma porque vive en el momento. El clima también ayuda bastante, y hay colores, olores”. La fotógrafa agregó que se percibe un sentimiento de comunidad grande, de pertenecer a un grupo. “Hay como dos lados. Por un lado, un sistema de castas fuertísimo y, por otra parte, un sostén en la pobreza. No están solos ahí. La familia es súper importante, el compartir la comida, compartir lo poco que hay”. La postura ante la vida es diferente a la que se observa en el Río de la Plata. Kok dijo que en India se vive con más consciencia de ser parte de algo más grande. “Como puede ser la humanidad o la naturaleza o incluso el cosmos. Hay mucha dignidad en la pobreza. Las mujeres más humildes igual están vestidas con estos saris de colores intensos. Esto quizás la hace un poco más llevadera, aunque es evidente que hay pobreza extrema”. A ello se suma la explotación sexual, un tema trabajado por Kok en su labor como fotógrafa. El contraste tan grande con la cultura que se vive de este lado del globo hizo que Kok se planteara que ofrecer a sus hijos la posibilidad de conocerlo “es maravilloso, cuando saben valorarlo y realmente lo disfrutan. Fue el conjunto, fue un viaje vivencial, no tanto visitar lugares turísticos. Anduvimos en bicicleta por pueblos, convivimos con la gente de allá. Fue muy emocionante”. En India hay “una foto en cada esquina”, definió la holandesa, que llevó una cámara manual. “No quería andar sacando fotos como loca. Porque quería vivir profundamente el momento con mi hija. Cuando tengo la cámara en mi mano se me escapa el ambiente. Era súper importante para mí vivirlo con ella y saqué fotografías muy elegidas. No era algo rápido sino algo lento. Porque en la India ya está todo fotografiado, lo ves en todos lados”. Niña entre fotografías A Kok le gusta contar cómo casi “nació” en un estudio fotográfico pues era la profesión de su padre, al igual que su abuelo y bisabuelo. “Desde muy chiquita ayudé a mi padre en su estudio, en la época que la gente no tenía cámaras y venía a hacer su retrato”. También reconoció que el “peso” familiar de la fotografía la hizo orientarse en otra dirección. Por eso estudió Comunicación Internacional en Ámsterdam y cuando terminó la universidad se reunió en Singapur con quien es hasta hoy el “amor de su vida”. A partir de ahí empezó a trabajar en diferentes agencias de publicidad, en Singapur, Moscú, Nueva York. “En un momento me pasaron cosas que hicieron que decidiera que no quería seguir haciéndolo. Tenía como cliente grande a Pepsi Cola y a la Cruz Roja. En Moscú hubo un accidente horrible: un bombardeo enorme en Chechenia en el que murió toda la gente de la Cruz Roja. Yo había escrito una carta y recibí de vuelta una del presidente donde me decía que toda esa gente estuvo allí por la gran pasión que sentían por la humanidad. Poco a poco eso hizo que yo no quisiera seguir en publicidad”. Después de incursionar en diferentes formas del arte, como la escritura que siempre le ha gustado, concretamente la poesía, Kok volvió a la fotografía. “Usé mi manera de ver el mundo para concientizar sobre problemáticas que fueron ignoradas y desde ahí fui creando proyectos con la fundación que formamos. Actualmente sigue funcionando pero

yo me estoy reenfocando en el arte, como la cerámica, que me está fascinando. A veces está bueno balancear un poco”. Se refiere a que los proyectos que emprendieron en los últimos 12 años fueron “profundamente emocionales”, lo que implica un gran involucramiento con poca protección personal. “Sentí que tenía que tomar este año para recuperar fuerzas y volver después con más energía”. En cerámica le gusta trabajar con el torno. “Además de concentrarse sí o sí, es muy yóguico. No hay manera de escapar de ese momento. Me gusta hacer vasijas, floreros, piezas más grandes”. La vida frágil Con la fundación el primer proyecto fue el Fondo Rosado, después de fotografiar por mucho tiempo a una niña prematura en el Hospital Pereira Rossell. “Fue el momento en que me di cuenta del poder que tiene la fotografía cuando la usás de forma digna. Para mí siempre fue muy importante el respeto por el otro”. Luego llevó adelante un proyecto con los pacientes de la Colonia Etchepare y Santín Carlos Rossi. “Hicimos una combinación entre la fotografía y el arte de ellos: poesía y pinturas, que expusimos en el Cabildo”. Poco a poco se concretaron proyectos con las Naciones Unidas, la Unión Europea e incluso más grandes contra la violencia sobre las mujeres, la explotación sexual de niños y adolescentes en Uruguay. El año pasado Kok terminó un trabajo en Paraguay sobre la infancia y la adolescencia. “Siempre es la fotografía y el encuentro que empuja los proyectos y después vamos formando y buscamos socios para profundizarlos”. Kok dijo que su interés por lo social viene de haber vivido en varios países y haber nacido “en un país donde la pobreza profunda no existe y hay mucha más igualdad en la sociedad. Luego de vivir un tiempo en Uruguay, cuando lo sentimos como propio, porque es el lugar donde criamos a nuestros hijos, empecé a ver tanta desigualdad que me despertó ganas de hacer algo: ¿cómo puede ser que no lo viera antes? Tengo adentro de mí una gran intolerancia con la injusticia”, señaló. Reconoció, además, que esta característica suya a veces la ha llevado a meterse “en líos” o en situaciones de peligro por no medir las consecuencias. Algo que la marcó mucho fue un accidente muy grave que tuvo de pequeño uno de sus hijos. “En esos momentos ves que la vida es sumamente frágil, que tuvimos protección y un poco de suerte también. Y siento un agradecimiento muy grande, lo que hace que quizás esté más abierta a querer registrar temas sociales. Cuando abrís este canal para ver lo que hay a tu alrededor, no hay vuelta atrás. No podés cerrar los ojos y decir ‘Ahora no lo veo más’. Lo veo también en Holanda, en países que quizás pretenden tener progreso, pero se ve una pobreza de afecto y cuidados. En Holanda hay muchísima gente que vive en una soledad profunda”, explicó. La fotógrafa dice que hace las cosas con “mucho entusiasmo”, lo que implica que pueda traspasar la frontera del cuidado personal. “Por suerte tenía un equipo conmigo que me podía parar. El mundo de la explotación sexual es muy oscuro. Hay una parte de peligro que no puedes subvalorar y tampoco puedes pretender que tú cambiarás el mundo. Hay que reconocer los límites de lo que se puede hacer. Porque si no sufrís mucho la desilusión”.


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—Su interés por lo social viene de haber vivido en varios países y haber nacido “en un país donde la pobreza profunda no existe y hay mucha más igualdad en la sociedad”.—


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Yoga Una parte importante de la vida de Kok es el yoga, disciplina que descubrió en Uruguay, con el maestro Jorge Zoppolo. Si no está de viaje, lo practica todos los días. “Cuando me acomodo en mi colchoneta, siento que puedo conectar la parte física con la espiritual y desactivar la mente. A veces vuelo y me resulta difícil centrarme. Aparte hace que me cuide, porque con el entusiasmo de crear hay un descuido gigante y el único momento en que paro es cuando literalmente no puedo moverme más: quedo con el cuello torcido. El yoga te ayuda a medirte un poquito más”. Kok aclaró que a esto le suma el “trabajo con el ego”, que hay que “dejarlo fuera lo más posible”. Otra cosa que contribuye con la salud, afirma la holandesa, es “formar comunidad”. “Cuando no vivís en tu propio país está bueno tener grupos de pertenencia, en los que sentís que te quieren y tú querés al otro”, algo que encuentra en los talleres en los que participa, como el de arte con la fotógrafa Magela Ferrero y Magdalena Gutiérrez, con quienes se juntan cada jueves. “Es sumamente profundo y está bueno crear esos momentos. Usamos la fotografía y la escritura como forma de viajar por adentro nuestro. Es hermoso hacerlo porque a veces la vida va tan rápido que nos olvidamos de parar y reflexionar”. Según su concepción, la espiritualidad es “la conexión con el otro, sabiendo que hay algo mucho mayor que nosotros. Y el vivir agradeciendo de verdad todo lo que tenemos. Yo creo que hay un Dios, me confundí mucho viviendo en culturas diferentes donde había otras espiritualidades pero también me dio una gama de tolerancia más grande a otras religiones. Pero para mí es sentir que hay algo mucho más grande que nosotros y que estamos todos unidos. Eso hace que cuando te cuidás a ti mismo cuidás al otro y al revés”.¶


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Muros verdes, una moda necesaria

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Son tendencia, aunque existen hace ya muchos años. Entre su variedad de nombres, “muros verdes” o “jardines verticales” son los que más resuenan. Estas originales estructuras se destacan por su atractivo visual; sin embargo, no son solo un gesto estético, su uso tiene grandes beneficios.

Musee du Quai Branly, Paris Patrick Blanc


tendencia

Por Gabriela Sommer

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Muros verdes, una moda necesaria

The Rubens at The Palace Londres Green Infrastructure Consultancy


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La ciudad contemporánea agobia y los espacios verdes disminuyen. Falta el aire, los rastros de naturaleza escasean. Se vuelve difícil contrarrestar el efecto generado por tanto cemento, quedan pocos lugares libres para que la vegetación florezca. Frente a esta falta, los jardines verticales surgen como una buena alternativa; plantarlos en horizontal dejó de ser una opción para la mayoría de las ciudades. Es así como un cambio de perspectiva genera otra oportunidad. Además, aportan las mismas ventajas que las plantas que permanecen a nivel del suelo. Y más. Los muros verdes son un recurso plástico que dota de carácter a cualquier construcción, son un rasgo de identidad. Pueden ser empleados en interiores o exteriores; cubrir superficies limitadas o la fachada de un edificio en altura. Pueden ser concebidos con un fin estético o pensados para colaborar con un motivo superior. Las opciones son varias y su atractivo se destaca en cada una de ellas. Razón por la cual su demanda va en aumento y se han convertido en el elemento arquitectónico de moda. Y es que estas pequeñas joyas del diseño han probado tener –aparte de un evidente papel decorativo– un gran número de beneficios para la construcción y para el espacio urbano que las rodea. En este momento, en el que la búsqueda de alternativas sostenibles cobra importancia, los muros verdes prueban que no son solo un capricho, sino la necesidad de una época. El surgimiento de los muros verdes Patrick Blanc tiene el pelo verde. La ropa verde, también. Tonalidad que se amalgama con la de sus creaciones. El botánico francés supera los 60 años y es, desde hace un par de décadas, el rey de los jardines verticales. Blanc es el iniciador de esta tendencia; también a él se le atribuye su invención. Los muros verdes, sin embargo, preceden su existencia. El concepto de muros verdes ha estado presente por mucho tiempo; en épocas anteriores plantas colgantes y trepadoras cubrían las paredes de las edificaciones. Un claro antecedente de la actual fachada vegetal y un método que sigue vigente, con diversas ventajas a su favor. A finales de la década del 30, un profesor estadounidense de Arquitectura Paisajista, llamado Stanley Hart White, juega con la teoría y logra la primera patente para la construcción de un muro verde. Años pasan sin demasiados cambios hasta que en el 86 Blanc obtiene la primera comisión para la construcción de un jardín vertical en París. Dos años más tarde patenta la tecnología que diseña, sigue agregando encargos y da comienzo a una auténtica revolución. Llega el cambio de siglo y con él el éxito del francés. El gran acierto de Blanc tiene que ver con el desarrollo de un sistema; ese que emplea en sus trabajos hasta el día de hoy. Obsesionado con las plantas desde pequeño, Blanc descubre que pueden crecer en cualquier lado, sin la necesidad de suelo o tierra. La irrigación correcta y un poco de luz bastan para mantener el ecosistema vegetal. El método que inventa parte de este descubrimiento, es simple y puede durar años gracias a la elección de materiales sintéticos. Está compuesto por tres partes: una estructura metálica que se agarra a la pared existente –dejando una cámara de aire que actúa como barrera térmica/acústica–, una capa de PVC atornillada al metal que provee al plano la rigidez necesaria y, por último, un fieltro de poliamida que se engrampa al PVC. Este fieltro provee el soporte para el crecimiento de las raíces y distribuye el agua de riego de mane-


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Muros verdes, una moda necesaria

ra homogénea. El agua proviene del extremo superior y se combina con los nutrientes necesarios para el sustento de los verdes. En una gran cantidad de casos, el agua utilizada para el riego es agua reciclada. Una vez lograda la tecnología, un buen resultado reside en la vegetación escogida. Los estudios de Blanc le permiten seleccionar la combinación de plantas adecuada para cada entorno, cada clima, cada construcción particular. Por esta razón sus jardines requieren de poco mantenimiento y han sabido superar la prueba del tiempo. Cientos de especies definen el carácter de sus proyectos y este apasionado de las plantas tiene la capacidad de convertir los diseños en obras de arte viviente. Tipos de muro En el presente, diversas tecnologías compiten con la patentada por Patrick Blanc. Las más comunes enseñan variaciones mínimas respecto a la propuesta original. Emplean una estructura metálica de apoyo y modifican la cantidad de capas, el material o la configuración del soporte vegetal. Y, al igual que el diseño del botánico francés, son sistemas hidropónicos; es decir, sustituyen el uso del suelo por el suministro de soluciones minerales. Evitan, de esta forma, el peso innecesario de la tierra. Dada la escasa carga y la versatilidad de esta técnica constructiva es posible cubrir grandes superficies y alcanzar alturas extremas. Otros sistemas, por el contrario, optan por la utilización de tierra o sustrato especial para el crecimiento de las plantas. Para ello recurren a contenedores o paneles volumétricos de distintos tamaños y formas. En la gran mayoría de estos casos es necesario que la vegetación esté plantada y crecida previo al montaje del jardín. Los años pasan, la tendencia crece y surgen nuevas tecnologías que buscan aportar su distintivo. Se ha experimentado, incluso, con el crecimiento de diferentes especies vegetales sobre planos de hormigón. Beneficios Estas singulares creaciones se alejan sustancialmente de un acabado tradicional. Además de sus cualidades estéticas, los jardines verticales poseen múltiples ventajas para la construcción y el espacio urbano que los rodea. Entre sus beneficios se destaca el de purificar y mejorar la calidad del aire. Filtran gases nocivos, procesan metales pesados y producen una generosa cantidad de oxígeno. Han probado reducir la contaminación y las toxinas del entorno a más de la mitad de su valor; el porcentaje es variable y siempre dependerá de las dimensiones del muro y del grado de contaminación que posea el sector (exterior o interior). Al mismo tiempo, han demostrado ser una excelente barrera térmica y acústica. Disminuyen el ruido ambiental, bajan el gasto energético al funcionar como capa aislante y logran ciudades más frescas durante los meses de verano. Protegen, también, contra las

fluctuaciones bruscas de temperatura y la acción directa de los rayos solares, cuidando a la edificación del desgaste. Los jardines verticales pueden dar carácter a un edificio nuevo, renovar la apariencia de uno existente, añadir color, textura y dinamismo a un espacio. El efecto visual que el muro verde genera va más allá de su atractivo resultado estético. Las plantas impactan de un modo positivo en los seres humanos al mejorar el humor, reducir el estrés y provocar un aumento en el rendimiento de las personas. Muros verdes en el mundo Cientos de diseños de Patrick Blanc se pueden ver en distintos lugares. Se vuelve imposible repasarlos todos. Entre los más llamativos se encuentran el Musée du Quai Branly, una de sus primeras creaciones y una de sus más famosas. Blanc también tiene el récord del jardín vertical más alto del mundo. One Central Park, obra en la que colabora con el arquitecto Jean Nouvel, se encuentra en Sídney y sus jardines alcanzan una altura aproximada de 170 m. Otras de sus obras más conocidas son L’Oasis d’Aboukir y CaixaForum, esta última es una colaboración con el estudio de arquitectura Herzog & De Meuron. Uruguay también cuenta con algún ejemplo de muro vegetal como el del Edificio Celebra, en Zonamérica, o el del Hotel Regency Way. Prueba de que Patrick Blanc fue tan solo el comienzo. Hoy empresas especializadas y profesionales destacados dejan su huella en todas partes del mundo y en una extensa variedad de programas. La cantidad de jardines verticales aumenta día a día y los diseños se vuelven cada vez más creativos, más ambiciosos. El muro verde más grande del mundo se encuentra en Bogotá, Colombia. Es obra del Estudio Paisajismo Urbano y cubre un total de 3.100 m2. Unos años antes el título pertenecía a Tree House, un original edificio de viviendas en Singapur. Antes, aún, se lo llevaba el muro verde del Fiordaliso Shopping Center en Rozzano, Italia; diseño del arquitecto Francesco Bollani. Otra fachada verde a destacar es la del Hotel The Rubens at The Palace en Londres. Gary Grant de Green Infraestructure Consultancy convierte una vieja pared de ladrillos en un atractivo jardín y logra combatir un problema de inundaciones en la zona al instalar tanques superiores de recolección de agua que luego será empleada para el riego de las plantas. Jardines verticales, fachadas vegetales o muros verdes. Los hay de todos los tipos, para todos los programas y pueden observarse en un sinfín de países. Son la nueva obsesión de la arquitectura sustentable. Y es que en una actualidad en la que la contaminación avanza, los edificios ocupan los espacios verdes y el cemento crece en altura encerrando un aire saturado y espeso, los muros vegetales se presentan como una opción práctica y eficaz. Un recurso capaz de devolver a las ciudades una porción de naturaleza.¶


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Fiordaliso Shopping Center, Milan Francesco Bollani

Pont Max Juvenal, Aix en Provence Patrick Blanc

—Entre sus beneficios se destaca el de purificar y mejorar la calidad del aire.—


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“La tecnología no te permite estar en la vida” Escritor uruguayo Damián González Bertolino, autor de El fondo, elegido este año entre los 39 mejores escritores latinoamericanos


Por Laura Gandolfo Fotografía de Marcos Mendizábal

Es alto, de pelo alborotado y sonrisa amable. Parece una persona abierta al mundo. Damián González Bertolino (Punta del Este, 1980) es uruguayo, es escritor y se crio en el Kennedy, el barrio obrero de Punta del Este, donde continúa viviendo y fundó una biblioteca barrial en la que cualquier persona puede pedir libros prestados. Pasó su infancia pendulando entre dos ambientes radicalmente opuestos: su barrio y el Club de Golf, donde trabajaba como alcanza pelotas y acomodador de autos. Contó a Tribu cómo el uso que hizo de la palabra logró allanar un poco estas diferencias. A principio de 2017 González fue distinguido como uno de los 39 mejores escritores de ficción menores de 40 años en América Latina en la lista Bogotá 39-2017 del Hay Festival, junto con su coterráneo Valentín Trujillo. La selección destaca la buena literatura, resaltando el talento y la diversidad de la producción. Esto fue un gran espaldarazo para el autor de El increíble Springer (Gran Premio del XVI Premio Nacional de Narrativa Narradores de la Banda Oriental) que ahora proyecta editar por primera vez en España. Publicó además los libros de relatos Los alienados (2009), Standard (2012), la selección de apuntes personales “A quién le cantan las sirenas” (2013) y las novelas El Fondo (2013) y Los trabajos del amor (2015). Desde 2002 es profesor de Literatura en liceos de Maldonado.

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—¿Cómo creés que influyó en tu vida crecer en dos ambientes sociales tan distintos? De chico siempre tuve cierta incomodidad de que me forzaran a hacer cosas, como a mucha gente le debe pasar. Me daba cuenta de que manipulaba el lenguaje para zafar de determinadas situaciones y que no me manipularan a mí, al mismo tiempo. Encontraba un gusto en eso, que no necesariamente era mentir sino responder de manera evasiva.

Damián González

—¿Esta intención de no ser manipulado era dentro de tu familia? En la familia o en la escuela, en la cortita: me obligaban a hacer algo y yo me hacía el tonto. En el ambiente donde me crie vi que el lenguaje era la forma de resistir frente a una realidad en la que mucha gente no tenía voz. Vi cómo manipulaban a personas analfabetas, que hoy son mis vecinos, les hacían firmar cosas y los estafaban. Mis propios padres eran obreros. A veces pasa con la gente humilde que viene otro de más arriba y le dice de todo y se tiene que quedar callada. Pueden sufrir muchas humillaciones y pesares. —¿Qué recuerdos tenés de tu trabajo en el Club de Golf? Ahí me di cuenta de lo importante de saber hablar, utilizar las palabras en determinado contexto. Tuve una conciencia temprana de eso: me di cuenta de que me daba poder, para que me respetaran, por ejemplo. Cuando yo cuidaba coches, con los socios del club, me decía a mí mismo: “Tengo que hablar con mucha educación”, entonces los tipos quedaban impresionados. Porque veían que habías salido como de abajo de la tierra, con la mugre y todo, y te hablaban de cualquier manera. En la pubertad, me di cuenta de que cómo colocaba las palabras dentro de una frase alteraba la respuesta de los otros. “Puedes hacerte el tonto con una oración” dijo Peter Handke, es una frase que me gusta mucho. Con una oración podés nombrar todos los objetos, entonces todo el mundo te pertenece.

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—De eso se trata un poco la hermosa novela El orden alfabético del español Juan José Millás, en la que un niño en cama por una enfermedad pasa a un universo paralelo en el que se pierden las palabras. Me interesa pila el tema. De hecho estoy escribiendo un libro que se llama El origen de las palabras. Es una autobiografía que empecé a escribir hace dos años. Las personas se acuerdan del momento en que escucharon una palabra por primera vez y me gusta ver lo que pasa ahí. Puede ser una palabra que dijo nuestro padre o nuestra madre o un vecino. Luego la escuchás y una parte tuya viaja al momento de la primera vez. Hay unas 25 palabras que persisten de una forma muy tenaz cuando las oigo, con un componente afectivo fuerte. Tiene algo ensayístico sobre el fenómeno del lenguaje. —¿Estás escribiendo ficción también? Ahora corté con ese libro para escribir una novela que tengo casi terminada: Herodes. Tengo ganas de editarla fuera de Uruguay, en España. El estar en la lista de Bogotá 39 abrió una posibilidad. El festival se ha replicado en varios países y con Trujillo vamos a ir a Cartagena de Indias. Intenta recuperar esa voz del intelectual que está perdida en la sociedad. Hasta hace 100 años estaba en el ágora, en la consideración popular, cuando vino García Lorca a Uruguay llenó un teatro entero, estaba hasta el presidente, era algo beatelmaníaco, una cosa increíble. Cuando Dickens

fue a Estados Unidos, la gente dormía afuera bajo la niebla para poder entrar. —¿Qué considera que pasa hoy con la figura del intelectual? Quedó desplazado porque el mundo cambió, se sumaron tecnologías y el intelectual quedó un poco fuera de esos canales, con lo que pasa con las redes sociales. Hay un ensayo de Gore Vidal en el libro Navegación a la vista, en el que analiza por qué los intelectuales en EE. UU. tenían peso hasta la primera mitad del siglo XX y por qué empezó a decaer ese fenómeno. Hay Festival creo que intenta recuperar esto del intelectual que se pone a opinar sobre la presidencia de Trump, por ejemplo. —¿Habrá algo relacionado con que la fragmentación y dispersión mental que implica la tecnología choca contra el trabajo intelectual profundo, que requiere tiempo y concentración? Tiene otro tempo también, evidentemente. La tecnología no te permite estar en la vida, acceder a las cosas más profundas de la existencia, desde leer una muy buena novela o un libro de poemas hasta una charla con alguien. Recuerdo que miraba mucha tele cuando era adolescente, un día se rompió y no había plata para arreglarla. Estuvimos casi cinco meses sin tele y cuando se arregló no quería ni verla, porque me acordaba de todo lo que hacía y leía. ¡Pah! Todo lo que yo le estaba dando a esto. —¿Actualmente cómo te llevás con la tecnología? Me harté de Facebook, solo tengo una página para mi trabajo, cosas relacionadas con mis libros. Me cansaron esas discusiones inconducentes y vi mucha hipocresía en la gente. Tampoco me gustan las computadoras. Escribo a mano. Lo último que hago es pasarlo a la computadora. Me pone mal: el cursor titilando, como esperando algo. Escribir tiene una sensualidad tremenda: el trazo, el borrón, cuando tachás algo. Ahora que estoy terminando la novela, miro para atrás y puedo ver la genealogía, la sangre de lo que estuve haciendo. En la computadora borraste y no hay vuelta. Aparte las computadoras siempre te dejan tirado. Nunca funcionan cuando lo precisás. Ya me ha pasado de perder un capítulo porque se cortó la luz. Tengo muchos cuadernos de cosas diferentes en mi casa y me gusta verlos: es la prueba física de todo el tiempo que estuve escribiendo. —Entonces estás muy peleado con la tecnología. No tanto: uso celular, también alguna aplicación que me gusta, como Spotify. Le tengo terror a todo lo que me ata y me separa de lo que tengo que hacer o donde tengo que estar. Prefiero conversar cara a cara con un amigo, o con mi novia. —¿De qué se trata Herodes? Es bastante diferente a lo todo lo que he escrito. Puede tener un punto de contacto con el segundo relato de Springer, pero es totalmente diferente. Es la historia de un argentino millonario que sufre una desgracia familiar, enviuda y corta con su vida para establecerse en una casona en Punta del Este, algo que he visto en la zona. Es bastante experimental porque no hay consecución evidente entre los capítulos, es bastante morosoliano. Narra la vida de ellos: él tratando de criar a su hija en medio del dolor. No pasa mucho y pasa de todo. La historia tiene un tono gótico por la forma de procesar las experiencias y de verse a sí mismo.


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—En pocas palabras—

—Si algún sello editorial grande te dijera que quiere tu novela pero que sería mejor que cambiaras alguna parte o modificaras el final para que se vendiera mejor, ¿qué harías? No, no. Por ahí si me lo dicen de una forma… supongo que pueden tener gente que sabe. Pero si viene un editor y su criterio de venta coincide con un criterio estético bueno… Pero no creo que lo hiciera. He cambiado cosas de mis libros porque me lo dice el editor. A Heber Raviolo no le convencían algunas escenas de El fondo, lo discutimos mucho. Había ya una maqueta en la colección Lectores y no salió. Él me sacó una parte de esa novela, me mandó un sobre por encomienda con las cuatro páginas y todo tachado. Después me mandó un mail diciéndome lo mismo. Me sentí horrible. Me duró dos segundos porque yo lo quería pila y funcionó mejor. Me dio un consejo: no apliques dos veces un recurso que te salga muy bien. —¿En qué consiste la iniciativa de biblioteca barrial que abriste en el Kennedy? De niño siempre tuve el deseo de tener libros pero no tenía plata para comprarlos. Me fascinaba ir a bibliotecas pero mis padres no sabían mucho cómo era el tema. Ellos tenían un bar y lo atendían. Eran de esa clase de uruguayos que respetan mucho la educación y consideran que realmente te lleva a la movilidad social. Pero en casa no había libros. Ahora yo no solo

El peor pecado de un escritor: “Lo peor que podés hacer es no ser fiel a vos mismo, a tu voz, al credo que vos tenés y dejarte seducir por los otros. Eso es un gran pecado. No ser enteramente fiel al hecho de escribir”. Lo mejor de ser un escritor: “Esa soledad profunda del momento en que te comunicás con todos los otros y todas las cosas, y tocás la vida. Sentís que estás tocando la experiencia como con un dedo, estás re solo en ese momento pero te sentís rodeado de voces y empezás a ver las cosas: es increíble. Me fascina ese momento puramente imaginativo”. Importancia de la pasión en la vida de toda persona: “‘Pedazos de carne bautizada’, decía Morosoli de los que viven sin pasión. Vivir con pasión

tengo libros sino que además voy a librerías, tengo gente conocida que escribe y pensé en usar eso a favor del barrio. Empecé a pedir libros a mis amigos y saqué la mesa de la cocina de casa a la calle. Comencé con 60 libros y un pizarrón con los horarios. Al principio la gente lo rechazó por desconfianza. Hoy, casi tres años después, hay un local propio que es el garaje de casa que refaccionamos con unos vecinos y tenemos 2.000 libros. —¿Qué te aportó la biblioteca? Felicidad. Soy muy feliz de ver cómo los niños se llevan los libros y pasan un buen rato, en un barrio donde la gente la pasa re mal. Hay gente que vive con mucha precariedad, con violencia, con griteríos, sin silencio y descubre en medio de esa realidad que se fascina con los libros. Cuando estamos nosotros sacamos unos sillones al sol y leen ahí. Me conmueve verlo, disfruto mucho estar ahí y recomendar alguna lectura. El otro día le recomendé a un vecino Una historia sencilla de Leila Guerriero, y le gustó mucho. Intentás no ser condescendiente con el tipo de libro que recomendás para no subestimar al lector. Sí. Me gusta hacer que la gente descubra cosas, ser el mediador, como profesor de Literatura también. El otro día a un adolescente le di Daisy Miller de Henri James, a ver qué pasaba. “Profe, me encantó esa novela”, me dijo. ¿Cómo no vas a ser feliz?¶

es la verdadera vida. La pasión de mi madre es cocinar, por ejemplo. Es cuando sentís que la vida se vuelve profunda”. Personaje histórico que hubieras querido conocer: “No tengo esa cosa de ser fanático de los escritores. Me hubiera gustado conocer a Morosoli, sobre todo cuando vivía en Minas por cómo era como persona. Lo mejor en cine: “Ordet me gusta mucho, del danés Carl Dreyer, el que filmó la versión emblemática de Juana de Arco. Fellini me fascina, porque su realismo incluye los sueños, porque creo que son constitutivos de la realidad”. Me hubiera gustado conocer a alguno de los románticos ingleses por cómo vivían… Capaz que eran insoportables, no sé”.


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Estimados padres


Columna de humor Por Tessa García

y madres:

A mi forma de ver nunca se amó tanto a los niños. Nunca las fotos de madres y padres besando y abrazando a sus hijos fueron tan populares y tan vistas con buenos ojos. Antes “no se usaba” amar tanto a los hijos. A los hijos, hasta hace unos años, los escondían en la cocina o los tenían afuera jugando con palos. Ahora se los muestra como trofeos y se hace una especie de obra de teatro con el amor que se tiene hacia ellos: YO AMO A MIS HIJOS. HIJO TE AMO, te abrazo fuerte para que sientas mi amor, que te sientas amado y valorado. Mi hijo, mi amor, yo te amo. Es un amor exacerbado y no sabemos por qué razón se convirtió en un accesorio cosmético. Cada vez más gente se preocupa por dejar en claro que AMA A SUS HIJOS, como si ello los volviera mejores personas, más fiables y hasta más atractivos…Lo saben muy bien los asesores de Macri, que lo muestran siempre jugando con su niñita, un adorno inmejorable si lo que se desea transmitir es bondad, honestidad, solidez, ternura. O no hay más que ver la incipiente publicidad de hombres con hijos pequeños utilizada para vender desodorantes, perfumes, ropa. “Ser débil es ser más fuerte” o “la ternura te hace más sexy”, es lo que estamos y estaremos fumando lamentablemente en los próximos tiempos. En la vida real se ve muy a menudo a una mujer bailando en una fiesta con su pequeño hijo, montando un show de felicidad y plenitud al que todos alrededor gustosamente asienten. La realidad es que si vas a una fiesta y te ponés a bailar con tu hijo de esa forma tan entusiasta quiere decir que esa fiesta es un fracaso y que mejor estarías en la cama mirando una serie. Un hijo no puede ser la pasión de ninguna madre, si una mujer pretende que sí lo es entonces está mintiendo y probablemente también se esté mintiendo a sí misma. Otras típicas escenas de amor hacia los hijos se ve en las fotos de Facebook, como no podía ser de otra manera. Cualquier ser humano con Facebook puede ver su timeline infestado con fotos del cumpleaños de Brunito, la mesa puesta, la torta, los cupcakes, la Coca-Cola y los padres atrás de esa mesa, con la consabida leyenda “Hijo, te amamos hasta el infinito y más allá”. Hay que ver, por otro lado, lo poco conmovedoras que resultan esas estampas. Personalmente —y estoy segura de no ser la única— me siento espiritualmente más cerca de aquella pobre madre que el año pasado ahogó a sus cinco hijos y después se autoeliminó que de la otra que está empecinada en hacerle saber al mundo y a sus amigos cuánto ama a Facu. Pienso que es hora de ponerle un freno a este absurdo, es hora de que nos pongamos de acuerdo en que a nadie le importa si amás o no a tu hijo y que además, todos sabemos que la torta y el ´yo amo a mi hijo´ poco o nada tiene que ver con el trato que le dan al niño puertas adentro. Así que abandonemos por favor estas prácticas, muchas gracias por leer.¶

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El ocĂŠano como escuela de vida

La Clipper Yacht Race en Uruguay


Por Malena Rodrigez Guglielmone Fotografía de Marcos Mendizábal

En esos meses que Punta del Este despierta de la modorra invernal, con gente pintando las casas de cara al verano y poco movimiento en las calles, se dio una visita que marcó un hito y sacudió la clásica tranquilidad que asume el balneario por estas épocas. Con poco tiempo de anuncio previo llegó a la costa esteña sobre fines de setiembre una de las más importantes regatas del mundo, la Clipper Round the World Yacht Race, creada por Sir Robin Knox Johnston, un caballero y renombradísimo navegante inglés que ya había estado en estas costas hace unos años.

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El océano como escuela de vida. La Clipper Yacht Race en Uruguay

Hacía 25 años que Punta del Este no recibía una visita de estas características desde que fue sede de una de las etapas de la regata Whitbread Round The World Race. Todo surgió en 2016 cuando las autoridades organizadoras de la Clipper se presentaron ante la Embajada de Uruguay en Londres recomendados por el primer ministro inglés. Allí manifestaron su interés en venir a Punta del Este. Para Uruguay se trataba de una oportunidad inmejorable al colocarse en primera línea de los medios mundiales por la trascendencia y la divulgación que tiene esta regata, aparte de todo el movimiento que genera en los puertos que toca. Una oportunidad que fue ampliamente aprovechada.

—Es una carrera no exenta de riesgos. Desde su creación, hace 20 años, dos personas han perdido la vida y muchísimos han abandonado la empresa antes de terminar.—


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Durante dos décadas Clipper Ventures PLC, con sede en Londres, ha venido organizando esta regata bienal que recorre unas 40.000 millas atravesando los mares más inhóspitos del mundo. Consta de una docena de barcos de 70 pies, construidos especialmente para la regata, en los que viajan unas 20 personas en cada uno. Su sello distintivo es que está en gran parte compuesta por principiantes, personas que no tienen experiencia en altamar. Aparte de la mezcla de nacionalidades, hay una gran heterogeneidad humana en cuanto a las formas de vida. Las edades oscilan entre 18 y 76 años y hay diverso tipo de profesiones, desde analistas de sistemas, abogados y empresarios retirados hasta conductores de taxi, estudiantes, ingenieros de aviones o amas de casa. Un 40% de los que viajan lo hace por primera vez, luego de haber pasado, claro está, por una intensa y completa preparación. Pues si bien el aire a aventura sienta bien no es menos cierto que se trata de una carrera peligrosa donde se deben enfrentar a la fuerza y misterio del mar. Así lo expresó Sir Robin Knox-Johnston al zarpar desde Liverpool el pasado agosto: “la Clipper Race se ha vuelto más importante y mejor con cada edición y no puedo evitar sentirme tremendamente orgulloso al ver a nuestros tripulantes partir hacia lo que seguro será una experiencia que les cambiará la vida. En los próximos 11 meses, nuestras tripulaciones y capitanes deberán enfrentar todo lo que la Madre Naturaleza les ponga por delante”. Es una carrera no exenta de riesgos. Desde su creación, hace 20 años, dos personas han perdido la vida y muchísimos han abandonado la empresa antes de terminar. Sir Robin lo sabe mejor que nadie. Su historia náutica se remonta a los años sesenta cuando un diario inglés ofreció 5.000 libras a la primera persona que diera la vuelta al mundo en barco solo y sin escalas. Probaron nueve navegantes. En ese entonces Knox-Johnston tenía 30 años y fue el único en completar el reto. Fue en 1969, luego de estar 312 días en altamar en una embarcación de 44 pies fabricada en India. El dinero que recibió por tal hazaña se lo donó a la familia de uno de los competidores que comenzó la carrera, pero al sufrir un colapso mental se suicidó en el mar. Knox-Johnston volvió a dar la vuelta al mundo tres veces más y fijó el récord de velocidad de circunnavegar sin parar terminando en 74 días. No extraña que haya sido condecorado por la reina de Inglaterra con el título de Sir en 1995. Gran respetuoso de la fuerza del mar, entiende que la vida es gris si no se asumen riesgos. Heterogénea y novata tripulación En esta regata viajan 712 tripulantes amateurs en representación de 41 países. Una de las personas que impulsó que esta visita se concretara es Elena Hughes, navegante, y una de las madrinas de la Clipper. “En 25 años ha venido una regata de Sudáfrica a Punta del Este, la regata de los solitarios en 2011 (la Velux 5 Oceans, en la cual participó Sir Robin). Después de la Whitbread Race no había venido ninguna de esta magnitud”, comenta. “La Clipper puede tener similitud en el recorrido con aquella, pero no en el reclutamiento de la gente porque en los barcos de la Whitbread cada capitán elegía su tripulación y en la Clipper hay un equipo que resuelve quién va en cada barco. Eso hace la diferencia. Otro detalle distinto es que los barcos en la Whitbread eran diferentes entre sí y se manejaban con el sistema de hándicap que se usa cuando los barcos son diferentes. Por otra parte, tiene la similitud de que da la vuelta al mundo, pero cómo la da es diferente”. La Clipper es


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una regata amateur, la gente no recibe pago por estar como tripulante y algo muy fuera de lo corriente es que estas tripulaciones están formadas con gente de todas las razas, de todos los credos, profesiones y cualquier edad. “La gente que no ha tenido experiencia previa de yachting –agrega– tiene que someterse a cursar un entrenamiento muy rígido donde se les da primeros auxilios, la parte de navegación, la parte técnica, la parte de aparatos, el manejo dentro de un barco. Todo lo que puede precisar una persona que está en su casa y se le ocurre hacer la regata. Cuando esta gente está preparada de acuerdo a los técnicos de entrenamiento, adjudican según las condiciones y las cualidades, en cada barco, las personas que ellos consideran que tiene que ir”. La Clipper Race largó de Liverpool el 20 de agosto hacia Punta del Este para luego seguir hacia Sudáfrica. Los puertos de Sidney, Hobart, Quigdao, Seattle, Panama y Sanya son algunas de las escalas que harán previo á retornar a Liverpool. Sobre fines de setiembre el puerto de Punta del Este se transformó para atender la logística de la regata. Durante dos semanas la tripulación de la Clipper demandó servicios de gastronomía, hotelería, servicios de puerto y lavandería, entre otros. El evento deportivo de primer nivel que llevó a Uruguay a los diarios del mundo a la vez generó un interesante movimiento local de gente de distintos puntos del país que vino a conocer a los protagonistas de tan importante carrera. En cada puerto se suele hacer una competencia a ver qué barco recauda más sacando a navegar a la gente del lugar. Cada pasajero paga 20 dólares y ese dinero se dona a una institución benéfica local.

—Entre los tripulantes se encuentra un uruguayo, Fernando Antía, hijo del actual intendente de Maldonado.—

Punta del Este para ellos Florencia Sader es socia del Yacht Club y consejala por el municipio de Punta del Este y, como Elena Hughes, ha oficiado como madrina de esta carrera. Cuenta que es la pierna más larga que se ha hecho de la Clipper pues antes paraban en Río en vez de hacerlo en Punta del Este. Observó que los navegantes estaban contentos de hacer la escala acá porque en Río tenían que moverse mucho en auto y era más inseguro. Aparte de lo bien que lo pasaron. Hubo muchos agasajos para la tripulación, entre ellos un asado multitudinario en la Fundación Atchugarry que terminó en una fiesta, una puesta de sol en Casapueblo, una cena de gala en el Yacht Club. Gran participación de la Embajada Británica, de las autoridades municipales y de Turismo así como comodoros e integrantes de los Yacht Clubs de Montevideo y Punta del Este. Para Florencia fue muy interesante conocer a los que viajan, gente común y corriente, pero con espíritu de aventura, algunos tal vez en plan de retiro, otros con cambios de vida, de estado civil o de trabajo, la mayoría con un gran orgullo de estar participando en esta aventura que implica trabajo duro, pesado, sacrificado, prácticamente sin descanso en el mar. Entre los tripulantes se encuentra un uruguayo, Fernando Antía, hijo del actual intendente de Maldonado, Enrique Antía, contador de 28 años que se encontraba trabajando en un campo en la Isla de Pascua cuando se enteró de que la organización estaba interesada en que participara un uruguayo. Fernando aspira a hacer toda la carrera y está buscando sponsors para financiar las últimas piernas. Siguiendo el entusiasmo de Antía, mucha gente se apuntó para recibir información para la próxima Clipper en dos años.


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Algunos barcos son patrocinados por marcas o asociaciones como Unicef; otros llevan el nombre de destinos como Great Britain y Sanya, una ciudad de China. Cuenta Florencia que la cobertura periodística de la regata se hace en toda China donde vieron la pierna de Uruguay. Una pequeña muestra de la dimensión de comunicación de un evento de estas características. “La semilla está plantada para que la Clipper vuelva a pasar por Punta del Este en 2020”, comenta con esperanza esta madrina. Aventura, dólares y solidaridad William Ward es CEO de Clipper y, aparte de navegante, está al tanto de los números que se mueven con esta empresa. Cuenta que tuvo un origen muy humilde y la primera vez que salió a navegar tenía 15 años. Conoció a la Clipper cuando su hijo de 17 participó en una edición y vio el cambio que le produjo como persona y como navegante. Entiende que esta carrera cambia fuertemente la vida de las personas y también observa que la gente que se anota tiene algo especial. “Si bien es gente común y corriente no son personas que simplemente se sientan a mirar televisión, sino que son de los que hacen cosas. Cualquiera sea su actividad son exitosos, y tienen una actitud de poder hacer. Desde 18 a 70 años, hombres y mujeres, el común denominador es esa determinación de querer triunfar”, comenta. Aparte de ser una carrera renombrada y fascinante, es un negocio muy lucrativo. “Ahora nos va muy bien en este negocio y podemos ayudar, buscamos recolectar dinero para UNICEF, toda la tripulación está vinculada a este trabajo de juntar fondos, UNICEF tiene mucha visibilidad con este evento. En la última regata juntamos 600.000 dólares”, agrega. “Hacemos plata, la pasamos bien y dejamos algo en cada puerto”. La regata recién empieza y queda todo un año por delante. El 4 de octubre los barcos de la Clipper levantaron amarras del puerto de Punta del Este y se dispusieron a cruzar el océano Atlántico rumbo a Ciudad del Cabo. Un día después de la salida colectiva la embarcación de UNICEF chocó contra una ballena y tuvo que volver al puerto para reparar el timón. Superado el incidente, ya está nuevamente en carrera. Cosas que pueden pasar en esta aventura que enseñará a sus protagonistas a bailar con el tiempo y el mar.¶


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